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LOCAL
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EQUILIBRIO INFORMATIVO
Viernes 16 de diciembre de 2016
Por aquellos tiempos, a lo largo de esa vía podía observarse carruajes ocupados por bellas doncellas ataviadas con elegante vestimenta, quienes desde sus acogedores vehículos impulsados por bestias de sangre coqueteaban con los galanes que se ubicaban debajo de los frondosos árboles y, posiblemente derivado de ello, se le denominó también “El Paseo de las Bonitas”. En 1833 la antigua plazoleta de “La Alameda” se convirtió en un parque que recibió por nombre “Eulogio Rosado”. En la segunda mitad del siglo XIX existían en Yucatán dos mercados establecidos como tales: el García Rejón, ubicado en la confluencia de la 1ª. Calle de los Hidalgos y la 2a. Sur de Progreso (hoy 65 con 60), y el Bazar-Mercado que se encontraba en el antiguo “Paseo de las Bonitas” y al que se le debe el nombre de “Calle Ancha del Bazar”. Estos dos mercados eran insuficientes e incómodos y de ahí que don Manuel Romero Ancona, gobernador del estado, impulsara la construcción de un mercado “para verduras” en los terrenos de la Ciudadela de San Benito, poniéndose la primera piedra el 5 de mayo de 1880, celebrándose, de esa manera, un aniversario más de la batalla de Puebla. El vetusto edificio se mantiene erguido, su presencia es silente, en otros tiempos era muestra de admiración. Hoy, el edificio bautizado “El Siglo XIX” se mantiene como un testigo de la Mérida de otro tiempo, ahora ya casi imperceptible ante el avance de las nuevas modas y sólo como un atestiguante de la otra Mérida que se transforma en este tiempo. El edificio llamado “El Siglo XIX”, ubicado en la esquina de la calle 56 por 65, el cual fue inaugurado en el año 1874, fue diseñado y construido por el ingeniero militar Salvador Echegaray y posee una arquitectura en donde se aprecia el estilo neoclásico con ciertas reminiscencias del estilo francés. Presenta, al igual, características constructivas “modernas” como lo son muros de mampostería, techos de vigas de acero, hierro y concreto armado en su estructura y pisos de pasta. Contemporáneo del momento económico del siglo XIX, este edificio marca el paso junto con otras estructuras de gran importancia el proceso de consolidación del auge henequenero y de la formación de las primeras grandes empresas que instalaron en la capital yucateca como símbolo de la fuerza comercial que permanece hasta nuestros días. El edificio perteneció a un empresario alemán que vino a radicar a Mérida como parte de las necesidades de equipo y refacciones de las maquinas desfibradoras que se habían traído a las haciendas para el trabajo del manejo del sisal, siendo
esta un importante requerimiento, lo que hizo una floreciente demanda de surtido de materiales y equipos de ferretería, con las mejores marcas germanas del momento. A las máquinas movidas por vapor, que introducían un elemento industrial para raspar el henequén, se les llamaba en Yucatán "motoras". Entre 1868 y 1871 se importaron al estado 160 "motoras", si bien no todas fueron destinadas a la industria henequenera pues unas lo fueron a la industria azucarera que existía en aquella época. Una manera de medir el tamaño de una hacienda era a través del poder de su "motora". Las haciendas de Yucatán con vapores de más de 6 caballos eran en 1871 las que más demandaban servicio y el empresario alemán pudo responder a la condición de surtir gran parte de las refacciones de estas motoras para su constante funcionamiento. De manera previa, en esa zona de la ciudad el gobernador Lucas de Gálvez y Montes de Oca había construido el segundo paseo de la ciudad, al que se le llamó La Alameda y mas tarde conocido como El Paseo de las Bonitas, que sirvió de marco para la construcción también de imponentes edificios casas habitación fundamentalmente de familias acomodadas que presentaron estructuras de arquitectura afrancesada hoy casi imperceptible por la publicidad y las muchas casa comerciales que no respetan su presencia. La Alameda fue terminada en 1792, era una calle amplia arbolada y acompañadas de sillas de piedra, que culminaba en su parte poniente con una pérgola con adornos y espacios para el acompañamiento de momentos románticos, lo que sirvió para que las muchachas más hermosas de la ciudad acudieran por las tardes a caminar o pasear en sus carruajes para saludar a otras damas y caballeros de la sociedad meridana.
