MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO AMERICANO
MACA
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MACA
Museo de Arte Contemporáneo Americano Diciembre | December 2020 Manantiales, Uruguay Textos | Texts Pablo Atchugarry, Pablo Cohen
Patrocinador | Sponsor
Créditos fotográfícos | Photo credits Archivo Pablo Atchugarry, Daniele Cortese, Alessio Gilardi, Matías Imbellone, Lorena Larriestra, José Risso, Nicolás Vidal Traducción | Translation Caleidos Translations SL - Madrid Diseño gráfico | Graphic Design Quadrifolium Group Srl - Lecco (Italy) Impresión | Print Editoria Grafica Colombo - Valmadrera (Italy)
© 2020 Fundación Pablo Atchugarry Todos los derechos reservados | All rights reserved
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EL ARTE ES UN VIAJE ART IS A JOURNEY
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FUNDACIÓN PABLO ATCHUGARRY FUNDACIÓN PABLO ATCHUGARRY
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MACA - Un museo para conservar los sueños de los artistas MACA - A museum to house artists’ dream
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CARLOS OTT, EL REY DE LOS GRAFISMOS, POR DENTRO - “Mi tarea no es juzgarme, sino crear.” INSIDE CARLOS OTT, THE KING OF DRAWINGS - “My job is not to judge myself, but rather to create.”
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“El dibujo y la pintura son esenciales” “Drawing and painting are essential”
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“Mi tarea no es juzgarme, sino crear” “My job is not to judge myself, but rather to create.”
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“Este museo implica muchísimos desafíos” “This museum involves many challenges”
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“Gracias por vuestro apoyo” “Thank you for your support”
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“La colección es el fruto de la experiencia de una vida” “The collection is the result of the lifetime experience”
EL ARTE ES UN VIAJE
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El arte es un viaje y el nacimiento del Museo de Arte Contemporáneo Americano es y será la conjunción de muchos viajes. El viaje de la visión original de Pablo Atchugarry que entendió la necesidad de construir este hogar para la obra de sus colegas artistas. El viaje de Carlos Ott al concebir un espacio que viajó desde su mente a un dibujo y luego del dibujo a la realidad, que ya le avizora destino de ícono. Y con el MACA nacen miles de viajes más. El viaje de todo el que tenga la oportunidad de visitarlo y recorrerlo. El del turista nacional o extranjero que se sienta convocado por este lugar. El de los expertos y también el de los niños y estudiantes que recién estén emprendiendo sus propios viajes y búsquedas de vocación, de inspiración y de futuro. Habrá también, como siempre, una invitación a viajar detrás de cada una de las obras que allí se exhiban. El arte tiene ese poder de trasladarnos con la mente a donde sea, aún sin movernos. Este período de pandemia que atraviesa la humanidad nos lo ha vuelto a demostrar. Muchos encontraron en el arte ese refugio, ese escape que nos permitió seguir viajando con la mente. El MACA será sin duda una excusa en sí mismo para viajar y conocer el Uruguay. Por eso, este viaje, esta aventura de la que nacerán muchas más, es tan celebrable y necesaria. Para el turismo, el trabajo, la imaginación y la inspiración. Para la zona, el país, la región y el mundo. Tenemos un nuevo emblema del que sentirnos orgullosos como uruguayos. Gracias a Pablo, a Carlos, al arte. Cuántos viajes están por comenzar. Germán Cardoso Ministro de Turismo
ART IS A JOURNEY
Art is a journey and the birth of the Museum of Contemporary American Art, MACA, is and will be the meeting point of many journeys. The journey of Pablo Atchugarry and his original vision, by understanding the need to build a home to host the work of his fellow artists. The journey of Carlos Ott in conceiving a space that soared from his mind to a drawing and from that drawing to becoming a reality, already on the path to becoming an icon. With MACA, thousands more journeys are born. The journey of everyone who has the opportunity to visit and peruse it. The journey of national and foreign tourists who feel called by this very place. That of experts, children and students who are just beginning their own journeys while searching for vocation, inspiration and a future. There will also be, as always, an invitation to travel behind each of the pieces exhibited there. Art has the power to take us anywhere with our minds, without moving a single step. The pandemic that humanity is undergoing has shown us this once again. In art, many have found a refuge, an escape that allows us to continue traveling, but with our minds. The MACA will undoubtedly be an excuse in itself to travel and get to know Uruguay. That is why this trip, this adventure from which many more will be born, is both remarkable and necessary. For tourism, work, imagination and inspiration. For the area, the country, the region as well as the world. As Uruguayans, we now boast a new emblem of which we can be proud. Thanks to Pablo, to Carlos, thanks to art. So many trips are about to begin. Germán Cardoso Minister of Tourism
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FUNDACIÓN PABLO ATCHUGARRY
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Con la misma pasión que golpea el mármol para lograr esculturas majestuosas, el maestro escultor Pablo Atchugarry ha adoptado este rincón de Maldonado como su lugar en el mundo para vivir. En ese maravilloso espacio de arte visual, en el que la naturaleza conjuga con la escultura y la pintura -lugar al que se va a disfrutar- se alza majestuoso haciendo honor a otro arte, el de la arquitectura, el edificio del nuevo museo que permitirá admirar y contemplar las colecciones de alta calidad. Este hombre grandote de corazón grande, de amplia sonrisa y generosidad está construyendo para otra generación este Museo de Arte Contemporáneo Americano. Formará parte de un paseo cultural obligado en nuestro país que jerarquizará la calidad de vida del departamento. Estuvimos el día de la colocación de la piedra fundamental, junto a cientos de amigos del arte, de la política, de la vecindad, porque el artista que hay en Pablo de recrear estéticamente sus emociones, también lo vive en el intercambio de afectos en la amistad. Contagia y nos hace soñar. Hoy por su esfuerzo, junto a Silvana y a sus queridos sobrinos, está viendo ese sueño convertirse en realidad. ¡Siempre adelante Construyendo...! Te saludo Pablo con afecto, gracias por tu generosidad. Ing.Agr. Enrique Antía Intendente Dptal. de Maldonado
FUNDACIÓN PABLO ATCHUGARRY
With the same passion applied to the marble to achieve his majestic sculptures, the master sculptor Pablo Atchugarry has adopted this spot in Maldonado as his place in the world to live. In that wonderful space of visual arts, in which nature is combined with sculpture and painting -a place to be enjoyed- another art is honored: the art of Architecture, with the new museum building which rises superbly and will allow us to admire and observe high-quality collections. This big man, with a big heart, owner of a wide smile and generosity, is building this Museo de Arte Contemporáneo Americano for another generation. This Museum will be a must on the cultural tour in our country, which will improve the quality of life in the department. We were there the day of the laying of the foundation stone, together with hundreds of friends from arts, politics, and the neighborhood, because the artist in Pablo, who aesthetically recreates his emotions, also lives in sharing the affection with friendship. He inspires and makes us dream. Today, because of his effort, together with Silvana and his beloved nephews, he is watching a dream come true. Always facing forward, building! I greet you, Pablo, with affection, thank you for your generosity. Enrique Antía Mayor of Maldonado
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LARA CAMPIGLIA Sin título, 2010 Acrílico sobre tela 152 x 122 cm
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ALEJANDRA STIER Sin título, 2009 Óleo sobre tela 60 x 51 cm
MACA Un museo para conservar los sueños de los artistas 12
