El rostro negado del maíz Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes
Las culturas que se han desarrollado desde hace siglos en lo que hoy es México, han sido muy frecuentemente observadas e interpretadas desde otras lógicas, se trata de comparaciones forzadas entre ellos y un nosotros situado en un contexto diferente y desde perspectivas culturales que les son totalmente extrañas a aquellos. Este tipo de comparaciones atentan contra la originalidad propia de las explicaciones nativas que tratan de dar cuenta de su entorno, la posición que el hombre ocupa en él y los seres divinos que cohabitan e interactúan con el hombre. Sobra decir que, generalmente, en este tipo de comparaciones lo indígena pierde, pues no se ajusta a los parámetros que los modelos occidentales encuentran como satisfactorios. En este sentido, es importante reconocer la coherencia indígena en su propio sistema, donde se articulan cosmovisión, relaciones sociales, rituales, identidad, lo cual les ha permitido –como grupos específicos- afrontar los embates históricos tan severos que han sufrido frente a un poder hegemónico, que culturalmente ha sido tan diferente, y que ha ejercido la pretensión de homologar a todos los grupos sociales bajo los mismos parámetros con los cuales se rige. Cuando hablamos de organización interna indígena, se articulan de manera única la organización tanto social, como religiosa y también la productiva. De esta manera, no se pueden disociar cosmovisión, rituales, ciclo agrícola (preferentemente del maíz), cargos civiles y religiosos, relaciones sociales, personajes, etc. En este orden de ideas, el maíz de temporal –en estos contextos sociales- lejos de ser un producto lucrativo, es un personaje que comparte el entramado de la historia y la tradición de estos grupos culturales. Desde este punto de vista, tiene un rostro, el cual ha sido reiteradamente negado por el pragmatismo y la visión mercantilista propios del grupo cultural hegemónico inserto en una economía de mercado globalizada. Así pues, en este artículo pretendo acercarme al tema del maíz desde uno de esos hilos que articula varias dimensiones de la compleja realidad cultural de estos pueblos: la vivencia religiosa, vivencia necesariamente ligada con el cristianismo pero asumido de una forma integrada con numerosos elementos de la tradición indígena, dando como resultado –en muchos casos- un cristianismo con mucho maíz y poco Cristo.
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