Relatos tradicionales de la lejana África

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“La lectura debe ser una forma de la felicidad”. Jorge Luis Borges.

Colección Viernes de cuentos No. 002 Primera edición, julio 2020. http://humanidades-mep.blogspot.com https://www.facebook.com/humanidadesmep/ https://www.facebook.com/Sociohumanidades-elkinista-109434774106507/ Diseño de portada e imágenes internas: Richard León.


Presentación

África, tierra lejana, reino del mito, la leyenda y el misterio; África, cuna, hogar y destino de la humanidad. La deuda del hombre moderno para con el exuberante continente africano no tiene límites. No solamente por la ominosa explotación a la que ha sido sometida su tierra y su gente, no solamente por las especies de flora y fauna que cohabitan en su territorio (y que nos hemos negado a cuidar con ahínco): aún nos hace falta asumir y comprender la inmensidad de nuestra deuda con la cultura africana, una cultura que ha sobrevivido, especial aunque no exclusivamente, en las narraciones orales que sus pueblos conservan de generación en generación, y que tratan de explicar, desde mitologías particulares, el origen y organización del mundo. Esta brevísima antología busca rescatar parte de ese rico legado y acercarlo a nuestra comunidad educativa, mitigar un poco la deuda reconociéndola, reconocer ese lejano continente, que continúa latiendo en nuestro corazón.

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La tortuga y el leopardo (Versión de Boniface Ofogo)

LA TORTUGA IBA CAMINANDO DESPACIO por el bosque, tan despacio iba que daba un pasito a la izquierda, y siete años después daba otro pasito a la derecha. A pesar de ir tan despacio, un día la tortuga cayó en un agujero y dijo: —Esto me pasa por ir tan deprisa. ¿Dónde he caído yo? Acabo de caer en un agujero, es decir una trampa. Me han puesto una trampa. Tengo que salir de aquí. Cuando la tortuga buscaba la manera de salir del agujero, de repente cayó dentro un leopardo. Y la tortuga dijo: —Por lo menos ya somos dos. Después, ella se quedó pensativa, y se acercó al leopardo y le dijo:

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—Tú leopardo, ¿qué haces en mi casa? ¿Tú no sabes que este agujero es mi casa? ¡Has entrado en mi casa sin permiso! ¡Fuera de mi casa! ¡Vete ahora mismo! El leopardo pensó: “Yo soy el leopardo, soy más grande, y soy más fuerte. No puedo permitir que una simple tortuga me amenace”. Y furioso, el leopardo se lanzó sobre la tortuga, la levantó y la lanzó fuera del agujero. Y la tortuga siguió caminando despacito, como siempre.

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La piel de los cocodrilos (Anónimo)

EN ALGUNAS ALDEAS DE NAMIBIA cuentan que hace mucho, mucho tiempo, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuera de oro. Dicen que pasaba todo el día debajo del agua, en las aguas embarradas, y que sólo salía de ellas durante la noche y que la luna se reflejaba en su brillante y lisa piel. Todos los otros animales iban a esas horas a beber agua y se quedaban admirados, contemplando la hermosa piel dorada del cocodrilo. El cocodrilo, orgulloso de la admiración que causaba su piel, empezó a salir del agua durante el día para presumirla. Entonces, los demás animales, no sólo iban por la noche a beber agua, sino que se acercaban también cuando brillaba el sol para contemplar la piel dorada del cocodrilo. 6


Pero sucedió que el sol brillante, poco a poco, fue secando la piel de los cocodrilos, cubierta de una capa de reluciente barro, y cada día se iba poniendo más fea. Al ver este cambio en su piel, los otros animales iban perdiendo su admiración. Cada día, el cocodrilo tenía su piel más cuarteada, hasta que se le quedó como ahora la tiene, cubierta de grandes y duras escamas parduzcas. Finalmente, ante esta transformación, los otros animales no volvieron a beber durante el día ni a contemplar la antigua hermosa piel dorada del cocodrilo. El cocodrilo, antes tan orgulloso de su piel dorada, nunca se recuperó de la vergüenza y humillación y, desde entonces, cuando otros se le acercan se sumerge rápidamente en el agua, dejando que solamente sus ojos y orificios nasales sobresalgan de la superficie del agua.

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Las manchas de la hiena (Anónimo)

HACE MUCHO, MUCHO TIEMPO, una hiena y una liebre eran muy buenas amigas. Pero la hiena engañaba a la liebre, y cada vez que ésta pescaba un pez grande era la hiena quien se lo comía. La hiena inventaba juegos extraños y, tras acordar que el que ganara se comería el pez, siempre acababa ganando y comiéndose el pescado. Un día la liebre pescó un gran pez y le dijo a la hiena: —¡Hoy es mi día! ¡Hoy me comeré yo sola este gran pez! —Es demasiado grande para un estómago tan pequeño —le dijo la hiena—. Se pudrirá antes de que puedas comértelo todo.

