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Tenenbaum
from Dossier 51
«Creo que yo tengo con la escritura la misma relación que tienen con Dios los ateos que se están por morir y empiezan a rezar: sabemos que no sirve para nada pero lo hacemos, por si acaso termina sirviendo para algo», escribe Tamara Tenenbaum en Todas nuestras maldiciones se cumplieron. Eso dice la protagonista del libro, que se supone es ella, pero que al mismo tiempo, al ser editado como novela, la transforma en una otra.
Me interesa conversar. Discutir. Aprender. Saber qué piensan otres. Si yendo a un concierto a los pocos metros dejo de ver el escenario, imagínense la ardua tarea que sería intentar construir un mundo completo solita. Prefiero pensar que los otros me dan alas para mirar a mis anchas. Esos otros también son los libros. A medida que escucho conversaciones de mi época me doy cuenta de lo empecinados, empecinadas, empecinades que algunes están en encontrar en las lecturas a quienes escriben, como si solo quisieran leer biografías, como si solo estos textos valieran en la medida de lo reales que son. Como si la emoción y la conmoción pudiesen activarse solo si nos sentimos identificadas, identificados, identificades, con la vida real de un otro. ¿Será que esta época —y solo hablo de esta época porque es la que me tocó vivir— se siente solitaria? ¿Cómo se vivía el culto a la personalidad hace cien años? A menudo tengo más preguntas que respuestas.
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Entonces, yo escucho y escucho callada y después respondo cuando me preguntan. ¿Qué es ficción? Para mí, la ficción es todo lo que pasa de la mente al papel, incluso la historia propia. Las entrevistas que escribo todas las semanas también son ficción. No porque me invente las respuestas, sino porque ¿qué tal real puede ser un momento específico en la vida de un otro, de una otra, contado por mí?
Leyendo a Tamara en ensayo, ficción y opinión, pienso que ella es una escritora a la que le gusta escribir. Eso no siempre sucede. No importa el formato en el que se mueva, cuando la leo, me da la sensación de que está continuamente dando saltos al vacío y toma todas las herramientas que tiene a su disposición para construir algo. Entonces, a mí me da lo mismo si lo que me cuenta le pasó, en su vida, o se lo está inventando todo. Lo que me conmueve es el salto.
No quiero que la literatura me enseñe nada de lo que podría aprender viviendo mi propia vida. La literatura no es una sala de clases. No es trabajar para pagar el alquiler, ni hacer la compra en el supermercado. No es comenzar ni terminar relaciones, ni ser adolescente y pelear con tu madre (bueno, esto quizás se le parezca un poco o al menos, es una experiencia política y estética que recomiendo a todas).
Quiero que la literatura sea una ventana, Tamara las construye para nosotras continuamente. Que a través suyo pueda escuchar otras voces cuando no puedo sacarme la propia de la cabeza. No quiero información, no quiero sentirme identificada rigurosamente, no quiero conclusiones morales. Lo que quiero es una experiencia emocional. Quiero entrar y salir de un libro y ser otra, quizás por un momento, quizás para siempre, pero transformarme a través de todo eso que cuesta explicar en una conversación. Esas son las mejores conversaciones: estás sentada en una mesa y llega el momento en el que te pones cómoda, enciendes un cigarro y antes de comenzar, habita un silencio. Y cuando lograste, en el mejor de los casos, darte a entender, ya es de noche. Quiero transformarme con todo aquello para lo que no existe lenguaje y es lo que sucede cuando leo a Tamara, por ejemplo, hablando de su ciudad.
Lo que me conmueve son las escritoras que escriben, como Tamara. Las que escriben con todo su amor, con hambre, con todos sus pesos vitales y llega el momento en que sueltan los textos. Ya está. Ese gesto, ese ímpetu, enseña más que alguna moraleja en las últimas páginas de un libro. Me conmueven las que cambian de opinión después de lo escrito. Las que entienden que todas esas páginas son solo un momento, que no las define por completo y que mañana habrá otras. Mejor o peor resueltas, pero otras, porque lo que importa para seguir viviendo es seguir escribiendo.
En su última columna, a propósito del décimo aniversario de la serie Girls, escrita por Lena Dunham para HBO, Tamara dice: «Lena Dunham se inmoló para que pudiéramos escribir sobre un mundo de sensaciones sobre el que no se estaba escribiendo antes de ella, las emociones más vergonzosas e innobles del repertorio femenino: el momento en que le decís al espejo “sos más interesante que esta gente, así que no tengas miedo”, el momento en el que te hacés la sexy para conseguir algo y lo conseguís porque el otro está incómodo y no seducido»
Hoy presento a Tamara, una escritora a la que le gusta escribir, y le digo, sin ninguna ironía: sos más interesante que esta gente, así que no tengas miedo.