4 minute read

CREANDO UNA MARCA EN LA PANDEMIA

Mgr. Ronald Rodríguez Gonzales Director General Ejecutivo SENAPI

Es claro que enfrentar el desastre económico del COVID-19 no es una tarea únicamente de los gobiernos, apenas empieza un desafío de grandes dimensiones a la hora de abordar un ciclo nuevo dirigido al resurgimiento productivo por primera vez enfocado en las pequeñas empresas, microemprendimientos, inversionistas de riesgo bajo, capital mínimo, escala hogar y actividades no relacionadas al empleo tradicional.

Advertisement

Las empresas deben volverse digitales, los servicios de entrega a domicilio, las prestaciones a distancia y cada vez menos interactuación personal, el futuro se viene con una dependencia forzada al ciberespacio, como un evento natural dentro de la sobrevivencia de la humanidad.

Las transiciones empezaron con los servicios más elementales, la alimentación, la provisión de recursos, poco a poco migra al sector productivo creando nuevos prototipos de empresas. Los pequeños inversionistas, encerrados en sus casas, con apremiantes deudas y preocupaciones optaron por mejorar las condiciones recurriendo a fuentes de ingresos que ahora podrían representar el futuro de su supervivencia. Esos emprendedores son el futuro de la economía post coronavirus, donde un Estado propondrá medidas de carácter cualitativo para su establecimiento permanente, dejando para siempre el modelo tradicional consumista y descuidado que nos ha llevado a enfrentar ésta crisis con pánico.

Pero es claro que las prioridades no siempre son la supervivencia o la acumulación de recursos, principalmente ante el nacimiento de una empresa prometedora lo más importante es constituir patrimonio. Pero no interpretemos bajo el rol tradicional del patrimonio físico, el capital o los inmuebles; el patrimonio de la empresa digital, emprendimiento verde, servicio post coronavirus; se encuentra en la creación de una marca.

Este activo intangible representa mayor valor y mejor representatividad en un mercado

digital. Sin la marca la empresa carece de identidad y los servicios son menos competitivos, sujetos al plagio o la clonación. Inservibles en un entorno agresivo donde otros competidores menos originales no dudarán en brindar el mismo servicio, con menos calidad, ausencia de ética y quizás incurriendo en competencia desleal. Por ello la cultura registral es invaluable tratándose de proteger las ideas, los signos distintivos, los lemas comerciales, los procesos productivos, el mismo know how del inversionista, que por cualquier razón ha tenido que abandonar su fuente tradicional para realizar otro servicio que representa su fuente económica.

He tenido el caso de una adorable señora que emprendió el camino de producir productos sanos y libres de gluten para diabéticos. Su empresa situada en su casa logró reconocimiento en un mercado principalmente difundido por redes sociales, la primera señal de su éxito se evidenció con la clonación de sus productos, que hicieron uso de su misma marca para ser distribuida en supermercados de La Paz, sin embargo, la marca de tan noble empresaria nunca fue registrada y la exposición a la expropiación de su propia empresa era un riesgo que debía enfrentar todos los días por su negativa prejuiciosa a recurrir a la entidad de Propiedad Intelectual, quienes le proporcionarían el reconocimiento patrimonial de sus ideas.

Este caso no es el único ni será aislado, menos en este boom de empresas nuevas que se acomodan a la necesidad de los consumidores encerrados en sus casas. El empresario debe ser consciente que sus ideas representan riqueza por sí mismas y la carencia de ética en un mercado agresivo no le da garantías de protección dentro de un campo meramente informal. Recordar que para registrar una marca basta la idea. La educación formal no llega a tocar la necesidad de proteger las ideas y darles un espacio de oportunidad frente a las adversidades del mercado, tal cual, las empresas digitales creadas antes del 2020 no representaban un crecimiento probado, es más, muchos de sus creadores las desechaban en un vano intento de enmendar sus errores, sin embargo, hoy han cuadruplicado su valor y son rentables en expansión. Pero para asegurar esa rentabilidad y que el crecimiento vaya de la mano con la expansión, la empresa debería estar protegida dentro de un marco totalmente patrimonial, siendo la única forma posible el registro en una entidad de propiedad intelectual.

El Servicio Nacional de Propiedad Intelectual es la entidad boliviana competente por ley, la única y exclusiva que otorga registros y reconocimientos de títulos sobre creaciones, marcas y patentes. Y en este último tiempo, es la única entidad que puede otorgar protección a las ideas constitutivas de empresas o simplemente a las creaciones, cualquiera sea su naturaleza.

Habiendo implementado una nueva política de acercamiento al usuario, nuestros servicios han crecido, diversificado y digitalizado, teniendo nuestro portal amigable y nuestros trámites a realizarse en línea, eliminando el contacto personal, el centralismo y las esperas innecesarias en nuestras oficinas. Estamos trabajando en la evolución del servicio para poder proveer al usuario las herramientas necesarias para que pueda hacer seguimiento desde su domicilio, computadora o celular.

A fecha, estamos trabajando para mejorar sustancialmente nuestras plataformas y servicios. Sin embargo, enfrentamos igual que todos, las limitaciones del COVID-19, pese a ello venimos trabajando con los recursos que tenemos al alcance, bajo la lupa de nuestras autoridades y de nuestros usuarios principalmente.

Ante su requerimiento, el SENAPI organizará las capacitaciones necesarias y dirigidas a un sector específico para poder crear y estimular el criterio registral de la propiedad intangible en el campo empresarial y artístico, sin descuidar las prioridades del ciudadano. Es nuestra alta prioridad lograr una educación adecuada en el campo de la Propiedad Intelectual y mantener un canal de información integral con el usuario.

Mgr. Ronald Rodríguez

This article is from: