9° actualización Proyecto libro "De a poco" para publicación "101 cuentos rescatados del cementerio"

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falta mano saliendo



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2011 Vifube Registro de Propiedad Intelectual: ISBN: ****************************** Marzo 2011 Editorial Los Seis Antonio Catedral 1289, oficina 1701 Santiago, Chile. E-mail: editorial.los.seis.antonio@gmail.com Facebook: Editorial Los Seis Antonio Twitter: @edlos6antonio Web/Blogger: http://editoriallosseisantonio.blogspot.com Idea Original: Víctor Fuentes Besoaín Diseño y desarrollo de idea en PDF: Matías Fuentes Aguirre Portada, ilustraciones y logo Editorial: Dibujante Mac Música Original: Raúl Cuento Derechos de edición reservados para todos los países Prohibida su reproducción total y parcial Editorial Los Seis Antonio Impreso en Chile/Printed en Chile.


Índice 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32

El cortejo (Cristián Salazar Naudón) La pasajera (Christian Bravo) El corredor (Dilou Mafuag) Aseo personal (Gonzalo Muñoz Chesta) Llanto de ángeles (Stephanie Veas Bastías) Lápida 903 (Javiera Hernández) Los Faltes (Alicia Besoaín Navarro) Paciencia (Tatiana Besoaín Navarro) Agua para flores (Vifube) Matando la noche (Vifube) Monarquía gárgola (Rubén Montaña) Pinta (Pedro Torrealba Barra) Con el favor de la noche (Germán Cortés Abarca) Halloween (Jessica Arias Mingorance, España) Repugnante lágrima (Arturo Carrasco Avello) A pecho abierto (Tania Libertad Ovalle Steembecker) Violeta Azul (Ximena Zapata Rodríguez) El cadáver de mi ex novia (Franco Espinoza Hernández) El velorio (Pabla Álvarez Silva) Ni la muerte los separó (Ruth Adriana Letelier Domínguez) Adelante y atrás (Constanza Belén Quezada) 00:00 horas (Vanessa Parada Sepúlveda) Despierta (Camilo Muñoz) Malabarista (Adolfo Salinas Flores)


33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57

Cuarto Creciente (Alejandra González Cifuentes) Sacúdete en tu cripta (Emilio Vilches Pino) El juego (Karen Morales Valderrama) El nuevo (Maite García de Vicuña) Mendigos (Mario Venegas Arellano) Sudor (Pablo Otaíza) Perdido (Ana María Gómez Santander) Hija única (Paulina Nicole Cofré Pedreros) Año Nuevo (Cecilia Ananías Soto) Pasillo (Isabel Castillo Constanzo) Guardia (Emilio Sebe) Por siempre (Valeska Hernández Rus) Vacía (Alfonso Cáceres Reneré) Imagen (Isabel Andrea Vásquez Azócar) Mano (Daniela Quiñónez Jara) Bikini (Diego Valderrama Villarroel) Reflexión (Paolo Orozco Montes) Sereno (Francisca Javiera Márquez Echeverría) Amo (Nelson David Alarcón Soto) Cerebo (Belén Hernández E.) Caminando (Luis Ignacio Cortés Silva) Aterradora (Gonzalo Antonio Campos Gutiérrez) Abrigo (Valeska Pilar Chamorro Medina) Laeyón (Jorge Sánchez Morales) Rojo póstumo (Pedro Araya Alfaro)


58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82

Miguel (Ariel Araya) Catalepsia (Juan Esteban Mayor Aguilar) Llorando (Adolfo Reyes Farías) Espíritu Beatle (Vifube) Muñeca orgánica (Javiera Márquez Echeverría) Apuesta (Sebastián Felipe Schirmer Lecaros) Mi angel (Andrea Carvajal Almonacid) Qué saben (Hugo Arias Villarroel) Flores (Bárbara Fonseca M.) Cazador Cazado (Felipe Andrés Real Hurtado) Don Ricardo (Martín Fuentes Besoaín) Sofía Ángel (Tatiana Besoaín Navarro) Camposanto (Lorenza Patricia Espinoza Farías) Zombi bueno (Águeda Ruiz de la Fuente Rodríguez) Mala elección (Emilio Prieto) Quejumbre (Sebastián Leroy Céspedes Montero) Sin carné (Fernando Iván Rubilar Bahamonde) Terror (María José Segovia Astorga) Amor subterráneo (Daniella Gubler Vergara) Tordos (Alejandro Wasiliew López) ¿Sabes? (Hernán Ignacio Toro Contreras) Preocupación (David Tomás Soza Iriarte) Incluso tú (Martín Aguirre Poirot) Ayuda (Andrés Camilo del Olmo García) Último viaje (Victoria Elena de Lourdes Cordero Garrido)


83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 100 101 102 103 104 105 106 107 108

Sombras (María Elena Garrido Daza) El Mall de Calixta (Eugenio Norambuena Pinto) Esculturas (José Antonio Hernández Ibarra La última vez (Manuel Alejandro Gatica Holtmann) Mal sueño (Claudia Montero Garay) Retrato de plata (Fabiola del Pilar Tobar Alvarado) Poeta enamorado (Ximena Soto-Aguilar Silva) Hija de sepulturero (Juan Guillermo Abarca Montero) No me llega (Jaime Perales Cabrera) Nada lo cambiará (César Daniel Gómez Cabezas) Paseo Espacial (Rodrigo Reyes Aguilar) Caminos (Sebastián Figueroa) Veneno (Gabriela Tejerina Pardo) Devorador de almas (Valeria Burgos Ortiz) Los diferentes (Romina Macarena Riquelme Maturana) La Guañaca (Alejandra Hales Harcha) Mi hogar (Yessenia Valenzuela Norambuena) Espectro estacionario (Beatriz Alejandra Díaz Reyes) El sepulturero (Marcelo Munch) Reducción (Marcelo Andrés Hernández Gutiérrez) Real (Marcel Pérez de Arce López) Cobardes (Diana Chaparro Castro) Mea Culpa (Claudio Bugueño) Little Mortem (Charlotte O) Thriller (Felipe Eduardo Casas Medina) Mellizas (Dibujante Mac)


El Cortejo

E

l cortejo baja por Arzobispo Valdivieso al camposanto.

Inesperadamente, no cruza Recoleta: dobla al “Quita Penas” con cajón y todo, horrorizando a los clientes.

-¿Se sirven algo? –balbucea el mozo al principal deudo, mientras se llenan las mesas.- Cerveza… Para todos. Brindan por horas. Fiesta

y desorden duran hasta que recuerdan retomar su ruta al cementerio. -¿Quién pagará? –pregunta el ofuscado mozo al ya embo-

rrachado deudo. Mi tío –responde, largándose apresurado-. En la salita del fondo. Va hasta atrás y encuentra al tío... Pero grotescamente “sentado”; abandonado en una silla. Frío… Tieso.

Cristián Salazar Naudón

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La Pasajera

A

l ingresar al túnel su rostro apareció reflejado en las

puertas. Estaba de pie entre un pareja que

conversaba

animadamente, pero éstos no parecían conocerla, ni siquiera verla... Una frenada brusca y el tren se detuvo. Me miró fijamente y un hielo recorrió mi espalda. La evité. Su mirada era profunda, pero no inquisidora. Quise voltear… pero no pude. Al reanudarse la marcha sus ojos finalmente me

dejaron y

se clavaron en un anciano. Las puertas se abrieron y él salió… la

pareja bajó tras él y entre ellos, una brisa helada que pareció decirme: hasta pronto.

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Christián Bravo


El Corredor

E

terno, estrecho, mustio, lóbrego y atestado de almas suici-

das que decidieron terminar antes su estado corpóreo, se dispone para que todos los seres sublimados transiten hacia el final que nunca les llegará. Con un piso de flores, tierra y esperma seca, un

oscuro cielo negro y delimitado por una especie de muros lapidarios y madera, no posee comienzo ni fin, sólo un “algo” como resplandor objetivo, que atrae a los espíritus, incitándolos a seguir

avanzando. El no lograr su único posible destino, provoca vomitivos estallidos de ininteligibles lamentos, que llenarán esta dimensión vacía, atestada de almas, lóbrega, mustia, estrecha y eterna.

Dilou Mafuag (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)

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Aseo Personal

¡T

ac!... ¡Tac!... ¡Tac!... La punta de la herramienta metálica

se introdujo levemente entre la carne y la garra, moviéndose lentamente de un lado a otro para lograr el ángulo correcto. ¡Tac! Se escuchó por última vez y un amarillento pedazo de uña, con

forma de luna menguante, voló por los aires para perderse en un rincón poco iluminado. El nuevo guardia de la morgue era un fanático del aseo personal y el llevar las uñas cortas era una de

sus más celosas fijaciones: no le importaba dedicar horas laborales a ello si era necesario. Esa noche cortó noventa y seis.

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Gonzalo Muñoz Cesta


El llanto de los ángeles

U

na lágrima silenciosa recorre su joven mejilla. Se encuen-

tra sola frente a la pequeña tumba, sin hombro alguno en el que apoyarse. Un hijo sin padre y una madre confusa, un pequeño niño que ni siquiera fue capaz de esperar nueve meses pero que

ansiaba conocer a la mujer que luchaba por tenerlo. Ahora, a pesar del poco tiempo que pasaron juntos, espera sonriente los brazos de su madre que nunca alcanzó. Pues llegará el día en que volverán a unirse en un tierno abrazo, tal y como si fueran uno solo, así… por el resto de la eternidad.

