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Ediciรณn Digital No. 18
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Mayo - Agosto 2016
SOBRE LÚDICA Lúdica surge como un espacio para el intercambio de ideas y conocimientos psicoanalíticos estimulando propuestas novedosas que jueguen con las clásicas fundamentales del psicoanálisis. Reconociendo los alcances de los diversos enfoques psicoanalíticos, se abre este espacio para complementar las diversas perspectivas que componen este campo, brindando mayor riqueza al quehacer clínico al estimular nuevas inquietudes y nuevos senderos en la práctica clínica. En estas páginas fundamos un lugar de respeto y diálogo para las distintas teorías psicoanalíticas con el objetivo de inaugurar un nuevo espacio psíquico convergente para quien acuda a su lectura.
ESCRITOS Alicia Leisse de Lustgarten Pedro Pablo Abril Rossal Manlio Soto Paiz Carlos Eduardo Tkach
EDICIÓN Claudia Castro Claudia Melville Liza M. Zachrisson Surami Morales
EXPRESIONES Jorge Rossi
DIAGRAMACIÓN Y DISEÑO Surami Morales
CONCEPTOS Didier Anzieu
IMAGEN DE PORTADA Anaí Martínez - Mont
EN CARTELERA Eduardo Smalinsky
info@revistaludica.com
Pág. 2
/Revista Lúdica
revistaludica.com
@RevistaLudica
17 Av. 19-70 zona 10 Edif. Torino - Ofi. 1406 Guatemala, Guatemala
Encuadre abierto Jorge Rossi
ESCRITOS
Pág. 25 La homosexualidad hoy: Vaivenes del tránsito sexual. Alicia Leisse de Lustgarten Pág. 4
CONCEPTOS
El yo piel Didier Anzieu Psicoanálisis de Cuentos: Relación madre-hijo entre ausencias y narraciones continuadas. Pedro Pablo Abril Rossal Pág. 10
Pág. 31
EN CARTELERA
La chica danesa Eduardo Smalinsky
La infección psíquica de los cortes deliberados a luz del psicoanálisis: El caso de un orfanato para niñas y señoritas en riesgo. Manlio Soto Paiz Pág. 15
Winnicott: el otro en la clínica. El analista en posición de objeto. Carlos Eduardo Tkach Pág. 20
Pág. 3
Pág. 32
SOBRE AUTORES
ESCRITOS
Alicia de Lustgarten Pedro Pablo Abril Manlio Soto Paiz Carlos Tkach EXPRESIONES
Jorge Rossi
EN CARTELERA
Eduardo Smalinsky Pág. 34
ÍNDICE
EXPRESIONES
ESCRITOS
La homosexualidad hoy: Vaivenes del tránsito sexual “Por el lado de la sexualidad la cosa anda mal, como se dice; nadie hace lo que quiere como quiere y todo el mundo habla del asunto. La gente quiere saber si es normal y le inquieta no tener tal o cual tipo de comportamiento en este campo, mientras se pregunta si lo que siente o deja de sentir corresponde a lo que experimentan los otros…” Catherine DespratsPéquignot
POR: ALICIA LEISSE DE LUSTGARTEN La homosexualidad, un exponente de la diversidad sexual del mundo contemporáneo, es enfocada en este trabajo desde la perspectiva de las transformaciones sociales y culturales de las últimas décadas. Considero también el impacto que hace en la escucha del analista los cambios evidentes en la vida sexual de los pacientes, cambios que cuestionan la primacía de lo genital como el comportamiento sexual esperado o la homosexualidad como desviación de la sexualidad normal. La reivindicación de nuevas formas de placer así como la polisemia del deseo ganan terreno en la clínica. Desde allí se abren interrogantes que advierten que el psicoanálisis no escapa ni de las contradicciones ni de los prejuicios, que algunos de sus asertos teóricos no se sostienen, pero que también ofrece vías de apertura que alcanzan el ámbito institucional. I. RASTREANDO CAMINOS En tiempos de crecientes libertades expresadas en ámbitos disímiles como la mayor igualdad en el ejercicio de la sexualidad del hombre y la mujer, el cuestionamiento de la Pág. 4
virginidad como valor, el deslinde entre la reproducción y el deseo sexual -resultado del avance en el campo de la medicina con las técnicas de fertilización asistida-, el erotismo cada vez menos íntimo y cada vez más diverso, interrogar sobre la homosexualidad puede en sí merecer una explicación. Habitamos épocas de apertura sexual, hay una mayor permisividad, y una menor carga moralizadora parecería atestiguarlo. Los escenarios se diversifican, hombres y mujeres hablan de masturbación, relaciones anales, sexo oral, lo que plantea la vigencia para cuestionar la genitalidad como meta del funcionamiento normal humano así como la llamada sexualidad parcial, definiciones ambas de comienzos del siglo pasado. Y sin embargo, se entremezclan luchas y prejuicios que contribuyen a delinear un panorama confuso donde el erotismo termina intervenido por la urgencia de cumplir con otros ideales ligados al trabajo, la ganancia económica, el prestigio o el logro inmediato. El
ámbito
psicoanalítico
acusa
también el impacto de los cambios en la ideología social que muestra cómo la sexualidad se abre a muchos objetos, lo que desdice la concepción freudiana que subordina otras variantes a la primacía genital so pena de ser consideradas fijaciones al polimorfismo sexual infantil. Pero no se reducen los cambios a un asunto de apertura. Quizá como reacción a la larga etiqueta de pansexualista que arrastró el psicoanálisis, voceros de distintas escuelas desmerecen la importancia que tiene la vida sexual de los pacientes en sus padecimientos y síntomas. Green (1998) eleva la queja de la puesta a un lado de la sexualidad como asunto central que atañe a cada quién para priorizar cuestiones supuestamente más relevantes, como las vivencias tempranas, los traumas o la novela familiar infantil, por citar algunos. Si bien la condición homosexual ha estado en el escenario humano desde tiempo atrás -para los griegos llegó a ser una práctica honrosa-, fue estigmatizada a lo largo de la historia como vicio y hasta delito. A finales del siglo XIX aparece en la prensa el término homosexual y las
diferentes instituciones, religiosas, médicas y gubernamentales tomaron posición: se trataba de una enfermedad a la vez que era objeto de discriminación. Un ejemplo reciente fue llevado al teatro por el dramaturgo venezolano Moisés Kaufman con la obra “El proyecto Laramie” testimonio del asesinato de un estudiante universitario en un pueblo de Wyoming el 6 de Octubre de 1998. Mathew Shepard fue encadenado y torturado hasta su muerte por el hecho de ser homosexual. La organización de movimientos gay a través de generaciones comprometidas y marcadas por valores que divergen del matrimonio, de la vida en pareja o de la organización familiar tradicional luchan por establecer leyes que respondan a sus pedidos para legitimar una condición diferente a la heterosexualidad. Sin embargo, desde la mirada heterosexual, la homosexualidad continúa en el ámbito de lo que se comprende pero se condena por una suerte de disociación para validarla y así la posición moralizadora persiste. De otro lado, no puede negarse que lo que rige en los días actuales no muestre una significativa diferencia. La expresión homosexual se ha hecho presente en la literatura, el arte en general, la política y aún en las instituciones religiosas, reivindicando un derecho que sigue siendo objeto de polémica. Continúan los debates sobre si la elección homosexual es justificable o más bien tolerable, si la tenencia de niños es algo tan legítimo en una pareja homosexual como en una heterosexual, si ciertos oficios ligados directamente a atender al ser humano en la educación, en los tratamientos psicoterapéuticos, o en ciertos liderazgos puede ser atendido por homosexuales en la aseveración de que podrían incidir en identificaciones no deseadas. El tema de la homosexualidad para nada es un asunto terminado. Las crecientes victorias a nivel de logros así como las variantes socioculturales abren la reflexión y la Pág. 5
pregunta. Y es esto lo que pretendo en este trabajo. Desde el innegable y revolucionario aporte freudiano, quiero subrayar cómo el psicoanálisis no ha escapado ni de las contradicciones, ni de los prejuicios, ni de los errores de teorizaciones que ya no se sostienen en el entendido que transitar este tema supone considerar un contexto no exento de prejuicio pero que también ha tomado giros inesperados. II. DE CÓMO CAMBIA LA ESCUCHA 1981. Eran los comienzos de mi ejercicio como psicoanalista. Un colega me refirió a quien sería mi paciente durante más de 4 años. Alberto era homosexual. Tenía 36 años; a pesar de algunos encuentros heterosexuales esporádicos antes y después de un matrimonio del que quedó un varón, nunca se consideró bisexual, decía que el coito genital no le era para nada atractivo a diferencia de su habitual práctica de “coito homosexual” con el que disfrutaba mucho. Bueno, no digo bien, de allí partía su sufrimiento toda vez que no tenía erección, ese fue explícitamente su motivo de consulta. Como tantos de nuestros pacientes tenía la fantasía de que si se analizaba el síntoma remitiría. Antonio era su pareja estable, un reputado médico algo mayor que él, poseedor de bienes de fortuna y con años de experiencia analítica. Alberto celaba a Antonio, no podía soportar que
viera a otras parejas gay, reñían con frecuencia y parecía atrapado en los esfuerzos que hacía por retenerlo a su lado. La inferioridad de status económico derivado de un oficio inestable y poco rentable parecía pesarles a ambos y se encadenaba a la condición de sujeción sexual, así era vivido el sistemático papel de ser penetrado porque “no quedaba otra”. Aceptó la propuesta de tratamiento de acuerdo a las pautas correspondientes a un análisis clásico: uso del diván, frecuencia de cuatro veces, asociación libre, trabajo de la transferencia, por citar algunos parámetros que definen nuestra práctica. Asistía con regularidad y nunca hubo tal cosa como que quisiera dejar de ser homosexual. Tampoco era algo de lo que hablaba como no fuera en círculos donde se encontraba entre iguales. Tenía un sufrimiento fundamental en su vida amorosa y sexual y se organizaba, a mi modo de ver, en una estructura neurótica con una identificación a la mujer. Su madre y una tía habían cumplido de manera un tanto aglutinada la función materna sin un referente paterno que fungiera de tercero, por lo tanto, y así lo decía el paciente, la búsqueda de una pareja homosexual era también la búsqueda de un padre. A lo largo de mi ejercicio he encontrado que esta hipótesis, posiblemente acertada en él, no aplica como regla; muy al contrario la variedad
de identificaciones parentales se extiende y no necesariamente se corresponde con la orientación sexual del sujeto. Padres amorosos que han cumplido su función, dedicados y presentes pueden ser los progenitores de un joven cuya preferencia se define por su mismo sexo. Hoy en día entiendo a Alberto como una estructura histérica con una elección homosexual de objeto en una identidad que se define y que funciona como masculina. Sufre al ser penetrado porque también quiere penetrar, expresiones diversas de su deseo sexual. No aplican, desde mi óptica, las homologaciones falta de erección-deseo de ser penetrado, en tanto ano sustituto de la vagina, aproximación muy en boga para la época. Se trata de una concepción de la sexualidad falocéntrica que se desarrolla por etapas hasta alcanzar -o no- la llamada genitalidad. Es una visión de adquisiciones y fijaciones. Como tan claramente lo expone Dio Bleichmar (1985) dar cuenta de la organización psicosexual refiere a la especificación del sexo anatómico, del género y del tipo de sexualidad en relación al objeto. Losavancesenelconocimiento de la estructura psíquica del sujeto, el entrecruzamiento con otras disciplinas del saber como la lingüística, la filosofía, o las neurociencias ofrecen otras luces para entender la constitución del ser humano en una doble vertiente, el de la identidad sexual que apunta a lo que se es y el de la elección sexual referida al objeto que escoge. La sexualidad se construye en un complejo entretejido de cómo hemos sido enunciados, cómo hemos sido significados, cuál es el registro propio, cuál el guión fantasmático y cómo se han dirimido las vicisitudes afectivo sexuales con los padres, objetos primeros de nuestro escenario narcisístico y edípico. Pág. 6
Partiendo de la dramática que nos ofrece Alberto, consideremos algunas particularidades. En el año 1905 Freud, escribe un libro que será paradigmático “Tres ensayos de teoría sexual”. Posiblemente fue el trabajo al que más añadidos le hizo en diferentes épocas: 1915, 1920,1924 en el afán de precisar, ampliar, modificar y complejizar conceptos en ese terreno fundamental que ha defendido el psicoanálisis: la sexualidad humana. Veintiún años transcurrieron desde que atendí a Alberto. Si bien no se trata de un período significativamente largo, marca
la aprobación de un aspirante que aplicaba a la formación psicoanalítica. Años más tarde se producirían cambios sorprendentes. Una pequeña muestra. Hacia mediados del 80, la “confesión” de homosexualidad por parte de un candidato a la formación psicoanalítica lo excluía de hecho de poder continuar en la misma, en más de una Institución ello fue motivo de suspensión. Fue celebre la discusión que en tal sentido ocurrió en uno de los paneles que se presentaron en el Congreso Internacional de Psicoanálisis que tuvo lugar en Barcelona en 1997, donde un analista y un candidato explicitaron su condición homosexual como carta de validación de su ejercicio. En nuestra Institución la orientación sexual de un miembro o candidato no se contempla como criterio de certificación. III. LA LEGITIMACIÓN DE LA DIVERSIDAD SEXUAL ¿Qué ha hecho, qué ha contribuido a variar la posición del analista en el enfoque de la homosexualidad y en la modificación de normativas que rechazan cualquier tipo de discriminación sexual? Considero los cambios desde dos perspectivas.
variantes en la clínica actual. Por aquella época no recibía yo muchos homosexuales, me atrevería a decir que tampoco otros analistas tenían una afluencia muy diferente. El prejuicio social de considerar la homosexualidad como una práctica indeseada tenía eco en la posición institucional. Denominaciones como defensa contra la psicosis, perversión, desvío de la vía heterosexual normal eran las acepciones. No cabía considerar que un analista asumiera una identidad homosexual; regía la heterosexualidad como condición y también como requisito para
Desde la teoría, con el replanteo de afirmaciones que señalaban la homosexualidad como perversión, la vía sexual genital como definición de normalidad o la conformación de la identidad sexual por un tipo de identificación. Concebir la homosexualidad desde la afirmación freudiana, asoma contradicciones porque si bien a veces la enfoca como expresión de una sexualidad perversa e inmadura, otras la entiende como una forma alternativa de identidad originada en el deseo bisexual del niño por el progenitor del mismo sexo y del sexo opuesto, lo que apunta a la doble manera de resolver las vicisitudes edípicas con los padres de la
infancia: el Edipo positivo y el Edipo negativo o invertido. Coincido con Minsky (2000) cuando señala que la trama edípica por sí sola no da una u otra elección sexual, sino que las fantasías, los complejos afectivos, los fantasmas, las identificaciones y los anhelos narcisistas resultan en problemas con la represión y se entretejen en la complejidad sexual.