Así empezó esta aventura, charlando con mis amigos Flor y Robert Van Zuidam y Wifredo Díaz Valdés. Hay una preocupación común entre artistas y coleccionistas, que consiste en pensar dónde irán a parar sus obras, el fruto de una vida, la pasión que los acompañó siempre. Así que hace ya algunos años nació la idea de construir un museo, aquí mismo en la Fundación Pablo Atchugarry, que es de alguna manera la herencia cultural que yo dejo para el Uruguay. Le comenté este proyecto a Carlos Ott y él, con su genialidad y generosidad, no dudó un solo instante en aceptar el encargo y el desafío. Carlos es un volcán con una potencia expresiva notable y desde el principio realizó una infinidad de dibujos maravillosos estudiando todos los detalles. Durante todos estos años fue muy emocionante para mí verlo dibujar y pensar en soluciones diferentes para la organización de los espacios. Aprovecho esta ocasión para decirte, querido Carlos, “chapeau”, gracias, infinitas gracias por dejarnos esta maravilla. También quiero dar las gracias a mis queridos sobrinos Mariana, Tania, Gastón y Federico que han continuado con la empresa constructora fundada por Pedro y Alejandro, mis adorados padre y hermano, y que están haciendo posible la realización de este sueño. MACA, Museo de Arte Contemporáneo Americano, es el nombre que le hemos dado a esta criatura que ya ha nacido y que está creciendo gracias a la generosidad de los artistas y de los amigos del museo. Un Museo que se ocupará del arte uruguayo, del arte rioplatense y del arte de todo el continente americano. En esta exposición presentamos parte de la colección que llenará los espacios del futuro Museo. Pienso que el MACA va a pertenecer a la humanidad y que como una nave cargada de arte, de vida y de sueños,nos va a conducir a un mundo de mayor comprensión y amor… Un agradecimiento íntimo y profundo a Silvana, Catherine y Piero por su amor y apoyo de siempre. Pablo Atchugarry Octubre 2020
MACA A museum to house artists’ dreams This is the idea behind this adventure, which came up while I was chatting to my friends Flor and Robert Van Zuidam and Wifredo Díaz Valdés. Artists and collectors share a common concern, namely wondering where their work, the baggage of an entire life, the fruit of the passion that has always driven them, will eventually end up. Therefore, some years ago, this concern gave rise to the idea of building a museum, right here in the Pablo Atchugarry Foundation, which in a way is the cultural legacy I would like to bequeath to Uruguay. I talked about the project to Carlos Ott, who in his kindness and generosity accepted the commission and the challenge without hesitation. Carlos is like a volcano with an immense power of expression, and from the word go he produced myriad drawings studying all the details. Over these years, watching him devising different solutions to organize the spaces has been a thrilling experience for me. I would like to make the most of the opportunity to say, my dear Carlos: “chapeau”, thank you, thanks a million for this wonder. I would also like to thank my dear nieces and nephews, Mariana, Tania, Gastón and Federico, who have continued to operate the construction company founded by Pedro and Alejandro, my beloved father and brother, and who are also doing their utmost to make this dream come true. The MACA, Museum of Contemporary American Art, is the name we have given to this child, one who is already with us and is growing healthily thanks to the generosity of the artists and the friends of the museum. A Museum that will be dedicated to the art of Uruguay, the River Plate region and the entire American continent. This exhibition showcases part of the collection that will be housed by the Museum in the future. I think that the MACA is going to belong to man- and womankind and that, like a vessel bearing a cargo of art, life and dreams, it will lead us to a more caring and a more understanding world… My deepest thanks to Silvana, Catherine and Piero for their undying love and support. Pablo Atchugarry October 2020
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CARLOS OTT, EL REY DE LOS GRAFISMOS, POR DENTRO “Mi tarea no es juzgarme, sino crear.” Mucho antes de que se conocieran, había entre Pablo Atchugarry y Carlos Ott coincidencias esenciales que hoy explican, si es que el misterio que entraña el afecto puede llegar a explicarse algún día, la madera de la que están hechos. La principal: el rechazo del escultor a toda forma de arte que se valga de la producción sistematizada para sustituir la naturaleza de un oficio que por fuerza ha de ser artesanal; rechazo que en Ott se traduce en su imposibilidad de trabajar siguiendo los estándares seriales de la arquitectura contemporánea. No podría ser de otro modo, porque este uruguayo nacido en 1946 es, más que un arquitecto antiguo, moderno o contemporáneo, un artista que fascina al espectador con la estela sucesiva de grafismos que lo ha convertido en un individuo para quien el dibujo es una segunda forma de respirar. Forma de respirar que, por adictiva y fácil que parezca, Ott ha cultivado a lo largo de largas y fervorosas horas, impulsado por una pareja que siempre lo apoyó con amor y lo estimuló con dosis torrenciales de cultura y exigencia: Carlos Ott Rius y Walkiria Elvira Buenafama Saravia, sus padres. Con la frescura, el humor y el carisma con que reviste cada una de sus historias, se arropó para la conversación este hombre que se las ha ingeniado para envolver el globo con obras contundentes, funcionales y hermosas, desde Buenos Aires, Toronto, Abu Dabi y Hangzhou, pasando por Montevideo y hasta llegar a París, donde su Ópera de la Bastilla funciona como la imaginaria sede de una embajada sin bandera que el Uruguay tiene en el corazón de Europa. “La gloria es efímera y el ego desmedido no es normal en ningún caso”, ha llegado a declarar con su sinceridad habitual Ott, para quien, curiosamente, “ser uruguayo en el mundo es una gran ventaja”. Sin abandonar aquel espíritu, el cocreador del Museo de Arte Contemporáneo Americano –que se erigirá a partir de diciembre de 2021 en Manantiales–habló largamente sobre su carrera, sobre sus obsesiones y sobre su hipnótica pasión por los lápices. ¿Qué pensó cuando Atchugarry le pidió construir este museo, y por qué aceptó? Pablo me llamó por teléfono y no me pidió, sino que me dijo hasta de una forma un poco tímida: “Carlos, yo estoy pensando en hacer un museo para mi colección, ¿tú considerarías realizar un nuevo edificio?”. Y le contesté: “Pablo, ¡pero por supuesto, contá conmigo, no lo pienses dos veces! Cuando me respondió, “bueno, bárbaro”, ahí me cayó la ficha. ¿De qué se dio cuenta? De que era un proyecto de responsabilidad, porque Pablo es el artista viviente más importante del Uruguay, además de uno de los más notables en la historia del país. Así que pensé: “¡A la pucha!”. Porque hacer un museo para él en un lugar tan fabuloso, conociendo no solo su trayectoria sino también la colección que tiene, no es cualquier cosa. ¿Este edificio va a formar parte del legado de Carlos Ott? Si Dios quiere, sí. Espero no macanearla. Yo le he dedicado muchísimo tiempo, lo hemos diseñado y pensado juntos con Silvana, Pablo y Piero, y también con todos sus colaboradores. Y es un proyecto al que es imposible no ponerle el corazón. Es para la colección de Pablo, en Uruguay, en Maldonado, en su taller, y creo que puede ser un elemento muy importante para la cultura uruguaya, sudamericana, americana e internacional, porque esa es la dimensión de Pablo. ¿Usted ha construido otros museos relevantes? Mirá: en un momento fui a Canadá porque me contrató un estudio de arquitectura, Moffat and Kinoshita, que acababa de ganar el proyecto para la ampliación y la renovación del Royal Ontario Museum, que es un museo muy raro porque combina arte –con colecciones e institutos que abarcan desde el arte chino hasta el arte medieval y el arte europeo–con ciencias y departamentos de geología y aracnología, por darte un ejemplo. Yo me mudé en 1974, y en 1978 o 1979 dejé el estudio, pero ese diseño fue esencialmente mi proyecto. Y me tocó trabajar muchísimo, estudiando un montón, porque me contrataron justo al principio junto al director del museo -habían contratado un Project manager-, y realizando interviews a los diferentes departamentos, a ver qué era lo que se exigía. Se trataba de un edificio con forma de “H”, con una parte que databa de 1910-1914 y otra de los años 30, y tuvimos que hacerle dos intervenciones: una de galerías y otra de zonas de análisis, estudios y laboratorios. Así que me tocó eso, trabajé mucho y tuve que estudiar museografía. El proyecto se terminó de construir en 1983, cuando yo ya estaba en París.
