ISSN: 2221-0369
Año 8- número 14
Lima - enero 2019
Director y editor Rodolfo Monteverde Sotil Comité editorial José Merrick / Alvaro Monteverde Sotil / Roberto Jordán / Jean Valdez / Santiago Catedral Difusión Carola del Rosario Montesot Diseño y diagramación Ernesto Monteverde P.A. / Teresa de Fernández Fotografía de la carátula Vendedora en la plaza Mayor del Cuzco, 2012. Fotografía tomada por Rodolfo Monteverde Sotil Fotografías del índice en español, editorial e índice en inglés: Hermana mayor educando a la hermana menor, Taquile, Puno, 2012 / Peluquería, Arequipa, 2012 / Puesto de comida en el mercado San Pedro, Cuzco, 2014 / Mendiga en una banca, Huancavelica, 2012. Fotografías tomadas por Alvaro Monteverde Sotil Las opiniones vertidas en los artículos publicados en esta revista son de entera responsabilidad de cada autor. La revista no se hace responsable por el contenido de los mismos. © Prohibida la reproducción total o parcial de la revista sin el permiso expreso de su director
Revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo Año 8, número 14, enero 2019 Publicación cuatrimestral ISSN: 2221-0369 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2011-00350 LATINDEX: 22532 Hecho por computadora Jr. La Libertad 119 Santa Patricia, La Molina. Lima-Perú https://issuu.com/revistahaucaypata.iat revistahaucaypata@gmail.com Todos los derechos reservados
Dedicatoria
A los investigadores, protectores y difusores independientes del patrimonio cultural del Perú, quienes, a apesar de la desidia estatal nacional, sacan adelante sus proyectos académicos, con poco presupuesto, con mucho empeño y dentro del marco legal y ético.
REVISTA HAUCAYPATA Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo
Índice Editorial
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Relación de colaboradores
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Investigaciones arqueológicas en Tambo Viejo, Acarí, costa sur del Perú Lidio M. Valdez y Marcelino N. Huamaní
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Inca Perqa, Wamaniray y Arkipeña: tres sitios arqueológicos tardíos en la Comunidad Campesina de Colca, Cotabambas - Apurímac Nicolás Fernando Vilca Arapa y Ely Ramos Ayala
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La ocupación Wari y el culto Inca a Viracocha en Raqchi, Cuzco Bill Sillar, Emily Dean y Amelia Pérez Trujillo
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Guía arqueológica de Choquequirao, Cuzco-Perú Gori-Tumi Echevarría López, Luz Marina Monrroy Quiñones y Eulogio Alccacontor Pumayalli
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A cincuenta años de la publicación de la Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562 (1967) Carlo José Ordóñez
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Excelencia y violencia en la práctica arqueológica: a veinte años del descubrimiento de las momias incas en el Llullaillaco Constanza Ceruti
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Simetría y configuración espacial de la ritualidad Inca: el Complejo 19 de El Shincal de Quimivil como caso de estudio. Catamarca-Argentina Gustavo Corrado, Marco Giovannetti, Nicolás Balbi, Marco Lopérfido e Iván Fasciglione
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Normas editoriales
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REVISTA HAUCAYPATA Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo
Editorial La revista peruana Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo se enfoca en los estudios arqueológicos e interdisciplinarios sobre el incanato, realizados por profesionales peruanos y del mundo. La revista nació con la intención de cumplir tres objetivos que todo arqueólogo y profesional de las ciencias sociales debe proponerse en su carrera: investigar, difundir y proteger el patrimonio cultural. Además, Haucaypata fue creada para llenar el vacío editorial peruano de revistas temáticas abocadas al Tahuantinsuyo. En 2011 publicamos el primer número. Aunque el camino no ha sido nada fácil, ocho años después presentamos el número 14, con la esperanza y empeño de seguir editándola. El actual número contiene siete artículos. El primer texto le pertenece al investigador nacional Lidio M. Valdez, quien, en coautoría con Marcelino N. Huamaní, expone sus recientes descubrimientos arqueológicos en Tambo Viejo, ubicado en la costa sur del Perú. Los arqueólogos cuzqueños Fernando Vilca y Ely Ramos, nos entregan los resultados obtenidos durante sus prospecciones superficiales realizadas en Colca, CotabambasApurímac, donde descubrieron tres sitios arqueológicos tardíos. Bill Sillar, Emily Dean y Amelia Pérez Trujillo exponen un exhaustivo análisis interdisciplinario sobre la ocupación Wari y el culto Inca a Viracocha en Raqchi, Cuzco. También, sobre la otrora capital del Tahuantinsuyo, tenemos una Guía arqueológica sobre Choquequirao, propuesta por Gori-Tumi Echevarría López, Luz Marina Monrroy Quiñones y Eulogio Alccacontor Pumayalli. El arqueólogo Carlo José Ordóñez resalta la importancia de la publicación de la Visita de la Provincia de León de Huánuco de 1562, acontecida en 1967. Desde Argentina les presentamos dos artículos. El primero le pertenece a Constanza Ceruti, quién nos expone sobre la excelencia y violencia de género en la práctica arqueológica, con motivo de conmemorarse 20 años del descubrimiento de las momias incas en el Llullaillaco. Finalmente, el equipo arqueológico conformado por Gustavo Corrado, Marco Giovannetti, Nicolás Balbi, Marco Lopérfido e Iván Fasciglione, nos actualizan sobre la simetría y la configuración espacial de la ritualidad Inca en El Shincal de Quimivil. Como siempre agradecemos a todos lo que hacen posible la publicación de la revista, en especial al Dr. Frank Meddens, quien nos brinda su desinteresado e importante apoyo profesional. También agradecemos a los diversos lectores, quienes nos escriben de diversas partes del orbe, y a los profesionales que durante estos 8 años han hecho posible la revista enviándonos sus artículos para publicarlos. Con la esperanza de un Perú mejor, meritocrático, enfocado en mejorar la educación nacional –desde sus cimientos- y sin actos delictivos emanados del Ministerio de Cultura, como así sucedió a fines de 2018, que afectan la integridad del patrimonio y el futuro del país, esperamos publicar el número 15 de la revista a fines de este año. De más está decir que quedan todos invitados a publicar en él, previa evaluación de nuestro equipo editorial y académico. Rodolfo Monteverde Sotil Director y Editor
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REVISTA HAUCAYPATA
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Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo
Colaboradores
Eulogio Alccacontor Pumayalli Arqueólogo, Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. Nicolás Balbi Profesor de Historia en Universidad Nacional Tres de Febrero. Constanza Ceruti Antropóloga. Doctora en Historia. Investigadora del CONICET / Profesora titular en la Universidad Católica de Salta. Gustavo Corrado
Antropólogo con orientación en Arqueología, Universidad Nacional de La Plata / Técnico topógrafo de la Dirección de Vialidad de la Provincia de Buenos Aires.
Emily Dean Departamento de Antropología, Southern Utah University. Gori-Tumi Echevarría López Arqueólogo, Universidad Nacional Mayor de San Marcos / Presidente de la Asociación Peruana de Arte Rupestre (APAR). Iván Fasciglione Estudiante de Antropología con orientación en Arqueología, Universidad Nacional de La Plata / Pasante en el Museo de La Plata. Marco Giovannetti Antropólogo con orientación en Arqueología, Universidad Nacional de La Plata / Doctorado en Ciencias Natuales, UNLP / Investigador del CONICET. Marcelino N. Huamaní Arqueólogo, Universidad Nacional San Cristobal de Huamanga / Proyecto Arqueológico Acarí. Marco Loperfido Estudiante de Antropología con orientación en Arqueología, Universidad Nacional de La Plata / Pasante en el Museo de La Plata. Luz Marina Monrroy Quiñones Arqueóloga, Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. Carlo José Ordóñez Arqueólogo / exdirector del Proyecto Integral Huánuco Pampa. Proyecto Qhapaq Ñan del Ministerio de Cultura del Perú. Amelia Pérez Trujillo Arqueóloga de la Dirección Regional de Cultura Cusco - Ministerio de Cultura del Perú. Ely Ramos Ayala Arqueóloga, Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. Bill Sillar Instituto de Arqueología, University College London (UCL). Lidio M. Valdez Arqueólogo PhD. Department of Anthropology, Economics and Political Science, MacEwan University / Proyecto Arqueológico Acarí. Nicolás Fernando Vilca Arapa Arqueólogo, Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco.
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Investigaciones arqueológicas en Tambo Viejo, Acarí, costa sur del Perú Lidio M. Valdez lidio9@yahoo.es Marcelino N. Huamaní machimarcelino15@hotmail.com
Resumen Tambo Viejo, un centro administrativo establecido en el valle de Acarí, es uno de los asentamientos incas poco conocidos de toda la costa sur peruana. En un esfuerzo por esclarecer la historia de su establecimiento y ocupación, se realizó un trabajo de investigación arqueológica en julio y agosto de 2018. Los resultados, descritos en este artículo, indican que la ocupación de Tambo Viejo fue corta. Sin embargo, su establecimiento requirió un enorme esfuerzo humano. Del mismo modo, ahora se conoce que, a lo largo de su corta existencia, su configuración cambió substancialmente, cuando antiguas estructuras fueron modificadas, al parecer de acuerdo a las nuevas actividades ahí efectuadas. Palabras claves: Imperio Inca, costa sur, valle de Acarí, actividades rituales. Abstract Tambo Viejo is an administrative centre in the Acarí valley, and it is one of the less well-known Inca installations of the South coast of Peru. In order to clarify the history of its founding and occupation archaeological excavations were completed in July and August of 2018. The results of this work presented in this article indicate that the site had a short use life. Nevertheless, its establishment required considerable efforts. Similarly, it has become clear that over its short lifetime its configuration underwent significant changes. Its ancient structures were modified to accommodate new activities which were carried out in them. Keywords: Inca Empire, south coast, Acari Valley, rituals. Introducción “Las ruinas de Tambo Viejo están ubicadas aproximadamente a 25 km del océano, y cerca de 3 km al sur del poblado de Acarí. Las ruinas están situadas en el centro de la sección cultivable más amplia del valle, un área aproximadamente de 12 km de norte a sur entre la hacienda Chocavento y Lucasi” (Menzel y Riddell 1986: 2)1. “De Acarí el camino Inca (todavía claramente marcado) procede junto al río Acarí y luego hacia el norte por las inmediaciones de los cerros de Chocavento. El primer tampu fue en Apoloma-Poroma, después del cual el camino continúa a Nasca, que en tiempos Inca fue un extenso centro administrativo” (Von Hagen 1976: 157).
Siguiendo con la expansión Inca hacia la costa sur del Perú, una serie de centros de administración cuzqueños fueron establecidos en la región. Tambo Viejo (figura 1) fue el centro administrativo incaico implementado en el valle de Acarí (Menzel 1959; Menzel y Riddell 1986; Menzel, Riddell y Valdez 2012: 405). Hasta hace poco, toda discusión concerniente a Tambo Viejo y su posible función dentro del estado Inca fueron esbozados a partir de dos pequeñas pruebas de excavación efectuadas en 1954 por Menzel y Riddell, además del análisis del material hallado durante la excavación, el material cerámico de superficie, y la configuración del sitio (Menzel y Riddell 1986; Menzel, Riddell y Valdez 2012; Valdez, Menzel y 1 El texto fue inicialmente preparado en 1954.
VALDEZ, Lidio M. y Marcelino N. HUAMANÍ, 2019. Investigaciones arqueológicas en Tambo Viejo, Acarí, costa sur del Perú. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 14: 6-28. Lima.
Lidio M. Valdez y Marcelino N. Huamaní Investigaciones arqueológicas en Tambo Viejo, Acarí, costa sur del Perú
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Figura 1. Mapa de ubicación de Tambo Viejo en relación a otros centros administrativos incas de la costa sur del Perú.
Riddell 2014; Valdez 2018a y 2018b). El resultado de un trabajo de rescate (Valdez 1996) permitió agregar información adicional. El análisis de la cerámica (Menzel 1959; Menzel y Riddell 1986; Valdez, Menzel y Riddell 2014) facilitó determinar el grado de influencia Inca sobre la población local, mientras que el diseño de las construcciones de Tambo Viejo permitió sostener algunas ideas sobre cómo Tambo Viejo fue establecido, quiénes fueron sus constructores y cuál fue su función. Tambo Viejo es un extenso asentamiento que, desafortunadamente, no recibe la debida atención y protección (Bettcher y Valdez 2018). Casi un 40% de su extensión original ha sido destruida y/o afectada por recientes construcciones, incluyendo al sector con ocupación Inca. Mientras la destrucción del sitio avanza con rapidez, se conoce muy poco de lo que fue Tambo Viejo. Las entidades del gobierno peruano (ex Instituto Nacional de Cultura, en la actualidad Ministerio de Cultura) hacen poco o nada para garantizar la existencia de este importante
sitio arqueológico. De no haber acciones efectivas de las instituciones del estado, no es una exageración afirmar que Tambo Viejo corre el peligro de desaparecer en las próximas dos décadas. En un esfuerzo por establecer el significado de Tambo Viejo, antes de su posible desaparición, el pasado julio y agosto de 2018 se efectuó la excavación arqueológica de dos estructuras arquitectónicas del sitio. El trabajo estuvo orientado a determinar la función de estas dos estructuras localizadas en las inmediaciones de un espacio público. La excavación de las estructuras puso al descubierto aspectos novedosos, que en definitiva permitirán ampliar nuestro conocimiento acerca del estado Inca y, de manera particular, de las varias actividades llevadas a efecto en centros provinciales como Tambo Viejo. Por lo expuesto, el objetivo principal de este reporte es discutir la función de las dos estructuras excavadas a mediados de 2018. La configuración de Tambo Viejo El plano general de Tambo Viejo da la impresión
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Figura 2. Mapa del sector Inca de Tambo Viejo.
de que fue construido siguiendo un diseño inicial concebido por los incas (figura 2), aunque ninguno de los varios centros administrativos cuzqueños de la costa sur es copia idéntica de otro (Menzel y Riddell 1986: 34). Por lo general todos los centros provinciales incas tienen algo en común y dicha idea básica parece que sirvió de guía para edificarlos. Por ejemplo, la presencia de una amplia plaza, por lo general de forma rectangular, junto a la cual se
levantaron estructuras que también cumplieron funciones públicas. En el caso de Tambo Viejo, al este de la plaza, Plaza 1, bastante amplia y cuya intención fue congregar a una población numerosa, existe una larga plataforma que, según Menzel y Riddell (1986), tal vez fue un ushnu. El lado del posible ushnu, que da hacia el río, presenta una construcción a base de cantos rodados y es la más llamativa de todo Tambo Viejo (figura 3). El área de administración se encuentra al
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Figura 3. Vista de la cara este del posible ushnu de Tambo Viejo.
sur de la plaza, mientras que al norte existe un conjunto de estructuras, que tal vez cumplieron funciones domésticas. Al lado opuesto del ushnu hay una construcción colonial. Al sur de la Plaza 1 hay un conjunto de estructuras, que incluyen una segunda plaza identificada como Plaza 2, la cual ocupa un lugar céntrico y deja abierta la posibilidad que no sólo fue el foco de las principales actividades efectuadas en Tambo Viejo, sino que el resto de las estructuras de este sector fueron construidas en relación a esta plaza. La plaza 2 es más pequeña que la anterior, pero está rodeada de un sin número de estructuras, que tal vez cumplieron funciones públicas. Tal como se discute más adelante, las dos estructuras excavadas se localizan inmediatas a esta plaza. La reciente excavación de dos estructuras de Tambo Viejo permite tener una idea más precisa de la forma cómo se edificó el sitio. Para esta discusión, la Plaza 2 es la más importante (figuras 4 y 5). Para los propósitos de la excavación, ambas estructuras fueron seleccionadas por su asociación a dicha plaza. La Estructura 1 En Huánuco Pampa, al excavar estructuras
amplias ubicadas inmediatas a espacios abiertos, como son las plazas, Morris y Thompson (1985: 89) observaron una escasa concentración de material arqueológico. Al mismo tiempo, observaron alteraciones significativas como resultado de la reutilización de las estructuras por los españoles. Este fue también el caso de Tambo Viejo. La Estructura 1 se encuentra al sur de la Plaza 2 (figuras 5 y 6). Su excavación permitió determinar una muy limitada deposición. Dicha ocupación estaba cubierta por una densa acumulación de material más contemporáneo a los incas, indicando que la estructura fue reutilizada como corral para el cuidado de animales provenientes “del viejo mundo”. Al igual que en Huánuco Pampa, esta reutilización se inició con la llegada de los españoles. De la excavación de la Estructura 1 se desprende lo siguiente. Primero, Tambo Viejo fue ocupado por corto tiempo, que no excedió las cinco décadas. Estratigráficamente, apenas aparece una secuencia de dos pisos de ocupación. El piso más antiguo fue construido sobre una formación natural y deja en claro que antes de la llegada Inca este sector de Tambo Viejo permanecía vacante. Luego, el primer piso fue clausurado al construirse un segundo piso que representa
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la segunda ocupación, el cual estaba muy deteriorado a consecuencia de la reutilización de la estructura. Como resultado, el material arqueológico asociado al segundo piso es muy poco. El piso en referencia fue solo posible determinar en las inmediaciones de los muros, mientras que en áreas más céntricas estaba del todo destruido. Segundo, y no obstante que la ocupación Inca de Tambo Viejo fue breve, la configuración del sitio fue modificada con cierta regularidad. Además de los dos pisos definidos, se observa que la Estructura 1 fue modificada y, sólo después de dichos cambios, se llegó a alcanzar la forma final de la estructura. En efecto, la excavación permitió determinar la ocurrencia de muros construidos sobre el suelo estéril, algunos de ellos fueron destruidos. En algunas
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instancias se pudo notar segmentos de muros que terminaron siendo sellados por el segundo piso, mientras que para otros sólo se pudo notar las improntas de los cantos rodados que formaron la base de los muros. Dichas bases también fueron selladas por el segundo piso. La demolición de algunos muros antiguos demuestra que el material de construcción, en este caso cantos rodados, fueron reutilizados. Entre tanto, otros muros, también construidos en un inicio, se mantuvieron. Este es el caso de los muros de los lados sur y este de la Estructura 1. Siguiendo esta reconstrucción, en un inicio la Estructura 1 parece haber constituido un amplio ambiente de forma rectangular – tal vez una callanca – establecida posiblemente para albergar una numerosa población movilizada hasta Tambo Viejo, con el propósito de llevar adelante la construcción del sitio.
Figura 4. Ubicación de las Estructuras 1 y 2 en relación a la Plaza 2.
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Figura 5. Vista de la Plaza 2 desde el lado este. La Estructura 1 aparece a la izquierda, mientras que la Estructura 2 aparece a la derecha.
Figura 6. Vista desde el lado este de la Estructura 1.
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Luego, dos muros de cantos rodados, con orientación norte-sur, fueron construidos en la parte central de la Estructura 1; con los cuales el amplio ambiente original quedó dividido en tres partes. Las divisiones este y oeste son las más amplias, mientras que la división central la más pequeña. Es posible que el muro norte de la división este ya existía antes de que la estructura original fuera dividida, mientras que para las divisiones central y oeste la presencia o ausencia de un muro en sus respectivos lados norte queda incierto. Precisamente al lado norte de las divisiones central y oeste, y proyectándose hacia el norte de la división este, hay un pasadizo largo de un metro de ancho. Dicho pasadizo parece que fue construido al tiempo que la estructura original fue dividida. Por debajo de los muros del pasadizo, en el lado norte de la división central, se llegó a determinar la fundación de varios muros, contemporáneos al primer piso, que fueron sellados por el pasadizo. Las tres nuevas divisiones, además del pasadizo, tenían sus
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respectivos pisos que sellaron la primera ocupación. Dentro de esta secuencia de construcción, los muros construidos al inicio del establecimiento de Tambo Viejo fueron los más sólidos, más anchos y de mejor acabado. Los muros fueron construidos con cantos rodados transportados desde el río. Esto significó una tarea ardua que requirió una masiva participación de mano de obra. Los cantos rodados fueron asentados con argamasa de barro en hilera de dos. Es importante anotar que, entre los escombros inmediatos a los muros se han encontrado adobes rectangulares, lo que indica que la parte superior de los muros fue de adobes. Al respecto, en algunas estructuras próximas a la Estructura 1 todavía se puede observar la presencia de adobes colocados en la parte superior de los muros. Por último, los muros fueron enlucidos para darle una superficie uniforme (figura 7). Las últimas modificaciones al interior de la Estructura 1 se dieron solo en su división central. Estas consistieron en la construcción de: (1) un recinto pequeño de forma
Figura 7. Muro sur de la Estructura 1. Obsérvese el enlucido.
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Figura 8. Hoyo excavado en el suelo estéril del lado oeste de la Estructura 1, tal vez utilizado para preparar una pachamanca.
cuasi cuadrada adosado al muro oeste de la división y (2) un muro en forma de L. Ambas construcciones continuaron utilizando el segundo piso. Actividades Rituales La excavación efectuada en la Estructura 1 de Tambo Viejo también permitió determinar que, desde su establecimiento hasta su posterior abandono, un conjunto de actividades rituales se efectuó en el sitio. Las actividades incluyeron la preparación de comidas, en forma de pachamanca (figura 8) y el entierro de ofrendas animales y vegetales. La primera evidencia de pachamanca proviene de la división oeste, donde se había construido un hoyo circular sobre el mismo suelo natural. A nivel de la superficie, el contorno del hoyo estaba definido con cantos rodados. En la base del hoyo había abundante carbón y tierra quemada, mientras que a nivel de superficie y asociado a los cantos rodados
que definen el contorno del horno había hojas de achira (Canna edulis)2. Una segunda evidencia de pachamanca se expuso al lado noreste de la división este, pero esta vez asociada al segundo piso. Al igual que en el anterior, la excavación permitió determinar un hoyo ligeramente circular y cuyo contorno a nivel de la superficie estaba definido con cantos rodados. En el hoyo había tierra quemada y carbón, mientras que a nivel de los cantos rodados también se hallaron hojas de achira. Al mismo tiempo, una serie de ofrendas fueron enterradas durante el tiempo en que el sitio fue establecido, actividad que continuó con posterioridad. Las ofrendas consistieron en enterramientos de mazorcas de maíz (figura 9), raíces de camote y achira, además de semillas de pallares 2 Gracias a la etnografía se sabe que las hojas de la achira son utilizadas en la preparación de la pachamanca para cubrir los productos comestibles.
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Figura 9. Ofrenda de maíz depositado sobre el suelo estéril e inmediato al muro sur de la división oeste de la Estructura 1.
y frutos del ají (figura 10). Todos estos productos fueron depositados sobre el suelo estéril, previo al establecimiento del primer piso. Al igual que los productos vegetales, un número representativo de cuyes también fue enterrado como ofrenda. La mayoría de los cuyes fueron enterrados sobre el suelo estéril, al igual que los productos vegetales. Sin embargo, otros fueron cuidadosamente envueltos en retazos de tela antes de ser enterrados. Un detalle que llama la atención es que varios de estos animales fueron adornados con hilos multicolores en sus orejas, a modo de cintas (figura 11). Adornos similares también fueron colocados en sus cuellos a modo de collares. En algunas instancias se notó, asociadas a los cuyes, pequeñas ramas de un arbusto identificado como chilco3, que crece en las inmediaciones de los campos de cultivo. Del mismo modo, cerca de las ofrendas de cuyes hay pequeñas concentraciones de carbón y ceniza e indican que el ritual incluyó el uso del fuego. Un detalle importante es que la
mayoría de los cuyes sacrificados aún tenían la epífisis separada. Esto denota que para las ofrendas fue un requerimiento utilizar animales jóvenes. El ritual culminó cuando las ofrendas de cuyes fueron enterradas con arena fina traída del río. Acto seguido a las actividades rituales, se procedió con la construcción del primer piso, la misma que en parte fue para sellar las ofrendas. Al tiempo de establecer el piso que representa la segunda ocupación, se volvió a efectuar actividades similares a la anterior. Este fue el caso del sacrificio de cuyes, que se hizo siguiendo los mismos pasos que en el caso anterior. Es decir, la mayoría de los cuyes eran jóvenes y varios fueron adornados siguiendo el mismo criterio descrito. Ofrendas vegetales, sobre todo mazorcas de maíz, también fueron enterradas. Es posible que otros productos vegetales también fueron enterrados, 3 Chilco es un arbusto que crece a lo largo del curso del río Acarí. Tiene tallos de color oscuro y hojas lanceoladas, similares a las hojas del sauce.
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Figura 10. Ofrendas de ají depositadas sobre el suelo estéril y ubicadas en la división oeste de la Estructura 1.
pero debido a la pobre preservación del segundo piso no fue posible su recuperación. El hecho de que las ofrendas sean similares denota continuidad y que todas estas actividades tal vez se dieron dentro de un marco de tiempo relativamente corto. Cuando se procedió con el establecimiento del segundo piso, una serie de vasijas fueron enterradas cerca a los muros. Las vasijas mantenían una posición vertical y sus aberturas estaban al mismo nivel del piso (figura 12). En algunas instancias fue posible determinar que la abertura de las vasijas estaba sellada con una tela sobre la cual se había colocado una laja. Al mismo nivel de la abertura de las vasijas también se enterraron cuyes, al parecer siempre como ofrendas. Por infortunio la mayoría de las vasijas estaban fragmentadas y se desconoce la función que cumplieron. En el caso de las mejor conservadas, en sus interiores sólo se llegó a encontrar material de relleno, mientras que en un caso se halló una deposición de vainas
de pallar. Por su ubicación inmediata al piso, las vasijas en definitiva eran visibles y accesibles. Una posible función de estas pudo haber sido de graneros. Lamentablemente sus contenidos fueron saqueados. Las vasijas son de acabado simple y sin decoración. Al momento de que el segundo piso fue construido, un total de tres cistas fueron establecidas al interior de la Estructura 1. Dos de ellas estaban al sur de la división central, mientras que la tercera fue construida al oeste de la división este. Al igual que las vasijas, la apertura de las cistas fue establecida al mismo nivel del piso. La primera cista (figura 13), ubicada en la esquina suroeste de la parte central de la estructura, tiene forma casi cuadrada y un diámetro de 1.50 m de largo por 1.40 m de ancho y una profundidad de 1 m. Sus paredes fueron construidas alineando cantos rodados unidos con argamasa, mientras que la base estaba formada por un piso compacto y en buen estado de conservación. De la base de la cista se recuperó semillas de maíz, lo que deja abierta la
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Figura 11. Cuy decorado y enterrado como ofrenda al interior de la división oeste de la Estructura 1.
posibilidad de que sirvió para almacenar a este vegetal. A casi 4 metros al noreste de la primera cista se halló otra, esta vez de forma ovoide y menos profunda que la anterior. Su diámetro es de 1.10 m de largo por 1 m de ancho y su profundidad de 0.70 m. La cista fue construida de la misma forma que la anterior y disponía de un piso compacto en buen estado de conservación. Ningún producto fue hallado en su interior, por lo que queda incierto el tipo de productos ahí almacenados. Por último, a dos metros al noreste de la segunda cista, pero al lado este del muro, se ubicó una tercera y última cista de forma circular, 1 m de largo, 0.90 m de ancho y una profundidad de 1.25 m. Esta también fue construida con un alineamiento de cantos rodados unidos con argamasa. En su interior no se halló producto alguno, excepto tierra quemada y carbón, por ende también se desconoce el tipo de productos allí almacenados. Tal como se anotó antes, las últimas modificaciones de la Estructura 1 y las últimas actividades rituales realizadas en su interior se hicieron
unicamente en su sección central. Los rituales, en particular el enterramiento de un conjunto de cuatro llamas jóvenes (tal vez una más, desafortunadamente saqueada), fueron depositadas en el lado norte del muro que tiene forma de L. Todas las llamas mantenían una orientación hacia el este (hacia el rio) y previo a su enterramiento fueron ornamentadas, al igual que los cuyes. En efecto, las llamas llevan cintas compuestas de hilos multicolores (figura 14), además de collares de hilos también multicolores. Una vez decoradas, las extremidades de las llamas fueron flexionadas hacia el torso y sujetadas con una cuerda. De este modo, las llamas quedaron en posición de reposo. Para enterrar a las llamas se rompió el piso que representa la segunda ocupación. Durante este proceso, el piso anterior también fue roto. Una vez preparado los hoyos, las cuatro llamas fueron colocadas una al lado de la otra, como si estuvieran viajando. Las tres llamas próximas al muro en forma de L son blancas, mientras que la cuarta es marrón. De acuerdo a una versión de Bernabé Cobo (1990: 113), las llamas blancas eran
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Figura 12. Vasija excavada al lado sur de la división central de la Estructura 1.
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Figura 13. Posible silo de almacenamiento expuesto en la esquina suroeste de la división central de la Estructura 1.
empleadas en sacrificios dedicados al sol y las llamas marrones en sacrificios ofrendados a Viracocha. Se conoce, además, que los incas hicieron sacrificios de llamas, y cuyes, con cierta regularidad y que en una sola ocasión sacrificaron cientos de animales (Arriaga 1968: 42; Betanzos 1996: 46-47; Calancha 1975: 850-851). Es importante anotar que en la superficie de la sección central de la Estructura 1 se observaron huesos de un camélido joven, los mismos que pertenecerían a la quinta llama que formó parte del grupo de camélidos sacrificados. En efecto, al lado noreste de la llama marrón había un hoyo vacío, lo que deja abierta la posibilidad que este tal vez fue el lugar donde se enterró a la quinta llama. Una vez decoradas y sujetadas con cuerdas, las llamas fueron ubicadas en los hoyos. Como último acto se colocó en posición vertical una pequeña estaca, de 11 de largo, justo a la altura de los ojos de las tres llamas blancas. En la parte superior de cada una de las estacas se ató
una pluma anaranjada de algún ave tropical. Y, sobre la nuca de la llama blanca del lado norte, se colocó un cuy, también manteniendo una orientación hacia el este. Una vez culminado todo este acto, las llamas fueron enterradas con arena fina y limpia transportada desde el rio Acarí. Por último, todo el entierro fue sellado con una capa de arcilla con la que se reparó el piso que representa la última ocupación. Alrededor del entierro de las llamas y sobre el segundo piso había una serie de hoyos pequeños donde se depositaron ofrendas adicionales, las que incluyen semillas de frijol, pallar, algodón, maíz, además de cuyes y un pequeño envoltorio que contenía ceniza procesada, posiblemente cal (toqra) que se utiliza al momento de chacchar las hojas de la coca. Dichos enterramientos también fueron sellados. Luego del abandono del sitio, toda la Estructura 1 fue reutilizada en tiempos posteriores, empezando tal vez por los mismos españoles. La reutilización de la estructura hizo que muchos de los materiales depositados sobre el
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Figura 14. Ofrenda de llamas ubicada en la división central de la Estructura 1.
Figura 15. Vista general de la Estructura 2.
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piso se deterioren, este fue el caso de las ofrendas descritas. La Estructura 2 La segunda estructura excavada durante la temporada 2018 fue la Estructura 2, ubicada al norte de la Plaza 2 (figura 4) y al lado opuesto de la Estructura 1. En relación a esta última, la Estructura 2 es más pequeña (figura 15). En su totalidad mantiene una orientación de norte
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a sur y, al igual que la Estructura 1, también posee planta rectangular. Sin embargo, desde un inicio, la Estructura 2 parece haber sido dividida en dos partes cuasi iguales. Por ello, en la parte central hay un muro de cantos rodados que mantiene una orientación de este a oeste y cuya base esta sobre suelo estéril. Por su ubicación inmediata a la Plaza 2, la Estructura 2 también había sido reutilizada como corral para proteger animales del “viejo mundo”.
Figura 16. Figurina de arcilla ubicada sobre el primer piso de la división norte de la Estructura 2.
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Figura 17. Ofrenda de llama marrón expuesta en la división norte de la Estructura 2.
Figura 18. Adobes rectangulares expuestos en el lado noroeste de la división norte de la Estructura 2.
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Figura 19. Ofrenda canina expuesta en la esquina noreste de la división norte de la Estructura 2.
La reutilización y las actividades de saqueo clandestino ocurridos en tiempos virreinales, terminó por deteriorar cualquier evidencia relacionada a la más tardía ocupación prehispánica de la estructura. En general, la deposición cultural perteneciente a la ocupación Inca no es densa y refleja que Tambo Viejo fue ocupado por corto tiempo. En la sección norte de la estructura, la excavación determinó la presencia de una sucesión de dos pisos. El primero, el más antiguo, fue construido sobre la misma formación natural. En el extremo noroeste de la división, se encontró evidencia de construcciones de postes y quincha establecidos sobre el suelo natural y antes de la construcción de este piso. Esto indica que previo a la ocupación formal del sitio, que implicó la construcción de pisos definidos, se levantaron estructuras simples. Asociadas a la evidencia de quincha se hallaron ofrendas de cuyes, además de sandalias, todos depositados sobre el suelo estéril. Dicha ocupación inicial fue sellada por el piso que cubre toda la
división. Cuando se estableció el primer piso también se construyeron por lo menos dos muros al este de la división. Asociadas a dicho muro se hallaron ofrendas de cuyes, además de un instrumento de hueso bastante pulido (punzón). Luego el piso fue sellado por uno nuevo que representa la última ocupación Inca. Tal como se mencionó, el segundo piso estaba bastante deteriorado por las actividades de saqueo y de reocupación hispana. Por ello, en la parte central de la división, el piso estaba dañado. Sin embargo, la presencia de una acumulación de tierra compacta, depositada sobre el piso anterior, permitió distinguir las dos ocupaciones. Previa a la construcción del segundo piso se efectuaron actividades rituales en la estructura, la misma que incluyó la deposición de una figurina de arcilla (figura 16). Primero se colocó una deposición pequeña de corontas de maíz, algunas quemadas, sobre ellas se puso la figurina comentada, con el rostro hacia las corontas. La ofrenda fue eventualmente sellada por el piso. El piso también selló los muros observados al este, donde un nuevo muro de
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Figura 20. Sucesión de 3 pisos expuesto en la división sur de la Estructura 2. Obsérvese que el piso más antiguo fue sellado por un acumulamiento de cantos rodados.
cantos rodados fue establecido. Este último muro es el que se mantuvo hasta que el sitio fue abandonado. Del mismo modo, al tiempo que el segundo piso fue establecido, una vasija de tamaño grande fue depositada en la parte central norte de la división. La vasija estaba en posición vertical, con la base sobre el suelo estéril y la abertura, tal vez, a la misma altura del piso. Esto no fue determinado debido al deterioro del piso. La vasija no tiene decoración y en definitiva fue profanada antes de la reocupación de la estructura como corral hispano. Durante el tiempo en que el segundo piso funcionaba, las actividades rituales continuaron. Estas incluyeron varias deposiciones de animales y productos vegetales, de las cuales solo algunas sobrevivieron. Además, se evidenció una vasija pequeña en la sección central este de la división, a la cual estaban asociados fragmentos de tejido, huesos de camélido joven y entierros de cuyes; todos profanados. A apenas a 50 centímetros al este del
hallazgo anterior, se registró una nueva deposición sellada y en su contexto original. Esta consistió de un entierro de llama juvenil marrón (figura 17), cuyas orejas fueron decoradas con hilos de color, además de portar un collar elaborado también con hilos de color. Las extremidades de la llama fueron flexionadas hacia el torso y sujetadas con una cuerda, para luego ser depositada en un hoyo preparado con anterioridad. Al igual que las llamas de la Estructura 1, este camélido también fue enterrado manteniendo una orientación hacia el este. Acto seguido el animal fue cubierto con arena fina, sobre la cual se estableció una capa de arcilla colocada para sellar el entierro. Al lado norte de la división hay un pasadizo con una orientación de este a oeste. Al lado norte del pasadizo existe un muro que supera un 1 m de altura. Al lado oeste del pasadizo se expuso un conjunto de adobes rectangulares (figura 18), tal vez caídos del muro del lado norte. Este hallazgo corrobora que la parte superior de los muros de
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Tambo Viejo fue de adobes. Entretanto, al extremo opuesto del pasadizo se expuso lo que parece fue un techo caído, formado con caña brava y totora. Inmediato al techo caído se llegó a exponer el entierro de un perro. El animal fue tratado del mismo modo que las llamas, es decir sus extremidades fueron flexionadas hacia el torso y sujetadas con una cuerda. Luego, fue depositado en un hoyo, manteniendo siempre una orientación hacia el este (figura 19). Junto a los ojos del animal se colocó un par de pequeñas estacas en posición vertical; en la parte superior de las estacas había una cuerda atada, la misma que tal vez sujetaba plumas. En todo caso, el tratamiento es idéntico al recibido por las llamas. Por su parte, en la división sur de la Estructura 2 se determinó una secuencia de hasta tres pisos de ocupación bien definidos (figura 20). La división sur de la Estructura 2 está dividida en dos secciones: este y oeste. La secuencia de pisos fue registrada en la sección oeste, donde
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el primer piso fue construido sobre el suelo estéril. En tanto que no toda la sección fue excavada, el piso más antiguo fue registrado solo en las partes central y norte de la subdivisión. Sin embargo, la excavación permitió saber que al tiempo en que el primer piso fue establecido, en la esquina noreste de la subdivisión había un pequeño compartimiento con muros de cantos rodados y un pequeño acceso en el muro del lado sur. Al interior de este compartimiento se registró arena fina y coprolitos de cuy, lo que indica que este ambiente funcionó como criadero (figura 21). El acceso pequeño del lado sur del muro fue para facilitar la salida de los cuyes. Al interior de este ambiente también se hallaron otras evidencias: patas de camélidos y restos de plantas (vainas y semillas de pallar, frijol, semillas de coca, vainas de pacay, corontas de maíz, entre otros). Además, se hallaron valvas de un tipo de caracol, al parecer terrestre, aún no identificado. La presencia del criadero de cuyes en la Estructura 2 permite proponer que los cuyes sacrificados en la Estructura 1
Figura 21. Pequeño compartimiento al noreste de la subdivisión oeste de la división sur de la Estructura 2. Obsérvese la presencia de coprolitos de cuy en su interior y su pequeño acceso.
