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Líderes que predican y no practican
Mujer Ganadera lavidalactea1@gmail.com
La crisis climática ha puesto en el centro del debate la responsabilidad de los líderes mundiales. Sin embargo, una mirada más cercana a sus acciones revela una desconexión alarmante entre sus discursos y sus estilos de vida. Mientras exhortan a la población a hacer sacrificios para combatir el cambio climático, muchos de estos líderes continúan disfrutando de privilegios excesivos que contribuyen al problema. Imágenes de celebridades usando sus aviones privados, para satisfacer antojos momentáneos, hacer recados, o visitar a su pareja por una sola noche, son sólo la punta del iceberg de una hipocresía que socava la credibilidad de las políticas climáticas y genera un profundo sentimiento de injusticia. Al menos en mí.
La farsa de la sostenibilidad se extiende más allá de las celebridades. Líderes políticos de todo el mundo viajan en jets privados a cumbres climáticas, mientras imponen medidas restrictivas a sus ciudadanos. La cumbre de Davos, por ejemplo, se ha convertido en una muestra de ostentación y despilfarro, donde los líderes mundiales discuten sobre cómo salvar el planeta mientras disfrutan de banquetes y fiestas opulentas.
Esta doble moral no solo es moralmente reprensible, sino que también tiene consecuencias prácticas. Al socavar la confianza en las instituciones, la hipocresía de los líderes dificulta la implementación de políticas climáticas efectivas. Los ciudadanos, al ver que sus gobernantes no practican lo que predican, se sienten desmotivados para hacer cambios en sus propias vidas y así, nunca vamos a lograr nada. Deberían predicar con el ejemplo.
El impacto de esta doble moral se siente especialmente en las comunidades rurales, donde los productores somos los primeros en sufrir las consecuencias del cambio climático. Mientras los líderes mundiales discuten sobre la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, nosotros somos obligados a adoptar medidas que ponen en riesgo nuestro sustento, como la reducción de nuestros hatos o la conversión de tierras de cultivo en áreas protegidas (ya hablaré de ello próximamente, porque no sólo son algunos productores, sino hay organizaciones ilegales que invaden ecosistemas para convertirlos a la agricultura, explotar las maderas y, porque no incluir también, construir trenes). Esta situación genera un profundo sentimiento de injusticia y resentimiento que será difícil de combatir y los únicos que vamos a perder, somos nosotros.
La crisis climática exige un liderazgo auténtico y comprometido. Los líderes mundiales deben predicar con el ejemplo y demostrar que están dispuestos a hacer los sacrificios necesarios para combatir el cambio climático. Al mismo tiempo, es fundamental que se involucre a todos los actores de la sociedad, incluidos los agricultores, en la búsqueda de soluciones sostenibles. Nosotros ya proveemos soluciones reales que, además, les darán algo de tiempo a otros sectores productivos e industrias para alcanzarnos y ser mejores, aunque pocos reconozcan que así es.
La hipocresía climática no solo es una cuestión moral, sino también una amenaza para nuestro futuro. Es hora de que los líderes mundiales dejen de hablar y empiecen a actuar.
Ojalá el nuevo gobierno considere más a nuestro sector y ayude a crear políticas públicas que hagan a nuestro sector más productivo y sostenible. Si nos va a bien a los productores, nos irá mejor a todos, porque somos la base de una estructura, que ya es muy frágil, pues de nuestro trabajo depende la nutrición de los mexicanos, la creación de cadenas de valor que generan empleos e ingresos nacionales y desde el extranjero, la conservación de recursos naturales y el cuidado de ecosistemas. El acceso a tecnologías que nos permitan producir más con menos y que sean cultural y ambientalmente aceptables, nos podría cambiar la vida, pero para ello deberíamos dejar la hipocresía a un lado y trabajar mejor.
Confío en que la formación en ciencias de la futura presidenta y el próximo secretario de agricultura, les de un impulso a querer hacer mejor las cosas. Los programas sociales podrían funcionar mejor si fueran más productivos, si se usaran para generar más, en lugar de ser sólo entregas y, ya que estoy en eso del dinero, el campo necesita tener un sistema de financiamiento por separado, porque las inversiones que requiere la producción de alimentos son muy diferentes a las de otras industrias, conllevan más riesgos (el estado del tiempo, para empezar, entre muchos otros) y generan resultados a ritmos muy distintos que otros sectores.
Sé que no soy la única que anhela tener líderes sensatos, que prediquen con el ejemplo y así, nuestro sector productivo y nuestro país avancen para ser ejemplos a nivel global.
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