Abril 2018
No todo es de PLร STICO
Entrevista:
Tiara Decisiones
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REDACCIÓN Somos un grupo de amigos bastante diverso que decició romper con la rutina y hacer algo nuevo. Nuestro objetivo es escribir algo que te entretenga de forma distentida y ¿por qué no? hacerte reflexionar.
EDICIÓN Guillermo Vidal Fernando Vidal DISEÑO GRÁFICO Melissa Francica facebook: Melissa Francica
FOTOGRAFÍA Camila Romero facebook: sunday morning fotografía
Guille Vidal Fer Vidal Cami Romero Romi Russo Robi Díaz Maca Pena Blanco Jeison Quintero Facu Rivas Euge Pena Blanco Meli Francica Fer Saliceti Jose Vera Matías Cukierman Flor Ricci
ILUSTRACIONES Jose Vera jose.vera@outlook.com.ar
Jeison Quintero ESTAMOS EN:
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El mundo te romperá el corazón y las ilusiones de todas las formas posibles e imaginables. Eso está garantizado, y yo no puedo explicarlo, como tampoco la locura que llevo dentro ni la locura que llevan los demás. Con el corazón pertrechado y roto habrá que volver a construirlo y, no sólo eso, tendremos que volver a confiar, y esta es la parte más difícil. De eso se trata la verdadera transformación, de seguir soñando. ¿Sabés por qué? Porque si no soñamos, porque sino amamos ni nos ilusionamos ¿qué clase de vida estaríamos viviendo? Esto es así: te caés, te levantás, te caés, te levantás. Con más fuerza y mayor impulso, porque si ni siquiera te movés por temor a caerte, en realidad, ya estás hundido, cavando tu propio pozo. 2
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por Matías Cukierman
Por los caminos del Rey
Guarda el parche, Flaco por Facu Rivas
No todo es de plástico por Romi Russo
por Guille Vidal
Entrevistamos a:
Decisiones
Tiara
por Fer Vidal
El Gatopardismo místico en Balvanera por Robi Díaz Espejo
por Maca Pena Blanco
Guille Vidal
por Mel
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ery Nelson era un joven más con su campera de cuero y su jopo al viento que cantaba rock&roll imitando al reciente ídolo juvenil Elvis Presley. Eran los años cincuenta y el twist comenzaba a cederle terreno a un movimiento de raíces negras cuya explosión estuvo atada a la fuerza comercial de la industria discográfica, que encontró en el sector joven, blanco y mayoritario de aquella sociedad norteamericana, un nicho de consumo considerable, que bailaba así al ritmo de figuras como Bill Haley, Del Shannon o Jerry Lee Lewis. Claro que también estaban Little Richard y Ray Charles como músicos exponentes de los grupos afrodescendientes dentro del ritmo del rock, pero Elvis vino para comérselo todo con su voz aterciopelada y su piel blanca apta para ese gran público citado en una sociedad en la que la segregación racial era extremadamente fuerte (mucho, pero mucho más que ahora). La máquina hollywoodense lo catapultó a nivel global. En Liverpool, un tal John Lennon; en Buenos Aires, Roberto Sánchez (á) Sandro. En Tucumán, Nery Nelson. Todos se rindieron al fenómeno del rock. En un mundo en transformación constante, recién salido de la última gran guerra, la coyuntura local argentina no estaba preparada aún para el rock. A nadie se le escapaba la capacidad consumista del sector juvenil 4
pero aún debían ser encausados en un determinado código de estética moral. Nery Nelson llegó a Buenos Aires y fue su música la que sufrió la transformación, y con ella su nombre: Nery pasó a ser para siempre Palito Ortega, el gran fenómeno entre los adolescentes que le cantaba a la felicidad y a la sonrisa materna en esos años pueriles y acartonados. El resto de la historia entre el Club del Clan y hoy es sabida. Sin embargo, Mr. Hyde nunca pudo acabar con Jeckyll, y Nery (o lo que de él llevaba dentro Ramón) seguía ahí y la revancha un día llegó. En 2012 Palito se animó a re-transformarse y grabó Por los caminos del rey, disco con el que comenzó a retomar ese sendero rockandrollero abandonado al llegar a Buenos Aires. Lo grabó entre Los Ángeles, Memphis y Nashville. Colaboraron los Memphis Boys, músicos que acompañaron antes al propio Elvis y a Johnny Cash. También incluyó un coro góspel. En 2015 lo hizo de nuevo y grabó Canta con amigos, en el que colaboraron rockeros de la escena local como Charly García, Pedro Aznar, Moris, Fernando Samalea, Nito Mestre y Maxi Tymzcyczyn de Guasones. Para las presentaciones estuvieron presentes también David Lebon, Juanse y Celeste Carballo. En 2017 apostó todavía más y registró Rock&Roll, una obra que devuelve a Palito a sus inicios, con una orquestación clásica para el rock&roll
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de aquellos años cincuenta, de piano acústico, guitarras y contrabajo, y en la que interpreta clásicos como Popotitos (junto a Charly García) o Zapatos de gamuza azul. Colabora también Enrique Guzmán, iniciador del rock en castellano con su grupo Teen Tops. Juntos hacen Buen rock esta noche. Es el mencionado García quien afirmó alguna vez que “en sí nada más cambiará”. En el fondo, así fue con Nery Nelson, quien cambió un montón de cosas para estar donde está hoy pero nunca se olvidó del rock. Digo Charly y digo transformación, y más allá de una concepción artística mutante (lo que se dice la búsqueda del artista), recuerdo Transformación, tema original del disco reunión Serú ’92 y que luego re adaptó (¿transformó?) para Kill Gill (2010). Y como también hablamos de influencias, existe un proceso lógico en el que podemos trazar un continuum (si se nos permite) en el que Elvis influyó en Palito, Sandro y Lennon. Este último lo hizo con García, quien a su vez influyó en numerosas bandas en el transcurso de estos cuarenta años. La más nueva y fresca, sin dudas, es Circus Dei, cuyo disco inicial se llama, precisamente, Transformación (2014). El tema que da título al disco habla de la transformación como una elección propia, personal, por la que el personaje busca librarse de las
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imposiciones de su sociedad como modo de encontrar su verdadera esencia en un espacio de igualdad y libertades donde no existe cabida para esos signos de superioridad de clase/ religión/color. La recta final citada es el punto de quiebre, el momento en que la transformación sucede en un aquí y ahora. Mucho se puede decir de este cuarteto de aires serugiranescos floydianos spinettantes –licencia poética para intentar encuadrar en un lugar de influenciados a los Circus- pero más se puede hacer por ellos y por nosotros invitando a la escucha, si es posible, con auriculares, un pucho y la luz a media asta. Afirmo, casi convencido, que algo en quien los escucha se transforma. Algo pasa... ¿Será? ¡Serú!
