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EUCARISTÍA EN LA SANTA CENA

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MARÍA COMAS

MARÍA COMAS

EUCARISTÍA EN LA MESA DE “LA CENA”

UNA MISA MUY ESPECIAL

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Luis Emilio Pascual Molina Consiliario de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno

Estábamos en plena Semana Santa de 2003, había terminado la Cuaresma y tras la celebración solemne de la Procesión de palmas y ramos, y la Eucaristía del Domingo de Pasión, llegaba mi primer Cabildo Extraordinario de Mayordomos como Consiliario de la Cofradía de Jesús. Ese día, programando los actos de Jueves y Viernes Santo, me entero de que hay una “tradición” en la cofradía de “celebrar la Misa en la mesa del paso de La Cena”, con un grupo reducido de personas, como inicio de este larguísimo día en la Iglesia de Jesús; tras ella, la camarera y ayudantes vestirán con ricos manjares, frutos, y una valiosa cubertería y vajilla, la mesa, para posterior regocijo, disfrute y admiración de murcianos y foráneos que nos visitarán en la mañana de Viernes Santo.

Han pasado 19 gozosos años y, cuando estas líneas vean la luz, estaremos ya con aire, aroma, sensación… de Cuaresma a tope, y enormes ganas de volver a las calles de Murcia tras -nosotros- tres años sin poder hacerlo.

Cierto que me resultó extraño, porque es una celebración a-litúrgica: ese día sólo celebra la Iglesia la Eucaristía de la Cena del Señor en la tarde, al caer el sol, en memoria de la última cena del Señor con sus discípulos, antes de marchar a orar a Getsemaní y de la sucesión de acontecimientos que se iban a desarrollar. Pero… ¡no me disgustó! Quise encontrarle sentido, puesto que se trata del día del Amor fraterno, día de la institución de la Eucaristía y del sacerdocio, y no había posibilidad de celebrar en la Iglesia de Jesús ese día la Misa en la tarde: cabildillos, entrega de contraseñas, ajetreo, cantos de las campanas de auroros, la preparación de la palmera de la “Oración”, Murcia entera en la plaza de San Agustín y en el interior del templo, y… estaban de camino los floristas.

Con el tiempo hemos encontrado “hueco” para celebrar con toda solemnidad la Misa de la Cena del Señor, a las 4 de la tarde (muy temprano, sí, pero…). De este modo damos sentido e comienzo a todo el Triduo Pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor. Pero esta celebración no ha sustituido la de la mañana. Seguimos con ella, porque es un buen modo de iniciar este día grande. En Jesús -Iglesia y cofradía- todo es especial -y maravilloso-, así que… ¿por qué no?... ¡adelante!

Cada año, a las 9 de la mañana un grupo reducido, aunque haya ido creciendo de año en año -tema que no acaba de convencerme- celebramos Misa en torno a Jesús y sus apóstoles. La Presidencia de la cofradía, el Comisario de Pasos y Patrimonio, la camarera y sus ayudantes, y pocos más… rodeando la mesa. Silencio, emoción, esperanza y fe en torno a un misterio que nos supera. Como broma, alguna vez he comentado que “los apóstoles no responden a las aclamaciones propias de los asistentes a Misa” -como suele ocurrir en muchos de nuestros templos-. Se celebra con los mismos textos de la tarde, lógicamente, pero la intencionalidad y la predicación quiere ser diferente. Impresiona la escena, los rostros tallados por Francisco. Salzillo lucen como nunca… ¡estamos ante uno de los momentos clave de la fe cristiana!... Pero, aunque intento controlarme, siempre, cada año, desde el primero, no puedo sino conmoverme -y hasta temblar- cuando alzo el pan consagrado o el cáliz y, al bajarlos para depositarlos en la mesa, mi mirada al frente se cruza con la mirada

de Jesús. Os puedo asegurar que esa sensación es impresionante.

En esta Misa pido, de modo especial, por todos los miembros de la cofradía que, ansiosos, esperan procesionar al día siguiente… por sus preocupaciones, problemas y esperanzas, y por sus familias; presento, con el pan y el vino, la vida de mayordomos, cofrades, bienhechores y amigos, rogándole a Jesucristo, al Nazareno, que sepamos vivir del fruto de su Pasión, ésa que vamos a comenzar a celebrar sacramentalmente de nuevo, porque lo necesitamos cada año. Y como os pasa en la Cena de Nochebuena en casa -por ser ley de vida- vamos echando en falta a personas que nos han acompañado en años anteriores; y lo hacemos con alegría, con un recuerdo agradecido. Permitidme que personalice en dos nombres en concreto: mi padre, Luis, que no faltaba ningún año, y Adrián Massotti que gustaba proclamar algún texto o servir los vasos sagrados ejerciendo de acólito.

¡Gracias, Señor, por este regalo que me haces cada año… desde hace 19!

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