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PERDIDO?
Justo el día de uno de los actores esenciales del proceso educativo se da por terminada la jornada de vacunación contra la Covid del personal educativo de Sonora. A pesar de estar por concluir el ciclo escolar, se abre la posibilidad de un eventual, gradual y voluntario regreso a clases presenciales, para que seguramente en agosto se traten de “normalizar” las clases presenciales. En este tema lo interesante es analizar es: ¿La educación a distancia o en línea fue tiempo perdido? No existen elementos probatorios para un sí o para un no de forma categórica, lo que nos obliga a repensar sobre lo que queremos realmente de nuestro sistema educativo. Si queremos un sistema educativo mediocre que solo transmita conocimientos (en el mejor de los casos), la respuesta es que no es tiempo perdido porque mal que bien se ofreció “aprendizaje” a los educandos; pero, si lo vemos como una oportunidad para transformar nuestro sistema educativo, verdaderamente sí fue tiempo perdido porque regresaremos al igual que antes a las aulas.
Esta pandemia era el tiempo perfecto para reestructurar nuestro sistema educativo, para que nuestros estudiantes adquieran habilidades y destrezas necesarias en un mundo complejo y desigual. La autonomía de nuestros jóvenes es fundamental en estos tiempos que exigen un continuo aprendizaje, que la escuela te puede ofrecer solo por lapsos, por ello, es necesario que la sociedad, maestros, padres y alumnos entendamos que educar es dotar de herramientas para que se continúe en un constante contacto con el conocimiento, es decir, un aprendizaje durante y para toda la vida.
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Por otro lado, como sistema educativo no podemos seguir solo transmitiendo conocimiento de una generación a otra, porque nos estaríamos olvidando de la parte de generar el nuevo conocimiento que es trascendental para la innovación y creatividad. La educación en línea y a distancia favorece la labor de investigación del alumno, que no debe de quedarse esperando la información, sino que cobijado por docentes y padres tiene la responsabilidad de entrar en contacto con la noble tarea de la investigación. Y son miles de argumentos lo que deberían de estar a debate con el regreso a las clases presenciales, pero los mismos implicarían para la sociedad el despojarse de ataduras al progreso como el considerar a la escuela como una estancia para los jóvenes, como una prisión a la libertad del acto de pensar y como un desfogue social a la tarea de ser padres o tutores.
Que el pueblo hable y los políticos callen. El país se cimbra por la tragedia nacional del accidente de la línea 12 del metro en la Ciudad de México, y nos recuerda las diversas urgencias que tenemos en materia de infraestructura y de reformas estructurales que aminoren los riesgos para la población y doten de mejores condiciones de desarrollo para todos. Pero la clase política, ni tarde, ni perezosa, hizo suya la tragedia con el único fin de sacar raja.
Por si fuera poco, la tragedia del accidente llega en el clímax de una campaña electoral que se ha caracterizado por ser más negra que una noche sin luna en cuanto a propuestas trascendentales, por lo que queda como anillo al dedo para reactivar los ataques sin razón o propuesta de fondo, mucho menos representó la oportunidad de escuchar a un pueblo que ha sido lastimado históricamente.
Los procesos electorales se han recortado, se han limitado en cuanto a publicidad y delimitado en topes de gastos; sin embargo, y a pesar de las restricciones el proceso sigue siendo muy engorroso y asfixiante para la ciudadanía por la gran cantidad de información vacía que se genera. Estamos tan estancados que parece ser que las mismas propuestas, actitudes, estrategias y mañas son los límites de los cuales ningún candidato se atreve a romper.
Los políticos recorren cientos de kilómetros, abarrotan las plazas, regalan recuerdos y hasta se dan el tiempo de bailar con el pueblo, pero jamás para es- tablecer un verdadero diálogo que nos permita encuadrar al país en un rumbo de progreso y desarrollo que tantos necesitamos. Es tiempo de que el mismo pueblo reaccione y no se estandarice en los procesos electorales, al contrario, se requiere romper el molde y exigir hablar de frente con cada candidato para exponer las ideas y no para hacer solicitudes que se irán al basurero o que quedarán como meras anécdotas.
Un diálogo nacional es necesario para reconstruir moralmente a nuestra nación. Pedir perdón por los errores del pasado sin que signifique impunidad, construir acuerdos y establecer un futuro común en el que quepamos todos deben ser la prioridad nacional. El pasar este proceso electoral con debates sosos solo es premiar las capacidades histriónicas de los candidatos, por lo contrario, requerimos un diálogo nacional en el que se establezcan acuerdos para cimentar las bases del México que queremos heredar a las futuras generaciones, pero si seguimos igual les vamos a dejar un país hecho añicos muy difícil de levantar. ¡Es tiempo de hacer algo extraordinario porque el país ya no aguanta más desgracias! Y la propuesta es sencilla: Que el pueblo hable y que los políticos callen.