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¿Qué desafíos particulares le plantea este nuevo museo de Manantiales? Muchísimos, empezando por la colección, que reúne esculturas, pinturas y dibujos, que tiene una gran variedad de artistas americanos y que va desde Alaska hasta Tierra del Fuego, con creadores esencialmente modernos y contemporáneos. Y siguiendo porque es parte de un complejo que incluye una gran exhibición de la obra de Pablo Atchugarry, que se encuentra en una zona rural muy interesante, rodeada de árboles y de verde, en vez de en una zona urbana rodeada de asfalto. Aparte, es un proyecto que debe convivir con exigencias técnicas diferentes, ya que aquí habrá objetos de plástico, de lápiz, de pastel y de acuarela, y porque también habrá maderas, todo un conjunto que requiere tratamientos y protecciones distintas. Quiere decir que hay una exigencia estética, independientemente de una exigencia funcional que requiere mucha versatilidad. Pusiste el dedo en la llaga. ¿Y por qué? Porque tenemos exigencias artísticas y exigencias científicas y técnicas. Entonces, ¿cómo convivís con las dos cuando son antinómicas, cuando querés, por ejemplo, que aquella escultura esté fuertemente iluminada por el sol pero debés evitar que una esfera de Julio Le Parc reciba rayos ultravioletas que la pueden dañar? Es un trabajo muy complejo que tuvimos que hacer con Pablo y con asesores especializados a todos los niveles. ¿Cómo describiría su trabajo con Pablo y cómo evolucionó su relación afectiva con él? Empiezo por el final. La relación afectiva no existía, porque no nos conocíamos. De hecho, a Pablo lo conocí gracias a un coleccionista amigo de los dos, Alex Vik. Y cuando tuve que diseñar el hotel para su proyecto en José Ignacio, se me ocurrió decirle que la puerta principal de un edificio tan importante debía evocar las puertas del Baptisterio de Florencia, y de repente llamar a un concurso para diseñarlas. “Ah –me dijo Alex–, ¡al que tenemos que llamar es a Pablo Atchugarry!”. Ahí lo conocí, él diseñó una puerta verde en bronce muy pesada y me impresionó muchísimo su obra, que no conocía con tanta profundidad, porque la distancia puede ser un escollo. Y Pablo, pese a sus orígenes vascos, es una persona muy afectiva, muy expansiva, muy italiana en su forma de ser. Así que nos hicimos amigos rápidamente. Pero además el trabajo este nos ha llevado a convivir, él me aguanta mis berrinches –y viceversa–y nos divertimos mucho juntos. Ahora, ¿cómo es ese trabajo? Como te dije, Pablo me llamó aquella vez de una manera tímida, acepté, salté del auto, nos encontramos en el terreno y él empezó a explicarme qué pensaba en este lugar, con aquellos árboles, mirando para acá, para allá, dándome todas sus ideas. Y ahí mismo sacamos papel y lápiz y yo me puse a hacer rayas mientras él me decía qué le parecían. De manera tal que esto ha sido una cocina con dos chefs, porque todo fue tan mezclado que es muy difícil saber quién hizo qué. ¿En serio? Sí: no sé quién puso la cebolla, quién puso el ajo a freír y quién puso la mostaza. Pero sé que el resultado ha sido un plato muy rico, que a mí me ha encantado trabajar con Pablo y que, a no ser que sea un masoquista, a él también porque me invita siempre, nos comemos demasiados kilos de comida, la pasamos muy bien y, a juzgar por lo que dice su esposa y por las grandes botellas de vino tinto con que terminamos arriba de la mesa, tomamos mucho (risas). Así que hoy la obra se encuentra en marcha, y además Federico y Gastón Atchugarry, que están al frente, nos odian porque cada vez que Pablo y yo nos encontramos hacemos algún cambio (risas). Pero el proyecto no se terminó, nuestros caminos no se han bifurcado y en este momento, él desde Italia y yo desde Uruguay, separados por el COVID-19, hablamos continuamente por Zoom y nos llamamos preguntándonos, por ejemplo, si estamos de acuerdo con este color o con este gris, o tal vez si vamos con el techo blanco o no. Y así seguiremos hasta la inauguración. El libro que cobija esta entrevista reúne una serie de dibujos suyos muy impactantes que tienen que ver con el proceso detrás del museo. Pero Ott es un gran dibujante arquitectónico y artístico. Así que me gustaría saber qué significa el dibujo para usted y cuánto tiempo, cuánto amor, cuánta dedicación y cuánto talento natural supone. Para mí el dibujo y la pintura son esenciales, y creo que lamentablemente en la cultura occidental les damos mucha menos importancia que en la cultura oriental. Los chinos y los japoneses escriben con el
mismo vocabulario y el resultado son dibujos. En cambio, la civilización judeocristiana ha inventado letras, por lo cual de una forma muy abstracta escribimos “casa” u “hombre”, mientras que la palabra en japonés de “hombre” es el dibujito de un hombre. No sé si esto es rigurosamente cierto, pero es la impresión que me ha provocado. Y esto es seguro: en la civilización oriental el dibujo y el arte son parte de la cultura. Pero nosotros somos menos visuales y leemos literatura y poesía, que recurren a símbolos no relacionados con la figura humana. ¿Qué ocurrió en mi caso? Que mi padre era arquitecto. Y además era un tipo brillante al que le gustaba todo, que sabía de música, de ciencia, de matemáticas, de pintura, de motores, y que andaba en moto, volaba en avión y dibujaba como los dioses (risas). ¿Eso cómo lo marcó? Bueno, cuando yo tenía seis o siete años me sentaba en la mesa de dibujo y veía cómo papá pintaba con las acuarelas los edificios que hacía, y más tarde cómo íbamos al jardín y pintaba los árboles de nuestra casona, hasta que después, cuando a los nueve o diez años visitábamos a mi abuela, nos íbamos dos o tres horas al puerto y él se sentaba en el muelle a pintar los barcos y los reflejos del agua. Y bueno: yo hacía lo mismo. A mi padre le pedías que dibujara un Bentley de 1927 con un seis cilindros y lo hacía exactamente. Yo nunca llegué a esa calidad, aunque cuando entré a la Facultad de Arquitectura iba de taller en taller dibujando a mis compañeros, haciendo bien rápido las perspectivas, y agregaba autos en la fachada para tapar los errores que cometíamos cuando diseñábamos una casa, un liceo o un hotel. Y pasaba el profesor Cravotto y me decía: “Ah, usted es como su padre, ¡hace autos en vez de arquitectura!” (risas). Encima, a los 15 años ya me habían contratado para diseñar un automóvil, así que me fui a la General Motors de Peñarol a dibujar un proyecto que se construyó en Uruguay y que se llamó “Charrúa”. Entonces, para terminar la respuesta anterior: siempre dibujé, desde primaria he hecho caricaturas de mis amigos y de los profesores, cosa que me costaba porque a veces me tiraban de las orejas–ahora recuerdo una del “Banana” Bosch en la que retraté a mi amigo saliendo de una banana–, y fui básicamente un estudiante mediocre. Hasta que conocí un sitio donde ya no me tenía que ocupar de cosas que no entendía, como la biología, y