Desde otra perspectiva, pretendo subrayar el impacto que hace en el analista, en su corpus teórico y en la institución, los cambios evidentes de la vida sexual de los pacientes, reflejo de las profundas transformaciones que ocurren en nuestro medio. Las variantes sociales se muestran en esferas diversas de la existencia y una de ellas es la sexualidad. Giddens (1995) señala el florecimiento de la homosexualidad masculina y femenina estableciendo una nueva base sexual. Vuelve a resonar el término revolución que alza su voz para subrayar que los sistemas de intercambio con el mundo no bastan; me refiero a la crisis de valores detonada por el realismo material, la falta de respuesta a lo que el sujeto busca con el consecuente vacío de lo que es y lo que pretende. En la sexualidad se Pág. 7
plasman los deseos pero también sus imposibilidades y la vía sexual recoge no pocas demandas pendientes. Se trata de reivindicar el placer sexual y darle licencia a lo que es el erotismo, claro está, inscrito dentro de lo que vende, aparato fundamental de una sociedad de consumo. Pero lo social también apunta a nuevas costumbres que toleran y favorecen aspectos de la sexualidad que antes no eran aprobadas.
El entorno actual separa el sexo de la reproducción, a la par que se modifica la estructura familiar, abunda la falta de referencia paterna y se consolida la independencia de la mujer. Dice Lipovetsky (2000) que la libertad sexual ha adquirido derecho de soberanía y desde ahí la temática dominante es gozar sin trabas. Hacer con los órganos sexuales lo que se quiere es algo que hoy por hoy no se discute demasiado. Demos una mirada alrededor. Habitamos un mundo maquinizado de mayor frustración personal en el que la creatividad queda coartada al servicio de la masificación de la respuesta. El efecto de la globalización abre el acceso a redes informáticas que aceleran los intercambios y propagan las opciones mientras que el sujeto se pliega a
la realización de ideales por demás apuntalados en una sociedad que ofrece una gratificación rápida pero engañosa. El sexo actual aparece cargado de una alta intensidad pero baja emoción, lo que puede dar cuenta del telón de fondo narcisista donde no hay compromiso, reina la inmediatez y la excitación se articula en un escenario variado. En tiempos donde el individuo está solo con sus angustias y donde el amor es tan entrecortado, la sexualidad se convierte en una suerte de camino alterno que asumirá esos pedidos. El crecimiento numérico de la población homosexual ya no solamente masculina, sino la eclosión de la homosexualidad entre las mujeres, la infelicidad de la pareja en la convivencia heterosexual, la diversidad de la sexualidad y la afinidad de conflictos en una u otra elección trae a primer plano que estamos lejos de una normalidad sexual; pero ¿es que existe tal cosa como una normalidad sexual? Los encuentros cotidianos entre hombres y mujeres así como los problemas de la vida en pareja dejan ver también el fracaso en la heterosexualidad. No está de más destacar que las normas sociales son instituidas por los hombres, y allí encontramos un círculo curioso, las nuevas búsquedas llevan a una reformulación de lo que había sido establecido como normal o patológico. Hoy por hoy se afirma que la movilidad de la libido supone la erotización de la persona toda, destronando la supremacía genital por mucho tiempo sustentada, mientras que la homosexualidad pondrá en tela de juicio la imposición de una sexualidad definida en esos términos. Somos testigos de los cambios que se despliegan en lo que va de los últimos cuarenta años. MCDougall (1998) acuñó el término neosexualidad para referirse a un algo diferente que interviene la sexualidad, afirmando que la predilección sexual no es algo que hay que resolver a menos que cause sufrimiento. La opción gay, vocablo que sugiere colorido y legitimación se ha abierto terreno, empujando para
que sus códigos sean los que priven a la hora de valorar lo que tiene que ver con el vivir. Es el resultado de un largo camino de discriminación. Después de los primeros tiempos en que sólo se expresaba a través de lo femenino en la cultura, hoy la homosexualidad se abre también hacia la versión masculina. IV. ¿DE QUÉ MÁS HOMOSEXUALIDAD?
HABLA
LA
2001. Alfredo puede ser el prototipo del gay de finales del 90. No tiene que confesar que es homosexual, se presenta como tal. “Espero que UD. no sea homofóbica porque de eso se trata todo lo que voy a decir, esa es mi vida y eso es lo que quiero ser además de estar orgulloso de serlo. Vea lo que somos los gay, los mejores en gusto, mire sus casas, su manera de vestir, mire sus trabajos, sin los lastres de las mujeres repartidas entre hijos y preocupaciones domésticas”. Lo curioso es que ese fue un doloroso faltante a lo largo de su vida; la madre, como el padre, trabajó siempre fuera de la casa y no tuvo ninguna disposición a atenderlo, lo que agravó su soledad ante la falta de hermanos o algún otro familiar. Alfredo dibuja un mundo diverso del que presentaba Alberto. Habla con desparpajo y hasta cierto cinismo; es el reto y la validación por lo que es. Desde su discurso delinea que hay dos tipos de gay, lo que él llama “la mariquita”, léase el tono despectivo, creo entenderlo en términos de que eso le compete a él pero no a los que elige, “no me gustan, ni loco me busco una así, para mujercita yo, a mi me gustan los hombres, no las mujeres”. Su identidad la porta abiertamente, no hay escondrijos, su madre escucha sus confidencias dolientes, también su jefe o sus colegas. Quiere ser atractivo y cuida su bronceado, su cuerpo, sus músculos; bromas fuera, afirma muy serio que no pretende ser una mujer. No es un trasvesti, es un hombre al que le gustan los hombres, y aunque su amaneramiento lo aproxima al modo de una mujer, se siente hombre. Pág. 8
Son testimonios fundamentales que cuestionan la repartición clasificatoria que pretendemos, ignorando la complejidad que sostiene la organización sexual. Minsky (2000) señala que las diferentes formas de sexualidad adulta no sólo proporcionan placer, sino también una sensación crucial de tener una existencia, de sentirse vivo, de tener una identidad capaz de espontaneidad y creatividad. Inteligente y lleno de sentido del humor, el paciente atrapa con un discurso radical pero seductor, carta de presentación que coexiste con un mundo afectivo desolador que lo lleva a aferrarse de ese alguien que cumpla su fantasma. Con Alfredo me he encontrado recorriendo un panorama lleno de novedades.
ni pagando por ello”, pretendiendo con ello una rectificación mágica del fracaso con sus amores tempranos.
En los baños, lugar de levante sexual, el detalle de la mirada y el atractivo del momento parece responder a un código propio: “No tiene idea de lo infinitamente fácil que es para un gay levantar”; pero Alberto no lo limita el levante a un encuentro erótico, también aplica para un acercamiento amoroso. Esta vía le abre infinitud de posibilidades. Me dirá: “nosotros no tenemos los problemas que tienen los heterosexuales, el enganche es rápido, no hay que estar ni invitando
peleas, infidelidades, así como agresiones físicas cada vez más incontrolables llevan a la separación, pérdida que lo sume en un derrumbe depresivo.
La sexualidad ruidosa y adictiva, en un vínculo cerrado con su pareja, da cuenta de la necesidad imperiosa de dominación del otro a fin de garantizar una respuesta afectiva y una presencia incondicional, sin tregua ni distancias. El deseo también queda comprometido, el paciente nos dirá que la gratificación sexual es la mitad de una buena convivencia, pero la liberación de su sexualidad no lo salva de la heridas afectivas. Esa es la razón de su venida al análisis: el desgarramiento que incluso lo alcanza en su cuerpo al sufrir una dermatitis de difícil tratamiento a raíz de la ruptura con su compañero de más de cinco 5 años. Las frecuentes
Alfredo buscará otros vínculos, “carajitos” como los llama, pero sus sucesivas aventuras no parecen borrar la nostalgia por la relación perdida, repitiendo tramas donde deja o es dejado. Amor y deseo, coincidiendo en un mismo objeto, pretenden resolver carencias
pasadas lo que deviene en serios tropiezos para asumir la castración. Hoy contamos con el conocimiento del papel que cumplen las vivencias tempranas en la organización sexual de un sujeto. Aunque experiencias extremadamente dolorosas tienen como consecuencia identidades de género con graves perturbaciones neuróticas y psicóticas, no necesariamente explican una elección homosexual, el desenlace puede ser una elección heterosexual tremendamente problemática. No queda duda, la homosexualidad ha florecido en su cara única y en su variante bisexual, dando cuenta del ensanchamiento del camino sexual y en este particular también varía la perspectiva analítica. Desde la cura sintomática, objetivo central de los tratamientos psicoanalíticos de los comienzos, hay un giro que se condice con que cada quien conozca su ser y su verdad. He sido interlocutor de hombres y mujeres sorprendidos por hallazgos homosexuales en el curso de sus tratamientos que han desviado en forma definitiva sus vidas; no sé si para ser más o menos felices pero sin duda para ser más libres. Sin embargo, esto no pretende desconocer el valor terapéutico del análisis ni la relevancia de dar respuesta a los pedidos de ayuda a aquellos que abogan por llevar una mejor vida. Un saber más general, metodología irremplazable para aproximarnos a nuevos conocimientos, expone a desconocer lo que es singular en cada sujeto con el consecuente riesgo de llegar a descripciones únicas. La posición ética del analista también queda interrogada. Cómo se aproxima a la variación sexual de su paciente, qué criterio prevalece de lo que es o no patológico, de qué trata la escucha intervenida por una subjetividad que toma partido. No dejan de ser dilemas de difícil solución, el ejercicio de una sexualidad más abierta se acompaña con frecuencia de una práctica más riesgosa; el hambre Pág. 9
de estímulos y la poca durabilidad de los mismos lleva a la creación de escenarios también más complejos.
Nos encontramos con un sexo promiscuo que aunado al consumo de drogas se condice con la exposición a lo que se ha dado en llamar el mal del siglo: el Sida. Paradójicamente, la consumación del placer a toda costa amenaza la propia vida replanteando difíciles cuestiones de visos filosóficos, como el límite para la libertad y la validez de ciertas búsquedas además de arrimar peligrosamente la dupla tan cercana entre gozar y “pecar”. De esta manera la enfermedad llega a entenderse como una suerte de castigo, si no en términos religiosos, sí como una retaliación del orden de lo moral. Así terminó la vida de Alberto; años antes había relatado con horror cómo sus amigos morían en el extranjero contagiados por el virus, desenlace frecuente en la población homosexual. Hoy, los últimos datos demográficos muestran que más del 75% de las infecciones por VIH son transmitidas por relaciones sexuales entre hombres y mujeres. ¿Cómo seguirá el transcurso sexual? No es algo que podamos ni definir de manera cerrada ni adelantar pautas de lo que sería o no conveniente. La
cita de Weeks (1985) da cuenta de una apreciación que suscribimos: “Los sentimientos subjetivos, las
intenciones y las significaciones son elementos vitales a la hora de decidir los méritos de una actividad. El factor decisivo es la conciencia del contexto, de la situación en que las opciones se realizan”.
