Dunkirk (2017) Hace tiempo que no veo, ni mucho menos hablo, de una película de Chirstopher Nolan, el director inglés que nos asombra siempre con un estilo visual original y una estructura narrativa compleja, fría y elegante, como una pieza de museo de arte contemporáneo. Dunkirk no es muy diferente a sus filmes predecesores en cuanto a estilo se refiere. Como en los blockbusters de guerra, para disfrutar esta película no hay que saber mucho de historia, basta con un fondo negro y unos cuantos párrafos en blancos para entender que hay un gran problema y que el enemigo está cerca. Al primer segundo abrimos con una toma amplia de un grupo de soldados que caminan por un bello y desolado vecindario europeo, como un episodio de la ‘Dimensión desconocida’ o un sueño, esta soledad es reforzada por una lluvia de papeles que caen del cielo a manera celestial y por el crepuscular y constante sonido de un reloj que jamás vemos. En los papeles está escrito un mensaje amenazante del enemigos: “tu estás aquí, nosotros aquí”. Inmediatamente Nolan define el tono de aislamiento y paranoia, que culmina con una persecución de un enemigo invisible por los patios y casas del pintoresco vecindario francés mientras vemos a soldados caer y ser tragados por los bordes del encuadre. La historia esta parcialmente basada en el libro “El milagro de Dunquerque” de Walter Lord, un historiador inglés que investigó a fondo el suceso histórico que culminó con la exitosa retirada de las tropas británicas de las costas francesas a Inglaterra. El libro menciona contantemente la confusión y paranoia que vivieron los soldados ingleses y franceses en las costas de Dunquerque en los días posteriores a la evacuación. La poca información, los bombardeos y la escases de víveres tuvieron a los soldados en un estado de alerta y terror que se transmite en la cinta inmediatamente a los pocos minutos de que nuestro personaje principal llega a la playa y ve a miles de soldados divididos en varias filas, organizándose en una especie de proceso burocrático para su supervivencia; estas filas son luego quebradas por las bombas de los aviones alemanes que destruyen la
armonía como una bola de boliche a unos pinos. Los bombardeos son erráticos y aleatorios, algunas veces matando, otras levantando montañas de arena que dificultan la vista y nos sumergen en el caos. Luego del ataque los miles de soldados supervivientes se levantan del suelo y retoman sus filas, recreando otra vez el orden del caos que los rodea, como un juego una cruel orquesta. La geometría de la guerra. Cuando Christopher Nolan cuenta algo lo desfragmenta en varios pedazos, la mitad de ellos al revés y la otra mitad a distintas velocidades, en parte como estilo propio, en parte para contar algo especifico. Dunkirk está dividida en tres perspectivas geográficas y temporales distintas. La primera titulada “The Mole” (o el Topo, dependiendo de la traducción) que transcurre en el lapso de una semana, cuenta la historia de un grupo de jóvenes soldados ingleses que esperan en las costas de Dunquerque a ser evacuados. La segunda “El Mar”, que toma lugar en 24 horas, cuenta la historia de un modesto bote familiar y su tripulación durante su misión de rescate de Inglaterra hacia las costas de Dunquerque; y la tercera “El aire” toma lugar en una hora y cuenta la historia de tres pilotos ingleses y su misión de defender los barcos de los constantes ataques alemanes. A pesar de estas diferencias de espacio y tiempo, Nolan alterna magistralmente entre las distintas historias creando secuencias que se mezclan para transmitir un mismo valor: la supervivencia. El sonido del reloj nos sigue durante toda la película, y su constante ritmo nos recuerda que por cada minuto que pasa, no importa donde o cuando, el enemigo está cerca.
Estilo y substancia. ¿Era necesario dividir Dunkirk en tres líneas temporales diferentes? No lo creo. ¿Pero está bien hecho? Efectivamente. Cada clímax y revelación está bien ordenada dentro de las secuencias que mezclan las tres historias, está armonía se barajea durante los 90 minutos de historia y al final convergen, no solo los personajes sino también las emociones que se transmiten para un final que concluye todas las historias de forma satisfactoria. Nolan yuxtapone las emociones caóo y del terror que provoca un enemigo invisible con un estilo visual elegante y minimalista, común de sus películas. La geometría de los soldados alineados por kilómetros en una costa azul; la devastadora silueta de un soldado devastado sobre lo que era su barco en medio del mar, incluso las escenas aéreas donde los enemigos son borrosas siluetas de aviones alemanes con ametralladoras nos introducen al mundo visual de Christopher Nolan, donde la fotografía funge de interprete y espectador. Es el conjunto de elementos muy bien trabajados y definidos por lo que la cinta realmente brilla. El problema es el cuidado que se tienen a estos elementos de estilísticos y no al guión. Siempre he creído que Christopher Nolan es un mago de fiestas, es decir, se viste elegante y nos ofrece un espectáculo visualmente increíble, pero una vez que descubres el truco es difícil no notar los pequeños agujeros, casi siempre en el guión y en la justificación que tienen ciertas historias. No pienso meterme de lleno en los agujeros de trama que tienen sus otras películas, y en el caso de Dunkirk es menos notable por la naturaleza documental del filme. Reproducir un suceso real en el cine no siempre es fácil, pues que hay que seguir las pautas para contar una historia. En este caso la historia sirve a los personajes, quienes rondan por sus
escenas, casi perdidos a la espera del siguiente suceso. En el caso de los soldados en Dunquerque, al inicio de la película conocemos al ‘Francés’, un personaje silencioso que nos acompaña por el resto de la historia pero cuya importancia recae solo a la mitad de la película al abrir una puerta para que los protagonistas puedan escapar. En el caso del ‘Mar’, son los personajes pintorescos y británicos los que tienen que lidiar con la amenaza de la guerra en la forma de un soldado seriamente afectado por ella, pero esta sub-trama termina abruptamente al llegar el personaje del piloto inglés, un soldado experimentado y completamente opuesto al otro. Entiendo que el punto de la película es la de llevar a la audiencia a experimentar las emociones nacionalistas como el honor y la esperanza que conlleva la guerra. Por eso Dunkirk resalta como una buena historia en términos generales, pero cuyos agujeros recaen en el uso sin sentido de sus personajes para alcanzar puntos específicos. Los ingleses de Nolan. La trama de una película son las cosas que los personajes se dicen y no se dicen entre si. En Dunkirk los personajes comparten una característica que los define y al final de cuentas representa el verdadero valor de la trama: son británicos. Los personajes que nos pinta Nolan, más apreciable en la sub-trama del Mar, son personajes moldeados por las terribles acciones que la guerra ha causado en sus vidas y en sus familias, pero son estos valores de responsabilidad, cooperación y caballerosidad los que al final triunfan a pesar de las circunstancias. Ejemplos de esto son el “Buenas tardes” del piloto inglés cuando es rescatado de morir ahogado en su nave, o toda la subtrama en el barco con el personaje de Cillian Murphy como el soldado afectado por la batalla que pone en riesgo la vida de toda la tripulación del pequeño bote, y que a pesar de provocar la muerte de un joven inocente, es perdonado por el miembro más joven de la tripulación.
En cualquier otra película esperaría otra resolución a esta sub-trama, y nosotros como audiencia también, pero Nolan se desvía de esta idea para mostrarnos que no hay personajes que mejor comprendan la cruda naturaleza de la guerra que los británicos. Al final el tiempo es relativo, y la vida son una serie de secuencias que a veces nos parecen largas, a veces no. En la guerra no existen derrotas, solo victorias prolongadas. Una retirada no es perder, es salvar y preservar vidas humanas y sobrevivir para poder descansar cuando se detenga el reloj.