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ace algunos días me crucé en la calle con Matías. Era el más amistoso de mis compañeros de primaria. Nunca perdió su capacidad para sociabilizar y hacer que cualquier tema de conversación genere un diálogo extenso. Tal es así que al día de hoy se mantiene en contacto con la mayoría de aquellos que alguna vez fueron ‘peques’, entre ellos yo. Hablamos un rato de los chicos y de qué fue de algunos de ellos. No pudimos quedarnos mucho tiempo charlando, él iba a hacer una residencia y yo estaba entregando un pedido. Pero al final del encuentro le surgió decirme que hay que “descubrir cosas nuevas para ir creciendo cada vez un poco más”, en relación a un evento al que otro ex compañero nos había invitado (cabe decir que, por un motivo u otro, ninguno de los dos fue). Mi encuentro con Matías encendió la mecha. Terminé recordando aquellas viejas épocas en las que no había sentimientos grises. Todo estaba de maravilla y, de un momento a otro, los ánimos se iban al carajo por cualquier cosa, para después volver a estar bien con una facilidad que en la edad adulta sólo se produce en muy raras ocasiones. Por lo general ese ascensor emocional pierde aceleración cuantos más años lleva transitando uno la vida, dependiendo de cuánto y con qué nos haya golpeado. Cada quien experimenta las pálidas como puede. Algunos de los versos más resonantes en la obra del ‘Flaco’ Spinetta 6
dicen “Aunque me fuercen yo nunca voy a decir / que todo el tiempo por pasado fue mejor / Mañana es mejor”. Interpreto que le da al oyente un sacudón para que no se estanque en una idea que genera frases conservadoras que usualmente empiezan con un “En mis tiempos…” y que termina menospreciando el presente. O tal vez nos da un mensaje de resiliencia, ahora que está tan de moda esa palabra. Preferiría llamarle “aguante”. No obstante este hermoso mensaje, que habré recitado tantas veces mientras hacía tal o cual cosa, ahí está, agazapada, la nostalgia. Es un hombre (en realidad es una mujer, por el género de la palabra) del saco que viene a atraparme con preguntas como grilletes. “¿Quién era?”, “¿Qué hacía?”, “¿Qué tendría que haber dicho/hecho/dejado de hacer/decir?”. No sé qué le pasa a otros ‘nostalgiosos’. Por mi parte, tengo que tener mucho cuidado cada vez que hago retrospectivas. Hacerlas cuando estoy desanimado supone la pérdida total del día, sea la hora que sea. Ojalá fuera catalogada por la O.M.S. como enfermedad crónica. Capaz así se podría tratar de forma más o menos estandarizada. Pero hasta que eso pase, lo mejor va a ser intentar domesticar a este Cuco amante de lo viejo y con olor a naftalina. La nostalgia es la enemiga de la transformación. No porque la trunque, ya que todos vamos mutando y es inevitable convertirse en alguien distinto de lo que fuimos. Somos como serpientes, dejando atrás ras-
tros de escamas. Y lo hacemos a cada momento. Nos vamos pariendo y matando día a día. Sepamos o no qué queremos, quien sufre de nostalgia crónica corre el riesgo de que sus recuerdos lo conviertan en alguien que no quiere ser. Y veo más susceptibles a quienes no estamos seguros de lo que deseamos para lo que nos queda en esta partida de chinchón que llamamos vida. Presupongo que es muy común estar inseguro de qué es lo que se viene. Por eso es que voy para atrás, hacia mi propio Hakuna Matata, libre de otras responsabilidades aparte de la odisea de aprobar matemática o llegar puntual a clase. Pero también es de tramposo querer volver. Porque cuando pienso que me gustaría retomar el colegio, lo estoy haciendo con una mentalidad gris que no tenía en aquel entonces. Ringo tenía razón. Ese pelo ya no lo puedo peinar. No estaré seguro de mi futuro, ni puedo vaticinar en qué me voy a convertir. Antes debería saber qué quiero. No sé si naufragaré mucho tiempo más o si, por algún coletazo de las aguas, llegaré a puerto. Lo que sí sé es que, como me dijo un amigo, el Séneca de Monasterio, “Ningún viento es favorable para quien no sabe adónde se dirige”.
