Cartas dirigidas a la insigne figura del excelentísimo profesor de lengua, el ilustrísimo Sr. D. Enrique Castillo Pues sepa usted, Excmo. Sr. D. Enrique del Castillo Aguilera: Sucedió el pasado día del Señor aquesta ventura que me dispongo a contarle. Apenas rozaba el libro de El Lazarillo de Tormes que su Merced me fio y que con un gran interés yo tomé para el deleite de mis sentidos, cuando se me resbaló y se me escurrió a un charco de agua en putrefacción. Es por esto por lo que quedó inservible el preciado libro para su lectura. Y ante tal tesitura se halla un servidor, que debe rogar su clemencia para que disculpe el hecho de que no le pueda devolver a su Merced su pertenencia en las mejores condiciones, similares a aquellas en las que me lo cedió. Reciba mis más cordiales saludos, de este humilde pupilo, (Anónimo)
Pues sepa vuestra Merced que los rumores que corren sobre que no estudio para los exámenes no tienen fundamento, ya que siempre me he sentido atado y obligado a ello para labrarme un futuro y poder ser de mayor lo que yo considere oportuno. Usted sólo ha oído dichos rumores, pero nunca los ha visto verificados. Por ello le voy explicar mi vida desde que aún tenía dientes de lactancia, para que vea que los rumores que corren acerca de mí me dan igual después de lo que he vivido. Desde que he sido casi un espermatozoide he estado vinculado al estudio, ya que mi padre era licenciado en geografía e historia y siempre me hizo estudiar por las tardes, mientras todos jugaban, para crearme un hábito de estudio. Cuando tenía seis años me conocía todos los
países del mundo, con siete ya me sabía las capitales y ciudades más importantes de cada uno de ellos. Con ocho años dominaba las conjugaciones verbales: usted lo ha comprobado ya que he respondido a ellas durante el transcurso del curso con rapidez y efectividad. Con diez años era un erudito de las lenguas y, aprovechando el dinero que no se gastaban en juguetes que me distrajesen de mis estudios, me pagaron una academia de Inglés en la que en dos años me saqué el First Certificate in English y un año después el Advance. Tres años de mi vida pasaron entonces desde los diez, plantándome así con trece años. Por ello quiero que sea usted consciente de que los rumores que corren no son verdad y, como podrá comprobar, no me afectan en absoluto. Cómo usted es consciente ya de mi pasado, espero que sepa juzgar sensatamente y con opinión propia. Atentamente, un saludo de vuestro amigo D. Juan Merino Fuentes
Mi locura cangrejil Pues sepa vuestra merced que a día de hoy me encuentro aquí tumbado, tomando el sol en la playa, sin ganas de realizar tarea alguna. Unas semanas atrás, me encontraba hasta el cuello de trabajo, y no podía tomarme ni un minuto libre. El casero acaba de morir y el nuevo me quería subir el alquiler unos maravedís. Debido a ello, tal desasosiego provocó en mi persona una sensación rompedora. En un repentino arrebato, me decidí a coger las llaves de mi casa, las de mi barco y poco más de mi menester. Estaba ya cansado de tan dura rutina, y qué mejor desahogo que marchar a la mar, con esa sensación tan liberadora de la brisa marina comprimiendo mi cara… Sólo de imaginármelo me ruborizaba. No tardé mucho en llegar a puerto, mas mis piernas ya estaban cansadas de tal repentina situación. El barco, el cual no tocaba desde hacía años, estaba algo viejuno, pero seguía lo suficientemente robusto como para aguantar a esta desaminada ánima. En cuanto icé la vela, me dispuse a deslizar el barco hasta el agua. Momentos antes de que este tocara agua, me pillé el pie en el maldito barco que, por unos instantes, se puso de parte del demonio. Era un día algo nublado, pero no por eso me eché atrás. Debía olvidarme de todo, aunque solo fuese por unas horas. Todo marchaba bien, me había olvidado de mi familia, amigos, de la chica que me llevaba gustando desde hace tiempo… Bueno, para qué mentir, eso no se olvida tan fácilmente. Mas la verdad es que fui un poco imbécil. ¿Qué carajo iba yo a hacer ahí, sin ni migaja que poderme llevar a la boca? Pero la cosa
