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El placer y el sufrimiento de posponer las cosas Pedro Flores
imposibilidad de escribir sino de sentarse a hacerlo. ¿Por dónde comienzo?, preguntó. Pacheco, quien en ese momento contaba con 19 años de edad, le dijo lo primero que se le ocurrió, por la cebra. Arreola se cubrió los ojos con una almohada y empezó a dictar como si leyera un texto sólo para él visible: “La cebra toma en serio su vistosa apariencia, y al saberse rayada, se entigrece. Presa de su enrejado lustrosos, vive en la cautividad galopante de una libertad mal entendida”. Y así, durante seis días, José Emilio transcribió al papel los relatos que surgían de la mente maravillosa de Arreola, para entregar los textos en la fecha límite.
Planteamiento del problema ¿Qué es lo que nos lleva a posponer realizar lo que tenemos que hacer? ¿Por qué aun sabiendo las consecuencias de no cumplir con una determinada tarea que es obligatoria la posponemos indefinidamente hasta que no hay escapatoria? ¿Qué nos guía a ese comportamiento que en un contexto ético o moral los griegos llamaban acracia? Las raíces de esa palabra compuesta, “ἀκρασία” [akrasía], son la privativa “ἀ”, más “κρᾶσις” [krâsis], que significa mezcla, pero también temple, es decir, temperamento. Acracia es no tener el suficiente temperamento, el suficiente temple o fortaleza para no dejarse llevar por los deseos y apetitos. Sería sinónimo más bien de intemperancia. En el terreno de los compromisos es actuar en contra del buen juicio. Ocurre cuando te pones a hacer algo cuando bien sabes que deberías estar haciendo otra cosa. Acracia es la conducta que te impide terminar lo que te has propuesto hacer.
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Análisis Procrastinar es hacerse daño uno mismo, según Piers Steel, profesor de Psicología Motivacional en la Universidad de Calgary y el autor de The Procrastination Equation: How to Stop Putting Things Off and Start Getting Stuff Done. Entender esto es fundamental para entender por qué procrastinar nos hace sentir mal siempre. Cuando procrastinamos no solamente estamos conscientes de que estamos posponiendo realizar una tarea, sino también de que habrá un resultado negativo al final. Y sin embargo, evadimos realizar la tarea de todas formas. Por eso procrastinar es algo irracional: no tiene sentido hacer algo que tendrá consecuencias negativas. Es más, los procrastinadores crónicos nos enganchamos en ese vicio irracional debido a una incapacidad para manejar estados de ánimo negativos acerca de una tarea. Ese vicio no es un defecto de carácter o una incapacidad de administrar el tiempo, sino una manera de enfrentar las emociones negativas y los estados de ánimo que nos generan algunas tareas: aburrimiento, ansiedad, inseguridad, frustración, resentimiento y muchas otras. “La procrastinación es un problema de regulación de emociones, no un problema de gestión de tiempo”, dijo Tim Pychyl, un profesor de Psicología y miembro del Grupo de Investigación sobre Procrastinación en la Universidad Carleton en Ottawa, Canadá. Es más, yo agregaría que emplear herramientas para administrar las tareas puede resultar contraproducente. En alguna ocasión tenía que entregar un plan de cierto proyecto que me resultaba desagradable. Quería hacer un trabajo profesional y definir y organizar las tareas de modo que no hubiera lugar a dudas de que había hecho un análisis detallado de todas las tareas y sus implicaciones en el proyecto. Me puse a buscar herramientas informáticas para gestionar proyectos y terminé pagando una membresía al Project Management Institute para tener a la mano el PMBOK, la biblia en la administración de proyectos. Después me dediqué a buscar los formatos más aceptados para documentar cada actividad y subactividad de las etapas de un proyecto. Dediqué dos semanas a allegarme de documentos, formatos, casos de ejemplo, artículos técnicos. Al final, la urgencia de entregar el plan del proyecto me obligó a trabajar a marchas forzadas. Mi experiencia y el conocimiento previos me ayudaron a realizar un trabajo muy decente y profesional sin necesidad de tanta parafernalia acumulada en esos días
y noches. Lo pude haber hecho casi de inmediato desde el inicio sin necesidad de angustiarme y pasar noches de desvelo y terror por mi parálisis y sin desembolsar una buena cantidad de dólares por la membresía al PMI. Por cierto, llevo dos años queriendo cancelar el pago anual de la licencia y siempre acabo posponiéndolo. Los investigadores Pychyl y Sirois presentan en su libro Procrastination, emotion regulation, and well-being los resultados de estudios sobre la procrastinación. Uno de ellos es que funciona como una estrategia de regulación de las emociones que proporciona una reparación del estado de ánimo a corto plazo. Explicado de manera sencilla, la procrastinación es enfocarse más en “la urgencia inmediata de administrar los estados de ánimo negativos” que en dedicarse a la tarea. Hay un vínculo entre la regulación de las emociones y la procrastinación. Cuando nos enfrentamos a tareas que nos causan aversión la prioridad de la reparación del estado de ánimo da como resultado la evasión de tareas. El yo presente se involucra en un retraso contraproducente