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Figura 22. Cuello de una botella Inca recuperada sobre el último piso de ocupación de la división sur de la Estructura 2.
tal vez fueron criados en Tambo Viejo. Luego, se clausuró el piso antiguo mediante la acumulación de cantos rodados (figura 20), que fueron sellados con una capa de arcilla, la cual constituye el piso 2. Al tiempo que el segundo piso empezó a funcionar, el criadero de cuyes fue clausurado y la función de la subdivisión tal vez fue modificada. Lo que se pudo observar es que sobre el segundo piso había una concentración de material orgánico, sobre todo en su lado central y noreste. Finalmente, este piso también fue clausurado mediante la deposición de ceniza y tierra quemada, que contenía bastante material orgánico, además de restos de tejido y algunos fragmentos de cerámica. Toda esta acumulación fue sellada con una capa de arcilla, la cual representa el tercer piso. Sobre este, sobre todo en las inmediaciones del muro sur de la subdivisión, se observó una densa concentración de material cultural que incluye tejidos, fragmentos de cerámica (figura 22),
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fragmentos de mate, restos de plantas y algunos huesos de camélidos. A diferencia de los pisos anteriores, el tercero (el más reciente) es el menos conservado. Durante el tiempo en que este piso fue establecido se procedió con el enterramiento de una vasija grande en la parte central oeste de la subdivisión. Para lograr depositar la vasija fue necesario romper todos los pisos e incluso penetrar el suelo estéril (figura 23). Desafortunadamente la vasija fue saqueada, por ello se desconoce su contenido. La parte superior de la vasija también está rota. Alrededor de la vasija se hallaron fragmentos de estera hecha de fibra vegetal. Entretanto, y siempre sobre el tercer piso, en la esquina suroeste de la subdivisión se recuperó un huso decorado (figura 24). Es importante anotar que de las Estructuras 1 y 2 se han recuperado instrumentos asociados con el hilado, indicando que la actividad textil fue de particular importancia en Tambo Viejo. Por último, la limpieza de la superficie de la subdivisión este permitió determinar la presencia de una plataforma con un piso bastante compacto y limpio. La subdivisión tiene una forma rectangular y el piso compacto está a mayor elevación que el último piso de la subdivisión oeste. Entre estas dos subdivisiones hay un muro (figura 20) que mantiene una orientación norte-sur. La cara oeste del muro da hacia la subdivisión oeste y presenta un enlucido, mientras que la cara este está sellada por el piso de la subdivisión este. En la parte norte de la subdivisión este existen dos alineamientos (tres hoyos a cada lado) que, tal vez, sirvieron para sostener postes y un techo. Todo el piso asociado a esta subdivisión estaba libre de restos culturales, lo que hace difícil proponer cualquier asociación. Discusión y conclusión La excavación arqueológica efectuada en el sitio Inca de Tambo Viejo es pionera y los materiales arqueológicos recuperados todavía están por ser analizados. Lo que se presentó aquí es un recuento de lo observado y encontrado, con la intención de poner al alcance de los interesados la información inicial. Una vez que se concluya con los análisis se espera difundir los resultados de la manera más rápida posible. De la reciente investigación efectuada en Tambo Viejo se desprende que la ocupación Inca del sitio fue breve, basados en las deposiciones excavadas en las Estructuras 1 y 2 que reflejan una corta presencia Inca.
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Figura 23. Vasija de tamaño grande expuesta al lado oeste de la división sur de la Estructura 2.
Esta breve ocupación se evidencia en la poca concentración de restos culturales. Este es el caso, por ejemplo, de la cerámica. No obstante que la ocupación fue breve, el estado Inca invirtió una cantidad enorme de energía humana y de recursos en el establecimiento y edificación del sitio. Por ejemplo, transportar los cantos rodados para levantar los muros de las estructuras debió haber requerido una masiva participación humana. Del mismo modo, la construcción de las mismas estructuras significó un enorme esfuerzo humano y económico. Todo esto sugiere que la construcción de Tambo Viejo fue un proyecto a largo plazo. A su vez, la reciente investigación arqueológica demuestra que, a lo largo de su corta existencia, la configuración de Tambo Viejo fue modificada con cierta regularidad. Muchas de las estructuras iniciales fueron destruidas, clausuradas y sustituidas por nuevas construcciones, tal vez en respuesta a las diferentes funciones que estas cumplieron. Como en el caso de la Estructura 1, en un principio esta
parece haber sido un amplio ambiente que sirvió para dar acogida a un número considerable de trabajadores movilizados hasta el sitio para establecer el centro administrativo. Una vez establecida las iniciales estructuras del sitio, tal vez no fue necesario disponer de la misma cantidad de trabajadores, razón por la cual los ambientes inicialmente amplios fueron divididos y sus funciones también modificadas. Finalmente, puede haber poca duda que desde un principio toda actividad efectuada en Tambo Viejo fue ritualizada. Antes del establecimiento de las primeras estructuras del sitio fue necesario hacer la entrega de las ofrendas y sólo después se consideró apropiado y oportuno empezar con la construcción del sitio. Dichas actividades parecen haber incluido la preparación de comidas y bebidas servidas al personal encargado de la construcción del sitio, como también a los líderes locales tal vez en un esfuerzo de establecer las alianzas necesarias. La presencia de abundantes huesos de camélidos sugiere que la preparación de comidas fue central en el proceso de
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establecimiento de Tambo Viejo. Una vez concluidos los análisis del material excavado se espera profundizar las ideas aquí expuestas de manera breve. A su vez, se espera que se dé una nueva oportunidad para ejecutar investigaciones en Tambo Viejo, sobre todo porque conocemos muy poco de este importante centro Inca. Agradecimientos Las investigaciones arqueológicas en Tambo Viejo fueron desarrolladas gracias al apoyo económico de la Social Sciences and Humanities Research Council de Canadá (otorgado al primer autor) y con autorización del Ministerio de Cultura (Resolución Directoral No. 086-2018/ DGPA/VMPCIC/MC cedida al segundo autor). El trabajo de campo fue posible a la eficiente participación de muchas personas: Miguel Liza, Katrina Bettcher, Katherinne Aylas, Cruver Jayo, Lucie Dausse, Yanina Laura, Charmelí Manrique, Benjamín Guerrero, Wilfred Alarcón, Abel Fernández, Luis Cahuana, Nada K. Valdez, Karen Guzmán, Valeri Valdez, Martín Roque, Víctor Quintanilla, Eber Meléndez, Bryan Guzmán, Modesto Canales, Percy Rojas, Ángel Iglesias, Roza Mazuelo y Diana de Cárdenas. Bibliografía ARRIAGA, José de, 1968 [1621]. The Extirpation of idolatry in Peru. University of Kentucky Press. Lexington. BETANZOS, Juan de, 1996 [1557]. Narrative of the Incas. (Translated and edited by R. Hamilton and D. Buchanan). University of Texas Press. Austin. BETTCHER, Katrina y Lidio VALDEZ, 2018. The archaeology of the Acari Valley and the legacy of Francis A. “Fritz” Riddell. Ponencia presentada al Simposio: Legacies of Archaeologists in the Andes. 83rd. Annual Meeting of the Society for American Archaeology, Abril 11-15. Washington DC. CALANCHA, Antonio de, 1975 [1638]. Coronica moralizada del Orden de San Agustín en el Perú, con sus egenplares en esta Monarquía. Crónicas del Perú, Vol. II – III. (Editado por Ignacio Prado Pastor). Lima. Figura 24. Instrumento de hilado (huso) recuperado en la esquina suroeste y sobre el último piso de ocupación de la división sur de la Estructura 2.
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Inca Perqa, Wamaniray y Arkipeña: tres sitios arqueológicos tardíos en la Comunidad Campesina de Colca, Cotabambas - Apurímac Nicolás Fernando Vilca Arapa illarysac1@gmail.com Ely Ramos Ayala ely_ramosayala@hotmail.com
Resumen Exponemos los resultados de una prospección arqueológica realizada en la Comunidad Campesina de Colca, Cotabambas, Apurímac, donde descubrimos tres sitios arqueológicos en 2010. Estos presentaron características particulares en sus asentamientos y en la cultura material que hallamos en ellos. Sobre la base de un argumento descriptivo, especialmente enfocado en la arquitectura, ensayamos hipótesis sobre contemporaneidad, funcionalidad arquitectónica, cronología y relaciones culturales de estos sitios prehispánicos tanto a nivel local como con los incas. Palabras claves: Cotabambas, asentamientos, arquitectura, plataformas. Abstract We present the results of an archaeological prospection carried out around the farming community of Colca, in Cotabambas Apurimac, where three archaeological sites were discovered in 2010. These sites presented particular characteristics in their settlement pattern and the nature of their cultural material. On the basis of a descriptive model which focusses on the architecture we present a hypothesis about contemporaneity, architectural functionality, chronology and cultural relationships of these pre-Hispanic sites on their local level as well as their Inca phase. Keywords: Cotabambas, settlements, architecture, platforms. Introducción ¿Quiénes fueron los grupos culturales prehispánicos que habitaron la zona de Cotabambas? y ¿Cuál es la naturaleza de sus asentamientos y de sus componentes arquitectónicos que podrían establecer una aproximación culturalista para su comprensión arqueológica? Estas son preguntas que nos planteamos frente al poco conocimiento sobre ocupaciones prehispánicas en la cuenca del río Apurímac, sin una caracterización arqueológica y sin un posicionamiento histórico definido. Por este motivo, en 2010 realizamos una prospección superficial, sin excavaciones, en los límites de la Comunidad Campesina de Colca, distrito y provincia de Cotabambas, departamento de Apurímac (Ramos y Vilca 2011). Esta investigación se realizó con
el objetivo de contextualizar los sitios arqueológicos de esta área, lográndose descubrir tres asentamientos del Intermedio Tardío: Inca Perqa, Wamaniray y Arkipeña, los que fueron abordados a partir de un análisis descriptivo y del planteamiento derivado de hipótesis de correlación cultural. Debido a que los asentamientos tienen carácter monumental, el enfoque descriptivo tomó como base los aspectos arquitectónicos. Esto se hizo con perspectivas a que la información pueda servir de referencia comparativa para una definición de los diferentes grupos culturales que habitaron la zona en épocas antiguas, ayllus por ejemplo. Esperamos pronto ampliar esta base comparativa con nueva información. Por el momento exponemos nuestros datos de campo obtenidos en 2010 en Colca.
VILCA ARAPA, Nicolás Fernando y Ely RAMOS AYALA, 2019. Inca Perqa, Wamaniray y Arkipeña: tres sitios arqueológicos tardíos en la Comunidad Campesina de Colca, Cotabambas - Apurímac. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 14: 29-54. Lima.
Nicolás Fernando Vilca Arapa y Ely Ramos Ayala Inca Perqa, Wamaniray y Arkipeña: tres sitios arqueológicos tardíos en la Comunidad Campesina de Colca, Cotabambas - Apurímac
Figura 1. Plano de ubicación en la ciudad de Cotabambas del centro poblado Colca y de la zona estudiada (dentro del círculo). Apurímac, Perú. Tomado de la Carta Nacional 1:100,000, hoja 28r, Tambobamba, reimpreso 2001.
Figura 2. Vista panorámica de la zona estudiada. Se aprecia su entorno geográfico agreste, característico de la región Suni e inicios de la Puna. En el centro de la imagen se encuentra el centro poblado de Colca. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
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Ubicación La zona estudiada se localiza a 127 Km de la ciudad de Cuzco, en los alrededores de la Comunidad Campesina de Colca, distrito y provincia de Cotabambas, cerca de los caseríos de Callapunko, Oqraca Huisa, Haypamocco y Pampaccasa (figura 1). Se trata de un territorio ubicado entre las regiones Suni y Puna (Pulgar 1946), con geomorfología abrupta y clima frio y seco. En el área prima una vegetación arbustiva y una escaza cobertura arbórea, donde se practica una agricultura restringida por la baja disponibilidad de suelos adecuados. Los tres sitios registrados (Inca Perqa, Wamaniray y Arkipeña) se encuentran en laderas y cimas de colinas, cuyo entorno geográfico está dominado por quebradas cortas de origen glacial y fluvial; estas últimas bastante escarpadas (figura 2). Desde su abandono, los sitios arqueológicos estuvieron expuestos a la intemperie y a procesos destructivos antrópicos, especialmente por la ganadería y al mal uso de las pocas zonas agrícolas, asociadas a las estructuras arqueológicas, por lo que el estado general de los asentamientos es malo o regular. Antecedentes No existen trabajos arqueológicos precedentes dentro o cerca de la Comunidad Campesina de Colca, siendo este artículo uno de los primeros reportes técnicos sobre los sitios del área. La mayor parte de las investigaciones arqueológicas en la provincia de Cotabambas se han centrado en el distrito sureño de Chalhuahuacho. Estas están relacionadas, directa o indirectamente, con el proyecto minero las Bambas y consisten sobre todo en rescates, evaluaciones e investigaciones arqueológicas derivadas (Campos 2005; Cabrel 2009; Gutiérrez 2014; Bolívar 2014). Las evidencias arqueológicas estudiadas en torno a la Bambas corresponden a ocupaciones del periodo Formativo y al Horizonte Medio (Bolívar 2014: 40). Por su parte, estudios de menor envergadura han sido realizados por la arqueóloga Patricia Arrollo en el distrito de Tambobamba, donde registró 10 sitios arqueológicos (Arrollo 2016 y 2017). Estos incluyeron restos arquitectónicos (recintos y tumbas), áreas con cerámica, líticos, caminos y quilcas o arte rupestre. Lamentablemente, la autora no proporcionó una cronología o una caracterización extensa de las
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evidencias (Arrollo 2017: 33-54). A nivel etnohistórico, la información es muy genérica, considerando por ejemplo la mención a “naciones Cotapampa” hecha por Garcilaso de la Vega (2009: 239 [1609: Libro V, Capítulo XVII]) en un contexto histórico relacionado a los incas. Por ello, debido a la diferencia en la escala de las referencias, en este artículo preferimos mantenernos dentro de los límites de la información arqueológica. Métodos y procedimientos La zona de estudio, el territorio aledaño a la Comunidad Campesina de Colca, es conocida por los pobladores locales, en su mayoría pastores y campesinos, quienes la usan para sus actividades económicas. De ellos recibimos las primeras noticias sobre la existencia de sitios arqueológicos. Para corroborar esta información y proceder con nuestra investigación, se optó por aplicar el método de la prospección arqueológica de superficie, la cual se puso en práctica sobre un paisaje de geomorfología abrupta y accidentada. La prospección fue intensiva y se hizo de manera pedestre, con el auxilio de mapas topográficos y fotos satelitales de Google Earth. Durante el recorrido realizamos observaciones detalladas para el registró de los remanentes arqueológicos, además de la captura de diversas tomas fotográficas y el levantamiento de planos, sobre todo para documentar las evidencias arquitectónicas. Mediante el procedimiento señalado se logró descubrir tres sitios arqueológicos: Inca Perqa, Wamaniray y Arkipeña (figura 3), todos con evidencia multi-componente, que incluyó arquitectura, cerámica, líticos, entre otros. Como se verá más adelante, los tres sitios mostraron patrones de distribución material diferenciados, por lo que el registro tuvo como objetivo principal la caracterización particular de los asentamientos. Inca Perqa Se localizada al noroeste del Centro Poblado de Colca, en la parte superior del cerro Buenavista. El sitio cubre un área aproximada de 14 ha, se halla a 3800 msnm y presenta un relieve casi ondulado dominado por una colina y laderas de talud ligero. Debido a su extensión y a las claras discontinuidades en la distribución espacial de sus estructuras, lo dividimos en cuatro sectores (figuras 4 y 5): • Sector A. Plataforma y estructuras funerarias.
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Figura 3. Área de la prospección, con indicación de los tres sitios arqueológicos registrados en el entorno del centro poblado de Colca, Cotabambas, Apurímac. Imagen tomada de Google Earth 2018.
Figura 4. Vista satelital del sitio arqueológico de Inca Perqa con los cuatro sectores identificados. Imagen tomada de Google Earth 2018.
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Figura 5. Plano general del sitio arqueológico de Inca Perqa. Dibujado por Ely Ramos y Fernando Vilca en 2010.
• Sector B. Acueducto y sistema de andenes. • Sector C. Recintos y espacios abiertos. • Sector D. Plataforma y estructuras funerarias. *Sector A. Ocupando un área de 42,750 m² se localiza casi al centro del sitio arqueológico, en una lomada del cerro Buenavista. Sus principales componentes arqueológicos son una estructura con planta cuadrangular, una plataforma elevada sobre un promontorio natural, ocho estructuras funerarias, un recinto rectangular y diversos espacios abiertos (figura 6). La plataforma principal de Inca Perqa está sobre la cima de una pequeña colina rodeada por un muro (figura 7), la cual conforma una estructura de planta rectangular con esquinas ovaladas. Esta estructura posee dos vanos de ingreso con escalinatas, al este y al oeste, que permiten acceder a la cima de la plataforma, en donde se encuentra un recinto rectangular. Toda el área
que comprende la plataforma no posee materiales arqueológicos muebles en superficie. El grupo principal de estructuras funerarias se compone de siete edificaciones localizadas al suroeste de la plataforma principal, sobre el terraplén del primer muro de contención del sitio. Estas presentan planta semicircular y circular, con un diámetro externo de 1.35 m a 1.95 m, y un vano orientado al suroeste, con aproximadamente 0.40 m de altura y 0.30 m de ancho (figura 8). Además, ostentan un aparejo rústico, elaborado con bloques de roca granodiorita canteada y ligeramente trabajada y unida con argamasa de barro. Inferimos que son tumbas, debido a las dimensiones de la construcción, que parecen haber sido diseñadas para contener solo un individuo, y porque no presenta evidencias de haber servido para otras funciones, como almacenes o viviendas. Lamentablemente, estas edificaciones han sido
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Figura 6. Sector A del sitio arqueológico de Inca Perqa. Dibujado por Yuri Fuentes en 2010.
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huaqueadas, perdiéndose el contenido funerario y ocasionando su colapso y destrucción. Una octava tumba se localiza, de manera aislada, al este de la plataforma principal, pero mantiene las mismas características formales y constructivas de las demás edificaciones. *Sector B. Conformado por un acueducto, 19 andenes (distribuidos en dos grupos al noreste y suroeste del área) y por 15 bloques líticos trabajados (figura 9). La zona cubre 30,000 m² y es topográficamente accidentada por la existencia de precipicios, hacia su límite oeste, y por un afloramiento rocoso, hacia su lado norte. El sector destaca por la presencia de un acueducto de 84.90 m de longitud (figura 10), cuya estructura fue levantada siguiendo el desnivel topográfico. En las secciones sur, central y norte de su estructura, se determinó alturas diferenciadas con un máximo de 4.20 m entre el nivel del suelo y el canal, cuyo ancho va desde los 2.20 m hasta los 2.38 m. Se trata de una edificación monumental y única para el área. Los andenes del lado oeste, ocho estructuras, están emplazados en una pendiente donde existe un bosque de eucaliptos. Los andenes 01, 02, 03 y 04 están en una ladera de suave
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inclinación. Exponen muros de contención con alturas entre 0.30 m y 1.20 m y una longitud entre 5.50 m y 23 m. En sus superficies se observan algunos líticos diseminados, producto del colapso de estas estructuras. Los andenes 05, 06, 07 y 08 están en mejor estado de conservación, se encuentran en una ladera accidentada, son morfológicamente irregulares por su adecuación a la topografía, tienen una altura entre 0.50 m y 1.60 m y una longitud entre 5.50 m y 18 m. Los muros de contención de los ocho andenes muestran un aparejo rústico construido con roca granodiorita unida con argamasa de barro (figuras 4 y 9). Los andenes del lado este están emplazados en una ladera de suave inclinación y son parcialmente usados como terrenos de cultivo por la comunidad (andenes 06-11) (figura 11). El resto de andenes (01-05) están abandonados y deteriorados. Los 11 andenes son de morfología lineal, con una altura que varía entre 0.35 m y 1.60 m y una longitud entre 2.30 m y 18.50 m. En superficie se observaron algunos líticos diseminados (colapso de los muros). El aparejo de los andenes es rústico y elaborado con roca granodiorita unida con argamasa de barro (figura 12). En este sector también se encontraron bloques
Figura 7. Vista panorámica del sitio arqueológico de Inca Perqa (desde el poblado de Colca). En la cima de la colina se encuentra la plataforma principal del sitio. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
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Figura 8. Estructura funeraria 4, Sector A, del sitio arqueológico de Inca Perqa. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
líticos dispersos al este del acueducto, distribuidos sobre la ladera (figura 9). En general, se trata de piezas constructivas trabajadas en granodiorita de forma prismática y rectangular (figura 13). En promedio sus dimensiones varían de 0.80 m a 2 m de largo, 0.45 m de ancho y 0.40 m de altura. Por su factura se trata de materiales constructivos de alta calidad. Estos fueron hallados en posiciones no estructurales sobre terrenos no aptos para una edificación, por tal motivo se infiere que cuando eran trasladados desde la parte baja del cerro Buenavista fueron abandonados ahí por razones desconocidas. *Sector C. Se ubica al norte de la plataforma principal del sitio arqueológico (Sector A), sobre la cima de una colina de contornos irregulares y topografía abrupta (figura 5). En esta
área se registró 20 recintos, espacios abiertos, muros perimétricos y elementos líticos trabajados y dispersos de manera irregular. Las estructuras de los recintos fueron construidas con roca granodiorita canteada, ligeramente labrada y unida con argamasa de barro. Los 20 recintos son de un solo nivel, con plantas rectangulares simples, sin hastiales o salientes y en general con un solo vano de acceso. Las edificaciones de mayor volumen exponen una longitud orientada de este a oeste y vanos situados en los lados norte o sur. Por su parte, los demás recintos, como los 11-12, mostraron plantas proyectadas de norte a sur, con esquinas curvas y con vanos de acceso orientado al este (figura 14). La mayoría de los recintos se articulan alrededor de espacios abiertos, forman agrupamientos independientes y se comunican mediante accesos y pasajes (figura
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Figura 9. Plano del Sector B del sitio arqueolรณgico Inca Perqa. Dibujado por Yuri Fuentes en 2010.
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15). Todas las edificaciones son uni-espaciales y se infiere que la mayoría de ellas sirvieron como viviendas, sobre todo por la presencia de numerosos morteros asociados a los recintos, lo que indica el procesamiento de granos y, por consiguiente, la existencia de unidades domésticas. *Sector D. Se ubica al extremo norte del sitio arqueológico. Se compone por siete terrazas naturales ascendentes, que rematan en una plataforma semicircular, y por tres estructuras funerarias distribuidas en la primera, tercera y quinta terraza (figura 16). La plataforma semicircular consiste en un espacio abierto de 20 m de largo por 16 m de ancho. Sobre ella se observó, a nivel de cimentación, una estructura
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semicircular de 6.90 m por 8.80 m, formada por un muro de 0.80 m ancho, el cual fue edificado con roca granodiorita de dimensiones y formas variadas. Las estructuras funerarias presentan las mismas características constructivas y de diseño que las halladas en el Sector A. La estructura funeraria número 03, por ejemplo, presenta una planta semicircular con muros remanentes en sus cimientos, cuyo diámetro externo es 2.20 m. No obstante, debido a su condición actual, el ancho del muro no pudo ser determinado. Wamaniray Se ubica al suroeste del poblado de Colca y a 4100 msnm. El área comprende un terreno agreste, conformado por pampas, cerros, colinas
Figura 10. Vista general del acueducto, Sector B, del sitio arqueológico Inca Perqa. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
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y quebradas, donde predominan las formaciones rocosas de origen volcánico (granodiorita). Por su altitud, corresponde a la región Puna de clima frio, viento fuerte y alta precipitación pluvial por temporadas. Wamaniray se extiende sobre tres cerros, los cuales han permitido establecer una división natural en sectores (figuras 17 y 18): • Sector A (cerro Sachayocpata). Recintos, estructuras funerarias y muros de sostenimiento con sus respectivas plataformas. • Sector B (cerro Chawana). Recintos. • Sector C (cerro Machuwasi). Recintos y estructuras funerarias. *Sector A. Se localiza a 4080 msnm y comprende un terreno inclinado con talud hacia el sur. En superficie se evidenció arquitectura, compuesta por edificaciones con planta rectangular de grandes dimensiones, y construcciones con planta semicircular, algunas de carácter funerario. También se documentaron muros de
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contención para plataformas sobre las cuales se levantaron las edificaciones mencionadas (figura 19 y 20). Un ejemplo de arquitectura con planta semicircular es el recinto 06 (figura 21), ubicado al este del Sector A. Este tiene 7.16 m de diámetro externo, la estructura del muro tiene 0.80 m de ancho y presenta una alzada máxima de 0.70 m (al norte). El vano de acceso, del cual sólo quedan las bases, está orientado hacia el este y tiene 0.60 m de ancho. La mampostería es rústica, elaborada con piedras de campo. Una excavación clandestina de 1 m de profundidad en el centro del recinto permitió advertir que la ocupación arqueológica tiene un espesor aproximado de 0.40 m, existiendo cerámica llana en los perfiles del pozo como en la superficie del recinto. Otra edificación con planta semicircular es la estructura funeraria 01 (figura 22), ubicada en la parte superior de Sector A o Sachayocpata. Tienen un diámetro externo de 2.44 m, una altura de 1.05 m (en su muro frontal) y 1.10 m (en su
Figura 11. Andenes 05, 06, 07 y 08 localizados sobre una ladera de topografía irregular. Sector B del sitio arqueológico Inca Perqa. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
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Figura 12. Paramento del andén 3, con aparejo rustico elaborado en roca granodiorita. Sector B del sitio arqueológico Inca Perqa. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
Figura 13. Una de las 15 rocas trabajadas en forma prismática, sueltas sobre la ladera del Sector B del sitio arqueológico Inca Perqa. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
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Figura 14. Recinto del Sector C del sitio arqueológico Inca Perqa. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
parte posterior). Muestra un pequeño vano de acceso cuadrangular orientado al noreste y tiene 0.50 m de alto, desde la superficie del suelo al dintel, y 0.40 m de ancho. Debido a sus dimensiones, especialmente la altura de la edificación, el tipo de vano y la singularidad de la estructura, se infiere que se trata de una tumba, de tipo chullpa. Lamentablemente todas estas construcciones fueron saqueadas, por lo que no hay vestigios culturales en sus interiores. La mampostería de la arquitectura funeraria es rústica, el material utilizado fueron bloques irregulares de piedras de campo, granodiorita, unidos con argamasa de barro. La cubierta tiene una sección convexa (tipo cúpula) lograda por la acumulación de material lítico y argamasa. *Sector B. Localizado a 4110 msnm y al noreste del Sector A. Se trata de un terreno de
relieve llano y ondulado, sobre el que se distribuyen numerosas estructuras arqueológicas de plantas semicirculares (figura 23). El recinto 03 (figura 24) expone una estructura de 5.49 m de diámetro interno, cuyo muro tiene un ancho de 0.64 m y una altura máxima de 0.32 m por el lado norte. Aunque la edificación está desestructurada, su vano de acceso es observable. Este está orientado al norte y posee un ancho de 0.80 m. La mampostería usada en su construcción es rústica. *Sector C. Localizado a 46.50 m al este del Sector B y sobre los 4118 msnm (figura 25). El área es tipo pampa, con una ligera inclinación de oeste a este, sobre la cual se observó arquitectura con planta rectangular, circular y semicircular. Un ejemplo de edificación con planta rectangular es el recinto 07, el cual tiene 4.07 m de largo, 3.16 m de ancho y un espesor de muro de 0.60 m.
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Figura 15. Uno de los accesos al área de recintos, Sector C del sitio arqueológico Inca Perqa. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
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Figura 16. Plano del Sector D del sitio arqueolรณgico Inca Perqa. Dibujado por Yuri Fuentes en 2010.
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Figura 17. Vista satelital del sitio arqueológico de Wamaniray, con sus tres sectores identificados. Imagen tomada de Google Earth 2018.
Además, cuenta con un vano de acceso orientado hacia el sur, cuyo ancho en la base es de 0.80 m. Otras edificaciones en este sector tienen planta semicircular y son tipológicamente similares a las del Sector A (figura 26). El material empleado para la construcción de todas estas edificaciones fue la roca granodiorita, de forma y tamaño variado, unida con argamasa de barro. Otras estructuras de planta semicircular, en este sector, están emplazadas y agrupadas en espacios abiertos al sureste, de donde se tiene una visión panorámica de las colinas y pampas aptas para el cultivo y pastoreo de camélidos. La estructura 04 (figura 27), por ejemplo, expone planta circular con un diámetro exterior de 3.83 m, un ancho de muro de 0.50 m y una altura máxima de 1.50 m. El vano de acceso se orienta al suroeste y es de forma rectangular, con un ancho en la base de 0.46 m y una altura 0.80 m. Presenta también soleras o voladizos que sobresalen del muro entre 0.13 m y 0.20 m, encontrándose a una altura de 0.80 m del nivel de piso actual. Aunque arquitectónicamente estas edificaciones son similares a las
tumbas del Sector A, sus dimensiones son algo mayores, sobre todo el diámetro de sus estructuras y de sus vanos de acceso, lo que podría tener implicancias funcionales. No obstante esta variación, mantenemos la hipótesis que se trata de edificaciones funerarias tipo chullpas. Arkipeña Se ubica a 3810 msnm y al noreste de Colca (figura 28). El área presenta una importante concentración de evidencia monumental, cuyo entorno natural incluye terrenos húmedos y verdosos, así como fuentes hídricas (manantes de agua). El sitio fue dividido en dos sectores (figura 29): • Sector A. Recintos y muros de contención. • Sector B. Estructuras funerarias. *Sector A. Localizado en la cima del sitio arqueológico de Arkipeña. Está integrado por cuatro recintos de planta circular, una sucesión de muros de contención o sostenimiento, distribuidos según la morfología del terreno, y un muro delimitante que rodea todo su perímetro, el cual tiene un acceso orientado al sur donde se ubica el Sector B. Las cuatro edificaciones en planta
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Figura 18. Plano del sitio arqueológico de Wamaniray. Dibujado por Ely Ramos y Fernando Vilca en 2010.
circular son del mismo tipo arquitectónico y pueden ser ejemplificadas por el recinto 02 (figura 30), el cual tiene un diámetro externo de 7.20 m y un ancho de muro de 0.50 m. Casi toda la estructura se halla a nivel basal y no se evidencia el vano de acceso, sin embargo se puede determinar que su construcción fue realizada con rocas granodioritas unidas con argamasa de barro. El estado de conservación es malo en todas las edificaciones, las cuales están cubiertas por vegetación arbustiva, lo que ha evitado realizar observaciones más detalladas. *Sector B. Soporta diversas estructuras funerarias emplazadas sobre plataformas habilitadas con muros de contención. Estas edificaciones son del mismo tipo arquitectónico que las tumbas de Inca Perqa, es decir, de planta semicircular y circular, con un diámetro externo menor a los 2 m, de poca altura al suroeste y con un vano de acceso. Una de estas edificaciones, la 10, presenta planta semicircular con 1.50 m de diámetro externo y un ancho de
muro de 0.80 m. Al interior de la estructura existe una cámara rectangular cuyo fondo es un afloramiento rocoso. El material constructivo es roca granodiorita unida con argamasa de barro. El estado de conservación es regular, toda la estructura está cubierta por vegetación arbustiva (figura 31). Discusión Desde el punto de vista metodológico, creemos que la prospección arqueológica practicada ha dado excelentes resultados, siendo el mayor de todos el descubrimiento y documentación de tres sitios arqueológicos del Perú antiguo en un radio de 30 ha, lo que fue el objetivo primario de nuestra investigación. La prospección, al cubrir toda el área, facilitó la identificación de muchos elementos arqueológicos en superficie, sobre todo la variación de rasgos arquitectónicos monumentales y diversos materiales y artefactos de menor escala, lo que permitió sectorizar y describir los tres sitios arqueológicos.
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En general los sitios mostraron diferencias significativas, como la forma de los asentamientos, la distribución de sus elementos arquitectónicos o la presencia de componentes estructurales específicos (por ejemplo la existencia de un acueducto en Inca Perqa); lo que quizá pueda indicar funciones diferenciadas entre los mismos. Sin embargo, esta diferencia tal vez es sincrónica, debido a que los asentamientos mostraron, a su vez, rasgos culturales similares, como la existencia de recintos en planta circular, la presencia de edificaciones funerarias con construcciones y escalas parecidas en todos los sitios, o el tipo general de aparejo rustico aplicado a la construcción de estas evidencias; lo que nos permite proponer la hipótesis que los asentamientos fueron contemporáneos o traslaparon su tiempo de uso en algún momento del pasado. De los tres sitios, Inca Perqa destaca por su gran complejidad constructiva, encontrándose acueductos, andenes, plataformas, conjuntos de probables viviendas agrupadas y
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construcciones funerarias; lo cual sugiere la existencia de una multiplicidad de actividades dentro del asentamiento. Las plataformas merecen una mención especial, ya que han sido edificadas sobre promontorios naturales al sur y norte del asentamiento (figuras 5, 6 y 16). En nuestra tesis de licenciatura en arqueología (Ramos y Vilca 2011), propusimos que estas plataformas serían “ushnos”, similares al que se encuentra en Choquequirao (Echevarría y Valencia 2011). Sin embargo, luego de revaluar nuestras ideas iniciales, consideramos que más bien se tratarían de plataformas del periodo Intermedio Tardío, como las que se encuentran en la zona de Yanama, Vilcabamba (Frost y Floerke 2016). Esta reevaluación también ha tomado en cuenta el caso del ushno de Choquequirao, que también se trataría de una plataforma del Intermedio Tardío (Echevarría, Monrroy y Alccocontor 2018). La función de las plataformas de Inca Perqa nos es todavía desconocida. Wamaniray, por su ubicación, la presencia de una gran estructura de planta cuadrangular y la
Figura 19. Plano del Sector A, Cerro Sachayocpata, sitio arqueológico de Wamaniray. Dibujado por Yuri Fuentes en 2010.
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Figura 20. Edificación grande de plata rectangular en el Sector A del sitio arqueológico de Wamaniray. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
Figura 21. Recinto 06 en el Sector A del sitio arqueológico de Wamaniray. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
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dispersión de recintos con plantas circulares, que incluye tumbas, parece corresponder a un asentamiento de menor complejidad que Inca Perqa, tal vez relacionado a actividades económicas en zona de puna, dado su condicionamiento medioambiental. Del mismo modo, Arkipeña muestra evidencias de recintos domésticos y tumbas, estas últimas en mayor cantidad que los recintos habitacionales, lo que podría indicarnos que en este sitio existió una preferencia para la ubicación de estructuras funerarias. No obstante, por la variación en la arquitectura, se entiende que los asentamientos cumplieron funciones mixtas que, por falta de excavación, no podemos determinar con mayor exactitud. Un elemento cultural que no hemos tomado en cuenta en toda la descripción es la cerámica, la cual fue hallada en superficie y en baja densidad en todos los sitios examinados. Durante nuestra prospección, salvo algunos fragmentos de estilo Inca hallados en Inca Perqa, no se encontraron tiestos con decoración diagnóstica
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Figura 22. Estructura funeraria 01 del Sector A del sitio arqueológico de Wamaniray. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
Figura 23. Plano del Sector B, cerro Chawana, del sitio arqueológico de Wamaniray. Dibujado por Yuri Fuentes en 2010.
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Figura 24. Recinto 3, Sector B, cerro Chawana, sitio arqueológico de Wamaniray. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
Figura 25. Sector C, cerro Machuwasi, sitio arqueológico de Wamaniray. Dibujado por Yuri Fuentes en 2010.
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Figura 26. Recinto 10. Sector C, cerro Chawana, sitio arqueológico de Wamaniray. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
Figura 27. Estructura funeraria 04, Sector C, cerro Chawana, sitio arqueológico de Wamaniray. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
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Figura 28. Vista panorámica del sitio arqueológico de Arkipeña, captada desde el centro poblado de Colca. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
en ningún sitio, lo que limitó una asociación cultural y cronológica a partir de ese artefacto. La cerámica llana, no obstante, tiene una distribución similar en los tres sitios, especialmente en las áreas con edificaciones con planta rectangular y circular, lo que parece indicar contextos domésticos, pero todavía se requiere mayor análisis al respecto. Un rasgo arquitectónico relevante lo constituye la existencia de las plataformas elevadas en Inca Perqa, que parece indicar una relación cultural entre este sitio y los asentamientos tardíos de la cuenca del Yanama, en Vilcabamba; o con el sustrato pre-inca de Choquequirao en la cuenca del Apurímac; lo que nos permite vincular cronológicamente estos asentamientos. Como en todos los casos mencionados, la cerámica local no está definida por su estilo, por lo que no es, por ahora, un elemento diagnóstico para una correlación cronológica. Como se ha mencionado, se han hallado
escasos fragmentos cerámicos vinculados al estilo Inca, los que parecen ser el único indicador, por ahora, de la presencia cuzqueña en la zona. No existe ningún vestigio arquitectónico de tipo Inca (en su planeamiento o mampostería) en ninguno de los sitios examinados, y lo más cercano a una construcción de alta calidad estaría dada por los bloques de granodiorita finamente labrados encontrados en Inca Perqa, pero estos carecen todavía de un contexto arqueológico que permita su adecuada interpretación. Hasta aquí, no tenemos evidencia que los asentamientos hayan sufrido alguna transformación durante el Horizonte Tardío, y cualquier relación específica con los incas debe ser aún dilucidada, sobre todo con excavaciones controladas en la zona. Colofón Pensamos que la prospección de superficie, más allá del descubrimiento de los tres sitios arqueológico revisados, ha aportado datos consistentes
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Figura 29. Vista satelital del sitio arqueológico de Arkipeña, con sus dos sectores aislados. Imagen tomada de Google Earth 2018.
Figura 30. Recinto 02, Sector A del sitio arqueológico de Arkipeña. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
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Figura 31. Estructura funeraria 10, Sector B del sitio arqueológico de Arkipeña. Fotografía tomada por Fernando Vilca en 2010.
para la caracterización de estos monumentos, exponiendo sus semejanzas y diferencias, sobre todo a nivel arquitectónico y constructivo. Esto nos ha permitido plantear hipótesis de sincronía entre asentamientos, a lo que se puede agregar la probabilidad de que correspondan a un sistema de asentamientos en la zona; cuestiones que podrán ser mejor resueltas con una caracterización cerámica, y sin duda, con excavaciones arqueológicas. La excavación de las estructuras, que se presumen de carácter doméstico o funerario, puede ayudar a corroborar los planteamientos funcionales vertidos respecto a la arquitectura de estos sitios, los que se han basado en pocos indicadores culturales; por ejemplo la
existencia de morteros o cerámica llana dentro de los recintos de planta rectangular o semicircular; o las dimensiones y escala para los edificios que se presumen funerarios. Aunque estimamos que nuestra interpretación es correcta, esta debe ser corroborada con más evidencia. Aunque no se encontraron pruebas de una ocupación Inca en la zona, la existencia de algunos fragmentos cerámicos de este estilo estaría indicando una conexión cultural entre los grupos locales y el expansivo imperio cusqueño. Como vimos en los antecedentes, a nivel etnohistórico hay referencias sobre los pueblos de Cotabambas y los incas, pero estamos lejos de corroborar cualquier información de este tipo. Por ahora, la relación cultural de mayor alcance se encuentra
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entre las plataformas de Inca Peqa y las halladas en la cuenca del río Yanama y en Choquequirao en Vilcabamba, que corresponden al periodo Intermedio Tardío. En este último sitio, la plataforma funcionó en plena ocupación cusqueña de la zona. Bibliografía ARROYO ABARCA, Patricia. 2016. Arte rupestre en Llapllaq’ata-Tambobamba y su configuración geográfica. Arqueología y Sociedad, Nro. 32: 251-266. Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima ARROYO ABARCA, Patricia, 2017. El patrimonio arqueológico del distrito TambobambaApurímac y sus perspectivas de gestión. Tesis para optar el Grado Académico de Magíster en Gestión del Patrimonio Cultural. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. BOLÍVAR HUAMANI, Juan, 2014. Excavaciones en las Unidades 3 y 6 de Acjchiñacha: Sitio de Entierros Prehispánicos en la Microcuenca del río Fuerabamba-Cotabambas, Apurímac. Tesis para optar el Título Profesional de Licenciado en Arqueología. Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Ayacucho. CABREL PALOMARES, Daniel, 2007. Proyecto de evaluación y delimitación arqueológica con excavaciones, Las Bambas-Apurímac. Informe Final al Instituto Nacional de Cultural. Lima. CAMPOS CURIMANA, Raúl, 2005. Proyecto de Evaluación Arqueológica de Reconocimiento sin Excavaciones, Proyecto de Exploración Las Bambas. Informe Final al Instituto Nacional de Cultura. Lima. GARCILASO DE LA VEGA, Inca, 2009 [1609]. Primera Parte de los Comentarios Reales de los Incas. [online] Museogarcilaso.pe. Disponible en: http://museogarcilaso.pe/mediaelement/pdf/3-ComentariosReales.pdf [Consultada el 15-11-18, 20:46 hrs]. ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi y Zenobio VALENCIA, 2011. Choquequirao, un asentamiento imperial cusqueño del siglo XV en la Amazonía andina. Revista Haucaypata, Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 2: 32-43. Lima.
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ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi; MONRROY QUIÑONES, Luz Marina y Eulogio ALCCACONTOR, 2018. Guía Arqueológica de Choquequirao, Cuzco, Perú. En prensa. FROST, Peter y Kevin FLOERKE, 2016. Un contexto para Choquequirao. Exploraciones en la cuenca del río Yanama. En Vilcabamba entre Arqueología, Historia y Mito: 38-53. (Editado por Jean-Jacques Decoster y Mariusz Ziólkowski). Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas. Cuzco. GUTIÉRREZ CORREA, Alexander, 2014. Excavaciones Arqueológicas en el Asentamiento de Panchama “A”, Challhuahuacho. Tesis para optar el Título Profesional de Licenciado en Arqueología. Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Ayacucho. PULGAR VIDAL, Javier 1946. Historia y Geografía del Perú, Tomo I. Las Ocho Regiones Naturales del Perú. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. RAMOS AYALA, Ely y Nicolas Fernando VILCA ARAPA, 2011. Prospección Arqueológica en el Cerro Buena Vista Colca-Cotabambas- Apurímac. Tesis para optar al Título Profesional de Licenciados en Arqueología. Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco. Cuzco.
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La ocupación Wari y el culto Inca a Viracocha en Raqchi, Cuzco1 Bill Sillar b.sillar@ucl.ac.uk Emily Dean deanE@suu.edu Amelia Pérez Trujillo ameliaptrujillo@gmail.com
Resumen El sitio arqueológico de Raqchi es más conocido por su gran edificio Inca, identificado como el “Templo de Viracocha” por fuentes virreinales. El sitio también incluye un sector con 152 estructuras circulares interpretadas como colcas incas por autores que nos preceden. Sin embargo, aunque se ha registrado cerámica incaica al interior de algunas de ellas; la cerámica utilitaria, los restos botánicos carbonizados y los fogones registrados en sus pisos tienen filiación Wari (Horizonte Medio). Por ello, sugerimos que este sector de Raqchi funcionó como un complejo Wari para grupos temporales de trabajo, similares a los evidenciados en los sitios arqueológicos de Pikillacta y Azángaro, lo que a su vez sugiere un aspecto coercitivo en la colonización Wari. Esto lleva a una reevaluación del culto Inca a Viracocha y de la reutilización ritual de los sitios estatales Tiahuanaco y Wari durante el Horizonte Tardío. Palabras clave: Wari, Inca, almacenamiento, trabajo, control, ritual. Abstract The archaeological site of Raqchi is mostly known for its grand Inca edifice., identified in vice royal archives as the ‘Temple of Viracocha’. The site also includes a sector with 152 circular structures interpreted as Inca colcas (storehouses) by earlier authors. Nevertheless, even though Inca pottery has been found in some of these, the utilitarian pottery, the carbonized botanic remains, and the firepits found in their floors have a Wari affiliation (Middle Horizon). It is for this reason that we suggest that this sector of Raqchi functioned as a Wari facility for contemporary labor groups, similar to those identified at the sites of Pikillacta and Azangaro; which suggests a coercive aspect in the Wari colonization of this area. This indicates that a reevaluation of the Inca cult of Viracocha is necessary, in a similar way as is evident in the ritual re-use of the sites of Tiahuanaco and Wari during the Late Horizon. Keywords: Wari, Inca, storage, work, control, ritual. Introducción Raqchi, al que los incas llamaron Cacha, se encuentra en la base del pequeño volcán extinto Kinsich’ata, a orillas del río Vilcanota, a 3480 msnm y a 110 km al sur de Cuzco (latitud 14° 10’ 488’’ / longitud 71° 22’ 198’’) (figura 1). En la actualidad el remanente del complejo Inca de Raqchi tiene una pared de 12 metros de alto, que evidencia un muro fino de estilo poligonal
en la base, rematado por grandes adobes rectangulares (figura 2). Esta pared forma un muro medianero que soporta el techo de un edifico rectangular de 92 m de largo, que Garcilaso de la Vega (1989: 290 [1612: Cap. XXII]) describió como el “templo” de Viracocha. Además, el complejo Inca incluye un pequeño lago artificial, una plataforma 1 Traducido del inglés al español por Eliza Orellana.
SILLAR, Bill; DEAN, Emily y Amelia PÉREZ TRUJILLO, 2019. La ocupación Wari y el culto Inca a Viracocha en Raqchi, Cuzco. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 14: 55-89. Lima.
Bill Sillar, Emily Dean y Amelia Pérez Trujillo La ocupación Wari y el culto Inca a Viracocha en Raqchi, Cuzco
Figura 1. Mapa de la ubicación de Raqchi y de otros sitios mencionados en este artículo.
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Figura 2. Vista central de la zona arqueológica próxima a la localidad de Raqchi. La pared central del “templo” Inca y el sector “Yanacancha” (R1) se muestran en primer plano, con el sector de las estructuras circulares (R3), incluyendo los edificios restaurados al fondo.
elevada y una línea de edificios regulares dispuestos alrededor de patios (figura 3) (Gasparini y Margolies 1980: 234-55; Niles 1999: 23653; Sillar 2002). Raqchi también cuenta con un gran recinto amurallado (designado con el código del sitio R3) con 10 filas de estructuras circulares de casi 8 m de ancho. Este conjunto de 152 edificios circulares con puertas estrechas, suele identificarse como un grupo de colcas, edificios utilizados por los incas para almacenar alimentos, cerámica, tejidos e implementos militares. Este artículo explica cómo nuestra prospección, excavación y análisis revelaron que estas estructuras datan del Horizonte Medio, y explora las implicaciones de estos datos para la comprensión de la política Wari e Inca en Raqchi. Sugerimos que Raqchi es similar a los sitios de Pikillacta y Azángaro y que sus estructuras circulares se utilizaron como viviendas para los trabajadores del estado Wari. Si esto
es correcto, tendría implicancias significativas para la comprensión de la economía Wari. Hay una cantidad considerable de construcciones del Horizonte Medio en el área de Raqchi, que incluyen sitios focalizados en la producción agrícola (como el sitio de Yanamancha, ubicado a 800 m al sureste) y un sitio del periodo Formativo, que se convirtió en el foco de la actividad de la elite del Horizonte Medio (tabla 1). Esto tiene implicancias adicionales para la comprensión del posterior culto Inca a Viracocha, asociado con varios sitios del Horizonte Medio. Sugerimos que la anexión de estos sitios Wari y Tiahuanaco, y su desarrollo como sitios de culto Inca, contribuyó a la motivación y justificación de la expansión del Tahuantinsuyo. Sin embargo, las construcciones incas, con arquitectura monumental y grandes espacios públicos abiertos, son muy distintos a la arquitectura Wari, la cual controlaba a sus ocupantes con un enfoque mucho más restringido en los rituales de la elite.
Bill Sillar, Emily Dean y Amelia Pérez Trujillo La ocupación Wari y el culto Inca a Viracocha en Raqchi, Cuzco
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Figura 3. Plano de las evidencias arqueológicas visibles en el área central de Raqchi. R1: “Templo” y “Yanacancha”. R2: Cocha-lago artificial con “baños” incas. Sector R3. R4: plataforma elevada sobre terraza Inca. R5: pequeño recinto Inca “Carcel Rakay”. Plano finalizado en julio de 2001.
Tabla 1: Cuadro cronológico.
Construcción Inca en Cacha Cuando los incas empezaron a expandirse hacia al sur, hacia el Lago Titicaca, formaron una alianza con el grupo étnico Canas, que conservó
un alto nivel de autonomía y prestigio mientras brindaba a los cuzqueños ayuda militar crucial (Sillar y Dean 2004). Varios autores españoles e indígenas de la época virreinal mencionan
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a Cacha, ahora conocido como Raqchi, dentro del territorio de los Canas y varios de ellos describen la construcción Inca del “templo” de Viracocha (Garcilaso de la Vega 1989: 290 [1612: Cap. XXII]). Juan de Betanzos (1996: 175 [1557: Cap. XLV]) menciona que Huayna Cápac ordenó la construcción de un “gran edificio”, donde la estatua de Viracocha debía ser colocada, al lado de los albergues para mamaconas y yanaconas. Hoy en día podemos identificar la construcción de estilo Inca en los sectores centrales del sitio arqueológico de Raqchi, en particular el “templo” y una serie de edificios muy regulares a manera de patios que se conocen como “Yanacancha”, nombre dado por Manuel Chávez Ballón en la década de 1960 (Taca 2003 y Sillar y Dean 2004). La escala de estos edificios y el uso de
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grandes adobes sugieren que se construyeron tardíamente, durante el desarrollo de la arquitectura Inca. Susan Niles (1999) identificó similitudes con el uso monumental del adobe en la hacienda de Huayna Cápac en Quispiguanca. En Raqchi se recolectaron y dataron dos muestras de ichu incorporados en el adobe del templo (OxA12146, ichu, 462 + / - 21, cal 2σ AD 1435-1497) y en el mortero de una estructura de Yanacancha (OxA- 12145, ichu, 472 + / -21, cal 2σ AD 14301484) (Higham et al. 2007 y Sillar y Dean 2004) (tabla 2). Estas fechas parecen algo tempranas, pero son más o menos compatibles con las fechas sugeridas por John Rowe para el gobierno de Huayna Cápac, el último gran gobernante Inca (1493-1528 dC). Con anterioridad sugerimos que, además de ser un centro ritual, Cacha (Raqchi) pudo haber
Tabla 2: Fechados Radiocarbónicos (C14) mencionados en el texto. Nota: Todas las fechas se han procesado utilizando OxCal v4.1.1 Bronk Ramsey (2009), r: 5 SHCal04 curva atmosférica del hemisferio sur (McCormac et al. 2004) y se muestra al 95.4% de probabilidad (la curva de calibración del Sur ha dado fechas calibradas un poco más tardías que las publicadas previamente por Sillar y Dean 2004).
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Figura 4. Templo de Yanacancha en relación a las estructuras circulares del sector R3 de Raqchi. Plano elaborado por Squier (1877: 411).
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Figura 5. Detalle del sector R3 con los códigos alfanuméricos para la identificación de las 152 estructuras circulares y la ubicación de las unidades de excavación. El largo edificio rectangular al suroeste del sector se evidenció durante las excavaciones de Pedro Taca en 2003.
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Figura 6. Dibujo de Guaman Poma de Ayala (1980: 309 [1615: 335]) que muestra colcas circulares dispuestas a manera de filas muy pegadas, cuyos vanos de acceso están orientados a una sola dirección.
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funcionado como sitio seguro donde las provisiones podían conservarse con el fin de responder con rapidez ante cualquier posible rebelión de la región del Lago Titicaca (Sillar y Dean 2004). Cacha (Raqchi) parece incluir muchas de las características fundamentales que esperamos de un centro administrativo Inca: estaba anexado a un tramo del Cápac Ñan, contaba con una gran plaza, una plataforma elevada y, al parecer, incluía un conjunto impresionante de almacenes (colcas). Al igual que otros grandes sitios administrativos incas, como Hatunqolla (Julien 1983) y Huánuco Pampa (Morris y Thompson 1985), parecía que Cacha fue construido por los incas en un terreno relativamente desocupado. Nuestra investigación de las “supuestas colcas incas” de Cacha nos ha obligado a revisar radicalmente algunos aspectos de estas interpretaciones. Investigaciones anteriores y trabajos de restauración en Raqchi El registro moderno y las investigaciones en Raqchi se originan con la descripción del sitio hecha por Squier (1877). Manuel Chávez Ballón (1963) trabajó en Raqchi en varias ocasiones y sus trabajos incluyeron excavaciones en el extremo sur del templo. Años después, se emprendió un proyecto español dirigido por Manuel Ballesteros Gaibrois (Ballesteros 1981 y 1982 y López y Sebastián 1981) en asociación con el Instituto Nacional de Cultura (INC). En 1978 y 1979 Oscar Núñez del Prado (1962) realizó excavaciones y restauró la zona de Yanacancha. Otras intervenciones realizadas por el INC, a cargo de Pedro Tacca Chunga (19941995 y 2003-2005), Alicia Quirita Huaracha (1996) y Washington Camacho Merma (19992002) exploraron y restauraron Raqchi. En 1864, cuando Raqchi empezaba a ser reocupado, Squier (1877: 411) realizó diversas ilustraciones del sitio (figura 4) y describió el área con estructuras circulares (R3): “Al exterior de la pared periférica hay ciento veinte estructuras circulares, cada una de ellas de veintisiete pies de diámetro, dispuestas en diez filas de doce estructuras, las calles o pasajes entre ellas tienen un ancho de doce pies. Cada estructura tiene una puerta que da hacia la calle, pero están dispuestas de tal manera que las puertas no están frente a frente. Estos edificios redondos son relativamente toscos, y se construyeron
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con bloques de lava. Interiormente muestran muy poco intento de ornamentación”. Hasta antes de la década de 1940, la mayoría de las estructuras circulares estaban cubiertas debido a las actividades agrícolas y a la construcción de campos de cultivo modernos, por lo que Luis Pardo (1946: 90) sólo pudo ver a dos de ellas, a pesar de que era consciente de la estimación de las 120 estructuras hecha por Squier. Desde la década de 1960, el sector R3 ha sido limpiado, excavado, registrado y restaurado, incluyendo los trabajos arqueológicos, en las décadas de 1940 y 1960, supervisados por Chávez Ballón. En 1978 y 1979, Oscar Núñez del Prado supervisó la restauración de tres de las estructuras circulares y la limpieza de una gran zona de la superficie, que reveló casi 40 estructuras circulares. En la década de 1980 el cálculo del número de las colcas aumento a 80 (Hemming y Ranney 1982: 193). El trabajo de Pedro Tacca Chunga, entre 1993-1995, fue significativo porque despejó un área importante que reveló los cimientos de otras colcas enterradas. Pedro Taca (2003) también realizó la restauración completa de los muros de siete estructuras del lado norte y la significativa reconstrucción hipotética de las del lado occidental, basado en el diseño de los vanos de acceso y ventanas altas de las estructuras mejor conservadas al este. Entre 2001 y 2002 parte de la pared del perímetro exterior del sector R3 fue restaurado bajo la dirección de Washington Camacho. Una revisión del diseño de Raqchi En 2001 Bill Sillar, Hugo Reynaga y Herbeth Reynaga registraron toda la evidencia visible de los muros y de los cimientos del sector amurallado R3 de Raqchi (figura 3). En la parte sur de este sector, algunas de las estructuras circulares fueron identificadas gracias a pequeñas secciones de muros de cimentación, expuestas por las trincheras de evaluación de 2 x 2 m excavadas por Pedro Tacca. Aunque el diámetro de algunas edificaciones es difícil de comprobar, hay evidencia suficiente para asegurar la existencia de 152 estructuras circulares en el gran sector R3. Estas estructuras están dispuestas en 10 filas, orientadas de noreste a suroeste, más otra fila ubicada al norte del sector (a 90° en relación a las otras 10 filas). El acceso al corredor principal es restringido y pasa por el medio de R3. En la actualidad se puede acceder a él a través de tres vanos en el lado norte de la muralla. Es difícil asegurar si
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todos estos vanos son originales, ya que la muralla ha recibido varios trabajos de restauración. Además, la pared sur de R3 está destruida en gran medida y no sé sabe si en algún momento hubo otras entradas. Con el fin de facilitar su identificación, dimos a cada estructura circular de R3 un código de letras y números. De norte a sur, cada estructura se identificó en orden numérico, mientras que de oeste a este a cada estructura se le dio una letra en orden alfabético (figura 5). Cada una de las estructuras circulares tiene un tamaño cuasi regular, entre 8.5 y 9 m de diámetro exterior y 7.3 m de diámetro interior, con paredes de 1 a 0.8 m de ancho a nivel del suelo. El grupo de estructuras del lado noreste, ahora restauradas, son un poco más grandes, con menos de 10 m de diámetro externo. Hay 59 estructuras en las que la base del vano de acceso se conserva con suficiente claridad como para estar seguros de su tamaño original. Estos vanos tienen entre 0.55 y 0.70 m de ancho, disminuyendo hasta 0.6 o 0.4 m en la parte superior. Solo hay tres estructuras en las que la altura de los vanos se puede determinar en torno a 1.9 m por encima del nivel de suelo original. En los casos donde la altura del muro no se conservó, se aprecia una pared continua donde las posiciones de los vanos son regulares y claros como para plantear la hipótesis de que cada línea de estructuras tenía su vano de acceso orientado en la misma dirección (figura 5). Sólo las estructuras 3G y 3H conservan las paredes a una altura suficiente como para evidenciar las ventanas altas (de aproximadamente 0.3 por 0.6 m), con las probables bases de las segundas ventanas. Estas están situadas simétricamente en el lado opuesto del vano de entrada, aproximadamente a 2.3 m por encima del nivel de piso original. Una pared vertical delgada está dispuesta a ambos lados del pasillo central, ocultando las estructuras circulares. Aunque cada edificio se construyó como una estructura separada e independiente, estos fueron levantados tan juntos que es imposible, incluso para la persona más delgada, caminar entre ellos. En algunos lugares, donde este espacio era más amplio, se añadió mortero después de la construcción de los edificios circulares para cerrar el espacio: por ejemplo, entre cada una de las estructuras desde 9I hasta 12I. De esta manera, el movimiento dentro y
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Figura 7. Estructura 5E del sector R3 de Raqchi, excavada a nivel del suelo, con fogón a la derecha de la entrada y construido con barro colocado en la superficie del piso empedrado.
alrededor del sector fue muy restringido. En el conjunto rectangular de R3 hay una gran área, en el cuadrante suroeste, libre de edificios circulares. Un edificio largo y delgado, que recorre todo el lado norte de este espacio abierto, fue construido con piedras planas y mortero de barro. Asimismo, hay un espacio abierto significativo entre las estructuras circulares 11F y 12F (figura 5). Las excavaciones ahí confirmaron la ausencia de una estructura circular y la presencia de una pequeña estructura rectangular construida de manera rústica y colindante a la estructura 12F. Esta pequeña estructura rectangular controlaba el momento en que alguien entraba al complejo y tiene que decidir en qué dirección y hacia qué estructura circular se dirige.
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Nuestra hipótesis inicial sobre el sistema estatal Inca de almacenamiento en Raqchi En 1999 estábamos seguros de que el sector R3 fue una instalación de almacenamiento Inca, como así era interpretado en la mayoría de publicaciones que consultamos (P.e. Hemming y Rammey 1982: 193; Pardo 1946: 90; Snead 1992). Tanto estructuras circulares como rectangulares utilizadas para almacenamiento del estado Inca fueron descritas por varios cronistas españoles (P.e. Polo 1916: 59 [1571]; Sancho de la Hoz 1917: 194-195 [1532] (citado en Morris 1992: ix-x); Pizarro 1986: 99-100 [1571]; Murra 1975: 243-254) y se han
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estudiado una serie de ejemplos arqueológicos (P.e. Morris 1967, 1981 y 1982; D’Altroy 1992; D’Altroy y Hastorf 1984; Huaycochea 1994; Levine 1992; Snead 1992). La forma y el diseño del conjunto R3 se parece al dibujo de almacenes proporcionado por Guaman Poma de Ayala (1980: 309 [1615: 335]) (figura 6), el cual muestra estructuras circulares construidas y dispuestas ordenadamente con los vanos orientados a una sola dirección. Nuestra hipótesis sugiere que la disposición lineal y regular de las colcas facilitaba el registro de su contenido en quipus, como lo muestra Guaman Poma. Hernando Pizarro (1920: 175 y 178 [1533]) explica que cuando sus hombres quitaron los bienes
Figura 8. Dibujo de planta de la estructura de 5E. Muestra la ubicación de dos fogones y el suelo empedrado (diámetro interno 7.28 metros).
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de los almacenes incas, las personas encargadas de mantener los registros “desataron algunos de los nudos que tenían en la sección de depósitos [del quipu] y [volvieron] a atarlo en otra sección [del quipu]” (citado por Urton 2003: 3). Si el área abierta al suroeste del complejo de Raqchi se utilizó para clasificar y secar productos antes de su almacenamiento, entonces el pequeño edificio rectangular entre las estructuras 11F y 12F del sector R3 parece el lugar perfecto donde el quipucamayoc actualizaba los registros de los bienes que entraban y salían de los almacenes. En una visita a Raqchi, Gordon McEwan y Melissa Chatfield (comunicación personal 1999) sugirieron que el diseño de R3 tenía más en común con la arquitectura Wari que con la Inca. Ciertamente éramos conscientes de las diferencias notables entre Raqchi y los ejemplos de colcas incas mejor estudiados. Las estructuras circulares en Raqchi son algo más grandes que la mayoría de colcas circulares incas: 9 metros de diámetro en comparación con 5 metros en Huánuco Pampa. Las colcas incas, con recurrencia, son muy visibles y están bien ventiladas, debido a su ubicación en las laderas de los cerros, donde el aire fresco y seco de la sierra andina ayudó a preservar su contenido (Morris 1981; Protzen 1993; Sillar 1996: 283). Las estructuras circulares del sector R3 de Raqchi rompen este modelo al ubicarse en un área plana cerca al piso de valle, donde la gran muralla que las rodea limita el flujo de aire y evita verlas desde afuera. Al respecto, cronistas españoles, como Sancho de la Hoz (1917: 155-157 [1534]) y Pedro Pizarro (1921: 272-273 [1571]), informaron que una de las mayores zonas de almacenamiento en Cuzco, donde se guardaban los recursos militares, se escondía en Sacsayhuamán (Bauer 2004: 98-103). Dada la estrecha alianza de los incas con los canas, habíamos pensado que era muy probable que las colcas de Raqchi también pudieron ser utilizadas como lugar seguro para los suministros militares en caso de una rebelión Colla. Por ello, en 1999, planteamos que las variaciones en el sector R3 de Raqchi, en cuanto a localización y planificación, en referencia a otras colcas incas, podrían explicarse por las circunstancias específicas de la alianza de los canas con los incas. Pero ahora tenemos que reconocer y admirar la perspicaz y correcta interpretación
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planteada por McEwan y Chatfield. Investigando las “colcas” del sector R3 de Raqchi * Metodología de excavación Fue diseñada sobre la base de nuestras suposiciones de que las estructuras circulares del sector R3 correspondían a un sistema de almacenamiento incaico. Asimismo, nos valimos de los resultados de las excavaciones realizadas por el equipo de Pedro Taca, casi 50 trincheras abiertas en la década de 1990. Para ejecutar nuestro trabajo arqueológico, primero intentamos identificar los niveles de piso dentro de las estructuras y luego excavar pequeñas unidades exploratorias de 0.5 x 0.5 m, haciendo énfasis en la recolección de desechos de artefactos y muestras botánicas, con la esperanza de que las diferencias en los materiales recuperados pudieran ser usados para identificar la organización estratigráfica del sistema de almacenamiento. Asimismo, propusimos realizar una excavación en área, dentro de dos estructuras circulares, para ver si podíamos identificar alguna organización espacial, divisiones estructurales o los detalles de la construcción del piso, así como de su ventilación. Cuando comenzamos a limpiar las secciones de las excavaciones realizadas por Tacca, se hizo evidente que el arado agrícola y la remoción contemporánea de suelos habían eliminado los niveles de piso de la mayoría de las estructuras de R3. La aparente buena conservación de ellas era engañosa porque la mayoría fueron destruidas por debajo del nivel del suelo original. Solo porque sus cimientos son profundos es que se conservaron. A pesar de que no pudimos encontrar un nivel de piso intacto en nuestras excavaciones de las estructuras circulares 3B, 6B, 6C, 12F, 12G, 16G y 17G, logramos tomar muestras de pisos en otras estructuras 7B, 12B, 5E, 3F, 7G y 12I, en donde concentramos nuestras excavaciones. Las evidencias arqueológicas, sobre todo la cerámica, fueron embolsadas, lavadas y codificadas antes de ser estudiadas por Bill Sillar y Amelia Pérez Trujillo. Las muestras para el análisis arqueobotánico fueron procesadas, mediante flotación, por Helen García Luna, y los restos botánicos carbonizados fueron exportados, con permiso del INC, para ser analizados por Emily Dean, utilizando colecciones comparativas almacenadas en Berkeley. Por último, se presentó un informe de las excavaciones al INC (Sillar, Dean y Pérez Trujillo 2004).
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* Cimientos, pisos y fogones En algunas estructuras, donde las superficies de los pisos se conservaron, evidenciamos, por ejemplo, que una pared había colapsado sobre el piso y hallamos algunos fragmentos de cerámica y restos botánicos. Aparte de los huesos de camélido, registrados debajo del piso de la estructura 1J, evidenciamos restos de fauna pero ningún artefacto de metal. Por su parte, en la estructura 3F encontramos un depósito con alto porcentaje de cenizas y carbón. Mientras que en la estructura 7G hallamos un depósito muy fino de cenizas y carbón, asociado a gran cantidad de tubérculos carbonizados. En la
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estructura 12B descubrimos un depósito disturbado de ceniza. La presencia de dos fogones en la estructura 5E nos sorprendió, pero al momento de sus excavaciones comprobamos de que se trataban de evidencia virreinal (reutilización) (figuras 7 y 8). Las excavaciones que realizamos revelaron cimientos, de hasta 2 m de profundidad por debajo del nivel del piso, y zanjas de cimentación muy estrechas (figura 9). Al respecto, se puede sugerir que las 152 zanjas de cimentación de las estructuras circulares fueron realizadas antes de la construcción de las paredes, y que el material proveniente de estas zanjas proporcionó
Figura 9. Sección transversal y dibujo de planta de la estructura 3F de Raqchi. Se muestran sus cimentaciones profundas (diámetro interno 7.31 metros).
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Figura 10. La pared de la Colca 12 G de Raqchi corta una capa de ceniza volcánica de la erupción del Kinsich’ata. La ceniza cayó sobre una capa de turba oscura, que sugiere que esta área era un pantano inundado antes de la erupción del volcán.
gran parte del mortero para levantarlas, aunque a veces se utilizó material proveniente de otro lugar para nivelar la superficie y los pisos. Evaluaciones geológicas realizadas por Ruperto Benavente y David Jordan sugieren que en esta área había poca piedra volcánica, por ello se la trajo del volcán de Kinsach’ata (figura 10). En muchos casos se utilizó esta roca volcánica para hacer pisos empedrados, pero en otros, como en la estructura 7G, se identificó un suelo de tierra compactada. Durante nuestras excavaciones no registramos evidencias de ventilación o drenaje por debajo del suelo. * La cerámica y el “problema” de las tradiciones cerámicas de larga duración Los 1653 fragmentos de cerámica recuperados en nuestra excavación del sector R3 fueron limpiados, documentados y clasificados por su pasta, forma y decoración. Gran parte de ellos se encontró sobre, o cerca, de la superficie, incluyendo 393 fragmentos de cerámica moderna.
La cerámica proveniente de contextos fiables dentro de las colcas estaba muy fragmentada, la mayor parte tenía un diámetro menor a los 4 cm. Por ello, debido a que muchos fragmentos correspondían a cuerpos sin decoración de vasijas gruesas u ollas, la identificación de su época o filiación cultural fue difícil. Iniciamos el análisis de la cerámica con la clasificación de su pasta (apariencia de sus secciones fragmentadas, color de su arcilla, tamaño, forma de sus inclusiones y las condiciones de su cocción). De esta manera, a casi todos los fragmentos les asignamos un código de pasta. En algunos casos pudimos relacionarlos con un período particular, saber cuándo fueron fabricados y definir sus estilos de decoración. Sin embargo, la mayoría de las pastas fueron producidas durante largos períodos, caracterizándose por la abundancia de inclusiones gruesas de cuarzo C3 y C9. C9 fue la principal pasta utilizada durante el periodo Formativo. Se caracteriza por presentar una superficie bruñida, a menudo con
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Tabla 3: Conteo de fragmentos de cerámica por contextos y grupos de pasta, procedentes de la excavación de la Estructura 7G. Nota: Las pasta 3, 9, 12, son de uso común en el Horizonte Medio, los fragmentos de la pasta 29 son del periodo Formativo u Horizonte Medio, no estamos seguros de los orígenes de algunas de las otras pastas, pero suponemos que las pastas 53 y 54 son también del Horizonte Medio. Las pastas 34 y 43 son del periodo Inca (se registraron en el contexto 270 y 254).