Stephanie Veas Bastías

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La lápida 903

C

uando me levanté de mi cama, empecé a caminar, me miré

a un espejo y no tenía reflejo, empecé a mirar a mi alrededor y todos estaban muertos y pudriéndose, la gente del paradero, los estudiantes e incluso los ciclistas, me devolví a mi cama, que está en el cementerio general, para ser más exacta la lápida 903.

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Javiera Hernández Salas


Los Faltes

V

endiendo faltes (géneros, agujas, hilos) hizo su fortuna

Mariano Ibarra Román. Recorría los pueblos a caballo. En el arzón llevaba una imagen de la Virgen de las Ánimas, a la que rezaba sigilosamente todas las noches. Durante un descanso en su hogar,

un hombre tocó a su puerta para pedir comida y agua. Al reconocerlo, el forastero le comentó que reiteradamente intentó asaltarlo en el camino, pero no lo hizo debido a que, de la nada, aparecía un grupo de niños que bulliciosamente lo rodeaba. Mariano, que siempre viajaba solo, apretó la estampa contra su pecho y nuevamente oró en silencio.

falta dibujo Alicia Besoaín Navarro

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Paciencia

L

a Señora Muerte tiene mucha paciencia….En su continua

tarea de “despeje” vital, la Señora Muerte se encontró con el Señor Ocupado, quien, a su amable aviso de “prepárate, que partimos”, simplemente le contestó: “No puedo, tengo mucho que hacer en la

Tierra, para asegurar a mis hijos ”. -Mmmmmm….-dijo Señora Muerte, pensando cómo ayudarlo. Y lo acompañó en sus correrías trabajólicas, aunque ella no entendía mucho de negocios terrenales. Pero cuando vio que habían pasado cinco años (¡qué dirían los Señores del Karma!...), decidió preguntarle qué otra cosa le gustaba. “Pescar, pero nunca tengo tiempo…”, contesto él. “Bien, dijo ella

aliviada, hoy iremos de pesca…” . En un bellísimo paraje, se sentaron con cañas de pescar, felices. El Señor Ocupado exclamó:

“¡Este es el Paraíso…!” . “Lo es”, sonrió la Señora Muerte.

falta dibujo 16

Tatiana Besoaín Navarro (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)


Agua para las flores

P

udo identificar al agresor con facilidad. Lo conocía desde

niña, cuando acompañaba a su hermana, quien vendía agua para las flores. Recordaba haberlo visto de la mano de su padre y luego sólo con su mamá. Su imagen era imborrable, en especial por esa sonrisa que iluminaba los nichos. En su inocencia, ella vio el ataque como el inicio de un esperado romance. Fueron sus compañeros de trabajo los que la obligaron a demandarlo. Lo único que le

molestó fue que se le faltara el respeto al cementerio, porque tanto sus padres como los que ahora serían sus suegros dormían allí.

falta dibujo Vifube (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)

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Matando la Noche

E

n

medio

de

la

oscuridad

del

camposanto,

él

traslada la luz desde la calle a la muralla, una y mil veces, como ayer y también como mañana, como lo hizo en enero y lo hará en agosto. Su compañero sigue el movimiento luminoso y da saltos,

queriendo atrapar ese resplandor que lo provoca y que se pasea por su lomo y sus patas. Ya no les presto atención desde hace siglos.

Esta es

una

rutina

repetida

hasta el

cansancio.

Mientras yo fumo hasta quince cigarrillos para matar la noche, el guardia y el perro se entretienen jugando con mi vieja linterna.

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Vifube (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)


Monarquía Gárgola

S

epulturero por años, cargando infinitos cuerpos pálidos,

palas con tierra que rellenaban la humanidad subterránea del cementerio municipal. Con honor ejerció el cargo. Un olor a flores vagabundas y tiempo remojado amarillo, vestía su piel. Un día

pensó, reflexivo como el domingo que entre las tumbas dormitaba. Diose cuenta entonces, Gerardo, que sí: Vitalicio soy -se dijo- rey en esto de la muerte, del entierro, y aunque nadie vivo le

reconociera su poderío, muerto después, habría un reino soterrado agradeciéndole.

jo u b i d a falt Rubén Montaña

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Pinta

M

is padres lloraban en silencio. Yo jugaba con mis primos.

Pinta. Y todos se escondían detrás de sus padres. Pinta. Y todos revoloteaban por ahí. De pronto, me vi perdido en un pasillo. Corrí con todas mis fuerzas. Pinta. Sentí un toque en el hombro. Era el Esteban. Riendo me doy vuelta para pillarlo, pero no había nadie.

falta dibujo 20

Pedro Torrealba Barra


Con el favor de la noche

J

uan la observó. Cogió una manta y se recostó junto a ella,

tomándole la mano, que lentamente comenzaba a enfriarse. Bajó con la mujer en la espalda y la metió en el auto. Condujo por la carretera al sur. Se internó en caminos de tierra, y cuando llegó a una cerca, sacó el cuerpo y lo cargó. Caminó hasta que llegó a la

mina. Tiró el cuerpo por el pique. Antes de escuchar el sonido del azote en el fondo, le pareció oír un grito. A esa hora, la penumbra

se desvanecía. El cupo en el mausoleo familiar seguía vigente.

jo u b i d a falt Germán Cortés Abarca

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Halloween

L

a noche de Halloween fuimos al cementerio a contar

historias de miedo. Cuando se acabó el alcohol, reíamos sin mas. Me levanté, empezó a temblar el suelo, no me tenía en pie, miré al cielo, un espíritu volaba sobre nuestras cabezas, todos lo

mirábamos con la boca abierta deseando que todo acabara, salimos corriendo. Una vez fuera, todos se miraron y empezaron a reír exclamando: "Encima de venir a un sitio así, nos emborrachamos".

Todos decían que fue una alucinación, efectos del alcohol. Jamás confesé que yo no había bebido nada aquella noche.

falta dibujo 22

Jéssica Arias Mingorance, España. (fuera de concurso, por no residir en Chile)


Repugnante Lágrima

¿C

ómo se busca ahora la soledad entre esta tenue niebla y

tus recuerdos?, ¿cómo lograrán entender mis labios tu partida? Entonces debo hallarte, amor de sombras que reposas sobre el pantano de un sueño doloroso, cubierta de la repúgnate lagrima de los

mortales que aún no han encontrado el momento para

olvidarte, y entre ellos yo con solo una diferencia, que me separa de sus sueños que solo se concentran en la vida. Te buscaré hoy entre

mis últimos suspiros, te buscaré entre mi bello y último recuerdo traído por mis últimos momentos de esta inmundicia llamada vida. Adiós.

Arturo Carrasco Avello

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A pecho abierto

D

espertó sollozando. Amanecía, pero en sus ojos sólo había

oscuridad. Necesitaba sentir que vivía, rasgando su pecho, buscando algún sentimiento diferente. Escarbó furiosa y con uñas ensangrentadas aún no podía sentir. Entre huesos y carne tocó su

corazón, pero seguía igual. Notó que sangraba abundantemente, escapando 21 gramos. Asustada, corrió buscando detener el proceso, vaciando una botella de alcohol sobre la herida. Se arrodilló cubriéndose el rostro con las manos repletas de vida,

encontrando respuesta. Descubrió una razón para vivir. No creía en Dios, mas miró al cielo expulsando su último aliento, gritando: ¡¿Es esta tu puta forma de darme esperanzas?!

falta d

ibujo

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Tania Ovalle Steembecker


Violeta Azul

U

na mujer extraña, esperaba entrar al cementerio. Vestía

totalmente de negro y con un velo del mismo color, que cual tocado de novia la cubría completamente. Al abrirse las puertas, entró caminando lentamente, seguida, en total silencio, por miles de curiosos. Avanzaba y se detenía ante algunas sepulturas. Luego de leerlas se podía escuchar sus débiles suspiros. Al llegar a un espacio preparado para un entierro, se detuvo y esparció

cientos de

violetas azules. Apretando contra su pecho una pequeña caja roja, se tendió en el suelo y dejó de respirar, mientras la tierra comenzó a caer como lluvia sobre su cuerpo. Los curiosos, espontáneamente, susurraban, “para mi tristeza...”

jo u b i d a falt Ximena Zapata Rodríguez (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)

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El cadáver de mi ex-novia

N

uestro casorio en el cementerio. Esa fue la propuesta

bizarra de mi novia. A falta de dinero, robé flores de tumbas ajenas para nuestra decoración. El altar ficticio estaba instalado cerca de las lápidas de sus familiares. Como viudo y forastero, yo no tenía

invitados. De noche tétrica y con una boda de etiqueta, el cura realiza la pregunta de rigor. "¿Alguien se opone a esta unión?” En ese momento mi ex novia difunta aparece de blanco y grita "no lo

hagaaaaaaas". Quedé congelado 10 segundos. Y cuando sentía que mi casamiento se arruinaba, escuché "ahora los declaro... marido y mujer”.

