ISSN: 2221-0369
Año 2 - Número 5
Lima-diciembre 2012
Director y Editor Rodolfo Monteverde Sotil Revisores de artículos Cristian Jacob / Ivan Leibowicz / Rodolfo Monteverde Sotil / Tatiana Stellian Difusión Mayra Delgado Valqui Diseño y diagramación Ernesto Monteverde P. A. Fotografía de la carátula Rodolfo Monteverde Sotil, 2012. Huancavelica. Imágenes de los índices y de la relación de colaboradores Rodolfo Monteverde Sotil, 2012. Obreras en excavación en Tiahuanaco. Bolivia / Familia Quispe Huata de Taquile, Puno-Perú. / Martín de Murúa (2004 [1590]). Sinchi Roca. Detalle. Las opiniones vertidas, en los artículos publicados en esta revista, son de entera responsabilidad de cada autor. La revista no se hace responsable por el contenido de los mismos. © Prohibida la reproducción total o parcial de la revista sin el permiso expreso de su Director.
Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo Año 2. Número 5, diciembre 2012 Publicación cuatrimestral ISSN: 2221-0369 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2011-00350 Hecho por computadora Jr. La Libertad 119 Santa Patricia, La Molina. Lima-Perú https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ revistahaucaypata@gmail.com Todos los derechos reservados
Dedicatoria A mi madre, por su constante lucha, no puedo hacer nada m谩s, que s贸lo apoyarla (RMS)
REVISTA HAUCAYPATA Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo
Índice Editorial
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Relación de Colaboradores
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Hallazgos de Canis familiaris en el santuario de Pachacamac Isabel Cornejo, Denise Pozzi-Escot, Katiusha Bernuy, Enrique Angulo y Luis Miguel Tokuda
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Proyecto arqueológico Ychsma. Breve informe metodológico de las investigaciones arqueobotánicas de la temporada 2012 en Pachacamac, Lima Tatiana Stellian
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El Curacazgo de Coayllo durante el Imperio Inca Rommel Angeles Falcón
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Arqueología y arte en dos viajeros franceses del siglo XIX. El caso de Choquequirao, Cusco Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García
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Camino-Tambo-Chaskiwasi. El Qhapaq Ñan a través de las fuentes etnohistóricas andinas Reinaldo Andrés Moralejo
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Reseña de la conferencia: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios Rodolfo Monteverde Sotil
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Normas editoriales
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REVISTA HAUCAYPATA Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo
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Editorial
La Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, es una publicación peruana cuatrimestral que se centra en los estudios arqueológicos e interdisciplinarios, tanto nacionales como internacionales, del Imperio incaico. La revista nació con la intención de cumplir tres objetivos que todo arqueólogo debe proponerse en su carrera: la defensa del patrimonio arqueológico, su investigación y divulgación de dichas investigaciones. Después de haber publicado cuatro números entre el 2011 y el 2012, les alcanzamos el quinto número, que contiene cinco artículos y una reseña. Un equipo interdisciplinario conformado por Isabel Cornejo, Denise Pozzi-Escot, Katiusha Bernuy, Enrique Angulo y Luis Miguel Tokuda, nos entregan los resultados de las excavaciones y análisis de perros (Canis familiaris) encontrados en Pachacamac. La doctorante en arqueología Tatiana Stellian, nos presenta un breve informe de las investigaciones arqueobotánicas realizadas por el Proyecto arqueológico Ychsma en la temporada 2012 en Pachacamac. El Licenciado Rommel Angeles nos alcanza una interesante muestra de las evidencias arqueológicas en el valle de Asia ante y durante la presencia del Tahuantinsuyo. Por su parte, los arqueólogos Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García, analizan los aportes arqueológicos y artísticos de dos viajeros franceses del siglo XIX, específicamente acerca del sitio Choquequirao. El colega argentino Reinaldo Andrés Moralejo realiza una exhaustiva revisión de las fuentes etnohistóricas para estudiar los caminos, tambos y chaskiwasis en épocas del incanato y de la colonia. Finalmente, quien escribe les hace entrega de una reseña de la conferencia que organizáramos en el mes de setiembre, del presente año, titulada: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios. Como siempre, queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento a todos aquellos que han colaborado con sus artículos y participado en la realización del quinto número de la Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Además, queremos agradecer a los lectores por los comentarios críticos y por la buena acogida de los números anteriores de la revista. Con la entrega del presente número podemos decir que estamos orgullosos de seguir cumpliendo con la meta de publicar una revista arqueológica e interdisciplinaria de temática incaica en casi dos años consecutivos. Con esta quinta entrega, hemos logrado difundir 31 artículos, cuatro entrevistas realizadas a científicos sociales y han participado 33 autores de distintas partes del Perú y del mundo. Desde ya invitamos a todos los arqueólogos, estudiantes de arqueología y profesionales de otras ciencias a publicar en el sexto número de la Revista Haucaypata, programado para el mes de marzo del 2013.
Rodolfo Monteverde Sotil Director y Editor
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Colaboradores Rommel Angeles Falcón Licenciado en Arqueología (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Museo Huaca Malena-Asia. Enrique Angulo Médico veterinario (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Museo de sitio de Pachacamac (MSPAC). Katiusha Bernuy Arqueóloga (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Jefe del Área de Investigación del Museo de Sitio de Pachacamac (MSPAC). Isabel Cornejo Rivera Arqueóloga (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Asistente del Área de Investigación del Museo de Sitio de Pachacamac (MSPAC). Gori Tumi Echevarría López Arqueólogo y Candidato a Doctor en Historia del Arte (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Rodolfo Monteverde Sotil Maestrista en Arqueología (Pontificia Universidad Católica del Perú). Licenciado en Arqueología (Universidad Nacional Federico Villarreal). Reinaldo Andrés Moralejo Doctor en Ciencias Naturales. Licenciado en Antropología (Facultad de Ciencias Naturales y Museo-Universidad Nacional de La Plata). CONICET. División Arqueología, Museo de La Plata. Denise Pozzi-Escot Arqueóloga (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Directora del Museo de Sitio de Pachacamac (MSPAC). Ministerio de Cultura. Tatiana Stellian Doctorante del Fonds National de la Recherche Scientifique-Bélgica (Université Libre de Bruxelles). Luis Miguel Tokuda Artista plástico (Escuela Nacional Superior Autónoma Bellas Artes) (Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas). Zenobio Valencia García Arqueólogo (Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco).
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Hallazgos de Canis familiaris en el santuario de Pachacamac Isabel Cornejo icornejo@mcultura.gob.pe Denise Pozzi-Escot dpozzi@mcultura.gob.pe Katiusha Bernuy kbernuy@mcultura.gob.pe Enrique Angulo huamachito@yahoo.com Luis Miguel Tokuda yoshitokuda@hotmail.com
Resumen El santuario arqueológico de Pachacamac, con una ocupación de más de 1200 años, durante el Horizonte Tardío (1470 – 1533 d.C.) extendió su fama como el más importante centro ceremonial de la costa peruana al cual acudían peregrinos de diversos lugares. De las intervenciones arqueológicas realizadas en la Segunda Muralla y la Pirámide con Rampa 07 (PCR 07) del santuario, efectuadas por el equipo del Museo de sitio, se han recuperado una serie de hallazgos, entre los que se encuentran los restos de más de una veintena de canes con pelo (Canis familiaris). Gracias al trabajo multidisciplinario realizado (arqueología, medicina veterinaria, artes plásticas), se ha podido determinar la identificación de la especie, la variedad de las características fenotípicas de los canes y proponer una hipótesis sobre la variedad y la presencia de éstos en el santuario. Palabras claves: Pachacamac, Segunda Muralla, Pirámide con Rampa 07, Canis familiaris. Abstract The Pachacamac archaeological sanctuary, with an occupation of more than 1200 years, during the Late Horizon (1470 - 1533 A.D.) extended his reputation as the most important ceremonial center of the Peruvian coast to which there were coming pilgrims of diverse places. Of the archaeological interventions realized in the Second Wall and the Pyramid with ramp 07 (PCR 07) of the sanctuary, effected by the equipment of the Museum of site, have recovered a series of findings, between which they find the remains of more than one score of khans with hair (Canis familiaris). Thanks to the multidisciplinary work (archaeology, veterinary medicine, plastic arts) realized, one could have determined the identification of the species, the variety of the phenotypic characteristics of the khans and to propose a hypothesis on the variety and the presence of these in the sanctuary. Keywords: Pachacamac, The Second Wall, Pyramid with Ramp 07, Canis familiaris. El santuario arqueológico de Pachacamac El santuario de Pachacamac se ubica a 31 km. al sur de la ciudad de Lima, en la margen derecha del río Lurín, frente a las costas del Océano Pacífico. Su emplazamiento elevado, sobre
un afloramiento rocoso recubierto por arena de origen eólico que forma parte del tablazo de Lurín, provocó la aridez del sitio a pesar de limitar por el sur con la franja cultivable del río Lurín, y al oeste con un área de lagunas y humedales.
CORNEJO, Isabel; POZZI-ESCOT, Denise; BERNUY, Katiusha; ANGULO, Enrique y TOKUDA, Luis Miguel, 2012. Hallazgos de Canis familiaris en el santuario de Pachacamac. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 5: 6-20. Lima.
Isabel Cornejo, Denise Pozzi-Escot, Katiusha Bernuy, Enrique Angulo y Luis Miguel Tokuda Hallazgos de Canis familiaris en el santuario de Pachacamac
Figura 1. Mapa de ubicaci贸n del santuario de Pachacamac. Per煤.
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Por el norte limita con la Quebrada de Atocongo y por el este con el valle y las primeras estribaciones andinas. El clima de la zona es característico de la costa central: árido, semicálido y húmedo, con bajo índice de precipitación pluvial (2 milímetros anuales según la Estación Meteorológica – Museo de Sitio de Pachacamac). Todas estas condiciones, han favorecido notablemente la preservación de los restos orgánicos recuperados en las intervenciones arqueológicas (Figura 1). La ocupación y construcción del santuario fue continua, desde el periodo Intermedio Temprano (300 a 700 d.C.) hasta el Horizonte Tardío (1470 a 1533 d.C). Fue un centro ceremonial que en el Horizonte Tardío llegó a extender su fama como oráculo (Fernández de Oviedo 1945: 46-54 [1535: Libro XII, Capitulo XI]; Cieza 1986: 213 - 214 [1553: Capítulo LXXII, folio 97v]; Villar 1935: 212). Bajo el dominio Inca, acudían al santuario peregrinos de diversos y lejanos lugares del imperio para realizar consultas y obtener vaticinios del oráculo. En la actualidad el área intangible del santuario comprende 465 hectáreas, donde se distribuyen importantes edificaciones construidas en base a adobes y piedra, como el Templo del Sol, el Templo Viejo, el Templo Pintado, el Acllawasi y alrededor de quince PCR1. Estas edificaciones se encuentran distribuidas en sectores delimitados artificialmente por murallas y por un eje de calles internas (Norte-Sur y Este-Oeste) que mantenían conexión con el Gran Camino o Qhapaq Ñan2. Dicha infraestructura habría servido para controlar tanto el flujo de las peregrinaciones (Paredes 1991) como el crecimiento y ordenamiento interno de sus edificaciones. Desde el año 2010 el equipo del Museo de sitio de Pachacamac viene realizando excavaciones en la Segunda Muralla y en la PCR 07. Como parte de estos trabajos, hemos recuperado una serie de hallazgos de la época Inca, entre ellas los restos de más de una veintena de canes con pelo (Canis familiaris) de distintas edades y en buen estado de conservación. El trabajo multidisciplinario que conjuga la arqueología, la me1 PCR es la abreviatura para las edificaciones conocidas como Pirámide(s) con Rampa(s). 2 Este camino articuló buena parte de la región de los Andes Centrales antes de la conquista española.
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dicina veterinaria y las artes plasticas, nos permite realizar propuestas basadas en reconstrucciones fenotípicas3, señalar el modo en que fueron utilizados estos animales y formular un planteamiento hipotético sobre su variedad y presencia, relacionada a las peregrinaciones, en el santuario. Hallazgos de canes en el santuario Evidencias de canes con pelo, similares a nuestros hallazgos, han sido encontradas en varias edificaciones del santuario: en el Templo del Sol a fines del siglo XIX (Uhle 2003 [1896]); en la PCR 02, al pie del Templo Viejo (Paredes y Franco, 1984 y1989); en la PCR 03, 07 y 13 (Eeckhout, 1995 y 2008; Pozzi-Escot y Chávez 2009; PozziEscot y Bernuy 2010) y en la PCR 08 (Málaga 2008). Entre estos restos, se ha podido determinar que solo algunos presentaron evidencias de enfardelamiento por los fragmentos o restos de textiles que tenían en el cuerpo o sobre la cabeza. Se resalta el hecho de que los mejores conservados tienen un característico pelaje corto, lacio y de color marrón amarillento y/o marrón oscuro. El entierro de estos canes como “acompañantes de entierros humanos” para los periodos tardíos (1000 – 1533 d.C) fue recurrente en el santuario (Uhle 2003[1896]; Eeckhout 1995; Paredes y Franco 1984). Asimismo, fueron ofrendados en las nuevas construcciones de edificaciones o elementos arquitectónicos del santuario (Eeckhout 2008; Málaga 2008). El reporte de hallazgos de canes en el santuario es bastante frecuente. Sin embargo, en esta oportunidad la participación de especialistas en los análisis biológicos y zoológicos nos ha permitido confirmar su identificación a nivel de sexo y especie y otras características que a continuación describiremos y comentaremos. Otras evidencias de canes en la costa peruana prehispánica Los diversos hallazgos de canes registrados en el santuario se diferencian de los canes de las representaciones iconográficas Moche y Nazca (Intermedio Temprano) que son de talla pequeña, cola enroscada sobre el lomo, pelo corto y de color blanco con grandes manchas oscuras o negras 3 Conjuntos de rasgos visibles de un organismo.
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Figura 2. Foto área de los años 70 del santuario de Pachacamac con indicación de las áreas de excavación en la Segunda Muralla y PCR 07.
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(ver Donnan y MacClelland 1999: 89, Fig. 4.29). También difieren de los canes sin pelo de las representaciones Chancay (Intermedio Tardío) (ver Weiss 1976:41, Lam. III); asimismo de los conocidos como “perros pastores” de Chiribaya (Intermedio Tardío) excavados en Ilo por Sonia Guillen y del ejemplar recuperado por Engel en un cementerio localizado en la península de Paracas, que son de talla menor, orejas semicaídas, patas cortas y pelo largo de color amarillento o blanco en casi todo el cuerpo (ver Engel 1987: 125, Fig. III-19b). Esta comparación general, pone en evidencia que los canes de Pachacamac no parecen tener relación directa o descienden de ellos, debido a las evidentes diferencias de forma de cuerpo, pelaje y color. Los hallazgos en la PCR 07 y Segunda Muralla del santuario El conjunto de hallazgos de canes con pelo, identificados como Canis familiaris, provienen de las excavaciones realizadas en la PCR 07 y en la Segunda Muralla que delimita la concentración de edificaciones del santuario, princi-
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palmente a las PCR (Figura 2). Los hallazgos en la PCR 07 corresponden a una excavación realizada al pie del acceso que conectaba la Calle Norte-Sur a una de las plazas laterales de dicha PCR. El hallazgo en su conjunto procede de los últimos niveles de utilización de la plaza durante la época Inca; cinco de los canes se encontraron asociados al entierro del fardo de un niño y un sexto can fue localizado al interior de un pequeña intrusión hecha en uno de los apisonados de la plaza (Pozzi-Escot et al. 2012) (Figura 3). En la Segunda Muralla, en un tramo colindante con la vía conocida como Calle Este-Oeste, área aprovechada para configurar una plaza rectangular, se recuperaron los restos de diversas ofrendas entre los que resaltan objetos de estilo local y foráneos consistentes en dos escultura en madera de estilo Chimú e Ychsma, vasijas cerámicas de estilo Ychsma, Inca y Casma moldeado, así como los restos de una veintena de canes de distintas edades en buen estado de conservación. Por las características estilísticas de las vasijas y esculturas, se ha podido establecer que este conjunto de hallazgos dataría del Horizonte Tardío.
Figura 3. Corte Transversal de la excavación en la plaza lateral de la PCR 07 con distribución de los hallazgos de canes (CNS426, CNS427, CNS428, CNS429, CNS430 y CNS431).
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Hallazgos de Canis familiaris en el santuario de Pachacamac
Figura 4. Hallazgos de canes y restos de ofrendas en el 谩rea de excavaci贸n de la Segunda Muralla.
Figura 5. Variedad de los restos de canes recuperados de las excavaciones en la Segunda Muralla y PCR 07.
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Sin embargo, el contexto fue disturbado por un huaqueo probablemente de la época Colo nial (Figura 4). Los restos de los canes recuperados, en su mayoría, se encuentran muy bien conservados (piel, pelos y huesos articulados). El tratamiento mortuorio es diverso, algunos se encuentran envueltos con textiles de algodón (enfardelados), otros no tienen ningún tipo de envoltorio, otros tienen solo una tela envolviéndoles la cabeza (a la altura de los ojos) y al menos uno tiene las extremidades amarradas con una soguilla de fibra vegetal (Figura 5). Los textiles usados no parecen haber sido elaborados exclusivamente para fines mortuorios ya que evidencian desgaste, recortes, falta de orillos, todo lo cual indicaría que provienen de otras piezas textiles que tuvieron otro uso previo. Metodología de estudio Para el estudio de nuestros recientes hallazgos de canes, hemos realizado exámenes anatómicos-forenses para determinar aspectos como sexo y especie, edad, tamaño, patologías óseas y traumas pre o perimortem que podrían asociarse a posibles causas de muerte, etc. Para ello, utilizamos una colección de material óseo comparativo de individuos modernos y fuentes bibliográficas especializadas (Fiennes y Fiennes 1968; Smith y Jones 1962; Blanco et al. 2009), así como la revisión de información sobre hallazgos similares en Pachacamac que hemos desarrollado en la parte inicial del artículo. La edad fue determinada teniendo en cuenta el tamaño y estado de fusión de las epífisis y diáfisis de los huesos largos, en los dientes se observó si éstos eran deciduos4 o permanentes, los cuales terminan de erupcionar alrededor de los siete meses, así como el desgaste en dientes incisivos, premolares y molares en los adultos. Con esta información se agruparon a los canes por rangos de edad (Tabla 1). Para el cálculo de la altura de los canes se consideró la sumatoria de las medidas de las falanges, radio-cúbito, húmero y escápula5. Para el largo del cuerpo se consideró la medida en 4 Los deciduos son dientes provisionales que se van reemplazando por permanentes, esto se completa a los 7 meses con lo que el animal se reconoce como un individuo adulto joven.
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centímetros de la distancia desde el pecho hasta la base de la cola. El peso corporal fue obtenido en base al tamaño aproximado del can mejor conservado (Figura 6) y comparado con un perro vivo de similares características físicas. Todo esto nos dió una aproximación al tamaño que habrían tenido los canes. Para caracterizar el tipo de cráneo, se empleó la propuesta veterinaria de Dyce et al. (2004), quienes realizaron una tipología basada en la forma y tamaño del cráneo en canes: dolicocefálica, mesocefálica y braquicefálica (ver Dyce et al. 2004: 398, Fig. 11-1).
Tabla 1. Rango de edad en canes. Propuesta a partir de los cambios observados en el crecimiento del animal: aparición de dentadura permanente y el estado de fusión de los huesos, etc.
Las reconstrucciones fenotípicas del conjunto de hallazgos analizados corresponden a ejemplares que representan la variedad del grupo. Estas se han realizado mediante la observación directa de los restos óseos. El primer paso para la reconstrucción fue la realización de bocetos hechos en base al esqueleto armado de los ejemplares seleccionados (Figura 7); el boceto considera las medidas de los huesos y la forma de cráneo. El siguiente paso fue la reconstrucción de los planos musculares (miológica). En un tercer paso se agregaron las características corporales como las dimensiones y colores del pelaje mediante el uso de lápices de colores y considerando la intensidad y distribución de la pigmentación del pelaje observado en cada uno de los ejemplares; las imágenes fueron digitalizadas y editadas en el programa Adobe Photoshop CS3, donde se trabajaron por capas para retocar cada 5 Medida tomada de uno de los miembros anteriores.
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Figura 6. Restos de can en buen estado de conservación (Hallazgo CNS430) proveniente de las excavaciones en la Plaza lateral de la PCR 07.
Figura 7. Intervención del Médico-Veterinario Enrique Angulo en la reconstrucción del esqueleto de uno de los ejemplares y realización del boceto base por el artista plástico Luis Miguel Tokuda.
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Figura 8. Proceso de reconstrucción fenotípica mediante dibujos y toma de medidas, realizado por el artista plástico Luis Miguel Tokuda.
uno de sus detalles como la intensidad de color, el tamaño de ojos, cola y orejas (Figura 8). En esta etapa de nuestras investigaciones no hemos
considerado por el momento el desenfardelamiento de los hallazgos, por lo que la revisión de los restos se ha realizado aprovechando la condición de desgas-
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Figura 9. Imagen del Hallazgo CNS 426 con su correspondiente placa radiográfica. Obsérvese que es notorio que los huesos están intactos (sin fracturas), sin fusionar y aparentemente hay restos de algunos órganos en la región ventral (¿hígado?).
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te y roturas en que se encuentran los envoltorios. Por ahora, y debido a las dimensiones de los hallazgos, hemos empleado el uso de placas radiográficas en uno de los pequeños fardos para examinar las condiciones del animal al interior (Por ej. lesiones, fracturas, etc.) (Figura 9). Tenemos evidencia de restos de pupas de insectos asociadas a cada uno de los hallazgos que indican que estos quedaron expuestos a la intemperie por algún tiempo. A futuro deberemos ampliar las investigaciones hacia la entomología forense, lo que permitirá identificar al tipo de insecto al que pertenecen, los posibles traslados de cuerpo y las características de las zonas de procedencia. El análisis histopatológico6 se ha incorporado recientemente a nuestros estudios. En esta etapa inicial, se ha realizado un examen visual de los ejemplares mejor conservados (momificados) y que no tienen lesiones óseas aparentes. El examen ha incluido la toma de muestras
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correspondientes al hallazgo SM162, éstas corresponden a restos orgánicos oscuros diseminados sobre y alrededor de las vertebras cervicales, que por sus características y apariencia podrían tratarse de restos de coágulos de sangre (Figura 10), indicio probable de que la causa de muerte fuera por ahorcamiento. Los resultados del análisis nos brindarán información más detallada y abrirá un nuevo campo de evaluación sobre la causa de muerte de los estos animales. Conclusiones preliminares Hemos realizado el estudio de los restos de al menos 26 Canis familiaris o perros domésticos. Y en su mayoría se trata de cachorros de 1 semana hasta adultos jóvenes de 18 meses de edad. Comunmente a la idea del perro prehispánico que se tiene y gracias a que las condiciones climá6 Estudio al microscopio de tejidos y restos de órganos en búsqueda de anomalías.
Figura 10. Restos de can en buen estado de conservación (Hallazgo SM162) procedente de la Segunda Muralla, con indicación de la zona de recolección de muestras para análisis histopatológicos.
