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ADIOS AL CAYO VALENZUELA

La muerte de mi primo, Arcadio Valenzuela, me ha afectado de forma especial porque, además de ser portadores de la misma sangre y conocerlo de toda la vida, tuvimos una relación distinta y muy larga. Se iniciaba cuando él había decidido aprender a boxear y convencía a mi padre que me permitiera hacer lo mismo. Como yo solo tenía 12 años, todos los días pasaba por mi para ir a su casa en donde durante dos horas entrenábamos con el gran Chucho Llanes, y después él mismo me regresaba a casa de mis papás. Ese fue un periodo de mi vida inolvidable pues la rutina duraría 4 años y, siendo yo bastante menor, Cayo se convertía en mi héroe. En dena. Mi relación con él era tan cercana que, siendo yo todavía un chamaco imberbe, al nacer su primer hijo, Arcadio Jr, fui solo a visitarlo y felicitarlo pues la clínica estaba enfrente de mi casa. Por su recomendación e influencia con mi padre, yo partía al Tec de Monterrey en donde él también había estudiado. Pasarían los años y tomábamos rumbos diferentes.

Él se convertía en Director General de Banco Ganadero y Agrícola en Hermosillo, mientras yo también debutaba en la banca, pero en la ciudad de México, reclutado por Bancomer en donde permanecería un poco más de tres años. Así, ambos nos embarcamos en una aventu maba de la mano para mi preparación que a temprana edad me llevara a la Dirección General del Banco Ganadero, cuando el renunciara para iniciar la aventura más grande de su vida en la ciudad de Guadalajara. Así, Banco Ganadero y Agrícola pasaba a fusionarse con tres bancos que Hacienda le entregara a Cayo con una serie de compromisos. De la fusión surgía un nuevo banco, Banpacífico, del cual también me nombrara director general. Tomábamos una tarea que a muchos les parecía imposible y a los dos nos provocaría enseñar el verdadero material de nuestra constitución, puesto que, además de los bancos, el paquete llevaba una serie de proyectos entrampados que el desentramparlos parecía

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Primero nos dimos a la tarea de levantar el capital establecido por Hacienda y, sobre todo, dar al paquete esa urgente transfusión para salvarle la vida. Trabajamos de sol a sol durante más de dos años. Bajo su dirección yo había preparado un plan especial acorde al diagnóstico del banco, con la estrategia de atacar cada problema con una solución muy específica. Y, sobre todo, la estrategia de lograr un crecimiento del banco superior a la media nacional porque, al lograrlo y mantenerlo, los problemas, en el contexto general, no serían tan amenazantes y tendríamos herramientas más poten - tes para solucionarlos. Para ello, recibimos un gran respaldo de don Miguel de la Madrid, en esa época subsecretario de Hacienda.

Pero, la verdadera lección fue ver cómo una obra que edificara Arcadio Valenzuela, después de haberse rescatado de su lecho de agonía, seria atacada por otra catástrofe económica que provocan las malas políticas del gobierno. Lopez Portillo pedía preparación para manejar la abundancia. Pero luego llegaba la tormenta de las desgracias. Una mortal devaluación que enviara a Silva Herzog a Washington declarando la banca rota del país y mendigando ayuda. Pero, Cayo no se dedicó a llorar esa tragedia que tanto le costaría. Lejos de amargarse siguió luchando y enfrentó esa situación con humildad y entereza, sin bajar la guardia. Él y yo, portadores del fuerte carácter y personalidades agresivas de los Valenzuela, tuvimos diferencias importantes, pero, gracias a dios, la vida nos dio la oportunidad de, cómo dos primos que se quisieron, con verdadera integridad fuimos capaces de limar asperezas y ahora que lo hemos perdido, yo solo le digo, gracias por todo Cayo, navega tranquilo por ese océano de la inmensidad, las doradas playas de tu ideal esperan tu arribo, las islas de bendición te están sonriendo, la paz sea contigo.

• Ricardo Valenzuela chero@refugioliberal.net chero.itesm@live.com chero@reflexioneslibertarias.com

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