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Reiner Retana Sln. Ediciones Paradigma


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Reiner Retana Confirmaci贸n [Cuento]

Cuento, cr贸nica atea. https://www.safecreative.org C贸digo: 1305115093046 Fecha 11-may-2013 Todos los derechos Reservados.

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San José, Costa Rica, 24 de Marzo de 2011

Confederación Atea Latinoamericana Coordinación Regional Compañeros Ateos:

¡Compañeros! Qué digo compañeros… ¡Amigos! Con esta misiva confirmo la mucha alegría que disfruté en el recién celebrado “Concilio Ateo Latinoamericano”. Arribé de Argentina a mi muy querida Costa Rica en las primeras horas de la tarde, henchido aún de la satisfacción que el concilio me provocó. El compartir con tantos y tan voluntariosos ateos es un deleite que espero repetir tantas veces como me sea posible. Nuestra organización crece con tal vitalidad que no puedo sentirme menos que emocionado y motivado a trabajar más arduamente en pos de alcanzar nuestras metas y materializar nuestros proyectos de un mundo mejor, libre de supersticiones y manipulaciones místicas. Retomando a lo de mi regreso a casa les contaré lo acontecido. Una maraña de sensaciones me mantenía en agitado frenesí, por un lado me sentía intensamente honrado por su propuesta de postularme a la secretaria de la “Confederación Atea Internacional”, aunque en conversaciones informales ya se había tocado el tema me fue muy grata sorpresa que uno de los puntos principales de la agenda fuera la tentativa de mi candidatura. La emoción de tal muestra de apoyo no ha declinado en lo más mínimo y ya he tomado una decisión, no sin mucho analizarlo. Les expliqué en Mar del Plata que tan trascendental decisión no podía tomarla a la ligera y de nuevo les agradezco el que no me hayan presionado demasiado.

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Con mis más allegados amigos de la C.A.L., y al calor del Malbec, se tocó el tema más informalmente, pero con claras intenciones, por su parte, de lograr que aceptara la candidatura en la clausura del concilio, lo cual me era imposible, no quise hacerme de rogar pero tampoco les expresé abiertamente y en totalidad mis razones. En este momento lo haré para que comprendan mejor mi situación y espero me apoyen, dado que la posición que he asumido me causa mucho dolor y ante todo mucha incertidumbre. No es que quiera dar rodeos…es que no sé por dónde empezar. En Mar del Plata les dije que tenía que hablarlo con mi esposa y les comenté acerca de los temores que me invadían ante cualquier protesta de su parte para con respecto a trasladarnos a vivir a Bélgica, en caso de ser elegido, pero omití las razones en que se fundaban…y finalmente se justificaban mis dudas. Mi “esposa” , Helena, siendo la persona a quien más amo en el mundo, no ha sido en realidad la compañera con la que siempre soñé, no tengo duda de que me ama tanto como yo a ella, pero simplemente no puede apoyarme…como yo tampoco puedo apoyarla. Ya intuirán algunos de Ustedes cuál es el conflicto que amarga nuestro hogar e hiela nuestra cama. En escala proporcional a mi ateísmo vive ella su fe. Cuando digo “proporcional” no es sólo una figura literaria porque al igual que yo empezó ella a participar como voluntaria en proyectos propios de la causa que defiende. Nuestras vidas eran tan activas y dichosas en ese entonces, lo cual era una mejora en la relación, que sufría de varias complicaciones. Aunque si soy sincero, desde el principio, nuestra relación siempre ha sido complicada. La primera vez que la vi tenía yo alrededor de doce años y ella ocho, no les miento, así fue. Fue en el grupo Scout de nuestra comunidad, yo tenía unos tres años de participar en el mismo y ella ingresó una hermosa tarde de sábado. Siendo yo un niño no debe de escandalizarles que una niña de ocho años me atrajera. En su figura infantil no había nada que pudiera despertar en mí morbo, muy al contrario, fue muy inocente. De lo primero que me enamoré fue de sus hermosos ojos, la singular combinación de un tono verde oscuro entremezclado con un café pálido, -5-


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seguido de ello me impresionó muy hondamente la belleza de su carita, que incluso ahora, después de tantísimos años, recuerdo nítidamente, su delgados labios, rosados por naturaleza, su fina nariz y sus firmes cejas coronando esos líquidos ojos que tan intensamente me atraían. ¡Todos estos hermosos atributos perfectamente armonizados en una serena carita de ocho años! ¡Nunca he visto a una niña tan bella como la que aquella tarde de sábado parecía ser admirada por el mismísimo Sol que la bañaba de oro! Muy a pesar de mi ensoñación no me atreví a hablarle, en parte por mi turbación y en parte por timidez. Ella pertenecía al grupo de menor edad, el cual comprendía las edades entre siete y once años, mientras que yo había sido tardíamente transferido a la segunda sección que agrupaba a los de once a dieciséis años, comprenderán que quería encajar entre “los grandes” y si me apegaba a “los pequeños” sería alejarme de mi afán de “crecer”. Pasaron los años, me volví pícaro y empecé a ver a las muchachas con otros ojos…menos inocentes. Pero de vez en cuando mi mirada volvía a la niña cuya hermosa carita era una sublime joya coronada con dos brillantes esmeraldas. Poco antes de que yo debiera ser transferido al siguiente nivel, dieciséis a veintiún años, fue transferida al nivel intermedio, mi afán por ella no había disminuido…y ya era de “los grandes”, fue entonces cuando por primera vez le dirigí la palabra…pero ella no mostró el más mínimo interés en mí…créanme que eso me desalentó. Una vez más las circunstancias nos separaron, aún más, cabe decir. Pero como ya sabemos la historia no acaba en este estéril asunto, fue al cabo de tres años cuando nos volvimos a encontrar de frente. Ella tenía poco más de quince y yo frisaba los diecinueve. Durante un bello campamento que nunca olvidaré, fue cuando por primera vez nos besamos. Y fue entonces cuando tuvimos nuestra primera gran diferencia. Para esa época ya escribía yo Diarios Personales y tengo escrito todo tal y como lo percibí por aquel entonces. Cuando leo aquellas apasionadas páginas tengo que reconocer que más que estar enamorado quería yo enamorarme. ¡Y sus hermosas facciones eran la mejor invitación que podría haber recibido! Pero para ella no fue así…a pesar de que le leí poemas y la traté con toda la dulzura de que fui capaz, ella -6-


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no reflejó el amor que de mí irradiaba. No tengo palabras, y no las tuve entonces, para externar la terrible angustia que esto me provocó. La ruptura llegó incluso antes de que acabara el campamento y seguido de este se desató una bandada de chismes de los cuales fui tanto víctima como partícipe y cuyos resultados fueron manchar mi concepto de ella y alejarnos nuevamente. Me resultó muy triste que las cosas no funcionaran entre ella y yo, en serio que la felicidad que me propició dicho campamento en pocos días terminó volviéndose dolor. ¡Pero estaba equivocado! Ella no merecía el trato con que fue difamada y a pesar que sus silencios ante los continuos ataques me hacían pensar que tal vez sí era lo que se decía de ella…en el fondo no lo creí. Esta vez la espera fue más larga. ¡Diez años transcurrieron hasta que unos encuentros casuales en la parada de buses en San José volvieron a acercarnos! La primera vez la saludé con normalidad y ella casi con indiferencia, aún sentí algo de rencor… injustificado rencor, debo aceptar. Pero, luego lo pensé más fríamente y recordé que nunca traté de disculparme con ella: si ella no merecía mi desconfianza y yo me disculpaba tal vez podríamos ser amigos; si por el contrario había obrado mal y mi gesto la hacía arrepentirse de ello…también podríamos serlo, y en última instancia, indiferentemente de cualquiera de las dos casos, si fuese arrogante entonces no me importaría nada de ella. Rumié estas cosas en mi mente, fantaseé con cada una en formas distintas, las más dulces no alcanzan un diezmo de la dicha que viví en la realidad, y en ninguna de las más trágicas se compara al temor a perderla que ahora me aflige. La segunda vez que la vi era la misma hora, 9:35 pm, me le acerqué y le hablé con naturalidad mientras venía el bus, me informé de ella tanto como pude, pero mi personalidad egocéntrica me impidió quedarme callado el suficiente tiempo, aún así supe que estaba a punto de graduarse en Sicología, sin poder contenerme le expresé mis reservas para esta ciencia, y muy para mi sorpresa ella tenía visiones parecidas, tanto me extrañó que tuve que preguntarle por qué razón estudiaba entonces esa profesión, en la que parecía no creer más que yo, su respuesta me resultó tan -7-


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interesante como inimaginada: era un complemento para su carrera de actriz. Entonces reafirmé mi buen concepto respecto a ella y me apesadumbré por dar crédito, aunque fuera sólo en dudas, a los chismes que de ella escuché. Pero ya no quise disculparme, la naturalidad con la que me hablaba me invitó a no tocar temas desagradables, me encantaba su sonrisa y el brillo de sus ojos me era tan reconfortante que la sola idea que un mal cometario mío arruinara su buen humor me hizo ser cauteloso….tal vez en demasía. El viaje en el bus estuvo colmado de risas y jovialidad, no fui tan espontáneo como de costumbre, pero después de tanto tiempo todo el mundo cambia un poco, y quise dar la impresión de que había madurado un poco. Cuando ella se bajó del bus quise ser impulsivo y seguirla, quería reconfórtame un poco más con su presencia, pero en pos de no ser molesto la vi alejarse, nostálgico a la vez que lleno de cariño, sin saber que Helena deseaba también un poco más de mi compañía. Esa noche escribí en mi Diario su nombre sin ningún comentario mientras en su casa ella no podía dejar de pensar en mí. Mi mente estaba toda abocada en ella, no podía leer ni escribir, en estado delirante me abandoné en mi cama a dulcísimas fantasías, primero en completa conciencia, luego en la semiinconsciencia del duermevela y finamente en la total irracionalidad del sueño…. ¡Al despertar la amaba con el ingenuo amor de todo los fugaces encuentros anteriores y con el inagotable embeleso de todas las experiencias que aún no llegaban a suceder…y las que nunca sucederán, la amaba entonces como ahora! Durante todo el día siguiente esperé con ansias a que fueran las 9:35pm para “casualmente” volver a verla. Esa noche la invité a salir, estoy seguro de que así como no logré contener mi nerviosismo a la hora de preguntarle, tampoco logré disimular la alegría que recibí al escuchar la respuesta afirmativa. El escoger el día resultó afortunadamente muy sencillo: el único día que tenía disponible era exactamente el único que tenía yo. Así comenzó un hermoso y largo período que siempre recuerdo con una sonrisa en los labios pero sobre todo en el corazón. En esa primera salida juntos no hicimos nada de lo que teníamos planeado, dado que ella era actriz quise ir con ella al teatro, le pedí que me -8-


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recomendara alguna obra que quisiera ver y hacia allá nos dirigíamos cuando al pasar por Rhapsodia Lounge le dije que desde hacía rato quería yo conocer el lugar.-¡Oh! ¡Este lugar me tiene obsesionado desde un par de meses! ¡Yo quiero entrar! – esto último lo dije como el niño que le suplica a su madre por una golosina – Tomemos una cerveza y nos vamos, de por sí tenemos tiempo de sobra. - Yo también quiero conocer el lugar, el asunto es que yo no tomo cerveza…. - ¡Oh! No puede ser… ¿Vino tinto? Su respuesta se limitó a una afirmativa sonrisa casi de complicidad… ¡Allí tuve conciencia de que esa noche marcaría mi vida, que ese vino seria un brindis que nunca olvidaría! Era relativamente temprano cuando llegamos y el local estaba totalmente vacío, lo cual nos permitió escoger la mejor mesa, en realidad se trataba de un enorme sillón en el centro del Lounge, donde teníamos vista general a todo lo amplio del lugar, que estaba modernamente decorado; en realidad me era muy agradable el lugar y la música estaba muy acorde, electrónica pero muy acogedora, casi alucinante. La camarera nos explicó las opciones de vino y optamos por un Merlot de Colchagua, luego de que nos sirvió las copa le dije a la muchacha que nos dejara tan solos como le fuera posible, que en caso de ocupar algo la llamaríamos. Hice ese primer brindis, reverencialmente la miré directo a los ojos y le dije: “Brindo por todo lo que nos espera, lo agradable y desagradable…todo ello inimaginable.” Ella sonrió como adivinando lo que yo quería decir… desde ese momento me dio la impresión de que comprendía mis motivos mejor que yo mismo. La velada empezó con charla sencilla acerca de nuestro pasado y no perdí tiempo en preguntarle si durante el aquel lejano campamento yo le había revelado mi afinidad por ella desde niño; me lo confirmó pero me dijo que en ese entonces había sido yo muy escueto y no había confiado mucho en mis palabras, pero que ahora sí me creía… que no tenía duda alguna sobre mi sinceridad. Yo hablaba apasionadamente….enardecidamente, con sentir temerario ante la hazaña que debía realizar, debía conquistar su afecto, éste era el momento y lo sentía cono definitivo, sentencioso.

