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�El tiempo lleva dos relojes en sus pulsos: uno, para medir la edad de los humanos. Otro, para el tiempo de los pueblos y las cosas...."
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Preámbulo Pensamos que merecía la pena recoger estos textos en un cuadernillo, rescatar estas palabras del viento y ponerlas a disposición, quizás, de muchos pueblos pequeños salmantinos. La convocatoria de la Magna Exposición de Cuadros, Dibujos y Fotografías de Antonio Olivera Sánchez, y la rememoración apretada, en el Pregón de D. Adolfo Olivera Sánchez, de cómo eran el pueblo de Valverdón y sus gentes, hace cincuenta años, han servido ya para reunir a muchos de los nacidos en él, que andan repartidos por toda la geografía del ancho mundo. Queremos que esta crónica de las Fiestas de san Juan, salga, por caminos insospechados, en busca de los que no han vuelto a él, desde hace muchos años y les recuerde las raíces y las de sus hijos y nietos. Valverdón, San Juan 1987
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Pregón Por Don Adolfo Olivera Sánchez E V O C A C I Ó N D E V A L V E R D Ó N, L A H I S T OR I A M E N U D A DE H A C E C I N C U E N T A A Ñ O S.
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Trascripción literal de la cinta magnetofónica, el día 21 - 06 – 87
L
A última vez que estuve en Valverdón, fue el año 1983. Acababa yo de llegar de uno de mis viajes al extranjero y, al llegar a Salamanca, me informó puntualmente mi hermano Juan José, que hacía bien poco, había muerto, en el pueblo, nuestro primo Luís... Pensé en la prima Capi y, aquella misma noche, nos acercamos, por unos momentos, para estar con ella y con sus hijos, y, al día siguiente, por la tarde, volví para celebrar la última misa de su novenario... Habían transcurrido veinticinco años de aquella última Primera Misa, en éste pueblo, que fue la mía. Muchos la recordáis aún. Una gran parte de los que andan por las fotos de entonces, ya han muerto...
Y fue, al llegar, cuando me tropecé con la primera sorpresa. Había allí unas mujeres adecentando la iglesia, a la puerta, y oí el nombre de Vitoria, el nombre de aquella chica fidelísima, que, a partir de los años de mi carrera, y aún antes, va unido a los nombres, para mí entrañables de Don Manuel, el señor cura, la señora Carmen y la señora Manuela... Me parecía mentira que, al cabo de sólo veinticinco años, hubiéramos cambiado todos tanto, que hasta era posible mirarnos y no reconocernos... tuve que preguntar quien era Vitoria, y cuando la vi y miré a las otras, que estaban con ella, tuve la impresión de que el tiempo lleva dos relojes en sus pulsos: uno para medir la edad de los humanos, que cuenta los días de la vida casi por horas, y otro, para medir el tiempo de los pueblos y las cosas, mucho más lento, pero igualmente implacable.
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C
UANDO, al salir de la misa, vi a José y Manuela, a la señora Maxi y a su hijo Pepe, a la señora Eufemia y a los que por allí andaban, me di cuenta de que el tiempo es voraz de infancias y juventudes, y que era, como un insobornable guardia urbano que fuera empujando, sin posible apelación, a los visitantes, actores ellos mismos, del Gran Teatro del Mundo, cada vez más cerca de la puerta de la salida, hasta hacerles volver la cabeza para ver y recordar lo que dejan atrás, y ocupar enseguida el espacio que ellos dejan, con los que van entrando a contemplar y representar el mismo espectáculo.
El tiempo había sembrado de canas las cabezas de los que nacieron en la época que hoy evocamos aquí, se había llevado por delante dientes y pieles tersas de juventud y sólo había respetado ¡qué sorpresa tan agradable!, las caras de los santos de la iglesia.
El pueblo, en cambio, había envejecido, tan lentamente que apenas si me hacía sentir extraño, si no fuera porque el escenario de la amable casa de la abuela Esperanza lo habían derruido, y las casas de la abuela Adelaida, el Salón de mis padres, la casa de los tíos Fabián y Anastasia, la de Don Manuel, Don Cipriano, el inolvidable maestro, y la de la popular tía Benita, habían ido quedando, sin ellos, como desconcertadas.
