imposibilidad de escribir sino de sentarse a hacerlo. ¿Por dónde comienzo?, preguntó. Pacheco, quien en ese momento contaba con 19 años de edad, le dijo lo primero que se le ocurrió, por la cebra. Arreola se cubrió los ojos con una almohada y empezó a dictar como si leyera un texto sólo para él visible: “La cebra toma en serio su vistosa apariencia, y al saberse rayada, se entigrece. Presa de su enrejado lustrosos, vive en la cautividad galopante de una libertad mal entendida”. Y así, durante seis días, José Emilio transcribió al papel los relatos que surgían de la mente maravillosa de Arreola, para entregar los textos en la fecha límite.
Planteamiento del problema ¿Qué es lo que nos lleva a posponer realizar lo que tenemos que hacer? ¿Por qué aun sabiendo las consecuencias de no cumplir con una determinada tarea que es obligatoria la posponemos indefinidamente hasta que no hay escapatoria? ¿Qué nos guía a ese comportamiento que en un contexto ético o moral los griegos llamaban acracia? Las raíces de esa palabra compuesta, “ἀκρασία” [akrasía], son la privativa “ἀ”, más “κρᾶσις” [krâsis], que significa mezcla, pero también temple, es decir, temperamento. Acracia es no tener el suficiente temperamento, el suficiente temple o fortaleza para no dejarse llevar por los deseos y apetitos. Sería sinónimo más bien de intemperancia. En el terreno de los compromisos es actuar en contra del buen juicio. Ocurre cuando te pones a hacer algo cuando bien sabes que deberías estar haciendo otra cosa. Acracia es la conducta que te impide terminar lo que te has propuesto hacer.
Análisis Procrastinar es hacerse daño uno mismo, según Piers Steel, profesor de Psicología Motivacional en la Universidad de Calgary y el autor de The Procrastination Equation: How to Stop Putting Things Off and Start Getting Stuff Done. Entender esto es fundamental para
entender por qué procrastinar nos hace sentir mal siempre. Cuando procrastinamos no solamente estamos conscientes de que estamos posponiendo realizar una tarea, sino también de que habrá un resultado negativo al final. Y sin embargo, evadimos realizar la tarea de todas formas. Por eso procrastinar es algo irracional: no tiene sentido hacer algo que tendrá consecuencias negativas. Es más, los procrastinadores crónicos nos enganchamos en ese vicio irracional debido a una incapacidad para manejar estados de ánimo negativos acerca de una tarea. Ese vicio no es un defecto de carácter o una incapacidad de administrar el tiempo, sino una manera de enfrentar las emociones negativas y los estados de ánimo que nos generan algunas tareas: aburrimiento, ansiedad, inseguridad, frustración, resentimiento y muchas otras. “La procrastinación es un problema de regulación de emociones, no un problema de gestión de tiempo”, dijo Tim Pychyl, un profesor de Psicología y miembro del Grupo de Investigación sobre Procrastinación en la Universidad Carleton en Ottawa, Canadá. Es más, yo agregaría que emplear herramientas para administrar las tareas puede resultar contraproducente. En alguna ocasión tenía que entregar un plan de cierto proyecto que me resultaba desagradable. Quería hacer un trabajo profesional y definir y organizar las tareas de modo que no hubiera lugar a dudas de que había hecho un análisis detallado de todas las tareas y sus implicaciones en el proyecto. Me puse a buscar herramientas informáticas para gestionar proyectos y terminé pagando una membresía al Project Management Institute para tener a la mano el PMBOK, la biblia en la administración de proyectos. Después me dediqué a buscar los formatos más aceptados para documentar cada actividad y subactividad de las etapas de un proyecto. Dediqué dos semanas a allegarme de documentos, formatos, casos de ejemplo, artículos técnicos. Al final, la urgencia de entregar el plan del proyecto me obligó a trabajar a marchas forzadas. Mi experiencia y el conocimiento previos me ayudaron a realizar un trabajo muy decente y profesional sin necesidad de tanta parafernalia acumulada en esos días