Referencias bibliográficas: Dio Bleichmar, E. (1985). El feminismo espontáneo de la histeria. Madrid: Adotraf Giddens, A. (1995). La transformación de la intimidad. Madrid: Cátedra Green, A. (1998). Las cadenas de Eros. Buenos Aires: Amorrortu Lipovetsky, G. (1999). La tercera mujer. Barcelona: Anagrama MCDougall, . (2000). “Sexualidades y neosexualidades”. Trópicos, Revista de psicoanálisis IX,2:23-30. Caracas: Sociedad Psicoanalítica de Caracas Minsky, R. (2000). Psicoanálisis y cultura. Madrid: Cátedra Weeks, J. (1985). Sexuality and its discontents. Londres: Routledge Fotografía: Gratuita web
ESCRITOS
Psicoanálisis de Cuentos: Relación madre-hijo entre ausencias y narraciones continuadas
Imagen: Hunter, M. Y. (1894). Mother and Child
A lo largo de la historia, el cuento ha jugado un papel importante en la crianza y desarrollo de los niños, han sido varios siglos en donde los famosos cuentos para dormir han acompañado al niño en su desarrollo cotidiano pero, realmente, ¿qué tanta importancia tiene el cuento en la formación del niño y cómo este afecta en el desarrollo de sus procesos psicológicos y relaciones con las figuras paternas?, ¿qué tanto del cuento se involucra en el vínculo intrapsíquico creado entre los hijos y los padres?
POR: PEDRO PABLO ABRIL ROSSAL El vínculo entre la figura padre e hijo es muy importante, es necesario el sano contacto con las figuras paternas y la apropiada desvinculación de la misma y a medida que este proceso de vinculación-desvinculación se da el niño solicita o requiere de elementos transicionales, elementos que servirán para la inserción de la figura paterna y lo aprendido de la misma en la psique del niño a medida que la figura paterna se desvincula del niño. Cuán importante es que el vínculo figura materna-hijo no esté rodeada o cimentada en fallas caóticas que sólo empeorarán la desvinculación del hijo con la figura materna, es por eso que muchas veces se utilizan elementos transicionales para que la apropiada desvinculación se dé y que a partir de esta desvinculación las nuevas vinculaciones del hijo en otros círculos pueda darse, en el Pág. 10
siguiente artículo se tocará el tema del apoyo que brinda el cuento en las relaciones padres-hijos. Como seres humanos encontramos el deseo de obtener un elemento o personas que nos recuerden ese primer contacto materno-filial, es importante para un ser humano el poder llevar consigo esa primera relación pero eso no es posible por varias razones, tanto culturales, físicas, biológicas, etc. Cuán importante es que el niño encuentre un elemento que dé un recuerdo psíquico inconsciente de esa primera gran relación. Con ayuda del cuento, esta necesidad de encuentro y pertenencia de aquello que una vez fue sólo de él, puede darse, a continuación se explicará cómo el cuento ayuda a la psique del niño a interiorizar ese apego una vez físico que debe ser interiorizado y suplido
por otros elementos, mayormente conocidos como transicionales. “…obtener una comprensión cierta de lo que es o de lo que debe ser el sentido de la vida significa haber alcanzado la madurez psicológica. Este logro es el resultado final de un largo desarrollo: en cada etapa buscamos, y hemos de ser capaces de encontrar, un poco de significado congruente con el que ya se han desarrollado nuestras mentes.” Bettelheim, B. (2007). Es importante que el niño pueda obtener del cuento la capacidad de comprensión de lo que está viviendo en su vida cotidiana, es necesario que cada etapa de la vida en el niño esté rodeada de sentido, es posible que no del todo, pero es necesario que el niño tenga un sentido de seguridad en cuanto a la etapa que está sobrepasando. A medida que el niño genera la
capacidad para abstraer de la vida cotidiana el porqué de su existencia, se empieza a dar la madurez de la psique, un elemento en constante madurez a medida que el ser humano atraviesa por las etapas de la vida y es capaz de sobrellevarlas con el contenido aprendido en situaciones anteriores; por ello, es necesario la adecuada investidura en el niño por parte de los figuras paternas para que tenga la capacidad de enfrentarse a las situaciones externas. Según Bettelheim (2007), a medida que el niño lee los cuentos, se da cuenta de situaciones del desarrollo normal, en el cuento, el suceso normal del desarrollo se pinta como algo atractivo para el niño, con el fin de que el niño lo acepte y lo haga parte de él, es allí donde juega el papel importante la madre suficientemente buena en donde, sin importar las veces que el infante pida la lectura del cuento, la madre lee el cuento hasta que el niño lo rechace, esto con el hecho de que en su psique ya está lo que necesita para seguir, es posible que esa parte pueda ser investida con nuevas capas de nuevo contenido de la misma naturaleza y que más adelante el niño regrese al cuento que un día leyó. El niño por lo regular escucha los cuentos por parte de la madre quien los lee sin importar la cantidad de veces que el niño lo solicite, la madre ayuda al niño a desgastar el cuento la cantidad de veces necesaria para que el contenido del cuento se instale en su psique de manera correcta. La madre, en su calidad de suficientemente buena, ayuda al niño a hacer sus deseos realidad en cuanto a la escucha del cuento, con el fin de que la psique del niño recolecte la información necesaria para poder tener herramientas y de esa manera enfrentarse a la vida, la madre a través del cuento enviste al niño con las herramientas necesarias para enfrentarse a las situaciones por vivir. “Tanto los mitos como los cuentos Pág. 11
de hadas responden a las eternas preguntas: ¿cómo es el mundo en realidad?, ¿Cómo tengo que vivir mi vida en él? ¿Cómo puedo ser realmente yo? Las respuestas que dan los mitos son concretas, mientras que las de los cuentos de hadas son meras indicaciones; sus mensajes pueden contener soluciones, pero estas nunca son explicitas.” Bettelheim (2007). Según Winnicott, así como la madre suficientemente buena cumple la función de holding, no sólo físico, sino psicológico, dando el soporte necesario a la psique por parte de la lectura del cuento mientras las paredes líricas del cuento son desgastadas por el niño tras la lectura prolongada, hasta encontrar el núcleo del mismo o como cotidianamente lo conocemos como moraleja.
“
…la madre suficientemente buena cumple la función de holding, no solo físico, sino psicológico, dando el soporte necesario a la psique del niño por parte de la lectura del cuento.” A medida que el niño desgasta el cuento mediante el pedir que el cuento sea leído las veces necesarias y la madre suficientemente buena realiza esta acción, el niño comienza a obtener información en su psique para la resolución de conflictos, tanto internos como externos, que más adelante se presentarán, los cuentos no indican qué hacer al niño, pero hay algo en la psique, algo interno, que le permite al niño tomar el contenido del cuento e internalizarlo para poder dar solución a los conflictos futuros. Tal sería el caso del conflicto esencial es el del “yo” con el “no-yo”, pues cuando la madre lee al niño el cuento, el niño entiende la relación de su soma con el soma de la madre como dos elementos totalmente distanciados. La madre suficientemente buena debe tener el cuidado de investir al
niño, y de rodear la psique del niño, con aquellos cuentos que van de acuerdo a los sistemas de creencias que el niño está obteniendo, esto con el fin de evitar ambivalencias en el contenido psíquico del niño. “…sólo serán convincentes para nosotros aquellas historias que estén de acuerdo con los principios subyacentes a los procesos de nuestro pensamiento.” Bettelheim (2007). Para que el niño comience a aceptar la “moraleja” del cuento, es necesario que este provenga de una figura paterna y que la figura paterna supla las necesidades del niño por medio de un holding correcto, uno que nutra de manera correcta la psique del niño creando así un soporte de aquellos principios ya aprendidos en casa invistiendo la psique del niño con nuevo contenido, no igual al anterior, pero con las mismas bases que este y así evitar ambivalencias y con estas las patologías. A su vez, el niño tiene un aprendizaje y conocimiento animista, el niño está seguro de sus propias ideas, porque éstas fueron reforzadas por la figura materna por medio de aquello de lo cual aprendió la idea, el cuento narrado por su confidente, en este caso la madre. Es importante que la madre refuerce el pensamiento egocentrista del niño en el momento de la lectura del cuento cuando se enfrente a elementos fantásticos, esto con el fin de no invalidar la opinión del niño, quien piensa de manera animista, dando a entender que según él, los animales y personajes del cuento piensan igual a él y a las personas que lo rodean. La madre permite el aprendizaje deambulatorio del niño y si es necesario que el niño cuestione el cuento y haga preguntas sobre las cosas sucedidas en el cuento, reforzando su autoestima e identidad pero a la vez investir su psique con nueva información. “Los cuentos de hadas proporcionan respuestas a todas estas cuestiones urgentes, y el niño es consciente de
ellas sólo a medida que avanza la historia. “ – Bettelheim (2007) “…a medida que avanza la historia.”, es importante que la madre no sólo se tome el tiempo de leer el cuento al niño y terminarlo, sino que pueda narrar de manera adecuada y pausada, contestando las preguntas del niño y llenando su psique de información para que el cuento realmente avance en el niño y pueda ser desgastado de manera adecuando por parte de su psique y así el niño realmente haga un avance en la historia. Es importante que a medida que la madre narra continuamente el cuento al niño, que en la madre no haya un sentido de ambivalencia con el anterior trato al niño en las horas anteriores al día, por ejemplo, la madre a lo largo del día dio la atención necesaria al niño, pero en la noche, al momento de que el niño necesita el cuento, a causa del cansancio de la madre este no se lea con la actitud y con la emoción congruente, con violencia primaria, con fuerza, es necesario que la madre pueda sustentar al niño una última vez ese día para que el niño se interese en el cuento para obtener de él el conocimiento adecuado. “…caso de una madre psíquicamente muy perturbada, que no puede aportar ninguna significación a los gestos de su hijo... por lo tanto no es capaz de atender a sus necesidades.” – Smalinsky, E., Ripesi, D., & Merle, E. (2010). Es muy importante que al momento que llegue la hora de leer el cuento, la madre tenga la suficiente energía, tanto física como psíquica, para poder leer el cuento al hijo, para que un momento agradable no se torne en un momento desabrido en donde al contrario que el niño le guste la lectura del cuento, comenzará a odiarlo, no porque el cuento no llene sus expectativas, porque a esta edad el niño realmente no tiene muchas, sino porque la madre en sí no va a llenar las expectativas relacionales y de holding que el niño tiene al momento de leer el cuento. Pág. 12
Es importante que la madre pase tiempo de calidad con el niño al momento de leer el cuento, que haya caricias, mimos, etc. y de esta manera poder reforzar la hora de la lectura del cuento evitando así las fallas caóticas en esta etapa de la vida del niño que puedan repercutir en fallas caóticas en la vida del adulto. Es posible y necesario que en el momento de la lectura del cuento comiencen a darse rupturas de la continuidad existencial, como por ejemplo cuando la madre tiene que atender un asunto en la cocina, o una necesidad biológica, personal, etc. esto con el fin de que el niño comience a entender que la madre es un ser totalmente separado de él. ¨La articulación psique-soma es un logro…a menudo, las ideaciones psíquicas con las que un individuo pondera la propia potencia corporal se adelantan a la maduración somática que se posee en un determinado momento…” – Smalinsky, E., Ripesi, D., & Merle, E. (2010). Estas fallas son necesarias para la desvinculación del sistema madrehijo, fallas en donde el niño se da cuenta que la madre es un elemento separado de él y que está bien que la necesidad no se supla de manera inmediata o por la persona esperada, en este caso la madre, y sea suplida por el padre, creando un vínculo con la figura paterna. La madre suficientemente buena, que permite fallas en la relación distanciada con el hijo, promueve la separación de la psique del niño con la psique de la madre, haciéndolo entender que él es un ser totalmente separado de la madre. “…fallas que indican que el cuidado
de la madre es un cuidado “vivo”, sujeto a las alternativas propias de una sensibilidad atenta pero también –y por suerte- falible. Sin la natural falla materna, no hay madre ni bebé…” – Smalinsky, E., Ripesi, D., & Merle, E. (2010).
Imagen: Autor desconocido
Es importante que a medida que el niño comienza a darse cuenta que la madre no es la única en suplir sus necesidades, en este caso la narración del cuento, que comience a darse cuenta del otro ser que su madre es y por supuesto del otro ser que él es, esto con el fin de hacer una relación sana con la madre y no solo con ella sino con su otra figura paterna. A medida que el niño ve que la madre comienza a fallar y que no es ella la única persona que puede suplir sus necesidades, se da la presentación objetal, el infante debe aprender a suplir su necesidad de prestar atención a ese “algo”, y en este caso, con ayuda del cuento, el niño pierde la atención de la madre y la deposita en el cuento, dando un respiro a la madre, sin importar la persona que lo narre. “Las rupturas de la continuidad existencial obligan al bebé a tener que elaborar una vinculación más activa con su madre…“ - Smalinsky, E., Ripesi, D., & Merle, E. (2010).
