Lux perpetua alejandra ospina urrego (1)

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“De estas calles que ahondan el poniente una habrá (no se cual) que he recorrido ya por última vez indiferente y sin adivinarlo, sometido A quien prefija omnipotentes normas y una secreta y rígida medida a las sombras los sueños y las formas que destejen y tejen esta vida Si para todo hay término y hay tasa y última vez, y nunca más, y olvido ¿Quién nos dirá de quién, en esta casa, sin saberlo, nos hemos despedido? […]” Límites. Jorge Luis Borges. (1960)


Introducción La mayor certeza del hombre. Aún, su mayor incertidumbre. Si con un ejemplo se pudiera definir la universalidad, sería con la muerte: “Que comprende o es común a todos en su especie, sin excepción de ninguno” (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)1. La muerte: circunstancia entonces universal en la entereza de la palabra, es condena inquebrantable para todos los seres vivos. Que suscita en el ser humano el más amplio rango de emociones y reacciones, no obstante, atravesadas todas ellas por ideas más o menos comunes, más o menos relacionadas. El fin de la vida propia, y más aún, de la vida de un ser querido, constituye un hito catastrófico en el tiempo de un individuo y de la comunidad que lo rodea. No solo produce un profundo dolor por la pérdida irreparable, a ello se suma que la muerte es objeto de miedo y reticencia, ya que el ser humano tiene la tendencia de temer aquello que desconoce, o que no logra comprender. De todo esto se obtiene, que el hombre tiene la necesidad de ritualizar la muerte, tanto como una forma de afrontar mediante ceremonias y simbolismos aquello a lo que le teme, como una manera de apaciguar el dolor de la pérdida, e iniciar el proceso de duelo ante la misma. Así se va configurando el ritual funerario, tan común como variado, tan necesario para la especie humana. Un ritual de paso, que deja de ser meramente una manera de disponer de los cuerpos inertes, para llegar a ser todo un evento social, que no solo consta de preparaciones y normas, sino que cada vez con más regularidad, va contando con profesionales que se encargan – como para cualquier otro evento – de especializarse en la labor de hacer las preparaciones y disposiciones convenientes. Así pues, podrá observarse cómo, el ritual funerario se va transformando en un servicio, como una manera de atender una necesidad humana. Dicho servicio, sumamente amplio y lleno de riquezas – y como cualquier otro servicio – es susceptible de recibir intervención por parte del campo del Diseño de Servicios, como una herramienta para acentuar sus objetivos y significados, resguardarlos como parte de la cultura, y optimizar y enriquecer la experiencia no solo para quien lo recibe, sino también para quien lo presta.

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Diccionario de la Real Academia Española. (2001). Recuperado febrero 21, 2014, de


CAPÍTULO INTRODUCTORIO: De dónde parte el ritual funerario 1. La muerte Teniendo en cuenta que el centro teórico del presente proyecto lo configuran, tanto el ritual como el servicio funerario, resulta de suma importancia, de manera previa y contextual, presentar una breve consideración acerca de la muerte, como el evento que precisamente desencadena toda aquella serie de conductas, reacciones y emociones que finalmente vienen a configurar dicho ritual y servicio. Se hace, no obstante, previa claridad de que este tema es suficientemente amplio como para acaparar trabajos de la misma extensión, sin que este sea el caso, pues como se dijo, el objetivo central lo constituye, sea dicho brevemente, el ritual, y no la muerte. En primer lugar, podría tomarse en consideración la muerte como la cesación biológica de la vida, es decir, la terminación definitiva de las funciones vitales de la persona. Aunque este evento en todos los casos es determinante para la ejecución de los diferentes rituales, puede observarse que la muerte y las acciones relacionadas con ella, no se limitan a este evento. Un ejemplo de ello, es la existencia de ritos mortuorios que son incluso previos a esta terminación biológica de la vida, como aquellos que tienen lugar en el lecho de muerte, verbigracia, la extremaunción. Como se podrá observar posteriormente, no es necesariamente este evento biológico el que marca el verdadero fin del sujeto, es decir, la muerte es un evento mucho más amplio y complejo que solamente dejar de vivir. Precisamente, el ritual fúnebre se encarga de prolongar por algún tiempo la existencia de la persona, preparar la disposición final tanto del cuerpo como del alma y por tanto, dado que el ritual es un evento cultural, también lo es la concepción acerca del final de la existencia. “La muerte no se completa en un acto instantáneo”2. En algunos casos, la muerte puede concluir con la disposición final del cuerpo físico, como por ejemplo, con la sepultura o la cremación. Sin embargo, en muchos otros, dicha conclusión viene a estar dada por la separación del cuerpo físico con el alma, o la entrada de dicha sustancia en el mundo de los muertos. Según cada cultura, estas concepciones de la muerte varían ampliamente en sus períodos y términos, por lo que de aquí podría llegar a concluirse, que la muerte es realmente una construcción particular de cada cultura. En otros casos, no obstante, la existencia no termina ni siquiera con la entrada del alma o espíritu en el mundo de los muertos. Para algunas culturas africanas, por ejemplo3, el finado 2

Hertz, R. (2004). A Contribution to the Study of Collective Representations of Death. In A. C. Robben, & A. C. Robben (Ed.), Death, mourning, and burial : a cross-cultural reader (pp. 202-210). Malden, MA, Estados Unidos: Blackwell Pub. 3 Setsiba, T. H. (s.f). MOURNING RITUALS AND PRACTICES IN CONTEMPORARY SOUTH AFRICAN TOWNSHIPS: A PHENOMENOLOGICAL STUDY. Zululandia, Sudáfrica: Universidad de Zululandia.


verdaderamente muere cuando no existe nadie que pueda recordarlo, lo que no sucedería después de varias generaciones de descendencia. Independientemente de todas las anteriores concepciones acerca de la muerte – y de todas aquellas que quedan sin mencionar –, es preciso retornar a los efectos sociales que produce la misma, con el fin de entender cómo es que, precisamente, dichos efectos han propiciado el desarrollo de los rituales fúnebres alrededor del mundo. 1.1 Efectos de la muerte en la sociedad y el individuo 1.1.1 El hombre teme aquello que desconoce En primer lugar, la raza humana a lo largo de su existencia, ha desconocido los efectos inmediatos de la muerte sobre el individuo fallecido, debido a que – por decirlo de alguna manera – aquel que se va no vuelve, y por tanto no ha existido manera constatable de documentar cuestionamientos como: en qué consiste tal proceso, si existe alguna otra dimensión vital tras producirse el cese biológico del cuerpo, o si sea posible que la existencia se prolongue de alguna forma tras dicha finalización de las funciones vitales. El ser humano tiene la tendencia a temer todo aquello que desconoce o que no logra comprender, y por lo tanto, se han desarrollado dos respuestas principales frente a este temor de la muerte desconocida. La primera, y más importante en este contexto, es que a lo largo de los tiempos, las culturas han desarrollado diversas creencias que intentan dar respuesta a todos esos interrogantes, como una manera de acercarse a la verdad sobre la muerte, y afrontar así el miedo que se tiene de ese fin desconocido. Dichas creencias comprenden un abanico muy amplio de posibilidades, que van desde una existencia celestial pero paralela a la existencia terrenal, hasta la regeneración sucesiva en nuevas vidas o existencias terrenales. Creencias que, además con el paso de los tiempos, se van desarrollando, complejizando y variando. La segunda respuesta tiene que ver con una forma de combatir – si se quiere de manera un poco más hostil y drástica que la anterior – el fin de la existencia o la nada, mediante la creación de imágenes. La putrefacción del cuerpo, es decir, su descomposición, suscita la necesidad de recomposición mediante la imagen (Débray, 1994). La desaparición del cuerpo, a su vez, produce la necesidad no solo de extender la existencia, sino además de perpetuarla: es una afronta directa a esa muerte desconocida. De esta forma, se realizan retratos en mayor o menor medida verosímiles del difunto, con el fin de recrear su presencia y estabilizarla, perpetuarla y redefinirla, como una manera de darle un nuevo significado a la nada que representa la muerte para los vivos4. 1.1.2 Zoon politikon En segundo lugar, el hombre es una unidad funcional dentro de una estructura social más amplia. Ello quiere decir, que la vida de un individuo no puede desarrollarse de manera 4

Débray, R. (1994). Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica S.A.


plena sin su intervención dentro de la sociedad, y sin la intervención de otros individuos en su vida5. Esto conduce a afirmar que el ser humano depende de otros seres humanos para subsistir. En consecuencia, la pérdida de habilidad para interactuar y cumplir las funciones dentro de la estructura social, hacen que el individuo se convierta en una unidad obsoleta dentro de esa estructura, y se le considere una pérdida lamentable, ya que produce un quebrantamiento de mencionada estructura, que debe hacer grandes esfuerzos por reorganizarse. 1.1.3 Apego a seres cercanos Según la teoría de John Bowlby (1980)6, el ser humano ha desarrollado el comportamiento de apego hacia otros seres humanos, conducta que no es exclusiva de la especie humana, sino que también se presenta en otras especies animales. Dicho comportamiento de apego se define como la propensión a formar lazos afectivos fuertes con otros seres particulares y el deseo de mantener proximidad e interacción. El comportamiento de apego se crea de manera inicial en las etapas más tempranas del desarrollo, como una manifestación del instinto de supervivencia hacia aquel o aquellos que pueden proporcionarle al entonces bebé, protección y seguridad. Dicho comportamiento instintivo, según el autor, a lo largo del desarrollo del individuo va modificando sus objetivos, sin embargo de lo cual permanece presente durante todo el ciclo de vida, por lo que no solamente existe el apego emocional de los niños hacia sus padres, sino que también los adultos tienen la capacidad de desarrollar lazos de apego con otros adultos a lo largo de su vida. Las emociones más fuertes propiciadas por dicho comportamiento afectivo, se producen durante las etapas de formación, mantenimiento, disrupción y la renovación de los lazos de apego, por lo cual es de esperarse que la pérdida irreparable de un ser hacia el que se ha desarrollado apego, tenga consecuencias emocionales de gran magnitud. Dichas consecuencias se manifiestan de maneras diversas, pero de manera principal, con el dolor: “En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida, en su conjunto, duele.” Montoya, 1998, Como se cita en (Montoya Carrasquilla, 2010)7. 2. Necesidad de ritualizar la muerte

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Aristóteles, s.f. Bowlby, J. Attachment and Loss. Volume III: Loss, Sadness and Depression (Vol. III). Nueva York, NY, Estados Unidos de América: Basic Books. 7 Montoya Carrasquilla, J. (2010). Generalidades del Duelo. Revista Remanso (10), 20-26. 6


A partir de los tres fenómenos anteriormente mencionados, es posible explicar de qué manera estos se convierten tanto en causas como en objetivos de ritualización del evento de la muerte. De manera pues, que se observarán y explicarán de manera paralela con la sección precedente: 2.1 Ritualizar como forma de enfrentar el miedo a la muerte El ser humano tiene la necesidad de responder, de una u otra forma, a los cuestionamientos que hasta el momento parecen indescifrables acerca de la muerte, ya que de no hacerlo, tendría que vivir con el temor y la duda latentes. Como primera medida y según lo dicho con antelación, se desarrollan creencias acerca de vidas posteriores, celestiales o paralelas, como un medio para vivir la vida cotidiana sin el asedio del la idea de la muerte. Sin embargo, cuando esta se presenta, es necesario que dichas respuestas se hagan más evidentes, tangibles y alcanzables. Los simbolismos presentes en el ritual, son el puente entre lo conocido y lo desconocido8, y la tangibilización de las creencias mediante acciones, ceremonias y objetos, son lo que permite enfrentar y apaciguar ese miedo al fin. 2.2 Ritualizar como forma de redefinir el tejido social Según las consideraciones de Hertz9, la manera mediante la cual la sociedad adquiere conciencia de sí misma, se da a partir de las manifestaciones materiales. En ese sentido, el hecho de llevar a cabo el ritual funerario, que implica actuaciones a nivel físico, y la presencia de objetos y otros estímulos sensoriales, permite la materialización de esa alteración que se ha producido en la realidad del tejido social, con el fin de facilitar el cambio de mentalidad hacia la comprensión del hecho de que dicho tejido ha sufrido una ruptura, que debe recomponerse. Dicho cambio en la mentalidad, tanto a nivel individual como colectivo, requiere cierto tiempo para consumarse, de lo que se deduce la prolongación temporal y diversidad de actividades contenidas en la elaboración del ritual. 2.3 Ritualizar como forma de apaciguar el dolor Como se explicó en la sección precedente, la pérdida de un ser querido constituye un momento no solo disruptivo de los lazos afectivos sino además profundamente doloroso para sus allegados, ya que nada podrá consolar verdaderamente, – sino el regreso del fallecido – a aquellos que sufren la pérdida (Bowlby, 1980)10. Dicho dolor y tensión emocional requieren de un proceso complejo y prolongado para restablecer la normalidad y el equilibrio físico y mental en la vida de los allegados, proceso que se denomina duelo. Prolongar la existencia física del fallecido y realizar toda una serie de ceremonias y preparaciones para dar disposición final del cuerpo y del alma del difunto, son la 8

De Paco (2003) en: Correa Cataño, A. (2012). La riqueza simbólica del ritual funerario. Revista Remanso (13), 16-21. 9 Op. cit. 10 Op. cit.


herramienta que le permite a los dolientes – quienes sufren el dolor de la pérdida –, asimilarla paulatinamente. Es una forma de despedirse por etapas menos drásticas, que ayuda a apaciguar el efecto emocional sufrido. Adicional a esto, el ritual funerario permite dar un correcto inicio al proceso de duelo que procede el ritual, y que se prolonga más allá de aquel. *** Después de haber concluido un breve recorrido a través de la muerte como evento desencadenante del ritual funerario y las razones por las cuales el ser humano tiene la necesidad de ejecutarlo, se procederá a desglosar el ritual en sus componentes principales, con el fin de proporcionar un entendimiento detallado del mismo: los aspectos teóricos, simbólicos, estéticos, poéticos, y en general, todo aquello que ha resultado significativo dentro de la construcción del conocimiento que posteriormente se espera sea de provecho en el objetivo de enriquecer el proceso de diseño de servicios. CAPÍTULO I: LIMEN Hacia adentro y afuera del umbral: etapas del ritual funerario En el presente capítulo, se examinará el ritual funerario desde la perspectiva de ritual de paso, en donde se ahondará en sus componentes en forma de etapas. Para dicho examen, se utilizará como referencia principal la óptica antropológica de Arnold Van Gennep, y se complementarán sus consideraciones con un estudio realizado de alrededor de veinte rituales funerarios alrededor del mundo, con el fin de enriquecer la mirada del ritual, y entender tanto la diversidad como la convergencia en creencias y prácticas, no solo a través del espacio y las culturas, sino también a través del tiempo. Es de aclarar previamente, que el mencionado estudio se realizó mediante la búsqueda de fuentes académicas, o que fueran lo más confiable y directamente relacionadas como fuera posible con cada ritual, a través de la web. Adicionalmente, la búsqueda resultó detallada para cada ritual, pero muy generalizada en términos de la diversidad de rituales alrededor del mundo y a través del tiempo ya que, como el lector podrá entender, el solo hecho de que en un mismo país el ritual funerario varíe a través de las regiones, y además, a través del tiempo, hace que el número real de rituales funerarios resulte completamente imposible de contemplar en un estudio de las dimensiones del presente proyecto. 1. El ritual funerario como ritual de paso11 11

A pesar de que parece no haber distinción clara entre las palabras rito y ritual en la obra de referencia principal de este capítulo, a saber, Rites of Passage, como se titula en inglés, y Rites de Passage, como se titula en francés, ambos usando la palabra rito para designar lo que aquí se entiende como ritual, para el contexto del presente proyecto, se hará distinción entre las palabras mencionadas. Rito se entenderá como una unidad, parte o conducta específica constituyente del ritual, y ritual, a su vez, se entenderá como todo el conjunto de ritos o conductas que, vistas como un todo, tienen un propósito específico y común.