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ticas de las costa peruana que han permitido la preservación de los restos estudiados, los canes analizados tienen pelaje de tamaño corto o medianamente largo (entre 1 a 2 cm. y 3 a 4.5 cm.), y principalmente en dos colores: marrón amarillento y marrón oscuro que se manifiestan de forma individual o en combinación. Eran canes de talla mediana (38 - 42 cm. a la cruz7) y grande (45- 52 cm. a la cruz), de orejas cortas, cola larga, con estructura rectangular del cuerpo y miembros y, con un peso corporal entre 12 - 14 kilos para los de talla mediana y entre 18 - 22 kilos para los de talla grande. El tratamiento mortuorio es variado e indica que el enfardelamiento no fue planificado. Casi todos se encontraron en posición cubitolateral; los encontrados en las excavaciones de la Segunda Muralla, y que mantuvieron su posición original, nos indican que fueron enterrados dentro de fosas individuales de poca profundidad. En al menos tres canes, se ha identificado patologías óseas compatibles a raquitismo y desnutrición (Figura 11). No se encontraron evidencias de cortes o lesiones en los huesos de los ejemplares analizados que nos den certeza sobre la causa de muerte de los animales. Futuros análisis toxicológicos (por ejemplo: envenenamiento) y los resultados de los análisis histopatológicos nos podrán ayudar a determinar con seguridad los indicios que tenemos
sobre la muerte por ahorcamiento y/o sacrificio. Si bien las causas de muerte de estos animales pueden ser naturales y/o intencionales, solo identificamos su utilización en contextos rituales. La variabilidad en el pelaje (longitud y densidad), la distribución de colores y características óseas del cráneo indican que estamos ante tres diferentes fenotipos de canes (Figura 12). Y, aunque no hay una correlación entre el tratamiento mortuorio y los fenotipos señalados, consideramos que estas características deberían ser estudiadas a futuro para poder determinar si se tratan de indicadores de procedencia. En cuyo caso, sería posible plantear que los canes fueron traídos al santuario por peregrinos provenientes de diversos lugares (locales y foráneos), y fueron dados como acompañantes de entierros humanos u ofrendas para el oráculo. Sobre la utilización de los canes como “acompañantes en la otra vida” existen varias referencias en crónicas y otros documentos, tal como lo sugiere una referencia recogida del Padre Arriaga, extirpador de idolatrías del Perú del siglo XVII, que señala que “los muertos van a la tierra del silencio pasando por un puente de palos y lle7 Lugar ubicado en el lomo del perro, a la altura de las paletas de la escápula. Es el cruce entre una línea vertical (patas delanteras) y una horizontal (columna vertebral).
Figura 11. Evidencias óseas compatibles con raquitismo y desnutrición. A la izquierda: Vertebras dorsales, se observa el crecimiento óseo asimétrico del cuerpo de una de ellas (Hallazgo CNS 427). A la derecha: Epífisis de costillas dilatadas en forma de copa (Hallazgo CNS 431).
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Figura 12. Fenotipos de canes del santuario de Pachacamac, propuesta basada en los hallazgos de canes de la Segunda Muralla y PCR 07.
vados por perros negros, que en algunas partes los crían para ese fin” (Citado por Weiss 1976: 43). Asimismo, en el incanato los perros habrían formado parte de los cultos relacionados a la petición del agua realizados bajo la presencia de la luna o en el mes lunar cuando escasea el agua. Guaman Poma y Garcilaso de la Vega refieren que los incas amarraban y golpeaban a sus llamas y a sus perros en las plazas, mientras que ellos mismos y sus hijos lloraban y hacian ruidos con caracoles, tambores y otros instrumentos; expresaban dolor, exponiendo sus sufrimientos y los de sus animales para atraer la atencion de la luna, que según Garcilaso “llamasen la luna, que por cierta fabula que ellos contaban, decían que la luna era aficionada a los perros, por cierto servicio que le habían hecho, y que oyéndolos llorar, habría lastima de ellos” (Garcilaso 1941: 182-183 [1609: Libro Segundo, capítulo XXIII]). Los canes procedentes de diversas edificaciones del santuario (Templo del Sol, Templo Viejo, PCR 02, PCR03, PCR 08 y PCR 13) guardan similitudes anatómicas con los tres fenotipos propuestos en base a los recientes hallazgos. Muy por el contrario, este conjunto no parece tener relación directa con los tipos de canes encontrados en otros sitios de la costa peruana, debido a las diferencias de forma de cuerpo,
pelaje y color, que permitan establecer relaciones de descendencia y/u otros aspectos biológicos y culturales. La importancia de estas evidencias hace necesario continuar y desarrollar nuestra investigación mediante los análisis propuestos (entomología forense, patología forense, etc.), el estudio de contextos similares de los Andes Centrales, fuentes etnohistóricas etc. En un nivel comparativo, lo que podremos obtener es una visión amplia sobre su procedencia, variantes en sus características fenotípicas y las diversas formas en que fueron utilizados éstos animales por las sociedades prehispánicas involucradas en el culto a Pachacamac, a través del tiempo y del territorio andino. Agradecimientos A Sonia Quiroz Calle; María Luisa Patrón; Dr. Héctor Guzmán Iturbe de la Clínica Veterinaria “Las Garzas”, quien nos apoyó con la radiografía de uno de los fardos; Dr. Ivanoe Vega por su colaboración con los análisis de patología veterinaria y a todo el equipo del Museo de Sitio de Pachacamac. Bibliografía BLANCO, Alicia; RODRÍGUEZ, Bernardo y VALADEZ, Raúl. 2009. Estudio de los cánidos ar-
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Proyecto arqueológico Ychsma. Breve informe metodológico de las investigaciones arqueobotánicas de la temporada 2012 en Pachacamac, Lima Tatiana Stellian tstellia@ulb.ac.be
El Proyecto Ychsma y las excavaciones arqueológicas en Pachacamac El Proyecto Ychsma realiza desde el año 1999 excavaciones arqueológicas en Pachacamac, importante sitio prehispánico localizado en el valle bajo del río Lurín (distrito de Lurín, departamento y provincia de Lima). En un inicio fue dirigido por Peter Eeckhout y Carlos Farfán, hasta el 2008, y en la última temporada del 2012 por Eeckhout y Milton Luján. Las metas del Proyecto han sido entender el desarrollo, la influencia, el funcionamiento y los vínculos de Pachacamac con otros sitios contemporáneos a él, y que también presentan pirámides con rampa (Béarez et al. 2003; Shimada 2007 y Eeckhout y Farfán 2008). De esta manera, se ha podido delimitar el desarrollo de la frontera de influencia de Pachacamac en el valle Lurín durante el Intermedio Tardío. Frontera que iba hasta el sitio arqueológico de Chamallanca (1000-1200 msnm). Pero que al empezar el Horizonte Tardío y durante toda la dominación Inca, disminuyó y alcanzó sólo hasta el área de Huaycán-Chontay (450700 msnm) (Eeckhout 1999). Hasta la actualidad, el Proyecto sigue realizando levantamientos topográficos, planos, una maqueta de Pachacamac y una cronología y tipología de la cerámica local del Intermedio Tardío y del Horizonte Tardío (Eeckhout s/f). Desde la temporada 2003, se extendieron las excavaciones a la Calle Sur, la Sala Central 26 y otras pirámides (las 4, 9, 11 a 13 y 15) (Eeckhout y Farfán 2003; 2004; 2005; 2008 y Pachacamac-Museo del Sitio s/f [disponible online]). También cabe resaltar, que el Proyecto Ychsma, pone énfasis en la conservación y restauración de los sectores intervenidos y del material arqueológico excavado en Pachacamac (Farfán 2004 y Eeckhout y Farfán 2008). A partir del 2004 las excavaciones se concentraron en el patio posterior de la Pirámide con Rampa 13, donde se encontró un Cementerio (Unidad 58’). En él se descubrieron unos fardos funerarios del Horizonte Medio y del Intermedio Tardío (fases 6-7). Lo cual evidenció la importancia de realizar entierros en esta zona (Eeckhout y Farfán 2005). Esto se podría explicar por la falta de espacio para realizar entierros cerca de la muralla sagrada. Según Eeckhout (s/f) conforme se iban realizando estos entierros, inevitablemente las personas se encontraron con tumbas anteriores; para lo cual, para disponer de un espacio donde ente-
rrar a sus muertos, no dudaron en desplazar a los anteriores. Los entierros encontrados tienen varias patologías y traumatismos. Según los análisis antropofísicos realizados, los entierros más tardíos presentan una anormal cantidad de patologías graves, tal como cáncer, sífilis, etc. Por el contrario, los más tempranos presentan un estado de salud relativamente bueno, donde, las patologías y los traumatismos son mayormente el resultado del trabajo físico y de la vejez (Eeckhout y Farfán 2005 y Owens 2008). Estas diferencias podrían explicarse en un cambio de la población; es decir, las tumbas más tempranas corresponderían a una población de agricultores locales, para posteriormente pertenecer a migrantes, tal vez atraídos por la fama de curador del dios de Pachacamac. Buscar la sanación a los males físicos en Pachacamac parece ser una tradición desarrollada desde el Intermedio Tardío, que los Incas habrían dado una extensión pan-andina (Eeckhout y Farfán 2005). Finalmente, al término del Horizonte Tardío, a la llegada de los españoles, todo fue abandonado y el culto a Pachacamac perdió importancia (Eeckhout y Farfán 2005). Este año, las excavaciones continuaron en la Unidad 58’. Además, también se excavó la unidad 100, ubicada al Oeste de la 58’ para verificar si el Cementerio se prolongaba en esta dirección,
STELLIAN, Tatiana, 2012. Proyecto arqueológico Ychsma. Breve informe metodológico de las investigaciones arqueobotánicas de la temporada 2012 en Pachacamac, Lima. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 5: 21-26. Lima.
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Proyecto arqueológico Ychsma. Breve informe metodológico de las investigaciones arqueobotánicas de la temporada 2012 en Pachacamac, Lima
lo que fue confirmado con el descubrimiento de numerosos entierros. Asimismo, también se llevaron a cabo excavaciones en el Edificio 8 (E8) localizado en el lado NW de Pachacamac. El cual está compuesto por 20 depósitos (colcas). Delante de estos depósitos existe un recinto de planta rectangular orientado a un gran patio igualmente rectangular. Investigaciones arqueobotánicos, temporada 2012 Durante los trabajos de análisis para la elaboración de mi tesis de maestría (Stellian 2011), noté que el muestrario de los restos botánicos visibles a simple vista, realizados por los arqueólogos que participaron en anteriores temporadas de excavación en Pachacamac, no contenían restos de tamaño micro. En consecuencia, me propuse realizar, además de la metodología del muestrario de los restos visibles a simple vista, el muestrario de sedimentos, que pudieran ser obtenidos por flotación de las muestras arqueobotánicas que se tomaron en los sectores excavados en Pachacamac en el 2012 (Cementerio y Edificio E8). La flotación del material arqueobotánico fue realizada con la ayuda de los biólogos Cindy Vergel Rodríguez (quién además me ayudó en la identificación de los restos botánicos obtenidos con la flotación) y Adolfo Miguel Quevedo Calatayud. Asimismo, participaron los arqueólogos Billyban Oscco Llanos y Laura Vásquez Ruiz. Debo señalar que los trabajos que vengo realizando con las muestras arqueobotánicas de Pachacamac se enmarcan además en mi investigación para poder elaborar mi tesis doctoral en Historia del Arte y Arqueología en la Universidad Libre de Bruselas (Bélgica). Y que la identificación de los restos arqueobotánicos de Pachacamac se ha basado en mis conocimientos personales y las del equipo que forma parte del proyecto Ychsma. Además, estos restos han sido comparados con fotografías de semillas disponibles en la publicación de Martin y Barkley (1961). Para el análisis del material arqueobotánico obtenido en las excavaciones del Cementerio se recogieron los restos botánicos presentes en el interior de algunas vasijas de cerámica y de piezas de mates (Lagenaria siceraria). Por su parte, en el Edificio E8 se tomaron muestras
de tierra y arena, en bolsas plásticas de 3 y 5 litros, que componían las capas estratigráficas evidenciadas en su interior, y que presentaban material botánico macro prehispánico como maíz (Zea mays sp.), lúcuma (Pouteria lúcuma sp.), entre otros. Luego de analizar 20 muestras de sedimentos (10 tomadas en bolsas de 3 litros de sedimentos y otras 10 tomadas de los mismos contextos en bolsas de 5 litros) se podrá determinar cual volumen de las muestras se debe identificar. Por eso, usáramos curvas de rendimiento mostrando el número de nuevos taxones y el número de individuos por cada taxón. Así se podrá ver si hay una diferencia entre estos números. Si el número de taxones queda constante o con muy poca diferencia entre las muestras de 3 y 5 litros, se elegirá por el análisis de las primeras. En caso contrario, se optará por las segundas. Para poder realizar con éxito los trabajos de flotación de los materiales arqueobotánicos obtenidos en las excavaciones, el proyecto Ychsma financió la construcción de una máquina de flotación. Esta máquina (figura 1) consta de un tanque con capacidad para 170 litros de agua que entran a través de una manguera. Al interior del tanque hay un balde con una malla de 0,5 mm. en la base. Del tanque sale un ducto de descarga que lleva el agua del tanque hacia 5 recipientes con mallas de 4 mm., 2 mm., 1 mm., 0,5 mm. y 0,25 mm., respectivamente y en los cuales se van depositando los restos arqueobotánicos. El tanque presenta en su parte inferior una válvula de salida para permitir el buen funcionamiento de la máquina, ya que es necesario botar regularmente el barro que se acumula en su base. Las muestras echadas en la máquina de flotación (figura 2) se separan gracias a la diferencia de densidad de los diferentes elementos presentes en ellos. Así, los más densos caen al fondo y los menos densos flotan hacia el exterior de la máquina. La malla de 0,5 mm. en el fondo del tanque permite recuperar los restos que se han hundido y que normalmente deberían flotar (probablemente por que están llenos de agua, son prisioneros de otros sedimentos o por que el flujo del agua es demasiado fuerte). Estos constituyen la fracción pesada. La fracción ligera se compone de los restos recuperados en las mallas de 4 mm., 2 mm., 1 mm., 0,5 mm. y 0,25 mm. de los recipientes externos (figura 2). Finalmente, cada fracción del material arqueobotánico obtenido por flotación fue puesta a secar en bolsas de
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Figura 1. Máquina de flotación del Proyecto Ychsma.
algodón (figura 3). En dichas bolsas se señaló el número de cada muestra. Luego de la flotación, se procedió a la identificación de los restos arqueobotánicos, para lo cual empleamos un microscopio Zeiss DVR4/ DR, que tiene un aumento óptico de x32 (figura 4). Cabe resaltar que a la actualidad seguimos realizando la identificación de los restos arqueobotánicos. Estos restos están siendo separados por especies, contados y envasados en bolsas y tubos de plástico. Las bolsas y tubos se están rotulando con los números de CS# (números de mi inventario de análisis). Asimismo, estamos realizando la identificación de cada taxón. Además, se ha elaborado una ficha de registro para cada muestra. Cada ficha comprende las informaciones sobre la procedencia de la muestra, los nombres de las personas involucradas
en su muestrario, su flotación e identificación, y el volumen de cada muestra (esto último únicamente en el caso de los restos flotados). Asimismo, hemos anotado los nombres científicos de las diferentes especies presentes en cada contexto, así como la cantidad y la parte de la planta que se estaba registrando (P.e. el exocarpo, la semilla, la hoja, etc.). Cuando tuvimos una duda sobre la planta identificada, indicamos la posible identificación con un “cf” (confer). En algunos casos, los restos no pueden ser identificados a un nivel más preciso que el de la familia (como “Cucurbitaceae”) o del género (como “Cucurbita”). Y cuando dudamos de algunas especies o también cuando los restos no pueden ser identificados sin otros tipos de análisis (fitolitos, almidón), atribuimos un número de desconocido (“unkYch1 -Número”). 1
Abreviatura de unknown Ychsma.
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litos, etc., los cuales igualmente están siendo separados e inventariados en las mismas fichas. En lo que respecta a los restos arqueobotánicos de las unidades 58’ y 100 (Cementerio) estos serán analizados en términos de presenciaausencia para indicar la ubicuidad de los restos en diferentes contextos. Esta ubicuidad se va a representar en porcentaje, o sea como frecuencia. En base a esto, trataremos de determinar si existe un modelo de ofrendas de plantas específicas según algunas variables observables y mensurables como el sexo, la edad o las patologías de los muertos. Y si estos presentan un contexto funerario asociado a un material arqueobotánico especial. Estos análisis se realizarán de manera sincrónica y diacrónica. Palabras finales Las muestras arqueobotánicas provenientes de Pachacamac todavía están en estudio y los resultados finales de su investigación serán vertidos en una publicación posterior. Sin embargo, ya puedo decir que, como lo había supuesto, se identificaron en las muestras flotadas restos diferentes de los visibles a simple vista, como por ejemplo taxones provenientes de la familia de las Chenopodiaceae, de las Amaranthaceae, de las Cactaceae, de las Poaceae, pero también restos de tabaco, verbena y aguaymanto. Los restos arqueobotánicos tomados del Edificio E8 (depósitos) indican los productos que fueron almacenados en ellos. Sin embargo, preliminarmente podemos decir que algunos taxones encontrados no corresponden a tiempos prehispánicos y pueden ser simplemente el resultado de la contaminación ambiental (acción eólica), antropogénica u otros. Finalmente quiero mencionar que nuestro trabajo no se limitará al reconocimiento de los diferentes taxones para luego simplemente identificar a que plantas corresponden; sino que además investigaremos sobre sus utilizaciones en tiempos prehispánicos y sus propiedades, por ejemplo, alimenticias o curativas. Figura 2. Vertido de la muestra arqueobotánica al interior del balde que hay dentro del tanque (foto superior) y su separación en los recipientes con mallas de 4 mm., 2 mm., 1 mm., 0.5 mm. y 0.25 mm., cuando salen del tanque (foto inferior).
En las muestras hay también a veces restos no botánicos, tales como conchas, huesos, copro-
Agradecimientos Al Fonds National de la Recherche Scientifique (FNRS-Bélgica) por financiar mi tesis doctoral. Al Doctor Peter Eeckhout por haberme dado la oportunidad de integrar su equipo, trabajar el material arqueobotánico y por sus comentarios. También agradezco por su participación en el trabajo de flotación y/o de análisis del material a
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Figura 3. Etapa del secado de los restos arqueobot谩nicos.
Figura 4. Trabajo de identificaci贸n de los restos arqueobot谩nicos, provenientes de las flotaciones, con un microscopio Zeiss DVR4/DR.
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Adolfo Miguel Quevedo Calatayud, Billyban Oscco Llanos, Laura Vásquez Ruiz, especialmente a Cindy Vergel Rodríguez, y a Luis Rodolfo Monteverde Sotil por sus correcciones en el presente informe y por sus sugerencias. Y quiero agradecer en especial a mi familia por apoyarme siempre en mi trabajo y dejarme seguir con mi sueño, incluso cuando eso implica una separación de un año (Je remercie spécialement ma famille qui me soutient toujours dans mon travail et me laisse poursuivre mon rêve même si cela implique une séparation d’un an). Finalmente quiero decir que las opiniones y errores presentes en el texto son exclusivamente responsabilidades del autor. Bibliografía BEAREZ, Philippe; GORRITI, Manuel y Peter EECKHOUT, 2003. Primeras observaciones sobre el uso de invertebrados y peces marinos en Pachacamac (Perú) en el siglo XV (Período Intermedio Tardío). Bulletin de l’Institut Français d’Etudes Andines 32(1):51-67. Lima. EECKHOUT, Peter, 1999. Pachacamac durant l’Intermédiaire récent. Etude d’un site monumental préhispanique de la côte centrale du Pérou. British Archaeological Reports International Series 747. British Archaeological Reports. Oxford. s/f. Pachacamac, côte centrale du Pérou. Le projet Ychsma. Accesible en Internet http://dev.ulb.ac.be/crea/AccueilFrancais. php?page=Pachacamac [Consultada el 02-0712; 09:34 hrs]. EECKHOUT, Peter y Carlos FARFÁN, 2003. Proyecto Ychsma. Investigaciones Arqueológicas y Estudios de Restauraciones en el Sitio de Pachacamac. Temporada 4 (2003). Informe Final. Universidad Libre de Bruselas y Fondo Nacional de Investigación Científica. Bruselas. 2004. Proyecto Ychsma. Investigaciones Arqueológicas en el Sitio de Pachacamac. Temporada 2004. Informe Final. Universidad Libre de Bruselas y Fondo Nacional de Investigación Científica. Bruselas. 2005. Proyecto Ychsma. Investigaciones Arqueológicas en el Sitio de Pachacamac. Temporada 2005. Informe Final. Universidad Libre de Bruselas y Fondo Nacional de Inves-
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El Curacazgo de Coayllo durante el Imperio Inca Rommel Angeles Falcón huacamalena@yahoo.com
Resumen Los incas emplearon diversas estrategias para dominar los territorios que conquistaron. El presente artículo se refiere a la presencia Inca en un pequeño valle al sur de Lima y su relación con el curacazgo de Coayllo, que dominó el valle durante el Intermedio Tardío hasta la llegada de los cuzqueños, momento en que se produjeron una serie de cambios en la distribución espacial, arquitectura, cerámica y textiles; aspectos que son discutidos en este trabajo. Palabras clave: Imperio, Inca, costa centro sur, Asia, Uquira. Abstract The incas used different strategies in order to dominate the conquered territories. This article speaks about the inca presence in a valley at the south of Lima and its relation with the Coayllo curacazgo. This last one dominated the valley during the Late Intermediary up to the inca conquest. At this moment, there were various changes in the spatial distribution, architecture, ceramic and textiles. This article speaks about those changes. Keywords: Empire, Inca, central-south coast, Asia, Uquira Introducción Durante la expansión territorial Inca, los aspectos religioso, político y económico jugaron un rol fundamental. Las conquistas permitieron mejorar las condiciones políticas y económicas del Inca y su panaca, quienes se hicieron administradores de nuevas tierras y recursos. El control de dichos territorios generalmente era indirecto a través de curacas locales supeditados al gobierno Inca. En su máximo desarrollo el Imperio Inca abarcaba cuatro grandes divisiones territoriales conocidas como “suyus”: Antisuyu, Chinchaysuyu, Contisuyu y Collasuyu. La costa central, entre otras regiones, quedó comprendida en el Chinchaysuyu. Esta anexión fue lograda por el décimo Inca Túpac Yupanqui, a cuya panaca le correspondió heredar y administrar estas tierras. El pequeño curacazgo de Coayllo ocupaba el valle del mismo nombre y habría sido anexado al Imperio del Tahuantinsuyo probablemente entre 1450 y 1480 d.C. El Chinchaysuyu era una de las regiones más grandes y desarrolladas, ocupaba la parte nor-
te del Imperio incluyendo los territorios desde Arequipa hacia el norte; en donde estaban comprendidos Pachacamac, el reino Chimú y Tumibamba (Ecuador), por citar los más importantes. La conquista Inca, en el caso de los Coayllo, implicó la implantación de instituciones incaicas en el valle y la modificación de los asentamientos locales. Se observa que a pesar de que la dominación habría sido pacífica, la presencia Inca fue fuerte y en este periodo el acceso a bienes suntuarios se multiplicó. Los sitios con ocupación Inca ocupan ambas márgenes del valle de Asia u Omas (Figura 1), en muchos casos son estructuras nuevas y en otras son edificaciones sobre sitios tardíos. Estas características se dan en otros sitios de la costa, ya sea en forma masiva como en Pachacamac donde los incas imponen grandes edificaciones dedicadas a la administración y a la imposición de la religión Inca (Uhle 1996), o en forma discreta como en Huaycán de Cieneguilla donde la edificación Inca sigue los patrones arquitectónicos locales en cuanto a los materiales de construcción, pero modifica el patrón de distribución de los recintos, sólo por citar dos ejemplos.
