Querido Santa, Ya No Quiero Que Me Lastimen “¿Ya voy para tu casa?, responde.” Aunque ya estaba abrigada y lista para salir, Lu había terminado por acostarse en el sillón. Hace más de una hora que Joaquín no le contestaba ni llamadas, ni mensajes. Le había marcado dos veces y no quería hacerlo ni una sola más, o él le respondería, que no empezara a estar de intensa. Estaba aburrida y al mismo tiempo ansiosa, las luces sobre su pino artificial le bailaban disparmente, pues ya estaban fundidos muchos de los focos. Suspiró de frío por el vinil del sillón y trató de distraer su volátil y fatalista cerebro, viendo Facebook. Era difícil poner atención a las publicaciones, los Mary x-mas, las familias reunidas en mesas largas, porque su mente estaba ocupada en que se le haría tarde para conocer a la familia de Joaquín, que llegaría a media cena y todos tendrían que levantarse a saludarla en una vergonzosa fila. Pero a pesar de todos los abrazos tiesos, él diría que era su novia y entonces se aliviaría la tensión, platicarían con ella y se cumplirían todas sus fantasías. De pronto la vio, una foto en su feed de Facebook subida “hace un momento”, eran Joaquín y su exnovia, ambos con idénticos ugly sweaters de navidad. Le ardió el cuerpo entero como si se estuviera quemando viva y le envió la foto a Joaquín. Le respondió inmediatamente. “Es que vino de visita, me pasó a ver de rápido para darme un regalo, era una tradición entre nosotros, ni modo que fuera grosero.” Lu no quiso saber más, siempre era lo mismo, si no peleaban por una exnovia, era por una amiga, alguna compañera de trabajo y siempre, también, para Joaquín sus celos eran injustificados, locos, tóxicos. “¿Ya vas a empezar?”, le decía, con los ojos en blanco y todo terminaba en Lu llena de lágrimas y Joaquín gritándole. Nuevamente hubo llanto y gritos, hasta que Lu se quedó dormida en la soledad de su sala con los villancicos de fondo que traía incluida su defectuosa serie de luces. Cuando despertó aún era de noche. Joaquín ya estaba bloqueado de Whats App y no había hecho ningún intento por contactarla. “¿Cómo te la estás pasando?”, le había escrito su mamá, a quien había abandonado en Noche Buena para estar con otra familia. Tenía hambre y al mismo tiempo ningunas ganas de comer. Solo fue por un vaso de agua y regresó al mismo sillón para continuar llorando. Había sido lo mismo en su cumpleaños, en el de él, en todas las fechas importantes. “Ya, ya, cálmate, qué hueva.” e iba Lu a lavarse la cara negra por el rímel corrido, a sentarse en el piso del baño hasta que se le deshincharan los ojos y pudiera respirar con normaque la ansiedad literalmente iba a matarla. El “era una tradición entre nosotros” le revolvía la cabeza como queriendo hacerla estallar. Se imaginó a si misma ahí, en su sala compuesta de una tele y un sillón, con la cabeza explotada como sandía, pero aún sin poder dejar de sentir cómo los celos la despellejaban. Joaquín nunca quiso nada con ella que pudiera considerarse una tradición, ni siquiera una | 59 |
4 | Exocerebros
lidad. Después volvía por un abrazo para que el corazón se le quedara en el cuerpo y no sintiera