27 | Erotismo y condena

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NĂşmero 27 | Mayo de 2012

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DIRECTORIO 10/4 Marco Tulio Castro Director marco@diez4.com Wilberth Chong Jefe de diseño wilberth@diez4.com

EROTISMO Y CONDENA

Carlos Aguilar Webmarketing carlos@diez4.com Sergio Nolasco Secretario de redacción redaccion@diez4.com Dalia Chávez Editor de foto dalia@diez4.com Luis Mario Sarmiento Ilustrador sarmiento@diez4.com VENTAS Lina Contreras Jefa de ventas lina@diez4.com Abril Valdez Crédito y cobranza abril@diez4.com PLANEACIÓN Y NEGOCIOS bisnes@diez4.com PORTADA Diez4

Como si el erotismo no tuviera suficiente castigo con la moralización del siglo XXI, presentamos una edición donde el erotismo carga con la condena social y judicial: mujeres que por amor o engaño transportan droga en la vagina, motociclistas tachados de delincuentes, pero románticos empedernidos e ilustradores enamorados dibujando mujeres de cuerpos imposibles para historias déclassé. La condena al erotismo, entonces, va más allá de la literatura, como sucedió en el renacimiento con Antoine de la Sale y Pietro Aretino, y que reafirmó la ilustración con el marqués de Sade. En este número se intenta retomar el erotismo sin analogías. La vagina es eso y no una escuadra de navíos delirantes. El romance olvida la razón y abraza a la estética; el erotismo de esta edición se planea un imposible: ser tosco y lleno de realidad. Como verán, los temas seleccionados conservan tintes de narrativa en una búsqueda por hacer disfrutable el periodismo.

COLABORADORES Alejandro Saldíva, Arturo JF, Jorge Damián Méndez Lozano, Karla Paulina Sánchez y Luisa Orduño. CONSEJO EDITORIAL Juan Pablo Proal, Rafael Fregoso, Ruth Ramírez, Quitzé Fernández.

Diez4 se incubó en: Diez4, año 1, número 27. Mayo de 2012. Revista mensual editada y publicada por Editorial Diez4. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier sistema o método del contenido, incluyendo cualquier medio electrónico o magnético sin previa autorización por escrito del director. Derechos de autor reservados en forma y concepto. El contenido de las imágenes, la publicidad y los artículos incluidos en Diez4 reflejan solamente la opinión de sus autores o anunciantes y no representan el punto de vista de Editorial Diez4. Esta publicación se encuentra protegida y registrada ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Secretaría de Educación Pública, según consta en la Reserva de Derechos No. 04-2011-090909291600-102. Diez4 se imprime en Cias. Periodísticas del Sol del Pacífico S.A. de C.V. Dirección: Rufino Tamayo #4 Zona Urbana Río Tijuana.

Diez4

Realidades y casualidades de la urbe. www.diez4.com. buzon@diez4.com. Sirak Baloyán #1917, interior 210. Zona Centro, Tijuana, Baja California, México. Código postal 22000. Tel: (664) 378-2524


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ADORA PELEAR, ANDAR EN MOTO Y RETRATAR BODAS

EL MOTOCICLISTA MÁS ROMÁNTICO

Por: Sergio Nolasco Fotos: Tripper

Jaime Lazzaro es un personaje raro de encontrar: le gusta andar en moto, madrear a choferes del transporte público…, y tomar fotografías de boda. La gente lo reconce como bueno en todo eso: es El Tripper, un hombre que se viaja con todo, pero más con el click de una cámara y una boda romántica. –Yo no soy fotógrafo haciendo fotografía urbana pues, ¿me entiendes? Soy un bato de la calle que quiere ser fotógrafo. Yo creo que con eso me describiría. Jaime Lazzaro tiene 36 años bien vividos, a los 15 fue bautizado con el su nombre de guerra en las calles.

–Pues el apodo sale en L.A. California, del barrio Dead Ends Harpys. Siempre les decían a mis demás carnales: ‘Tell your home not to tripp… Dile a tu compita que no se tripee’, porque me gustaba de volada pelearme; el día que me brincan al barrio pos ¿cómo le vamos a poner? Pos el Tripper. Aunque su trabajo como artista comenzó apenas hace tres años, su fama en Internet ha crecido como la espuma y ahora es recomendado por revistas y fotógrafos de Estados Unidos y Londres. Sueña que sea recordado más con una cámara, que montado en una moto. –Bien cabrón güey, ser recordado como fotógrafo, sí, bien

¡Para empezar que se quiten el estigma de que todos los pinches tatuados y pelones o greñudos son malandros güey! cabrón. Quiero ser el güey que vean en la calle y que digan ese cabrón está tatuado y todo el pedo… ¡Para empezar que se quiten el estigma de que todos los pinches tatuados y pelones o greñudos son malandros güey! Si hay gente bien ojete verdad. Digo, yo lo fui, pero den la oportunidad a la raza. ¡Yo conozco güeyes violines y que andaban de traje güey!, entonces no tiene


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nada que ver. Que la raza ya no viva en la prehistoria. Que digan que soy un fotógrafo de calle. –¿Cuándo decidiste agarrar una cámara y decir: Va, voy a hacer fotografía? –Me debían una feria [se ríe] y el bato que me debe resulta que le había comprado una cámara nuevecita a su morro, un morro de 23 años. Me pagaron con la cámara y yo pensaba venderla. –¿De un jale malandro o derecho? –Hasta ahorita nunca me ha quedado nadie por pagar, de hecho viví mucho tiempo de eso, de cobrar feria. Imagina que era Coppel, pero a mí no me cerraban la puerta [se ríe]. ¡Que onda cabrón! –Interrumpe otro motociclista. –Que onda carnalito, ¿cómo estás cabron? Bueno, entnces cuando llego al cantón pues la iba a vender y mi señora me dice: pues sabes qué, a ti te gustan un chingo esto ¿Por qué no le calas? Me gustaba mucho ver fotografías, pero no tenía la más minima idea de cómo se hacían. Mi primera cámara fue una sony alfa, dure una semana para darme cuenta que se le podían cambiar los lentes. Me clavé en Google, YouTube, a darle, a darle a darle. Tripper se clavó tanto en la foto, que comenzó con una serie que llamó 365 por tratarse de tomar una foto al día y hacer registro en Flickr. –Lo terminé con bombos y platillos: mención honorífica en Flickr güey. Más de mil y tantos seguidores y más de 400 mil visitas. La sociedad mexicana de fotógrafos profesionales lo invitó para julio de este año