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Franco Espinoza Hernández


El velorio

A

hí estaba el cajón en el living de mi casa, se escuchan los

sollozos y palabras incomprensibles inundadas de dolor que no me dejaban dormir. Susurros repetitivos de las oraciones, conformaban una melodía tenebrosa, que aumentaban los latidos del corazón sentidos en mis oídos. Me costaba respirar y poco a poco me

entregué a los sueños. ¡Déjenme salir gritaba!, nadie a mi alrededor parecía escuchar, todos focalizados en su sufrimiento. Intenté zafarme de la mano de mi madre, quien con fuerza detenía mis movimientos, y sin pensar me lancé al cajón tratando de abrirlo, entre gritos y desmayos. Desperté.

Pabla Álvarez Silva

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Mendigos

H

acerlo dormir de un mazazo sobre la cúpula de su cabeza

era la mejor idea que se le había ocurrido a Billy. Con el agujero hecho hace dos noches frente a los panteones más grandes del cementerio Dams, por fin podría probar su teoría. El insistía cada

vez que alguien discutía su loca idea: “Créame” – Dijo una vez. – Los muertos caminarán sobre nuestro vecindario algún día. Pero antes, debemos copar nuestras tierras santas”.

Era el último cuerpo de la semana. Dos hombres vagabundos y malolientes, sus primeras victimas. “Estos sobran” – Pensó, antes de atacarles por la espalda con decisión.

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Mario Venegas Arellano


Ni la muerte los separó

E

l cortejo entró lentamente por la puerta principal. Era

invierno, a la hora del cierre. Su única ocupación había sido la vigilia al lado del cajón donde descansaba el cuerpo de Clarisa. La familia y amigos le parecían irreales. Todo empezó a girar. Las

amistades se despedían con el último pésame. El sacerdote regalaba bendiciones a todos. Las figuras se alargaban y acortaban. Quiso quedarse unos minutos más. Horas después comprendió que debió quedarse dormido sentado junto a Clarisa y cayó dentro de la tumba vecina. El cuidador, en la oscura noche llenó el hueco con tierra y se marchó.

falta dibujo Ruth Letelier Domínguez

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Adelante y atrás

¡S

é que no estoy muerta!, repetía la anciana, con su mirada

clavada en la mía y las manos apretadas sobre la cabeza, meciendo el cuerpo hacia adelante y atrás…adelante y atrás…adelante y atrás… Mis ojos la seguían en su tambalear pausado, hipnotizados

por los suyos...Adelante y atrás…adelante y atrás. Mi visión empezó a nublarse y en sus pupilas pude ver que mi piel palidecía, mi cuerpo se agitó violentamente y perdí la visión. Cuando mis ojos volvieron a abrirse, me observaba esbozando una sonrisa maligna, mientras mi cuerpo se mecía adelante y atrás…adelante y atrás…adelante y atrás.

falta dibujo 30

Constanza Belén Quezada


00:00 horas

E

staba oscuro y comencé a buscar señal para mi celular.

Subí una pequeña colina y me vi rodeada de blancas lápidas de mármol, iluminadas débilmente por la luna. De pronto me sobresalté por un ruido que parecía venir de muy cerca. No veía nada ni

a nadie, hasta que comenzaron a aparecer sombras entre las tumbas.

Rápidamente tomé mi celular. Tenía un nuevo mensaje.

“Estamos aquí. Llegó la hora”, decía. Las sombras me rodearon e iluminaron una tumba, gritando ¡sorpresa! Allí yacía nuestro ami-

go, que hoy cumpliría un año más de vida. Todos le cantamos. Jamás me

perdería su fiesta.

falta dibujo Vanessa Parada Sepúlveda

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Despierta

C

uando María despertó, todavía tenía puesto el vestido con

el que la enterraron.

falta dibujo

32

Camilo Muñoz


Malabarista

A

mistosamente me miró, y ni siquiera nos conocíamos

bien. Todos los días sin falta me compraba un helado de piña en mi carrito que está al lado del cementerio, después de trabajar en el semáforo cercano, como malabarista. Hace unos días lo atropelló

un taxi, justo aquí en la esquina, fue terrible, una muerte trágica. Era un niño delgado, más bien desnutrido, sabe, pero nunca falló en comprar su helado y en brindarme esa cálida sonrisa… Incluso hasta hoy nunca me ha fallado en saludarme desde la esquina, justo esa de allí.

falta dibujo Adolfo Salinas Flores

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Cuarto creciente

H

oy se fue la mitad de la luna, mi mitad de luna. En tu

cementerio, me es difícil continuar… Saber que te has ido… apuñala lo que queda de mi cuerpo, ya que mi corazón y mi alma han

marchado a tu lado. Todo importa poco. Todo en su

magnificencia, importa nada. En la gloriosa daga, brilla la noche de cuarto creciente, así como creciente son mis deseos de volver a verte. Es ahora o nunca. Sentir el gélido penetrar en la garganta, la agonía de un último quejido, la visión borrosa, y una explosión carmesí que prometía un glorioso reencuentro.

falta dibujo 34

Alejandra González Cifuentes


Sacúdete en tu cripta

S

e levantó y se sacudió el polvo. Partió caminando, al

principio con dificultad, y se metió al primer bar que encontró. Los pocos clientes que habían se quedaron mudos, algunos huyeron. Se sentó en la barra y pidió un Jack Daniels. El barman,

con manos temblorosas, se lo sirvió. Lo tomó de golpe, como si hace décadas no bebiera un trago. Caminó a la rockola para poner algo de música; encontró un viejo disco y puso “heartbreak hotel”. Bebió whisky hasta que el bar cerró y, sólo entonces, el cadáver del rey del rock volvió a su tumba.

falta dibujo Emilio Vilches Pino

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El Juego Y ahí estábamos, haciéndonos los valientes al lado del ce-

menterio invocando espíritus. No sé cómo habíamos llegado allí. Pero en algún momento alguien habló del ouija. Alguien dijo vaso. Otro vela. Otro moneda.

Resultado: una vela sobre una moneda

sobre un vaso, y un trozo de cartón con letras. Fuimos y esperamos la noche. El “experto”, nos dijo: -Dedo índice sobre el vaso y cierren los ojos. Todos lo hicimos, no queríamos detener el juego. Espíritu preséntate.

Risas nerviosas. Luego silencio. Más silencio. Viento. Abrimos los ojos. Un escalofrío nos recorrió. Estábamos sobre Rocío Figueroa (1954-1999).

falta dibujo 36

Karen Morales Valderrama


El Nuevo

S

e reunían cada miércoles cerca del cementerio. Tomaban

unos tragos, hablaban de las cosas de la vida, de las visitas realizadas a sus seres queridos y de los planes que para ellos tenían. Hacía poco tiempo que "el nuevo" se había asociado con ellos, era un chaval despierto, de vivarachos ojos azules y mente

ágil, demasiado vivo, decían algunos. El miércoles siguiente, "el nuevo" anunció su decisión de abandonar el grupo, cuando le preguntaron porqué, respondió que él ya tenía sus propios fantasmas.

falta dibujo

Maite García de Vicuña (fuera de concurso, por no residir en Chile)

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Sudor

“C

on el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuel-

vas a la tierra, pues de ella fuiste sacado.” Génesis capítulo tres, versículo diecinueve, dijo en voz baja, mientras cerraba el libro,

tomaba su escoba, se acomodaba su uniforme de barrendero y miraba las tumbas que debía limpiar, no sin antes maldecir en secreto al idiota de Adán.

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Pablo Otaíza


Perdido

N

o sé cómo llegué a este lugar, Pastora la encargada, dijo

claramente: “Derecho hasta el fondo y luego dos cuadras a la izquierda”, ¿Qué error pude haber cometido?

Cierro los ojos,

porque ya no soporto ver más sombras, más miradas furtivas y

sensaciones opresivas, nunca había estado en esta parte del cementerio, menos perdido y mucho menos de noche. Por más que me repito una y otra vez que sólo estoy nervioso, que todo es

ilusión, ninguno se detiene, me miran desde otro mundo, sus ojos vidriosos me escudriñan y no paran de acercarse hacía mí…

falta dibujo Ana María Gómez Santander

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Hija única

L

os presentes se encontraban cabizbajos mientras el padre

daba su bendición y pedía que bajasen el ataúd. El silencio del cementerio era sepulcral hasta que el ataúd tocó fondo, remeciendo así la tierra y el corazón de todos. Suaves sollozos

comenzaron a oírse, provenientes de la madre desolada que había perdido a su única hija de la nada. Recordó haberla encontrado yaciendo inerte en la cama, como una isla a la deriva. La tierra comenzó a sepultarla, cubriendo todo hasta que ya no quedasen

rastros de su existencia. Los presentes comenzaron a retirarse.

