Palacio de la Autonomía Universitaria, Historia de un Monumento

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Historia de un monumento


EL PALACIO DE LA AUTONOMÍA


El Palacio de la Autonomía. Historia de un monumento es una obra realizada por: Fundación UNAM. Fundación Miguel Alemán, A.C. Primera edición, enero de 2017. D.R. © 2017 FUNDACIÓN UNAM. D.R. © 2017 UNIVERSIDAD NACIONAL

AUTÓNOMA DE MÉXICO.

Ciudad Universitaria,

Del. Coyoacán,

C.P. 04510,

Ciudad de México.

Coordinación general: Alma Carrascosa. Diseño gráfico: Hache Estudio Diseñadores. Eduardo Contreras S. Eduardo Hache. Fotografía: Eduardo Hache. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización de los autores o en su defecto del titular de los derechos patrimoniales. Hecho en México.


LUIS ROBERTO TORRES ESCALONA * R. JAVIER M ARTÍNEZ BURGOS

EL PALACIO DE LA AUTONOMÍA Historia de un monumento



Directorio

Universidad Nacional Autónoma de México. Rector Presidente de la Junta de Patronos Vicepresidenta de la Junta de Patronos Patrono Tesorera Director General del Patrimonio Universitario Director de Bienes Inmuebles de la DGPU

Dr. Enrique Luis Graue Wiechers. Ing. José María Zubiría Maqueo. Lic. María Elena Vázquez Nava. Alonso Gómez-Robledo Verduzco. Lic. Guadalupe Mateos Ortíz. Mtro. Pablo Tamayo Castroparedes. Lic. Armando Haro Estrop.

Jefa del Departamento de Bienes Artísticos y Culturales

Agradecimientos especiales

Arq. Victoria Martínez Gutiérrez. Lic. Alejandro Carrillo Castro. Mtro. Pablo Tamayo Castroparedes. Mtra. Adriana Zamora Mariaca. Arq. Zoraida Gutiérrez Ospina. Arq. Gregorio Dueñas Lozano. Arq. Salvador Martí Pozos. MDI. Mauricio Moyssén Chávez.



Índice

Presentación Proemio Introducción Ubicación y fundación Primeras mejoras Construcción del nuevo templo y convento Otras mejoras e importantes cambios Exclaustración y ruina La escuela El palacio ecléctico Se establece la Universidad y se proyecta el Paraninfo Entre sus muros se declara la Autonomía Universitaria Sede de importantes dependencias universitarias Memoria técnica de la restauración del Palacio de la Autonomía Los problemas del Centro Histórico y del Palacio de la Autonomía El lugar de asentamiento El abandono del edificio y las diferentes intervenciones de restauración El Palacio de la Autonomía: sus últimos usos Nuevo proyecto arquitectónico y de restauración Las exploraciones arqueológicas Intervenciones estructurales Trabajos de restauración en interiores Restauración de fachadas Restauración de la cúpula de escamas Trabajos de restauración en exteriores Comentarios finales Cronología del edificio Bibliografía Hemerografía

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Presentación

La trayectoria histórica de una casa de estudios como la nuestra ha permitido una sucesión de puentes culturales que han determinado la personalidad de la institución. Estos vínculos tienen una conexión definitiva con los históricos inmuebles universitarios, espacios cargados de una tradición que muchas veces se remonta hasta el virreinato. En el viejo Barrio Universitario en el Centro Histórico, cada recinto cuenta una historia. El Colegio de San Ildefonso, por ejemplo, fue en su tiempo uno de los centros de enseñanza novohispana más ilustrados de América. Y en el antiguo solar en las calles de Moneda y Seminario, hoy sede del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, el agustino fray Alonso de la Veracruz impartió el primer curso filosófico del Nuevo Mundo. En cada uno de estos edificios se fue forjando gradualmente la tradición académica y social que caracteriza a nuestra Universidad y que continúa impregnando a nuestros egresados del carácter único y sentimiento universitario. En 1952, la Universidad Nacional se trasladó a Ciudad Universitaria para mejor cumplir con las crecientes demandas de la vida académica. Desde entonces la Universidad ha procurado mantenerlos en un buen estado de conservación. El Palacio de la Autonomía, tema de este libro, debe ser ponderado como uno de los sitios más emblemáticos de nuestra Alma Mater. Su pan coupé curvo y sus fachadas principales de piedra blanca revelan un estilo arquitectónico ecléctico e impactante, que custodia la memoria de episodios fundamentales de la historia de nuestra Universidad.


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El libro nos lleva a recorrer la trayectoria histórica y física del edificio actual, construido por el gobierno de Porfirio Díaz, y cedido a la Universidad en 1910. Es en este mismo año que el Palacio de la Autonomía da cabida a la primera Rectoría a cargo de Joaquín Eguía Lis y a las sucesivas generaciones hasta 1933, cuando fuera Rector Ignacio García Téllez. En este año la Rectoría se traslada al Antiguo Colegio de San Ildefonso hasta 1954. El edificio fue sede clave del movimiento estudiantil de 1929 y espacio de gestión de la Autonomía Universitaria que se concretó ese mismo año. Este hecho marcó un antes y un después para la educación superior en México, y que queda plasmado en el nombre del recinto. Por tanto, documentar la historia de este recinto y su puntual intervención, a través de la constante labor de la Dirección General del Patrimonio del Patronato Universitario, es un esfuerzo encomiable y una aportación a nuestra memoria. Un libro dedicado a una construcción no siempre relata las andanzas de sus artífices o las vidas de sus moradores. En el caso del documento aquí presentado ambos aspectos coexisten y se complementan. Los autores han recogido la historia que antecede al inmueble y nos hablan de las circunstancias que le dieron su morfología actual, sin soslayar el trabajo metódico y especializado de restauración que se llevó a cabo. Los diferentes apartados permiten una rápida ubicación de tiempo y espacio. Las imágenes son una ruta útil y clara para percibir los cambios ejecutados entre creación, uso, abandono y recuperación, ofreciendo una constancia visual que nos permite recordar el ayer y reconocer el hoy. Tornar nuestra herencia cultural y devolverle su riqueza nunca será tarea acabada. Hoy y siempre, la Universidad se compromete con su vocación y responsabilidad de mantener vivo el legado que México ha puesto bajo su custodia para el uso de los universitarios y en beneficio de la nación. Dr. Enrique Luis Graue Wiechers Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México




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Presentación

ara quienes tuvimos la fortuna de pasar por las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México y como es mi caso, las de la Facultad de Derecho, ubicada en aquel entonces en el Centro Histórico de la Ciudad, visitar el añejo edificio que ocupaba la Escuela Nacional Preparatoria número 2, “Erasmo Castellanos Quinto”, y que fuera sede de la Rectoría de nuestra Máxima Casa de Estudios al momento de decretarse la autonomía de nuestra Institución, era una experiencia formidable. Dar a conocer la historia de cómo se fue edificando lo que hoy es el actual Palacio de la Autonomía de la UNAM a lo largo de más de cuatrocientos años, es sin duda una feliz iniciativa del Presidente de la Fundación UNAM, Lic. Dionisio Meade, y coparticipar en la edición de este documento es motivo de gran satisfacción para la Fundación Miguel Alemán, A.C., que me honro en presidir. Nuestras más sinceras felicitaciones al Lic. Luis Roberto Torres Escalona y al Arq. Javier Martínez Burgos, autores de este estupendo trabajo de investigación y, desde luego a nuestro amigo el Dr. Enrique Graue, Rector de la UNAM, por haber apoyado este proyecto de divulgación histórico-académico. Lic. Miguel Alemán Velasco Presidente de la Fundación Miguel Alemán, A.C.



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Proemio

odo proemio a un libro suele ser bienintencionado, más aún cuando se trata de hablar de un esfuerzo intelectual e interdisciplinario que alude a la casa de uno y de sus raíces históricas. El Palacio de la Autonomía es un inmueble que tiene un valor incuestionable dentro de la historia moderna de la Universidad. Ahí se alojó la primera Rectoría de la Universidad Mexicana del siglo XX. Joya arquitectónica de la Universidad y sede de la Fundación UNAM, este edificio fue puesto en comodato de la Fundación desde el año 2004, para beneplácito de sus moradores, así como de sus asiduos u ocasionales visitantes, siendo su historia e intervención los motivos que recorren las páginas de este libro, que hoy cuenta con el puntual y debido patrocinio de la Fundación. Aquí encontrará el lector lo espiritual y lo concreto del monumento, lo romántico y lo tozudo de su existencia; filigrana de piedras y expresión de una ciudad en permanente movimiento; “arquitectura que es arte y arte que es construcción”, parafraseando al arquitecto Ricardo Legorreta. Valga entonces El Palacio de la Autonomía: Historia de un monumento como un libro que consigna la titánica tarea por conservar y restaurar el inmueble. Felicitemos a los autores que recogieron dedicadamente las incidencias históricas, los cambios, usos e intervención de sus espacios y elementos arquitectónicos. Contribuyamos de este modo con la historia de los inmuebles universitarios que dieron tradición, pulso y personalidad al desarrollo de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México. Lic. Dionisio A. Meade Presidente del Consejo Directivo de Fundación UNAM, A.C.


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Introducción

Página anterior: El Palacio de la Autonomía y las ruinas del Templo Mayor.

nclavado sobre las ruinas del Templo Mayor luce, cual palacio, uno de los edificios de mayor resonancia del periplo histórico de la Universidad: el Palacio de la Autonomía Universitaria, antigua sede de la Escuela Normal de Maestros, de la Universidad Nacional de México, de la Escuela de Iniciación Universitaria, de la Escuela de Comercio y Administración, de la Escuela Nacional de Odontología, de la Escuela de Enfermería y Obstetricia, así como de la Escuela Nacional Preparatoria: “Erasmo Castellanos Quinto”. Heredero del solar que en la época colonial ocupara el convento de Santa Teresa la Antigua y que fuera demolido durante la Reforma, este inmueble de arquitectura ecléctica guarda entre cimientos, muros y plafones el recuerdo de hechos notabilísimos de la historia de México y de muchos de sus personajes, con todas sus vicisitudes: desde pasajes como la vocación religiosa novohispana hasta momentos culminantes del progreso y de sus ideales educativos y científicos. Y es que al hurgar en su historia y arquitectura irremediablemente se tiene que recorrer el gran mosaico cultural de la nación. Cada época deja honda huella. Lo mismo aparecen las figuras barrocas de Sor Juana Inés de la Cruz y de Francisco de Aguiar y Seijas, que las decimonónicas de Guillermo Prieto o Ignacio Manuel Altamirano; lo mismo destaca el trabajo arquitectónico de Juan Gómez de Trasmonte y Cristóbal Vargas Machuca, que también el de Manuel Francisco Álvarez o Porfirio Díaz Ortega, hijo del controvertido dictador. Pero si bien el tiempo transcurrió e innumerables fueron sus protagonistas, sus incidencias como morada de monjas o como templo de Minerva no han quedado en el olvido, sin importar que el edificio nunca fuera el


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mismo, pues los cambios arquitectónicos se vinieron presentando desde el siglo XVII. Muy distinta debió ser la “hacienda” que heredaron las monjas carmelitas al claustro demolido en el siglo XIX. También otra fue la primera escuela para profesores comparada con la construcción de 1890. Con el paso de los años hubo tal cantidad de transformaciones en el predio que prácticamente los historiadores se vieron imposibilitados en seguirlas palmo a palmo. No obstante, para la realización de este libro mucho se pudo obtener de apuntes de previsores cronistas, sin excluir el encuentro afortunado de documentos y fotografías, así como de importantes hallazgos arquelógicos que permiten hoy un cercano recuento de daños y pérdidas. Para seguir estos avatares se buscó, primeramente, toda noticia referente al convento y a su famoso templo. De la misma manera se procedió con la creación de la Escuela Normal de Maestros, y de ahí se partió a la actual construcción y a sus más importantes remodelaciones. En todos los casos no se descuidó el aspecto decorativo de las instalaciones. Todo cambio arquitectónico sigue a su momento histórico. Y con el fin de proporcionar marcos de referencia y contextualizar algunos pasajes se incluyeron notas a pie de página. La restauración del palacio tiene una amplia significación en el texto. Señalar sus procesos, sus inconveniencias y sus logros, ha sido eje en la monografía del monumento. Los diferentes apartados precisan los trabajos de rescate y recuperación del edificio, cuyas características arquitectónicas y su valor histórico reafirman la singularidad del edificio. No se puede negar que cuando los hombres callan, las piedras son testimonio de los trasiegos de la historia, ya que ellas suelen permanecer más que nosotros; y aunque a veces se convierten en víctimas de la barbarie o el desdén, siempre tienen algo que contarnos. Su presencia, incluso en ruinas, basta para recordarnos cómo fuimos y por qué somos. Bernardo de Balbuena, al hablar del origen y grandeza de los edificios de la Ciudad de México, deseó para sí y los suyos, que ahí, en su asiento, pilares, arcos, portadas, festones, invenciones y artificios, el tiempo conservara su memoria y le diera envidiada gloria. Luis Roberto Torres Escalona * R. Javier Martínez Burgos



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Ubicación y fundación

Detalle del pan coupé del Palacio.

l sitio donde actualmente se erige el Palacio de la Autonomía es de gran importancia en la traza urbana que desde tiempos precortesianos ha distinguido a nuestra capital. Muy cerca de ahí, a unos metros, se levantaban dos de los principales teocallis de la cultura mexica: el Templo Mayor, cuyos adoratorios estaban dedicados a Tláloc, dios de la lluvia, y a Huitzilopochtli, deidad guerrera y representante del sol, así como el “cu” destinado a Tezcatlipoca, “el dios del espejo humeante”. Luego de la conquista militar de los aztecas por las fuerzas invasoras de Hernán Cortés, los españoles se dieron a la tarea de destruir todo vestigio que pudiera recordar a la religión indígena. En poco tiempo, la antigua Tenochtitlan se vio reducida a un montón de escombros que se utilizarían en la edificación de la futura urbe colonial. A finales del siglo XVI y principios del XVII, cuando la ciudad comenzó a perder su fisonomía feudal y adquirió un carácter renacentista, el solar —objeto de nuestra monografía— se encontraba ocupado por las casas que pertenecían a Juan Luis de Rivera,1 a la sazón tesorero de la casa de la moneda de la Ciudad de México y regidor del Cabildo metropolitano, y a su esposa doña Juana de Avendaño, quienes las habían adquirido por la suma de 18,000 pesos con el fin de establecer en ese predio un convento carmelita.

1 Con relación a los posibles propietarios del solar en el siglo XVI , ubicado en la calle de Juan de Hinojosa, como entonces se conocía, contamos con las pesquisas del investigador Ramón Sánchez Flores, quien consultó el Primer libro de las escrituras del Convento de San José de Carmelitas Descalzas y del cual se desprende la siguiente información: “En 1536 una carta poder en la que se asienta una venta que hace el bachiller Francisco Alegría a Alonso Vargas por unas casas en la ‘calle donde vive el señor obispo Fr. Juan de Zumárraga’ como dice el texto: ‘que tiene por linderos de una parte casas del obispo y de la otra casa de los menores que tiene a su cargo Francisco de Solís y por delante la calle Real’. Esta casa que Alegría vende a Vargas precisamente se hallaba en los terrenos que hoy ocupa la ex iglesia de Santa Teresa la Antigua, próxima a la ex escuela Preparatoria, es decir, sin llegar a la esquina, donde ya para ese año (1536), el obispo había adquirido solares y casas de los sucesores de González Trujillo” (las cursivas son nuestras). Localización de la casa de fray Juan de Zumárraga, donde se veneró la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, en Tercer Encuentro Nacional Guadalupano, p.94.


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Este acaudalado anciano, cuya injerencia y protección fueron determinantes en la posterior fundación de la orden Carmelita descalza de mujeres, había insistido ante la orden para que se trajesen de España algunas religiosas. Un anhelo de dar cuerpo a una fundación de monjas carmelitas provino del convento real de Jesús María, perteneciente a la orden concepcionista. Varias religiosas contemplativas, pero sobre todo Sor Inés de la Cruz, en el siglo doña Inés de Castillete, y Mariana de la Encarnación, antes doña Mariana de Pedraza, inspiradas por el espíritu de Santa Teresa, empezaron a practicar otra vida conventual y a observar las austeras reglas carmelitanas con toda la intención de fundar su propio convento bajo ese signo. La idea de la fundación había sido una constante obsesión de Sor Inés de la Cruz. “De repente”, narra la monja, “me vino una muy eficaz inspiración de procurar se hiciese un convento de carmelitas descalzas donde se sirviese a Dios perfectamente, y asentóseme en el alma, que aunque tendría muchas dificultades al fin se haría.”2

Izquierda: Retrato de Santa Teresa, 1640-¬45, de José de Ribera, óleo sobre lienzo, Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Museo de Bellas Artes, Valencia. Derecha: Retrato del arzobispo Juan Pérez de la Serna.

2 Este relato fue tomado por el sabio novohispano Carlos de Sigüenza y Góngora del original que las carmelitas de San José le permitieron consultar. Parayso Occidental, p.142-b.


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Uno de los primeros pasos de las monjas reformistas consistió en allegarse la protección y enseñanzas de frailes carmelitas. Pero con la muerte de don Juan Luis de Rivera y de su albacea testamentario, el entonces arzobispo fray García de Mendoza, toda iniciativa por establecer el convento se vio frustrada. En busca del cumplimiento de la última voluntad de don Luis, partió el confesor de las madres, fray Pedro de San Hilarión, para insistir con el oidor de la Real Audiencia, don Juan Quezada de Figueroa, sobre el particular. Para su pesar, en el curso de esta entrevista, el fraile carmelita se enteró de que el anciano había muerto sin alcanzar a beneficiar a las monjas en su testamento. En 1615, a un año de la beatificación de Santa Teresa de Ávila, tocó el turno de la fundación al recién llegado arzobispo fray Juan Pérez de la Serna, hombre enérgico e inflexible, que al conocer las vicisitudes de la herencia llamó a tres testigos para dar cumplimiento a la voluntad verbal del difunto. Para tal efecto, fueron convocados a declarar en favor de las monjas un capellán que conoció el asunto, una dueña que vivía en la casa y una mujer de raza negra que había intervenido como mensajera. Después de conocer estas informaciones, el arzobispo encomendó el “pleito” al doctor Juan Quezada y le pidió que iniciara las diligencias jurídicas necesarias, incluso en España, a fin de recuperar la llamada “hacienda” de don Juan Luis de Rivera, a la sazón en poder de don Alonso de Rivera, sobrino del difunto. Dada la inconformidad de los inquilinos de las casas, el arzobispo urdió un plan para apoderarse de ellas. Muy de madrugada, con el Santísimo en manos, inició una procesión hacia las casas, instando a sus criados a que con campanillas y con golpes a las puertas, despertasen a todos los moradores para invitarlos a oír misa en el interior de uno de los cuartos principales que había sido acondicionado como capilla. Los inquilinos, atónitos por la traición de uno de sus familiares y desconcertados por el sermón del príncipe eclesiástico, que los conminaba a desalojar sus moradas, ese mismo día abandonaron las casas. Ya en posesión de las casas, Pérez de la Serna giró instrucciones a Juan Quezada para que acudiera con el virrey don Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar, a solicitar la licencia de la fundación. Cuestionado por el virrey sobre el caudal y rentas con que contarían las monjas, Quezada reconoció la falta de fondos, no sin argüir su confianza en un


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futuro y generoso recaudo de limosnas. Al día siguiente, provisto con la anuencia del marqués, Quezada, quien también tenía a su cargo la fábrica de la catedral, reunió a toda su gente y comenzó la obra, designando como su director a Juan Gómez de Trasmonte,3 de tal suerte que en menos de ocho meses ya estaban en funcionamiento templo, sacristía, campanario, confesionarios, locutorio, celdas y los coros alto y bajo. Corría el año de 1616 cuando Sor Inés de la Cruz y Sor Mariana de la Encarnación se dispusieron a abandonar el edificio concepcionista de Jesús María y a ocupar su recién creado convento carmelita. Era su intención aprovechar “el silencio de la noche” para no llamar la atención ni el morbo de la gente, idea a la que se opuso el arzobispo, pues él deseaba la mayor fiesta que se hubiere hecho jamás en este reino. Y así lo hizo. El día esperado, todos los conventos y cofradías del arzobispado se encontraban convocados para la celebridad. A la pomposa celebración, se sumaban los cantos, clarines, chirimías, atabales y danzas de la congregada multitud. Y por si eso no vestía lo suficiente, el elegido capellán de las monjas, Francisco de Losa, también hizo trasladar, de la arquidiócesis de Santa Fe, al ansiado convento, los restos del eremita Gregorio López, hombre virtuoso con fama de santo. Al momento del recogimiento de las religiosas en su nuevo hogar, se echaron suertes para elegir al patrón del convento. Los nombres sorteados fueron los de Santa Teresa, Nuestra Señora del Monte Carmelo, San José y el Ángel Custodio, de los cuales salió tres veces ganador el del esposo de María, resultando incuestionable su designación como titular en ese momento. Al caer la tarde, el arzobispo y su comitiva abandonaron el edificio, dejando en la clausura a dos religiosas de velo negro y a dos novicias.

3 La noticia de esta designación la da María Concepción Amerlinck de Corsi en su estudio sobre el Exconvento de San José y la Iglesia de Santa Teresa la Antigua. “En la obra del convento”, apunta “se gastaron $4,608 pesos. La dirigió Juan Gómez de Trasmonte, quien aseguró la clausura subiendo la cerca existente, con un costo de 1,298 pesos y 6 tomines.” Si se considera que para 1617 Juan Gómez de Trasmonte apenas si aparece como “ayudante de aparejador” de la catedral, no debe menos que sorprender el encargo, pues de ser así la edificación resultaría ser de sus primeras obras. La fecha de nacimiento de Juan Gómez de Trasmonte no la tenemos ni tampoco la de su muerte, aunque se especula que debió ocurrir hacia 1647. Trabajó en la Catedral de México y en la de Puebla; participó también en la edificación de los conventos de Santa Inés y de San Lorenzo. Famoso es su plano de la Ciudad de México de 1628. Para el caso véase “El exconvento de San José y la Iglesia de Santa Teresa la Antigua, sus arquitectos, artistas y artesanos”, en El Monacato Femenino en el Imperio Español, monasterios, beaterios, recogimientos y colegios, Memoria del II Congreso Internacional.


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Procesión de monjas y clero. Imagen tomada del libro: México su tiempo de nacer. 1750-1821, de Guadalupe Jiménez Codinach, Fomento Cultural Banamex.


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Plano de la Ciudad de México en el siglo XVII, con el levantamiento arquitectónico que ocupaba el entonces templo y convento de Santa Teresa la Antigua.

Página siguiente: Detalle del desplante de la torre campanario del templo de Santa Teresa, inmueble propiedad del INAH.



