En la tradición japonesa antigua la experiencia plasmada en el haikú era, antes que todo, una voluntad espiritual de iluminación. No es la contemplación pasiva que a veces podríamos practicar los seres de Occidente, sino la posibilidad de obtener una revelación trascendente a través del paisaje o el movimiento que se despliega ante nuestros ojos. Maribel Urbina
Hojas que el viento lleva Qué escribirías de la hoja que cae sin decir: Muere.
El muro en ruinas apenas se sostiene con musgo y hiedras.
Algunas vacas. Un cielo de pastura. Un solo árbol.
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Cuánto silencio cuando cayó la noche, cuando calló.
Un perro ladra pero a quién si no hay nadie nada ninguno
Brumas y árboles en el país del sueño. Y un grillo oscuro.
Me estiro y doblo: una carpa, la luna… giro en la hamaca
Tan silencioso, búho cara de luna, tan silencioso.
Un niño solo a la luz de la vela. ¡Cuántos gigantes!
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Bajo la lluvia Noche que huyes, págame con rocío y te acompaño.
Hierbas, insectos, los árboles, los pájaros, el cielo limpio.
Se quebró el aire, en astillas el aire. ¡Cuánta libélula!
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Justo en la puerta de la lluvia me uno: croac - croac.
Recién la lluvia cuando llegó la noche como un ladrón.
De mil granizos uno ha de ser eterno como las lágrimas.
Siempre es sorpresa cuando para la lluvia: Un abanico.
Brillan aún más las cañas de bambú bajo la lluvia.
Lluvia nocturna. No la veo, la escucho: Sapos y ranas.
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