A “una vinculación más activa con su madre“ nos referimos a una vinculación que está sujeta a cambios y que sin importar los cambios, las necesidades van a ser suplidas, posiblemente no con la misma fuerza o violencia primaria ni con el mismo ¨objeto¨ que se usó al principio en donde la madre daba todo de ella para suplir la necesidad del infante sino con otros métodos
cuenta que él no es el dueño del pecho de la madre y así como él buscó el pecho para alimentarse, así mismo comienza sus inicios en una autonomía en donde el niño puede buscar objetos por él mismo que ayuden a suplir la necesidad de holding y apego, es allí cuando empiezan los primeros ¨papi, léeme este cuento.¨
El cuento se convierte en ese objeto transicional que puede llegar a suplir sus necesidades y no solo eso sino que puede suplir su necesidad de contacto adentrándolo al contacto con otras personas, como es en el más común de los casos: el contacto con el padre, el hijo al ver que su madre no sólo ya no da de ella por medio del pecho sino que está ocupada con otras cosas, el niño busca con qué y con quién suplir su necesidad de afecto, produciendo así el inicio a una relación padre-hijo. El niño inconscientemente se da cuenta que puede llegar a suplir sus necesidades que Imagen: Léon Perrault (1894). Mother with Child anteriormente suplía y tiempos, al igual que espacios, con el pecho con un elemento en donde el niño se da cuenta que totalmente diferente, esto es lo que hay otras formas de poder suplir Winnicott denominaba “crear lo sus necesidades y de esta manera dado”, crear lo dado en el sentido obtener autonomía para buscarlas. de que el niño crea o encuentra ese La madre suficientemente buena, objeto que puede llegar a sustituir permite al niño el ¨contacto¨ que es lo dado en aquella relación voraz en sí lo que suple la necesidad del de hijo-madre que anteriormente se niño, a medida que el niño suple experimentó. sus necesidades por medio del contacto, está listo para abandonar Según Winnicott, el objeto el pecho y comenzar a adentrarse transicional puede simbolizar la en el mundo de los objetos y que ausencia del pecho que se demora estos pueden ser presentados por en llegar, a medida que el niño se otras personas como el padre, como da cuenta que el pecho materno no se da en el momento de el padre está sujeto a su gusto y antojo, y que leyéndole un cuento al hijo. este realmente demora en llegar, comienza a utilizar otros elementos En el momento que el bebé se da u objetos para la satisfacción de su Pág. 13
necesidad oral, haciendo ver al niño que la necesidad del pecho puede ser suplida de alguna otra manera y es posible que esta necesidad sea suplida mediante la lectura del cuento, porque de la misma manera que en la succión del pecho, el bebé logra obtener la atención necesaria, en la lectura del cuento el bebé obtiene la atención deseada por medio de ese otro elemento. En el momento que el bebé encuentra aquello, en este caso el cuento, que va a satisfacer su necesidad del pecho materno, comienza a hacer contacto con el mundo y la madre al estar satisfecha con este hallazgo comienza a hallar el placer en la narración del cuento, en donde anteriormente se indicó, que la madre suficientemente buena lee de manera repetitiva el cuento hasta que el objeto transicional, en este caso el cuento, se desgasta siendo reemplazado por otro cuento o algún otro objeto porque este, ahora desgastado, ya está impuesto en la psique del niño. “La handling del objeto transicional, el llevarlo de aquí para allá, el ponerle nombre, maltratarlo, abrazarlo, olvidarlo y volver a buscarlo para jugar con él implica una experiencia de “apropiación” de lo que es ajeno y aportado por la cultura…” - Smalinsky, E., Ripesi, D., & Merle, E. (2010). El bebé, con el pecho de la madre, hacía esto y mucho más, pero a medida que encuentra el cuento, y el padre para poder obtener lo que puede del cuento, comienza a apropiarse del cuento, y no sólo a apropiarse de su forma física, del libro, sino a apropiarse del cuento interno y fantasear con otros objetos mediante el contenido del cuento, obteniendo así nuevos objetos transicionales con los cuales poder jugar y de esa forma lograr suplir su necesidad de pertenencia. A medida que se dan las fallas por parte de las figuras paternas, las fallas necesarias y aceptables, el niño comienza a pasar de un objeto transicional a otro, no como un modo
ambivalente sino como un modo de desarrollo, a medida que las figuras paternas comienzan a fallar, no caóticamente, el niño busca por sí mismo una forma de suplir sus necesidades, es allí donde se da el verdadero desarrollo y los objetos transicionales trascienden. Cuando un objeto transicional comienza a transicionar, el niño tiene el deber de buscar con qué suplir su próximo deseo, por supuesto, la figura paterna da las primeras ayudas al niño para poder obtener el objeto, pero a medida que el niño crece el objeto transicional obtiene distintas formas y modos, amigos, relaciones, hobbies, etc. que suplirán aquello que el niño necesita en ese momento. Para el niño, el pecho está como primer objeto transicional en la relación madre-hijo, cuán importante es que el niño y la madre puedan comprender que el pecho no es propiedad ni de uno ni de otro para que de esa manera se pueda dar la verdadera desvinculación, una desvinculación por procesos, no por simples y arrebatados arranques para la evitación del trauma, es por eso que es necesario el equilibrado intercambio entre el pecho y el cuento, por así decirlo que el proceso de separación siga el curso natural. A medida que el niño comienza la desvinculación del cuento, el objeto transicional comienza por palabras, el niño comienza a balbucear a fin de obtener lo que desea y con estas suplir sus necesidades tal y como lo hacía con el pecho materno, es por esto que es bueno que la madre comience a leer el cuento al niño, para ampliar su elemento transicional, que sería el lenguaje y así, poder obtener nuevos elementos transicionales, al final de cuentas no cesan, no es una etapa; uno siempre está rodeado por elementos transicionales y estos siempre van de acuerdo a la etapa en la cual la persona se encuentra y a la edad que tiene. A medida que la madre utiliza el cuento como un elemento Pág. 14
transicional, es importante que el uso del elemento transicional esté acompañado de caricias y mimos, esto por la simple razón que va a dar al niño un nuevo elemento que solicitar, caricias, cuán necesario es que la figura paterna dé al infante una probada de aquello que esta no puede dar de manera perfecta, con las cuales se dan fallas, esto para que la sana desvinculación se dé y que de esa manera el hijo comience a solicitar aquello que la figura paterna ya no puede dar, esto haciéndolo dejar el vinculo materno y con esto formar nuevos vínculos con otras personas, círculos sociales, etc. El ambiente genera el deseo de una desvinculación de la madre del hijo, a medida que el niño comienza a solicitar los mimos de la madre y la atención necesaria, la madre se convierte en ese ser que el bebé usa para su propio deseo, esto genera en la madre un punto de limitación entre su propio somas y psique y las del hijo, la madre necesita desvincularse del niño y de esa manera evitar ser consumida, cuán importante es el rol de la figura paterna en este momento de evitación de consumación en donde el padre presenta al niño otros elementos para suplir su necesidad voraz de pertenencia. Por lo general, es en esta etapa que el padre se convierte en la figura heroica, en donde éste suple las necesidades de pertenencia, en estos momentos usualmente es el padre quien pasa más tiempo con el hijo para dar un respiro a la madre y suele ser normal que el niño comience a desear pasar más tiempo con él porque es aquel a quien el hijo mira como héroe, un héroe quien suple su necesidad de pertenencia, y es posible que la madre sea vista como la villana, quien no permite que el hijo retome o sea dueño de aquel elemento, el pecho, que una vez llevó su nombre y apellido. En este espacio de la vida del infante, vemos cómo se cumple la tarea psíquica del padre reflejada en el acto simbólico y físico de cortar el cordón umbilical en el momento del parto, el padre es el encargado
de cortar ese cordón psíquico que une a la madre con su hijo y de esta manera crear nuevos cordones con otros elementos, personas, lugares, etc. que van a suplir el rol de alimentación psíquica para el bebé y más adelante adulto. A medida que la desvinculación somática madre-hijo se da, el bebé registra que habita un cuerpo diferente al de la madre con sensaciones, deseos, necesidades y limitaciones que por sí mismo puede llegar a experimentar y que otras figuras en su vida pueden ser capaces de suplir, es aquí donde el espacio psíquico en la vida del niño es compartido por varias figuras y elementos en donde cada uno tiene su espacio y tareas únicos y específicos. Es así como el cuento permite un desarrollo en la psique del niño y en la relación con sus figuras paternas, un cuento promueve la independencia y la obtención de nuevos conocimientos que más adelante formarán parte de otros conocimientos obtenidos por el niño. A su vez, el cuento es conocido como un objeto transicional que el niño utiliza para poder cambiar de etapas, a medida que el niño comienza a desgastar las paredes del cuento e interiorizar las moralejas de los cuentos, su personalidad comienza a ser forjada. Cuán importante es el cuento en la vida del niño, no sólo aporta ideas y herramientas en la psique del niño para la solución de conflictos futuros sino que a nivel relacional, crea vínculos con las figuras paternas parentales invistiendo así la psique del niño con las relaciones y lazos forjados en el ejercicio del cuento por parte de las mismas figuras. Referencias bibliográficas: Bettelheim, B. (1986). Psicoanálisis de los cuentos de hadas (8ª. ed.). Barcelona: Critica. Smalinsky, E., Ripesi, D., & Merle, E. (2010). Winnicott para principiantes (1a. ed.). Buenos Aires: Era Naciente.
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El caso de un orfanato para niñas y señoritas en riesgo.
Los cortes deliberados son un tema de relevancia clínica y el conocimiento de su naturaleza psíquica es importante para un efectivo abordaje terapéutico. Se presenta el caso de proliferación de cortes entre adolescentes de un orfanato privado de la ciudad de Guatemala. El fenómeno se aborda revisando las conceptualizaciones fuera del psicoanálisis hasta llegar a los aportes de autores de corte psicoanalítico, para luego proponer la hipótesis de infección psíquica desde Freud y Lacan, culminando en la propuesta de otros posibles fenómenos grupales. El corte es paradójicamente un daño que repara, una sutura intersubjetiva. El sujeto proscrito del afecto en una familia negligente articula un a-cuerpamiento prostético, una inter-corporalidad por así decirlo, construida con cada corte infectado a sus compañeras. POR: MANLIO SOTO PAIZ El caso siguiente deriva de la atención de clínica en un orfanato privado de la ciudad de Guatemala. La población es femenina en su mayoría, desde los cinco hasta los dieciocho años. El orfanato recibe únicamente niñas de escasos recursos que sufren abandono, negligencia y maltrato; cuenta con colegio para educar a las internas, clínica dental, enfermería y la clínica psicológica. Desde que se inició la atención psicológica en el orfanato, se ha atendido de manera constante casos relacionados a las autolesiones deliberadas, específicamente los cortes en la piel con objetos afilados. El autor del presente trabajo lleva tres años a cargo del departamento Pág. 15
de psicología y propone el siguiente análisis como aporte hacia la comprensión de los mecanismos psicológicos subyacentes a los cortes deliberados, para así realizar propuestas terapéuticas más efectivas. Algunos estudios definen los cortes en la piel como parte de las autolesiones deliberadas, una conducta incluida dentro de los comportamientos autodestructivos; se les concibe como formas de causarse daño físico para liberar sentimientos y calmar el dolor inconscientemente. Además, algunos adolescentes que se autolesionan, buscan rechazar los valores morales de los padres,
ESCRITOS
La infección psíquica de los cortes deliberados a luz del psicoanálisis:
correr riesgos, revelarse, mostrar su individualidad o desean ser aceptados. Otros, pueden lesionarse por desesperación, ira, búsqueda de atención y pensamientos suicidas (Tapia, 2011). Otros autores conciben los cortes deliberados como una forma de parasuicidio, el cual es definido como todo acto realizado por el adolescente contra sí mismo, de forma deliberada sin llegar a obtener la muerte. Las conceptualizaciones anteriores, plantean que los cortes deliberados son conductas autodestructivas y parasuicidas; todas ellas visiones fuera de un marco de estudio psicoanalítico. Si bien dichas posturas apuntan al carácter funcional de las conductas lesivas, hace falta la luz que el psicoanálisis pueda arrojar sobre los cortes deliberados y la dinámica psíquica latente. Para ello es necesario dirigirse a los antecedentes psicoanalíticos acerca del tema. El filósofo y psicoanalista Slavoj Zisek, considera los cortes deliberados como un correlativo a la virtualización de los ambientes, siendo una estrategia para regresar al real del cuerpo, una confirmación de la realidad misma, que lejos de ser suicida o señalar el deseo de autodestrucción, se observa en ella un intento radical de retomar contacto con la realidad, enraizar el ego en la realidad corporal, en contra de la insoportable ansiedad de percibirse como no existente; es un intento patológico para ganar cierta normalidad y evitar la total crisis psicótica. (Zizek, 2001). Desde este punto parece que estamos ante la construcción de una metáfora de vinculación hecha con sangreypiel,lacualparadójicamente, busca la supervivencia del sujeto más que la autodestrucción o el ensayo de la muerte. Partiendo del giro conceptual que brinda el comentario anterior, es necesario remitir en este marco referencial otros trabajos acerca del fenómeno que lo abordan desde la intersubjetividad Pág. 16
y la fenomenología corporal hasta el psicoanálisis Freudiano y Lacaniano. El corte puede ser como un descanso del sufrimiento donde la experiencia del vivir se torna insoportable y lo único que permite suspender ese padecimiento, es la cortadura. Se relaciona el corte con dificultades de comunicación y de relación en el seno familiar (Martínez, 2007). El adolescente que se corta podría buscar un sentido de vida artificial, una preocupación principal a la conciencia. Encuentra así una manera de gozar donde el cuerpo se convierte en un escenario, en todo caso narcisista, que compulsivamente condena este síntoma en la repetición hasta que no encuentre otro escenario que le permita o bien recrear el conflicto o bien hacerlo consciente (López, 2014).
