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A UN ANO DE LA CASA GRIS

El presidente y los suyos no han logrado desmentir un renglón de la investigación presentada Hoy se cumple un año de que publicamos la investigación sobre “La Casa Gris” del hijo del presidente López Obrador: una lujosa mansión en Houston, con cine privado y alberca de 23 metros, que se volvió un símbolo de la incongruencia y la corrupción del gobierno. Incongruencia porque las imágenes exhibieron el doble discurso del presidente y derrumbaron eso de la austeridad, los dos pares de zapatos y el acabar con los privilegios. Corrupción —lo más importante de la revelación— porque lo que quedó evidenciado las semanas posteriores fue el sello de este gobierno: la impunidad ante lo documentado y probado. Un asombroso conflicto de interés que, en un afán de taparlo, tropezó con sus propias mentiras. Un ejemplo de lo corrompido que está el obradorato.

Crearon un empleo ficticio para José Ramón López Beltrán y una empresa para darle ese empleo. Nadie sabe cómo justifica una visa de trabajo ni una estancia legal en Estados Unidos. Pemex nunca enseñó la investigación completa encargada por la empresa petrolera Baker Hughes, cuyo alto directivo era dueño de la “casa gris” que habitó el primogénito del presidente. Ni de forma pública ni por transparencia. Nunca se supo qué tipo de análisis hizo el despacho de investigación ni los detalles que los llevaron a concluir que no había conflicto de interés. Negaron que hubiera una relación cercana, pero Baker Hughes preparó su respuesta desde las oficinas de Pemex, dónde también dio su conferencia. Menudo descaro. Pemex tampoco hizo una investigación interna. Dos funcionarios que firmaron un contrato con Baker Hughes en agosto de 2019 avalaron dos meses después un contrato a Felipa Obrador, la prima del presidente. Pemex no retiró ni uno de los contratos a Baker Hughes ni revisó cómo habían sido entregados. Y para Baker Hughes sigue siendo el sexenio de oro: ha recibido más millones que nunca. La Secretaría de Energía tampoco investigó ni se pronunció sobre las compras y los contratos a Baker Hughes y sus filiales para mate- riales de la refinería de Dos Bocas. En febrero del año pasado, la Fiscalía General de la República abrió una investigación a raíz de una denuncia del PAN. Nada se sabe de los resultados y las consecuencias. Y cuatro meses después, la Secretaría de la Función Pública, con menos pudor que Virgilio Andrade y su escándalo de “la casa blanca” de Peña Nieto, los indultó.

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AMLO se cura en salud con García Luna. ¿Por qué antes decía que los presidentes se enteraban de todo y ahora lo matiza?

El 28 de septiembre de 2019, el presidente López Obrador declaró: “Nada de que el presidente no sabe, no se enteró, de que el presidente no tiene buenos colaboradores, de que lo engañan. ¡Mentira! El presidente de México se entera de todo”. Ayer, tres años y medio después, 24 de enero de 2023, López Obrador ofreció una versión totalmente distinta sobre qué tanto saben los presidentes sobre lo que hacen sus colaboradores: “sí hay esa posibilidad de que no supieran; o que supieran o no le dieran importancia, sospecharan, pero no le dieran importancia. Y lo otro es que sí (esa es la tercera hipótesis), de que actuaba así porque tenía cuando menos la licencia del presidente o los presidentes”. Este giro súbito se dio cuando le preguntaron si era creíble que los entonces presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón no supieran que su cercanísimo colaborador Genaro García Luna estaba tan coludido con el narcotráfico, como señala la fiscalía en el jui- cio de Nueva York. No sólo fue eso. A pesar de ser un crítico acérrimo de García Luna, López Obrador matizó los señalamientos contra el exsecretario de Seguridad federal. Opinó que las acusaciones en la corte estadounidense son sólo los dichos de un delincuente confeso:

“Hasta ahora no ha habido pruebas fehacientes”. López Obrador se está vacunando. Se está curando en salud. ¿Por qué? ¿A qué le teme? ¿A que con el tiempo surjan testimonios de grandes capos hablando de cómo se aliaron con el gobierno de AMLO, de cómo operaron electoralmente a favor de Morena, de cómo financiaron campañas? ¿Le teme a que más adelante broten investigaciones que cuenten cómo altísimos funcionarios de seguridad de su gobierno pastoreaban en aviones oficiales a reyes criminales para presentarlos con los candidatos de Morena para que apoyaran sus aspiraciones políticas?

Es un truco que ha usado toda su vida. No tiene por qué ser la excepción. Y así, mientras desfilan en las cortes americanas todas las putrefacciones del pasado mexicano, el presidente puede entretener a su audiencia para que no se fije en el presente: al final del juicio contra García Luna, en México seguirá la violencia, faltarán medicinas, habrá una inflación histórica y seguirán en la impunidad los escándalos de corrupción del actual gobierno.

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