La vida del ser humano está llena de etapas sucesivas que contienen fines y comienzos similares, como el nacimiento, el matrimonio, la especialización profesional, y la muerte (entre muchos otros). Para cada uno de estos eventos, existen ceremonias que tienen como propósito habilitar12 al individuo o grupo de individuos para pasar de una posición social bien definida, a otra posición social, igualmente bien definida (Van Gennep, 1960)13. Todo lo anterior con el fin de permitir no solo que individuo asimile estos cambios, sino también que la sociedad asimile el nuevo rol del individuo dentro de la misma, procurando causar a su vez, el menor traumatismo posible. Las ceremonias que se elaboran con mencionados propósitos son denominadas Rituales de paso. En ese sentido, podrá observarse cómo el funeral constituye un claro ejemplo de ritual de paso, pues su objetivo es habilitar al difunto para pasar del mundo de los vivos al mundo de los muertos. Debe puntualizarse, claro está, que el propósito de permitirle asimilar al sujeto su propio cambio se desvanece en cierto sentido – ya que es difunto – y que en cambio, toda la intención de asimilación del cambio se torna hacia la sociedad, entendiéndose por esta tanto allegados como sociedad circundante en general. De hecho, este propósito poco a poco se va volviendo preponderante en el ritual. Hertz (Hertz, 2004 [1907])14 lo explica de la siguiente manera: La sociedad se considera a sí misma una estructura saludable e inmortal, y quiere serlo, razón por la cual le imparte esta característica a los individuos, que son quienes la representan y encarnan. Por ello, no puede creer en condiciones normales, que los individuos estén condenados al desino de la muerte. “Cuando un individuo muere, la sociedad pierde en él mucho más que una unidad, esta sufre en el mismo principio de la vida y de la fe que tiene en sí misma”15. Así como la sociedad no cree en la necesidad de la muerte, de esta misma manera se rehúsa a creer que sea irrevocable. Para la sociedad, la muerte, más que una destrucción, comporta una transformación del individuo16. El difunto sufrirá una separación, para regresar de la total pérdida, de una u otra manera, a la asociación humana (como alma, como ancestro, como memoria). De todo esto se concluye, que el objetivo central antes mencionado (habilitar al individuo para pasar del mundo de los vivos al mundo de los muertos), se convierte casi en una excusa para la elaboración del ritual. Son los sobrevivientes los que viven la experiencia y los efectos de la misma. Aunque el difunto es el eje central de todos los ritos y hacia él – física y espiritualmente – van dirigidas todas las acciones y simbolismos, es la sociedad la 12

Se hace énfasis especial en esta palabra, pues es fundamental para la comprensión del objetivo de los ritos de paso. En el original consultado, aparece la palabra del inglés enable, que se ha querido traducir aquí como habilitar, ya que en el estricto sentido de la palabra, se trata de hacer todo lo necesario para que la persona se vuelva apta y facultada para retirarse de la antigua posición social, y entrar en una nueva. 13 Van Gennep, A. (1960). Rites of Passage. (M. B. Vizedom, Trad.) Londres, Inglaterra: Routledge & Kegan Paul. 14 Hertz, R. (2004 [1907]). A Contribution to the Study of Collective Representations of Death. In A. C. Robben, & A. C. Robben (Ed.), Death, mourning, and burial : a cross-cultural reader (pp. 197-212). Malden, MA, Estados Unidos: Blackwell Pub. 15 Ídem 16 Ídem


que necesita ejecutar una serie de comportamientos que le permitan entender que ha sufrido un resquebrajamiento en su inmortalidad y en su estructura, y que necesita redefinirse y recomponerse. 2. Etapas del ritual A pesar de que todos los rituales existentes presentan variaciones enormes en términos de los comportamientos o ritos que los conforman, Van Gennep pudo establecer tres etapas principales que constituyen la estructura general para el caso de los rituales de paso. Dichas etapas son: separación, de la situación social en la que se encontraba previamente el individuo; transición, umbral de paso y preparación para entrar en la nueva situación social; e incorporación, en la nueva situación social – o destino – del ritual. Las miradas antropológicas de Hertz, y Metcalf & Huntington17, proponen el análisis de los rituales funerarios desde perspectivas diferentes a las que propone Van Gennep. Por un lado, Hertz propone el análisis desde los principales actores del ritual – a saber el cuerpo, el alma y los dolientes –18, y Metcalf & Huntington, por otro, proponen el análisis desde las relaciones que se establecen entre dichos actores. Para el caso de esta sección, se ha decidido dar prioridad a las etapas propuestas por Van Gennep, no obstante de lo cual, se ampliará el análisis de cada una de ellas, aprovechando las perspectivas de las otras dos referencias, de manera tal que para cada una de las etapas se ha decidido examinar lo que sucede con cada actor principal del ritual, y además, con las relaciones más importantes que se gestan entre aquellos. 2.1 Separación La etapa de separación comprende todas aquellas situaciones y comportamientos que dan inicio al ritual en su completud. Supone la separación inicial del individuo del mundo de los vivos, y la entrada del mismo en el período de transición. Normalmente podría pensarse que en el ritual funerario predominen los ritos de separación, ya que vista como un todo, la muerte puede llegar a entenderse como una gran separación entre los seres queridos y el difunto; de la misma manera que en rituales relacionados con el nacimiento, puede pensarse que predominen los ritos de incorporación al nuevo mundo de los vivos. Sin embargo – y Van Gennep precisa en este sentido –, debe esclarecerse que el ritual funerario es preponderantemente un ritual de transición, ya que durante esta etapa se llevan a cabo las acciones más significativas del ritual, especialmente para la asimilación de la pérdida por parte de los dolientes. Dentro de los ritos de separación, no deja de ser pertinente que se tomen en consideración aquellos que tienen por objetivo despedir al individuo cuando aún se encuentra vivo, por ejemplo en su lecho de moribundo, ritos que le hacen partícipe de esa separación que inicia 17

Metcalf, P., & Huntington, R. (1991). Celebrations of Death: The anthropology of Mortuary Ritual (Segunda edición). Nueva York, NY, Estados Unidos de América: Cambridge University Press. 18 Esta perspectiva específica es objeto de estudio detallado en el capítulo II.


en el mundo de los vivos. Las perspectivas antropológicas aquí citadas no hacen especial mención de ellos, y para el caso de este proyecto, el ritual funerario será considerado sólo desde el lecho de muerte – no de moribundo –, ya que estos ritos comportan una complejidad mayor en términos de las concepciones sobre la muerte que se han desarrollado a través de los tiempos en Occidente (Ariès, 2008 [1975])19. Un ejemplo de estos ritos en el lecho del moribundo, es el de las visitas públicas a la habitación del enfermo de muerte, que se hacían muy a menudo especialmente hasta el siglo XIX20, y las disposiciones finales – la última voluntad – del sujeto en el mismo contexto. Los familiares se reunían a esperar apaciblemente la muerte del enfermo, y éste se preparaba para dejar finiquitados sus asuntos espirituales con los allegados: “ (…) – Dale la mano. Perdónale. Alexis Alejandrovich dio la mano a Vronsky sin reprimir ya las lágrimas que acudían a sus ojos. – ¡Gracias a Dios, gracias a Dios! Ahora todo está arreglado. […] – ¡Dios mío, Dios mío! ¿Cuándo terminará esto?[…] Y se agitaba en el lecho.”21 2.1.1 Separación del cuerpo - Muerte biológica La muerte biológica del individuo, naturalmente, es el evento que desencadena toda la serie de prácticas que constituirán el ritual funerario. En la dimensión física, es el momento en el que el individuo pierde definitivamente su capacidad de interacción con el mundo exterior, y por ello, aunque el cuerpo siga presente, el cese de su funcionamiento constituye la separación más evidente del mundo de los vivos. A este respecto cabe anotar que el tipo de muerte que haya sufrido el individuo, tiene en muchos casos un valor determinante de la forma como vayan a darse los diferentes ritos mortuorios. A lo largo de la historia ha podido observarse que en muchas culturas un suicidio o una muerte a causa de un accidente, se consideran de cierta manera formas malditas – o no deseadas – de morir, por lo cual se les ha dado un tratamiento en cierta forma menos digno. En Japón, por ejemplo, un suicidio representa vergüenza para la familia del finado, por lo que se espera normalmente que el servicio ocurra de manera casi oculta, procurando que acudan solamente los miembros más cercanos de la familia, y evitando dar aviso del deceso a personas con las que se mantienen relaciones públicas o laborales (Suzuki, 2004)2223. 19

Ariès, P. (2008 [1975]). Morir en Occidente (3ra edición). (F. Lebenglik, Ed., & V. Goldstein, Trans.) Ídem 21 Tolstói, L. N. (2010). Ana Karenina. Madrid, España: Espasa Libros. 22 Suzuki, H. (2004). The Phase of Negated Death. In A. C. Robben, & A. C. Robben (Ed.), Death, Mourning and Burial: A Cross Cultural Reader (pp. 224-237). Malden, MA, Estados Unidos de América: Blackwell Publishing. 23 También es necesario aclarar en este punto, que la posición social del difunto influye en gran medida en el tipo de ritual que se celebra, y la magnitud de la pompa que le acompaña. Sin embargo, para los efectos de 20


2.1.2 Relaciones de separación entre el cuerpo y los dolientes Una vez se ha producido la muerte biológica del individuo, se da inicio a los ritos de separación que involucran especialmente el cuerpo del difunto y los dolientes que se encargan de este. De manera general se encontró que en este momento los dolientes dan inicio a sus lamentaciones sobre el cuerpo del difunto, al mismo tiempo que le preguntan, como si aún estuviera allí, la razón por la cual ha dejado este mundo. Se encuentra además que durante esta etapa es común que se realicen baños de purificación, tanto si el cuerpo será embalsamado posteriormente como – y especialmente si – no lo será. Van Gennep interpreta que los actos de purificación como las limpiezas o baños, constituyen ritos de separación de entornos previos, como una manera de preparar al individuo para entrar en la fase de transición, llamando así a estos actos, ritos preliminares, es decir anteriores al limen o umbral. Algunos ejemplos de este de rito preliminar de purificación, pueden encontrarse en las culturas islámica24 y judía25; en países como Rusia26 – más o menos hasta finales de la época Soviética –, y en Japón27 incluso en la actualidad. En la Rusia del siglo XIX, por ejemplo, una vez la persona había fallecido, su cuerpo representaba de cierta forma una contaminación, por lo que era necesario concederle un baño, para después poder ser exhibido ante los familiares. Los implementos utilizados para realizar el baño, eran botados a la basura, y el agua con que se había lavado al difunto era regada fuera de la casa, en algún sitio por el que se tuviera la certeza de que nadie pasaría. Este rito de purificación, consta de normas para su realización que varían según la cultura. En el caso de la religión islámica, el baño debe realizarlo una persona del mismo sexo del difunto, y dicha persona debe tener filiación cercana con el mismo. En el caso de un esposo o esposa, debe ser el cónyuge quien realice la operación. Para el caso ruso, se tiene que el baño debía hacerlo siempre una mujer, pero en cambio de la religión islámica, debía ser una mujer que no tuviera relación filial con el finado. Bastaba pues, con que fuera una vecina quien realizara el baño de purificación. Posteriormente, se lleva a cabo la preparación del cuerpo para su estadía temporal con los dolientes. Según el período de tiempo determinado para dicha estadía y – más importante aún – según la religión o cultura, esta preparación puede variar entre la vestimenta y disposición correcta del cuerpo tras el baño de purificación, hasta la práctica del este proyecto, el enfoque principal estará dirigido a personas con un estatus promedio de las comunidades en general, ya que la aplicación en diseño de servicios estará dirigida principalmente a los ciudadanos del común en el contexto en el que se desarrollará el proyecto, personas de situación socioeconómica media y baja. 24 Youtube. (n.d.). Recuperado en Febrero 15, 2014, de In the Shade of the Scholars: Death in Islam & Funeral Rites: http://www.youtube.com/watch?v=_MycpVCki2Q 25 Youtube. (n.d.). Recuperado en Febrero 16, 2014, de The Jewish Way of Mourning Part 1: http://www.youtube.com/watch?v=3Jn3NnIYGxc 26 Rouhier-Willoughby, J. (2007). Contemporary Urban Russian Funerals: Continuity and Change. Folklorica, XII. 27 Op. Cit


embalsamamiento del cuerpo, que hoy en día se encuentra ampliamente expandida aunque prohibida por algunas religiones. Esta práctica, que tiene su más notable antecedente en los procesos de momificación del Antiguo Egipto (aunque no comparte el mismo propósito), tiene como finalidad esencial, ralentizar los procesos naturales de descomposición (Corporación Remanso, 2013)28, para facilitar la prolongación de su estadía temporal, previo a su transformación final. Este procedimiento, en la mayoría de los casos (incluso en el Antiguo Egipto), no está directamente en manos de los dolientes, sino de agentes externos, profesionales en la práctica. Una vez finalizado el baño, el cuerpo es envuelto en ropas especiales – de difunto –. En la mayoría de los casos, debe vestirse el difunto con un sudario blanco, que representa el estado de pureza en el que se pretende internar al fallecido. En otros casos, la ropa de difunto debe escogerla la persona antes de su deceso, en otros, basta con que la ropa sea nueva. En el caso de la religión católica, o del cristianismo ortodoxo29, puede vestirse al difunto con cualquier prenda que le haya pertenecido, siempre y cuando se crea sea de su agrado para la ocasión, y le permita estar bien presentado para encontrarse con Dios. Por último (especialmente para los rituales tradicionales en los que no existe mayor intervención de la funeraria), el cuerpo es puesto para su exhibición en un lugar especial – muchas veces alto – de la casa. Se interpreta este acto como una manera de establecer una suerte de barrera – de nuevo una separación – de respeto entre los dolientes y el difunto, sin que esto signifique que dicha barrera impida el contacto físico. 2.1.3 Separación de los dolientes – Ruptura social Para el caso de los dolientes en la etapa de separación, ocurren tres eventos principales. En primera instancia, ellos se ocupan de notificar a la comunidad de que ha ocurrido un deceso en la familia. Este llamado de atención que propician los dolientes más cercanos es la manera clara de anunciar la ruptura social que se ha producido, y al mismo tiempo, atraer la atención del resto de la comunidad hacia el dolor que comienzan a experimentar. Ejemplos significativos de estos ritos pueden encontrarse en el antiguo Egipto, en donde el cuerpo era dejado en su lecho de muerte mientras hombres y mujeres realizaban una especie de procesión de lamentos por las calles, con los rostros llenos de barro, al mismo tiempo que se daban golpes en el pecho desnudo, como una manera de llamar la atención de la comunidad30. En México31 existe la costumbre de marcar una cruz en el exterior de la casa del difunto, como manera de anunciar la muerte. En la Inglaterra victoriana32 se usaba 28