ANGELES FALCÓN, Rommel, 2012. El Curacazgo de Coayllo durante el Imperio Inca. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 5: 27-45. Lima.
Rommel Angeles Falcón
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El Curacazgo de Coayllo durante el Imperio Inca
Figura 1. Mapa con la ubicación de los sitios Inca en el valle de Asia.
El valle de Asia durante el Intermedio Tardío: Los Coayllo El valle de Asia se ubica en la costa centro sur del Perú entre los valles de Mala por el norte y
Cañete por el sur. Según Rostworowski (1978) la sede de los Coayllo, el pequeño curacazgo que dominaba el valle, se encontraba en el valle medio, a 18 kilómetros del litoral y en el actual dis-
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trito de Coayllo. A la altura del poblado actual de Coayllo en la margen izquierda del valle y sobre la boca de una quebrada lateral, hay un extenso sitio compuesto por recintos, plazas y pirámides que deben corresponder al centro principal de los Coayllo. Los españoles crearon el actual pueblo de San Pedro de Coayllo con un trazado en damero que aún subsiste, por lo que consideramos que éste fue erigido cerca al pueblo prehispánico y un poco alejado del centro administrativo Inca de Uquira, probablemente estos hechos corresponden al gobierno del Virrey Toledo (siglo XVI), quien impuso las reformas creando pueblos de españoles para controlar mejor a las poblaciones locales, de esta forma los asentamientos prehispánicos fueron abandonados y las poblaciones trasladadas al nuevo pueblo. A la llegada de los españoles el valle era conocido con distintos nombres: Oquilla, Hoar y Cosillo, según obra en distintos documentos (Coello 1993). Los Coayllo limitaban con los curacazgos de Mala y de Calango por el norte, con los Yauyos por el este y con los Guarco y Runaguana por el sur (Angeles 2010: figura 1). El curacazgo de Mala por ejemplo, ocupaba el valle bajo del mismo nombre y el de Calango ocupaba el valle medio. De acuerdo a Coello (1998), existieron rutas transversales hacia los valles vecinos de Mala y Cañete que permitían la comunicación de los valles medios a través de las quebradas laterales. Es evidente que las condiciones geográficas, una mayor cantidad de agua y tierras cultivables, hicieron que los valles de Mala y Cañete tuviera una mayor población y sus asentamientos hayan sido más grandes en comparación al valle de Asia. Parcialidades De acuerdo a las concentraciones de asentamientos y según la toponimia local, probablemente los Coayllo se dividían en tres parcialidades: - Asia u Ocsa: Ocupaba el valle bajo de manera dispersa en zonas cercanas al litoral para el uso de hoyas de cultivo y la pesca. El sitio más destacado corresponde al Tambo de Asia ubicado en el anexo de Rosario (Tello 2000) frente al litoral, que tiene una ocupación tardía, Inca y Colonial. Probablemente su límite llegó al sector denominado Socsa y su terreno incluye lomas que reverdecen en el verano; las
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cuales continúan siendo explotadas hasta la actualidad como zonas de pastoreo temporal por las comunidades de la sierra que bajan en el invierno. El valle bajo que corresponde al actual distrito de Asia, tiene muy pocas evidencias arquitectónicas tardías. Del Tambo de Asia sale un camino que sube al valle con dirección a la sierra. Un sector presenta arquitectura colonial y un segundo sector incluye grandes estructuras de tapia similares a los caminos que corren paralelos a lo largo de un kilómetro. Entre los curacas que realizaron regalos a la delegación de españoles que llegó a Pachacamac estaba el de Ocsa, el cual probablemente venía del valle de Asia, esta propuesta se plantea por toponimia, ya que pasando la zona de Esquina de Asia hay un sector denominado Socsa. - Coayllo: Ocupa la parte central del valle medio, presenta puquios que permiten una agricultura más estable que en el resto del valle. Los principales asentamientos se encuentran en la margen izquierda del río donde se ubica su sitio extenso, hoy desaparecido por la ampliación de la frontera agrícola. Este sitio correspondería a la sede principal de los Coayllo. En la margen derecha destaca el sitio de Sequilao (Figura 2), excavado recientemente por Jorge Pacheco (Com. Pers. 2010). En el área se identifican al menos tres grandes poblados tardíos: Piedra Hueca, Sequilao y Coayllo. Piedra Hueca se encuentra a la salida del pueblo de Coayllo, su arquitectura es menor y tiene reocupación Inca. Sequilao, también se encuentra sobre la ladera del cerro, incluye áreas habitacionales y cementerios. Los incas lo reutilizaron estableciendo depósitos con grandes vasijas incrustadas en los patios, así como la construcción de una sección de muro con hornacinas rectangulares con dinteles de caña Guayaquil y de lajas de piedra. - Uquira: Se extiende desde el sector denominado Quelca o Piedra Estrella hasta la Yesera, un asentamiento reocupado en el periodo Inca. Los sitios en este sector son de menor dimensión que los de Coayllo, destacan los sitios ubicados al frente como en las cercanías al sitio Inca de Uquira. Subiendo el valle llegamos al territorio de los Yauyos, el curacazgo de Omas probablemente formaba parte de la confederación Yauyo. En él destaca el sitio de Pueblo Viejo estudiado por Oliver Huamán (2010). El sitio de Quelca o Piedra Estrella, no solo tiene funciones habitacionales, en él se encuentra una gran piedra rodeada de
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Figura 2. Sequilao, sitio Coayllo con ocupaci贸n Inca ubicado en la margen derecha del valle.
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Figura 3. Vista general de sitio Coayllo ubicado frente a la quebrada de San Lucas.
Figura 4. Arquitectura correspondiente a ventanas y hornacinas estilo Coayllo.
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El Curacazgo de Coayllo durante el Imperio Inca
Figura 5. Detalle del corte de un muro Coayllo, n贸tese el uso de piedra, barro y relleno de piedras menudas de cerro.
Figura 6. Tejido listado de algod贸n procedente de sitio Coayllo frente a la quebrada San Lucas.
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plataformas que corresponde a un lugar sagrado y sobre el cual existen mitos locales de gran antigüedad. Al lado de éste se encuentra un puquio que tiene agua permanente todo el año. Arquitectura La arquitectura de los Coayllo está elaborada con piedra y barro; las piedras utilizadas provienen de los cerros, el uso de cantos rodados de río se utilizan mayormente para las bases de algunos recintos. Los asentamientos ocupan la boca de las quebradas y las laderas de cerros donde establecen terrazas habitacionales con un sistema de estrechos pasadizos de circulación (Figura 3). Algunos recintos presentan pequeñas ventanas rectangulares e inclusive colocan huesos o astas de venados incrustados en los muros cerca a sus hornacinas rectangulares o sus ventanas. Las hornacinas rectangulares aparecen a distinta altura, a veces en la parte superior o en la parte media de los muros (Figura 4). Esta característica también la observamos en sitios del valle de Mala y del valle medio de Cañete y no se observan en el valle de Lurín ni en el valle de Chincha, lo que puede considerarse como una característica local de esta región. Algunas edificaciones probablemente las principales, presentan una capa de barro a manera de enlucido y una sucesión de hornacinas frente a una pequeña plataforma. Las hornacinas presentan lajas de piedra y, en otros casos, troncos de arbustos o adobes cuadrangulares en el dintel. Los muros tienen una altura entre 1.5 m. y 2m. con un espesor de 30 cm. aproximadamente. Cuando ocupan las laderas de las quebradas, se adaptan a la morfología del terreno e integran grandes piedras del lugar a sus muros. Es bastante frecuente el uso de plataformas con relleno de piedra y barro para formar los desniveles en la arquitectura. Los muros más anchos incluyen un relleno de piedras menudas de cerro (Figura 5) y los más delgados no poseen este relleno. Los muros, al igual que en muchos sitios en el valle medio de Mala o Lurín, con frecuencia presentan ligeras sinuosidades, tienen una base de piedras uniformes probablemente de río y en la cabecera hay un nivel de 15 a 20 cm. de piedras menudas de cerro. Los Coayllo no construyen pirámides con rampa frente a patios, esta tradición arquitectónica
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propia de la costa central sólo se observa hasta el valle de Lurín, siendo ausente desde Chilca hacia el sur. Las rampas sin embargo sólo aparecen de forma muy discreta como elemento arquitectónico y no son el detalle principal de la arquitectura palaciega o religiosa. La cerámica La cerámica de los Coayllo ha sido poco estudiada, se conoce muy poco acerca de su morfología y los estilos relacionados. En su mayoría se trata de cántaros de labio reforzado hacia el exterior, presentan un engobe de color marrón (Angeles y Pozzi-Escot 2004: fig. 13). Pocos cántaros poseen una banda color crema en la base del cuello ó aplicados cerca al cuello. Se observan boles pequeños de cuerpo cóncavo y labio reforzado al exterior. También aparecen grandes vasijas alisadas de color anaranjado marrón y labio reforzado hacia el exterior que corresponden a recipientes para almacenamiento. Los tejidos y entierros Los tejidos Coayllo, que pueden observarse en los cementerios del valle medio, son paños de algodón listados en colores naturales de crema, y variantes del marrón (Figura 6), la presencia de paños de algodón simples usados como envoltorios funerarios son un indicativo de que los entierros se realizaron en fardos. Hemos observado al menos dos tipos de enterramientos: (1) en cementerios al lado de asentamientos habitacionales, como en el caso de Sequilao. En este sitio los cementerios son abiertos y se hallan sumamente disturbados. No puede definirse si se trata de tumbas múltiples o individuales por el alto grado de destrucción de los cementerios. Se observa en superficie, fragmentos de redes de pesca, envoltorios externos elaborados en tela llana de algodón de color crema y tejidos de algodón listados de color crema y anaranjado. Y (2) en cámaras cuadrangulares ubicadas en las laderas de los cerros donde existen centros habitacionales como Uquira 2 y el sitio ubicado frente a la Quebrada de San Lucas. Estas cámaras cuadrangulares, elaboradas en piedra y barro (Figura 7) y adosadas al cerro y tienen dos secciones: la superior consiste en una cámara enlucida con un ingreso rectangular de 30 por 40 cm., probablemente para depositar ofrendas. Y la inferior corresponde a la cámara funeraria donde se en-
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cuentra el cadáver, esto se deduce por algunas cámaras que han sido saqueadas tiempo atrás. Economía De acuerdo a Rostworowski (1980), los Coayllo tenían buenas relaciones con los Mala y acudían en apoyo para actividades comunales, como en el caso de la pesca de lisas que se realizaba en una laguna con acceso al mar, ubicada en el actual distrito de San Antonio en el valle de Mala. La reciprocidad por el apoyo consistía en una parte de la pesca. Otra información interesante acerca de la economía de los Coayllo se relaciona a la explotación de madera que extraían probablemente de las lomas y bosques que aún existen en Coayllo. Sin embargo de acuerdo a la observación de los basurales prehispánicos asociados a los sitios Coayllo, se observan huesos de cérvidos, maíz, maní, semillas de frutales y conchas marinas tales como Mesodesma donacium “macha”, Concholepas concholepas “chanque”, Donax sp. “morocho” y Thays chocolata “caracol”, lo
que implica una economía que combinaba la explotación agrícola, el uso de las lomas y productos de playas arenosas y rocosas dentro de su dieta. Asimismo, existen recintos que sirvieron de depósitos. Se tratan de estructuras de hasta tres niveles o plataformas, de 14 m. de largo y en cada uno presentan un patio y un depósito rectangular semisubterráneo ubicado cerca al ingreso (Figura 8). Es evidente que la construcción de estos depósitos implicó una fuerte inversión de fuerza de trabajo y que las áreas de depósito solo podían almacenar pequeñas cantidades de productos, esta situación fue transformada durante el Imperio Inca cuando aparecen una mayor cantidad de depósitos mediante el uso de grandes vasijas enterradas en patios. En sitios Coayllo igualmente se encuentran recintos circulares semi subterráneos de piedra que debieron ser otro tipo de depósitos. Los Incas conquistan a los Coayllo El Qhapaq Ñan o sistema vial Inca, la religión y el quechua fueron los elementos integradores
Figura 7. Cámara funeraria de piedra y barro con hornacina superior.
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Figura 8. Estructura Coayllo utilizada como almacén y patio.
del Imperio. Estos cambios que se produjeron fueron de gran impacto en el vasto territorio conquistado que hasta la fecha se observa en los nombres de lugares, en las leyendas y en decenas de palabras que forman parte del vocabulario común. Todo indica que los conceptos andinos de reciprocidad, dualidad, tripartición, cuatripartición, entre otros, tienen un origen más antiguo al de los incas. Los Coayllo debieron participar en los diversos trabajos comunales para la construcción de las nuevas edificaciones incas, esto es evidente por la serie de detalles arquitectónicos utilizados es sitios como Uquira, para integrar a este pequeño curacazgo al sistema Inca. La conquista del territorio de los Coayllo debió ser pacífica como plantea Rostworowski (1980) tanto por la poca población que éste tenía como por lo pequeño de su territorio. Los sitios Coayllo no denotan recintos amurallados que indiquen medidas de protección contra los incas, probablemente el sistema de conquista debió iniciarse con la llegada de funcionarios y soldados incas al valle ofreciéndoles al curaca local someterse pacífi-
camente o por las armas. Lograda la conquista, arribaron ingenieros, arquitectos y funcionarios para trazar las nuevas edificaciones administrativas y las vías de comunicación. Las evidencias conocidas a la fecha indican que el curacazgo de Coayllo tuvo buenas relaciones con los incas, a quienes les permitieron acceder a tierras de cultivo en el valle bajo de Cañete luego de la conquista Inca de los Guarco (Rostworowski 1980). Coello (1991 y 1993) señala que el interés Inca en el valle se centró en la existencia de minas de oro, este hecho explicaría las monumentales edificaciones que se construyeron como el palacio de Uquira, así como la iglesia que se erigió en el pueblo de Coayllo en época colonial. En la parte media del valle y hacia el curso superior del río se realizan hasta hoy extracciones artesanales de oro lo que apoya esta hipótesis. El padre Lizárraga (1907a [1591]) indica también acerca de la riqueza aurífera del valle. Conociendo la existencia de caminos transversales entre la costa y la sierra en diversos puntos de la costa: valle de Pativilca, valle del Chillón, valla de Lurín, valle de Asia y valle de Pisco, en-
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tre otros, es obvio que se trataba de una estrategia para unir el camino de la costa, los poblados costeros y el sistema de tambos y centros administrativos menores situados a la vera de los valles rumbo a la sierra. Es evidente que la construcción del camino Inca en la margen izquierda del valle de Asia u Omas fue un trabajo comunal de gran envergadura. Cabe resaltar que no existen evidencias de caminos formales anteriores al periodo Inca en el valle. El primer tramo de la red vial Inca se encuentra en la localidad de Rosario en Asia, sector El Tambo donde se desarrolla a manera de una calle amurallada con tapiales y está asociado a estructuras de tapia. El lugar conocido como el tambo de Asia (Tello 2000), correspondería al “Tambo de la mar” mencionado por Vaca de Castro (1908 [1543]) y (Huamán 2010). Existen documentos coloniales en el Archivo General de la Nación que indican sobre un camino que saliendo de El Tambo de Asia, sube a la sierra hasta llegar a Huancayo y de allí se conecta al Cusco. El tramo cercano a Uquira está mejor conservado, va pegado al cerro, es sobre elevado a una altura promedio de 2 m. sobre el nivel del valle, es uniforme en altura y tiene un relleno de piedras de cerro con capas de barro. Su ancho aproximado es de 1.5 m. El camino en sí, se superpone en algunos sectores a antiguas estructuras menores de inicios del Horizonte Medio que contienen cerámica de estilo Cerro del Oro. La arquitectura Inca en Coayllo Los Incas construyen edificaciones públicas a lo largo del valle, en especial en lugares donde existían importantes poblados Coayllo o donde servirían para sus propósitos de optimizar el control político, económico y religioso. Las principales características de la presencia Inca en el valle se dan por el uso de grandes adobes rectangulares en edificaciones principales, la introducción de plazas y canchas para actividades o ceremonias públicas, el uso de hornacinas y ventanas trapezoidales, así como el uso de depósitos o colcas. Dos sitios en el curacazgo de Coayllo guardan un claro estilo Inca: Uquira y Uquira Templo, ambos se hallan en las inmediaciones del pueblo actual de Uquira, arriba de Coayllo. - Uquira, reconocido como el principal sitio
tardío del valle (Figura 9), se encuentra ubicado a 25 km. del litoral, en la margen izquierda del río Asia, que en la zona toma el nombre de Coayllo, el lugar se halla sobre una altura de 400 msnm. Presenta arquitectura monumental construida al ingreso de una pequeña quebrada lateral sobre una plataforma de 7 m. de altura y delimitada por un largo muro de tapia y piedra. Sobre la plataforma se distribuyen los diversos sectores del conjunto. El lugar ha sido ampliamente descrito (Negro: 1983; Agurto 1992a, 1992b y 1992c; Coello 1993 y Baca 2004). El lugar está dividido en sectores o conjuntos arquitectónicos de distinta morfología y por ende diferentes usos, como: patios, canchas, recintos con hornacinas trapezoidales, depósitos y muros con diseños escalonados elaborados en adobe que recuerdan a Tambo Colorado en el valle de Pisco. Uquira posee grandes tumbas con cámara mucho más elaboradas que las ubicadas en los asentamientos Coayllo, lo que indicaría el uso de una tradición local. Un aporte de este periodo también es el uso de la tapia, esto se observa tanto en el Tambo de Asia, Piedra Hueca, Uquira y La Yesera. El sitio de Uquira debió ser el centro administrativo del valle, con su monumentalidad, impone la presencia Inca en un valle donde los edificios principales no se distinguían mucho del resto de construcciones. La presencia de plazas con un sistema de cubiertas parciales y rampas en sus cuatro lados habla de complejas ceremonias que en ellas se realizaban. El sitio no parece haber sido terminado, pero también fue fuertemente ocupado a inicios del periodo colonial, según los resultados de las excavaciones de Baca (2004: 424). La existencia de grafitis coloniales vinculados a la religión católica nos indica que el lugar sirvió para la catequización de los pobladores del valle. Asimismo, Uquira presenta ventanas clausuradas con adobes en el sector I, las que están orientadas a otras que están al frente, en el sector III, probablemente con algún significado simbólico. - Uquira Templo, es un sitio recientemente redescubierto (Angeles ms.). Coello (1998) señala que es un sitio Inca, y el reciente hallazgo de un muro decorado muestra la importancia sagrada del lugar. Uquira Templo se ubica en el pueblo de Uquira y es uno de los mejores ejemplos de la forma en que los incas expanden sus cultos religiosos. El lugar consiste en una estructura ovalada con una pequeña plataforma que se
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Figura 9. Centro administrativo de Uquira, vista general desde el sector III. (Baca 2004).
Figura 10. Uquira templo, vista del muro de piedra con hornacinas trapezoidales estilo Inca.
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Figura 11. Detalle de una pareja de felinos de barro ubicados en el sitio de Uquira Templo.
Figura 12. Vasija de gran formato colocada en plataforma para ser usada para almacenamiento.
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ubica al pie de un cerro con formaciones rocosas bastante particulares que semejan un rostro de perfil echado y un batracio. Se trataría de un lugar sagrado de los Coayllo, una formación geológica natural que de acuerdo a las concepciones andinas correspondería a una deidad transformada en piedra. El lugar fue intervenido por los incas mediante la construcción de una estructura de piedra a manera de muro que circunda una plataforma, el muro es de piedras y presenta hornacinas trapezoidales estilo Inca al interior del recinto (Figura 10). El recinto tiene tres plazas a desnivel y al pie del cerro existe una pequeña plataforma con frisos de barro en forma de tres parejas de felinos en posición de perfil, al más puro estilo Inca (Figura 11). El muro estaba cubierto por un muro de adobes probablemente para ser ocultado durante la extirpación de las idolatrías que destruía todo vestigio de religión andina. Consideramos que esta edificación es de carácter religioso, que se trataría de una huaca local que los incas ampliaron y mejoraron otorgándole fina arquitectura de estilo Inca, esta condición implicaría la “captura” de esta huaca para ser convertida en un foco de difusión de la religión Inca, en esta oportunidad, representada por las parejas de felinos. Esta situación también puede observarse en el santuario de Pachacamac donde la primera muralla que encierra la zona sagrada construida por los incas encierra, aparte del templo del Sol, también a los antiguos templos de Pachacamac (Templo Pintado) y el templo Viejo de Pachacamac. En caso de rebelión o conflicto, como dice el cronista Bernabé Cobo (1964 [1653]) los incas disponían del objeto más valioso de la comunidad, sus ídolos o huacas lo que permitía un control total de las comunidades subyugadas. La administración La presencia Inca en el valle implicó para las poblaciones locales, una mayor acumulación de recursos destinados para pagar los tributos al Imperio. Es en este periodo cuando aparece otro sistema de almacenaje. Se trata de plataformas de barro y piedra donde colocan una serie de grandes vasijas cónicas de aproximadamente 1.3 m. de diámetro, destinadas a guardar granos u otros productos (Figura 12), estas aparecen en especial entre Coayllo y Uquira. Otra forma de almacenaje que llega con los
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incas consiste en cántaros para almacenar líquidos probablemente chicha y que también se distribuyen en las laderas de los cerros junto a sitios habitacionales. Hemos observado que estos grandes recipientes como los cántaros mencionados, aparecen en Pachacamac y en otros sitios de la costa central durante el Imperio Inca. El control de las elites locales Como es usual en el Impero Inca, los mismos curacas locales mantenían la administración de sus curacazgos recibiendo dones del Cusco y por lo general utilizando vestimenta a la usanza Inca. Es probable que ello haya ocurrido en el valle de Asia. Una evidencia de primera mano corresponde al hallazgo de una banda de tapiz estilo Inca que fue encontrada hace muchos años en Uquira. Corresponde a la parte media de un uncu Inca con tocapus (paneles policromos conteniendo el diseño de rombos consecutivos); al cual habían recortado con probabilidad para obsequiar al curaca local o a alguien de alto rango (Figura 13). Efectivamente, los estudios de Ann Rowe (1978), indican que una gran cantidad de tejidos Inca con representación de tocapus, aparecen recortados y son evidencia de los tejidos que servían de regalos del estado Inca a curacas o guerreros principales. Esta pieza de características únicas y en buen estado de conservación está en posesión de los comuneros de Uquira y cada año son entregados en cargo. Otro ejemplo de la influencia Inca en el control de las elites locales es el tocado de plumas hallado en una tumba disturbada del valle bajo, sector de Sarapampa lo que explica la distribución de elaborados bienes suntuarios administrados por los representantes del Inca. Se trata de un tocado de plumas de papagayo y de pato con una estructura de soporte y con soguilla a ambos lados para ser sujetada a la cabeza (Figura 14), esta fue hallada dentro de una bolsa Inca asociada a una tumba de élite lamentablemente saqueada. Asimismo, hace algunos años fue hallado un quipu Inca en la margen izquierda del valle a la altura de San Juan de Quisque, distrito de Coayllo (Figura 15), éste era de algodón en diversas tonalidades y posee cuerdas resúmenes. De acuerdo a Alejo Rojas, sería un quipu poblacional que registra un censo. (Rojas Com. Pers. 2008; Angeles 2003 y Pozzi-Escot y Angeles 2011: 156). La cerámica del periodo Inca, en el área que ocupaba el curacazgo de Coayllo, es escasa. Sin
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Figura 13. Banda de tapiz Inca, custodiada por la Comunidad Campesina de Uquira.