Esta tierra y estas calles de Valverdón, que han sobrevivido a la gran hecatombe de los que han sido nuestros antepasados, seguirán. Estas casas, el río Tormes, las vegas y las cárcavas,
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Seguirán siendo el recuerdo vacío de nuestras vidas, cuando no haya ya un cronista, como este Pregonero de las Fiestas de San Juan, que nos haga revivir en el corro de los que vengan detrás.
Si sus habitantes, los de antes y los de ahora, se van a salvar del olvido, será, no os quepa duda, merced a alguien que escriba nuestra historia, la historia menuda que solo cabe en una crónica... Un pueblo desagradecido con los que vivieron antes que ellos, es un pueblo sin raíces, condenado a desaparecer sin dejar un latido... Son demasiados los hombres y mujeres de Valverdón, que son solo un nombre y una fecha, en una cruz apenas ya legible, pero, son muchos más los que, para desgracia nuestra, se han marchado, sin dejar ni la huella de sus nombres entre los hierbajos del cementerio. Pero ahí están, gracias a las manos de los curas de este pueblo, un soplo apenas, en los Libros del Archivo.
Los pueblos bíblicos y medievales, sabían mucho del miedo a desaparecer y rescataban del olvido, nombres y gestas, gracias a los vates pregoneros, alrededor de la lumbre y a las puertas de sus cabañas. Más tarde, aquellas tradiciones se recogieron en los libros de historia y los hicieron eternos.
Todos nosotros pasaremos, pero Valverdón, este envejecido escenario de tantas generaciones, nos va a sobrevivir, en parte, gracias a este otro consumado pregonero de los colores y de los dibujos perfectos, que es Antonio Olivera Sánchez.
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Posiblemente, -lo digo para orgullo vuestro- no haya ningún pueblo pequeño en España, que haya sido pintado, tan exhaustivamente, por un hijo suyo, como este pueblo nuestro, en esta Magna Exposición de Arte y de Cariño.
Así era el pueblo hace cincuenta años y sigue siendo hoy. Y, cada vez que se intente volver sobre él, habrá que recurrir a estas pinturas y dibujos de Antonio Olivera Sánchez, que nos van a sobrevivir a todos nosotros y él mismo, porque el reloj que mide sus años es mucho más lento que el nuestro.
Contemplad el milagro de estas fotografías que hizo, para la menuda historia nuestra, sin él saberlo, el señor Fabián, nuestro padre y que ahora podemos ver, en estas Fiestas de San Juan, gracias al arte de Juan José Olivera.
Esta es una muestra de un arte maduro, que paseará el nombre de Valverdón, primero por Salamanca y luego, por las Salas de Exposiciones de Madrid.
Yo, el pregonero primero y único hasta ahora de las Fiestas de San Juan, quiero ser el vate que traiga el recuerdo a todos, en evocación apretada, el alma de los mayores, vivos aún, y de los que, en estos últimos cincuenta años, se han ido al otro mundo con el nombre de este pueblo en el corazón.
Permitidme, los más jóvenes, que os evoque el tiempo de vuestros padres y abuelos... Estos hombres y mujeres maduros de hoy.
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son los niños de la posguerra, los de la merienda de la patata cocida en el rescoldo de la lumbre de paja y leña de encina, en el suelo, y un juego para cada estación del año: la peonza, las "vistas", los nidos y los pájaros y el vocerío del "aliluveo".
Estas mujeres, son las niñas de entonces de la comba y el corro del "agáchate y vuélvete a agachar" o del romance de la "Viudita del Conde Laurel".
Los niños de los sacos de la fábrica de harinas de Zorita, que recosían la abuela Adelaida, la señora Isidora y muchas más. Sólo Dios sabe cuantas generaciones vinimos al mundo en el áspero mandil de aquella mujer. Valverdón tiene con ella una deuda contraída. Quede aquí constancia de parte de este Pregonero agradecido.