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l concepto de resiliencia se me viene rápidamente a la cabeza cuando pienso en transformación. Ya que ella, justamente, implica una cierta transformación en el sujeto, en tanto situación superadora. A modo de prueba, googlee “resiliencia” para ver cómo lo definían. A la cabeza se me venía, también, la analogía con la capacidad de los metales para cambiar de forma. Sorprendentemente me encontré con variadas, pero acotadas, definiciones que –aclaro– ninguna me satisfacía. Tal vez tenía una expectativa demasiado elevada para la herramienta que estaba utilizando. Lo primero que me ofrecía google para tragar era: “nombre femenino.” En psicología, capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, etc. “la resiliencia potencia la felicidad”. Más allá de lo superficial que podía parecerme, pensé lo minimizado que estaba el concepto de felicidad - viralizada cual campaña política-, como si se pudiera encontrar una fórmula simple, unicausal. A continuación, me encontré con otra, tanto –o más– sarcásticamente enriquecedora, provista por Wikipedia: “La resiliencia se define como la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas. Sin embargo, el concepto ha experimentado importantes cambios desde la década de los 60. En 8
un principio, se interpretó como una condición innata, luego se enfocó en los factores no sólo individuales, sino que también familiares, comunitarios y, actualmente, culturales. Los investigadores del siglo XXI entienden la resiliencia como un proceso comunitario y cultural, que responde a tres modelos que la explican: un modelo «compensatorio», otro «de protección» y por último uno «de desafío»”. Por último, entré a una tercera recomendada por el servidor: “La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento”. La multiplicidad de definiciones me ayudaron a reflexionar sobre la existencia de varios significados universales, que cada uno de nosotros reproduce como postulados absolutos. Eso me trasladó a preguntarme en quién está hablando en esas publicaciones; qué voz puede tener, desde qué postura, desde dónde. ¿Quién es el autor? ¡¿Quién habla?! Por otro lado, sobre la capacidad de los metales que en un segundo momento asocié, nada aparecía en mi “googlepedia”. Ahí, mi reacción fue una sonrisa irónica. Google taimado. Él sabe que estudio psicología. Es por ello que piensa que la definición que buscaba era en relación a dicha
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disciplina. Aquí se desliza nuevamente la transformación: tecnología humanoide. En la explosión de la revolución industrial, la máquina dependía de un hombre que pudiera –supiera– usarla, construirla. Hoy, la mecánica se ha invertido: el hombre depende de la máquina (ya sea computadora, celular, cafetera), volviéndose él mismo una de ellas. Difícil es encontrar algún momento de la vida cotidiana donde no haya algún aparatejo de por medio. Si bien es justamente lo que nos diferencia de los demás seres vivos –me refiero a esta capacidad de construir herramientas, bien al estilo marxista–, la invasión de ella en el día a día, va corrosionando nuestro sentido del ser más humano. Viajo en colectivo, y los veo a todos inchufados. ¿Se podrá logar la conexión real? Podría hipotetizar que justamente es ésta una de las causas por las cuales se dificulta la resiliencia en el momento actual. Incapaz de reflexionar sobre la instancia traumática, el sujeto nunca puede llegar a una instancia superadora; ante lo angustiante, se medica al sujeto: -tomate un clona que mañana vas a estar mejor- (tecnología farmacológica). Se anula todo sentido, y queda transformado –aplastado– en objeto. Después de darle vueltas al cubo resiliente, recordé una situación. Hace unas semanas atrás, tuve la oportunidad de dar una vuelta en el tranvía. Quien hacía una especie de historización del medio de transpor-
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te, resaltaba fervientemente los beneficios de éste: no contaminación. Tampoco tenía mucha “tecnología”; los jóvenes que acompañaban el tour, se bajaron en plena av. Rivadavia para redireccionar las vías, acompañados de una especie de fierros. Frente mío se encontraban dos pequeños con su mamá, quien nos miraba a mí y a mi acompañante con una sonrisa cansada. Nos contaba que era la cuarta vez consecutiva que los hijos le pedían viajar. Mientras tanto, como de la galera, el guía saca una especie de bandeja con todos recuerditos del tranvía (desde tazas, calendarios, hasta CDs con fotos y videos), y –con la misma tonalidad que hablaba de los beneficios– contaba de los no ingresos de la fundación. La familia que se encontraba del otro lado, no dudó en llevarse varias de esas cosillas. Es que su hija tenía un trabajo del colegio sobre el tranvía, ¿y qué mejor idea que conocerlo realmente? Nada de pantallas mediatizando. El vivenciar, el experienciar, supera completamente la realidad virtual. Creo, entonces, que nos est{a faltando un poco mas de este real para poner en juego la capacidad resiliente. Lo virtual simplemente nos amolda a una pantalla, encarcelándonos en cuatro bordes. A esta conclusión no hubiera podido llegar sin la enseñanza que me transmitieron esos niños en el tranvía, quienes no habían perdido la capacidad de imaginación.9