“
Parece que la interpretación psicoanalítica previamente expuesta, revela una relación de alivio intersubjetiva y se vislumbra una forma de corporalidad cooperativa y dialéctica”. Así el cuerpo es escenario, un donador de sentidos. Siendo el cuerpo anterior a cualquier simbolización, realiza la existencia a través de la lesión. El corte deviene así como realización y expresión de la propia existencia, un único modo de sostenerse cuando ésta se torna insoportable. Los apuntes de la fenomenología corporal, develan que el ultraje a edades tempranas produce marcas como formas de habitar el mundo y la historia del sujeto queda sedimentada en la corporalidad. Estas formas de autolesionarse son mecanismos adictivos de afrontamiento, ante la pregnancia de un “otro” abusivo, como coautor de mi existencia (Martínez, 2007). De esta manera se nos remite a la relación con el Otro. Aquí se revela la defensa ante la ansiedad, la procura de dañar al Otro se efectiviza por la
vía de dañar el propio cuerpo; es automutilación dirigida a Otro, al que se ansía lacerar. Se evidencia en estas prácticas la presencia del elemento visual-escópico, las incisiones se instauran como un modo de sostener el deseo; la propia carne es cortada para captar la mirada del Otro. Se trata de una operación real ejecutada sobre un cuerpo entregado a la mirada gozosa del Otro. En definitiva, lo que surge entre el sujeto y ese Otro es el resto, a, la libra de carne (Bower, 2014). Parece que la interpretación psicoanalítica previamente expuesta, revela una relación de alivio intersubjetiva y se vislumbra una forma de corporalidad cooperativa y dialéctica. Se procede a despejar tales nociones analizando la infección psíquica que se produce en la psicología grupal de las adolescentes del orfanato. LA INFECCIÓN PSÍQUICA Y IDENTIFICACIÓN SEGÚN FREUD
LA
En la obra Psicología de las masas y análisis del yo, Freud dedica espacio a exponer el rol del mecanismo de identificación en los fenómenos grupales y de masas. Señala a la identificación como la manifestación más temprana de enlace afectivo en la prehistoria del complejo de Edipo. Es importante resaltar en su disertación -previa al concepto de infección psíquica- cómo la identificación tiene un carácter en principio ambivalente y puede resultar tanto en una expresión cariñosa como en un deseo de destrucción, ramificado de la fase oral donde el sujeto desea incorporar al objeto ansiado comiéndoselo para destruirlo (Freud, 2006). Para Freud la identificación aspira a conformar el propio yo análogamente al otro tomado como modelo, punto troncal entre Freud y las ampliaciones de Lacan que se exponen más adelante. En este mismo texto Freud expone tres casos para analizar los mecanismo de la identificación y concluye en tres enseñanzas sobre la misma: 1. La identificación es la forma primitiva del
enlace afectivo a un objeto; 2. De manera regresiva se convierte en una sustitución de un enlace libidinoso a un objeto, por introyección del objeto en el yo; 3. La identificación puede surgir siempre que el sujeto descubra en si un rasgo común con otro persona que no es objeto de sus instintos sexuales. (Freud, 2006).
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De lo anterior, aquí concierne la tercera enseñanza sobre la identificación de la que se extrae el concepto de infección psíquica. Expone Freud el ejemplo de una joven de un pensionado que recibe de un secreto amor una carta que le provoca celos y reacciona con un ataque histérico resultando que algunas amigas conocedoras de la situación reaccionan con un igual ataque. Así expone Freud lo que se pudiera denominar infección psíquica. El mecanismo de la infección psíquica no se produce solamente por simpatía y se produce si existe la misma o no, lo que es importante es que uno de los yoes ha notado en el otro una analogía importante lo cual produce una identificación que, como expone el autor, se desplaza hasta el síntoma producido por el yo imitado. El ejemplo previo permite claramente considerar la proliferación de cortes deliberados dentro del orfanato como una infección psíquica tal Pág. 17
como la describe Freud en su obra. Antes de dejar a Freud, es necesario resaltar el papel del objeto perdido. Esta pérdida es de relevancia psíquica para las jóvenes del orfanato, las cuales provienen de hogares negligentes o con problemas de abandono y violencia intrafamiliar: Atenea* es referida la clínica psicológica porque se descubrió que se cortaba y además, estaba relacionada con un grupo de señoritas de varios grados que hacían lo mismo. Atenea cursa el sexto grado de primaria en el internado del Orfanato. Refiere Atenea que su madre murió cuando ella tenía seis años por “causa de la brujería”, según le contó la abuela materna, la madre de Atenea tenía un supuesto hechizo. Sin embargo, Atenea entiende que la madre se suicidó. Ella comenta en sesión, “Mi madre se ponía casi siempre borracha y ya no quería vivir, yo la miraba tomar y la miraba llorar en el baño y hacía lo mismo que yo hago ahora. Cuando tenía problemas se cortaba y no le decía a nadie.” Con el padre tiene una relación muy distante y ha preferido no conocerlo a profundidad. Atenea apunta, “casi siempre me corto las piernas y antes también con cigarrillos”. Ella refiere que en el orfanato “se le juntan las ansias de cortarse” cuando tiene problemas académicos, dificultades de relación con otras chicas o extraña a su madre y padre. Cuando no dispone de algún objeto afilado acude a otras compañeras que siempre sabrán hacerse de una cuchilla de sacapuntas o un pedazo de vidrio.
En el análisis de la melancolía, cuando el objeto perdido es introyectado, se presentan características de auto humillación del yo, autocrítica y reproches a sí mismo. Prosigue Freud exponiendo que estos reproches y críticas se dirigen en el fondo al objeto y representan la venganza que de él toma el yo. La sombra del objeto ha caído sobre el yo. Este relación especular se examina en el siguiente apartado donde se expone desde la conferencia de Lacan sobre la angustia como señal de lo real, siendo esta misma, el síntoma detonante de las jóvenes antes de tomar una cuchilla y cortarse. ANGUSTIA E INFECCIÓN DE LAS CORTES, UNA VISIÓN LACANIANA La mayoría de las pacientes atendidas en clínica verbalizan el momento previo al corte como “una invasión de angustia” o “o me lleno de una angustia insoportable”. Siendo la angustia el común denominador entre las pacientes que se autolesionan, es necesario examinar la misma. Para Lacan la angustia no es sin objeto, nos remite a lo desconocido, a lo que está detrás del objeto, es señal de lo real. La angustia es constitutiva en el acceso al otro como punto de mira esencial en el que el sujeto debe situarse (Lacan, 2006). En el sesgo masoquista presente en las autolesiones existe una voluntad de goce derivada de la separación del objeto parcial. Es así como el mecanismo de cortarse es un alivio al deseo del Otro truncado por el fantasma de la adolescente que se usa como objeto para drenar el goce y cumplir su deseo transformado en auto humillación y destrucción, un pequeño suicido. Este proceso revela un carácter homeopático de la autolesión, lo similar cura lo similar, la separación o caída del objeto y su deseo; la angustia de separación se ve aliviada con otro corte que implica un denso mecanismo que regula la tormenta anímica del adolescente. Como el yo es dado en el campo del otro, los cortes en la piel poseen
un cualidad especular, más aún en la infección entre pares. Más allá de la intersubjetividad y de la identificación por imitación histérica, como propone Freud, Lacan apunta al campo de la angustia y brinda la oportunidad de interpretar el corte en la piel como la misma separación de tejido que la separación o caída del objeto a – generante de angustia-. Por ende, la identificación entre pares y la infección psíquica se da a un nivel en el cual se comparte la fantasía coartada de dar lugar al enojo con los padres. Esta misma pasión liga a las adolescentes del orfanato por medio del mecanismo de la identificación, el cual aspira a conformar el propio yo análogamente al otro tomado como modelo. En el caso expuesto por Freud en Psicología de las masas, evidencia una identificación por medio del síntoma donde el cuerpo de la joven se convierte en el sustituto de las pulsiones orales-destructivas destinadas a las figuras negligentes de cuidado o madres/padres. El corte alivia la angustia que es señal de lo real y es el síntoma con el que se identifican las jóvenes que viven la pasión de buscar una identidad partiendo de padres negligentes o ambivalentes de quienes han introyectado rasgos destructivos por medio de la identificación. Es así como se configura un grupo de chicas-que-se-cortan de tipo nebuloso y modular –con partes y miembros separables y reconfigurables- del que forman parte intermitentemente, muchas chicas dentro del orfanato. Los denominadores comunes entre las que se cortan son la situación en riesgo -condiciones psicosociales amenazantes- la ansiedad por separación -la reclusión el orfanatoy la ambivalencia ante las figuras paternales que les llevan al conflicto interno; por un lado se desea al Pág. 18
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padre/madre y por el otro se desea hacerles daño, resultando en una variante re actuación del castigo Edípico, la automutilación. ANÁLISIS DE FENÓMENOS GRUPALES EMERGENTES: EL GRUPO COMO CUERPO PROSTÉTICO PARA VINCULAR Tomando en cuenta la propuesta de Zizek, el contagio psíquico de las lesiones deliberadas persigue la cohesión tácita entre pares para evitar la fragmentación – estado inicial del niño recién nacido desvalido y vulnerable- y evitar una psicosis social. Cortarse y ver la cortada en el otro es una actualización del estadio del espejo de importantes implicaciones en la estructura de la identidad del que se lesiona por el mismo hecho que le repara. El corte paradójicamente podría ser una sutura pero desde un nivel intersubjetivo. A pesar que desde cada sujeto, el corte es un remedio patológico a la separación de la totalidad, esa caída del deseo en el desfiladero del significante, el corte en sí es también un significante a nivel grupal que articula o echa a andar el rendido
motor existencial de cada individuo del grupo. Ese corte hace soportable la hambruna afectiva, donde sé que deseo el afecto del Otro y sé también que no lo voy a buscar porque estoy impedido, no tengo palabra o no la puedo alcanzar. Entonces ese corte para la mirada del otro me reconfigura desde la imagen, es el daño que repara.
“
Es por ello que se interpreta el carácter epidémico del fenómeno como la necesidad de una cohesión grupal inconsciente, una especia de cuerpo prostético…”
Aquí sucede un fenómeno muy interesante, de retazos imaginarios –de imagen- de muchos cuerpos cortados, el sujeto proscrito del afecto dentro de una familia negligente, maltratado y asediado por las carencias sociales, crea en estructura corporal grupal, una inter-
corporalidad por así decirlo, construida con cada corte contagiado a sus compañeros.
“
El corte es paradójicamente un daño que repara, una sutura intersubjetiva. El sujeto proscrito del afecto en una familia negligente articula un a-cuerpamiento prostético, una inter-corporalidad por así decirlo, construida con cada corte infectado a sus compañeras”
Esta construcción brinda alivio, un acuerpamiento tangible para soportar la violación de lo simbólico y la ansiedad ante lo Real. Es por ello que se interpreta el carácter epidémico del fenómeno como la necesidad de una cohesión grupal e inconsciente, una especie de cuerpo prostético para reafirmar la identidad en la realidad de los sujetos que le la componen para así, evitar la crisis psicótica.
Los casos de cortes dentro de un grupo no se podrían aislar de su contexto, como no se puede quitar un filamento de una telaraña, sin desbaratar la Gestalt o totalidad. Cada corte enlaza con una intercorporalidad transitoria, una afirmación compartida que reza “estoy vivo”, el enraizamiento de varios egos debilitados por el maltrato, a un cuerpo prostético grupal. Desde este punto de vista es un tipo de alivio social o construcción colectiva que sirve de prótesis. El grupo de chicas-que-se-cortan, en su función es un cuerpo auxiliar, una prótesis, una creación Frankensteinhecho de retazos de muchos otros cuerpos como soporte vincular que si el sujeto logra trascender o hacer consciente, será de carácter de transicional al soporte individual. Allí es hacia donde el tratamiento debe apuntar. De esta manera, se comparte el criterio hacia los cortes al que Zizek se acerca, lejos de ser intentos suicidas son intentos de vida; una aserción de la realidad, no son deseos de autoaniquilación, son deseos de autoaserción en lo tangible del cuerpo en contra de percibir la ansiedad de la inexistencia. Es asumir un ligar en lo simbólico para no verse capturado por lo imaginario. El corte como lengua-dialecto, obviamente entre pocos pares, asegura esta entrada. Es necesario recordar que los primeros enemigos de la existencia Pág. 19
de las niñas en riesgo del orfanato fueron esos primeros otros, las madre, el padre y la familia. Resulta que lo que parece a primera vista un contagio alarmante, constituye una actualización de la propia imagen, un nuevo espejo, que aunque esté basado en la identificación histérica, no deja de brindar otra oportunidad al sujeto para rehacer la identidad que los mismos padres quisieron destruir con su maltrato y negligencia. EL CORTE COMO MEMBRECÍA PARA UNA OCULTA RED SOCIAL Su carácter prostético grupal hace que el corte sea el carné de carne, el miembro cortado es la membrecía firmada y afirmada con sangre para abrir una cuenta en esta red social profunda. Esta red permanece oculta para el que no comparta el síntoma. Al ingresar en esta red de apoyo carnal no sólo encuentra una articulación intersubjetiva que refuerza la identidad como una actualización del estadio del espejo, también se tiene entrada a un mercado negro o contrabando de todo lo relacionado al corte: horarios de reuniones y cortes grupales, etc., además del conocimiento del trasiego de navajas, cuchillas, vidrios, o cualquier cosa que pueda ayudarte al cometido. El presente análisis de caso deja abierta la posibilidad de concebir el fenómeno de los cortes deliberados como un fenómeno de autoaserción, en contraposición a la idea generalizada que les conceptualiza como una tendencia hacia la autoaniquilación. El psicoanálisis de los fenómenos grupales donde se producen cortes deliberados permite el replanteamiento de estos casos
para atenderlos de una manera menos mórbida o prejuiciosa. Referencias bibliográficas: Albores-Gallo, L. (2014). Autolesiones sin intención suicida en una muestra de niños y adolescente de la ciudad de México. Actas especializadas en Psiquiatría, 42, págs. 159168. México. Alcántar, M. (s.f.). Una mirada a la problemática suicida en adolescentes. (I. N. Muñiz”., Ed.) 12-19. Atuesta, L. L. (2014). La fisura en la subjetividad. Trabajo de grado, Universidad San Buenaventura Facultad de Psicología, Cali. Bower, L. (Junio de 2014). Más allá del daño tisular. Revista electrónica de Psicología Social <Poiésis>(27). Freud, S. (2006). Psicología de las masas y análisis del yo. Madrid: Alianza editorial. Lacan, J. (2006). El seminario de Jacques Lacan. Llibro 10. La Angustia. Buenos Aires: Paidós. Martínez, D. (2007). Autolesiones Deliberadas -DSH-una aproximación a su corporalidad. XIV Jornada de Investigación y tercer encuentro de investigadores en psicología del Mercosur. (págs. 78-79). Buenos Aires: Acta Académica. Pabon, L. Y. (2001). Conductas impulsivas en niños y jovenes que se encuentran en situación de riesgo de vida en calle. Trabajo de grado especilización en psicología clínica, Universidad Pontificia Bolivariana, Falcultad de ciencias sociales, Bucaramanga. Tapia, D. B. (2011). Factores de riesgo en las conductas autodestructivas en adolescentes de 10 a 13 años. Unversidad de Cuenca. Cuenca, Ecuacdor.: Universidad de Cuenca. Zizek, S. (7 de 10 de 2001). Welcome to the Desert of the Real. Obtenido de Lacan. com: http://lacan.com/reflections.htm.
ESCRITOS
Winnicott: El otro en la clínica El analista en posición de objeto La clínica psicoanalítica se partió del desciframiento del inconsciente reprimido y con un analista intérprete. Pero la evolución de la práctica y el pensamiento de Freud lo llevó a toparse con la compulsión de repetición, los límites del desciframiento y con el analista en posición de objeto en la transferencia. Los desarrollos de Winnicott sobre la posición del analista implican una respuesta a esta problemática y abren otras perspectivas de nuestro acción clínica.
del modelo teórico de la primera formulación, que no desarrollaremos en este trabajo, pero dejamos planteado que este punto de vista constituye una referencia necesaria.
POR: CARLOS EDUARDO TKACH Situar el lugar del otro en las contribuciones e innovaciones que Winnicott aporta a la clínica psicoanalítica requiere, como punto de partida, recordar la problemática freudiana que se inicia con el descubrimiento de la compulsión de repetición. Como se sabe, este último concepto conducirá al fundador del psicoanálisis a su segunda formulación sobre el aparato psíquico. La compulsión de repetición estará enmarcada inicialmente en el campo de los fenómenos regidos por el principio placer-displacer y posteriormente además y fundamentalmente, la misma estará bajo el imperio del más allá del principio del placer. La segunda tópica implica, según Green (Green, 2001, 2005), un cambio de paradigma respecto Pág. 20
En este contexto pueden comprenderse las aportaciones de Winnicott en el campo de la práctica analítica que ampliarán sus recursos y perspectivas. Más específicamente, abrirán al analista en tanto otro en el campo transferencial, nuevas dimensiones de su posición a partir de las cuales dar curso a su eficacia en la conducción de los procesos analíticos. Afirmamos que las nuevas perspectivas que aporta Winnicott en la clínica brindan respuestas para enfrentar las dificultades de la práctica y en consecuencia aportan sus propios nuevos paradigmas en este campo respecto al modo en que el analista en tanto otro se sitúa para operar en la cura. Para enfrentar los límites que encuentra la interpretación en tanto desciframiento del inconsciente reprimido, Freud mismo brinda algunas puntuaciones para operar con la compulsión de repetición ya que esta última toma al analista como objeto en la transferencia. En
este sentido formula que el analista amplía su lugar de otro en tanto intérprete para ocupar además un lugar en tanto objeto de repetición en la transferencia. Es en la neurosis de transferencia, en tanto espacio definido por el mismo Freud como un “reino intermedio” entre la enfermedad y la vida que el analista ocupará el lugar en tanto objeto real y fantaseado. Subrayemos que el material psíquico constituido por la compulsión de repetición es de diversa cualidad psíquica del que proviene a través de la asociación libre. Para dar cabida y enfrentar en el proceso analítico la especificidad de este nuevo material, Freud propone lo que denomina manejo de transferencia que consiste en abrirle la transferencia como palestra donde la compulsión de repetición tiene permitido desplegarse con una libertad casi total y donde se le ordena que escenifique para el analista todo el pulsionar patógeno de su vida psíquica (Freud, 1914). En otros términos, el proceso analítico clásico encuentra sus límites en la puesta en palabras al tiempo que en dicho proceso se va imponiendo la
puesta en acto. La alternativa que Freud propone es una modificación técnica que implica ofrecer una intermediación en el pasaje de la puesta en acto a la puesta en palabras. Esta intermediación consiste en la escenificación, es decir, la puesta en escena en la transferencia en la que el analista, en esta dimensión de su función, como ya señalamos, ocupa el lugar de objeto. Esta formulación es anterior a la formulación del más allá del principio del placer. Como se sabe, la elaboración es uno de los términos de las operaciones para tramitar la complejidad del proceso en juego. Pero aún, con la radicalización que adquiere la compulsión de repetición ya ligada a la pulsión de muerte que conduce a la segunda tópica, Freud no profundiza en los modos en que desde esta dimensión del analista en la posición de objeto, el mismo puede abordar las alternativas de la compulsión de repetición en el dispositivo de la cura. También es conocido que este lugar será ocupado por la construcción como instrumento esencial en el proceso analítico para enfrentar las vicisitudes de los despliegues del material dominado por el carácter mortificante de la compulsión de repetición. Aunque el sentido en el que queremos orientar la atención en este trabajo está justamente dirigido al que corresponde al analista como otro en tanto objeto, señalemos que el lugar del analista como otro en la concepción clínica de Winnicott presenta otras dimensiones que puntualizaremos en primer término ya que, según su concepción, forman parte de los fundamentos de la operación analítica. En primer término señalemos su insistencia en lo que denomina la “actitud profesional”, término con el que indica tanto un sentido técnico como ético. Entre el paciente y analista “se halla la actitud profesional de éste, su técnica, el trabajo que hace con su mente”. Al mismo tiempo el analista no pretende obrar como salvador, Pág. 21
maestro, aliado o moralista. Destaquemos que Winnicott asemeja la actitud profesional al “simbolismo”, que presupone la existencia de una “distancia entre el analista y el paciente”. Afirma que este símbolo se sitúa en el vacío entre el objeto subjetivo y el objeto percibido objetivamente. No menciona explícitamente los fenómenos transicionales pero no podemos dejar de evocarlos a partir de esta definición. Importa señalar la alusión a estos fenómenos transicionales conformando incluso el marco de la relación analítica, en tanto marco de simbolización. El analista está “sometido a tensión” al mantener la actitud profesional. Se trata de que pueda permanecer profesionalmente comprometido sin sufrir una tensión excesiva. Dicha tensión tiene su origen, según Winnicott, en que el trabajo analítico consiste en “disponer las condiciones” que permitan el desarrollo de los fenómenos transferenciales, fenómeno sumamente subjetivo que aparece repetidamente durante el análisis. De esta tensión puede resultar en el analista una estructuración de sus defensas del ego que disminuya su habilidad para enfrentar nuevas situaciones. Para que esto no ocurra el psicoterapeuta “debe permanecer vulnerable”, es decir, conservar la vulnerabilidad propia de una organización defensiva flexible y al mismo tiempo conservar su papel profesional (Winnicott, 1960a). Como vemos, dicha tensión no se resuelve en sentido estricto, forma parte inherente de la posición del analista, se soporta, se tramita y se pone al servicio de otra dimensión ligada a la actitud profesional y que participa del lugar del analista como otro. Esta dimensión consiste en lo que Winnicott denomina “la buena disposición del analista” para ayudar al paciente, su capacidad de identificarse con él y creer así en lo que hace falta y satisfacer sus necesidades al serle indicadas tanto
medio del lenguaje verbal, del no verbal y del preverbal (Winnicott, 1958). Es decir que esta disponibilidad del analista en tanto otro, constituye el marco, sostén, para que el proceso de la cura pueda desplegarse. Subrayemos en particular, que la disponibilidad, como señalamos antes, incluye el disponer las condiciones para que los fenómenos tranferenciales se desarrollen, lo que implica, según nuestro punto de vista, un matiz adicional a la disposición a recibirlos. Debemos destacar la analogía que establece entre esta actitud profesional así definida del analista con la descripción y distinción que Winnicott adjudica a la “madre-medio ambiente” (diferenciada de la “madreobjeto”, es decir, la madre en calidad de objeto o poseedora del objeto parcial). Entre sus funciones destaca la de seguir siendo ella misma, estar identificada con su hijo y estar allí para recibir el gesto espontáneo (Winnicott, 1963a). En un primer tiempo la “madre-medio
ambiente” actúa mediante una comprensión casi mágica de las necesidades pero en un segundo momento
reconoce que la criatura posee la nueva capacidad de emitir señales que indiquen las necesidades a su madre. Winnicott subraya aquí, análogamente, la importancia de que el analista no sepa las respuestas, salvo hasta donde el paciente le de la clave de las mismas. Pero esta última puntuación vale como tal a “excepción de los casos en que el paciente haya efectuado una regresión a la primera infancia y a un estado de fusión”. Es decir, que esta posición no es generalizable y deberá modificarse en las situaciones clínicas que tienen su origen en fracturas en el primer tiempo del lazo a la madre. Aquí el analista experimenta cambios de orientación al satisfacer las necesidades de un paciente que, en la transferencia, está reviviendo estas etapas iniciales. El analista, a diferencia de la madre, tiene que estar advertido de la sensibilidad que se está desarrollando en su interior en respuesta a la inmadurez y dependencia del paciente. Winnicott afirma entonces que se trata en estos casos de “una ampliación de la descripción freudiana según la cual el analista se halla en un estado voluntario de atención” (Winnicott, 1960b). En términos más amplios, afirma que <el papel del analista> debe variar de acuerdo con el diagnóstico del paciente. La actitud profesional es así alterada por completo en dos tipos de casos: el paciente aquejado por una tendencia antisocial y el que necesita una regresión, como señalamos más arriba. En el primero, como consecuencia de la falta de esperanza que hay en la enfermedad, el analista se ve obligado a corregir constantemente la falta de apoyo del ego que alteró la vida del paciente y utilizar lo que sucede para llegar a un planteamiento preciso de las privaciones originarias, tal y como fueron percibidas por el paciente en la infancia. En el segundo caso, en el que la regresión se vuelve Pág. 22