mejoraba por momentos. Mientras estaba andando tranquilamente por la proa, me resbalé con la esponja que utilizaba para achicar agua y me abrí la cabeza contra el borde del barco. Dios, todavía me duele. Para mi fortuna, vi a cámara lenta como las llaves se deslizaban suavemente por el gélido aire mientras yo, impotente, veía como mi perdición iba a ser engullida por el gigante azul. Ahora sí que me entró la risa. Nadie más tenía llaves de mi casa. Creedme, la puerta blindada de mi casa no es fácilmente penetrable. Viéndome en tal situación, pues de perdidos al río, o, mejor dicho, de perdidos al mar. No sabía qué podía depararme el futuro. Y no parecía ser nada bueno, una roca acababa de rajar una parte del barco provocando un pequeñísimo (exagero, era más grande que el cerebro de algunos) agujero por el que, poco a poco, se colaba gran cantidad de agua. Estuve un buen rato intentando encontrar un objeto adecuado para tapar mi desgracia, pero no di con él. Lo único que podía taparlo era un cuerpo lo suficientemente moldeable como para que actuase como tapón: mi culo. Y el resto del viaje me lo pasé con mi trasero empapado. Pero ese no iba a ser el mayor de mis problemas contando con que no sabía adónde ir. :) Cuando ya empezaba a ver sirenas voladoras lanzarrayos escupearcoíris, avisté tierra. Tierra que por cierto me estaba molestando en el zapato y me la tuve que quitar. Cuatro millones de horas más tarde, avisté tierra, ahora sí, firme. La isla no parecía muy grande, pero tenía abundante vegetación y alimentos en cantidad. Lo primero que hice fue tumbarme en la fina arena y, cuando me levanté, lustros más tarde, estaba junto a mi hermano. Bueno, mi hermano estaba más rojo que yo y encima tenía pinzas, con las cuales me despertó el estúpido cangrejo. La mañana venida, una tribu indígena me encontró y, según ellos por ser Rojo, me encerraron en una cueva, aportándome comida y la posibilidad de enviar una carta (no sé muy bien cómo) a quien yo quisiese una vez al mes. La primera va para Vuestra Merced, que con su cordialidad y humanismo, deseará sacarme de aquí antes de que me convierta en cangrejo. Muchas gracias, muchacho. D. Nicolás Lizcano Barrio
Pues sepa usted, Excelentísimo Señor Don Quique, que si le estoy redactando este escrito, no es por otra razón que por la cual le detallaré al finalizar. Ante todo, debe usted saber que, durante los últimos meses, no he hecho otra cosa que recorrerme un gran número de los bancos más relevantes del mundo, no con otro propósito que sustraer todo el dinero de estos para remitirlo a mi cuenta personal.
Se preguntará usted la razón de mis ansias por reunir tal fortuna, pero no le proporcionaré la respuesta aún. Para ello deberá usted aguardar hasta que finalice mi relato. Y dicho esto, prosigamos con la narración. Tras haber reunido una fortuna de varios millones de euros, empecé a reclutar la mayor brigada de mercenarios que verá usted en toda su vida. Les compré armas, trajes, coches de lujo… Todo lo que me pidieron a cambio de que realizaran un pequeño trabajo para mí. Y, como me están informando de que ya está listo mi baño de espuma con su correspondiente patito de goma, procederé a relatarle el por qué de todo esto.
Todos estos meses de trabajo y preparación, se deben únicamente a que me pareció cuanto menos un ultraje que redondease usted un 9’6 a un 9, en lugar de al 10 que debería haber sido. Por este motivo, cuando menos se lo espere, llegará mi ejército de hombres a su casa y le afeitarán la barba sin que usted pueda hacer nada para evitarlo. Y, no satisfecho con esto, antes de despedirme, haré que se quede hustHez zihegHo. Muajajajajajaja.