“¡Madre!” Seis metros bajo tierra un grito desesperado trataba de romper con la quietud espantosa de aquel cementerio, haciéndose notar para no quedar sometida al olvido y al recuerdo.

falta dibujo 40

Paulina Cofré Pedreros


Año nuevo

E

ra un Año Nuevo en un pueblo perdido, uno de aquellos

donde encuentras más ovejas que personas. Destapábamos champaña a la cuenta de 1,2,3 en un cementerio, a la usanza talquina. El aire está lleno de abrazos y risas, viento sepulcral y olor

a fuegos pirotécnicos. Me alcanzaba el pavo Lili, la corredora de carreras de monociclo; se me insinuaba Jorge, el fresco africano de la piel clara. Yo simplemente sonreía,

tendida sobre la tumba de

mi antiguo siquiatra, celebrando mi victoria. Él decía que yo imaginaba personas, vaya estupidez!

(Murió en extrañas condiciones, dice la lápida)

falta dibujo Cecilia Ananías Soto

41


Pasillo

M

e quedé en espera de que alguien más se atreviera a

cruzar. No era de noche y se oía el bullicio de la ciudad bordeando los costados del cementerio. El pasillo continuaba estático ante la mirada aterrada de los tres que quedábamos vivos. Por un instinto

de sobrevivencia empujé a quien estaba delante de mí y las manos cadavéricas

lo

atraparon

llevándoselo al infierno.

al

instante,

descuartizándolo

y

Sólo quedamos dos, frente a frente,

mirando la inmensidad de los cuatro metros que nos separaban de

la salida. ¿Esas almas condenadas estarían saciadas? No quisimos averiguarlo. Tomamos aire e intentamos atravesarlo.

falta dibujo 42

Isabel Castillo Constanzo


Guardia

F

ue algo extraño, nunca nos imaginamos que habría algo

así bajo las calles de Santiago, empujamos con fuerza la pesada puerta de bronce, mientras tratábamos de pasar desapercibidos por el guardia del metro, quién nos buscaba desesperado por miedo a que descubriéramos su secreto. No tardamos en abrir y cruzar el

umbral, aunque ahora que lo pienso hubiese preferido dar marcha atrás, pero ya es tarde, ya me encuentro aquí junto a mis amigos,

atrapados en la oscuridad, lamentablemente vivos aún, solo que ahora nuestros existencias conforman parte de la macabra

colección de aquél ser que de día aparenta la imagen de un guardia.

falta dibujo Emilio Sebe

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Por Siempre

-E

stas preciosa esta noche- susurró junto a su oído

meciéndola entre sus brazos. Besó su mejilla con todo el amor que tenía. -¿Por qué lo hiciste?- aquella dulce voz interrumpió sus

pensamientos, pero sus palabras lo extrañaron. ¿Por qué le decía aquello? -Para estar siempre juntos- contestó, colocándola con cuidado sobre la fría piedra en la que estaban sentados.

Miró su encantador rostro, ahora pálido e inexpresivo, manchado de sangre, la misma que empapaba sus manos.

Una sonrisa maniaca deformó sus rasgos, besó por última vez sus labios y apretó el gatillo.

Otro cuerpo caía inerte sobre la lápida del cementerio.

falta dibujo

44

Valeska Hernández Ruz


Vacía

E

l problema de don Jorge fue que, pensando que sería una

buena broma póstuma, nunca le contó a nadie que había comprado una sepultura familiar. Cuando terminó de pagar las infinitas cuotas, se sintió orgulloso; era su primer bien inmueble,

luego de arrendar casa siempre. Pero cuando murió, su señora, ignorante de su pequeña osadía, lo hizo cremar y esparció sus cenizas en algún lago del sur, de los cuales él tanto hablaba y contaba improbables hazañas infantiles. Y así quedó para siempre

su tumba vacía, viviendo la soledad de la muerte que sólo una tumba vacía e ignorada puede vivir.

falta dibujo Alfonso Cáceres Reneré

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Imagen

A

hora corro sin parar. Aún escucho los gritos y su imagen

preguntándome ¿por qué? Sólo fue un absurdo celo de hermanos. Todavía me grita:

“¡Quiero volver!”. Esta vez fue distinto, sus

manos y su imagen transparente me hacían sentir casi en el infierno, su frío me congelaba los huesos y no podía zafarme de mi

propio entierro. Sólo quería aferrarme a mi madre, a mi padre, a ti, a las rosas que no me importan. Es por eso que mis pisadas las

congelan, las matan… Su sangre se apodera de mí. Yo sólo quiero irme y morir.

falta dibujo 46

Isabel Andrea Vásquez Azocar


Mano

S

u andar era firme y rítmico mientras avanzaba por una

calle desierta. Cerró lentamente los ojos mientras se detenía, para luego abrirlos con premura al escuchar algo que se acercaba. Miró a su alrededor y se encontró en un lugar en el que no debería estar: todo lo que lograba vislumbrar en la oscuridad eran las siluetas de

lápidas con letras borrosas, olvidadas. Un aroma como el de las noches de luna llena la envolvió y sin previo aviso una mano

apareció entre las tinieblas, la cual, frente a su mirada, se transformó en una garra que envolvió su cuello con violencia.

falta dibujo Daniela Quiñones Jara

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Bikini

A

l Quinto Sector de Reñaca le llaman el cementerio

“porque todos se creen la muerte”, dice un chiste demasiado rancio para ser chistoso. Más gracioso es imaginarse a la Parca, envuelta en harapos, danzando con su guadaña entre esos cuerpos bronceados y urgentes de sexo. Pero aquí la Muerte no viste

harapos, si no un bikini blanco que apenas cubre sus formas torneadas y firmes. La Muerte en Reñaca es una morena de ojos pardos y portadora de VIH, que elige su presa y le regala una sonrisa. Él sonríe de vuelta, se levanta y se acerca.

falta dibujo 48

Diego Valderrama Villarroel


Reflexión

Q

ué triste es ser lamento y no pena. Un desapercibido testi-

go del mundo, un extranjero en mi propio país. Por la grieta que nos une y separa del resto melancólico, donde la luz somnolienta, a veces, entra; miro a ese cóndor petrificado del cementerio de mis

lamentos. Señor que, como santo tallado, vigila la carroña circundante de huéspedes transitorios. A través de esa rendija, soy testigo en sombra de las muchedumbres caminantes, que a cabeza gacha desfilan, como cotizando cada mausoleo por venir. ¿Qué es

esa vida que tristemente se vive? Mientras, prefiero yacer esperando ese día. ¿Descansando en paz? Creo.

falta dibujo Paolo Orozco Montes

49


Sereno

T

rabajar sin recibir goce de sueldo, me ha dejado de

importar durante siglos. Muchos dirán que el trabajo de guardia, más en un cementerio, es sacrificado y tenebroso, pero… ¿Qué pensarían si les revelara que mi trabajo es mi vida? Trabajando desde sus remotos inicios, día y noche, velando por la seguridad de sus cuerpos, a cambio de convertirme en uno de ellos. Y es ahí en donde el trato se cumplió, en una noche helada, con sus ojos rojos, brillosos y

enigmáticos, helaron mi sangre para que uno del

pueblo obtuviera mi lugar en el cementerio…

falta d

ibujo

50

Francisca Márquez Echeverría


Amo

U

n perro lindo y juguetón era Tedy, hasta que la

irresponsabilidad de un desprevenido conductor acabó con la vida de su pequeño amo. Noches y mañanas sus padres lo lloraron. Tedy nunca lo ha dejado, aún lo espera levantarse entre epitafios y frías noches.

falta dibujo

Nelson Alarcón Soto

51


Cerebro

C

ada cuento que sé contar viene de mi tumba. Creo que por

eso los gusanos se comen mi imaginación. Para que ellos con la suya tengan una posibilidad de ir a la universidad. La picazón de los escarabajos no me deja dormir. ¿Qué desean? Ojalá sea un poquito de esta piel que lo único que hace es producir

un olor, que ni dios sería capaz de oler. Ahora ya no queda piel, pero mi cerebro no es para los gusanos. Si puedo mover una mano

hacia afuera, lo sacaré de aquí para que alguien lo use mejor que yo.

falta dibujo 52

Belén Hernández E.


Caminando

C

aminando lento y despacio por un terreno donde nada

había, a kilómetros un olor putrefacto se olía. Mientras más avanzaba el olor se hacía más insoportable, la niebla espesa era y tropezarse era inevitable, llegué a tal punto donde respirar no se

podía, pero había caminado tanto que retroceder no quería. Oí tararear una canción, el sonido de una pala fue lo que llamó más mi atención. Caminé a paso firme pero despacio... en silencio

tratando de no hacer ruido. Pero de pronto escuché el grito agonizante de una mujer, ¿dónde estoy me pregunté?, pero antes

de que me acabara de responder... en mi cabeza una hacha clavada y dentro de un gran agujero acabé...minutos después recuperé la conciencia, ‘’estaré muerto’’, me pregunté, miré a mi alrededor y nada encontré.

Luis Ignacio Cortés Silva

53


Aterradora

L

a noche oscura dejaba caer la lluvia y la helada más

aterradora que había experimentado. Me encontraba desgastado, mi mente me decía a gritos: “asesino”. Estaba yo en el cementerio, dándole fin a un acto aterrador, había torturado y asesinado a la

mujer que amaba. El ambiente en que me encontraba era imposible de describir, no podía dejar de tener la sensación de que me acechaban y las voces que escuchaba eran horribles. Ya eran más

de las doce de la noche cuando de pronto vi algo espantoso que me hizo despertar de la gran pesadilla que había tenido.