Figura 14. Tocado Inca de plumas procedente de Sarapampa. Colecci贸n Museo Municipal Huaca Malena.
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Figura 15. Quipu Inca de algodón, procedente de Coayllo. Colección Museo Municipal Huaca Malena.
embargo, hay cerámica con características propias del estilo Puerto Viejo del valle bajo de Mala, cerámica Inca, Chimú Inca y probablemente Ica Inca, de acuerdo a lo observado en superficie. En el valle bajo de Asia durante las construcciones de casas de playa, se han descubierto una serie de tumbas. En el año 2005 accedimos a dos colecciones de cerámica procedentes de dicha zona. La primera de ellas consistía en un cántaro llano marrón oscuro y de labio engrosado, según nos informaron, estuvo asociado a un cadáver adulto en posición de cuclillas con unos palos que lo rodeaban y una estera de fibra vegetal que lo envolvía, su única ofrenda asociada era el cántaro indicado cuyo estilo está relacionado al estilo Puerto Viejo (Angeles y Pozzi-Escot 2005: fig. 19). El segundo lote incluye un cántaro cara gollete estilo Puerto Viejo, cántaros pequeños de color negro, entre otros (Figura 16). Las excavaciones de Baca (2004) y Baca et al. (2008) en Uquira reportaron cerámica Inca Imperial así como una serie de fragmentos de estilo local.
Discusiones Los incas imponen su poder a través del establecimiento de una serie de instituciones de control y de difusión en el valle de Asia, las que colocan de manera aislada, eliminando probables edificaciones previas del lugar que ocupan, como es el caso de Uquira. Las construcciones ceremoniales son de gran importancia y están destinadas a la difusión de la religión Inca, como Uquira Templo. Asimismo, construyen edificaciones con grandes adobes hechos en molde al interior de centros habitacionales Coayllo, tal es el caso de Sequilao. El sitio Uquira Templo es una edificación representativa de los incas en la costa central por presentar hornacinas trapezoidales en piedra y frisos de barro con incrustaciones de concha, hallazgos únicos a la fecha (Angeles ms.). El camino Inca sube por la margen izquierda del valle donde están los centros administrativos y religiosos incas, la otra margen del valle si bien tiene al menos dos sitios del periodo Inca, estos son discretos y no presentan arquitectura netamente incaica.
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Figura 16. Cer谩mica estilo Puerto Viejo procedente de tumba m煤ltiple frente al litoral de Asia (Colecci贸n privada).
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Los textiles del periodo Inca en el valle de Asia, incluye finos tapices, fajas de fibra de camélido, bolsas en técnica cara de urdimbre de fibra de camélido (Figura 17), estas fueron halladas por Emily Baca (2004). En la colección del Museo Municipal Huaca Malena, del distrito de Asia también aparecen algunos ejemplares ya indicados. El estilo Puerto Viejo, descrito por Duccio Bonavia (1959) en el litoral del valle de Mala se caracteriza por cántaros cara gollete con pintura tricolor, presenta mayormente un personaje con pintura facial, en el cuerpo de la vasija se representa sus brazos con tatuajes y llevan un pez en las manos por lo general. La distribución de este estilo llega al valle de Lurín y por el sur hasta el valle de Asia. En el santuario de Pachacamac aparece este estilo asociado al periodo Inca y que junto a una serie de estilos tardíos, en algunas ocasiones ha sido nombrado como estilo Ychsma, y que llega a distribuirse entre los valles Rímac y Asia. Sin embargo, falta precisar la distribución, el origen y la morfología de este estilo, sabemos que la mayor densidad de sitios con esta cerámica se encuentra en el valle de Mala (Guzmán 2008, Angeles 2008 y Tantaleán 2008), por lo que el estudio especializado de este valle aclarará este tema. A modo de conclusión El valle de Asia, durante el periodo Intermedio Tardío, estuvo habitado por un pequeño curacazgo denominado Coayllo. Éste tuvo su sede en el valle medio de Asia y habría mantenido independencia, pero con fuertes relaciones con el valle de Mala. Su arquitectura muestra diferencias con el valle de Lurín tanto a nivel de edificaciones administrativas así como en detalles arquitectónicos, y se relaciona más con el área de la costa centro sur de Mala. La cerámica Coayllo parece ser un rasgo más independiente, lo que es necesario definir en el futuro. Los Coayllo son conquistados por los incas quienes construyen importantes edificaciones vinculadas a la administración y a la imposición de nuevos cultos, controlando la religión local. Los incas sin embargo tuvieron especial tratamiento con los Coayllo ya que les permitieron acceder a finos tejidos y tocados de plumas probablemente entregados a la elite local como una forma de reforzar sus relaciones y por los bienes entregados en tributos, que al parecer se vincularían
Figura 17. Detalle de bolsa listada de estilo Inca provincial procedente de Sarapampa, asociada al tocado de plumas. Colección Museo Municipal Huaca Malena.
a la explotación de minas de oro en la zona. Desarticulado el Imperio Inca, los españoles imponen la religión cristiana y trasladan de sus poblados a los Coayllo hacia el nuevo pueblo de San Pedro de Coayllo cuyo planeamiento en damero subsiste hasta la actualidad. Agradecimientos A las municipalidades de Asia y Coayllo, a la Comunidad Campesina de Uquira y a los editores de la revista por permitirnos incluir este artículo. Bibliografía AGURTO Calvo, Santiago, 1992a. Uquira, un centro administrativo Inca en la costa central (primera parte). Ingeniero Civil, Nro. 76: 58-59. Lima. AGURTO Calvo, Santiago, 1992b. Uquira, un
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Arqueología y arte en dos viajeros franceses del siglo XIX. El caso de Choquequirao, Cusco Gori Tumi Echevarría López goritumi@gmail.com Zenobio Valencia García zvalenciagarcia@gmail.com
Resumen Haciendo un examen hermenéutico y comparativo de la información sobre el sitio arqueológico de Choquequirao, registrada por dos viajeros franceses del siglo XIX, los autores analizan el valor de la contribución de estos viajeros respecto al surgimiento y desarrollo de la arqueología peruana en el siglo XX y sus repercusiones contemporáneas; sin desmedro de sus aportes a la historia de los estudios arqueológicos en el Perú. Los autores concluyen que el examen y la valoración de la documentación histórica sobre los sitios arqueológicos peruanos, es una condición para comprender parte de la historia de estos mismos sitios y su papel en el génesis y extensión de la disciplina arqueología en el país. Palabras claves: Viajeros, Choquequirao, arqueología peruana. Abstract Making a hermeneutical and comparative analysis of the information left about the archaeological site of Choquequirao, made by two French travelers of the 19th century; the authors discuss the value of the contribution of these travelers with respect to the emergence and development of Peruvian archaeology in the 20th century and its contemporary implications; without prejudice to their contributions to the history of archaeological studies in the Peru. The authors conclude that the review and evaluation of the historical documentation on the Peruvian archaeological sites, is a condition to understand part of the history of these sites and its role in the genesis and extension of the archaeology discipline in the country. Keywords: Travelers, Choquequirao, Peruvian archaeology. Introducción Los estudios sobre viajeros del siglo XIX constituyen, sin duda, un gran filón para los conocimientos humanistas del presente. La cantidad y variedad de contribuciones intelectuales de los visitantes extranjeros al Perú, se presentan hoy como fuentes inacabables en el descubrimiento y comprensión de un pasado contrastado; que desde el siglo XVIII y XIX principalmente, ha llamado la atención de numerosos personajes, cuya característica particular es su diversidad de intereses intelectuales. Se sabe que la arqueología y la historia del arte tienen un origen común, y aunque después han seguido cursos separados, todavía
pueden estimarse juntas si se consideran algunas relaciones intelectuales del siglo XIX vinculadas a los monumentos arqueológicos del mundo y del Perú; relaciones que han podido influir después en la estimación historicista del pasado como en su consideración estética. En este sentido, lo que este ensayo intenta hacer es definir el valor de la contribución intelectual de dos viajeros franceses del siglo XIX en el contexto del desarrollo de la arqueología en el Perú, basados en el examen de la documentación legada para un sitio arqueológico específico: Choquequirao. Para acercarnos a nuestro objetivo vamos a ponderar someramente el desarrollo de la arqueología en Europa, como antecedente a la época de
ECHEVARÍA LÓPEZ, Gori Tumi y VALENCIA GARCÍA, Zenobio, 2012. Arqueología y arte en dos viajeros franceses del siglo XIX. El caso de Choquequirao, Cusco. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 5: 46-61. Lima.
Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García
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los viajeros académicos franceses en el Perú del siglo XIX, enfocándonos luego en los reconocidos viajeros Eugene de Sartiges y Leonce Angrand. Las contribuciones de estos autores sobre Choquequirao serán evaluadas desde la aportación literaria y la descripción gráfica, las que luego serán comparadas con información actualizada del mismo sitio arqueológico en el que centraron sus observaciones. Finalmente, habiendo sopesado la valía de estas contribuciones, hacemos un balance de sus repercusiones y su papel en la arqueología peruana. Los orígenes de la arqueología. El contexto europeo La arqueología como disciplina científica no tiene un origen claro, su definición ha sido irregular y ha seguido un camino progresivo que ha ido aparejado de progresos en sus aspectos teóricos y metodológicos por separado. Recién entrado el siglo XX se puede decir que hay un consenso en considerar a la arqueología como una ciencia con derecho propio (Renfrew y Bahn 2000 y Willey y Sabloff 1980). Es importante considerar que la arqueología se ha desarrollado a través de saltos cualitativos y no es posible establecer una línea directa entre origen y avance respecto de una tendencia específica de desarrollo disciplinario, lo cual implica que existen o pueden existir diferentes versiones de la arqueología, tanto en su concepción, adelanto, u objeto material o región de interés especializado; y esto atañe al Perú como a cualquier región del mundo. Para ilustrar esta sentencia podemos referir a las historias de la arqueología europea o norteamericana que están basadas en determinados hechos específicos como hitos en un progreso disperso. Entre los tópicos fundamentales del avance de la arqueología tenemos, entre otros, el adelanto técnico del anticuarismo hasta el siglo XVIII, el desarrollo de las ideas evolucionistas (Darwin 1859), la expedición napoleónica a Egipto de 1798 a 1800, el desarrollo del sistema de las tres edades tal como se expuso en la Guía del Museo Nacional de Dinamarca de 1836 o las proposiciones sobre la antigüedad del hombre (Boucher de Perthes 1841, Daux 1962, Daniel 1987 y Renfrew y Bahn 2000). Para los fines de nuestro enfoque es importante recalcar el gran avance de la arqueología francesa, que puede servir de antecedente inte-
lectual a los viajeros de esta nacionalidad en el Perú. Según Daux (1962), la disciplina en Francia había seguido una línea más o menos sistemática desde el siglo XVI, con personajes como el provenzal Nicolás-Claude de Fabri (1580 -1637); el Barón Luis Deshayes (1674); Jacques Spon (1647-1685); Bernard de Montfaucon (16551741); Paul Lucas, anticuario de Luis XIV (16641737); el Abate Barthelemy (1716-1795); el Conde de Choiseul-Gouffier, diplomático, (1752-1817); G. B. Seroux D’Agincourt (1730-1814); el Conde Caylus, agregado en Constantinopla, (1692-1765); entre otros. No obstante, y tal como menciona el mismo autor, “… hasta el siglo XIX la arqueología seguía siendo grecorromana en esencia.” (1962: 46). Un salto cualitativo, para cambiar esta consideración y empujar los avances de la disciplina, fue sin duda la exploración de Egipto que liderara Napoleón entre 1789 y 1791 y la posterior publicación de la Descripción de Egipto entre 1809 y 1829, hecha por una comisión de científicos y artistas que acompañaron la expedición; lo que literalmente permitió descubrir un nuevo “mundo” e incitar el interés por otras regiones y civilizaciones aún no descubiertas. Otros hechos y personajes franceses importantes durante el siglo XIX son Ennio Quirino Visconti (1751-1818) quien trabajó iconografía romana; E. Gerhard (1795-1867) interesado en el arte griego; Fauvel, Cónsul, (inicios siglo XIX) que estudio y llevó a Francia placas del Partenón; la misión científica francesa adjunta al cuerpo expedicionario al Peloponeso (1929); la adquisición de la Venus de Milo en 1821; la fundación en Atenas de la escuela francesa de arqueología en 1846; Le Bas (1794-1860) que publicó sus observaciones arqueológicas sobre Grecia y Asia Menor; Jean Antoine Letronne (1787-1848) interesado en epigrafía y numismática; el desciframiento de la piedra Rosseta por Jean-Francois Champoleon en 1822 (nacimiento de la egiptología); E. Flaudin y P. Coste quienes entre 1840-1841 registran para el gobierno francés los monumentos de Persia; P. Botta, que excava en Nínive y Jorsabad (1840 en adelante); y Boucher de Perthes (1788 1868), quien descubre industrias líticas del pleistoceno a mediados de siglo; entre otros (Daux 1962, Daniel 1987 y Reeves 2000). Hasta la segunda mitad del siglo XIX la arqueología francesa había pasado de un interés anticuarista post-renacentista, a una sistematización académica y técnica, que bien puede conside-
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rarse fundacional de la arqueología clásica en su sentido más moderno; sin embargo, y eso es bastante evidente si se examinan en detalle las aportaciones académicas en los autores y hechos citados, la mayor parte del interés y desarrollo de esta disciplina se ha basado en el descubrimiento e interpretación de las culturas clásicas europeas, que como acotamos, parafraseando a Daux, “seguía siendo grecorromana” y se expandía hacia los límites exteriores de la cuenca mediterránea, África y el Medio Oriente. El caso francés puede ejemplificar el proceso general de la arqueología europea, que ya entrado el siglo XIX empieza un desarrollo y sistematización teórico-metodológico que convierte esta rama del conocimiento en una disciplina que no deja mucho lugar a la aventura idílica romántica, profesionalizándose y eventualmente institucionalizándose. Este es probablemente el antecedente académico crucial que sirve de base, como ya vimos, a la exploración sistemática de Egipto y el Medio Oriente, dejando de lado América, cuya exploración es marginal respecto al desarrollo expuesto. En este sentido es interesante tener en cuenta a los historiadores de la arqueología, que no consideran las exploraciones en América como hechos sustanciales para los avances de la disciplina en Europa. En América, los descubrimientos, registros, crónicas y otros acontecimientos similares hechos por europeos desde el siglo XVIII, están estimados dentro del género literario, y no son considerados con valor científico, al menos expresamente, para las disciplinas relacionadas a la arqueología en el siglo XIX como la historia del arte o la epigrafía. Hay que ponderar esto desde una perspectiva crítica dado su papel histórico en el desarrollo de la disciplina. Independientemente de su consideración, es claro, en vista de los antecedentes, que algunos esfuerzos de viajeros franceses en la exploración de América han estado relacionados al desarrollo lineal de su propia disciplina en Europa, los que no han sido puestos en relieve por los mismos europeos. Aunque en Europa la disciplina adquiere visos academicistas, en América, y más precisamente en Perú, los viajeros del siglo XIX son considerados bajo la influencia del romanticismo europeo de la primera mitad de ese siglo. Al
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respecto, debemos resaltar que esta literatura, desde el siglo XVIII, no es ponderada en relación a alguna disciplina académica sino respecto de su pertenencia temporal con alguna corriente general del pensamiento europeo en boga. Desde la perspectiva “ilustrada”, “científica”, “romántica”, y eventualmente “interesada”, ésta sí relaciona a algunos acontecimientos políticos americanos, como la independencia por ejemplo (Núñez 1971- 1973). Es probable que en muchos casos, estas etiquetas no correspondan efectivamente al interés particular de estos viajes. Más allá de su valoración en Europa o en América, o del móvil particular del interés viajero o descubridor, los exploradores europeos o franceses han hecho contribuciones disciplinarias que pueden ser estimadas desde una perspectiva académica pura, para aquilatar su valía en el desarrollo histórico de la arqueología o la historia del arte en América y el Perú. Los viajeros franceses en el Perú En su clásico libro Fuentes Históricas Peruanas de 1963, Raúl Porras Barrenechea reconoce implícitamente el interés peculiar de los viajeros europeos en la exploración del Perú, respecto del desarrollo de la arqueología en el país, considerando las contribuciones enfocadas y relacionadas al pasado peruano y su legado material. Porras destaca para el siglo XVIII al francés José Dombey, quien “fue el primero que, poseído de curiosidad arqueológica, visitó Pachacamac, las Huacas de la Hacienda Torre Blanca en Chancay, las grutas de Tarma y llevó a la corte de Luis XVI 400 huacos o piezas de antigua cerámica indígena y algún tejido de Pachacamac, que pasaron a los museos del Louvre, del Trocadero y de Madrid.” (1963: 57). Asimismo, Porras estima, para el siglo XIX, a tres viajeros franceses, D’Orbigny, Eugene de Sartiges y Leonce Angrand, como “pioneros de la antropología y de sus diversas ramas” (1963: 59); sin embargo desde el siglo XVII hasta el siglo XIX son varias decenas los viajeros franceses que visitan el Perú, y sus contribuciones pueden clasificarse dentro de diferentes áreas del humanismo académico, ya sea dentro de la antropología, la historia, la etnografía, el folklore, hasta las ciencias naturales como la geografía o la astronomía. En “La Imagen Francesa del Perú (Siglos XVI al XIX)”, Macera apunta que sólo “desde D’ Orbigny hasta Créqui de Monfort (1826-1904), en algo
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menos de un siglo fueron aproximadamente 30 los franceses que viajando por el Perú han escrito, sea pequeños folletos, libelos políticos, escenas íntimas o grandes obras clásicas, verdaderas enciclopedias de los conocimientos de su época sobre la América meridional” (1999: 80). Según Macera, el viajero francés del siglo XIX no tenía una definición uniforme, un interés específico, salvo personalista, “no fue ni un romántico atormentado como Marcoy ni un hombre de ciencia como Catelnau. Era un turista culto, un hombre acomodado que había encontrado un buen empleo a sus tiempos libres en quien la misma ansia de novedades estaba embotada por el agudo sentimiento de su propia comodidad” (1999: 77). ¿Fue un turista culto?, es probable. Como se ve, el cuadro de viajeros franceses en el Perú, sólo para el siglo XIX, es diverso y contrastado; la cantidad y variedad de contribuciones no permite de hecho una división exacta, y como lo reconoce Macera, la distinción más acertada para una descripción genérica es la cronológica aunque en nuestro caso no venga a colación. Una clasificación de viajeros franceses, por su pura contribución literaria, científica o costumbrista no se ha hecho y es casi imposible de hacer sin evaluar en detalle las obras que estos autores han dejado a nuestra disposición. No obstante en sentido inverso, de objeto a autor, la selección se facilita, y es más apropiada. Es así, que dos viajeros destacan entre una pléyade de nombres, cuyo marco cronológico cubre aproximadamente la primera mitad del siglo XIX, con dos épocas relevantes para el interés científico y humanista francés (Macera 1999). La primera que va de 1826 a 1840; donde se encuentran D’Orbigny, de Sartiges, Radiuet y Pavie; y la segunda de 1840 a 1860 donde se ubican Castelnau, Weddell, Basterot, Debadie, Marcoy y Angrand. Por su relación al sitio arqueológico de Choquequirao y su probable contribución arqueológica al reconocimiento de este monumento, los franceses de Sartiges y Angrand son de gran relevancia para una historia de los estudios arqueológicos en el Perú, por lo que son analizados con más detalle en este trabajo. Eugene de Sartiges y Leonce Angrand Es Porras Barrenechea (1963) quien ha rese-
ñado mejor las contribuciones del Vizconde de Sartiges y de Leonce Angrand. Porras, como vimos líneas arriba, les atribuye el valor de pioneros en los estudios antropológicos en el Perú. Eugene de Sartiges fue diplomático, secretario de la Embajada de Francia en Rio de Janeiro (Angelier 2005: 56), desde donde realizó sus viajes exploratorios por Sudamérica. Según Porras (1963:59), de Sartiges vino al Perú como un turista en 1834, entrando por el puerto de Islay (Arequipa), emprendiendo a partir de allí viaje a Arequipa, Cusco y Puno; visitando las ruinas del lago Titicaca, las islas del Sol y de la Luna, las chulpas de Sillustani y, por supuesto, las ruinas de Choquequirao. En 1851 de Sartiges publica sus notas de viaje sobre este notable sitio arqueológico y parte de su recorrido en la revista Revue des Deux Mondes, con el título “Voyage dans les Républiques de l’Amerique du Sud”, usando el seudónimo E. S de Lavandais. El reporte de Eugene de Sartiges ha sido publicado repetidas veces desde 1941, casi 100 años después de su publicación original en Francia. La mayoría de sus nuevas ediciones son fragmentarias y se concentran en algunos aspectos de su trabajo, especialmente en las importantes ruinas de Choquequirao. La siguiente es una referencia de estas publicaciones: -De Sartiges, Eugene, 1947. Viaje a las Repúblicas de América del Sur (1834). En: Dos viajeros franceses en el Perú republicano. Colección de Viajeros en el Perú: 78-104. (Traducción de Emilia Romero. Prólogo y notas de Raúl Porras Barrenechea). Editorial Cultura Antártica S. A. Lima. -De Sartiges, Eugene, 1970. Las Ruinas de Choquequirao. En: Arqueología Peruana: Precursores: 78-84. (Selección, introducción, comentario y notas por Duccio Bonavia y Rogger Ravines). Casa de la Cultura del Perú. Lima. -De Sartiges, Eugene, 1999. Las Ruinas de Choquequirao. En: De Vilcabamba a Camisea. Historiografía de la Provincia de la Convención: 192-199. (Editado por Manuel Jesús Aparicio Vega). Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. Cusco. -De Sartiges, Eugene, 1999. Las Ruinas de Choquequirao. Boletín de Lima 146: 35-43. Lima. Por su parte Leonce Angrand, quien fue Vicecónsul de Francia, vino al Perú varios años después que de Sartiges. Según Porras, An-
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grand fue un “dibujante eximio y arqueólogo improvisado” (1963: 59). Porras continua: “La obra de Angrand – principalmente sus dibujos de monumentos y planos de estos, como los de Vilcashuaman, Ollantaytambo, Choquequirao y Tiahuanaco – no ha sido tomada aún en cuenta por nuestros arqueólogos, por lo general desdeñosos de las fuentes históricas o poco versados en ellas.” (1963: 60). Sobre Angrand no se tiene información escrita sobre las ruinas de Choquequirao, salvo algunas observaciones escuetas, mencionadas de tercera mano, como la propuesta que “Choquequirao habría servido de residencia de los herederos del trono del Inca hasta su mayoría de edad y posteriormente como refugio para los últimos Incas, de 1537 a 1572, durante la conquista española” (Angelier 2005: 59). Y según se puede colegir, sus notas y datos no han sido publicados o se han fusionado con las de otros viajeros que han aprovechado la información y gráficos que este autor había legado, como son Desjardins y Charles Winner (Rivera 1972). Una importante descripción de Choquequirao fue publicada precisamente por Desjardins (1858) basadas en las notas, planos y dibujos de Angrand, y ha sido citada casi íntegramente por Romero (2006), quien utiliza estos datos para su propia evaluación del sitio. Romero pondera la descripción de Desjardins/Angrand aunque refuta la proposición de este último autor sobre la correspondencia histórica del sitio a los “últimos Incas”, proposición que recusa sobre la base de una comprensiva evaluación de la evidencia histórica disponible como “que ella carece por completo de fundamento” (Romero 2006: 50). No obstante, Angrand es ampliamente reconocido, básicamente por sus notables dibujos a tinta y acuarela, los que actualmente se encuentran la Biblioteca Nacional de Francia en París. Edgardo Rivera estima, como Porras, que “actualmente poseen todavía interés científico los levantamientos –plantas, elevaciones y cortes- que Angrand efectuó en Vilcashuaman, Conchaca, Choquequirao y Ollantaytambo” (Rivera 1972: 20); y en un extremo de consideración, esta vez contradiciendo a Porras, menciona que “bien puede decirse, y con toda razón, que Angrand fue uno de los fundadores de la arqueología científica peruana” (Rivera 1972: 20).