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No todo es de plástico – Listo, ya controlé y acomodé el pedido – le digo a mi jefa, Marcela, mientras festejo alzando la birome Bic como lo haría algún guerrero con su espada, luego de terminar una gran batalla. Busco el reloj con la mirada para encontrarme con las cinco y cuarto y con un nuevo Yo que está por nacer. – Nene ¿no tendrás platos de madera?- me gritan desde el pasillo– – No, señora, acá es todo de plástico. –le digo y le señalo el logo de la famosa cadena para la cual trabajo.– – ¡¡Ahhh!! ¿Y no te van a entrar platos de madera entonces?– – No, señora, solo hay de plástico.– – Ah, porque yo buscaba platos de madera, ¿viste?– Y mientras el calor empieza a hacerse más intolerable y el aire acondicionado pide mantenimiento a gritos, me pongo a escribir. Imagino los caminos por los que mis personajes transitarán, las aventuras y dilemas con los que se encontrarán. Me transporto. Por un momento desaparezco del local. “Los caminos rocosos estaban dificultando la tarea del grupo que, para su fortuna, contaba con la experiencia de Lance, quién conocía la zona como la palma de su mano...” – Pibe, ¿tenés los cosos esos para guardar comida? – Me pregunta un orco. – Hola, buenas tardes ¿Un tupper?– – Eso, un tupper, ¿dónde hay?– – Por aca tiene. Allá también. Y al lado suyo está lleno de tuppers.– “Pequeños pero peligrosos dra10
gones habitaban la región…” –Che, “Pipi”, dejá de boludear y pasá el trapo en el pasillo, es una mugre. Dale, que te pago para trabajar, no para escribir.– Cabe aclarar que Marcela no es mi jefa ni mucho menos sino que asumió tal rol para sentirse menos vacía y miserable. Mi “fortuna” no depende de ella en absoluto. Pero, hablando en términos de Calabozos y Dragones, sus atributos de forra y botona eran bastante altos y no quería más problemas en el laburo. “Quitar Pluma, equipar lampazo”, pienso para mí. Mientras limpio, no puedo evitar ver en el paralelismo entre mi situación y la de mis personajes que, cansados de una vida de servidumbre, se lanzan a lo desconocido en busca de algo mejor. ¿Tan lejos estaré de aquello? Paro un minuto para secarme el sudor de la frente y miro el reloj nuevamente. Son las seis menos cuarto. “...si bien no eran capaces de devorar a un humano como sus parientes lejanos, su veneno era letal si llegaba a alcanzar algún punto...” En eso, siento una palmada en la nuca. Me doy vuelta con la mirada transformada. Otra vez Marcela. –Dale, seguí boludeando en el pasillo ¡Qué vago que sos!– Le sonrío, dejo caer el lampazo y me dirijo hacia la puerta mientras ella me putea como loca. Mientras pienso “hoy comienzo a escribir mi propia historia.”
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: QLJ: ¿Cómo se dió todo con el mundo drag? T: Siempre me llamo algo de la cultura del puto, de ponerme la ropa de mi mamá, de las travestis, que amo. Empecé a ir a la Whip, donde encontré un ambiente seguro y un día me puse una pollera y fui. Me mandé, era todo muy divertido, aunque no me sabía ni delinear. QLJ: Hoy por hoy se ven drags muy diversas ¿Sentís que se está rompiendo con un modelo de drag hiper femenino? T: Totalmente. Yo la barba me la dejo, muchas lo estamos haciendo. Ser una mujer es ser una mujer y ser drag es... diferente, es una exageración o una deformación, para mí va mas de la mano del arte, no de mi género. QLJ: ¿De dónde viene “Tiara”? T: Me pusieron así las chicas de la Whip por un grupo de k-pop que se llamaba así (T-Ara) y a mí me gustó por la tiara, por el accesorio, re quinceañera, de once, lo grasa argentino, que amo. No soy tanto una drag queen sino mas bien una princesa, humilde pero...¡Amiga! En realidad mi nombre completo es Tiara Julieta, porque si hubiese sido nena mi mamá me habría puesto así. O sea, Julieta existe. QLJ: ¿Cómo es su personalidad? T: No estoy tan disociado, es más bien un “yo” explayado de otra forma, a través de. Depende mucho del viaje de ese día, del monento, del outfit, a veces soy más bicho raro, más Lana, Bjork, Lorde que son algunas de mis influencias musicales. Siempre igual hay magia, ahora estoy re Sailor Moon. QLJ: ¿Ya que nos hablás de outfit, cuánto tardás en prepararte? T: Depende del viaje que quiera hacer, algunos son mas elaborados, otros mas tranqui, chapstick and mascara (risas). Igual cambio todo el tiempo, pero por lo general tardo una hora como máximo, como uso mi pelo, no peluca... QLJ: Nos estabas contando algunos de tus referentes musicales.
