DICIEMBRE 2012 · AÑO 1 · NÚMERO 1 · PRECIO: $30.00 M.N. · www.451efe.com.mx
El mejor oficio del mundo • AGUSTÍN RAMOS: La noche del Imperio • LUIS CORRALES VIVAR: La carrera de Don Pedro • HÉCTOR RICO ALONSO: Pachuca, un nacimiento • JULIA ELENA CASTILLO: El fin del mundo para Nietzsche y Anaximandro •
FOR: Gira de trabajo por
Colombia Âť Experiencia para aplicar en el "Tuzobus" Âť Seguiridad en la agenda, igual que cultura
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Acompañado de su esposa, Guadalupe Romero, presidenta del Sistema DIF-Hidalgo, así como de los titulares de diversas dependencias, el gobernador del estado, Francisco Olvera Ruiz, realizó una gira de trabajo por Colombia, en la que pudo constatar los avances que se han logrado en esa nación en materia de transporte público y seguridad. Con miras a dar vida a lo que será el “Tuzobús”, el mandatario hidalguense se entrevistó con Fernando Sanclemente, gerente de la empresa Transmilenio, que tiene a su cargo el transporte masivo en Bogotá, y que se ha convertido en una alternativa exitosa para la ciudadanía por su seguridad y economía. Del mismo modo el gobernador Olvera Ruiz, se reunió con el general José Herrera, de la Policía Nacional de Colombia, para intercambiar experiencias sobre las tareas que se desarrollan en la materia en la ciudad de Bogotá, y en todo el territorio colombiano. En compañía de la señora Gudalupe Romero, Francisco Olvera se reunió también con la directora del Museo de Arte Moderno, Gloria Zea, y el hijo del conocido pintor, Fernando Botero.
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Carta del Pachuca un Nacimiento / Héctor Rico
Directorio
Director
Director JAVIER PERALTA ZAMORA Director Editorial MIGUEL ÁNGEL HERRERA HERNÁNDEZ Edición TANIA PERALTA ZAMORA ARTE EDITORIAL BrownMapleStudio Colaboradores permanentes: AGUSTÍN RAMOS, LUIS CORRALES VIVAR, CRISTÓBAL ROJAS MILLÁN, JULIA ELENA CASTILLO, JORGE VALERIO ÁVILA GÓMEZ Ventas, publicidad y suscripciones: 451efe@gmail.com 7711569625 y 7711371878
* 451EFE, publicación mensual* Diciembre de 2012* Año I Número 1* Editor responsable: Javier Peralta Zamora* Número de certificado de reserva: 042012-07031328100-102, expedido por el Instituto Nacional del Derecho de Autor* Certificados de licitud de título y contenido en trámite* Publicado y Distribuido por Consorcio SABINO de Comunicación y Educación, S.A. de C.V. *Domicilio de la publicación: Arcos del Padre Tembleque 130 Fraccionamiento Los Arcos, Pachuca, Hidalgo 42083 *Teléfono 7711569625 y 7711371878* Impreso por Lito Impresos Bernal S.A., Cerrada Bulevar Everardo Márquez s/n Km 2.5 carretera PachucaCiudad Sahagún, Pachuca, Hidalgo, CP 42090* Precio $30.00 * Dirección de Internet: http//www.451efe.mx. Prohibida su reproducción parcial o total.
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a vida es una historia que termina cuando la gente muere, aunque la realidad es que ni en esos momentos es posible hablar de una conclusión definitiva. Hay más historias de difuntos que de vivos, sobre todo en un país como el nuestro, anegado en sangre y difuntos. 451EFE, la revista que usted tiene en sus manos, dedicará todos sus esfuerzos a rescatar, recuperar, propiciar, impulsar, que jóvenes periodistas hidalguenses y no hidalguenses, dediquen un espacio de su tiempo a la construcción de historias reales, es decir la literatura de no ficción como se le llama académicamente. Hablamos pues del periodismo narrativo, el que fue origen del que hoy se practica en la mayor parte de las redacciones del mundo, pero que por el tiempo, la falta de recursos ha derivado en simples partes informativos, que poco nos puede hablar del lado humano que siempre está atrás de una nota. 451EFE, porque Rady Bradbury escribió hace ya 59 años una de las novelas, aquí sí de ciencia ficción, más proféticas de que se tenga memoria: “Fahrenheit 451.- La Temperatura a la que arde el papel”. En esa tierra de las probabilidades los bomberos han dejado su labor original que es apagar incendios, y en cambio dedican todos sus esfuerzos a quemar cuanto libro solitario o en biblioteca, se atraviesa por su camino. Porque los libros hacen pensar, y en una sociedad totalitaria como la que dibuja Bradbury, es un riesgo demasiado grave como para dejarlo pasar así como así. “La temperatura a la que arde el papel”, eso es 451EFE, y más allá de recordar al bombero Montag de la novela, nos permitirá comprobar que hay un punto de quiebre entre la realidad y la ficción que puede ser salvado cuando la investigación rigurosa, el texto bien escrito y la sensibilidad humana existen. También nuestros fotógrafos colaboradores contarán historias, como la que en este primer número nos presenta Héctor Rico. Igual quienes tendrán a su cargo columnas permanentes como Agustín Ramos, Luis Corrales Vivar, Julia Elena Castillo y Cristóbal Rojas. 451EFE espera convertirse en un espacio de los periodistas que gustan y saben escribir bien. Esta será su casa, y también de los hacedores de historias a partir de la imagen. Hoy empezamos la historia. Aquí lo esperamos, lector-lectora, cada mes. Para comprobar que las ideas arden, se multiplican, se hacen miles a los 451 grados Fahrenheit. La Dirección
La noche del imperio* » por AGUSTÍN RAMOS » A la memoria de Susi Silva Blancas rimera ministra de los sueños, ¡cuánto te contamina nuestro artificio de ver, de oír, de cantar!¡No estás en el cielo, no sales de la oscuridad ni del día! Noche, ¡cuánto te calumnia nuestro dolor! Lo que ahora todavía aunque con trabajos podemos llamar México entraba en el crepúsculo e iba a su propio infierno cuando se le vino encima Europa con toda la rapaz maldición de sus ídolos. La noche cayó sobre la noche. Para Paul Auster (véase Mister Vertigo) la noche empezó a caer sobre el mundo en octubre de 1929. Creo que tiene razón, creo que ahí se inició el último imperio de la noche y también la noche del último imperio. Lo que vivimos ahora son polvos de aquellos lodos, un crack extendido, disimulado. Lo que soñamos es un hueco, un vacío que se sigue abriendo terco a la esperanza. ¿Qué tan bien muero en la noche? Mi pauta de sueño tiene una media de 500 alertamientos y cuarentaintantos despertares en ocho horas: así puedo resumir la mitad de mi vida. A los dos años, los sonidos de mis sueños o los ecos de la vida, me abrieron los ojos en mitad de una noche. Los mayores eran grandes. Y desnudos lo eran aún más. No los alcancé a distinguir. Cuando me acuerdo, sólo veo los perfiles redondos de una montaña de carne lechosa. Años o meses después amanecí huérfano de padre. En otra casa y en otra y en otra. En una ciudad y en otra y en otra. En un colegio y en otro y en otro y en otro. Y por más fuerza que hago apenas consigo recordar una mudanza, lo demás es pegar el ojo con la certeza de que algo o alguien me está venciendo (y ojalá fuera el sueño). Entonces me angustiaba dormir porque no sabía en qué clase de día o de mundo iba a despertar. Luego mi abuela me enseñó a rezarle al Sagrado Corazón para que le moviera el ídem a mi papá. Nos hincábamos ante la imagen de un hombre de barba rizada que estaba abriéndose la túnica a la altura del pecho (habría preferido a Supermán pero no se hubiera oído bien decir “Sagrado Supermán en vos confío”. Además cómo no confiar en Jesús si Jesús era capaz de sacarse el corazón y ofrecérmelo a mí, a mí, que por travieso y desobediente, por decir maldiciones y echar mentiras (o si no, ¿por qué más?), merecí perder,
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¿en dónde, cómo, cuándo?, a un padre al que amaba). En primaria las monjas y el director vocacional me aconsejaban pedir por la conversión de los comunistas (eran los años de John F. Kennedy y Nikita Kruschev). Yo se lo pedía al Sagrado Corazón. ¿Por qué a él? Pues porque me obligaron a elegir a un santo de mi devoción y yo primero escogí a Santo el Enmascarado de Plata (luego de pedir disculpas yo por lo mal que me habían hecho sentir ellos voté por el Sagrado Corazón). Aquel sufragio, el primero de mi vida que recuerde, lo emití en honor a mi abuela… Y así, sin darme cuenta, inauguré y clausuré al mismo tiempo mi etapa de acarreado. Mi depresión ante los fraudes electorales no es, pues, amor a la democracia ni aversión a comulgar con ruedas de molino, a la corrupción y al asesinato como forma octogenaria de gobierno, sino pura terquedad, resistencia pueril. Pedía, con todas mis ganas por la conversión de los comunistas (a los diez años de mi edad los imaginaba como mocos rojos del tamaño de un tanque de gas de treinta kilos y sentía mucha compasión de que no fueran como nosotros los cristianos rebosantes de fe en Dios, militantes de esperanza en la Vida Eterna y de caridad hacia un prójimo que se escribía con minúsculas porque no tenía nombre propio). Esa ignorancia me sigue abrumando, sigue creciendo en los mismos recovecos donde la sagrada imagen acostumbra mostrar un corazón cinchado de espinas y coronado de fuego, en el mismo lugar donde mi primer héroe lucía una S más roja que todo el comunismo junto. Aunque ahora, a diferencia de entonces, comprendo que todos padecemos lo mismo: a todos nos ciega una misma noche, un mismo cielo, una misma costumbre de vivir el terror cotidiano como si fuera la más natural y merecida de las condenas. No me gustan los imperios. Prefiero a los dueños de nada. Prefiero mil veces a quienes se inventan una vida sin destino aunque les digan que sirven para algo porque llevan buenas calificaciones y podrían, si quisieran, atarse a ésta o a esta otra propiedad. Prefiero a quienes batallan contra sus propios proyectos sin entregarse nunca del todo a los ajenos y se alejan de las metas para intentar un vuelo raso, discreto, inapreciable. ¿Qué tan solo me quedaré en la muerte? Ojalá más que en el sueño, ojalá en la noche de siempre, sin palabras ni mentira. Vivo pesadillas y ando tan ayuno de vigilia, de sueño y libertad como un país que sé desierto. *Una versión del presente texto forma parte de la antología La noche de las letras, Editorial Garabatos, Hermosillo,2012, 1ª. Y 2ª. Eds.
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¿Por qué las navidades ya son tan diferentes?