Corporación Remanso. (2013). Reglamento interno de prestación de servicios. Corporación Remanso. Bogotá: Corporación Remanso. 29 Op. Cit 30 Mark, J. J. (s.f.). Ancient History Enciclopedia. Retrieved febrero 6, 2014, from Egyptian Burial: http://www.ancient.eu.com/Egyptian_Burial/ 31 Mitchell, A. (2013). Mexican American Catholic Death Rituals: Helping the Departed Soul Trascend. Universidad de San Francisco, San Francisco. 32 Youtube. (n.d.). Retrieved febrero 10, 2014, from Victorian Mourning Part 1: http://www.youtube.com/watch?v=7WDtFC6eKr0


cubrir las ventanas, y en la ciudad de Zulu33, en Sudáfrica, se les untan cenizas. Estos últimos tienen como objetivo establecer un ambiente lúgubre y de manifestación de la tristeza que embarga a la familia. En segundo lugar los dolientes, según el grado de cercanía con el fallecido, entran en un proceso de transición paralelo al de este. En esta etapa, por lo tanto, los dolientes deben sufrir una separación del resto de la comunidad, que en algunos casos toma forma en el luto que deben iniciar y las restricciones de comportamiento que implica, como se da por ejemplo en la gran mayoría de rituales Cristianos. En otros casos, se da en forma de aislamiento físico y de interacción con el resto de la comunidad, las actividades, e incluso las conversaciones se restringen de manera drástica, como es el caso de la tribu Dayak en Borneo que documenta Hertz34. La razón primordial por la que debe tener lugar esta separación de los dolientes con el resto de la sociedad es que, así como el difunto entra en un estado en el que se le considera contaminado, de la misma forma sus allegados, y en algunos casos todos aquellos que tengan contacto físico con el difunto (por ejemplo aquellos que lo hayan bañado), son vistos también como seres a quienes la muerte ha venido a contaminar de manera temporal. Es por ello que deben mantenerse distanciados de cierta forma del resto de la sociedad, para no contaminarla con esos vestigios de muerte que sin querer han adquirido. Por último, en esta etapa de separación, inicia el proceso de duelo que llevan a cabo los allegados por la pérdida de su ser querido. Las primeras manifestaciones del mismo surgen en esta etapa, por un lado, para permitirle a los deudos expresar de manera libre (esto es relativo según las culturas) el dolor y la nostalgia que se encuentran atravesando por la pérdida de su ser amado. En la religión judía, por ejemplo, se le permite a los dolientes tomarse un tiempo para ellos mismos, para reflexionar y asimilar paulatinamente lo que acaba de ocurrir; en este caso, se levantan las obligaciones de oración diaria35. Por otro lado, los dolientes tienen no solo el derecho, sino además el deber de manifestarle al difunto lo mucho que significó en vida, y por tanto, el profundo dolor que representa su pérdida. Debe empezar a manifestarse este respeto de manera debida, y por ello debe haber lamentaciones, guardarse luto, dejar de maquillarse o peinarse como signo de poco cuidado que se tiene de sí mismo en un momento en el que solo se piensa en el ser que se ha ido. 2.1.4 Relaciones de separación entre los dolientes y el alma Son aquellas acciones que ejecutan los dolientes en torno al destino que haya de atravesar el alma en la etapa de separación. Los dolientes son conscientes de que el alma o bien se ha despegado del cuerpo, o se encuentra en el proceso de separación del mismo, por lo que deben actuar en dos direcciones fundamentales. La primera, es evitar que el alma del difunto se quede atrapada en la dimensión terrenal cerca de los vivos a quienes tiene la 33

Op. Cit. Op. Cit 35 Op. Cit 34


facultad de asediar, por lo que se procuraba – especialmente en épocas anteriores – ocultar toda superficie reflectiva que pueda absorberla o atraparla. Esta práctica se ha documentado en la Inglaterra victoriana, en la Rusia del siglo XIX e incluso en la actualidad en Sudáfrica, culturas distantes entre ellas, en donde sin embargo el procedimiento es bastante similar: Se ocultan los espejos, se ponen boca abajo o se ocultan los retratos de los vivos para que el alma no quiera llevarlos consigo, se botan u ocultan los recipientes con agua o cualquier superficie que pueda reflejar. La segunda dirección hacia la cual se dirigen los rituales al alma, es a evitar que los malos espíritus tomen posesión de ella o del cuerpo del difunto en donde puede aún estarse albergando. En este sentido, se inician las primeras oraciones por el alma, se mantiene compañía del cuerpo y se tapan los orificios del mismo para evitar la entrada de espíritus. 2.1.5 Separación del alma – el alma se separa del cuerpo En lo que concierne expresamente el alma, podría decirse que la creencia generalizada es que el alma o espíritu, o bien inicia su separación con el cuerpo, o bien lo deja en un pequeño respiro o soplo de viento – como era la creencia en la antigua Grecia36 – , o bien después de haberlo dejado, emprende su viaje hacia una nueva reencarnación. Como puede verse, la separación física del cuerpo del mundo de los vivos – es decir la muerte biológica – supone que la sociedad no pueda asimilar la cesación inmediata de la existencia, por lo que es necesario el recurso de la sustancia trascendente que representa el alma, para creer que aún existen más instancias del individuo y que este no se ha ido todavía por completo. 2.2 Transición Van Gennep precisaba que el ritual funerario es fundamentalmente un ritual de transición, puesto que esta etapa es la más importante – y además duradera – de todo el ritual mortuorio. Es durante la transición que los tres elementos esenciales del ritual: el cuerpo, el doliente y el alma, se preparan para la transformación final. Durante esta fase se considera que todos los actores se encuentran accionando en el umbral o limen entre la vida y la muerte, entre lo terrenal y lo celestial, entre la soledad y la sociedad. Por esta razón los ritos de umbral han sido llamados por Van Gennep, ritos liminares. La marcada prolongación que caracteriza la fase de transición tiene que ver principalmente con que el proceso de adaptación social ante la muerte requiere de un cambio de mentalidad entre los sobrevivientes, cambio que a su vez precisa tiempo para ser completado: “Si un determinado período de tiempo es necesario para desvanecer al muerto del mundo de los vivos, es porque la sociedad, trastornada por el impacto, debe recobrar su balance, y porque el proceso mental doble de la desintegración y 36

Metropolitan Museum of Art. (s.f.). Recuperado en febrero 6, 2014, de Death, Burial and the Afterlife in Ancient Grece: http://www.metmuseum.org/toah/hd/dbag/hd_dbag.htm


síntesis que la integración del individuo en un nuevo mundo supone, es logrado de una manera casi molecular, como fuera, lo que requiere tiempo” (Hertz, 2004 [1907])37 Al entendimiento del doliente, esta prolongación se traduce, en unos casos, en el tiempo que necesita el cuerpo para desintegrarse completamente y de esa forma separarse del alma, y en otros casos, la prolongación se traduce en el tiempo que permanece el alma en la tierra, mientras finalmente emprende su viaje bien sea hacia la vida eterna, o hacia la reencarnación. 2.2.1 Transición del cuerpo – Preparación para la transformación Durante la fase de transformación, si se habla estrictamente del cuerpo, puede decirse que este sufre una disposición fundamental, la cual se caracteriza precisamente por su estadía temporal al lado de los dolientes; la prolongación de esta estadía varía ampliamente entre una cultura y otra, y paralelamente su función y objetivos esenciales. Sin embargo, para la mayoría de los casos el tiempo de estadía varía entre uno y tres días. Para el caso de las dobles sepulturas, la transición supone el tiempo que tarde el cuerpo en desintegrarse por completo hasta los huesos; en estos casos la estadía del cuerpo es más prolongada de lo normal y por tanto, el ritual y especialmente la fase de transición es significativamente diferente de la mayoría de los demás rituales. 2.2.2 Relaciones de transición entre el cuerpo y los dolientes Una vez realizada la práctica de preparación del cuerpo, comienza en pleno la fase transitoria del difunto entre la vida y la muerte, o más precisamente, entre su deceso biológico y su transformación o destrucción final. Los dolientes, en la vasta mayoría de las culturas estudiadas, acompañan al cuerpo durante este período transitorio, disponiendo sus restos mortales ya sea exhibiéndolos o guardándolos en un cofre o envoltura especial, bien en su casa, bien en un templo o en la funeraria38. Esta exhibición temporal de los restos mortales conlleva varios fines específicos, de los cuales podría decirse que el más importante es permitir a los dolientes asimilar, mediante la propia experiencia perceptiva, que el individuo verdaderamente ha muerto. La presencia del cuerpo permite que los dolientes tengan la posibilidad tangible de hablarle aún, de despedirse, de abrazarle y de tocarle, de aprovechar su presencia física por última vez. En el caso de la tribu Wari’ en la Amazonía brasileña por ejemplo, los dolientes, sumidos en el profundo dolor de la pérdida, intentan asumir la identificación física con el estado 37

Op. Cit. [traducción personal]. Es de aclarar en este punto, que no todas las prácticas mortuorias contemplan este período transitorio del cuerpo en la tierra. La religión islámica, por ejemplo, dicta que la muerte debe ser un evento que se supere rápidamente, razón por la cual después del baño de purificación, casi no existe el tiempo de transición o exhibición del cuerpo. El ritual completo, a diferencia de muchas culturas, se concluye en el término de 3 o 4 horas aproximadamente.

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muerto del difunto. Por ello lloran desconsoladamente, y se desmayan, se apilan unos con otros hasta perder la respiración39. En otros casos, se considera que el cuerpo, una vez el alma lo ha abandonado, entra en un período de gran vulnerabilidad ante los espíritus malignos que pueden tomar posesión de el. Por ello se tapan los orificios del difunto, y se exige mantener estricta vigilancia, para evitar dicha posesión maligna. Pasado el tiempo necesario de estadía del cuerpo en la tierra junto a sus deudos, procederán estos a acompañarlo a su destino final de transformación o incorporación en el mundo de los muertos. Este rito lo constituye en la gran mayoría de los casos, una procesión ritual hasta el sitio ya sea de sepultura, de cremación, o de cualquier otro destino que vaya a tener el cuerpo del finado. Para este rito de procesión se tienen varias consideraciones respecto del cuerpo del difunto. Una de ellas, es que al finado debe tratársele con máximo respeto y dignidad. Su cuerpo adquiere una sacralidad casi equivalente a la del cuerpo del recién nacido, pues debe tratársele con sumo cuidado y delicadeza. Casi llega a creerse que el difunto siente todos los movimientos que con él se realizan, y por tal motivo este es uno de los momentos de mayor sensibilidad para los dolientes. 2.2.3 Transición de los dolientes – Tensión social La etapa de transición puede considerarse para los dolientes el período más estable del ritual, pues aunque estos se encuentran sumidos en el dolor porque la persona se encuentra fallecida, su existencia física – y de una u otra forma la espiritual – se han logrado prolongar por algunas horas o días más. No obstante lo anterior, la transición es la etapa durante la cual todas las emociones frente a la pérdida del ser querido se van acumulando, y por tanto, puede considerarse como un momento de enorme tensión social. En primer lugar, es durante este período que los dolientes tienen en pleno no solo el derecho de expresar abiertamente el dolor que ha producido en ellos la pérdida, sino además el deber de demostrar el enorme significado que representó la vida del difunto y por tanto, manifestar el dolor, la aflicción y la rabia que se cierne sobre la familia a causa de su muerte. Durante la Antigüedad clásica ya se observa por ejemplo la contratación de plañideras que hicieran la labor de llorar ruidosamente al difunto, pues se creía que si no se lamentaba lo suficiente la pérdida del sujeto, este no estaría a gusto y por tanto, sería una falta seria a su respeto y dignidad40. El dolor, en todo caso, tiene sus medidas de expresión según las culturas. En la religión islámica por ejemplo, está permitido lamentarse pero no por más de tres días, y las expresiones de dolor no pueden sobrepasar ciertos límites. Las personas pueden llorar, pero 39

Conklin, B. A. (2004 [1995]). "Thus Are Our Bodies, Thus Was Our Custom": Mortuary Cannibalism in an Amazonian Society. In A. C. Robben, & A. C. Robben (Ed.), Death, Mourning and Burial: A Cross Cultural Reader (pp. 238-262). Malden, MA, Estados Unidos de América: Blackwell Publishing. 40 Op. Cit.


no deben llegar a gritar ni a dañarse las vestiduras o afligirse el cuerpo, pues dichas manifestaciones podrían demostrar el descontento con la voluntad de Alá, lo cual se consideraría una falta para la religión islámica41. En contextos más cercanos como lo son por ejemplo los funerales en el Urabá antioqueño, se dice que es posible identificar claramente las diferencias entre las culturas paisa y chocoana en sus manifestaciones del dolor. Los chocoanos, por un lado, lo manifiestan de manera bastante abierta y llamativa, mediante gritos, desmayos, e incluso permitiéndose desgarrar las vestiduras. Los paisas, en contraste, son más rígidos y reservados en relación con dichas manifestaciones; incluso se dice que condenan o critican de irrespetuosos los funerales propios de la cultura chocoana42. Es importante anotar que, aunque el dolor de la pérdida pueda considerarse prácticamente universal independiente de la medida de lo que esté permitido expresar, existen algunas culturas en las cuales el ritual funerario es en gran parte una celebración de la vida del difunto. Puede observarse que por ejemplo en la tribu Tana Toraja en Indonesia, que la etapa de transición puede durar incluso meses completos, pues los familiares se encargan durante este tiempo de elaborar todo un festín para despedir al fallecido. En el momento de la despedida, dicho festín puede durar hasta una semana, tiempo dentro del cual se sacrifican búfalos para ofrecer su carne, se realizan apuestas, bailes y ofrendas de regalos. La muerte, por consiguiente termina por parecer un festival en el que se celebra la vida de la comunidad43. En los rituales Budistas, es común que se realice un banquete para los invitados con el objetivo de complacer al difunto. En la mencionada cultura chocoana, los allegados se permiten realizar juegos como el dominó, el póker, el parqués, la escondida de la escoba; también se permite contar chistes, así como matar gallinas para dar de comer a los asistentes44. De manera similar, en un ritual irlandés, se permite hacer juegos incluso con el cuerpo del finado, comer y beber alcohol, tocar música y reírse. 45 En segunda instancia, durante esta etapa se espera la reunión de todos los seres allegados al difunto. Una de las razones por las cuales el cuerpo espera su partida es que resulta necesario que aquellos familiares que no viven cerca, tengan el tiempo necesario para llegar a dar despedida digna al difunto. Por ello la fase de transición es un tiempo de reunión familiar. Durante este tiempo de reunión, además, se espera que los deudos más cercanos, en medio de su sensibilidad, sean objeto de atenciones por parte del resto de la comunidad. Las personas menos cercanas al difunto, más que expresar su dolor por la pérdida, llegan a presentar sus condolencias a la familia del finado, como una señal de respeto y solidaridad. 41

Op. Cit. Henao Romerín, T. (2014, febrero 21). Rituales Funerarios en el Urabá Antioqueño. (Entrevista por A. Ospina Urrego) Bogotá, Colombia. 43 Swazey, K. (2013, abril). TED Talks. Retrieved febrero 10, 2014, from Life that doesn't end with death: http://www.ted.com/talks/kelli_swazey_life_that_doesn_t_end_with_death.html 44 Op. Cit 45 Mysendoff.com. (n.d.). Mysendoff.com. Retrieved febrero 22, 2014, from How to have an Irish wake: https://mysendoff.com/2013/03/how-to-have-an-irish-wake/ 42