Aquellos eran tiempos de la gran mortandad infantil. Don Manuel, el señor cura de toda la vida, preguntaba, rutinariamente, en los bautizos, si los niños habían recibido "el agua de socorro", porque una gran parte venían al mundo, en este pueblo solo para unos días. El suyo era un reloj vertiginoso. Fueron niños y viejos a un tiempo, un levísimo llanto y un recuerdo que, en muchas familias, aún dura.
Estos niños y niñas que no llegaban a cuajar, se les colocaba en diminutos ataúdes blancos, entre flores y mimos, tocaban a gloria las campanas, con el paréntesis de un solo clamor, y el pueblo acompañaba a aquellos angelitos al cementerio. Se iba al cementerio por el camino del caño y, al caño, por el camino del cementerio. Los colocaban en lo que era, antes de la ampliación.
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y del pasillo de los cipreses, que yo mismo regué, en el centro justo de nuestro "corral de muertos". Allí había una acacia y, en torno, ellos, nuestros muertos.
¡Valverdón de los lutos largos!. Apenas había casa sin muertos chicos. También en nuestra casa murió una niña. Tenía tan solo veintitrés días. Dejadme que, como un responso, le dedique a todos aquellos diminutos hijos de este pueblo nuestro y a sus madres angustiadas, estos versos que le he dedicado antes a aquella hermana nuestra:
Flor de Almendro I ¡No te me duermas, amor, que me da miedo tu sueño!. Mama a mis pechos, mi vida, ¿quien sabe si venceremos?
La luz que bulle en tus ojos no puede morir tan presto. Espera, cielito, espera, que pronto se irá el invierno, llegarán los aires tibios y la lluvia irá cediendo, se elevarán en los campos cosecha de trigo nuevo que gemirá bajo el trillo y llenará los graneros. Tienes que esperar un poco, hasta que nieve el almendro. No es posible que tu vida tenga tan corto su vuelo.
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Te he esperado tantos meses... y he tenido tanto miedo de perderte por la noche que, en vela, he pasado el sueño.
Tienes que aprender a hablar y a correr por los senderos: La casa espera tus gritos y tus cabellos, el viento.
¡No te me duermas, amor, que me da miedo tu sueño!
II Te nos fuiste muy temprano. Apenas tuviste tiempo de mirarte en nuestros ojos y de escuchar los cencerros de las reses yendo al agua y el aullido de los perros. La muerte cerró tus ojos y nos dejó en desconsuelo. Longinos subió a la torre y te tocaron a muerto... ¡A gloria!, decía la gente, ¡una niña que se ha muerto!. Nadie conocía tu nombre, ¡angelitos para el cielo!. ¡Qué corta tu vida ha sido y qué largo tu recuerdo!. Tus palabras no nacidas, tus risas y tus silencios, amordazados quedaron y no supiste de besos.
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Qué larga muerte has tenido, ¡hija! sembrada en el cementerio, polvo que pudo ser vida, vida que es flor de recuerdo.
¡A gloria!, decía la gente, ¡una niña que se ha muerto!. Nadie conocía tu nombre, ¡angelitos para el cielo!.
¡Las rosas también se mueren y se apagan los luceros!. ... ... ... ...
(Los aplausos interrumpen la declamación del vate) ... ... ... ... - ¿Donde has nacido, mi niña?, te preguntaría San Pedro - "¡En la Armuña, junto al Tormes, Valverdón, señor, es mi pueblo!" ... ... ... ... (Muchos aplausos. Hay espectadores con los ojos enrojecidos). ... ... ... ...
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EL CAMPANARIO
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"Ni単os de hace cincuenta a単os".
LAS ABOGALLAS
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Hombres y mujeres de hoy, entonces niños de las "macocas" del Tío Melchor, que rezaban el Bendito, al mudarse de ropa y al salir de la escuela y luego besaban la mano de las mujeres casadas para ganarse la merienda.
