Mi pastor alemรกn
Ignacio Korzeniak
Mi pastor alemán Mi pastor alemán comenzó a olfatear y yo lo dejé seguir el rastro. Pensé que estaría siguiendo el olor a sudor de un asaltante en plena huída y esa tarde seríamos los héroes del barrio. Me equivocaba. Perdí toda la ilusión cuando descubrí el motivo de aquella persecución. Pasamos por la playa, pasamos por la calle, dimos tres vueltas al barrio (que es un poco pequeño) y hasta por la casa del viejo loco que dice: “La luna, la luna …” mientras se fuma un cigarrillo de tabaco rubio. Todo para que él fuera y se tragara los restos del pastel de chocolate que habían tirado en el suelo. En una fracción de segundo se comió hasta el papel.