Un Feroz Resplandor I Volvía a casa después de un agotador día de clases. Ya era otoño, así que a eso de las siete el cielo casi anochecido ya dejaba ver un buen número de estrellas. Caminaba algo lento por la acera de la avenida principal en dirección a mi casa. Aquel día en que salía más tarde, prefería caminar las once cuadras que separaban la universidad de mi hogar antes que tomar un bus atestado de pasajeros. Era la hora en que muchos al igual que yo regresaban de sus quehaceres. Las calles como siempre a aquella hora también se mostraban muy transitadas, tanto por los peatones como por los vehículos que con sus luces iluminaban la avenida hasta la lejanía. Como de costumbre iba absorto en mis pensamientos, observando todo a mí alrededor, sin realmente mirar, y aunque a veces algún bocinazo o un hecho en particular me sacaran violentamente de ese ensimismamiento, nada podría compararse con lo que me despabiló aquella tarde mientras anochecía. Fue esa luz potente que cruzó el cielo a toda velocidad, de oriente a poniente, y unos segundos después su regreso junto a una segunda, lo que borró de mi mente todos los pensamientos que me abstraían. Cruzando el cielo de par en par, las dos luces regresaron al poniente desapareciendo detrás de los edificios. No muchos parecieron notar aquella aparición; pasaba en ese mismo momento al lado de un paradero del autobús y de la veintena de personas que allí esperaban, quizás solo dos o tres miraban hacia arriba sorprendidos y extrañados, por lo que había acontecido. Me detuve, levante mi rostro y mire hacia el horizonte de edificios como esperando que aquellas luces aparecieran nuevamente. Cuán grande fue mi sorpresa al ver que regresaban, esta vez más lentamente y con un brillo aún mayor. Fue ahí cuando del asombro pase al miedo, más aún al notar que sobre aquellas luces se reflejaba tenuemente una forma que distaba mucho de ser un avión o un helicóptero. Quizás pudiese describirlo como un boomerang donde la parte más cercana a la fuente de la luz resplandecía en una tonalidad rojiza. Esta vez las luces prácticamente se detuvieron justo arriba mío, se alejaron un poco la una de la otra y posicionándose, en extremos opuestos, comenzaron a moverse dibujando un círculo imaginario entre las dos. Miré brevemente hacia el paradero y manos sobre sus bocas no podían esconder su asombro, y calle abajo se podían divisar una gran cantidad de manos apuntando hacia el cielo justo donde aquellas extrañas luces giraban sin cesar. Me pregunté, cuál sería el sentido de girar y girar allá arriba en el cielo y en tanto miraba, noté que justo en el medio de aquel círculo imaginario, había una estrella anaranjada que aún | 37 |
4 | Exocerebros
vi que ahora todos miraban el espectáculo que se producía en las alturas; dos mujeres con sus