donde no solo no me criticaban, sino que encima me daban premios por dibujar. A partir de ahí, exploté. Es más, me la paso dibujando en todos lados: en el Central Park, en la playa de Dubai o en la Plaza Mayor de Madrid. Si paro un rato en una placita, la dibujo. Y voy a academias de arte, como por ejemplo el Ontario College of Art &Design, donde hay modelos vivos, y hago dibujos de desnudos, lo cual me gusta muchísimo. Así que es un vicio. Sí, sí. Yo ando siempre con un lápiz y un papel. Hace pocos días, aprovechando un poco este contexto tan triste de pandemia, me fui con Alejandra, mi novia, caminando a la playa. Así que dibujamos las olas, la playa, el faro y las piedras. Qué lindo que es ese encuentro íntimo con la naturaleza. ¿Quiénes son los artistas que usted haya conocido de chico y que, después de todo este tiempo, lo siguen conmoviendo? Qué buena pregunta. ¿Sabés que nunca pensé en eso? Pero recuerdo vívidamente que me impresionó muchísimo el estudio del escultor José Belloni, donde todo –su pelo, su barba y su mármol–era blanco. Y también recuerdo obras inolvidables de Torres García que conocí gracias al arquitecto Mario Payssé Reyes. ¿Tiene una especie de “Beatles” del arte a los que vuelva recurrentemente, con independencia de cuándo los haya conocido? Sin dudas. Para empezar, Umberto Boccioni, cuyo movimiento me encanta, y Constantin Brancusi, cuyo minimalismo siempre me impresionó. Para que se entienda mejor: nosotros éramos cuatro, dos hermanas y dos hermanos, y mi padre había puesto dos rieles en todo el corredor de la casona que teníamos en Toledo, a 22 kilómetros de Montevideo, donde teníamos un arcón dos veces más grande que aquel sofá que ves acá. Y ahí adentro había cartones en los que mi padre había pegado fotos de pinturas. Entonces, había una ficha técnica de cada obra con el nombre del autor, el año en que el cuadro había sido hecho y el museo donde estaba expuesto. De esos cartones habría como cinco mil. Y una vez a la semana cada uno tenía que hacer una exposición familiar con unos 15 en total. Podíamos poner lo que quisiéramos. Hasta que una vez expuestos, cada uno preguntaba: “Por qué pusiste esto? ¿Quién hizo esto? ¿Y qué es eso? ¿Me explicás esto otro?”.
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¿Cómo le iba a usted exponiendo? Bien, aunque siempre me metía en líos porque elegía desnudos y a mi madre, que era muy católica, no le gustaba, y me preguntaba indignada por qué ponía eso (risas). Así que de repente yo elegía “El origen del mundo”, de Gustave Courbet, donde básicamente lo único que ves es una vagina, y mi padre un poco atenuaba eso, porque decía: “No hay problema, el arte es el arte. Eso sí: explícanos por qué lo pones, quién era Courbet y por quién estaba influenciado”. O sea que a ustedes los estimulaban muchísimo. ¡Sí! Durante la hora que pasábamos entre nuestra casa, el Sacré Coeur y el Seminario, teníamos que decir qué marca, de qué año y cuántos cilindros tenían los autos que pasaban. O de repente teníamos que hablar de capitales y ríos: “Londres, ¡el Támesis! Madrid, ¡el Manzanares!, París, ¡el Sena!” (risas). ¡Usted tenía el liceo en su propia casa! Sí, mi padre era así. Siempre me impresionó la fascinación que usted sintió durante sus primeros años en la Universidad de la República. Pero también la concepción liberal que le ha impreso a su oficio, esto es: aceptar que para un mismo problema son admisibles y correctas tres soluciones muy distintas, cuando la arquitectura puede ser un terreno fértil para visiones más autoritarias o dogmáticas. ¿Bajo qué prisma ve este fenómeno? Guau. Empiezo por el cariño que siento por la facultad desde el comienzo, desde el día en que llegué y, en vez de tener que escribir en un cuaderno con tinta, nos daban papeles y podíamos dibujar con lápices y pasteles, todo lo cual fue una gran liberación porque yo adoro esa parte artística. Pero además allí conocí a gente absolutamente diferente entre sí, con la cual pasé largas horas en un ambiente donde la política también era muy importante, y que me estimuló mucho. Yo iba a la facultad de ocho de la mañana al mediodía, ahí salía corriendo al estudio donde trabajaba, después me iba en el ómnibus a tomar los cursos de facultad de entre las siete y diez de la noche, y finalmente llegaba a casa, me comía lo que hubiera y ahí volvía a empezar. Además, los sábados y domingos hacía muebles, decoraciones, arreglos de casa, en fin: changas (risas). Pero en facultad no solo hice grandes amigos, sino que viví momentos muy intensos y aprendí que hay tantas visiones del mundo como personas, lo cual se reflejó en mi manera de concebir la carrera y las posibles soluciones a un proyecto arquitectónico. Y tuve otra ventaja: el haber sido alumno del profesor Antonio Cravotto, hijo de Mauricio Cravotto, quien a su vez había sido profesor de mi padre, al igual que Julio Vilamajó. Y Cravotto era una persona muy moderna, muy ecléctica, que te dejaba hacer lo que quisieras en la medida en que lo justificaras, en lugar de recurrir a un planteo más estricto y dogmático, del estilo: “Esta es la arquitectura”. Un poco como mi padre nos dejaba elegir el cuadro que quisiéramos, para horror de mi madre, a condición de que hubiera una lógica. Así que Cravotto fue muy importante para su concepción posterior. Ni que hablar. Era un tipo difícil, no muy simpático, que nos trataba a la distancia, un poco salido de la Bauhaus. Y también nos trataba de usted, lo cual para mí es esencial y lamentablemente se ha ido perdiendo. ¿Por qué es esencial? Porque respetar la formalidad es básico. Yo iba al colegio y preguntaba: “¿Cómo está usted, profesor?”. Y me respondían: “Buen día. ¿Cómo está usted, Ott?”. Eso no debería perderse. Yo acá voy a un restaurant y el mozo me pregunta “¿qué querés?”. E inmediatamente respondo: “¿Podría traerme esto, por favor?”. Porque además estamos perdiéndoles el respeto a las personas mayores. Lo cual es muy triste. Pero hablemos un poco más de su obra. ¿Qué siente cuando, a la distancia, ve algunos hitos muy consolidados que ha construido a lo largo de su trayectoria, desde Oriente hasta París? A ver: he tenido muchas obras que han gustado, he tenido obras criticadas y he tenido obras criticadas y aplaudidas al mismo tiempo. Pero mi tarea no es juzgarme, sino crear. Ahora, toda obra para un artista