Llevo ya de más 20 bodas en dos años. Ese es mi lado cursi si lo quieres decir ¡me gana el pinche romanticismo! a la convención internacional en Mazatlán a exponer sobre urban strobist, la marca Westcott lo entrevistó sobre su trabajo, apareció en la revista electrónica photocrave.net seis semanas seguidas, luego le dedicaron una semana a sus fotos, lo publicaron en strobist. com, y montó dos exposiciones en el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana. *** Estamos en el club Sólo Ángeles, punto de encuentro de 138

motocilistas. El lugar por sí mismo es un cliché: mesa de billar, piso de madera, logos de cerveza, batos y morras enfundados en piel y rock clásico de fondo. Hoy que entrevisto a El Tripper, viste chamarra negra, sudadera con el logotipo de su club, gorro negro, pantalón de mezclilla, botas de trabajo y trae barba poblada. Aquí lo único que resalta es el tema de conversación. –¿Tienes un proyecto fotográ-


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¿Qué le puede molestar a un motociclista rudo que trabaja como encargado de logística de una empresa estadunidense? Que la gente no salude. fico pendiente o a futuro? –Tengo ganas de fotografíar a un güey o a una morra que toque el chelo, por si conocen ustedes a alguien, sería en la calle, nada de alto pedorraje ni nada. ¿Qué le puede molestar a un motociclista rudo que trabaja como encargado de logística de una empresa estadunidense? Que la gente no salude. De hecho tiene una foto donde lo expresa. Es un autoretrato. Se le ve en un puente, con un zapato simulando un teléfono.

Aparece gritando. –Esa vez tuve un día para la chingada. Renuncié pero no me dejaron salirme del jale. Pinche día malo; me salio un pago que tenía que hacer y no me habían avisado y pagué doble; a mi niño me lo suspendieron de la escuela por una pendejada que hizo un compañero de su salón y para acabarla de chingar, una vieja hablándole a un tal Miguel a mi casa. –¿Me pasa a Miguel? Respondió: Hola, buenas tardes. Me caga que no saluden. Trato de ser cortés, te digo, mi jefito fue licenciado en filosofía y letras, mi mamá es contadora. Entonces esta señora me volvió a llamar. Si me llamó 13 veces la pinche vieja son poquitas güey. A partir de ese momento Tripper se puso a pensar, porque piensa mucho, que no es necesaria tanta interconexión y esas mamadas.

–Yo por el jale traigo Internet en el teléfono. Mi hijo me pide permisos por correo, y chin chin tu puedes revisar en mi Facebook que le respondo: ‘Güey, deja de hacerte pendejo, deja de mandilear y limpia el refri que te dijo tu mamá’, porque a eso llegamos ¿Me entiendes? Tanta interconexión no es buena, entonces yo estaba desesperado, y dije ¿Cómo lo muestro? Pues gritándole al pinche zapato. Su última pelea fue hace tres meses con un chofer de transporte público que le aventó la calafia a una señora que iba cruzando la calle, no conocía a la señora pero el bato la regó. –Digo, me han pegado unas putizas. Una vez venía de Playas de Rosarito. Un puto salió sin voltear. Yo iba en la moto, me acerco, le cago el palo, el bato me contesta, me mienta la madre y avanza, yo le pego al vidrio y el


10 bato se baja nos empezamos a trenzar. ¡Nunca medí que estaba enfrente de las calafias güey!, se me fue el rollo, y cuando yo estaba clavando a este güey me llega otro y luego otro más, y después ya no supe qué pedo, cuando yo me di color se metieron dos doñas, y yo me levanté. No quise hacer gran pedo porque yo tuve la culpe; no me di cuenta donde estaba y pues te digo que a veces me tripeo de repente, a veces por eso me regañan aquí estos güeyes. Pero a este güey rudo y pelón, lo que le gusta retratar son bodas. –Llevo ya de más 20 bodas en dos años. No hago bautizos, No hago piñatas, no hago esas pendejadas. No me gusta. Ese es mi lado cursi si lo quieres decir ¡me gana el pinche romanticismo! Me encanta hacer bodas porque de repente ves al mono que está con la morra, abrazo, beso.

–¿Los haces posar? –Para nada güey. La mayoría de las fotos si las ves es como photo journalism. Es lo que me gusta hacer, tengo un chingo de fotos donde están las manos, está el abrazo, el besito en la mano, la lagrimita, chingadera y media ¡Me encanta güey! y no sé por qué soy bueno para ver los sentimientos de la raza. Te digo, me doy cuenta cuando un güey me habla por hablarme o cuando yo sé qué le caigo de a madres y me dice: ‘Hola Tripper ¿Cómo estás? Se me da, y me doy cuenta cuando un güey está a gusto. Ese es mi lado cursi, y por eso hago bodas. –¿Qué onda cabrón?, –interrumpe para presentarnos a un carnalito del club. –Mira, Teacher, ellos son de Diez4, es un motociclista delgado, con chamarra de piel, barbado y cola de caballo. Me

saluda cortésmente; se ve triste. Hoy no habrá fotos: los motociclistas están por partir a un funeral. El papá de un Sólo Ángeles murió y todos lo van a acompañar. –¡Cinco minutos!, –gritan desde la mesa de billar. –Perdón carnalitos, ya tenemos que irnos, dice El Tripper. Nos despedimos. Al salir del club me dice: Aquí está mi tarjeta para lo que se te ofrezca, carnalito. Leo: fotos chingonas, no mamadas.