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Primeras mejoras

Detalle de la portada interior del templo de Santa Teresa. Destacan su frontón roto y las estrías móviles de las jambas.

ras cerrojos, las monjas se dieron a la tarea de ampliar y acondicionar sus instalaciones, con tanto empeño que en poco tiempo, pese a sus reglas, pasaron de la sencillez al decoro del edificio. El adorno de los muros fue asignado al pintor Luis Juárez, quien realizó para ellos una serie de veinticuatro óleos, cuyo tema versaba sobre la vida de Santa Teresa. En el libro de cuentas del convento, las monjas anotaron uno a uno los pagos que por ese concepto realizaron. Estudiosos en la materia han detectado algunos de estos lienzos tanto en México como en el extranjero, destacan: Santa Teresa y San Juan de la Cruz, Santa Teresa viendo a Cristo cargar la cruz, Santa Teresa orando por las ánimas del purgatorio, Santa Teresa y su hermanito camino a las misiones, Santa Teresa con tres monjas y la Glorificación de Santa Teresa.4 Otros documentos del Archivo General de la Nación dan fe de los contratos de la hechura de los retablos para las pinturas, celebrados entre Luis Juárez, Melchor de Cuéllar y el dorador Pedro de la Cruz. Se sabe, por otra parte, que quien fabricó y doró los marcos de los óleos fue el maestro ensamblador Manuel Sánchez.5 Por esa época, empezaron a suscitarse marcadas diferencias entre el virrey, don Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, marqués de Gélves, y el arzobispo, Juan Pérez de la Serna. A poco de ello y antes de marcharse a la diócesis de Zamora, Pérez de la Serna pondría en manos del convento de San José el Cristo de Ixmiquilpan, famoso por su milagrosa renovación, ampliamente comentada en dos libros por el padre Alonso Alberto de Velasco de la Compañía de Jesús, siendo el más importante el titulado:

José Bernardo Couto pone en labios de Pelegrín Clavé la aseveración de que el viajero italiano Beltrami había alcanzado a ver en Santa Teresa una Visitación de la Virgen de Sebastián López de Arteaga, pintor español llegado a la Nueva España en 1643. Diálogo sobre la historia de la pintura en México, p.73. 5 María Concepción Amerlinck de Corsi, op. cit., pp. 478-479. 4


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RENOVACION POR SI MISMA DE LA SOBERANA IMAGEN DE CHRISTO SEÑOR NUESTRO CRUCIFICADO, que llaman de Yzmiquilpan (vulgarmente Yfmiquilpa, y Esmiquilpa:) Colocada en la Iglesia del Convento de San Joseph, de Religiosas Carmelitas Descalzas de esta imperial Ciudad de México.6 La comunidad carmelita, por otro lado, no cesó en sus deseos de realizar mejoras a su propiedad. Consta que pagaron por poner vidrieras en la capilla y que algunos de sus protectores ordenaron la fabricación de los sobrealtares de Nuestra Señora de la Concepción y de Santa Febronia. Asimismo, existen registros donde se asientan diversos trabajos arquitectónicos, encargados a Juan Gómez de Trasmonte, de los cuales sobresalen sendas portadas de cantería, una torre, el campanario del convento y el enladrillado del coro del templo. Otras obras consistieron en la remodelación de la portería y de la ermita destinada a guardar los restos del venerable Gregorio López. La célebre inundación de 1629 en la Ciudad de México hizo necesaria la reparación de diversas zonas del convento y del templo. En ello se invirtieron sumas considerables, difíciles de imaginar en una congregación aparentemente pobre. Por diferentes documentos sabemos que mandaron subir el nivel de la capilla del Santo Cristo y que se ordenó recubrir con azulejo buena parte del cuerpo del templo. Del mismo modo, conocemos de la adquisición de costosos objetos y de fuertes gastos para la ornamentación de las dependencias.

Izquierda: Portadilla del libro del padre Alonso Alberto de Velasco, impreso por la viuda de Francisco Rodríguez Lupercio en 1683. Derecha: Grabado con la “verdadera imagen del crucifijo de Ixmiquilpan”, siglo XVII.

La imagen, también conocida como Cristo de Zimapan o Señor del Cardonal, pese a su aparente factura indígena, según se narra, había sido traída de España por el noble caballero Alonso de Villaseca en 1545, y colocada cerca del altar mayor en la humilde iglesia de real de minas de Plomo Pobre, cercana al pueblo de Ixmiquilpan. Pendía de una pared sostenido por unas alcayatas al lado de la Epístola, expuesto a los embates de la polilla y de los roedores, “de suerte” dice el padre Alonso “que más provocaba el desprecio que la devoción”. En 1615, en su primera visita a la parroquia, Pérez de la Serna advirtió el triste espectáculo que ofrecía la imagen y ordenó que se enterrase junto con la primera persona de edad que muriera. Durante cinco años el mandato no se cumplió, pues ningún anciano falleció en el lugar. Por esa época, el pueblo comenzó a asegurar que dentro de la iglesia ocurrían milagros y cosas sobrenaturales. La milagrosa renovación del Cristo de Ixmiquilpan sucedió el 19 de mayo de 1621 ante los atónitos ojos de algunos vecinos que acudieron al grito de auxilio del vicario, quien asustado los había convocado al temer el ingreso de malhechores en el templo. En el altar, un voluntario sintió la caída de agua sobre su cabeza y al mirar hacia arriba descubrió “el portento”: el crucifijo “sudaba sangre” y tenía la cabeza entera, sin roturas; lucía un rostro y un cuerpo resplandecientes. Estudiado el caso, el arzobispo hizo trasladar la imagen a su oratorio. En 1679, ya en posesión de las monjas carmelitas, la talla fue examinada por seis artistas a fin de determinar su hechura. Los peritos fueron Antonio Maldonado y Laureano Ramírez de Contreras, escultores; Juan Sánchez Salmerón, pintor; José Xuárez y Andrés de la Fuente, encarnadores; y, finalmente, Bartholomé de Arena, clérigo y maestro de pintura. La descripción que hicieron consignó: “La materia de que es la dicha imagen del Santo CRUXIFIJO , fe ve con evidencia, que por dentro, lo que llamamos Alma los del Arte, es de madera de Zumpantle; y la superficie, q forma y perficiona todas las Partes del Cuerpo, es de papel de eftraza y los extremos, Cabeca, manos, y pies fon de dicha madera de Zumpantle. Lo vno y lo otro tan fujeto á la corrupción, y á carcomerfe de polilla, como es notorio, y la experiencia lo muestra: pues la dicha imagen de Zumpantle es fuyo fofa, y muy parecida al Corcho; y fer muy porosa, y fragil, y facil deshazerce co las manos; y el Papelon, y Engruso es materia muy fujeta a la polilla y gufano, como fe vé por experiencia en los libros que eftan aforrados, ó enquadernados, en cartón”. Para la descripción véase Guillermo Tovar de Teresa, Bibliografía Novohispana de Arte, impresos mexicanos relativos al arte de los siglos XVI y XVII , Biblioteca Americana, FCE , México, 1988, p. 321.

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Novicia célebre del convento de San José fue sin duda Juana de Asbaje, mujer de “raros talentos” que cambió la vida palaciega por la clausura y el recogimiento del claustro.7 Por esos años, las religiosas carmelitas no dejaban de realizar mejoras ornamentales en el templo y en el convento; pero no es sino hasta el 17 de enero de 1678 cuando se inician los trámites para una nueva etapa constructiva.

En el libro de registros del convento se anotó su llegada y salida: “Recibiose, para religiosa corista, a Juana Ynes de la cruz, hija legítima de D, Pedro de Asuaje y de Isabel Ramírez, su mujer, es natural de esta nueva españa, diola el abito de bendición el P. capellan Juan de Vega. Domingo 14 de agosto del año 1667, asistieron los Ses. Marqueses de Mansera------la dicha hermana, no profeso y en 18 de nobienbre de 1667 años salio del convento.” El registro fue reproducido por Alfonso Toro en La cantiga de las piedras, p.89.

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Construcción del nuevo templo y convento

Capilla y altar neoclásicos del templo de Santa Teresa con pinturas de Juan Cordero.

a nueva fábrica del templo y convento se debieron a un mercader de plata, el capitán Esteban de Molina Mosquera, y a su esposa, doña Manuela de la Barreda. Ambos decidieron utilizar su fortuna en una digna edificación para la honra de la Reina de los Ángeles, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua. Los patronos se comprometieron a culminar la obra en cuatro años y acordaron pagar todos los gastos de la construcción, con sus puertas, ventanas, rejas, coros alto y bajo, y una capilla para veneración del Santo Cristo con su respectiva sacristía. A cambio, las religiosas les concedieron gozar del patronato durante el resto de sus días, con la promesa de que a su muerte Nuestra Señora de la Antigua ocuparía de modo perpetuo el patronato. También se aceptó que al morir pudiesen poner sus deudos sus escudos de armas y efigies en el interior del templo. La propuesta del levantamiento de la fábrica se realizó conforme al proyecto del finado Rodrigo Díaz de Aguilera, aparejador de la Catedral de México, con la asistencia de los arquitectos Luis Gómez de Trasmonte, Cristóbal de Medina y Gaspar de los Reyes,8 quienes, junto con las religiosas, decidieron fabricar el templo en el sitio donde se levantaba la torre, el coro y un cuarto. Esta primera elección no fue del todo adecuada y fue rechazada por don Esteban de Molina, pues en esa zona existían serios problemas de fontanería, y la demolición del aposento pondría al descubierto la clausura de las monjas. Como alternativa, el patrono sugirió la adquisición de unas casas ubi-

Cristóbal de Medina Vargas Machuca, el principal arquitecto del proyecto, nació en la Ciudad de México en 1635 y falleció en ella en 1699. Fue un hombre acaudalado y reconocido entre su gremio. Recibió de las autoridades de su tiempo importantes nombramientos, de los que descuella el cargo de “maestro mayor de arquitectura de la Nueva España”. A él se deben las portadas del Templo de Santa Teresa la Antigua, la del Templo de San Agustín y las de la Catedral de México. Martha Fernández, Artificios del barroco, México y Puebla en el siglo XVII , p.65, 66 y 67.

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cadas en la esquina de la calle de Monte Pío Viejo, hoy conocida como segunda de San Ildefonso, a modo de morada temporal de las carmelitas, lo cual no fue del agrado de las monjas. Esos desacuerdos e inconvenientes obligaron a que el arzobispo acelerara el reconocimiento de las propiedades compradas, a fin de facilitar la edificación del nuevo templo y convento. Las capitulaciones fueron acordadas ante el escribano real José de Anaya el 20 de julio de 1678. Entre las peticiones de las monjas se consignaron aquellas referentes al traslado, sin alteraciones, de los túmulos, altares y retablos, así como las estipulaciones para la edificación de la capilla del Santo Cristo. Satisfechos todos, se realizó una misa y el licenciado Santiago de Zurricalday cantó un Te Deum laudamus. El arzobispo-virrey, Fray Payo Enríquez de Rivera, colocó la primera piedra el 8 de diciembre de ese año a las nueve de la mañana. La esperada obra se concluyó el día 7 de septiembre de 1684 y su bendición correspondió al arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas, quien acompañado del virrey y la audiencia organizó la procesión y condujo al Santo Cristo a su nuevo recinto.9 Hubo gran concurrencia, festejos, fuegos y misas durante ocho días. Particularmente se apreció el sermón del jesuita Francisco de Florencia y la descripción panegírica de don Felipe de Santoyo, intitulada: Mística Diana.10 Alarde de plasticidad, efectismo y movimiento fueron sus portadas pareadas, concluidas en 1685, —hoy todavía conservadas— las cuales se destacaron, entre otras cosas, por ser las primeras en ostentar columnas salomónicas tritóstilas y helicoidales. Ricamente adornadas con relieves en las enjutas, tímpanos, frisos y claves, estas portadas —consideradas, junto con las de Catedral Metropolitana y las de San Agustín, como uno de los ejemplos arquitectónicos más singulares del barroco novohispano— constan de dos cuerpos: el primero, luce un vano de ingreso con un arco de medio punto sostenido por jambas con impostas; el segundo, muestra ventanas enmarcadas por molduras mixtilíneas. Rematan la composición sendos frontones que al abrirse en precisa simetría permiten emerger una barroquísima escultura.

Portadas y torre campanario del templo de Santa Teresa la Antigua. Fototeca Nacional del INAH.

El 18 de mayo de 1689, Aguiar y Seijas pronunció una sentencia a favor de la milagrosa renovación del Cristo, y ordenó se remitiese el proceso y las informaciones jurídicas a Madrid. En su edición a Los tres siglos de México del padre Andrés Cavo, Carlos María de Bustamante no se sustrae a esgrimir una opinión sobre el tema: “El culto que se le da es magnífico, y a sus pies santísimos derraman los mejicanos sus corazones diariamente. La vista de este Señor, lleno de dignidad y modestia, no puede dejar de conmover al hombre más endurecido, y nadie osa fijarla en su rostro sin conturbarse. En ciertos días despide una fragancia extraordinaria y exquisita, salida de la misma efigie.” Véase la página 111 de la obra antes aludida. 10 Francisco de la Maza califica a don Felipe de Santoyo como “un fecundo y atroz poeta”. en: Arquitectura de los coros de monjas, op. cit., p.40. 9


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Magníficos resultaron también los espacios interiores con sus coros alto y bajo, formados por barandillas de madera de cedro y granadillo, y sus retablos con las imágenes de la Asunción y la Piedad. El venerado Santo Cristo lucía sobre frontales de plata rodeado de reliquias y joyas preciosas.11 Don Esteban Molina de Mosquera vería finalmente realizados sus deseos, pero no así su esposa; él murió el 20 de julio de 1693, mientras que ella falleció tres años antes de la inauguración y dedicación del templo, el 27 de julio de 1681. Sus cuerpos se sepultaron dentro del templo. Así, las religiosas cumplían con la última voluntad de sus benefactores.

Detalle de portadas gemelas de Santa Teresa.

11 Todavía a finales del siglo XVIII el crucifijo mantenía ese lujo. El bachiller Juan de Viera, en su Breve y compendiosa narración de la Ciudad de México, alababa su altar: “[...] y tiene el adorno todo de plata, frontales, sotabanco y trono, en que está colocado y coronado con una corona de oro y diamantes con los clavos de la misma materia, ramilletería, candeleros y lámpara de plata y el barandal, que forma el presbiterio.”


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Presencia del templo y convento de Santa Teresa en el plano de Carlos López de 1749.

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A partir de esa fecha fueron casi imperceptibles los cambios emprendidos. Apenas si se registraron las labores de mantenimiento o los aderezos adicionales, tales como la colocación de Nuestra Señora de los Milagros en la capilla del Santo Cristo y la ejecución de tres pinturas de Felipe de Timoteo de Silva con los temas de San Eliseo, San Elías y San Ángelo. Digno quizá también de resaltarse es la terminación de las obras del refectorio, sala de profundis, capillas, cocina y escalera, o las reparaciones realizadas por Manuel de Herrera, maestro de arquitectura, en las bóvedas del claustro. Una cercana idea sobre la fisonomía integral de la construcción, durante este periodo, en buena medida la debemos a los planos panorámicos de la Ciudad de México de Pedro de Arrieta (1737) y de Carlos López (1749).



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Otras mejoras e importantes cambios

Bóveda y pechinas de nave del templo de Santa Teresa.

a capilla, tal como había sido terminada en 1684, no gustó al doctor Manuel Flores, capellán del convento, y como consecuencia ordenó realizar una nueva edificación, cuya primera piedra se colocó el 17 de diciembre de 1798.12 La obra, en planta de cruz griega, duró quince años y fue dirigida por los arquitectos Antonio González Velázquez y Joaquín de Heredia.13 Intervinieron, además, artistas de la talla de Manuel Tolsá y Rafael Ximeno y Planes14 a quienes se asignó la decoración de la capilla. Tolsá se encargó de la hechura del baldaquín y de las estatuas de alabastro, en tanto que Ximeno y Planes se dedicó a pintar en la cúpula y en el ábside la historia de la

En los cimientos se depósito una lámina de cobre con la siguiente inscripción: “En 17 de diciembre de 1798, siendo pontífice N.S.P. el Sr. Pio, papa VI; rey de España é Indias la católica majestad el Sr. D. Carlos IV; virrey de esta Nueva España el Exmo. Sr. D. Miguel José de Azanza; arzobispo de esta metrópoli el Exmo. Sr. Dr. D. Alonso Nuñez de Haro y Peralta; presidenta de este convento la R. M. Ana Josefa de la Purificación; síndico de la obra, nombrado por S.E Illma., D. Gervasio del Corral y Sanz; y maestro de ella el director de arquitectura de la Real Academia de San Carlos, D. Antonio Velázquez de González; S.E. Illma. Bendijo solemnemente esta piedra, de cuyo acto fué padrino su secretario el Dr. D. Manuel de Flores.” 13 El arquitecto español Antonio Velázquez fue director de la Antigua Academia de San Carlos y dirigió la construcción de la nueva capilla hasta 1810, año de su muerte. Fue sucedido por Joaquín de Heredia, académico de mérito y arquitecto mayor de la Ciudad de México, famoso por proyectar y construir, entre otras cosas, una plaza de toros. 14 Rafael Ximeno y Planes nació en Valencia, España, en 1759. Estudió en la Academia de San Carlos de esa ciudad, en la que obtuvo en 1773 el premio de tercera clase. Dos años después pasó pensionado a Madrid, a la Real de San Fernando, en la que siguió su carrera bajo las enseñanzas del pintor Manuel Monfort, y acaso de Francisco Bayeu, pintor maño famoso por sus pinturas en conventos e iglesias de Zaragoza. Regresó a su ciudad natal en 1777 y obtuvo pensión para estudiar en Roma el año de 1781, gracias a las diligencias de Monfort y del Conde de Floridiblanca. Sin embargo, fue en la corte madrileña donde tuvo la oportunidad de conocer a Rafael Mengs, pintor checo, cuya obra se desarrolló principalmente en España, quien influyó en él, a tal grado que incluso copió el Autorretrato del célebre maestro. En 1786, la Academia de San Carlos de Valencia lo nombró “Académico de mérito con honores de Teniente”. De allí pasó a México, pues fue nombrado director de pintura en la Real Academia de San Carlos, el 3 de julio de 1793 y se sabe que llegó en mayo de 1794 a tierras novohispanas. No son muchas las obras que dejo este artista. De sus pinturas hechas en España, existe un San Sebastián y una figura copiada de la Escuela de Atenas de Rafael, ambas en el Museo Provincial de Valencia; hay noticias de que ilustró una edición académica del Quijote, de 1780; también pintó los retratos del mencionado Mengs y el de la marquesa de los Llanos, ambos ubicados en Madrid. Su trabajo en Nueva España fue también notable. Famosos son sus cuadros con las efigies de Manuel Tolsá y Jerónimo Antonio Gil (actualmente localizados en el Museo Nacional de Arte), aunque destacó de modo particular como fresquista decorando la cúpula de la capilla del Señor de Santa Teresa. Mismo caso de la Asunción mariana de su autoría en la cúpula de la Catedral de México, estrenada en 1810, que se perdió en un incendio en el año de 1967. Luego de la Independencia de México, se decidió que la Academia se denominará Academia Nacional de las Nobles Artes de San Carlos, y Ximeno continuó desempeñando el cargo de director general, aunque su salud iba en declive. Sabido es que en 1824 su asistencia era irregular y su lugar lo ocupaba su discípulo José María Vázquez. Ximeno falleció en la Ciudad de México a principios de junio de 1825. 12


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renovación del Cristo de Ixmiquilpan, así como las escenas del pleito y alboroto ocurrido entre moradores del pueblo del Cardonal y de Ixmiquilpan, al conocerse el traslado del crucifijo a la capital. En su estudio, El exconvento de San José y la iglesia de Santa Teresa la Antigua, sus arquitectos, artistas y artesanos, María Concepción Amerlinck hace notar la participación de otros notables artistas y artesanos, entre ellos: Pedro Patiño Ixtolinque, Francisco Clapare, Pedro Cortada, Ramón Guevara y José Sánchez.15 La vida en México, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, empezaba articularse de manera distinta a la acostumbrada. Un tanto harta por el viejo orden y de algún modo inflamada por la filosofía ilustrada, la sociedad había resuelto cambiar parte de sus hábitos y estructuras. Nuevos aires se respiraban en las calles, plazas, cuarteles, posadas, templos y conventos. Los vientos de libertad eran cada vez más exacerbados a causa de las desigualdades económicas, políticas y sociales. Las conciencias no renegaban de la religión, aunque sí del gobierno. Se vivía, en suma, “la edad de las lamentaciones criollas” y se vislumbraba un cambio revolucionario. No obstante, la ciudad y sus alrededores mantenían su conformación novohispana. Existían más de cuatrocientas calles y callejones muy bien empedrados, con cerca de setenta plazas, perfectamente delimitadas por los muros de los conventos y por las fachadas de los edificios públicos. Aún estaban en uso los viejos puentes que se habían colocado para el cruce de canales y acequias de la otrora “Venecia de América”. Si bien la ciudad no denotaba radicales transformaciones, tampoco podría decirse que estuviesen ausentes las nuevas corrientes arquitectónicas. A Tolsá, por ejemplo, se deben la conclusión de los trabajos de la Catedral Metropolitana y la construcción del Palacio de Minería, magna obra del efímero auge neoclásico, en donde Ximeno y Planes también plasmara dos de sus más valiosas pinturas: La Asunción de la Virgen y El milagro del Pocito. Aceptar el neoclásico significaba fincar en la modernidad y el edificio de Santa Teresa no quedó al margen de la regla. Bajo ese estilo, la capilla y su hermosa cúpula fueron bendecidas el 17 de mayo de 1813 por el arzobispo Antonio Bergoza y Jordán.

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Amerlinck de Corsi: op. cit., pp. 485, 486.


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Litografía con la ruina ocasionada por el terremoto de 1845 que derribó la cúpula de la capilla del Señor de Santa Teresa. Fototeca Nacional del INAH.

Giro importante en la vida del convento y del templo fue el sucedido el 7 de abril de 1845. Ese día un temblor trepidatorio, de oscilaciones diversas, con un tiempo de casi tres minutos, derribó el cimborrio de la capilla del “portentoso” Señor de Santa Teresa y todas las columnas pareadas que lo sostenían; sólo se salvaron los arcos torales y los muros. La bóveda, 16 Véase el acta levantada después del sismo que fue integrada a las ediciones decimonónicas de la historia de la “milagrosa renovación del Santo Cristo”, del padre Alonso de Velasco.