54

Gonzalo Campos Gutiérrez


Abrigo

U

na noche fría salí de casa, encontré un bar, pedí un trago

mientras sonaba Frozen Autumn. Una mujer se acercó a mi mesa, hablamos toda la noche, sus ojos eran perfectos y su boca alucinante. Abruptamente decidió irse, la abrigué y acompañé a

casa, esperando con ansias el amanecer para volver a verla. Muy temprano fui a buscarla, nadie abrió la puerta, comencé a caminar hasta el cementerio, di muchas vueltas, ya cansado me senté en una tumba y vi su foto, era ella, caí al suelo desmayado, al despertar, y al lado de su tumba, encontré mi abrigo…

falta dibujo Valeska Chamorro Medina

55


Laeyón

E

ntré, cautelosamente, con la esperanza de que nada iba a

escalofriarme en plena medianoche. Traía conmigo a Laeyón, mi peluche, y procedí a buscar mi lápida, pero, imprevisiblemente, comencé a desmayarme. A los pocos minutos logré, bruscamente,

recobrar el sentido: abrí mis ojos, agitados por lo ocurrido, y me reincorporé rápidamente para buscar a Laeyón. Media hora después pude hallarlo, recostado en mi lápida, insólitamente empapado de sangre, y, si bien, su mirada ahora era fría, cínica, petrificante e irreconocible, quise regresar con él a casa, con la

seguridad aparente de que al amanecer no me encontrarían muerto por su causa.

falta dibujo 56

Jorge Sánchez Morales


Rojo Póstumo

E

n los anales históricos de la ONU, el suceso quedó

marcado como huella identificatoria. La ciencia mundial aceptó la presencia de expertos en sucesos paranormales. Pero hasta ahora no se encuentra causa razonable. Un largo y angosto país, que tras enfrentar terremotos y sequías, veía en su selección de fútbol ‘la’

oportunidad de brillar en la esfera global. Sólo 25 minutos separaban al país de la final del mundial y la gloria. Y pensar que

pocos creían en el terrorismo internacional. Ahora, sólo queda vestir de rojo póstumo las once tumbas que obligaron a cavar en la plaza de la Constitución.

falta dibujo Pedro Araya Alfaro

57


Miguel

U

n día vi a mi hijo hablando solo, me dijo que jugaba con

Miguel. Ya no se juntaba con otros niños, sólo con su amigo imaginario. Pasaba jornadas enteras con él y cuando llegaba el ocaso se iba a la puerta del jardín, levantaba su manito y la movía

haciendo un adiós en el aire, a la mañana siguiente volvía al mismo lugar y saludaba a Miguel. Durante una semana mi niñito no salió al jardín, Miguel no ha regresado, me dijo entre lágrimas, ¿por qué

no sales a buscarlo?, le respondí. Salió corriendo, pero Miguel nunca volvió. Mi hijito tampoco.

falta dibujo 58

Ariel Araya


Catalepsia

J

ugar al cataléptico es como jugar a la ruleta rusa con un

revólver. Recuerdo que una vez, sólo por diversión, lo hice en un campamento. Simulé estar muerto en mi saco de dormir. Nadie esperaría que alguien “muriera” de esa forma. Así que esto fue lo

que hicieron: Me llevaron a un cementerio que se encontraba cerca y, sin mayor ceremonia, trataron de lanzarme a la fosa común. Por suerte, alcancé a reaccionar a tiempo, mientras todos corrían despavoridos hacia afuera del camposanto.

Si Edgar Allan Poe estuviera vivo, de seguro, le hubiera en-

cantado esta historia.

falta dibujo Juan Esteban Mayor Aguilar

59


Llorando

E

stoy en el cementerio sin saber qué hacer, no voy a ver a

nadie sólo deambulo sin rumbo buscando

alguien a quien

extrañar, pero no encuentro nada, sólo desolación y muerte. A lo lejos veo a una joven llorando, me quiero acercar pero no puedo, algo me lo prohíbe, me lanzo al suelo y arrastrándome con

dificultad avanzo unos metros. Llego a su lado ya sin fuerza, la miro pero es como si uno de los dos no existiera, la conozco, el horror me embarga, cuando me doy cuenta que es mi hija que llora por mí.

falta dibujo 60

Adolfo Reyes Farías


Espírutu Beatle

L

ennon visitó a una compañera mía el día que murió.

Jamás puse en duda su relato y sólo pensé que si hubiera estado estudiando con ella, también lo habría visto. Dos años después, Susan se fue a Inglaterra y yo me convertí en un experto en Los

Beatles. Por lo mismo, mi gran duda era saber con qué ‘look’ andaba John. Gracias a Facebook, en marzo de 2008 retomamos contacto. Subí cincuenta fotos y le pregunté con qué ropa vestía: ‘Igual que en el disco Abbey Road y descalso”. Finalmente supe que mentía. A ella se le apareció Paul McCartney.

falta dibujo Vífube (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)

61


Muñeca Orgánica

H

ola, soy María, y fui asesinada a los 14 años. Mi asesino

es un ícono de los niños inocentes, muy querido por ellos, sin saber que detrás de aquella tierna y paternal apariencia es un pedófilo juguetero. Su ambición por retratar hasta el mínimo detalle en sus infantiles creaciones, conllevó a ser yo su objetivo, vistiéndome de

blanco, peinándome angelicalmente con un listón rojo y sentándome entre todas sus muñecas orgánicas con poses características. En sus tardes de descanso jugamos a las tacitas, en su cementerio del patio.

falta dibujo 62

Javiera Márquez Echeverría


Apuesta

E

l fantasma de Lord Patric aparece todos los domingos a

las 12 de la noche a jugar cartas con los que estén en el salón del que fuera su castillo. Los vivos apuestan dinero y el fantasma oro. Se juega hasta que el fantasma pierda, gane o salga el sol. Una

noche un fanfarrón magnate jugó. Perdió rápidamente e intento una vez y otra. Al final todos se retiraron menos el millonario y el fantasma. Finalmente apostó su fortuna y su vida. Al amanecer apareció su cadáver sobre la sepultura del Lord. Se había llevado sus ganancias literalmente a la tumba.

falta dibujo Sebastián Schirmer Lecaros

63


Mi Ángel

A

noche soñé que un ángel descendía a decirme que habías

sido escogido por Dios para acompañarlo en la inmortalidad. Que no tuviera miedo. Que al cerrar mis ojos y buscar en mi corazón sabría que esto era lo correcto. Este hermoso ser no me provocaba dudas.. Mientras caminamos por el cementerio, saco de mi bolso

un cuchillo y te atravieso lentamente, pero con fuerza el corazón. Tus ojos están perdidos y no gritas. Luego de unos minutos mueres. La gente que ha venido a visitar a sus muertos grita. Mientras trago mi pastilla, clozapina. Ahora sé que siempre cuidarás de mí.

falta dibujo 64

Andrea Carvajal Almonacid


Qué saben

¡Q

ué saben ustedes de cementerios!

Yo, que nací en el campamento más inmundo de Santiago, sé bien de lo que hablo. Fui a una escuela roñosa e inútil y crecí en el rincón de las manzanas podridas, así que no me vienen con cuentos. Cómo no voy a saber yo de fosas y silencio si pasé entre rejas la

mitad de mi vida. Yo, que le hice el negocio a las funerarias, entiendo como nadie de cadáveres y nichos fríos y puedo decirles que esta fosa común pútrida y superpoblada se siente como mi hogar.

af lta dibujo Hugo Arias Villarroel

65


Flores

E

l niño balanceaba los pies mientras sus padres adornaban

la sepultura con azucenas. De pronto, pegó un brinco y entre risas corrió a lo lejos. La madre forzó la vista, curiosa; otro niño lo invitaba a jugar. Angustiada por los recuerdos, puso en su sitio la última flor. Luego fue por él, pero éste ya venía de vuelta. Lucía esperanzado, luego extendió su mano con una rosa entre los dedos. -“Dijo que era para ti” – murmuró.

La madre tomó al niño en brazos y bruscamente corrió hacia

la ciudad. Hacía sólo una semana que su gemelo había fallecido.

falta dibujo 66

Bárbara Fonseca N.