Tabla 4: Conteo de fragmentos de cerámica por contextos y grupos de pasta, provenientes de la excavación de la Estructura 5E. Nota: La pasta 3 se utiliza comúnmente en el Horizonte Medio. Las pastas 5 y 8 son pastas exclusivas del Horizonte Medio, como puede ser la pasta 54. Las pastas 32 y 43, en el contexto de 211, 216 y 219, son del periodo Inca.
decoración incisa o con aplicaciones plásticas. En el Horizonte Medio se utilizaron C3 y C9 para hacer vasijas de base redonda sin decoración, de diferentes tamaños y su uso continuó durante el Intermedio Tardío (Dean 2005). En total registramos 524 fragmentos de C3 y 19 fragmentos de C9, muchos de ellos procedentes de contextos fiables. Otra pasta local significativa que evidenciamos en R3 fue la C11, que es anaranjada y tiene una
estructura laminar debido al uso de inclusiones de pizarra. Esta pasta fue utilizada para hacer una variedad de formas, incluyendo vasijas grandes, ollas, cuencos y queros, con frecuencia con un delgado engobe rojo y líneas onduladas negras o motivos geométricos sueltos como redes. Estas características coinciden con lo mencionado por Rowe (1956: 144): “La característica del estilo post-Tiahuanaco de la zona alrededor de Sicuani es un cerámica con decoración de líneas
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Figura 11. Cuenco de lados rectos de estilo Ocros elaborado con pasta C12. Fue encontrado en un depósito de cenizas (contexto 13) de la Colca 12B de Raqchi.
gruesas en color negro sobre fondo rojo (estilo Raqchi), relacionado con el estilo Collao Negro sobre Rojo, de la cuenca norte del Titicaca”. La pasta C11 fue utilizada como estilo predominante durante el Intermedio Tardío en esta parte del valle del Vilcanota. Asimismo, aparece en algunos sitios del Horizonte Medio y su producción y uso continuaron durante el incario. En total registramos 128 fragmentos de C11 en el sector R3. Otro grupo de pasta que hallamos fue la C12, la cual presenta cuarcita como inclusión principal. La producción de esta pasta se inició a principios del Horizonte Medio y siguió utilizándose durante el Intermedio Tardío para hacer queros finamente pulidos. También evidenciamos pastas C5 y C8, que son finas y suaves, con inclusiones muy pequeñas de esquirlas de vidrio volcánico natural, tal vez debido al uso de ceniza volcánica como temperante. Todas estas pastas son características en la producción de cerámica con decoración polícroma del Horizonte Medio, incluida la cerámica encontrada en el sitio arqueológico
de Yanamancha. En el sector R3 encontramos 5 fragmentos de C5 y 14 de C8, muchos de ellos procedentes de contextos fiables. C12 también la registramos en Yanamancha y fue utilizada para hacer cuencos y queros del estilo Ocros, como así también lo identificó en Muyu Orqo (Cuzco) el investigador Bauer (1999 y 2004). Otro tipo de pasta que identificamos fue la C32, que se originó en el período Inca y que es muy similar a la pasta C20 utilizada por los actuales ceramistas que viven en Raqchi. En ambos casos se utiliza piedra volcánica del Kinsach’ata como temperante. La presencia de pasta de la época Inca nos sugiere que los cuzqueños establecieron un nuevo grupo de producción alfarera en la zona de Raqchi. En los depósitos de la superficie del sector R3 registramos una gran gama de pastas de la cerámica Inca y de tradiciones decorativas, que sugieren una gran actividad alfarera Inca. Esta gama incluyó estilos provenientes del Cuzco (C43 y C44), Pacajes y del Lago Titicaca (C31). Durante nuestras excavaciones en R3 seguíamos
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Figura 12. Excavación de la Estructura 3F de Raqchi. Irwin Ferrándiz recolectando muestras de la superficie del piso para análisis arqueobotánico.
manteniendo la interpretación inicial de que las “colcas” eran incas. Sin embargo, aunque registramos tiestos incas en las superficies de los pisos originales, o cerca de ellas, de algunas de las estructuras (P.e. contextos 211, 216 y 219 en 5E, 270 en 7G, 232 en 1J y 352 en 12I), no evidenciamos fragmentos diagnósticos de cerámica Inca en la etapa de construcción o por debajo del contextos de los pisos, de hecho encontramos muy pocos tiestos incas diagnósticos decorados (tablas 3 y 4). La mayoría de la cerámica proveniente de contextos fiables corresponde a vasijas y ollas sin decorar con pastas C3, C9, C11 y C12. Asimismo, 78 de estos fragmentos tienen marcas de hollín como resultado de su exposición al fuego y 19 fragmentos de C5 y C8, pastas utilizadas para fabricar la cerámica del estilo Arahuay, nos sugieren alguna actividad realizada durante el Horizonte Medio. Además, algunas otras pastas presentes también pudieron pertenecer del Horizonte Medio, por ejemplo C53 y C54. 35 fragmentos de C12, incluyendo uno de estilo Ocros,
que corresponde a un cuenco de lados recto, se encontraron dentro de un depósito de ceniza (contexto 13) en la estructura 12B (figura 11). Esta, al igual que la variante de estilo Ocros encontrado en Pikillacta (Glowacki 2005: 103), tiene un acabado anaranjado medio, a diferencia del anaranjado brillante de Ayacucho. Como vemos, la identificación de la cerámica alteró nuestras expectativas y nos generó más preguntas: ¿La pequeña cantidad de cerámica diagnóstica del Horizonte Medio asociada a la construcción y al uso de las “colcas” de R3 señalan actividad correspondiente a este periodo? y ¿La cerámica fragmentada de ollas y vasijas grandes asociadas a cenizas y a dos fogones sugieren actividades culinarias en lugar de almacenamiento en R3? Por ello, nuestra estrategia de investigación puso un fuerte énfasis en la recuperación y el análisis del material botánico para aclarar estas interrogantes. * Arqueobotánica: semillas y tubérculos Planteamos que las características arqueobotá-
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nicas de un almacenamiento Inca puede tener el siguiente patrón: 1) Patrones definidos de taxones de plantas en grupos de colcas o en colcas individuales, por ejemplo: altas densidad de maíz en un área de la colca “A” y una alta densidad de quinua o solo quinua en la colca “B”. 2) Poca diversidad de especies arquebotánicas al interior de una colca, por ejemplo: no se puede encontrar 20 taxones de plantas diferentes en una sola muestra tomada de la superficie del piso interior de una colca. 3) Pisos relativamente limpios. Si una colca se conservó en buen estado ¿Por qué tendrían que encontrarse restos macro-botánicos carbonizados en su interior? El funcionamiento eficiente de una colca facilita la remoción continua de los bienes ahí almacenados. Así, luego de cambiados los productos almacenados estos no dejarán restos botánicos ni habrá razón para que se carbonicen. Si en algún momento del uso de la colca, de su mantenimiento o abandono se produjo la carbonización de los restos orgánicos, los arqueólogos pueden identificar lo que se almacenó; así por ejemplo lo han hecho otros autores en diversas colcas incas (D’Altroy y Hastorf 1984 y Huaycochea 1994). Dentro de los límites establecidos de las estructuras circulares en Raqchi, R3, esperábamos
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encontrar una baja densidad de restos botánicos con poca diversidad de especies y un fuerte patrón espacial a manera de “grupos similares”. Los resultados nos sorprendieron en los diferentes niveles. Durante el proyecto recogimos 109 muestras de suelo de las colcas (figura 12), que procesamos en una máquina de flotación mecanizada SMAP (Hastorf 1999; Hastorf y Popper 1988: 6; Watson 1976). Emily Dean analizó 55 muestras recogidas en 30 de los contextos arqueológicos más fiables de las colcas. Asimismo, realizó ocho pruebas con semillas de amapola (Wagner 1982), lo que indicó una tasa de recuperación del 94%. Dean también analizó, identificó y cuantificó todo el material carbonizado mayor a 0,5 mm. El Material de menor tamaño fue empacado en bolsas y guardado para futuros análisis. Cabe resaltar que, para realizar nuestro análisis, nos valimos de las referencias botánicas del Laboratorio de Paleobotánica de la UC Berkeley y de las publicadas por Martin Barkley (1961). Además, empleamos un manual de identificación de semillas para ayudarnos en la identificación de los taxones de plantas. Los datos botánicos obtenidos se cuantificaron utilizando tres técnicas diferentes: la densidad, la ubicuidad y los porcentajes relativos (Hastorf y Popper 1988), de modo que las proporciones relativas de los taxones de diferentes unidades se pudieron comparar (Pearsall 2000).
Figura 13. Densidad relativa de taxones paleobotánicos de todos los contextos muestreados en el sector R3.
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Tabla 5: Taxones de plantas registrados en los anรกlisis macro botรกnicos con comentarios sobre sus posibles usos. Compilado tomado de Brack Egg 1999 y Hastorf 1993: 165.
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Figura 14a: Gráficos circulares que muestran el porcentaje relativo de taxones de plantas en las muestras de 3B-2.
Figura 14b: Gráficos circulares que muestran el porcentaje relativo de taxones de plantas en las muestras de 1J-233.
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Figura 14c: Grรกficos circulares que muestran el porcentaje relativo de taxones de plantas en las muestras de 5E-201.
Figura 14d: Grรกficos circulares que muestran el porcentaje relativo de taxones de plantas en las muestras de 3F-23.
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El Chenopodium, los tubérculos y la madera fueron los taxones más comunes evidenciados en R3, mientras que el maíz ocupó un distante cuarto lugar (figura 13). Además, se registró un nivel alto de especies en casi todos los contextos excavados, con una diversidad taxonómica mayor a 20 especies y géneros. Se podría esperar encontrar este patrón en un área doméstica y no en contextos de un área de almacenamiento (D’Altroy y Hastorf 1984). Las muestras halladas contenían gran variedad de cultivos andinos domesticados (tubérculos, maíz, quinua, oca, legumbres, ají), plantas silvestres útiles (menta, caña, Schinus molle sp., etc.), así como semillas de ichu y madera carbonizada que provendría del material utilizado como combustible, al igual que estiércol (tabla 5). La mayoría de las asociaciones macro-botánicas de los contextos excavados en el sector R3 de Raqchi (figuras 14a y 14b) son similares a las de las áreas domésticas que Dean (2005) excavó en Kinsich’ata Cocha (R22), Pukara Uhu (R18) y Pukara Sicuani, pertenecientes al final del Horizonte Medio Tardío y al Intermedio Tardío. Todos estos sitios muestran una diversidad de plantas domesticadas y no domesticadas económicamente útiles. A primera vista, hay dos excepciones a este modelo “doméstico” dentro de las muestras del sector R3 de Raqchi (figuras 14c y 14d). La especie Chenopodium (Chenopodium spp.) predominó al interior de la estructura 5E (figura 14c). Sin embargo, las muestras de flotación de esta estructura están asociadas con uno de dos pequeños fogones (figuras 7 y 8). Las semillas de quinua son pequeñas y en una olla se pueden verter miles. Los contextos arqueobotánicos de la estructura 3F (figura 14d) presentaron una concentración alta de tubérculos, aunque otras especies, como el maíz, también estuvieron presentes. Dadas estas asociaciones interpretamos los restos paleobotánicos de estas dos muestras como los restos de eventos domésticos, y asumimos que los fogones, registrados encima de suelos de piedra, están por debajo de la capa superior de escombros y tierra vegetal, pudiendo tratarse de una reutilización virreinal de las estructuras incas. * Datación radiocarbónica: el Horizonte Medio en Raqchi Una muestra (OxA-12147) de los tubérculos
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carbonizados de la tierra quemada y compacta del piso de la estructura 7G del sector R3 se llevó al Laboratorio de Radiocarbono de Oxford para su datación AMS, con la esperanza de identificar, con mayor precisión, de que fase Inca databan. Nuestra hipótesis sugería que la densidad de tubérculos justificaba nuestra interpretación del uso de la estructura 7G como una “colca” Inca. Fue sorprendente cuando la muestra OxA-12147 dio una fecha asociada con el Horizonte Medio de 1240 BP +/- 22 (Cal. AD 775-936) (tabla 2). Después de recibir esta fecha, inesperadamente temprana, empezamos a reconsiderar nuestra interpretación inicial del contexto 255 y del “piso” de la estructura 7G. Nuestra hipótesis fue que el suelo empedrado Inca original fue destruido y que habíamos excavado inesperadamente un contexto de limo compacto más temprano, del Horizonte Medio. Por ello, enviamos para su análisis radiocarbónico una muestra carbonizada de semillas de quinua, recogida en el depósito de ceniza de uno de los fogones (contexto 201), localizado inmediatamente por debajo de la ocupación moderna y por encima del piso empedrado de la estructura 5E. Pensamos que este fogón, tal vez, representaría un uso tardío de las estructura incas, quizás durante la época virreinal temprana, lo que nos daría una fecha final para el uso de las estructuras. Pero la muestra OxA-13926 de nuestro hipotético contexto doméstico “virreinal”, también dio una fecha para Horizonte Medio de 1273 BP +/- 25 (Cal. AD 694-889) (tabla 2). Estas dos fechas dejan pocas dudas de que las llamadas colcas de Raqchi no fueron incas. Nuestras excavaciones revelaron fogones, cerámica utilitaria y un barrido mixto de taxones botánicos, que sugieren que se trata de viviendas en lugar de estructuras de almacenamiento, mientras que los restos botánicos y una pequeña cantidad de cerámica diagnóstica recuperado de contextos fiables datan del Horizonte Medio, tal vez en algún momento alrededor de AD 700-900, fines de la Época IB o dentro de Época II de Wari. De esta manera, nuestra hipótesis inicial de que se trataba de estructuras de almacenamiento Inca fue totalmente refutada. La función de los recintos Wari con edificios adosados Teniendo en cuenta que el conjunto de estructuras circulares del sector R3 de Raqchi datan del Horizonte Medio, nos preguntamos ¿Cómo
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Figura 15. Planos de recintos Wari con pequeños edificios adosados en Pikillacta (McEwan 2005: 55), Azángaro (Anders 1991: 169) y Raqchi. Redibujado por Bill Sillar.
vamos a entenderlas? Una comparación obvia se puede hacer con los recintos Wari con “pequeños edificios adosados” en Pikillacta y Azángaro (figura 15). Dentro del Sector 4 de Pikillacta hay 501 edificios adosados, de 5 m de largo por 4 m de ancho, con esquinas internas y externas redondeadas, dispuestos dentro de cinco recintos amurallados, cada uno de los cuales tiene una plaza interna en una esquina. Estudios iniciales analizaron el tamaño pequeño de estas estructuras, argumentaron una analogía directa con las colcas incas y sugirieron que se trataban de estructuras de almacenamiento Wari (Harth-Terre 1959; Lanning 1967; Sanders 1973 [citado en McEwan 2005: 158]; Schreiber 1992: 270). Pero, después de excavar en Pikillacta, McEwan (1987 y 1991: 117) interpretó a estas estructuras como sectores de vivienda, debido a la presencia de fogones, capas de cenizas y desechos de ocupación, incluyendo ollas con marcas de hollín. McEwan (1991: 116) sugiere que el sector 4 de Pikillacta fue la última adición arquitectónica del sitio, que data de alrededor del 800 a 850 dC. Glowacki (en McEwan 2005: 123) revisó la cerámica de Pikillacta y también sugiere que su construcción se inició durante la Época 1B de Wari (Ca. 600800 dC) y continuó en la Época 2 (Ca. 800 dC).
McEwan (2005: 116) también proporcionó dos fechados de las muestras de cuerdas de la enredadera pispita hallada dentro de las paredes de la unidad 12, Sector 4 de Pikillacta (Tc 3996 [1100 BP +/- 60, Cal. AD 871 a 1152] y Tx 4247 [1140 BP +/- 60, Cal. AD 777-1099). La presencia de pequeños fogones, equipamiento para la preparación de alimentos, a pequeña escala, casi sin cerámica decorada y parafernalia ritual en las habitaciones adosadas en Pikillacta, como en Raqchi, sugiere que estas estructuras fueron ocupadas y utilizadas como viviendas por gente común. En el sector central de Azángaro, Anders (1991) mapeó 40 filas de habitaciones adosadas dispuestas en dos grupos a cada lado de un pasillo central. Las habitaciones rectangulares con esquinas redondeadas son 304 y miden 2.4 m x 9.2 m, mientras que otras 36, más pequeñas, miden 2.4 m x 3.6 m. Las zanjas de cimentación son estrechas, de hasta 1 m de profundidad y tienen paredes acomodadas dentro de ellas. Empedrados y pisos de tierra compactados se hallaron con revoque de barro en la sección central. Asimismo, varios canales de agua corrían por algunos corredores. El conjunto de artefactos hallado fue limitado y consistió en “bienes y formas cerámicas no prestigiosas”, aunque en el Sector IV (filas 19 y 20) se
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Figura 16. Volcán de Kinsach’ata (R9), Templo de Viracocha Inca (R1), sector R3, Chaski wasi (R6), pared muralla perimetral (R7), los sitios Horizonte Medio de Yanamancha (R8), Wanq’osiki (R11) y su canal asociado con dos acueductos: uno cruza en Kinsich’ata y otro por debajo de Wanq’osiki, hacia el “Camino Inca”, y el sitio de Pukara Uhu (R18) del Horizonte Medio final e Intermedio Tardío. Foto aérea del Servicio Nacional Aerofotográfico de 1962.
registraron abundantes restos domésticos. Al respecto, Anders (1991) sugiere que se trata de evidencia de “preparación supra-doméstica para el consumo de alimentos”. Estas habitaciones están contiguas a una gran área no excavada, de la larga “galería de habitaciones” aledaña a la plaza del sur del sector central. Una muestra de carbón sin identificar (Beta-1874), tomada de una capa de basura del sector central, proporcionó la siguiente fecha no calibrada AD 880 +/- 50 (Anders 1991: 170, 178, 180, 181, 185, 191 y 192) (tabla 2). Las excavaciones en los edificios adosados en Pikillacta y Azángaro, al igual que nuestras excavaciones en el sector R3 de Raqchi, muestran
evidencias similares de cocción y escasez de cerámica de prestigio. Las ollas y vasijas fragmentadas, así como la diversa evidencia arqueobotánica, prueban la existencia de actividades cotidianas repetitivas a escala pequeña, y no actividades de almacenamiento estatal. El diseño altamente restringido para la circulación en estos sitios, junto con la falta de espacios para actividades individuales en cada estructura es un argumento en contra para pensar en una ocupación a largo plazo de grupos familiares. Tanto Raqchi, Pikillacta como Azángaro, tienen grandes conjuntos con estructuras adosadas, cada uno tiene largas estructuras rectangulares en un lado de sus plazas
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internas. Estas plazas y edificios largos pueden haber proporcionado un espacio para reuniones de grupo, administración y aprovisionamiento. Todo esto sugiere alojamiento a mediano plazo para grupos en coordinación con el Estado, tales como mano de obra temporal o grupos militares. Así, tal vez, estos recintos fueron “campamentos de trabajo” Wari, donde los reclusos se estaban obligados a participar en las actividades dirigidas por el Estado, tales como la producción agrícola. Asimismo, estos sitios pudieron ser cuarteles militares de un ejército permanente, lo que se podría relacionar significativamente con el hecho de que la pared norte de Raqchi tiene un paso peatonal y un posible muro de defensa. En efecto, los wari pueden no haber hecho una distinción entre los trabajadores y los combatientes, esperando que la gente de estas viviendas estatales cumplan con ambos roles. El número, el tamaño y la disposición de estas viviendas podría ser una vía para investigar la organización administrativa Wari. Por ejemplo, en el caso de las cinco secciones claramente separadas y amuralladas del sector 4 de Pikillacta, cada uno con su propia plaza, podrían estar relacionados con obligaciones laborales
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de distintos grupos socio-políticos o étnicos, lo que sugiere que la diversidad de pequeños grupos étnicos en el área del Cuzco, registrada en el período Inca, tuvo sus orígenes mucho antes. También debemos considerar por qué los sitios administrativos de Pikillacta, Azángaro y Raqchi requirieron de este tipo de viviendas, mientras que otros no. Por ejemplo, la evidencia de una fuerza de trabajo inmigrante que ocupan las viviendas familiares en Cerro Mejía, junto a Cerro Baúl, sugiere una estrategia muy diferente en esa área (Nash 2002). Los fechados sugieren que las estructuras del sector R3 de Raqchi estuvieron en uso (Ca. 700-900 dC) al mismo tiempo o, quizás, un poco antes que las estructuras de Pikillacta o Azángaro (Ca. 800-1000 dC). Un estudio más exacto sobre cuando se construyeron estos edificios adosados, y qué actividades se efectuaron en las estructuras largas y plazas ubicadas dentro de estos conjuntos, nos ayudaría a entender un aspecto significativo de la re-organización del estado Wari durante los cambios de Wari IB y Wari II. “Gran Raqchi”: un complejo del Horizonte Medio Pensamos que Raqchi fue un importante centro durante el Horizonte Medio, más pequeño,
Figura 17. Cerámica polícroma decorada del Horizonte Medio, estilo Arahuay, con influencia Wari. Cerámica elaborada con pasta C5 proveniente de la superficie de Yanamancha.
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Figura 18. Selección de artefactos líticos de la superficie de Wanq’osiki, incluye curpanas, martillos líticos y puntas de Chakitaqlla.
pero comparable con los de Pikillacta y Huaro. Hay otros tres sitios ubicados en las inmediaciones del volcán Kinsach’ata, que datan del Horizonte Medio (figura 16). Aunque aún se requiere de excavaciones estratigráficas, análisis de artefactos y fechados para entender completamente la secuencia y la función de estas ocupaciones del Horizonte Medio, ofrecemos una sugerencia tentativa. Yanamancha (R8), a 800 m al sureste de Raqchi (figura 16), fue registrado por Rowe (1956). En la actualidad está muy alterado debido a siglos de actividades agrícolas y al constante mantenimiento y reconstrucción de la carretera Cuzco-Puno. Una amplia gama de cerámica fina, decorada y bien pulida del período Formativo (con pastas C9 y C3) fue encontrada en la superficie (Dean 2005). También hay gran cantidad de material disperso, como cerámica decorada del Horizonte Medio y desechos de talla de obsidiana. El material cerámico incluye cuencos, vasos, queros (con pastas C5 y C8) (figura 17), así como cuencos y recipientes para beber del estilo Ocros
(con pastas C12 y C14), similares a los que Bauer encontró en Muyu Orqo (1999: 63-65). Aunque recientes movimientos de piedras, para limpiar los campos de cultivo, han remodelado gran parte Yanamancha, algunas secciones de las paredes de sus grandes edificios rectangulares sobreviven. Contemporáneo al sector R3 es el sitio de Wanq’osiki (R11), localizado a 1 km al oeste de Raqchi. Aunque Wanq’osiki también está muy alterado, debido a su uso actual como campo de cultivo, tiene un trazo ortogonal definido y bien planificado, y algunas de sus paredes conservan hasta 4 m de altura. La colección cerámica de Wanq’osiki se caracteriza por las mismas vasijas sin decorar (con pasta C3) encontradas en el sector R3 de Raqchi y por la ausencia de cerámica decorada. También se ha registrado una serie de puntas de Chaquitaqlla, martillos líticos y curpanas2 (figura 18). Mientras que el diseño del sitio sugiere una construcción patrocinada por el Estado, el limitado material de superficie parece indicar que se trata de un sitio con poco
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prestigio funcional, donde se realizaban actividades cotidianas simples y no diligencias o rituales complejos. Un canal llevaba agua hasta Wanq’osiki desde la montaña Aukisa, cruzando los flancos de Kinsach’ata, pasando por encima de un acueducto con perfil escalonado (figura 19), que luego pasa a través del sitio de Wanq’osiki y a través de otro acueducto de perfil escalonado, que antes irriga la planicie por debajo de Wanq’osiki. Este canal de Kinsach’ata y sus acueductos tienen fuertes similitudes con el canal de Rumiqolqa en Pikillaqta (McEwan 1991 y 2005), La Cuchilla en Viracochapampa (Tema 1991: 154) y Yacutuccyocc en Azángaro (Anders 1991: 167). Nuestros nuevos fechados del sector R3 plantean la interrogante de si las otras partes del sitio “Inca” de Raqchi necesitan nuevos fechados. A partir de nuestro trabajo estamos seguros de que todos los grandes edificios como el templo y Yanacancha [R1], Cárcel Raqay [R5] y la mayoría de las terrazas de muros finos son incaicos. Es probable que la superficie de la laguna artificial (R2) y la plataforma
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(R4) hayan sido foco de actividades anteriores, pero las evidencias visibles en la superficie son incas. Sin embargo, la gran pared perimetral (muralla, R7) (figura 12) que rodea el sitio podría ser anterior. Este muro de piedra, que va a lo largo de los escombros volcánicos de Kinsach’ata, conserva una altura de hasta 3.5 m, entre 1.5 y 2 m de ancho, posee cuatro entradas y se extiende más de 3.5 km alrededor de Raqchi. Cuando Chávez Ballón restauró parte de la muralla, en la década de 1960, registró un cuerpo momificado en posición fetal dentro de la pared de la entrada norte. Colocar restos humanos en las paredes es una característica Wari y es menos común en sitios incas. Además, estos muros perimetrales no son una característica común en sitios incaicos, mientras que el uso de altas murallas para rodear a los sitios principales es un rasgo característico Wari. 2 Cantos rodados circulares u ovalados con un orificio en el centro, artefacto que pudo ser utilizado como cabeza de porra o como instrumento agrícola para romper terrones de tierra.
Figura 19. Acueducto con perfil escalonado que permite que el agua canalizada de Aukisa pase al este de Kinsach’ata para irrigar la explanada junto a Wanq’osiki.
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Pukara Uhu (R18), situado en la roca volcánica al sur y al este de Raqchi, justo detrás de la muralla, cubre casi 13 hectáreas y posee alrededor de 250 estructuras circulares y ovaladas, cuyo diámetro varía entre 3 y 5 m. Además cuenta con otras estructuras más pequeñas con 1 o 1.5 m de diámetro. Todas ellas están dispuestas “al azar”, sin evidencia de planificación y son interpretadas como recintos domésticos y/o chullpas. También hay una amplia variedad de entierros en esta zona, con múltiples individuos colocados en pequeñas cavernas naturales (Dean 2005). La arquitectura y patrones funerarios se ajustan a las características generales de los sitios del Intermedio Tardío. La mayoría de las muestras radiocarbónicas proporcionaron fechas para este período y en la colección cerámica prevalece la pasta C3 (Dean 2005). Sin embargo, una muestra de carbón excavada dentro de estas estructuras dio un fechado de fines del Horizonte Medio (Beta 156736, semillas carbonizadas, 1330 BP +/- 40, Cal. 660-866 dC), que sugiere que algunas partes de Pukara Uhu, y algunas estructuras similares en la parte superior de Kinsich’ata, podrían haber sido contemporáneas a la ocupación durante el Horizonte Medio del sector R3 de Raqchi, Yanamancha y Wanq’osiki. Las excavaciones en Pukara Uhu han descubierto escaza cantidad de cerámica diagnóstica del Horizonte Medio, incluyendo algunas pastas C5 y la cabeza de un puma que formó parte de un incensario (Dean 2005: 338). Otra observación se puede extraer de los registros virreinales tempranos de la huaca en Raqchi. Juan de Betanzos (1996: 10 [1557: Cap. II]) describió a la estatua de Viracocha con un largo de casi cinco varas y un ancho de una vara (4 m x 0.8 m). Además, informó que un viejo indígena de Raqchi describió a Viracocha como un hombre alto, barbudo, con cinturón y sosteniendo algo en la mano. Cieza de León (1986b: 10 [1556: Cap. V]) reportó haber visto la huaca de Cacha (Raqchi) en 1549, y también describió a Viracocha como una estatua alta, con sus brazos cruzados, con un cinturón alrededor de su cintura y con “botones”. Asimismo precisó que el ídolo tenía la estatura de un hombre con una corona o tiara en su cabeza (1986a: 270 [1556: Cap. XCVIII]). Por desgracia, esta estatua ya no existe y es raro contar con descripciones de la iconografía andina en el período virreinal temprano. Las descripciones
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comentadas son de dos de los cronistas más fiables. Lo que comentan es muy diferente a las conocidas esculturas incas, y parece tener más en común con las tradiciones escultóricas Tiahuanaco, Yaya-Mamma o Wari, aunque Cieza de León afirma que la huaca de Raqchi no estaba vestida como una escultura Tiahuanaco (1986b: 10 [1556: Cap. V.]). La secuencia completa de construcción, ocupación y abandono de los sectores de Raqchi, durante el Horizonte Medio, requiere mayor investigación. Sin embargo, es claro que Yanamancha fue un importante centro ceremonial, con edificios, objetos y estatuas de prestigio del Horizonte Medio. Los sectores planificados en Raqchi (R3) y Wanq’osiki, así como el proyecto hidráulico del canal y acueductos de Kinsach’ata, son típicos de la construcción realizados por los Wari y sugieren que el objetivo de este esfuerzo fue la producción agrícola. Este complejo de asentamientos del Horizonte Medio encaja con lo comentado por McEwan (1987: 59), quien señala que “grandes sitios” Wari, con distintos sectores funcionales y delimitados por paredes circundantes, que separan las áreas ceremoniales de las administrativas, se mantienen unidos por caminos y canales. Glowacki y Malpass (2003) han desarrollado las ideas de Gose (1993) sobre la expansión del imperio Wari, que en parte fue motivada por el deseo de incorporar y unir los santuarios pre-existentes, en particular los dedicadas a manantiales, lagos y fuentes de agua (Schreiber 2004). La importancia de Yanamancha durante el Formativo tardío y la actividad Wari, alrededor del volcán de Kinsach’ata y sus manantiales asociados, indican que Raqchi es un ejemplo independiente que refuerza el argumento de Glowacki y Malpass. Las actividades Wari en Raqchi se suman a nuestra comprensión de la inversión estatal a gran escala en la región de Cuzco. La presencia Wari documentada en Pikillacta y Huaro, más reciente en Espíritu Pampa, así como las tumbas Wari en Batan Urqo y Pomacanchi y los probables orígenes de Ollantaytambo durante el Horizonte Medio, apuntan a un nivel muy importante de la reorganización a gran escala y la participación del estado Wari en la región hasta los 1000 dC. No cabe duda de que esto tuvo efecto en la población del valle del Cuzco, influyendo en su capacidad para desarrollar con rapidez sus terrazas, sistemas de riego y administrativos
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después del 1000 dC (Sillar 2012), de modo que la influencia Wari se puede entender como la pre-condición necesaria para el surgimiento del Tahuantinsuyo. El culto a Viracocha: ritual estatal Inca Si la construcción de las estructuras circulares del sector R3 de Raqchi data del Horizonte Medio, tenemos que reconsiderar la estrategia de los cuzqueños en este sitio. A medida que los incas se expandieron más allá de su núcleo, con frecuencia construyeron centros administrativos para coordinar la integración política y económica de los pueblos conquistados/ asimilados dentro del imperio (Astuhuamán 2008 y D’Altroy 2002). Antes planteábamos que Raqchi fue un centro administrativo Inca (Sillar y Dean 2004). Sin embargo, la “pérdida” de las estructuras de “almacenamiento” Inca altera nuestra comprensión de la estrategia cuzqueña en la zona. Nuestra lectura de las fuentes virreinales debió alertarnos sobre esto: Cacha (Raqchi) nunca se menciona dentro de las listas de cabezas de Provincias (Cieza de León 1986b: 56 [1551: Cap. XX), ni como pueblo principal (Cobo 1964: 114, 129 [1653: Vol. 2, XXV y XXXII]). Tampoco hay crónica virreinal temprana que haga mención sobre el almacenamiento Inca en Cacha, de hecho Cieza de León (1986b: 126 [1556: Cap. XLII]) establece que los canas no estaban obligados a pagar tributo al Inca, y nuestro trabajo de investigación ha demostrado que los incas tuvieron muy poco impacto en el área circundante (Dean 2005). Aparte de la construcción de unos tambos, la zona parece haber sido dejada bajo el control de la élite local de los canas. Los cronistas españoles sólo se refieren a Cacha en relación a Viracocha, el mito de origen, o las actividades religiosas incas. El sitio de Raqchi, tal vez, se entienda mejor de una manera similar a Pachacamac y la Isla del Sol: como un santuario y centro religioso, en múltiples períodos, que los incas conquistaron y luego reconstruyeron para efectuar ahí sus rituales estatales. Al final del Horizonte Medio se desarrolló una esfera de interacción alrededor de los límites de Tiahuanaco/Wari en la zona del lago Titicaca. En el Intermedio Tardío el territorio descrito por las fuentes virreinales, como el lugar ocupado por los collas y canas, adopta un estilo similar de cerámica negra sobre roja (Rowe
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1956) y la tradición funeraria de chullpas (Sillar 2012). Muchos de los lugares asociados con el culto Inca a Viracocha se encuentran en los principales sitios del Horizonte Medio, que deben de haber mantenido algo del aura de esa época. La tradición oral Inca parece ofrecer muy pocas historias sobre los grupos, la construcción y el funcionamiento de los sitios Wari y Tiahuanaco, abandonados alrededor de 300 a 400 años antes de la conquista incaica. No hay descripción de un período anterior con sociedades organizadas a nivel de estado, a pesar de que los oficiales españoles, como Sarmiento de Gamboa (1960 [1572]), preguntaron sobre esto para justificar su argumento de que los incas eran advenedizos recientes. Sin embargo, el culto a Viracocha se asocia a sitios Tiahuanaco, Isla del Sol, Raqchi (Cacha) y Wiracochan en Urcos, vinculándose así los sitios Tiahuanaco y Wari del Horizonte Medio con el desarrollo de centros rituales incas visitados en peregrinaciones promovidas por el Tahuantinsuyo (Bauer y Stanish 2001; Glowacki 2002; Sillar 2002; Yaeger y López-Bejarano 2004), aunque el sitio de Huari, en sí, no se convirtió en un lugar de culto. El término Viracocha puede ser un tanto ambiguo: se aplica a la deidad animada de Contiti Viracocha y sus dos hermanos, para denominar al Inca anterior a Pachacutec, para otras personas de una época anterior a la Inca. En Relaciones Geográficas, cuando se describe el sitio Wari de Jincamocco, Antamarac Rucanas, de Monzón (1965) se refiere a “viracochas” como el que mandó a construir estructuras y caminos. Tal vez la confusión temprana de referirse a los conquistadores españoles como viracochas es comprensible si pensamos que esta descripción se refiere a recuerdos lejanos de los guerreros y administradores wari. Cuando el dios Viracocha se relaciona con el origen y la ubicación de grupos étnicos ¿Se trataría de un recuerdo de la reubicación de personas por motivos de trabajo durante el desarrollo del estado Wari? Zuidema (1973) ha argumentado que los waris fueron los viracochas originales y que la leyenda de la aversión de Pachacutec hacia los chancas fue un recuerdo de la expulsión del estado Wari (Isbell y YoungSánchez 2012: 260). Mediante el desarrollo de los lugares de culto dedicados al dios Viracocha, los incas evocaron recuerdos del antiguo poder Wari y Tiahuanaco y ejecutaron rituales bajo el control estatal.
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Tabla 6: Conteo de fragmentos de cerámica Inca diagnóstica, clasificada por grupos de pasta y forma, proveniente de todos los contextos excavados en el sector R3.