¿De dónde viene tu inspiración? T: De la cultura pop en general, referente drag de qué quiero ponerme es muy personal, lo que yo sienta en ese momento. Me gusta agarrar un icono y romperlo, por ejemplo de la cultura travesti, Divina Daniela o Lohana y mi abuela, obvio. Depende además, La Whip hace fiestas temáticas, entonces un día tenés el día de la virgen y tenés que pensar qué virgen hacés o cómo la representas. Es como una versión challenge de RuPaul. Me encanta el cine, “female trouble”, ella y él viólandose, es una escena muy flashera. QLJ: ¿La familia cómo lo toma? T: Mi familia me ama, por parte materna imaginate que mi abuela es Dora Barrancos, historiadora feminista y anarquista. Costó más la parte paterna en un principio, por católico apostólico romano, pero ahora ya está. QLJ: ¿Cómo fue tu primera experiencia? T: Fue más como un juego, yo estaba muy abierta en mi mente, tenía en la cabeza el tema “Darlo Todo”. Si alguien me decía algo era problema suyo, yo pensaba “Hoy voy a ser lotodo”. Malla enterisa, pollera negra y un tapado finito con pelo falso, si me avergonzaba algo podía cerrarme, por cualquier cosa. Son cosas lindas esas, las ganas de hacer algo y animarse, enfrentarse al miedo y a la repercusión social. Una vez que estás en el baile ya está, el tema es ir a comprar los primeros zapatos, ahí no estás en un ambiente seguro. Yo estaba en una obra que hacía de señora rica y fui al Ejército de Salvación. En un horario en que no habia mucha gente, aproveché y fuí a probarme unos zapatos medio amplios. QLJ: Por último ¿Dónde podemos ir a verte? T: Todos los viernes en la Whip. Soy parte de la familia, es hogar. Todavia no en otros lugares aunque pienso hacerlo porque me en stage, una perfo. 13
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Decisiones –Si vas a hacerlo, hacelo ya. No hace falta tanta preparación. –Es que no sé si quiero. –¿Por qué? Si hace un rato estabas re convencido. –Vos lo dijiste, hace un rato. –¿Es en serio? ¿Qué tanto pudo haber cambiado? –No sé. Mucho. Quizás nada. Lo único que sé es que ahora no quiero hacerlo. –Porque tenés miedo, es lógico. Ahora más que nunca tenés que ser valiente. –Nunca fui valiente y vos lo sabés mejor que nadie. No me pidas lo imposible. –Imposible no. Difícil. –Cuando estaba lejos no lo parecía. –La perspectiva cambia la forma de ver las cosas, pero no las cosas en sí. –¿Y si algo sale mal? –Al menos lo intentaste. Peor sería quedarse con la duda. –Eso no es consuelo. Además, ¿Qué me garantiza que una duda sea peor que fallar? –Nada. Es sólo una frase linda. Un poco de optimismo barato a veces hace bien. –¿Si me arrepiento y quiero volver? –La decisión ya la tomaste. Hagas lo que hagas de ahora en más, vas a arrastrarla con vos. –¿Por qué? –Porque la conciencia funciona así. Nada pasa sin consecuencias. –¿Y eso qué significa? –El tablero ya está en la mesa. Ganes, pierdas o te retires sin jugar, algo siempre cambia. –¿O sea que es imposible volver atrás? 16
–Es sólo otra forma de avanzar. No es sincera, pero reconforta. –Entonces… ¿Lo hago y se acabó? Digo, perdido por perdido. –Es tu decisión. Sos vos el que va a tener que lidiar con las consecuencias. –Al menos de eso estoy seguro. Es mi decisión. Gustavo insultó a su jefe, lo echaron y festejó con amigos. Más tarde se fue arrepintiendo. Marianela dejó de escuchar a su mamá y se inscribió en la carrera que siempre quiso. A Lucas la chica del kiosco le dijo que sí, que esa tarde estaba libre. Los tíos de Mónica recibieron su mensaje. Nunca más volvieron a hablarse. Silvina apretó el gatillo y fue en cana varios años. El alivio fue total. Los padres y los amigos de Agustín no pudieron entenderlo. A él no le importó. Natalia abrió la puerta y entró. La sonrisa de ambos fue sincera. Martín no quiso saltar. Prefirió darse otra oportunidad.
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El gatopardismo místico en Balvanera.
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uentan que en el barrio de Balvanera existen cuadras donde absolutamente nada ha cambiado en años. No es que el tiempo se haya detenido, ya que el tiempo corre como en Niza, Montmartre o Villa Luro. Es solo que los habitantes del barrio han cambiado notablemente sus vidas y costumbres para que todo siga siendo exactamente igual. Es extraño de explicar. Usted lector o lectora se preguntará qué clase de prodigio es este. Y prometo tratar de ser claro. En la calle San Luis, desde Pueyrredón hasta su desembocadura en Azcuénaga, ocurre un extraño suceso que los habitantes llaman “La pata del Gatopardo”. Esta leyenda, básicamente, habla de que es imposible prosperar y trascender socialmente si uno es un residente longevo. Como se llega... se queda. Y no responde esto a una cuestión de desigualdades económicas o falacias meritocráticas (o tal vez sí) sino más bien habla de una imposibilidad de salir del seno familiar, trascender en cualquiera de sus formas y, en el peor de los casos, escapar del barrio. A continuación algunos casos que confirman la teoría. Historia del local. Hace más de 50 años que funciona un local donde no funciona justamente nada. Como si de un negocio “mufado” se tratase, este local cuenta con un larguísimo historial de fracasos. Toda clase de rubros han funcio18
nado allí. Fue ortopedia, almacén, kiosco y hasta comité radical durante toda la década del 90 hasta casi principios del 2001, entre otra clase de actividades lamentablemente fallidas. El Comité cerró meses antes de la llegada al poder de la Alianza en 1999. Se cuenta, sin embargo, que durante muchos años funcionó allí un bodegón típico que hizo las delicias de las personas tanto de la zona como foráneos. El bodegón, llamado “A mi hijo”, era un éxito entre comensales de los lugares más inhóspitos quienes, deseosos de probar la famosa milanesa a la napolitana de la casa, llegaban a hacer colas que alcanzaban las dos cuadras. Muchas celebridades desfilaron por este bodegón decorado por algún almanaque de Molina Campos. Pero atrás de la barra, casi como si fuera un santuario, resaltaba una foto enmarcada de Sandro, autografiada y con una dedicatoria que decía: “Para Esther, por tanto amor y devoción y gracias. Tus milanesas salvaron mi carrera, con amor... Roberto” El local estaba atendido por una pareja joven. Él, un gastronómico de Saliquelló; Ella, una pastelera del barrio de San Cristóbal. Ambos recién casados. Dicen que esta era una pareja de ensueño y era imposible no entrar al local sin recibir una sonrisa y una taza de sopa durante los días de frío. Los más antiguos habitantes, los que aún poseen memoria, cuentan acerca del amor entre ambos. Un amor de esos que se ven a lo lejos, en mi-