» Si queremos recuperar un jirón del paraíso, tenemos que volvernos niños, aunque sólo sea por un momento. Y para eso hace falta un poquito de inocencia.
stas serán las navidades menos navideñas que recuerdo. Al menos en Pachuca, no veo en estos días, finales de noviembre, un ambiente de fiesta por las calles. Cada vez, año con año, hay menos luces y adornos. La gente va de un lado a otro como triste, como deprimida, como sin pizca de humor. Por la crisis económica, dirán muchos; por la violencia generalizada en todo México, dirán otros; por las constantes malas noticias; por las burlas de risa contenida de casi todos los políticos; por los millones de dramas personales que hay en el país. Por los muertos, por los desaparecidos, consecuencia de la guerra contra el crimen organizado. Supongo que es natural que la gente no esté para muchas celebraciones. Pero… a fin de cuentas, ¿acaso la Navidad no existe precisamente para esta clase de situaciones? ¿No es ahora, con todo este desorden a nuestro alrededor, cuando necesitamos grandes dosis de Navidad? ¿Es que acaso también nuestras navidades nos las han arrebatado estos cretinos vueltos ricos de la noche a la mañana? Aún recuerdo las navidades de mis años infantiles. Ya desde noviembre, allá en la Ciudad de México, la gente en la vecindad se organizaba para disfrutar todas y cada de las posadas que antecedían a la Noche Buena. Las piñatas, la colación, el nacimiento, los bailes que durante toda una semana, antes de la Noche Buena, orga-
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nizaban los vecinos para todas y cada una de las posadas. El ponche, el frío, los suéteres, las cachuchas, el correr de los niños, mientras los adultos brindaban con el vecino con el que apenas hace un par de semanas había reñido a golpes. La Navidad hacía olvidar los problemas que durante el año, surgían, producto de la vecindad de gente diametralmente opuesta. Eran otras navidades. Los canticos de quienes pedían posada. La fingida negativa de los dueños de las casas visitadas. Después venía el beso a la figura del Niño Dios ya nacido. El nacimiento de los compadrazgos; La llegada de Santa Claus, de los Reyes Magos. La expectación de los niños que por más que se desvelaban, terminaban quedándose dormidos, siéndoles ya imposible ser testigos de la llegada de aquellos mágicos personajes. Todo ello quedó atrás. Aquel era el México que nos robaron. El de los salarios remuneradores; el del poder adquisitivo. Todo ello, desgraciadamente se ha perdido. Los políticos nos han robado, en todos estos años… TAMBIÉN la inocencia. Tiene gracia, ¿no?; un ateazo como yo hablando de Niños Dios, de Santa Claus, de Reyes Mayos. No tengo de otra que explicar, ahora de adulto, producto de la experiencia, cómo entiendo la Navidad. La Navidad son muchas cosas a la vez, todas sumadas por acumulación. Hay un relato explícito: el nacimiento de un profeta/Dios. Ése es el último disfraz que ha adoptado
esta fiesta y, por tópico, resulta escasamente motivador (salvo que seas creyente, claro). En cualquier caso, el relato explicito es un remake de otro relato más antiguo de índole simbólica: el ciclo solar. El, 22 de diciembre, será el solsticio de invierno, el día más corto del año. El Sol murió (la oscuridad venció a la luz). A partir de ese momento y durante tres días, el Sol sale y se pone por los mismos lugares aparentes. El Sol permanece muerto. Y, al tercer día, el tiempo de luz comienza a crecer de nuevo. El Sol resucita. Eso celebraban nuestros antepasados antes de que la apisonadora del cristianismo les pasara por encima. Me gusta más ese relato antiguo, quizá porque el paganismo siempre me ha parecido más divertido que el monoteísmo. Supongo que el culto al Sol vinculado a los solsticios surgió en el neolítico, cuando por primera vez pudo medirse con precisión el año solar, así que estamos hablando de una fiesta condenadamente antigua. Pero hay un significado previo a cualquier historia. La Navidad marca el final de un ciclo y la llegada del invierno, del frío y la oscuridad. Los celtas llamaban a este periodo
queremos recuperar un jirón del paraíso, tenemos que volvernos niños, aunque sólo sea por un momento. Y para eso hace falta un poquito de inocencia. La Navidad es como un cuento, como una historia fantástica, como una película de Frank Capra. Para disfrutar con la ficción hace falta algo que se llama “suspensión de la incredulidad”. Ese término, inventado por Coleridge, se refiere al pacto tácito que establecen el autor (o director de cine) y el lector (o espectador). El autor se compromete a contar mentiras de la forma más convincentemente posible y el lector, por su parte, deja momentáneamente aparcado el escepticismo. Este principio es de vital importancia sobre todo en la fantasía y la ciencia ficción, porque esos géneros tratan de cosas irreales. Pues bien, así deberíamos aproximarnos a la Navidad: jugando a creernos lo imposible, suspendiendo por unos días la incredulidad. Todo es falso, de acuerdo; pero ¿acaso sería mejor tirarnos todo el tiempo de malhumor y con acidez de estómago; aunque, eso sí, lúcidos de entusiasmo? Entremos en la Navidad con la misma disposición de ánimo con que nos ponemos a ver por enésima vez Qué bello es Y también es una enorme mentira. La Navidad es tan falsa como un abeto vivir. Es decir: dispuesa tragarnos todas las de plástico, como una estrella de papel maché, como la nieve de harina y los tos mentiras del mundo por ríos de Albal. Jugamos a ser buenos, pero no lo somos; aparentamos querer la sencilla razón de que a los demás cuando siguen cayéndonos gordos, simulamos una alegría que son mentiras bonitas. Ah sí, hay gente que distamos mucho de sentir. Compramos, bebemos y comemos sin ninguna se queja de que la Navirazón. Nada es auténtico. dad les pone tristes. Ya, ¿y qué? Eso no es tristeza, sino melancolía; la Estación del Sueño, porque todo se ralentiza, porque los y, como en cierta ocasión expresó atinadamente Conchita rigores del clima hacen que nos volvamos hacia dentro, que Balmaseda, la melancolía es la felicidad que extraemos de nos cobijemos en el cálido útero del hogar. Es un momento la tristeza. Recordar a los que se fueron, recordar lo que de calma y serenidad. hemos perdido, recordar los tiempos que ya no volverán, Los seres humanos somos muy sensibles a los ciclos; también es bonito. por eso celebramos nuestros cumpleaños, por eso conmeFelices fiestas, amigos. Que la Estación del Sueño les moramos tantas cosas. También somos proclives a los ritos, traiga paz y sosiego, a pesar de los pesares. así que cuando queremos dar importancia a algo los ritualizamos. Hacemos las mismas cosas en los mismos momentos. La Navidad es cíclica y ritual, porque la necesitamos. Y también es una enorme mentira. La Navidad es tan falsa como un abeto de plástico, como una estrella de papel maché, como la nieve de harina y los ríos de Albal. Jugamos a ser buenos, pero no lo somos; aparentamos querer a los demás cuando siguen cayéndonos gordos, simulamos una alegría que distamos mucho de sentir. Compramos, bebemos y comemos sin ninguna razón. Nada es auténtico. Salvo una cosa: lo que sienten los niños, lo que sentíamos todos cuando lo éramos. Eso es verdadero. Y, ¿saben?, dicen que la Patria de las personas es la infancia. Por eso, si
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El presidente. La presidencia A un gran señor, grande honor
Francisco Zarco (Joaquín Francisco Zarco Mateos, nació el 3 de diciembre de 1829 en Durango, y murió un 22 de diciembre de 1856. El texto que incluimos en esta primera edición de 451EFE es oportuno, ilustrativo, pero sobre todo con la capacidad de llevarnos de la mano a los entretelones del poder presidencial. Además en estos momentos puede ser efectivo como un guía, para quien le interese, de lo que NO DEBE ser un Presidente. Ojalá Zarco se leído y releído. Por si fuera poco, es la oportunidad para deleitarnos con la narrativa de Zarco, de quien en estos tiempos decembrinos celebramos el 183 aniversario de su nacimiento, y el 156 de su muerte) emos visto ya el Palacio Nacional en conjunto, y quedándonos en las puertas como si pidiéramos justicia. Tenemos que ver algo por dentro, y bueno es que comencemos por lo que presenta más dificultades. Pasando con rapidez por el cuerpo de guardia, no vayamos a buscar un documento importante al Archivo General, porque sólo se franquean a los que saben desfigurarlos en grandes tomos, tan indigestos como los cronicones de la Edad Media; no nos detengamos tampoco a agitar un pago en la tesorería, porque ya se acabó la indemnización; ni mucho menos en la alta secretaría de Estado que está más abajo que todas las demás. Atropellando pretendientes, diputados-correos, viudas plañideras y patriotas-agiotistas, entremos de rondón a la presidencia, como se llaman los salones en que la nación hospeda, generosa, al ciudadano que se elige para regir sus destinos. Al acabar de subir la escalera se atraviesa un pasillo estrecho; de un lado, el barandal de fierro, que es gloria de un antiguo presidente, del otro, vidrieras cerradas que se
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abren de cuando en cuando, para dar salida a un ordenanza, o algún individuo de los que entran sin que nadie los vea. En el otro lado del ángulo del pasillo se ven unas persianas, que muy de tarde en tarde se abren. Son las ventanas de la capilla del presidente o del Palacio; el diamante puede caer en el cielo más inmundo: así engastado entre los salones presidenciales hay una especie de oratorio en que nadie ora; hay un altar que no inspira respeto, que no tiene apariencia religiosa. Las paredes de la capilla se han visto decoradas con los pasajes de la vida militar de Napoleón; en ella hay sillones y sofás como en una habitación cualquiera. ¿Para qué sirve esa capilla? …Es el templo del perjurio; allí es donde los llamados a los ministerios han jurado guardar y hacer guardar las leyes que han estado de moda; allí, arrodillándose por mera fórmula es donde delante del presidente se profana lo más sagrado, y allí es donde el supremo magistrado del país proclama en voz alta: “Es secretario de Estado y del despacho tal o cual, el señor don Fulano”. ¡Como él es quien hace nuevos secretarios, sucede muchas veces que a la hora de la proclamación olvida el nombre del electo y cuál es la secretaría que le encomienda! Pero nos hemos metido por la ventana por mera distracción. Volvamos a nuestro camino con más calma, con más tranquilidad. Después de las persianas otro balcón más; es el de los ayudantes del presidente, o más bien del ayudante de guardia. Este cuartito no presenta siempre el mismo aspecto; unas veces reluce a lo lejos un enjambre de entorchados áuricos, y los ayudantes son generales famosos; otras, son jóvenes que comienzan la carrera de las armas, porque para ayudar al presidente quién sabe a qué, es preciso ser militar. En México se cree todavía que honra estar cerca de los grandes personajes. Sólo así puede explicarse que ciertos hombres sean ayudantes, cuando sería mejor para ellos y para
el país que se consagraran a las faenas de la guerra. Un ayudante tiene obligación de permanecer un día de cada seis y ocho en aquel cuarto vestido de riguroso uniforme; tiene que acompañar al presidente en las circunstancias más difíciles, es decir, cuando concurre a la puerta o a la clausura de las sesiones, cuando va al teatro, a los toros, a la exposición, etcétera. Debemos decirlo para honra de muy pocos; el presidente que ha tenido un número fabuloso de ayudantes, tuvo la ocurrencia de sacarlos de palacio y llevarlos delante del enemigo extranjero. Entonces, todos lo abandonaron, excepto dos o tres que con él afrontaron toda clase de peligros. En el pedazo de corredor que está entre la presidencia y el senado, hay cómodos asientos para los que esperan audiencia, y no hace mucho se veían decorando la entrada cuadros en que de una manera vaga estaban representadas algunas virtudes, como el patriotismo, el honor, la fortaleza, la caridad, el valor, etcétera, como si todas estas zaranjadas debieran acompañar al escogido del pueblo hasta el umbral de su alta magistratura y nada más. Pero todos esos emblemas han sido desterrados del palacio, como si también formaran corrillos de murmuradores. O todo o nada, esto me gusta; y además, ¿quién no sabe que las virtudes de los candidatos son como la humildad del porquerizo Sixto V, que alzó los ojos en cuanto halló las llaves de San Pedro? Difícil es pasar de aquí a cualquiera que no sea ministro de Estado, diputado o periodista no ministerial, sino presidencial, adjetivo que si no se usa es sólo por no introducir novedades en el estilo. Sólo a la hora de audiencia es permitido al ciudadano contemplar a sus anchas al supremo magistrado del país. ¿Iré yo a la audiencia? No, porque nada tengo que pedir ni que decir… pero a pesar de esto, lectores queridos, por mí sabréis lo que es la presidencia, lo que es ser presidente.
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Os diré de paso que no me refiero a un momento dado, que no quiero conformarme con apariencias ni con adjetivos oficiales, y que deseo interrogar el pasado de todos los presidentes. Intrincada y atrevida empresa, ¿no es verdad? Sin embargo, adelante… Suponed que es la hora que gustéis; el presidente por supuesto ha dormido, ha almorzado con tranquilidad, se ha vestido y se ha resignado a sufrir un nuevo día de su gobierno. A Palacio nadie va temprano, excepto uno que otro ministro que quiere adquirir reputación de actividad. El presidente puede, pues, por la mañana tomar el aire del jardín, se puede pasear por sus habitaciones, puede recostarse sobre un sofá y hojear los periódicos buscando impaciente los elogios que se han mandado hacer desde la víspera, o irritarse, o mirar con desdés los gritos de la oposición. Pocos presidentes aman la lectura; los más de ellos sólo tienen tiempo para dar un vistazo a los avisos: ¿para qué es más? Un hombre que gobierna a una nación entera ha de emplear su tiempo leyendo, ¡qué desatino!
