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EL LAMONATORIO
¿Sabéis qué es el azúcar? O, mejor dicho, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de azúcar? Muchas veces la terminología científica y la popular no coinciden y por eso no nos entendemos. Mientras yo me explico en armenio mi vecina lo hace en cantonés, y así no hay manera. Es como lo de si el tomate es una fruta o una verdura. El tomate es el fruto de la planta Solanum lycopersicum, pero a ojos de la gente corriente el tomate jamás será una fruta porque no es dulce. Yo qué sé.
El caso es que desde hace unos años atrás se viene diciendo mucho que el azúcar es malo. Pues a ver, esto dependerá de qué queremos decir con “azúcar” —volvemos al armenio y al cantonés—. Por un lado tenemos ese azúcar refinada empleada a toneladas por la industria alimentaria. Se la añaden a todo: salsas, bollería, pan, papillas, refrescos, zumos, batidos, lácteos... Cantidades ingentes de sacarosa —a veces fructosa, que viene a ser un poco lo mismo— que nos hemos ido metiendo en el cuerpo cada día desde que jugábamos a los cromos, y cuyo consumo excesivo produce obesidad, caries, diabetes y otras cosas peores. En España, el consumo medio diario de este tipo de azúcares, los llamados azúcares libres, triplica la recomendación de la OMS. Consejo: limita el consumo de los ultraprocesados que he listado antes y no te eches un sobre de azúcar cada vez que te tomes un café. Y siento ser aguafiestas pero ni el azúcar moreno, ni la panela, ni la miel, ni la melaza, ni el sirope de arce son alternativas saludables al azúcar blanco. Que no te la cuelen los coleguis de lo ecobiochorra. La miel tiene un 70-80% de glucosa y sacarosa, así que no te pongas de miel hasta las cartolas con la excusa de que tiene “muchas propiedades”. Muchas propiedades tiene Amancio Ortega.
Por otro lado, también llamamos “azúcares” a los carbohidratos. Tenemos la glucosa, un carbohidrato simple que forma carbohidratos complejos como el almidón y la celulosa, o carbohidratos más pequeños como la sacarosa, la maltosa o la lactosa. La glucosa es la primera molécula de la que echan mano nuestras células para generar energía. Durante el metabolismo, los carbohidratos complejos se van descomponiendo hasta convertirse en una molécula llamada acetil CoA, que entra en un largo ciclo de reacciones que finalmente acaban produciendo la preciada energía. Sería algo así: carbohidratos complejos-> glucosa-> moléculas con nombres raros que no tenéis por qué saber-> acetil CoA-> más compuestos con nombres raros-> ¡ENERGÍA! El cerebro, como ya habréis oído hasta la saciedad, necesita mucha energía para funcionar. Tanta, que consume el 20% de la que se produce a partir de glucosa en nuestro organismo, aunque solo represente el 2% de su masa. La glucosa es un azúcar y como veis no es ningún veneno. ¡Sin glucosa nos morimos!
Es curioso pero en nuestras células todos los caminos conducen al acetil CoA. No solo los carbohidratos, también otras macromoléculas que nos metemos en el cuerpo a través de vegetales, cereales, legumbres, huevos, lácteos, carnes o pescados pueden descomponerse hasta producir acetil CoA. Resumiendo: para obtener energía no necesitas comer cosas dulces sino carbohidratos, ácidos grasos y proteínas de calidad. Además, no solo de la energía viven tus células, también necesitan vitaminas, minerales, fibras o aminoácidos para estar sanas. Trátalas bien por la cuenta que te trae.
Un último consejo azucarado: El zumo de fruta no es fruta, aunque te digan que es zumo natural recién exprimido y de naranjas ecobiolibresdequímicos. Los azúcares de la fruta están asociados a fibra —esto es bueno—, pero al exprimirla pasan a ser azúcares libres —esto es malo—. Así que si te bebes un zumo de 4 naranjas te estás comiendo el azúcar libre de 4 naranjas. Bájale a los zumos, Mari Carmen.