El siglo XVIII se vivió una preparación para lo que sucedería en los primeros años del siglo siguiente; este siglo fue, para algunas ciudades coloniales, La Habana y Mérida incluidas, un periodo de esplendor urbano e imitando los paseos tropicales que se ya se habían construido en la capital cubana, se imprime un sentido personal para diseñar y construir las primeras áreas de recreo para los meridanos, de ahí proviene el Paseo de las Bonitas. Conviene aclarar que desde el siglo XVII las calles comprendidas entre Mejorada y lo que posteriormente sería San Cristóbal, eran elegidas por vendedores que provenían del interior del estado para realizar sus mercancías. Es decir, la zona tiene un perfil comercial desde hace siglos. El establecimiento de la Estación Central de Ferrocarriles en terrenos aledaños al área vino a ratificar su carácter comercial. La prosperidad económica de las ultimas décadas del siglo XIX fue realmente desmesurada, no sólo por cuantiosa, sino por súbita. La previsible consecuencia no tardó en manifestarse: la población criolla que había vivido con la decepción de la pobreza de las tierras y que había conocido ya la crueldad de una guerra como la de "castas" encontró la oportunidad de una compensación. Las clases medias urbanas también conocieron los beneficios de la nueva era y los peones acasillados vivieron mejor económicamente, con un nivel que la revolución nunca pudo darles; sin embargo, a costa de su libertad. La ciudad empezó a transformarse, las austeras fachadas comenzaron a demostrar lo que estaba sucediendo en Yucatán. Francia captaba las miradas del mundo y de ahí llegaban planos arquitectónicos, materiales de construcción y muebles y enseres domésticos que eran una novedad en la sociedad meridana. La industria de la construcción entra en una actividad sin precedentes. Por ello este edificio, que cumple ya 142 años, se establece dentro de las grandes construcciones del momento y fue personalizado con un reloj que se ubicaba en su parte superior, para ser el sitio de referencia para quienes acudían a sus compras cotidianas y tareas de servicio a esta parte comercial de la ciudad. De ahí se construían mansiones desprendidas de los antiguos barrios coloniales, se levantaban edificios comerciales de dos y tres pisos, el ya mencionado "Paseo de las Bonitas" y el centro de la ciudad empieza a convertirse en una inmensa zona comercial; se construyen palacios y castillos como casas principales de las haciendas y edificios para las plantas desfibradoras; se levantan majestuosas construcciones para los bancos, las sociedades anónimas y las casas exportadoras.
Contemporáneos al edificio El Siglo XIX son la Cervecería Yucateca, que construye edificios en el rumbo de Santiago, junto con la Sidra Pino y la fabrica La Constancia, Además de estos edificios se construye el Palacio de Gobierno en 1883 y nueve años después se remodela. Se construye la Penitenciaría Juárez, la Casa Escuela Municipal (en Santiago), la Junta Superior de Sanidad en la avenida Reforma, el Hospital O'Horán, el Asilo Ayala y el flamante Parque del Centenario. Por esos tiempos se introducen también los primeros transportes motorizados en la ciudad que fueron los los tranvías, el alumbrado público y se crea la nueva planta de luz en el barrio de La Mejorada; se inicia el proceso de pavimentación y embanquetado que le transformó el rostro a la ciudad. Se remodela la calle 59. Hoy, el edificio El Siglo XIX permanece como en sus inicios, vigilante de su tiempo y del nuevo entorno en que se desarrolla la pujante zona comercial de la ciudad, el ahora Centro Histórico y su constante transformación y modernización. A 142 años de su construcción, el Siglo XIX es hoy un testigo conmovedor de la Mérida de otros tiempos, de la Mérida que queda en el recuerdo de muchos y que permanece como punto de referencia para quienes en su momento vivieron el nuevo tiempo de la urbe yucateca.– José Cortazar Navarrete