Niños y niñas del "Racionamiento", de los tiempos del "estraperlo", de los piojos de la escuela y el pan de maíz que cocía el Sr. Argimiro, el panadero, para los que no tenían tierras propias, en aquellas hornadas que impregnaban el aire con su aroma, nos deleitaban con su olor refrescante a sierra, por el aroma de tomillo y roble, con que calentaba el horno.
Niños que vivieron entre adultos que, por culpa de la guerra, pagaban en sellos porque no había dinero.
Niños y niñas de entonces, hombres y mujeres hoy, que vieron marcharse "al frente" y no volver a Juan Bravo, julio Sierra, Arsenio y al inolvidable "Poli", que vieron las cuatro tumbas de los fusilados en el camino de Forfoleda, pasada la Antanica y que crecieron con los cuentos de los "maquis" y el miedo al "Tío del Saco".
Niños "monagos" a dos "perras gordas" el día de San Juan el Grande y una "perra chica" al día siguiente, que daban para tres almendras, un cohete de junco y un pirulí.
Niños que se reunían en la Plazuela de los Muchachos, como la bautizó el Sr. Juan Manuel el secretario y la tituló Agustín, nuestra plaza.
Niños "trilliques" de sol a sol, que corrían a besar la mano de D. Manuel el señor cura y se aprendían de memoria la Historia Sagrada... 17
"Plazuela de los Muchachos".
Niños que se reunían en la Plazuela de los Muchachos ...
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… y el catecismo del Padre Astete. Vaya para todos vosotros, mi recuerdo en esta hora... (El público interrumpe con grandes aplausos)... y estos versos del "Niño Yuntero" de Miguel Hernández: Contar sus años no sabe y ya sabe, que el sudor, es una corona grave de sal, para el labrador... Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina y su vivir ceniciento revuelve mi alma de encina... ..................... (Gran ovación) ..................... Niños y niñas de la Primera Comunión el día de la Ascensión y de la "Tos Ferina", que se metían entre el rebaño de las ovejas, a la caída de la tarde, para respirar el polvo y curarse. Estos fueron los niños de los TBOs. Por entonces un niño de este pueblo los imitaba y componía, él mismo, uno especial que protagonizaba la "burra de Emeterio", se llamaba Antonio Olivera Sánchez y aquí tenéis el resultado hoy... mientras otra niña de la escuela de Dñª. Sebastiana, soñaba con barro y hoy es una gran ceramista. Se llama Amelia García Sánchez... (Muchos aplausos). Los que nacían en Valverdón por entonces, sabían casi seguro que morirían en él. Toda nuestra infancia miraba hacia “Colón”.
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El Monumento de Valcuevo, Valverd贸n, Zorita...
"Desde all铆 descubri贸 Am茅rica"...
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Apenas vadeado el regato de Valgrande, remontando el repecho de las encinas, aparecía enfrente, el Monumento de Valcuevo. "Desde allí descubrió América", nos decía Tía Anastasia. Lo que no sabía ella, es que nos estaba contando casi toda la verdad, porque cada vez que venía a Salamanca el Navegante, se venía al Convento de los Dominicos donde, dicen las crónicas de San Esteban... (¡Atención, Valverdón, en vísperas del 5º Centenario del Descubrimiento!), "se detenía en largas y frecuentes conversaciones con los Maestros de Matemáticas que había allí entonces"... (aplausos).
Valcuevo, era el centro de estos contornos: Mozodiel, Tesonera, Muelas, Zorita que se llamaba "de los Flayres", y el mismo Valverdón, pertenecían a los Dominicos de San Esteban de Salamanca. Valverdón lo compraron el 4 de octubre de 1488, cuatro años, menos dos días, antes del descubrimiento de América.
El próximo año, queridos amigos, el cuatro de octubre, se cumplirán los 500 años que Valverdón fue comprado por los PP. Dominicos. (Aplausos).
Para Colón y su protector, Fray Diego de Deza, confesor de Isabel la Católica, los nombres de Valcuevo y Valverdón eran familiares.