En Rusia y Japón por ejemplo, es común practicar donaciones de tipo monetario, como gesto de ayuda para con los dolientes, según la cercanía, el parentesco y el estatus o posición social del difunto. En la religión hebrea, por otra parte, se espera que los allegados que no son dolientes principales, presten atenciones y cuidados a aquellos más cercanos al difunto, quienes se encuentran atravesando un momento de gran dificultad. De la misma manera, es durante esta etapa que se realizan elogios o intervenciones de conmemoración a la memoria del difunto. Podría pensarse que este rito en específico está dirigido esencialmente al alma de aquél, pero en realidad se cree que estos comportamientos pueden entenderse como una manera más de expresar respetos y condolencias a la familia del finado. En el caso del funeral en Zulu, precisamente, se tiene que una vez finalizado el velorio, miembros mayores de la familia realizan una ceremonia de elogio mientras el cuerpo es extraído de la casa. Esta ceremonia tiene un doble propósito: no solo sirve para honrar la memoria del difunto, sino que adicionalmente tiene fines terapéuticos, pues se espera que la conmemoración incite a las personas al llanto, el cual es considerado un medio de liberación psicológica46. En los Estados Unidos, por otro lado, durante el velorio es normal permitir que todo aquel que tenga la voluntad de realizar un discurso en memoria del difunto, lo haga (Metcalf & Huntington, 1991)47. De esta forma, no solo un familiar específico es escogido para dar su discurso, sino que amigos y otros allegados tienen también la posibilidad de expresar lo que significó la vida del fallecido desde el punto de vista de cada relación. Por último, durante la fase de transición, los dolientes se permiten poner de manifiesto la ruptura social que ha ocurrido, y por tanto la cicatriz que ha generado en la comunidad esa pérdida irreparable. En el caso de la religión judía, por ejemplo, durante las ceremonias que se llevan a cabo en el lugar de velación, un miembro de la familia corta o rasga un prenda o cinta negra, como símbolo de la ruptura en el tejido familiar, y de que se ha producido una rasgadura en el corazón de los allegados, lo que representa un quebrantamiento de la vida48. En la tribu Wari’ de Brasil, durante la fase de transición previa a la ceremonia de canibalismo mortuorio, los hombres recolectaban vigas o maderos de las casas mismas de la comunidad para encender la hoguera. Ese vacío o incompleto que dejaban los maderos faltantes en las casas, ponían de manifiesto la cicatriz que había producido la muerte en la comunidad por la pérdida de uno de sus miembros49. En Kenia50 y Sudáfrica, esa ruptura se manifiesta a través del rapamiento del cabello, ya que este representa la fuerza de la vida, y su ausencia, la fortaleza que se ha perdido a causa 46 Op. Cit. 47

Op. Cit. Op. Cit. 49 Op. Cit. 50 Shiino, W. (1997, diciembre). DEATH AND RITUALS AMONG THE LUO IN SOUTH NYANZA. African Study Monographs , pp. 213-228. 48


de la pérdida. A medida que el cabello vuelve a crecer, la fortaleza de la vida va surgiendo poco a poco y el dolor se va apaciguando. 2.2.4 Relaciones de transición entre los dolientes y el alma Es en este punto donde se vienen a recopilar la gran mayoría de eventos y objetivos simbólicos del ritual mortuorio. Aunque el cuerpo, como se ha dicho en repetidas ocasiones, es prueba fehaciente de la pérdida de un individuo y por ello su presencia es herramienta indispensable para la asimilación de la misma, una porción importante de actos que realizan los dolientes, se llevan a cabo teniendo el alma por objetivo, pues es ese nuevo ser que ha surgido, quien realmente permanece vivo y por tanto, a quien se dirigen todos los esfuerzos que permitan reafirmar los lazos sociales y la asociación humana que necesita perdurar en la sociedad. Como primer recurso, es importante mencionar que en la mayoría de los casos se cree que el alma, o bien se encuentra separándose del cuerpo, o bien ya lo hizo, ambos casos en los cuales se considera que no ha partido aún, y por el contrario, entra en un período que se ha decidido en denominar estadía temporal en la tierra. Durante esta estadía, el alma puede estar atravesando procesos que difieren según cada religión y cultura, pero que de manera general, los dolientes tienen la obligación de ayudar a atravesar. Es posible considerar un proceso principal del alma, de manera generalizada si se agrupan las siguientes creencias: el alma inicia un viaje hacia una vida celestial paralela a su vida terrenal (como en el caso del Antiguo Egipto o la Rusia del siglo XIX), o bien el alma inicia un viaje hacia una nueva reencarnación (como en los casos Budistas de Tailandia51, Japón o la sepultura celestial del Tíbet52), o el alma inicia la transición hacia el mundo de los muertos (Tribu Wari’ 53 ) en donde esperará el día del juicio final (Islam y el Cristianismo), o el espíritu inicia la transición hacia el mundo de los ancestros en donde se convertirá en uno de ellos (Tana Toraja en Indonesia54 o culturas africanas y tribales). Para todos estos casos, los dolientes tienen la responsabilidad de servir como guías espirituales o maestros de ceremonia, que den instrucciones al alma acerca de cómo emprender el camino hacia esa nueva vida o a través de ese viaje. Esto se evidencia principalmente en todas las oraciones y cantos religiosos que hacen tanto los dolientes como los líderes espirituales (monjes, sacerdotes, rabinos, etc.), no solo una vez, sino en repetidas ocasiones o en tiempos prolongados a lo largo de toda la fase de transición. Existen además otro tipo de simbolismos para este propósito, como la luz de las velas que se cree ilumina el camino hacia la vida del más allá. 51

Universidad de Bristol, departamento de Religión y Teología. (n.d.). University of Bristol. Retrieved febrero 5, 2014, from Understanding Buddhist Death Project: http://www.bristol.ac.uk/religion/buddhistcentre/projects/bdr/films/funerals.html 52 Logan, P. (n.d.). Alumnus Caltech. Retrieved febrero 8, 2014, from Witness to a Tibetan Sky-Burial: A Field Report for the China Exploration and Research Society: http://alumnus.caltech.edu/~pamlogan/skybury.htm 53 Op. Cit. 54 Op. Cit.


Durante este tiempo, se considera que el alma ronda de cerca el cuerpo, se encuentra decidiendo entre quedarse en el mundo terrenal y trascender a otras esferas, por lo que los dolientes deben, tanto proveer alimento y calor al alma mientras se refugia en la tierra, como evitar impedir su paso hacia la dimensión celestial. Ejemplos de ello son: el vaso de vodka y pan negro que se deja cerca del cofre del difunto, en el altar que se ha preparado para su exhibición en Rusia55; la hoguera que se enciende en Kenia para dar calor no solo a los huéspedes temporales que han ido a visitar al difunto, sino también proveerle calor al alma56; y la creencia de que no debe situarse nadie entre el cofre y las ventanas, como posible interferencia para la salida del alma, en el caso irlandés57. No solo deben los dolientes servir de guía espiritual al alma, sino que además deben servir de guardianes de la misma. En la mayoría de los casos no se permite dejar solo el cuerpo, y tampoco se debe dormir ante aquél, no solo porque el alma puede decidir tomar posesión de aquellos que se encuentren durmiendo sino además, y más importante aún, porque debe protegerse en todo momento tanto al cuerpo como al alma de los malos espíritus que ronden al difunto, deben tomarse medidas para alejarlos – como untar pigmentos, realizar cantos, hacer sonidos de tambor, etc. –. La estricta vigilancia del cuerpo también se realiza porque se tiene la esperanza de que el alma decida volver a su cuerpo58. Un proceso secundario que vive el alma durante este período de transición es la entrada en prueba o juicio en el cual se miden todas las actuaciones del difunto en vida, y se decide qué destino, si bueno o malo – castigo o recompensa –, tendrá el alma al finalizar la transición. Esta prueba o juzgamiento en el Antiguo Egipto, por ejemplo, lo presidía el dios del inframundo Anubis, quien ponía en un lado de la balanza el corazón del difunto, y en la otra, una pluma de la diosa Ma’at. El resultado para obtener la recompensa de la vida eterna, debía ser que el corazón fuera más liviano que la pluma, pues en caso contrario, el corazón sería devorado, y el alma, aniquilada completamente de la existencia59. En algunas de las religiones actuales, dicho juicio se traduce en un período de prueba que se denomina Purgatorio para el Cristianismo, y Bardo para el Budismo, y en todos los casos, los deudos tienen la obligación de interceder, también mediante oraciones y súplicas, por la ligereza o bondad del alma, para que ésta tenga un destino positivo. Estas intercesiones por el alma, también se hacen mediante oraciones y cantos, durante el período de transición. En instancias posteriores se ahondará en este punto en específico.

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Op. Cit. Op. Cit. 57 Op Cit. 58 En muchos casos esta creencia surge del desconocimiento del estado de coma o catalepsia que podía padecer el individuo, a quien se creía muerto pero que en cambio, al cabo de algunos días existía la posibilidad de que regresara a la conciencia. Esta creencia se vio ampliamente expandida en la Inglaterra Victoriana, en donde era la costumbre enterrar a los difuntos con campanas que dieran al exterior de la tumba, por si se daba el caso de que “revivieran”, tuvieran manera de avisar y ser desenterrados. Se dice que de allí surgió la expresión “se salvó por la campana”. 59 Este castigo extremo pone en evidencia el gran temor de la especie humana por la negación o aniquilación total de la existencia. 56


Otra de las funciones fundamentales de los dolientes, es que estos deben proveer al alma, con todos los elementos necesarios para el viaje o la vida posterior. De allí que en muchas culturas se tenga la costumbre de introducir en el cofre o añadir al cuerpo, elementos que surtan estos propósitos. En la Antigua Grecia, por ejemplo, se creía que el alma del difunto debía atravesar un río para poder llegar al mundo de los muertos. Por este motivo, se introducía una moneda debajo de la lengua de este, para que el alma tuviera con qué pagarle a Caronte el barquero, quien lo transportaría al otro lado del río. En Rusia, la práctica de poner un par de monedas sobre los ojos e introducir otras más en el cofre o la tumba, servían a los propósitos, tanto de pagar el viaje hacia la eternidad, como de comprarle al antiguo habitante de la tumba el espacio que ahora iría a ocupar, con el fin de evitar que el alma fuera molestada por aquella del antiguo ocupante. En la antigua cultura egipcia, puede notarse que las posesiones más preciadas del difunto eran puestas junto al sarcófago, pues todas aquellas cosas serían la indumentaria necesaria para que el difunto viviera plenamente la vida eterna, que por lo demás, era de cierta forma equivalente a la vida terrenal. A este respecto hay que añadir que incluso en algunos casos, la esposa y los sirvientes de algunos hombres, eran puestos en la tumba, pues también el difunto necesitaría de ellos en la vida eterna60. En Bolivia, actualmente, se acostumbra poner en el cofre todos aquellos elementos que el difunto pueda llegar a necesitar en el viaje hacia la eternidad. Se introduce ropa, utensilios y especialmente alimentos, pues se cree que el viaje que emprenderá el finado será extenso y tedioso61. De forma similar, en Japón se ofrece un banquete para aquellas personas que asistan al ritual, y de este banquete se permite compartir algo de comida al difunto62. En la Rusia Soviética, los individuos eran considerados obreros de la sociedad, y por ello su estatus de trabajadores era lo que los hacía importantes en ella. Por ello, algunos de los elementos más importantes a introducir en el cofre, eran los utensilios de trabajo, pues en la vida paralela también habrían de desempeñarse como tal63. Dentro de las relaciones que se gestan entre el alma y los dolientes también existen, no obstante, algunos ritos que de alguna manera podrían considerarse negativos o de hostilidad. En primera instancia, a pesar de que durante la transición es menester hacerle saber al alma que se encuentra en un refugio cálido y que será atendida durante su estadía temporal en la tierra, cuando el cuerpo parte hacia su destino final, se procura realizar ciertos procedimientos para evitar que la misma regrese a la casa del difunto y ronde a los seres que quedan vivos. Cuando el cuerpo sale de la casa, se procura que salgan primero sus pies y luego su rostro; se saca el cofre por una ventana, una puerta trasera, o incluso por un orificio que se elabora 60 Op. Cit 61

Allen, G., & Albó, J. Costumbres y Ritos Aymaras en la zona rural de Achacachi (Bolivia) . Universidad Católica Boliviana "San Pablo", La Paz. 62 Op.Cit. 63 Op.Cit.


en la pared (para el caso de Zulu). Todas estas acciones tienen por finalidad, darle una salida definitiva al alma, y evitar contaminar así el umbral por el que ingresan los familiares en la vida normal. Otras costumbres de esta índole incluyen llevar el cofre hacia el cementerio o destino final describiendo zigzags o caminos no lineales, incluso mediante bailes como en el caso de Bolivia, para hacer que el alma se pierda en el camino. En otros casos, se describe un camino corriente hacia el lugar del destino final, pero los familiares emprenden su regreso a casa por un camino diferente al tomado previamente, para evitar ser seguidos por la misma. Por último, este tipo de acciones también tienen la intención de evitar que el alma, confundida en su paso temporal por la tierra, quiera llevarse consigo a algún familiar. Como se mencionaba anteriormente, en el momento del deceso se ocultan todas las fotografías de los vivos, para evitar que su alma sea arrastrada por la del difunto. A las mujeres embarazadas en México por ejemplo, se les prohíbe asistir a un funeral64, por la vulnerabilidad especial de los no nacidos, y los asistentes visten de luto, según algunas creencias, para hacerse invisibles ante alma que ronda. 2.2.5 Transición del alma – Estadía temporal en la tierra Una vez precisadas todas las relaciones anteriores, solo queda resumir que el alma, durante la fase de transición, permanece temporalmente en la tierra. Durante este tiempo, el alma confundida, ha dejado el cuerpo pero lo ronda tanto a él como a sus allegados. Se deja guiar hacia esferas superiores de la existencia, y va decidiendo poco a poco entre quedarse en la tierra rondando a los vivos o retomando el cuerpo, y trascender hacia el más allá. Adicionalmente, esta sustancia entra en un período en el que se le juzga por sus acciones, y dicho juzgamiento tendrá como resultado, que se le permita dejar el cuerpo e ingresar en el mundo de los muertos y trascender definitivamente. Por último, durante este tiempo el alma adquiere facultades malignas, por lo cual, al mismo tiempo que es atendida, representa una amenaza para los vivos. 2.3 Incorporación La incorporación representa para Van Gennep, la fase final del ritual de paso. En esta etapa, el difunto, tanto a nivel espiritual como corporal, supera el umbral entre la vida y la muerte. Después de su culminación, acontecerá la muerte definitiva, y la transformación final se concluirá en todas las instancias del ritual. Durante esta fase, ya todas las preparaciones o transiciones de han dado por terminadas y por tanto, los ritos que en ella se ejecuten, son considerados ritos post-liminales. Precisamente, todos los actos que bajo este contexto tengan lugar, tienen como propósito incorporar al difunto en el mundo de los muertos, y por ello se realizan las acciones definitivas que así lo permiten entender. 64

Op. Cit.