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Trataba de controlar mi ansiedad y tomaba más agua que vino, al notar que mi copa estaba vacía volví a ver la suya… aún tenía la mitad. Estaba muy ansioso… mis mecanismos internos estaban desatados…tanto los que me hacen ser el genial sujeto que soy como los que atentan contra mí mismo. No podía evitarlo, me controlé tanto como pude y pedí más agua, rellené su copa y serví la mía sin llevarla al tope, antes de volver a beber le pregunté si le incomodaba que fumara, me dijo que no y no estuve seguro de si debía hacerlo, volví a indagar poniendo especial atención en su forma de responder, siempre he creído que no es lo que se dice sino cómo se dice. Y con ese prodigioso conocimiento de mí me dijo: “Tranquilo, fume todo lo que quiera…parece que en realidad lo ocupa.” Siendo así pedí los cigarros, no tardé mucho en recibirlos y sin mayor protocolo me encendí uno, le pedí que me diera un par de minutos, me acomodé en el amplio sillón y me relajé profundamente mientras fumaba, cerré los ojos y dialogué conmigo mismo repitiéndome lo importante que era esta velada para mí y haciendo recuento de todos los errores que había cometido con mujeres a fin de no repetirlos en ese crucial momento. Fueron unos pocos minutos, pero ese silencio nos hizo mucho bien, ella lo disfrutó mucho más de lo que cabe imaginar. Cuando me sentí liberado de mis temores abrí los ojos, el cigarro no había sido consumido a la mitad, ella estaba recostada al espaldar del sillón, en una posición de clara contemplación, me sonrió sin que llegasen a verse sus dientes y me dijo más en tono afirmativo que inquisitivo: “Ya estás mejor.” Apagué el cigarro, me enjuagué con agua el sabor del tabaco, tomé mi copa y brindé de nuevo: “Por todos estos años que nos han madurado para llegar a este momento.” Entonces la conversación fue más fluida y los tópicos más personales, y debo aceptar que mi ánimo estaba muy equilibrad, pero mi tendencia al exhibicionismo casi convertía la charla en mi monólogo… lo bueno era que parecía gustarle escucharme. Abrasado en el calor del momento le hablaba de mis escritores favoritos, haciendo especial diferencia entre lo que sentía y lo que pensaba, por ejemplo le explicaba el profundo sentimiento de empatía que me produce Hesse y la complejidad de ideas que cultiva Nietzsche en mí. Fue ese el momento en que ella tomó el control, no me refiero a esa - 10 -


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bella noche en particular si no de la relación en sí, estoy hablando de todo lo que llegó después…lo agradable y lo desagradable. Me dijo llena de seguridad: “Su problema es que piensa demasiado, deje de pensar y empiece a sentir.” Reaccioné de la forma más habitual en mí, empecé a cuestionarme qué significaban tales palabras, qué debía extraer de ellas, estaba repitiendo mi modus operandi, ella lo supo de inmediato y me dijo en forma muy efusiva: “En este momento estoy con usted, usted tiene toda mi atención; deje de pensar y empiece a sentir.” Mirándola a los ojos no tuve necesidad entender nada, ¡Lo comprendía todo! ¡En el destello de sus ojos vi reflejada la llama que me consumía y supe con todo mi cuerpo que las palabras no eran el medio de compartir los que sentíamos! ¡Fue en ese luminoso instante cuando nos besamos! No había entre nuestros labios pasión, egoísmo ni interés…la caricia mutua era la más sincera muestra de bienestar compartido que puede expresarse en la comunión del afecto. ¡Estábamos espléndidos, radiantes de alegría y entre tímidas caricias nos besábamos, dichosos y completos… complementados! Se escanció la botella, y yo estaba empecinado en no permitir que se me escapara ese sublime momento, pero otra botella era simplemente demasiado… le pregunté si comprábamos un par de copas, me dijo que no, no por el momento, que más vino la embriagaría…y entendí que yo tampoco debía tomar más vino, entonces pedí una cerveza baja en alcohol y me encendí otro cigarro, el segundo en toda la noche. Mientras yo bebía mi cerveza ella tomó otra copa de agua, pagamos la cuenta y ella insistió en pagar la mitad, no hubo alegato que la disuadiera de ello y así se hizo, me aseguré de dejar una propina adecuada a la camarera que tan apropiadamente nos dio la intimidad que requeríamos. Al salir a la calle le dije: “Helena, siempre he tendido a la fantasía… no me lo tome a mal, sólo quiero disfrutar de este sueño… déjame tomarle la mano.” Ella me miró un tanto perpleja, sonrió levemente y me extendió la mano. Caminamos un par de cuadras y ella me apretó fuertemente la mano, la miré a la cara y ella cerró los ojos un par de segundos, luego me dirigió una mirada dubitativa y me dijo: “Tengo mucho tiempo sin darle la mano a nadie, estrechando la suya me siento muy bien.” No le dije nada… no supe que decirle, la besé y continuamos - 11 -