Este es un pueblo que estuvo al borde mismo de pasar a la historia de España y que quedó en la humildad de un contrato que se conserva en el Archivo de los Dominicos de San Esteban... (El pregonero tiene que interrumpir su cometido, obligado por los aplausos).
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Hace cincuenta años, la gente de este pueblo y los niños de entonces, eran los de la "única radio", la que había traído el señor Fabián de Estados Unidos. Por ellas llegaban, para aquella generación de "entre las dos guerras", los avatares de los alemanes y de los aliados. Las otras noticias venían en La Gaceta que leía Don Manuel y en el Boletín Oficial que llegaba al Ayuntamiento.
Tiempos de la “Guardia Cívica” y las “noches de los silbatos”… a pesar de todo, porque había mucho cariño en cada casa de éste pueblo, aquella fue una infancia feliz, para los niños de entonces.
Permitidme que os evoque, brevemente, sacados de las crónicas de La Gaceta y el Adelanto, los nombres de los que eran entonces mozos: “Nisio”; Ángel y “Quiqui” (hermanos); Juan-Antonio y Sabas (hermanos); Pepe; Sínforo y Manolo (hermanos); Justo, Isidoro (Valcuevo); José; Julio, “Vivi”; Mariano (Zorita); Luís y Ángel (hermanos); Emilio y Saturnino (hermanos); Juan Manuel y Tristán (hermanos); Santos (sastre); Vicente y Agustín (hermanos); Isidro y José (hermanos); Agustín, hijo de Don Juan Manuel; Celestino y Manolo (hermanos); Marti y Eutimio (hermanos); “Balta”; Ramiro y Santiago (hermanos); Belisario; Santiago, Damián y Agustín (hermanos); Santiago (hijo del señor Francisco y la señora Margarita), José y Eugenio Fraile (hermanos); Pascual y Juan-Agustín (hermanos); PedroJuan…
Estos eran los que en aquella época, se las ingeniaban, y con la ayuda del señor Fabián, organizaban comedias en el Salón.
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Un año se representó “Don Juan Tenorio”. Aparece como protagonista, en el papel de Doña Inés, Encarna y en el de Don Juan, “Nisio”…. Otro, “¿Qué tienes en la mirada?”, fueron principales intérpretes: “Nisio”, Isabel y Encarna. En otra ocasión, pusieron en escena “El médico a palos”, que fue un éxito colosal. El protagonista fue el inolvidable “Nisio”.
El escenario lo construían con trillos y tableros de la panadería del señor Argimiro. Los mozos recortaban las decoraciones y el señor Fabián se las pintaba.
A la representación, venían personas de Torresmenudas, Forfoleda, Almenara, Muelas, El Pino… el señor Fabián amenizaba los entreactos con canciones de la época, las que cantaba Miguel Fleta: Valencia, Amapola, La Jota de la Dolores. Aquellos mozos tenían ingenio y, para sufragar gastos… rifaban una botella de coñac. Las crónicas se publicaban en El Adelanto y ahí están, en su hemeroteca.
Por aquellos años, se celebró un concurso de cante flamenco en Radio Salamanca y entre todos, animaron para que se presentara por Valverdón, al mejor cantante posiblemente que había entonces en toda la provincia: Ángel Sierra… aquella noche, acudió mucha gente al Salón para escucharlo cantar por la radio del señor Fabián. Cuando se oyó el nombre de Valverdón, sonó un aplauso fenomenal y Ángel Sierra, que cantó como los ángeles, para disgusto de todos, quedó en segundo lugar.