Casador Casado

L

a criatura lo persigue a unos pocos pasos de distancia. A

pesar de que no lo ve, puede sentir su pútrido aliento en el aire. La tierra está marcada por garras que la horadan. Los aullidos de la bestia reverberan en la noche, anunciándole su próximo final. A

pesar de todo, él sigue corriendo. A cada paso sus energías se agotan. De pronto el aliento le escasea, por lo que se recuesta contra el tronco de un retorcido árbol. Antes de poder reaccionar, unos bri-

llantes ojos azures lo observan, mientras unos colmillos marfileños se clavan en su cuello, bebiéndole la vida.

falta dibujo Felipe Real Hurtado

67


Don Ricardo

N

unca fueron lo mío los hechos paranormales, no me

sentía preparado para tan afortunados acontecimientos, hasta que, a finales de los ochenta, una mano fría y extremadamente delgada estrechó la mía hasta hacerme despertar, marcando la despedida de la tía bisabuela. No tendría más episodios que contar si no fuera porque, años más tarde, una silueta que atravesó un pasadizo desierto, trajo el aviso de la partida de una antigua habitante de la

casa. Ahora me pregunto si las puertas que vibraban anoche en la casa, con gran fuerza, tendrían algo que ver con la partida de nuestro querido Don Ricardo.

falta dibujo 68

Martín Fuentes Besoaín


Sofía ángel Todos te despedimos. Nunca se vio un gentío tan grande, de todas las edades, repletando prados y senderos. Se lloró, se cantó. Diversas expresiones artísticas homenajearon tu gentil recuerdo. Era gente que te amaba : familia, Liceo, Universidad, el Partido… Lloramos escuchando los cantos que te dedicaban… De pronto, un niño me dijo, admirado: -“¡ Está allí, está sonriendo !…” -¿Quién…? - pregunté, sorprendida. - Sofía…¡ ahora es de luz, tiene alas ….! Observé un particular rayito de sol… Mi pena se alivió. Pensé: “no quiere que estemos tristes…” Desde ese 18 de enero se que eres “Sofía Ángel”. El niño desapareció en el tumulto. (a Sofía Victoria González, in memorian )

falta dibujo

Tatiana Besoaín Navarro (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)

69


Campo Santo

E

l mismo escenario diario; frente al cementerio su casa

cruzando aquella gran avenida. A pesar de la soledad, su miedo nunca fue tan desolador como aquella tarde anunciadora de su porvenir; firme la mirada hacia el estaba aquel sujeto de traje oscuro y descalzo, parado en la entrada de aquel erróneamente lla-

mado camposanto. Un abrir y cerrar de ojos y el espectro desapareció dejando una quemadura intensa en su alma, una duda de

cordura resbalando en el limite de su humanidad, apartando su inquietud se fue a dormir... sofocado, aterrado despertó en plena oscuridad, sepultado, en el aterciopelado interior se su ataúd.

falta dibujo 70

Lorenza Espinoza Farías


Zombi Bueno

H

abía una vez, en este mundo de locos donde los muertos

se levantan y los vivos no descansan, un zombi que no entendía por qué tenía que cansarse corriendo detrás de humanos frescos, cuando podía alargar la mano y arrancarle trozos a sus

compañeros. El zombi bueno un día decidió salir en busca de otros zombis buenos como él. Anduvo hasta que sus piernas se pudrieron tanto que no pudo seguir caminando. Se sentó en el suelo y

descubrió que de su cuerpo salían pequeños gusanitos. En el fondo

no soy malo… Yo también puedo crear vida, sonrió.

falta dibujo Águeda Ruiz de la Fuente (fuera de concurso, por no residir en Chile)

71


Mala Elección

S

inceramente no sé lo que pasa, todo es caos, gente

corriendo, disparos. Sólo quiero salir de allí. Mi casa queda retirada, es difícil sólo levantar la cabeza. Al parecer es una redada contra traficantes; pero que mierda hago aquí, algunos gritos de la

gente me asustan. Maldita ocurrencia elegir este camino. Porque estoy en el suelo sin moverme, mis padres estarán preocupados. Corro hasta la esquina pero en todos los pasajes es lo mismo: disparos y gente. Sin darme cuenta tropiezo con un bulto. Para mi desgracia soy yo pálido en un charco de sangre sin vida.

falta dibujo 72

Emilio Prieto


Quejumbre

Q

uejumbre es lo que más hay en un cementerio. Los recién

llegados (que tienen un olor imposible) se quejan del encierro, el espanto y la oscuridad. Al paso de unos días se quejan cuando los gusanos comen sus lozanas carnes y gritan –ingenuamente– creyendo que sus familiares los sacarán de acá. Los más viejos reclaman cuando no los vienen a ver o cuando lo único que les traen son flores en vez de una amena conversación o un simple “te extraño”. Yo sólo me quejo de las quejas de los muertos, ya las de los vivos me parecían insoportables.

falta dibujo Sebastián Céspedes Montero

73


Sin Carné

E

sa noche observé la televisión, a la hora de las noticias.

Pretendía saber si es que yo estaba muerto, como sospechaba. Curiosamente así era. Había colisionado un vehículo con un autobús en la carretera. Solo había muerto, una persona de unos

treinta años de edad, no identificada aún. Lógico, yo acostumbraba a no llevar carné de identidad. Ahí comprendí el porque de mi tranquilidad. Miraba el mundo desde el infinito.

falta dibujo 74

Fernando Rubilar Bahamonde


Terror

A

quella noche nunca sería borrada de sus recuerdos...

En el parrón de su casa, colgaba su abuela sin vida, con ojos inyectados en sangre que se proyectaban por sus órbitas, como testigos silenciosos. El armario del pasillo guardaba el cuerpo mutilado de su nana. En la oscuridad ruido de pasos se aproximaba

hacia ellos. Acurrucados en un rincón del living los tres hermanos presagiaban lo peor.

Un grito estremecedor inundó la noche. - “¡¡A dormir!!”, dijo la madre a sus hijos y terminó abruptamente el cuento de terror.

falta dibujo María José Segovia Astorga

75


Amor Subterráneo

C

omencé alimentándome de la parte menos bella de su

cuerpo. Me costaba trabajo masticar, engullirla y satisfacerme. Sentía cierta repulsión. Aún era tan hermosa y dulce. Quizás me gustaba, pensaba comiendo de su macilenta piel, y al mismo tiempo convenciéndome de lo imposible que sería haberme enamorado de ella si no conozco más que su cuerpo. Estoy mordiendo su boca y súbitamente me desconcentran pequeños golpecitos que provienen de su pecho, ¡era su corazón!, ¡estaba viva! ¡Por eso me costaba comérmela! Me apresuré lo más rápido que puede un gusano de cementerio, llegué a su corazón y lo mordí hasta callarlo.

falta dibujo 76

Daniella Gubler Vergara


Tordos

“A

l igual que otras especies de garrapateros, los tordos no

construyen nidos, depositan sus huevos en los de otras muchas especies. Los huevos son de dos tipos, blanquecinos y sin manchas o azul pálido o verdes con puntos o manchas oscuras”.

Desperté sudoroso y con la sensación de albergar algo innombrable y maldito. Lo último que recuerdo es que una vez abatido, aves negras que suelen verse en el cementerio de San Bernardo me cubrían por completo y me abrían la cabeza a picotazos.

falta dibujo Alejandro Wasiliew López

77


¿

¿Sabes?

¡U

n grito!... Escuché una noche de verano, mientras

caminaba solitario. El cementerio vacío, alumbrado por la luna, que, con una sonrisa, me invitaba a investigar el estruendo que hacía resonar mi corazón. Al ingresar por tan gran portal, me vi sumergido en la oscuridad. El miedo se apoderó de mí y me hizo estremecer. ¡Otro grito!... esta vez más cerca, esto no paraba, tenía que correr, paralizado por el miedo no me pude mover. La cabeza de una bella dama asomaba entre mis pies.

El de manos ensangrentadas sonriendo preguntó ¿ahora sabes? Ahora había un cuchillo clavado en mi corazón.

falta dibujo 78

Hernán Toro Contreras


Preocupación

T

odos los días es una historia distinta. Hoy, un niño que fue

atropellado mientras andaba en bicicleta. Ayer, una madre que se suicidó después de tantas penurias. El trabajo es así, la paga es mala y el lugar tenebroso. He sido sepulturero durante casi toda mi vida

y creo que no sé hacer otra cosa mejor. He enterrado a todos los muertos que hoy descansan en este lugar y más de alguna vez mi corazón ha sucumbido y he llorado mientras realizo mi tan triste

oficio. Pero una preocupación vive conmigo a diario ¿quién cavará mi fosa el día que muera?

falta dibujo David Soza Iriarte

79


Incluso tú

F

-

uimos juntos el más hermoso entre los mortales- se

escucha el lamento y el alma se desahogaba a la noche. Ante el cuerpo sordo, incapaz de responderle. Amanece y al igual que todos los días le lloran. Retirase el alma a la primera luz

avergonzada de revelar la tumba infame. Ya en un cerro anónimo, antes cementerio, que fue el más llorado, donde toda la vida reniega tras la muerte de aquel. Hoy de tanto recordarle fue

olvidado, y solo un pastor local contaba a su mujer noche tras noche sentía como penaban lo que solía ser la tumba de Narciso.

80

Martín Aguirre Poirot


Ayuda

“N

ecesito que leas esto cuando despiertes. Yo sé que este

cuerpo no es mío, pero estoy desesperado y necesito que me ayudes. No te asustes por favor, no voy a hacerte nada. Si me ayudas a regresar, te prometo niña que nunca más voy a trabajar como médium, que nunca me volveré a meter en tu cuerpo, ni en

otro que no sea el mío, y que nunca, pase lo que pase, me alejaré de mi hilo de plata. Si quieres decirme algo, sólo dilo en voz alta. Te estoy mirando”.

Andrés del Olmo García

81


Último Viaje

E

l cortejo comenzó su camino, me alejó de la tierra que

antaño pisaron mis pies, me llevó en un suave recorrido hacia mi última morada. Escuchaba los lamentos de mis conocidos y familiares sin poder

hacer algo para consolarlos. Me bajaron

lentamente y comenzaron a cubrir mi morada de tierra. Cerré los ojos para esperar, solo encontré el silencio a mi alrededor, sin llantos, sin el sonido de la tierra cubriendo mi nuevo hogar.