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Por la mañana es cuando los presidentes suelen concebir sus grandes medidas, como quitar los asientos del patio, o plantar un árbol en un rincón, o que haya tres centinelas en vez de dos, o que la guardia nacional añada a su vestuario una o dos tiras coloradas, y que las mochilas de la tropa se llenen de paja en una procesión, o que se les haga guantes con brin [sic] o con calcetines. Después de haber tenido estas grandes concepciones, el presidente no tiene más que esperar la visita cotidiana de sus ministros, de esas manos que le da la Constitución y que le dan y le quitan los partidos. Entretanto llegan esos señores, el presidente puede recorrer su habitación, puede mirar sus cuadros (las campañas de Napoleón) y admirarse a sí mismo. La habitación toda está amueblada de cuenta de la nación, cosa justa una vez que el presidente es su hijo más querido, y a veces la nación cuida tanto y con tanto amor del presidente, que en la tesorería se pagan las cuentas de la tina en que se baña, del carbón que sirve para calentar el agua, y le paga hasta paja y cebada, para sus caballos, se entiende.
Los dos primero salones son puramente de tránsito, en el tercero ya hay una mesa con papeles y tintero: allí suele reunirse el ministerio, y allí lo oye el presidente. Los ministros, como sabéis, son o deben ser cuatro, número que no todos pueden tener completo. Los ministros, o son notabilidades de los partidos, y entonces el presiente es una estafermo a quien ellos engañan, o son buscado por él, y entonces son unos infelices, unos miserable lacayos que están al lado del jefe del ejecutivo como máquinas de firmar. De manera que en nuestros gobiernos, o hay presidente o hay ministerio: las dos cosas a la vez casi parecen imposibles. Las juntas de ministros tienen, pues, dos aspectos diversos: o son una discusión fingida para hacer creer al presidente que él resulte lo que ya está resuelto, o son una orden terminante a cada uno, una orden cabo de escuadra, a la que no hay nada que contestar. En esas juntas muchas veces un ministro tiene el arduo trabajo de engañar a sus colegas, porque la perversidad se avergüenza de sí misma, y nunca tiene valor para presentarse a cara descubierta. Un ministro puede allí ponderar sus esfuerzos, su celo, su vigilancia por el orden público, a todo lo que se debe el haber descubierto una conspiración infame; dirá que sabe todos los detalles, que ha interceptado la correspondencia, que la revolución es inevitable; pero que él puede parar el golpe obrando con prudencia y sin dar un escándalo.
cien, usted y yo saldremos a caballo a batirlos”. No le da ya dinero, el ministros pronostica la ruina del gobierno; pasan días y meses, y la revolución no estalla… Los presidentes no pueden abrazar todos los ramos de la administración pública; prefieren algunos de ellos, y fían los demás al ministerio. Lo que miran con más predilección es la hacienda, y los contratos todos en que hay intereses que salvar. Unos gustan de la guerra, y tienen una especie de consejo en que se habla sólo de forrajes y pezuñas, de cajas y de paso redoblado, de imaginaria y de masita. En todo esto, por supuesto, el ministerio no es oído, ni consultado. Los que se dedican a la hacienda, generalmente conservan vacante esa secretaría; en todo lo que es finanzas en difícil que dos se pongan de acuerdo. Los descuentos de libranzas, las visitas de aduanas, la revisión de presupuestos, son asuntos que divagan y entretienen a los presidentes. De esto puede sacarse partido. Las grandes cuestiones se dejan al gabinete; el presidente las más veces ignora cuál es el estado del país, no tiene más informes que los que le dan sus ministros; así, pues, una revolución, una invasión de indios, un ultimátum o una amenaza de alguna de nuestras amigas de extranjis [sic], el último que lo sabe, si a saberlo llega, es el presidente de la República. Cuando una carta particular, un periódico o una visita imponen al presidente de algo muy importante, al principio duda, pero después de oír a los vuelve a su haEn México se cree todavía que honra estar cerca de los grandes personajes. ministros, bitual tranquilidad. Sólo así puede explicarse que ciertos hombres sean ayudantes, cuando Un presidente es en México un ídolo ensería mejor para ellos y para el país que se consagraran a las faenas de la vuelto en el misterio, guerra. Un ayudante tiene obligación de permanecer un día de cada seis como los dioses de los y ocho en aquel cuarto vestido de riguroso uniforme; tiene que acompañar brahmanes; ni el pueal presidente en las circunstancias más difíciles, es decir, cuando concurre a blo, ni la opinión, ni la puerta o a la clausura de las sesiones, cuando va al teatro, a los toros, nada llega hasta él. Hay cuatro hombres encara la exposición, etcétera. gados de abusar de su nombre, y cuando esto no es así, él abusa de la El presidente se alarma, porque para aterrar a un presi- bajeza de ellos. ¿No podrá encontrarse un término medio dente hay tres cosas infalibles: una conspiración, una recla- entre estos dos extremos tan vergonzosos? mación extrajera, y las amenazas del clero. Los presidentes generalmente son soldados, y, o son Los otros ministros quieren saber pormenores, uno enérgicos o déspotas, o débiles, o muy virtuosos, o astutos de ellos propone prisionero y que se haga sentir todo el o intrigantes. rigor de la ley. Pero el que lo sabe todo no puede decir El presidente enérgico debe hablar el lenguaje más soez; nada, necesita para salvar al país unos cuantos miles de sus confidentes íntimos son los jefes que fueron sargentos y los pesos; el presidente, por conservar su puesto, consiente agentes de policía. Su energía debe desplegarse contra el débil, en dar la suma de gastos secretos, firma un acuerdo y los contra la viuda y contra el meritorio, contra el subteniente; y ministros sonríen con aire de burla, mientras el descubri- contra los que algo pueden sólo prorrumpe en blasfemias. dor de conspiraciones está ufano y contento de sí mismo. El presidente virtuoso siempre sonríe, oye misa todos Repite este ardid varias veces, pero al fin el presidente, los días y es un tipo de moderación. Debe no obstante padeen un lúcido intervalo, le dice: “Pues bien, que se pronun- cer accesos de mal humor, que asusten a los que lo rodean,
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no gasta lujo para honrar todos sus sueldos, y entabla amistad con todos los que han sido sus enemigos. El presidente astuto es el que engaña al ministerio; el que lo cambia exabrupto; el que ofrece empleos para captarse amigos, y cuando lo han servido no cumple sus promesas; el que en todo parece juglar o jugador de dados. Los presidentes se dividen además en constitucionales, interinos, provisionales, etcétera, denominaciones todas que nada significan, pues tanto vale nos como otros. El presidente, por regla general, es el hombre más nulo y más estúpido que halló un partido para gobernarlo a su antojo, o un soldado modelo de insubordinación y cobardía que intenta convertir al país en cuerpo de guardia. La carrera para presidente ha sido siempre la de los pronunciamientos; un héroe de toda clase de regeneraciones, al fin tiene que llegar al poder a viva fuerza.
y a veces otras virtudes, como amor a lo ajeno, etcétera. Tales han sido y serán, hablando en general, los rasgos característicos de los presidentes de México. ¡Admiraos luego de que el gobierno nada haga en bien del país! Antes se subía por medio de una revolución y se descendía por medio de otras; el presiente pasaba a la condición de proscrito, y era después la esperanza de descontentos. Restableciendo el orden, ha cesado esta peripecia, y el presidente se procura una para-caída cómoda, un empleo con buen sueldo. En los salones presidenciales es donde son recibidos en toda forma los ministros extranjeros; un discurso en una lengua y otro en otras, y muchas cortesías es todo lo notable que presenta esta ceremonia. A las comidas que suele dar el presidente nunca son muchos los convidados, y los gastos los paga la nación. Hay un cuartito estrecho embutido en el El presidente puede, pues, por la mañana tomar el aire del jardín, se puede pasear baluarte; este cuartito el retrete que prefiepor sus habitaciones, puede recostarse sobre un sofá y hojear los periódicos buscando es ren todos los presidenimpaciente los elogios que se han mandado hacer desde la víspera, o irritarse, o mirar tes, y el blanco de los con desdés los gritos de la oposición. Pocos presidentes aman la lectura; los más de fusiles y de los cañones ellos sólo tienen tiempo para dar un vistazo a los avisos: ¿para qué es más? en tiempo de asonadas. Suele haber al lado Un hombre que gobierna a una nación entera ha de emplear su tiempo leyendo, ¡qué del presidente cuando desatino! es activo, una oficina en que se escriben todas las cartas que él dirige En los tiempos pacíficos y cuando el pueblo elige, está a sus amigos; ésta es la secretaría particular del presidente, probado que lo que conviene a un candidato es tener entra- y a pesar de ese adjetivo, quien la paga es la nación. No da a los fondos públicos para comprar electores y sostener creáis que en esa secretaría hay sólo secretos no; también es periódicos, para fabricar en fin, opinión nacional. fábrica de diputados y de desórdenes. Hay presidentes que olvidan todo lo pasado, y otros que Los bailes en la presidencia van cayendo en desuso, son quieren saciar cualquier resentimiento. Esto es facilísimo necesarios: ¿hay acaso lugar alguno en la tierra en que se recurriendo a falsas delaciones y a bajas intrigas. baile más? Atendiendo a la experiencia, parece que los requisi¡Y éste es el poder ejecutivo del país! ¡Y así se quiere tos legales para que un ciudadano pueda ser presiente, que se cumplan las leyes y que haya administración! son modales bruscos, terca obstinación, mala ortografía, Si sembráis ortiga, ¿cómo queréis recoger grano?...