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Por entonces venía a este pueblo, un artista. Lo traía el señor Alcántara, de Salamanca. Era un gitanillo "cantaor" de flamenco. Venía con el culo roto en los pantalones y aquí mi madre, le mataba el hambre con un par de huevos fritos. El artista era... Rafael Farina... (muchos aplausos)... Pero os aseguro queridos paisanos, que nuestro Ángel Sierra, era muy superior a él... (No dejan que el vate continúe. Muchos aplausos). Y no podemos olvidar a las "bellas y simpáticas señoritas" de entonces. Así las piropeaba mi padre en las crónicas de el Adlanto y la Gaceta. Eran Isabel, hermana de “Nisio”; Encarna hija del cartero; Antonia, Rosaura, Bienvenida y Catalina hijas de Don Juan Manuel; Basilia; Capi y Alejandrina; Isabel, Pura, Marceliana y Manuela, hijas del señor Ignacio; María, hija del señor Sergio; las mozas de Valcuevo, Aquilina, Socorro y Consuelo… las mellizas de Zorita, Mónica y Esmeralda; Felipa; Pilar Mangas; Hortensia; Domitila y Liodi; Manuela, hermana de Ramiro. Los deportistas de la pelota a mano eran, los insuperables: Donato, José y Mauro… Recuerdo un día que, llegaron los mozos al Salón y a últimas horas de la noche, se le ocurrió al señor Fabián, que había que terminar la velada, haciendo chocolate. Todo el mundo estaba de acuerdo… les dijo: - Pero el chocolate, tiene que ser con churros y aquí no los hay. Tenéis que ir a por ellos a los Pizarrales. A aquella generación, no le arredraba nada. Se fueron a por las bicicletas y cuando iban a ponerse en marcha, el señor Fabián los paró, les dijo: (Os lo cuento para que veáis lo sanos que eran aquellos intrépidos de hace cincuenta años.)… les dijo: - Tenéis que ir… pero en calzoncillos… (En la cinta, el silencio es absoluto. Gran expectación, curiosidad… están callados hasta los niños… al final, grandes carcajadas). Nuestros mozos, se quitaron los pantalones y vuelta a las bicicletas… (Muchas risas)… pero el señor Fabián tenía aún otra condición: ¡Alto! Los pantalones se quedan aquí, en el Salón… (Nuevamente, grandes risas) 24
Y aquellos hombres, se montaron en las bicicletas y se fueron a por los churros. Al amanecer, estaban en los Pizarrales… y, al volver a Valverdón, al llegar a la altura de Tesonera… me los para la Guardia Civil… (Se oyen risas y suspiros de los espectadores) … El bueno de “Nisio”, hizo de portavoz y cuando les preguntaron qué demonios hacían con aquella pinta, “Nisio” tembloroso, les aclaró… - Es que somos deportistas. Por eso venimos en calzoncillos:… (Todos ríen con satisfacción)… La Guardia Civil, tomándolo a broma, dijo con voz de mando: – “¡Quedan requisados los churros, y ahora mismo ustedes los tres, se vienen al cuartelillo con nosotros!”. Entonces “Nisio” terció: - Es que son churros que nos vamos a comer con chocolate… (Risas que interrumpen al pregonero)… en el Salón del señor Fabián. El Cabo le hizo un guiño al compañero y con gesto resuelto les ordenó: ¡Largo!, ¡A Valverdón, y esperad a la Guardia Civil, que llegamos enseguida a comer los churros con vosotros!... (Gran ovación, todos aplauden a rabiar por el final feliz de la aventura).
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Quiero traeros a la memoria a la Tía Benita, que tenéis representada en el cuadro de la entrada. Huésped de todas las casas para aliviar su soledad, siempre con el pañuelo a la cabeza, maldiciente y cariñosa al mismo tiempo, con su "zolacha" camino de la Presa. Una vez al mes, se acercaba a Salamanca a por las dos pesetas de pensión. Pasaba por el Seminario y siempre me dejaba un "real": "para que me digas misas cuando me muera"... - "¿Por qué te dejas besar de esa mujer?", me decía una vecina suya cuando venía de vacaciones... pero os digo que la Tía Benita era la primera que se alegraba y me repetía: "Solo le pido a Dios que no me deje morir sin verte cantar misa".
Y no pudo verme, aquel año de las "dos Primeras y únicas misas" en Valverdón... murió en el Hospital Provincial de Salamanca y su cuerpo está... en ninguna parte... Quede aquí, en su honor, este recuerdo mío. (Se oye una gran ovación).