necesaria para lograr un cambio significativo, Winnicott subraya la necesidad de atravesar una fase de dependencia infantil. Incluso afirma la inevitabilidad de tener que provocar el colapso del paciente como parte del tratamiento para desarticular la falsedad que oculta el ser verdadero. Aquí el analista debe aportar el apoyo del ego en gran escala lo que implica que simultáneamente debe permanecer orientado a la realidad externa e identificado o fusionado con el paciente (Winnicott, 1960a). Winnicott señala que en su propio contexto Freud se ocupó del material producido por el paciente y dedicó su obra al problema de cómo debe abordarse ese material. Pero afirma al respecto que en estos casos de “cierto tipo de diagnóstico” se advierte que el encuadre y su
mantenimiento son tan importantes como la forma de encarar el material. En estas situaciones clínicas la provisión y el mantenimiento del encuadre son más importantes que la tarea interpretativa (Winnicott, 1964). Notamos que si bien tanto en los casos con tendencia antisocial como en los de regresión la actitud profesional es modificada la misma es diferente en ambos casos. En la regresión lo que está en juego es un revivir en la transferencia que convoca al analista a un apoyo más comprometido, como necesario para el esclarecimiento analítico, mientras que en la tendencia antisocial el énfasis se coloca más en la corrección de la falta apoyo
recibido y en la construcción de un planteamiento preciso de lo ocurrido y vivido en la privación. Pero en ambos casos la modificación de la actitud profesional parece implicar algo diferente a la posición del analista que señalamos antes, cuando los distingue de aquellos en los que afirma que no debe saber las respuestas sino en la medida en el que el paciente da las claves. Aunque Winnicott no precisa si se trata - para estos casos difíciles para el método analítico clásico - de esa comprensión casi mágica al modo de la madre, parecería necesario que opere en el analista algo análogo a un comprender más allá del decir del paciente, de la verbalización, justamente de lo que no puede decir, de lo que estructuralmente no podría decir. Pero este modo de comprensión tampoco es la interpretación en cuanto tal. Si así fuera, afirma Winnicott, estaríamos ante una situación peligrosa que consistiría en un <no yo> que sabe demasiado debido a que ha establecido una comunicación demasiado directa con el punto central, silencioso, de la organización del paciente. Winnicott denomina “psicosis de transferencia” al estado que acontece durante el período de dependencia del paciente, cuando le permite al analista llegar a las capas más profundas de su personalidad debido a su posición de objeto subjetivo. Aquí el peligro radica en que el analista empiece a intepretar en vez de esperar que el paciente haga los descubrimientos por sí mismo sostenido en la relación analítica. Subraya la importancia de esperar, de no avasallar y de respetar el núcleo del ser verdadero, permanentemente incomunicado y desconocido (Winnicott, 1963b). Estas particularidades clínicas son diferentes de las que corresponden a los casos psiconeuróticos bien definidos en los que el análisis se lleva a cabo mediante el intermediario
de la verbalización. Es decir, que estamos ante un material clínico que se sitúa por fuera de la verbalización de la asociación libre y requiere un tipo especial de no saber y un tipo especial de espera. Es en este contexto clínico que se introducen las modificaciones que Winnicott aporta a la posición del analista. Como vemos la noción de actitud profesional del analista que debe variar en cuanto a su disposición y mantenimiento del marco de la cura de acuerdo al tipo de casos. Ahora bien, la actitud profesional nos conduce, como hemos visto, desde el marco del dispositivo analítico al lugar particular en el mismo del analista en la transferencia en tanto objeto. Aquí la analogía se establece con la madre-objeto, que señalamos anteriormente. Como ya señalamos con la “psicosis de transferencia” Winnicott se refiere a la posición del analista en los casos de regresión para establecer la diferencia con la “neurosis de transferencia” que se produce en los casos psiconeuróticos. De este modo afirma que, hacer un análisis con todas las de la ley, como acostumbra decir, significa comunicarse con el paciente desde la posición en que lo coloque el paciente en “la neurosis (o psicosis) de transferencia”. En dicha posición se hallan presentes algunas de las características del fenómeno transicional (Winnicott, 1962). Es decir que, la afirmación de que el analista forma parte de los fenómenos transicionales se aplica tanto a la neurosis como a la psicosis de transferencia e implica obviamente que esta posición se extiende al análisis en general, teniendo en cuenta las particularidades en que el mismo se desarrolla. Nos importa en especial señalar ahora las implicancias y alcances de dicha posición del analista en el área de los fenómenos transicionales en la medida en que, según Winnicott, define el espacio mismo en el que proceso analítico mismo se despliega y constituye las condiciones de su eficacia. Creemos que se trata de una de las contribuciones fundamentales de su obra destinada Pág. 23
a ampliar los recursos del trabajo analítico en todas sus dimensiones tanto para los casos de psiconeurosis como para las estructuras no neuróticas, en niños, adolescentes y adultos. La idea de lo transicional remite centralmente a la idea de un espacio transicional, área intermedia, que implica un espacio potencial que se presta a la creación objetos. El espacio y los objetos transicionales dan cuenta de una dimensión singular en la que la acción analítica se ampliará desde la interpretación a habilitar al sujeto para que viva experiencias creadoras con esta nueva categoría de objetos (Green, 1994). Subrayamos que el punto de vista que permite destacar que la superposición de las dos zonas de juego, que Winnicott conceptualiza en particular en la consulta terapéutica y cuyo prototipo es el juego del garabato (Winnicott, 1971a, 1971b, 1964-68, 1965), no se reduce únicamente al valor de ese dispositivo específico - por otra parte original y que abre amplias potencialidades de recursos psicoterapéuticos - sino que puede extenderse a l proceso analítico en cuanto tal. Y afirmamos que esa es la idea misma de Winnicott respecto de su posición como analista. El espacio de superposición nos dice de una zona de intersección entre el paciente y el analizante en el cual el análisis transcurre; ese espacio pertenece a cada uno y ambos simultáneamente. Indudablemente hay un más allá de esta intersección tanto del lado del paciente como del analista. Pero la zona productiva del proceso transcurre en esa zona intermedia de superposición. El intercambio entre paciente y analista en dicho espacio es concebido en términos tales que el trabajo analítico implica un juego compartido. En el psicoanálisis de
niños se hace muy evidente ya que el jugar del niño es la actividad predominante. Pero aún en el caso del jugar con los niños lo que pretendemos señalar es que de lo que se trata es de la producción de sentidos en el proceso analítico en cuanto tal. De modo que el modelo del juego del garabato, más allá de su particularidad, puede ser entendido como un paradigma del modo de construcción de sentidos en el proceso analítico mismo. El diálogo analítico en general, entonces, puede así tomar la forma garabatos que se vuelven dibujos recíprocamente producidos entre paciente y analista. Green denomina “asociación analítica” a este modelo basado en Winnicott y afirma que el objeto producido ella se sitúa “entre los dos”, entre paciente y analista (Green, 1974). Aquí el analista ocupa el lugar de objeto ofreciéndose en tanto un otro-semejante soporte, agente y partenaire de esas construcciones de significaciones. Como puede apreciarse este modelo difiere del juego del ajedrez con el que Freud metaforizaba el trabajo analítico. Indudablemente es en los casos difíciles en los cuales este modelo toma su relevancia. Aquí las figuras significativas se
encuentran, se producen, como consecuencia de este tipo de intercambio. Como afirma Green, no se trata de la bella claridad del juego del ajedrez a la luz del día. Por el contrario, nos encontramos en una noche encapotada con relámpagos y truenos. El sentido no emerge de modo límpido y transparente, toca al analista a reconstruirlo. El sentido es tanto descubierto como creado. Es un sentido potencial que aguarda su realización en las modelaciones que ofrece el espacio y el tiempo analíticos. Así concebido, no se trata de un sentido durmiente que espera ser despertado. Es construido por la situación analítica y por ella, que lo revela pero no lo crea, que lo trae de la ausencia a la potencialidad y lo vuelve actual (Green, 1974). El sentido es así el resultado del encuentro entre dos discursos que al actualizarlo lo convoca a la existencia. La dimensión del analista en tanto objeto en la dimensión de los fenómenos transicionales da un paso más en la obra de Winnicott al especificarla mediante la conocida noción del “uso del objeto” planteada en uno de sus últimos trabajos. Mientras en la “relación” de objeto éste es un manojo de proyecciones cuando se trata del “uso”, el objeto pertenece a lo real en el sentido de la realidad compartida. Aquí el analista debe tener en cuenta el objeto como “cosa en sí” y no como proyección. Winnicott compara al analista dispuesto a promover el pasaje de la relación al uso como un filósofo que abandona el sillón de su gabinete y se sienta en el suelo con su paciente. El analista comprueba así que hay una posición intermedia y da lugar a ser usado como objeto. De este modo la zona de los fenómenos transicionales es precisada ahora mediante estas nuevas consideraciones. Vuelve a insistir en los pacientes de cierto tipo de clasificación para los cuales la tarea analítica consiste en “que sepamos darles la capacidad de usarnos”. Pero incluye en esta perspectiva también a los casos de Pág. 24
psiconeurosis como camino hacia el final de análisis para que este no se vuelva interminable. Desde esta posición el analista abre un espacio a una experiencia que conducirá a la tramitación de los ataques destructivos y es su supervivencia a los mismos la que permitirá al paciente colocar el objeto fuera de la zona de control omnipotente. Aunque Winnicott no menciona la compulsión de repetición es ella la que está en juego en esta destructividad que se despliega con el objeto transferencial. Green señala que en las estructuras no neuróticas hay en esta dimensión señalada por Winnicott una suerte de “transicionalidad negativa” que desafía al analista a una apuesta singular en estas transferencias (Green, 2001). Estas experiencias colocan al analista en el límite de sostenerse como un otro-semejante capaz de sobrevivir a los modos en que se presenta la destructividad en el psiquismo. Estas últimas indicaciones ya forman parte de los desafíos que debemos enfrentar en la práctica analítica
contemporánea para que nuestra disciplina pueda responder a las problemáticas psíquicas que se presentan en la actualidad. A través de las diferentes posiciones que considera en el analista, Winnicott nos ofrece varias dimensiones del otro en la clínica y recursos para enfrentar dichas problemáticas. Se trata del horizonte hacia donde debemos dirigir nuestras futuras investigaciones y trabajos. Referencias bibliográficas: Freud, S. (1914). “Recordar, repetir y elaborar”, Obras Completas, T. XII. Amorrortu, Buenos Aires, 1988. Green, A. -(1994) De locuras privadas, Amorrortu, Buenos Aires, 1994. -(2001) El tiempo fragmentado, Amorrortu, Buenos Aires, 2001. -(2005) Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo, Amorrortu, Buenos Aires, 2005. Winnicott, D.W. -(1971a) Clínica Psicoanalítica Infantil, Hormé, Buenos Aires, 1980. -(1971b) Realidad y Juego, Granica, Buenos Aires, 1972. -(1958) “Análisis del niño durante el período de latencia”, El proceso de maduración en el niño, Laia, Barcelona, 1975. -(1960a) “Contratransferencia”, El proceso de maduración en el niño, Laia, Barcelona, 1975. -(1960b) “La teoría de la relación paternofilial, El proceso de maduración en el niño, Laia, Barcelona, 1975. -(1962) “Los designios del tratamiento analítico”, El proceso de maduración en el niño, Laia, Barcelona, 1975). -(1963a) “El desarrollo de la capacidad para la inquietud”, El proceso de maduración en el niño, Laia, Barcelona, 1975. -(1963b) “La comunicación y la falta de comunicación como conducentes al estudio de ciertos pares”, El proceso de maduración en el niño, Laia, Barcelona, 1975. -(1964) “Importancia del encuadre en el modo de tratar la regresión en psicoanálisis”, Exploraciones Psicoanalíticas I, Paidós, Buenos Aires, 1991. -(1964-68) “El juego del garabato”, Exploraciones Psicoanalíticas II, Paidós, Buenos Aires, 1993. -(1965) “El valor de la consulta terapéutica”, Exploraciones Psicoanalíticas II, Paidós, Buenos Aires, 1993. -(1968) “Sobre <el uso de un objeto>”, Exploraciones Psicoanalíticas I, Paidós, Buenos Aires, 1991.
“Empecé pintando aves, de plumaje claro o blanco, porque me permitía ver la luz. Para mí fue como ver el otro lado de las cosas. Generalmente uno pinta la sombras. Yo ya había experimentado con las sombras trabajando con tinta china. Ahora estaba poniendo la luz. Como empecé a pintar aves, de alguna manera yo no quería “encerrarlas en un formato” para siempre. Por eso siempre dejo un “espacio” o el encuadre abierto, para que las aves representadas en mis pinturas, tenga la libertad de irse, de “salir” del encuadre en cualquier momento. Me gusta que el observador pueda ver la pintura de lejos o tan cerca como quiera, porque entre más cerca esté, más detalles encontrará”.