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Choquequirao1 La documentación disponible sobre las ruinas de Choquequirao que nos han legado de Sartiges y Angrand ha sido seleccionada por su complementariedad temporal e ideológica, ambos corresponden al mismo periodo histórico peruano y sus obras constituyen sin duda parte de los anales de las relaciones diplomáticas entre Perú y Francia durante la primera mitad del siglo XIX. Además, sabemos que ambos viajeros estuvieron en Choquequirao mediando pocos años, de Sartiges en 1834 y Angrand en 1847, es decir 13 años después. Antes de estos exploradores, durante la etapa colonial, el sitio había sido reportado positivamente por contadas personas, Juan Arias Días Topete en 1710, Cosme Bueno en 1798 y Pablo José Oricain en 1790. Es probable que desde su abandono en el siglo XVII, el sitio, ya expoliado y saqueado por los invasores, exploradores o visitantes locales, haya permanecido como una ruina arquitectónica hasta la llegada de los exploradores franceses en la época post independentista. La imagen de Choquequirao a los ojos de Angrand y de Sartiges debió ser aproximadamente la misma, por lo que sus impresiones, como hemos dicho, son bastante complementarias; no obstante son también variadas en dos aspectos sustanciales: de Sartiges legó una crónica literal de viaje, sin ilustraciones conocidas, y Angrand realizó fundamentalmente dibujos. Esta diferencia es bastante conveniente y lo suficientemente ajustada como para servir de base a una evaluación de su intereses científico. En razón de poder establecer una valoración coherente de las contribuciones de Eugene de Sartiges y Leonce Angrand sobre Choquequirao, vamos a exponer sus aportes específicos para este sitio: Eugene de Sartiges describe a Choquequirao en estos términos: “Apenas llegamos a las ruinas no perdimos el tiempo y empleamos algunas horas en visitarlas. A cada paso encontrábamos vestigios de civilización, casas bien construidas, muros de sillar de piedra. Si se sigue la línea principal 1
El sitio arqueológico de Choquequirao se ubica en la provincial de la Convención, departamento del Cusco, sobre las estribaciones accidentadas de las montañas que enmarcan la margen derecha de la cuenca media baja del río Apurímac, en la región de Vilcabamba.
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de casas, que desciende en gradería sobre los flancos de la montaña, se llega a una vasta plaza que tiene a un lado un palacio y al otro un pórtico o más bien un muro triunfal. Los indios derribaron los árboles que crecían en una de las alas del palacio, hicieron un techo de bambú y de cañas y allí establecimos nuestro campamento para los ocho días que intentábamos pasar en Choquequirao. En mis proyectos para hacer excavaciones y levantar planos, no había contado con una de las consecuencias forzosas del abandono de terreno durante siglos: la vegetación que invade todo. No sólo las calles, sino las casas y las mismas paredes de las casas estaban cubiertas de plantas trepadoras. Imposible dibujar el conjunto de la ciudad. El terreno en todas partes estaba sostenido por terrazas que se extendían unas sobre otras y servían de terraplén para las casas. Las calles eran estrechas, sobre todo aquellas que atravesaban la ciudad en dirección de la pendiente de la montaña que formaba un arco profundo al norte. Detrás de la ciudad se elevaban rocas dentelladas cortadas a pico y cubiertas de nieve. Al este y al oeste, dos estribaciones de la montaña se extendían como dos brazos para ocultar y proteger esas ruinas. Al sur y a gran profundidad, corría el Apurímac. Un montículo de forma circular se destacaba de la ciudad y avanzaba como un promontorio por encima del Apurímac. La cima de ese montículo, llano y redondeado, estaba sostenida por un muro de albañilería. Sin duda que ese era uno de los lugares destinados a los sacrificios y a la oración, que en el país se conocen con el nombre de adoratorios del sol. La base de aquel montículo remataba uno de los lados de la gran plaza de Choquequirao. En frente se hallaba el palacio; a la derecha y a la izquierda había un precipicio. El pie del montículo estaba formado en toda su extensión (dieciocho metros, treinta y dos centímetros), por el muro triunfal que bordeaba la gran plaza. Este muro, de arquitectura irregular, no tenía como abertura sino una puerta a la izquierda, delante de las gradas que conducían a la plataforma del adoratorio. El conjunto del monumento, cuya construcción y detalles eran muy esmerados, era de un orden arquitectónico de lo más extraño. Pertenecían empero a la época más moderna de la civilización peruana. La puerta abierta en el muro
triunfal era de estilo egipcio. Hicimos despejar la plaza y los edificios colindantes. Las diferentes construcciones al norte y al oeste de la plaza forman parte del mismo edificio y están reunidas por medio de puertas de comunicación. Se encuentra aquí, como en todas las antiguas ciudades del Perú, las casas dobles apoyadas sobre el mismo muro de separación y que no se comunican entre sí más que por las puertas exteriores que dan sobre el corredor que se extiende hasta el fondo del edificio. El primer y único piso que existe sobre esas casas está perfectamente marcado. Las vigas que forman el piso están sujetas en las paredes y sin los árboles que han crecido en medio de las habitaciones, sin duda subsistirían aún los restos del techo. El techo es inclinado y está apoyado sobre la pared medianera que separa cada doble casa. Los departamentos están enladrillados con grandes ladrillos de tierra cocida cubierta por un barniz negro fino y brillante. En cada departamento, hay muchos de aquellos nichos que había visto por primera vez en las casas de la isla del Titicaca. Se ven sobre las paredes de esos nichos, huecos a distancias regulares que no pueden haber servido sino para sostener distintas series de tablas. No queda resto alguno de escalera que permita suponer que se llegaba al primer piso por el interior de los aposentos. El edificio principal, que hace frente al muro triunfal de Choquequirao está formado por dos casas compuestas cada una por tres largos departamentos, de los cuales uno, el del medio, parece haber servido de antecámara. Se entra por dos corredores que siguen hasta el fondo del edificio, el uno a la derecha y el otro a la izquierda. A la derecha del cuerpo principal de la casa, hacia el centro de la gran plaza, se eleva un gran edificio cuyos tabiques interiores se han desplomado y al cual se entra por tres puertas. Un poco más lejos se encuentra un reservorio y un bario con grandes losas de piedra, paralelas al cuerpo principal. A lo largo de los corredores se extiende una gran sala, en la que nada indica cual fuera su primer empleo. En materia de habitaciones particulares, el palacio de Choquequirao es lo que he visto de más completo entre los antiguos monumentos del Perú. Nos inicia en parte de la vida íntima de los antiguos habitantes del país y si no nos da idea de un gran confort en la vida material, por lo menos prueba que su manera de vivir estaba
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en relación con su cultura, es decir que habían pasado ya el estado de lucha contra las necesidades de la vida y que buscaban el bienestar. Las piezas enladrilladas, las antecámaras y los barios, pertenecen a una civilización que puede ser aún joven, pero que marcha visiblemente hacia la virilidad. Mientras que me ocupaba en dibujar las viejas casas de Choquequirao y en medir sus puertas y ventanas, mis co-asociados excavaban en la tierra por donde quiera que creían reconocer huellas de algún entierro. Pero no había allí esas grandes y hermosas chulpas como en Atun-Colla o en Maicohamai. Los muertos estaban sepultados en huecos abiertos en las rocas y nada se enterraba con ellos, ni vasos,
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ni topos. Mis compañeros cavaron a través de una de las falsas puertas de la gran muralla triunfal que parecía sonar en hueco bajo los golpes de la azada. Detrás se hallaba la roca viva. Se sondeó en más de diez sitios y siempre inútilmente. Nada queda, pues, hoy para decirnos quiénes fueron los habitantes de esta ciudad que podía contener quince mil almas. ¡Nada para enseñarnos cómo fue su vida y su muerte! Como única huella de su existencia, osamentas sin mortajas ni vasos funerarios y un nombre apenas conservado por la tradición.” (de Sartiges 1970: 78-82). Por su parte Angrand legó específicamente dibujos de planta y elevaciones de la arquitectura de Choquequirao, sus ejemplos más prominentes siguen a continuación:
Figura 1. Angrand 1847. Muro prominente en la plaza principal del sitio.
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Figura 2. Angrand 1847. Planta y corte de una de las callancas y las pacchas de la plaza principal del sitio.
Figura 3. Angrand 1847. Corte y elevación frontal de los recintos habitacionales más importantes del sitio.
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Figura 4. Angrand 1847. Planta de los recintos habitacionales (ver l谩mina anterior).
Figura 5. Angrand 1847. Elevaci贸n y detalles arquitect贸nicos de los recintos habitacionales y callanca principal.
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Figura 6. Angrand, 1847. Pacchas y recintos ceremoniales de la parte superior del asentamiento.
Análisis comparativo Es importante reconocer, preliminarmente, que una comparación entre la descripción de de Sartiges y los dibujos de Angrand arroja una relación bastante coherente y no es difícil correlacionar lo que de Sartiges dice de algunos sectores del sitio, sólo conocidos hasta la primera mitad del S. XIX, y lo que Angrand dibujó en esa misma época; y esta misma información puede ser contrastada con lo que se conoce actualmente del sitio. No obstante, debe advertirse que hay una diferencia metodológica en el orden de la presentación de los datos que son relevantes para una apreciación de su relevancia arqueológica o artística, y es que de Sartiges no presenta un orden descriptivo explícito en su relación mientras que Angrand parece advertir una separación coherente entre los monumentos que esta graficando. Hay que considerar sin embargo, que una noción integral del
diseño y edificación afectaría geométricamente una descripción gráfica, y Angrand parece, por esta razón, haber separado (o sectorizado si se quiere) el área que cubre el monumento para sus propios fines. Sin embargo, hasta que se conozca una descripción literal explícita no se puede advertir una separación técnica del monumento. El Vizconde de Sartiges describe claramente la plaza y el muro más resaltante de ella, “pórtico” o “muro triunfal” con una puerta a la izquierda, a la que acusa de estilo “egipcio” (figura 1 y 2 de Angrand 1847). También describe el montículo prominente del sitio que ahora se conoce con el nombre impuesto de “Usnu”; asimismo menciona con bastante seguridad los palacios, que son “casas dobles apoyadas sobre el mismo muro de separación…”, edificaciones fácilmente reconocibles en los planos y cortes de Angrand (figuras 3, 4 y 5). En esta misma serie la descripción de los techos y los muros medianeros es también bastante evidente en los dibujos de Angrand. Eugene de Sartiges refiere también a todo el com-
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plejo de edificios integrados, que aparecen en los dibujos ya mencionados, y que son claramente relacionables. Por otra parte, y éste es un hecho reprochable del siglo XIX, de Sartiges describe sin disimulos la forma como él mismo saqueaba el monumento, incluso rompiendo parte de la arquitectura siguiendo algunas “señales”, como sonidos de vacio detrás de los muros, etc., aunque más allá de eso la descripción general del monumento, la parte principal al menos, es bastante clara, y puede ser observada incluso el día de hoy. Los dibujos de Angrand son un documento más explicito por su valor representativo, y de hecho sobrepasan en detalle las descripciones literarias de Eugene de Sartiges; lo que se debe a que este autor no complicó mucho sus descripciones anotando detalles mínimos, dimensiones, escalas u otros, por lo que sus textos son fácilmente asimilables a los dibujos de Angrand; en este sentido existe una complementariedad descriptiva – gráfica, a favor de este último autor. La documentación de Angrand es sobresaliente y para ponderarla ésta puede ser contrastada con los dibujos técnicos que se han elaborado en el siglo XX, especialmente con aquellos de la primera intervención arqueológica al sitio, que fue llevada a cabo por el Proyecto especial del Ministerio de Industria y Turismo, denominado Plan COPESCO, en 1986 (ver figuras 7-10). Como es indudable, los registros de 1986 son absolutamente confrontables a los de Angrand, cuyo peso añadido es evidentemente la descripción gráfica de un monumento arqueológico en el siglo XIX, más de 100 años antes de la intervención del Plan COPESCO. El trabajo del
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viajero francés es notable y sobre la base de su método de dibujo, probablemente con menos ardid técnico que en la actualidad, logró con precisión una descripción limpia y artística. La comparación entre las figuras 1 y 7, y 6 y 10 muestra elocuentemente el valor descriptivo de los dibujos de Angrand, que, más allá de la precisión matemática en algunos detalles, no puede ser objetada técnicamente. Por ello, se demuestra que Angrand es fidedigno. Las figuras 8 y 9 de Samanez y Zapata (1994) pueden ilustrar más la habilidad de Angrand y permiten correlacionar la totalidad de sus imágenes en la muestra precedente. Angrand sobrepasó con creces una descripción gráfica añadiendo además apuntes a mano de los detalles y escalas de sus dibujos. Es un trabajo sin duda artístico, especialmente considerando la complejidad estructural de la muestra material en la que se ocupaba, que no es fácil detallar; esto incrementa la valía referencial de la obra, tanto a nivel artístico y documental. Conclusiones En perspectiva, tanto Angrand como de Sartiges tienen sin duda un gran interés para la arqueología peruana, pero están muy lejos de haberla iniciado o creado. Consideramos que su estimación es justa en relación a su contribución documental, constituyendo un aporte técnico al estudio de determinados monumentos. En esta línea, de Sartiges puede haber influenciado más el desarrollo de la arqueología europea en América, si tomamos en cuenta que su crónica de viajes fue publicada sólo 17 años después de su visita al Perú, y existe la posibilidad de que haya servido
Figura7. Muro principal de la plaza, “Muro triunfal” según de Sartiges (Samanez y Zapata 1994).
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Figura 8. Plano general del núcleo arquitectónico de Choquequirao (Samanez y Zapata 1994).
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Figura 9. Vista frontal y elevaci贸n, de uno de los recintos principales (Samanez y Zapata 1994).
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Figura 10. Planta y elevación de uno de los recintos y pacchas del sector superior del sitio. (Samanez y Zapata 1994).
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de referencia al creciente avance académico profesional de la arqueología europea o francesa. Angrand por su parte, también debió influenciar este interés, pero más por la publicación de su “Carta sobre las antigüedades de Tiahuanaco” (París, 1866, mencionado por Porras), que por sus descripciones o dibujos de los sitios arqueológicos peruanos, que aparentemente solo fueron usados como fuente circunscrita por algunos intelectuales particulares. Más allá de estas consideraciones, es siempre difícil juzgar estos aportes para Europa desde una visión externa. En el Perú las repercusiones de Eugene de Sartiges y Leonce Angrand tanto a nivel de la historia del arte o la arqueología han sido casi nulas, y no podrían constituir de ninguna manera los cimientos de la arqueología peruana, que fueron establecidos recién en las primeras décadas del siglo XX por el huarochirano Julio C. Tello desde la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Los trabajos de Eugene de Sartiges y Leonce Angrand han sido poco considerados, y solo fueron tomados en cuenta por Carlos A. Romero (1909) quien usó los datos de Angrand, por intermedio de Desjardins, para su informe al Instituto Histórico del Perú, que publicó en 1909. A partir de aquí, estas informaciones fueron dejadas de lado e incluso desestimadas por autores como Hiram Bingham (1910), y por más de 100 años no fueron revisadas nuevamente, aunque parezca exagerado decirlo, para ponderar la arqueología del Cusco o de Choquequirao. Son intelectuales como Porras (1963), los que todavía en la segunda mitad del siglo XX empezaron a revalorar estas fuentes desde una perspectiva histórica, y bajo este influjo algunos arqueólogos principiarían a considerar la trascendencia de estos trabajos (Bonavia y Ravines 1970), pero no desde una óptica arqueológica concreta. No es hasta la década de los ochentas en que la arqueología peruana ha puesto de relieve estas contribuciones con las intervenciones del Plan COPESCO en el sitio, y recién se puede evaluar con certeza su real importancia. Al inicio de este trabajo nos planteamos el objetivo de definir el valor de la contribución intelectual de dos viajeros franceses del siglo XIX, en el desarrollo u origen de la arqueología en el Perú, tomando como punto de comprobación el caso de Choquequirao. Hoy sabemos que los trabajos del Vizconde de Sartiges y Angrand sí tienen un corte indudablemente arqueológico
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y artístico, y pueden inscribirse en los anales históricos de la arqueología en el Perú, pero no han significado un punto de referencia para este proceso en el Perú, ni para el origen de la arqueología peruana propiamente dicha. Es claro que el génesis de la arqueología peruana (entendida como una categoría compuesta), tomando a de Sartiges y Angrand como paradigmas, no se encuentra en el siglo XIX ni ha dependido de exploradores o viajeros europeos como los notables autores revisados. Agradecimientos Los autores desean agradecer al revisor anónimo por sus observaciones para mejorar el presente artículo, todos los errores u omisiones son por cuenta de los autores. Bibliografía ANGELIER, Jean Paul, 2005. Exploradores y científicos franceses en Choquequirao desde el siglo XIX hasta hoy. El misterio de las Llamas del sol y el Culto a Los Apus. Fondo Contravalor Perú-Francia. Lima. ANGRAD, Leonce, 1972. La imagen del Perú en el Siglo XIX. Editor Carlos Milla Batres. Lima. BINHAM, Hiram, 1910. The Ruins of Choqquequirau. American Anthropologist 12(4): 505525. Estados Unidos. BONAVIA, Duccio y Rogger RAVINES (Editores), 1970. Arqueología Peruana: Precursores. Casa De La Cultura Del Perú. Lima. DANIEL, Glyn, 1987. Un Siglo y Medio de Arqueología. Fondo de Cultura Económica. México. DARWIN, Charles, 1859. On the Origins of Species by Means of Natural Selection. Murray. London. DAUX, George, 1962. Las Etapas de la Arqueología. Libros de Mirasol. Argentina. De PERTHES, Jacques Boucher de Crèvecoeur, 1841. De la création. Essai sur l’origine et la progression des êtres. Vol. 2. Treuttel et Wurtz. De SARTIGES, Eugene, 1970 [1947]. Las ruinas de Choquequirao. Arqueología Peruana: Precursores. Casa de la Cultura del Perú. Lima.
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Arqueología y arte en dos viajeros franceses del siglo XIX. El caso de Choquequirao, Cusco
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Camino-Tambo-Chaskiwasi. El Qhapaq Ñan a través de las fuentes etnohistóricas andinas Reinaldo Andrés Moralejo reinaldomoralejo@yahoo.com.ar La sabiduría de ese viejo líder campesino cusqueño que, al ser interrogado por ávidos aventureros sobre dónde puede estar el Paititi o, en otras palabras, El Dorado, responde: «Sólo encontrarás el Paititi cuando logres arrancar de tus ojos el resplandor de la codicia.» (Julio Ramón Ribeyro 2007: 97).
Resumen A partir de este trabajo se pretende analizar la información reunida en fuentes etnohistóricas andinas de los siglos XVI y XVII con el objetivo de obtener un esquema general de distribución de sitios en función de un elemento sobresaliente como lo fueron los caminos incaicos. La información analizada hará énfasis en las descripciones tempranas de aquellos posibles caminos incaicos y será complementada con datos provenientes de investigaciones arqueológicas. A través de este análisis es posible organizar un corpus de datos que caracterizan al espacio vial dentro de un contexto incaico determinado. Asimismo, vale destacar que no se ha observado un acuerdo entre los investigadores y/o autores a la hora de establecer las distancias entre los diferentes asentamientos a la vera del camino incaico. Palabras claves: Ordenanzas de tambos, Inkas, variabilidad de espacios-paisajes. Abstract The aim of this paper is to create a scheme of site distribution examining the information collected in Andean ethnohistorical sources from the XVI and XVII centuries according to such a significant element as were the Inka roads. The information analyzed focus on early descriptions of those potential Inka roads and will be complemented with archaeological data. Through this analysis it is possible to organize a corpus of data characterizing the road trace within a given Inka context. It is also worth noting that there is no agreement among researchers and/or authors in establishing the distances between the different settlements on Inka roadsides. Keywords: Ordinances of tambos, Inkas, variability of spaces-landscapes. Introducción El enriquecimiento económico a través de la posesión de tierras y del dominio de los mercados fue uno de los tantos propósitos que despertaron el interés de los hispanos en los tiempos de la conquista. Un ejemplo de ello fue El Dorado o Paititi, una leyenda que significó el deseo ambicioso por la búsqueda de lo desconocido. Otro elemento que despertó la admiración de los hombres de la conquista, y que ha sido y será un punto significativo de investigación en los estudios americanistas, fueron los caminos incaicos (Moralejo 2012).
El sistema vial era el símbolo de la omnipresencia Inka a lo largo de los Andes, era el vínculo con la autoridad del Estado que manejaba la necesidad vital de mano de obra a través de sus instalaciones en los caminos (Hyslop 1992). Para conceptualizar el camino inka recurrimos a la siguiente definición: “cualquier ruta que exhiba o no elementos formales de construcción, que fue usada en tiempos del Imperio y que estuviera relacionada a edificios y/o asentamientos cuyas funciones estuvieran vinculadas al manejo del Estado Inka” (Hyslop 1992: 32). Los estudios sobre el Qhapaq Ñan o caminos
MORALEJO, Reinaldo Andrés, 2012. Camino-Tambo-Chaskiwasi. El Qhapaq Ñan a través de las fuentes etnohistóricas andinas. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 5: 62-81. Lima.