2.3.1 Incorporación del cuerpo – Desaparición o transformación Durante la etapa de incorporación, el cuerpo, último vestigio tangible de la vida, sufre la transformación que define la introducción definitiva del difunto en el mundo de los muertos. Resumidamente, el cuerpo sufre la destrucción. Todos los eventos en esta etapa involucran enormemente a los dolientes, por lo cual las relaciones que se producen entre ellos y el cuerpo serán detalladas a continuación. 2.3.2 Relaciones de incorporación entre el cuerpo y los dolientes En la fase final del ritual, los dolientes son los encargados de dar disposición final – o por lo menos dirigirla o presenciarla – del cuerpo. Si se tiene en cuenta que la procesión ritual ya ha sido incluida dentro del período de transición, se deduce que el cuerpo, al iniciar la fase de incorporación, ya se encuentra en el sitio donde sufrirá su transformación final. A partir del estudio realizado de las diferentes tradiciones mortuorias, se ha llegado a la conclusión de que dicha transformación o destrucción final, puede encajar casi en cualquier caso, en una de las siguientes tres disposiciones finales: el cuerpo puede ser sepultado, cremado o consumido. La sepultura, disposición final más común y extendida a través de las culturas, se caracteriza por introducir el cuerpo del difunto en un hoyo o tumba que se abre en la tierra, para que el cuerpo pueda llevar a cabo su posterior descomposición natural. Según las creencias particulares, la sepultura obedece a varios fines. El primer fin encontrado, fue el de devolver el cuerpo del difunto a la tierra. De esta surgió el cuerpo, y a ella ha de retornar. El segundo, dicta que el cuerpo debe descansar en la tierra de los muertos o inframundo, hasta que llegue el día del juicio final, momento en el cual sucederá la resurrección de los muertos. Una tercera, aunque menos común es la de enterrar a los muertos y esperar a que se produzca la disolución de la carne, proceso en el cual el alma se separará del cuerpo, y solo así obtendrá su salvación, después de lo cual, el cuerpo será desenterrado, y re enterrados los huesos en su forma final de difunto. La cremación, utilizada sobre todo en el Budismo, el Hinduismo, y más recientemente en las sociedades contemporáneas, incluso pertenecientes a otras religiones [el Catolicismo lo prohibía antiguamente (Sánchez H, 2007)]65, consiste en la incineración total del cuerpo, que tiene como resultado las cenizas y los huesos de este. En las religiones orientales, principalmente, su finalidad consiste en permitir la rápida desintegración del cuerpo, con lo cual el alma podrá desligarse por completo de este y de esta manera, trascender. En las sociedades contemporáneas, la cremación surgió como una solución a la disposición de los muertos en ciudades que contaban con un acelerado aumento demográfico. Esta nueva disposición permitió que los muertos, que anteriormente se estaban alejando de las 65

Sánchez H, J. C. (2007). Del catafalco al ataúd y a la urna. Cambios significativos en las prácticas funerarias, Bogotá 1910-2007. Bogotá, Colombia: Universidad de los Andes.


ciudades, volvieran no solo a ellas sino también a las iglesias (de las cuales se habían desligado mucho más atrás), y se concibieran, para el caso de la religión Católica, nuevos rituales como misas de conmemoración con las cenizas del difunto presentes en el púlpito66. Por último, el consumo del cuerpo, es una práctica mucho menos extendida y más particular a las culturas que lo practican. En el caso del canibalismo mortuorio en la tribu Wari’, en Brasil, el suelo se consideraba sucio e indigno para que las personas en el momento de su muerte regresaran a él. Es por esto que allegados – sin filiación de consanguineidad – tenían el deber de honrar al fallecido consumiendo de él la mayor cantidad posible, como una manera de retornar su vitalidad a la tribu e incorporarlo físicamente a esta67. En el caso de la sepultura celeste en la región del Tíbet, en China, el consumo está a cargo de los buitres a quienes el cuerpo se ofrenda, y este consumo tiene que ver especialmente con dos motivaciones particulares. La primera es que, a pesar de que en el Tíbet se practica la religión Budista y esta permite tanto la cremación como la sepultura, las condiciones geográficas de la región impiden la sepultura por la dificultad de remover la tierra, por un lado, y la cremación por la escasez de combustible para generar una hoguera cada vez que ocurra un fallecimiento, por el otro. Dadas estas razones, y que no pueden los restos permanecer sin tener una disposición adecuada, es menester de los dolientes ofrecerle a la cadena alimenticia natural de la vida, una presa más para ser consumida. Los buitres a quienes es ofrecido el cuerpo, son considerados seres místicos, y si no se les permite el consumo de los humanos, estos terminarán por cazar otros animales indefensos de la tierra. De esta manera, los seres humanos ayudan a proporcionar el balance natural68. En el caso de ambos ritos de consumo humano, puede observarse que el cuerpo es retornado a la naturaleza de la que surgió, de la misma manera que se piensa la sepultura. Este consumo constituye una reintegración del cuerpo en el ciclo de la vida y la naturaleza, y en el caso del Tíbet esto último se pone de manifiesto, cuando el cuerpo es llevado al sitio de la ofrenda en la posición fetal en la que vino al mundo. 2.3.3 Incorporación de los dolientes – Liberación social Obsérvese ahora el caso particular de los dolientes. Los momentos previos a la transformación o destrucción final del cuerpo son verdaderamente los últimos momentos de los que disponen los deudos para decir su último adiós, y de ver y percibir al difunto por última vez tal y como era su existencia física en la vida. Por ello, a pesar de que los deudos han dispuesto de tiempo suficiente para llorar y lamentar la pérdida, podría llegar a concluirse que el momento de internamiento del cofre o cuerpo en la tumba; o de internamiento en el horno crematorio u hoguera; o el desmembramiento 66

Ídem Op. Cit. 68 Op. Cit. 67


del cuerpo para el consumo, pueden llegar a ser los momentos más impactantes emocionalmente para los dolientes. Es el momento de decirle adiós al difunto y nunca más volverle a ver. Sin embargo, una vez concluido – o iniciado – el acto de transformación, llega por fin la liberación social. Los deudos, que estuvieron encargados por horas, e incluso días de todo aquello que sucediera con el cuerpo, ya han sido relevados de dicha responsabilidad. Esta liberación, sin embargo, supone dos efectos. El primero, es el de alivio y descanso cuando se le ha dado una disposición adecuada al cuerpo. Se le ha pagado al difunto con los mayores actos de respeto y bondad con que pueda proveérsele, y a partir de ahora, la vida deberá continuar. El segundo, por el contrario, constituye aquel vacío de no contar más con la presencia del sujeto. Es este vacío el que marca el verdadero inicio del proceso de recuperación en el duelo. 2.3.4 Relaciones de incorporación entre el alma y los dolientes Durante el acto de incorporación final al mundo de los muertos, el alma emprende su viaje final. A partir de ese momento, muchos de los peligros y temores que acechaban a los dolientes, se levantan ya que, así como el cuerpo ha sido destruido, el alma también se ha desligado de la existencia terrenal. Los dolientes tienen como obligación con el alma, realizar los actos de transformación con toda solemnidad, bondad y respeto, realizando las últimas oraciones o instrucciones de guía espiritual, para que el alma pueda por fin tomar el rumbo que debe emprender. Los actos que se llevan a cabo en esta instancia, aunque dolorosos, tienen como intención esencial, complacer los deseos del espíritu y la memoria. 2.3.5 Incorporación del alma – Incorporación en el mundo de los muertos Una vez se ha concluido el desenlace del cuerpo en la tierra, el alma ha logrado separarse completamente de su contenedor terrenal. Según cada cultura, entra en uno de los siguientes tres estadios trascendentales: a) El alma entra en el mundo de los muertos, bien sea a través de un purgatorio que le es necesario superar en los días siguientes, o bien sea directamente. B) O bien, en forma de espíritu, pasa a hacer parte de una nueva familia espiritual, conformada por los ancestros de la comunidad, que son seres sobrenaturales que intervienen en las decisiones y la vida cotidiana de esta; pasa a ser un ancestro más. C) Por último, el alma pasa a vivir una nueva reencarnación, por lo cual, vuelve a renacer. 2.4 Adaptación Una vez examinadas cada una de las etapas del ritual consideradas por Van Gennep, y enriquecidas con el análisis propuesto tanto por Hertz como por Metcalf & Huntington, todas estas miradas bajo el filtro de una variedad pequeña de rituales funerarios del mundo, pudo llegarse a establecer una etapa más que, en el propio parecer, debería incluirse dentro del examen de los rituales de paso, primordialmente de aquellos que son mortuorios. Las razones por las cuales se ha decidido añadir una nueva etapa, en primer lugar, corresponden con el pensamiento de que, si bien el ritual de paso constituye un cambio de


una situación social a otra, es corriente concretar, que todo cambio requiere de una adaptación. Así como todos los seres vivos están hechos para sobrevivir a los cambios y adaptarse a ellos, de la misma forma los seres humanos llevan intrínseca esa facultad y la aplican a los cambios, incluso de índole social. Dicha adaptación se encuentra claramente reglamentada en muchas culturas, y en estas pueden encontrarse diversidad de ritos que hacen parte de esa adaptación, y que además, tampoco cabrían en ninguna de las anteriores etapas dispuestas por Van Gennep. La segunda razón para establecer una nueva etapa en el ritual, es que, si se mira bajo la perspectiva del servicio funerario, este, especialmente en los últimos tiempos, se ha venido prolongando hasta instancias que sobrepasan el destino final. Por ello llama la atención examinar lo que viene después de dicho destino final, o etapa de incorporación. 2.4.1 Adaptación del cuerpo – Ausencia o nuevo cuerpo En esta instancia sobra aclarar que el cuerpo del difunto que ya ha sobrellevado su transformación, disposición o destrucción, no necesita de ninguna adaptación al cambio. Sin embargo, sí se mencionará en qué estado se encuentra tras la transformación. Para el caso de la sepultura, en el cuerpo empieza a disolverse la carne, y al cabo de un tiempo, adopta una nueva forma de cuerpo de difunto, a saber, los huesos. Para el contexto propio, por ejemplo, ese nuevo cuerpo, al cabo de unos años, pasa de estar sepultado a exhumarse e internarse de nuevo en un osario. Puede esta ser una suerte de adaptación del cuerpo. Para el caso de la cremación, el cuerpo queda transformado en cenizas y fragmentos de huesos, que luego se dispondrán de diferentes maneras según las creencias. En algunos casos, el cuerpo adoptará una estadía estable en un recipiente o cementerio, y en otros, el cuerpo será regado en algún lugar para mezclarse o incorporarse con la naturaleza. Finalmente, para el caso del consumo, el cuerpo pasa a hacer parte de otros cuerpos, se transforma en la naturaleza. 2.4.2 Relaciones de adaptación entre el cuerpo y los dolientes Ya se ha visto ampliamente en evidencia el temor que tiene la raza humana ante la eliminación total de la existencia. A este temor, vienen los epitafios, monumentos, estatuillas y tumbas a contrarrestar la ausencia completa del cuerpo. Estos elementos junto con las imágenes que del difunto pudieran quedar, como se apuntaba en el capítulo introductorio, son una afrenta directa a la nada, son la reelaboración física del cuerpo que están pensados para la permanencia. En la Antigua Grecia, se creía que la inmortalidad radicaba en el recuerdo eterno del difunto, y por ello, se edificaban grandes monumentos memoriales, que les permitieran constantemente recordar al familiar que había muerto 69 . En el caso de la Inglaterra 69

Greek Burials. (n.d.). Retrieved febrero 4, 2014, from Greek Burial customs: http://greekburial.webs.com/ceremony.htm


Victoriana, este cuerpo transformado, y el recuerdo perpetuado, tomó la forma de accesorios ornamentales para las viudas, que contenían o estaban hechos de fragmentos o partes del cuerpo del difunto: relicarios, collares y otros accesorios hechos con o que contenían, cabellos del difunto70. Incluso en la actualidad, es posible realizar esa adaptación nueva del cuerpo – ya transformado – del difunto, en una instancia diferente con valor de recordación y pensado a perpetuidad del finado, mediante por ejemplo, la transformación del cabello o las cenizas en diamantes artificiales71.

Fig. 1. Memento Mori. Proyecto de fotografía. 72 A pesar de aquello que el ser humano teme con mayor fervor, la aniquilación de la existencia, incluso aquello que está hecho para perdurar, poco a poco muere, y se extinguirá. La decadencia también es bella en cierta forma.

Una segunda forma de adaptación identificada, es la reubicación del cuerpo transformado. Como se mencionó previamente, una manera en la que esto se da, es mediante la exhumación de los huesos y su reposición en un osario en el cementerio o la iglesia. Sin embargo, resulta significativo que en casos como en Tailandia73, las cenizas, tras ser recogidas en el horno crematorio unos días después de la incineración, son devueltas al hogar en donde se le da una bienvenida ritual al nuevo cuerpo del difunto. Como puede 70

Youtube. (n.d.). Retrieved febrero 10, 2014, from Mourning in the Victorian era Part 2: http://www.youtube.com/watch?v=uGGTSXtnhyE 71 Life Gem. (n.d.). LifeGem Ashes to Diamonds. Retrieved marzo 1, 2014, from Life Gem Memorial Diamonds: http://www.lifegem.com/ 72 Greene, R. (2011, febrero). Memento Mori. Remember your mortality. Retrieved febrero 20, 2014, from Behance: https://www.behance.net/gallery/Memento-Mori/956995 73 Op. Cit.


verse, son distintas formas de reconcebir la existencia corporal, acentuando la negación de la extinción total. 2.4.3 Adaptación de los dolientes – Redefinición social Como se había mencionando anteriormente, una vez finaliza la transformación del cuerpo y los deudos se hallan sin el, inicia el proceso de adaptación al cambio social, en el cual los dolientes deben hacer los mayores esfuerzos por retornar a la realidad, adaptándose al cambio que han debido sufrir; deben redefinir y reconstruir ese tejido social que ha sido quebrantado. Las primeras medidas que se toman para iniciar el proceso de adaptación, son los ritos de purificación tanto de la casa como de los dolientes. Si se recuerda el valor que Van Gennep les da a estos, puede concluirse que dichos actos de purificación obedecen a la intención de despojar el antiguo ambiente de contaminación traído por la muerte, y de tristeza generado por esta. En algunos rituales como en la Antigua Grecia, en Rusia y en Sudáfrica, algunas personas cercanas – aunque no los dolientes principales – se encargan de realizar una limpieza ritual de purificación del hogar, en la cual se disponen de todas aquellas cosas que se utilizaron para los ritos funerarios en general. En especial, se limpia el camino por el cual el cofre con el difunto salió de la casa, para eliminar los vestigios de muerte y tristeza que haya podido este dejar a su paso. Los dolientes también realizan ritos de purificación de ellos mismos tras regresar del cementerio o lugar de transformación del cuerpo. Antes de entrar en la casa, en los rituales Sudafricano y de la religión Judía, por ejemplo, es necesario que los deudos se laven las manos con agua, y se limpien los zapatos, para evitar ingresar de nuevo en el hogar vestigios de muerte que hayan podido traer consigo de aquel lugar. En el caso de Bolivia, unos días después del ritual funerario se realiza la ceremonia del lavatorio, en donde se incineran y lavan algunas pertenencias del difunto con el ánimo de purificar y eliminar la muerte que con ellos ha quedado.


Fig. 2. Rito de purificación de las prendas, tras la muerte de un ser querido, en una comunidad Quechua. Película Altiplano74.