radas, risas cómplices y comentarios burlescos de esos que las parejas que se aman incondicionalmente suelen hacerse. Pero algo pasó. De repente, las sonrisas hospitalarias de sus dueños fueron dando lugar a la ausencia de miradas entre ellos y eso, al parecer, repercutió en la calidad de la comida, ocasionando la pérdida paulatina de clientela. Eso, además del uso de cuadrada en lugar de nalga por conveniencias económicas. Algunos hablan de una infidelidad por parte del saliquellense con una lavandera local. Otros arguyen que fue la crisis hiperinflacionaria que multiplicaba los costos abismalmente. Pero un canillita de la Avenida Córdoba me contó que el fin de esa Sociedad se debió pura y exclusivamente a la contradicción del nombre respecto a la vida real. Al parecer, tal vez por la incapacidad de la pastelera o por la esterilidad del gastronómico, es que no pudieron formar la familia que tanto soñaban. Y tiene sentido. ¿Qué clase de nombre es “A mi hijo” si no hay un hijo? Es como un celíaco en una panadería común o un policía con sobrepeso. Bueno, el último no. El diariero cuenta que una madrugada helada de Junio, vio a la mujer subirse a un Peugeot 504 para no volver nunca más. No se escucharon discusiones ni gritos, solo una figura de rulos castaños envuelta en un piloto clarito con un bolso demasiado grande, incluso para el baúl del 504. El resto es historia conocida, pue
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El resto es historia conocida, pueden buscarla en los diarios zonales de la época. Una madrugada de Agosto, no se sabe si por la ausencia no superada o por un sinfín de deudas, el gastronómico apareció colgado delante de un lugar donde antes hubo un santuario y ahora solamente un espacio vacío. La frase “Tengo un mundo de sensaciones” salía repetidamente de un disco rayado cuando la policía llegó al lugar. Actualmente en el local funciona un depósito de telas, pero cuenta un sereno que más de una vez escuchó ruidos de pasos e, inexplicablemente, al otro día el suelo amaneció lleno de pan rallado. Historia de las Julietas y el Romeo miope La primera de las Julietas se llamaba Silvia. Podría haber sido una bellísima mujer de ojos penetrantes y porte elegante porque su melliza era así. De más está decir que eran iguales. Regenteaban junto a su madre un lavadero del tipo tradicional que actualmente está cerrado debido a la llegada de los Lave-Rap que inundaron el barrio a finales de la década del 90. La hermana de Silvia era la mujer más hermosa y refinada del barrio. Algunos cuentan que era igualita a la morocha de ABBA, Frida. Se especularon muchos romances a su nombre, pero lo que se nos escapa es justamente eso. Su nombre. Existe un fenómeno muy interesante en el caso de algunos gemelos que buscan diferenciarse al extremo el uno del otro. Silvia podría haber sido una bellísima mujer de ojos penetrantes y porte elegante si acaso su hermana no lo hubiera sido. Por el contrario, Silvia se dejó estar. Su rostro lavado revelaba unas mejillas siempre transpiradas, su pelo era bastante enmarañado y solía usar sueltos pantalones de Jogging que le sobrepasaban la cintura como si hubiera envejecido de golpe. Y de alma.
De la madre de ambas se cree que, como los pequineses, ya había nacido vieja y sentada en una vieja silla de ruedas. Siempre estaba atrás del mostrador, al lado de una plancha semi industrial Singer enorme y nunca hablaba con nadie. Como si no estuviera allí. Todas las tardes Silvia y su madre se sentaban en la puerta del local a esperar a que llegue la hermana con algunas masitas para el momento del cierre. Era el único momento donde las tres sonreían. La segunda de las Julietas se llama Victoria. Hermana de dos hermanas un poco menos agraciadas que ella, como el resto del barrio. Durante años creí que era bailarina o algo así por la forma de su cuerpo y la manera altiva en la que caminaba sobre las baldosas que parecían rendirse ante sus pies. De chicos habremos jugado a las escondidas alguna vez, pero no más. Las hermanas no se juntaban con los “quilomberos”. Simplemente se quedaban en su balcón mirando cómo jugábamos. A veces con orgullo, aunque yo juraría que también con pena. Verla pasar era detener el tiempo. Lo sé porque engañé al reloj varias veces mientras paraba en la puerta de casa, que era la piedra, que todos los escondidos del barrio tenían que picar para salvarse del terrible castigo que era contar hasta cien. Ella nunca me miró. Siempre miraba para adelante. Jamás se percató de mí y yo la amaba. Han pasado muchos años desde que la lavandería tradicional cerró sus puertas. Supe que la hermana de Silvia falleció hace unos años después de pelear contra una terrible enfermedad. La primera de las Julietas dicen que vive en un primer piso de la calle Pasteur y suele pasar largos ratos en su balcón mirando hacía una droguería que está enfrente. La última vez que supe de ella, me dijeron que todas las tardes se sienta en la puerta del edificio junto a su madre, que aún vive, como si estuvieran espe-
Robi
rando algo. Ninguna de las dos sonríe. La segunda de las Julietas aún vive con sus hermanas y su madre, la diferencia es que ella también fue mamá dos veces y sus hermanas también. Pero ya no hay chicos jugando a las escondidas en el barrio, solamente un balcón que parece La casa de Bernarda Alba. El tiempo, la rutina y tal vez el desencanto han hecho estragos con Victoria. Hoy esa mujer de cuerpo perfecto y mirada soberbia camina encorvada, con los hombros hacia adentro y una expresión de tristeza en el rostro. Ella nunca me miró... yo ahora tampoco. Victoria sigue viviendo en el mismo edificio de las columnas en la entrada, lo sé porque yo nunca me fui. Intenté escaparme del barrio la madrugada que vi el cuerpo colgado en el bodegón pero mi suerte laboral me ha sido esquiva. Decidí, en mi caso, que no iba a cumplir con el mandato burgués y nunca me casé, hubiera no tenido hijos pero cambié algo. La marca de los profilácticos. Hoy Delfina tiene veinte años y vive con su mamá. Si bien a esta le fue mejor que a su hermana mayor Victoria, decidió volver al seno materno cuando nuestro romance fracasó. Tal vez las cosas han cambiado demasiado en todo este tiempo o tal vez efectivamente no cambiaron nunca. Los fracasos siguen siendo los mismos, los amores siguen pasando de largo y las personas siguen siendo iguales pero distintas. Tal vez existe la intervención de espíritus chocarreros que no quieren que las cosas se alteren más de la cuenta y mueven lo suficiente los hilos para que el terremoto deje siempre las cosas en su lugar. O tal vez este trayecto de dos cuadras no es más que la confirmación de que podemos estar viviendo todo el tiempo la misma historia. Una y otra vez. Y a lo mejor cambiamos tanto que no nos dimos cuenta lo igual que estamos.