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inkas fueron escasos y sin rigor científico hasta mediados del siglo XX (Vitry 2000) (Figura 1). A partir de allí y con los aportes de investigadores como Regal (1936), Von Hagen (1958), Strube Erdmann (1958 y 1963), Raffino (1981) y Hyslop (1984), entre otros, comenzó un periodo de contribuciones teórico-metodológicas de alto valor científico. A través del tiempo se han ido desarrollando análisis más complejos, muchos de los cuales se basan en el uso de tecnología informática de avanzada (P.e. Sistemas de Información Geográfica o SIG). Nuestro trabajo se centra en la búsqueda de un patrón de regularidad dentro de la relación existente entre los tambos y los caminos. El objetivo general consiste en la construcción de un modelo teórico-metodológico a través del cual se pueda obtener un esquema general de distribución de sitios en función de un elemento axial como lo fueron los caminos incaicos. Al respecto, se propone la hipótesis de que existe una asociación directamente proporcional entre el “locus” tambo y su “eje” camino, manifestada en la distancia regular que separa un locus de otro. La misma dependerá de las condiciones del terreno y del contacto preestablecido por el Inka con los grupos locales. El objetivo específico de este trabajo consiste en el análisis de la información reunida por los primeros cronistas e historiadores referida a la traza de caminos inkas, rutas que luego siguieron los conquistadores, y que después, en tiempos de la Colonia, facilitaron el intercambio económico entre los nuevos centros de población. De esta forma será posible crear un cuerpo de datos que sirva como un “modelo” posible de rastrear en el terreno. Esta es la base de cualquier estudio etnoarqueológico (Binford 1991) por el cual se elaboran hipótesis de trabajo a través de fuentes etnográficas, en este caso promovidas a partir de fuentes etnohistóricas. Metodología Nuestra metodología de trabajo consistirá en la búsqueda de fuentes etnohistóricas e históricas que hagan mención de los caminos indígenas que debían recorrer los españoles para la búsqueda de nuevas instalaciones para poder articular diferentes asentamientos y para poder llevar a cabo diferentes tareas relacionadas con la toma de posesión de las mercedes concedidas. En nuestro caso se hará énfasis en las
descripciones efectuadas por los cronistas de aquellos posibles caminos incaicos. Teniendo en cuenta que las fuentes etnohistóricas nos brindan datos vinculados con posiciones geográficas, densidad de los asentamientos, rutas y circuitos de aprovisionamiento, vivienda, manufacturas, alimentación y actividades económicas (Nacuzzi 1989-1990), podremos abordar ciertos aspectos socioculturales de los grupos indígenas para su posterior reconocimiento en el terreno. Uno de los principales propósitos de la conquista de América del Sur era llegar al Perú ya sea por el lado del Atlántico como por el del Pacífico. Tal es así, que desde los comienzos del proceso de conquista y colonización se formaron dos corrientes en procura de un mismo fin hasta que, posteriormente, sobreviene una lucha económica entre dos núcleos formados a cada lado del continente: el Perú por el lado del Pacífico y el Río de La Plata por el lado del Atlántico. Según Zapata Gollán (1940: 10) esta lucha significó un conflicto de caminos: “el camino de Concolorcorvo, que unía en diagonal el Río de La Plata con el Alto Perú, en competencia con los otros caminos que comunicaban el Virreynato del Perú con el resto del mundo”. Este fue el panorama a través del cual los conquistadores se encontraron con caminos y senderos trazados por los indígenas, quienes paulatinamente se convirtieron en objeto de largas descripciones por cronistas como: Antonio de Herrera y Tordecillas (1730 [1492-1531]); Cristóbal Vaca de Castro (1908 [1543]); Agustín de Zarate (1946 [1543]); Juan de Betanzos (1987 [1551]); Francisco López de Gomara (1979 [en línea]); Cristóbal de Molina (1968 [1552]); Pedro de Cieza de León (2005 [1553]); Bernabé Cobo (1892 [1653]); Diego de Ortega Morejon y Fray Cristóbal de Castro (1974 [1558]); Alonso de Borregan (1968 [1565]); Diego Fernández (1963 [1571]); Fray Martín de Murúa (en línea [1590]); Reginaldo de Lizarraga (1987 [1594-1607]); Inca Garcilaso de la Vega (1976 [en línea]); Fernando de Montesinos (1930 [1644]). Por razones que ya hemos indicado anteriormente sólo haremos énfasis en los caminos incaicos y en la importancia de estas primeras descripciones para futuras investigaciones. El documento que aquí analizaremos es una ordenanza denominada Ordenanzas de Tambos. Distancias de unos a otros, modo de cargar los indios y obligaciones de las justicias respectivas
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Figura 1. El Qhapaq Ñan en tiempo de los Inkas. Representación tomada de Felipe Guaman Poma de Ayala (1980: Tomo I, 255 [1584-1615]).
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hechas en la ciudad del Cuzco en 31 de mayo de 1543 de Cristóbal Vaca de Castro (1908 [1543]) (de ahora en adelante: Ordenanzas de Tambos). El mismo se complementará con algunos testimonios de cronistas que nos informan sobre los caminos reales del Inka. La importancia de considerar estas Ordenanzas recae en el hecho de que fueron escritas en una fecha temprana (1543) de la dominación española, lo que las convierte en las primeras de esta clase de fuentes1,2. Además, son inmediatas al período de destrucción del Estado nativo y de su sistema centralizado de circulación (Glave 1988), por lo que constituyeron una primera aproximación a la incorporación y organización estatal del servicio de cargas y encomiendas. Siempre se manifestó el deseo español de transformar la vida de los indígenas, para ello era necesario implantar el orden colonial y la organización castellana a imagen y semejanza de las aldeas peninsulares con sus alcaldes, regidores, oficiales y jueces de agua (Rostworowski de Diez Canseco 1975). Esto significaba tener muy presente las cuestiones socioeconómicas de los naturales a fin de poder instaurar un nuevo sistema. A esto tambien se refiere Rostworowski de Diez Canseco (1975: 120) cuando dice que “se formó entonces una superposición del fuero indígena con otro europeo y es sugestivo estudiar la adaptación de las cos1 Otro ejemplo de la importancia de este tipo de fuentes es el documento Reales Ordenanzas, Instrucciones y Reglamentos aprobados por el Rey de España para el Gobierno y manejo de la Renta de Estafetas, Correos y Postas del Perú y Chile, impreso en Lima en 1779. El mismo señala el itinerario de los correos reales desde la ciudad del Cuzco a la de Santiago de Chile y permitió al ingeniero Francisco J. San Román demarcar un tramo del Camino del Inca en el desierto de Atacama (Magallanes 1912). 2 Posteriormente en 1566 fueron dictadas las Ordenanzas del oidor Gregorio Gonzáles de Cuenca (Ordenanzas del Doctor Cuenca) durante su “visita” a Trujillo y las cuales se dirigían al cacique de Jayanca (Rostworowski de Diez Canseco 1975). Luego en el período 1570-1575 sobrevinieron las reformas toledanas -Ordenanzas de Toledo- (Glave 1988), quien inspirado en los testimonios de aquellos años y sobre todo en la obra de Juan de Matienzo, Gobierno del Perú de 1567, logró organizar de manera efectiva el virreinato del Perú (Rostworowski de Diez Canseco 1975).
tumbres hispanas al medio andino, y la incorporación de nuevas estructuras sociales que vinieron a yuxtaponerse a las antiguas”. Las reglas impuestas en Las Ordenanzas de Tambos de Vaca de Castro señalan en algunos casos la supresión y en otros la continuidad de tal o cual tradición indígena, lo que nos permitirá dar cuenta de costumbres y hábitos que los andinos tenían antes del dominio hispano. En el caso de las crónicas, debido a que la mayoría están dedicadas a la gloria y honra de algún personaje o del pueblo español y, muchas veces, se encuentran afectas a pretensiones literarias por parte de su autor, se puede estar incidiendo en la deformación de la realidad por lo que debe tomarse con precaución toda la información que nos brinden (Advis Vitaglich 1994 y Chacaltana Cortez 2010). Las Ordenanzas de Tambos: reconstrucción del sistema vial incaico El manuscrito del Licenciado Cristóbal Vaca de Castro deja entrever, en el primer período de la conquista, la necesidad de los gobernantes de optimizar ciertas vías de comunicación con un fin meramente económico: “En la Ciudad del Cuzco de estos reynos del Piru en primero dia del mes de Junio año del Nascimiento de nuestro Salbador Jesu-Christo de mil y quinientos y quarenta y tres años estando juntos en Cabildo y Ayuntamiento el Ilustre Señor Licenciado Cristóbal Baca de Castro Caballero de la Orden de Santiago del Consejo Real de S. M. su Governador y Capitan General en estos Reynos y Provincias de la Nueba Castilla y nuevo Toledo llamado Piru &a. Y los Señores Justicia y Regidores de la dicha Ciudad como lo han de uso y de costumbre de se ayuntar para las cosas tocantes y cumplideras al servicio de S. M. y bien y pro comun de la dicha ciudad conviene a saver el Licenciado Antonio de la Gama Teniente General y Graviel de Rojas, y Pedro de los Rios, Alcaldes, y Antonio Altamirano, y Francisco Maldonado, y Diego Maldonado de Alamos, Regidores. y en presencia de mi Gomes de Chaves, Escrivano Publico y del Concejo de la dicha Ciudad el dicho Señor Governador dijo; que por quanto en estos dichos Reynos ha avido y ay gran diminucion de los Indios naturales ansi por estar los Tambos de los caminos despoblados y ansi los de la Sierra como los de los Llanos y tambien por los cargar como los han cargado hasta ahora y en
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mucho numero y con cargas exesibas y largas jornadas por los vecinos estantes y avitantes en estos dichos Reynos y por otros daños y malos tratamientos y robos que les hasen su señoria en cumplimiento de lo que para el remedio de ello S. M. le mando y encargo haviendolo vien visto y mirado informadose de los muchos males y daños que sobre ello ha avido y de los remedios que para ello se devian poner havia hecho ciertas ordenanzas las quales el les mostraba para que les constase de la utilidad y provecho que de ellas se seguia en bien y conservacion de la tierra y naturales de ella quales queria mandar pregonar, cumplir, y executar su tenor de las quales son las siguientes.” (Vaca de Castro 1908: 427 y 428 [1543]). Para ello era necesario el reestablecimiento de determinadas, y estratégicas, rutas indígenas tal como lo demuestran estos pasajes de las Ordenanzas: “Que en los caminos Reales hayan de haber Tambos señalados. Primeramente por que la causa principal por que reciben los Indios daño muertes y diminucion en el cargarlos es por no estar los Tambos antiguos del tiempo de Guaynacaba y sus antepasados poblados como estaban quando estos Reynos se ganaron y redusieron al servicio y obediencia de S. M. siendo en sus tiempos los Indios cargados se mandaban o daban a otros o havia bastimentos o lo necesario en depositos para los dichos Indios sin que lo llevasen sobre las dichas cargas, y por no estar al presente assí los dichos Tambos les falta lo susodicho o an de llevar o llevan su comida sobre las dichas cargas y pasan muchas jornadas con las cargas hasta parte poblada es necesario que ante todas cosas esto se remedie y provea por ordenansa y Provision u otro si porque esto no se puede haser por todos estos Reynos sino en los Caminos Reales por donde se andaban estas Provincias en el tiempo de los señores pasados combiene señalar los dichos Caminos a donde estaban poblados los dichos tambos y porque demas de lo susodicho combiene assí porque por experiencia se a visto que por salir los caminantes de los caminos reales rancheando los Indios y es causa porque anden baldios por la tierra y de que los Indios hayan muerto, o maten muchos Españoles por ende para evitar lo susodicho y proveiendo sobre ello Ordeno y mando que de aquí adelante se camine, y
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anden estos Reynos por todos los caminantes por los caminos y Tambos siguientes.” (Vaca de Castro 1908: 429 y 430 [1543]). “Para que sirvan en cada Tambo los Indios que antiguamente suelen servir. Otro si Por quanto Guaynacaba Señor que fue de estos Reynos y los otros que fueron tenian repartido, y ordenado toda la tierra Pueblos, Aldeas y lugares de los Indios naturales que havian de servir en los dichos Caminos en cada uno de los Tambos y porque ahora no se podria ordenar en otra manera mejor de como los dichos señores lo tenian proveido y ordenado y porque assí conviene que se haga al presente porque de otra manera no podrían estar los dichos Tambos hechos poblados y proveidos como de suso ba ordenado y proveido mando que lo suso dicho que en tiempo de los otros Señores se guardaba se guarde y cumpla de aquí adelante e que en cada uno de los dichos Tambos que de suso ban declarados sirvan los Casiques e Indios, Pueblos, Aldeas y lugares que solian servir en los dichos Tambos, depositos y Provision de ellos assí los Casiques y Pueblos que de suso van declarados en las partidas de los dichos Tambos como todos los otros que solian servir aunque aquí no bayan declarados assí en el hazer las Casas como en la Provision e Indios que en ellos ha de estar segun y como ba declarado y de la manera que tenian costumbre de hacer y hacian sirviendo en tiempos que estos Reynos se ganaron y reducieron al servicio de S. M.” (Vaca de Castro 1908: 455 [1543]). Es importante destacar que en este documento se hace alusión a los tiempos de Huayna Capaq (Guaynacaba) y que los tambos asentados en los Caminos Reales o Qapaq Ñan estaban equipados con suficiente gente (Indios o Naturales) y provisiones “...que pueblen y tengan poblados y bastecidos de Comida para los Caminantes que pasaren y que hubieren en la Provincia de cada Tambo y que no sean obligados a dar Carne a los Yanaconas ni a los Indios ni Indias que los españoles llevaren consigo y que assí mismo tengan en los dichos Tambos, Agua, Leña y Yerba de Indios como de antes solian estar en dichos Tambos para llevar las cargas (...) que puede llevar cada uno...” (Vaca de Castro 1908: 453 [1543]). Es decir, que todo español que estuviera a cargo de un tambo trataba de que éste estuviera siempre en buenas condiciones, y muy bien proveído, con el motivo de hospedar a cada caminante. Al mismo tiempo cumplía la función de Alguacil de
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Campo a través de la cual “...tengan vara de Justicia por que el remedio de lo susodicho consiste en la ejecucion de lo contenido en estas ordenanzas y en que los dichos Naturales tengan perzona que los ampare y defienda que por ninguna persona les sea hecho algun mal tratamiento y porque lo susodicho se pueda cumplir y ejecutar ordeno y mando que cada uno de los Españoles que hubieren de residir y residieron en los dichos Tambos pueda traer y trayga vara de Justicia de Alguacil del Campo en los Caminos, Pueblos, Aldeas y lugares de los dichos Naturales que por este Capitulo doy facultad y lizenzia...” (Vaca de Castro 1908: 461 [1543]). Las rutas que se habilitaron al comercio y comunicación fueron las siguientes: 1. De la ciudad del Cuzco a la Villa de Plata (provincia de los Charcas) “Del Cuzco al tambo de Mohina o Quispicanchi. Primeramente el camino que se ha de caminar y por donde han de ir o benir de este Ciudad del Cuzco para la villa de la Plata que es en la Provincia de las Charcas an de ir al Tambo de Mohina y porque el dicho Tambo esta Quemado y en el asiento de el no hay agua y en su lugar esta poblado y sera el primer Tambo el de Quispicanchi...” (Vaca de Castro 1908: 430 [1543]). Los tambos que le siguen al de Quispicanchi por esta ruta son: Urcos, Quiquijana, Cangalla, Compapata, Cacha, Sicuani o Chiguana, Lurucache, Chungara y Ayahuire. “De Chungara a Ayahuire. Y del Tambo de Chungara al Pueblo y Tambo de Ayahuire que es de Francisco de Villacastin en el qual han de servir todos los Indios del dicho Pueblo y lo a el sugeto y los Pueblos Hururu y Asillo con lo a el sugeto. Aqui se apartan los dos caminos a la redonda de la laguna que se llama Omasuyo o Hurcosuyo.” (Vaca de Castro 1908: 432 y 433 [1543]). a) El camino de Omasuyo se dirige, desde Ayahuire, hacia Pupuja continuando posteriormente por Chuquicache o Quiquicache, Guancani, Moho, Guaycho, Carabuco, Achacache, Guarina, Pucarani, Llaja, Oyachea, Cajamarca, Hayo Hoyo, Pipica, Caracollo (de aquí en adelante los tambos pertenecen a la jurisdicción de Villa de Plata ocupada por indios Suras y Charcas) Paria, Butambo o Guanachuspa, Chayanta, Chuquiavo (La Paz), Pocoato, Macha, Caracara
y Moromoro hasta arribar finalmente a la Villa de Plata. “De Moromoro a la villa de Plata. Y del dicho Pueblo de Moromoro se tiene de ir a la dicha villa de Plata otro si demas del dicho camino Real que va señalado de esta ciudad del Cuzco a la Villa de Plata puedan ir por el camino antiguo que se toma de Ayahuire como sera declarado.” (Vaca de Castro 1908: 436 [1543]). b) “Donde se dividen los dos Caminos Reales del Collao para la Villa de Plata. En el Pueblo de Ayahuire por razon de la Laguna se dividen dos caminos el que llaman de Omasuyo y el que de uso esta declarado, y el otro que se llama de Hurcosuyo es el siguiente” (Vaca de Castro 1908: 436 [1543]). A partir de Ayahuire se continua a través de los tambos: Pucara, Nicasu, Camata, Caracoto, Paucarcolla, Puno, Chucuito3, Acora, Hilavi, Xulli, Pomata y Sepita. “De Sepita a Machaca. Y del dicho Pueblo de Sepita se pasa la puente del Desaguadero de la Laguna y se tiene de ir al Pueblo de Machaca que es del Repartimiento del Marques…” (Vaca de Castro 1908: 437-438 [1543]). Posteriormente se sigue por Caquiavire o Caciyabire, Caquicora4, Callapa, Totora (primer tambo de la jurisdicción de la Villa de Plata), Chuquicota, Colque, Andamarca, Churimarca, Aullaga y el Tambo de Hernando de Aldana (provincia de Aullagas). Por último, y atravesando territorio de los Charcas, se pasa por Porco (donde se encuentran las minas de plata de los Charcas) hasta finalmente arribar a la Villa de Plata. 2. De la Villa de Plata a la Villa de Arequipa “Otro si para venir de la dicha Villa de Plata a la villa de Arequipa se ha de venir por los caminos Reales susodichos hasta la puente del Desaguadero y de la dicha Puente por todos los 3 Desde el tambo de Chucuito hasta el tambo de Caquicora pertenecen al repartimiento del Marques, Rey o S. M. “...en el qual han de servir el dicho Pueblo y aldeas con lugares a el sujetos.” (Vaca de Castro 1908: 437-438 [1543]). 4 “Adonde se toma en el Collao la Trabesia o Camino para las Minas de Plata de Porco de los Charcas. Otro si del dicho Pueblo de Caquicora atraviesan al Camino Real de Omasuyo en un dia y del dicho Pueblo Caquicora se pasa el Rio y se toma el Camino para ir a las Minas de Plata de los Charcas de porco de plata para las quales han de ir por los Tambos siguientes.” (Vaca de Castro 1908: 438 [1543]).