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en su caída, destruyó el templete donde se exponía el Santo Cristo “desde el plinto de las columnas á arriba, y el cual, desde el zócalo hasta la media naranja estaba contraído de ricos mármoles, circundado de tres altares en el frente y costados de la misma piedra.”16 Durante el siglo XIX las imágenes del desastre circularon profusamente en periódicos revistas y libros; a los artistas José Decaen y Pedro Gualdi debemos excelentes litografías. El asunto para la reconstrucción de esta obra arquitectónica se turnó al arquitecto español don Lorenzo de la Hidalga. Él proyectó los planos de la cúpula y de la actual capilla, que “junto con la de Loreto, son las mejores obras que hizo el neoclásico en México”.17 De la Hidalga contó con la colaboración de Abraham Vera y Joaquín de Heredia; también asistieron a los trabajos los maestros carpinteros Jaime y Feliciano Martínez; en el ramo de escultura se contrató a Santiago Evans con un pago de 2,590 pesos;18 para el dorado y estuco se designó a José Álvarez y se le pagaron 9,117 pesos; el templete de mármol fue confiado a los señores Tangassi por la suma de 13,700 pesos; el elegido para pintar la cúpula, las pechinas, los altares y el ábside fue el pintor clasicista Juan Cordero, quien se ajustó a la cantidad de 11,500 pesos; otros arreglos fueron los del zócalo, gradas del presbiterio, templete, vidrieras y ventanas con imágenes de la Pasión. Se calcula que en su totalidad se invirtieron más de 100,000 pesos, en su mayoría debidos a la piedad pública. Las pinturas de Juan Cordero,19 ejecutadas entre 1855 y 1857, no variaron en mucho la temática anterior. En el ábside continuó la historia

Opinión del crítico e historiador Francisco de la Maza. Del neoclásico al art nouveau y Primer viaje a Europa, p.21. Valle Arizpe señala a Manuel Vilar, académico de renombre, como uno de los principales artistas de la decoración. Op. cit., p. 316. 19 Juan Cordero Hoyos es una de las figuras centrales de la plástica mexicana del siglo XIX en México. En su vida, como en su obra, nació el primer brote de nacionalismo que daría, a la postre, una conciencia de la grandeza del arte mexicano. Cordero tiene, sin duda, un lugar distinguido en nuestra historia; dejó valiosos cuadros y la meritoria hazaña de revivir la pintura mural, y dentro de ella ejecutar la primera alegoría filosófica en México. Nació en Teziutlán, Puebla, en 1824. Desde niño mostró natural disposición para el dibujo, razón por la cual su padre decidió enviarlo a estudiar a la Academia de San Carlos; pero debido a la incuria y abandono que sufría ese recinto, optaron por marcharse a Roma. Cordero llegó a esa ciudad en 1844; allí permaneció hasta 1853, bajo la dirección de Natal de Carta. Durante esa época pintó brillantes obras, entre las que podemos mencionar el excepcional Retrato de los escultores Pérez y Valero, Princesa romana en traje de vestal, La mujer del pandero, Autorretrato, Retrato de los arquitectos Agea y La Anunciación, obra rafaelesca y en cierto modo hasta prerrafaelista, por la extrema idealización y alambicamiento de las figuras, tan definitivamente italianizantes y amaneradas. Antes de su regreso a México, Cordero envió la obra que lo consagró: Colón ante los reyes católicos. Esta escena “redescrubría” a América y sorprendería a propios y extraños por ser la primera en su género. Conociendo su popularidad, Cordero regresó a México con un lienzo de monumentales proporciones que vislumbró la pintura mural que más tarde el artista emprendió. Amparado por un sector de la crítica, Cordero se consideró el pintor nacional y el hombre destinado a ocupar la dirección de pintura de la Academia, la cual retenía Pelegrín Clavé, con quien ya tenía diferencias; sin embargo, don José Bernardo Couto, célebre primer historiador del arte mexicano y presidente de la junta directiva de la Academia de ese entonces, sólo pudo ofrecerle la subdirección, cargo que por dignidad rechazó. Fatigado, emprendió un gran mural al óleo en la iglesia de Jesús María, con el tema: Jesús entre los doctores; pero, sin duda, el mural más completo que llevó a cabo es el de la capilla del Cristo de Santa Teresa. De su época en México son numerosos los retratos que realizó: el del general Santa Anna, el de doña Dolores Tosta, el de la señorita Angela Osio y el retrato de Gabino Barreda, reformador de la educación y maestro de la filosofía positivista en México. Este último retrato, propiedad de la UNAM , seguramente promovió la simpatía de don Gabino Barreda hacia Cordero, y en 1874, otorgó al pintor uno de los muros de la Escuela Nacional Preparatoria para que plasmara el mural Triunfo de la ciencia y el trabajo sobre la pereza y la ignorancia, obra sustituida desde 1900 por un vitral alusivo al Amor, el Orden y el Progreso, mejor conocido como la Bienvenida. 17 18


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Izquierda: Interior de la capilla del Señor de Santa Teresa después de 1855. Fototeca Nacional del INAH. Derecha: Cúpula, pechinas y arcos casetonados de la capilla de Santa Teresa.

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de la afamada renovación del Cristo y en las pechinas plasmó la imagen de los evangelistas: Mateo, Lucas y Juan, pues el San Marcos de Ximeno aún se conservaba. Las escenas de la cúpula, a diferencia de las desaparecidas, tuvieron como motivo al Padre Eterno rodeado por las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y por las tres teologales (fe, esperanza y caridad); en los intercolumnios pintó a cuatro apóstoles: San Pedro, San Pablo, Santiago el Mayor y Santiago el Menor. Otras creaciones fueron La purificación del Templo y El nacimiento de la Virgen, ambas colocadas en el área de la sacristía. Copias de Rafael y Tiziano realizó en los altares: La transfiguración del Señor y La Asunción. Por último, los temas que escogió para los lados de las ventanas centrales curiosamente correspondieron a las artes y a las ciencias, representadas mediante cuatro alegorías: la poesía, la música, la historia y la astronomía.


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Izquierda: Cristo de Ixmiquilpan en la capilla de las monjas carmelitas de Tlacopac, San Ángel. Derecha: Vista de la cúpula de Santa Teresa, obra de Lorenzo de la Hidalga. Fototeca Nacional del INAH.

El estreno de la nueva capilla se efectuó el día 7 de mayo de 1858 y su bendición corrió a cargo de don Joaquín Fernández de Madrid, obispo de Tenagra y arcediano de la Catedral de México. Al día siguiente, por la calle de las Escalerillas, un inmenso gentío acompañó al Cristo de Santa Teresa a su original morada. Hubo misas cantadas y se ordenó un novenario. La devoción del pueblo obligaría a que se declarara fiesta nacional cada 19 de mayo en recuerdo de su “milagrosa renovación”.20

“[La cúpula de Santa Teresa], junto con la de Loreto, son las mejores obras que hizo el neoclásico en México.”

20 El cristo permaneció en la iglesia de Santa Teresa la Antigua hasta 1930; de ese año hasta la primera mitad del siglo XX fue mostrado en una capilla de la Catedral Metropolitana. Actualmente se encuentra en posesión de las monjas carmelitas del convento de Tlacopac, en San Ángel.


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Exclaustración y ruina

Decoración zoomorfa en azulejos de talavera, siglo XVII.

urante la revolución de Ayutla, con la destitución del general Santa Anna, el clero mexicano inició una serie de enfrentamientos políticos contra la administración naciente de Juan Álvarez. Acostumbrada al dominio y a los privilegios, la Iglesia se negaba a participar en las nuevas disposiciones del pensamiento liberal, encarnado en las personas de Ponciano Arriaga, Guillermo Prieto, Melchor Ocampo, Ignacio Comonfort y Benito Juárez. Dicho encono devino en una auténtica crisis nacional, cuya consecuencia, por demás esperada, fue la abolición y supresión de los fueros eclesiásticos. Con el antecedente de la ley Juárez, Miguel Lerdo de Tejada, ministro de Hacienda y Crédito Público, expidió el 25 de junio de 1856 la ley que lleva su nombre, la cual marcó el derrotero definitivo de la impostergable desamortización y nacionalización de los bienes de la Iglesia y de toda propiedad comunal en el México caótico del siglo XIX. La exaltación de los ánimos y la inconformidad no se hicieron esperar. A menos de tres meses de que la ley entrara en vigor, se desató una conspiración con visos armados en el convento de San Francisco. Enterado de la conjura, el gobierno, en una franca contradicción y con pretexto baladí, decretó la supresión del convento y la enajenación de sus bienes, declarados nacionales a partir de ese momento. Si bien la ley Lerdo no confiscó los bienes de la Iglesia tan abiertamente, tampoco estaría ajena a ello; de hecho fue el precedente de su posterior nacionalización en 1859. Es claro que con esas medidas no se enriqueció el Estado ni tampoco sus funcionarios. Los beneficiados en todo caso fueron los ricos que ni tardos ni perezosos lucraron con los efectos de las dictadas leyes, haciéndose de no pocas adjudicaciones inmobiliarias.


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Así, por ejemplo, el acaudalado don Antonio Escandón adquirió a precios irrisorios el Templo de San Agustín y el Templo de la Concepción. La guerra civil llamada de los Tres años o de Reforma, entre liberales y conservadores, y la anulación de la ley Lerdo daría oportunidad a los clericales para rehacerse de algunas de sus pérdidas. La devolución de fincas y títulos adjudicados se presentó con rapidez en las ciudades del país que controlaban los conservadores. Las instituciones de beneficencia, tales como hospicios, hospitales y orfanatorios, serían las primeras en recuperar sus inmuebles y terrenos. Exigencias políticas y la prolongación del conflicto obligaron a Juárez y a sus ministros a consumar la Reforma en Veracruz. Ahí, Miguel Lerdo de Tejada expidió la ley del 12 de julio y su reglamento que declaraba la nacionalización de los bienes eclesiásticos sin compensación y la separación de la Iglesia y el Estado. En lo tocante a los conventos de monjas, la nueva ley les otorgaba el derecho a exclaustrarse, no sin llevarse la dote que por su ingreso habían dado al convento de su elección. El triunfo del partido liberal en la batalla de Calpulalpam, el 22 de diciembre de 1860, hizo posible la aplicación de las leyes de Reforma en todo el territorio mexicano. Los resultados tardaron muy poco: el 5 de febrero de 1861, Guillermo Prieto, sustituto en la cartera de Hacienda de Lerdo de Tejada, expidió una ley reglamentaria que en esta ocasión sí pondría en jaque al patrimonio de las religiosas. La nueva disposición exigió que en un plazo no mayor de quince días se redujera a su mínima expresión el número de conventos femeninos, trasladándose las monjas a otros, a fin de que la mayoría fuesen rematados para beneficio de viudas y huérfanos, así como de instituciones de caridad. La exclaustración y refundición de los conventos de monjas mucho debió haber alterado a la sociedad, acostumbrada a no verlos más allá de sus añosos muros siempre rodeados de misterio, incienso y santidad. El 11 de marzo de 1863, las últimas veintidós monjas de Santa Teresa la Antigua fueron exclaustradas del convento, convirtiéndose éste en una casa de vecindad. Por fortuna, su templo fue de los pocos que quedaron abiertos al público y eso lo libró de su parcial o total destrucción. Durante el efímero imperio de Maximiliano de Habsburgo, animadas por el aparente repliegue de Juárez, las monjas volvieron al convento; sin embargo, con la caída del archiduque y su fusilamiento en Querétaro, de nueva cuenta serían obligadas a abandonarlo.


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Litografía de la calle de Primo Verdad a mediados del siglo XIX .

Por esas turbulentas fechas las instalaciones fueron ocupadas como cuartel de mutilados por las guerras. El desastre, por tanto, fue inevitable. Su colofón se escribió en 1868 cuando las instalaciones fueron adquiridas por don Luis de Miranda e Iturbe y se destinaron como casas habitación. Ya en “ruinas”, el convento fue vendido al señor Carlos Haghenbeck, quien a título de herencia, puso la propiedad en manos de su viuda la señora Josefa Sanromán, para después pasar a las de su hija, la señora María de Jesús Haghenbeck de Rincón Gallardo.21 La adversidad y el anonimato no durarían mucho sobre los cimientos de lo que fuera la morada de las monjas teresianas. Un noble y moderno uso, hijo del liberalismo, se pondría a sus puertas: la erección de la Escuela Normal de Maestros.

Al escribir su libro La ciudad de México en el siglo XVII , Francisco de la Maza lamentaba que no existiese entonces “ni un centímetro cuadrado del convento”; y en efecto no lo había. Fue hasta después de 1978 que se descubrieron algunos arcos, una fuente y algunas zonas correspondientes a lo que fuera el claustro. El gran crítico no tendría la oportunidad de apreciar tan valiosos vestigios. p. 54.

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La escuela

Interior de patio del Palacio de la Autonomía con ventana de vestigios arqueológicos del siglo XVI.

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n 1882, por instrucciones del presidente Manuel González, Joaquín Baranda, Ministro de Justicia e Instrucción Pública, giró una minuta a Ignacio Manuel Altamirano con la intención de invitarlo a elaborar un proyecto para crear la Escuela Normal de Profesores de Instrucción Primaria. Baranda, como muchos de sus contemporáneos, vio en Altamirano al hombre con el talento suficiente para solucionar los problemas educativos del país. Baranda le confiaba a Altamirano: “No es la primera vez que se piensa en realizar esa importante mejora, sin la cual sería imposible obtener satisfactorios resultados en el ramo de la instrucción pública primaria; porque desde el año de 1867 se ha venido sintiendo, cada día más, la necesidad de crear esa personalidad respetable que se llama maestro de escuela, poniéndola en condiciones de poder desempeñar su elevada misión, que constituye, sin duda alguna, el verdadero sacerdocio del progreso moderno.”22 Joaquín Baranda estaba convencido de que los tiempos eran propicios para elevar a otro rango la modesta academia de profesores, sin importar los obstáculos que pudieran oponerse. En esa creencia brindó toda la libertad y el apoyo al ilustre liberal y “maestro de la juventud”. Entre sus instrucciones resalta aquélla donde enfatiza su interés por “el edificio” que ha de ocupar la futura escuela: “No deben limitarse los trabajos de usted en el particular de que se trata, a la parte moral de la Escuela, sino también a la parte material, señalando la forma y condiciones que ha de tener el edificio que se destine a ese objeto, pues este punto que se ha estado mirando con indiferencia, preocupa hoy la atención del gobierno, por el deseo que le

La minuta completa se encuentra reproducida en Presencia de la E.N.M. en la Historia de México de la profesora Cinosura Constantino Blancas, pp. 9 y 11.


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anima, de que hasta donde sea posible, se adopte en México, como en las naciones más civilizadas, la arquitectura escolar.”23 El proyecto de Altamirano fue concluido en 1885 y sus principios básicos quedaron registrados en la sucinta exposición de motivos que precedió al documento. En ellos, Altamirano declaraba que la Escuela Normal tendría un carácter nacional sin ninguna restricción para los alumnos de otros estados; que la enseñanza debía ser gratuita; que no habría distinciones sociales ni económicas; que se aceptarían alumnos y alumnas; que se crearía una escuela de párvulos y dos escuelas primarias para prácticas y aplicación de conocimientos; que el programa de estudios abarcaría, entre otros temas, aritmética, álgebra, geometría, física, astronomía, historia y geografía de México, zoología, botánica, idiomas, música y gimnasia; que estos estudios debían hacerse en cinco años; y, finalmente, que en lo sucesivo sólo la Escuela Normal podría legitimar los libros de texto de las escuelas primarias. La aprobación del proyecto se dio por decreto el 17 de diciembre de 1885 en la Cámara de Diputados, previa revisión de connotados personajes como Justo Sierra, Miguel Serrano, Miguel Schulz, Joaquín Noreña, Manuel Cervantes y Enrique Laubscher, publicándose su reglamentación el 2 de octubre de 1886. Ese mismo año se dispuso que Enrique Laubscher se encargara de la remodelación y reconstrucción del edificio propuesto por Altamirano, que fue adquirido por la suma de 18,500 pesos. El por qué fue elegido el otrora convento de Santa Teresa como asiento de la Escuela Normal de Maestros es algo que a ciencia cierta no sabemos; sin embargo, no es difícil pensar que su elección se haya debido a su inigualable ubicación y a lo espacioso de su terreno. La materialización de ese sueño pedagógico llegó el 24 de febrero de 1887 en un acto solemne encabezado por el presidente de la República, general Porfirio Díaz.24 A la fiesta inaugural concurrieron también grandes personalidades y se montó un escenario digno para recibirlas. En el programa se incluyó la lectura del decreto de la fundación y se firmó el acta correspondiente. La Orquesta del Conservatorio Nacional, bajo la batuta del músico José Rivas, tocó piezas clásicas de Auber, Bizet, Saint Saens y Ibídem, p.12. Como extraña coincidencia, en mayo de ese mismo año y a iniciativa del doctor Alfonso María Brito, fue creada la Sociedad Odontológica Nacional y se publicó la primera revista odontológica mexicana. Nadie en ese momento relacionaría aledificio de la naciente escuela normalista con la entonces balbuceante profesión de odontólogo. Martha Victoria Díaz de Kuri, El nacimiento de una profesión, la odontología en el siglo XIX en México, pp. 109 y 110.

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Izquierda: La Calle de Primo Verdad hacia 1855. Derecha: Postal con la fachada de la Escuela Normal de Profesores hacia 1885.

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Beethoven; no faltaron los acordes del Himno Nacional. Tuvo participación especial Guillermo Prieto con su grandilocuente poesía intitulada En la Apertura de la Escuela Normal.25 Las semillas de los frutos que auguraba Guillermo Prieto serían sembradas por ilustres pensadores y escritores como Ezequiel A. Chávez, Luis González Obregón, Hilarión Frías y Soto, José María Vigil, Francisco del Paso y Troncoso, Gustavo E. Campa, Ricardo Castro, Enrique Fernández Granados y José María Bustillos, entre muchos más. Por los salones, corredores y pasillos, los estudiantes normalistas comentarían entusiasmados sus enseñanzas y tratarían de seguir las huellas de sus mentores. La distribución arquitectónica de la floreciente escuela abarcó las dos plantas con que contaba el edificio. Su descripción hoy la conocemos gracias al testimonio de un estudiante fundador y a los planos que realizara para su remodelación el arquitecto e ingeniero civil Manuel Francisco Álvarez en 1890. A la vista, esos documentos nos ofrecen la exacta fisonomía y proporción de las instalaciones que conformaban el edificio. En virtud de que la descripción de Luis de la Brena es de primera mano y

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Ibídem, p. 16.


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que además sigue “centímetro a centímetro” el levantamiento de Álvarez, no dudamos en reproducirla íntegramente: Una fachada de tres puertas,26 entrando a la derecha estaba la Secretaría, al fondo de ésta y adyacente se encontraba la Dirección, al frente de la secretaría quedaban las habitaciones del conserje y la portería en donde se fijaban las listas de calificaciones mensuales; pasando una mampara de vidrios de colores se llegaba a un pasillo que se extendía a la derecha e izquierda, allí se instalaron bancas para los familiares de los niños, alumnos de las escuelas anexas; servía asimismo para fijar en los muros que lo limitaban las perchas para los sombreros y abrigos. Siguiendo el pasillo por la derecha estaba el anexo de párvulos con cuatro salas correspondientes a las cuatro secciones; a la izquierda quedaba la primaria anexa, con ocho salas, cuatro en el patio principal y cuatro en el patio que tenía una puerta de salida para la calle de Santa Teresa la Antigua y que estaba todo enlosado. Tanto el kindergarden como las salas de clase en la primaria y las de los cursos normalistas tenían un mobiliario de tipo unitario y que había sido comprado expresamente por el Lic. Miguel Serrano en los Estados Unidos con un valor de $9,000.00. En la parte alta se encontraban las salas de clase para los normalistas con la sola excepción del gimnasio y el patio para la práctica de los ejercicios militares, dispuestos en la planta baja. Para llegar a las salas del piso superior se ascendía por la elegante escalera de piedra pulida que al levantarse en el lado oriente del patio daba acceso a un descanso desde donde se abría en dos ramas que terminaba en el corredor que prolongado por el centro hacia el este daba paso al salón de actos; formando escuadra con este corredor seguían, respectivamente, el del lado norte y el del lado sur; con el de occidente limitaban la construcción interiormente. Al oeste y por consecuencia al lado de la fachada, quedaban las salas destinadas a las clases de Geografía, Historia y Matemáticas; las salas destinadas a Historia Natural, Fisiología e Higiene estaban al lado sur, en frente se levantaban las salas de Física y Química provistas de laboratorios y gabinetes de lo más completo en aquella época. En el lado norte del local y correspondiente al patio que daba salida a Santa Teresa la Antigua, hoy Guatemala, estaba el monumental salón de dibujo con sus pizarrones murales. Abajo del salón de actos estaba el gimnasio provisto de toda clase de aparatos relativos a los ejercicios físicos, allí mismo estaban instalados los armeros para los fusiles. Al sur del gimnasio quedaban departamentos sanitarios perfectamente acondicionados. En general, el edificio ofrecía un aspecto de decencia, limpieza, brillo y color regocijante.27

Esta fachada puede ser fácilmente apreciada en una litografía del siglo XIX que se ha incluido. La descripción de Luis de la Brena apareció publicada por primera vez en 1937 en una reseña conmemorativa de la Escuela Nacional de Maestros. Nuestra cita pertenece al libro de Concepción Jiménez Alarcón: La Escuela Nacional de Maestros. (Sus orígenes). pp. 102 y 103. 26 27


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Retrato del arquitecto e ingeniero civil Manuel Francisco Álvarez. Reproducido en Arquitectura del siglo XIX en México, de Israel Katzman, Editorial Trillas.



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El palacio ecléctico

Panorama de la calle de Primo Verdad con el templo de Santa Teresa y la reciente fachada de la Escuela Normal de Maestros, proyecto del arquitecto e ingeniero civil Manuel Francisco Álvarez. Fototeca Nacional del INAH.

espués de casi tres años de vida académica, con una afluencia de más de 100 alumnos y con cerca de trescientos escolares a nivel primaria,28 la escuela requirió de una ampliación mayor y de una presencia arquitectónica más a tono con sus modernos ideales educativos. El elegido para emprender esa tarea fue, como ya se dijo, Manuel Francisco Álvarez,29 quien replanteó la distribución de sus áreas y dio al edificio sus actuales fachadas de estilo ecléctico, que se encuentran orientadas hacia el norte por la calle de Guatemala, y al poniente por la calle de Licenciado Verdad.

Fachadas norte y poniente a principios del siglo XX . Fototeca Nacional del INAH.

Uno de esos escolares se llamó José Clemente Orozco y su ingreso se registró precisamente al construirse el palacio. Manuel Francisco Álvarez se graduó como arquitecto e ingeniero civil en la Antigua Academia de San Carlos en 1863. Entre sus cargos destacan los que desempeñó como regidor de la Ciudad de México, presidente de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos, y director de la Escuela Nacional de Artes y Oficios. Solía escribir sobre su profesión en periódicos y revistas. Dentro de su currícula como historiador sobresalen catorce libros referentes a la arquitectura en México y América Latina. Tuvo una importante participación en la planeación del desagüe del Valle de México y realizó la traza del camino a Río Frío. Fue autor de obras arquitectónicas muy significativas en su tiempo. Su muerte acaeció en 1926. Israel Katzman, Arquitectura del siglo XIX en México, pp.339 y 340.

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El estilo arquitectónico de este edificio se caracterizó por sus distintos componentes barrocos, rococós y neoclásicos, inscritos particularmente en lo que se ha denominado como eclecticismo y cuya tendencia arquitectónica consistía en imitar a los edificios y monumentos de la antigüedad. Este movimiento tenía como principal planteamiento la transformación de la estética académica y la ruptura de presupuestos condicionados. En esencia, el eclecticismo exigía un tratamiento más libre de las formas léxicas, concretado en la descomposición de un modelo o en su reconstrucción mediante motivos externos o ajenos a los cánones establecidos.30 La fachada norte, correspondiente a la planta baja, está compuesta por doce pilastras sin bases, con basamento escalonado corrido, fustes de sección rectangular y capiteles formados de elementos originales que no sostienen ningún entablamento; estos elementos sustentantes encuadran once ventanas con antepechos que tienen una cenefa de azulejos como ornamentación, jambas de azulejos polícromos y dinteles sencillos con canecillos; en lugar de cornisa hay una faja recta que coincide con el espacio que ocupan los capiteles. En el cuerpo superior las doce pilastras sustentantes son semejantes a las de la planta baja, tanto en forma como en disposición; realzan sus capiteles dóricos y su entablamento de orden mutular que imprimen una sensación de ligereza a la composición; existen ahí once ventanas con arco de medio punto encuadradas por antepechos sencillos. El remate se logró mediante la presencia de un gran ático, conformado a base de tableros rectangulares que guardan en su centro un medallón. El entablamento de este nivel recorre todo el edificio a la misma altura. En sus extremos, esta fachada presenta machones con fustes de recubrimientos almohadillados, desde el basamento de la planta baja hasta la primera cornisa de la misma. El cuerpo de unión de las fachadas norte y poniente es semicircular con una puerta rectangular enmarcada por molduras, también conocidas como chambranas, y se encuentra flanqueada por dos nichos de fondo liso entre columnas de orden jónico con fustes estriados y el primer tercio liso. En el segundo nivel, destaca un balcón guardado por una barandilla y tres vanos separados por columnas corintias y sendos medallones; el ático está rematado por tres tableros decorados. Este cuerpo se encuentra coronado por una cúpula esférica de seis linternillas tipo francés. El término eclecticismo aparece por primera vez en la obra de Diógenes Leercio titulada Vida y opiniones de los filósofos, relacionado con un filósofo de nombre Potamón, que lo utilizó para designar a una escuela: eclektiké asresis, que significa “escuela seleccionadora”, es decir, “seleccionar lo mejor de cada cosa”. La referencia nuestra proviene de Ramón Vargas, Historia de la teoría de la arquitectura: el porfirismo, p.97.

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Vista actual del Palacio de la Autonomía.