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ENTRAMOS A LA CÁRCEL PARA CONTAR ALGUNAS HISTORIAS

VAGINAS TRAFICANTES DE HEROÍNA

Por: Jorge Damián Méndez Lozano Fotos: Karla Paulina Sánchez

A Yadira le metieron un bulto de droga en la vagina: la raptaron, la sedaron durante algunos días y una mañana despertó con medio kilo de heroína en el coño. Todo comenzó con una invitación de su comadre a parrandear tres días en Sinaloa. Tremendo engaño porque en vez de fiesta hubo fisting. Hoy, a sus 30 años sentada en la prisión de Mexicali, Yadira Isabel González Márquez, dice no saber qué hará al cumplir su sentencia de diez años y cien días –lleva dos como reclusa–. En la plática sólo algo tiene claro: su marido no volverá a hablar. –¿Usaba drogas allá en el valle? ¿A qué le pone la raza del ejido? –Yo no sé de drogas. No sé nada de cocaína, ni de marihuana y tomo sólo en navidad. No sé de soldados, nomás conozco a los que hay en el Valle de Mexicali, en los retenes y eso porque los veía en la carretera. Tampoco sé de policías, nomás de los que están aquí cuidándonos.

Me gustan los corridos, la música de banda. Nunca he usado un arma, las que he visto son las que aquí traen los celadores y una que tenía el señor que me tuvo secuestrada. Tengo treinta años. Catorce hermanos. Siete muertos y siete vivos. Mi mamá ya murió, ella era de Guadalajara. A mi papá no lo conocí, pero sé que había nacido en Culiacán. Nunca entré a la secundaria. A lo más que llegué fue a cuarto de primaria. Mexicali lo conozco poco, casi nunca venía del valle para acá iba. Yadira es del Valle de Mexicali. Su último día de libertad lo pasó en su casa, allá en el poblado Luís B. Sánchez, que está dividido del kilómetro 57 sólo por las vías del tren. Se puede decir que Yadira vivía en Sonora y Baja California, al mismo tiempo. Aquella tarde de lunes, Yadira estaba sola en su casa porque no había ido a trabajar a la empacadora de cebollas y rábanos. Los días no eran buenos en la cosecha, así que no había trabajo constante. Sus dos hijos más grandes estaban en la primaria

Entre dos mujeres que estaban ahí me agarraron de los brazos mientras el señor me inyectaba algo. y secundaria, mientras el menor estaba en casa de la abuela. –Entonces estoy en mi casa esa mañana cuando llega mi comadre y me invita a una fiesta, en Culiacán, Sinaloa. Ese día no había ido a trabajar porque le había andado ayudando a mi hermana con las compras de la quinceañera de mi sobrina en San Luís Río Colorado. Iba llegando de las compras cuando llega mi comadre y me dice: Vámonos a Culiacán, vamos a una fiesta, regresamos en tres días, y digo que sí, y me voy. Primero llegamos a Mexicali para agarrar el autobús en la central. Se suponía que nos iríamos mi comadre, una vecina y yo; al final no vino mi comadre con nosotras pero sí su hija y su amiga. Llegamos a la terminal


12 Cuando desperté ya tenía la droga metida en la vagina, entre las piernas. de Culiacán al otro día, martes. Y ahí nos levantó un señor. Nos llevó a un departamento. Llegamos y no vi nada de fiesta y se me hizo raro. No habían pasado ni veinte minutos, mientras estábamos sentadas en la sala cuando nos dicen: No habrá fiesta, de aquí no se irán, de aquí no se moverán hasta cuando se los indiquemos, no traten de escaparse ni de hacer nada. A mi amiga Felícitas la metieron a un cuarto y a mí a otro. Entre dos mujeres que estaban ahí me agarraron de los brazos mientras el señor me inyectaba algo. Estuve encerrada y casi siempre estuve dormida por esa sustancia que me inyectaron. Aparte, si hubiera querido escapar hubiera sido imposible porque la casa tenía rejas por dentro y ventana por fuera, y luego las puertas no tenían chapa sino que se cerraban con candado por fuera. La hija de

mi comadre ya sabía de todo, por eso a ella sí la dejaban salir, de eso me di cuenta. Es mi comadre porque su esposo bautizó a uno de mis hijos. Mi compadre ya murió, él trabajaba en el otro lado en el campo. De mi comadre no he vuelto a saber nada. Me han dicho que vive en Mexicali con sus hijos, pero no tengo idea en dónde. De verdad que yo no sabía nada. Sí se me hizo sospechoso que me invitaran a una fiesta en Culiacán, pero como era mi comadre no desconfié. Nunca me esperé nada de eso. Me arrepiento de ese día. En esa casa donde me tuvieron encerrada, duré como dos o tres días. Siempre toda mareada y sin comer. El día que nos sentimos mejor, yo creo que nos habían dejado de inyectar, y ya tenían dos boletos de avión listos para nosotras. Nunca me he había subido a un avión. Ni siquiera los conocía de cerca. En el valle puras avionetas es lo que se ve en el cielo. De esas avionetas que usan para fumigar. Tampoco había estado en una cárcel, no me imaginaba

como sería, y la verdad no se parece a como yo lo imaginaba. Hasta eso que es tranquilo. La heroína parece como plastilina café. Los que sí es que no recuerdo nada, sólo cuando desperté ya tenía la droga metida en la vagina, entre las piernas. El señor ese que me inyectaba y que le decían Chuy fue el que hizo todo. Ni siquiera pude decir algo. Luego luego me amenazaron diciéndome que sabía de mi domicilio y que si decía algo le harían algo a mis hijos, o tratabamos de escapar en el aeropuerto. En el avión comencé a sentirme como desmayada. Le dije a la muchacha del avión cómo me sentía pero no le dije porqué. Aún así me dio una pastilla para el dolor que era insoportable. Yo no sabía ni que era lo que tenía porque me lo introdujeron mientras estaba inconsciente. Medio kilo cada una dentro del cuerpo. Por eso nos veníamos sintiendo tan mal, bueno, por eso y por las inyecciones que nos estuvieron poniendo. Llegando al aeropuerto de

Felícitas Rojas Cendejas (izquierda) y Yadira Isabel González Márquez (derecha, entrevistada) fotografiadas el día de su detención en el aeropuerto de Mexicali. En total, los dos envoltorios pesaban 950 gramos de heroína. Las autoridades federales, expresaron que dicha cantidad hubiera alcanzado para realizar 190 mil dosis.


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Aquí estamos muchas de nosotras por andar haciéndole caso o por estar amenazadas por algún hombre, muchas de aquí estamos por amor, por amor cometemos delitos Mexicali, nos seguíamos sintiendo mal, por eso cuando nos preguntaron que si traíamos droga, nosotras mismas dijimos que algo traíamos dentro de nosotras pero no sabia qué era. O sea, nosotras entregamos todo. –¿Quiénes les sacaron la droga del cuerpo, los mismos federales? –Fue el doctor del aeropuerto, y nos dijo que se habían apiadado de nosotras. Se habían apiadados de nosotras porque a pesar de que nos desgarraron por dentro, no era tanta droga, hubieran podido meter más. De algo estoy segura. Mi esposo ya no me hablará nunca. Ya se fue para Tijuana y se llevó a mi hijo más chico, a mi hijo que dejé de ver a los trece años, si lo vuelvo a ver será hasta que el tenga veintitrés, pero sobre todo, soy inocente, y me pongo a pensar, qué pasaría si hubiera logrado salir del aeropuerto sin dolor, yo creo que no me hubieran dado ni un peso por el transporte, de eso estoy segura. Cuando salga de aquí no sé que haré. Mi casa se cayó en el terremoto del 2010, por eso cuando pasó todo yo vivía con mi mamá, pero murió y se vendió la casa. Aquí adentro estoy terminando la primaria y después tal vez la secundaria. Me gustaría, al salir, trabajar en una tienda de esa en donde se acomodan cosas, como en un mercado o una tienda de ropa. De haber podido estudiar más me hubiera gustado ser enfermera. Ayer soñé que estaba en mi ejido junto a mi mamá platicando y que me decía que me portara bien. Lo más difícil es despedirme de mis hijas cuando vienen a visitarme. Cada que me vienen a visitar se van de aquí llorando. Estoy sentenciada a diez años y cien días y deberé pagar una multa de cinco mil pesos. Como no tendré dinero, haré servicio social aquí dentro de la cárcel. Según datos de la Dirección de Programas de Reinserción Social del Sistema Estatal Penitenciario de Baja California, los delitos federales más comúnes de las mujeres son contra la


14 salud (transportación y venta de drogas) y violación a la Ley de armas y explosivos. El machismo impera hasta en el crimen: 3 mil 60 hombres, contra 168 reclusas, lo ratifican. Para llegar a la sala de audiencias donde entrevisto a Yadira y después a Bertha, el director de la cárcel llamado por sus subalternos cero uno, me conduce por un pasillo que está interrumpido por verticales, nostálgicas y tristes rejas, una y otra vez hasta que llegamos al exterior de una celda del tamaño de un salón de clases. «Aquí espérate», me pide, y eso hago. Dentro de la jaula se encuentran esposados cincuenta hombres en una «rueda de San Miguel»; sujetos por la muñeca al lado del otro del otro del otro del otro, hasta formar un círculo de sentenciados o procesados. Y también hay algunas mujeres. Ellas están recargadas en un muro color plomo. Se hablan al oído, sonríen, se cuentan algún chiste, se cuchichean y vuelven a reír. Son rubias. Desconozco el delito por el que están aquí; se ve tan limpias, maquilladas, frescas y hermosas que desentonan. «Aquí estamos muchas de nosotras por andar haciéndole caso o por estar amenazadas por algún hombre, muchas de aquí estamos por amor, por amor cometemos delitos», dice una. Pero hay mujeres como Yadira y Bertha que no llegaron aquí por amor. Yadira ha puesto punto final a la

entrevista. Entonces, como una señal de que cede la voz narrativa, dirige su rostro hacia los ojos de Bertha, que ha esperado su turno con altibajos de atención; seguro lo ha escuchado antes. Mirar a Bertha es recordar a la actriz María Victoria. Oriunda del estado de Guerrero, de 52 años de edad, cometió el mismo delito que Yadira. –¿Nos permite tomarle una fotografía? Si usted quiere de espalda para que no le salga la cara. –No me tomes foto. Te cuento mi historia pero no me tomes foto: en Guerrero me dedicaba a la evangelización cristiana. Un día me dolió el estómago y no se me quitó el dolor en varios días. Una señora de allá de mi pueblo, Tierra Caliente, me recomendó ponerme unas hierbas sobre el estomago y lo hice. Aparte, le platiqué que iba para Tijuana y me dijo que me pusiera en el vientre unas plantitas que ella sabía que eran muy buena para ese tipo de dolores. Así lo hice. Me cubrí el estomago, parte de la espalda de hierbas y dentro de mi partecita metí unas como placas color café. Antes de venirme me dijo la señora que llegando a Tijuana tirara lo que llevaba a la basura. Llegué hasta San Luís Río Colorado y en un retén me detuvieron. Me revisaron y ahí fue cuando supe que aparte de llevar plantas medicinales llevaba heroína. Ahora entiendo todo. En el autobús iba un hombre que salió de Guerrero, junto conmigo, alguien

que veía todo lo que yo hacia. Seguramente ese hombre recogería de la basura lo que yo iba a tirar. –¿Le dieron dinero, o la menos le pagaron el pasaje? –pregunto tratando de encontrar alguna explicación, por absurda que ésta sea. –No me pagarían nada. Ni siquiera me pagaron el boleto del autobús, ese lo pagué yo porque ya lo tenía comprado para visitar una iglesia en Tijuana, en donde haría servicio religioso. –Ahora tiene que pasar ocho años en prisión… La conversación es interrumpida por el silbato de la árbitro de un juego de voleyball que se realiza en uno de los patios afuera de donde nos encontramos. Gritos, aplausos, voces femeninas que se desgañitan. Con cada grito se aseguran de seguir existiendo. Bertha rompe en llanto, pide no continuar. Se pone de pie y se marcha a su celda.