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CASI NORMALES Teatro Astral (Corrientes 1639)
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T EAT R O
Elenco: Laura Conforte, Martín Ruiz, Mariano Chiesa, Fernando Dente, Manuela del Campo , Franco Masini.
Dirección general de Luis Romero, Dirección musical de Hernán Matorra Música de Tom Kitt. Libro y letras de Brian Yorkey
Si vamos a hablar de transformación, una de las obras que mejor la trabaja es Next to Normal, Casi Normales para los amigos. Estrenada en el off de Broadway, supo cómo pasar al circuito comercial y salir de gira por el mundo. Multinominada y ganadora de premios como el Pulitzer y los Tony arrasó con fronteras y corazones llegando a países como Perú , Venezuela, España y por supuesto a nuestra querida calle Corrientes, donde no sólo se presentó en su formato original, sino que en dos oportunidades también lo hizo como concierto contando con la presencia del reparto original de Broadway. Una obra única que trasciende sin dudas - y valga la redundancia- la normalidad y crea una hermandad entre los actores y su público. Nadie puede salir ileso de verla. La historia es la siguiente: Madre ama de casa, padre proveedor y la parejita de hermanos, una familia promedio de cuatro, familia normal o... casi. Ahondar mucho en la trama lleva inevitablemente a arruinar por completo la vivencia de ir a verla (casi un pecado capital spoilerla) por lo que vamos a hablar, sin hablar. Presentemos a los personajes: - Dan es el padre amoroso y esposo devoto. Optimista por norma, proclama a viva voz que está todo bien (ponele) un buen tipo. - Diana es la madre que apaña a su hijo y media entre Dan y él, manteniendo una relación distante con su hija. Entendemos desde el principio que algo no es está bien con ella, pero tardaremos en descubrir qué es. En su
mutación nos muestra lo crudo y cruel que puede ser cambiar si no lo hacemos por nosotros mismos sino para que el otro esté mejor. Sin lugar a dudas el mejor personaje. - Gabriel es el consentido de mamá, el Super Boy, un tanto caótico, adolescente de molde y, por norma, rebelde. No hay que subestimarlo, el cordero también tiene dientes y los sabe usar. - Natalie, la perfeccionista, la buena alumna que busca obtener una beca mediante el estudio del piano. La estructura hecha persona. Fuera de la familia tenemos al amigo drogón de Natalie, Henry. y al terapeuta de Diana el Doctor Manden, dos piezas claves en el desarrollo de los personajes femeninos. Pero no todo es tan perfecto y aburrido como se ve a simple vista. En cada uno de ellos ocurren batallas internas, evidencias de la inestabilidad propia de no ser lo que se anhela. A medida que transcurre la obra se empiezan a palpar cosas que antes no se veían, a entenderlas y aceptarlas. A asumirse como uno es, a entender que la normalidad está sobrevalorada y que trascenderla es la mayor transformación: El aceptarnos nos ayuda a comprender que quizás aquello que consideramos perfecto no es más que una barrera para nosotros mismos. ¿Dónde está el quiebre entre lo que fuimos y lo que somos? O lo que es más importante, entre lo que somos y lo que el otro quiere que seamos. Casi Normales está signada por esa ambivalencia y nos demuestra a dónde puede llevarnos la presión del
otro, su mirada e influencia. Cuánto realmente somos y cuánto nos proyectan. Cuántas veces nos cuesta ver lo que ven en nosotros y cuánto nos cuesta entender que nuestra propia mirada muchas veces es la que nos condena. Cuando es el otro quien necesita que cambiemos, nos vamos apagando de a poco, pero por más que uno trate de caretearla, la hora de la transformación llega cuando dejamos de vivir en el gris constante y aceptamos lo que podemos ser, que por sobre todas las cosas está ligado a lo que queremos, no a lo que se nos impone. Los invito a ver la nueva puesta, algunos actores repiten (nuestro amado doctor Madden, encarnado por el gran Chiesa), otros se reformulan y cambian de personaje saliendo del comfort (Fernando Dente se la juega y pega cambiazo entre Henry y Gabriel) y agregan un tónico especial, haciendo que cada función sea única, no solo para quienes van a verla sino para los actores que van rotando. Vamos a poder redescubrir a diario una obra sin preconceptos, a corazón abierto y con pañuelos a mano. Para aprender que somos más fuertes que todo esto que fuimos, que ser normal no es tan normal, que siempre va a haber algo de feliz sin seguir el manual.