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El presidente es inviolable, es decir, no puede ser juzgado por sus faltas, ni censurado por sus necesidades. ¡Bueno! Todo lo podemos murmurar, excepto el origen de nuestros males. Esto se parece a la fábula india, que supone que la Tierra es conducida en el espacio por un dragón; el dragón por una tortuga, y la tortuga… es crimen tratar de saber quién la sostiene. Hay otros detalles curiosos en la presidencia. La audiencia pública es una ceremonia cansada; generalmente los presientes se quejan de los ministros, el presidente toma informes de esto últimos, y se fía de ellos. En lo demás, sería preciso quitarle su aire distraído y olvidadizo para que hiciese caso de cuanto se le dice. El presidente puede descender hasta chancearse con sus ministros; pero con otra clase de gentes debe tener siempre un aire demasiado severo. Con los ministros extranjeros suele tener algo de amabilidad. El presidente sólo tiene que hablar en público cuando se abren y se cierran las cámaras. Lleva un discurso en la bolsa, que le ha escrito cualquier ministro. Cuando esos discursos eran puramente saludos y cortesías, bien pudiera pensarse que eran obras del americana, han disipado toda duda en este punto. En cuando a costumbres, las del presidente o son aristocráticas o de soldado, o democráticas. El que se llama a sí mismo decente sólo trata con obispos y canónigos, y con gentes que suspiran por la dominación española; el que no quiere perder su aire militar habla un lenguaje de taberna, y siempre lanza juramentos e imprecaciones; el que aspira a pasar por republicanísimo cree que la libertad consiste en tratar con facinerosos, y se empeña en salir a la calle envuelto en un sarape, o quiere ir a almorzar a un bodegón. En lo que toca a la vida privada siempre se tocan los extremos, o un ascetismo causado por los años y por la poca salud o un cinismo espantoso. No faltan memorias de aventuras galantes; pero no tienen esos escándalos el aire de las cortes de Luis XIV o de Carlos IV, sino que los presidentes pueden, cuando más, compararse a los héroes más vulgares de las novelas de Pigault-Lebrun o de Paul de Kock. No quiero seguir, porque tendría yo que ver cosas vergonzosas. He descorrido sólo parte del lienzo que cubre el cuadro. Habrá quien diga que hay algo en este artículo de personalidades, pero ¿tengo yo la culpa de que ciertos entes pasen por personas? (Texto apareció originalmente en La Ilustración Mexicana, 1855. Retomado del portal www.palacionacional.gob.mx)
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›› A CASI 27 AÑOS DE SU PARTIDA
El hombre que hizo hablar a
Juan Rulfo
o era fácil hacer hablar a Juan Rulfo. Y también resultaba difícil arrancarle palabras a Juan Carlos Onetti. Se sabe también de la alergia que siente Gabriel García Márquez cuando se le acerca un periodista, aunque este sea de su propia especie. Pues bien, Robert Saladrigas los hizo hablar, hasta por los codos. Fue a principios de los años setenta del siglo pasado, cuando acababa de fundarse el boom de la literatura latinoamericana y él, que ya era un narrador, hacía de reportero literario para la revista Destino. Muchos años después la editorial Alfabia le pidió a Robert Saladrigas que rescatara aquellas entrevistas. Editó en un libro, 21 de las conversaciones que publicó este barcelonés de 1940. Premiado muchas veces por su obra literaria, en catalán y castellano, entre la que figuran las novelas La mar no está mai sola y Memorial de Claudi M. Bruch. Crítico literario de la literatura extranjera publicada en España, Saladrigas fue director del suplemento literario de La Vanguardia. En esta conversación cuenta cómo hizo hablar a aquellos grandes mudos. Además de Rulfo, Onetti y García Márquez, aparecen otros más locuaces, como Mario Vargas Llosa, Nivaria Tejera, Jorge Luis Borges, Jorge Amado, José Donoso, Pablo Neruda, Manuel Puig, Jorge Edwards o Severo Sarduy…
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PREGUNTA. ¿Cómo consiguió que Rulfo hablara tanto? RESPUESTA. Fue una entrevista absolutamente deliciosa. Hablamos durante una larga tarde, en una de sus etapas de desintoxicación alcohólica durante la cual solo bebía café y no paraba de fumar. Hubo un instante, mientras hablaba de la muerte en México, en el que yo no supe si lo que me contaba era algo real o se lo estaba inventando. Comparaba el concepto de la muerte en México con el que tienen en Estados Unidos. Él decía que en México se celebraba la muerte y que los yanquis, cuando veían pasar un entierro por la calle, se daban la vuelta, miraban un escaparate y no querían saber nada. P. Usted se fija en las manos, en los gestos de sus entrevistados. Y al tiempo reproduce lo que le dijeron. ¿Grabó? R. No, pero me fijé mucho. Conocía bien la obra, anotaba sus características físicas y con todo eso componía el retrato. P. Pero también reproduce cómo hablaban, sus acentos respectivos… R. Cuando a uno le gusta un autor es importante fijarse en
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su acento. Soy partidario de conocer la obra de un autor y después conocer sus documentos biográficos. En esas comunicaciones íntimas hay elementos que aclaran mucho más la obra literaria de cada uno de ellos… Fue una experiencia que me enseñó mucho en aquel momento de mi vida. P. En todos esos escritores se encuentra una actitud política común, muy prorrevolucionaria… ¿Qué reflexión se hace sobre lo que significaba literariamente aquel momento político? R. Fue el momento de su literatura… Para Europa fue la llegada de los latinoamericanos. Ellos tenían algo que nosotros aprendimos a valorar porque carecíamos de ella. Tenían la selva muy a mano y las historias que contaban a nosotros nos sonaban a mágicas. Para ellos eran reales. P. Comala, por ejemplo, la geografía de Pedro Páramo… R. Cuando Rulfo me cuenta el origen de Comala me dice que aquel era su pueblo, del que se marchó, y que cuando volvió estaba deshabitado y que de aquella calle surgieron fantasmas. Me sonaba a magia. Para él era pura realidad. Descubrimos que nosotros no podríamos hacer lo mismo en Europa por más que quisiéramos… Europa no tiene leyenda, aquí impera el racionalismo, nunca impera la leyenda. Y es que no tenemos selva, tenemos bosques, que es distinto. P. Los junta un momento político, aunque hubiera actitudes distintas. Ahora sería difícil lograr un ramillete así… R. Creo que había muchas divergencias. Imagínate, entre Onetti y Borges, entre Rulfo y Puig… Muchos de ellos tenían como
R. Exacto, y hablaba desde México, estaba muy cerca de nosotros… Pero gente como Vargas Llosa, por ejemplo, no decían eso mismo en voz alta. Lo hacía gente como Rulfo, un hombre ya muy mayor que lo veía desde otra perspectiva. Y lo que dice de Chile hay que verlo desde la perspectiva de entonces; desde ahora, claro, se entendería peor. P. En su libro aparecen ya los rasgos dramáticos de Donoso, Sarduy y Puig, seres que reflejaban una angustia que no se compadecía con su espectáculo exterior. R. Muy cierto. Fíjate que, además, en el caso de Donoso hoy es casi inconcebible el éxito de un libro como El obsceno pájaro de la noche. No lo leería nadie. Y en aquel momento nos fascinaba. Pero visto en perspectiva, en efecto, el aspecto de algunos de los que has mencionado resultaba patético, alegres y tan tristes. P. ¿Cómo le fue con Pablo Neruda y con Jorge Luis Borges? R. La entrevista a Neruda la hice en París, cuando él estaba ya enfermo y se abandonó. La de Borges fue en Madrid. Se sentía atacado y quiso explicarse. Le dije que me gustaban más sus relatos que su poesía; eso le hizo gracia, y se abrió… Le pregunté si escribía mucho. Me dijo: “De vez en cuando escribo una paginita”. P. Aparece Sarduy, pero no está Cabrera Infante… R. Sarduy no tenía nada de alegre, era trágico… Y con Cabrera Infante me crucé en un Premio Biblioteca Breve, en una comida bastante multitudinaria. Nunca más nos cruzamos y lamenté mucho no haber podido entrevistarle. P. Hizo hablar a Onetti, que era tan búho… R. ¡Búho y buhonero, ja ja! Era un personaje muy de Santa María. Con Hablamos durante una larga tarde, en una de sus etapas aquella mirada de ojos saltones, se de desintoxicación alcohólica durante la cual solo bebía café y no quedaba en silencio, reflexionaba sobre una respuesta mientras te miraba. paraba de fumar. Y no sabías qué buscaba en ti. Un tipo apasionante. La expresión de su rostro era la de Buster Keaton. punto en común el exilio, la idea de que entendían mucho me- P. El más joven de los que viven es Vargas Llosa. Tenía jor a su país desde lejos. Entonces, todo lo que llegaba de Lati- 34 años. ¿Cómo lo vio entonces? noamérica nos impresionaba y seducía, nos fascinaba. Ahora lo R. Detecté en él un enorme talento literario. El gran intuitivo de que nos llega de América no nos interesa en absoluto… la literatura latinoamericana es García Márquez, él tiene instinP. Y eso es malo… to para la prosa poética, pero Mario es el gran novelista, el gran R. Hemos pasado de un extremo a otro y es muy duro… narrador de esta generación de escritores latinoamericanos. Había un interés por América y por la literatura iberoameri- P. Solo hay dos mujeres en su lista… cana. Iba unido; no podías disociar Paradiso, por ejemplo, de R. La argentina Luisa Mercedes Levinson, la madre de la Cuba. Paradiso era Cuba. Y Cuba en aquel momento repre- narradora Luisa Valenzuela. Levinson era un personaje imsentaba la revolución… Lo que decían de la democracia era presionante, autora de unos relatos realmente muy buenos. tremendo, lo que decía Rulfo, por ejemplo… No confiaban Y Nivaria Tejera, cubana, que vive afortunadamente. Una en la salida democrática de América, en absoluto, y además vanguardista desubicada por la revolución y por la propia empezaban a estar un poco decepcionados de la revolución literatura. Muy buena desde el punto de vista experimental. cubana, pese a que todavía eso no se decía en voz alta. P. Superó usted la resistencia de varios tímidos. Como P. El propio Rulfo decía que aquello no iba a terminar Gabo… como había empezado. “La Revolución cubana no es ya lo R. Eso es un mito. Fue muy fácil. Él vivía en un apartamenque fue ni lo que prometió ser. En cambio [decía, refirién- to en Sarrià, escribía El otoño del patriarca con un tablero dose a la época de Allende, era 1971], Chile está viviendo sobre dos caballetes, con su mono de mecánico. Fue una ahora la experiencia más bonita de Latinoamérica”. conversación infinita.
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Pachuca un Nacimiento
›› FOTOS: Héctor Rico
Hace tiempo que el viento entregó a la ciudad un don particular: convertirse en casa-cuna de la luz, y por lo tanto la esperanza, es decir la historia antigua de que Dios se hace niño todos los años y elige un lugar para renacer. Pachuca, la Novia del Viento, siempre ha sido un nacimiento desde el lugar que se le quiera ver. En cada luz de sus barrios colgados del cerro, vive una historia que espera ser contada, la gran y absoluta creencia de que el aire barre tristezas y atrae alegrías. Héctor Rico, fotógrafo, pero más que fotógrafo un contador absoluto de historias a través de la lente de su cámara, nos cuenta paso a paso, mano a mano, la única y absoluta verdad acerca del porqué la capital hidalguense ha sido desde su historia misma, el hogar necesario y fundamental donde Dios nace todos los años.
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Mirar, guardar en la memoria la postal navideña de Pachuca es, a partir de ahora, un deber para entender el frío, que cala, que se mete a los huesos. Porque sin la constancia de que somos casa hogar de dioses, de poco serviría aguantar tantos escalofríos, vientos que cortan la cara. Pero la realidad es que aquí, en la mera capital del paste, desde el principio de los tiempos nace un Niño Dios cada 24 de diciembre para amanecer 25. Y luego entonces, ni frío, ni aire que corte, ni nada, disminuyen el gusto y orgullo de vivir en la hermosa tierra de plata y oro.
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El mejor
oficio
del mundo
(Palabras pronunciadas por el periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura y presidente de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, ante la 52a. asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, en Los Angeles, U.S.A., octubre 7 de 1996.) una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: “Los periodistas no son artistas”. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario. Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre jun-
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tos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran. El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La sección más delicada y de gran prestigio era la editorial. El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los dieci-
nueve años -siendo el peor estudiante de derecho- empecé mi carrera como redactor de notas editoriales y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso. La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era una adicción laboral. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fuimos de sobra para seguir abriéndole paso en la vida al mejor oficio del mundo... como nosotros mismos lo llamábamos. Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de Colombia, no era ni siquiera bachiller. La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico. Ahora ya no son sólo para la prensa escrita sino para todos los medios inventados y por inventar. Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alenta-
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dor. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica. La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Algunos, conscientes de sus deficiencias, se sienten defraudados por la escuela y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les reclaman, y en especial la curiosidad por la vida. Es cierto que estas críticas valen para la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo. Pero en el caso específico del periodismo parece ser, además, que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. Es decir, las empresas se han empeñado a fondo en la competencia feroz de la modernización material y han dejado para después la formación de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional en el pasado. Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante. No es fácil entender que el esplendor tecnológico y el vértigo de las comunicaciones, que tanto deseábamos en nuestros tiempos, hayan servido para anticipar y agravar la
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agonía cotidiana de la hora del cierre. Los principiantes se quejan de que los editores les conceden tres horas para una tarea que en el momento de la verdad es imposible en menos de seis, que les ordenan material para dos columnas y a la hora de la verdad sólo les asignan media, y en el pánico del cierre nadie tiene tiempo ni humor para explicarles por qué, y menos para darles una palabra de consuelo. “Ni siquiera nos regañan”, dice un reportero novato ansioso de comunicación directa con sus jefes. Nada: el editor que antes era un papá sabio y compasivo, apenas si tiene fuerzas y tiempo para sobrevivir él mismo a las galeras de la tecnología. Creo que es la prisa y la restricción del espacio lo que ha minimizado el reportaje, que siempre tuvimos como el género estrella, pero que es también el que requiere más tiempo, más investigación, más reflexión, y un dominio certero del arte de escribir. Es en realidad la reconstitución minuciosa y verídica del hecho. Es decir: la noticia completa, tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conozca como si hubiera estado en el lugar de los hechos. Antes que se inventaran el teletipo y el télex, un operador de radio con vocación de mártir capturaba al vuelo las noticias del mundo entre silbidos siderales, y un redactor erudito las elaboraba completas con pormenores y antecedentes, como se reconstruye el esqueleto entero de un dinosaurio a partir de una vértebra. Sólo la interpretación estaba vedada, porque era un dominio sagrado del director, cuyos editoriales se presumían escritos por él, aunque no lo fueran, y casi siempre con caligrafías célebres por lo enmarañadas. Directores históricos tenían linotipistas personales para descifrarlas. Un avance importante en este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Sin embargo, los resultados no parecen ser los mejores, pues nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio. El empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. Las citas de fuentes que merecen entero crédito, de personas generalmente bien informadas o de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre, o de
observadores que todo lo saben y que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes. Pero el culpable se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente, sin preguntarse si él mismo no es un instrumento fácil de esa fuente que le transmitió la información como quiso y arreglada como más le convino. Yo creo que sí: el mal periodista piensa que su fuente es su vida misma -sobre todo si es oficial- y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente. Aun a riesgo de ser demasiado anecdótico, creo que hay otro gran culpable en este drama: la grabadora. Antes de que ésta se inventara, el oficio se hacía bien con tres recursos de trabajo que en realidad eran uno sólo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usábamos todavía para oír lo que nos decían. El manejo profesional y ético de la grabadora está por inventar. Alguien tendría que enseñarles a los colegas jóvenes que la casete no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, repite -como un loro digital- pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral. Para la radio tiene la enorme ventaja de la literalidad y la inmediatez, pero
confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que escucha, y le deje a la grabadora su verdadera categoría de testigo invaluable. De todos modos, es un consuelo suponer que muchas de las transgresiones éticas, y otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional. Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Claro que deben persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato. Pero toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón. El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde de las cinco de la tarde. Un grupo de periodistas que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se independientes estamos trallama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación tando de hacerlo para toda la Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que América Latina desde Cartasalen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen gena de Indias, con un sistedesvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un ma de talleres experimentales e itinerantes que lleva el nomafán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y bre nada modesto de Fundaen especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad ción para un Nuevo Periodisy la práctica. mo Iberoamericano. Es una experiencia piloto con periodistas nuevos para trabajar sobre una especialidad espemuchos entrevistadores no escuchan las respuestas por pen- cífica -reportaje, edición, entrevistas de radio y televisión, sar en la pregunta siguiente. y tantas otras- bajo la dirección de un veterano del oficio. La grabadora es la culpable de la magnificación viciosa En respuesta a una convocatoria pública de la Fundade la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza ción, los candidatos son propuestos por el medio en que misma, la convirtieron en el género supremo, pero también trabajan, el cual corre con los gastos del viaje, la estancia y la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la matrícula. Deben ser menores de treinta años, tener una la voz de la verdad no es tanto la del periodista que vio experiencia mínima de tres, y acreditar su aptitud y el grado como la del entrevistado que declaró. Para muchos redac- de dominio de su especialidad con muestras de las que ellos tores de periódicos la transcripción es la prueba de fuego: mismos consideren sus mejores y sus peores obras.
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La duración de cada taller depende de la disponibilidad del maestro invitado -que escasas veces puede ser de más de una semana-, y éste no pretende ilustrar a sus talleristas con dogmas teóricos y prejuicios académicos, sino foguearlos en mesa redonda con ejercicios prácticos, para tratar de transmitirles sus experiencias en la carpintería del oficio. Pues el propósito no es enseñar a ser periodistas, sino mejorar con la práctica a los que ya lo son. No se hacen exámenes ni evaluaciones finales, ni se expiden diplomas ni certificados de ninguna clase: la vida se encargará de decidir quién sirve y quién no sirve. Trescientos veinte periodistas jóvenes de once países han participado en veintisiete talleres en sólo año y medio de vida de la Fundación, conducidos por veteranos de diez nacionalidades. Los inauguró Alma Guillermoprieto con dos talleres de crónica y reportaje. Terry Anderson dirigió otro sobre información en situaciones de peligro, con la colaboración de un general de las Fuerzas Armadas que señaló muy bien los límites entre el heroísmo y el suicidio. Tomás Eloy Martínez, nuestro cómplice más fiel y encarnizado, hizo un taller de edición y más tarde otro de periodismo en tiempos de crisis. Phil Bennet hizo el suyo sobre las tendencias de la prensa en los Estados Unidos y Stephen Ferry lo hizo sobre fotografía. El magnifico Horacio Bervitsky y el acucioso Tim Golden exploraron distintas áreas del periodismo investigativo, y el español Miguel Ángel Bastenier dirigió un seminario de periodismo internacional y fascinó a sus talleristas con un análisis crítico y brillante de la prensa europea. Uno de gerentes frente a redactores tuvo resultados muy positivos, y soñamos con convocar el año entrante un intercambio masivo de experiencias en ediciones dominicales entre editores de medio mundo. Yo mismo he incurrido varias veces en la tentación de convencer a los talleristas de
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que un reportaje magistral puede ennoblecer a la prensa con los gérmenes diáfanos de la poesía. Los beneficios cosechados hasta ahora no son fáciles de evaluar desde un punto de vista pedagógico, pero consideramos como síntomas alentadores el entusiasmo creciente de los talleristas, que son ya un fermento multiplicador del inconformismo y la subversión creativa dentro de sus medios, compartido en muchos casos por sus directivas. El solo hecho de lograr que veinte periodistas de distintos países se reúnan a conversar cinco días sobre el oficio ya es un logro para ellos y para el periodismo. Pues al fin y al cabo no estamos proponiendo un nuevo modo de enseñarlo, sino tratando de inventar otra vez el viejo modo de aprenderlo. Los medios harían bien en apoyar esta operación de rescate. Ya sea en sus salas de redacción, o con escenarios construidos a propósito, como los simuladores aéreos que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres antes de que se los encuentren de verdad atravesados en la vida. Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente. (Tomado de la página de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano: http://www.fnpi.org/fileadmin/documentos/ imagenes/Maestros/Textos_de_los_maestros/elmejor.pdf)
Carátula La Carrera de don Pedro » por LUIS CORRALES VIVAR-CRAVIOTO rabajaba desde hacía dos años con Don Pedro L. Rodríguez que entonces era el Gobernador del Estado. Él se sentía muy orgulloso de su trabajo y de su patrón. Era una especie de ayudante personal y de mozo. Se la pasaba entre el Palacio de Gobierno, que estaba junto a la iglesia de La Asunción en la plaza Constitución, y la casa de Don Pedro que se localizaba en la esquina de Leandro Valle e Hidalgo. Tenía varias obligaciones fijas, entre ellas procurar que la ropa del gobernador estuviera siempre lista y limpia, así como sus mancuernillas, las corbatas, las alhajas y por supuesto limpios los botines y zapatos de lustrar. Le asistían a su vez las mucamas que lavaban la ropa, y las niñas que planchaban con esos aparatos pesados que se rellenaban de carbón ardiendo y que dejaban la ropa muy bien planchada. Cuando el Gobernador lo requería ayudaba en la oficina y por eso se enteraba de muchas cosas. De repente, cuando su patrón se iba a la ciudad de México por varios días, asunto que era frecuente y que provocaba que Don Pedro vociferara: -Voy a ver a mi compadre el Señor Presidente. Él, Justo se llamaba, se apresuraba a dejar limpia toda la ropa, el calzado y los trajes cepillados y colgados, todo en orden y como eso lo hacía en un día completo, le quedaban los restantes - el Gobernador solía quedarse en México casi una semana-, para descansar y salir un poco a la cantina de cerca en donde se reunía a farolear con sus amigos que lo consideraban como un personaje por su cercanía al poder y su trabajo en “la casa de gobierno.” Así transcurría la vida importante de Justo que de niño había sido ayudante de ademador en la mina, pero que un accidente le había impedido seguir y buscando se encontró con que un sastre lo tomó como ayudante; más tarde, en una ocasión que el sastre le medía unas camisas a Don Pedro Rodríguez, -porque los trajes se los hacía en México, “con el mismo sastre que les corta a los de la casa presidencial,” le comentó que necesitaba un mocito de buena conducta y de confianza, con lo que el sastre recomendó a Justito y acabó trabajando para el mero mero como ya dijimos. Un día que estaba Don Pedro tan tranquilo, le corrieron a avisar -como suena en el charrasqueado-Señor Gobernador, los revolucionarios están subiendo, vienen de Tulancingo, ¡es ese tal Gabriel Hernández que apenas es un mocoso! -¡Qué barbaridad, háblenle al jefe de la policía, de inmediato!
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-Nos informaron que el jefe de la policía así como el comandante de la tropa salieron para la ciudad de México a informar y a pedir apoyo. -¡Y por qué no me avisaron! ¡Malditos! Sabía que eso iba a hacer un día el tal Adolfo Garza. Nunca le tuve confianza. Justo que estaba ahí de metiche, vio como se demudaba el rostro del Ejecutivo, que en ese momento no daba señales de serlo. Escuchó de pronto: -Justo, prepárame la maleta, salgo de inmediato para México, ya después veremos. -¿Muda para cuántos días señor? -Ojalá supiera, como están las cosas se me hace que después mando por toda mi ropa, no me voy a quedar a ver como destruyen la ciudad estos botarates. ¿Cuántos son los que se vienen encima? -Dicen que muchos señor, hacen mucho ruido. -Vámonos, dijo el Gober, pero primero pasamos a casa de mi compadre Maquivar a ver él qué va a hacer. Justo sintió un gran desánimo, su patrón a quien admiraba a fuerza de verlo mandar y disponer, se acobardaba y en vez de afrontar la situación decidía correr a México. Recordó que siempre que había un problema mayor, corría a México. Se percató entonces de que realmente nunca se había sentido a gusto en Pachuca y que ya le andaba por irse. Maquivar era un ferretero adinerado de origen español que recibió en su casa al Gobernador con algunos ayudantes y con Justo. El resto de la familia de Don Pedro había ya salido para la capital. -Compadre, ¿cómo ve la situación? -Del carajo Señor Gobernador, ahora estamos sin vigilancia y sin autoridades, ¿a poco usted también se va? -A qué me quedo compadre, dicen que vienen haciendo barbaridad y media y no creo conveniente exponer mi vida en manos de los plebes de la disque revolución. Dijo Maquivar: -Pues no nos queda otra que formar un grupo de gente decente, que nos armemos y patrullemos la ciudad en espera de estos soquetes. Al día siguiente Justo se emborrachaba en la cantina. El Gobernador se fue y lo dejó al cargo de su ajuar y ropa mientras mandaba por ella. -Chín, cuándo iba yo a pensar que Don Pedro le sacateara tan gacho y le corriera sin encabezar la defensa. Le faltaron tompiates ¡Chín! -Salud Pancho, por lo que terminó y por lo que viene, a ver cómo nos va con estos nuevos. Días después todo había acabado: nuevo gobernador, nuevo régimen y Justo en la cantina. -Siquiera me quedé con unos fierros para irla pasando mientras, ¡a ver qué putas madre pasa!
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Aquí no hay perfección El fin del mundo para Nietzsche y Anaximandro » por JULIA CASTILLO o la vi venir. Esta niña es hábil, escurridiza; de manos escuálidas pero toscas. Me pescó atrás del apio de su abuela y me cargó por las orejas, como casi todos los humanos hacen. Alguien le dijo que no me tratara así. “Más suave, Sara”, le recomendaron. Aproveché la confusión de la niña y me aflojé de su antebrazo. Pero no sabía que me esperaba el pavimento. Me dolió, me alenté. La niña estaba feliz que estuviera tan manso. Un golpe así lastimó a Anaximandro, mi compañero. A él también lo trajeron a esta casa en la que nunca han tenido animales como nosotros. Antes de que me echaran en una caja de cartón, un vecino de corral me contó que a Anaximandro lo calló una gran y dolorosa caída. Desde ahí se comunica con monosílabos. Hemos devorado ya su apio y creo que comeremos todo lo que esté a ras del pasto. Nos trajeron alfalfa pero ojalá entiendan que nos gusta comer casi todo el tiempo. Me ha presionado Anaximandro para que lo mire a los ojos. Desde que Sara desapareció del jardín, ha tratado de comunicarme algo. Pero estaba muy excitado golpeando velozmente el pasto con su pata; no pude entenderle. Me desesperé tratando de completar en oraciones sus palabras clave. Sólo atinó a comunicarme que escuchó una plática cuando yo estaba con Sara; él huyó de las manos de la niña y saltó hasta la entrada del jardín. Y ahora que Sara vuelve, desaparece también, pero alcancé a verle a los ojos para pedirle que se serenara, “ahora vuelvo”. La niña me llevó en la capucha de su sudadera al otro jardín del hogar para mostrarme con sus amigas. “Éste sí se deja agarrar”, me presentó con otras chicas. Decidí no oponerme a su trato. -¡Qué conejo tan peludo!- Ha dicho otra niña. -Soy Oryctolagus Cuniculus Nietzsche, ¿quién eres tú? –Me presenté. Pero no me vio a los ojos la cachorra. Cuando se cansaron de alagarme, Sara me regresó al patio trasero. Hablé entonces con Anaximandro y, luego de
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treinta minutos entendí que nos cocinarían para la cena de Nochebuena. Alegué, para tranquilidad de los dos, que la niña no lo permitiría. Anaximandro me dijo, con dificultad, que regresaremos al principio de todas las cosas. Yo le respondí que no es el fin del mundo, sino el fin de la vida de dos conejos. Pero su mirada se exaltó. Afortunadamente nos interrumpió un hombre casi adulto y ya no tuve qué interpretarlo más. Quedé sorprendido porque el hombre pareció entenderme, incluso con su lentitud conversacional. Se acostó en el pastó y me miró a los ojos. Al mismo tiempo vino Sara por Anaximandro, a quien le pedí que fuera dócil si se trataba de ella, “es nuestro pase a la continuidad de la vida”. -Soy Oryctolagus Cuniculus Nietzsche. -Soy J –se presentó el joven. Sus ojos y los míos no pararon de decirse durante un buen rato. Penetrante, se fijó primero en el color de mis ojos. Después habló de combinaciones con mi pelaje. Supe entonces que había consumido Cannavis Sativa. Me pidió luego una opinión sobre la represión de las pasiones, pero no contesté lo que quería escuchar. J pretendía que estuviera de acuerdo con los excesos como parte del desapego a la vida. También me comunicó que ya tiene una fecha para su funeral. Cuando regresó Anaximandro entendí porqué lo había dicho. Mi compañero escuchó a la abuela de Sara decirle algo al abuelo sobre el fin del mundo. “Tenías razón, Anaximandro. No sólo desaparecerán dos conejos, ¡el mundo termina! Regresaremos al principio de todas las cosas”. Pero la profecía se cumplió sólo para Anaximandro, su vida terminó el 23 de diciembre. La abuela le dio una muerte violenta aunque veloz. Lo cargó de las patas traseras y le acarició el lomo para que contrajera la cabeza. Después todo fue sangre y cuando paró, lo dejaron marinar en vino y hierbas del jardín, hierbas que yo sigo comiendo. Ha sido una pena para Sara. Ella logró salvarme con dulces berrinches. J vino a mirarme. Me dijo que lo siente mucho, y que “ya casi le toca el turno al resto de la humanidad”. Le he dicho que no se confunda, que no hay finales así, y que no estoy mal. Mira J, le expliqué, el veneno que mata al débil es un reconstituyente para el fuerte.
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GABO Periodista (Luego de 1.095 días de trabajo para seleccionar y comentar los textos del escritor colombiano que se inició como reportero, finalmente fue presentada la obra de 512 páginas, elaborada por la Fundación Nuevo Periodismo y editada por el Consejo para la Cultura y las Artes de México. "Gabo periodista" fue lanzado con en una edición de 10.000 ejemplares para México y 5.000 para Colombia, y en breve será lanzado en otras naciones de habla hispana.) n costeño que tenía cierta aureola literaria y que llegó con la intención de meterle literatura al periodismo. Esa es la imagen que José Salgar guarda en su memoria de la bocanada de irreverencia y aire fresco que significó el arribo, en 1953, a El Espectador del joven reportero Gabriel García Márquez. El veterano periodista, ahora de 91 años, se desempeñaba entonces como Jefe de Redacción del matutino bogotano. Y bajo su implacable lápiz rojo pasaron los textos del hijo del telegrafista, que 29 años y meses después, en 1982, recibió el Premio Nobel de Literatura. Salgar fue, a lo largo de 18 meses, el maestro de quien considera de lejos su mejor discípulo y que luego se volvió uno de sus amigos más entrañables. Esa cuasi hermandad se refleja en el libro ‘Vivir para Contarla’, en cuyas páginas Gabo menciona 21 veces a su ex jefe. “Vino decidido a ser periodista de profesión y dejar la literatura porque con ésta no había ganado un solo centavo. Por primera vez ganaba un sueldo fijo, de alrededor de 900 pesos al mes”. El autor de la columna ‘El hombre de la calle’, que El Espectador publica los domingos, vuelve de nuevo a sus reminiscencias, para enfocarse en una de las páginas más enriquecedoras de su alumno en el oficio periodístico. Lo hace en un testimonio que da a este Diario en Bogotá y en el cual rinde también homenaje al escritor que ha regalado al mundo obras cimeras como ‘Cien años de soledad’, ‘Crónica de una muerte anunciada’, ‘El coronel no tiene quien le escriba’, ‘La increíble y historia de la cándida Eréndira y su desalmada abuela’, etc. Como maestro del creador del ‘realismo mágico’ y del universo macondiano, Salgar no podía faltar en ‘Gabo, perio-
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dista’, un libro de 512 páginas que fue presentado en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en México. Una ceremonia similar se realizará en Bogotá, el 10 de diciembre. La edición mexicana, con 10 000 ejemplares, se publica en coedición con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Fondo de Cultura Económica y la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). La colombiana, con 5 000 ejemplares, sale con el patrocinio de la organización Ardila Lülle. Su artículo precisamente se enfoca en los detalles de ‘Relato de un náufrago’, una serie de reportajes que García Márquez escribió en 1955 para El Espectador, acerca de las peripecias que el marino Luis Alejandro Velasco debió afrontar a lo largo de 10 días en el mar Caribe, sin comida ni agua. Un episodio gris que el genio del oriundo del remoto pueblo de Aracataca, en el Caribe colombiano, transformó en una historia impactante. ‘Gabo, periodista’ es sobre todo una antología de las crónicas del reportero que ha vuelto borrosa la línea divisoria entre el periodismo y la literatura, según resumiera el escritor y ex vicepresidente nicaragüense Sergio Ramírez, durante la presentación del libro en la FIL, el pasado martes 27. El volumen es también un homenaje al Nobel que, en 1976 en una entrevista con Radio Habana, dejó en claro cuál es su pasión. “Mi primera y única vocación es el periodismo. Nunca empecé siendo periodista por casualidad -como muchas gentes- o por necesidad, o por azar, empecé siendo periodista porque lo que quería ser es periodista”. Una vocación y una pasión que, al igual que Salgar, Ramírez redescubre en un texto que se centra en un episodio de la turbulenta historia de Nicaragua. “Escogí una crónica de Gabo donde relata la toma del Palacio de Gobierno de Managua. Yo cuento cómo Gabo consiguió hacer este reportaje magistral, donde entra a la realidad a través de estas crónicas”. Quizá los capítulos más destacados sean los del estadounidense Jon Lee Anderson y del argentino Martín Caparrós. En ‘Mamando gallo en Ginebra: Gabo y los Cuatro Grandes’, el primero desempolva las experiencias del futuro Nobel como corresponsal en Ginebra, en plena Guerra Fría (ver el recuadro con un fragmento que publicó el diario mexicano Milenio). El segundo opta por el sugestivo ‘Seamos machos: hablemos del miedo a volar’. La periodista colombiana María Teresa Ronderos, en cambio, seleccionó para el libro los “textos costeños” del creador de Macondo. Son escritos que se refieren a la época en que García Márquez colaboró con los diarios El Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla, antes de dar el salto a El Espectador. La docente de la FNPI, en particular, destaca de Gabo “la apreciación por los detalles, la observación del paisaje y del entorno. Y también la calidad narrativa, que ya se advertía desde muy joven, en sus inicios en el periodismo…”. Con el volumen, la FNPI apunta a retratar valores fundamentales, conforme dijo Jaime Abello, el director general de la Fundación creada por el
laureado literato. “Temas esenciales para el periodismo, como el contar historias, como los valores éticos, etc., y que creemos que Gabo todo el tiempo los ha encarnado muy bien”. Justamente, en la dedicatoria aparece un mensaje que resume bien el talante y el homenaje al maestro y figura cimera del ‘boom’ latinoamericano: “Querido Gabo, todo ha sucedido por ti, por tu pasión e imaginación. Te dedicamos este libro y nuestro trabajo de los años venideros con un agradecimiento infinito”. Y si no bastara con las lecciones de periodismo que en el libro da el escritor, la obra incluye un componente inesperado. Se trata de una de las escasas entrevistas que ha concedido su mujer y musa, Mercedes Barcha. (Publicado en el Diario EL COMERCIO: http://www. elcomercio.com/cultura/Gabo-periodista-manual-buenperiodismo_0_820118109.html.) *** (Fragmento del capítulo “Mamando gallo en Ginebra: Gabo y ‘los Cuatro Grandes’”, de Jon Lee Anderson, del libro Gabo periodista (Conaculta, FNPI, FCE, 2012), editado por Héctor Feliciano y seleccionado y comentado por Juan Villoro, Álex Grijelmo y Martín Caparrós, entre otros.) En julio de 1955, a los veintiocho años de edad, Gabo viajó por primera vez en avión intercontinental. Un Super Constellation, diseñado por Howard Hughes, lo llevó de Colombia, cruzando el océano Atlántico, con escala en Bermudas y Lisboa, hasta Ginebra. Lo enviaban a Europa como corresponsal de El Espectador. Su primera tarea sería cubrir la reunión cumbre de jefes de Estado de los Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y Francia, a quienes, en aquellos días previos a la crisis de Suez, se les conocía como los Cuatro Grandes. Los envíos trasmitidos por García Márquez desde Suiza —entonces, como hoy, un país neutral inquietantemente sereno—, son un recuerdo agridulce de un momento casi olvidado de los tiempos modernos, en el que el destino del hombre yacía suspendido entre la esperanza de una paz mundial y la perspectiva de un apocalipsis nuclear, un tiempo, en nuestra memoria colectiva, que se recuerda extrañamente como uno de sencillez e inocencia infantiles… El talento de escritor de Gabo le permitió obtener lo más que pudo dentro del ámbito de una fastidiosa tarea en Ginebra, donde no era más que uno entre muchos cientos de reporteros de todo el mundo enviados a cubrir un acontecimiento que se les impedía observar. Sin embargo, sin dejarse inmutar por las circunstancias, y sabiendo que lo mejor que sabía era contar historias, se dedicó a buscar algún buen cuento que narrar, con el ferviente interés de un crítico de teatro que anda suelto merodeando tras bastidores durante los preparativos para la función principal, y comenzó a relatar lo que observaba, en un tono menor de drama y de complicidad y un sentido del absurdo altamente desarrollado… La primera primicia de Gabo en Ginebra trata sobre el divertidísimo recuento de una excursión del presidente Eis-
enhower a una juguetería, La Cochinelle, a comprar regalos para sus nietos. Obviamente, Gabo se divirtió escribiendo “Mi amable cliente Ike”, y compensó su falta de meticulosidad con los hechos involucrando a sus lectores en una presentación paso por paso del paseo del Presidente estadunidense: “... imagínese que el hotel del Rhône, donde se hospeda la delegación de los Estados Unidos, está situado en la gobernación de Cundinamarca. […]. De acuerdo con esto, frente al hotel del Rhône pasaría la calle quince. Imagínese usted que la avenida Jiménez de Quesada no ha sido construida y que por allí pasa todavía el río San Francisco. Por donde en Bogotá pasaba el río San Francisco pasa aquí en Ginebra el río Rhône. […]. El largo boulevard de cemento que separa la avenida Jiménez de la calle quince, en Bogotá, también existe en Ginebra. Y aquí también se forman colas, solo que no son colas de pasajeros para los buses, sino de silenciosos y pacientes pescadores aficionados…”. Así, con guiños a sus lectores —“¿Estamos?”—, Gabo los guía a través de la ciudad hasta La Cochinelle, adornada con un rótulo de una cochinilla roja y las palabras “Jouets, voitures d’enfants”. Fue aquí, les cuenta, “… donde el señor Eisenhower compró esta tarde una muñeca y un aeroplano de juguete para sus nietos. Uno de esos niños lo vio usted hace dos meses en El Espectador, levantándose la manga de la camisa para que le aplicaran la vacuna Salk”. En la mismísima puerta de La Cochinelle, Gabo se detiene y sonsaca todavía un poco más su relato explicando que se había topado de pura suerte con su primicia. Se le habían acabado los francos suizos y regresó a su hotel para buscar dólares, acababa de entrar al Banque Populaire Suisse, para cambiar dinero, y se encontraba en la calle contándolo, cuando escuchó sirenas. Vio camiones de bomberos y comenzó a correr, pensando que podía ser que el Hotel del Rhône estuviera en llamas “con toda la delegación norteamericana dentro”. En cambio, se encontró con una excitada muchedumbre concentrada afuera de La Cochinelle. Los camiones de bomberos no eran más que una pista falsa, ya que solo estaban pasando. Y allí Gabo descubrió que dentro de la tienda el Presidente de los Estados Unidos se encontraba comprando regalos para sus nietos. En minutos, la tienda estaba atiborrada con —según Gabo— treinta y dos fotógrafos que intentaban tomar una foto de ‘Ike’, a pesar de que “dentro de La Cochinelle es imposible que puedan moverse cinco personas al mismo tiempo”. Después, en testimonio “exclusivo” para El Espectador, el propietario, Albert Barbier, exclamó que Eisenhower era “extremadamente sencillo y amable” y que, a fin de cuentas, había sido el “día más agitado” de su vida. Gabo concluye con el espectáculo de la desamparada mujer de Barbier. “Junto a la puerta, pensativa, estaba su esposa mirando sombríamente las banderas del hotel del Rhône. Tenía razón para estar triste: cuando trató de regresar a su almacén se lo impidió la multitud. Y no vio al Presidente”.
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Cocina hidalguense Si corre o vuela, va directo a la cazuela
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a gastronomía mexicana sin duda alguna es una de las más ricas que podemos encontrar en el mundo. Hidalgo tiene una gastronomía muy amplia en muchos aspectos: en sabores, texturas, colores, etcétera. Hay platillos elaborados con exóticos ingredientes que rebasan nuestra imaginación: con plantas, insectos, animales, e ingredientes que en muchos otros lados desecharían. Recetas llenas de sabores ancestrales, tradicionales, en donde el pueblo aprovecha todo lo que se encuentra en su tierra y le saca un gran partido. La herencia otomí se ve reflejada en sus deliciosos platillos, en el uso de insectos como los chinicuiles, escamoles, los chacas, las chicharras, entre otros. La barbacoa es el máximo representante de nuestra gastronomía, qué decir de la encarnación de la Diosa Mayahuel, como ancestralmente consideraban al maguey, del cual emanaba su sangre y se consideraba un regalo de los dioses. El maguey es sumamente aprovechado por nosotros, la delgada y curiosa capa de las pencas para elaborar mixiotes, al interior del maguey los sustanciosos chinicuiles y gusanos de maguey. El Caviar mexicano, los escamoles, que con tal delicado sabor e intensa labor para obtenerlos los han posicionado en un platillo de alto costo pero valorado como un buen producto digno de degustación. Los caldos, los moles, adobos, incluso los mixiotes, son el resultado de una exquisita combinación de chiles que distinguen y resaltan el arte culinario hidalguense del resto del país. No podemos dejar atrás los pastes con rellenos infinitos, alimento de los mineros que se han popularizado brutalmente. La Huasteca cuenta con deliciosa comida, el zacahuil que es un tamal con un mínimo de gramaje de 30 kilos de
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maíz quebrado con manteca de cerdo, chile seco, con relleno de carne de res, cerdo, pollo y guajolote, cocinado en la hoja de plátano, haciendo de este platillo único completo y una explosión de aromas; los bocoles, la cecina, el pan, todos deliciosos, con su aroma único, como comida de dioses. El aprovechamiento de los productos es máximo, ya que se utiliza todo, como flores de cactáceas, y con ello hablamos del gualumbo, izote, maguey, mezquites, garambullo, yunas y xoconoslte. La preparación de los tlacuaches es muy concurrida en nuestro estado, así como el conejo y las ardillas. Sin dejar atrás los dulces típicos de la región: muéganos, pepitorias, palanquetas, dulces de leche, almibares o mermeladas de tuna y xoconostle y nueces garapiñadas, recordando a la región productora de estas que es San Agustín Metzquititlan Y quién no ha degustado el famoso Carnaval o Carnavalito de Huichapan, bebida elaborada con jugo de naranja y tequila, aromatizado con canela; el aguardiente de caña, licores de capulín, membrillo, manzana, o el famoso Acachul de Acaxochitlán. En la actualidad se realizan ferias y muestras gastronómicas con el fin de impulsar la productividad y la cultura culinaria, como es el caso de Santiago de Anaya. Así es la gastronomía hidalguense, sabrosa, variada y única. Sin embargo, como parte de la evolución, los platillos se van modificando claramente pero sin perder su esencia. La modernidad nos invade y con ello la llegada de restaurantes vanguardistas, con alimentos meramente mexicanos con toques y técnicas francesas, aunque claro está que hay muchos que se aferran a rescatar los orígenes prehispánico, para mostrar nuestra cocina al mundo.
Vinos El vino, como las personas, único » por JORGE VALERIO ÁVILA GÓMEZ
Chef y Sommelier
l vino, bebida amada por unos y desconocida para otro. Descubrimiento del ser humano, es y seguirá siendo únicamente llamada así a la bebida procedente de la fermentación alcohólica parcial o total del jugo fresco de la uva. Menciono esto, ya que muchas veces cometemos el error de llamar “vino” a toda bebida alcohólica. Y bien, para que esto vaya quedando claro, las bebidas se clasifican en no alcohólicas y alcohólicas, dentro de las segundas se dividen en destiladas entre las que se encuentra el tequila, mezcal, ron, brandy, whisky, vodka etc. Y en las fermentadas: el pulque, cerveza, sidra y el vino, que es a quien va dedicado esta nota, este gusto y gran pasión que nos hace sentir. Sin duda es mi bebida alcohólica favorita. Muchas personas creerán que estoy loco, pero en verdad, disfruto cada color, aroma, sabor, sensación y experiencia que me provoca a cada trago. Comparo los vinos con las personas: siento y creo que son muy parecidos, porque encontramos diferentes personalidades, estilos, gustos, colores, aromas, lugares de origen, evolución, forma en que madura y esa gran sorpresa que te dan cuando tienes el gusto de conocerlos. Por eso insisto que son muy peculiares. En casa, con mi familia, no estaba presente el consumo de vino, creo las únicas ocasiones que había vino era cuando mis papás recibían su arcón de navidad, por eso no ha sido nada fácil tomarle tanto aprecio. Siempre me llamó la atención desde cómo se sostenía la copa para tomar el vino, y fue hasta que cursé la materia de vinos en la escuela, donde atrajo más mi atención. Doy gracias al chef Alan López, quien era el que impartía esa
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asignatura con tanto interés, y posteriormente, casi al término de mis estudios en gastronomía, decidí estudiar la formación de Sommelier, que es la persona encargada de catar los vinos y hacer recomendaciones acerca de su consumo. Conforme pasa el tiempo sigo adentrándome a este mundo, catando y degustando vinos desde el viejo al nuevo mundo. En especial, seguir conociendo, valorando y apoyando el vino mexicano, que sin lugar a dudas es mi país favorito en la elaboración y producción de vino. Sé que no es el máximo exponente, es más, de hecho, es muy poco reconocido en estos rubros y por tal motivo me he puesto como tarea, en primer lugar, dar a conocer el consumo de vino, después, promocionar el consumo en México y que el que se elabora en el país no tiene que ser menospreciado por otros. Debemos empezar por apreciar lo que tenemos, aunque respeto el gusto que tengan hacia vinos de algún otro país. México cuenta con más de 60 bodegas vinícolas, casi 400 diferentes etiquetas de vino, así que tenemos mucho que probar. Tenemos una excelente, maravillosa y basta gastronomía con la cual podemos acompañar nuestros vinos: desde una langosta de Ensenada con un vino blanco muy floral, unos tacos al pastor con un blanco de buena acidez, hasta una barbacoa de carnero con un vino tinto de crianza. Poco a poco iremos adentrándonos a este maravilloso mundo del vino, hablando de estilos, países productores, regiones, maridajes, servicio y muchas cosas más que deseo sean de su agrado. Que se sientan atrapados y seducidos por degustar vino. Dudas y sugerencias: va.vinoycomida@hotmail.com
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Bares y cantinas Cantinas de Pachuca y otros lares » Las Águilas: llegó a expedir credenciales de identificación, válidas en todas partes » La Veta de Santa Ana: tuvo el único mural hecho con pelo humano
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Las Cantinas eran los bancos de los barrios: ahí se prestaba dinero, se empeñaban objetos de valor o se cambiaban giros telegráficos y postales, incluso se dejaba dinero guardado a manera de ahorro o se organizaban tandas, pero habría que considerar que en algunos casos el capital era la mercancía, o sea alcohol.
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alabra empleada para indicar ciertos establecimientos. Tiene una etimología deriva del italiano que significa "cava de vino", “bodega”, o “bóveda”, y ésta a su vez proviene del latín “canto”. Las cantinas forman parte de nuestra historia. Desde lejanos tiempos han sido consideradas lugares de “libertinaje”. Los mineros, antes de llegar a casa, al terminar su día laboral, pasaban a ellas. Aunque antes eran más utilizadas o conocidas las pulcatas, y visitadas fundamentalmente por las clases sociales bajas (de ahí el mote de “escenarios de muerte”), hoy en día han cambiado tanto que incluso ya existen las cantinas para “gente bonita”. Cantinas hay muchas, pero de las auténticas sólo las hay en los barrios altos de nuestra ciudad capital. Muchas personas tienen el triste prejuicio de llamarles lugares de mala muerte, suponiendo que en ella se reúnen los malos elementos de la sociedad, pero si pusiéramos atención en la importancia de las cantinas, encontraríamos interesantes aspectos culturales y una funcionalidad inimaginable. Como es de suponerse, en la cantina se acude a consumir bebidas alcohólicas, y no podemos olvidar que el alcoholismo es una de las más dolorosas patologías médicas y sociales, este factor situó a las cantinas como un punto de reunión en razón del gusto por beber la gran variedad de bebidas y la habilidad del cantinero para prepararlas. Algunas de las autenticidades de estos lugares lamentablemente se han ido perdiendo. Habría que recorrer estos pintorescos lugares para ir notando qué hábitos han cambiado por el simple paso del tiempo o por el desuso.