es su hijo. Yo vuelvo a París, a Miami o a Shanghái, veo las obras que hice hace décadas y, por supuesto, recuerdo a la gente con la que conviví, por ejemplo el ingeniero estructural canadiense Alex Mandel, lo que yo hacía en ese momento, los placeres que me dio y las complicaciones que se derivaron, porque todo proyecto viene con sus logros y sus espinas. Así que, de alguna manera, cuando ves eso rememorás un poco tu vida. Pero para mí lo más importante es el futuro, y nunca he sido bueno para el autopsicoanálisis. Entonces abandonémoslo. ¿De dónde sacó su pragmatismo? No sé dónde lo aprendí exactamente, pero los anglosajones, sobre todo los estadounidenses, son los genios del pragmatismo, que para mí es un valor fundamental en la vida y en la arquitectura. Pensando en su obra pero también en usted, ¿cómo diría que el tiempo lo ha modificado para bien y para mal? Y en relación a lo que dijo hace pocos minutos, ¿en su trabajo el pasado, el presente y el futuro conviven armónicamente, o usted hoy sería incapaz de hacer algo que hizo hace veinte años? Es una muy buena pregunta, aunque para contestarla debo pensar mucho (risas). Mirá: te diría que en mi trabajo hay una continuidad, que hay evoluciones y, quizás, revoluciones. Continuidad, porque mi interés siempre fue hacer arquitectura moderna en lugar de caer en una especie de historicismo que no se interesa por abrir el futuro. Evolución, también, porque las cosas que han pasado entre el año 71 en que me recibí y este 2020 son increíbles. La tiralíneas y la regla de cálculo con que empecé a estudiar ya no se utilizan más, los materiales han cambiado, el hormigón no lo hacemos armado con acero sino con fibra de vidrio y tenemos plásticos que no existían hace treinta años, además de metodologías nuevas. Revoluciones, por supuesto, porque podemos realizar un dibujo en tres dimensiones en una pantalla de televisión, cuando yo hace 40 años tenía que elaborar una maqueta con plasticina. Quiere decir que existen continuidades y grandes cambios que llevan a esas modificaciones, pero a mí, a pesar de que no ignoro de dónde venimos, de que me importan mucho la cultura y la historia y de que me abrió mucho la cabeza conocer Oriente después de haberme criado con una concepción judeocristiana en Uruguay, me gustaría creer que sigo tratando de encontrar soluciones nuevas. En esta conversación, usted ha hablado recurrentemente de sus padres. ¿Los extraña mucho? Siempre pienso en ellos. Nosotros estamos vendiendo un campo que era de mi bisabuelo, vamos a firmar la venta en tres días, y la verdad es que estoy triste porque era algo que reflejaba su imagen y porque además no lo podemos administrar. Las raíces de un ser humano son algo esencial. ¿Y la familia que usted ha formado? Tengo dos hijas magníficas y cinco nietos fabulosos, he sido un padre y un abuelo más o menos, y para mí todos ellos no son importantes: son importantísimos. Pablo Cohen
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INSIDE CARLOS OTT, THE KING OF DRAWINGS “My job is not to judge myself, but rather to create.” Long before they actually met, Pablo Atchugarry and Carlos Ott shared certain essential facets which now explain, if indeed an explanation will ever be found for the mystery of affection, what they are made of. The main one: the sculptor’s refusal to accept any form of art that avails itself of systematic production to replace the essence of a trade which by definition must be artisanal; in Ott, this refusal translates into his being utterly unable to work according to contemporary architectural standards. It could hardly be otherwise, because this Uruguayan born in 1946 is, rather than an old-school, modern or contemporary architect, an artist who fascinates the spectator with successive waves of graphism that have made him a person for whom drawing is like a second way of breathing. A way of breathing which, however addictive and easy it may seem, Ott has honed in the course of long and hectic hours, spurred on by a couple who always supported him with love and stimulated him with unsparing doses of culture and demand: Carlos Ott Rius and Walkiria Elvira Buenafama Saravia, his parents. This man, who has peppered the globe with blunt, functional and beautiful work, in places ranging from Buenos Aires, Toronto, Abu Dhabi and Hangzhou, via Montevideo and Paris, where his Opéra Bastille is like the imaginary headquarters of a flagless embassy operated by Uruguay in the heart of Europe, approached this conversation with the same freshness, humor and charisma that permeates all of his stories. “Glory is fleeting, and an unbridled ego can never be deemed normal”, Ott once said, with his innate sincerity, and who believes that “Being Uruguayan in the world is a big advantage”. Without foregoing this spirit, the co-creator of the Museum of Contemporary American Art – due to be erected as of December 2021 in Manantiales – talked at length about his career, his obsessions and his hypnotic passion for pencils. What did you think when Atchugarry asked you to do this and why did you accept? Pablo called me up and he didn’t ask me to do it properly speaking, but rather said, somewhat abashed: “Carlos, I am thinking about making a museum for my collection. Would you consider making a new building?” And I answered. “Pablo, of course I would, count on me, don’t even give it a second thought! When he answered, “that’s brilliant”, the penny dropped. What did you realize? -hat it was a project involving a great deal of responsibility, because Pablo is Uruguay’s foremost living artist and one of the most outstanding in the country’s history. So I thought: “Now that’s done it!”. Because making a Museum for him in such a fabulous place, and knowing not just his career but also his collection, is no laughing matter. Will this building be part of Carlos Ott’s legacy? Yes, God willing. I hope I’m not exaggerating there. I have spent a great deal of time on it, designing and thinking about it with Silvana, Pablo and Piero and their collaborators. And it is a project in which it is impossible not to give your all. It is for Pablo’s collection, in Uruguay, in Maldonado, in his workshop, and I think it could be very important for Uruguayan, South American, American and international culture, because that is the dimension that Pablo has. Have you built other relevant museums? Well: at one point I went to Canada because I was hired by an architectural practice, Moffat and Kinoshita, that had just been awarded the tender for the extension and reformation of the Royal Ontario Museum, which is a very rare museum because it combines art – with collections and institutes that range from Chinese art and medieval and European art – with science and departments dedicated to geology and arachnology, to name but a couple. I moved in 1974 and left the firm in 1978 or 1979, although the design was essentially mine. And I had to put a lot of work into it, studying a great deal, because I was hired right at the beginning, along with the museum director – they had hired a Project manager–, and doing interviews with the different departments, to see what it was all about or what was wanted. It was an H-shaped building dating from 1910-1914, with another one built in the 1930s, and we had to carry out two interventions: one with galleries and the other one was for analysis, studio and laboratory areas. So, as I said, I worked a lot and had to study museology. The project was completed in 1983, when I was already in Paris.