Sería injusto este Pregón, si no trajera a esta reunión, la memoria de Don Manuel el señor cura y de los maestros Dñª Sebastiana y Don Cipriano.
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LA TÍA BENITA
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DON MANUEL
Algunos alumnos de la escuela de D. Cipriano con uno de sus hijos.
DON CIPRIANO 28
Don Manuel, que vino con sus veintiséis años y salió de este pueblo solamente... para irse al otro mundo. A todos nos bautizó él, nos enseñó a rezar, de sus manos recibimos la comunión y, entorno suyo, canturreábamos el Catecismo. El pueblo ganaba en seguridad sabiendo que él estaba allí con su breviario y con su genio.
Todo giraba entorno a la iglesia. Tocaban las campanas "a alzar" y los hombres paraban su labor y se quitaban la gorra. .. Tocaban "a muerto" y todo el mundo contaba los clamores... Tocaban "a oración", y era la hora de recogerse en casa... Su mano ha sacado del polvo del olvido los nombres de los nacidos en el tiempo de su mandato... ............................. (Gran ovación)... ............................. Junto a él, Doña Sebastiana, en la escuela de las niñas, con sus bigotitos canos, menuda y regordeta y siempre seria, a la sombra de la escuela de los niños de Don Cipriano... Otros dos que quemaron aquí su juventud y su vida.
¡Don Cipriano, ya enfermo, en conversación con Don Manuel, con su miedo a morirse después de haber malgastado su vida inútilmente en este pueblo! Sabía perfectamente que nos había enseñado a los niños de entonces solo los rudimentos de la cultura. Lo sabían los tres, y se consolaban pensando que, con un solo niño que saliera de aquí y fuera alguien, ya habrían merecido la pena todos los esfuerzos.... 29
Luego, ya lo veis, han sido varios los padres que han visto realizados en sus hijos los sueños de aquellos hombres. Os digo, queridos amigos, que este pueblo nuestro no los debe olvidar. Queden aquí sus nombres para los que habéis venido detrás y el agradecimiento de este aplauso para el hijo de Don Cipriano que nos honra hoy con su presencia... (Se oye una cerrada ovación)...
Aquí habría que poner puntos suspensivos para que fuerais vosotros mismos los que continuarais en esta Fiesta de San Juan, al calor de esta Exposición, la evocación del alma de este pueblo...
Pero no quiero dejar de mencionar dos nombres que se nos han ido al otro mundo con un secreto: el Sr. Fabián Sánchez, mi tío Fabián, y el Sr. Adrián. Eran los últimos que sabían la "Misa solemne".
Una misa única. Me contaba el Maestro de Capilla de la Catedral de Salamanca, Don Constancio, músico él y gran compositor, que la había oído una vez y que era "música mozárabe". Alguno, posiblemente, de los que huyeron de la dominación árabe, se refugió en esta comarca, donde se había estabilizado el frente entre moros y cristianos, cuando Alfonso VI, Sancho IV, Doña Urraca la de Zamora y el Cid Campeador. Puede que hasta allí hundamos nuestras raíces... (grandes aplausos después de una gran expectación)... Todos éstos pueblos de alrededor y Almenara es un buen ejemplo, tienen sus iglesias románicas ó sus restos... 30
¿Quien compuso aquella misa extraña y solemne, que se cantaba solo dos veces al año, el día de la Fiesta Nueva y el día de San Juan el Grande? Se conservó en las voces potentes de estos dos hombres y con ellos, ha desaparecido. Quede aquí también el recuerdo de esta misa que se ha perdido para siempre.
Estaba confesando Don Constancio Palomo, un Viernes Santo, en este pueblo nuestro, me lo contaba él mismo, cuando los hombres entonaron, desde el coro, un "Miserere", tan serio, musicalmente, que él, compositor que era, detuvo las confesiones y salió del confesionario para poder oírlo estremecido. También se ha perdido. Estas cosas, queridos amigos, no pueden volver a pasar...