Reciba usted mis más sinceras consideraciones, quien es suyo, Jaime Fomperosa
A la atención del Excmo. Sr. D. Enrique Castillo: Pues sepa usted, Excelentísimo señor don Enrique Castillo, que la narración que me dispongo a escribirle relata el paso de los acontecimientos que desdichadamente tuvieron bien a unirse para confeccionar una muy mal parada situación de mi persona en lo que se refiere a los tiempos presentes y probablemente futuros cuyo fin se encierra tras una espesa cortina de diagnósticos, tratamientos y recuperaciones presentados y presentadas a la correspondencia de una catastrófica incidencia, la cual me deja apartado un
tiempo de mis dotes para la práctica de cualquier actividad en la que se precise un movimiento realizado por un mismo servidor ya que sin la correspondiente ayuda de un instrumental adecuado para estas desdichadas situaciones me veo en la imposibilidad de realizar cualquier desplazamiento por medios propios. Nos remontamos hacia la fecha exacta de nada más y nada menos que unas cincuenta y ocho horas hacia un pretérito desde el mismo instante en el que vuestra merced contempla, lee y a la vez comprende este mensaje retransmitido por mi persona, con el único fin de ascender entre un cero coma uno y un cero coma dos en la calificación final de la prueba escrita realizada por la clase en la que me ha sido correspondida este conjunto de más tirando por proximidad de unos doscientos cincuenta pequeños conjuntos de veinticuatro horas a los que de forma coloquial llamamos "días", el estudio y la formación hacia la vida profesional; entre la que evidentemente estaré yo. El conjunto de dramáticos acontecimientos y sucesos que tuvieron su fruto en tan hostil destino, comienza con un día en el que el alba se había dejado avistar por las tierras del norte de la Península Ibérica sin algún conjunto de agua condensada que entorpeciese la visualización de una mañana realmente espléndida con un irónico aspecto impecable al menos en cuanto a mi persona se iba a referir. Sin demasiada desgana comencé a ejercer fuerzas de tracción y torsión sobre mi musculatura hasta el momento en periodo de descanso. Incrementé el potencial deportivo de mi aspecto incorporándome la indumentaria correspondiente a la institución y el conjunto de personas que en aquel día estaba destinado a representar en un terreno donde normalmente se practica una actividad deportiva. Acabada la ingestión de nutrientes con más peso de la jornada, compuesta en su más pura esencia por vitaminas e hidratos de carbono, me dispuse junto con mi progenitor masculino a partir hacia tan señalado escenario. Llegué hasta donde se hallaba cada uno de los integrantes del conjunto de jugadores de lo que al expresarse en un registro coloquial se conoce como un "equipo", y comencé a entablar diversos actos en los que la comunicación por mi parte con cada uno de ellos era claramente visible. Con el transcurso de las medidas de espacio temporal en este ámbito y situación expresadas en "minutos" nos aventuramos a adentrarnos en el interior del habitáculo que los componentes de los equipos están destinados a ocupar antes, durante y después del transcurso de los acontecimientos sucedidos dentro del terreno de juego. Tras el correspondiente acto de comunicación verbal, llevado a cabo de forma oral por parte del diligente de dicho equipo, iniciamos la fase previa correspondiente a cualquier evento deportivo en la que los integrantes del mismo realizan ejercicios con una semejanza claramente apreciable a los que posteriormente realizarán en el encuentro.
Tras esta fase, el enfrentamiento llegó al punto en el que ambos equipos están con la máxima preparación para disputarse la victoria y después de que la persona con preparación y autorización oficial para ejercer el puesto de juez neutral inspirase aire por sus pulmones y lo expulsase por la cavidad bucal haciendo que por medio de un artefacto colocado justo en su final se produjese un agudo sonido característico de cualquier evento deportivo, y que en su lenguaje no verbal significa la puesta de atención, el paro o el inicio del juego, el enfrentamiento tornó a su inicio. Después de un periodo de juego correspondiente a la mitad del total disputado, nos tomamos un tiempo de recuperación parcial de la musculatura y la mente para la disputa de la correspondiente segunda mitad. Fue en el transcurso de esta segunda parte del tan disputado encuentro, en el que nos hallábamos con una ventaja de tres tantos en el marcador, cuando el encaprichado destino trenzó sus hilos para estrangularme y dejarme sin aliento por el dolor causado cuando en una acción en la que el equipo al que yo estaba correspondido a defender había completado un intento de anotar un tanto sin haberlo logrado. El jugador del otro bando encargado de defender el marco por el cual la pelota debería pasar para que el marcador subiera en una posición a favor del equipo que lo había conseguido, lanzó la pelota hacia un compañero de su mismo equipo que se situaba en una posición ventajosa para lograr lo que nuestro equipo no había logrado en la acción anterior. Fue tras el lanzamiento de la esfera hacia el compañero del equipo rival que se encaminaba a anotar un tanto en favor del equipo contrario, cuando yo me dispuse a acelerar considerablemente mi carrera en vista de que si lo hacía, dada mi posición respecto al rival hacia el cual iba dirigido el cuerpo esférico, y respecto a este mismo, conseguiría frenar la acción que posiblemente traería como consecuencia un tanto a favor del equipo rival. Sin embargo el desenlace de este caprichoso episodio del malaventurado destino, quiso que mi pie se apoyase contra la superficie del suelo de una manera paranormal, haciendo que el peso de mi cuerpo no recayera sobre la parte inferior del pie que acostumbramos a llamar tal que un vegetal, sino que esta tomó un rumbo equivocado hacia la parte interior de la pierna provocando en mi persona una carga de impulsos nerviosos tan agudos que me fue imposible la continuación sobre el campo de juego. Al ver que en la parte correspondiente a la articulación encargada de unir la parte inferior de la pierna, en la que se encuentran la tibia y el peroné, con el pie, permitiendo una movilidad del mismo, había sufrido una mutación en su aspecto corriente, con una inflamación del calibre a tubérculo que frito suele acompañar a los huevos en un plato para su posterior ingestión, mi progenitor
decidió trasladarme a un centro especializado en el tratamiento de irregularidades en la salud de los ciudadanos, para que personal con una formación académica orientada a tratar este tipo de problemas arreglara el tan trágico accidente. Una vez concluida la reunión con el personal cualificado, regresé al lugar donde convivo con los componentes de mi ámbito familiar más cercano, y mi mente se predispuso a parar lo que quedaba del conjunto de días festivos que se suceden con el transcurso de siete de ellos, al menos para el grupo social al que pertenezco junto con profesores y personal docente de los centros destinados a la enseñanza y formación de profesionales para el mundo laboral. Una vez empezada de nuevo la semana, el día transcurrió sin demasiados sobresaltos en la agenda normal de cualquiera de uno de ellos. Tras una jornada sin demasiado que objetar, me dispuse junto con mi progenitora a partir hacia un nuevo profesional, esta vez más cerrado en su campo de conocimiento, pero más concentrado en la zona dañada. Tras realizar numerosas comprobaciones, algunas de ellas causantes de muy numerosos y agudos impulsos nerviosos procedentes de la articulación dañada hacia mi sistema nervioso, este consideró colocar un artefacto compuesto de materiales plásticos y compuestos de celulosa alrededor de toda la zona que había sufrido la lesión. De nuevo en mis aposentos me dispuse a la correspondiente ingestión de nutrientes propia de las horas del mediodía o de la tarde. Tras ello comencé a revisar algunos de los conjuntos de apuntes que vuestra merced deja anotados en el interior de la plataforma digital ya conocida a nivel estelar. Por último y después de la correspondiente toma de nutrientes de las horas en las que, debido al movimiento de rotación del planeta en el que habitamos con respecto a la gran masa de energía calorífica y lumínica que nosotros vulgarmente denominamos "Sol", se produce un periodo en el que este se encuentra oculto y que como consecuencia acarrea la inexistencia de iluminación natural durante un periodo de aproximadamente unas doce horas, provocando lo que de manera coloquial llamamos "noche"; me encuentro escribiendo para vuestra merced con uno de mis dos puntos de apoyo inferiores recubierto por vendajes este relato en el que he narrado en analepsis y en el que le cuento cómo los grandes también caemos. Muy afectuosamente, una reverencia Siempre Vuestro