La literatura, lindísima fuente inagotable de creatividad e imaginación, me seduce. Ahora, después de tanto esquivarla, me coquetea y quiere que la acompañe. Aquí surge mi duda. Temeroso, como adolescente, ante una nueva conquista que me inquieta, escribo, lo que creo, ¡si lo que creo! pero no convencido aun de lo que llamo cuentos cortos (4). Al respecto, yo pecador me confieso soy novato, soy primerizo en estas lides. Por ello, disculpas, mil disculpas, por inducirlos a creer que amo a la literatura y que mi obsesión por escribir cuentos –o quizás mañana más tarde novelas- es el amor que me embriaga.