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Por lo que respecta a la fachada poniente ésta se conforma de tres partes: dos laterales y una central. Las laterales siguen la misma línea arquitectónica que se ejecutó en la fachada norte, mientras que la central consta de una portada con tres arcos de medio punto, enmarcados entre sí por columnas corintias de fustes estriados con un entablamento mutular; las puertas son de madera y los tímpanos enrejados. En el primer nivel hay tres vanos separados por columnas corintias que tienen correspondencia con las de la planta baja y comunican hacia el Paraninfo; se aprecia un balcón de balaustrada alternada de nueve módulos sobre el entablamento inferior. Sus puertas constan de dinteles sobre los que descansan tres medallones ornamentados con un entablamento mutular. Arriba luce un friso sin decorar, dividido en tres partes mediante sendas ménsulas; en estas últimas reposa un frontón o paramento triangular de dos cuerpos, de estilo neoclásico. El primero con cuatro pilastras de fuste liso, con capiteles corintios y tres tarjas decoradas; mientras el segundo presenta un medallón que expone el rostro de la diosa Minerva al estilo de los templos griegos. El perímetro de este elemento sigue líneas con dentículos y culmina con tres veneras en sus ángulos.


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De gran majestad fueron sus interiores, donde cobra cierta relevancia la zona del vestíbulo circular con su decoración de mosaicos hexagonales y su escalinata forrada en mármol de Carrara, ambientada, en su arranque, por un piso con motivos geométricos. Esta escalera se bifurca en rampas de desarrollo circular y se encuentra iluminada por la cúpula de estructura metálica; sus barandales son de una ejemplar herrería; enmarcan su paso columnas de orden toscano con capiteles jónicos. Por otro lado, para el cubo de la escalera principal se hicieron cuatro emplomados, pintados a fuego. Los motivos fueron floreros enmarcados por cenefas de diferentes colores. Los jarrones tienen detalles en cantera con influencia romana. Los cuatro vitrales son simétricos, es decir, el detalle se repite y lo único que cambia es la ubicación de las flores. El vidrio es contemporáneo y se conoce como florentino. Son cuatro paneles de grandes dimensiones y cada uno está constituido por dos más pequeños. Hay otros de dimensiones menores, que se encontraban en las puertas de los salones. Fabricados con técnicas novedosas para su época, destacan por la superposición de vidrios de diferente espesor, que genera un cambio o contraste de luces. Su uso fue meramente ornamental.

Izquierda: Detalle de segundo cuerpo y frontón de portada poniente. Derecha: Interior del vestíbulo circular.

Vitrales del cubo de la escalera del patio principal.


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Se establece la Universidad y se proyecta el Paraninfo

Izquierda: Porfirio Díaz Ortega. Reproducido en: https://goo.gl/tg3aEd Derecha: Leopoldo Batres. Fotografía reproducida en: https://goo.gl/cJfmCY

l interés por el orden educativo lo preconizó como nadie Justo Sierra. Su participación en ese ramo comenzó en 1901 cuando Justino Fernández, ministro sustituto de Baranda, lo nombró subsecretario; sin embargo, no es sino hasta 1905, con su designación como secretario del Despacho de Instrucción Pública y Bellas Artes y con la elaboración de la Ley de Educación Primaria de 1908, que Justo Sierra adquiere la total injerencia en el periplo cultural del país. Hombre sagaz e inteligente, Sierra promovió el Congreso Nacional de Educación Primaria y la reapertura de la Universidad Nacional de México en 1910, suceso que otorgaría al edificio de la calle de Primo Verdad la oportunidad de continuar su protagonismo en el foro de la educación nacional al alojar al poco tiempo de su inauguración la sede de la Rectoría, y de la Escuela de Altos Estudios, no sin antes haber sido objeto de una remodelación; esta vez por parte del ingeniero Porfirio Díaz Ortega.31 La más trascendente fue la realización del salón de actos llamado el Paraninfo sobre lo que fuera el salón de historia y geografía, y cuyo proyecto se encomendó a Leopoldo Batres.32

Hijo del “Héroe del 2 de abril”, Porfirio Díaz Ortega trabajaba como jefe de la Compañía Mexicana de Construcciones e Ingeniería. Tuvo a su cargo las remodelaciones de la Casa del marqués del Apartado y también se le designó como el encargado para edificar la nueva Escuela Normal, después Colegio Militar, ubicada en la Calzada México-Tacuba e inaugurada el 12 de septiembre de 1910. 32 Leopoldo Batres nació y murió en la Ciudad de México (1852-1926). Fue un distinguido arqueólogo; realizó sus estudios profesionales en París. Como funcionario tuvo los cargos de inspector, colector y conservador de monumentos arqueológicos. Valiosa fue su colaboración en la “identificación” de los restos de algunos héroes de la Independencia. Participó también en exploraciones arqueológicas en Monte Albán, Mitla, La Quemada, Xochicalco, Teotihuacan e Isla de los Sacrificios. A él le debemos más de media docena de títulos con asuntos arqueológicos. Cercano a nuestro tema acaso es el denominado: “Excavaciones en la calle de las Escalerillas”, de 1902. Artemio de Valle Arizpe lo califica de “arquéologo truchimán” y lo acusa de haber saqueado y vendido “las elegancias artísticas de madera”, pertenecientes a la antigua universidad, cuyos “sobrantes” colocó en el Paraninfo, entre ellos una mesa, unos cuantos sillones, un pedazo del retablo de la capilla y algunas columnas salomónicas. Calle vieja y calle nueva, pp.40-41. 31


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El Paraninfo en 1910, cuando era Salón de Sesiones del Consejo Universitario. Fototeca Nacional del INAH.

Este recinto se decoró en un estilo neobarroco; su composición, inspirada en el salón el Generalito de la entonces Escuela Nacional Preparatoria, se hizo a base de una sillería tipo colonial con columnas salomónicas y retablos realizados en cedro. Ahí, sobre el retablo principal, lucía el escudo liberal y positivista de la Universidad con su antiguo lema: Patriae. Scientieaeqve. Amor. Salvs. Popvli. Est., que traducido rezaba así: “La salvación del pueblo está en el amor a la patria y a la ciencia”. El muro “testero” luce un retablo en madera de cedro con una base o zócalo de columnas salomónicas, un pequeño entablamento y un cuerpo de tres calles, separadas por cuatro pilastras estípites, profusamente talladas con sendas cabezas de querubines al centro. Cada calle contiene un nicho vacío y su respectiva peana, resaltando, por su tamaño, el central con una cabeza de querubín como motivo decorativo. A modo de remate, surge una cornisa dentada y un frontón curvo partido con el escudo de la Universidad, y una venera o concha, de cuyo enmarcado sale una guirnalda policromada sostenida por dos putti sentados que juegan con ella. A cada uno de los lados de este retablo se encuentran dos accesos con puertas lisas que comunican con el vestíbulo circular; estos vanos están perfilados por pilastras estípites rematadas por una cornisa, también dentada. El muro poniente permite la inclusión de tres ventanas y sus


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Muro testero con lema pintado y retablo con escudo universitario.

marcos, que están destacados por columnas entorchadas, pareadas y una en la parte media, sostenidas por lisos pedestales. En el caso del muro oriente, el que comunica al patio interior del edificio, se encuentra una puerta tallada de medio punto, resguardada por dos columnas de senos y gargantas. Cabe decir que el intradós que recibe la puerta está recubierto por tres franjas de mosaicos de talavera, en color amarillo, azul y tonalidades verdes. En oposición al frontis del salón, se encuentra, sobre los sitiales y lambrín liso, el cuerpo de otro retablo rectangular con cornisa y sin remate de franca filiación manierista. A su estructura arquitectónica o mazonería, se integran dos columnas pareadas talladas, colocadas a los extremos, que descansan sobre una base ornamentada con una roseta tallada y policromada. Al centro se aprecian tres calles con nichos; los dos laterales de medio punto barrocamente decorados con peana, en tanto que la central integra ocho nichos en cuatro líneas de dos con terminación en arcos de medio punto y poligonales. El entablamento que culmina la composición tiene en el friso cuatro tarjas rectangulares labradas. Por último, realza sobre los sitiales la repetición de columnas torsales que asemejan gruesos tornillos de madera.


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A tono con su decoración barroca fue la incorporación al salón de una importante colección de doce óleos coloniales del siglo XVIII, firmados por el pintor Pedro Sandoval. Las Sibilas, como se conoce a esta serie, provienen de la Real y Pontificia Universidad de México; el tema son figuras femeninas de medio cuerpo dentro de fingidos óvalos moldurados. De la antigua universidad fueron trasladados al Paraninfo, para luego ser colocados en un salón del Palacio de Minería, hasta conseguir su ubicación nuevamente en el Paraninfo actual. Iconográficamente esta colección ilustra un tema de suyo interesante en la Historia del Arte. Sabido es que las sibilas tienen su origen en las sacerdotisas pitias o de Apolo pitio, el de Delfos; vivían en grutas o cerca de corrientes de agua y formulaban sus profecías en estado de trance, habitualmente en hexámetros griegos, que se transmitían por escrito. Los primeros escritores griegos mencionan sólo a una sibila, probablemente la eritrea, Herófila, quien predijo la guerra de Troya. En leyendas posteriores, el número de sibilas crece hasta diez, incluyendo la de Samos,

Retablo principal del Paraninfo hacia finales de 1940. Fototeca Nacional del INAH.


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Retablo, parte sur, hacia finales de 1940. Fototeca Nacional del INAH.

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la troyana, la del Helesponto, la frigia, la cimeria, la délfica, la de Cumas, la libia, la tiburtina y la babilónica o persa. Las sibilas aparecen en el mundo pagano desde el siglo II a. C. Desde entonces fueron honradas por su castidad. El cristianismo las incorporó a su discurso hasta el siglo IV d.C., en la voz de Lactancio, en su obra Instituciones divinae. Él fue el primero que atribuyó a cada una de las sibilas una profecía referente a Cristo. Sin embargo, será hasta el siglo XV cuando las sibilas obtengan “carta de naturalización” en el mundo moderno, en la obra del dominico Filippo Barbieri. En México la iconografía de las sibilas aparece por primera vez en Puebla, en la Casa del Deán Tomás de la Plaza (h. 1580). Ahí lucen sobre hermosos corceles, enarbolando pendones alusivos a la Venida del Mesías. Un ciclo de ellas también hubo en el santuario de la Virgen de los Remedios. Y aún es posible encontrarlas en los muros del presbiterio del antiguo templo agustino de Acolman. Del siglo XVIII y muy tardía es la serie de Pedro Sandoval. Éstas son: la délfica, que lleva un libro; la eritrea, con un cordero; la egipcia, como pastora pero con un libro y un cetro; la


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Vista lateral con sillería y óleos de sibilas.

hellespóntica, troyana, con un libro y tres espigas; la tiburtina o itálica, con una vasija y una palma; la lybica, con una rama; la pérsica, con un libro y una cruz; la cumana, con libro y estandarte; la europea, con una rama, al parecer de olivo; la samia, con un libro y una corona de espinas; la frigia, que se confunde con Casandra, lleva una espada desenvainada; y la cumea, con un ramo de flores. Para sus sibilas, Sandoval se inspiró en los grabados que ilustraron la obra del sacerdote Baltasar Porreño (párroco de Sacedón, en Guadalajara, provincia de España) llamada: Oráculos de las doce Sibilas, profetisas de Christo Nro. Señor entre los Gentiles, publicada en España en 1621, quien a su vez había tomado los modelos de una edición alemana (Colonia, 1601) ilustrada por el grabador Crispín van der Passe el Viejo, con el título XII Sibyllarum icones elegantissimi delineati, ac tabulis aeneis in lucem editi.33 “Los grabados de la obra española son los mismos de Crispín van der Passe, salvo que algunos están invertidos y naturalmente se ha perdido la exquisita calidad de los originales, por la mano inexperta del que los hizo. Con estos precedentes, el pintor novohispano Pedro Sandoval, de la segunda mitad del siglo XVIII realizó la serie, aunque sólo firmó la egipcia.”34

33 Estas fuentes iconográficas fueron sacadas a la luz por Santiago Sebastián: “Iconografía de las Sibilas del pintor novohispano Sandoval”, en Boletín de Monumentos Históricos, No. 7, INAH , México, 1982. 34 Íbid, p. 54.









Praeterea splendor quicumque est hacer adurit saepe oculos, ideo quod semina possidet ignis multa, dolorem oculis quae gignunt insinuando. Lurida praeterea fiunt quaecumque tuentur arquati, quia luroris



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Por lo que respecta al espacio que exhibe esta magnífica colección de cuadros y de vuelta a su historia, se puede apuntar y resumir que durante su efímero uso como salón de actos de la Universidad, el Paraninfo fue testigo del desarrollo de sesiones y ceremonias por demás significativas del acontecer universitario.35 En 1910 era Salón de Sesiones del Consejo Universitario. Relevante fue sin duda la ceremonia acontecida en 1914, con motivo del ingreso a las cátedras humanísticas del grupo denominado “Ateneo de la Juventud”. En este acto el rector daba la bienvenida a un grupo de jóvenes intelectuales que anteriormente habían reaccionado contra el cientificismo positivista del Estado.36 Lectores de Schopenhauer, Kant, Bergson, Taine, Hegel, Nietzsche, Winckelmann, Ruskin, Wilde y otros, los ateneístas fundaron una nueva era en el campo de las ideas y plantearon la búsqueda de un horizonte más universal.37

Daniel Cosío Villegas recuerda la ceremonia en que “el engolado rector José Natividad Macías entregó diplomas, toga y birrete a los tres primeros graduados de maestros en filosofía: Palma Guillén, Vicente Lombardo Toledano y Alfonso Caso”. Memorias, p.49. 36 El Ateneo de la Juventud reunía en sus cenáculos a Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Julio Torri, Enrique González Martínez, Rafael López, Roberto Argüelles Bringas, Eduardo Colín, Joaquín Méndez, Médiz Bolio, Rafael Cabrera, Jesús Acevedo, Alfonso Cravioto, Martín Luis Guzmán, Diego Rivera, Alfredo Ramos Martínez, Manuel Ponce, Julián Carrillo, Roberto Montenegro, Carlos González Peña, Isidro Fabela, Manuel de la Parra, Mariano Silva y Federico Mariscal. 37 “El movimiento intelectual contemporáneo de México”, conferencia leída en la Universidad de San Marcos, de Lima, Perú, el 26 de julio de 1916, citada por Juan Hernández Luna en Conferencias del Ateneo de la Juventud, p.10. 35


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Página 73: “Sibilla Egiptia, llamada Agrippa” En la mano derecha lleva un libro y en la izquierda un cetro. En la cabeza el ala de un sombrero de tela y una joya en el centro. En la orla, a mano derecha, la firma del pintor: Pedro Sandoval faciebat. La profecía reza así: Hecho carne de Madre inmaculada Nacerá el Verbo, siempre deseado Cristo, Censor del vicio, que trocado Dulzura será el alma ya enmendada.

Página 76: “Sibilla Delphica, Hija de Tiresia” Porta un gran libro con ambas manos. Dos ricos broches de piedras preciosas sostienen su traje en el hombro y en la cintura; lleva suelta la cabellera, con una cinta de perlas en la frente. Su oráculo es: Al correr de la edad no pocos años, vendrá de intacta Virgen engendrado, sin obra de varón, el Dios deseado a redimir al pueblo de los daños.

Página 74: “Sibilla Cumana, llamada Amalthea” Es una bella joven, robusta, con una rica joya en la frente. Sostiene con la mano derecha un estandarte con una cruz roja y un libro con la izquierda. Su profecía es: Consagra triunfos el que Dios eterno Hombre se hace, a la muerte y a la vida. Prole virgen, de Virgen concebida, Que a todos les da paz, hasta el infierno.

Página 77: “Sibilla Erithrea, llamada La Antigua” Entre las manos, y apretado al pecho, lleva un cordero. En la frente ostenta un rico aderezo. Su profecía es: Tierno de Dios el hijo, y ya crecido Penas tolerará del Cielo enviado y de Virgen hebrea alimentado, cielo prepara al endurecido.

Página 75: “Sibilla Cumea, Sacerdotisa de Apollo” De perfil, con un ramo de flores entre las manos cruzadas; en la frente un aderezo. La cuarteta que aparece en la parte inferior central dice: Darán un rey los siglos ya cercanos a quien dones los reyes abatidos llevaran, de una estrella conducidos; lirios y flores a este, dad, mundanos.

Página 78: “Sibilla Europea, de Patria Ignorada” Apoya su mano derecha sobre el pecho y en la izquierda lleva una rama, al parecer de olivo. Su verso es: Queriendo hacerse pobre, en pobre choza, nacerá el Rey de Reyes en el suelo, bajará a los infiernos y hasta el cielo, irá la Majestad, ya victoriosa.


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Página 79: “Sibilla Hellespóntica, del Campo de Troia” Lleva en la mano derecha un libro; en la izquierda tres espigas de trigo. Su verso es: No largo tiempo cantará la gente, sin que vea sus deseos que le serena la Virgen que dará a Dios, de Dios llena, siendo Virgen y Madre juntamente.

Página 82: “Sibilla Phirigia, Casandra, Hija de Cencira” En la mano derecha empuña una espada y en la izquierda una rama de laurel. La profecía dice: En Virginal albergue reclinado de su Madre recibe carne humana, un ángel lo futuro nos explana; salud al miserable ha dado.

Página 80: “Sibilla Libica, llamada Phoemonoe” Con la mano derecha se detiene el abundante y castaño cabello; en la izquierda lleva un ramo. El verso dice: Del hebreo el Rey, y Redentor del mundo, sobre sí llevará nuestro pecado; de los sabios el maestro despreciado, descubrirá a la plebe lo profundo.

Página 83: “Sibilla Samia, llamada Phito” En la diestra porta una corona de espinas y un libro en la izquierda. El tocado es casi un turbante. Su profecía es: Sombras rompe en su luz el claro día y abre misterios del antiguo archivo un Rey que es muerto, y en la muerte vivo, a quien diadema dura le ceñía.

Página 81: “Sibilla Pérsica, llamada Sanbeta, Hija de Beroso” Tiene un libro en la mano derecha y con la izquierda sostiene una gran cruz. Su atuendo es muy sencillo; lleva el pelo suelto. Su oráculo es: De Virgen Madre nacerá Dios hijo, De nuestra salud causa a quien triunfante, Ve en un atrio Jerusalén, que amante, saldrá de allí en tormento más prolijo.

Página 84: “Sibilla Tiburtina, llamada Itálica” Es la más poderosa de todas; aparece bajando los ojos. En la cabeza lleva un tocado como los que se aprecian en los retratos del siglo XV, que es una especie de turbante circular. En la mano derecha porta una vasija y en la izquierda una palma. Su cuarteta dice: En el fin de Belén, a donde viene de Nazaret la Virgen peregrina, parirá y dará a Dios leche divina. Oh feliz la que bien tan grande obtiene.



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Entre sus muros se declara la Autonomía Universitaria

Reunión del Consejo Universitario celebrada en el Paraninfo, la noche del 22 de septiembre de 1913. Al centro: Leopoldo Kiel, Ezequiel A. Chávez, Manuel Garza, Joaquín Eguía Lis (Rector), Nemesio García Naranjo y Miguel Avalos.

os aires de efervescencia política posrevolucionaria no dejarían incólume el ánimo de los estudiantes universitarios. En 192938 un movimiento estudiantil de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales encabezó una protesta por la implantación de procedimientos evaluatorios contrarios a sus intereses, que habían sido aprobados por el Consejo Universitario, por el Secretario de Educación Pública, por el Rector de la Universidad y por el cuerpo de profesores de la Facultad. Los estudiantes, dirigidos en ese momento por Arcadio D. Guevara y Antonio D´Amiano, no estaban de acuerdo en un sistema de reconocimientos trimestrales. Previo a este episodio, alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria se habían opuesto a la prolongación del plan de estudios preparado para ellos. Reuniones tormentosas, evasivas y cerrazón en las negociaciones, amén de las amenazas del presidente Portes Gil, que calificaba de “injustificada y de franca indisciplina” el movimiento, pondrían al destape el descontento del alumnado para con sus autoridades y sus “reformas”. Apoyado por el entonces rector Antonio Castro Leal, tocaría a Narciso Bassols, en su carácter de director, lidiar con los primeros brotes de inconformidad de los estudiantes de Derecho, pues en su discurso de toma de posesión amenazó con aplicar los “reconocimientos académicos” ordenados por el Consejo Universitario, con lo cual disgustó el sentir de las bases estudiantiles.

38 1929 fue de gran agitación en la tensa paz que siguió a la Revolución. De trascendencia fueron los siguientes sucesos: Plutarco Elías Calles anuncia la creación del Comité Organizador del Partido Nacional Revolucionario; la “Revuelta Escobarista” desconoce al gobierno del presidente Portes Gil y proclama el Plan de Hermosillo; José Vasconcelos es postulado como candidato a la presidencia de la República y pierde las elecciones ante Pascual Ortiz Rubio; los comicios son tachados de fraudulentos por parte de los vasconcelistas, quienes inconformes pregonan el Plan de Guaymas. Así, 1929 se convierte en un año ansioso de libertad y democracia.


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La respuesta a dicha iniciativa no se hizo esperar y en una asamblea efectuada en el Generalito de la Escuela Nacional Preparatoria se declararon en huelga, a la cual bautizaron “la huelga de mentes quietas”. Dirigía ya el movimiento Alejandro Gómez Arias, quien fungía como presidente del Comité de Huelga; era su secretario Ricardo García Villalobos, asistidos por Carlos Zapata Vela, José María de los Reyes, Teodosio Montalbán, Salvador Azuela, Efraín Brito Rosado, Flavio Návar y Arcadio Guevara, entre otros. El estudiantado argüía que el sistema de reconocimientos era “anacrónico y proyanqui” y que por ende no podía ser aceptado. En represalia, el presidente Emilio Portes Gil ordenó la clausura indefinida de la facultad, con la consigna de que si no se solucionaba el conflicto otorgaría sus recursos materiales a la educación politécnica.39 La enérgica medida exasperó a las demás escuelas universitarias que ya no dudaron en sumarse al conflicto, organizando mítines, imprimiendo volantes y sacando manifiestos en la prensa. Tal fue su malestar que éste degeneró en tumultos callejeros. El 23 de mayo,40 en una manifestación, marchaban juntas la Facultad de Derecho, la Escuela Nacional Preparatoria, la Facultad de Odontología y la Escuela de Comercio, entre otras. Ese día, contingentes de estudiantes de secundaria apedrearon el edificio de la Secretaría de Educación Pública, siendo repelidos más tarde por destacamentos de policías y bomberos, quienes se apoyaron con bombas de agua. Zafarranchos en la Escuela de Medicina y en la Avenida Juárez dejarían grandes saldos de lesionados, provocando la agudización del conflicto. Lo acalorado de los acontecimientos y su dramático cariz obligarían a Narciso Bassols a renunciar a su cargo. En una carta dirigida al rector alegaría: “Mi renuncia obedece a este único móvil: el Presidente de la República va a resolver el grave conflicto universitario y a la hora de resolverlo, necesariamente sería un obstáculo mi permanencia en la dirección de la facultad, dada la exaltación pasional de los estudiantes.” 41 La renuncia, planteada así, fue ironizada por los estudiantes en su periódico mural La Huelga: “Hoy, a las tres de la tarde (la misma hora en que se ahorcó Judas) víctima de la biblis, se fue muy lejos el alma del licenciado Narciso Bassols.

“Las mentes quietas”, periódico con noticias referentes a la huelga universitaria.

Carlos Zapata Vela arengando a los universitarios a la lucha. Óleo de Arturo García Bustos, 1989. Colección UNAM.