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What specific challenges do this new museum in Manantiales pose to you? A great many, beginning with the actual collection, which comprises sculptures, paintings and drawings, straddling a broad variety of American artists and ranging from Alaska to Tierra del Fuego, with essentially modern and contemporary creators. And also because it is part of a complex that features a major exhibition of Pablo Atchugarry’s work, sited in a very interesting rural area, surrounded by trees and vegetation instead of a concrete-encircled urban milieu. Moreover, it is a project that must strike a balance with different technical demands, since it will house objects of plastic, pencil, pastel and water colour and because there will also be wood, all of which require different treatments and protective elements. Aesthetic demands irrespective of functional requirements that call for great versatility. You put your finger right in the wound. And why? Because there are artistic demands and scientific and technical demands. So, how are you supposed to contend with both of them when they are antinomyc, when, for example, you want a certain sculpture to be brightly illuminated by the sun but at the same time you must make sure that a sphere by Julio Le Parc is not impacted by ultraviolet rays that could damage it? It is a highly complex commission which we had to work out with Pablo and specialized advisers at all levels. How would you describe your work with Pablo, and how did your affective relationship with him evolve? I’ll begin at the end. There was no affective relationship as such, because we did not know each other. In fact, I met Pablo through a collector and mutual friend, Alex Vik. And when I was commissioned with designing the hotel for his project in José Ignacio, I told him that the main building of such an important building should evoke the doors to the Florence Baptistery and that he should put out a call for design projects. “Hey”, said Alex-, Pablo Atchugarry is our man!” So that is where and how I met him: he designed a very heavy green bronze door. I was greatly impressed by his work, which I was not very well acquainted with, as distance can be a handicap. And Pablo, despite his Basque origins, is a very affectionate, a very outgoing person, he has a very Italian nature. And we quickly became friends. But while it was work that brought us together, he also puts up with all my tantrums – and vice versa, and we have great fun together. Fine, tell me about this work. As I said, Pablo called me, he was very timid, I agreed to do it, got out of the car and we arranged to meet on the ground. He began to explain the things he thought about in that place, against the backdrop of those trees, looking here, looking there, feeding me with his ideas. And we got down to work right there and then, I came up with some sketches while he gave me his thoughts on them. It was like a kitchen with two chefs, because everything was sort of all mixed up and it is difficult to know who did what. Really? Yes, I have no idea who peeled the onions, threw in the garlic or added the mustard. What I do know is that the dish was delicious. I really enjoyed working with Pablo, as he did with me, because unless he is a masochist he always invites me over, we eat way too much, have a whale of a time and according to his wife, and judging by the empty big red wine bottles that pile up on the table, we are both fond of a tipple as well (laughs).So the project is now up and running. Moreover, Federico and Gastón Atchugarry, who head the project, must hate us because whenever Pablo and I meet up we always change something (laughs). But the project is not yet over, our paths have not separated, and both of us, he in Italy and I in Uruguay, separated by COVID-19, talk constantly on Zoom and also call each other up to ask, for example, whether we agree about such and such a color or shade of gray, or whether or not we should go for a white ceiling. And this will continue until it is officially opened. The book containing this interview features a set of drawings by you which are very impactful and are related to the museum’s behind-the-scenes process. But Ott is a great architectural and artistic drawer. So I would like to know what drawing means to you, and how much time, how much love, how much dedication and how much natural talent it involves. Drawing and painting are essential to me, and I think that sadly, Western culture attaches far less important to them than oriental culture does. The Chinese and Japanese write with the same vocabulary and the results are drawings. On the other hand, Judeo-Christian civilization invented letters, meaning that we write “house/home”
or “man” in a very abstract way, whereas in Japanese the word for “man” is a little drawing of a man. I’m not sure if this is rigorously true, but it is the impression that I have. But one thing is sure: drawing and art are part of the culture of Oriental civilization. But we are less visual and we read literature and poetry, which avail themselves of symbols unrelated to the human figure. What happened in my case? Well, my father was an architect. Besides that, he was a brilliant guy who liked everything, was very knowledgeable about music, science, mathematics, painting, engines. He also drove a motorbike, few planes and was a divine drawer (laughs.) And how did this mark you? Well, when I was about six or seven years old, I would sit down at the drawing table and watch my father draw the buildings that he made with water colours. Later we used to go to the garden where he would paint the trees of our rambling house, and subsequently, when I was about nine or ten, we used to go to visit my grandma and would spend a few hours at the port, where he used to sit on the quay and paint the boats and the reflection of the water. And so did I. If you asked my father to draw a 1927 six-cylinder Bentley he would do so exactly. I never attained that quality, although when I started to study architecture at university I used to go round the workshops drawing fellow students, doing perspectives quickly, and I also added cars to façades to cover up the mistakes we made when we designed a house, a school or a hotel. And Professor Cravotto, on doing the rounds, would say: “Just like your father, drawing cars instead of architecture!” (laughs). On top of all that, when I was 15 I was asked to design a car, so off I went to General Motors at Peñarol and came up with a design that was built in Uruguay and was called “Charrúa”. Anyway, getting back to the previous question: I have always drawn, way back in primary school I used to do caricatures of my friends and teachers, which sometimes brought me some grief – I recall one that I did of “Banana” Bosch in which I portrayed my friend emerging from a banana – I was basically a mediocre student. Until I found a place where I didn’t have to do things that I didn’t understand, like biology, and where not only was I not criticized but they even gave me prizes for drawing. As of that moment, I “took off”. What is more, I spend all my time drawing, everywhere: in Central Park, on the beach in Dubai or in the Main Square in Madrid. And if I stop for a rest in some little square, then I draw it. I go to art academies, such as the Ontario College of Art & Design, where there are live models, and I do drawings of nude models, which I like a lot. So its’ s a habit. Yes. I always have a pencil and some paper on me. A few days ago, trying to make the best of this whole sad pandemic affair I went for a walk to the beach with Alejandra, my girlfriend. And we drew the waves, the beach, the lighthouse and the stones. That intimate meeting with nature is so beautiful. Which artists that you discovered when you were young still continue to move you after so much time? That’s a good question. Do you know I have never really given that any thought? But I have a vivid memory of being very impressed by the studio of the sculptor Jose Belloni, where everything – his hair, his beard and his marble – was white. And I also recall some unforgettable works by Torres García whom I discovered thanks to the architect Mario Payssé Reyes. Do you have a kind of art “Beatles” that you constantly go back to, irrespective of when you discovered them? I do indeed. For starters, Umberto Boccioni, whose movement I love, and Constantin Brancusi, whose minimalism always impressed me. Allow me to elaborate: there were four of us, two sisters and two brothers, and my father had installed two rails along the corridor of the big house we had in Toledo, 22 km away from Montevideo, where we had a chest two times bigger than that sofa over there. It contained pieces of cardboard on which my father had stuck photos of paintings. Then there was a kind of technical data sheet for each work with the author’s name, the year it was painted and the museum where it was exhibited. There must have been about 5,000 cards. And once a week, each one of us had to do a presentation for the rest of the family and include about 15 of those paintings. We could use any ones we wanted. And then, once we had laid them out or presented them, we had to ask each other: Why did you choose this one? Who did this? What is that? Could you explain this one to me?