Un caso quizás extremo y a la vez interesante de purificación para eliminar los vestigios de muerte, es el perteneciente al ritual de canibalismo mortuorio en Brasil. Los habitantes de la tribu creían que la tristeza y las emociones de nostalgia generadas por la pérdida eran malas para la salud, y dado que los sentidos como la vista y la escucha eran la fuente primaria de conocimiento y por tanto estimulaban el recuerdo, debía destruirse cualquier evidencia física que recordara al fallecido y que por tanto propiciara las emociones negativas de tristeza. En consecuencia, no solo las pertenencias del difunto eran quemadas, sus animales y sus cultivos eran regalados y la casa era incendiada75. En términos de los sentimientos que embargan a las personas tras la transformación del cuerpo, puede decirse que los deudos se ven en la situación de regresar a casa con las manos vacías y la pérdida más tangible que nunca. En muchos casos, se realiza una cena de consolación a los dolientes y conmemoración al difunto durante la cual, se deja un lugar dispuesto para este último, en señal de que aún hace parte de la familia. Se habla en su memoria, se cuentan anécdotas y, en algunos casos, incluso se baila, se toma alcohol (en Bolivia se masca coca durante todo el ritual) y se celebra su vida. Podría pensarse, en consecuencia, que estas cenas tienen por objeto primordial evitar el impacto del sentimiento de soledad de los deudos principales y en cambio brindarles por un tiempo de más, una compañía que matice el vacío. En Kenia, por ejemplo, tras el acto de sepultura y las cenas de conmemoración, los allegados que se han estado hospedando en la casa, van retornando a las suyas, uno por día, 74

Brosens, P., Woodworth, J. (Writers), Brosens, P., & Woodworth, J. (Directors). (2009). Altiplano [Película]. Perú, Bélgica. 75 Op. Cit.


en orden de edad de menor a mayor76. En este caso se observa un esfuerzo por ayudar a restablecer paulatinamente la normalidad en el hogar, tras el vacío de la pérdida, procurando causar a los dolientes principales el menor dolor posible. El proceso de adaptación posterior para los dolientes supone dos elementos principales: atravesar el luto que les ha sido impuesto, y atravesar el duelo mediante el cual aceptarán completamente el cambio. Debe recordarse que, en el momento del deceso, los dolientes atraviesan de manera paralela al difunto, algunos ritos de separación de la sociedad, como el aislamiento físico o espiritual, o el luto que deben empezar a guardar. Durante este tiempo, deben vivir un proceso lento que demarca tanto la tristeza y el respeto que se le guarda a la memoria del difunto, como la reinserción lenta en la vida de sociedad. El luto, es un período de tiempo determinado por la cultura – pueden ser días, semanas e incluso años –, durante el cual los dolientes, según su filiación con el finado, deben guardar cierta distancia o aislamiento social, con el fin de manifestar públicamente el dolor por el que se encuentran atravesando, y el respeto que demuestran a la memoria del difunto en prolongar ese dolor. Durante este tiempo de aislamiento social, las personas deben cambiar sus hábitos de vestimenta, cuidado personal e interacción social principalmente. En cuanto a la vestimenta, puede observarse en muchas sociedades occidentales, la obligación de vestir de color negro. En el caso de Bogotá y otras zonas del país por ejemplo, a comienzos del siglo XX las viudas estaban obligadas a guardar luto riguroso – vestimenta completamente negra – durante 3 años a partir de los cuales, debía proceder el luto medio, que suponía el permiso para lucir prendas de tonalidades más claras, como el gris. En muchas ocasiones el luto de una mujer debía durar incluso hasta el fin de su propia vida, y esto también implicaba, las restricciones sociales que le acompañaban a las normas del vestir. Estas normas de conducta comprendían fundamentalmente no escuchar música, y no asistir a fiestas ni reuniones sociales de ningún tipo 77. Para el caso de los judíos y los musulmanes, el cuidado personal debe suspenderse sobre todo durante los primeros días de luto. No afeitarse, no peinarse y no maquillarse, son la evidencia de que se está atravesando un momento de gran dolor y de que lo último en que se piensa, es en el cuidado personal. En el caso de los rituales sudafricanos, en contraste, raparse simboliza la fortaleza que se ha perdido, y el ver el cabello crecer de nuevo es muestra de la fortaleza que resurge paulatinamente y la reintegración lenta con la sociedad. El duelo, por otro lado, “Es el conjunto de reacciones físicas, emocionales, psíquicas, y espirituales que se dan frente a una pérdida”. (Acero R., 2010)78. Es un proceso mucho más complejo, elaborado y personalizado, por el que atraviesan todos los seres humanos cuando acontece dicha pérdida. A causa de la complejidad y particularidad del duelo en cada persona, no se pretenderá hacer un recuento generalizado de cómo se vive el proceso en cada sociedad. En términos de la adaptación de la que se habla en el presente aparte, 76

Op. Cit. Op. Cit 78 Acero R., P. D. (2010). El duelo, un proceso para sanar heridas. Revista Remanso (10), 12-19. 77


puede puntualizarse que es el proceso de duelo el que permite la asimilación completa de la pérdida, y el restablecimiento del equilibrio en la vida de las personas. A este respecto, solo se comentará que aunque en algunas culturas pueda estar tipificado o normalizado el duelo de alguna forma, no es común que se hable del mismo como una parte del proceso del ritual. En Colombia, solo hasta hace algunos años se empezó de hablar del duelo como parte del servicio funerario, y la obligación que tienen las empresas prestadoras del servicio de acompañar a los dolientes durante este proceso, como responsabilidad con la salud pública en la sociedad (Arango I., 2013)79: “Históricamente las empresas de rituales exequiales no hemos tenido tan claro o, no nos hemos dado cuenta, que nuestro objeto social sí va más allá del culto, del homenaje y de las representaciones funerarias por aquello de que nuestra obligación principal es ayudar a vivenciar los rituales y así socializar la muerte y el dolor de las personas por la pérdida de un ser querido, ayudarles con ello a dar el primer paso en ese largo proceso de elaboración del duelo y su recuperación psíquica. Hace algunos años, los funerarios no hubiéramos imaginado nuestro protagonismo en la atención a los dolientes, quizá no teníamos clara la importancia de ese primer contacto de los familiares desmoronados con la muerte, la trascendencia de una actitud cordial, de un abrazo, del acto humano más sencillo… escuchar.” (Arango M., 2011)80 2.4.4 Relaciones de adaptación entre los dolientes y el alma Después de las etapas de transición e incorporación en las que el doliente es guía para el alma, poco queda por hacer frente a esta, que ya ha iniciado su proceso de trascendencia. En la mayoría de los casos, los dolientes se ocupan, por un tiempo más, por períodos y frecuencias cada vez más cortas y distanciadas, de interceder por el alma, para que logre superar el purgatorio o período de juzgamiento, y obtenga finalmente la salvación. En los rituales católicos, particularmente, esta intercesión toma la forma de novenario, ceremonia de oraciones y cantos que se realizan durante nueve días seguidos a la fecha de la sepultura o cremación, en un mismo lugar, y a una misma hora. En el cristianismo ortodoxo, se hacen conmemoraciones al noveno y cuadragésimo día, y a partir de allí cada año. En otras culturas como la boliviana y la mexicana, se festeja el día de los difuntos el 2 de noviembre de cada año, día en el que se festeja y se hacen ofrenda a las almas, para asegurar su dicha81. En las culturas ancestrales, se realizan ceremonias con el fin de pedir licencia a los ancestros de la comunidad, que permitan el espíritu del difunto ingresar en la comunidad de 79

Arango I., I. C. (2013). Las empresas funerarias como actores de promoción y prevención en salud. Revista Remanso (14), 88-91. 80 Arango M., F. (2011). Editorial. Revista Remanso (12), 1. 81 Op. Cit.


ancestros, después de lo cual, se realizan ceremonias de retorno, en las cuales se le da la bienvenida de nuevo al espíritu del difunto, que ya ha tomado la forma de ancestro82. 2.4.5 Adaptación del alma – Ancestro o memoria perpetua Por último dentro de todas las etapas y relaciones que se gestan a lo largo del ritual funerario, queda por mencionar la forma de adaptación del alma. Si bien se ha dicho que esta ya ha terminado su separación del cuerpo, e iniciado su proceso de trascendencia, su adaptación vendría a ser, aquel estado en el que se espera que finalmente repose. En unos casos, por tanto, el espíritu reposará en forma de ancestro. En otros, el alma renacerá en carnada en otro cuerpo y en otra vida. En otros, permanecerá descansando hasta el día del juicio final, y en otros, llevará una vida celestial similar a la vida que llevó en el mundo de los vivos. En la gran mayoría de los casos, la existencia permanece, y se considera perpetua. Solo en algunos se cree, que la existencia se extingue completamente cuando el ser haya sido lo suficientemente malo como para ser castigado con la extinción total, o que no haya nadie en el mundo de los vivos que pueda recordar la memoria del difunto. CAPÍTULO II: CORPUS Actores del ritual Después de haber realizado un recorrido detallado por todas aquellas etapas y relaciones que conforman el ritual, resulta pertinente delimitar, bajo la óptica de Hertz, específicamente cuáles son los actores más importantes en el ritual mortuorio, y qué roles asumen dentro de este. Debido a que se ha realizado en el capítulo precedente una amplia disertación con apoyo teórico sobre todas las etapas y relaciones mencionadas, el capítulo que procede se elaborará principalmente a partir de deducciones y construcciones personales, enmarcadas de todas formas bajo el modelo de análisis del mencionado autor. Para comenzar, debe concretarse y recordarse que los actores principales del ritual son, de manera global: el cuerpo, el doliente y el alma, entendiéndose el primero y el último como instancias de una misma existencia – aquella que se desvanece –, y el segundo, todas aquellas personas – una o más – que sufren de la manera más pronunciada – bien sea por la filiación o el grado de cercanía con el difunto – el dolor de la pérdida y por tanto deciden tomar la cabecera y la dirección del ritual. 1. El cuerpo: El objeto humanizado El cuerpo del fallecido, es la instancia física de la existencia que ha terminado de funcionar biológicamente. Su presencia ha sido prolongada por algún tiempo para servir de prueba tangible de la muerte que ha acaecido, y se transformará para darle disposición física y otorgarle al individuo la nueva identidad de muerto. 82

Op. Cit.


1.1 Recipiente de almas Se cree que el cuerpo es aquel envase o recipiente que contiene la esencia verdadera de la existencia, es decir el alma o el espíritu. En el momento del deceso, el recipiente empieza a vaciarse, perdiendo poco a poco la esencia de la vida, y de esta forma, volviéndose casi un objeto. En la sepultura celestial del Tíbet, por ejemplo, una vez se han culminado los tres días que se cree tarda el alma en dejar el cuerpo, éste es considerado un receptáculo vacío que pierde su importancia, lo que influye en la manera como se dispone de este: Se permite que el cuerpo sea desmembrado y descuartizado, y se ofrece en su totalidad para el consumo animal83. Este receptáculo, como se ha dicho, ha quedado vacío, lo que no significa que no pueda seguir cumpliendo su función de recipiente: Se cree que, tanto el alma tiene la facultad de volverlo a habitar, como que el recipiente, una vez vacío, queda sumido en el peligro de ser invadido por otras almas o espíritus malignos que estén tentadas a contenerse en el. 1.2 Existencia sacralizada, nacimiento inverso A pesar de que el estado inerte del cuerpo le atribuye las cualidades de un objeto, este elemento no obstante que ha dejado de vivir, sigue reteniendo algunos rastros de vida, y su presencia se convierte en una existencia muy similar a la existencia de un recién nacido: Se convierte en un ser muy vulnerable, envuelve peligros a los que está expuesto y de los cuales no puede defenderse; adopta una dependencia casi absoluta de los demás, y su presencia es sagrada, pues debe tratársele con respeto, solicitud, delicadeza y cuidado. De hecho, la existencia del cuerpo difunto es casi opuesta a la del recién nacido: Este último se encontraba en el mundo invisible de los muertos y ha surgido al mundo de los vivos: el difunto por su parte, pertenecía al mundo de los vivos y se encuentra próximo a internarse en el mundo invisible de los muertos (Hertz, 2004 [1907])84; el recién nacido poco a poco retiene la vida, mientras que en el difunto, poco a poco se desvanece, de la misma forma que las funciones vitales en el neonato lentamente van cobrando fuerza, mientras que aquellas del difunto poco a poco se atrofian (recuérdese que muchos procesos biológicos no solo se han detenido, sino que además podría decirse que van en reversa en forma de descomposición). 1.3 Foco de contaminación El cuerpo, que ha sufrido el cese de su funcionamiento y es la prueba sobre la que se es consciente de la muerte, se vuelve también el elemento que la representa, y que de alguna manera, también la contiene. Por ello, y porque la muerte es indeseada, se vuelve un foco de contaminación. A veces se toma distancia de este, y a veces se evita incluso tocarlo. Todo aquel que tenga relación con el cuerpo, bien sea físicamente, o de parentesco 83 84

Op. Cit Op. Cit


biológico con él85, se le considera también un ser que ha sido contaminado con la muerte, y en algunos casos, otro foco indirecto de su contaminación. Es por ello que se establecen ciertas normas acerca de quienes realizan algunos procedimientos específicos: los baños, los traslados, las ceremonias, los discursos, los consumos. A veces se quiere evitar contaminar a los demás, a veces se quiere evitar contaminar de manera grave o más profunda quienes ya lo están. A veces algunos deben resignarse a estar contaminados con ella y esperar a que termine, a veces algunos otros gozan de algún tipo de inmunidad.

Fig. 3. Película Departures. El oficio del funerario es visto como un trabajo indecente, anormal y contaminnado. “¿Qué habrá más normal que el oficio de un funerario? Si la gente se muere todos los días”86

2. El alma – Sustancia trascendente El alma o espíritu, como segundo componente o instancia del individuo que acaba de morir, hace parte de la dimensión alternativa en la que se cree que continúa la existencia. Es, de 85

Normalmente las relaciones de contaminación con los seres más cercanos vienen a estar dadas por los lazos de consanguineidad con el difunto. Los esposos, aunque no compartiesen estos lazos, sí se creía que habían compartido de cierta forma el fluido vital, y por tanto, se les consideraba parte de los afiliados biológicamente al difunto. 86 Koyama, K. (Escritor), & Takita, Y. (Director). (2008). Departures [Película]. Japón.


hecho, la esencia de la vida, lo que determina y contiene el bien y el mal de cada persona. Es una sustancia – a la que incluso se le atribuye peso – , una presencia, una energía o un espíritu capaz de existir en la dimensión terrenal y modificarla, y de trascender a otras esferas de la existencia. “¿Cuántas vidas vivimos?, ¿cuántas veces morimos? Dicen que todos perdemos 21 gramos en el momento exacto de la muerte, todos. ¿Cuánto cabe en 21 gramos?, ¿cuánto se pierde? Cuando perdemos 21 gramos, ¿Cuánto se va con ellos? Cuando se gana, ¿cuánto…se gana? 21 gramos, el peso de 5 monedas de 5 centavos, el peso de un colibrí, de una chocolatina. ¿Cuánto pesan 21 gramos?” (Arriaga, 2003)87 2.1 Humano eterno Ya se ha visto en repetidas ocasiones que el ser humano no tiene la facultad de aceptar a cabalidad que después de la muerte pueda terminarse completamente la existencia. El alma, por lo tanto, es ese vehículo que permite afianzar la creencia en una existencia posterior de la vida. Es esa prolongación del ser que permite que una vez el individuo ha fallecido, pueda otorgársele de nuevo una asociación humana que perdura y así perpetuar la fe de inmortalidad que la sociedad tiene en sí misma. 2.2 Viajero desorientado Una vez que el alma se ha separado del cuerpo, comienza a errar desorientada cerca de su cuerpo y sus seres queridos. Debe emprender un viaje, una trascendencia, pero al no saber como hacerlo, necesita ser guiada a través de ella, por lo cual se refugia temporalmente en el mundo terrenal, preparándose, para después permitirse ser conducida y guiada a través de la transición. Por ello no solo han existido textos mágicos y hechizos instructivos de cómo navegar la muerte, sino además oraciones, cantos y ceremonias sobre la vida en el más allá que ayudan a este viajero desorientado, a trascender satisfactoriamente. 2.3 Facultades malignas Separada la sustancia trascendente del cuerpo, le son otorgadas al alma grandes facultades con las que puede poner en peligro a aquellos que ronda temporalmente. Producto de la misma desorientación que vive antes de empezar su viaje, tiene la capacidad de tomar a algún familiar para hacerse compañía, por lo cual se toman las medidas necesarias para evitarlo: Se ocultan las fotografías o retratos, se restringe el sueño, se viste de luto para esconder las almas de los vivos, y se prohíbe la participación de mujeres embarazadas, u hombres con esposas embarazadas en los ritos funerarios principales. 87

González Iñárritu, A., Salerno, R. (Productores), Arriaga, G. (Escritor), & González Iñárritu, A. (Director). (2003). 21 Grams [Película]. Estados Unidos de América.