Portes Gil veía con malos ojos a la rebelión estudiantil, ya que le atribuía un origen vasconcelista. Es casi desconocido que, oficialmente, la tradicional Plaza de Santo Domingo lleva el nombre de “Plaza 23 de Mayo”, en homenaje a los heridos de esa célebre manifestación. 41 La renuncia fue publicada el sábado 25 de mayo de 1929. Nuestra cita pertenece a la selección hemerográfica La Autonomía Universitaria, p.22. 39

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El movimiento estudiantil en pleno mitin en la plaza de Santo Domingo, 1929.

“Anhelos de libertad”, 1929.

Los estudiantes de Leyes lo comunican con gusto y dan las gracias al Altísimo por haberlo hecho descansar. El duelo se recibe en la Universidad y se despide en lugar reservado, con gritos y sombrerazos.”42 42 Cita tomada de Renate Marsiske, “La Universidad Nacional de México 1910-1929”, en la Universidad de México, Un recorrido histórico de la época colonial al presente, p.154.


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Esquina de la calle de Guatemala y Lic. Verdad, escenario del movimiento estudiantil de 1929.

Casi simultánea fue la entrevista entre Alejandro Gómez Arias, líder del Comité de Huelga, y José Manuel Puig Casauranc, Jefe del Departamento del Distrito Federal y ex secretario de Educación. En la conversación el funcionario garantizaba a los huelguistas contener la represión policiaca e interceder por ellos. A efecto de que sus demandas fueran comprendidas y con el afán de que Puig pudiera interpretarlas mejor, Gómez Arias redactó una singular misiva donde planteaba a Puig la visionaria propuesta de que la Universidad debía y podía regirse bajos sus propios preceptos y que la autodeterminación entre sus integrantes no implicaba anarquía ni falta de organización. “El Gobierno”, aclaraba Gómez Arias, “ha declarado que nuestro movimiento tiene un carácter político, rechazamos esa imputación y pedimos que se nos permita organizar la vida universitaria con sujeción a sus propias normas. La autodeterminación universitaria no es un ideal anárquico, la organización y la disciplina de nuestro movimiento que como usted reconoció hoy en la tarde, es ejemplar y magnífica, aseguran la posibilidad de esos fines.” 43 En ese sesgo, dos mil estudiantes tomaron la sede de la Universidad, pidiendo a grandes voces la renuncia del rector Antonio Castro Leal. Ya invadidas las instalaciones de la calle de Primo Verdad, los des-

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Consuelo García Stahl, Un anhelo de Libertad. (Los años y los días de la Autonomía Universitaria), p.71.


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Izquierda: La bandera de huelga ondeando en el balcón del Palacio de la Autonomía, mayo de 1929. Derecha: Detalle del vano de ingreso al vestíbulo circular.

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contentos colocaron sellos de la Confederación Nacional de Estudiantes en las puertas de las oficinas principales. Durante la ocupación, los manifestantes obligaron a permanecer algunas horas a los funcionarios que solidarizaban con la Rectoría. Estos personajes eran: Daniel Cossío Villegas, Secretario General de la Universidad; Alfonso Caso, Director de la Escuela Nacional Preparatoria y Samuel Ramos, Jefe del Departamento de Extensión Universitaria. Nuevamente el Paraninfo sería el escenario de ardientes e históricos discursos, entre los que se planteaba aceptar una tregua propuesta por el presidente, propagar el movimiento a otras escuelas y celebrar manifestaciones. Así, en la asamblea del 27 de mayo, Ricardo García Villalobos, secretario del Comité de Huelga, presentó un pliego petitorio al presidente con las demandas fundamentales de los estudiantes: renuncia de las autoridades educativas, renuncia del jefe de la policía del Distrito Federal, investigación sobre los responsables de la represión del 23 de mayo y la exigencia de su castigo, participación de los estudiantes en el Consejo Universitario, creación de consejos técnicos para las escuelas técnicas y normales, reincorporación de secundarias a la preparatoria y elección de rector por el presidente de la república, vía una terna propuesta por el Consejo Universitario.44

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Renate Marsiske, op. cit. pp.156-157.


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Como apoyo al pliego, el 28 de mayo fue organizada una manifestación de más de 15 000 estudiantes que desfilaron hacia Palacio Nacional, donde fueron recibidos sus representantes por el presidente. En la entrevista Portes Gil ofreció la autonomía de la Universidad y pidió que no se relajara el principio de autoridad, pues la huelga podía correr el riesgo de ser manejada por el vasconcelismo. Como parte de sus promesas mandó una convocatoria para un periodo extraordinario de sesiones a la Cámara de Diputados para que ahí se discutiesen los asuntos universitarios. La Ley de Autonomía fue discutida y aprobada entre el 3 y el 5 de junio. La toma de la sede de la Rectoría fue entonces cosa de días: el jueves 13 de junio, ante el licenciado Manuel Collado, representante del primer magistrado de la nación, componentes del Directorio de Huelga hicieron entrega del inmueble. La promesa de un proyecto de ley para la creación de la Universidad Autónoma había menguado las exigencias del movimiento estudiantil. Poco después serían aceptadas las renuncias del rector y de sus más fieles colaboradores. La vuelta a las aulas se hizo inminente. Ignacio García Téllez quedaba investido como rector interino. Revisado el proyecto y hechas las objeciones por estudiantes y profesores, el Ejecutivo expidió la ley el 10 de julio, cerrando, de ese modo, un ciclo crucial de la educación universitaria.

Izquierda: Flavio Návar, Norberto Valdés, Ciriaco Pacheco y otros estudiantes universitarios izan la bandera de huelga en la escuela de Derecho, 23 de mayo de 1929. Derecha: Encabezado del periódico Excelsior con la noticia: “El Congreso autoriza para crear la Universidad Nacional Autónoma…”


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Placa de la Autonomía Universitaria colocada en el descanso del vestíbulo.

Página siguiente: Decoración antropomorfa en azulejos de talavera, siglo XVII.

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La UNAM nació luego de casi tres intensos meses de lucha. Con ello se veía cumplido el anhelo intelectual y formativo de una combativa generación de mexicanos ilustres que victoriosos proclamarían: “Hoy, jueves 11 de julio de 1929, después de sesenta y ocho días de huelga, el Comité Central de la misma, cesa en sus funciones. Se da por terminado el movimiento, y el directorio, por última vez, suplica encarecidamente a todos los estudiantes de México hagan que la Universidad Autónoma, que hicimos con la revolución de nuestra sangre, de nuestra huelga y de nuestra palabra, viva cada día más fuerte, más pura y más mexicana.”45 Procedente de esta época es la placa alegórica de madera, ubicada en el muro del descanso de la escalera del vestíbulo circular del actual Palacio de la Autonomía, que inmortalizó esa última frase y que textualmente dice: “La Universidad se hizo autónoma por la revolución de nuestra palabra, nuestra huelga y nuestra sangre. 23 de mayo de 1929.” “El movimiento estudiantil de 1929”, sostiene Renate Marsiske, “hizo manifiesta la importancia de la Universidad para el futuro desarrollo de México y logró un cambio de las relaciones entre esta institución de educación superior y los gobiernos posrevolucionarios.” 46

Consuelo García Stahll, La Autonomía Universitaria, op. cit., p.52 Renate Marsiske, op. cit. p.158.





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Sede de importantes dependencias universitarias

Sede de la Antigua Escuela de Odontología, c.1940.

ntre 1932 y 1933, conquistada la autonomía, la Rectoría de la Universidad cambió de sede, trasladándose al Antiguo Colegio de San Ildefonso, en tanto que el palacio ecléctico se convertía en morada de la Escuela de Iniciación Universitaria. A tres años de su llegada, esta dependencia compartiría el edificio con la Escuela Nacional de Comercio y Administración. Era obvio que la construcción se negaba a dejar de ser un recinto académico por excelencia. Así también vería la incorporación de la Escuela Nacional de Odontología, que llegaría luego de un peregrinaje de más de veinte años por diversos domicilios del ahora Centro Histórico, siendo el principal la Antigua Escuela de Medicina. Durante esos años, la Escuela Nacional de Odontología se encontraba distribuida a lo largo y ancho del primer cuerpo del edificio, ocupando tres pisos, divididos por un patio y diferentes pasillos. En la planta baja o primer piso se localizaba el hall y la escalera principal, así como las oficinas administrativas. A ello se sumaban un salón de exodoncia, un salón de anestesia, tres salones de clases, un salón microbiológico, un salón de radiografía, un salón de técnicas preparatorias y los sanitarios para hombres. El segundo piso contaba también con un hall o recibidor, desde donde podía pasarse a la dirección y a distintos salones cuyos usos consistían en prácticas como clínica dental, clínica de oro, clínica de goma y clínica bucal. Muy cerca de esta zona se situaban la biblioteca y los sanitarios de mujeres. El tercer piso se encontraba ocupado por las instalaciones de un espacioso anfiteatro. La otra parte del edificio que albergaba la Escuela de Iniciación Universitaria se componía, a su vez, de tres pisos, divididos interiormente por dos patios; tenía


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en la planta baja un hall que daba a la oficina del administrador. Su distribución consistía en salones de clases, biblioteca, sanitarios y escaleras. Asimismo, disponía de un laboratorio y un salón de dibujo. En 1954, al inaugurarse la Ciudad Universitaria, los antiguos edificios que vieran prosperar la vida académica de la UNAM pasaron a segundo plano. El parteaguas que significó esa modernísima construcción dejaría al margen el abolengo característico de esos monumentos dentro del marco de la llamada Ciudad de los Palacios. Vialidad, crecimiento y problemas inherentes con su estructura obligarían al cambio y al abandono del Barrio Universitario. “La Universidad con sus edificios dispersos por toda la Ciudad de México”, apuntaban los arquitectos constructores, “era un ente moral, pero estaba muy lejos de ser un organismo físico integrado y, como consecuencia, cada escuela se consideraba prácticamente autónoma.” 47 Por esa razón estudiantes y profesores, residentes del famoso Barrio Universitario, tornarían de aires y pondrían sus ojos hacia la zona del Pedregal de San Ángel. En busca de renovados horizontes, los odontólogos dejarían el edificio de la calle de Licenciado Verdad y se trasladarían a sus nuevas instalaciones ubicadas en la naciente Ciudad Universitaria. El palacio sería ocupado entonces por la Escuela de Enfermería y Obstetricia, así como por la Escuela Nacional Preparatoria, plantel número dos, “Dr. Erasmo 47

Izquierda: Alberga a la Escuela Nacional Preparatoria, c. 1970. Derecha: Patio principal del edificio durante su ocupación como Escuela Nacional Preparatoria.

Enrique del Moral y Mario Pani, citados por Juan B. Artigas en La Ciudad Universitaria de 1954. Un Recorrido a cuarenta años de su inauguración, p.8.


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Izquierda: Sala del Museo de Odontología en la actualidad. Derecha: Fachada poniente del palacio. Fototeca Nacional del INAH.

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Castellanos Quinto”, permaneciendo en él hasta 1978, fecha en que estudiantes, médicos y catedráticos de la Facultad de Odontología solicitarían a las autoridades universitarias se otorgara el inmueble para su uso como museo de la odontología, cuya propuesta fue denegada. De ahí hasta 1982 el edificio quedó abandonado a merced de la incuria y el deterioro. Paradójicamente la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP) iniciaría la restauración del templo de Santa Teresa.48 Al principio de la década de 1980, con motivo de las obras de rescate del Templo Mayor, se ordenó la restauración de sus fachadas. Su presencia en el ámbito educativo quedó manifiesto en esta época cuando por decreto presidencial se incorporó al dominio público de la Federación, destinado al servicio de la Secretaría de Educación Pública. En 1991, la Facultad de Odontología recibió la custodia del edificio, quien para rescatarlo creó el Patronato Pro-Reconstrucción del Antiguo Palacio de Odontología. En un convenio celebrado con el Patronato Universitario se establecieron como prioridades su “restauración, rehabilitación y posterior mantenimiento”. De manera tentativa se le designaron, entre sus futuros usos, un centro de educación continua, un archivo histórico, un museo y una biblioteca.

48 Cuatro años antes, el INAH había hecho una investigación arqueológica en el interior del templo, cuyo resultado consistió en el descubrimiento del coro bajo y más de doce fosas de mampostería con restos óseos, pertenecientes a monjas sepultadas hacia finales del siglo XVIII . Elsa Hernández Pons, El Coro bajo de Santa Teresa la Antigua, en Estudios de Historia Novohispana.



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Memoria técnica de la restauración del Palacio de la Autonomía

Portada de ingreso con detalles de pilastras y talavera en vanos de ventanas.

a tarea de la conservación y la restauración tiene entre sus objetivos principales garantizar la permanencia de los bienes tangibles e intangibles, así como de los objetos materiales e intelectuales de las generaciones pasadas y disfrute de las generaciones presentes y futuras. En lo que toca al patrimonio arquitectónico, existen grandes vicisitudes al respecto de el cómo y el para qué rescatar o restaurar edificios que dadas sus características generales presentan grandes deficiencias espaciales y constructivas, respecto a las necesidades actuales que el ritmo de vida de la ciudad del siglo XXI requiere. Por tal motivo, el reto que afronta la UNAM al rescatar y restaurar importantes inmuebles (como es el caso del Palacio de la Autonomía) representa los más altos ideales de nuestra institución, al garantizar que los bienes bajo su tutela permanezcan como fieles testigos del discurso histórico y cultural de nuestra nación, de tal suerte que futuras generaciones de universitarios y de la sociedad en general, puedan dar testimonio y a su vez realicen las acciones pertinentes para que continúen de pie. La tarea de la restauración de un edificio histórico no es del todo fácil, incluso para los especialistas que dedican el máximo de sus esfuerzos para llevar a cabo tal fin. La Universidad provee los recursos humanos y materiales necesarios. Sin embargo, la preservación de un inmueble como el Palacio de la Autonomía implicaba recabar toda la información necesaria y homologar criterios y necesidades espaciales que permitieran al edificio continuar vigente, participando de la vida de la ciudad y de esta Universidad. “La restauración”, afirmaba Carlos Chanfón Olmos, “se ha convertido en una disciplina que necesita un cuerpo sólido sobre el cual cimentar


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sus bases teóricas, los cambios relativamente recientes de los criterios que la orientan (aproximadamente desde hace dos siglos) y el progreso extraordinario de las ciencias sociales hacen necesario un viraje en los nuevos enfoques sobre las problemáticas que se plantean en la actualidad para llegar a la solución de las mismas.” 49 La restauración se convierte entonces en una doctrina que necesita un sustento teórico y una metodología de trabajo, en el entendido que todo vestigio de culturas pasadas son muestra del devenir histórico y del grado de menor o mayor adecuación que ha tenido el hombre a su paso por el planeta. En este marco la arquitectura se convierte en un testimonio clave, ya que ésta es la materialización de necesidades individuales y colectivas que llegan como objetos de escala mayor hasta nuestros tiempos. Por esta razón se hace evidente la necesidad de una base teórica con la que un especialista en restauración pueda ser objetivo al generar sus propuestas de conservación y restauración del patrimonio cultural de una sociedad. Así, el restaurador debe utilizar e integrar interdisciplinariamente a los especialistas y las plataformas de trabajo de las ciencias a las que compete el estudio de los monumentos arquitectónicos, formulando postulados, paradigmas y leyes que fundamenten una teoría de la restauración acorde a nuestra realidad, en la que el patrimonio monumental se vea correctamente intervenido. En conclusión, y sin olvidar la gran cantidad de recomendaciones y cartas internacionales emitidas durante el siglo pasado,50 los reglamentos que se aplican en la materia siguen las directrices del INAH y del INBA,51 así como por organismos internacionales.52 La conservación de un edificio histórico no es tarea fácil, por lo que la Universidad realiza una competente labor al emprender las acciones necesarias para la conservación del patrimonio arquitectónico monumental, cumpliendo con una de las tareas fundamentales para la cual fue creada. Carlos Chanfón Olmos, Fundamentos teóricos de la restauración. Durante el siglo pasado se emitieron una gran cantidad de estos documentos dentro de los que destacan: Carta de Atenas, Carta de Venecia y las Normas de Quito, Recomendación sobre la protección en el ámbito nacional, del Patrimonio Cultural y Natural, Escuela Nacional de Restauración y Museografía, Centro Churubusco, México, 1978. 51 Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos y el Reglamento de la ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos. 52 Los más importantes son: UNESCO .- Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura. ICOMOS .- Consejo Nacional de Sitios y Monumentos. ICCROM .- Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio Cultural; Roma, Italia. 49

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Trabajos de restauraciรณn de 1980. Foto: Archivo DGPU.

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Los problemas del Centro Histórico y del Palacio de la Autonomía

Vista desde el Templo Mayor colindante con la calle de Guatemala.

os constantes problemas que sufre la cuenca del Valle de México son de todos conocidos. La inestabilidad del suelo producida por la desecación histórica de los recursos hidrológicos que conformaba el sistema de lagos de la cuenca y la constante extracción de agua de los mantos acuíferos, ocasiona la compactación de los diferentes estratos arcillosos del subsuelo, lo cual se refleja en los edificios con los asentamientos diferenciales y la subsecuente aparición de grietas. Los frecuentes sismos que llegan desde las diferentes zonas de falla del país, la contaminación y el deterioro del medio ambiente, así como el comercio ambulante y el proceso de abandono poblacional de la zona centro, ha deteriorado progresivamente el llamado primer cuadro de la ciudad. Ello ha motivado que muchos especialistas centren su atención en las posibles soluciones de estos problemas, tal como lo expresa Marcos Mazari Menzer: El deseo de salvar la Cuenca de México, como la porción más rica del país, por su tradición y su proyección cultural ha fundado la actividad en escuelas, congresos y asambleas. Participar con la presentación de ideas que aclaren, que alienten, que induzcan a la acción, se ha vuelto obligación y norma de conducta. La presentación de reflexiones interdisciplinarias sobre población, uso del suelo, aprovechamiento de recursos hidrológicos, contaminación, transporte, vialidad y sobre todo la conservación del rico acervo cultural urbano-arquitectónico, se erige en un llamado a quienes deban sumarse, para que emprendan las acciones que deban tomarse.53 53

Marcos Mazari Menzer, La Isla de los Perros, p. 53.


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Vista รกrea del primer cuadro del Centro Histรณrico, 1980.


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La Universidad como una de las instituciones más importantes del país no es la excepción y aporta no sólo recursos humanos e intelectuales sino también emprende acciones directas sobre problemáticas. Con la restauración integral del Palacio de la Autonomía la institución hizo un esfuerzo más en la rehabilitación de sus espacios para la actividad académica y la difusión de la cultura, amén de que con ello ha reactivado una zona de vital importancia para la vida del Centro Histórico de nuestra ciudad.



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El lugar de asentamiento

Reconstrucción digital de la ciudad de México Tenochtitlan. Foto: Tomás J. Filsinger.

omo se mencionó en páginas anteriores, el Palacio de la Autonomía se ubica en la esquina que forman las calles de Primo Verdad y República de Guatemala, señoreando el espacio de la otrora gran plaza mexica de Tenochtitlan. El palacio tiene sus cimientos sobre los restos del Antiguo Convento de Santa Teresa y más antiguo aún “sobre la esquina Sureste del Templo Mayor y algunas estructuras también de manufactura mexica que pudieron funcionar como zonas de servicio del mismo Templo Mayor, así como jardines posteriores del propio recinto”.54 Para poder comprender el comportamiento estructural de este inmueble es necesario remitirnos a los estudios que diversos especialistas han realizado a lo largo de décadas, en torno al comportamiento del subsuelo de la Ciudad de México y de la verdadera conformación de los rellenos artificiales, realizados por los mexicas en épocas mesoamericanas, y posteriormente por los conquistadores en la construcción de la capital de la Nueva España sobre el antiguo lago de Texcoco. Al respecto, dice el citado Marcos Mazari: “Con base en la información proveniente tanto de sondeos efectuados para distintos estudios de mecánica de suelos, como de perfiles estratigráficos explorados por el procedimiento de cono eléctrico, se ha logrado establecer una configuración representativa, de los espesores limos arenosos que yacen sobre las arcillas blandas de la formación arcillosa superior; evidenciando la existencia de un antiguo relleno prehispánico”.55

Lo anterior se menciona con base en el plano de reconstitución y sobreposición de la Antigua Ciudad de Tenochtitlan y de la actual Ciudad de México, elaborado por el arquitecto Marquina, según el croquis del padre Sahagún y los restos encontrados en las exploraciones. Ignacio Marquina, Arquitectura prehispánica, p. 185. 55 Marcos Mazari Menzer, op. cit., p. 13. 54


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Plano con superposición de manzanas del primer cuadro de la Ciudad de México sobre el recinto ceremonial de Tenochtitlan, realizado por Ignacio Marquina. Foto: Arqueología Mexicana, Septiembre-Octubre de 1995.

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En los mencionados estudios realizados en el primer cuadro de la ciudad se ha encontrado que existen rellenos artificiales que oscilan entre los doce y los cuatro metros de espesor, en donde el terreno que ocupa el Palacio de la Autonomía parece estar asentado en el relleno que alcanza el máximo espesor (12 metros de profundidad), lo cual no es raro si pensamos en la cercanía del Templo Mayor, la estructura más importante de Tenochtitlan, no sólo por su significación sino por su volumen y dimensiones, por lo que debió requerir de un máximo de sustentación y firmeza de un suelo originalmente inestable. “La presencia del relleno artificial de doce metros de profundidad con el consiguiente hundimiento, delimitado por una curva de nivel que atraviesa el ex Templo de Santa Teresa la Antigua y consecuentemente el Palacio de la Autonomía por su sección longitudinal, de sur a norte, ha sido un factor determinante, para que, tanto la iglesia como el propio palacio presenten un asentamiento diferencial hacia el oriente, con un considerable desplome de hasta 3.5 grados en la fachada de la iglesia de Santa Teresa”.56 Este hundimiento del subsuelo ocasiona en el palacio una fractura estructural en la fachada norte, aproximadamente a seis metros del acceso principal, que prácticamente secciona el edificio en dos partes, siendo el sentido de la fractura en una línea de sur a norte. Aun cuando dicha fractura no compromete la seguridad estructural del inmueble, la inclinación del edificio hacia el oriente es evidente, por lo que diversos especialistas, como el Dr. Roberto Meli y el Ing. Roberto Sánchez,57 del Instituto de Ingeniería de la UNAM, han trabajado en encontrar la solución más adecuada que garantice no sólo la permanencia del edificio, sino la seguridad de quienes ahí acuden como usuarios del inmueble.

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Íbidem.

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Tanto el Dr. Roberto Meli como el Ing. Roberto Sánchez son miembros reconocidos de la comunidad académica universitaria y especialistas estructurales en edificios históricos, que han

colaborado en la intervención de diversos inmuebles con valor patrimonial, no sólo de la Universidad sino también en edificios como la Catedral Metropolitana de esta ciudad.



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El abandono del edificio y las diferentes intervenciones de restauración

Detalle de cubierta de mesa-escritorio de la oficina del Rector.

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n 1958, una vez que la Escuela de Odontología dejó el edificio para trasladarse a las recién inauguradas instalaciones de Ciudad Universitaria, el inmueble fue ocupado por la Escuela de Enfermería y Obstetricia, así como por la Escuela Nacional Preparatoria, Número 2, “Dr. Erasmo Castellanos Quinto”, dándole vida y uso al inmueble durante veinte años. Finalmente las autoridades de la Escuela Nacional Preparatoria, dejaron el edificio el 13 de abril de 1978,58 por no cumplir más con las necesidades de una escuela en constante crecimiento; además para esas fechas el deterioro de la vida del Centro Histórico era ya evidente y no era posible garantizar la integridad física de los estudiantes, así como de las propias instalaciones universitarias. A partir de 1978, como ya se dijo, la comunidad académica de la Facultad de Odontología, mostró interés por el edificio y solicitó a las autoridades universitarias les fueran cedidas las instalaciones para albergar un museo dedicado a tal disciplina. Sin embargo, el edificio fue cerrado, quedando expuesto a las inclemencias del tiempo y al progresivo deterioro que produce el abandono y la falta de mantenimiento. Algunas de las áreas del edificio mostraban hasta antes de la restauración, las huellas inequívocas de este hecho, con la subsiguiente pérdida de muchos de los elementos arquitectónicos y ornamentales que enmarcaban la importancia y daban significado al inmueble. Tal era el caso del Paraninfo, el cual presentaba humedades y filtraciones de agua que degradaron, hasta la destrucción, los plafones neoclásicos de papel tapiz que exornaban el recinto.