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HOJEANDO VIÑETAS DEL LIBRO VAQUERO CON SUS CREADORES

EL PORNO EXAGERÓ LA ILUSTRACIÓN

Texto y fotos: Alejandro Saldívar

El argumento: Una ninfómana colecciona el esperma de sus amantes para luego darse un baño de tina. La mujer ve el líquido blanco gotear hacía la bañera en cámara lenta. Lo único que desea es bucear en lo espeso. Cumplir su fantasía. Nada más cálido que los fluidos de un centenar de hombres para ir a la cama serena. Cada gota de semen de aquella historia se apiló en la conciencia de Rodolfo Pérez García, también conocido como El Pegaso. Hace ya 20 años que dibujó la escena. «Es lo más asqueroso que he hecho; intenté darle un toque chusco, pero no dejó de ser nauseabundo. Hay argumentos pornográficos muy asquerosos», cuenta. ¿Por qué un hombre de apodo mitológico recurre a contar historias eróticas populares? «Dibujar vaqueros es muy difícil, pintarle carrillera, pistolera, balitas, sombrero, pañoleta. Luego se monta en el caballo, y darle movimiento a un caballo no es sencillo, además de dibujar sus arreos, la mordaza, la cantimplora, las alforjas… El vaquero es un ser complejo». Nadie conoce tan bien como Rodolfo el temperamento de los vaqueros. Establece con ellos una complicidad que se disuelve de inmediato mientras está

frente a la viñeta. El caricaturista debe evitar parpadear al mismo tiempo que su mente y capturar el momento en que el ojo se cierra como un disparo juguetón. Los personajes son un habitante interno del ilustrador. Su estudio es un cuarto de cinco metros cuadrados donde la luz entra a raudales por la mañana. Un sillón y tres restiradores son suficientes para inventar personajes. Hay un ambiente heroico dentro de ese cuarto, un ambiente de proeza colectiva. «Las imágenes viven en el papel. Nunca las invento. El chiste de esto es sacar a los personajes de la monotonía del blanco. Darles movimiento», dice Rodolfo frente al cartón nueve: Culebra tiene que cobrar venganza. «Yo tengo que interpretar como sienten los personajes». Y sí. Pegaso escucha la respiración de los personajes, por más vulgares que sean. Mueve el peso aniquilados de los personajes en el papel. Rodolfo tiene quince días para terminar un libro vaquero de 92 cartones. Editorial Niesa reproduce 400 mil ejemplares semanales a nivel nacional. Él traduce el guión a imágenes. Su equipo creativo consta de tres personas más: Guadalupe Rivera, escenógrafa; Fidel Bernandino, entintador; y su esposa, Olivia Peña Soto, diseñadora.

¿Por qué un hombre de apodo mitológico recurre a contar historias eróticas populares? –¿Por qué te apodan Pegaso? –Es un acrónimo de mi apellido y el de mi esposa. Cuando trabajábamos en Editorial Novaro, hace 38 años, firmábamos Olivia y Rodolfo, y en la segunda entrega fundimos las P de Pérez y Peña y le añadimos las dos primeras letras de nuestros apellidos: Ga, de García y So, de Soto. Después de ocho años tuvimos hijos y se me quedó el apodo. Quince años después, a finales de los noventa, los editores se dieron cuenta de que el erotismo generaba muchas ganancias. «Pasamos al ciclo del porno, empezó con un tema pícaro de los ‘maistros’ albañiles. Había mucha picardía, pero fuimos decayendo hasta exagerar a las chicas. Yo siento que el porno ya cumplió su ciclo, el porno fue el enterrador del libro vaquero, ahora los quioscos están saturados de sexo, videojuegos y películas pirata», asegura Rodolfo. Y remata: «El erotismo es parte del ser humano, no es interpretar una figura morbosamente, es sentir una caricia y que la muchacha lo refleje, que no sea burdo o, que se vea burdo, si es el caso».


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El erotismo es parte del ser humano, no es interpretar una figura morbosamente, es sentir una caricia y que la muchacha lo re fleje ­ ¿Le da envidia dibujar mujeres – irreales? –Mi mujer me complementa, es preciosa. Ella comparte conmigo el concepto de belleza y hemos estado en esto toda la vida. Cuando Rodolfo habla de su esposa, el corazón se le desboca. Sus miradas están teñidas de una complicidad fincada en ese misterio. Olga busca en los ojos de Rodolfo una aprobación incondicional, ese «sólo es una mujer en papel» que al parecer el ilustrador le devuelve a su esposa. «Algunos gramos de mi vida fueron llevados por la fantasía, cuando eres adolescente piensas en una mujer, mi fantasía era conocer a una mujer en el medio, mis personajes siempre mantienen una similitud con mi esposa», confiesa. –¿En qué? –En el cabello largo y quebrado. En los ojos grandes. En su voluptuosidad. Siempre la veo reflejada en mis historietas. Si la vida de Rodolfo fuera una película de ciencia ficción de su estómago surgiría un duende o le crecerían ciempiés en las piernas. Ello lo plasma en sus láminas personales: hadas, duendes…, personajes que recuerdan al manga japonés. Pegaso no tiene derecho a una oficina. Es freelance para varias editoriales. Siempre quiso dibujar a Superman o El Hombre Araña. Lo más fantástico que creó fue a Uro, el tigre: un hombre medieval que tenía garras de tigre en los brazos. Rodolfo sigue trazando los ojos del indio Culebra mientras

platica. En apariencia los indios del fondo quedan equilibrados; sin embargo, descubre algo abominable: de algún modo, todos ellos son una mancha gris. El entintador ha dejado una piel negra sobre el papel. «Nunca me imaginé trabajar en el Libro Vaquero, yo estudié para ser ingeniero. Yo hacía retratos. Me daba miedo cambiar un foco, por eso me dedique a dibujar», confiesa. Le pido a Pegaso hacer una foto con el Libro Vaquero. Hojea el ejemplar. Se detiene en la viñeta de una mujer imposible que se agasaja con un hombre (igual

de imposible). Le da la vuelta hasta llegar a la escena donde un centenar de vaqueros van a recuperar lo suyo: una dama. Salimos de su oficina buscando un lugar para hacer otra fotografía. El baño es amarillo, como las paredes de su estudio. Tiene una tina. Si estuviera en una de sus viñetas una mujer le estaría frotando con generosidad el pecho, dándole frutos secos en la boca. Le pregunto que historias tiene en esa bañera. Apenas tiene tiempo de esbozar una tímida sonrisa cuando mira hacia el espejo. Su esposa está del otro lado de la puerta.