Cuando los abrí no me encontré en mi suave ataúd, sino que estaba caminando junto a mis nuevos vecinos hasta la orilla de un río.

82

Victoria Cordero Garrido


Sombras

L

o encontraron junto al cementerio, parecía un niño pero

quedaba tan poco de él que era difícil asegurarlo. La sombra del cuerpo cubrió a Andrés en la morgue. Al dejar el ataúd en la pequeña fosa comenzó a sentirse extraño. Sus mascotas, el perro del vecino, los árboles del jardín, su esposa, todos murieron, su sombra cubrió a los niños y cuando ellos también murieron supo lo ocurrido. Caminó hasta el cementerio, miró la pequeña tumba,

murmuró algo que podía ser odio o perdón. Luego buscó la manera de cubrirse con su propia sombra. Su cuerpo estaba frío al amanecer.

María Elena Garrido Daza

83


El mal de Calixta

A

Calixta le gustaba pasear como carroza fúnebre por las

calles del pueblo, siempre a media noche, vestida con ropa ajena y arrastrando los nocturnos de Chopin, desde una radio a pilas agusanada, que desenterró de la tumba de un profesor de música.

Los nichos del cementerio colindaban con la muralla de su pieza. Comenzó picando la pared con un cuchillo, hasta que una madrugada atravesó la penumbra, abriéndose paso por el esqueleto de una novia, vestida de Chanel. Desde entonces cruzaba el túnel, arrastrándose pala en mano, para profanar el último grito de aquella moda sepultada.

84

Eugenio Norambuena Pinto


Esculturas

U

nos

intrusos

ingresan

al

cementerio

durante

la

madrugada y destrozan la figura de una virgen. Le rompen el cuello y su cabeza es golpeada con fierros. La virgen de cemento cae al suelo y su cabeza queda un poco más allá. Antes del amanecer, cuando los intrusos ya se han ido, un cortejo fúnebre

conformado por todas las figuras del lugar, vírgenes y leones, todos de cemento, caminan detrás de la carretilla de cemento que lleva el cuerpo mutilado de la virgen hasta una tumba cavada por niños y

ángeles de cemento. La virgen es enterrada en este camposanto de esculturas.

José Hernández Ibarra

85


La última vez

L

a última vez que vine, la tristeza nos pesaba en los ojos y

no podíamos sino mirar el suelo, apretar los dientes y prepararnos para lo que venía. El nombre Elena se agregaría a la triste lista que nos recordaba a los idos. Afortunadamente, mi juventud me per-

mitía levantar las cejas y sonreír, abrir los brazos y confortar y con una apesadumbrada alegría mirar mientras recordaba mermeladas, cuidados y caprichos atendidos. Ahora, la impotencia me con-

sume, no tengo calor que dar, ni abrazos para confortar ni una cálida anécdota para sonreír. Esta vez, es a mí a quien vienen a llorar.

86

Manuel Gatica Holtmann


Mal sueño

D

esperté y todo estaba oscuro, pensé que la noche había

sido extrañamente larga, quise incorporarme y no pude moverme más que unos cuantos centímetros. No entendía nada. De repente todo se aclaró. Recordé sollozos, aroma a flores, y olor a tierra mojada, los sentía, pero ellos no a mí, para mí había sido un sueño, pero para ellos una realidad. Mi historial médico ya era lo bastante malo sin pensar en las posibles consecuencias del último diagnóstico, pero esto, no lo esperaba. ¡¡¡Por Dios, era mi tumba !!!

Respiré profundo y solo una palabra venía a mi mente: catalepsia

Claudia Montero Garay

87


Retrato de plata

¡M

amita! ¿Es acá? – pregunta la pequeña vestida de azul.

No recuerdo hijita mía – contesta la madre confundida. Se acerca el rondín, quien les pregunta que tumba buscan. La madre da la dirección y él señala el pasaje contiguo. Ella agradece con una triste sonrisa y se encamina con la niña de la mano.

Repentinamente él recuerda que esa tumba será desalojada y apresura el paso para alcanzarlas pero cuando llega no hay nadie, confundido se acerca más a la lápida y con asombro ve que desde

un pequeño retrato de plata le sonríen un mujer y una niñita vestida de azul.

88

Fabiola Tobar Alvarado


Poeta enamorado

D

esde que murió Ariel, ella fue a menudo a su tumba a

dejar sus flores favoritas. Ese día la brisa del mar mojaba su cara perdiéndose entre sus lágrimas. Pero cerca de allí en el mausoleo de un poeta, una estatua la miraba de reojo. Después de un tiempo

ella cambió las flores por poemas de amor. Ahora por las noches la visita él, la acaricia con manos blancas y la besa con sabor a sal.

Ximena Soto-Aguilar Silva

89


Hija de sepulturero

M

i padre, uno de los sepultureros del Cementerio General,

me repitió durante toda mi niñez que debía temer a los vivos, y no a los muertos. Viví por años junto al cementerio, en cuyas calles fui feliz acompañada por tres amiguitos de mi edad. Nunca vimos nada raro. Fue muy triste dejar a mis amigos cuando con mi padre

nos mudamos a Puente Alto. Nunca vi nada extraño en el cementerio. No hasta el día en que enterré a mi padre junto a la tumba de

mis amiguitos, quienes jugaban en el cementerio desde mucho antes de que yo naciera.

90

Juan Abarca Montero


No me llega

N

uestra relación era lo suficientemente extraña como para

permitirnos disfrutar del poco sol valdiviano paseando por el cementerio. Fue allí, sentados cerca del Memorial de los ejecutados políticos donde ella me susurró: “No me llega...”. Mi alma se metió

en lo profundo de la fosa común, vi mis estudios interrumpidos y a su padre persiguiéndome con el hacha de la leñera. Mis proyectos se secaban como las flores de aquella tumba cercana, mientras ella repetía: “No me llega…” La rabia me invadió, grité “¡imposible!”

histéricamente, temblando contemplé su caída cuando sin respirar concluyó su vida diciendo “el aire… no me llega”.

Jaime Perales Cabrera

91


Nada lo cambiará

E

ra mi mayor locura, estaba en medio del cementerio a

altas horas de la madrugada esperando encontrar “aquella” tumba… - ¡Debí asistir a ese funeral! Me decía a mí mismo, una vez más queriendo retroceder el tiempo para dejar mi conciencia en paz. Estaba oscuro y la atmósfera densa y tenebrosa sumado al

peso de la culpa no me permitía buscar con claridad mi objetivo. La luna resplandeció con su brillo plateado y más adelante vi una si-

lueta familiar bajo un encino ¿acaso era…? Pero ya no importaba, nada volvía atrás, sólo tiré el pequeño ramo de narcisos y me fui.

92

César Gómez Cabezas


Paseo espacial -

¿N

o le parece a usted guardiana Aguiled que esta vista

del cementerio orbital es impagable?. - Tiene razón Radil, desde este lugar ya casi olvidamos que las esferas luminosas fueron nuestros colegas hace décadas… Ya sabe la historia de la música de las esferas. “El día que resuenen en al vacío estelar, estaremos dentro de una ellas”. - No se ponga triste Aguiled. La traje acá para besarla y no para hablar de las esferas mortuorias.

- No moleste, Radil, ya sabe que prefiero que sean estrellas.

Rodrigo Reyes Aguilar

93


Caminos

A

l amanecer del tercer día reaccionó de manera

inesperada, tenía en su haber una flor roja con olor a podredumbre, algunos restos de tela negra adherida a sus huesos, casi embriagados por los días de encierro; luego de un silencio dis-

tendido el joven comprendió algo de lo que hacía cuatro días atrás había vivido: Esas ganas locas de aferrarse a la vida y ese ataúd desembocando vivencias no vividas. Entonces, miró un túnel que se

abría por debajo de su rostro, tomó aire y comenzó a escalar su propio camino hacia el infierno. Dicen que aún cree encontrará su edén eterno.

94

Sebastián Figueroa


Veneno

E

xtraños y angustiosos sueños me hicieron visitar a mis

parientes difuntos. Al llegar, una anciana me ofreció un vaso con agua, lo

bebí. Un olor desagradable, se metía agudo en mi nariz. Mire atrás y vi que moribundos putrefactos se comían a los enterrados.... Pretendí correr

pero la angustia brotaba de mi alma, el miedo enloquecía mi ser…

Comencé a sentir ardor, de mi cuerpo se desprendían pedazos de carne

agusanada. El dolor intolerable hizo que gritara desgarrante… el olor putrefacto emanaba de mi cuerpo. Confundida, asocié que lo bebido estaba envenenado y, sin previo aviso, terminé comiendo a mis enterrados…

Gabriela Tejerina Pardo

95


Devorador de almas

C

omo todos los sábado, Juan se levantó temprano con

dirección al cementerio. Su esposa llevaba fallecida unos años y desde ese entonces la visitaba cada semana. Ya era rutina. Siempre salía de casa a la misma hora, tomaba el mismo autobús, incluso

llevaba el mismo sombrero. Todo era igual, hasta que ese día, al volver a casa, posó sus ojos en una lápida nueva, bien cuidada, con letras brillantes. De pronto se sintió desfallecer, de a poco perdió

fuerzas y nada más se supo de él. O no del verdadero Juan. El devorador de almas había encontrado un nuevo cuerpo.