Información obtenida de los archivos históricos de la Dirección General del Patrimonio Universitario, Carpeta S/N.


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No menos importante fue el deterioro del vestíbulo principal con sus mosaicos venecianos en el piso de la planta baja, así como de la escalera forrada de mármol de Carrara, del piso de marquetería de madera de Tzalam (que dicho sea de paso es uno de los únicos dos ejemplos de este tipo de piso que sobreviven en todo el Centro Histórico), de los almohadillados de yeso en los muros de la escalera, así como de la cúpula de cristal. También había cristales rotos en la cúpula que provocaron la entrada de agua al vestíbulo. La humedad generada propició la perdida de trabajo mecánico de los estucos, que concluyó con el desprendimiento y caída de los mismos. La oxidación de los elementos metálicos y de herrería no fue menos evidente. El piso de marquetería afortunadamente se mantuvo en buen estado de conservación, presentando únicamente deterioro del barniz y pérdida en algunas secciones de la tinta de la madera, no así el piso de mosaicos hexagonales, los cuales presentaban en ese punto el acuse del hundimiento diferencial que sufre el edificio, rompiendo con el entramado de mosaicos y ocasionando la pérdida irremediable del cuarenta por ciento de ese material. Las fachadas, tanto interiores como exteriores, mostraban de igual forma importantes deterioros. En el caso de las fachadas exteriores, compuestas por piedra de cantera blanca de Pachuca, ladrillos de barro rojo y amarillo, así como de mosaico cerámico vidriado de diferentes colores y di-

Izquierda: Vista del patio “B” de la Escuela Nacional Preparatoria, ahora patio de los vestigios. Foto: Archivo DGPU. Derecha: Vista del mismo patio durante los trabajos de restauración del Museo Ex-Teresa Arte Actual en 1980. Foto: Archivo DGPU.


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Detalle de la balaustrada de la fachada lateral del edificio de la Autonomía durante los trabajos de restauración de 1980. Foto: Archivo DGPU.

seños, presentaban daños principalmente en la piedra, pérdida de material ocasionado por la intemperización, exfoliación, eflorescencia, subflorescencias de sales y manchas a consecuencia de la lluvia ácida. Asimismo, los ladrillos y el material cerámico presentaban pérdida del mismo en algunas secciones de las pilastras y las cintillas de mosaicos de que se componen las fachadas. Las fachadas interiores, a diferencia de las antes mencionadas, se componen principalmente por un acabado de mortero de cal y arena, y una base pictórica; la pintura estaba irremisiblemente estropeada y los aplanados se encontraban muy dañados hasta el grado de haber perdido su capacidad de adherencia a los propios muros. Otro de los componentes que sucumbió ante los embates del tiempo y el abandono, fue la cúpula de escamas, elemento ornamental metálico que se desplanta en la azotea del vestíbulo principal del edificio, en la esquina de Lic. Verdad y Guatemala, y que, desde la actual “Plaza Manuel Gamio”, se erige como remate visual distintivo. Dicho espacio fue utilizado como anfiteatro en alguna época. Ahí se colocaban los cuerpos sobre los que los estudiantes de odontología realizaban sus prácticas. Con el abandono del edificio, la cúpula, constituida por una lámina negra de zinc en su base y escamas romboidales de manufactura norteamericana, así como una corona con ornamentos neoclásicos, presentaba un avanzado estado de oxidación,


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repercutiendo en una cuantiosa pérdida cercana al sesenta por ciento del material al momento de la intervención. La demolición en la década de 1980 de muchas de las áreas de que se componía la antigua preparatoria, contribuyó en gran medida a que el deterioro general del edificio se acrecentara. Las aulas de la galería poniente, de la galería sur y del núcleo de baños (todos elementos del segundo patio), así como las aulas de los segundos pisos del patio principal, son sólo algunos de los elementos que se demolieron en esa ocasión, cambiando radicalmente la morfología característica del edificio. A pesar de que el edificio se mantuvo cerrado desde entonces, se realizaron trabajos de mantenimiento y restauración en algunas áreas y componentes del inmueble. Muestra de ello es la relación de trabajos que la Universidad realizó en diversas épocas y que se mencionan a continuación: 1978.- El edificio sufrió una intervención de demolición que tenía la intención de suprimir las nuevas aulas construidas en su interior para la adecuación de la escuela preparatoria, así como las ventanas colindantes a los patios interiores, sin que esta intervención fuera concluida. 1981.- A consecuencia de la puesta en marcha del proyecto de salvamento arqueológico de la pirámide del Templo Mayor, la Universidad colaboró con el proyecto de remozamiento de las manzanas colindantes

Izquierda: Detalle de la estructura y remate de la cúpula de escamas hacia principios del siglo XXI. Foto: Javier Martínez Burgos. Derecha: Ménsulas de los pasillos del segundo piso en alguno de los patios durante las demoliciones de 1980. Foto: Archivo DGPU.


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Balcones del Paraninfo durante los trabajos de restauración de 1980. Foto: Archivo DGPU.

y realizó el proyecto de restauración de las fachadas del edificio, trabajos que incluían las siguientes actividades: retiro de instalaciones parásitas, de malla ciclónica en ventanas y letreros, remoción de pintura de esmalte y otras en rodapié de cantera, retiro de pintura de esmalte en cintillas de cerámica vidriada, desmontaje de reja adosada a la puerta principal, eliminación de flora parásita, recalce de muros, rejunteo de cantera, consolidación de cintillas de cerámica vidriada, eliminación de aplanados, restauración de vitrales, restauración de portones de madera, restauración de cúpula de zinc, limpieza y rehabilitación de elementos de hierro y restitución de piezas de cantera. Estos trabajos fueron posibles con el financiamiento de la SAHOP. 1982.- Se realizaron calas de identificación en los patios interiores, el pasillo y el Paraninfo, esto con el objeto de iniciar los estudios necesarios para la realización del anteproyecto de restauración integral del inmueble. 1983.- Restauración de la escalera del patio principal. 1992.- Rehabilitación del espacio antiguamente destinado al gimnasio de la Escuela Nacional Preparatoria que a la postre permitió el acondicionamiento del actual auditorio (hoy convertido en galería temporal). También se efectuaron trabajos en la cúpula. Hubo suministro y colocación de cristal flotado. Finalmente, se hicieron trabajos de mantenimiento consistentes en el desazolve de la red de drenaje general.


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1994.- Se restauraron y consolidaron los elementos de las fachadas norte y poniente. De igual forma, se hizo limpieza general del inmueble y acarreo de material de desperdicio producido durante las demoliciones en la década de 1980, colocación de cristales en fachada y domo de la escalera principal, aplicación de pintura en vestíbulo, impermeabilización en pretiles, azotea y cubo de luz, reposición de aplanados en muros del pórtico y pretiles en azotea, reestructuración del patio principal y colocación de cubierta para la misma área, pintura en azotea de pisos y muros, arreglo de escalera de acceso a la azotea. 1995.- Se realizó un proyecto ejecutivo de restauración integral y se iniciaron las obras en su primera etapa, que consistieron en trabajos de yesería, albañilería, limpieza de herrería, limpieza de fachadas y restauración de vitrales. 1997.- Se continuó con los trabajos de la primera etapa de restauración integral que tenía entre su proyecto albergar la sede del Centro de Investigaciones y Servicios Museológicos.

Izquierda: Vitrales de la escalera del patio principal hacia finales de la década de los noventa. Foto: Archivo DGPU. Derecha: Jarrón y flores en los vitrales de la escalera del patio principal.


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Izquierda: Detalle de flor en vidrio. Derecha: Vitrales restaurados.

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1999.- Se inició la segunda etapa de restauración, continuando con los trabajos correspondientes a la albañilería general del edificio, instalaciones hidráulicas, eléctricas y sanitarias, así como las instalaciones especiales. 2000.- Se detienen los trabajos de restauración del proyecto integral de 1995. Para entonces se replantea el uso general del inmueble y la asignación de los espacios que componen el edificio. 2002.- Se reinician los trabajos con la elaboración de un nuevo proyecto arquitectónico y el complemento ejecutivo de los trabajos de restauración. En el mes de noviembre se reinicia la tercera y última etapa de la restauración proyectada. 2003.- En el mes de septiembre concluye la restauración. 2004.- Para el mes de septiembre se inaugura el monumento que luce su añejo esplendor.



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El Palacio de la Autonomía: sus últimos usos

Esquina sureste del patio principal o “patio de los naranjos”.

n un apartado anterior se dio una descripción de los espacios de la Escuela Normal de Maestros al momento de su construcción, con la intención de mostrar los cambios que sufrió el Palacio a lo largo de su historia, información que facilitó el establecimiento de criterios específicos para elaborar el proyecto de restauración. Un buen ejemplo de lo anterior fueron los registros de las últimas ocupaciones, a saber: la Escuela Nacional de Odontología, de Iniciación Universitaria y la Escuela Nacional Preparatoria Número 2. Hacia 1949, la Escuela Nacional de Odontología y de Iniciación Universitaria se encontraba organizada en un edificio de dos pisos y un tercero hacia el interior, divididos por un patio, corredores y diferentes pasillos. Del inmueble que ocupaba la preparatoria se distinguieron varios espacios orientados en la zona esquinera. Ahí se encontraba uno con la planta baja, constituida por un hall de acceso a doble altura, escalera monumental al nivel superior, pórtico de entrada y oficina de la administración, intendencia, salón auditorio, servicio médico, salón de imprenta y diez salones de clases y uno destinado al gimnasio. Las construcciones anteriores se desarrollaban alrededor de un patio central, que en su lindero oriente contaba con una escalera de acceso al nivel superior. Existía otro patio hacia la parte superior oriente del predio. En planta mezzanine se localizaba la caseta de proyección del auditorio, ocho pequeños cuartos y un salón de clases, a los que se tenía acceso por la parte sur del edificio. También existía un mezzanine sobre el área de intendencia de la planta baja. En la planta alta se localizaba el Paraninfo y un salón anexo con sanitario, ocho salones de clases, un salón mayor y una bodega, la desem-


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El Paraninfo hacia finales de la década de 1920. Foto: Fototeca Nacional del INAH.

Imagen actual del vestíbulo principal y escalera monumental.

Vestíbulo principal hacia 1940. Foto: Archivo DGPU.


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Detalle de los decorados y molduras restauradas en capiteles de columnas y plafón del vestíbulo principal.

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bocadura de la escalera circular, así como de la escalera ubicada al oriente del patio; todos estos salones y servicios tenían accesos a corredores que asomaban a los patios antes mencionados. En el tercer nivel existían seis salones de clases. Hacia el cuarto nivel se encontraba un espacio con mesas de concreto destinado al laboratorio de física. Existían construcciones anexas a las antes descritas en la parte superior oriente de las mismas. En planta baja se tenía acceso a través de un pasaje que conectaba al patio principal antes descrito, con otro patio conocido ahora como “patio de los vestigios”; alrededor de este patio existían nueve salones de clases. En segundo nivel se localizaban tres cubos de escaleras que conducían a cuatro aulas y sanitarios. En el tercer nivel alrededor del “patio de los vestigios” existían siete salones de clases con una circulación externa en el lado poniente. En el cuarto nivel había también siete salones de clases.59

Los datos mencionados fueron obtenidos de un avalúo fechado el 24 de octubre de 1979, elaborado por la empresa IPCYCSA , para la Dirección General del Patrimonio Universitario. Carpeta S/N, Archivo Histórico de la DGPU.

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Piso de marquetería y balcones en la planta alta del pan coupé del Palacio de la Autonomía.


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Planta alta del proyecto original para la Escuela Normal de Maestros; levantamiento firmado por el ingeniero Manuel Francisco Álvarez y calcado por F. García Franco en agosto de 1890. Foto: Fototeca Nacional del INAH.

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Planta alta con adecuación de salones, 1890. Foto: Fototeca Nacional del INAH.

Planta baja del proyecto original, 1890. Foto: Fototeca Nacional del INAH. Planta baja del proyecto de reformas y construcciones, 1890. Foto: Fototeca Nacional del INAH. Página siguiente: Detalle de cornisas molduradas y querubines del retablo principal del Paraninfo.





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Nuevo proyecto arquitectónico y de restauración

Remate de la cúpula de cristal de la escalera monumental del vestíbulo en pan coupé.

esde el punto de vista etimológico la palabra “monumento” se deriva del vocablo latino monumentum, sustantivo neutro del cual también proceden los términos monument del francés, monument del inglés o monumento del italiano. Tanto en estas lenguas modernas como en el latín, según los diccionarios comunes no especializados, la palabra significa: Todo lo que recuerda algo, lo que perpetúa un recuerdo. A lo largo de sus más de 466 años de vida, la Universidad ha tenido diferentes sedes. Sus escuelas, facultades e institutos han contemplado, con sus cambios de residencia, diferentes etapas y periodos históricos, por lo que es un orgullo para los universitarios recuperar los monumentos que en su momento formaron parte de su devenir. El Palacio de la Autonomía, ubicado en el número 2 de la calle de Lic. Primo Verdad, antiguamente llamada “Cerrada de Santa Teresa”, se localiza en una de las manzanas más antiguas y de más tradición. El tejido urbano lo inscribía “en la manzana dos del cuartel mayor segundo del reino de la Nueva España”. Su restauración tiene una doble importancia: no es tan sólo el recuperar un edificio vital para la historia universitaria, además de esto se rescata un monumento, que por sus características arquitectónicas y su valor histórico es emblemático de la arquitectura mexicana de una época y se encuentra en el corazón del Centro Histórico de esta ciudad, declarado patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO. De hecho, la historia del edificio es esencial para comprender a la Universidad moderna, pues en sus recintos se llevó a cabo uno de los movimientos estudiantiles de mayor resonancia de la institución, que concluiría con la declaración de la Autonomía Universitaria.


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Así la UNAM decidió emprender la tarea del rescate del edificio y erigirlo como la sede de la Autonomía Universitaria. Y de ese modo, enorgullecer a las futuras generaciones de universitarios de pertenecer a una de las instituciones que han dado vida y cuerpo a esta nación.

Placa de madera de la Autonomía Universitaria y cúpula de cristal hacia 1950. Foto: Archivo DGPU.


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Como se ha mencionado, muchos fueron los usos que se propusieron para este edificio. Así pues, vale la pena mencionar cuales fueron los usos propuestos, para que desde una óptica historicista, sean perceptibles los posibles cambios y adecuaciones que puede sufrir un monumento en su proceso de adaptación a las necesidades cambiantes de la sociedad contemporánea: • Museo de la Universidad Contemporánea. • Sede externa del más alto nivel del Centro de Estudios de Lenguas Extranjeras. • Instituto de Investigaciones Antropológicas. • Sede del Centro de Investigaciones y Servicios Museológicos, incluyendo talleres y bodegas. • Museo de la Odontología y sede de la Sociedad de Ex Alumnos de la Facultad de Odontología. • Sede del Museo Universitario de Ciencias y Artes. • Escuela de Comercio y Hotelería. Como resultado de la designación del uso del Inmueble: “Sede de la Autonomía Universitaria”, muchos fueron los trabajos preliminares que se realizaron previos a la ejecución de la obra, dentro de los cuales la

Fachada principal del Palacio de la Autonomía hacia 1920. Foto: Fototeca Nacional del INAH.


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Dirección General del Patrimonio Universitario convocó a diversos especialistas con el objeto de presentar propuestas y presupuestos del proyecto arquitectónico y de restauración de la tercera etapa. De igual forma y una vez seleccionado el arquitecto responsable de los trabajos, la Dirección General de Obras y Conservación, a través de la Dirección de Obras Externas, realizó la licitación de los trabajos correspondientes, quedando un equipo de supervisión conformando por personal de la Dirección General del Patrimonio y de la Dirección General de Obras y Conservación. En el año 2004, ante la dinámica de los proyectos propuestos y las necesidades de uso planteadas por la Universidad, se definieron los espacios de la siguiente manera:

Edificio principal • Exposición Museográfica de la Autonomía Universitaria. Ocupa los locales de planta baja del lado norte del edificio. Comprende tres áreas del ala izquierda del vestíbulo principal que se comunican entre sí por rígidos marcos de concreto armado, lo cuales dan continuidad a sus espacios y permiten un discurso lineal de la museografía ahí expuesta. • Exposición Museográfica de Odontología. Las áreas destinadas para la colocación de los objetos que rememoran la ocupación que por más de veinte años hiciera la Escuela Nacional de Odontología, se ubican en el lado norte de la planta baja del patio principal y constan de dos locales que tienen acceso al mismo. • Áreas de exposiciones temporales. Este espacio se ubica al centro del edificio, comunicado por los tres patios del inmueble. Está principalmente constituido por el antiguo gimnasio de la preparatoria, que es actualmente ocupado por los vestigios del antiguo convento de Santa Teresa, ahora cubierto por un piso de cristal que permite la observación y protección de los hallazgos arqueológicos. • Aulas para la realización de seminarios y convenciones. Dispuestas en la planta alta tanto del patio norte como del patio principal, cuentan con espacios amplios para la realización de eventos. Hay además tres aulas en el sector norte del edificio y dos áreas con posibilidades de subdividirse y realizar eventos simultáneos en su interior.


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Oficina de la Rectoría con mobiliario de la época.

• Auditorio. Se encuentra en la planta alta del antiguo gimnasio. Este espacio lo ocupaba la biblioteca de la preparatoria y se comunica con todas las áreas del edificio; tiene capacidad para doscientas personas y su diseño es flexible, lo que permite diversos acomodos de su mobiliario, dependiendo el tipo de evento que se lleve a cabo en su interior. • Aula Magna o Paraninfo. Sin duda alguna el espacio más sobresaliente de todo el edificio. Durante su intervención se tuvo como objetivo particular: respetar y conservar las características arquitectónicas y espaciales originales, garantizando así la dignidad prístina del espacio. Emplazado en la planta alta del vestíbulo de acceso ubicado en la calle de Lic. Primo Verdad, cuenta con una capacidad para cien personas aproximadamente. En él se llevan a cabo actos de alta investidura universitaria. • Oficina del Rector. Remarcando la importancia que el inmueble representa para la Universidad, este edificio alberga dos espacios destinados para la sede externa de la Rectoría, colocándolo a la altura de inmuebles como el Palacio de Minería y el Antiguo Palacio de Medicina, los cuales cuentan también con espacios destinados para oficinas de gobierno. Estos dos locales se ubican en el lado norte de la planta alta del patio principal; están comunicados con el auditorio y el Paraninfo.


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Izquierda: Exposición permanente del Museo de la Odontología. Derecha: Exposición permanente de la Autonomía Universitaria.

Sala de exposiciones temporales con piso de cristal, planta baja.

• Áreas administrativas del Palacio. Las oficinas administrativas son espacios necesarios para el correcto funcionamiento del edificio. Estos espacios se ubican en la planta alta mezzanine del edificio principal y en la planta alta del sector oriente del patio norte. • Cafetería. Ubicada en el lado oriente del patio norte, tiene como objetivo principal dar servicio a un número reducido de usuarios.


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En su interior se sirven únicamente alimentos que no requieran cocción o preparación elaborada; las mesas se disponen en el área del patio, lo cual permite apreciar y disfrutar de la ventana arqueológica que se encuentra debajo del nivel de piso. • Servicios sanitarios. Constituidos por dos bloques en el edificio principal, estos se ubican en la planta baja y alta del patio norte; cada bloque cuenta con sanitarios para mujeres y hombres, perfectamente habilitados para atender a la población que asista al edificio. • Radio UNAM. Los espacios destinados para la emisora se ubican en la planta baja del sector sur del inmueble, tanto del edificio principal como del edificio anexo; están distribuidos por un área destinada a la fonoteca, emplazada al sur del patio principal, que está equipada con sistemas de vanguardia. Asimismo y con comunicación directa, se encuentra un local ubicado al sur de vestíbulo del acceso por la calle de Lic. Verdad, que alberga cabinas de escucha para el material que ahí se resguarda, complementando el espacio con oficinas secundarias de la propia difusora. Finalmente, en la planta baja del edificio anexo, se ubican las cabinas de radiodifusión y las oficinas administrativas del complejo, espacios que están equipados con la más alta tecnología, considerando las restricciones que en materia de reglamentos y normas impiden la colocación de antenas y demás dispositivos de gran altura. Edificio anexo La sede Externa de la Dirección General de Servicios de Cómputo Académico. Con cuatro aulas, oficinas administrativas, área de atención al público e infraestructura, se ubica en el segundo nivel de este edificio y sus aulas se encuentran totalmente equipadas y tienen una capacidad de hasta treinta y cinco estudiantes cada una; asimismo, en este nivel se ubica el segundo bloque de sanitarios de uso exclusivo masculino. Los trabajos de la tercera etapa se emprendieron en noviembre de 2002, teniendo como fecha de conclusión el mes de septiembre de 2003. El INAH, por medio de la Subdirección de Proyectos de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, generó oportunas recomendaciones sobre el desarrollo técnico y criterios de intervención en esta obra.



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Las exploraciones arqueológicas

Patio de los vestigios.

omo parte de las obras de restauración realizadas se encuentran los trabajos de exploración arqueológica, ejecutados por la Coordinación Nacional de Salvamento Arqueológico y el Programa de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor del INAH, que a partir de un proyecto de salvamento arqueológico, lograron sacar vestigios del Convento de Santa Teresa la Antigua, ruinas de una casa de la segunda mitad del siglo XVI (la casa de Juan Luis de Rivera), así como restos de lo que fueran construcciones realizadas por los mexicas, particularmente del Coatepantli, muro de serpientes, que delimitaba físicamente el recinto principal del Templo Mayor. Los trabajos de exploración realizados por el Programa de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor del INAH, estuvieron a cargo del arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, investigador del Programa de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor y miembro activo del Colegio Mexicano de Antropólogos. El desarrollo de estas exploraciones que a continuación se describe está tomado de uno de los reportes finales de dichas excavaciones: Con motivo de la rehabilitación del edificio ubicado en la calle de Lic. Primo Verdad N° 2, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, fue necesaria la participación del Programa de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor del INAH. Así, de diciembre de 1997 a diciembre de 1998, bajo la coordinación de Eduardo Matos y con la participación de los arqueólogos Francisco Hinojosa, Jazmín Chema, Belem Beltrán y Raúl Barrera Rodríguez,60 efectuamos 41 unidades de excavación.

No obstante que el arqueólogo Eduardo Matos es el coordinador del proyecto de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor, fue el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez el encargado directo de las excavaciones realizadas en el Palacio de la Autonomía. Y es de él, de quien se transcribe el reporte final entregado a la Dirección General del Patrimonio Universitario.

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El Coatepantli Las evidencias culturales más tempranas corresponden a la época prehispánica. En efecto, detectamos parte de la plataforma denominada “Coatepantli” y que diversas fuentes históricas coinciden en afirmarnos que ésta encerraba el espacio sagrado de la Ciudad de México Tenochtitlan. Confirmamos que la plataforma presenta una orientación de norte-sur, pasando a lo largo del subsuelo de la calle de Lic. Primo Verdad. La superficie correspondiente a la última época de ocupación, la cual consta de un piso de estuco pulido, es contemporáneo con la VI etapa constructiva del Templo Mayor, y se encuentra a una profundidad variable que va desde los 1.74 m hasta los 2.56 m desde el nivel del piso actual. Además de que en su parte superior presenta un escalón que al mismo tiempo forma una banqueta con acceso que va de oeste a este. Con el fin de conocer el sistema constructivo de la plataforma, efectuamos la excavación de un pozo de sondeo a partir del piso de

Izquierda: Patio de los vestigios, durante los trabajos de restauración. Foto: Javier Martínez Burgos. Derecha: Ventana de arqueológica con vestigios del pórtico de acceso a la casa del siglo XVI. Foto: Javier Martínez Burgos.