Al igual que los waris, los incas también tenían claras políticas de estado para la incorporación de los más prestigiosos santuarios y huacas de períodos anteriores (Bauer y Stanish 2001 y Ogburn 2010). Esto se debió a una política de subyugar a los pueblos conquistados y, como en las cruzadas cristianas en “Tierra Santa”, la captura de estos sitios pre incas fue una motivación para la conquista, que influyó en la dirección y el enfoque de la expansión de los cuzqueños (Gose 1993). Así, en Raqchi, como en Tiahuanaco (Yaeger y López Bejarano 2004), los incas realizaron importantes rituales estatales. En 1864 Squier encontró las estructuras circulares del sector R3 de Raqchi en buen estado de conservación. Durante nuestra investigación encontramos cerámica Inca sobre o cerca de algunos pisos originales Wari, por lo que podemos asumir que durante el Horizonte Tardío muchas de estas estructuras estaban en buen estado. Incluso es posible que algunos trabajos de restauración fueran realizados por los incas. Es probable que este sea el caso para las dos entradas a través de la pared norte del conjunto R3 y el umbral de la colca 5E (se registró cerámica Inca en
el contexto 216). Durante nuestras excavaciones en el sector R3 se registraron algunos depósitos con fechados correspondientes, con seguridad, al incanato (P.e. Los contextos 211, 216 y 219 en la estructura 5E, 270 en 7G, 232 en 1J y 352 en 12I). Si tenemos en cuenta toda la cerámica Inca recuperada, sobre todo en los depósitos superficiales mixtos, los 228 fragmentos se caracterizan por el predominio de aríbalos, grandes vasijas, platos y cuencos poco profundos, lo que indica el uso de platos de ofrenda y consumo de chicha (tabla 6). Aunque podría tratarse de desechos de rituales asociados con el “templo” principal, al norte del sector R3, sugerimos que los rituales incas también pudieron desarrollarse dentro del límite de espacios waris. En el Horizonte Medio el sector R3 proporcionó un “campamento de trabajo” como complemento a la ocupación de élite y rituales enfocados en Yanamancha (R8). Sin embargo, durante el Horizonte Tardío, el sector R3 se convirtió en un espacio sagrado. La planificación y construcción del templo Inca y los sectores de Yanacancha (R1) respetaron e incorporaron el conjunto Wari del sector R3 (figura 3). ¿Pero por qué los incas adoptaron la
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zona próxima al sector R3 como foco para la actividad ritual? Es posible que la ocupación Wari originalmente se extendió al norte, más allá del sector R3, pero hasta ahora no hemos encontrado evidencia de ello. En cualquier caso, el templo Inca está asociado al volcán de Kinsach’ata y el manantial esta canalizado, formando una laguna artificial (cocha) (R2) con baños o fuentes incas. De hecho los conceptos incaicos pueden no haber hecho una distinción entre las características naturales del entorno de Raqchi y sus evidencias arquitectónicas pretéritas (Wari). La estatua antigua de la huaca fue reubicada y la relación del templo con el sector R3, el volcán y el manantial permitió que los peregrinos los experimenten como una poderosa pacarina, donde la parte plana hacia el este del templo creó un espacio abierto para acoger grandes multitudes. La construcción incaica en Raqchi (figuras 2 y 3) muestra una gran escala de inversión en ceremonias públicas bastante ajenas a las prácticas Wari. Es probable que los rituales y ceremonias en Raqchi, realizados en el sitio de origen de los canas, ofrecieran un mecanismo a través del cual los incas se relacionaron con los jefes canas y coordinaron su papel dentro del Tahuantinsuyo. Hemos resaltado el papel de Raqchi como centro religioso en lugar de un centro administrativo, pero incluso en los centros administrativos incas, donde grupos temporales de trabajo ocuparon viviendas más dispersas, los cuzqueños utilizaron los rituales y festines como elemento principal para la integración y administración (Hyslop 1990 y Morris y Thompson 1985). Los incas incorporaron líderes étnicos locales en los rituales de élite e intercambio de regalos, y suministraron a los trabajadores de estos grupos étnicos comida, bebida, herramientas y el espectáculo de las ceremonias públicas para justificar su impuesto de trabajo. Sin embargo, esto no parece haber incluido el estricto control y exclusión que caracterizó a los “campamentos de trabajo” Wari. Tal vez sea exagerado argumentar que el movimiento restringido y rígida organización de los recintos del sector R3 de Raqchi, Pikillacta y Azángaro hacen eco a los lugares de trabajo que los aliados, alemanes y japoneses utilizaron para coaccionar la mano de obra de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial, pero estas estructuras prehispánicas apuntan
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a una diferencia significativa en las estructuras económicas y sociales de los imperios Wari e Inca, que es digno de mayor investigación. Agradecimientos Los trabajos arqueológicos de Bill Sillar en Raqchi fueron financiados gracias a una beca especial de investigación Leverhulme, con apoyo económico de University College London, University of Wales en Lampeter y la Sociedad Anglo-Peruano. Los trabajos arqueológicos se realizaron con la autorización del Instituto Nacional de Cultura. Expresamos nuestro agradecimiento a los directores del INC-Cuzco, en particular a los residentes que nos facilitaron el trabajo en Raqchi y nos informaron acerca de sus propias investigaciones en el sitio: Pedro Tacca Chunga, Alicia Quirita, Washington Camacho y Sixto Camino (vigilante del sitio). Otros arqueólogos con los que estamos agradecidos, por su asistencia en la excavación, prospección y registro, son: Bernardo Aparicio, Víctor Ccahuana, Jaquelín de la Cuba, Werner Delgado Villanueva, Irwin Ferrándiz, Silvia Flórez Delgado, Helen García Luna, María Luisa González, Josefa Hidalgo, Alfredo Mormontoy, Wilber Paliza Valencia, Alicia Quirita Huaracha, y Herberth Reynaga. Estamos muy agradecidos con la comunidad de Raqchi, en especial con las familias de Máximo Amaru y Sebastián Amaru. Dennis Ogburn y Bill Isbell nos proporcionaron comentarios muy útiles sobre una versión anterior de este artículo. Este artículo es una versión modificada de uno que se publicó en inglés en Latin American Antiquity, Vol. 24, Nro. 1, y se reproduce aquí con el permiso de © 2013 Society for American Archaeology. Dicho artículo se benefició con los comentarios de los tres revisores anónimos y la guía de Chris Pool. Bibliografía ANDERS, Martha, 1991. Structure and Function in the Planned Site of Azángaro: Cautionary Notes for the Model of Huari as a Centralized State. In Huari Administrative Structures: Prehistoric Monumental Architecture and State Government: 141-164. (Edited by William Isbell and Gordon McEwan). Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Washington D.C. ASTUHUAMÁN, César, 2008. The Organisation of the Inca Provinces within the Highlands of Piura, Northern Peru. Unpublished PhD
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REVISTA HAUCAYPATA Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo
Guía arqueológica de Choquequirao, Cuzco-Perú Gori-Tumi Echevarría López goritumi@gmail.com Luz Marina Monrroy Quiñones luzmonrroyq@hotmail.com Eulogio Alccacontor Pumayalli EALCCACONTORP@hotmail.com
Resumen El presente texto se constituye como un argumento histórico-cultural para una guía a la zona arqueológica de Choquequirao, uno de los asentamientos incas más complejos de Vilcabamba en Cuzco. Para esto, los autores proveen datos sobre la ubicación, delimitación, así como una redefinición de los sectores o conjuntos arqueológicos del asentamiento, los que sirven de base informativa para la presente guía. Aunque el argumento está diseñado para un público general y para una visita regular, no necesariamente especializada, a la zona arqueológica, se intenta que la información que se entrega pueda también ser usada como un documento de gestión del monumento, el cual es uno de los más notables yacimientos arqueológicos del Cuzco y del Perú. Palabras clave: Choquequirao, guía arqueológica, zona arqueológica, conjunto arqueológico, Vilcabamba. Abstract The current text constitutes a cultural-historic argument for a guidebook for the archaeological landscape and site of Choquequirao, one of the most complex Inca sites in the Vilcabamba region of Cuzco. For this reason the authors present data regarding the location, demarcation as well as a recharacterization of the sectors and archaeological zoning of the site, which serve as the information source for the present guide. Although the text is designed for a general public and for a standard visit without any necessary specialist knowledge of the archaeological area, it is the intention that the presented information can also be used as a proposal for the management of the monument, which constitutes one of the most notable archaeological finds in the department of Cuzco and indeed Peru. Keywords: Choquequirao, archaeological guide, archaeological zone, archaeological site, Vilcabamba. Introducción Este artículo propone una guía técnica para una visita dirigida a la zona arqueológica de Choquequirao (Cuzco). Fue desarrollada como instrumento interpretativo para la creación y difusión de un texto de divulgación social del monumento, accesible a cualquier persona, nacional o extranjera. La guía se basa en información arqueológica, pero también
en referencias históricas y geográficas. Su objetivo principal es poner a disposición del público un discurso explicativo sobre este extenso e importante yacimiento incaico, el cual incluye, de manera general y orgánica, su principal área monumental y la mayoría de evidencias arqueológicas que comprende. La guía utiliza las categorías de “zona arqueológica” y “conjunto arqueológico” como bases
ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi; MONRROY QUIÑONES, Luz Marina y Eulogio ALCCACONTOR PUMAYALLI, 2019. Guía arqueológica de Choquequirao, Cuzco-Perú . Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 14: 90-116. Lima.
Gori-Tumi Echevarría López, Luz Marina Monrroy Quiñones y Eulogio Alccacontor Pumayalli Guía arqueológica de Choquequirao, Cuzco-Perú
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Figura 1. Zona arqueológica de Choquequirao entre el abra de Capuliyoq y el abra Victoria. Imagen tomada de Google Earth 2018.
conceptuales para el establecimiento de sus parámetros descriptivos, con la intensión de definir una relación más clara con los componentes arqueológicos y culturales que contiene, y que no excluyen su entorno geográfico. Además, estas categorías permiten una delimitación de Choquequirao respecto a contextos arqueológicoculturales más amplios, como los del Parque Arqueológico de Vilcabamba, al que pertenece en términos geográficos e históricos. Como se verá, el argumento principal de esta guía es histórico-cultural, ya que menciona el proceso general que explica la existencia del sitio y de algunos de sus rasgos arqueológicos específicos, los cuales serán observados en una visita regular a Chouequirao. Aunque reconocemos que las investigaciones arqueológicas futuras pueden afectar los discursos de articulación histórica, y por ende a esta guía, consideramos
que la presente debe considerarse un documento actualizado para la gestión de la zona arqueológica, la cual puede coadyuvar a un mejoramiento de su uso social y turístico; y al mantenimiento de los valores arqueológicos, históricos, culturales y naturales que posee, en beneficio del Cuzco y de la nación peruana. Ubicación política y delimitación Mediante Resolución Suprema Nro. 050-2003ED, del 1 de octubre de 2001, y Resolución Nacional Nro. 512, del mismo año, se reconoció como Parque Arqueológico de Vilcabamba o Choquequirao a un área de 522.878.30 has con un perímetro de 367.09 ml. Dicho parque se localiza entre los departamentos de Cuzco (provincia de La Convención: distritos de Santa Teresa y Vilcabamba y provincia de Anta: distrito de Mollepata) y Apurímac (provincia de Abancay: distritos
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Figura 2. Mapa de ubicaciรณn de Choquequirao entre el Cuzco y Andahuaylas. Elaborado por los autores de este texto.
Figura 3. Sectorizaciรณn de las principales รกreas arqueolรณgicas de Choquequirao. Basado en COPESCO.
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Gori-Tumi Echevarría López, Luz Marina Monrroy Quiñones y Eulogio Alccacontor Pumayalli Guía arqueológica de Choquequirao, Cuzco-Perú
de San Pedro de Cachora y Huanipaca). El Parque Arqueológico Choquequirao es un área de referencia político administrativa para el manejo de recursos culturales, que incluye, además de Choquequirao, varias zonas arqueológicas de diversos periodos históricos. Toda el área está dentro del territorio conocido como “Vilcabamba”, el cual excede los parámetros espaciales del parque arqueológico y de la zona arqueológica de referencia, cubriendo un espacio aproximado de 6,000 has. La zona arqueológica de Choquequirao, propiamente dicha, está compuesta por diversos conjuntos arqueológicos, entre sitios monumentales y no monumentales relacionados, lo cuales, para los fines de esta guía y del discurso de articulación histórica, se hallan distribuidos en el espacio que media entre el abra de Capuliyoq y el abra de Cerro Victoria, cerca de los poblados de Cachora y Yanama, departamentos de Cuzco y Apurímac respectivamente (figura 1). Ubicación geográfica y entorno ambiental La zona arqueológica de Choquequirao se ubica al occidente de la cordillera de Vilcabamba, en la margen derecha del río Apurímac, sobre los 3100 msnm, a más de 1500 m sobre el lecho del río (figura 2), a 100 km al oeste de la ciudad del Cuzco y a 27 km al norte de la ciudad de Abancay. La parte central de la zona arqueológica se ubica sobre un espolón natural del cerro Choquequirao, el cual domina el paisaje del cañón del Apurímac y es un punto intermedio entre diferentes zonas o nichos ecológicos. Desde la localidad de Cachora hasta el abra de Capuliyoq, al sureste de la parte central de la zona arqueológica, la región natural es Quechua1, caracterizada por un clima templado y frio, pero bajando la quebrada del río Apurímac, por su margen izquierda, hacia el punto llamado Playa Rosalina, se atraviesa la región natural Yunga, determinada por un ambiente semidesértico, con relictos de bosques secos sobre laderas con talud marcado y clima caliente. Después de pasar el río Apurímac y ascender la ladera casi vertical de la quebrada de este 1 Todas las referencias geo-climáticas de esta guía están basadas en las ocho regiones naturales del Perú determinadas por Javier Pulgar Vidal (1946).
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río, en dirección hacia la pampa de Marampata (terraza natural de depósitos coluviales), se entra a una zona que podría definirse como “Amazonia andina” (Morales 1993), dominada por una cubierta de bosques húmedos sobre topografías accidentadas, características de la región Quechua, siendo esta la primera visión de una geografía contrastada entre grandes montañas, que cubren zonas altas, hasta la región Puna, y nichos ecológicos boscosos. El conjunto arqueológico de Choquequirao, su área central compuesta por la plaza superior, la plaza inferior y el llamado ushnu, se ubica en la región Quechua, la cual, hasta los trabajos de COPESCO, en 1986, estuvo en parte cubierta por abundante vegetación arbórea. Toda esta área ha sido limpiada y en la actualidad las zonas con más entorno andino-amazónico son las laderas abruptas al este y oeste, donde se hallan el conjunto arqueológico Paqchayoq y el conjunto arqueológico Llamas. Este patrón vegetal, no obstante, todavía caracteriza el anillo ecológico que rodea muchos de los testimonios arqueológicos del área. Cruzando la zona arqueológica, rumbo al norte, en dirección a los conjuntos arqueológicos de Pajonal y Pinchaunuyoq, se entra, otra vez, en una geografía Yunga, calurosa y semidesértica, que corresponde a la quebrada del río Victoria. En esta cuenca se inicia el ascenso hacia el abra del mismo nombre, pasando por diferentes nichos ecológicos y zonas semidesérticas intercaladas con bosques húmedos. El punto inicial y final de la travesía, abras Capuliyoq y Victoria, respectivamente, son pequeños lugares dentro de la región Puna, lo que complementa un recorrido notable a través de todo el territorio que enmarca Choquequirao Sectores o conjuntos arqueológicos La sectorización de Choquequirao, tal como se le conoce en la actualidad, está limitada al área de mayor concentración monumental, la parte central del asentamiento, y a los principales conjuntos arqueológicos de su periferia. Fue implementada por COPESCO en 1986 (Samanez 2006: 86) (figura 3) y ha sido usada sin cambios sustanciales por más de 30 años. Consideramos que para los objetivos de una guía o de un documento de gestión, esta sectorización es obsoleta, en especial porque es engorrosa, ya que divide conjuntos arquitectónicos integrados y genera una percepción fragmentada del asentamiento.
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Tabla 1. Sectores y grupos arqueológicos reconocidos en Choquequirao desde 1964 (basado en Echevarría y Valencia 2011, Ramos Condori 1998 y Alencastre 1966), y nuestra propuesta actual. Las correspondencias fueron elaboradas por Echevarría López y Alccacontor Pumayalli.
Esto pasa, entre otros casos, con las edificaciones alrededor de la plaza principal de Choquequirao (Haucaypata), que son identificadas como sectores diferenciados, cuando en realidad se trata de un mismo conjunto arquitectónico. Lo mismo se puede observar al compararse el denominado Sector VI o “Casa de los sacerdotes” -que consiste en un solo edificio con dos recintos con
menos de 60 m2- con el llamado Sector XI o “Pacchayoq”, que tiene más de 60000 m2. Aunque comprendemos que la sectorización de 1986 cumplió su función durante los trabajos iniciales de ese año, reemplazando la nomenclatura propuesta por Alencastre en 1964 y por el Patronato de Arqueología en 1968, pensamos que es necesario reactualizarla. Siguiendo este
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Figura 4. Conjunto arqueológico Choquequirao. Área central con los grupos plaza Superior y plaza Inferior. Se observa la antigua sectorización propuesta por COPESCO. Elaborado por Gori-Tumi Echevarría López, sobre la base de Samanez y Zapata 1995.
criterio, una sectorización más eficiente debería identificar conjuntos arqueológicos conformados por toda la evidencia integrada dentro de una continuidad espacial y material reconocida. De
esta forma, podemos aislar toda el área central y monumental de Choquequirao como un conjunto específico, un sector particular, y distinguir a continuación sectores particulares separados por
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Figura 5. Edificios de la plaza superior. Foto por Zenobio Valencia 2005.
Figura 6. Plaza inferior de Choquequirao con sus principales edificios. En el segundo plano se aprecia la colina aplanada denominada como “ushnu”. Foto por Gori-Tumi Echevarría López 2005.
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Figura 7. Edificios residenciales dobles de dos pisos y con hastiales. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2017.
Figura 8. Callanca con argollas y clavos embutidos en los paramentos, una de las edificaciones más finas de Choquequirao. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2005.
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grandes espacios, que son obras de infraestructura independientes de diferentes escalas. Esta sectorización, que integraría además la nomenclatura tradicional, permitirá sumar nuevas zonas y conjuntos arqueológicos a los ya reconocidos, como las que se descubrieron durante el catastro y delimitación del parque arqueológico (Valencia 2005), o los que esperan ser descubiertos. Para fines de esta guía, la nueva sectorización debe anular la de 1986, no obstante, reservando siempre los nombres coloquiales o tradicionales que les corresponden y que han sido reconocidos desde 1964 (tabla 1). *Sector 1. Conjunto arqueológico Choquequirao (área central) Se compone por toda la infraestructura constructiva ubicada sobre el espolón rocoso del cerro Choquequirao, en la superficie de dos terrazas modificadas y de una colina con cima aplanada. Sobre esta área, y su entorno inmediato, existe arquitectura monumental de diferente tipología y escala, pero conectada espacial y funcionalmente. Los principales componentes constructivos fueron hechos por los incas entre los siglos XV y XVI y fueron habilitados de manera sucesiva durante la vigencia del asentamiento. Este conjunto incluye la “Plaza principal superior”- Hanan (ex-sector I), el área de “Qolqa, almacenes y depósitos” (ex-sector II), los “Talleres de vivienda” (ex-sector II1), la “Plaza Haucaypata” (ex- sector III), el “Muro triunfal” y “Corrales sagrados” (ex-sector IV), el llamado “Ushnu” (ex-sector V), la “Casa de los Sacerdotes” (ex-sector VI), los “Andenes Sagrados” (ex-sector VII) y los edificios del denominado “Pikihuasi” (ex-sector IX) (figura 4). De acuerdo a nuestras observaciones, diversas edificaciones se han incorporado en forma consecutiva mientras crecía el asentamiento, en especial los edificios asociados a la plaza superior (“Hanan”), que data de una época más tardía. Si separamos las edificaciones con una asociación espacial más directa, tendríamos tres grupos definidos en el conjunto arqueológico de Choquequirao: 1. La plaza superior (“Hanan”), que incluye todos los edificios a su alrededor (plaza, recintos y paqchas), las colcas, sobre la ladera inmediata este, y la gran paqcha escalonada (figura 5). 2. La plaza inferior (“Hurin”), a 3104.14 msnm, con todos los edificios a su alrededor (figura 6),
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plaza, cancha habitacional con dos edificios (de dos pisos, hastial y doble planta) (figura 7); una callanca asociada a la cancha, una callanca con argollas (figura 8), paqchas, canales, recintos y muros con grandes nichos (llamado “Muro triunfal” por Sartiges en 1851) (figura 9); el grupo “Talleres de vivienda”, que incluye un sustrato constructivo pre-Inca; y los grandes andenes rectangulares del este (figura 10). 3. La colina aplanada llamada “ushnu” (figura 6); Pikihuasi (figura 11), que incluye un sustrato pre-Inca; una cancha con dos edificios opuestos conocida como “Casa de los sacerdotes”; una paqcha y muros de contención con planta escalonada o en zigzag. Consideramos que esta división ayuda a comprender mejor el asentamiento, que debe haber iniciado con la plaza inferior “Hurin”, y una infraestructura mínima de poca extensión, la cual incluyó al “Muro triunfal”, una edificación al parecer ligada al culto al sol y los ancestros (Zapata 2005), las paqchas (adoratorios al agua), la callanca con argollas (la más fina en su tipo, con probables funciones rituales y de alto nivel jerárquico), la cancha residencial y su callanca (con funciones habitacionales e industriales) y los andenes rectangulares, que debieron ser la primera infraestructura agrícola del asentamiento, en este caso con probables funciones rituales. Lo mencionado se acomoda a lo que Manuel Chávez Ballón describía como una llacta Inca con infraestructura básica. Es muy probable, además, que todo el conjunto se halle funcionalmente asociado a la colina aplanada (“ushnu”), que consideramos como una plataforma de observación astronómica pre Inca, similar a las registradas en la región de Yanama (Valencia 2005 y Frost y Floerke 2016); la cual contiene en su cima una especie de geoglifo formado por alineamientos de piedras dispuestos en patrones geométricos (Bingham 1910); La plataforma, que debió cumplir funciones particulares, fue incorporada a la arquitectura implementada por los cuzqueños en el siglo XVI. Los otros conjuntos vinculados a la llacta temprana serían: (1) Pikihuasi, que se presume fue un asentamiento pequeño especializado en producción textil (Apaza y Gallegos 2014) o incluso un acllahuasi (Angulo 2017) y (2) la denominada “Casa de los sacerdotes”, cuya edificación, que parece referir a actividades no domésticas, se encuentra cerca de un muro, en planta escalonada,
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Figura 9. Edificación con funciones rituales, bautizada como “Muro Triunfal” por Sartiges en 1851. Foto por Gori-Tumi Echevarría López 2005.
y de una paqcha. Luego que se levantó la infraestructura mencionada, se incorporó la plaza superior con sus edificaciones asociadas, templos, recintos, canales, colcas y, finalmente, una gran paqcha escalonada, que completa este grupo. Aunque se ha argumentado que esta plaza superior se dispone en oposición simétrica a la plaza inferior, un diseño dual (Samanez y Zapata 1989), consideramos que se trata de un arreglo diferenciado, que incluye arquitectura con otra función (colcas por ejemplo) y edificaciones que complejizan los aspectos rituales vinculados al culto al agua (paqcha escalonada). Es claro que el sentido funcional de la plaza superior la diferencia de la plaza inferior, constituyendo una ampliación de carácter más administrativo y ritual con relaciones temporales con los conjuntos arqueológicos de Paqchayoq, Las Llamas y Pinchaunuyoq. *Sector 2. Conjunto arqueológico de Capuliyoq Se ubica sobre el abra de Capuliyoq, paso natural entre la región Quechua y la región Yunga de la cuenca del río Apurímac. Desde Capuliyoq, a 2850 msnm, se puede observar el cañón del río y las estribaciones cordilleranas de su margen derecha, que conforman parte de la cadena
montañosa de Vilcabamba (figura 12). El abra de Capuliyoq incluye una zona arqueológica, sobre todo hacia el lado que se proyecta al noreste y que constituye la cima de una estribación montañosa en la margen izquierda del río. Sobre el espacio que cubre el abra, y a pocos metros antes de su cima, hay tres sitios con evidencia arqueológica: 1. Una roca de granito, con t’oqos o ushcus en su faceta mayor, ubicada sobre el borde izquierdo del camino que asciende al abra. La roca está aislada debido a que fue removida o se deslizó desde la parte alta, cayendo sobre uno de sus lados. Los t’ocos fueron logrados por percusión y abrasión y constituyen las mejores muestras de su tipo en toda la extensión de la zona arqueológica. 2. Tres rocas de granito, con t’oqos o uschus, fijadas en la superficie del área, ubicadas sobre el camino y la cima del abra (figura 13). Las tres rocas están asociadas y se presume sirvieron para rituales de pasaje. 3. Asentamiento pequeño con edificaciones de piedra instalado en la margen derecha del camino que cruza el abra. Este asentamiento, distribuido sobre las terrazas de la montaña que ascienden, conforme avanzan, hacia el borde del río, está soterrado y cubierto por tierra y grama. Esta evidencia está asociada al segundo grupo de quilcas, aunque su contemporaneidad
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Figura 10. Grandes andenes rectangulares con ligera curvatura. Tendrían funciones rituales. Foto por Gori-Tumi Echevarría López 2017.
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Figura 11. Edificios del Sector Pikihuasi. Foto por Zenobio Valencia 2005.
Figura 12. Abra de Capuliyoq. Foto por Gori-Tumi Echevarría López 2017.
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Figura 13. Quilca con t’ocos o ushcus en el abra Capuliyoq. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2017.
no está corroborada. *Sector 3. Conjunto arqueológico de Paraqtepata Sistema de andenes de cultivo con 18 terrazas distribuidas en cinco secciones de andenes (cuatro columnas), con dos escaleras continuas que las intercomunican (figura 14). Cuenta con canales de agua que llegan a una fuente ubicada en la parte central. Un detalle particular es que este sistema de andenes fue construido mediante manufactura fina, muy diferente a los otros sistemas de andenerías en toda la zona arqueológica, lo que indicaría una diferente temporalidad respecto al asentamiento. Debido a su escala reducida y a su aislamiento, está infraestructura no ha sido fechada; considerándosele, de manera genérica, de la época Inca. En la actualidad todos los andenes están restaurados.
*Sector 4. Conjunto arqueológico de Paqchayoq Al este del conjunto arqueológico de Choquequirao (Sector 1), sobre la ladera del cerro del mismo nombre y hacia la margen derecha del río Chunchumayo, se encuentra el conjunto arqueológico de Paqchayoq. Está compuesto por infraestructura agrícola conformada por terrazas de cultivo distribuidas en nueve sub-sectores constructivos diferenciados (figura 15). Todo el sistema de andenes se articula a través de escalinatas y calzadas peatonales asociadas a canales de agua con un diseño bastante logrado, que demuestra un manejo diestro de la ingeniera agrícola y del agua en una zona de ladera accidentada. En la parte central de los andenes hay una edificación llamada “Casa del arariwa” o “Casa del inca provincial”, que habría tenido carácter ritual, sobre todo en épocas de siembra y cosecha (Samanez y Zapata
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Figura 14. Sistema de andenes de Paraqtepata. Foto por Zenobio Valencia 2005.
2003). La casa expone una arquitectura impresionante, diseño muy logrado y detalles originales (lajas voladas en los techos). Paqchayoq es un impresionante proyecto de infraestructura agrícola, el más extenso de toda la zona arqueológica, con casi 400 m de longitud y 200 m de alto. *Sector 5. Conjunto arqueológico de las Llamas Sistema de andenes ubicado sobre la ladera oeste del cerro Choquequirao, en una quebrada de fuerte pendiente, por debajo del conjunto arqueológico central del asentamiento (Sector 1). Fue denominado “Las Llamas” por la presencia de grandes motivos zoomorfos, que ornamentan varios de sus paramentos (figura 16), los que fueron descubiertos por el arqueólogo Zenobio Valencia en 2004. La estructura está conformada por 138 terrazas, de ancho variado, que se extienden de este a oeste por casi 300 m, e incluyen 21 andenes con 24 figuras zoomorfas (figura 17), una antropomorfa (figura 18) y tres
figuras abstracto-geométricas (figura 19). Arquitectónicamente el conjunto tiene una historia compleja con al menos tres fases constructivas, la segunda caracterizada por la presencia de los motivos de las llamas y, la última, por los motivos geométricos (Echevarría López 2008 y Echevarría López y Valencia 2008). La edificación de los andenes de “Las Llamas” es un ejemplo del crecimiento horizontal y cambio en los parámetros constructivos de Choquequirao. En términos artísticos, los motivos semi-naturalistas conforman una escena integrada, que puede interpretarse como un hato de llamas en movimiento, ascendiendo la ladera hacia la parte central de Choquequirao. Un detalle único lo constituye el hecho de que los motivos se disponen en andenes yuxtapuestos siguiendo un eje oeste-este, con lo cual se convierte en una muestra gráfica diseñada para ser observada en tres dimensiones, a una escala gigantesca, si se compara con cualquier muestra artística en los Andes o América. Los detalles de su manufactura
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y cualidades formales la hacen incomparable con la producción artística de su tiempo, por lo que se trata, sin duda, de una expresión cultural cuzqueña o Inca del siglo XV, relacionada al Inca Tupac Yupanqui (Echevarría López 2008). *Sector 6. Conjunto arqueológico de Pajonal Se ubica sobre una ladera de pendiente moderada, a 5 km al noroeste del conjunto arqueológico de Choquequirao (Sector 1), justo antes de llegar al conjunto arqueológico de Pinchaunuyoq (Sector 7). El área de dispersión de la evidencia arqueológica tiene un aproximado de 300 m de longitud y sigue el talud de la ladera. Cabe resaltar que el terreno no ha sido explorado por completo. Pajonal fue registrado por el arqueólogo Zenobio Valencia en 2004. Desde entonces, no se han hecho más trabajos en el sitio. De acuerdo a nuestras observaciones presenta dos tipos de evidencia: 1. Arquitectura arqueológica consistente en numerosas edificaciones con planta circular, muros y espacios abiertos. Se trata de un asentamiento pre-Inca, el más extenso en la zona arqueológica de Choquequirao. La
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evidencia arquitectónica está casi totalmente cubierta por vegetación, por lo que es difícil reconocer todos sus rasgos físicos. 2. Una quilca con t’oqos o ushcus ubicada sobre uno de los lados de una posible plaza, espacio abierto del asentamiento. Esta quilca, con t’oqos manufacturados por percusión directa, se dispone sobre un pequeño afloramiento de cuarcita (figura 20). Como en el caso de Capuliyoq, es probable que haya sido producida en función de ritos de pasaje, por lo cual tiene carácter ceremonial. *Sector 7. Conjunto arqueológico de Pinchaunuyoq A siete kilómetros al noroeste del conjunto arqueológico de Choquequirao se levanta este inmenso sistema de andenes (figura 21), construido en planta cónica con su lado más agudo en la parte baja de la edificación. Está conformado por 57 terrazas y varias paqchas alimentadas por puquios, por lo que el agua discurre permanentemente. La construcción fue realizada sobre un rasgo geomorfológico, aprovechando los afloramientos de agua; por lo que Pinchaunuyoq es un excelente ejemplo de modificación o
Figura 15. Andenes de Paqchayoq luego de su recuperación. Foto por Zenobio Valencia 2005.
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Figura 16. Escena de un hato de llamas sobre el conjunto arqueológico “La llamas”. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2005.
culturización del paisaje. Se observa que los paramentos de los andenes fueron levantados usando la misma técnica que los del conjunto de “Las llamas” (Sector 5), por lo que se asume que fue edificado en una sola fase, durante la época de Túpac Yupanqui. Al igual que el conjunto arqueológico de Paqchayoq, Pinchaunuyoq presenta dos edificaciones con recintos en su parte alta, tal vez dos templos que preceden la consecución de andenes y las primeras reparticiones del agua en las paqchas. Este sector ha sido restaurado recientemente.
un largo ascenso a la estancia de Maizal y al abra Vitoria. Todo el camino atraviesa un espectacular marco paisajístico y varias regiones geográficas. En el segundo tramo de esta vía existe evidencia arqueológica relevante como para ser considerada de valor turístico destacado. La mayor parte de camino inca muestra un empedrado contundente, dispuesto en secciones niveladas y, con mayor frecuencia, en ascensos escalonados (figura 22). En la actualidad este camino está en riesgo de desaparecer debido al continuo tránsito de arrieros con sus acémilas. Un detalle adicional de este camino es que *Sector 8. Conjunto arqueológico Cami- atraviesa una zona con socavones de minas, nos de cerro Victoria algunos de los cuales se remontan a la época viLuego de bajar la ladera que soporta a Pin- rreinal, cuando el área era un reconocido asiento chaunuyoq, y cruzar el río Victoria, se empieza minero (Huertas 1973).
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Figura 17. Llama diseñada con rocas blancas sobre el paramento de un andén de Choquequirao. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2005.
Esta parte del camino finaliza en el abra Victoria (figura 23), cuya cima forma parte de una cadena de montañas, que constituyen la divisoria de aguas entre la cuenca del río Victoria y la del río Yanama. Una vez atravesada el abra se entra en una zona Quechua, correspondiente al entorno directo del poblado de Yanama, que constituye el destino final del periplo. Desde el abra Victoria es posible ver todo el complejo cordillerano de Vilcabamba. Guía a la zona arqueológica de Choquequirao Esta guía fue diseñada para tener como punto de inicio el abra de Capuliyoq, al cual se accede sólo desde la localidad de Cachora, ubicada a 10 km hacia el sureste de Choquequirao. Sin
embargo, si se ingresa por otros lugares, esta referencia puede obviarse y la guía puede ser considerada a partir el Sector 1, o conjunto arqueológico Choquequirao, desde donde es posible reconocer todo el complejo. Capuliyoq es una parada importante porque presenta evidencias de quilcas y de un pequeño asentamiento pre-Inca, tal vez del Intermedio Tardío (1200-1470 dC). Consideramos que las quilcas del abra fueron usadas para hacer ritos liminales de pasaje entre la zona Quechua (templada) y la zona Yunga (caliente), como una antesala de ingreso a la llacta. Los ritos de pasaje están documentados en algunas crónicas y a nivel etnográfico, por lo que Capuliyoq podría constituir evidencia de tales actividades. Prosiguiendo el camino, luego de cruzar la estancia de Chiquisca, Playa Rosalina, el río
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Apurímac y toda la ladera de la montaña -que forma la margen derecha del río-, es decir toda la zona Yunga del valle, se arriba a Marampata, una terraza coluvial llana. Desde Marampata por primera vez se puede observar el perfil este de la Choquequirao, cuyo rasgo principal son los andenes alargados y rectangulares del conjunto central de la llacta. Desde aquí, se ve que el sitio
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se emplaza sobre el espolón del cerro Choquequirao, formando un perfil escalonado y monumental. Los incas modificaron de manera ex profesa este perfil para su asentamiento, aunque no fueron los primeros pobladores de la zona. Adelante de Marampata están los andenes de Sunchupata, un grupo arqueológico previo a Choquequirao. Desde Marampata el camino sigue por la ladera
Figura 18. Motivo antropomorfo, probable llamero. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2005.
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de la cadena montañosa que encierra el Apurímac. Posee un relieve accidentado intercalado de pequeñas quebradas secas y salientes montañosas. La vegetación se hace más amazónica a medida que nos alejamos de Marampata, lo que indica que estamos entrando a una zona ecológica diferente, de carácter andino-amazónico. En su decurso el camino conduce a la quebrada del río Chunchumayo, que colecta al río Apurímac, al que hay que atravesar por su margen izquierda. Desde aquí se puede ver por primera vez dos de las grandes obras de infraestructura agrícola e hidráulica de la zona arqueológica de Choquequirao: el conjunto arqueológico de Paraqtepata (Sector 3) y el impresionante conjunto arqueológico de Paqchayoq (Sector 4). Paraqtepata y Paqchayoq no comprenden el mismo sistema de andenes. Se infiere que ambos fueron elaborados en diferentes momentos y bajo diferentes parámetros funcionales y constructivos. Paraqtepata fue
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construido cuando se implementaron las primeras facilidades para la ocupación del asentamiento Inca o llacta temprana. Muestra una lograda calidad constructiva en comparación con Paqchayoq y, debido a su menor escala, tuvo que funcionar con otros proyectos constructivos similares, con los que guarda parecidos estructurales y de manufactura, como los andenes del grupo arqueológico central (Sector 1) -rectangulares y de fino tratamiento en su primera etapa- y los de la zona central del conjunto arqueológico de las llamas de Choquequirao (Sector V). Por su parte, Paqchayoq constituye un proyecto de infraestructura agrícola del segundo momento de crecimiento de Choquequirao, o llacta tardía. Esta obra fue edificada en la misma época que los andenes de “Las llamas” y del conjunto arqueológico de Pinchaunuyoq, los que constituyen, en bloque, un salto cuantitativo enorme en el desarrollo y crecimiento vertiginoso de Choquequirao. La gran escala de Paqchayoq
Figura 19. Motivo abstracto geométrico en el conjunto arqueológico “La llamas” de Choquequirao. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2017.
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Figura 20. Quilca con t’oqos ubicada en uno de los espacios abiertos del asentamiento pre Inca de Pajonal. Tendría funciones rituales de acceso a la llacta. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2017.
sorprende en comparación con el área cubierta por el conjunto arqueológico central, que incluye andenes rectangulares. Un detalle adicional es la presencia, en la parte central derecha del sistema de andenes, de una edificación particular interpretada como la “Casa del inca provincial”, que, se asume, fue ocupada, en épocas de siembra y cosecha, por miembros de la élite Inca. Esta edificación le confiere un estatus de alta jerarquía a toda esta infraestructura. Una vez pasado el río Chunchumayo y los dos conjuntos de andenerías se llega al campamento base para pernoctar, ubicado sobre unas plataformas arqueológicas cercanas a grupos de evidencias arqueológicas cubiertas por maleza y el bosque. Continuando con el trayecto primero se arriba a los grandes andenes rectangulares, ubicados al este de la plaza inferior o Haucaypata de Choquequirao. Los grandes andenes rectangulares, que hacen una ligera curvatura en planta, constituyen parte de la primera infraestructura básica de la llacta temprana. Los andenes tuvieron funciones rituales, en relación a las necesidades
iniciales del asentamiento, vinculadas a actividades suntuarias y diplomáticas. Los andenes poseen una calzada empedrada original del siglo XV y muestran secciones y vanos tapiados; que demuestran que la edificación había atravesado ya varios estadios de remodelación y ampliación. Todo el conjunto estaba en remodelación cuando el asentamiento fue abandonado poco tiempo después de la invasión española. Luego de los andenes se asciende hacia la plaza principal inferior o Haucaypata, punto neurálgico del Sector 1, lugar central, espacio más sagrado de todo el asentamiento de Choquequirao y escenario de un sin número de rituales y reuniones, que quizas contaron con la participación del propio Inca. Vista en planta, la plaza tienes una sección triangular, con un diseño cerrado, excepto hacia el este donde están los andenes rectangulares. De sur a norte, siguiendo las agujas del reloj, está el acceso real a la llacta de Choquequirao, a través de un vano de doble jamba, adosado a un muro compuesto con nichos, vanos y un
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pequeño recinto interior. Esta estructura fue nombrada “Muro triunfal” por Sartiges en 1851. Hoy se plantea que era un templo votivo al sol y los ancestros, ya que en su cercanía se encontraron numerosos contextos funerarios, excavados por los proyectos arqueológicos de Ives Bejar y de Percy Paz. Hacia el oeste se aprecian las paqchas, templos al agua, rasgo inconfundible de la arquitectura Inca. Hacia el norte está la callanca de las argollas, uno de los edificios más elaborados de Choquequirao, en el cual se realizaban ceremonias y reuniones especiales. Finalmente, también hacia el norte, se encuentra la gran cancha que encierra tres edificaciones dobles de dos pisos con grandes hastiales, las que el explorador Hiram Bingham, en 1910, comparó con las de Ollantaytambo y Raqchi. La calidad y disposición de los edificios, incluyendo los andenes del lado este, indican que se
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trata de un acondicionamiento funcionalmente integrado, tal como planteaba el Dr. Manuel Chávez Ballón cuando teorizaba sobre las llactas incas. Las llactas debían tener un equipamiento físico básico, que incluía, como ya vimos, templos, paqchas, andenes, habitaciones y callancas. Debido a la escala y al acondicionamiento de los edificios, se plantea que la llacta temprana de Choquequirao poseía funciones suntuarias y de alta jerarquía, quizá para negociar con los pobladores quechuas de la zona su incorporación al Tahuantinsuyo como incas de privilegio; lo cual debió darse en un contexto histórico crucial para los cuzqueños (guerra o post guerra con los Chancas). Debido aesto, se comprende que solo parte de la infraestructura observada en el asentamiento (principalmente la del área central, sector 1) puede corresponder a la llacta temprana, la cual fue edificada en la época del Inca Pachacuti.