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And what were you like at doing these presentations? Well, I used to get into hot water because I tended to choose nudes, and my mother, who was very catholic, didn’t like that and would ask me, rather aghast, why I had chosen them (laughs). For example, one day I chose “The origin of the World”, by Gustave Courbet, where essentially all you see is a vagina, but my father would play things down a little, saying: “There’s no problem, art is art. But nevertheless: tell us why you chose it, who Courbet was and by whom he was influenced”. So they really stimulated you. Definitely! In the hour or so that it took to get from our house to the Sacred Heart school and the Seminary school, we had to say the make, the year and the number of cylinders of the passing cars. Or all of a sudden we had to talk about capital cities and rivers. “London, the Thames! Madrid, the Manzanares, Paris, the Seine!” (laughs). Your house was like a school! Yes, that was my father. I was always impressed by the fascination that you felt during your early years at the University of the Republic. But also the liberal conception that this has imprinted upon your work: I mean, accepting that one problem can have very different and correct and acceptable solutions when architecture can be a fertile ground for rather more authoritarian or dogmatic visions. How do you see this phenomenon? - Wow. I will begin by stating the affection I have felt for the University from the very beginnings, from the day I arrived there, when instead of having to write in a notebook with pen and ink they give us paper and let us draw with pencils and pastels, which was very liberating for me because I love that artistic side. But moreover, I met people who were totally different to each other and I spent a lot of time with them in an environment where politics was also very important and stimulated me greatly. I went to Uni from eight in the morning until lunchtime and then sped off to the studio where I was working. I went back to the Uni by bus for evening classes between 7 and 10 pm and finally went home, grabbed some dinner and then back to the grind the following day. Moreover, on Saturdays and Sundays I used to make furniture, decorations, things around the house: odd jobs. But not only did I make some great friends at university, I also experienced some very intense moments and realized that there are as many ways of seeing the world as there are people in it, something that has been mirrored in the way that I have approached my career and in my solutions for architectural projects. And I had another advantage: having been a pupil of Professor Antonio Cravotto, the son of Mauricio Cravotto, who in turn had been my father’s teacher, just like Julio Vilamajó. And Cravotto was a very modern, very eclectic person, who let you do what you wanted as long as you could provide a rationale instead of resorting to a stricter and more dogmatic approach, you know, like saying: “This is architecture”. A bit like the way my father let us choose the picture that we wanted, to my mother’s horror, on the condition that the choice had a rationale. So Cravotto was very important with regard to your subsequent conception. That goes without saying. He was a difficult guy, not really nice, who was very aloof towards us, as if he was fresh out of the Bauhaus. He also used the polite Spanish “usted” form when addressing us, which to me is essential and regrettably is dying out. Why is it essential? Because observing formality is basic. I used to go to school and ask the teachers: How are you, sir? And they would answer: “Good morning. How are you, Mr Ott?” This is something that should not be lost. Here, I go to a restaurant and the waiter asks: what’s it gonna be?” And I immediately reply: Would you be so kind as to bring me this please? Because we are also losing our respect for the elderly. Which is very sad. Let’s talk a little more about your work. How do you feel now, from a distance, when you see some consolidated landmarks that you have built in the course of your career from the Far East to Paris? Let me think: a lot of my work has gone down well, some of it has been criticized and some of it has been criticized and praised at the same time. But my job is not to judge myself, but rather to create. An artist’s
works are his children. When I return to Paris, Miami or Shanghai, I see the work I did decades ago and of course I remember the people I lived with, for example the Canadian structural engineer Alex Mandel, I recall what I was doing at that time and the pleasure it all brought me as well as the complications, because every project comes with its good sides and its down sides. What I mean is that seeing that work is like remembering your life a little. But as far as I’m concerned, what really matters is the future, and I’ve never been much good at psycho-analyzing myself. Let’s change the subject then. Where does your pragmatism come from? I don’t know exactly where I picked it up, but the English-speaking nations, particularly the Americans, are masters of pragmatism, which I regard as a fundamental value in life and in architecture. Thinking about your work, but also about yourself, would you say that time has changed both of you, for better or for worse? And with regard to what you said a couple of minutes ago, do the past, present and future coexist in harmony in your work or would you be incapable of doing something you did 20 years ago? That is a very good question, although I will need to think long and hard to answer it (laughs). Let me see: I would say that in my work there is continuity, there is evolution and perhaps there is revolution. Continuity because I always wanted to create modern architecture instead of lapsing into a type of historicism that does not care about forging the future. Evolution as well, because some incredible things have happened between 1971, when I graduated, and now, 2020. The drawing pen and the slide rule I used when I started my education are no longer with us, materials have changed, concrete is reinforced with glass fiber now instead of steel and we have plastics that did not even exist 30 years ago, not to mention new methodologies. And revolution, naturally, because now we can do a 3D drawing on a television screen whereas 40 years ago I had to make a plasticine model. This means that there are continuities and upheavals that bring about these changes. However, I, who fully realize where we come from, who care deeply about culture and history and for whom becoming acquainted with the Far East after being brought up in a Judeo-Christian setting in Uruguay was a real eye-opener, would like to believe that I still strive to find new solutions. You have referred to your parents repeatedly in this conversation. Do you miss them a lot? They are always in my thoughts. We are about to sell some land that belonged to my great-grandfather, we will be signing the sale in three days’ time and the truth is that I feel very sad because it was something that reflected their image, but we can no longer manage the property. A human being’s roots are truly essential. And what about your own family? I have been blessed with two magnificent daughters and five marvelous grandchildren, I have been more or less a father and a grandfather, and to me all of them are not merely important: they are truly important. Pablo Cohen
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“El dibujo y la pintura son esenciales” Carlos Ott
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“Drawing and painting are essential ” Carlos Ott
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“Mi tarea no es juzgarme, sino crear” Carlos Ott
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“My job is not to judge myself, but rather to create.” Carlos Ott
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“Este museo implica muchísimos desafíos” Carlos Ott
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“This museum involves many challenges” Carlos Ott
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“Gracias por vuestro apoyo” Pablo Atchugarry
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“Thank you for your support” Pablo Atchugarry
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5/01/2020 Luis Lacalle Pou, Julio María Sanguinetti, Maria Julia Muñoz, Enrique Antía, Alejandro Roemmers, Carlos Ott, Pablo da Silveira, Gastón Atchugarry, Pablo Cohen, Pablo Atchugarry.
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Federico Atchugarry, Carlos Ott, Pablo Atchugarry, Gastón Atchugarry
Carlos Ott, Alejandro Roemmers, Pablo Atchugarry, Luis Alberto Lacalle, Sergio Grosskopf
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Enrique Antía Alejandro Roemmers
Julio María Sanguinetti Luis Lacalle Pou
SIlvana Neme
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Luis Lacalle Pou Pablo Atchugarry
Pablo Atchugarry Marcelo Simonian y familia
Pedro Stier Sergio Grosskopf Pablo Atchugarry Alejandro Avruj Natalio Garber
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Nora Texeira, Kuky Grosskopf, Mirtha Chaoul, Pablo Atchugarry
Silvana Neme, Mirtha y Fred Chaoul, Sergio y Kuky Grosskopf, Pablo Atchugarry, Nora y Alexander Grendene
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“La colección es el fruto de la experiencia de una vida” Pablo Atchugarry
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“The collection is the result of the lifetime experience” Pablo Atchugarry
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WIFREDO LAM Judío (Indio con el búho), 1925 Óleo sobre tela 113 x 91,5 cm
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JULIO LE PARC Mobile Sphère Orange, 2018 Plexiglás, nylon, madera Ø 500 cm
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Yamil Le Parc, Silvana Neme, Julio María Sanguinetti, Pablo Atchugarry, Julio Le Parc, Martín Castillo, Ángel Kalenberg, Piero Atchugarry, Enrique Aguirre.