POR: JORGE ROSSI
Título: Vuelo (detalle) Medidas: 32” x 20” Soporte: Cartón ilustración de color Medio: Témpera o Gouache Técnica: Aerógrafo y pincel
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EXPRESIONES
Encuadre abierto
Título: Libertad Medidas: 32” x 20” Soporte: Cartón ilustración de color Medio: Témpera o Gouache Técnica: Aerógrafo y pincel
Título: Cabeza de garza Medidas: 32” x 20” Soporte: Cartón ilustración de color Medio: Témpera o Gouache Técnica: Aerógrafo y pincel
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Título: A la luz de la luna Medidas: 32” x 20” Soporte: Cartón ilustración de color Medio: Témpera o Gouache Técnica: Aerógrafo y pincel
Título: Garza azul (Detalle) Medidas: 32” x 20” Soporte: Cartón ilustración de color Medio: Témpera o Gouache Técnica: Aerógrafo y pincel
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Título: Coronadito Medidas: 16” x 20” Soporte: Cartón ilustración de color Medio: Témpera o Gouache Técnica: Aerógrafo y pincel
Título: Quetzal Medidas: 32” x 20” Soporte: Cartón ilustración de color Medio: Témpera o Gouache Técnica: Aerógrafo y pincel
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Título: Garza sobre Cobalto (detalle) Medidas: 32” x 20” Soporte: Cartón ilustración de color Medio: Témpera o Gouache Técnica: Aerógrafo y pincel
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Título: Garza Púrpura Medidas: 32” x 40” Soporte: Cartón ilustración de color Medio: Témpera o Gouache Técnica: Aerógrafo y pincel
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CONCEPTOS
Yo piel Para ir figurando este concepto, Didier Anzieu apelaba a la idea que toda función psíquica se desarrolla apoyándose en una función corporal. El desarrollo del aparato psíquico se efectúa en grados sucesivos de ruptura con base biológica; rupturas que le permiten escapar a las leyes biológicas y al mismo tiempo hacen necesaria la búsqueda de un apuntalamiento de todas las funciones psíquicas en funciones del cuerpo. POR: DIDIER ANZIEU La comunicación originaria entre mama y bebé es una comunicación directa en la realidad y más aún en la fantasía, no mediatizada, de piel a piel. Para Anzieu, es así como el Yo se constituye, primero, a partir de la experiencia táctil. Para esto, Anzieu propone nueve funciones del yo piel (haciendo un paralelismo a las funciones del yo de Bellak): 1. Mantenimiento del psiquismo: El Yo-piel es una parte de la madre— especialmente sus manos—que ha sido interiorizada y que mantiene el funcionamiento del psiquismo, mantiene en el cuerpo del bebé en un estado de unidad y de solidez. El yo piel es la espina dorsal del
psiquismo, lo que Grotstein define como “back-ground object”. Es importante recalcar que la espalda es de las partes del cuerpo que nos tienen que significar con caricias, palabras, etc. ya que el infante no la puede ver ni registrar. Por eso es tan importante la libidinización de esta parte del cuerpo con los cargadores canguro, etc. 2. Función continente: La ensoñación materna según Bion, ejercicio de la función alfa que elabora, transforma y restituye al interesado sus sensacionesimágenes-afectos ya representables. 3. Función de “paraexcitación”: Barrera entre el yo y estímulos externos. 4. Membrana protectora: El Yo-piel asegura una función de individuación del si-mismo, que le aporta el sentimiento de ser un ser único. Frontera sana entre realidad interna y externa. 5. Función de intersensorialidad: Espacio intersensorial que prepara la simbolización. En la realidad neurofisiológica es en el encéfalo donde se efectúa la integración de las informaciones que provienen de los diversos órganos de los sentidos. 6. Sostén de la excitación sexual: Contactos piel a piel con la madre preparan autoerotismo, zonas erógenas que el yo piel “sostiene”.
Imágenes para el concepto por Francis Bacon
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7.
Recarga
libidinal
del
funcionamiento psíquico: Funcionamiento libidinal óptimo. Extremos: sobrecarga de excitación o Nirvana. 8. Inscripción de huellas sensoriales táctiles (función pergamino): Un primer dibujo de la realidad se imprime en la piel. La pertenencia de un individuo a un grupo social está marcada por incisiones, tatuajes, maquillajes, peinados y sus dobles, que son los vestidos. El Yo-piel es el pergamino originario que conserva una escritura «originaria» preverbal, hecha de trazas cutáneas. 9. Función negativa del yo piel: La defensa celular está hecha para rechazar los tejidos extraños, pero es, a veces, lo bastante ciega para como atacarse a Si-misma: enfermedades autoinmunes. Esta función corresponde a lo que Freud llamó tánatos o la misma reacción terapéutica negativa en la terapia, el ataque a vínculos, etc. Referencias bibliográficas: http://www.vivilibros.com/excesos/02-a-02. htm
EN CARTELERA
La chica danesa “La chica danesa” es una historia muy interesante sobre los alcances del amor y sobre las implicancias del jugar.
Imágenes web
POR: EDUARDO SMALINSKY
La historia parte de una pareja de pintores que a partir de la mirada de ella, que “ve” algo femenino en él, le pide que juegue a ser su modelo. Esa mirada, la de ella, es una mirada fina y sensible, que ve sin saberlo, ese lado femenino de él, que de alguna forma estaba “esperando” ese gesto amoroso que le permitiera advenir, que le permitiera ser. Desde que comienza ese jugar, se va produciendo en el un descubrimiento, de sentimientos, emociones y afectos que si bien se da a entender que tenían antecedentes, para él tienen el carácter de una revelación extraordinaria que lo ubican en un proceso de transformación que ya no podrá, ni querrá detener. Se sitúa dentro del universo que actualmente denominamos transgénero. Su mujer que lo ama, acompaña ese movimiento, primero creyendo que sólo se trata de un “jugar” reversible, pero con el paso del tiempo va advirtiendo que esa Pág. 32
transición será irreversible, que en ese pasaje perderá a su esposo pero asistirá al nacimiento de “Lili”, una mujer, modelo y bailarina que posee algo profundamente enigmático. Este movimiento transgénero que se produce en el personaje, lo confronta a una experiencia única de angustia y temor, pero también al advenimiento de ser “Lili”, de existir con otro cuerpo, que siente, que imagina y que necesita construir. Queremos señalar cómo, una mirada amorosa, puede generar las condiciones para el desarrollo de un jugar transformador. Si bien el jugar se despliega en un campo ficcional, sus consecuencias pueden implicar transformaciones irreversibles. De hecho, el jugar de los niños, implica transformaciones constitutivas. Y es cierto que las experiencias que vivimos también tienen efectos transformadores, la experiencia analítica, por ejemplo. Nos llamó la atención en esta historia,
cómo el jugar a ser mujer, permite el advenimiento de elementos, que antes de ese jugar no existían como tales y que tampoco podían ser pensados, ni nombrados. Quiero decir que simbolizar una transformación de esta naturaleza no sería posible si no existe la posibilidad de jugarla, aún con el miedo que ese juego pueda representar y las condiciones para su desarrollo están bella y dramáticamente representadas en esta historia, transformando a todos sus protagonistas y no sólo a “La chica danesa”. Esta transformación que lleva a la protagonista al campo de la cirugía, es un recorrido muy doloroso y fundacional. Y en relación a los escasos recursos de la época, la llevan a la muerte. Nos deja esta historia preguntas sobre qué implicancias pueden tener los cambios de género y en este caso el
encontrarnos que alguien que ya no desea ni soporta vivir como hombre termina muriendo como mujer. Es decir que el costo de sostener ese movimiento identitario y subjetivante es el de arriesgar y perder su vida. Dentro del psicoanálisis, se han hecho diferentes lecturas de estos pasajes, Lacan, por ejemplo, lo sitúa en la psicosis como lo que denomina “empuje a la mujer”. Podríamos pensar que en algún caso se trate de fenómenos impulsivos que recurren a una castración real ante la imposibilidad de simbolización. Sin embargo en muchos otros casos no y tampoco se entenderían los pasajes de mujer a hombre. Lili no sólo realiza una transición muy especial, sino que también transforma a los otros personajes de la historia, que pueden concebir a la existencia humana con una riqueza y complejidad que resultaba inconcebible.
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SOBRE AUTORES
Alicia Leisse de Lustgarten Psicoanalista Especialista en narcisismo, la gestación de la vida psíquica, y abordajes psicoanalíticos a distancia. Directora general de Instituto Latinoamericano de Psicoanálisis (ILAP) Miembro titular en función didáctica de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas (SPC) Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA) y Federación Psicoanalítica de America Latina (FEPAL).
Pedro Pablo Abril Rossal Estudiante de Cuarto Año de la Licenciatura en Psicología Clínica en la Universidad Rafael Landívar (URL - Campus Central) Participación en encuentros y congresos de Psicología: Encuentro de Psicología 2013: Cultura de la legalidad en Psicología - URL Encuentro de Psicología 2014: Psicología y Poblaciones Vulnerables - URL I Congreso Nacional de Estudiantes de Psicología (2015): Retos y Tendencias - URL pedroparossal@outlook.com / Tel. 30036137
Manlio Soto Paiz Licenciado en Psicología Clínica, egresado de la Universidad Rafael Landívar. Magister en Andragogía. Psicoterapeuta en consulta privada, Catedrático en la Universidad Panamericana. Encargado del departamento de psicología del Orfanato Valle de los Ángeles en la ciudad de Guatemala. El autor además ha publicó poesía y cuento con el sello editorial Letra Negra.
Carlos Eduardo Tkach Dr. en Psicología, UBA Prof. Titular a Cargo de Psicopatología Infanto-Juvenil, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires Prof. Adj. de Clínica de Niños y Adolesc. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires Prof. Titular de Clínica de Niños y Adolesc. Carrera de Psicología, Universidad de Belgrano Docente de Carreras de Especialización en Clínica de niños y adolescentes en Posgrados de las Universidades Nacionales de Buenos Aires, La Plata y de Tucumán. Docente de la Maestría en Clínica de Niños de la Universidad Nacional de Rosario. Director del Programa de Extensión “Atención de niños y adolescentes privados del cuidado parental: investigación diagnóstica, intervenciones psicoterapéuticas y orientación institucional”, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. Autor de libro: “Síntomas en los niños: neurosis infantil y neurosis de angustia”, Editorial Eudeba, Buenos Aires, 2016.
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Jorge Rossi Nació el 9 de octubre de 1956 en la ciudad de Guatemala. Se graduó de Técnico en Diseño Gráfico en la Universidad Rafael Landivar en 1980, donde se desempeña como docente. En 1985 obtuvo una Especialización en Diseño Gráfico en la escuela Lorenzo dei Medici, en Florencia, Italia. También posgrados en Pintura y Dibujo de la Figura Humana en la misma escuela. Se graduó como Licenciado en Diseño Gráfico en la Universidad Rafael Landivar en 2001. Cuenta con 20 años de experiencia profesional en publicidad, como Director Creativo y Director Creativo Asociado. Trabajó en Guatemala, México, Costa Rica y República Dominicana. Fue dibujante Exclusivo de Walt Disney Productions, para el área de Centroamérica, Panamá y el Caribe (1985-1990) y para Hanna-Barbera, Área de Centroamérica, Panamá y el Caribe (19881990). Fue jurado en los Premios Clio Internacional 1987, 1988, 1989, 1990 y ha obtenido los siguientes reconocimientos: •Mención Honorífica categoría Libre Expresión, en la Bienal de Arte Paiz de 1986. •Primer Lugar concurso Nacional de Escultura Naciones Unidas 1997. •Artista invitado por Naciones Unidas a participar en el concurso Mundial de Escultura, para conmemorar el año 2000, como el año mundial de la Paz. •Mención Honorífica, concurso nacional de ilustración, patrocinado por el Grupo Soros Internacional, 2002. •Reconocimiento Excelencia Académica, Universidad Galileo 2007, 2009. •Galardonado como Diseñador destacado, Revista Excelencia Empresarial, 2010. •Reconocimiento Trayectoria Profesional URL, 2012. Una de sus obras fue seleccionada para convertirse en el trofeo “Héroes Anónimos”, que se entrega todos los años. Es responsable del diseño de Trofeo del Premio Centroamericano de Radiodifusión de 2004. Además de haber fungido como director de carrera de Diseño Gráfico en Universidad Rafael Landívar . Fue partícipe de una entrevista televisiva en Canal 18.50 por Trayectoria Profesional y Docente en 2014; y un reportaje en Revista Galileo, sección Mentes Brillantes, en marzo 2015. Cuenta con 24 exposiciones de pintura en Guatemala y una en Italia
Eduardo Smalinsky Lic. en Psicología U.B.A. 1983. Psicólogo de planta, Supervisor y Docente del Centro de Salud Mental Nº3 “Dr. A. Ameghino” del G.C.B.A. y de su Curso Prolongado de Psicoanálisis (Post-Grado) Titular del Seminario: “Transferencia como zona intermedia de experiencia” Ex Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de Bs. As y de la Universidad Nacional de La Plata (Pcia. de Bs. As.) Materias: Psicología de la Personalidad, Historia de la Psicología, Psicopatología Adultos, Psicopatología Infanto Juvenil, Clínica de Adultos y Clínica Infanto Juvenil. Co-Editor de www.espaciopotencial.com.ar Co-Autor de “Winnicott para Principiantes” Editorial Longseller Co-Autor de “Intervenir en la Emergencia” Editorial Letra Viva Investigación sobre Fenómenos Transicionales en el Doctorado en Psicología de la U.N.L.P. Premios: XV Encuentro Latinoamericano sobre el pensamiento de D.W.Winnicott. 2ª Mención Especial a Trabajo Libre. 2006 Premio Facultad de Psicología U.B.A. Mención Especial, 2011 Premio José Bleger, Asociación Psicoanalítica Argentina, 2011 Diversas Presentaciones y Publicaciones en Revistas, Jornadas, Seminarios y Congresos. Email: eduardosmalinsky@psi.uba.ar Pág. 35
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