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“EL CHALITO”: OTRO CHAQUETERO
Si las reglas del Obradorismo, primero aquella “honestidad valiente” y luego “no mentir, no robar y no traicionar” sonaban idílicas e ilusorias, ahora suenan a hipocresía pura. Los más conspicuos personajes de la 4T siguen buscando incautos con la cantaleta de que no son iguales a los que desbancaron del poder, pero en los hechos están demostrando que efectivamente no lo son: resultaron peores. Son la versión renovada y recargada del PRIANato que tanto vomitan, lo cual no es de extrañar cuando la mayoría de ellos –empezando por López Obrador- tienen su origen en un sistema que se caía de putrefacto, pero cuya pestilencia no les dio hasta que se autoinventaron como la pureza y la democracia encarnada en Morena. Fueron beneficiarios y trepadores de ese sistema corrupto que ahora tachan hasta de demoniaco. Parafraseando a López Obrador, mientras le succionaron cuanto beneficio pudieron, “callaron como momias” y aplaudieron como focas. La hipocresía y el cinismo son las nuevas normas de quienes –con todo y su pestilente pasadose creen santificados por la sola palabra del Emperador de Palacio. Faltaría espacio para enumerar casos, que por lo demás, mañana serían obsoletos porque se acumulan a diario, pero acá cerquita acaban de desnudar a uno de los neo-santificados
PRIANistas: Alfonso Durazo Montaño, a quien le pusieron al descubierto una fortuna calculada en por lo menos 350 millones de pesos, entre ranchos, casas, terrenos y empresas de diversos giros, aunque de muy modesta fachada como para justificar la acumulación de tal riqueza.
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Mucho menos en el caso de quien viene “del Sonora profundo”, no de sábanas de seda ni de pedigrí empresarial…pero sí dedicado a la política desde sus años mozos, y precisamente como PRIANista, según las fechas de su enriquecimiento. Si bien no se afirma que tantos bienes sean mal habidos, por supuesto que ese auge levanta la natural sospecha, no sólo por lo cuantioso, sino por el doloso ocultamiento que de ellos hizo el candidato que ahora pregona “primero los pobres”. Por lo menos apesta a riqueza hecha a la sombra del poder, con todas las canonjías que éste conlleva. Dos periodistas descobijaron al bavispense en días consecutivos: Carlos Loret de Mola revelando nueve propiedades con valor estimado en 214 millones de pesos, cantidad que luego Raymundo Riva Palacio aumentó a un cálculo de 350 millones, etiquetándolo de paso como “pequeño magnate inmobiliario”. “El candidato de los pobres”, el que ahora despotrica contra quienes tienen décadas como dueños del poder en Sonora, el que echa por delante la honestidad, reportó bienes por apenas 30 millones de pesos en su declaración patrimonial, con un irrisorio ingreso de 63 mil 333 pesos mensuales, según él provenientes de su empresa Inmobiliaria “Alta Sierra”. ¿De dónde, pues, la desmesurada fortuna que ahora le exhiben? ¿Creyó que no sería rastreable poniéndola a nombre de sus familiares? ¿Saldrá, como el lépero Manuel Bartlett - al que ya dejó chiquito- con el burlesco cuento de que todos sus bienes son producto de herencias o donaciones familiares, cuando ya pregonó que su familia es de cuna humilde, sostenida sólo por el trabajo diario? Lo cierto es que si la campaña de Durazo fue de trompicón en trompicón, ahora le acaban de asestar un mazazo que a escasos días de la elección lo tambalea exhibiéndolo en su justa dimensión como deshonesto e hipócrita. Es, estimado lector, la hipocresía de quienes se dicen impolutos. De los que provienen y fueron abusivos beneficiarios del mismo sistema putrefacto que ahora abominan, porque por decreto del Rey Andrés Manuel ya son decentes y copia fiel de la Madre Teresa de Calcuta. “Primero los pobres”. ¡Qué cinismo!
Con la misma tijera… Acá más cerca, en Álamos, con el que Morena está aplicando la misma “cartilla moral” es con su candidato a la presidencia municipal, Rafael “Chalito” Enríquez Corral, a quien ya le esculcaron el clóset y le sacaron cajas de ropa sucia, empezando por sus antecedentes como chaquetero del PRI y del PAN, a la sombra de los cuales ejecutó una serie de machincuepas y negocios que no lo pintan precisamente como honrado. “Chalito”
Enríquez: PRIANista de negra fama. Entre los alamenses es vox pópuli su oscuro y corrupto paso por la administración del hospital de Álamos, donde sin rubor alguno incurrió en tráfico de influencias reflejado en una escandalosa venta de plazas y la basificación de gente sin tener el tiempo reglamentario, como fueron los casos de Tony Rivera y Carlos
Cázares, por el sólo mérito de ser familiares de su esposa. Como Director Jurídico del nosocomio ha cumplido a cabalidad la regla de oro de todo aviador profesional: presentarse nada más a checar tarjeta y a cobrar, y todavía, ya estando fuera del hospital, se embolsó generoso bono de productividad expedido por el director del mismo. Ya entrado en gastos y en la pepena de la grilla, al “Chalito” le dio por hacer uso indebido de vehículos oficiales para su uso personal y de campaña. A su salida, ni siquiera cumplió con la obligación legal de realizar la entrega-recepción formal, dejándole dicha responsabilidad a la Jurisdicción Sanitaria.
Con la entonces alcaldesa priista Ruth Acuña fungió como Secretario del Ayuntamiento, pero nunca ha explicado por qué fue cesado, a no ser que la señora se haya hartado de una serie de maniobras para nada rectas, como la de adjudicarse por vía rápida un predio donde después construyó su casa, eso sí: disfrazando el manoteo al ponerlo a nombre de su señora madre.
Ahí está otro PRIANista chaquetero, pues, de los que Morena agarró a dompadas para buscar incautos con la engañifa de que no son iguales, cuando son peores. Parece que los pidieron por catálogo, con la deshonestidad como requisito indispensable. Están cortados con la misma tijera.