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Detalle de los vestigios arqueológicos de la casa del siglo XVI.

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estuco de la última ocupación prehispánica. Esto mostró que el núcleo fue elaborado con adobes unidos con lodo y que debajo se encuentra la superficie de otro piso de estuco que es contemporáneo con la V etapa constructiva de Templo Mayor. La casa del siglo XVI Interesante fue el hallazgo de los restos de una casa colonial fechada para la segunda mitad del siglo XVI y que perteneció a don Juan Luis de Rivera. Diversos documentos de la época, refieren que este personaje antes de su muerte, en su disposición testamentaria, cedió los derechos del predio para que en el futuro fuera construida una iglesia. Los elementos arquitectónicos identificados corresponden a un pórtico con orientación norte-sur y este-oeste, delimitando un patio central. El espacio de circulación del mencionado pórtico, está delimitado en la parte posterior por un muro de piedra unida con cal


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y arena. En el extremo sur del mencionado muro, encontramos el acceso que comunica hacia uno de los cuartos. Con relación a la fachada principal del pórtico, vemos que se compone de tres basas cuadrangulares, alboradas con tabiques rojos, que sirven de asiento todavía de los restos de tres columnas cilíndricas elaboradas con andesita basáltica. El convento de Santa Teresa la Antigua En las postrimerías de la segunda década del siglo XVII, por intervención de las monjas concepcionistas, Sor Juana Inés de la Cruz (sic) y María de la Encarnación (sic), en este predio se construyó la iglesia dedicada al santo patrono de San José, cuya nave original tenía una orientación de sur a norte haciendo esquina con las actuales calles de Lic. Verdad y Guatemala, por donde estaba el acceso principal, se encontró parte de los desplantes de los muros y restos de los aplanados; posteriormente a lo largo de este mismo siglo, se hicieron una serie de ampliaciones y remodelaciones del convento —que como sabemos perteneció a la orden de las carmelitas descalzas— además de llevar a cabo la construcción de la conocida iglesia de Santa Teresa la Antigua. En el patio61 se detectaron restos de dos pórticos que delimitan un espacio central por sus lados este y oeste, en efecto, aún encontramos los desplantes de cuatro columnas que sirvieron para soportar el techo, así como cuatro remodelaciones de los pisos interiores. Hacia el costado norte del patio central, se encuentra una pileta circular a la que se accede por medio de unos escalones, revestidos con azulejo del tipo Abó policromo y azul sobre blanco, fechados a fines del siglo XVII y principios del XVIII. Distribuidas en distintos puntos del patio se encuentran restos de jardineras hechas con tabique rojos. En el local que en la época de la preparatoria No. 2 fuera ocupado por el gimnasio, se recuperó importante información arqueológica del convento. Sobresale una gran pileta de forma rectangular que sirvió para almacenar agua y que tiene una orien-

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Que es identificado ahora como “patio de los vestigios” y que colinda al poniente con el antiguo templo, hoy Centro Ex Teresa Arte Actual.


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Patio de los vestigios durante los trabajos de restauración. Foto: Javier Martínez Burgos.

tación este oeste. Los muros en talud invertido que la forman, aún presentan restos de pintura roja. El piso de la pileta, es de sillares de cantera rosa, con una cenefa formada de azulejos que la rodea por sus cuatro lados. Los azulejos son de diversos colores, como el amarillo, azul sobre blanco, etc., que a su vez forman cuadretes geométricos. En el área central de la estructura existen restos de un elemento cuadrangular compuesto de azulejos azul sobre blanco, representando diversas figuras zoomorfas y antropomorfas, de una marcada influencia oriental. Al norte de esta estructura, se encuentran restos del área que funcionó como cocina comedor. Por cierto, en el extremo noroeste e interior del cuarto, se encuentra una pileta rectangular para almacenamiento de agua que fue decorada con azulejos talavera bicromos, azul sobre blanco, con diseños en forma de flores. En su interior presenta azulejos de colores verde y amarillo sobre blanco, cuyos diseños son en forma de trébol. Hacia la derecha y paralelo a esta construcción, se encuentran los restos de una banqueta en forma de media luna, decorada con azulejos que contienen diferentes diseños y colores. Este material decorativo se conserva en pisos y muros, constituyendo una colección única en su género.62

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Eduardo Matos Moctezuma, “Programa de Arqueología Urbana”, Revista de Difusión del Instituto de Investigaciones Antropológicas. p. 34-40.



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Intervenciones estructurales

Esquina noroeste del patio de los vestigios.

Durante los trabajos de demolición del tercer piso en 1980. Foto: Archivo DGPU.

l edificio había sufrido múltiples alteraciones, prácticamente desde su mismo nacimiento. A tan sólo tres años de su construcción, el Palacio ya era objeto de una remodelación. Sucesivamente y a lo largo de su devenir histórico muchos fueron los agregados arquitectónicos y muy variada la modificación de sus espacios originales. Con motivo de los trabajos de recuperación del inmueble, una de las premisas del proyecto de restauración fue el recuperar, en la medida de lo posible, la disposición espacial original. Evidente era el deterioro estructural presentado, que a lo largo de los casi veinte años de abandono se había incrementado en muchas de sus áreas. Por tanto, los trabajos de reestructuración en muros, losas y entrepisos fueron prioridad.


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Las áreas que se reestructuraron, ya sea sustituyendo el sistema constructivo original o con una intervención parcial de reforzamiento, fueron las siguientes:

Vestíbulo y cúpula de cristal.

Vestíbulo principal En este punto se realizaron ambas intervenciones. Por un lado el piso de la planta baja se reforzó parcialmente, colocando un firme de concreto mejorado de 10 cm. de espesor, adicionado con una malla electrosoldada comúnmente conocida como malla 6 x 6 x 10 x 10. El firme tuvo que ser reticulado, formando secciones de 40 x 40 cm., con el objeto de permitir el movimiento del piso de mármol, que se colocaría en ese lugar, debido a que es justamente en esa esquina donde se acusa el hundimiento del edificio. Por otro lado, la escalera monumental de mármol se reestructuró totalmente, sustituyendo el sistema de bóveda escarzana (que sostenía las rampas) por un sistema estructural ligero conocido comercialmente como “lámina romsa”; finalmente otro de los elementos que se intervino parcialmente fue la cúpula de cristal que corona el techo de la escalera monumental, en cuya base se colocó un anillo de compresión de concreto armado con el objeto de dar mayor rigidez y sustento a la estructura metálica que forma la cúpula de cristal. Núcleo norte de servicios Constituido principalmente por la escalera de servicio que comunica la planta baja con el área de la azotea, alberga también el elevador para personas con necesidades especiales, elemento contemporáneo que se integra al edificio como parte esencial de la funcionalidad moderna; los trabajos comprendieron desde la colocación de cuatro muros de concreto armado de 12 cm. de espesor que forman el cubo del elevador, así como la colocación de vigas de acero tipo “I” de 8 pulgadas y “lámina romsa” para formar los descansos de la escalera de servicio. Pasillo y elevador en el primer piso. Pasillos y corredores exteriores del primer nivel en los tres patios En todo el perímetro del edificio se encuentran circulaciones externas que comunican las diferentes áreas del inmueble. Estos pasillos fueron reestructurados en su totalidad debido al grave estado de deterioro que presentaban al inicio de los trabajos de restauración, con el ya mencionado sistema estructural ligero, conocido como “lámina romsa”.


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El auditorio y el antiguo gimnasio En estas áreas se llevaron a cabo diversas tareas, como la sustitución de la cubierta del auditorio, compuesta originalmente por lámina de zinc, vigas IPR de 6 pulgadas y una capa de compresión, formando en su conjunto una bóveda escarzana; sin olvidar que durante la época de la ocupación del edificio por la preparatoria se encontraba un tercer nivel encima del ahora auditorio, el cual fue demolido durante los trabajos de 1981. Aquí se optó por cambiar el liberado entrepiso que se encontraba en avanzado estado de deterioro y de inseguridad estructural, por una cubierta ligera de estructura metálica, constituida por vigas “I” de acero cédula 40, un revestimiento a manera de capa de compresión de concreto reforzado por malla electrosoldada, una capa de impermeabilizante asfáltico, malla de gallinero y un firme de cemento para finalmente ser recubierto por un enladrillado. El entrepiso también fue reestructurado cambiando su sistema original por un sistema de losa aligerada por medio de casetones de unicel.

Estrado del auditorio en el primer piso del patio principal. Foto: Javier Martínez Burgos.


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El edificio anexo Este es un espacio compuesto por dos núcleos, uno al norte y otro al sur, unidos al centro por un área de circulación vertical, que comunica únicamente el primero con el segundo nivel, dejando aislada la planta baja. Aunque era una construcción relativamente más reciente que el resto del edificio, se encontraba en mal estado de conservación y de inestabilidad estructural, debido a que en esta área, durante la década de 1980, se demolieron diversas partes que conformaban el conjunto original, dejando áreas aisladas y sin liga estructural; por lo anterior, fue necesario sustituir los entrepisos del primero y la losa de azotea del segundo nivel por el sistema estructural ligero de “lámina romsa”; asimismo, se colocaron refuerzos verticales o columnas de concreto armado y refuerzos horizontales de vigas “I” de acero, entre los núcleos del primero y segundo nivel para ligarlos estructuralmente y darles rigidez.

Patio de la ventana arqueológica.



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Trabajos de restauración en interiores

Detalle geométrico del piso de marquetería, primer piso del vestíbulo en pan coupé.

planados Debido al abandono del edificio por casi dos décadas, los aplanados de mortero de base cal-arena de los muros y los aplanados de yeso de los plafones, se encontraban prácticamente desprendidos en un 70 por ciento del edificio, por lo que fueron restituidos totalmente.63 En el caso específico de aplanados en muros, se respetó, en la medida de lo posible, la proporción de los morteros utilizados originalmente, que se componían principalmente de cal y no de cemento, como lo hacemos actualmente; en el caso de los plafones de la mayoría de los espacios, se colocó un plafón falso o flotante, ya de tablaroca o de un sistema comercial modular de yeso. Pisos Al igual que los aplanados, los pisos que no habían sido intervenidos o suplidos con anterioridad, durante los diferentes usos del edificio,64 se encontraban en estado avanzado de deterioro, por lo que la sustitución total fue necesaria. Los pisos que se colocaron en la mayoría de los locales del edificio principal están constituidos por duela de madera de encino blanco canadiense y una cenefa de Tzalam, previamente tratados con químicos necesarios para su correcta conservación, como el biocida y el antiflama. Por otro lado, en el edificio anexo, en los locales destinados para la aulas,

A excepción de las áreas en que se logró recuperar algún vestigio importante y en buen estado de conservación, como es el caso de la pintura mural del local sur en planta alta del patio principal y los restos de pintura mural del siglo XVIII en el edificio anexo. 64 En algunos casos, los pisos de madera originales habían sido cambiados por simple cemento pulido o por loseta cerámica. 63


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Vestíbulo y escalera monumental.

se decidió continuar con la colocación de loseta cerámica vinílica de marca comercial, y solamente en las oficinas administrativas se optó por colocar duela de madera de las características antes mencionadas; únicamente en el caso de los locales destinados para las cabinas y la fonoteca de Radio UNAM, se determinó dejar el piso de cemento pulido aparente, debido a las especificaciones de material que estos espacios requerirían una vez en operación. Vestíbulo Sin duda alguna, uno de los espacios que más caracterizan la época de construcción y la importancia del Palacio de la Autonomía, es el vestíbulo de indudable estilo porfiriano; sus elementos compositivos no fueron la excepción del inevitable paso del tiempo y la falta de mantenimiento, además de que diversas acciones emprendidas por la mano del hombre colaboraron con el deterioro de tan bellísimo espacio.65 Los plafones de yeso de planta alta se encontraban desprendidos en un 70 por ciento de su área, debido principalmente a la filtración de agua por la azotea. No obstante, los restos que permanecían en su lugar, brindaron los elementos necesarios para su restitución integral, tal y como se encontraba al momento de la edificación.

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Una de estas acciones fue el desmantelamiento del mármol de Carrara original que recubría la escalera monumental.


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Izquierda: Vista superior de la escalera monumental antes de la restauración. Foto: Archivo DGPU. Derecha: Vista superior de la escalera monumental después de su restauración. Foto: Archivo DGPU.

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El piso de marquetería de maderas finas de Tzalam, ubicado en vestíbulo del primer piso, ofreció una problemática muy especial: a lo largo de su historia le fueron colocadas diversas capas de barniz, que más que proteger resecaron la madera y desprendieron la tinta; la humedad del espacio durante la época de abandono ocasionó que ésta perdiera su plano horizontal, y finalmente la entrada de agua de lluvia por las puertas que comunican al balcón, provocó la pérdida irremediable del material por putrefacción de las áreas contiguas a las puertas. Para la intervención fue necesaria la participación de diversos especialistas: restauradores de bienes muebles, arquitectos restauradores, especialistas por parte del INAH, entre otros, que optaron por el retiro de parte del piso original, haciendo un velado de protección, restituyendo la madera de la cama de polines que se había perdido por la putrefacción. Luego se rehidrató la madera restante con ceras naturales y se le colocó peso muerto para regresarla al plano original. Una vez restituida la madera del enduelado, se reintegró a su lugar original el piso de marquetería levantado; finalizada la rehidratación de la madera se realizó una limpieza profunda para retirar tintas agregadas en otras etapas y se realizaron los injertos necesarios para completar el tapete de marquetería. Por último, se colocó como acabado final una capa de paraloid a dos manos. En lo que respecta a los muros y a la escalera monumental, el recubrimiento de los muros fue reconstruido totalmente, pues existían los elementos suficientes para proponer la reconstrucción de molduras y decoraciones. La escalera fue reestructurada por completo. Fue necesario colocarle un nuevo recubrimiento de mármol blanco similar al de Carrara y se restauraron los plintos del arranque y desembarque de la misma.


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El piso de mosaico veneciano de la planta baja se sustituyó en un 40 por ciento de su superficie con otro material: mármol blanco, igual al existente en la escalera monumental; esta selección y sustitución fue necesaria debido a la destrucción del mosaico veneciano original, ocasionado por el hundimiento diferencial que sufre el edificio justo en ese punto. No obstante a la destrucción, logró salvarse la cenefa perimetral de este piso, como vestigio de lo que en algún momento existió. El Paraninfo La sillería y los retablos se encontraban en buen estado de conservación, por lo que los trabajos de restauración fueron mínimos: limpieza profunda, reintegración de color y aplicación de ceras naturales. No sucedió lo mismo con el piso y el plafón, pues con la inclinación tan marcada del edificio hacia el oriente, no fue posible recuperar el nivel del piso original. De igual forma, la duela se encontraba muy degradada, por lo que se optó por la colocación del mismo tipo de piso de duela que en el resto de los locales.

Detalle del piso y su tapete geométrico en la escalera monumental.


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Izquierda: Hallazgo de la pintura mural en el Paraninfo, durante los trabajos de restauración a finales de 1990. Foto: Archivo DGPU. Derecha: El Paraninfo durante los trabajos de restauración. Foto: Javier Martínez Burgos.

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El plafón de estilo neoclásico de principios del siglo XX, éste se encontraba muy destruido. Durante las calas de exploración que se realizaron en 1995, se identificó un antiguo plafón falso, construido a la manera agustina con técnicas de finales del siglo XVII. Sin embargo, los vestigios fueron insuficientes para la reconstrucción del mismo, por lo que se resolvió colocar un plafón que no falseara la información de los vestigios originales y que no compitiera con la decoración del espacio que cubre. Patio principal Al igual que en la mayor parte del edificio, el patio tuvo transformaciones y agregados. Gracias a los documentos consultados y a las calas de identificación efectuadas en pisos y muros, se logró rescatar la fisonomía original del patio, restituyendo el piso de cantera con un diseño de tapete en el cual resaltan cuatro cuadros, que antiguamente ocuparan cuatro jardineras. En el muro poniente en planta baja, se recuperaron dos accesos que enmarcan la entrada principal. Por otro lado, en el muro oriente también se recuperaron dos nichos que se encontraban ocultos bajo los aplanados de los muros de la antigua preparatoria. Por su parte los muros de la escalera habían perdido sus aplanados, por lo que sólo se restituyeron. Existe un florón de alto valor artístico elaborado con cartón prensado,66 que fue restaurado, para reintegrarle su color original; el florón coronaba una ventana sobre el muro cabecero


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de la escalera que daba iluminación a la antigua biblioteca del palacio. Por funcionamiento esta ventana se convirtió en nicho para evitar la entrada de luz a lo que ahora sirve como galería temporal. Los peldaños de la escalera constituidos por cantera gris se encontraban completamente erosionados por el propio uso de la misma. Por fortuna, las esquinas de cada huella conservaban la textura original del material, por lo que la restauración consistió solamente en la reintegración de los faltantes (injertos) y la restitución de la textura original de los peldaños. Patio noroeste En este patio se realizaron excavaciones arqueológicas, por parte del Proyecto de Arqueología Urbana del Templo Mayor. Resultado de lo anterior y dada la importancia de los vestigios encontrados,67 se decidió dejar una ventana arqueológica, constituida por un foso de 2.50 x 11.00 m. y 3.5 m. de profundidad, a la cual se le colocó un piso de vidrio templado inastillable; esto permite a los visitantes caminar sobre él y apreciar el rico acervo histórico arquitectónico que guarda en sus cimientos el palacio. Por lo que respecta al resto del patio, afortunadamente este mantuvo su fisonomía original, por lo que los trabajos de restauración fueron mínimos. Patio sureste o de los vestigios A diferencia del anterior, este patio cambió radicalmente su apariencia exterior con las demoliciones de los edificios de aulas poniente y sur en la década de 1980 y las excavaciones arqueológicas, cuando sacaron a la superficie los restos del Convento de Santa Teresa la Antigua. En materia de restauración no había mucho que hacer, así que las acciones tomadas implicaron solamente la integración formal de las fachadas interiores con las del resto del edificio.

Patio principal durante la ocupación del edificio por la Escuela Nacional Preparatoria “Erasmo Castellanos Quinto”. Foto: Archivo DGPU.

Detalle de la ventanería del patio principal.

Restauración de madera y trabajos de carpintería Los trabajos de restauración en la carpintería del edificio estuvieron aplicados bajo el criterio de la reversibilidad de los materiales contemporáneos utilizados para su conservación. Tanto portones, puertas de madera, pisos originales, así como dos ejemplos de entrepisos de técnica franciscana, fue66 Técnica poco utilizada para realizar decoraciones y molduraciones. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX estas decoraciones se realizaban con vaciados de yeso. 67 Los restos corresponden a los arranques de las columnas del pórtico de la casa del siglo XVI .


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Izquierda: Moldura de escayola en techo. Foto: Javier Martínez Burgos. Derecha: Molduras de pared y techo de escayola.

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ron tratados con biocidas naturales, recubrimientos antiinflamables, reintegración de tintas y recubrimientos de ceras naturales como acabado final, con lo cual se garantiza que la reversibilidad de los materiales utilizados permitiera el retiro de los mismos sin dañar la madera original. Elementos decorativos y molduras de yeso Los vaciados de yeso colocados en las salidas de centro (que seguramente alguna vez tuvieron candiles, ubicados tanto en el vestíbulo de la entrada de la calle de Lic. Verdad y en la escalera del patio principal) se desmontaron y restauraron completamente, consolidando con resinas epóxicas el material desquebrajado y restituyendo el material faltante. En lo tocante a las molduras de yeso que acompañan los plafones, vale la pena resaltar que el 95 por ciento de éstas son de manufactura reciente, debido a que no se encontraron vestigios suficientes para sustentar la colocación de las molduras en todos los recintos. Pintura en muros, plafones y pintura decorativa de molduras La paleta de colores utilizada para los tonos de pintura tanto de las fachadas interiores y molduras decorativas, como de los muros y plafones de los diversos recintos del palacio, fue el resultado de una serie de calas que se realizaron en el muro sur del local marcado con el número 25, ubicado a su vez, en el lado sur del vestíbulo del acceso que da a la calle de Lic. Verdad, las cuales presentan una antigüedad considerable, aunque se aclara que no se realizaron pruebas de datación. Cabe decir que el tipo de decoración utilizado en las molduras de yeso, así como la técnica de aplicación de la pintura se acordó con los especialistas del INAH, quienes después de solicitar diversas pruebas aceptaron las más adecuadas a la época de construcción del inmueble.


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Detalle de pintura mural del siglo XVIII en la planta baja del edificio anexo.

Pintura mural Es importante resaltar que además de recuperar importantes vestigios arquitectónicos, como resultado de los trabajos de restauración efectuados en el palacio, se logró también la recuperación de un rodapié de pintura aplicada al fresco de principios del siglo XVIII y que corresponde a las celdas de clausura de las monjas carmelitas. Con el fin de garantizar su correcta conservación se colocó una protección de vidrio en todo su perímetro para evitar que accidentalmente pueda ser dañada, pues es el único vestigio de pintura de las celdas del claustro que sobrevive del antiguo convento. El local donde se halló la pintura se ubica en el lado oriente del primer piso del edificio anexo; de igual forma se recuperó pintura decorativa del siglo XIX, ubicada en el local marcado con el número 57, en la planta alta del extremo sur del patio principal. En ambos casos, el criterio de restauración se limitó a la consolidación de los restos existentes, así como de la aplicación de una película hidrofugante que permitiera la respiración del material pictórico y garantizara su permanencia.


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Durante los trabajos de restauración de la pintura mural del siglo XVII. Primer piso del edificio anexo. Foto: Javier Martínez Burgos.

Instalaciones eléctricas, hidráulicas, sanitarias y especiales El caso de las instalaciones eléctricas, hidráulicas y sanitarias implicó el cambio total de las redes antes mencionadas, pues el tiempo de vida del material utilizado en las instalaciones originales y sus subsecuentes rehabilitaciones, sobrepasaba por mucho la vida útil de las mismas; esto sin tomar en cuenta que los requerimientos y necesidades de los nuevos usos de los espacios demandaría mayores servicios. El palacio cuenta actualmente con modernas redes de instalaciones eléctricas (corriente normal y regulada), hidráulicas y sanitarias, que recorren el edificio, garantizando el correcto funcionamiento del mismo y de cada una de las actividades que ahí se llevan a cabo. También, se ha equipado al edificio con un sistema de planta de emergencia eléctrica, sistema UPS para evitar descargas en sistemas de cómputo, así como instalaciones de seguridad, sistema de detección de humos y sistema de vigilancia de video, que colocan al inmueble a la vanguardia en ese tipo de instalaciones, además de garantizar su funcionamiento óptimo por muchos años.


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Escalera de servicio en primer piso del edificio anexo. Foto: Javier Martínez Burgos.

Ventana arqueológica, patio anexo. Foto: Javier Martínez Burgos.


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Interior del edificio anexo.

Página siguiente: Retablos, sillería y óleos del Paraninfo.





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Restauración de fachadas

Balcones del Paraninfo en fachada principal.

Izquierda: Restauración de elementos de cerámica en fachada. Foto: Javier Martínez Burgos. Derecha: Restauración de elementos de cantera en fachada. Foto: Javier Martínez Burgos.