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—Es verdad —respondió la liebre—. Pero lo pondré a ahumar por la noche, para conservarlo en pedazos pequeños. ¡Estará delicioso! La hiena no aguantaba de envidia y seguía deseando comerse el pescado de la liebre. “¡Me lo comeré yo sola!”, se decía. Y no hacía más que planear cómo satisfacer su egoísmo. Llegada la noche, la hiena cruzó sigilosamente el río, acercándose hasta donde dormía la liebre. En ese momento, el pescado, partido en trozos, se asaba lentamente y la grasa que caía sobre las brasas perfumaba el ambiente. La hiena se relamía ya de gusto, riéndose de la liebre por la sorpresa que se llevaría al ver que le habían robado el pescado con el que tanto soñaba. Mientras tanto, la liebre estaba acostada haciéndose la dormida, pero muy atenta a lo que hacía la hiena. Cuando la hiena agarró el primer trozo de pescado, la liebre se levantó de repente, cogió la parrilla que estaba encima del fuego y, corriendo tras la hiena, le azotaba 9


con ella mientras la hiena aullaba de dolor, de vergĂźenza y de rabia. La hiena acabĂł con todo el cuerpo marcado con las brasas de la parrilla. Desde entonces, las hienas llevan manchas en la piel y por eso, desde ese dĂ­a, odian a las liebres.

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Los listillos Landa y Ngangela (Anónimo)

IBA LANDA, "EL LISTO", PENSANDO en matar un leopardo cuya piel, después de prepararla bien, podría cambiarla por dos azadas: una para él y la otra para su mujer, pues estaba cercano el tiempo de cultivar los campos. Pero, como dos azadas equivalen a dos pieles de leopardo, que él no tenía, Landa, “El Listo”, pensó partir la piel en dos mitades iguales; una vez bien dobladas, parecería que eran dos pieles. Por otra parte, Ngangela, "El Listillo", iba pensando en encontrar un cazador que le vendiera o cambiara, por el valor de dos azadas, dos pieles de leopardo para vestirse él y su mujer. Ambos, Landa, “El Listo”, y Ngangela, “El Listillo”, se encontraron y se intercambiaron sus productos, correctamente, sin nada anormal en apariencia. 11


Sin

embargo,

cuando

llegaron

a

sus

casas,

comprobaron lo que cada uno había obtenido: Landa, “El Listo”, llevó a su casa una sola azada, pero con dos mangos, en tanto que Ngangela, “El Listillo”, enseñaba a su mujer una única piel de leopardo partida en dos piezas exactamente iguales.

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La madre loca (Anónimo)

EN UNA ALDEA VIVÍAN DOS MUJERES jóvenes que no habían tenido la suerte de tener ni hijos, ni hijas. Y en esta aldea había un dicho según el cual “una mujer sin hijos era una fuente de desgracias para la aldea”. Una noche, una señora vieja golpeó a su puerta para pedir comida. Las mujeres jóvenes la recibieron con mucha amabilidad y le dieron de comer y ropa para vestirse. Después de comer y extrañada por el silencio y la ausencia de voces infantiles, la anciana les pregunto: —¿Dónde están sus hijos? —Nosotras no tenemos hijos, ni hijas y, por eso, para no causar desgracias a la aldea, nos pasamos el día fuera del pueblo. Entonces, les dice la señora: 13


—Yo tengo una medicina para tener hijos, pero después de haber dado a luz, la madre se vuelve loca. Una de las mujeres le contestó que, aunque enfermase, ella sería feliz por haber dejado un niño o una niña en la tierra. En cambio, la segunda le dijo que no quería enloquecer por un hijo. La señora vieja dio la medicina sólo a la que se lo pidió. Algunos años más tarde, la señora vieja regresó al pueblo y se encontró a las dos mujeres jóvenes. La que no había tomado su medicina le dijo: —Tu nos dijiste que quien tomara la medicina se volvería loca, pero mi hermana la tomó, tuvo una hija y no enfermó. Y la anciana le respondió: —Volverse loca no quiere decir que se convertiría en una persona que anduviera rasgándose las ropas o que pasara todo el día mirando a las nubes, como si paseara por el aire. Lo que yo quise decir es que una mujer que 14


da a luz un niño o una niña estará obligada a gritar todo el tiempo, para a continuación no parar de reír, llorará por la criatura, le reprenderá, le amará… Eso es el ser madre y volverse loca.

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Índice

Presentación…………………………………………………pág. 3 La tortuga y el leopardo………………………………….pág. 4 La piel de los cocodrilos…………………………………pág. 6 Las manchas de la hiena……………………………..….pág. 8 Los listillos Landa Y Ngangela……………………….pág. 11 La madre loca……………………………………………..pág. 13



La colección Viernes de cuentos nace como una iniciativa de la emergente Área de Socio-Humanidades, de la Institución

Educativa

Distrital

Manuel Elkin Patarroyo, con la intención de incentivar el contacto con obras literarias de carácter universal, a la vez que propiciar el encuentro familiar a través del sencillo acto de lectura.


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