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EL ABOGADO QUE TUMBÓ UN ARSENAL COMO PRUEBA

¿QUIÉN DEFIENDE A HANK RHON? Por: Marco Tulio Castro Fotos: Dalia Chávez

Fernando Benítez es un abogado que siempre está ocupado. Si no es el celular, es el radio, el teléfono de su oficina que repiquetea como teléfono de oficina: tirí-tirí-tirí… tirí-tirí-tirí…, o una colega tocando a la puerta para entregarle un expediente cualquiera. También están las entrevistas con reporteros. Como la mía, planeada para hablar de su caso emblemático: la defensa de Jorge Hank Rhon, el exalcalde priísta de Tijuana a quien detuvo el ejército en junio del año pasado y que la PGR acusó de acopiar un arsenal compuesto por más de 80 armas, una granada y 9 mil municiones en su mansión fronteriza adornada con estatuas a tamaño real de osos y que incluye un zoológico en el Hipódromo de Agua Caliente. Benítez parece no ser polémico por gusto sino por obligación: cuando trasladaron a Hank de la SIEDO al centro de readaptación social El Hongo, en Tecate, para seguir con su proceso por acopio de armas, Fernando Benítez recorrió a pie más de 8 kilómetros el camino que lleva al penal para ver a su cliente aunque topó con pared: no le dieron acceso y se quedó ahí hasta que entrada la madrugada, liberaron a Hank Rhon para inmediatamente después ser detenido por otra averiguación de 2009: el homicidio de la novia de uno de sus 19 hijos). Un personaje ciertamente polémico y poderoso. Me refiero a Hank, no al abogado. El «zar de las apuestas» concentra el 25 por ciento de los permisos para casinos en el país según datos de Gobernación y suma cuando menos 83 centros de juego en México, según la página de su corporativo, Grupo Caliente. Hank ha sido acusado de ordenar el asesinato del periodis-

ta Héctor Felix Miranda alias El Gato, codirector de la revista Zeta en el 88, de traficar con animales en el 95, de sobornar y de lavar dinero para el crimen organizado en el 97. Nada se le ha probado. Se le investigó, consignó y liberó por acopio de armas en 2011 y ese año, dos días antes de salir de prisión, un testigo protegido mencionó que alguien le dijo haber escuchado que Hank ordenó el asesinato de su nuera en 2009. Ahora, en la entrevista, sólo veo un contorno sentado en una silla de abogado de oficina de abogado porque el ventanal a su espalda me hace ver un Fernando Benítez a contraluz. «Cuando me preguntan por el asunto del ingeniero [el abogado se refiere a Jorge Hank como ingeniero] les digo que se debe ver más allá de los actores: es un asunto como cualquiera». Pide abstraernos de personalidades. Pide hablar de lo que la autoridad hizo. Se refiere a aquella madrugada de junio de 2011 en un impreciso operativo en el Hipódromo Agua Caliente. A Hank lo sacó el ejército de su casa en camiseta y calzones cuando dormía junto a su esposa María Elvia Amaya –hoy candidata del PRI por una diputación federal– después de haber sometido a su equipo de seguridad integrado por al menos diez escoltas. Algunos de ellos armados. La PGR dice que los soldados recibieron una denuncia anónima sobre un arsenal dentro de la casa de Hank y que ahí vieron hombres armados. La información oficial dice que sacaron 40 armas largas, 48 armas cortas, 9 mil 298 cartuchos útiles, 70 cargadores y una granada de gas. Después de la detención, enviaron a Hank a la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia

Organizada y ésta lo consignó con un juez federal en Baja California quien lo internó en el penal de mediana seguridad de El Hongo. El abogado dice que no. Que no hubo denuncia anónima y que los hombres nunca corrieron. No niega la existencia del arsenal: más bien dice que violaron las garantías de su cliente y lo probó con videos de seguridad de la casa y testimonios que bastaron para que la jueza desestimar toda acusación. Fernando Benítez dice que mientras más usemos el sistema judicial más se va a afinar. Y pone de ejemplo el mismo caso Hank: «Se promueve un amparo, se exhiben videos, se lleva a cabo un dictamen y se acredita… ¡vale madre qué había y qué no había! [se refiere a las armas] La mecánica empleada por la autoridad para investigar es más grave que el delito que está investigando. Por lo tanto la sanción ¿cuál va a ser? Por lo pronto, tus pruebas son ineficaces. El abogado se levanta de la silla de piel guinda, me da la espalda y toma un expediente. Cualquiera de los que están detrás de su escritorio. Apenas lo puede con las dos manos: «El derecho es un mar de papeles. –Suelta el documento–. Estos expedientes son de 60 mil fojas. –Enseña fotografías en su computadora y se empuja los lentes con el índice izquierdo–. Son de un caso magisterial. El derecho es voluminoso, pero no podemos dejar que eso sea una barrera para el sentido común. Todo mundo se queja: ¡El sistema no sirve! Fíjate que sí sirve. –Hace un silencio efectista–. Lo que pasa es que hay que saberlo usar. –Gira la silla desde el respaldo y se sienta. Luego rota con ella para quedar de frente–. Cuesta mucho trabajo usarlo». El teléfono de su oficina repique-