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Pueblos del Rey hasta Chucuito.” (Vaca de Castro 1908: 439 [1543]). Es decir, que saliendo de Villa de Plata hay que dirigirse en sentido contrario al tramo anteriormente descrito hasta llegar a Chucuito. A partir ahí se continua hacia Puno, Hatun Collao, Cahuana y Xaquixaguana hasta concluir la marcha en Arequipa. 3. De la ciudad del Cuzco a la Villa de Arequipa “Y de esta Ciudad del Cuzco al Tambo de Quispicancha y del Tambo de Quispicancha al de Urcos y de Urcos a Quiquijana, en los quales dichos Tambos tienen de servir los Caciques Pueblos e Indios que estan declarados.” (Vaca de Castro 1908: 440 [1543]). Del tambo de Quiquijana se sigue en dirección al pueblo o tambo de Pomacancha, pasando luego por Yanacoa, Cora (tambo de Juan de Figueroa) y un tambo a cargo de Don Christoval con los indios Hatun Cana encomendados. “Y del dicho Tambo se ha de ir al pueblo de Hatun Cana en el qual han de serbir los Indios del mismo Pueblo con los otros Indios que por alli tiene Don Christobal porque desde el dicho Tambo hasta la Villa de Arequipa hay cinco o seis jornadas de despoblado tierra mui fria y muy pobre de Leña y sin ningunos bastimentos y no es justo que los Indios atrabiesen con cargas el dicho despoblado. Mando que el dicho Pueblo o Pueblos Canas se tome el camino por los Collaguas por el qual ay poblado una noche si, otra no y es poco lo que se rodea.” (Vaca de Castro 1908: 441 [1543]). 4. Del pueblo o tambo de Ayahuire hacia el pueblo o tambo de Puno en el caso del anegamiento del camino Real de Hurcosuyo “Otro si por que en tiempo de inbierno el Camino de Hurcosuyo desde el pueblo de Ayahuire hasta Puno ay muchas alnegas, esteros, o brazos de Rios, y en el dicho tiempo es travajoso de caminar por alli en tal caso doy lisencia para que se pueda caminar y camine desde el dicho Pueblo de Ayaguire a Quipa y de Quipa a Lampa, y de Lampa a Tocona, y de Tocona a Hatun Collao, y del pueblo de Puno que es en el dicho Camino Real.” (Vaca de Castro 1908: 442 [1543]). 5. De la ciudad del Cuzco a la Villa de San Juan de la Victoria: Este Camino Real partía del Cuzco en direc-
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ción a los tambos de Xaquijaguana (Xaquixaguana) y Limatambo. “Y del dicho Tambo de Limatambo se tiene de ir al Tambo de Guarina en el qual han de servir los Indios y Pueblos siguientes, Pitocalla o Cacho o Tilca que son de Antonio Ruiz de Guebara, cotomalca o Ayaranga o Bambate que son de Setiel y todos los Pueblos aldeas y lugares que tiene el fator Illan Suares de Carvajal en la Provincia de Cotabamba que es de la otra parte del Rio de Apurima. Y del dicho Tambo de Apurima se tiene de ir al Tambo de Curaguasi...” (Vaca de Castro 1908: 443 [1543]). Creemos que al nombrar la Provincia de Cotabamba hace referencia a la provincia de Cochabamba ubicada del otro lado del río Apurímac. De ahí, que el tambo tenga dos menciones diferentes, una Guarina y la otra Apurima; este último topónimo hace notar la cercanía con el río ya mencionado. Del tambo de Curaguasi hay que dirigirse al tambo de Abancay o Cabana, luego se prosigue sucesivamente por Cochacajas, Curimba o Curamba, Andahuaylas, Vramarca (primer tambo perteneciente a la jurisdicción de la Villa de San Juan de la Victoria), Vilcas y Chupas hasta alcanzar San Juan de la Victoria. 6. De la Villa de San Juan de la Victoria a la ciudad de Lima o ciudad de los Reyes “Otro si desde la Villa de San Juan de la victoria para ir a la Ciudad de los Reyes se ha de ir todo el camino Real, y el primer Tambo saliendo de la Villa ha de ser el Tambo de Yangar en el qual han de servir los Indios Mitimaes de Diego Gabilan.” (Vaca de Castro 1908: 445 [1543]). Los tambos siguientes, en orden sucesivo, hasta la ciudad de los Reyes son: Marses, Parcos, Picoy, Aco, Llacaja Paraleanga en Ica, Patan, Jauja, Chupayco, Pariacaca, Huarochiri, Chondal y Natin. 7. De San Juan de la Victoria a la ciudad de la Frontera de los Chachapoyas y a la villa de Guanuco “Otro si para ir o venir de esta Ciudad del Cuzco a la Ciudad de la Frontera de los Chachapoyas o a la Ciudad de Leon se tiene de ir por el dicho Camino Real que de suso esta declarado de esta Ciudad a San Juan de la Victoria y de la Villa de San Juan al Tambo de Jauja desde donde se aparta el Camino para la dicha Ciudad de los Chachapoyas o Villa de Guanuco, y el primer Tambo donde se ha de ir desde el dicho asiento de Jauja es del asiento de Tarama y de alli todo
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el Camino Real hasta las dichas Ciudades o Villa, Mando a mis Tenientes que hagan poblar los dichos Tambos cada uno en su jurisdiccion conforme a lo contenido en estas Ordenanzas.” (Vaca de Castro 1908: 447 [1543]). 8. De la ciudad de Lima a la Villa de Arequipa “Otro si para ir o benir de la Ciudad de los Reyes a la Villa de Arequipa se tiene de ir de la dicha Ciudad al Tambo de Pachacama en el qual han de servir los Indios de Hernan Gonzales y Bernardo Ruiz. Y del dicho Tambo de Pachacama se tiene de ir al Tambo de Chillca (...) Y del dicho Tambo de Chillca se ha de ir al Tambo de Lamar (...) Y del dicho Tambo de la Mar se tiene de ir al Guarco (...) Y del dicho Tambo del Guarco se tiene de ir al Tambo qne esta sobre el Rio Lunaguana en el qual dicho Tambo han de servir los Indios de Chincha que son Mitimaes que estan en el dicho Rio e Indios de Diego de Agüero. Y del dicho Tambo del dicho Rio se tiene de ir a Chincha que es de S. M. Iden del dicho Tambo de Chincha se ha de ir a Cangalla (...) Y del dicho Tambo de Cangalla se tiene de ir al Tambo de Ica (...) Y del dicho Tambo de Ica se tiene de ir al primer Valle de Lanasca el qual ha de estar siempre Poblado el Tambo y proveido por razon de que ay dose leguas de despoblado del Tambo a otro en el qual han de servir los Indios del mismo valle. Y del dicho Tambo del primer valle se ha de ir al Tambo de Collao que es en el tercero valle de Lanasca en el qual han de servir los Indios del mismo valle. Y del dicho Tambo del Collao se tiene de ir al Pueblo de Lanasca (...) Y del dicho Pueblo principal de Lanasca se ha de ir a Apoloma que es otro valle de la dicha Nasca en el qual han de servir los Indios del dicho Valle de la dicha Nasca (...) Y del dicho Valle de Apoloma se ha de ir al Tambo de Hacari (...) Y del dicho Tambo de Acari se ha de ir al Tambo del segundo valle de Hacari que se dice Taqui (...) Y del dicho Tambo de Mendoza que se llama Taqui se ha de ir a Vilcaroca (...) Y del dicho Valle o Tambo de Vilcaroca se ha de ir a Tico (...) Y del dicho Tambo Atico se ha de ir a un Pueblo de Pescadores que esta cerca de la Mar (...) Y del dicho Pueblo de Pescadores se ha de ir a Ocoña en el qual han de servir los Indios del mismo valle (...) Y del dicho Tambo de Ocoña se ha de ir a Camana en el qual han
de servir los Indios de todo el valle (...) Y del dicho Tambo de Camana se ha de ir a 9 leguas de despoblado a otro valle de que se sirve Gomes de Leon que se llama Ciguas en el qual han de servir los Indios del dicho Gomes y los que tiene en el dicho valle. Y del dicho Tambo de siguas se tiene de ir al valle y Tambo de Vitor (...) Y del dicho valle de Vitor se tiene de ir a la villa de Arequipa.” (Vaca de Castro 1908: 447-449 [1543]). 9. De la ciudad de los Reyes o Lima a las ciudades de Trujillo y San Miguel “Otro si para ir de la Ciudad de los Reyes a la de Trujillo se tiene de ir al Tambo de Don Domingo...” (Vaca de Castro 1908: 449 [1543]). Luego le siguen en orden sucesivo hasta llegar a Trujillo los tambos Pintado, Guaurua, Supe, Barranca, Parmonga, Guarmey, Cazma, Guambacho, de Santa, Suo y Guañape. “Otro si en el camino que se ha de llevar, o Tambos que han de estar poblados desde la Ciudad de Trujillo hasta la villa de San Miguel son los siguiente, De la dicha ciudad se ha de ir al Tambo de Chicama en el qual han de servir los Indios de Diego de Mora y Francisco de Fuentes.” (Vaca de Castro 1908: 450 y 451 [1543]). A continuación del tambo de Chicama le siguen Pacasmayo, Caña, Collique, Sinto, Tucume, Jayanca, Motupe, Quiros, Ala, Paur, hasta finalmente alcanzar la ciudad de San Miguel. 10. De la ciudad de San Miguel al Pueblo de Tumbes Este trayecto discurría, desde la ciudad de San Miguel, en primer lugar por el Tambo de Zapatera, luego le seguían Tambo Malinche, Tambo Grande, Tambo de Posechos y en último lugar el Tambo de Solana hasta arribar a Tumbes (Vaca de Castro 1908: 452 [1543]). 11. Desde Lima a Quito (Ecuador) “Otro si para ir de la Ciudad de los Reyes a la de Quito se tiene de ir por todo el camino Real que sale de la dicha Ciudad de los Reyes hasta la villa de San Miguel por los Tambos de suso contenidos. De la dicha villa de San Miguel se ha de ir por todo el camino Real por Zaganacbe o Carrochamba y Tomebamba y todo el camino Real hasta Quito en el qual se han de poblar todos los Tambos que estaban poblados en el tiempo en que se conquistaron y poblaron de Españoles estos Reynos los quales dichos Tambos mando a los Tenientes mios de la dicha Ciudad o villa hagan luego poblar conforme a lo contenido en estas Ordenanzas cada uno de los dichos
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Tenientes los que estuvieren en su jurisdicción” (Vaca de Castro 1908: 452 [1543]). Tal como lo demuestran estas Ordenanzas se habilitaron sólo una parte de los caminos reales, es decir aquellos que constituyeron fuertes intereses, tanto de instalación como de vigilancia y tránsito, siendo necesario el control de energía e información hacia los diferentes centros políticos-administrativos. La existencia de otras rutas queda demostrada cuando el Licenciado Vaca de Castro (1908: 480 [1543]) en sus Ordenanzas “...manda que ninguna perzona no pueda caminar ni camine fuera de los Caminos Reales, Mando que la persona o perzonas que por mandado del Governador, o de su lugares Tenientes o de otra qualquier Justicia fuere a cosa que conbenga al servicio de S. M. o a la ejecucion de la Justicia, las personas tales puedan caminar por donde les pareciere que conbiene para la ejecucion de los que les fuere mandado sin incurrir por ello en ninguna pena.” y “...si por quanto muchos de los vezinos tienen sus repartimientos fuera de los Caminos Reales declaro y mando que los tales vecinos y la persona que enviaren puedan ir y vallan ellos por el camino acostumbrado sin incurrir en ninguna pena.” (Vaca de Castro 1908: 480 [1543]). Debido a la importancia de la explotación minera que la Corona tanto codició, los caminos mineros fueron de suma importancia a tal punto que “...la gente y ganados y bastimentos que fueren a las minas de Oro y plata an de ir atrabezando por la tierra mando que las tales perzonas, gente, recua, y ganado pueda ir y baya por el Camino o Caminos que les pareciere que les conviene sin incurrir en ninguna pena...” (Vaca de Castro 1908: 480 y 481 [1543]). El arreglo de los caminos era una condición sine qua non por lo cual “...para se poder caminar los dichos Caminos que de suso ban señalados sin peligro y los caminantes no tengan causa de se desbiar ni salir de ellos ni hazer daño a los Indios ni recibirlo ellos hay necesidad muy grande de aderezar los dichos caminos y muchos Pasos que estan quebrados (...) ordeno y mando que todos los caminos malos pasos, calzadas y Puentes de los dichos Rios, aderezen y renueben las dichas perzonas y vecinos que tiene encomendados los dichos Indios en cuya pertenencia estuvieren o fueren obligados a adobarlos, y hacerlo como
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hazian en tiempo de los Ingas Señores pasados y las puentes en esta manera que las que solian estar de Crisnejas se hagan assi y las que pudieren hazer de madera se hagan de manera que esten sufisientes y seguras para el paso de los caminantes, lo qual hagan y cumplan dentro de 4 meses después que esten publicadas estas Ordenanzas y lo tengan todo siempre assi reparado so pena de incurrir en pena de la primera ordenanza susodicha aplicada como en ella se contiene y que los dichos Españoles y Alguaziles que han de estar en los dichos Tambos puedan juntar todos los Caziques que fueren obligados y suelen hazer los dichos Caminos y Puentes para lo que se les da por esta Ordenanza entera facultad y poder.” (Vaca de Castro 1908: 462-464 [1543]). Para que esta reglamentación fuera llevada a cabo con total eficacia era necesario que ciertas personas se encargaran de su contralor. Por tal motivo, el Gobernador concedía, además de los Alguaciles de Tambos y Campos, ciertas facultades bajo el título de Veedor o Visitador, los cuales dos veces por año “...vean como se cumple y guarda lo contenido en estas Ordenanzas y en lo que hallaren que no se ha guardado y cumplido lo hagan guardar, egecuten las penas (...) y cada uno de los quales pueda llebar y llebe consigo un Escrivano del Rey ante quien visite y haga las condenaciones que huviere de hazer...” (Vaca de Castro 1908: 481 y 482 [1543]). Varios pasajes de estas Ordenanzas, al referirse al peso de las cargas a transportar por los indios caminantes, revelan una corta distancia entre los tambos “...que en aquel tiempo heran las cargas moderadas y los tambos poblados y cerca unos de otros...” (Vaca de Castro 1908: 464 [1543]). Debido a ello se dispuso “...que los Tambos esten poblados y haya en ellos Indios y comida para que los Indios no pasen cargados largas jornadas, Ordeno y mando que todas y qualquier perzona que assi llebaren los dichos Indios cargados con cargas no lo pasen desde donde se los dieren mas de hasta otro Tambo poblado, so pena de perder las cargas y 30 pesos de Oro por cada Indio que assi pasare aplicado en la manera que dicha es” (Vaca de Castro 1908: 465 [1543]). De esta forma, con los tambos poblados y abastecidos lo suficiente como para mantener a la población y a los transeúntes, no era necesario que estos últimos transportaran provisiones. De ahí que “...ordeno y mando que ningun Español ni caminante no tome ni llebe de un Tambo
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cosa alguna para delante comida ni Provision (...) exepto que si de un Tambo a otro huviere mas de una jornada pueda llebar de comer hasta el otro Tambo conforme a las jornadas que hubiere...” (Vaca de Castro 1908: 470 y 471 [1543]). Tal es así que podía darse el caso de trayectos despoblados5 con 30 leguas de distancia para lo cual se disponía que los indígenas no volvieran cargados al tambo de donde habían partido “Otro si porque demas de los dichos daños y Trabajos que haran en hacer los dichos Españoles y los dichos Indios con llebar las dichas cargas hazen otro y es que después de llegados al Tambo los Indios con las cargas y a que alli les den otros entregan los que lleban a los Caminantes que llegan para que los buelban cargados a los Tambos donde salieron y aun muchas vezes en el Camino los truecan y en parte donde han andado los Indios muchas jornadas por ser despoblado de manera que acontece andar los dichos Indios cargados treinta leguas y bolber otras treinta en partes donde ay falta de Tambos por ende para remedio de lo susodicho Ordeno y mando que de aqui adelante los Indios que llegaren cargados a un Tambo ni los Indios de aquel Tambo, ni el Español o Españoles que ay estubieren, ni los Caminantes que ay vinieren no los tomen para tornarlos cargados a los Tambos donde salieron por manera alguna, so pena de treinta pesos...” (Vaca de Castro 1908: 478 [1543]). Ahora, teniendo en cuenta que: 1) las cargas se hicieron en los respectivos tambos; 2) los indios cargados no podían sobrepasar más de un tambo; 3) solamente se aceptaban cargar provisiones en el caso de que el viaje se extendiera por más de un día; y 4) había tramos de treinta leguas desprovistos de tambos, podemos pensar en una distancia mínima de “una jornada” de viaje entre dos tambos, pero que no era siempre regular ya que, según fuera
5 El término despoblado se refiere al hombre y no a la geografía, quiere decir: tierra sin población, sin pueblos, sin gente, independiente de sus condiciones ecológicas. Cuando se aplica a extensiones desérticas, no se refiere a una determinada condición natural sino a que no habita gente (Advis Vitaglich 1994: 125-126).
el caso, se podía superar el día de marcha. En relación a la medida de la legua, Hyslop (1992) advierte que es un concepto muy ambiguo, tema que trataremos en las discusiones de este trabajo. En términos generales, sostiene que una legua promedio podía tener una distancia de 5 km con un desvío estándar del 20%. En los primeros tiempos de la conquista también era necesario tener el control de todos los viajeros, para lo cual la Justicia dispuso el uso de una licencia “...por quanto para mejor se pueda aberiguar que personas son las que van contra las cosas contenidas en esta dicha Ordenanza y para remedio de que la gente no ande bagabundo por los Pueblos de los Indios es cosa mui necesaria que las perzonas que hubieren de caminar antes que salgan del Pueblo de Christianos donde estubieren saquen licensia de la Justicia para que la dicha Justicia sepa quien va o donde quiere ir y si combiene darle la dicha licensia o no, Ordeno y mando que todas las perzonas que hubieren de caminar de diez leguas arriba de la tal Ciudad, o Villa donde hubieren de partir sean obligados a sacar y saquen licensia (...) y en cada Ciudad o Villa haya un libro que tenga el Escribano en que se asienten las dichas lisencias y a quien se dan y para donde van, y el dia, y el mes, y año para que mejor se pueda averiguar quien de los que parten (...) para que si no estubieren proveidos los Tambos por donde ha de pasar (...) los hagan proveer...” (Vaca de Castro 1908: 475 y 476 [1543]). Entonces, tal como lo manifiesta la Ordenanza se necesitaba de un determinado permiso para caminar 10 leguas. El mismo había que presentarlo en cada ciudad o villa por la cual se transitara, al efecto de quedar registrado. De esta manera, de acuerdo a nuestro análisis de la Ordenanza, sostenemos la hipótesis de que las distancias entre un tambo y otro eran de, por lo menos, diez leguas. El flujo de información circulante era constante y se sostenía a través de los tambos, desde los cuales de un día para otro, según fueran las jornadas de viaje, los Alguaciles de Campo podían dar cuenta de su situación “...porque los dichos Alguaziles que han de residir en los Tambos esten mejor aparejados de los Indios que fueren necesarios para las cargas y servicio de los que caminaren Ordeno y mando que los dichos Alguaziles se den abios unos a otros de la gente que viniere en tal manera que el Tambo de atras
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donde llegaren algunos caminantes le haga saber luego el mismo dia que llegaren al Tambo de adelante para que aquella noche se sepa en el para quantas personas se han de aparejar Indios porque los tales caminantes no se detengan por falta de ellos.” (Vaca de Castro 1908: 477 [1543]). Otros aportes etnohistóricos para el estudio de la vialidad Imperial La conquista española se vio favorecida, desde un primer momento, por el uso inmediato de los caminos y posadas que los Inkas tenían construidos. Estas posadas conocidas como tambos formaron parte esencial de la compleja red de caminos que unían un vasto territorio comprendido por Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile. Según López de Velasco (1971: 203 [1571-1574]) los tambos eran “suntuosos aposentos proveídos de comidas y ropas y calzados para la gente de guerra que por ellos caminaba.”. En su obra Historia del descubrimiento y conquista de la provincia del Perú Agustín de Zarate dice: “Demás de la obra y gasto destos caminos, mandó Guaynacaba que en el de la sierra, de jornada a jornada, se hiciesen unos palacios de muy grandes anchuras y aposentos, donde pudiese caber su persona y casa, con todo su ejército, y en el de los llanos otros semejantes, aunque no podían hacer tan menudos y espesos como los de la sierra, sino a la orilla de los ríos.” (Agustín de Zarate 1946: 540 [1543]). La construcción de esta vasta red caminera se debe tanto a Topa Inka Yupanqui como a su hijo Wayna Cápac. Los cronistas Pachacuti Yamqui Salcamaygua (1613) y Anello Oliva (1631) coinciden con Ortega Morejón y Castro cuando atribuyen a Topa Inka Yupanqui ser el artífice y gestor de esta red vial (Coros Cantín y Coros Villca 1999); “...mando en toda la tierra se hiziesen caminos que llaman capañan que quiere dezir camino real mando q(ue) le hiziesen casa en cada valle y le señalasen chacaras y le diesen mugeres hizo haer tanbos reales y hizo casas de agras…” (Ortega Morejón y Castro 1974: 94 [1558]). Betanzos (1987: 113 [1551]), al respecto, dice que este Inka, refiriéndose a Topa Inka, “como fuese ganando las provincias fuese poniendo postas juntas unas de otras por todo el camino por do pasase”. Por otra parte existen cronistas como López de Gomara (1552) y Contreras y Valverde (1649)
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que señalan que Wayna Cápac fue quien se encargo de continuar con la obra de su padre (Coros Cantín y Coros Villca 1999): “Guainicapa lo alargó y restauró, y no lo hizo, como algunos dicen; que cosa vieja es, y que no la pudiera acabar en su vida.” (López de Gomara 1979: 282 [en línea]). En cuanto a las distancias existentes entre los diferentes lugares de asentamiento a la vera del camino, los antecedentes son imprecisos6 pero marcan una concertada equidistancia entre los mismos, Cristóbal de Molina (1968: 68 [1552]) se refiere a ello cuando dice que “algunas partes de este camino especialmente desde la ciudad el Cuzco adelante, hacia el Estrecho de Magallanes y provincias de Chile, va señalado en el camino la media legua; por manera que sin reloj ni otra cuenta sabe el hombre a cada paso adónde va y lo ha caminado”. A partir de un seguimiento pormenorizado de algunas fuentes etnohistóricas hemos diferenciado aquellas que proponen jornadas de: 1) Media legua: Herrera y Tordecillas (1730: 35 [1492-1531]); Molina (1968: 74 [1552]); Cieza de León (2005: 345 [1553]); López de Velasco (1971 [1571-74]); Sarmiento de Gamboa (1947: 193 [1572]); Guaman Poma de Ayala (1980: 254 [en línea]). Murúa (en línea: Libro Segundo, capítulo VIII [1590]) señala que los chaskiwasi “…estaban en los caminos, a trechos cada uno cuanto un tiro de ballesta, y algunas veces más cercanos, y otros había a media legua…”; 2) Una legua: Vázquez de Espinosa (1948: 362543 [1630: vol. 108]); 3) Una legua y media: Acosta (en línea: Libro Sexto, capítulo XVII, pp. 398 [1590]) 4) Dos leguas: Mena (1967: 81 [1534]); 5) Tres a cuatro leguas: Herrera y Tordecillas 6 La ambigüedad entre los cronistas quizás se debió al hecho de no diferenciar un tambo de un chaskiwasi, lo que implicó la variación, y por ende posterior reducción, del cálculo de las distancias entre los sitios de una ruta determinada. En los tambos residían varias personas y se encargaban de la producción de bienes, administración local, actividades ceremoniales y militares y explotación de recursos según las necesidades del Imperio (Hyslop 1992). Por su parte, los chaskiwasi eran moradas más chicas ubicadas a distancias más cercanas que los tambos, podían albergar hasta cuatro personas y servían de refugio a los transeúntes y mensajeros (Coros Cantín y Coros Villca 1999).
