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De paso cañazo, un poco de historia | Pág
De paso cañazo, un poco de historia
Por Juan Bengochea
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Sentado en mi taller, hilando una caña, recuerdo mi infancia. Cuando todos mis amigos jugaban en la plaza, yo elegía ir a pescar al Parque Centenario, Capital Federal. A mis quince pesqué mi primer concurso, desde ese momento supe que esta pasión nunca me abandonaría. Luego vinieron muchos campeonatos. Obtuve buenos resultados, coronándome campeón con el club “Peña Piscatoria” al que pertenecía. Fui campeón nacional por equipo, y representé a nuestro país en el sudamericano de pesca. Al momento de comenzar mis estudios universitarios, me incliné por una carrera relacionada a los peces, por tal motivo me trasladé a la ciudad de Bariloche, donde se dicta la carrera de acuicultura en la Universidad Nacional del Comahue. En mi paso por esa ciudad, además del estudio, me dediqué a la pesca con mosca, trabajé con un reconocido guía. En Bariloche conocí a mi compañera, a quien por razones laborales trasladan a Comodoro Rivadavia. Una vez terminada la carrera, y ya viviendo en la ciudad petrolera, descubro una nueva forma de pesca, nuevos paisajes, nuevos amigos, otro clima, pero la misma pasión.
Las costas chubutenses son el paraíso para la pesca de concurso y recreativa. Hay una gran cantidad y variedad de peces, pudiendo alcanzar en un concurso las doscientas piezas por hora. Esta gran cantidad de peces requiere que los pescadores innoven permanentemente e implementen nuevas estrategias, de acuerdo a las condiciones ambientales y de pesca. Debido a la necesidad de actualizar los equipos, para obtener buenos resultados en los torneos, es que nacen los talleres de pesca. Luego de haber trabajado en una reconocida casa de pesca, en el año 2013 abro mi propio taller “De Paso Cañazo”, combinando así mi pasión, con el trabajo. El taller inicia su actividad realizando reparaciones y armado de varas. Desde hace 3 años, comencé a importar, a través de Bairespack, las reconocidas varas Packbay (punteras), y diseñé los Butt (mangos). Esta vinculación con la marca, me permitió viajar a China. Participé en la feria de pesca, visité las fábricas y conocí los procesos de la elaboración de la materia prima que todos los días utilizo en mi taller. El viaje fue fundamental, porque pude estandarizar la producción de cañas, algo difícil de lograr anteriormente. Y hoy estas, pueden adquirirse en los mejores locales de pesca de la Patagonia. Comienzo el proceso de armado de cañas escuchando al pescador, indagando cómo y para qué quiere su equipo de pesca, muestro las diferentes opciones de butt y puntas combinadas, charlamos sobre las diferentes alturas y acciones que poseen. En nuestras costas, para la pesca de pejerrey, se utilizan cañas de acciones que oscilan entre 2/6 y 10/20 libras, con largos de 2,40 a 4 metros. Una vez que el pescador define lo que quiere y necesita, comienza mi tarea de armado personalizado. Cada pescador elige el diseño y color que tendrá su caña. Los pasos del armado son los siguientes: pegado de portareel, armado de mango de corcho, colocación de pasahilos, los cuales se empatillan para sujetar el mismo a la varilla, y por último se coloca resina (epoxi) a la caña, fijando así el trabajo realizado. El taller no sólo ofrece asesoramiento, también enseña, incentiva y acompaña a los más pequeños -y no tan pequeños- a iniciarse en este hermoso deporte. Con orgullo guío a mi hija Mora de 11 años, en sus primeros pasos en nuestro querido Club El Pique. De Paso Cañazo, charlamos de pesca, compartimos anécdotas, nos cebamos unos mates, mientras de fondo se escucha un tangazo.