Figura 21. Parte del sistema de andenes de Pinchaunuyoq. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2017.
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Figura 22. Camino pavimentado y escalonado ascendiendo hacia el abra Victoria, que está afectado por el tráfico de acémilas. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2017.
Parte de la llacta temprana de Choquequirao incluye el llamado “ushnu”, Pikihuasi, la “Casa de los sacerdotes” y los andenes de Paraqtepata ubicados sobre el río Chunchumayo. Consideramos que el supuesto “ushnu” es en realidad una plataforma de observación pre Inca, como las descubiertas en toda la cuenca del Yanama y la región de Vilcabamba. El “ushnu” o plataforma de Choquequirao presenta un geoglifo con un diseño abstracto geométrico en su cima. Por su parte, Pikihuasi sería un centro de producción textil, o un acllahuasi, mientras que la “casa de los sacerdotes”, una de las obras arquitectónicas más peculiares de la llacta temprana, constituiría un lugar ceremonial debido a su diseño en simetría bilateral y a su asociación a una paqcha. En la plaza superior o Hanan, nos encontramos ante una plaza pequeña con dos edificios opuestos,
uno similar al muro triunfal de la plaza inferior, pero más extendido, y otro edificio tipo callanca hacia el sur, que tendría funciones de tipo utilitarias. Esta plaza está asociada con las colcas y con la gran paqcha escalonada que se disponen hacia el este. Aunque la plaza superior y su edificación se disponen en oposición dual con la plaza inferior y el “Muro triunfal”, como ha sido resaltado por los investigadores Samanez y Zapata en 1989, estimamos que estas construcciones son una ampliación de carácter administrativo, relacionada a la nueva infraestructura agrícola, como son los grandes proyectos de andenes de Paqchayoq, de Las Llamas y de Pinchaunuyoq. A las edificaciones de la plaza superior se les adicionaron las colcas y las paqchas, con las que se completó este grupo arquitectónico. Inferimos que la infraestructura agrícola de este tiempo, las gigantescas
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obras de andenería, se administraban desde la plaza superior, mientras que la plaza inferior funcionaba como centro de actividades rituales y de la nobleza. Este es el centro de la llacta tardía, en la época del gobierno del Inca Túpac Yupanqui. Después de visitar el conjunto arqueológico central, se desciende hacia el conjunto arqueológico de las llamas, el cual es un enorme complejo de andenerías que mira al oeste en dirección al espectacular cañón del Apurímac. Este conjunto ha sido realizado en tres fases constructivas consecutivas, primero edificándose la parte central (que expone un diseño de planta cuadrangular con tres accesos escalonados), seguido de la sección inferior (con un diseño que sigue la topografía de la quebrada y con una construcción con muros elaborados con piedras irregulares de esquistos micáceos colocados de manera vertical) y, por último, con el levantamiento de la sección superior (con pocos andenes de una construcción irregular). Es sintomático que los
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motivos de llamas y geométricos hayan sido ubicados en la sección inferior y superior de los andenes, lo que indica que formaron parte de la segunda gran remodelación del asentamiento, que dio lugar a la llacta tardía. Por sus características constructivas y de diseño, el sector central de andenes constituye una edificación de la primera época del asentamiento o llacta temprana. Los motivos de camélidos están sobre el espolón más saliente de la ladera en esta sección de la montaña. Este hecho es interesante pues están dispuestos con una prerrogativa visual evidente. Cada motivo, 24 llamas y un antropomorfo -interpretado como “llamero”-, se dispone en un andén independiente, lo que genera una composición por elementos yuxtapuestos de más de 100 m de diámetro lineal y al menos 30 m de profundidad hacia la cima de la montaña, calculado desde el primer motivo bajo (el “llamero”), lo que le da a la composición una perspectiva visual de tres dimensiones, que es sui generis para el arte arqueológico peruano. La filiación cultural de
Figura 23. Abra del cerro Victoria, divisoria de aguas entre la cuenca del río Victoria y río Yanama. Foto Gori-Tumi Echevarría López 2017.
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esta obra es cuzqueña, Inca, correspondiente a la llacta tardía de Túpac Yupanqui. Posterior al conjunto arqueológico las llamas, se asciende hacia el espolón rocoso del cerro Choquequirao para cruzar hacia la ladera que da al río Victoria. Antes de entrar en el alta divisoria de aguas se puede ver por última vez el asentamiento. Es una vista de gran valor geográfico y paisajista. Mientras se asciende y se cruza la divisoria uno atraviesa el bosque andino-amazónico, que puebla parte de las áreas montañosas de este territorio. Una vez cruzada la zona arbórea, se ingresa otra vez a la región Yunga de la cuenca del río Victoria, que es un territorio de clima caliente y vegetación semidesértica. Es en esta sección que se encuentran los conjuntos arqueológicos Pajonal y Pinchaunuyoq (sectores 6 y 7). Pajonal es un asentamiento pre Inca caracterizado por numerosas construcciones dispersas, en un radio aproximado de 300 m2, que comprenden edificios con planta circular y otra infraestructura constructiva cubierta por vegetación arbustiva. Dentro de esta área también se ha registrado un afloramiento de roca cuarcita conteniendo t’oqos o ushcus, que recuerda al conjunto pre Inca de Capuliyoq. La evidencia muestra que Pajonal funcionó como uno de los poblados más prominentes a la llegada de los cuzqueños en el siglo XV, y debió servir de sustento y fuerza laboral a todo el asentamiento Inca en Choquequirao. Restos de asentamientos similares a Pajonal (con edificaciones con planta circular) han sido registrados en Pikihuasi y la zona “Talleres de vivienda”, en el conjunto central de Choquequirao (Sector 1), lo que significa que un sistema de asentamientos pre incas funcionó antes de que se instalara la llacta temprana. Esto indica que el impacto imperial cuzqueño fue vertical y contundente. Como dijimos, Pajonal incluyó un componente de quilcas usadas para ritos de pasaje y acceso a determinadas áreas: (1) viniendo de la zona de Yanama, que fue el principal camino histórico a Choquequirao, los ritos debieron implicar el paso a la zona de influencia directa del asentamiento Inca y (2) viniendo de Choquequirao, las quilcas debieron relacionarse al acceso a la región Yunga del río Victoria. Tanto las quilcas de Pajonal como las de Capuliyoq fueron producidas mediante percusión directa sobre roca dura, razón por la cual han perdurado hasta la actualidad. Pasando Pajonal se desciende hasta
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Pinchaunuyoq, la última gran obra de infraestructura agrícola relacionada a Choquequirao, que corresponde a la segunda fase de crecimiento del asentamiento o llacta tardía. Debido a su ubicación, Pinchaunuyoq fue edificado aprovechando la existencia de varios puquios en el lugar, sobre una pequeña quebrada horadada por estos manantes. El diseño y construcción de sus andenes son muy similares a los de las llamas; es decir, se han adecuado al terreno y se han usado piedras de esquisto micásico, formando un aparejo de ajustes por cuñas verticales. Pinchaunuyoq, no obstante, no presenta motivos decorativos o diseños en los paramentos de sus muros como si es el caso del sector 5 (Las llamas). Es posible que la creación de este tipo de decorado mural haya estado condicionado por su cercanía al área central de Choquequirao, y Pinchaunuyoq es el sistema de andenes más alejado del centro de la llacta. De otro lado, Pinchaunuyoq presenta dos construcciones en la parte superior de sus andenes, edificaciones que muestran diseños especiales. Una de ellas tiene planta en forma de cruz o chacana y, la otra, posee recintos dispuestos sobre varios niveles de andenes. Estas características indicarían que los edificios funcionaron como altar votivo y templo dentro del conjunto arquitectónico. Otro detalle adicional es la presencia de varias paqchas en la parte central superior del conjunto, que indica que existía un permanente culto al agua en la zona. Una de las paqchas muestra incluso t’oqos sobre las lajas que forman el piso superior de su caja de recepción de agua, lo que complejiza mucho más el culto a este vital elemento. En términos funcionales, Pinchaunuyoq, Las llamas y Paqchayoq debieron suplir una enorme producción agrícola, muy superior a las necesidades de la población de la llacta, calculada en 1000 habitantes, según el arqueólogo Julinho Zapata (2005). Esto quiere decir que la producción estuvo destinada para otras zonas y poblaciones, sin incluir a los grupos locales que eran autosostenibles hasta la llegada de los cuzqueños. A partir de este hecho es posible distinguir mejor la llacta temprana de la tardía. La primera con un equipamiento básico a nivel agrícola, que debió cubrir las necesidades de una población pequeña viviendo en un asentamiento orientado a cumplir funciones jerárquicas o diplomáticas, mientras que la tardía se orientó a la producción a gran
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Tabla 2. Paradas interpretativas para la zona arqueológica de Choquequirao y el discurso de divulgación sugerido. Elaborado por los autores de este texto.
escala, como se puede comprobar con los grandes proyectos de andenerías. Es seguro que los contextos de desarrollo del Tahuantinsuyo hayan tenido que ver con las dos grandes épocas de Choquequirao. En primer lugar, la llacta temprana, con funciones suntuarias, rituales y diplomáticas en el contexto de la guerra o post guerra con los Chanca y, posteriormente, la llacta tardía con
un crecimiento vertiginoso en el contexto de la gran expansión imperial, que proveería de recursos, coca por ejemplo, a la gloriosa campaña de Túpac Yupanqui en la expansión cuzqueña. Luego de visitar el conjunto arqueológico de Pinchaunuyoq, se emprende el último tramo de la visita. Este comprende una ruta de trekking bastante larga y exigente. La primera parte de
Gori-Tumi Echevarría López, Luz Marina Monrroy Quiñones y Eulogio Alccacontor Pumayalli Guía arqueológica de Choquequirao, Cuzco-Perú
este tramo baja de Pinchaunuyoq, cruza el río Yanama y prosigue con un acenso de varias horas, el cual atraviesa la zona Yunga, algunos relictos de bosques secos y el permanente paisaje de la quebrada del río Victoria y el río Blanco, lo cuales colectan al río Apurímac. Esta parte del camino va directo hacia la estancia de Maizal, parada estratégica en el camino hacia el abra Victoria. Aquí se puede descansar o pernoctar, sea el caso, para continuar con el segundo tramo de ascenso hacia el abra. Luego de Maizal se ingresa al conjunto arqueológico que denominamos “Camino abra Victoria” (Sector 8), un impresionante tramo vial, con dos rasgos arqueológicos principales: el gran camino empedrado inca y los diversos socavones de mina de la zona (la mayoría provenientes del periodo virreinal). El camino muestra tramos nivelados pero la mayor parte consiste en secciones ascendentes que se disponen en zigzags, mucho de los cuales exponen una calzada de piedras, que atraviesa secciones de bosques con bambú y otras especies tropicales. El ascenso acaba cuando se accede al abra Victoria, cuya cima es parte de la cadena de montañas que flanquean los ríos Yanama y Victoria. Este lugar es un punto aislado de la región Puna, umbral de ingreso a la zona Quechua, que se extiende sobre la quebrada del río Yanama, donde se ubica el poblado del mismo nombre. Aunque el camino es espectacular y constituye una de las mejores rutas de trekking del mundo, viene siendo destruido por los arrieros que hacen el servicio de porteado en la ruta del camino Inca; no obstante, todavía se puede apreciar la monumentalidad de esta ruta que nos lleva a la última parada de nuestra visita a Choquequirao. Paradas explicativas Aunque la guía fue diseñada para una visita lineal a través de la zona arqueológica, se le puede utilizar de forma práctica sin tomar en cuenta la ruta de visita usada o el tiempo que tome la estadía del visitante a Choquequirao. La propuesta interpretativa, que gira entorno a los grupos monumentales centrales de Choquequirao, tiene carácter integral y concatenado, lo que evita una fragmentación del discurso y facilita una comunicación estándar para una guía general y objetiva de la zona arqueológica. Teniendo esto en claro, y para una para una dinámica, en la que se pueda dosificar la explicación de la zona arqueológica, proponemos diversas paradas
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interpretativas, con dos tipos de discurso, el histórico-arqueológico y el geográfico-ecológico, que en Choquequirao están siempre presentes (tabla 2). Epilogo La guía, tal como está planteada, es una propuesta para la comprensión de la zona arqueológica de Choquequirao, la misma que sigue un esquema integrador, articulando discursivamente todos los conjuntos arqueológicos del área. Consideramos que, bajo un argumento de este tipo, es posible actualizar constantemente la propuesta interpretativa con nuevas investigaciones y nuevos conocimientos, haciendo extensivo y más preciso el mensaje; el cual debe tener una orientación, desde la arqueología, histórico-cultural, sin descuidar el territorio y el entorno geográfico y ecológico de la zona. En este sentido, esperamos que esta guía cumpla su cometido, como un instrumento de gestión patrimonial, que contribuya a difundir, de manera técnica, un bien monumental del país de valor incalculable para todos los peruanos. Bibliografía2 ALENCASTRE MONTÚFAR, Gustavo, 1966. Choqe k’iraw, la ciudad de los cóndores. Cultura y Pueblo, Nro. 3(9-10): 24-28. ANGULO VALDIGLESIA, Lucero, 2017. Choquequirao: Uso y función de los espacios a través de la evidencia cultural - Sector IX Pikiwasi. Ciencia y Desarrollo, Nro. 20(1): 49-64. Accesible en Internet http://revistas.uap.edu.pe/ojs/index. php/CYD/article/viewFile/1408/1379. [Consultada el 12-01-2018, 08:00 hrs.]. APAZA HUAMANI, John y Homar GALLEGOS GUTIÉRREZ, 2014. Choquequirao y los tejidos para los dioses y señores inka. Arqueología y Sociedad, Nro. 27: 409-434.
2 La bibliografía que se anexa es referencial. Para una lista de documentos más comprensiva, invitamos al lector a revisar el artículo “Una aproximación bibliográfica a la zona arqueológica de Choquequirao, Cuzco”, publicado en la Revista Haucaypata, Investigaciones Arqueológicas del Tahuantinsuyo, 2018, Nro. 13: 60-84.
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BINGHAM, Hiram, 1910. The ruins of Choque- SAMANEZ, Roberto y Julinho ZAPATA, 1995. quirao. American Anthropologist, Nro. 12(4): El conjunto arqueológico inka de Choquequirao. 505-525. Andes, Nro. 1: 97-114. ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi, 2008. Cho- SAMANEZ, Roberto y Julinho ZAPATA, 2003. quequirao. Un estudio Arqueológico de su Arte La casa de la caída de agua, vivienda del Inca en Figurativo. Hipocampo Editores. Lima. Choquequirao. Arkinka, revista de arquitectura, diseño y construcción, Nro. 8(92): 82-111. ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi y Zenobio VALENCIA GARCÍA, 2008. Arquitectura y Con- VALENCIA GARCÍA, Zenobio, 2005. Informe texto Arqueológico. Sector VIII, andenes “Las Proyecto Catastro y Delimitación Arqueológica. Llamas” de Choquequirao. Investigaciones So- Implementación Plan Maestro Choquequirao. ciales, Nro. XII (20): 66-83. Informe presentado al INC Cuzco. Cuzco. ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi y Zenobio VALENCIA GARCÍA, 2011. Choquequirao, un asentamiento imperial cusqueño del siglo XV en la Amazonía andina. Revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 2: 32-43. FROST, Peter y Kevin FLOERKE, 2016. Un contexto para Choquequirao. Exploraciones en la cuenca del río Yanama. En Vilcabamba entre Arqueología, Historia y Mito: 38-53. (Editado por Jean-Jacques Decoster y Mariusz Ziólkowski). Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas. Cuzco. HUERTAS VALLEJOS, Lorenzo, 1973. Memorial acerca de las cuatro ciudades inkas situadas entre los ríos Urubamba y Apurímac. Historia y Cultura, Nro. 6: 203-205. MORALES CHOCANO, Daniel, 1993. Historia Arqueológica del Perú (del Paleolítico al Imperio Inca). Compendio Histórico del Perú. Editorial Milla Batres. Lima. PULGAR VIDAL, Javier, 1946. Historia y Geografía del Perú, Tomo I. Las Ocho Regiones Naturales del Perú. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. RAMOS CONDORI, Florencio Fidel, 1998. Conservación de Zonas Arqueológicas del Departamento del Cusco. Una Visión de Turismo de la Sub Región Inka. Imprenta Edmundo Pantigozo. Cuzco. SAMANEZ, Roberto, 2006a. Choquequirao, destino turístico. Boletín de Lima, Nro. 28(146): 77-95. SAMANEZ, Roberto y Julinho ZAPATA, 1989. El conjunto arqueológico inca de Choquequirao. Cuadernos de Arqueología, Nro. 1: 17-24.
ZAPATA, Julinho, 2005. Paisaje, ancestros y agua sagrada en Choquequirao. En Choquequirao. El misterio de las Llamas del Sol y el Culto a los Apus: 95-122. Fondo Contravalor Perú-Francia. Perú.
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A cincuenta años de la publicación de la Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562 (1967)1 Carlo José Ordóñez carlojoseordonez@gmail.com
La visita fue un instrumento burocrático y administrativo utilizado por la corona española para obtener información sobre sus territorios y habitantes, una especie de censo que permitió determinar los impuestos; organizar el envío de funcionarios; precisar límites jurisdiccionales; resolver problemas operacionales, de índole judicial, estadístico o de ajuste de control social y; observar el funcionamiento de la maquinaria del poder (Mellafe 1967 y Anders 1990). Entre los numerosos tipos de visitas se cuenta con visitas generales, de ciudades y barrios, de caminos, de puentes, de minas, de trapiches, de parroquias y de tambos, por citar sólo algunos (Mellafe 1967: 325). Desafortunadamente, diversos registros virreinales relacionados a estas inspecciones han desaparecido o se encuentran aún inéditos, a la espera de ser descubiertos, no solo en los grandes archivos nacionales e internacionales, sino también en archivos de las comunidades campesinas, bajo la celosa custodia de sus autoridades. En este sentido, Huánuco resulta ser una región privilegiada, pues algunos documentos concernientes a su territorio, de innegable valor histórico, se han logrado conservar y divulgar. Precisamente, en 1967 salió a la luz el primero de dos volúmenes titulados Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562, una obra de carácter excepcional con información valiosa basada en la inspección general realizada por el funcionario español Iñigo Ortiz de Zúñiga a diferentes localidades huanuqueñas, con el propósito de averiguar los reclamos formulados ante la Audiencia de Lima por parte de dos de los principales grupos étnicos de la región: los Chupaychu y los Yacha (figura 1). 1 Este texto se publicó por primera vez en la Revista del Archivo Regional de Huánuco, Nro. 2, diciembre 2017. Se presenta esta vez, con breves modificaciones, gracias a la gentil autorización de su director, el historiador Marco Antonio Flores Calderón.
Figura 1. Imagen de la Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562 publicada en 1967. Propiedad del autor de este texto.
La visita conducida por Iñigo Ortiz contiene un censo general de personas y bienes, incluye recorridos casa por casa y cuenta con testimonios de las autoridades locales como Diego Xagua, curaca mayor de todos los Chupaychu, y Juan Chuchuyauri, curaca de los Yacha. Además, debido a su temprana elaboración, si tomamos en cuenta que 1562 no dista mucho de la llegada de los españoles al Tahuantinsuyo, es posible encontrar información sobre las relaciones socio-económicas establecidas entre estos grupos étnicos y el Inca,
ORDÓÑEZ, Carlo José, 2019. A cincuenta años de la publicación de la Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562 (1967). Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 14: 117-120. Lima.
Carlo José Ordóñez A cincuenta años de la publicación de la Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562 (1967)
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Figura 2. John Murra. Tomado de Castro et al. 2000.
las cuales se dieron a modo de compromisos recíprocos que involucraron bienes y servicios, que podían ser brindados en instalaciones estatales próximas, como Huánuco Pampa, o distantes, como Cuzco y Quito; lo cual resulta sorprendente en la actualidad, considerando que dichos sitios se encuentran separados por varios días de camino e incluso semanas. Al respecto, el relato de Diego Xagua, sobre los tributos ofrecidos al Inca, complementa lo señalado al precisar que: “… los que estaban en el dicho repartimiento dándole maíz que se lo ponían en Guanuco el Viejo que era lo que se cogía en este valle en tierras del ynga que ellos beneficiaban…y que tardaban en lo llevar siete días desde los depósitos donde lo tenían y lo llevaban a cuestas…y que la ropa de cumbi que le daban la ponían la mitad en el dicho Guanuco el Viejo y la otra mitad en Cuzco y que asimismo tributaban sal y ají y oxotas y plumas…” (Ortiz 1967 [1562]: 25-26). La acertada publicación de esta visita, que pretendía inaugurar una serie de documentos
para la historia y la etnología de Huánuco y la selva central, fue el resultado de una suma de esfuerzos y gestiones provenientes de instituciones extranjeras y nacionales como el Instituto de Investigaciones Andinas de Nueva York y la Universidad Nacional Hermilio Valdizán de Huánuco, esta última representada por su rector, el ingeniero Pedro José Cuculiza, y el decano de la Facultad de Letras y Educación, Dr. Edmundo Guillén Guillén. Si bien el documento había sido publicado con anterioridad en la Revista del Archivo Nacional de Lima, por el padre Domingo Angulo (1920) y el paleógrafo Felipe Márquez Abanto (entre 1955 y 1961), la edición de 1967, a cargo del reconocido antropólogo John Murra (figura 2), contiene en un solo tomo la visita de las cuatro waranqa de los Chupaychu, así como otros documentos suplementarios, inéditos hasta ese entonces, ofreciendo, así, una visión de los acontecimientos que precedieron a la llegada de Ortiz. Además, al interior de esta publicación se encuentran los resultados, en algunos casos
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preliminares, de una serie de investigaciones históricas y arqueológicas que para entonces resultaron novedosas y que giraron en torno a este documento. De esta forma, se encuentran los trabajos de Rolando Mellafe: “Consideraciones históricas sobre la visita”; José del Busto: “Iñigo Ortiz de Zúñiga, visitador de los huancachupachos”; Donald E. Thompson: “Investigaciones arqueológicas en las aldeas chupachu de Ichu y Auquimarca”; Robert Mck. Bird: “La agricultura en la visita de Ortiz”; Gordon J. Hadden: “Un ensayo de demografía histórica y etnológica en Huánuco” y; John Murra: “La visita de los chupachu como fuente etnológica en Huánuco”. Además, este volumen contiene los siguientes anexos: (1) “Cuadro comparando pueblos y kuraqkuna de la visita de 1549 con la de 1562”, (2) “Mapa de los grupos étnicos de la sierra de Huánuco” y (3) “Mapa con el itinerario seguido por Iñigo Ortiz de Zúñiga durante la visita”. De ahí que, considerando la riqueza de la
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información almacenada al interior de este volumen, el propio Rolando Mellafe (1967: 325) afirmará que pocas veces un estudioso de la historia virreinal de Hispanoamérica podrá contar con un documento más útil, completo y sugerente para descubrir la realidad social y económica de una época que la visita de Iñigo Ortiz de Zúñiga. Aseveración que parece haber sido refrendada en su momento por Murra, quien avizorando la importancia del documento mencionado lo utilizó como base para el diseño del proyecto interdisciplinario “Estudio de la Vida Provincial Inca”, ejecutado entre los años 1963 y 1966 en las alturas de Huánuco, gracias a la convocatoria y colaboración de arqueólogos, historiadores y etnólogos, procedentes tanto del extranjero como de reconocidas universidades nacionales; siendo además el inició de brillantes trayectorias profesionales como la del recordado arqueólogo Craig Morris, uno de los referentes más importantes sobre el estudio de la arqueología Inca (figura 3). La publicación titulada Visita de la Provincia
Figura 3. Craig Morris y Delfín Zúñiga en las colcas de Huánuco Pampa. Tomado de Morris et al. 2011.
Carlo José Ordóñez A cincuenta años de la publicación de la Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562 (1967)
de León de Huánuco en 1562 es un documento de más de cuatrocientas páginas, que representa un vertedero interminable de información, conocido por arqueólogos, historiadores y antropólogos, aunque ignorado por las mayorías. Su publicación representó un magnífico trabajo que aún nos permite profundizar en el conocimiento de nuestro pasado, razón por la cual resulta fundamental continuar con la búsqueda de la otra parte de este documento, tal como fue advertido por Murra (1967: VI-VII): “… se publica aunque incompleta: el cuaderno con la visita de las dos waranka del lado derecho del Pillkumayu todavía no se ha encontrado…es menester hacer una búsqueda sistemática del otro cuaderno, ya que la visita de casa en casa proporciona información doméstica de mucho interés, que falta en las entrevistas hechas en Huánuco”. Por lo tanto, conscientes de la existencia de las visitas publicadas hasta este momento, resulta necesario hacer uso de estos instrumentos a fin de continuar con las investigaciones, replicando en la medida de lo posible el desarrollo de estudios interdisciplinarios que vayan de la mano con acciones de socialización de la información y actividades de carácter cultural-educativo, toda vez que ésta sería una de las rutas principales para vincular a la población con su patrimonio cultural de la manera más eficiente, sin lugar a duda, una gran responsabilidad que debe asumirse o ¿Debemos esperar cincuenta años más? Bibliografía ANDERS, Martha, 1990. Historia y Etnografía: Los Mitmaq de Huánuco en las Visitas de 1549, 1557 y 1562. Instituto de Estudios Peruanos. Perú. CASTRO, Victoria; ALDUNATE, Carlos y Jorge HIDALGO, 2000. Conversaciones con John Murra. Nispa Ninchis. Instituto de Estudios Peruanos. Institute of Andean Research. Perú. MELLAFE, Rolando, 1967. Consideraciones Históricas sobre la Visita de Iñigo Ortiz de Zúñiga. En Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562: 323-344. Universidad Nacional Hermilio Valdizán. Huánuco. MORRIS, Craig; COVEY, Alan y Pat STEIN, 2011. The Huanuco Pampa Archaeological Project. Volume I: The Plaza and Palace Complex.
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American Museum of Natural History Anthropological Papers, Nro. 96. New York, United States. USA. MURRA, John, 1967. Nota Preliminar sobre el Manuscrito de la Visita de los Chupachu y la Transcripción Usada en la Presente Edición. En Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562: V-IX. Universidad Nacional Hermilio Valdizán. Huánuco. ORTIZ DE ZÚÑIGA, Iñigo, 1967 [1562]. Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562. Universidad Nacional Hermilio Valdizán. Huánuco.
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Excelencia y violencia en la práctica arqueológica: a veinte años del descubrimiento de las momias incas en el Llullaillaco Constanza Ceruti constanza_ceruti@yahoo.com
Resumen Este trabajo auto-etnográfico, en el contexto de la práctica arqueológica en el noroeste de Argentina, reflexiona sobre la violencia que atenta contra la excelencia académica y profesional. Soy profesora titular en la Universidad Católica de Salta (UCASAL), investigadora del CONICET y he recibido numerosos premios y distinciones académicas como arqueóloga y antropóloga: Medalla de Oro de la Universidad de Buenos Aires, el Cóndor Dorado por aptitud en montaña, un Doctorado Honorario en Humanidades y Letras por la Universidad Moravian College de Pennsylvania, la Medalla de Oro de la Sociedad Internacional de Mujeres Geógrafas, entre otras. Por más de dos décadas he contribuido a consolidar nuevos campos y líneas de investigación como la arqueología de alta montaña, la arqueología de glaciares, la etnografía de altura y los estudios antropológicos de montañas sagradas del mundo. Sin embargo, mi amplio reconocimiento internacional se contrapone, a nivel local, con situaciones de estigmatización e invisibilización, vinculadas a mi condición de mujer y arqueóloga, las cuales son motivo de análisis en estas páginas. Palabras claves: Excelencia, violencia, género, práctica, arqueología. Abstract This auto ethnographic piece is situated in the context of archaeological practice in northwest Argentina, I reflect on the violent threats made here against professional and academic excellence. I am a lecturer with a doctorate at the Catholic University of Salta (UCASAL) investigator of CONICET and have received numerous accolades, prizes and academic distinctions, both as archaeologist and anthropologist: The gold medal of Honour of the University of Buenos Aires, the golden condor of excellence in mountaineering aptitude, a honorary doctorate of the Moravian College in Pennsylvania, the gold medal of the Society of Woman Geographers amongst others. During more than two decades I have contributed to the consolidation of new fields and lines of investigation as a high mountain archaeologist, and on the archaeology of glaciers, as well as the ethnography of high altitudes, and the anthropological study of sacred mountains. Nevertheless, despite the ample international recognition in local counterpoint and at a local level one is faced with stigmatisation and invisibility which derive from my gender as a female archaeologist, this context is the subject of the following analysis. Keywords: Excellence, violence, gender, practice, archaeology. Introducción Los desafíos que he enfrentado en la realización de mi trabajo en el ámbito de la arqueología de alta montaña y los estudios antropológicos de montañas sagradas han sido considerables. Movida por una temprana vocación por la investigación, superando innumerables dificultades, he tenido oportunidad de realizar aportes pioneros a disciplinas que
ayudé a forjar, dedicando los mejores años de mi vida, miles de horas de trabajo de campo en terrenos complejos y escribiendo más de un centenar de publicaciones científicas y académicas. Sin embargo, al hablar de dificultades es necesario diferenciar los obstáculos propios de una actividad, que se ejerce en ambientes extremos, de un conjunto de prácticas que impactan negativamente en el desempeño de la tarea profesional
CERUTI, Constanza, 2019. Excelencia y violencia en la práctica arqueológica: a veinte años del descubrimiento de las momias incas en el Llullaillaco. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 14: 121-132. Lima.
Constanza Ceruti Excelencia y violencia en la práctica arqueológica: a veinte años del descubrimiento de las momias incas en el Llullaillaco
y en los progresos en el campo de las ciencias antropológicas. Al análisis de estas últimas se dedica el presente ensayo, de base auto-etnográfico y testimonial, que invita a los colegas a reflexionar sobre las distintas formas de violencia que pueden afectar a quienes aspiramos a la excelencia académica y profesional en el campo de la arqueología andina. La invisibilización de la mujer científica en la práctica arqueológica El reconocimiento de la autoría de un descubrimiento científico es un derecho intelectual que atañe a la práctica profesional de un investigador. En la campaña al volcán Llullaillaco de 1999, fui la única arqueóloga profesional, junto al antropólogo Johan Reinhard y a los estudiantes y montañistas que colaboraron en el trabajo de campo (figuras 1, 2 y 3). Permanecí semanas, desde el inicio hasta el fin de la expedición, como codirectora, a una cota superior a los 6700 msnm, asumiendo todos los riesgos que ello conlleva y también las posibles secuelas físicas, por voluntad propia y sin recibir compensación económica alguna. El descubrimiento y puesta a resguardo de las momias del Llullaillaco y sus ofrendas, han engrandecido el patrimonio cultural de mi país, Argentina, y de toda la humanidad, además de fortalecer la identidad y la cultura regionales. Sin embargo, por más de una década, mis contribuciones fueron silenciadas en distintos ámbitos. Desde el momento de su inauguración, en la ciudad de Salta, el Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM) debió ofrecer en su cartelería y folletería una adecuada explicación sobre la naturaleza y objetivos del trabajo científico que desarrollamos en el volcán Llullaillaco, acompañada de una referencia contextual a la problemática del huaqueo y del cambio climático. La omisión de mi nombre y la falta de información sobre nuestra tarea, imprescindible en un museo dedicado a la arqueología de altura y generado a partir del descubrimiento que Reinhard y yo somos autores, retroalimentó una nociva seguidilla de rumores sin fundamento, que menoscabaron sin justicia nuestra labor profesional. Además, la falta de información y omisión del debido crédito contribuyeron a la frecuente y equivocada atribución de méritos del hallazgo a personas que no estuvieron presentes en la montaña cuando nosotros
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descubrimos y pusimos a resguardo las momias y sus ofrendas incas. Esta flagrante injusticia fue apañada con el silencio, distraído o cómplice, de muchos colegas argentinos que visitaron el MAAM y jamás dijeron nada al respecto. En contraste, la situación no paso desapercibida a los ojos de colegas internacionales, incluyendo al presidente de un destacado museo de USA y a un investigador que presidió un importante congreso internacional; ambos me manifestaron su preocupación y caracterizaron lo sucedido como una situación de “notorio bullying institucionalizado” y “ninguneo” hacia mi persona. Las omisiones llamaron la atención de los alumnos de la maestría en Valoración del Patrimonio Natural y Cultural de la UCASAL, entre los cuales habían abogados y profesionales del Derecho. Ellos dejaron constancia de sus impresiones en el libro de visitantes del MAAM y en cartas de lectores al periódico local, que no fueron publicadas. Eventualmente, se elaboró un acta notarial en la que una escribana pública constató que en ninguna parte del MAAM se leía mi nombre. Situación que se agravó cuando, sin reconocimiento a mi autoría, se utilizaron en la cartelería y folletería del museo datos e información obtenidos en mis tareas de investigación científica. Dichas omisiones inadmisibles me causaron daño moral, afectaron mi reputación profesional y silenciaron mis contribuciones como mujer científica. Tras 14 años de invisibilidad, el MAAM colocó un cartel como única medida concreta para intentar subsanar el perjuicio. A la fecha no he recibido una invitación formal que me permita dar continuidad a las tareas de investigación con los materiales que descubrí y contribuí a salvaguardar. Tampoco se me ha dado la oportunidad de dictar conferencias en el MAAM, ni he sido convocada para dar la bienvenida a algún visitante ilustre del museo. Mientras tanto, por muchos años, estudiantes y colegas empleados en el MAAM han tenido al alcance colecciones de cultura material Inca provenientes del volcán Llullaillaco, que han sido utilizadas para elaborar tesis de licenciatura y doctorales. Que los graduados jóvenes tengan empleo digno y acceso a extraordinarias colecciones para hacer sus investigaciones es motivo de alegría, pero me entristece la crítica destructiva que algunos de estos colegas han realizado hacia la praxis de los arqueólogos que descubrimos
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Figura 1. Constanza Ceruti descubriendo una momia Inca en la cima del Llullaillaco (© María Constanza Ceruti).
y pusimos a resguardo los hallazgos sobre los que ellos tuvieron oportunidad de trabajar, así como la omisión en sus tesis del crédito que merecemos quienes excavamos dichos materiales. Tampoco queda claro el papel de los directores, quienes han permitido que rivalidades históricas entre universidades sean usadas como excusa para comportamientos inexcusables. Asimismo, en los últimos tiempos se han publicado diversos artículos académicos relacionados con las momias congeladas y ofrendas del volcán Llullaillaco, en los que se omite el debido crédito a los profesionales que pusimos en riesgo nuestras vidas para salvaguardar a estos importantes hallazgos. Si a Reinhard y a mí, como autores de este descubrimiento científico, no se nos ha ofrecido la oportunidad de colaborar como coautores de publicaciones elaboradas sobre el mismo, cabe al menos esperar una mención, en el texto del trabajo o en los agradecimientos, que nos identifique como los profesionales que excavamos el material; o siquiera alguna referencia a la bibliografía que
publicamos al respecto. Por ejemplo, decir que “las momias del Llullaillaco estaban acompañadas de este o aquel tipo de ofrendas”, sin indicar la cita bibliográfica correspondiente, da a entender al lector que quienes así escriben documentaron “con sus propios ojos” las asociaciones contextuales excavadas a casi 7000 msnm. Esta clase de omisiones y ambigüedades abundan en libros, artículos y en otros ámbitos de divulgación publicados a nivel local, contribuyendo a que los méritos del descubrimiento de 1999 sean atribuidos a personas que no participaron en él, en desmedro de los arqueólogos profesionales que realizamos la peligrosa y esforzada tarea. Al perjuicio que esta forma de proceder ocasiona, se suma la preocupación por la invisibilidad de las contribuciones femeninas en la historia de nuestra disciplina y por la reiteración de prácticas que desprestigian a la comunidad científica. Al día de hoy se siguen escuchando a nivel local curiosos micro-relatos, de obvia intención legitimadora, que atribuyen a varones nacidos
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en Salta haber “clavado el cucharín” en el preciso lugar de la cima del volcán Llullaillaco donde luego iban a ser encontradas las momias. Estos relatos de cucharines rabdomantes me fueron referidos por varias fuentes, montañistas, personal del campus, etc., incluyendo profesores universitarios que ignoraban el grado de involucramiento que tuve en el descubrimiento de las momias y pretendían instruirme al respecto. De algún modo, estos relatos parecen remitirse a la narrativa fundacional del Tahuantinsuyo, según la cual Manco Cápac arrojó una vara dorada desde la cima de la montaña sagrada, y donde cayó y se clavó fue el lugar destinado para construir la ciudad del Cuzco. La intención legitimadora en la narrativa de los cucharines dorados, así como su eficacia para situar a figuras masculinas en posiciones de poder, se comprende más si se tiene en cuenta el desempeño de algunos colaboradores locales, incluyendo estudiantes de antropología, invitados a la expedición de 1999 al volcán Llullaillaco, quienes, por motivos personales, regresaron a Salta tras participar en las etapas iniciales del trabajo de campo: acceso a la base del volcán, porteo de cargas, equipamiento de campamentos de altura, etc. Su decisión de volver a la ciudad precedió al desarrollo de las excavaciones arqueológicas en la cima del volcán y coincidió con una tormenta de nieve y con la imprevista necesidad de evacuar a un fotógrafo que no logró aclimatarse a la altitud. Quienes prefirieron aprovechar la logística dispuesta por Reinhard, para la evacuación de su compatriota enfermo, lograron regresar a la comodidad de sus hogares y no llegaron a ser parte de los inesperados e históricos descubrimientos que tendrían lugar días después. No obstante, el imaginario salteño encontró maneras de asignar el don de clarividencia a individuos que, anteriormente y durante largos años, supieron asociarse al descubrimiento y sus méritos, presentándose como “arqueólogos que participaron de la expedición” y hasta como “líderes”, cuando en realidad no estuvieron presentes cuando encontramos las momias, ni tampoco eran arqueólogos profesionales al momento de realizarse la expedición. Contrario a ello, yo, como mujer arqueóloga que realizó la investigación en la cima y codirigió la expedición, me toca ser testigo de que mis contribuciones quedan invisibles, no solo
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en el plano discursivo e institucional, sino también en el plano simbólico. En mi opinión, no se puede desconocer que un arqueólogo tiene derechos intelectuales vinculados a los materiales descubiertos y que moralmente le corresponde ser citado como autor. Esto no implica, en absoluto, “sentirse dueño de los hallazgos”, como alguna vez se ha dicho, en otro intento difamatorio. Los padres no son “dueños” de sus hijos, pero les asisten determinados derechos. Algo semejante ocurre en relación con los derechos intelectuales que emanan de los descubrimientos científicos. Independiente de que la evidencia arqueológica, en su materialidad, sea considerada patrimonio custodiado por el Estado, el dato arqueológico tiene autoría, al igual que muchas otras formas de conocimiento científico, siendo una obligación moral y legal reconocerla y citarla como se debe. Los arqueólogos andinos deberíamos estar mejor informados acerca de la variedad de abordajes que sobre estos temas existen en el plano internacional. La degradación de la profesión del arqueólogo “¿Demasiado vivas o demasiado vivos?” fue el título de un corolario que agregué a un artículo dedicado a creencias folclóricas en torno a las momias andinas, publicado en la revista Scripta Ethonológica del Centro Argentino de Etnología Americana (Ceruti 2012). En dicho escrito hice eco de opiniones vertidas por el Dr. Juan Schobinger, eminente pionero de las investigaciones en alta montaña cuyo papel en la defensa de la arqueología destaqué en uno de los obituarios publicados tras su fallecimiento (Ceruti 2010). Transcribo casi completo el corolario y las opiniones de Schobinger, en razón de su pertinencia para las consideraciones que se exponen en el presente acápite: Hace algunos años se puso de moda en las librerías de Salta un libro escrito por un arquitecto de apellido español, quien usaba un nombre quechua-aymara ficticio con el que firma sus obras. Pese al elevado costo del libro, millares de copias fueron distribuidas a lo largo y a lo ancho de los Andes peruanos y argentinos, donde dicha producción es ávidamente consumida por guías de turismo, maestros rurales y el público que se siente atraído por la cultura andina y su espiritualidad. El Dr. Juan Schobinger, pionero de la arqueología de alta montaña (fallecido
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en Mendoza en el año 2009) opinó acerca de este libro en una nota al periódico Los Andes, de fecha 3 de Febrero de 2007, donde advertía acerca del carácter “delirante”, además de calumnioso, de afirmaciones tales como que los “niños del Llullaillaco” habrían sido “violados” o “asesinados” por los arqueólogos al “sacarlos de su estado de hibernación”. Intentar acusar a un arqueólogo de ser “asesino” de la momia que descubre debería arrancar una sonrisa de incredulidad en todo lector (y quizás algo de indignación entre los colegas, agrego aquí). Sin embargo, ante la mirada sencilla de muchas personas con escasa instrucción formal, la idea de “los niños que dormían” se amalgama naturalmente con las creencias tradicionales andinas en torno a los difuntos como entidades “vivientes”. Lo triste
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en este caso es que el disparatado argumento de las momias “en estado de hibernación” haya sido concebido y difundido por un arquitecto de ascendencia europea que años atrás no dudaba en propugnar la muerte natural de los niños del Llullaillaco, con tal de oponerse a la tesis -científicamente comprobada- de su deceso ocurrido en el marco de un sacrificio Inca. Efectivamente, hace más de una década, el referido arquitecto salió al aire desde una radio salteña, no dudando en aseverar que los niños del Llullaillaco “habían muerto en sus casas por causas naturales y que sus padres los habían llevado a la punta del volcán para enterrarlos”. La muerte de los tres niños en el volcán Llullaillaco tuvo carácter sacrificial y formó parte de una ceremonia organizada por el Imperio Inca. De otro modo resulta difícil de explicar la
Figura 2. La autora de este texto realiza un relevamiento a mas de 6000 metros (© María Constanza Ceruti).