Se cree también que el alma tiene la facultad de interactuar con los sobrevivientes, y cambiar la realidad física, con el fin de asegurarse que se cumplan sus deseos. “[…] Mira, si no compras pronto esa piedra, Serioga, se te va a aparecer otra vez y es capaz aún de estrangularte.” (Tolstói, Tres Muertes, 1958)88 3. El doliente El doliente, a pesar de las dificultades por las que se ve obligado a atravesar durante el ritual, se ve atrapado entre los deseos del alma y los requerimientos del cuerpo. Es quien asume la mayor parte de los roles dentro del ritual, y todos ellos implican ya sea esfuerzos, ya sea peligros. Por ello se cree que es la figura central del ritual, aunque éste se haga por y para el cuerpo y el alma del finado. 3.1 Víctima de la pérdida y el dolor A pesar de los sentimientos y expectativas que un ser humano pueda tener acerca de la propia muerte, “[…]¿morir en casa? – repuso la enferma muy asustada. La palabra “morir” le causaba un visible espanto, pues se quedó extática frente al marido, en actitud de súplica.”89 (La muerte negada). “- Puedes llevarte las botas, Serioga – dijo ahogándose-. Pero con la condición de que habrás de comprar una piedra y mandarla colocar sobre mi tumba cuando me muera- agregó con voz cada vez más hueca y apagada. […] -Me duele todo, Nastasia, es la muerte que se acerca. Eso es lo único que yo segimió el enfermo.”90 (La muerte resignada). “El árbol tembló; cabeceó su corpulencia; se erguió altivamente, y, tambaleante, lleno de pavor, cayó rígido al suelo. Desaparecieron el ruido del hacha y de los pasos.”91 (La muerte inesperada). el individuo, una vez fallecido, no sufre. En cambio, todas aquellas personas que habían generado lazos de apego emocional con ese ser, tienen que soportar el desequilibrio que se posa sobre sus vidas y sobre la sociedad que les rodea. Como ya se ha mencionado antes, la pérdida de un ser querido, más si es cercano, más si es inesperada, más si es violenta, pero igualmente, en todos los casos, genera dolor. Dicho dolor surte sus efectos no solo a nivel mental, sino además físico y espiritual (Acero R., 2010)92, y no existe forma universal de 88

Tolstói, L. N. (1958). Tres Muertes. Ídem 90 Ídem 91 Ídem 92 Op. Cit. 89


aliviarlo o aminorarlo. Los dolientes, cada uno considerado en su individualidad, tienen la responsabilidad de superar por sí mismos ese dolor, y de restablecer el propio equilibrio de la vida93.

Fig. 4. Película Altiplano94. El dolor, un sentimiento casi tan universal como la muerte misma, atraviesa las fronteras del espacio y del tiempo. Un dolor puede ser consuelo de otro, puede ser la fuerza de no querer ni permitir que la vida propia, ni la de otros pase en vano.

3.2 Encargado y protector del cuerpo Cuando el cuerpo ha dejado de valerse por sí mismo, los dolientes tienen la obligación, similar a una madre que cuida de su bebé, tanto de cuidarlo y proveerle todo lo que sea necesario, como de protegerlo ante las amenazas que puedan cernirse sobre él. El doliente, es el encargado de ayudar al cuerpo a pasar por cada una de las etapas por las que debe atravesar por el ritual de paso. Debe transportarlo, bañarlo, vestirlo, ordenarlo, y disponer de él. La manera como lo cuide, como lo trate y se relacione con el, demuestran, y transmiten los sentimientos de honor y respeto hacia esa persona extinguida. Al mismo tiempo y dada la vulnerabilidad a la que el cuerpo sin su contenido está expuesto, los dolientes son los encargados de protegerlo de todo mal, alejar los espíritus e intenciones malignas y procurar que su estadía en la tierra transcurra en paz. 3.3 Presa del alma confundida 93

Independientemente de que se cuente con asistencia profesional, el proceso de duelo no deja de ser particular a cada individuo y la mejoría depende enormemente de las condiciones particulares de cada ser humano. 94 Op. Cit.


Tal como se ha detallado anteriormente, el alma, una vez sale del cuerpo, se encuentra confundida y se ve tentada a buscar compañía. Al mismo tiempo, dispone de poderes sobrenaturales que le permiten modificar la realidad física, para ayudarse a lograr sus intenciones y deseos. En esto, los dolientes no son sino presas del peligro. No bastando con que tengan que ocuparse del cuerpo, el alma también puede hacer peticiones, o amenazar la vida de los sobrevivientes, para obtener lo que desea. Por ello, los deudos toman las precauciones antes descritas con el fin de evitar desenlaces lamentables. Todas esas medidas, al parecer, son maneras de huir a la voluntad celosa del alma que se encuentra rondando sin rumbo, de manera temporal. 3.4 Guía para la trascendencia Los dolientes no solo tienen obligaciones de encargarse del cuerpo, y de prevenir los daños que pueda ocasionarles a ellos mismos el alma, sino que también deben ocuparse de esta parte de la existencia de su ser querido. Durante todo el proceso del ritual funerario, se deben elevar oraciones, realizar cantos, leer textos con instrucciones para que el alma pueda navegar su camino correcto hacia la vida del más allá. Así pues, los dolientes tienen los roles de víctimas, encargados, presas y además guías espirituales o maestros en la ceremonia de trascendencia para que el alma pueda seguir su camino. 3.5 Maestro de ceremonia Adicional a todo lo anterior, si se examinan los diferentes rituales de las culturas estudiadas, y muchos otros, puede discernirse que el ritual funerario constituye un evento social. En el, se reúnen no solo los familiares más cercanos al difunto, sino que además llegan todos aquellos que pretendan expresar de una u otra forma su aprecio por aquellos que quedan vivos. En muchos lugares del mundo y a través de los tiempos, los rituales funerarios han sido formas de distinción social, en donde el tipo y magnitud de pompas que acompañen al difunto, demuestran en gran medida quién era o a qué nivel social pertenecía, no solo el difunto, sino también sus deudos. Por esta razón, los dolientes tienen el deber de presidir el evento social, disponerlo todo adecuadamente según los deseos y exigencias del fallecido, y procurar que todo acontezca de manera ideal. CAPÍTULO III: REQUIEM Descansen todos En los capítulos previos, se ha tenido la oportunidad de explicar, de la manera más completa como ha sido posible, la razón por la cual se realizan los rituales mortuorios, qué etapas principales los conforman y quienes hacen parte fundamental de estos. A partir de todos esos conocimientos, podrá verse con óptica renovada, de qué manera esos rituales pueden llegar a un punto en el que se convierten en servicios funerarios, que pasan de las manos de los dolientes, a las manos de personas externas al deceso pero expertas en


su manejo, y cómo es que el Diseño de Servicios tiene relevancia y oportunidades de intervención en este sector específico de los servicios. Podrá examinarse qué principios fundamentales conforman un proyecto de diseño de servicios, y qué metodología se aplica idealmente en el abordaje de un proyecto de esta índole, todo para dar paso al contexto específico de aplicación del proyecto, y su desarrollo como tal. 1. ¿Cómo es que de ritual funerario, se llega al servicio funerario? A pesar de que en muchos rituales alrededor del mundo hoy en día – y con mayor razón si se mira hacia el pasado –, son organizados y realizados si no en su totalidad, sí en gran parte por los deudos del fallecido, es posible asegurar que desde hace mucho tiempo han existido personas especializadas que se encargan de prestar sus servicios profesionales para dar disposición al difunto. Téngase como ejemplo que en el Antiguo Egipto, no eran las familias de los difuntos quienes realizaban las prácticas de embalsamamiento y momificación, sino personas especializadas que se ocupaban de ello. Históricamente pueden existir un sinnúmero de factores que permitan explicar las relaciones entre ritual y servicio, sin embargo de lo cual, en el presente aparte se pretenderá explicar cómo uno se vuelve en otro, bajo la estricta perspectiva de los actores que intervienen en el ritual. 1.1¿Qué es un servicio? Para poder llegar a responder la pregunta que se plantea inicialmente, es indispensable en primer lugar, dar una definición clara de lo que constituye un servicio. Para estos efectos, se usará la definición que ofrece el DRAE: “Servicio: Prestación humana que satisface alguna necesidad social y que no consiste en la producción de bienes materiales” (Diccionario de la Real Academia Española)95 Si se examina detenidamente aquella definición, podrá explicarse de manera detallada qué constituye un servicio. Prestación, por un lado, supone una asistencia o ayuda particular para alcanzar un logro u objetivo (DRAE). Por consiguiente, una prestación humana, conllevaría seres humanos generando dicha asistencia o ayuda para la consecución de ese logro u objetivo particular. Dicho logro, a su vez está dado por la definición misma: satisfacer una necesidad social, es decir, suplir una carencia o solicitud propia de los seres humanos o surgida en la sociedad. Por otro lado, que no consista en la producción de bienes materiales, supone a su vez, que esa prestación de ayuda o asistencia, deba hacerse de manera intangible, lo que podría llevar a pensar, que esa asistencia consista en acciones, situaciones o eventos que, aunque puedan involucrar bienes materiales, no los tenga por objetivo primordial. 95

Diccionario de la Real Academia Española. (n.d.). Diccionario de la Real Academia Española. Retrieved marzo 2, 2014, from Servicio.: http://lema.rae.es/drae/?val=servicio


Reuniendo cada uno de los anteriores apartes, puede llegarse a un examen más o menos detallado de la palabra: Un servicio es una asistencia o ayuda que prestan seres humanos, con el fin de satisfacer o suplir una carencia o solicitud propia de otros seres humanos o surgida en la sociedad. Dicha asistencia comporta una serie de acciones, situaciones o eventos intangibles que, aunque puedan involucrar bienes materiales, no los tienen por objetivo principal. 1.2 De doliente a usuario del servicio: De ritual a servicio. Si se recuerda el capítulo anterior, en donde se mencionaban todos los roles que debe cumplir el doliente en el momento del ritual – víctima, encargado, presa, guía, maestro de ceremonia –, es posible llegar a la conclusión de que todas esas responsabilidades que debe asumir el doliente, terminan por generar en el mismo gran presión emocional. Si a ello se suma que es el doliente el que ha tenido que sufrir el impacto y el dolor de la pérdida y que ese solo hecho ya genera desequilibrio mental y físico, podría de allí deducirse que el doliente no se encuentra en sus plenas facultades de elaborar el ritual, y por tanto, precisa ayuda. No está de más, que sea posible dejar en manos de otros – que además tienen la experticia en el manejo del ritual – todas aquellas responsabilidades de las que podría prescindir el doliente. Es así como surge la necesidad del servicio funerario. En un momento de gran dificultad, es posible prestar asistencia para que quienes tienen un deber altamente complejo, reciban ayuda para llegar a cumplirlo no solo a cabalidad, sino también de la mejor manera. Si el objetivo del ritual es atravesar todas las etapas que suponen la transición del sujeto entre la vida y la muerte y llegar a disponer correctamente de su cuerpo y alma, la necesidad radica en que los encargados de dicho objetivo pueden carecer de las facultades plenas para lograrlo, y por tanto pueden requerir asistencia o ayuda. 2. ¿Qué es un servicio funerario? Teniendo en cuenta la definición de servicio, y dadas las condiciones anteriormente dadas, podría concluirse que el servicio funerario, es una asistencia o ayuda prestada a los deudos del fallecido, quienes precisan ayuda, para la consecución del objetivo de atravesar las etapas que suponen la transición del individuo entre la vida y la muerte, y la correcta disposición de su cuerpo y su alma. En Colombia, el servicio funerario se define de la siguiente manera: “Conjunto de actividades organizadas para la realización de honras fúnebres; pueden constar de servicios básicos (preparación del cuerpo, obtención de licencias de inhumación o cremación, traslado del cuerpo, suministro de carroza fúnebre para el servicio, cofre fúnebre, sala de velación y trámites civiles y eclesiásticos), servicios complementarios (arreglos florales, avisos murales y de


prensa, transporte de acompañantes, acompañamientos musicales) y destino final (inhumación o cremación del cuerpo).” (Artículo 111 de la ley 795 de 2003)96 2.1 Características del servicio funerario Si se tienen en cuenta las diferentes características que se componen los rituales mortuorios a través de las culturas, podrían llegarse a establecer algunas cualidades básicas que debería contemplar todo servicio funerario. En primer lugar, considerando la manera como surge la necesidad del servicio, la primera característica que debería tenerse en cuenta, es que en todo momento se vele por la tranquilidad y la estabilidad de los dolientes. Si el servicio surge a partir de la incapacidad plena o la necesidad de ayuda para ejecutar el ritual, el servicio exequial debería buscar brindar apoyo en aquellas situaciones en donde más el doliente lo precise. Como se puede ver, la figura central del servicio es el doliente, que es a quien se le brinda asistencia a través de la elaboración de ritos para su ser querido. En segundo lugar, teniendo en cuenta los objetivos particulares de los dolientes al realizar el ritual funerario, se tiene que un servicio exequial debería caracterizarse por mantener la dignidad del ser fallecido y demostrar en todo momento, profundo respeto por este. Dado también que el ritual comporta un evento social en el que se pretende honrar la memoria del difunto y recordar lo que significó su paso por la vida, el servicio funerario deberá caracterizarse por su solemnidad97.

96 97

Cuartas, A. (2013). Reglamento interno de prestación de servicios. Corporación Remanso. Bogotá. Véase la definición del vocablo.


Fig. 5. Película Departures. Un servicio fúnebre que se presta con la mayor dignidad y respeto hacia el difunto, proporciona la tranquilidad y agradecimiento de los deudos.