por
Eug e
- Quién la Juna! -
THE ROOM Calificada incontables veces como la peor película de la historia The Room (2003) hace honor a su título. Con un presupuesto estimado en 6 millones de dólares, logra apenas llegar a la friolera de los 1800 la noche de su estreno. Esta joyita del cine es dirigida, producida, escrita y también protagonizada nada más ni nada menos que por Tommy Wiseau (por favor googleen para verlo), un hombre de procedencia y acento indescifrables que logra generar un fanatismo nunca antes visto en una película que se supone dramática. Ya desde el comienzo se nos advierte, lo que vamos a ver será un viaje de ida. Historias inconclusas, escenas de sexo que sobran, diálogos que carecen de cualquier tipo de sentido nos acompañarán en este film donde la tragedia (tanto para Wiseau como para nosotros) será inevitable. La película nos muestra la historia de Jhony (Wiseau), quien se supone que es un exitoso banquero, aunque su aspecto sea similar a la fusión entre drácula y frankens-
CINE Drama
Director: Tommy Wiseau Actores: Tommy Wiseau
tein y sus reacciones sean lo opuesto a lo esperable a un hombre de tal oficio. Él será víctima de la infidelidad de Lisa (Juliette Danielle), su futura esposa, que seduce a su mejor amigo Mark (Greg Sestero), generando así un triángulo amoroso. También hay otros personajes memorables como Denny, cuya adicción a las drogas no termina de cuajar en la “trama”, la madre de Lisa, con su historia de cáncer de pecho que queda abierta, y algunos amigos más cuyos roles hasta el día de hoy me cuesta comprender, pero que terminan de hacer de The Room no sólo el peor drama de la historia, sino la mejor comedia de todos los tiempos. No por nada IMDB (la web especializada en críticas) la describe como “peor que recibir un hachazo en la cabeza.” Las escenas de sexo sobran y se repiten tanto como los primeros planos de la retaguardia (lease culo) de Wiseau, que nos deja estupefactos, además de mostrarnos su escaso conocimiento de la anatomía femenina (lease penetración umbilical).
Cuentos de Navidad Cuando pienso en recomendar un libro sobre la transformación, lo primero que se me viene a la mente es el notable caso de Gregorio Samsa, protagonista del relato La Metamorfosis de Kafka (1915), quien amanece convertido en un insecto. Pero a mi gusto y criterio, la historia definitiva sobre transformación es Cuento de Navidad de Charles Dickens publicada por primera vez en 1843. Cuenta la historia del encuentro de Ebenezer Scrooge, un millonario avaro y egoísta con los fantasmas de la navidad, que le enseñan su pasado, presente y futuro si continúa siendo un desalmado con sus empleados, vecinos y familia. Ebenezer atormentado por su solitaria infancia y la pérdida de sus seres queridos va endureciendo su corazón y volcándose al trabajo y al dinero se transforma en un ser mezquino y miserable que rechaza el contacto con su sobrino (el único familiar que le queda) y que obliga a trabajar a su empleado Bob Cratchit hasta deshoras, muriéndose de
Las reacciones completamente inexplicables como el “Chip chip chip chip chip”, las actuaciones llenas frases únicas “You tear me apart, Lisa!” y la escena de la florería filmada con un apuro terrible, literalmente en 34 segundos de diálogos superpuestos hacen que la carcajada jamás se vea interrumpida. El auge del cine trash y la cultura de internet han transformado a The Room, que ha pasado del completo fracaso a ser considerada una película de culto. Al punto de estrenarse hace unos meses The Disaster Artist dirigida y protagonizada por James Franco, quien ha captado la esencia de Wiseau a la perfección, con mucho humor y una actuación notable que nos logra mostrar su lado más humano.
por
Guill e
LIBRO S J.Charles Dickens
frío por un sueldo que a duras penas le alcanza para mantener a sus hijos, uno de los cuales sufre una enfermedad. Los fantasmas lo llevan a recorrer su vida pasada, presente y como será de triste su futuro si no rectifica su mal proceder, logrando así obrar en el señor Scrooge una transformación profunda en su carácter y forma de relacionarse con su entorno. Charles Dickens nos regala una hermosa historia que nos enseña a confiar en que la gente puede aprender a ser mejor y transformarse en una versión mejor de si mismos. Sin animos de ofender a Kafka, creo que la del señor Scrooge es la mejor metamorfosis posible. Perdimos a los abuelos. Los perdimos, ahora son “tías” y “tíos”. Cambiamos las abuelas que guardaban un tesoros de galletitas y caramelos para los nietos, por abuelas 90-60-90 que nos dan jugo ligth y una vianda livianita. Perdimos el placer de vernos cambiar para quedarnos estacionados en una juventud ficticia. No me malentiendas, no estoy en contra de cuidarse y querer
estar bien, pero me pregunto por qué dejamos de disfrutar del devenir de la vida, ¿Por qué lloramos la primera cana?, ¿Por qué renegamos tanto con las marquitas que deja una vida bien vivida? Perdimos las ganas de reirnos para evitar las arruguitas en los ojos, la capacidad de expresarnos para no tener lineas de expresión. Queremos ser eternas mariposas y olvidamos que las mariposas solo viven unas cuantas horas. Dejémonos de joder, juntemos arruguitas de reírnos, cicatrices con historia y hasta canas de preocupación. Démosnos el gusto de vernos crecer y transformarnos, de re inventarnos mil veces, manteniendo el espíritu siempre fresco y dejemos de enjaular el alma intentando congelarnos físicamente.
por
Mac a
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- Quién la Juna! -
“Creo que la gente a veces se desespera en busca de identidad. Y la identidad no se busca, se trasciende. Vos fluís y ahí aparece la identidad, sola” FEDERICO MOURA
por G uill e
ABRIL 2018 BUENOS AIRES, ARGENTINA