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caminando tomados de las manos, entonces le propuse que fuéramos por un par de copas a otro lugar, así empezamos una gira de bares y fuimos a todos los lugares que conocíamos, me gustaron mucho los que me sugirió y aunque los que yo elegí no eran de su estilo sé que también se divirtió mucho. Por mucho que huí de la despedida ésta llegó, la dejé fuera de su casa al ser las 4 a.m., con el dulce sabor de sus labios en los míos caminé a casa y me acosté cansado y borracho pero feliz y realizado. Al día siguiente la llamé sin importarme que pudiera pensar que era posesivo… sólo quería decirle lo mucho que había disfrutado el estar con ella y lo muy deseoso que estaba de volverla a ver, me dijo que en la noche nos podíamos ver de nuevo en el bus. De la velada anterior había quedado media botella de Carménère, me aseguré de tenerla conmigo a la hora de verla, nos encontramos en la parada del bus y nos besamos en la boca, un beso que estaba más allá de la amistad. Me ofrecí a acompañarla a su casa y ella accedió, estando en el corredor le mostré la botella y ella trajo un par de vasos de plástico, bebimos tomados de la mano, entre conversaciones jocosas y silencios colmados de miradas tiernas que precedían delicados besos. A eso de las diez y media su mamá le envió un mensaje de texto al celular diciéndole que ya era hora de que yo me fuera. Le pregunté si me quería acompañar a un concierto que se daría en el marco del Festival Internacional de la Artes en el Parque Metropolitano de la Sabana, su respuesta fue un apasionado beso. Durante este periodo de reconocimiento, asistíamos a conciertos, exposiciones artísticas, teatros y cines, entre otras actividades en las que siempre había cerca vino tinto, entre ella, yo y las copas se desarrollaban conversaciones siempre interesantes, sobre nuestros quehaceres personales, estudio, lecturas y todo un mundo de actividades que nos interesaban. Nuestras opiniones a menudo eran contrarias, pero de entre ambas posturas siempre lográbamos sacar puntos comunes que nos hacían crecer tanto en lo individual como en pareja. Por lo general yo era quien hablaba más, pero cada uno de los pocos comentarios que ella externaba era conciso y brillante, me - 12 -


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sentía constantemente fascinado por la profundidad de su forma de pensar, mi afán era mucho más fuerte que una superficial atracción física, con sus ideas contrarias a las mías me arrastraba a puntos por mí desatendidos, hablar con ella era un verdadero gozo, y aunque no estuviera de acuerdo con todo lo que le decía pero lo escuchaba atentamente y sabía sacar de ello la esencia, me comprendía tan diáfanamente que no podía menos que sentirme conectado a ella, podía hablar sin tapujos, nunca me juzgaba, ni siquiera en ese gran punto en que discrepábamos. Hasta que una vez blasfemé en frente de ella. Fue un grave error que nunca me perdonaré, en un momento de cólera arrojé fuera de mí una frase nada poética… de hecho muy vulgar. -¡Me cago en Cristo! – dije con los ojos cerrados al recibir una mala noticia por teléfono, al abrirlos me miraba con una expresión de profunda decepción que nunca antes había visto… y que desdichadamente vi un par de veces más en el transcurso de los años. Con lágrimas en los ojos me dijo: -“¡Por favor, respétame como yo te respeto!” Le pedí perdón hasta que me dijo: “Olvídelo.” Pero ese conocimiento mutuo que veníamos desarrollando me hizo comprender que ella no lo olvidaría y que la había lastimado en lo que más le dolía. Nunca más volví a blasfemar frente a ella. A pesar de ese desagravio, el cual considero el segundo en nuestra intrincada historia, continuamos viéndonos, cada vez más regularmente, dos o tres veces por semana. Este otro periodo de acoplamiento no fue tan mágico como el anterior, no salíamos tanto y en lugar de eso pasábamos mucho tiempo en su casa. Yo no interactuaba mucho con su familia, me hubiese gustado encajar mejor con ellos, pero no fue posible a pesar de mis inútiles intentos, y si soy sincero debo decir que allí casi siempre me sentía incomodo, allí más que bienvenido era tolerado, y es que en ese católico hogar no había secretos, la familia entera me conoce desde mi explosiva adolescencia, durante la cual se me difamó de satánico, hasta mis primeros años de adulto cuando públicamente afirmé ser ateo. Sabiendo yo lo muy apegada que era su familia a la tradición católica comprendía su recelo hacia mí, había entre ellos y yo un abismo… el único lazo - 13 -


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que unos unía era ella; siempre tuve la certeza de que ellos esperaban pacientemente que éste se rompiera. No estoy diciendo que todos los momentos que pasé allí fueran desagradables, de hecho hubo momentos en que disfrutamos de franca simpatía, riendo, viendo comedias o en improvisadas “clases” de baile, hermosos ayeres que espero nunca olvidar. Pero también hubo otros acontecimientos, lamentablemente más regulares, de abierta hostilidad, había uno terriblemente inevitable: “La Bendición de los Alimentos”, durante la cual Doña Guaria solía incluir frases alusivas a mí como: “Padre Nuestro, de Todos Nosotros, gracias por bendecirnos con estos alimentos, que aunque no todos los merecemos, por igual todos los disfrutamos.” Muchas veces me sentí tentado a levantarme de la mesa, pero Helena me tomaba la mano y la apretaba fuertemente, como recordándome que la única razón que me tenía allí era precisamente ella. Otra cosa sumamente incomoda era estar allí mientras ellos rezaban “El Rosario”. Sé que todo exceso es malo, pero así como los creyentes se sienten incómodos al escuchar a un ateo hablar en contra de su dios a mí me resulta igualmente repulsivo escuchar a los creyentes alabando a sus ídolos, esa letanía de “santas marías” me era insoportable y mi escapada era salir al corredor de la casa a fumar. Ya fuese cuando iba para afuera o cuando volvía a entrar tenía que soportar su condenatoria mirada. Pero lo que más me molestaba era la invisibilidad que adquiría yo en presencia de los familiares y amigos de la casa, nunca fui presentado ante nadie como “el novio de Helena”, a pesar de que era evidente que nuestra relación estaba más allá de la amistad por la amistad misma. Me era tan despreciable tener que permanecer en tal entorno que la mayor parte del tiempo estábamos en su cuarto con la puerta entreabierta. Escuchábamos música, lo más neutral posible en lo referente a religión o ataques a la misma, también leíamos mucho, guardando siempre distancia a temas conflictivos. La pasábamos relativamente bien allí pero nos sentíamos mucho más cómodos en mi casa, y era lógico, el malestar que sufría yo en la suya lo compadecía ella conmigo, mientras que en mi casa estábamos siempre solos y nadie nos molestaba de ninguna forma. Allí podíamos ser libres y hablábamos de lo que quisiéramos, a veces discutíamos muy duro respecto a - 14 -