De igual forma, el servicio fúnebre debería proporcionar las mejores condiciones para que los deudos tengan oportunidad de asimilar la pérdida de su ser querido, y puedan darle la despedida que deseen brindarle, procurando evitar mayores traumatismos. De allí también que el servicio contemple acompañamiento en el proceso de duelo, y restablecimiento de la normalidad en la vida de los deudos.

Fig. 6. Permitir que los dolientes vean al difunto por última vez tal y como este era en vida, y proporcionar para la despedida las condiciones menos traumáticas, es regalar un último recuerdo grato a los allegados. Película Departures.

3. Qué es diseño de servicios “ El diseño de servicios ayuda a innovar (crear nuevos) o mejorar (existentes) servicios para hacerlos más útiles, usables, deseables para los clientes al igual que efectivos para las organizaciones” (Stefan Moritz, 2005)98 “Desarrollar los ambientes, herramientas y procesos que ayuden a los empleados a entregar un servicio superior de una manera que sea exclusiva para la marca”(Continuum, 2010) El diseño de servicios se perfila no como un campo nuevo del conocimiento, sino como una manera interdisciplinar y holística de concebir y abordar proyectos relacionados con el 98

Stickdorn, & Schneider. (2010). This is service design thinking. Amsterdam, Países Bajos: BIS Publishers.


desarrollo de servicios. Es una forma de repensar la manera cómo estos se prestan, para hacerlos más eficientes y efectivos en todos los niveles. Es una manera de recordar para qué y para quién están pensados los servicios y permitir, mediante diversas herramientas, no solo que estos objetivos se cumplan, sino que esto se haga de la mejor manera posible. El diseño de servicios es una manera de recordar que estos están pensados para ser prestados por seres humanos, y para seres humanos, y por lo tanto procurar que en ambas direcciones, supongan la menor dificultad posible, y de esta manera resulten afines a las capacidades, necesidades y deseos propios de los seres humanos. Partiendo del supuesto de que toda producción humana es susceptible de mejorar, y más aún si se piensa en contextos dinámicos que se encuentran en constante cambio y evolución, puede pensarse que el diseño de servicios tenga la posibilidad de ser aplicado a prácticamente cualquier servicio prestado por el hombre. Ya que en todo caso, y en todo momento, siempre se podrá hacer mejor y más eficiente. 5.1 Principios fundamentales del diseño de servicios Según Stickdorn & Schneider 99 , el diseño de servicios comporta 5 principios fundamentales, cualquiera que sea su aplicación: 1.

Centrado en el usuario: Si se parte del hecho de que un servicio está pensado para suplir una necesidad humana, y en consecuencia, para ser usado por humanos, debe tenerse por actor principal del servicio, aquél quien tiene la necesidad y hace uso de el. El objetivo de cualquier empresa prestadora de servicios es lograr que sus usuarios los utilicen una y otra vez, y por ello, deben estar pensados para provocar el deseo de volverlo a utilizar, o – pensando en el contexto de los servicios fúnebres – de tener el deseo de volver a escoger ese prestador en específico, cuando vuelva a surgir la necesidad.

2.

Co-creativo: Todos aquellos que intervienen de una u otra forma en el servicio son también seres humanos. Todos, independientemente de si son usuarios, prestadores, o proveedores del servicio, poseen un punto de vista propio, y unas capacidades y necesidades particulares. Es por ello que en el momento de diseñar un servicio, debería tenerse en cuenta la opinión de todos aquellos que se ven involucrados en él.

3.

Secuencial: Todas las personas y eventos involucrados en un servicio deben estar sincronizados de una manera adecuada para así generar un correcto ritmo entre todas las acciones que conforman dicho servicio. La secuencia que conforme el servicio debe ser lo suficientemente ordenada como para evitar presiones innecesarias en el usuario.

99

Op. Cit.


4.

Testimonial: El servicio en muchos momentos es intangible y puede pasar inadvertido por el usuario, a pesar de que pueda estar sucediendo de manera oculta – tras escena – . En tales casos, debe buscarse la manera de tangibilizar el servicio, pues si se entiende lo que está ocurriendo, se tiene una mejor apreciación de el. De esta forma, se reduce la brecha entre la expectativa del usuario y el resultado que este obtiene.

5.

Holístico: Los servicios normalmente se ofrecen en ambientes complejos, que pueden influir en la manera como los usuarios los perciben, sea consciente o inconscientemente. Por esta razón, debe tenerse una mirada lo más amplia posible para poder tener control de todo aquello que pueda afectar la percepción y por tanto la opinión final de los usuarios. 4. ¿Para qué entonces el diseño de servicios funerarios?

El diseño de servicios utiliza dos herramientas principales para identificar qué cambios es posible realizar en el servicio, en aras de mejorarlo y volverlo más eficiente. La primera es, identificar en qué momentos del servicio el usuario se encuentra viviendo una experiencia positiva y por tanto se están generando emociones y percepciones positivas frente al servicio. Todo esto con el fin de aprovechar esos los factores específicos que generan dichos momentos, para ampliar y potencializar las emociones positivas que se tienen frente al servicios. La segunda herramienta es identificar, por el contrario, todos aquellos momentos del servicio en los cuales el usuario está viviendo una experiencia negativa, o que de alguna manera puede representar una tensión emocional o presión para el usuario, con el fin de intentar matizar esos puntos, bien sea neutralizándolos, o incluso, tornándolos positivos. A esto se suma, que el actor principal en el diseño de servicios, lo constituye el usuario, y en el servicio fúnebre lo constituye, por lo tanto, el doliente. Por otro lado, se tiene que el doliente, por razones naturales que vienen con la misma necesidad del servicio funerario, no solamente en casi todo momento está experimentando emociones, sensaciones y percepciones que de alguna manera son negativas y tensionantes, sino que además, su sensibilidad frente a todos los eventos que se puedan desarrollar durante el servicio, se encuentra mucho más elevada – se podría decir – que en cualquier otro momento en la vida. Por lo tanto, el diseño de servicios en el contexto funerario encuentra un reto, que es identificar aquellos momentos difíciles en los que el usuario necesita mayor apoyo, para brindarlo e intentar, si no convertir esos momentos en positivos, sí por lo menos neutralizarlos y volverlos momentos de mayor tranquilidad. Además, dado que la sensibilidad del usuario se encuentra más elevada que nunca, el reto del diseño de servicios, también es aprovechar momentos en los que se pueden generar


emociones de gratitud o satisfacción frente al servicio, para potencializarlas y aprovecharlas a favor de la empresa prestadora del servicio. Por todo lo anterior, el diseño de servicios, no solo tiene una oportunidad de intervención en el campo de los servicios funerarios, sino que además tiene un gran reto. 5. Metodología para abordar un proyecto de diseño de servicios A partir de la propia experiencia adquirida en cursos prácticos de diseño de servicios, y de una recopilación y síntesis personal realizada a partir de varias referencias bibliográficas sobre el tema, se ha llegado a establecer una estructura general que será utilizada para abordar un proyecto de diseño de servicios, pensando específicamente en la relevancia de cada etapa en el ámbito del diseño de servicios funerarios. La metodología de diseño de servicios, en la mayoría de los casos, cuenta con cuatro etapas principales que oscilan entre el análisis y la síntesis; la dimensión abstracta o de generación de ideas, y la realidad concreta. 5.1 Descubrir Durante esta etapa inicial se busca recopilar la mayor cantidad posible de información valiosa que permita entender tanto el contexto en el que se desenvuelve el servicio en cuestión, como el funcionamiento real del mismo. Esta información, que en su mayoría se caracteriza por ser de carácter cualitativo, se recopila desde todos los puntos de vista; es decir, no solo se requiere la visión particular de la empresa, sino además de todos los actores que están involucrados en el desarrollo del servicio y, más importante aún, desde la perspectiva particular del usuario. También se requiere tener una visión más o menos detallada del contexto institucional en el que se desenvuelve la empresa, y tal vez, el contexto cultural en el que se encuentra ubicada. Se ha decidido dividir la etapa Descubrir en dos prácticas o sub-fases fundamentales: Entender y Observar. 5.1.1 Entender (Top Down) En la fase entender, el objetivo principal es construir conocimiento global alrededor del problema o planteamiento de diseño, es decir, entender de manera general el contexto en el que desarrolla el servicio, desde instancias amplias (a manera de top-down), es decir desde la mirada del ente prestador del servicio, y el ambiente que le rodea. La tarea fundamental es identificar el contexto empresarial en el que se va a desarrollar el proyecto específico, no solo desde la empresa misma y su visión y objetivos particulares, sino también desde otros prestadores del mismo servicio o instituciones que representen competencia u homología más o menos directa. La segunda tarea es investigar acerca de los temas principales que rigen el desarrollo del servicio, a modo de establecer un estado del arte teórico acerca del servicio en específico.


Cómo se hace • • •

Investigación estado del arte (marco teórico sobre temas eje del servicio) Reconocimiento de la empresa, sus valores y objetivos (etc.) Reconocimiento del contexto (cultural, empresarial, etc).

5.1.2 Observar (Bottom-Up) En esta fase se pretende entender específicamente cómo es el servicio que se está prestando, cuáles son los diferentes actores involucrados en el desarrollo del mismo, y en general, el objetivo principal es recopilar una cantidad considerable de datos y evidencia acerca de las diferentes situaciones, comportamientos y procesos que suceden a lo largo del servicio, y qué percepciones, sentimientos, opiniones o reacciones están suscitando dichas situaciones o procesos en todos los actores involucrados en el servicio, especialmente en el usuario que es su figura central. Cómo se hace Existen un sinnúmero de herramientas de observación tomadas y sintetizadas de varias disciplinas del conocimiento humano, tanto participativas como no participativas, que permiten identificar todos los aspectos mencionados anteriormente. Se aplican determinadas herramientas dependiendo del servicio específico, de sus usuarios y los funcionarios que lo prestan, y sobre todo, de los datos particulares que se requiera recolectar. 5.2 Interpretar A partir de todos los datos recolectados durante la primera etapa, se procederá a organizar y analizar la información, con el objetivo de producir conclusiones significativas acerca de esta. A lo largo de la fase interpretar se pretende identificar patrones, falencias, tensiones y otros resultados que poco a poco van orientando el enfoque hacia aquello que es más importante acerca del servicio en términos de la experiencia del usuario, por lo que se requiere no solo analizar grandes cantidades de datos, sino además la capacidad de visualizar aquello que pueda estar faltando para mencionados actores. Adicionalmente, se espera identificar qué aspectos de la información arrojaron resultados que fueran similares o diferentes de las asunciones hechas por quienes la recolectaron (Beckman & Barry, 2007)100. Todo lo anterior, con la finalidad de identificar puntos de tensión o potencial durante el servicio, y de esta manera, aspectos que representen oportunidades de intervención para el mejoramiento del servicio en términos de la experiencia vivida por el usuario, o desde cualquier otro actor. 100

Beckman, S. L., & Barry, M. (2007). Innovation as a Learning Process: EMBEDDING DESIGN THINKING. CALIFORNIA MANAGEMENT REVIEW , 50 (1).


Cómo se hace Toda la vasta cantidad de información que se encuentra registrada en forma de fotografías, videos, encuestas, etc., se somete a la organización e interpretación bajo marcos de análisis, matrices y plantillas de cualquier tipo pertinente, que permiten revelar verdades antes no identificadas (insights), o conclusiones significativas y evidenciables de las situaciones críticas identificadas. 5.3 Delimitar Una vez se han identificado las conclusiones y aspectos más significativos de la información recolectada acerca del servicio, se procederá a establecer algunas reglas básicas que guiarán el proceso en las etapas siguientes. Estas reglas toman forma de principios de diseño, propuestas de valor, 101 o imperativos de diseño, que establecen un camino orientado para la creación de ideas y propuestas de solución, que permite que el proceso vaya convergiendo poco a poco y se haga más claro y definido para quienes lo realizan. Cómo se hace Normalmente, es posible dividir estas reglas, según las prioridades que se tengan, en las siguientes categorías: limitaciones o requerimientos, necesidades, y deseos frente a la propuesta. Así, las limitaciones o requerimientos, son aquellos aspectos relativos a los recursos económicos, geográficos, de infraestructura o de otras índoles que no pueden ser cambiados fácilmente y por ello representan limitaciones estrictas en cuanto a la elaboración de propuestas; las necesidades son aquellos aspectos específicos que necesitan ser resueltos de una u otra forma para llegar a soluciones reales, y los deseos, aquellos aspectos que son deseables estén incluidos dentro de las propuestas, pero que no representan una obligación o limitación. También es posible presentar beneficios que se espera obtener de las propuestas, como una manera adicional de orientar los objetivos particulares de cada una de ellas. 5.4 Proponer Esta última fase comprende la generación de soluciones para aquellas situaciones críticas que se ha encontrado que son susceptibles de intervención para el mejoramiento del servicio. Esta etapa comprende tres sub-fases que son: Idear, Prototipar e Implementar. 5.4.1 Idear Durante esta etapa, el proceso vuelve a tomar un rumbo divergente, ya que se espera realizar procesos creativos que permitan generar la mayor cantidad posible de ideas de 101

Ídem


solución, que a su vez no tengan límite de extravagancia o imposibilidad de realización, puesto que en este momento se espera buscar soluciones innovadoras, que lleguen mucho más lejos que aquellas que se vienen primero a la cabeza y por tanto terminan siendo soluciones obvias y poco creativas. Posterior a esto, se retoman las ideas generadas y lentamente se van aterrizando y filtrando en el ámbito de lo posible y lo realizable. Se espera llegar a un set de propuestas de solución que posteriormente serán testeadas y pulidas hasta llegar a una propuesta final. Cómo se hace Existen diversas actividades que están diseñadas para producir la mayor cantidad posible de ideas. Dentro de las anteriores, se encuentran juegos de palabras, lluvias de ideas y actividades creativas que buscan precisamente buscar mucho más allá de las soluciones comunes o superficiales en la mente humana, para llegar a ideas realmente innovadoras. El principio fundamental de esta fase consiste en dar primacía a la cantidad sobre la calidad de las ideas, y evitar rechazar cualquiera que se presente, por extravagante o descabellada que parezca. 5.4.2 Prototipar Tras haber generado una cantidad considerable de ideas, y haber filtrado las más significativas para el proceso, se van estableciendo a partir de ellas, propuestas mucho más concretas y ajustadas a la realidad y la posibilidad de realización, para posteriormente elaborar una serie de pruebas que tienen como fin ajustar la funcionalidad y viabilidad de cada una de las soluciones planteadas. Dichas pruebas, también llamadas prototipos, cada vez se van acercando a la realidad de la propuesta final de intervención, y a medida que se ejecutan iterativamente, van produciendo correcciones y mejoras para la prueba siguiente. En principio, se espera que los prototipos sean realizados entre miembros del equipo realizador del proyecto y personas cercanas, pero posteriormente, sean probados por usuarios reales que validen la pertinencia y funcionalidad de las soluciones. Así, los prototipos pueden variar en su grado de definición, desde bosquejos y prototipos en papel, hasta maquetas que se acercan notablemente a la realidad del producto final. 5.4.3 Implementar Por último, una vez se ha llegado a la iteración del prototipo que más se acerca a la finalidad de la propuesta y a su composición final, se procede a elaborar un plan de implementación de la misma, que debe contener tanto plazos como instrucciones y procedimientos para la inserción paulatina de las propuestas dentro del proceso del servicio. Adicional a lo anterior, se espera generar una manera de evaluar el impacto real de las soluciones generadas, para así comprobar su pertinencia en el contexto final de aplicación.


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