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Muchos dicen que los abogados defienden a malandrines. Eso es otra cosa: hoy por hoy la persona detenida es inocente y si tú gobierno dices que es un malandrín y lo quieres castigar, pues mas vale que tengas una investigación muy bien hecha... tea como teléfono de oficina. El abogado lo deja sonar dos veces y responde. Estamos en la exclusiva Zona Río de Tijuana, en una oficina con alfombra verde y paredes mitad madera, mitad tapiz rosado con motivos florales. El espacio es victoriano en decadencia. El techo también es de madera con molduras. La alfombra, el cielo y los escritorios son de tonos oscuros. El escritorio está cubierto por expedientes, ediciones de National Geographic en inglés, ejemplares de la revista Proceso y unas especializadas en derecho. En otro escritorio, junto al teléfono que ahora usa, hay una Macbook Pro. Está de lado del ventanal y veo a un abogado barbado, de camisa rosa clara, corbata rayada negra y rosa, metido en un traje negro. Cuelga el teléfono. «Muchos dicen que los abogados defienden a malandrines. Eso es otra cosa: hoy por hoy la persona detenida es inocente y si tú gobierno dices que es un malandrín y lo quieres castigar, pues mas vale que tengas una investigación muy bien hecha donde hayas respetado todas las garantías para que ninguna de tus pruebas sea nula, y ya que las reúnas todas, pues sí: no va a haber defensa que pueda». Dice que no se puede premiar que una autoridad integre mal un parte informativo o un expediente. «Es más grave que nosotros echemos por la ventana las garantías [individuales] a que dejemos salir a alguien sobre el que pesa una acusación, sea de la naturaleza que sea. A eso quiero llegar yo. – Suena su radio–. Dame un segundo, tengo que tomar esta llamada. –¿Qué lección le deja a la autoridad el caso Hank? –Que tiene que evolucionar. Desafortunadamente el operativo fue muy penoso y plagado de violaciones que se pudieron probar. El problema es el siguiente. Ellos dijeron: nos llegó una denuncia anónima. Demostramos que no

fue cierto. Los testigos dijeron no es cierto. Llegaron y se los llevaron de la greña. Número dos: llegan al inmueble y dicen que ven a hombres con armas largas allá afuera. Les marcan el alto y los hombres huyen hacia el interior del predio. Entonces los persiguen. Llegan al portón y desde ahí alcanzan a ver a otros también con armas largas que corren dentro de la casa y ahí ya se justifica que se metan. Así van por etapas hasta que se meten a la habitación donde sale mi cliente de acuerdo con el parte informativo con otra metralleta, una daga, una resortera, ¡todo traía! –Se ríe. Entiendo su risa ahora como la victoria del caso–. Pues vimos que no: los soldados se meten como Pedro por su casa. Se ve en los videos que presentamos. Llegan a la puerta principal, sale un guardia y les dice: tengo un arma. Se las enseña. Les muestra su permiso. Desde adentro dan la orden de entrar porque soldados habían reventado un muro en un costado ¡por ahí se metieron! Lo que se ve en los videos donde los escoltas los dejan pasar es porque ya había un piquete de soldados adentro. ¿Dónde está la flagrancia pues? –Hace otra pausa efectista: me mira a los ojos. Tiene a centímetros del pecho las palmas de sus manos apuntando al cielo. Las baja y habla de nuevo–. ¿Entonces cuál es el mensaje para la autoridad en el futuro? Yo lo veo así: haz lo que tengas qué hacer, pero hazlo bien y llévate las mieles de la victoria. –¿Basó el caso en errores del estado, entonces? –Hay dos defensas. La de forma y la de fondo. La de fondo es cuando tienes a una persona que es inocente de lo que se le acusa y tienes pruebas de eso y la de forma es cuando resulta difícil probar el fondo y revisas si el procedimiento de la autoridad se hizo bien. –Como en el caso de Hank… –Cuando yo veo una defensa

que es muy difícil –endurece el rostro. Frunce el ceño–, cuesta arriba. Muy costosa, le digo a mi cliente: vas a tardar cuatro años en acreditar tu defensa y te va a costar 100 mil dólares. ¡Se desmaya! Vámonos por la forma. –Entonces el sistema no se presta para atacar el fondo. –Las condiciones nunca se prestan. Ni aquí ni en Estados Unidos ni en Europa. Siempre es más fácil la defensa de forma. Lo que sí puedo decir es que cada vez más estamos evolucionando. El público no se debe dejar llevar. –Ustedes usaron muy bien a los medios en el caso Hank, por cierto. –Nos usamos mutuamente. – Responde seco. Obvia la pregunta. Ahora soy yo quien ha fruncido el ceño buscando más respuesta. La consigo.– A mi me interesaba dar a conocer ese mensaje. –Se colocaron como víctimas. –Lo fuimos. De veras. El público puede decir ¡Ah! ¿Cómo este señor –Hank– puede ser una víctima. ¡Lo fue! Es importante que los medios y los abogados no se detengan ahí. Debemos educar a la gente. Hay que dar a conocer todo el proceso. –¿Cuánto le costó a Hank quedar en libertad? –Le costó 14.5 días de su vida. –Me queda claro. ¿Y cuánto pagó? –Ese dato es parte de un acuerdo regido por normas de estricta confidencialidad entre cliente y abogado, no puedo darlo a conocer. Lo siento. Dos golpes interrumpen la entrevista. Han tocado a la puerta. Es una colega alta. Es joven y sofisticada y mira al reportero por debajo del hombro. Éste sólo atina en sonreírle. Lo ignora. Le entrega unos documentos al abogado y cruzan palabras en una jerga especializada en derecho penal que no capté. Que no captaría nadie que no lo acostumbre. Ambos hablan a prisa. El abogado le indica hacer un envío a la Ciudad de México lo antes posible y la despacha con un gracias.


LOS PAPARAZZI NO SON MISERABLES

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MAESTROS DEL DISFRAZ Y DE LAS BUENAS VENTAS


22 Tuvo que hacerse pasar por mesero de un hotel para poder colarse a la habitación de Elizabeth Taylor cuando la actriz visitó México. Por Arturo JF. Ilutración: Luisa Orduño

