4 minute read

JOSÉ SAÚL VÁZQUEZ RIVAS, INN MEMORIAM

Por: Graciela Carrillo Florido

Nació el 19 de julio de 1957 en el domicilio situado en el callejón de Cantaritos #29, barrio de San Fernando, de la ciudad de Guanajuato, Guanajuato. Hijo del reconocido profesor José Vázquez Moreno y Celestina Rivas Ponce. Fue el mayor de 8 hermanos.

Advertisement

José Saúl curso en el jardín de niños en la escuela “Ma. Concepción Dovalina”, después a la primaria en la escuela Librado Acevedo, la secundaria en la escuela Normal Oficial, la preparatoria en la Oficial también y la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad de Guanajuato, Guanajuato.

José Saúl fue un alumno destacado, distinguiéndose siempre por su carácter disciplinado y sus excelentes calificaciones.

También, a la par de sus estudios, desde niño fue un líder scout sobresaliente y siendo el primero en obtener el máximo rango, “Caballero Scout “.

Al término de su carrera viajó a la ciudad de Villahermosa Tabasco en donde por 2 años se desempeñó como constructor en ingeniería.

Saúl regresa a Guanajuato por un ofrecimiento de trabajo en la SCT en Irapuato y de inmediato vuelve a reincorporarse a su tan querida Estudiantina de Guanajuato, en la cual llegó a ser director.

En ese lapso, en medio de una serenata conoce a la que sería su esposa por 40 años, Graciela Adela Carrillo Florido, con la que formó un matrimonio en el que procrearon a sus 3 hijos: Saúl David, Selene Jazmín y a Esaú Daniel Vázquez Carrillo.

A los dos años de casado se traslada, junto con su familia a la ciudad de Puebla, donde vivió por casi 32 años en los que siguió por algunos años más trabajando en la SCT. Después renunció para formar su propia constructora.

José Saúl comenzó a viajar a varias partes de la república por cuestiones de trabajo, haciendo diferentes tipos de obras en cada una de ellas.

En su ir y venir como Ingeniero, decide regresar a su querido Guanajuato, donde decidió instalarse definitivamente, pues siempre decía que era su tierra amada y donde deseaba, en el momento en que Dios lo decidiera, morir en paz, en éste rinconcito que construyó con mucho amor para su esposa, hijos y aquellos amigos que en vida le manifestaron su admiración y regalaron su amor incondicional.

Y así sucedió, José Saúl muere en su casa, a la edad de 65 años, en la noche del 27 de diciembre del 2022.

Con La paz y satisfacción reflejada en su rostro por haber logrado en la vida todos sus propósitos, feliz por sus 3 hijos que le dieron las satisfacciones que él anhelaba (verlos realizados como profesionistas y ciudadanos ejemplares) y sobre todo, por haberse sentido amado por la mujer que él en vida tanto amó, a su esposa Graciela.

Hoy, les contaré que, mientras viví al lado de mi Saúl, fui la mujer más feliz del mundo, pues estuve 40 años casada con el hombre al que amé y admiré mucho, y lo seguiré haciendo hasta el final de mis días.

Confieso que siempre hubo una lucha dentro de mí que no sabía que era lo que más admiraba de él...pues había tanto en él que llenaba todas mis expectativas.

Pudo haber sido su dedicación a las cosas que le gustaban, pues lo ví trabajar siempre demostrando que sabía lo que hacía, siempre tan seguro y triunfador en todas sus decisiones.

Lo admiré porque sabía imponerse sin tanto esfuerzo y siendo siempre el que tomaba el timón y salía avante.

Admiré su inteligencia y ésa curiosidad que traía de nacimiento. Admiré ésa forma en la que hacía que los demás lo respetaran, yo incluida en esa lista, sabía exponer sus ideas, sabía demostrar su inteligencia sin caer en ser un engreído y nunca llegué a ver que le molestara enseñarle a alguien a realizar las cosas.

Le admiré por su personalidad, supongo que era la experiencia de los años que lo habían hecho saber llevar las situaciones que, en algunas ocasiones se tornaban complicadas.

También debo incluir que siempre admiré la paciencia que tenía, especialmente conmigo cuando salía ése carácter tan variable que tengo.

Lo admiré como hombre, como persona, como mi amor y como amigo, pero lo admiré mucho más cuando le llegó la hora de ser padre, jamás había visto a nadie hablar, aconsejar, guiar y amar a sus hijos como lo hacía él. Lo admiré cuando tomó por primera vez la mano de su nieto, jugó y caminó de su mano volviéndose un niño lleno de alegrías con el corazón rebosante de ternura.

Y quiero también contarles, que el tiempo que tuve de conocerlo, en el transcurso de nuestros años juntos, me di cuenta que fueron muchas las personas, amigos leales que lo respetaban, admiraron y quisieron mucho, porque tuvo un corazón enorme y una bondad infinita, nunca esperó nada de nadie, siempre ayudó a quien lo necesitaba sin esperar reconocimientos o medallas ni nada de ésas cosas superfluas, jamás hizo alarde de lo que hacía por los demás, él era así, sencillo y bondadoso por naturaleza.

Lo admiré porque a pesar de que llegó a tener algunos fracasos logró salir de ellos, con el coraje y la fuerza que siempre demostró, lo admiré porque a pesar de que tenía tantas responsabilidades y varias cosas por hacer lo primero en su tiempo siempre fui yo.

Lo admiré porque me enseñó a seguir adelante, a ser fuerte y valiente.

Me enseñó que era bueno a veces pensar en el pasado, pero que era necesario seguir hacia delante y superarlo, que era bueno que llorara, pero que nunca me quedará en un llanto eterno.

Lo admiré porque derrumbaba mis tristezas y peleaba por mi ante quien fuera sin temor alguno.

Lo amé, admiré y seguiré amando y admirando porque para mí no hubo, ni habrá otro hombre con la fuerza e inteligencia de saber poner a cada quien en su lugar y siempre con mucha clase y una gran sabiduría. Lo admiré porque sus hechos valieron más que mil palabras.

Y tengo que decirles que no es fácil que un hombre se gane mi admiración, pues muy pocas personas son dignas de ello.

Lo admiré por saber darle a cada quien su mejor faceta, por darle felicidad a quien la merecía y por apoyar siempre a quien lo necesitó.

Escribir sobre Saúl Vázquez, es un deleite para mi alma enamorada, mi Saúl, el hombre que me enamoró, él , quien pudo hacerse de mi mirada con tan solo sentir su presencia, aunque a veces , sólo lo observaba de reojo, para no parecer muy indiscreta, el hombre que me deleitaba con su compañía durante los días activos y me dejaba su recuerdo en los días pasivos, simplemente, él que hacía aparecer cielos en mi camino.

Porque a pesar de haber sido un hombre de carácter fuerte, a mi lado se volvía un niño amoroso. Porque me amaba tanto como yo a él.

Porque me regaló 40 años de amor y felicidad.

Porque estoy segura que vendrán muchos años más cuando Dios decida volver a reunirnos. Porque nuestro rencuentro será eterno y glorioso.

This article is from: