![](https://assets.isu.pub/document-structure/250205155148-c2ea8ca567c15098e76c0b77a32e399d/v1/6d3a7db2e502bb9c5bcad08270443a60.jpeg?crop=171%2C128%2Cx0%2Cy14&originalHeight=221&originalWidth=171&zoom=1&width=720&quality=85%2C50)
4 minute read
CONECTA2
¿Cuánto vale un segundo de tiempo?
El segundo semestre de 2024 fue una verdadera locura para mí.
La carga laboral aumentó considerablemente y por más que trataba de agregar horas de trabajo para poder cumplir, y no con todo sino con las tareas más importantes, mi bandeja de correos al 31 de diciembre seguía llena de pendientes. Adicional a lo anterior, hubo varios viajes entre noviembre y mediados de diciembre y además traslado de casa, la cual suponían entregar en septiembre. Corte comercial: si alguien necesita ayuda dirigiendo contratistas y constructores de terraza de forma virtual, me avisan y les doy el contacto de mi esposo.
Esos últimos seis meses del año fueron como montarse en una montaña rusa sin subidas, solo bajadas y a toda velocidad. Pero debo reconocer que me sobre-presioné con algunas cosas de la casa que pudieron haber esperado hasta los días de descanso; pero queríamos tenerla lista para la visita de nuestros hijos y sus esposas. Era primera vez que estaríamos todos juntos en nuestra casa y como siempre, era mi deseo tener todo lo más perfecto posible para que estuvieran cómodos y disfrutaran sus días con nosotros.
Hace unos añitos, antes de navidad y de año nuevo, me tomaba un tiempo para mandar mensajes a la familia, amigos, colegas y compañeros de trabajo. Este año fueron muy pocos los mensajes que mandé. No pude verme con dos amigas; habíamos quedado de ponernos de acuerdo y no se pudo, o por sus agendas o por la mía. Un par de meses antes de navidad había sentido en mi corazón invitar a un café a una persona porque la estaba viendo muy angustiada, estresada y con afectaciones a su salud…nunca concreté la invitación hasta hace unos días. Cuando comenzamos a platicar me di cuenta de que cuando sentí invitarla, era el momento de hacerlo porque estaba pasando por una situación bien difícil y yo habría podido ayudarla al menos con oración y un par de oídos para escucharla.
![](https://assets.isu.pub/document-structure/250205155148-c2ea8ca567c15098e76c0b77a32e399d/v1/60b49aa6a8d8c54a85f9923790e66a0c.jpeg?width=2160&quality=85%2C50)
¿Cuántos mensajes no envié? ¿Cuántas invitaciones a un café no hice? ¿Cuántos mensajes respondí días después de haberlos recibido? ¡Nooooo, Karla Icaza, noooo podés continuar en la montaña rusa!
El otro día, en una clase que estoy tomando, el profesor hizo una reflexión sobre no tener tiempo para hacer esto o aquello, y nos pidió hacer un ejercicio para calcular en qué invertimos o gastamos nuestro tiempo, partiendo de las 168 horas que tiene la semana. Si bien yo tengo una hipótesis de que el minuto ya no tiene 60 segundos si no 20, aún así, el resultado del ejercicio me confrontó. Es cierto que tengo un trabajo bien demandante y que muchas horas de mi semana no necesariamente las controlo yo, por temas de agenda de trabajo; el resto de las horas sí las controlo, y yo puedo decidir si las gasto o las invierto. Horas gastadas equivalen a todo lo que hacemos que no les agrega valor a otras personas o a nosotros mismos. Horas invertidas equivale a lo contrario. Ahí cada uno hará su clasificación y su matemática.
A mi me gusta mucho usar objetos para acordarme de cosas; por ejemplo, el último día de mi quimioterapia que la hice en New Orleans, toqué una campana en celebración y agradecimiento a Dios por haber terminado el tratamiento. Para recordar ese día, me compré una campana que está montada en un pedazo de madera de una de las casas que fue destruida por el huracán Katrina. Tengo una caja con un rotulo que dice “En las manos de Dios”, la cual utilicé por mucho tiempo para escribir en unas tarjetitas, situaciones que debía ponerlas en Sus manos y dejarlas ahí, hasta que aprendí a dejárselas de verdad. Antes de la cajita se las entregaba y al día siguiente las agarraba otra vez.
Entonces, para estar consciente de cuánto vale un segundo de tiempo, me compré un reloj de arena que tengo en mi escritorio justo frente al monitor. Espero que ver ese reloj de arena todos los días, me recuerde que el valor de un segundo se calcula en base al valor de ese mensaje no enviado, esa invitación no concretada, ese abrazo que no dimos, o ese te amo que no dijimos.
“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría”.
Salmo 90:12
![](https://assets.isu.pub/document-structure/250205155148-c2ea8ca567c15098e76c0b77a32e399d/v1/6d3a7db2e502bb9c5bcad08270443a60.jpeg?width=2160&quality=85%2C50)