La gente habla del "Miserere" de Eslava en la Catedral de Sevilla y nadie sabe que, en este pueblo nuestro, había otro "Miserere", que compuso, no se sabe quien, que hacía temblar al Maestro de Capilla de la Catedral de Salamanca... (Grandes aplausos)... ........................................ Y para esta generación joven que escucha ahora como al calor de la lumbre, esto que parece un cuento y ha sido verdad, quiero dedicarles esta poesía, con motivo de la Fiesta de San Juan. Para todos vosotros:
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EL SOL Y SU PICADURA..
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Verano Por San Juan llega el verano ¿morirá la primavera? Por las venas de los árboles desde dentro de la tierra trepa el sol, mientras la savia los va convirtiendo en hembras dispuestas a dar su fruto en las sombras de las huertas. Por San Juan llega el verano ¿morirá la primavera? El vino, cepas arriba, va buscando las tabernas, tallo arriba, los perfumes, buscan labios de azucenas. Por San Juan llega el verano ¿morirá la primavera? Las moras moritas verdes enrojecen de vergüenza, la nieve busca refugio en las cumbres ventoleras. El sol y su picadura quieren acabar con ella, devolverla al manantial y al frescor de las acequias. Por San Juan llega... ¡mi amor, el tiempo de la cosecha!... ¿Hay campanas en los árboles?... ¡Parece que suena a fiesta!... (Gran ovación)
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Os traigo, finalmente, el recuerdo de una mujer extraordinaria que, al borde de su muerte, rememoraba la Fiesta de San Juan que ella vivió: - "Os parecerá increíble, pero yo estaba con la mente allí, en Valverdón. Al acabar la misa, se abría el portón de las cancelas de par en par y entraba en la iglesia, un chorro de luz cegadora... Salían los primeros, los niños y las niñas de Don Cipriano y de Doña Sebastiana, apelotonados, empujándose... Detrás, los hombres, cada uno a su aire. Olía fuerte a incienso y los sones de la flauta y el tamboril, el rebufo de los cohetes y el repique de aquellas campanas únicas, al salir la imagen del Santo Patrón, me trasladaban a un mundo de maravilla total"... Éste encanto de mujer se llamaba Anita y era nuestra madre... (Grandes aplausos). ........................................ Ya tenéis el alma de esta Exposición de Cuadros y Fotografías, para que os echéis a andar por ellos y los interroguéis.
El recuerdo de éste pueblo nuestro se ha salvado para la historia, gracias a las manos primorosas de éste consumado artista, nacido aquí, que es Antonio Olivera Sánchez... (Grandes aplausos) ... Su hermano ha sido el Pregonero y vosotros los destinatarios de éste homenaje... ........................................ Y antes del último grito, queridos amigos, quiero deciros lo que hemos pensado. D. Cipriano está allí, el último de arriba. Su hijo Eutimio está aquí con nosotros. Su hermano Marti no ha podido venir... 34
Yo que fui uno de los últimos alumnos de su escuela y uno de los dos niños que él quiso que fuéramos a Salamanca, para despedirse, antes de morir, de todos los niños de Valverdón; como recuerdo agradecido de éste pueblo a aquel maestro que fue un corazón, os propongo que todos los que fuimos alumnos suyos, firmemos aquel retrato y se lo entreguemos a sus hijos... (Muchos aplausos). Ha sido la "Ronda de la Patata" alrededor de la lumbre, junto al rachizo que se ha ido consumiendo y que soy yo... Para todos vosotros, de todo corazón... Felices Fiestas de San Juan... (Grandes aplausos. El Pregonero tiene que dar varias veces las gracias. Los aplausos no cesan). ¡Muchas gracias!... ¡Muchas gracias!... ¡Muchas gracias!... Hoy hemos salido en La Gaceta. Pasado mañana saldremos en El Adelanto. Mañana, a las ocho de la tarde, vendrá la Radio... Dejaos caer por aquí los que podáis y haced oír la voz de Valverdón... y, posiblemente, durante la semana, vendrá también la Televisión... (El público sorprendido y admirado, aplaude emocionadamente).
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Fin
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