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lo irracional de la fe y lo frío del pensar ateo; escuchábamos aleatoriamente Mägo de Oz y Martín Valverde, nuestros límites éramos nosotros mismos. Otra gran libertad que teníamos allí era la intimidad de que disfrutábamos, nos acariciábamos muy apasionadamente… Poco a poco empezamos a pasar más tiempo en mi casa que en la suya, y no tengo muy claro cómo lo negoció con su madre… pero me sentí muy conformé al reducir mis visitas a ese hogar. Si bien mi relación con ellos no iba a mejorar, lo único que en realidad me importaba era estar bien con ella. En alguna medida ese fue mi error, mi mundo se centró en ella, mis relaciones sociales disminuyeron aún más, y nos veíamos mucho más que antes, entre cuatro y cinco veces por semana. En esa muy agradable temporada, cocinábamos mucho, constantemente catábamos vinos de todo el mundo, nos sentíamos muy cómodos y llegamos a desarrollar algo similar a una rutina, los miércoles íbamos al cine, los viernes al teatro y los sábados cenábamos en algún buen restaurante, por supuesto, con una botella de vino, siendo que los otros encuentros eran mayormente en mi casa. Fue la época más hermosa y la que recuerdo con más nostalgia. Este alegre bienestar se prolongó por varios meses, durante los cuales ella no sólo se había graduado sino que había complementado sus dos carreras; no ejercía abiertamente la sicología, pero daba asesoría a una importante empresa de selección de personal para cruceros en altamar, a la vez que como actriz había conseguido varios papeles importantes en los principales teatros del país y la participación modesta pero con muchas posibilidades en el cine independiente. Yo por mi lado había retomado mis estudios de filosofía y trabajaba en la Biblioteca Nacional, teniendo todo lo que había deseado en la vida. Diciembre nos encontró en tal felicidad que no podíamos atisbar la amargura que nos esperaba. A la casa Helena correspondía ese año recibir a toda la gran Familia Hidalgo Pérez para la cena de la Víspera de Navidad… esa noche la realidad de que yo nunca sería parte de esa familia me escupió a la cara con tanto desprecio que no pude soportarlo. No esperaba que me recibieran como un hermano o un hijo, pero ser tan abiertamente rechazado era algo para lo que no estaba preparado. Al llegar ese asunto de la - 15 -


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invisibilidad se volvió algo distinto, era como si me hubiese cubierto con las pieles de niños masacrados por mí mismo, cada cara me atacó y de todas las personas allí presentes sólo una me saludó, Grettel, la mejor amiga de Helena, ella siempre me ha caído bien, si bien no soy el hombre que ella quería para su amiga, al menos me trataba con respeto. Crucé las estancias llenas de gente y su hostilidad hacia mí llegó a ponerme nervioso, al llegar a la cocina Helena se afanaba con una ensalada, le di un pequeño beso en los labios y le pregunté si podía ayudar en algo, me dijo que había tanta gente metiendo la mano que era más el desorden que el avance, que mejor fuera a socializar… no sabía lo que me pedía. Salí al corredor a fumar… buscando tranquilizarme y lo que hallé fue el desprecio. Un hombre de unos sesenta años, robusto y con aire de gran patriarca se me acercó y sin ninguna cordialidad me dijo: -Me imagino que usted es el tal Reiner. -Sí señor. ¡Mucho gusto!- respondí y le extendí la mano a modo de saludo. -¿Qué no sabe usted de que es una falta de respeto saludar a una persona mayor sin que ella se lo permita primero?-me habló tan cortantemente que en serio me sentí atacado, luego continuó- Yo soy Eladio Hidalgo, tío y padrino de Helena, ella no tiene papá, pero me tiene a mí y usted me debe respeto. - Disculpe, señor, no quise ser descortés.- dije tratando de alivianar el desproporcionado enojo del señor. -¿Eso es lo que le va a decir a Nuestro Señor Jesucristo en el Cielo el Día del Juicio Final? Esas palabras las había escuchado en muchas variaciones similares, pero nunca en una circunstancia como ésta; las ocasiones anteriores había discutido sin tener nada que perder, pero aquí no podía arriesgarme a caer en controversia, por primera vez en la vida me sentía totalmente indefenso. Callé, no podía hacer otra cosa, varias personas alrededor nos miraban y empecé a temblar, resultado de una mezcla de impotencia y furia. -¡No esperaba más de usted! La gente como usted vive sin ley ¡Son como animales! ¡Usted no se ha dignado a pedir el consentimiento de la familia para salir con Helena! ¡Oh! ¡Si mi hermano viviera usted no estaría aquí! Guaria me ha dicho el tipo de sujeto que es usted, y se lo advierto, en esta casa… en esta familia no es bienvenido. ¡Si tiene algo de hombría váyase y no vuelva nunca por acá! ¡Y deje a Helena en paz! Un leve mareo me hizo sentir - 16 -


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que todo me daba vueltas, las caras de esas personas me miraban con satisfacción y sentí su desprecio como una presión que me empujaba fuera de la casa, me disponía a salir cuando supe que ya no había nada que perder y me dirigí a mi grosero interlocutor: -Don Eladio, me voy, no volveré; pero no me alejaré de Helena, ni porque me lo diga usted o ninguna otra persona… excepto ella, mientras quiera estar conmigo nadie me alejará de ella. Me fui y pude escuchar como en leve murmullo de desataba en la casa, eran casi las once de la noche y caí en razón de que no tenía adónde ir… mi familia estaba muy lejos para ir a reunirme con ellos, y de todos modos no tenía ánimos para compartir una cena católica en honor al nacimiento del dios de la misericordia. Tampoco tenía amigos a los cuales visitar… y todo estaba cerrado, me hubiese metido a la peor cantina del mundo con tal de conseguir una botella de ginebra con la cual borrar de mi memoria lo que acababa de vivir. Miré la hora en el celular y decidí apagarlo… no quería que Helena me llamara, por nada del mundo volvería a esa casa… por nada. Caminé sin rumbo alguno lleno de furia, pensando en todo lo que debí responderle al descortés padrino-tío de Helena, hasta pensé en devolver mis pasos para ir a encarar al obtuso patriarca… pero desistí de tal afán por considerarlo descabellado. ¿Qué iba a conseguir? ¿Salvar mi orgullo? No, no valía la pena. Instintivamente busqué las calles más solitarias y sombrías de Alajuelita, a ratos pasaba por casas donde las familias reunidas celebraban el nacimiento de otro dios en el que no creo, tales escenas me produjeron repulsión y en lo único que podía pensar era en la falsedad que les unía… por primera vez en mucho tiempo me sentía lobo otra vez, ya no quería estar entre amigos… los cuales de por sí no tenía. Luego de mucho caminar los estallidos de fuegos pirotécnicos me alertaron de que eran las doce media noche, en mis adentros formulé tantas blasfemias como puede pensar un ateo enojado… aunque tenía muy claro que mi enfado no era contra ningún dios sino contra la actitud hipócrita de los fanáticos. Mi deambular me llevó a una calle donde una música nada religiosa evidenciaba una fiesta muy pagana, cumbia de las más vulgares que existen. Al pasar frente a la casa vi gente asando carne y quise con todas mis fuerzas que me invitaran a pasar y me sirvieran un trago de lo que fuera. Al alejarme - 17 -


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de su bullicioso jolgorio tenía más necesidad de emborracharme, en la esquina próxima vi a unos muchachillos borrachos, les pregunté dónde podía compra licor y uno de ellos me ofreció una botella de vodka casi entera por una cantidad que triplicaba el valor original, pero no me importó, le di el dinero y me fui con mi botella de Volkovia, el peor aguardiente que he tomado en mi vida. Tomé directo de la botella, sin ningún acompañamiento, salvo el tabaco, y caminé, caminé como lo había hecho tanta veces antes durante mis más tristes momentos de soledad… antes de estar con Helena. Me perturbaba la idea de perderla, toda mi felicidad y estabilidad emocional estaban apoyada en ella… temía que todo se derrumbara porque no podía yo guardar mi visión atea para mí mismo. ¿Valía la pena ser un valiente ateo en esta sociedad de prejuiciosos? No, en ese momento de total desamparo no. El licor ese logró embriagarme luego de poco más de media botella…estaba cerca de agotarse, pero ya había alcanzado su cometido, tomé un gran trago y reventé la botella con lo que quedaba en ella en la calle y caminé zigzagueante rumbo a mi casa, ya no blasfemaba, no pensaba en nada, ni en don Eladio… ni en Helena. Una leve lluvia comenzó a caer, la calle estaba desierta, en las casas ya no habían cenas ni risas, ni alegría, lo desolado del ambiente me era familiar y casi querido, arrastré los pies hasta mi casa, entré en ella como un lobo herido durante la pelea por su hembra contra un macho dominante, en mi madriguera no me sentí mejor y me dejé caer en un sillón, todo mojado, incluso con los zapatos puestos y dormí poco después de escuchar las campanas de la iglesia católica… en mi embriaguez conté cuatro, pero pudieron ser cinco. Al despertar me sentía terrible, no sólo en lo emocionalmente sino también en lo físico, me dolía muchísimo la cabeza y tenía un asco indescriptible… el sabor del maldito Volkovia hedía como un veneno para matar ratas. Me bañé y estaba preparándome una sopa para la resaca cuando vi a Helena justo frente a mí, creí que se trataba de mi imaginación y ella me dijo que tanto el portón como la puerta de la casa estaban abiertos.

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-¿Qué paso anoche? – Me preguntó visiblemente angustiada- Te llamé mil veces y te dejé varios mensajes. -Apagué el teléfono y me compré una botella de vodka y me la tomé solo… loboestepareando. -Eso lo quiero escuchar luego, quiero que me digas qué pasó con mi tío. -¿El tío-padrino "yo mando aquí"? -Sí, sí; solo dígame qué fue lo que pasó. Le expliqué las cosas muy similarmente a como las he narrado aquí, ella me abrazó y me dijo: -Eso fue lo mismo que me contó Grettel, y yo me peleé con él y con mi mamá, vine con Grett a buscarte, te esperamos hasta las tres, cuando empezó a llover me fui a dormir a casa de Grett…pero no dormí nada, lloré toda la madrugada…y tu nunca llamaste, ¿Por qué? Te necesitaba… nunca te lo he dicho, pero ayer me di cuenta de que te amo, quiero estar contigo y no me importa en lo que creas o no, si me aseguras que me amas también, asentí y con lágrimas en los ojos le respondí: “La amo.” Ambos empezamos a llorar…y nos besamos, fue el beso más amargo de nuestras vidas, pero no el único, tan sólo el primero de muchos besos amargos. Ella se quedó todo el día conmigo, una extraña melancolía nos envolvía, estuvimos cerca de dos horas en la cama, abrazados, desnudos en completo silencio, fue muy extraño pero muy agradable… no diría que estábamos felices, pero si complacidos, el aroma de su piel cerca de la mía me fascinaba, no en una forma erótica sino en un sentido de afinidad e intimidad, era tan sublime como la más exquisita tonada musical o el más noble poema que jamás se haya escrito. No fue como el silencio de aquella primera salida juntos en Rhapsodia; en aquella ocasión apenas habíamos tenido una pequeña probadita de la dulce comunicación sin palabras que es el amor. Al atardecer ella me dijo que estaba muy angustiada, que debía ir a su casa y que le preocupaba lo que iba a suceder, le pregunté si quería que la acompañara, me dijo que no, que era algo que debía hacer sola. - 19 -


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Siempre me ha parecido extraña la forma tan hermética en que los católicos manejan sus asuntos, supongo que se debe a su tradición de “arreglar” sus problemas-pecados en el total secreto del confesionario. Al cabo de unas horas yo no soportaba la ansiedad, tenía el teléfono en la mano a la espera de su llamada, al ser pasadas las nueve ella estaba afuera de mi casa con una gran maleta… esa noche mi casa se volvió nuestro hogar. Entonces nos aislamos del mundo, la relación entre ella y su familia se complicó mucho, hasta el punto que dejó de ir a la iglesia para no tener que verlos, y de esta forma evitaba también la censura de los que hasta hacía poco habían sido sus amigos… por amor a mí se convirtió en una proscrita. Por mi parte mis contactos se limitaban a mis compañeros de trabajo y universidad, con los primeros evitaba tocar temas que pudieran provocar controversia, con los segundos tenía un poco más de libertad, pero compartía poco con ellos, mi tiempo libre era exclusivamente para ella. Teníamos pocos meses juntos, pero equivalían a años de las parejas normales, a las 8:00 a.m., me dejaba en la biblioteca, puntual a las doce me esperaba para almorzar y a las tres, faltando aún una hora para el fin de mi jornada laboral, ella llegaba a la biblioteca a esperar mi salida, y no siendo eso suficiente me acompañaba de oyente a mis clases de filosofía, era por esta razón que casi no llegué a tratar a mis compañeros. Su presencia me encantaba y cada vez que podía ir a sus ensayos lo hacía, nunca me perdí una de sus actuaciones y para el Festival Centroamericano de Teatro, celebrado en Guatemala, gestioné un permiso laboral sin goce de salario por dos semanas, no tengo dudas de que pasábamos más tiempo juntos que cualquier “matrimonio normal”. Se comprenderá entonces que sólo con ella hablaba, y en nuestras conversaciones había un agujero negro que nunca tocábamos. Aunque nuestra vida era dichosa ambos teníamos un vacío… Para rellenar ese vacío empecé a escribir, acudí a mi prodiga fantasía para redimir mis incrédulos instintos, fue para esa época que creé mis más queridos personajes y escribí mi primer novela, Carcajada en Honor a la Ironía de la Vida, además de varios cuentos que ustedes ya conocen. Cuando le di a leer un ejemplar de una edición privada que mandé a hacer, la cual se componía de tan sólo diez tomos con pasta de - 20 -


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lujo, no esperaba que le gustara… pero tenía que compartir con ella ese “algo” que me hacía tan feliz. Lo leyó todo detenidamente, lo que ella me comentara sería para mí lo más importante del Universo… pero se limitó a decir un escueto: “Interesante”. Me es imposible explicar lo que sentí… defraudado no llega a ser una pálida referencia a la desazón que sufrí… nunca más le mostré ninguno de mis escritos. Volqué en ellos mis sueños… y también mis frustraciones, era mi forma de depurarme, las páginas en blanco eran mis confidentes, mis compañías en los momentos de soledad e incomprensión. No pudiendo ya soportar este terrible aislamiento fue que inicié mi blog en internet. ¡Y encontré lo que tanto anhelaba! Poco a poco conocí personas y sitios de expresión atea en los que me fui involucrando cada vez más, hasta que Ediciones Paradigma me “descubrió” y desde entonces es allí donde envió cada uno de mis escritos mientras la tinta está aún fresca. Lo que continúa ustedes ya lo saben… pero no completamente. En el Concilio Ateo de Santiago fui invitado como exponente, Paradigma sufragó mis gastos, yo estaba muy emocionado. Cuando le conté a Helena de la invitación no compartió mi alegría, de hecho no aceptó acompañarme… esa fue la verdadera razón por la cual llegué solo. Como resultado de la ponencia en Santiago fui invitado a Montevideo y luego a Bogotá, en ambas ciudades hice más amigos, con los cuales tengo mucha correspondencia en la actualidad. Estaba inmensamente feliz… pero si anteriormente mi vida estaba incompleta ahora estaba dividida. Los libros empezaron a venderse por toda Latinoamérica y fueron requeridas las primeras traducciones, la primera en estar lista fue al inglés, en la cual participé directamente con los especialistas de la editorial, el libro fue presentado como resultado de un convenio entre Paradigma y la Humanist Association of New York. Las cosas marchaban sobre ruedas, incluso estaba lucrando con mis letras. Algunos medios de comunicación costarricenses empezaron a brindarme espacios para entrevistas y seguían atentos mi quehacer, no ya como un rebelde sin causa sino como un personaje de la intelectualidad nacional. Mientras todo esto se desarrollaba Helena había reanudado los lazos con su familia y regresado a la iglesia. El punto máximo de la escaramuza de mi vida pública coincidió con su reconciliación y llegó a - 21 -


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irritar tanto a su familia que nuevamente llegaron a inmiscuirse entre nosotros, esta vez con más pujanza que antes, le exigían que me dejara, le decían que de ello dependía la salvación de su alma, puesto que vivía en pecado con nada más y nada menos que un hereje, enemigo declarado de la Santa Iglesia. Amándola tanto como la amaba y la amo aun, no habría dudado en llevar a cabo cualquier procedimiento que me permitiera casarme, desde el bautizo hasta el mismísimo matrimonio en la iglesia. Le expliqué a Helena que era lo más importante de mi vida, incluso por encima de mis libros y mi activismo ateo, que si tenía que dejar todo lo haría sin ningún miramiento, pero ella, completamente serena, me dijo que ya había faltado a su credo al vivir conmigo sin estar casados… pero que fingir ante su Dios era algo que no haría. Desde esa noche nuestra cama se fue haciendo cada vez más grande… inmensa y fría. Las antiguas delicias del convivio diario se volvieron gastadas rutinas, entonces dos cambios terribles se efectuaran frente a nuestros ojos sin que ninguno se percatara, yo empecé a dedicarle demasiado tiempo a la escritura y el activismo ateo; ella empezó a tomar en demasía. Cuando caí en razón de ello ya habían pasado al menos un par de meses, intenté por todos los medios de distraerla y evitar que se excediera con la bebida… pero no conseguí lograrlo, en la más frustrante impotencia recurrí a la única persona que consideré capaz de ayudarla… Grettel. Con su guía Helena intentó llenar su vacío en la misma forma que yo, pero en una manera diametralmente diferente, primero como voluntaria en un hogar de ancianos, luego en el hospicio de huérfanos y poco a poco se fue involucrando en los proyectos sociales de la iglesia. Este estar ocupados en tan distintas actividades daba razón de ser a nuestras vidas, por lo tanto volvíamos a ser felices, esto mejoraba nuestra relación de pareja. Hace un mes aceptó un nombramiento permanente como jefe de la Unidad Nacional de Atención a Mujeres Agredidas. Este es el motivo por el cual su generosa candidatura a la secretaria me llena de tanta angustia como alegría. El hecho mismo de que mi dinero provenga de manos ateas es desde hace un tiempo un conflicto moral para ella, así como el “vivir en pecado”, estoy seguro que toda su labor en la iglesia se debía más a un sentimiento de - 22 -


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culpabilidad que de cualquier otra cosa. Fue hasta que empezó a trabajar con mujeres agredidas que su vida volvió a ser completa, su necesidad cristiana de ser mártir y ayudar al prójimo estaban satisfechas, ahora que ha aceptado el cargo está fungiendo su segunda vocación de sicóloga y sé que por nada del mundo lo dejará… por nada del mundo aceptará ir a vivir al extranjero. Ayer en la tarde esperaba poder hallar con ella alguna solución, viajar solo y volver cada dos o tres meses, no sé, tenía la esperanza de encontrar algún punto de equilibrio. Pero ella sin saber nada al respecto de la posible candidatura ya había tomado su decisión. Encontré la casa vacía y una carta en el sillón despidiéndose de mí. El dolor que me embarga me obligó a escribir mucho más de lo que quería en realidad, pero ustedes son mis únicos amigos y ahora que ella por voluntad propia se aleja de mí sólo a ustedes puedo recurrir para buscar alivio. Tendré que hacer honor a mis palabras:”… mientras ella quiera estar conmigo nadie me alejará de ella.” Como les dije, ya tomé una decisión, no fue fácil, toda la noche dudé y lloré, pero no caminé la madrugada entera tomando vodka barato, estoy lucido y sereno, lo que voy a hacer será un punto de referencia en mi vida, lo he reflexionado y lo mejor que puedo hacer es aceptar la candidatura. Aunque la amo y ella a mí sé que son irreconciliables las diferencias que nos separan. En realidad mi decisión no es respecto a aceptar o no la candidatura, eso es fácil, mi disyuntiva oscila entre ir a buscarla o no… respetaré su voluntad y no le dificultaré su partida. Ahora anotaré un fragmento de su corta carta y beberé una o dos botellas de tinto:

“…voy a ser lo más sincera posible, cosa que casi nunca hago por diferentes razones, pero que ahora haré porque no soporto este prolongado silencio en el que hemos vivido todo este tiempo.

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Yo me siento bien al lado tuyo y la compañía que me brindaste estos años fue especial para mí ya que yo te necesitaba tanto como tú a mí, antes de estar contigo pasé mucho tiempo de no querer saber nada de nadie, uno de los motivos fue porque cada vez que conocía a un hombre y existía algo de por medio pronto aparecía algo que nos separaba, al final, siempre terminaba sola y simplemente quedaba el vacío, a veces pensaba que yo era la culpable de eso, pero en otras ocasiones imaginaba que tenía que ser de esa forma y punto, hasta que empecé a andar con usted sentí que mi soledad se acabaría, que llenarías ese vacío, pero el vacío nunca se llenó, tan sólo lo cubriste. Si le pones atención a nuestra relación, desde niños algo nos separa, la edad, la gente, las creencias, mis amigos, mi familia. ¡Todo! Estaba convencida de que mi deseo de encontrar una relación de pareja iba a ser realizado contigo, pero me equivoqué. Ninguna en mis anteriores relaciones tuvo tantas dificultades como contigo y sin embargo fue la más duradera. Había sufrido mucho porque a todos los chicos que les planteaba por primera vez lo que quería salían corriendo, tal vez porque pedía mucho o porque en el fondo no querían estar al lado mío, en cuanto a ti, no te pedí nada porque supuse que harías lo mismo, cuando tú me dijiste lo que buscabas no lo pude creer, era exactamente lo que yo buscaba, pero que fueras precisamente tú quien buscaba en mí lo que yo no hallaba en nadie fue muy conflictivo. Tuve que poner en la balanza lo que pensaba y lo que sentía, aún ahora lo hago, pienso que indistintamente de tu pasado eres un hombre diferente y con un poco de la fantasía indispensable para vivir y que a su vez eso me gusta, pero a pesar de intentarlo nosotros no podemos continuar juntos aunque yo quiera y usted quiera, sencillamente tenemos demasiadas cosas que chocan entre sí y en algún momento esta bomba va a explotar y destruirá todo lo que individualmente hemos venido - 24 -


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construyendo, hasta hoy en día he evitado la influencia de todos los que esperan algo distinto de mi realidad de vida, sólo a ti te he permitido influir en mi vida, pero ha sido un error que ahora voy a corregir definitivamente, por otro lado me gustaría compartir mi vida con usted, pero mejor lo evitamos para no salir más lastimados o mejor dicho para no querer seguir esperando algo el uno del otro. Esta es mi despedida, ya no me busque más, no me mande mensajes ni nada por el estilo, se lo agradecería demasiado, me duele dejarlo, lamento mucho que nos separemos de esta forma, pero no tengo las fuerzas para decírtelo de frente, yo hubiera querido que todo fuera distinto, lo intenté pero no se puede. Por primera vez en estos años tengo algo que valoro por encima de “nosotros”, tengo que aferrarme a ello. Ciao, gracias por todo.” Compañeros, ya saben en cuales circunstancias acepto la candidatura, pongo en ella todas mis esperanzas y si al cerrarse una puerta se abre otra… esta invitación al mañana no la puedo rechazar por más empecinado que sea mi afán por el ayer. Gracias por su apoyo en este momento tan crucial de mi vida.

________________________________________ Reiner Retana Sln. Secretario de la Confederación Atea Latinoamericana reiner_retana@hotmail.com http://www.facebook.com/reiner.retana

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DIOS Y EL AMOR... “No voy a hablar aquí de dios y su amor... Sino de cómo dios destruye el amor. Pero no será con mis palabras; Sino con las de alguien que me hizo llegar un cuento suyo... Un cuento amargo y triste; Más amargo y triste si tenemos en cuenta que en realidad no es un cuento... Sino un pequeño apunte autobiográfico, en el que se relata cómo dios destruyó un gran y autentico amor... Este cuento no es más que un ejemplo cualquiera. El amoroso dios ha oscurecido y destruido muchos amores Yo suelo afirmar que en este mundo no hay fuerza ni poder más grande que la del amor... Pero un dios es un dios... ¡Y tan poderosos son los dioses! Que van desde el principio de los tiempos controlando y dominando a la humanidad y al mundo... Y eso sin tener tan solo la necesidad de existir...¡Tal es el inmenso poder de un dios!. Alguien me diría que pequeñas tragedias como las que el cuento narra no son a causa de dios, sino de la religión. Amigas y amigos míos... Detrás, delante, y en medio de la religión siempre está dios... La idea de dios, y la fe que le da existencia sin que exista, son la base y el fundamento de la religión. Todo mal causado por la religión es por tanto un mal causado por dios.” Pedro Marcos LLagostera Aguilera

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