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pesar de que las fachadas fueron intervenidas en la década de 1980, al momento de esta restauración presentaban una considerable cantidad de deterioros y desperfectos, que iban desde la aparición de grietas en los muros (producto de los asentamientos del edificio), pasando por desprendimiento de piezas de material cerámico, hasta la exfoliación del material pétreo de que se componen. Para la intervención de las fachadas se realizó un proyecto ejecutivo de restauración que comprendía los rubros de levantamiento arquitectónico, planos de detección de daños, propuesta de restauración y fichas técnicas de intervención, proyecto que garantizó la intervención integral de toda la superficie de las fachadas. Los trabajos ejecutados fueron los siguientes: consolidación de piedra, enladrillado de pilastras y cerámica vidriada (mediante la inyección

Para la restitución de la cerámica vidriada, la Universidad mandó fabricar 5,000 piezas de este material con artesanos del estado de Hidalgo.


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de resinas epóxicas y lechadas de agua y cal), restitución de piezas de cerámica vidriada68 y ladrillo tipo kinkler de colores amarillo y rojo, consolidación de grietas con resinas epóxicas, retiro de flora parásita de las juntas de las piedras y limpieza de cantera con agua y cal, solución jabonosa de canasol e inyección de pentaclorofenol al siete por ciento, liberación de pintas, injertos y restitución de cantera blanca de Pachuca, lavado y limpieza general de las fachadas con solución de jabón chichi y cepillo de raíz, aplicación de pátina en elementos nuevos o restituidos, aplicación de hidrofugante, estabilización y aplicación de pintura a los elementos de herrería de las ventanas.

Rostro de la diosa Minerva en cantera. Fachada poniente.


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Pruebas de iluminaciรณn en fachada.

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La restauración de la cúpula de escamas

Cúpula de escamas restaurada.

a cúpula de escamas se ubica en la azotea del edificio. Se trata de un elemento arquitectónico y emblemático que engalana las fachadas eclécticas del palacio. Actualmente es percibida en toda su magnitud desde la actual plaza del Templo Mayor, Su restauración fue sin duda un verdadero reto. Muchas fueron las muestras y pruebas de materiales exigidos. Constante fue la supervisión y ardua su gestión para que el INAH autorizara y diera el visto bueno de su intervención. Finalmente, la cúpula de escamas fue restaurada. De manufactura norteamericana, la cúpula está compuesta por una armadura de ángulos metálicos en su interior, un forro de lámina negra calibre 6, escamas romboidales en toda su superficie, ocho óculos metálicos y ocho nervaduras del mismo material; tiene en su cúspide, una corona decorada con elementos art nouveau, hecha con la técnica de repujado. Fue difícil conseguir a un artesano que estuviera dispuesto a emprender la tarea de la restauración. Para este trabajo se dieron cita varios especialistas debido a que el estado de conservación que presentaba era ruinoso. El trabajo de restauración consistió en la estabilización de la estructura metálica de ángulos de acero, retirando toda la corrosión y aplicando pintura anticorrosiva, sustitución del forro de lámina negra de zinc por lámina galvanizada, sustitución de las escamas de lámina negra por escamas del mismo material, reproduciendo forma, dimensiones, color y técnica de ensamblaje, restauración de seis óculos y manufactura de dos nuevos, restauración de las ocho nervaduras y restauración integral de la corona, sustituyendo las piezas y ornamentos dañados, originalmente manufacturadas en lámina negra por piezas en laminado de cobre, igualando por medio de la pátina el color de la lámina oscura.


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Arriba: Trabajos de restauración en la estructura de la cúpula de escamas. Foto: Javier Martínez Burgos. Izquierda: Trabajos de recubrimiento de la cúpula de escamas. Foto: Javier Martínez Burgos. Derecha: Restitución de las escamas. Foto: Javier Martínez Burgos.


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Arriba: Cúpula de cristal y cúpula de escamas. Abajo: Restauración de óculos de la cúpula de escamas. Foto: Javier Martínez Burgos.

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Trabajos de restauración en exteriores

Detalle del primer nivel de la fachada lateral.

omo parte de los trabajos que favorecen el correcto funcionamiento del inmueble, fue necesario generar un proyecto de rehabilitación urbana, que consistió en la edificación de una plaza peatonal de servicio y seguridad, tanto a los usuarios del palacio como a los visitantes del Templo Mayor. Acorde fue la colocación de una reja de herrería, que copió el diseño de la reja del Ex Templo de Santa Teresa, a la altura del lindero sur del edificio hasta la salida del Museo del Templo Mayor. Posteriormente, se realizó el remozamiento de los pavimentos y aceras, amén del desplante de desniveles, colocación de jardineras para la ambientación del espacio abierto, que conforman una barrera virtual entre la plaza del Templo Mayor y el espacio peatonal del Palacio de la Autonomía. De igual modo, se cerró el paso de la calle de Guatemala, colocando una reja de características similares a la anterior, con las subsecuentes acciones de remozamiento de los pavimentos y aceras, así como la colocación de vegetación y edificación de desniveles. Como tercera y última etapa, se gestionó la reubicación de los vendedores ambulantes que se asentaban sobre la calle de Moneda y Correo Mayor. Es un hecho que la rehabilitación de fachadas, pavimentos y mobiliario urbano, revaloran la zona dando un encuadre perfecto para el Palacio de la Autonomía.



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Comentarios Finales

Plafón con decoraciones y molduras de escayola.

a tarea de la restauración de tan importante edificio, por las razones ya descritas, ha sido una labor de dimensiones monumentales para nuestra Universidad. Los especialistas que en ella intervinieron, y cada una de las personas que contribuyeron, por muy pequeña que se considere su actuación, han dado el máximo de sus esfuerzos y han logrando dejar un fruto invaluable. Así, el edificio es una clara muestra de espacios interactivos, multifuncionales y sobre todo, digno albergue de actividades académicas y de difusión de la cultura, tareas sustantivas de nuestra Casa de Estudios. El Palacio de la Autonomía muestra en sí una imagen arquitectónica primigenia, que es el resultado de un criterio único y consensado por todos los profesionales y especialistas que podían opinar en la restauración. Ahora el edificio también alberga ciertos elementos contemporáneos y adelantados, tales como los sistemas de instalaciones y seguridad acordes a la época actual. Como se mencionó antes, el criterio de restauración giró en torno al rescate de la imagen decimonónica que le diera Manuel Francisco Álvarez, respetando y rescatando la riqueza de sus fachadas, la amplitud de sus grandes patios y (en la medida que los vestigios y la información documental recabada lo permitieron), la grandeza de sus espacios interiores, así como la excelsitud de espacios como el Paraninfo, la planta baja y alta del vestíbulo principal. Así entonces, el monumento mantiene el aspecto que a continuación se detalla: de las fachadas se restauró y mantuvo la imagen original, así como los materiales que la conformaron, después de la remodelación que hiciera el ingeniero y teniente coronel Porfirio Díaz Ortega. En el


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frontón de la fachada principal fueron sustituidas piezas de cantera blanca de Pachuca por otras de la misma talla y procedencia, para reproducir detalles hasta ahora perdidos por el inevitable paso del tiempo. Asimismo, hubo trabajos de conservación preventivos y correctivos para el resto del material. Se produjo cerámica polícroma vidriada para completar las piezas faltantes en ambas fachadas; de igual forma se actuó con las losetas tipo kinkler rojas y amarillas que hacían falta en las mismas caras, dejando ver la riqueza de su estilo, ejecutado con una magnífica sobriedad. El vestíbulo principal, pese haber sido intervenido con la necesidad de sustituir en la planta baja parte de su piso original y de no haber contado con suficiente base documental para su restauración, es muestra de una impecable y fidedigna intervención. Resalta la magnificencia de su espacio, tanto en la planta baja como en la parte alta. Su altura, la escalera monumental forrada con mármol blanco, sus columnas, yeserías, piso de marquetería y su cúpula de cristal, se mantienen hoy casi intactas, cual imágenes congeladas al paso del tiempo. De el Paraninfo se lograron conservar los retablos, la sillería y la grandeza de su amplio espacio interior, inscripciones y pintura decorativa, mural y de caballete. Este sitio luce con dignidad y nos recuerda el talento de constructores, artistas y artesanos que lo proyectaron. Del vestíbulo secundario ubicado sobre la calle de Primo Verdad, se rescató la sobriedad del espacio, con sus tres amplios accesos. A los salones se les devolvieron las yeserías de los plafones conforme su diseño original. No menos afortunados fueron los trabajos del patio principal. Ahí luce un rodapié de recinto negro con su moldura intermedia, que corre perimetralmente. Armónico es el diseño geométrico y laminado de su piso. La herrería de sus barandales y ménsulas del pasillo volado, garantizan al visitante o usuario, la imagen que en la década de 1920 debió tener el recinto. La escalera del patio principal conservó su traza original, sencilla y muy geométrica; el cubo arquitectónico se realza por un nicho que señorea el muro cabecero (antes ventana de iluminación a la antigua biblioteca), así también luce la restauración de un florón de cartón vaciado o modelado que corona el mencionado nicho. De igual forma, contribuyen a este fin los dos vitrales que flanquean ambos muros de la escalera, cuya restauración conservó a la perfección tanto el diseño de los mismos como


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la técnica de su manufactura, garantizando así una franca imagen acorde a los criterios de restauración aquí enunciados y utilizados para el resto del edificio. El complemento de los espacios del edificio principal tuvo una intervención adecuada al preservar las características originales de su espacio, siendo éstas sus alturas y dimensiones generales, incluso con la adecuación de funciones totalmente diferentes a las originales de su proyección y edificación. Así entonces los salones del ala norte en planta baja, cedieron sus divisiones a una gran sala que es ocupada por la exposición conmemorativa de la Autonomía Universitaria. La planta alta ahora está destinada a salas de seminarios, áreas de servicios y oficinas. Igual fin tienen el resto de los espacios, tanto en planta alta como en planta baja, cuyos locales delimitan perimetralmente el patio principal, salvo excepción dada del mencionado Paraninfo, y que en los criterios de restauración mantiene elementos sustantivos para la interpretación del espacio original, como las molduras de yeso, su sillería, retablos y pintura decorativa. En la planta alta, detrás de la escalera del patio principal, el espacio de la antigua biblioteca modifica casi en su totalidad su morfología arquitectónica, de la cual no se encontró vestigio alguno, rescatándose únicamente sus dimensiones perimetrales para albergar el auditorio cuyo diseño permite la utilización del espacio en forma dinámica. Mismo caso sucede en la planta baja, donde se presentan los vestigios del Convento de Santa Teresa, área que recibe exposiciones temporales, resaltando su piso de cristal templado y su segura estructura metálica de sustentación. En lo que respecta al edificio anexo, pese a los cambios de uso que habían restado cierto contexto histórico, en planta baja, primero y segundo niveles, se lograron preservar elementos que nos hablan de su importancia histórica. Por ejemplo, quedaron restaurados convenientemente los vestigios de pintura mural. No estarían completas estas conclusiones si no se menciona el trabajo que implicó la intervención de la cúpula de escamas y su remate o corona metálica, cuya degradación y estado de conservación era prácticamente pérdida total, y que aun así se logró rescatar, conservando sus ornamentos, geometría y técnicas de manufactura, con lo que de nueva cuenta se encuentre señoreando la parte superior del vestíbulo principal a modo de lontananza arquitectónica sobre el Templo Mayor.


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Así, en términos generales, podemos decir que la intervención de este inmueble fue generosa al permitirnos contemplar y revivir los espacios que tuvieron gran significado en la vida virreinal, como en la de los universitarios de antaño. Quede a juicio de las generaciones actuales lo aquí realizado y sea compromiso de generaciones futuras la salvaguarda de nuestro patrimonio cultural.




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Cronología del edificio

Nave, bóvedas y arcos del templo de Santa Teresa, hoy Centro Cultural Ex Teresa Arte Actual.

anta Teresa La Antigua

1519 El terreno se encontraba a espaldas del gran Teocalli de la antigua Tenochtitlan, dedicado a Tláloc y Huitzilopochtli, y a un costado del templo erigido en honor del dios Tezcatlipoca. 1531 Sobre las ruinas de estos templos, en el sitio que ocupaba el antiguo palacio arzobispal, y a unos metros de nuestro predio, se supone ocurrió la milagrosa aparición de la imagen guadalupana al obispo fray Juan de Zumárraga. 1600 El terreno se encuentra ocupado por casas habitación de carácter civil. 1604 Se funda en la ciudad de Puebla de los Ángeles la versión novohispana de la orden femenina del Carmelo. 1607 Juan Luis de Rivera, tesorero de la casa de la moneda de la Ciudad de México y regidor del Cabildo metropolitano, testa a favor de dos monjas: Inés de la Cruz y Mariana de la Encarnación, a fin de crear sobre esas casas el convento de las carmelitas descalzas. 1615 El Cabildo de la Ciudad de México concede mil pesos para gastarlos en obra de acueducto, cañería y pila para el convento. 1616 Oficialmente, las religiosas toman en posesión “las casas” que serán su futuro convento, eligiendo por patrono a San José. 1618 Teresa de Jesús es canonizada y nombrada patrona titular del arzobispado y de la Ciudad de México. Como parte de esos homenajes, el pintor Luis Juárez realiza una serie de 24 óleos sobre la vida de


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la santa para decorar los muros de la nave y retablos del floreciente convento. 1623 Se fabrican los retablos del arco y los sobrealtares de Santa Febronia y de Nuestra Señora de la Concepción. 1624 Diferencias políticas entre el arzobispo, Juan Pérez de la Serna, y el virrey, don Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, marqués de Gelves y conde de Priego, ponen al primero en el destierro y lo obligan a dejar en manos de las monjas carmelitas el Cristo de Plomo Pobre, más tarde conocido como Señor de Ixmiquilpan o de Santa Teresa. 1633 Luego de haber padecido “humor flemático” y desintería, muere Sor Inés de la Cruz en su adorado convento de San José. 1667 A la edad de 19 años, Juana de Asbaje, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, ingresa al convento de San José, aunque luego lo abandona por lo severo de sus reglas y obligaciones, pues al poco tiempo de entrar enferma de tifus exantemático. 1674 Las monjas carmelitas consiguen un breve papal que las libera del arzobispado y las pone bajo la obediencia del Carmelo. 1678 El capitán Esteban de Molina Mosquera promete a las religiosas construir un nuevo templo, el cual sustituiría al situado en unas salas bajas en la esquina de la calle donde estaba el convento. 1683 Se publica en México “RENOVACION POR SI MISMA DE LA SOBERANA IMAGEN DE CHRISTO SEÑOR NUESTRO CRUCIFICADO, que llaman de Yzmiquilpan (vulgarmente Yfmiquilpa, y Esmiquilpa)”, del doctor Alonso Alberto de Velasco, cura del Sagrario de la Catedral Metropolitana y abogado de la Real Audiencia. 1684 El maestro de arquitectura Cristóbal de Medina Vargas Machuca concluye la obra prometida. Se realizan grandes fiestas y la iglesia es dedicada por el arzobispo de México, don Francisco de Aguiar y Seijas, a la advocación de Nuestra Señora de la Antigua, que, a su vez, vino a sustituir a la de San José. El último sermón del festejo fue predicado por el padre jesuita Francisco de Florencia y publicado por Juan de Rivera, impresor y mercader de libros, quien también edita la descripción panegírica del templo de don Felipe de Santoyo, titulada: Mística Diana. 1692 Ocupan las carmelitas descalzas sus nuevas instalaciones. 1724 A principios de este año, con la suma de 2,392 pesos con 6 reales, se concluyen las obras del refectorio, sala de profundis, capillas, cocina y


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escalera. Durante estos trabajos destacó la participación del arquitecto José Eduardo de Herrera. 1733 En el altar del Santo Cristo se coloca la imagen de Nuestra Señora de los Milagros. 1798 La capilla, tal como había sido terminada en 1684, no gusta al doctor Manuel Flores y como consecuencia decide realizar una nueva edificación, cuya primera piedra se coloca el 17 de diciembre. La obra duró 15 años, siendo construida y decorada por los ilustres artistas Antonio Velázquez, Manuel Tolsá y Rafael Ximeno y Planes, arquitecto, escultor y pintor, respectivamente. 1810 Al ser descubierta la conspiración del padre Hidalgo y luego de las primeras escaramuzas, el convento sirvió de prisión a doña Josefa Ortiz de Domínguez, heroína de la Independencia, aunque luego sería recluida en el convento de Santa Catalina de Siena. 1813 Bendice la capilla del convento el Ilmo. señor Antonio Bergoza y Jordán, colocándose nuevamente la imagen del Señor de Santa Teresa. 1845 Un terremoto derriba la cúpula de la capilla, parte del ábside y de la bóveda. Se encomienda su reconstrucción al arquitecto español Lorenzo de la Hidalga, mientras al pintor Juan Cordero se le asigna la tarea de redecorar la capilla. 1858 El 7 de mayo es bendecida la capilla por el obispo de Tenagra, arcediano de la Iglesia Mayor, don Joaquín Fernández de Madrid. tros usos O 1859 El gobierno liberal nacionaliza los bienes eclesiásticos. 1863 Las últimas veintidós monjas son exclaustradas del convento, convirtiéndose éste en una casa de vecindad y el templo en una bodega. En menos de tres meses, durante el efímero imperio de Maximiliano de Habsburgo, las monjas regresan al convento y una vez desaparecido éste abandonan en definitiva el inmueble. Por estas turbulentas mismas fechas las instalaciones fueron ocupadas como cuartel de mutilados por las guerras. 1868 Las instalaciones son adquiridas por don Luis de Miranda e Iturbe y son usadas como casas habitación, para luego ser vendidas al señor Carlos Haghenbeck. A título de herencia, la propiedad pasa a manos de la señora María de Jesús Haghenbeck de Rincón Gallardo.


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Escuela Normal para Profesores 1887 El 24 de febrero se inaugura la Escuela Normal para Profesores en el edificio, ubicado en la calle de Santa Teresa, actualmente Licenciado Verdad. Su edificación, proyectada sobre lo que había sido el convento, fue encargada al ingeniero Enrique Laubscher. 1890 El edificio sufre una nueva e importante remodelación por parte del arquitecto e ingeniero civil Manuel Francisco Álvarez, quien le dio al edificio sus actuales fachadas de estilo ecléctico. 1897 El predio es comprado por el gobierno federal a María de Jesús Haghenbeck de Rincón Gallardo por escritura de 14 de enero de 1897. 1908 Concluyen algunas adecuaciones en el inmueble, esta vez a cargo del ingeniero Porfirio Díaz Ortega, hijo del famoso “Héroe del 2 de abril” y por entonces consolidado dictador. El edificio continúa como sede de la Escuela Normal de Maestros. ede de la Universidad Nacional de México S 1909 Leopoldo Batres proyecta el Paraninfo. 1910 La Universidad Nacional de México es inaugurada por don Justo Sierra, ministro de Educación Pública y Bellas Artes, instalándose en el edificio la sede de la primera Rectoría y la Escuela de Altos Estudios. 1914 En el Paraninfo, el rector de la Universidad da formal recibimiento a miembros del Ateneo de la Juventud, quienes se incorporan a las cátedras humanísticas. 1915 Por orden del entonces presidente de México, Venustiano Carranza, se clausura el templo de Santa Teresa y se destina como sede de la imprenta del Diario Oficial. 1929 En el salón conocido como el Paraninfo se da la formal declaración de la autonomía universitaria. Asimismo, el día viernes 26 de julio en el Diario Oficial, se decreta que el edificio pasa a formar parte del patrimonio de la Universidad. No obstante, no es sino hasta 1949 cuando es entregado de manera definitiva al ingeniero Alberto Crespo, representante de la Rectoría. 1930 El edificio alberga a la Escuela de Iniciación Universitaria. 1931 El Antiguo Templo de Santa Teresa es declarado monumento histórico. 1933 El Palacio se convierte en sede de la Escuela de Comercio y Administración.


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Antigua Escuela de Odontología 1935 Se instala en el inmueble la Escuela Nacional de Odontología. 1942 En las instalaciones del Paraninfo se establece la Asociación Dental Mexicana. 1949 El 24 de agosto se hizo entrega del inmueble a Alberto Crespo. Asistió, por parte del gobierno, el licenciado Alfonso de Alba, Director General de Bienes Nacionales de la Secretaría de Bienes Nacionales e Inspección Administrativa. 1956 El maestro Lázaro López comienza la restauración de la sillería del Paraninfo. 1958 Los odontólogos dejan el edificio y se trasladan a las nuevas instalaciones ubicadas en la naciente Ciudad Universitaria. Ingresan, entonces, la Escuela de Enfermería y Obstetricia, así como la Escuela Nacional Preparatoria, plantel 2, “Dr. Erasmo Castellanos Quinto”. 1964 Concluyen los trabajos de intervención de la sillería. Participan los talladores y ebanistas: Esteban Armijo, Antonio Hernández, Juan Mondragón, Roberto Amelio, Rafael Díaz, Jesús Aguilar y Antonio Acuña. 1978 Estudiantes, médicos y catedráticos de la Facultad de Odontología solicitan a las autoridades universitarias se otorgue el inmueble para utilizarlo como museo de la odontología. No obstante, el edificio queda en el abandono a merced de la incuria y el deterioro. Paradójicamente la SAHOP inicia la restauración del Templo de Santa Teresa. 1979-1980 El INAH realiza una investigación arqueológica en el interior del Templo, cuyos trabajos ponen al descubierto el coro bajo y más de doce fosas de mampostería con restos óseos. 1982 Con motivo del proyecto Templo Mayor se realizan trabajos de restauración en las fachadas del palacio. Este mismo año, por decreto, el Palacio de Odontología se incorpora al dominio público de la Federación y se destina al servicio de la Secretaría de Educación Pública. 1988 Ex alumnos y miembros actuales de la Facultad de Odontología muestran su interés por rescatar el inmueble. 1991 La Facultad de Odontología recibe la custodia del edificio y se nombra El Patronato Pro-Reconstrucción del Antiguo Palacio de Odontología. En el convenio se establecen como prioridades “la restauración, rehabilitación y posterior mantenimiento del inmueble”. De manera tentativa se le designan entre sus futuros usos un centro de educa-


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ción continua, un archivo histórico, un museo y una biblioteca. 1993 En el templo se pone en funcionamiento el proyecto X’TeResA para el Arte Alternativo A.C. 1995-1996 Comienza la primera etapa de restauración y reconstrucción. 1998-2000 Se inicia la segunda etapa de restauración integral del inmueble. 2002-2003 Empieza la última etapa de restauración del inmueble, definiéndose su uso como Palacio de la Autonomía, sede de espacios destinados a exposiciones temporales y permanentes, Unidad de Seminarios, instalaciones de Radio UNAM F.M., así como de los centros externos de cómputo e idiomas, DGSCA y CELE , respectivamente. El proyecto arquitectónico y de restauración estuvo a cargo del arquitecto José Eduardo Pérez Pérez; la obra es realizada por el Grupo Desarrollador Industrial S.A. de C.V., del ingeniero José Hinojosa Ornelas; y la asesoría especializada en materia de restauración por parte de la arquitecta Maricela Velásquez Monroy del INAH. 2016 Una vez inaugurado el edificio hubo cambios sustantivos: la exposición permanente de la Autonomía Universitaria se mudó a las galerías de la planta alta, y los salones de planta baja fueron utilizados para albergar diversas e importantes exposiciones temporales; asimismo, la cabina de Radio UNAM dejó de funcionar; el Museo de la Radio Universitaria fue suspendido de forma temporal; las instalaciones de la sede externa de la entonces Dirección General de Cómputo Académico dejaron su espacio para que se acondicionaran aulas y espacios académicos a cargo del Centro de Idiomas y Enseñanza de Lenguas Extranjeras; finalmente el inmueble fue puesto bajo custodia de la Fundación UNAM, que lo incorporó al programa de “Uso de Inmuebles Históricos Patrimonio de la Universidad”, cuyo objetivo es la obtención de recursos para los diversos programas de apoyo docente, académico y estudiantil, bajo patrocinio de la fundación. Cabe señalar que en esta época la Dirección General del Patrimonio Universitario contrata la restauración de la sillería, retablos y lambrín. Participan los restauradores Roderick Daniel Palacios Coveney y Eleonor Esther Reynoso Rosales. Esquina sureste del patio anexo.




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