Una imagen vale más que mil palabras. Por eso, existen fotografías que se llegan a cotizar en miles de dólares. ¿Qué tienen en común Sean Penn, Alec Balwin o Cameron Díaz o Charly García? Los cuatro son famosos y hartos de su acoso, cada uno ha golpeado en la cara a un fotógrafo. Paparazzi es un vocablo en italiano que proviene del apellido Paparazzo, personaje incluido en la película La Dolce Vita, de Federico Fellini. El Diccionario General de la Lengua Española define al paparazzi como un «fotógrafo periodista especializado en tomar fotografías indiscretas de personas célebres». Para muchas estrellas de cine un Paparazzi es, palabras más, palabras menos, un hijo de puta. Habitantes de Hollywood como Tom Hanks, Madonna o George Clooney, integrantes del Screen Actors Guild, organismo que en 1999 agradeció al gobernador de California Pete Wilson el impulso de una Ley Antipaparazzi, identifican a este tipo de fotógrafos como los villanos de una historia que involucra a famosos y medios de comunicación. Alguna vez, Diego Luna se expresó de los paparazzi como «unos sujetos que deben tener una vida miserable, por eso se andan metiendo en la de los demás», cuando le preguntaron en una conferencia de prensa

acerca de unas fotos que le tomaron mientras cenaba con una misteriosa mujer al Hotel W, años antes de celebrar su matrimonio con Camila Sodi. La mayoría de las celebridades –actores, cantantes, deportistas, intelectuales y hasta empresarios– han sido captados por un paparazzi en situaciones supuestamente íntimas, como su luna de miel o dando un paseo por la calle en compañía de su perro. Pablo Grosby, paparazzi y director general de Grosby Group, la agencia fotográfica más importante en Estados Unidos, dice que su vida no tiene nada de «miserable». «Es una utopía que los artistas crean que el público sólo se va a fijar en su faceta profesional», sentencia. «La gente quiere saber con quién sale su artista, qué auto conduce y si fuma o no. El público crea una necesidad y los paparazzis satisfacemos ese mercado». Grosby Group representa a más de 20 paparazzis en el mundo y nutre de imágenes a buena parte de las revistas de espectáculos de América Latina. Entre detective y negociante Aunque algunas fotografías llegan a cotizarse en cifras millonarias, esta no es la única motivación de los paparazzi. «Me fascina la adrenalina; en esto no hay imposibles», afirma Saúl Juárez, quien se dedica al negocio del paparazzi en México desde hace diez años. En ese tiempo, ha sido corrido de foros de televisión, se ha hecho amigo de empleados de valet parking de los restaurantes más exclusivos para que le informen cuando una celebridad acude a comer y rentado azoteas desde donde la lente de su cámara pueda inmortalizar a las estrellas cuando viven su vida de seres humanos.

El mismo Manuel Mejido, antiguo reportero de Excélsior que cubrió el golpe de estado en Chile, confiesa en su libro El Camino de un Reportero, que tuvo que hacerse pasar por mesero de un hotel para poder colarse a la habitación de Elizabeth Taylor cuando la actriz visitó México. «No basta ser fotógrafo para ser paparazzi», dice Pablo Grosby. «Un paparazzi tiene un poco de detective y negociante. Nada debe detenerlo para volver con la foto. Hay que investigar, rentar aviones, balsas, lo que el escenario demande». Cuando ejercía como paparazzi más a menudo (hoy dedica más tiempo a la administración de su empresa), puso en riesgo su vida al acudir a Turtle Island, una isla cercana a Fidji donde años más tarde Britney Spears celebraría su luna de miel con su ahora ex esposo Kevin Federline, para fotografiar a la modelo Valeria Maza. «Renté una avioneta, una lancha, me quedé a dormir en una islita habitada sólo por indígenas y me enfrenté a guardias de seguridad que amenazaron con hundir mi embarcación si me veían por ahí», relata. Al final, obtuvo las fotos y éstas le dieron la vuelta al mundo, además de engordar considerablemente su cuenta bancaria. La fórmula matemática El artículo 7mo de la Constitución Mexicana a la letra dice: «Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier tema». ¿Y de las fotografías, quién se ocupa? Al parecer, en México y para cuestión de imágenes lo que cuenta es la ética personal de cada fotógrafo. Algunos paparazzi evitan fotografiar a famosos de quien son amigos personales o no lo hacen porque saben que esas


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fotografías podrían causar serios problemas a los involucrados. En otros países como Inglaterra o Estados Unidos, los paparazzi cuentan con más limitantes legales. Hay estados de la Unión Americana donde no se pueden publicar fotos de niños sin el consentimiento de sus padres o está prohibido fotografiar a una persona en su hogar, aunque la cámara se dispare desde el exterior. Dentro de este tema sucede un fenómeno curioso que tiene tintes de principio matemático: mientras más se esconde un famoso, más cotizadas son sus fotografías. «No puedes venderle una foto de Dustin Hoffman ni a su mamá», concluye Pablo Grosby, «porque el tipo es muy amable, siempre posa y por eso está en todos lados. Si Luis Miguel entendiera eso y se dejara ver, en poco tiempo sus fotos no valdrían más». O sea, que una imagen pública vale mil billetes menos.

Seguir a Bono César se llama, aunque su nombre de batalla es El Trapo. Trabaja como fotógrafo para un periódico nacional –Récord– y su especialidad es el paparazzi. Ha retratado a Black Eyed Peas, Shakira, The Rolling Stones y Elizabeth Hurley, entre otras celebridades, cuando han venido a México. Una de sus aventuras más singulares la vivió con los integrantes de U2, a quienes tuvo la encomienda de seguir cuando el grupo visitó México en 2006. Un día después del primer concierto que los irlandeses ofrecieron en el Estadio Azteca, El Trapo hacía guardia afuera del hotel Four Seassons en el que Bono y compañía se encontraban hospedados. Repentinamente, vio salir las camionetas blancas en que se transportaba el grupo y sin pensarlo dos veces, se dispuso a seguirlas en su propio auto. Así, después de una azarosa

persecución, llegaron a una hacienda en el Estado de México. La propiedad pertenecía al actor Jaime Camil, que había invitado a comer a los músicos. El Trapo y uno de sus colegas treparon por los árboles, se arrastraron por el piso y se ocultaron en donde pudieron para lograr las mejores imágenes. Al final, un integrante del cuerpo de seguridad los mandó llamar hasta la entrada del rancho, donde los esperaba Camil. «Oigan», le dijo a los paparazzi, «¿No podrían ser más discretos? Estamos muertos de la risa viendo todo lo que hacen para ocultarse. No me molesta que estén aquí, pero por favor, escóndanse bien. ¿No ven que Bono está acostumbrado a tratar con la gente del London Enquire? Por favor, sean más discretos». Al final, El Trapo regresó a la redacción con las imágenes. Gajes de este complicado oficio.



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