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presencia de bienes de típico estilo cuzqueño y de uso restringido en un contexto espacial tan remoto e inaccesible como la cima de uno de los volcanes más elevados de Argentina. La evidencia forense en los cuerpos de las momias del Llullaillaco indica - sin lugar a dudas - que ellos habrían muerto en las alturas de la montaña: el páncreas y el cerebro se encuentran perfectamente preservados, lo que indica que no hubo principio de descomposición, que se habría producido inevitablemente si hubiesen sido transportados muertos hacia el volcán y su cumbre. Pero como se ha visto, el arquitecto no carece de imaginación a la hora de defender el argumento del Jesuita Blas Valera, quien es uno de los pocos escritores del siglo XVI empecinado en negar la práctica del sacrificio humano entre los Incas. Práctica que otros cronistas mestizos contemporáneos no tuvieron inconveniente en reflejar detalladamente en sus obras. Hoy en día es frecuente escuchar las opiniones compartidas por un reducido pero activo grupo de simpatizantes del prolífico arquitecto-escritor, que congrega también a colegas docentes y profesionales universitarios. Algunos de ellos se encuentran comprometidos en la reivindicación de una idealizada “cultura andina” a la que sienten representar, realizando una amplia labor de divulgación en el ámbito local. De su discurso se desprenden nociones tales como las que sostienen que los niños del Llullaillaco “no son momias porque están criopreservados” o argumentos más elaborados que sugieren que las criaturas habrían sido depositadas en las alturas del volcán como parte de un “experimento Inca” por el cual sus cuerpos se mantendrían en “animación suspendida” hasta que la ciencia y la medicina avanzasen lo suficiente como para poder curar las dolencias (¿?) que los aquejaban. Es de lamentar que investigaciones arqueológicas y estudios interdisciplinarios en momias lleguen a verse postergados o impedidos como consecuencia de argumentaciones falaces y carentes de sustento, las cuales resultan hábilmente aprovechadas (cuando no generadas) en contextos de celos profesionales e intereses encontrados. La problemática se aprecia en toda su gravedad si se considera que la mayoría de los sitios arqueológicos andinos carece de protección efectiva, encontrándose
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expuestos a destrucción por huaqueo y demás actividades extractivas. Opinaba al respecto el Dr. Schobinger, en otro artículo enviado a la prensa, titulado “Disparen sobre los arqueólogos”: “Señores seudoindigenistas: ¿Quienes hacen más por preservar el patrimonio cultural y rescatar y valorar las antiguas culturas de nuestro continente: ustedes, con sus prejuicios y menosprecio -de hecho– por la tarea científica, o los arqueólogos con su desinteresada labor, en la compleja búsqueda de captar en profundidad al Hombre Americano?” […]. Es muy injusto que los arqueólogos nos veamos atacados, no sólo por ignorantes y fanáticos [...], sino por otros antropólogos que, con el argumento de sustentar “posiciones divergentes”, intentan lograr puntos a su favor”. (Ceruti 2012: 102-104). Los arqueólogos profesionales trabajamos con la intención de que el patrimonio arqueológico sea valorado, preservado y con la esperanza de que mejoren las condiciones de vida de los pobladores originarios. De allí la enorme injusticia de que nuestra labor sea livianamente equiparada con las depredaciones efectuadas por huaqueros. La confusión popular entre la tarea del arqueólogo y la del geólogo tampoco ayuda. ¿Por qué se tolera que las prácticas profesionales de excavación arqueológica sean caratuladas como “profanaciones”?, ¿acaso la comunidad médica toleraría que a un cirujano se le tilde de “asesino” si muere un paciente en la mesa de operaciones?, ¿por qué se permite que nuestra praxis profesional sea constreñida en función de discursos radicalizados?, ¿acaso la comunidad médica permitiría que se declare ilegal realizar transfusiones de sangre atendiendo a la voz de minorías religiosas que se oponen al procedimiento? En un artículo periodístico, publicado alrededor de diez años atrás, en uno de los diarios argentinos más leídos, un veterano colega criticó nuestra tarea en el Llullaillaco calificándola como “una salvajada”. Se mostró consternado por el trabajo que realizamos en una plataforma ceremonial que resultó contener restos humanos, siendo que él también había excavado plataformas ceremoniales con restos humanos a lo largo de su carrera. Soy una acérrima defensora de la libre expresión, aún en casos paradójicos como el que menciono, pero me parece importante que los criterios y opiniones se formen sobre la base de hechos, no de meras conjeturas. Por ello, me indignó escuchar, poco tiempo después, que aquel
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Figura 3. Ceruti, pionera femenina en exploraciones arqueologicas de altura (© María Constanza Ceruti).
colega había “cajoneado durante años”, según me lo confesó personal de biblioteca, un ejemplar de la primera edición de mi libro Llullaillaco: sacrificios y ofrendas en un santuario Inca de alta montaña (Ceruti 2003), que yo doné para ser consultado por estudiantes e investigadores de la importante institución que él entonces dirigía. El “cajoneo” del libro impidió que los interesados pudiesen formarse una opinión propia acerca de nuestro trabajo. A pesar de mis antecedentes como estudiante de antropología, con Medalla de Oro y promedio de 9.9 en la Universidad de Buenos Aires, el colega en cuestión también habría tenido que ver en una inexplicable demora que afectó, hace más de dos décadas, la obtención de mi primera beca de investigación. El motivo habría sido, según me dijeron en su momento, una supuesta “animosidad hacia el director”, en referencia
al Dr. Schobinger, con quien había discutido antes de que yo naciera. Estos también son aspectos que atañen a la praxis de la arqueología andina, analizada desde una perspectiva histórica. En algún punto hay que sacar a la luz las prácticas tóxicas que han ralentizado el progreso de nuestra disciplina y ahorrar a los colegas jóvenes la desgracia de seguir sufriendo las salvajadas que ha soportado nuestra generación. Paradójicamente es en el seno de las universidades, que cuentan con departamentos de antropología, donde se reproducen con mayor encono los discursos que conllevan un menosprecio sistemático de la profesión del arqueólogo. Al respecto, alguien me comentó que, en cierta universidad argentina, para los egresados de la carrera de antropología ya no se expiden títulos en los que se especifique la orientación arqueológica “a pedido de los propios interesados”, a quienes,
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al parecer, les avergüenza graduarse de aquello que han estudiado. De ser cierto, se trata de un luctuoso asunto que afecta a la práctica profesional en mi país. Un colega latinoamericano se manifestó preocupado ante esta perspectiva y preguntó, poniéndose en el lugar de los futuros graduados: “¿Cómo van a poder hacer estudios de impacto ambiental si no tienen el título habilitante?”. Yo no lo había pensado, quizás porque nunca me ha interesado dedicarme a este tipo de estudios, pero me parece válido traer la inquietud a colación, ya que tal vez podría tratarse de una jugada destinada a imposibilitar o dificultar a los graduados jóvenes volcarse a determinadas actividades, sin que se caiga en la cuenta del perjuicio generado tanto a ellos como a la profesión, y sus incumbencias. Son muchos y variados los intereses que pueden verse perjudicados por el trabajo de un arqueólogo. Obstáculos de toda índole suelen comenzar a aparecer en casos en que las observaciones de un profesional independiente se superpongan con áreas de interés para algún colega que aspire a realizar, o monopolizar, estudios de impacto ambiental, o proyectos con financiación internacional. El hecho de que el marco legal resulte confuso y contradictorio en distintas regiones tampoco ayuda, además de ser ilógicamente restrictivo, en muchos casos, para la actividad del profesional arqueólogo, teniendo en cuenta que se ponen en juego derechos fundamentales garantizados por la Constitución Nacional, cuyo ejercicio queda librado al arbitrio de burócratas de turno. A la obstaculización de la práctica arqueológica se suma el prejuicio contra los arqueólogos. En alguna oportunidad me llegó el comentario de que un historiador europeo se había referido a mí como “una chilena descendiente de los conquistadores”, al tiempo que condenaba la publicación de un artículo de mi autoría en el Boletín de estudios regionales del Museo de Copiapó, donde comparé las crónicas de Blas Valera con el discurso pseudo-indigenista moderno, relacionado a la negación del sacrificio humano entre los incas y los ataques ad-hominem a quienes sostengan lo contrario (Ceruti 2013). Aunque podría no darme por aludida, en razón de mi nacionalidad argentina y mi ascendencia indígena constatada por estudios de ADN, no deja de preocuparme el tono discriminatorio y el intento de censura implícitos
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en los comentarios de este historiador. ¿Acaso una colega nacida en Chile, o con apellido español, debería pedirle permiso a este señor antes de publicar su trabajo? Durante el tiempo que dicto clases para la licenciatura en Turismo (dos décadas) y para la maestría en Valoración del Patrimonio Natural y Cultural (casi diez años), en la Universidad Católica de Salta, he analizado en perspectiva diacrónica una colorida selección de habladurías que denigran la profesión del arqueólogo, las cuales mis alumnos refirieron haber escuchado. Entre los principales difusores de infamias, como la existencia de un helicóptero en el que “se querían llevar las momias” o acerca de la inventada “cuarta momia del Llullaillaco”, se cuentan colegas arqueólogos y antropólogos, cuyos comentarios irresponsables contribuyen a degradar el ejercicio profesional. No hace falta excesiva lucidez intelectual para advertir que esta forma de proceder es como “escupir al cielo” o “dispararse a los propios pies”, además de constituir una grave calumnia, que injuria a los profesionales que encaramos una labor de investigación autorizada y la llevamos a término en forma exitosa, con sobrehumano esfuerzo. Estas narrativas tienen una versatilidad que les permite ir mutando según donde sean más urgentes las necesidades de ensuciar la reputación de cada arqueólogo devenido en objeto de insidioso, o envidioso, ataque. Por ejemplo, se advierte que el imaginario “helicóptero” servía para “llevarse las momias” si el arqueólogo cuestionado es norteamericano y hombre; en tanto que era usado para “bajar las ofrendas a la base de la montaña”, cuando la arqueóloga en cuestión es sudamericana y mujer, por ende “incapaz” de haber alcanzado la cima, según la mentalidad local. En versiones más recientes del relato, el helicóptero es sustituido por “camiones que iban con rumbo desconocido”, dado que ha trascendido que en nuestras latitudes no existen helicópteros capaces de volar a la altura de la cima del Llullaillaco. Fui testigo de los primeros divagues en torno al supuesto helicóptero, pronunciados por un veterano investigador científico cuya investidura agregaba credibilidad a las habladurías que difundía, café mediante, durante un congreso de arqueología argentina. Llegué a escucharlo de refilón mientras participaba de otra conversación en el extremo opuesto de la mesa. Pese a mi indignación e incredulidad, decidí no hacerle
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frente, tomando sus palabras como un ejemplo grotesco e intrascendente de celos profesionales. Sin embargo, resultó cuestionable que el mismo investigador interviniera, años después, cuando en el CONICET me fue sin justicia denegado un ascenso, lo que ponía en riesgo la continuidad de mi carrera y mi derecho al trabajo. Durante años, personas más o menos conocidas del medio salteño, y también algún colega, me han preguntado en repetidas ocasiones “¿Qué hacés acá?, ¿no te habías ido a vivir a Estados Unidos?, ¿no te habías vuelto a vivir a Buenos Aires?”. No me llamaron la atención estos comentarios, quizás por no haber advertido que la narrativa acerca de la “arqueóloga emigrada” había comenzado a circular en Salta más o menos al tiempo en que se avecinaba la designación de autoridades para el MAAM. Pero no me detendré en este punto, sino en un comentario que poco tiempo después me hizo llegar una antropóloga, quien realizaba trabajos de campo en áreas rurales vecinas. Ella me avisó que sus estudiantes habían detectado narraciones orales en los que “la arqueóloga de las momias se había muerto”, como consecuencia de alguna maldición o accidente. Si bien agradecí la preocupación manifestada, pensé que debía haber algún error y le resté importancia a estos nuevos relatos, que hacían “emigrar” a la arqueóloga a mejor vida. También recibí varias preguntas consternadas acerca de la salud de Reinhard y la evolución de su “grave enfermedad”. Hasta en alguna oportunidad me dieron el pésame, cosa que atribuí a una confusión con el fallecimiento del Dr. Schobinger. Para información de los interesados, Reinhard ha estado haciendo investigaciones de campo en Nepal y ha recibido la medalla de honor Sir Edmund Hillary al Legado de Montaña. Hace poco una familia amiga, originaria de la localidad puneña de San Antonio de los Cobres, se tomó el trabajo de venir a verme a la ciudad, manifestándome su alivio tras la preocupación por haber escuchado a “unos guías de turismo” afirmar que “todos los científicos que trabajaron con las momias estaban muertos”. Años atrás casi pierdo la vida mientras realizaba mi rutina diaria de caminata, cuando, en un sendero público de la ciudad de Salta, un individuo desconocido me agredió ferozmente. A
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mi entender, aquel incidente debió haber sido caratulado como “intento de homicidio, agresión gravemente ultrajante y lesiones”, pero fue minimizado con expresiones tales como “abuso en grado de tentativa”. Recuerdo con claridad la violencia del golpe que me tiró al suelo con el peso del atacante, quien se abalanzó desde atrás tapándome la boca, las amenazas e insultos (“te mato hija de puta”), sus manos estrangulándome el cuello y la resistencia que yo puse para evitar sus reiterados intentos de golpear mi cabeza contra las piedras. El atacante no fue identificado ni capturado. Las preguntas rondan mi mente junto con el temor a que el incidente pueda volver a repetirse en el futuro. ¿Tuvo algo que ver en este ataque el hecho de ser una arqueóloga conocida a nivel público, en un contexto social donde mi profesión y mi desempeño han sido menoscabados?, ¿o fue solo la mala suerte de quedar al alcance de uno de los tantos violadores y asesinos que andan sueltos en una ciudad con altos índices de violencia de género y femicidios? La degradación de la profesión del arqueólogo debería preocuparnos a todos, en razón de los niveles de fanatismo existentes en la actualidad, ante el grado de exposición que tenemos los científicos en los medios, la indiferencia ambivalente de la comunidad profesional y la agresividad del entorno, que se profundiza en contextos sociales de alta vulnerabilidad, especialmente para las mujeres. ¿No será momento de empezar a responsabilizar a quienes incitan a la violencia contra arqueólogos profesionales; a quienes intentan obstaculizar una tarea científica o pretenden aprovecharse indebidamente de los méritos académicos de otros colegas? Consideraciones y conclusiones: a favor de la excelencia a pesar de la violencia Este artículo auto-etnográfico ha sintetizado algunas experiencias recogidas a lo largo de 23 años en el ejercicio de mi profesión. Su intención es ofrecer un ensayo de opinión que invite a la reflexión sobre prácticas que atentan contra la excelencia y que encubren el ejercicio de violencia contra profesionales arqueólogos, mujeres en particular. En estas páginas se ha ejemplificado como la labor profesional de quienes descubrimos y estudiamos científicamente a las momias y ofrendas del Llullaillaco ha sido injustamente invisibilizada y obstaculizada desde la conveniencia y los intereses mezquinos. Al tiempo que
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ciertas creencias tradicionales han sido distorsionadas en favor de argumentos que confunden al público. El destino de las momias del Llullaillaco y sus ofrendas, pese a su indudable importancia histórica y patrimonial, ha sido objeto de especulación con tintes políticos e ideológicos, que ponen en riesgo su preservación. Opiniones aberrantes y delirantes han alimentado una estratégica “controversia” que ha beneficiado a personas, incluyendo a más de un colega, a quienes cabría preguntar: ¿Qué contribuciones significativas han realizado para la salvaguarda del patrimonio arqueológico y la valoración del legado cultural de los pueblos de los Andes?. Sin embargo, la historia de la obstaculización de mis investigaciones se inicia mucho antes. Hace casi un cuarto de siglo un profesor de arqueología, a cargo de un seminario al que asistí como estudiante, me escribió de puño y letra una nota aconsejándome que no me dedicara a la arqueología de alta montaña, misiva que recibí estando a punto de graduarme en la Universidad de Buenos Aires. Pese a los innumerables sinsabores que me ha deparado la práctica profesional, me alegro de no haberle hecho caso. No deja de resultar curioso que este mismo profesor, años después, no haya tenido inconveniente en apadrinar a colegas varones que daban sus primeros pasos en las investigaciones en alta montaña. Mi camino ha sido siempre cuesta arriba y de mucho esfuerzo personal y lo he encarado con espíritu andinista. En los primeros tiempos, mis proyectos eran objetados aduciendo “baja factibilidad”, y mientras algunos evaluadores en el CONICET dudaban acerca de la capacidad de una mujer para escalar montañas, yo estaba de vuelta de numerosas ascensiones mucho más difíciles que las previstas en el plan original. Después vino el intento de menoscabar mis exploraciones, evidentes por su carácter pionero y por el titánico esfuerzo al realizarlas, tildándolas de “deportivas” o “turísticas” en un contexto en el que se ignoraba casi todo acerca de la arqueología de alta montaña y en el que la arqueología de glaciares aún no emergía. Cuando la magnitud del descubrimiento de las momias del Llullaillaco obligó a muchos a llamarse al silencio, se apuntó contra mi tarea divulgativa calificándola de “mediática” y se aludió a mi juventud intentando cuestionar
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mi capacidad para coordinar las investigaciones interdisciplinarias sobre los materiales que habíamos descubierto. Para entonces, a mis 26 años, ya había fundado un pequeño instituto en la UCASAL, había escrito decenas de artículos científicos y colaboraba activamente con colegas internacionales. Los resultados de aquellos estudios realizados a pulmón llegaron a ser publicados en más de una oportunidad en los Anales de la Academia de Ciencias de USA y en varios journals prestigiosos. Aunque no ataña al ámbito académico, Johan Reinhard y yo detentamos, involuntariamente, el record mundial Guinness por haber sido los profesionales que trabajamos en el sitio arqueológico más alto del mundo, con motivo de la expedición codirigida y los descubrimientos que realizamos en la cima del volcán Llullaillaco en 1999. Que el sitio más elevado del planeta se encuentre en la cumbre de este volcán es una de las razones por las que el Llullaillaco pasó a integrar el listado de Patrimonio Mundial de la UNESCO, aspecto siempre destacado en el discurso de los colegas varones que hoy se ocupan de estos asuntos. Sin embargo, años atrás, con motivo de haberme referido a la cima del Llullaillaco como el sitio arqueológico más alto del mundo, un arqueólogo que trabaja a nivel del mar, en las pampas del centro de mi país, hizo saber que mi afirmación “le sonaba presuntuosa”. ¿Será que solo “suena presuntuosa” cuando la pronuncia un profesional de sexo femenino?, ¿tanto molesta que una mujer haya realizado importantes descubrimientos e investigaciones arqueológicas entre los 6715 y los 6739 msnm? La trascendencia de mis contribuciones al campo de la arqueología y la antropología está evidenciada en las numerosas publicaciones científicas y en los premios internacionales recibidos. Los interesados en la historia de estas disciplinas pueden remitirse a un artículo, que reúne y analiza mis aportes, publicado online por la Academia Nacional de Ciencias (Ceruti 2017b). Acerca de mis distinciones y premios, me limito a mencionar el Doctorado Honorario en Humanidades y Letras del Moravian College de Pennsylvania (2014), ser la única mujer argentina galardonada con el Premio Príncipe de Asturias entregado a National Geographic en la categoría Comunicación y Humanidades (2006), ser Disertante Distinguida en Antropología por la Universidad de West Georgia (2007), haber recibido el Premio
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Vocación Académica (2008), la Medalla de Oro de la UBA (1996), el Cóndor Dorado (2000), la distinción como Mujer Destacada de la ciudad de Salta (2010) y la Medalla de Oro de la International Society of Woman Geographers (2017). Hicieron eco de esta última distinción recibida la Universidad de Berna (sede del Mountain Research Initiative) y diversas universidades argentinas y el CONICET. También fui felicitada por antropólogos, etnohistoriadores y arqueólogos dedicados a los estudios andinos en diversas universidades de USA, Europa y Latinoamérica. Sin embargo, cuando solicité por email la difusión de esta noticia a dos asociaciones que nuclean a colegas argentinos, no se me ofreció ninguna explicación acerca de las razones por las que dicha noticia no pudo ser retransmitida a los antropólogos y arqueólogos de mi país. Del presente trabajo se desprende la siguiente síntesis de hechos que han quedado puestos en evidencia y que constituyen ejemplos claros de violencia contra la mujer ejercida en el ámbito de la práctica arqueológica: (1) mi tarea profesional, que ha contribuido a consolidar nuevos campos y líneas de investigación como la arqueología de alta montaña, la arqueología de glaciares, la etnografía de altura y los estudios antropológicos de montañas sagradas, ha sido menoscabada, al igual que mi labor divulgativa, que ha promovido la valoración pública de la profesión y el interés de los estudiantes jóvenes por la arqueología y antropología. (2) Mis progresos académicos han sido desmerecidos y obstaculizados por “pares evaluadores” (pampeanos, de la sierra y de sofá) a quienes la altura en la que trabajo les parece presuntuosa, o quienes desde mis épocas de estudiante piensan que debería dedicarme a otra cosa, o a quienes no les da vergüenza difundir rumores acerca de “helicópteros” inexistentes. (3) Los méritos de mis aportes han sido aprovechados por colegas perezosos e inescrupulosos. (4) He sido difamada y censurada por arquitectos e historiadores aficionados al pseudo-indigenismo. (5) La autoría intelectual de importantes descubrimientos, de los que he sido parte fundamental, ha sido vergonzosamente invisibilizada, mi nombre omitido, mis contribuciones silenciadas, mis libros cajoneados. Sin embargo, he evitado considerarme como una víctima
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y he procurado seguir adelante, en pos de la excelencia, pese las múltiples adversidades, agresiones e injusticias que me ha tocado enfrentar. La violencia de la que he sido destinataria deja muy poco margen para la animosidad gratuita de algunos colegas, los intentos burdos de menoscabar mi obra y la falta de escrúpulos de quienes además sacan partido de supuestas controversias que ellos mismos generan y alimentan. Proteger el patrimonio arqueológico, que es de toda la humanidad, implica también, y por sobre todo, RESPETAR LA INTEGRIDAD, LA REPUTACIÓN Y LOS DERECHOS DE LOS PROFESIONALES ARQUEÓLOGOS QUE CONTRIBUIMOS A CONOCERLO, CONSERVARLO Y PONERLO EN VALOR. ¿No será hora de tomar conciencia del bullying que tiñe y atraviesa la praxis en tantos espacios académicos vinculados a nuestra profesión, empujando a colegas al arrinconamiento y el ostracismo?, ¿a qué clase de futuro se está condenando a los jóvenes arqueólogos y arqueólogas del futuro?, ¿por qué se toleran, e inclusive retroalimentan, situaciones que convierten la práctica de esta profesión en un macabro desafío de supervivencia, tanto para la reputación como para la vida? Por este medio invito a los colegas a una reflexión sobre las responsabilidades que caben en estas cuestiones, en especial por las omisiones consentidas. A todos los arqueólogos de estas latitudes se nos debería garantizar el derecho al trabajo, traducido en el acceso a sitios y materiales para su investigación, y a ser citados como autores de los descubrimientos y estudios que realizamos. Cómo dije al comienzo, preocupan el oportunismo inescrupuloso de algunos colegas y el silencio indiferente, distraído o cómplice de otros. Por escribir este trabajo me arriesgo a recibir el rótulo de “persona difícil o problemática”, con el que años atrás se pretendía difamar a las profesionales exitosas que hacían planteos sobre violencia de género en ámbitos laborales. Una lectura superficial de estas páginas puede dar la impresión de que los problemas son demasiados o que están muy extendidos. Sin embargo, si se profundiza el análisis, se advertirá que a semejanza de los cordeles de un quipu, los incidentes convergen prácticamente todos en un mismo punto, en el que se agrupa un puñado muy reducido de individuos, con particulares intereses en común. En un contexto social de creciente conciencia
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acerca de las múltiples formas de violencia contra la mujer, y siendo una profesional argentina premiada varias veces a nivel nacional e internacional por mi labor como arqueóloga y antropóloga, encuentro inaceptable la invisivilización durante más de una década a la que mi persona y mis contribuciones han sido sometidas en distintos ámbitos, con la complicidad silenciosa de algunos colegas y el claro beneficio de otros, que sin mayor esfuerzo “se cuelgan de los crampones” de quienes realmente hicimos una investigación extraordinaria. Me enorgullezco de mi desempeño en estos primeros 23 años de mi carrera. Amo ser arqueóloga de altura y antropóloga de mundo. Me esfuerzo por la excelencia en el ejercicio de mi profesión. Me preocupa el futuro de los jóvenes, sobre todo de las jóvenes, que desean estudiar arqueología y antropología en los Andes. Espero que todos podamos seguir practicando nuestra profesión con dignidad y en paz. Bibliografía CERUTI, María Constanza, 2010. Juan Schobinger: pionero y defensor de la arqueología en Argentina. Arqueología, Nro. 16: 231-236. Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. 2012. Los Niños del Llullaillaco y otras momias andinas: salud, folclore, identidad. Scripta Ethnologica, Vol XXXIV: 89-104. CAEA (Centro Argentino de Etnología Americana). Buenos Aires. 2013. La Relación Anónima atribuida a Blas Valera: consideraciones desde la arqueología de alta montaña acerca de la negación del sacrificio humano entre los Incas. Boletín del Museo Regional de Atacama, Nro. 4: 27-45. Museo Regional de Atacama. Copiapó. 2016. Procesiones andinas en alta montaña. Peregrinaje a cerros sagrados del Norte de Argentina y del Sur de Perú. EUCASA. Salta. 2017a. Frozen Mummies and the Archaeology of High Mountains in the Construction of Andean Identity. En Indigeneity and the Sacred. Indigenous Revival and the Conservation of Sacred Natural Sites in the Americas: 105-118. (Editado por Fausto Sarmiento y Sarah Hitchner). Berghahn. New York.
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2017b. Contribuciones a los estudios antropológicos de montañas sagradas y arqueología de altura en Argentina y el mundo. Conferencia dictada el 17 de Noviembre de 2017 en la Academia Nacional de Ciencias en Buenos Aires. Publicada por la Academia Nacional de Ciencias. Buenos Aires.
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Simetría y configuración espacial de la ritualidad Inca: el Complejo 19 de El Shincal de Quimivil como caso de estudio. Catamarca-Argentina Gustavo Corrado grrado@gmail.com Marco Giovannetti mgiovannetti@conicet.gov.ar Nicolás Balbi nicolasbalbi@outlook.com.ar Marco Lopérfido marcoloperfido1@hotmail.com Iván Fasciglione ivanfasciglione1994@gmail.com
Resumen Se presenta una nueva interpretación sobre el Complejo 19 de El Shincal de Quimivil, Catamarca, Argentina. Este espacio fue definido previamente como una estructura con fines militares, por lo que se le atribuyó la identificación funcional de Atalaya. Nuevos estudios y recientes excavaciones, por el contrario, dan cuenta que otros tipos de prácticas se desarrollaron en este espacio, identificándosele ahora como un edificio con carácter sagrado donde se realizaron ritos y ofrendas, muy probablemente relacionados con el culto al agua y la práctica oracular. Esto se evidencia en el tallado realizado sobre la roca madre de la lomada donde se emplaza el Complejo 19. Se han descubierto huecos y micro-canales, tallados sobre la superficie granítica, para la adecuada conducción de líquidos. La configuración arquitectónica de los dos recintos que se ubican en dirección norte y sur refleja la noción de dualidad y complementariedad, que recordaría el concepto de Yanatin andino. Palabras claves: El Shincal de Quimivil, Complejo 19, roca sagrada, dualidad, culto al agua. Abstract This paper presents a new interpretation of complex 19 at El Shincal de Quimivil in Catamarca, Argentina. This space has previously been identified as a military structure, which was attributed the designation of watchtower. Recent studies and excavations to the contrary make it clear that other activities took place in this facility. It is now identified as a space with sacred characteristics in which rites were carried out and offerings were made, probably as part as of a water cult with oracular characteristics. This is evidenced by the carvings sculpted in the bedrock of the mountain slope where complex 19 is situated. Depressions and microchannels have been found sculpted on the granite surface, which would have served to run liquids through. The architectural configuration of the structures which are found on the north and south sides reflect a notion of duality and complementarity which evokes the Andean notion of Yanatin (complementary opposites). Keywords: El Shincal de Quimivil, Complex 19, sacred stone, duality, water cult. CORRADO, Gustavo; GIOVANNETTI, Marco; BALBI, Nicolás; LOPÉRFIDO, Marco e Iván FASCIGLIONE, 2019. Simetría y configuración espacial de la ritualidad Inca: el Complejo 19 de El Shincal de Quimivil como caso de estudio. Catamarca-Argentina. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 14: 133-143. Lima.
Gustavo Corrado, Marco Giovannetti, Nicolás Balbi, Marco Lopérfido e Iván Fasciglione Simetría y configuración espacial de la ritualidad Inca: el Complejo 19 de El Shincal de Quimivil como caso de estudio. Catamarca-Argentina
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Figura 1. Mapa del Sitio El Shincal de Quimivil. El círculo marca la ubicación del Complejo 19 de El Shincal. Elaborado por Giovannetti y Corrado 2013.
Introducción Este escrito expone el derrotero y los primeros resultados de una excavación que realizamos en 2016 y 2017 en el Complejo 19 del sitio El Shincal de Quimivil, localizado en la provincia de Catamarca (Argentina). Años de investigación en el sitio han demostrado que fue uno de los más importantes centros incaicos en el sur del Tahuantinsuyo (Farrington 1999, Raffino 2004 y Giovannetti 2015 y 2016). El Shincal de Quimivil destaca por sobre otros asentamientos incas del noroeste argentino (NOA) y Chile por características como: su minuciosa planificación entre las que destacan sus estructuras de carácter público, la constitución de espacios preparados para prácticas festivas y ceremoniales y la construcción de un amplio paisaje que articula arquitectura con aspectos físicos
de la geografía circundante. En cada provincia del NOA existen decenas de ocupaciones incas, pero muy pocas presentan el conjunto de rasgos arquitectónicos y la planificación de El Shincal de Quimivil, que posee una plaza (delimitada por muros de perfecta morfología cuadrangular) con un ushnu (también de planta cuadrangular) ubicado casi en su centro, varios edificios habitacionales, callancas, espacios públicos, más de setenta almacenes del tipo colca y un centenar de otras construcciones de diversas formas y ubicaciones (figura 1). Además, es imposible obviar la utilización del espacio natural circundante para lograr una perfecta fusión de la arquitectura del sitio con los cerros y cuerpos de agua, como arroyos y vertientes. Lo más destacado son cuatro cerros bajos dispuestos cardinalmente respecto de la plaza central, marcando cuatro
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Figura 2. Vista en planta del Complejo 19 de El Shincal. Elaborado por Giovannetti y Corrado 2015.