a expensas del yo futuro. El tipo de aversión a llevar a cabo la tarea depende de la tarea misma. Puede ser que sea poco placentera como limpiar algo asqueroso o cargar un enorme peso en una posición incómoda. Pero también puede haber sentimientos más profundos como dudar de uno mismo, sentir baja autoestima, tener ansiedad o inseguridad. ¿Quién no se ha quedado paralizado mirando fijamente una hoja en blanco, pensando tal vez: “No estoy capacitado para escribir esto. Y si lo escribo, ¿qué opinará la gente de él? Escribir es tan difícil. ¿Qué pasa si lo hago mal?” Todo esto puede llevarnos a pensar que hacer a un lado el documento y en cambio ordenar los libros del librero o nuestra colección de discos es una muy buena idea. Sin embargo, esos sentimientos todavía estarán ahí cuando volvamos a la tarea, junto al estrés y la ansiedad aumentados, sentimientos de baja autoestima y de culpabilidad. A pesar de ello, el alivio temporal que se siente al posponer una tarea es lo que hace tan adictivo ese círculo vicioso. Cuando somos recompensados por algo tendemos a hacerlo de nuevo. Pero con el paso del tiempo la procrastinación crónica tiene altísimos costos no sólo en nuestra productividad sino también en nuestra salud física y mental: estrés crónico, angustia psicológica general y baja satisfacción con nuestra vida, síntomas de depresión y ansiedad, hábitos deficientes de salud, enfermedades crónicas e incluso hipertensión y enfermedades cardiovasculares. Y si nos causa tanto daño, ¿por qué lo seguimos haciendo? Este vicio es una prueba de la tendencia de nuestra mente a dar prioridad a necesidades a corto plazo en vez de las de a largo plazo. La procrastinación es el ejemplo perfecto del sesgo del presente, la tendencia de nuestra mente a dar prioridad a necesidades a corto plazo en vez de las de largo plazo. La evolución nos enseñó a enfocarnos en proveer para nosotros mismos en el aquí y ahora, no en un futuro más lejano. Percibimos a nuestro yo del futuro como alguien extraño y no como parte de nosotros mismos. Sentimos que al posponer una tarea los sentimientos negativos y los problemas que traerá el no hacerla es asunto de otro y no de nosotros mismos.
¿Hay una salida? ¿Existe solución a este laberinto? Primero, hay que reconocer que la procrastinación se trata más de emociones que de productividad. La solución no pasa por descargar una aplicación de gestión del tiempo, de control de proyectos o aprender nuevas estrategias de autocontrol. Tiene que ver con manejar nuestras emociones de una manera diferente. Si no encontramos una mejor recompensa que la que brinda el alivio temporal que proporciona posponer una tarea, nuestro cerebro continuará procrastinando una y otra vez hasta que le demos algo mejor que hacer. Judson Brewer, director de investigación e innovación en el Centro de Plenitud Mental de la Universidad de Brown dice que para reconfigurar cualquier hábito, tenemos que darle a nuestro cerebro lo que él llamó la
Mejor y Más Grande Oferta. Hay que encontrar una mejor recompensa que evadir, una que pueda aliviar nuestros sentimientos dañinos del presente sin causar daño a nuestros yo del futuro. La dificultad de romper la adicción a procrastinar en particular es que existe un número infinito de acciones sustitutas potenciales que todavía podrían ser formas de procrastinación, dijo Brewer. Es por ello que la solución debe ser interna, y no dependiente de cualquier cosa excepto de nosotros mismos. Algunas tácticas que podemos intentar son las siguientes. Perdonarnos a nosotros mismos por postergar las cosas. El auto perdón respalda la productividad al permitir que superemos un comportamiento negativo y concentrarnos en la siguiente tarea sin la carga de actos pasados. Otra es practicar la autocompasión, tratarnos con amabilidad y comprensión ante nuestros errores y fracasos. La autocompasión apoya la motivación y el crecimiento personal. Además, no requiere nada externo, sólo un compromiso de enfrentar los desafíos con mayor aceptación y amabilidad en lugar de sumergirnos en pensamientos de culpa y arrepentirse. Podemos intentar cultivar la curiosidad: si uno se siente tentado a posponer algo, hay que poner atención en las cosas que surgen en nuestra mente y nuestro cuerpo. ¿Qué sentimientos nos están atrayendo para caer en esa tentación? ¿Se sienten en algún lugar específico del cuerpo? ¿Qué recuerdos nos evocan? ¿Sucede algo con la idea de posponer las cosas al hacer este ejercicio? ¿Se vuelve más fuerte? ¿Disminuye? ¿Causa que surjan otras emociones? ¿Cambian las sensaciones corporales? Sin embargo, la decisión debe provenir de nuestro interior. La procrastinación es profundamente existencial, ya que plantea preguntas sobre la autogestión individual y cómo queremos gastar nuestro tiempo en contraposición a cómo lo hacemos realmente. Pero también es un recordatorio de lo que tenemos en común: todos somos vulnerables a los sentimientos dolorosos y la mayoría de nosotros solo queremos ser Alguna de la información para este escrito la tomé del siguiente artículo aparecido en The New York Times: Why You Procrastinate (It Has Nothing to Do With SelfControl) If procrastination isn’t about laziness, then what is it about? Escrito por Charlotte Lieberman.