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El Che Reséndiz // Héctor Jaime Treviño Villarreal
Estaba por finalizar la década de los setenta, del siglo XX, cuando los avatares magisteriales nos llevaron al municipio de Guadalupe, N. L., donde junto con otros compañeros fundamos la Secundaria Número 11 que llevó por nombre “Congreso de Chilpancingo”; el pujante y voraz crecimiento de Monterrey se enseñoreaba de aquellos lares, sin embargo, muchas de las nuevas colonias no tenían calles pavimentadas y llegábamos a las instituciones educativas sorteando grandes charcos y verdaderas ciénagas, donde el lodo y aguas putrefactas se mezclaban con desechos de todo tipo.
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El trajín sindical del magisterio estatal era dominado por el charrismo oficial y un puñado de disidentes dábamos los combates en contra del hegemónico grupo sindical, que bajo la sombra del profesor Ernesto Tijerina Cantú, controlaba la Sección 50 del SNTE.
Fue en esas lides donde conocí y traté a José Reséndiz Balderas, cuando encabezó la planilla de la izquierda con el propósito de ganar la delegación sindical; la combativa maestra Lucilda Pérez Salazar nos acompañaba en aquella lucha.
Se hizo buena campaña, pero la desilusión llegó el día de la elección cuando fuimos derrotados en toda la línea por los “charros”, a tal punto que no logramos obtener ni la totalidad de los votos de los integrantes de nuestra planilla, pues dos de ellos “chaquetearon”.
En 1974, se abrió el Colegio de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL donde se impartiría la Licenciatura en Historia; en la primera generación nos inscribimos catorce alumnos y finalizamos la carrera cuatro. Luego llegaron otros compañeros, entre ellos José Reséndiz Balderas, lo cual nos extrañó, pues sabíamos que en la Escuela Normal Superior del Estado había estudiado la especialidad de Matemáticas.
Pronto se incorporó Pepe a la actividad académica y a la vuelta de unos semestres ya era el profesor auxiliar de la materia de Historia de América, impartida por el talentoso investigador de origen argentino Mario Ítalo Cerutti Pignat, de allí le aplicamos el apodo de El Che, y dado que el grupo político donde me movía tenía el control de la Escuela Normal Superior, sabedor de su valía, lo invitamos a impartir cátedra en dicha institución.
Pepe se sumergió con vigor en las actividades académicas tanto de la Facultad de Filosofía, como de la Normal Superior; la actividad sindical no le fue ajena, pronto llegó a ser el secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Escuela Normal Superior (STENSE). Desplegó su acción en la Facultad de Filosofía ocupando diversos cargos sindicales y administrativos hasta llegar a la dirección de la misma, donde dejó profunda huella en los seis años al mando del timón de nuestro glorioso plantel.
Después cubrió con dinamismo, entrega y pasión la dirección de nuestro querido Centro de Información de Historia Regional, cuya sede es la hermosa Hacienda de San Pedro en General Zuazua, N. L.
Las actividades realizadas por El Che fueron muchas, destacaron la organización de los dos congresos internacionales de Historia, publicación de diversos libros, ciclos sobre crónica, educación, conferencias, grabación de programas de corte histórico para la televisión universitaria, en fin, una amplia gama de acciones en pro de la historia y cultura norestense.
En su vertiente como investigador, Reséndiz hizo notables aportaciones a la bibliografía histórica regional, asentadas en artículos, ponencias y libros sobre historia del noreste mexicano.
La historia de vida de José Reséndiz Balderas fue una lección de tenacidad, esfuerzo, dedicación y disciplina: de aquel niño que caminaba varios kilómetros para llegar a la escuela primaria en el agreste semidesierto del sur nuevoleonés, a llegar a ser una figura señera del magisterio y de nuestra Universidad, nos muestra la incomparable enseñanza de vencer todos los obstáculos y conseguir los más caros anhelos.
José Reséndiz Balderas, Pepe, El Che pasó en la última etapa de su vida por trances difíciles en cuestión de salud; en el año de 2011, gracias a su determinación, coraje, entereza y el gran apoyo y auxilio de su esposa la doctora Mireya Sandoval Aspront salió adelante de esa dura prueba. Estas mismas cualidades y el sostén de su compañera le permitieron luchar hasta el último de sus días.
El Che se ha ido, su presencia física ya no estará con nosotros, pero nos queda su obra y su magnífico paradigma de vida. ¡Hasta siempre José Reséndiz Balderas! ¡Hasta siempre Che!