Las cantinas son lugares para comer, sin tratar de compararlas con los ladinos bares cosmopolitas. Acompañar la bebida con algo de comer, es un privilegio que en ningún otro país del mundo, salvo España con las famosas tapas, se goza. En nuestras cantinas se acostumbra servir botana que puede ser desde los antojitos mexicanos hasta algo que podría ser una comida completa. Hubo un tiempo en que las cantinas proporcionaban el servicio para dejar recados y entregarlos; si alguna persona deseaba dejarle algún mensaje a algún asiduo parroquiano de la cantina, el cantinero entregaba el mensaje a su destinatario. Este hábito aumentó cuando empezaron a instalarse líneas telefónicas en la ciudad, ya que los comercios eran los primeros en contar con un aparato telefónico. Las Cantinas eran los bancos de los barrios: ahí se prestaba dinero, se empeñaban objetos de valor o se cambiaban giros telegráficos y postales, incluso se dejaba dinero guardado a manera de ahorro o se organizaban tandas, pero habría que considerar que en algunos casos el capital era la mercancía, o sea alcohol. En los días de paga, las amas de casa iban a buscar al marido a la cantina o enviaban a alguno de los hijos para solicitar el dinero del gasto, antes de que el marido terminara con la paga bebiéndosela. Un hombre con dinero y después de haber trabajado, era lógico que únicamente podría ser localizado en un solo lugar. Las cantinas eran instituciones reconocidas y de confianza en los barrios. Se llegaron a dar casos en que los propietarios de las cantinas, por la confianza que les tenían a sus clientes, emitían cartas de recomendación, lo que quizá era una razón lógica de que todo propietario de una cantina desearía que sus clientes gozaran de un empleo que les permitiera venir a su cantina a gastar su sueldo. De la cantina Las Águilas, se sabe que llegó a emitir credenciales a partir de que un día una señora estaba necesitada de poseer un documento de identificación para poder cobrar el dinero que su marido le enviaba, y el único lugar donde la conocían y la avalaban era justamente en ese lugar. Era una costumbre que las cantinas fueran adornadas con murales en las paredes, hechos por muralistas líricos que dejaban su inspiración en pinturas, que convertían el lugar en toda una galería de arte sui géneris. Es el caso de La Veta de Santa Ana, en donde un día dos pintores dibujaron un gorila, y los parroquianos se cortaron el pelo especialmente para pegarlo en el dibujo y dejar en la pared un gorila con cabello humano. Pero nada sería posible sin la participación y entusiasmo del cantinero, hombre de confianza, consejero sentimental,
En los días de paga, las amas de casa iban a buscar al marido a la cantina o enviaban a alguno de los hijos para solicitar el dinero del gasto, antes de que el marido terminara con la paga bebiéndosela. Un hombre con dinero y después de haber trabajado, era lógico que únicamente podría ser localizado en un solo lugar. sutil conocedor del carácter y el gusto de sus clientes, conciliador de los pleitos y animador de los mejores momentos. Es el cantinero quien sabe atender a sus clientes en la desventura de la resaca o cruda como un buen médico o curandero. Primero pregunta los síntomas, le cuestiona al cliente qué es lo que bebió y procede a preparar algún brebaje que le pueda cambiar la dolorosa situación al paciente. Una vez probada la “medicina”, vuelve a preguntar su sentir, sobre si el remedio ha funcionado o si continúa con otro tratamiento.
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App del mes El nuevo Nokia Lumia 920 El Nokia Lumia 920 es el nuevo smartphone insignia de Nokia, corriendo Windows Phone 8. El Lumia 920 posee una pantalla LCD IPS HD de 4.5 pulgadas que Nokia denomina PureMotion HD+, una cámara Carl Zeiss de 8.7 megapixels con flash LED con tecnología PureView, procesador Snapdragon S4 dual-core a 1.5GHz, 1GB de RAM, 32GB de almacenamiento interno, NFC, y conectividad 4G LTE. Una de sus características peculiares es que es posible cargarlo via NFC, sin cables solo necesita de un dock especial.
Samsung Galaxy S3, el más vendido La batalla entre Samsung y Apple es bien conocida en el mundo de la tecnología, estos dos gigantes están envueltos en una polémica que no tiene pinta de acabar pronto en la que se acusan mutuamente por violación de patentes. Ambas marcas ostentan puestos privilegiado en cuanto a ventas de smartphones en todo el mundo aunque Samsung ya goza del título de mayor fabricante de telefonía del mundo porque ofrece un catálogo mucho más variado. A pesar del claro dominio de Samsung a nivel global, cuando se trata de comparar las ventas de sus respectivos buque insignia Apple suele vender más iPhone. Samsung ha logrado vender la sorprende cantidad de 18 .millones de Galaxy S3, 1.8 mas que el iPhone 4s.
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Wii U, la nueva consola de Nintendo Nintendo quiere regresar a las grandes ligas después de recibir un rezago con Sony y Microsoft, por lo que su consola de siguiente generación, la Wii U, está próxima a lanzarse. Mucho se ha dicho de qué tanto ayudarán las ventas de dicha consola a Nintendo y al parecer, la empresa nipona se está arriesgando en grande, ya que no estará recibiendo ni un centavo por cada consola vendida, dejando aún lado todo rumor que mencionaba ganancias desde el primer día de ventas. Sin duda como sabemos Nintendo hace esta consola pensada en los niños y la familia dejando de lado grande tarjetas de video, pero agregando un control bastante peculiar. Wii U GamePad, es un tipo de tableta, en la cual es posible recrear de manera instantánea en su pantalla la imagen que se muestra en el televisor, permitiendo de esta manera autonomizar el mando para que no dependa del televisor conectado a la consola. Y poder llevar así el juego contigo a todos lados. Por otra parte Nintendo ha recibido quejas por el precio que será presentado en México los cuales son para la versión básica de $5,999 y la versión de lujo en $7299 pesos mexicanos.
Microsoft Surface entra a la batalla
iPad Mini sale a la venta
App de la semana: Angry Birds, Star Wars App de Semana: Rovio vuelve al ataque con otra entrega del juego locura, Angry Birds ahora con un homenaje a la gran película de George Lucas, Star Wars sin duda un juego que recomendamos y que no debe faltar en tu móvil o computador.
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Apple dijo que había vendido tres millones de iPad en los tres días transcurridos desde que el viernes sacó a la venta el nuevo iPad mini y el iPad de cuarta generación Estas cifras duplican las ventas de 1.5 millones que alcanzaron en su primer fin de semana los modelos sólo con Wi-Fi del iPad de tercera generación lanzados en marzo, dijo Apple el lunes. El iPad mini de 7.9 pulgadas marca la primera incursión de la compañía en el segmento de tabletas más pequeñas y es el primer gran dispositivo lanzado por la empresa desde la muerte del cofundador de Apple, Steve Jobs, el año pasado. Con un grosor de sólo 7,2 mm; un procesador de doble núcleo A5 y hasta 10 horas de autonomía, entre otras cualidades.
Después de tantos rumores, Microsoft por fin hizo oficial el lanzamiento de su tableta, mejor llamada Microsoft Surface, el primer dispositivo de este tipo que traería incluido el SO Windows 8. Uno de sus principales atractivos es que viene con un teclado magnético el cual puede ser quitado y puesto de forma fácil. Este producto es el primero que realiza Microsoft en el que ellos hacen tanto el software y el hardware. Como comentaba, ambas incluyen tanto el teclado funda como el stylus, con capacidades que están en los 32 y 64GB para elmodelo RTylos64ylos128enel modelo Pro. El lector de tarjetas es SD en el primer caso y SDXC en el segundo. La versión pro también incluye salida de vídeo.
Apple acaba de perder una demanda contra la empresa mexicana iFone, después de que este fue demandada por la similitud del nombre del teléfono delos de Cupertino. La compañía mexicana asegura que opera desde 2003 con el nombre de Ifone, como una fusión de las palabras “Internet” y “Teléfono” para comercializar sistemas y servicios de comunicación.
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Bar Mirador
El hacedor de ideas » por CRISTÓBAL ROJAS n toda vida siempre hay quien influye en la gente. Para quien esto escribe, lo fue mi abuelo. Un campesino de toda la vida. En el México posrevolucionario, mediados de 30, al joven Gregorio, quien ya casado, alguien le dijo que el Presidente Cárdenas repartía tierras ociosas en el estado de Morelos a campesinos que se comprometieran a trabajarlas, el abuelo, uno de sus hermanos y algunos vecinos que eran peones en el estado de México, acudieron al reparto convirtiéndose en fundadores de un pequeño pueblo: San Andrés, Morelos. Debido al impresionante analfabetismo, a la carencia de escuelas, el abuelo aprendió a leer y escribir autodidactamente. Se convirtió en “escribano” del pueblo, él hacía las cartas (gratuitamente) que enviaban sus vecinos a familiares, ya en Estados Unidos, ya en otro estado de la República. El abuelo se convirtió en el hombre más respetado del pueblo. Todo aquel que pasaba por su casa (la primera del pueblo, entrando carretera) saludaba ceremonioso al que bautizaron como “Tío Goyo”. El primer recuerdo que tengo de mi abuelo, ya hombre con bastón de 65 años, es cuando en vacaciones pasábamos maravillosos días en la gran huerta (dos hectáreas) en que había convertido el abuelo parte de la tierra que Cárdenas le había entregado (dos hectáreas más las tenía en la montaña, en las que plantaba maíz). Teníamos cocotales, naranjos, limones, aguacates, 7 u 8 variedades de mangos (manila, petacón, criollo, etcétera), guayabos, entre otros frutos. La del abuelo era una tierra muy fértil. Lo que más disfrutaba eran sus pláticas, sus convicciones: “Si atendemos a la definición de ´Héroe´, el único que tiene México es Emiliano Zapata. Él busco el bienestar otros sin procurarse beneficios A diferencia de Villa, que obtuvo un rancho y una gubernatura. A diferencia de Mi-
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guel Hidalgo que buscaba el poder de los criollos; de Juárez, que ofreció a los gringos el Istmo de Tehuantepec para el canal que deseaban. “¡Hay que controlar el poder de los empresarios; no se puede dejar en sus manos el destino de un país; son egoístas; ven sólo por ellos y su prole; se hinchan de dinero a costa de la explotación de otros!” “No es necesario morir para recibir castigo o premio. La vida castiga o compensa”. El abuelo decía convencido: “no se debe pensar en cielos… ni en infiernos. La gente debe ayudar por amor; no por ganar algo después de muerto”. Don Goyo, casi al final de su vida me pedía observar cómo los miserables, terminan su vida miserablemente, sin la riqueza de la amistad verdadera, sin gente que en realidad los aprecie, enfermos, repudiados por quienes tuvieron la desgracia de sufrirlos. Mi abuelo murió plácidamente en su cama. Un día en la vida, de 1978. Una mañana, simplemente ya no despertó. Hoy que lo recuerdo, sus consejos, tengo una gran duda respecto a sus enseñanzas: por qué el nefasto Carlos Salinas de Gortari, Que fue presidente fraudulento. Que modificó leyes para que Vicente Fox pudiera ser Jefe del Ejecutivo. (Antes era condición ser hijo de madre y padre mexicanos para ser Presidente. Salinas modificó eso) Tan agradecido quedó “Chente”, que pronto prontito, ya siendo presidente, liberó a Raúl Salinas de Gortari, a pesar de que tenía una condena de 27 años. Carlos es el poder tras el trono. Está documentado que Elba Esther ordenó a maestros el operativo para trampear el triunfo de AMLO en 2006. Todos sabemos que Carlos es padrino político de quien en estos días habrá tomado posesión. Mi pregunta es simple, ¿por qué Carlos, tan poco apreciado, anda por ahí, quitado de la pena, con sonrisa de oreja a oreja. Sin ese castigo en vida del que hablaba el abuelo? ¿Habrá que esperar… o es que alguno de los muchos dioses existentes es salinista?
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