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puntos referentes, donde la simetría y el ordenamiento, de acuerdo a una geometría espacial, se hace evidente (Giovannetti 2016). Estos cuatro cerros se convierten en puntales a cada extremo cardinal, mientras que la plaza y el ushnu fueron ubicados espacialmente en relación a los mismos. La posición del ushnu en la plaza principal, como punto medio central, coincide con la intersección que se crea a partir de dos líneas rectas imaginarias que conectan los cerros del norte y sur con los del este y oeste. Los cerros, en mayor o menor medida, fueron objeto de modificaciones: escaleras de acceso a la cima, recintos de piedra, rocas recortadas o con marcas visibles y construcciones en las laderas y base. De esta forma, a partir de un trabajo pionero de Ian Farrington (1999), la acumulación de investigaciones capitalizaba interpretaciones tendientes a resaltar la importancia ceremonial de este sitio, en vinculación directa con la construcción de un paisaje sacralizado (Raffino 2004, Corrado et al. 2015 y 2016 y Giovannetti 2011-2015 y 2016). Al respecto, también pudo demostrarse una maquinaria a gran escala para la preparación de grandes cantidades de comida y bebida para la producción de fiestas estatales en El Shincal (Giovannetti 2015). Por otra parte, para completar el escenario de fusión de arquitectura y rasgos naturales, una pequeña vertiente, ubicada a 2 km al norte, fue canalizada con maestría de conocimientos hidráulicos para traer el agua hasta la plaza de El Shincal. En el presente trabajo se exponen las interpretaciones realizadas sobre el Complejo 19 de El Shincal (figura 2), analizado desde su configuración arquitectónica, para intentar relacionarlo con aspectos de la cosmovisión andina. A lo largo del trabajo intentaremos demostrar cómo el Complejo 19 puede ser visto como un espacio que debe ser considerado un templo, una idea que ya dejara entrever Farrington (1999). La disposición especial de sus dos recintos, sumado a los rasgos arquitectónicos de carácter especial y al hallazgo de un bloque rocoso tallado en el centro de la explanada, nos conducen en tal sentido. El Complejo 19 Se ubica en el sector suroeste de El Shincal. Está edificado sobre una lomada donde se erigieron dos recintos con plantas cuadrangulares
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(R74 y R75) enfrentados entre sí, opuestos en lo que parecería ser a simple vista una relación simétrica. Además, posee dos espacios abiertos y planos, una escalera de acceso a la cima y un doble muro perimetral. Toda la estructura tiene una orientación norte-sur determinada por la ubicación de los dos recintos opuestos. Este tipo de construcciones dobles simétricas son comunes en otros sitios del Tahuantinsuyo, algunos de gran envergadura como Huánuco Pampa (Huánuco) o Pisaq (Cuzco) (figura 3). Un elemento estructurante de la ideología Inca fue la simetría opuesta manifestada como rasgo arquitectónico (Hyslop 1990) o en los diseños en la cerámica de producción estatal (González Carvajal 1998). La dualidad manifiesta como bipartición o cuatripartición de un espacio reflejaría fuertes principios lógicos del mundo andino, del pasado y del presente, según estudios sobre crónicas y relatos de etnografías recientes (Platt 1978; Zuidema 1989; Wachtell 2001; Sánchez Garrafa 2014). El mundo estaría ordenado en categorías opuestas, pero al mismo tiempo complementarias, es decir espacios duales: masculinos/femeninos, fríos/ calientes o lunares/solares1. Sobre las características específicas de los recintos R74 y R75, es necesario destacar que los vanos no se oponen a manera de espejo, sino que presentarían una especie de simetría especular opuesta, del mismo modo que se puede observar en la disposición de los diseños de la cerámica Inca mixta en Chile (González Carvajal 1998). Por otra parte, existen diferencias distinguibles entre ambos recintos como para considerar que se respeta una simetría exacta. El área de cada recinto es de 20.52 m2 (R74: 5,40 x 3,80 m) y de 11,31 m2 (R75: 3,90 x 2,90 m). Además, existe una pequeña desviación de grados del recinto R75 con respecto al norte, mientras que su homólogo, el recinto R74, está perfectamente alineado con los puntos cardinales2. Otro rasgo a destacar, de carácter único en estos recintos, es que parecieran presentar paredes con esquinas levemente curvadas, elemento distintivo en relación con las demás construcciones del sitio, ya que recurrentemente repiten recintos con esquinas en ángulo recto. 1 Sobre los principios de ordenamiento del mundo andino, donde destaca el principio de complementariedad, junto a reciprocidad, relacionalidad, ciclicidad y correspondencia, es necesario tener en cuenta el estudio de filosofía andina de Estermann (2006).
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Hay ejemplos en otros sitios del Tahuantinsuyo con características similares, entre los que se puede citar el torreón de Machu Picchu (Giovannetti 2016). En la explanada principal, ubicada en medio de los recintos R74 y R75, y a la cual se accede mediante una escalera de piedra por el lateral oriental, realizamos una excavación en una área de 3,5 x 2,5 m. Esta se efectuó en dos etapas, una en diciembre de 2016 y otra en febrero de 2017. Primero se realizó un sondeo donde se encontró un receptáculo circular construido con rocas canteadas. La segunda excavación arrojó resultados notables, en cuanto puso al descubierto el tallado de un gran bloque de la roca madre de naturaleza granítica (figura 4). A los 20 cm de profundidad comenzó a descubrirse un complejo a la manera de una maqueta tallada sobre la roca madre. El trabajo sobre el gran bloque expuso un sistema de microcanalización, tallados de forma cuadrangular y huecos circulares. Los canales fueron labrados como pequeños conductos con fuertes cambios de dirección, marcando formas en zig-zag, que 2 En este sentido, es importante tomar en cuenta la noción de complementariedad asimétrica observada etnográficamente por Cavalcanti Schiel (2015). A través de la confección de tejidos, gestos rituales o percepción de los calendarios es posible ver con claridad cómo se persigue la consideración de dos polos que se complementan pero, no necesariamente, se exponen con similares características cada uno.
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se articulan con otros conductos que van por el interior de la roca a manera de túneles. El diámetro de los orificios circulares no supera los 0,10 m y en varias ocasiones se conectan con los canales. Existen también dos orificios, a modo de dos pequeñas cavernas, y otros dos espacios planos horizontales cuadrangulares. El orificio más grande tiene por encima un anillo de rocas canteadas que lo rodea. Esto produce que el hueco y el anillo de rocas quede sobre elevado unos 0,30 m por encima del nivel de la roca madre. Los restos recuperados en la excavación fueron muy escasos en comparación con otras excavaciones realizadas en el sitio, en otras múltiples ocasiones (Raffino 2004, Giovannetti et al. 2012, Giovannetti 2016). En nuestra excavación del Complejo 19 hallamos apenas una veintena de fragmentos cerámicos de los cuales destacan cuatro de ellos como pertenecientes a posibles sahumadores, sin decoración pintada y de pasta del tipo tosco utilitaria. Entre los restantes fragmentos se identificaron los estilos Inca provincial y Belén asignado a las poblaciones locales de la región. Las excavaciones realizadas en el Complejo 19 arrojaron luces sobre la funcionalidad y el propósito por el cual fue construido. Consideramos como la hipótesis más fuerte aquella que vincula este espacio con prácticas de culto vinculadas al agua, como explicaremos en el próximo apartado. La piedra sagrada del Complejo 19 El culto a las rocas parece haber estado muy
Figura 3. Recitos simétricos en Pisaq (Perú). (A) Recintos separados por un muro divisor compartido. (B) Recintos separados por un espacio abierto. Fotografías por Giovannetti 2018.
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Figura 4. Roca tallada hallada durante las excavaciones del Complejo 19 de El Shincal. (a) hueco rodeado por un anillo de rocas canteadas. Elaborado por Giovannetti y Corrado.
extendido en los Andes prehispánicos y en el período Inca se tornó muy visible por la gran cantidad de vestigios de trabajo intenso sobre bloques de gran tamaño (Hyslp 1990 y Dean 2015). Es común hallar a lo largo de Tahuantinsuyo sitios con rocas y afloramientos rocosos tallados. Entre los que presentan canales, depresiones u orificios se encuentra Samaipata en Bolivia (Meyers y Combés 2015) y la mayoría de los afloramientos rocosos del Parque Arqueológico de Sacsayhuamán, como Quenqo Grande y Quenqo Chico, Chincana Grande y Laqo (Monteverde 2012 y 2014). Este tipo de trabajo sobre la roca indicaría que fueron hechos para verter libaciones especiales, tales como chicha o agua (Hyslop 2010 y Monteverde 2014). Otros
estudios también dan cuenta de rocas que fueron sacralizadas, cuyas expresiones materiales muestran que fueron talladas, rodeadas o protegidas por muros perimetrales o terrazas. Entre ellas se pueden mencionar casos en sitos como Pisaq (figura 5), Quenqo (figura 6), Ollantaytambo, Tipón, Chacán, y Qespi Wara, ubicados todos en el Cuzco o cerca del mismo (Hyslop 1990 y Dean 2015). Pensamos que la roca hallada en el centro del Complejo 19 fue concebida como una entidad sagrada (huaca), objeto de adoración por quienes realizaban ceremonias en el lugar, posiblemente sacerdotes y sacerdotisas especializados en el oficio religioso. En la misma se vertían líquidos para constituir una relación de comensalismo
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ritual, pero también para observar el recorrido del agua como una forma de dialogar con la entidad sagrada y buscar algún tipo de respuesta oracular. El Complejo 19 y los muros que lo conforman fueron creados fundamentalmente para rodear, resaltar y proteger a la roca sagrada de la lomada. Los recintos construidos, enfrentados unos a otros, habrían sido locus donde parte de los rituales se realizaban; quizás la preparación de los elementos involucrados o la misma preparación de los oficiantes. Otra característica importante a tener en cuenta es la cercanía del Complejo 19 a una fuente de agua, un arroyo y un canal artificial que trae agua del río Quimivil (figura 1). Existen datos etnohistóricos que demuestran que afloramientos y rocas cercanos, o sobre cursos de agua, tuvieron un carácter sagrado, adorándoseles, por lo general, antes de la siembra
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y después de las lluvias a fin de garantizar el éxito en la irrigación y cultivos (Arriaga 1920 [1621]). Implicancias de una estructura dual Como se adelantó en la descripción arquitectónica del Complejo 19, este se encuentra diseñado con rasgos de simetría. Si observamos la configuración espacial de sus partes notamos que los recintos intramuros están ubicados de forma simétrica3, uno localizado al norte (con su vano mirando al sur) y el otro localizado al sur (con su vano mirando al norte) (ver figura 2). Existe, sin embargo, una notable distinción: sus entradas no 3 La simetría es un rasgo característico Inca. Se ilustra por la coincidencia de edificios a ambos lados de una entrada, como en Quispeguanca (Urubamba) (Farrington 1995), Huánuco Pampa (Morris y Thompson 1985 y Pino 2014) o en Pisaq.
Figura 5. Roca rodeada por muros en Pisaq (Perú). Fotografía Giovannetti 2018.
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Figura 6. Roca erigida sobre su eje vertical y rodeada por un muro de sillería en Quenqo Grande, Parque Arqueológico de Sacsayhuamán (Perú). Fotografía Giovannetti 2017.
se ubican a manera de reflexión especular, sino que mantienen una relación de inversión, una respecto de la otra. Un dato curioso surge de esta característica y, quizás, nos está brindando información sobre la gestualidad expresada en los rituales. La dualidad andina tiene relación con el principio lógico de complementariedad, donde los pares de opuestos cumplen un rol conjunto para dar sentido a la “existencia”, mediante el complemento de uno con el otro (Estermann 2006 y Cavalcanti Schiel 2015). La izquierda y la derecha conforman uno de los pares más importantes, con implicaciones directas en las prácticas rituales. Hemos observado en ceremonias actuales de migrantes cuzqueños cómo el uso de los lados izquierdos (mano, direcciones de movimiento, espacios etc.) se vinculan
a las aperturas y a las entradas. Mientras que los lados derechos a los cierres y a las salidas (Giovannetti 2018). Nos es llamativo verificar que las entradas a ambos recintos del Complejo 19 están colocadas sobre extremos que implican que estas siempre se realicen por el lado izquierdo, mientras que las salidas por el lado derecho. Cabe resaltar que ambos recintos están separados por una explanada central (P1) y la entrada a la misma se realiza por una escalinata curvada ubicada al este de la lomada sobre la que se emplaza el Complejo 19. Es en esta explanada donde se ubica la gran roca tallada. La configuración espacial de este complejo constituiría un diseño que refleja la noción de dualidad y complementariedad. Desde los estudios etnohistóricos y etnográficos podríamos rescatar la noción de Yanantin (Platt 1978), uno
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de los más conspicuos para explicar fenomenológicamente el principio de complementariedad (García y Roca 2004, Estermann 2006, Cavalcanti 2015). Las cosas al reflejarse en un espejo son iguales unas a otras, están en una relación Yanantin, es un principio de oposición complementaria, jerarquizada e interdependiente asociada a las nociones de masculino y femenino, derecha e izquierda, alto y bajo. Muchas veces, como vimos previamente, la complementariedad puede no ser simétrica con exactitud, sino presentarse en una relación asimétrica (Cavalcanti 2015). Pero en definitiva constituirían oposiciones interdependientes vinculadas y unidas por un flujo constante de intercambios recíprocos de distinta naturaleza, valoración y/o simetría (Núñez del Prado 2008: 15). Entonces, se puede deducir que para los andinos el universo se compone de pares de elementos complementarios y opuestos ligados en una relación Yanantin, comparable a la que une un objeto a su imagen especular (Calero del Mar 2002 y Webb 2012). Este concepto puede deducirse en la construcción arquitectónica en muchos sitios andinos (Pino 2014). El Complejo 19 de El Shincal recuerda a una estructura homóloga en Huánuco Pampa, Inkawasi (Pino 2014) y en Pisaq (figura 3B). Estas están formadas por dos recintos unidos o vinculados. En el caso de Huánuco Pampa uno de ellos mira hacia el este y el otro hacia el oeste, en forma simétrica. Estos recintos fueron replicados y se encuentran unidos por un mismo muro que cumple la función de eje de estos. Pero existen también otros que presentan un corredor central que los separa, como el de Pisaq. Estos podrían ser análogos al caso de El Shincal. Palabras finales Fuentes etnohistóricas como la de José de Arriaga (1920 [1691]) dan cuenta de una larga lista de entidades que fueron objeto de culto y adoración por los incas, entre ellas el sol, la luna, cuevas, fuentes de agua, montes, cerros, momias, entre otros. Pero las piedras y afloramientos rocosos han tenido una consideración muy especial en la percepción de los paisajes sagrados. Como parte de las celebraciones y del culto se le daban de beber y de comer: “La principal ofrenda y la mejor, y la mayor parte de sus sacrificios, es la chicha por ella, y con ella
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comienzan todas las fiestas de las huacas, en ella median, y en ella acaban, sus fiestas, y ella es el todo. Y assí tienen para este efecto muchos vasos, y vasijas de diferentes formas, y materias, y es común modo de hablar, que dan de beber a las Huacas, quando les van a mochar” (Arriaga 1920 [1621]: 42). Quizás los huecos y canales del gran afloramiento situado en la explanada del Complejo 19 fue objeto de la recepción de chicha, además de agua, por parte de especialistas religiosos incas o representantes locales, que comenzarían y/o culminarían el acto ritual en los recintos localizados a cada extremo (R74 y R75). Esto, si bien es una hipótesis, explicaría la manera en que fueron dispuestas y logradas las estructuras arquitectónicas que componen todo el Complejo 19, donde la roca se ubica en medio y los recintos en los extremos. Por último, nos interesa, a la luz de lo expuesto, revisar las interpretaciones del Complejo 19. Nuestras investigaciones llevaron a replantear el rol que este tuvo en El Shincal, contrario a su interpretación como edificio destinado al control militar (Raffino 2004). La noción de “Atalaya” surgió al realizarse una revisión bibliográfica, sobre todo a partir de los trabajos de Gasparini y Margolies (1977) y Hyslop (1990), y una posterior comparación con la estructura arqueológica en cuestión. En este trabajo damos cuenta de una interpretación del Complejo 19 más por su carácter sagrado vinculado a la cosmovisión incaica, que a una mera función militar de la estructura. La reinterpretación de los elementos que hemos recolectado nos indica que se desarrollaron en el Complejo 19 actividades de culto y ofrenda de líquidos. Reforzamos, de esta forma, la idea que existen múltiples indicios de un complejo sistema religioso que funcionaba en El Shincal, profundamente relacionado con la arquitectura, el paisaje, los astros y la práctica festiva (Giovannetti 2016). De este modo, nos oponemos a la idea de espacio de vigilancia militar del Complejo 19, y planteamos que varios postulados sobre la funcionalidad de las estructuras de El Shincal deben ser revisados. La idea original de una construcción al estilo de un fuerte militar como vigilancia del ingreso a la ciudad, a la luz de las nuevas evidencias, debe ser descartada. Ni siquiera puede pensarse en una doble funcionalidad militar-ritual, dado que no existen elementos para inferir aspectos de la primera. Por ejemplo, no hay muros
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defensivos, el Complejo es pequeño para albergar tropas y se encuentra en un espacio que no protege en lo absoluto al resto del sitio. Más bien se ubica aislado de los edificios principales cercanos a la plaza. Los hallazgos, como la roca central con fuertes evidencias de haber sido tallada para el culto al agua y servir como espacio oracular, llevan las interpretaciones más hacia el terreno de las prácticas del culto estatal incaico. Se deben seguir estudiando las estructuras de El Shincal con métodos científicos y acumulación de datos necesarios para interpretar correctamente la maquinaria ceremonial que los incas pusieron en funcionamiento en el NOA: una demostración de su poder y una exhibición de sus ritos sagrados que los relacionaban con la diversidad que presentaban, en aquellos tiempos, las culturas locales. Entonces, podremos notar la clara intención de replicar en la arquitectura el concepto de simetría y complementariedad por parte de estas sociedades andinas. El Complejo 19 parece erigirse como un buen ejemplo de estos principios lógicos que regían la cosmovisión inca y que en muchas oportunidades quedaron plasmadas en la arquitectura ceremonial.
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Agradecimientos A la Familia Morales de El Shincal por su hospitalidad. A la Municipalidad y Comunidad de Londres y a la Dirección de Antropología de Catamarca por permitirnos realizar nuestras investigaciones. A José Luis Pino Matos por las discusiones e intercambios de ideas sobre la cosmovisión andina. A Sixto Giménez Benítez por sus comentarios y colaboración en la enseñanza de la astronomía cultural. Y un muy especial agradecimiento a nuestras familias y amigos por su apoyo y creer en lo que hacemos.
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Normas editoriales Nota Los artículos son evaluados por el Comité de Revisores, competente con la temática de nuestra revista. El responsable en última instancia de las decisiones sobre la publicación de los artículos es el director de la revista. Dependiendo del Comité de Revisores y del director, si las correcciones son menores, el manuscrito será aceptado para su publicación. Si las correcciones son mayores, el manuscrito será reenviado a los autores para su revisión. En caso de una segunda evaluación negativa, el artículo será definitivamente rechazado. Los autores de los artículos publicados recibirán una copia de la revista. Responsabilidad de los autores Los autores son responsables por las ideas y datos de sus artículos (veracidad de lo que se escribe, imágenes, autorías, citas bibliográficas, etc.). Envíos Los artículos deben enviarse a: Rodolfo Monteverde Sotil, director y editor de la Revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, al correo electrónico revistahaucaypata@gmail. com. En Word para Windows, con archivos separados para texto, tablas y cada una de las figuras, que deben tener una resolución mínima de 300 dpi y estar en formato jpg. Le rogamos ajustarse a estos requisitos y a las siguientes normas: La extensión total del artículo no debe sobrepasar las 10 páginas enumeradas (incluyendo título, datos del o de los autores, resumen, palabras claves, contenido, bibliografía, agradecimientos y notas a pie de página), a espacio simple y justificado. Los cuales deben ir en tamaño 11, time new roman. A excepción de las leyendas de las tablas e imágenes y las notas a pie de página que deben ir en tamaño 9. El título (en español e inglés) debe ir centrado en la parte superior de la primera página y en negrita. El nombre, apellido, profesión o ocupación, institución a la que pertenece o pertenecen y correo electrónico del o de los autores del artículo debe ir debajo del título, en cursiva y alineado al lado derecho. El resumen del artículo (en español e inglés) debe ir debajo de los datos del o de los autores del artículo. Debe tener entre 90 y 120 palabras cada uno. Debajo del resumen (en cada idioma) debe ir un máximo de cuatro palabras claves (descriptores) en ambos idiomas.
El contenido de los artículos (introducción, capítulos, discusión y/o conclusiones) pueden ser redactados en español o inglés. Las figuras y/o tablas deben ser enumeradas correlativamente e ir entre paréntesis en el contenido del artículo. Por ejemplo: (figura 1 o fig. 1) y (tabla 1). Tanto las figuras como las tablas deben tener una pequeña leyenda, en tamaño 9, time new roman y no deben exceder las 40 palabras. Las citas van entre paréntesis, con solo el apellido paterno del o de los autores, el año de la publicación y el número de página de ser el caso. Por ejemplo (Matos 1972: 95) o Matos (1972: 95). En caso de ser una cita etnohistórica irá de la siguiente forma: (Molina 2008: 98 [1574-1574: 34v]) o Molina (2008: 98 [1574-1574: 34v]). De ser una cita tomada de Internet irá como se indica: (Topic et al. 1999 [en línea]) o Topic et al. (1999 [en línea]). La bibliografía debe incluir todas las citas del texto y sólo éstas. La bibliografía se presenta al final del artículo, después de los agradecimientos, y ordenada alfabéticamente por el apellido del o de los autores citados. Los títulos de las revistas y los nombres de las instituciones se indicarán
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completos (no sólo sus siglas). Se debe seguir el siguiente modelo: Artículo en una publicación colectiva: MEDDENS, Frank; BRANCH, Nicholas; VIVANCO, Cirilo; RIDDIFORD, Naomi y Rob KEMP, 2008. High altitude Ushnu platforms in the Department of Ayacucho Peru, structure, ancestors and animating essence. En PreColumbian landscapes of creation and origin: 315-355. (Editado por John Edward Staller). Springer. New York. Libros: MATOS, Ramiro, 1994. Pumpu, centro administrativo inka de la puna de Junín. Editorial Horizonte. Lima. Revistas: McEWAN, Gordon; GIBAJA, Arminda y CHATFIELD, Melissa, 2005. Arquitectura monumental en el Cuzco del periodo intermedio tardío: evidencias de continuidades en la reciprocidad ritual y el manejo administrativo entre los horizontes medio y tardío. Boletín de Arqueología PUCP, Nro. 9: 257-280. Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima.
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Internet: TOPIC, John; LANGE TOPIC, Teresa y MELLY, Alfredo, 1999. Las investigaciones en Namanchugo. El oráculo de «Catequil». Informe presentado al Instituto Nacional de Cultura (INC). Accesible en Internet http:// www.munihuamachuco.gob.pe/milenario/ huamachuco/2001.html [Consultada el 19-042010, 12: 08 hrs.]. Fuente etnohistórica: MOLINA, Cristóbal de, 2008 [1574-1575]. Relación de las fábulas y ritos de los Incas. Julio Calvo Pérez y Henrique Urbano (edición, estudios y notas). Universidad de San Martín de Porres (USMP). Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología. Lima. Los agradecimientos van antes de la bibliografía y no deben exceder las 60 palabras. Las notas deben ser a pie de página y deben estar a tamaño 9, estilo Time New Roman, espacio simple y justificado. Agradecemos anticipadamente su participación y difusión.
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Nro. 1, enero 2011 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/ revista_haucaypata._nro._1._2011 ¿Cómo era el ushnu de la plaza Haucaypata del Cuzco? Rodolfo Monteverde Sotil - Archivos Audiovisuales del Cuzco (Disponibles en Internet) Sheylah Vásquez Salcedo - Inca sacred space, platforms and their potential soundscape. Preliminary observations at usnu from Ayacucho Frank Meddens y Millena Frouin Indiferencia y destrucción: El caso de Patipampa, un asentamiento Tawantinsuyo en el valle de PiscoIca Eberth Serrudo Torobeo - Metalurgia doméstica durante la presencia Inka en el valle Calchaquí Norte, Salta-Argentina Cristian Jacob - Materialidad en una tumba Inka de los Andes del Sur. El caso de La Huerta, Quebrada de Humahuaca, Jujuy-Argentina Iván Leibowicz, Claudia Aranda y Cristian Jacob - Entrevista al Dr. Ramiro Matos Mendieta Jolie Soto Pérez
Nro. 2, mayo 2011 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/revista_haucaypata._nro._2._2011 Esculturas zoomorfas talladas en afloramientos rocosos dentro del Parque Arqueológico de SacsayhuamanCuzco Rodolfo Monteverde Sotil - Choquequirao, un asentamiento imperial cusqueño del siglo XV en la Amazonía andina Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Aproximación a los queros incaicos de la colonia. Un ejemplar de estilo transicionalformal del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú Victor Falcón Huayta - Antes de la presencia Inca: desentramando la homogeneidad de la cultura material de las unidades domésticas de Juella en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy-Argentina Santiago Barbich - Montañas sagradas en los confines del imperio Inka: Nevado montañoso de Cachi, Salta-Argentina Cristian Jacob e Ivan Leibowicz - El poderío de la Coya durante el auge del imperio incaico Alicia Alvarado Escudero - Entrevista al Dr. Federico Kauffmann Doig Sheylah Vásquez Salcedo
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Nro. 3, noviembre 2011 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/revista_haucaypata._nro._3._2011 Emplazamiento de la arquitectura funeraria en los valles de Andahuaylillas y Lucre, Cuzco Geanette Guzmán Vinatea y Marlene Castro Fabre - Glosas sobre la decoración en la cerámica Inca-Cuzco Federico Kauffmann Doig - The Late Intermediate Period egalitarian polities of Ayacucho and Apurímac Frank Meddens - Producción metalúrgica doméstica en el Intermedio Tardío. El caso de Juella, Jujuy- Argentina Ivan Leibowicz y Cristian Jacob - San Marcos, Huagil y Huaca Doris: tres sitios Inca de la Huaranga de Pacarán, valle del río Cañete, Lima Milena Vega-Centeno Alzamora - Proyecto de Investigación Arqueológica Pacarán 01, valle medio del río Cañete, Lima Favio Ramírez Muñoz, Guido Casaverde Ríos y Gori Tumi Echevarría López- Entrevista al Dr. Waldemar Espinoza Soriano Rodolfo Monteverde Sotil.
Nro. 4, junio 2012 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/ revista_haucaypata._nro._4._2012 La Luna como objeto liminal en la concepción del tiempo indicativo entre los incas Ricardo Moyano - Construyendo narrativas de la Capacocha Cristian Jacob e Ivan Leibowicz - Tiana: asiento Inca Victor Falcón Huayta - Evidencias materiales de dos huacas del sistema de Ceques cuzqueño: Chincana Grande y Laqo. Parque Arqueológico de Sacsayhuamán-Cuzco Rodolfo Monteverde Sotil - Cultos, rituales y paisajes sagrados en los Andes Centrales, siglo XVII: Apo Parato, Junín Andrea Gonzáles Lombardi y César Astuhuamán Gonzáles - Vasijas incas en los confines del imperio: los aríbalos y platos ornitomorfos de la Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy, Argentina María Andrea Runcio - Una reseña sobre El Shincal: Una capital administrativa Inka al Sur del Kollasuyu. Catamarca, Argentina Guillermina Couso - Entrevista al Dr. Juan Ossio Acuña Rodolfo Monteverde Sotil.
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Nro. 5, diciembre 2012 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/revista_ haucaypata._nro._5._2012 Hallazgos de Canis familiaris en el santuario de Pachacamac Isabel Cornejo, Denise Pozzi-Escot, Katiusha Bernuy, Enrique Angulo y Luis Miguel Tokuda - Proyecto arqueológico Ychsma. Breve informe metodológico de las investigaciones arqueobotánicas de la temporada 2012 en Pachacamac, Lima Tatiana Stellian - El Curacazgo de Coayllo durante el Imperio Inca Rommel Angeles Falcón - Arqueología y arte en dos viajeros franceses del siglo XIX. El caso de Choquequirao, Cusco Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Camino-Tambo-Chaskiwasi. El Qhapaq Ñan a través de las fuentes etnohistóricas andinas Reinaldo Andrés Moralejo - Reseña de la conferencia: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios Rodolfo Monteverde Sotil.
Nro. 6, mayo 2013 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/revista_ haucaypata._nro._6._2013
Cuzco y Machu Pijchu Manuel Chávez Ballón Excavaciones arqueológicas en un “basural” del Sector VIII, Subsector G, de Choquequirao Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - El Usno de Tamburco: vínculos de una plataforma ceremonial Inca con el paisaje local en la ruta del Chinchaysuyu. Apurímac José Luis Pino Matos y Wendy Moreano Montalván - Huancasragau: un asentamiento Inca en la cuenca del río Gorgor. Cajatambo-Lima Arturo Ruiz - ¿Cuándo comenzó “a existir” el arte rupestre incaico? Victor Falcón Huayta - El incómodo patrimonio arqueológico en la “modernización” de Lima: construcción de túneles, la ampliación de la avenida Javier Prado Este y la afectación de PuruchucoHuaquerones Rodolfo Monteverde Sotil.
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Nro. 7, diciembre 2013 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/revista_ haucaypata._nro._7._2013
El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco Victor Falcón Huayta - “El sermón del cura”, la religión Inca y su relación con el cristianismo en la obra de Cristóbal de Molina Christian Giovanni Cancho - Incanäni: un complejo funerario Wamalli con indicios de arte rupestre Inca en el Alto Marañón, Huánuco-Perú Carlo José Alonso Ordóñez Inga Observaciones a las excavaciones de rescate realizadas por la Municipalidad de Ate-Ministerio de Cultura en el sitio arqueológico de Puruchuco-Huaquerones, Lima-2013 Alberto Bueno Mendoza y Gori Tumi Echevarría López - La procedencia de los ¿collis?: una propuesta y perspectiva desde el Manuscrito de Huarochirí, Lima-Perú Antonio Raymondi Cárdenas.
Nro. 8, mayo 2014 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/revista_ haucaypata._nro._8._2014 The abandonment process at Tambokancha (Zurite, Cuzco): Inca actions and rituals of site closure Ian Farrington - Esculturas zoomorfas del Parque Arqueológico de Sacsayhuamán, Cuzco: una aproximación a su entendimiento simbólico Rodolfo Monteverde Sotil - El ushnu, el qhapaq ñan y las huacas en el Altiplano del Chinchaycocha. Una aproximación a las estrategias de apropiación y control territorial Inca, desde la lectura de los paisajes rituales y la astronomía José Luis Pino Matos y Wendy Moreano Montalván - Los calzados utilizados por los Incas para las altas montañas Christian Vitry - Las fuentes etnohistóricas y la arqueología de montaña en el estudio de los escenarios incaicos en altas cumbres Constanza Ceruti - Paisajes rituales incaicos. Una mirada desde las crónicas coloniales Ivan Leibowicz, Cristian Jacob, Félix Acuto y Alejandro Ferrari - Presentación del libro: Inca sacred space: landscape, site and symbol in the Andes, 2014. Frank Meddens, Katie Willis, Colin McEwan y Nicholas Branch (editores). Editorial Archetype. Londres Frank Meddens.
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Nro. 9, enero 2015 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/revista_haucaypata._nro._9._2015
Más allá y más arriba del Cuzco. En torno a los ushnus de puna durante el Horizonte Tardío Gabriel Ramón Joffré - Quilcas en Sillustani, Puno. Cronología e implicancias Berenguela Sánchez y Gori Tumi Echevarría - Peregrinación andina al santuario de alta montaña en la cima del cerro Sixilera, norte de Argentina María Constanza Ceruti - Formaciones sociales en el noroeste argentino. Variabilidad prehispánica en el surandino durante el Periodo de Desarrollos Regionales y el estado Inca Verónica I. Williams - Divulgar para conocer, conocer para querer y proteger nuestro patrimonio cultural Rodolfo Monteverde Sotil.
Nro. 10, agosto 2015 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/ revista_haucaypata._nro._10._2015 La arquitectura Inca de los Subsectores IIB y VB de Huánuco Pampa: excavación, identificación y registro de sus aspectos constructivos y estructurales Carlo José Ordóñez - Inkapintay: arte rupestre de resistencia Inca a la conquista española del Tawantinsuyu Victor Falcón - La ocupación Inca del valle de Cotahuasi, Arequipa-Perú Justin Jennings y Willy Yépez Álvarez - Los caminos rituales del volcán Llullaillaco, Argentina (6739 msnm) Christian Vitry - Rocas del Qhapaq Ñan: wankas y mojones en los caminos duales a las cumbres sagradas de la sierra de Famatina (La Rioja - Argentina) Sergio Martin - Una nota sobre el símbolo Chakana Federico Kauffmann Doig - Evidencias arqueológicas incas en la ciudad del Cuzco en estado de abandono y bajo amenaza de daño y destrucción - Rodolfo Monteverde Sotil.
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Nro. 11, junio 2016 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/ revista_haucaypata._nro._11._2016 El conocimiento indígena y los puentes colgantes de los Andes centrales Lidio M. Valdez - Los Walser del monte Rosa y los carnavales a orillas del lago Bodensee: influencias de ritos y creencias alpinos en la peregrinación andina de Qoyllur rit’i María Constanza Ceruti - Espacios públicos durante el Período Intermedio Tardío en Juella, Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina Ivan Leibowicz - Análisis de arte rupestre en el Qhapaq Ñan: dominación y conquista ritual Inca en Famatina (La Rioja, Argentina) Sergio Martin - Quilcas en el Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu: análisis y perspectivas arqueológicas Fernando Astete, José Miguel Bastante Abuhadba y Gori Tumi Echevarría López - El Tahuantinsuyo en Pampa de Flores A y B, valle de Lurín, Lima Jorge Carlos Alvino Loli y Consuelo González Madueño.
Nro. 12, abril 2017 https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/ revista_haucaypata._nro._12._2017 Evidencias arqueológicas de la conquista hispana y el periodo de transición halladas por el Proyecto Ychsma en el edificio B4 de Pachacamac, valle de Lurín (2016) Estelle Praet, Sylvie Byl, Peter Eeckhout y Milton Lujan Dávila - El camino de los llanos entre Paramonga y Santa: revisión de los caminos incas de la costa norcentral del Perú Jack Chávez Echevarría - Análisis e implicancias de un remanente del sistema vial Tahuantinsuyu en Choquequirao, Cuzco, Perú Gori-Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Machupicchu y sus “personajes” ante las nociones de ucronía y reivindicación en un país pluri y multicultural como el Perú Mariana Mould de Pease - Yanque en el valle del Colca (Caylloma, Arequipa). Historia y cultura en los siglos XV-XX Mario Sánchez Dávila - Entrevista al Dr. Peter Eeckhout: director del Proyecto Arqueológico Ychsma, Investigaciones Arqueológicas en Pachacamac Rodolfo Monteverde Sotil.
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Nro. 13, febrero 2018
https://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/ revista_haucaypata._nro._13._2018
La ocupación Inca del valle de Acarí Lidio M. Valdez - Ñaupallacta, un poblado prehispánico de patrón local e Inca. Cuenca alta del rio Acarí, Ayacucho Marco Taquiri González y Apu Mendoza Pariona - Avances de las investigaciones interdisciplinarias en Machupicchu José Bastante Abuhadba y Alicia Fernández Flórez - Una aproximación bibliográfica a la zona arqueológica de Choquequirao, Cuzco Gori-Tumi Echevarría López y Eulogio Alccacontor Pumayalli Los caminos incas de Pampa Carachi, nuevos hallazgos. Salta, Argentina Christian Vitry - Los tofet fenicio-púnicos y los sacrificios de infantes en los montes del sur de Cerdeña María Constanza Ceruti.
Auspician:
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Index Editorial
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List of Collaborators
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Archaeological research in Tambo Viejo, Acarí, on the south coast of Peru Lidio M. Valdez y Marcelino N. Huamaní
6
Inca Perqa, Wamaniray and Arkipeña: three late prehistoric archaeological sites in the agricultural Community of Colca, Cotabambas – Apurimac Nicolás Fernando Vilca Arapa y Ely Ramos Ayala
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The Wari occupation and the Inca cult to Viracocha in Raqchi, Cuzco Bill Sillar, Emily Dean y Amelia Pérez Trujillo
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An Archaeological guide of Choquequirao, Cuzco-Peru Gori-Tumi Echevarría López, Luz Marina Monrroy Quiñones y Eulogio Alccacontor Pumayalli
90
Fifty years after the publication of the Visita de la Provincia de León de Huanuco en 1562 (1967) Carlo José Ordóñez
117
Excellence and violence in archaeological practice: twenty years after the discovery of the Inca mummies in Llullaillaco Constanza Ceruti
121
Symmetry and spatial configuration of Inca ritual: Complex 19 of El Shincal de Quimivil as a case study. Catamarca-Argentina Gustavo Corrado, Marco Giovannetti, Nicolás Balbi, Marco Lopérfido e Iván Fasciglione
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Editorials Norms
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