96

Valeria Burgos Ortiz


Los Diferentes

E

l era diferente, pero actuaba tan normal que a veces me

confundía: se vestía sencillamente, trabajaba y salía con sus amigos como cualquiera, incluso vivía en el cementerio como los demás, pero cuando creía que nadie le miraba, aparecía el "diferente". Al principio creí que era el inquieto tambaleo de sus dedos sobre la

mesa, como si quisiera estar en otra parte, pero fueron sus lentes los que comprobaron lo que yo sospechaba, cada vez que me saludaba nuestros lentes se entrechocaban emitiendo un particular sonido, el sonido de los disímiles, un diferente como yo.

Romina Riquelme Maturana

97


La guañaca

días.

D

espuntaban los primeros rayos de sol después de lluviosos

“Se agradece pa´ este día un poquito de combustión” – se decía

Corita. Más conocida como cocinera de los fiambres. -Al principio lloraba con cada papa pelada, cholga lavada. “Esta vez el finao tuvo suerte, estuvimos de carneo”, pensaba mientras trozaba una cabeza de chancho ahumada. Con los años se ponía más inquieta: “Si Rosa

cocina, me caga, no me gusta la chanfaina, y sé que me tiene pica. Si cocina la Marta, nadie va a comer, pero habrá mistelas que tra-

erá el marido”. Esbozando una sonrisa y saboreándose la pronta fiesta, echó la cabeza a cocer.

98

Alejandra Hales Harcha


Mi hogar

V

ivo entre los muertos. Los vivos nunca me entendieron. El

cementerio es mi hogar. Acepté esta trabajo como guardia, aunque ni siquiera debieran pagarme por esta labor, la disfruto. Los que quedan rondando por aquí tras su funeral, son mi familia. No les

temo, aunque de haberlos conocido en vida, de seguro no nos hubiéramos llevado bien. No se me dan bien las relaciones con los vivos, llenos de rencor, y de ambiciones, llenos de vanas

necesidades, inconscientes de su condición tan frágil. Estos muertos, en cambio, no esperan nada, al igual que yo, de la vida.

Yessenia Valenzuela Norambuena

99


Espectro estacionario

N

o había más luz que la emanada por el farol del anciano

nochero del cementerio de en frente…Caminaba haciendo el recorrido de siempre, todo parecía normal, hasta que a lo lejos se escuchó un extraño sonido. Debido a su experiencia identificó inmediatamente que el ruido provenía de la puerta de entrada. Dio

101 pasos en reversa, hasta que divisó un espectro sentado en el peldaño de la escalinata… Se acercó para verlo mejor, el espectro se puso de pie y nuestro protagonista descubrió que no era más que el alzamiento de la soberbia estampa del otoño en invierno.

100

Beatríz Díaz Reyes


El sepulturero

É

l se sabía muerto. Su rutina lo surcaba como una cláusula

irreparable, indesmentible, se vio muerto siempre, desde nacido y viejo, se decidió entonces a optar a enterrador, rondando, perpetuando, viendo transcurrir el viento como pastor de lápidas y

músico de claveles. Fue así que supo que no estaba muerto, cuando vio que el bochorno se apoderaba de su actitud al derramar una lágrima sobre lápidas dejadas al olvido, mientras las horas conti-

nuaban allí, deambulando silentes, preservando su canción de cuna piedra hasta que la nostalgia de algún aparecido volvía a asomarse con la misma escueta presencia de un efímero luto.

Marcelo Munch

101


Reducción

N

icho en tierra, ya habían pasado 10 años, así es que la

esposa de Emeterio pidió su reducción. El sepulturero Luis sacó un par de huesos, cráneo, como algo común. Los miraba, apilaba, pero faltaba un fémur, así que cavo y nada, siguió cavando por dos horas , con un calor insoportable, y nada. Saca que saca tierra, pensaba “sigo así saco petróleo, por la cresta”. Estaba exhausto, muerto, cagado de calor... Viene la viuda y le dice: “Señor, si busca

la pierna, mi marido la perdió, era diabético. No se vaya a complicar...”

102

Marcelo Hernández Gutiérrez


Real

E

l guardia se acercó a la joven pareja, quienes lucían muy

felices pese a estar en el cementerio. Les dijo que ya cerrarían el lugar y que los podía acompañar a la salida en su carro de acercamiento. El joven le dijo: “¡No, muchas gracias! Nosotros ya

nos vamos”. El guardia continuó su recorrido pero no pudo evitar darse vuelta y mirar a los alegres jóvenes que misteriosamente desaparecieron de su vista. Se acercó temeroso al lugar, pero no había nadie. Entonces leyó la lapida que recordaba a Pamela y Juan

Carlos, dos jóvenes novios que vivieron, murieron y siguieron juntos y felices para siempre.

(Dedicada con mucho cariño a Paíto)

Marcel Pérez de Arce

103


Cobardes

F

uera de la cantina, un aguardientico y caminamos sin

rumbo. Al final del sendero unas formas se contoneaban cadenciosamente, corrimos tambaleando a donde las cabelleras danzaban un son inaudible.

Empujé a mi compadre, siguiéndolas.

¡Escalofrío! Las voluminosas comenzaron a levitar, miré a mi derecha: ¡la cruz del cementerio! Ya sobre la cruz nos hicieron un

guiño calavérico invitándonos a seguirlas. Corrí y arrastré a mi

compadre. Desde ese día ganamos fama cobarde en el pueblo: “De aquí salieron más que mareados”, gritó el cantinero, y el curita

remató: “Y a la misa del gallo llegaron espantados, rezando en len-

gua de cristiano bebido”.

104

Diana Chaparro Castro


Mea Culpa

D

espertar, ver todo oscuro, sentir ese espacio reducido, el

vidrio, las telas, el olor a humedad y tierra. Sentirse encerrado, sofocado y desesperado. Comenzar a gritar y retorcerse. La mente trabajando a mil por hora. ¿A quién llamar? ¿Cómo salir? Este es el fin, no queda nada más. Cansancio total, sin fuerzas ni respiración.

Soledad y abandono. Silencio… se escucha el sonido de la tierra presionando. Resignación. El cerebro empieza a desconectarse. Últimos momentos de lucidez. Pensar en la esposa, hijos, hermanos,

amigos… “Dios, apiádate de este infiel, he pecado de palabra, obra y omisión…”

Claudio Bugueño

105


Little Mortem

F

ui de noche, con una pala y un picote. No permitiría que

él estuviera allí, con frío y hambre. Salté la reja con el corazón latiéndome en la garganta, me golpeé una pierna y estuvo a punto de descubrirme la policía, pero no me importó. Seguí adelante, bus-

cando en la oscuridad, hasta que encontré lo que desde hacía tres días deseaba ver a solas. Le sonreí al cielo, y comencé a cavar. Dios mío, él tenía que estar temeroso, claustrofóbico, pero yo lo rescataría y lo llevaría a casa nuevamente.

Cuando por fin pude abrir el ataúd blanco, susurré: -Hijo mío.

106

Charlotte O.


Thriller

C

amino por el cementerio… La luna

es peculiarmente

brillante esta noche… Sigo mi rumbo..., pero el miedo me invade… Veo como los muertos se levantan de sus tumbas y me persiguen… De pronto recibo una llamada y mi ringtone es la famosa canción

Thriller… Me detengo y los difuntos comienzan a bailar… Me uno a su fantasmagórica coreografía… Pero olvido que cuando te llaman en un momento te cortan… y cuando ese momento llega… el cementerio se convirtió en mi nuevo hogar.

Felipe Casas Medina

107


Mellizas

N

acieron el mismo día, jugaron entre las dos toda la vida,

estudiaron en los mismos colegios. Ninguna se casó, ninguna tuvo hijos, ninguna se fue al extranjero. Trabajaron en lo mismo y se compraron la casa entre ambas para vivir siempre unidas. El día que las mellizas murieron, el cortejo con las dos carrozas pasó por

delante de su vivienda. Uno de los vehículos quedó en pana y no pudo partir. Por eso, finalmente, las dos urnas viajaron juntas y no se separaron ni siquiera al llegar a la tumba.

108

Dibujante Mac


Si pasan, Manuela

L

as piedras golpearon sordamente el ataúd. Las paladas

marcaban el ritmo de una dolorosa melodía. Rápidamente se cubrió el cajón y desde fuera no alcanzaron a escuchar los desesperados gritos del joven que despertaba y respiraba ansiosa-

mente los últimos restos de oxigeno de la caja mortuoria. Sus uñas rasguñaban la tapa mientras la vida arrancaba de su cuerpo y pensaba que era mentira que la vida pasara entera en ese

momento, era mentira la existencia de Dios y solo era verdad la soledad eterna. Manuela, hubiera jurado haber escuchado un grito de Bernardo, pero esas cosas no pasan, pensó.

Hugo Kruger Droguett

109


Este libro, en una edici贸n de 100 ejemplares, se termin贸 de imprimir en marzo de 2011.



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