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PABLO ATCHUGARRY Continuación del Pensamiento, 2011 Mármol de Carrara 203 x 44 x 31 cm En homenaje a Diplom Ingenieur Helmut Schiffler
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JUAN DE ANDRÉS MB 1/16, 2016 Acrílico sobre tela y fibra de madera 70 x 123 x 4 cm
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JORGE EIELSON Quipus 53/B, 1982 Tela algodón sobre madera 124 x 124 x 21 cm
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MARIA FREIRE Oro de los Tigres, 1996 Acrílico sobre tela 131 x 111 cm
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MIGUEL ÁNGEL PAREJA Sin título, 1958 Óleo sobre cartón 130 x 90 cm
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ANTONIO ASÍS Sin título, 1966 Acrílico sobre papel 75 x 75 cm
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JOSÉ PEDRO COSTIGLIOLO Rectángulos MCXI, 1965 Óleo sobre tela 100 x 100 cm
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HORACIO GARCÍA ROSSI Cinétique, 1959/60 - 2001 Acrílico sobre tela 150 x 150 cm
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HUGO DEMARCO Vibración, 1979 Acrílico sobre tela 60 x 60 cm
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CARMELO ARDEN QUIN Madi 4, 1991 Acrílico sobre madera 122 x 128 cm
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ARY BRIZZI Focus 7, 1975 Acrílico sobre tela 150 x 150 cm
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PETER HALLEY Vacancy, 2007 Acrílico sobre tela 208 x 173 cm
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RICHARD ANUSZKIEWICZ Temple of the Yellow, 1984 Acrílico sobre tela 152 x 122 cm
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JESÚS RAFAEL SOTO Relation noire, bleue et argentée, 1965 Madera y metal 106 x 106 cm
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CARLOS CRUZ-DÍEZ Physichromie 1017, 1975 Técnica mixta 100 x 100 cm
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SANDÚ DARIÉ LAVER Sin título, 1955 Tècnica mixta sobre madera 65,5 x 81,5 cm
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JOAQUÍN TORRES GARCÍA Abstracto, 1928 Óleo sobre tela 51 x 38 cm
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BOLÍVAR GAUDÌN Ñacurutú, 1999 Acrílico sobre tela 104,5 x 89,5 cm
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JUAN BAUTISTA FIRPO Totem, 2015 Madera laqueada 225 x 55 x 55 cm
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WASHINGTON BARCALA Sin título, 1960 Acrílico sobre papel 38 x 55 cm
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HÉCTOR SUETONIO Sin salida, 1967 Óleo sobre tela 123 x 131 cm
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ÁNGEL LUQUE Figuras, 1961 Técnica mixta sobre madera 100 x 120 cm
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HILDA LÓPEZ Sin título, 1961 Óleo sobre tela 160 x 80 cm
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JORGE PÁEZ VILARÓ Precolombino, 1962 Técnica mixta sobre tela 81 x 116 cm
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GUSTAVO VÁZQUEZ Sin título, 2018 Óleo y acrílico sobre tela 97 x 162 cm
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RAÚL PAVLOTZKI Sin Título, 1961 Técnica mixta sobre madera 115 x 60 cm
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FRANK STELLA Redjand, 1982 Acero inoxidable y fibra de vidrio 211 x 203 x 80 cm
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JUAN ROBERTO DIAGO DURRUTHY La luz de Dios, 2012 Técnica mixta sobre tela 250 x 200 cm
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JOSÉ MARÍA CRUXENT Curieux: le visage de certaines femmes vous inspire des idées de vertu, 1963 Técnica mixta sobre tela 130 x 200 cm
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PEDRO ATCHUGARRY Sin título, 1963 Técnica mixta / collage sobre cartón 88 x 67 cm
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LOUISE NEVELSON Dusk shadows, 1971 Madera pintada 238 x 173 x 35 cm
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WIFREDO DÍAZ VALDÉZ Cosas de cuerdas y madera, 1989 Cuerdas y madera 270 x 255 x 138 cm
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DANIEL ESCARDÓ Brotto P/A, 2016 Aluminio y acero 195 x 60 x 60 cm
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MIGUEL ÁNGEL BATTEGAZZORE Signos de rotación II, 1990 Acrílico sobre tela 130 x 130 cm
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EUGENIO ESPINOZA Uno dos tres, 2013 Chapa aluminizada pintada 152 x 303 cm - tres paneles separados
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VIK MUNIZ Orestes perseguido por las Furias, despúes de Adolphe William Bourguereau (de Pictures of Junk) - AP3/4, 2006 Impresión Cromogénica 134 x 100 cm
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RAFAEL MARTÍNEZ Volume immateriel N° 4, 1969 Acrílico y hierro sobre madera 50 x 50 x 36 cm
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VERÓNICA VÁZQUEZ De la serie mural, 2016 Chapa oxidada 180 x 178 x 19 cm
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PABLO RASGADO Mural, 2019 Restos de materiales de demolición de una vivienda 244 x 760 x 12 cm
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LINCOLN PRESNO Intercepción, 1986 Óleo sobre tela 120 x 120 cm
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CÉSAR PATERNOSTO Sin título, 1976 Óleo sobre tela 56 x 56 cm
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LUIS TOMASELLO Atmosphere Chromoplastique N.ro 564, 1984 Acrílico sobre madera 151 x 151 x 8 cm
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NELSON RAMOS Sin título, 1958 Óleo sobre tela 66 x 56 cm
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MARIA LUISA PACHECO Composición I, 1963 Óleo sobre tela 137 x 102 cm
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ITURRIA Los viajes, 2014 Acrílico sobre tela 180 x 240 cm
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LINDA KOHEN 10 comensales, 2007 Óleo sobre tela 80 x 70 cm
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MARTÍN PELENUR Sin título, 2009 Óleo sobre tela 140 x 90 cm
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MARCO MAGGI Language in Residence (wind), 2017 Alfabeto autoadhesivo en tablero de museo 90 x 60 cm
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ERNESTO VILA Sin título, 2007 Técnica mixta/collage 100 x 100 cm
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DAGOBERTO RODRÍGUEZ Bunker Gris, 2020 Acuarela sobre papel 113,5 x 200 cm
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ERNESTO NETO The nothing only rest, 2003 Nylon, bronce y arena 300 x 338 cm
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ARTUR LESCHER Infinito Triple #02, 2018-2019 Cuerdas de latón y acero 300 x 95 x 106 cm
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SALUSTIANO PINTOS Sin título, 1970 Madera 86 x 121 x 66 cm
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GERMÁN CABRERA Sin título, 1980 Madera y hierro 53 x 43 x 41 cm
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OCTAVIO PODESTÁ Astrolabio, 2007 Hierro y madera 74 x 62 x 57 cm
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HILAL SAMI HILAL Deslocamentos, 2013 Poliestireno de alto impacto (HIPS) cortado con láser, grafito y aluminio en polvo 2,00 x 2,00 x 1,00 m Edición de 5 ejemplares
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CONRAD MARCA-RELLI Sin título, 1967-99 Aluminio pintado 195 x 150 x 13 cm
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NICOLÁS VIDAL Fotografía nocturna digital Testigos 110 x 73 cm
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JOSE RISSO Ombú, 2007 Fotografía en blanco y negro 120 mm 79 x 79 cm
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CÉSAR PATERNOSTO Investigaciones Tectónicas 12, 2008 Hierro pintado 58 x 120 x 120 cm
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ÁGUEDA DICANCRO Sin título, 2006 Vidrio, madera y hierro 202 x 74 x 38 cm
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MIGUEL ÁNGEL PAREJA Sin título, 1956 Mosaico 130 x 640 cm
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ENIO IOMMI Sobre dos momentos, 2011 Cemento y acero inoxidable 550 x 220 x 155 cm
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ENRIQUE BROGLIA Sin título, 2011 Acero inoxidable 600 x 235 x 205 cm
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DANIEL PAPALEO Midiendo el espacio, 2012 Cemento y acero inoxidable 330 x 300 x 190 cm
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ADELA NEFFA Sin título, 2009 Hierro 310 x 160 x 80 cm
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OCTAVIO PODESTÁ Cavernaculum, 2007 Hierro pintado 400 x 385 x 220 cm
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TULIO PINTO Vectors #7, 2020 Vigas de hierro y acero corten 600 x 550 x 600 cm
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JANINNE WOLFSOHN Juguemos en el bosque, 2011/12 Instalación Elementos en bronce y eucaliptus naturales
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DIEGO SANTURIO FPADS, 2008 Hierro pintado 290 x 220 x 540 cm
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RIMER CARDILLO Cono de pájaros, 2007 Aluminio 200 x 155 x 140 cm
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RIMER CARDILLO Cupi, 2007 Aluminio 90 x 205 x 150 cm
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GYULA KOŠICE Júbilo, 2007 Acero inoxidable 515 x 340 x 180 cm
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MIGUEL ÁNGEL BATTEGAZZORE Homenaje a Oteiza, 2007 Acero inoxidable 300 x 250 x 180 cm
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EDGAR NEGRET Espacio Ritual, 1996/2019 Acero pintado 500 x Ø 810 cm
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