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(1730 [1492-1531: Década Primera, Capítulo XVI, folio 35]); Molina (1968: 68 [1552: tomo CCIX]); Santillán (1968: 114 [1563]); García (1981: 187 [1607]); Salinas y Córdoba (1957: 29 [1630]); Montesinos (1930: 40 [1644]): “… de á tres á tres leguas y de quatro á quatro”. Juan de Matienzo (1566), Oidor de Charcas, en una carta de 1566 describe el itinerario de Charcas hacia Santiago del Estero y expresaba “...hay pueblos de indios chichas y de otras naciones, y tamberías del Inga, de que no se ha hecho mencion, todas con agua, yerba y leña, y casas y paredones descubiertos; porque todas las jornadas del Inga son de tres leguas, y la que más de cuatro; y en los tambos que no se ha dicho que hay indios, apaciguada la tierra, podrían salir los indios comarcanos a servir, como se hace en Perú y lo hacian ellos mismos en el tiempo del Inga, porquestán sus pueblos cercanos del camino, a dos, y a tres, y a seis leguas, el que más lejos.” (Berberian 1987: 208). 6) Cinco a seis leguas: Murúa (en línea: Libro Segundo, capítulo VIII [1590]) escribe en su obra “…la distancia de estos correos era pequeña, y así con suma brevedad corrían los avisos, sin detenerse un solo momento en parte ninguna, ni aun a tomar huelgo y aliento el chasqui, y agora son las jornadas de cinco o seis leguas, y de tambo a tambo.” 7) Ocho leguas y más: Zarate (1946: 540 [1543]) informa, por su parte, que estos tambos “…están apartados ocho a diez leguas, y en partes quince y veinte”. Vaca de Castro (1908 [1543]) reporta un mínimo de 10 leguas según el análisis realizado más arriba. Cuando el Inca Garcilaso de la Vega (1976: tomo II, pp. 22 [en línea]) describe el posible funcionamiento de los chaski dice que “… tenían a cada cuarto de legua cuatro o seis indios mozos y ligeros, los cuales estaban en dos chozas para repararse de las inclemencias del cielo. Llevaban los recaudos por su vez, ya los de una choza, ya los de la otra; los unos miraban a la parte del camino, y los otros a la otra, para descubrir los mensajeros antes que llegasen a ellos, y apercibirse para tomar el recaudo, porque no se perdiese tiempo alguno. Y para esto ponían siempre las chozas en alto, y también las ponían de manera que se viesen las unas a las otras. Estaban a cuarto de legua, porque decían que aquello era lo
que un indio podía correr con ligereza y aliento sin cansarse.”. Fray Martín de Murúa (en línea: Libro Segundo, capítulo VIII [1590]) al respecto sostiene “Caminaban corriendo y, cuando menos, quince o diez y seis leguas cada día y las leguas son larguísimas, según la cuenta del Ynga, porque llegan de cinco a seis mil pasos, y por caminos tan fragosos y ásperos, de cuestas y bajadas tan difíciles, era mucho.”. Pedro de Cieza de León (2005: 345 [1553]) quien dice que “... los Ingas inventaron las postas, que fue lo mejor que se pudo pensar ni imaginar...” habla sobre la disposición de pequeñas casas cada media legua en las cuales Inca Yupanqui “...mandose que en cada uno de ellos estuviesen dos indios con bastimento y que estos indios fuesen puestos por los pueblos comarcanos y que no estuviesen estantes sino, de tiempo a tiempo, que fuesen unos y viniesen otros” (Cieza de León 2005: 345 [1553]). Es evidente que el servicio de chaski era muy eficiente, al punto de que “en quince días y menos venían desde Chile, y desde Quito a Cuzco” (Fernández 1963: 81 [1571]) o como afirma Alonso de Borregan (1968: 466 [1565]) “era menester de enviar algún aviso que en quince días fuese a Chile con el recado y en otros quince volviese”. A lo que su vez Betanzos (1987: 113 [1551]) agrega: “en ocho días sabía el Ynga en la ciudad del Cuzco lo que se hacia en el Quito y sus provincias que son mas de trecientas leguas las que hay del Quito al Cuzco y asimismo le llevaban el pescado fresco en tres días desde la costa al Cuzco, que son ciento veinte leguas”. En su Historia del Nuevo Mundo el Padre Bernabé Cobo sostiene que un chaski podía correr hasta 50 leguas en un día normal por lo que “...en tiempo de los Incas, con todo eso, han llevado cartas desta ciudad de Lima á la del Cuzco en tres días, que son ciento y cuarenta leguas de muy mal camino de sierras muy dobladas, en que tardan ahora los correos españoles de á caballo de doce á trece días” (Cobo 1892: 268 y 269 [1653]). Fray Martín de Murúa (en línea: Libro Segundo, capítulo VIII [1590]) también señala que “Cuando el Ynga quería comer pescado fresco de la mar, con haber setenta u ochenta leguas desde la costa al Cuzco, donde él residió, se lo traían vivo y buyendo, que cierto parece cosa increíble en trecho y distancia tan larga, y en caminos tan ásperos y fragosos, porque lo corrían a pie y no a caballo, pues nunca los tuvieron hasta que los
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españoles entraron en esta tierra. Mediante la presteza de estos chasquis, tenía aviso el Ynga de lo que sucedía en Quito, en Chile, en los Chiriguanaes, Chunchos, Guancabilcas, Pastos y otras provincias.” Otra forma de funcionar que tenía este servicio era añadiendo mensajeros y dando avisos de humo y llamas “…para lo cual tenían siempre los chasquis apercibido el fuego y los hachos, y velaban perpetuamente de noche y de día por su rueda, para estar apercibidos para cualquier suceso que se ofreciese. Esta manera de aviso por los fuegos era solamente cuando había algún levantamiento y rebelión de reino o provincia grande, y hacíase para que el Inca lo supiese dentro de dos o tres horas cuando mucho (aunque fuese de quinientas o seiscientas leguas de la corte), y mandase apercibir lo necesario para cuando llegase la nueva cierta de cuál provincia o reino era el levantamiento. Éste era el oficio de los chasquis y los recaudos que llevaban.” (Garcilaso de la Vega 1976: tomo II, Pag. 23 [en línea]). Al hacer referencia al mantenimiento de los caminos, tal como Vaca de Castro (1908: 462-464 [1543]) lo señala en sus Ordenanzas de Tambos, Lizarraga (1987: 247 [1594-1607]) nos informa que “El Inga y sus gobernadores tenían tanto cuidado acerca de los caminos, que siempre habían de estar limpios y aderezados; y tan anchos que casi dos carretas a la par sin estorbarse la una a la otra podrían caminar. Los pueblos comarcanos a los caminos tenían cuidado de aderezarlos si se derrumban”. Murúa (en línea: Libro Segundo, capítulo VIII [1590]) por su parte indica que “Estos caminos, juntamente con las puentes, acequias y calzadas en los lugares lagunosos y dificultosos de pasar, tenían sumo cuidado, para aderezarlos, los curacas y principales y gobernadores puestos por el Ynga, cada uno en sus provincias y pueblos, conforme el número de indios que tenía a su cargo. Era de manera esto que en todos los caminos de Sierra y llanos, aunque fuesen pedregosos y ásperos, no había una piedra tan sola en que tropezar el caminante, ni le estorbase, ni detuviese cosa alguna, y así les era fácil caminar cualquier camino largo, y los corrían los indios chasquis sin impedimento y aun cuando el Ynga pasaba no había de haber hasta las hojas de los árboles en el suelo, que todo estaba limpio, ni aun pajuelas consen-
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tían hubiese, porque el Ynga no los castigase.” Otra referencia significativa es la que subrayan varios autores como Cristóbal de Molina (1968 [1552]), López de Gomara (1979 [1552]), Sarmiento de Gamboa (1947 [1572]) y Cieza de León (2005 [1553]), entre otros, sobre caminos con presencia de paredes tapiadas hacia ambos lados, sistemas de acequias y árboles ornamentales y frutales en especial el Molle (Schinus molle), árbol sagrado para los Inkas. “Tenían dos caminos reales del Quito al Cuzco, obras costosas y notables; uno por la sierra y otro por los llanos, que duran mas de seiscientas leguas; el que iba por llano era tapiado por ambos lados, y ancho veinte y cinco pies; tiene sus acequias de agua, en que hay muchos arboles, dichos molli. El que iba por lo alto era de la misma anchura cortado en vivas peñas y hecho de cal y canto, ca o bajaban los cerros o alzaban los valles para igualar el camino; edificio, al dicho de todos, que vence las pirámides de Egipto y calzadas romanas y todas obras antiguas” (López de Gomara 1979: 281 y 282 [en línea]). En cuanto al abastecimiento de los tambos “Eran estos tambos lo mismo que nuestras ventas y mesones, sólo que se servían muy de otro modo, porque no los poseía ningún particular, edificándolos la comunidad del pueblo y provincia, y tenía obligación de preservarlos enteros, limpios y proveídos de sirvientes. En ellos se alojaban los ejércitos, gobernadores y demás ministros reales, y de los depósitos que en ellos había del Inca se les daba de comer y de todo lo demás que habían menester; y los gobernadores que residían en las cabezas de provincias tenían especial cuidado de mandar á los pueblos tuviesen muy buen recaudo en ellos” (Cobo 1892: 266-267 [1553]); “...Por entre estas dos Sierras pasaban los dos caminos, el uno que llamaban de los Ingas, por los Andes, desde Pasto, hasta Chile, que tiene 900 leguas de largo, i 25 pies calzada, i de quatro en quatro Leguas Casas muy sumptuosas, que llaman Tambos, en que havia provisión de Comida, i Vestidos, i de media a media Legua Hombres, que estaban en Postas, para llevar recados, i ordenes, de mando en mano” (Herrera y Tordecillas (1730 [14921531: Década Primera, Capítulo XVI, folio 35]); “Estos aposentos se llaman tambos, donde los indios en cuya jurisdicción caían, tenían hecha provisión y depósito de todas las cosas que en él había menester para proveimiento, más aún
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su ejército, no solamente de mantenimiento, mas aun de armas, vestidos y todas las otras cosas necesarias; tanto, que si en cada uno de estos tambos querían renovar de armas o vestidos de veinte y treinta mil hombres en su campo, lo podían hacer sin salir de casa.” (Zarate 1946: 540 y 541 [1543]). Estas afirmaciones coinciden con lo señalado por Vaca de Castro (1908: 453 [1543]) y que más arriba hemos comentado. La evidencia arqueológica Tal como hemos mencionado son muchos los trabajos arqueológicos que se han dedicado al estudio de los caminos incaicos (Strube Erdmann 1963; Raffino 1981; Hyslop 1984; Trombold 1991; Vitry 2000; Castro et al. 2004; Berenguer et al. 2005; Moralejo 2011; entre otros). Las temáticas encontradas son variadas, evaluándose, entre otras cosas, desde los recursos disponibles y/o empleados en determinadas regiones (explotación minera, agrícola, pastoreo), hasta la localización y funcionalidad de los asentamientos, como también el tipo de relaciones existentes entre ellos y la traza de la red de comunicaciones. La reconstrucción de los caminos incaicos requiere de un examen exhaustivo de todas aquellas variables que se relacionan con su materialización tanto en espacio como en tiempo. Para ello requerimos de los aportes de la etnohistoria, la geografía moderna y la lingüística (toponimia y tradición oral) que al cotejarse con los datos arqueológicos nos permiten arribar a un mejor reconocimiento de los mismos. Como se señaló anteriormente no ha habido entre los cronistas una clara diferenciación de los sitios ya sean estos tambos o chaskiwasi, pero desde una lectura arqueológica ambos se pueden distinguir claramente, como lo hacen Niemeyer y Rivera en el despoblado de Atacama cuando señalan la presencia de estructuras mayores y menores que acompañan al Camino del Inka; las primeras corresponden a tambos y las segundas (abiertas hacia el camino) corresponden a chaskiwasi o estaciones para chaski (Niemeyer y Rivera 1983). Por otra parte Raffino (1981: 210) define a los tambos como “un sitio constituido por uno o más R. P. C. emplazados a la vera del camino, encerrando los corrales y eventualmente provistos de depósitos o collcas para el abastecimiento”7. Al
mismo tiempo, y basado en el registro etnohistórico, los diferencia de los “corpahuasi” (posadas camineras de planta rectangular o circular compuestos por dos o tres construcciones y de menor relevancia arquitectónica que aquellos) y de los “chasquihuasis” (pequeñas estafetas o chozas imperiales de los corredores de la posta) (Raffino 1981). Según Hyslop (1992) existen discrepancias entre los investigadores en cuanto a las distancias de los tambos. La misma se debe a diferencias en sus respectivas áreas de estudio según los factores que pudieron haber determinado la ubicación de aquellos. Al respecto se pueden mencionar la presencia de agua y de terrenos circundantes productivos, terrenos anegadizos, la presencia de poblaciones locales y centros preincaicos, facilidad de viaje, distancia de la mano de obra local, condiciones para el tráfico caravanero y para los viajes reales. Tomamos algunos ejemplos para el Norte Chico de Chile donde Iribarren Charlin y Bergholz (1971) han asignado entre 4 y 9,5 km. la distancia entre las postas; en el Valle de Uspallata y alrededores (Mendoza, Argentina) Bárcena (1979 [1977]) estima la misma entre 22,5 y 25 km.; Raffino (1981) refiere que la distancia variaba de acuerdo a la topografía, pero generalmente se ubicaban a una jornada de marcha de 40 km en zonas llanas y 20 km. en paisajes más accidentados; teniendo en cuenta también la presencia de posadas menores, postas de correo u otras construcciones en zona intermedia. Mostny (1971) aporta distancias de seis leguas (5 km.) para un día de marcha, mientras que Hyslop (1992) a partir de los estudios realizados por el Proyecto Caminos Inkaicos en Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile, entre los años 1978 y 1981, manifiesta que los chaskiwasi estaban separados por distancias promedio de 3,3 a 7,7 km. dependiendo de que fueran dos o cuatro chaski por posta (Figura 2). Por otro lado, sostiene que los “tampus” se encuentran a distancias muy variables, desde menos de 10 hasta 42 km., pudiendo ser recorridas por cualquier persona en un día o quizás menos. La mayor parte se ubican entre 15 y 25 km. Algunos se encuentran espaciados de 25 a 45 km. y, por lo general, presentes en desier7 La sigla RPC hace referencia al Rectángulo Perimetral Compuesto, también denominado kancha (Couso et al. 2011).
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Figura 2. Imagen del chaski en tiempo de los Inkas. Representaci贸n tomada de Felipe Guaman Poma de Ayala (1980: Tomo I, 252 [1584-1615]).
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tos o regiones áridas, donde el agua, los recursos productivos locales y la población son casi inexistentes (Hyslop 1992). Discusiones El trazado e infraestructura del Camino del Inka se entiende como la materialización del raciocinio político, militar, económico y cultural de una sociedad en vías de expandirse. De esta forma se fue generando un determinado discurso hegemónico que permitía controlar y subordinar las sociedades que se encontraban a su paso. Tal es así, que los Inkas establecían la ubicación de sus súbditos de acuerdo con su posición en un camino dado (Hyslop 1992). La ideología Inka asociaba sus caminos con la división conceptual del espacio y la sociedad. Según Hyslop (1992: 19) los caminos “constituían un medio de concebir y expresar su concepto de una geografía cultural”. Si hacemos una lectura etnohistórica podemos observar que este diseño conceptual se manifiesta también en sus propios relatos sobre la ubicación y orientación de los caminos (Sanhueza Tohá 2002). A través de nuestro análisis se desprende que tanto en la arqueología como en las fuentes etnohistóricas no hay un acuerdo entre los investigadores y/o autores, a la hora de establecer las distancias entre los diferentes asentamientos a la vera del camino incaico. Con respecto a la arqueología podemos aducir que las mismas se deben a la variabilidad de espacios-paisajes analizados por los investigadores; es decir que podríamos encontrar un “patrón de jornadas” según la particularidad dada en cada ambiente. A esto le podemos sumar la confusión generada por el uso de diferentes sistemas de medición con el objeto de interpretar los cálculos sobre distancias que aparecen en los documentos tempranos andinos (Hyslop 1992). Por otra parte, las diferencias en las fuentes etnohistóricas se deben a que cada autor generalizó sobre la información específica que había observado o recogido y el hecho de que no vieran todas las postas crea la posibilidad de que no pudieran observar una secuencia completa, quizás porque algunos no sobrevivieron después de la caída del Tawantinsuyu o porque no diferenciaban bien un tambo de un chaskiwasi (Hyslop 1992 y Coros Cantín y Coros Villca 1999). Sanhueza Tohá (2002) señala, al respecto, que
muchos de los contrasentidos o errores de las crónicas, al momento de considerar el diseño, disposición y orientación espacial de las principales rutas incaicas, pudo responder a preconceptos territoriales y espaciales de origen cusqueño o altiplánico. Uno de los conceptos que más ambigüedad reúne������������������������������������������� es el de “jornadas de viaje tomadas en leguas”. ¿Cuál es la medida exacta que encierra este concepto?, ¿las distancias expresadas en leguas equivalían a un día de camino? Son preguntas que nos conducen a indagar un poco sobre la legua española usada en los Andes durante los siglos XVI y XVII. Hyslop (1992: 172) dedica un capítulo de su libro a la reflexión sobre estos temas y establece que “la legua ha significado muchas distancias diferentes para diferentes pueblos en diferentes parte del mundo y en siglos diferentes”. Este autor usa el concepto de Antonio Raimondi (quien realizó muchos viajes en el Perú) para decir que la legua “es una medida de tiempo más que de distancia”, por ende pudo haber tenido una distancia fija científicamente determinada, pero que en la practica se establecía por el largo de una caminata, la cual podría variar según el tipo de terreno y la persona que realizara el cálculo (Hyslop 1992: 173-174). De esta manera, no es posible determinar una longitud especifica para la legua española en los Andes, concluyendo así “que los primeros cronistas no tenían una noción clara sobre una medida estándar de la legua” (Hyslop 1992: 173). Conclusiones La información brindada por las Ordenanzas de Tambos de Vaca de Castro y las crónicas nos permiten organizar un corpus de datos que caracterizan al espacio vial dentro de un contexto incaico determinado. En cuanto al objetivo de tratar de construir un modelo que nos sirva como guía de búsqueda en el terreno, se nos plantea la dificultad de llevarlo adelante por no encontrar entre las fuentes etnohistóricas y los análisis arqueológicos una cierta concordancia en la información proporcionada. Según Hyslop (1992: 176) “no existe una distancia fija reconocida en los Andes, ni ahora o en el siglo XVI, que equivalga a una jornada o día de camino”. Tanto la energía de una persona como el peso de su carga, los animales que lo acompañan y la naturaleza del terreno hacen de la jornada una distancia sumamente variable.
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Por ende seria necesario contar con un cuerpo de evidencias especificas para lograr determinar la distancia entre tambos y chaskiwasi, cosa extremadamente difícil si tenemos en cuenta la gran variabilidad dada en todo el Imperio. También se puede incurrir en un método inductivo de análisis creando generalidades a partir de cada caso encontrado, lo cual plantea serios problemas (Chalmers 2005). A dicha variabilidad podemos agregar lo que sostienen la mayoría de las fuentes históricas de que los “tampus” se encontraban separados por un día de camino cuya distancia se definía entre 3 y 5 leguas. Pero en la practica se advierte que estos tambos estaban separados por menos de un día de caminata, debido a que la mayoría de los nativos andinos pueden cubrir esas distancias en uno o dos tercios de un día; de ahí que se requiere más evidencia para determinar la distancias (Hyslop 1992). El Qhapaq Ñan fue el elemento estructural e integrador de la economía, política e ideología implementada por los Inkas a lo largo de los Andes, convirtiéndose así en la columna vertebral de todo el Imperio. Tanto el transporte de bienes estatales como el circuito de chaski se vieron favorecidos por el entrelazamiento e infraestructura de este sistema caminero. Al mismo tiempo fue esencial para la defensa del territorio, el cual era amenazado por rebeliones internas e invasiones externas, permitiendo así una rápida movilización del ejército Inka (Raffino 2006). Por todo lo expuesto, podemos establecer que la serie camino-tambo-chaskiwasi constituyó ese elemento vertebrador que se plasmó en un paisaje determinado bajo cierto patrón de uniformidad vial cuya construcción respondía a determinadas pautas estandarizadas. Por lo que planteamos -como una aproximación hacia la reconstrucción de un tramo de camino incaico con todos sus componentes, teniendo en cuenta que existe un tambo por jornada de viaje y sin precisar la cantidad de kilómetrosla necesidad de analizar los espacios arqueológicos definidos por la posición de los asentamientos en el entorno físico, la accesibilidad al entorno y las condiciones de visualización. En este último punto, y de acuerdo con Criado Boado (1993), será importante considerar la visibilidad -o dominio visual desde un sitio-, la visibilización -de qué forma un elemento natu-
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ral o artificial es visto- y la intervisibilidad -relación visual entre elementos del paisaje-. Agradecimientos Este trabajo comenzó siendo el corolario de la materia de Etnohistoria, cursada durante mi carrera de doctorado; por lo que ahora quisiera que valga de homenaje a la Dra. Antonia Rizzo quien fuera mi profesora durante ese año lectivo. Deseo también agradecer enormemente a la Licenciada Anahí Iácona por la lectura crítica del manuscrito y por ser siempre una gran consejera y tutora en el desarrollo de mis trabajos. Bibliografía ACOSTA, José de, [1590]. Historia Natural y Moral de las Indias. José Alcina Franch (edición). Artehistoria Revista Digital, Crónicas de América, Tomo 43. Junta de Castilla y León. Accesible en Internet http://www.artehistoria.jcyl.es/ cronicas/contextos/12553.htm [Consultada el 04-08-12, 20 hrs.] ADVIS VITAGLICH, Pedro, 1994. Noticias de cronistas e historiadores sobre la travesía de los Andes realizada por la hueste de Almagro durante la jornada de Chile. Contribución Histórica. Nro. 4: 103-127. Museo Regional de Atacama. Copiapó. BÁRCENA, Roberto, 1979 [1977]. Informe sobre recientes investigaciones arqueológicas en el N.O. de la Provincia de Mendoza - Argentina (Valle de Uspallata y zonas vecinas) (Con especial referencia al período incaico). En: Actas del VII Congreso de Arqueología de Chile, Vol. II: 661-692. Ediciones Kultrún. Santiago de Chile. BERBERIAN, Eduardo, 1987. Crónicas del Tucumán. Siglo XVI. Conquistadores de Indias I. Comechingonia, Revista de Antropología e Historia. Córdoba. BERENGUER, José; CÁCERES, Iván; SANHUEZA, Cecilia y HERNÁNDEZ, Pedro, 2005. El Qhapaqñan en el Alto Loa, norte de Chile: Un estudio micro y macromorfológico. Estudios Atacameños. Nro. 29: 7-39. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. BETANZOS, Juan de, 1987 [1551]. Suma y Narración de los Incas. María del Carmen Rubio (transcripción, notas y prólogo). Ediciones Atlas. Madrid.
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Reseña de la conferencia: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios Rodolfo Monteverde Sotil Laspuertas48@hotmail.com
Presentación La Revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo: https://sites.google. com/site/revistahaucaypata/home la revista Quillasumaq, estudios interdisciplinarios del antiguo y actual Perú: https://sites.google.com/site/revistaquillasumaq/ y el Laboratorio de Investigaciones Arqueobotánicas del Perú (LIAP), Departamento de Etnobotánica y Botánica Económica del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, organizaron la conferencia: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios, el día 22 de setiembre del presente año, en el auditorio de dicho museo. Desde las 2 pm. hasta prolongada las 9 pm., 21 investigadores peruanos y extranjeros (recién egresados y profesionales de destacada trayectoria) expusieron 13 ponencias relacionadas al pasado incaico. Lo más resaltante de la conferencia fue sin duda que el mayor porcentaje de ponentes fueron jóvenes peruanos, que vienen desarrollando con destacada labor científica estudios interdisciplinarios (arqueológicos, etnohistóricos, paleobotánicos, etc.) sobre el Tahuantinsuyo en diversas partes del Perú (P.e. Cuzco, Madre de Dios, Abancay o la sierra de Lima) y del NW de Argentina; en temas relacionados con la arquitectura, la escultura, la iconografía en cerámica, el arte rupestre, temas de género, propuestas teóricas sobre los ushnus, la alimentación, el pastoreo y la agricultura, entre otros. Asimismo, se le rindió un merecido homenaje, por su distinguida carrera arqueológica al investigador peruano Bernardino Ojeda, quien por más de 30 años ha estudiado nuestro pasado prehispánico. A continuación les presentamos la relación de las ponencias y sus resúmenes, no sin antes agradecer a todos los ponentes, al destacado y numeroso público asistente, a los que participaron en la organización del evento: la arqueóloga Tatiana Stellian, quien nos brindó todo el apoyo necesario y en especial a la arqueóloga Gabriela Bertone Pietrapertosa, quien a nombre del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos nos cedió amablemente el auditorio. Por último, agradecemos a todos los auspiciadores que hicieron posible solventar los gastos de la conferencia. Relación de ponencias 2:00-2:10 Inauguración 2:10-2:30 Rodolfo Monteverde Sotil “Una prospección al Parque Arqueológico de Sacsayhuaman-Cuzco: Ceques, Huacas y esculturas zoomorfas” 2:40-3:00 Zenobio Valencia García, Gori Tumi Echevarría López y John Valencia “Investigaciones arqueológicas en la cuenca del Amaybamba, propuestas e hipótesis preliminares” 3:10-3:30 Milena Vega-Centeno Alzamora “Los incas y las poblaciones amazónicas de Antisuyo (Cusco y Madre de Dios)”
3:40-4:00 Gabriela Bertone Pietrapertosa, Li Jing Na, Kylie Quave y Paula Espósito “La cocina Inca en las afueras de Cusco. Primeros resultados sobre investigación arqueobotánica en el sitio CheqoqMaras, Cusco” 4:10-4:30 Denise Pozzi-Escot y Katiusha Bernuy “Reorganización del espacio arquitectónico del santuario de Pachacamac tras la conquista Inca” 4:40-5:00 José Luis Pino Matos y Wendy Moreano Montalvan “El Usno de Tamburco” 5:10-5:30 Gabriel Ramón Joffre “Un ushnu para ��������� Lloclla�� yhuancupa (Huarochirí, Lima): norma y periferia en los conceptos pre-coloniales andinos”
MONTEVERDE SOTIL, Rodolfo, 2012. Reseña de la conferencia: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 5: 82-89. Lima.
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5:30-5:50 Intermedio 5:50-6:10 Débora Infanzón Soriano “Pastores y agricultores durante la ocupación Inca en la sierra alta del río Santa Eulalia” 6:20-6:40 Tatiana Stellian “Machismo o igualdad en el periodo Inca: el papel de la mujer y de la Coya” 6:50-7:10 Sergio Barraza Lescano “Escogidas en escena: el papel ritual de las acllacona visto desde la iconografía alfarera Inca” 7:20-7:40 Victor Falcón Huayta “¿cuándo comenzó “a existir” el arte rupestre incaico?” 7:50-8:10 Paula Espósito, Josefina Spina, Gregoria Cochero y Marco Antonio Giovannetti “La presencia Inka en el Noroeste argentino: El caso de “El Shincal” de Quimivil (Catamarca)” 8:20-8:40 Rodolfo Monteverde Sotil “Homenaje al arqueólogo Bernardino Ojeda” 8:50-9:00 Clausura Resúmenes de ponencias * Rodolfo Monteverde Sotil “Una prospección al Parque Arqueológico de Sacsayhuaman-Cuzco: Ceques, Huacas y esculturas zoomorfas” Esta exposición es el resultado preliminar de dos visitas de observación técnica arqueológica, que realizamos, dentro del Parque Arqueológico de Sacsayhuaman (PAS) del Cuzco, a Chincana Grande, Quenqo Grande y Sikllacancha (sector Chinchaysuyo) y Kusilluchayok y Laqo (sector Antisuyo). Los cuales han sido propuestos como huacas del sistema de Ceques cuzqueño. Más allá de las implicancias etnohistóricas y etnográficas, presentamos un análisis riguroso de la naturaleza arqueológica documental de estos sitios, para intentar res-
ponder cuatro interrogantes aún no resueltas en la bibliografía consultada: ¿qué evidencias materiales caracterizan a Chincana Grande y Laqo?, ¿estos dos sitios presentan recurrencias y/o diferencias materiales en lo que respecta a su implementación como huacas?, ¿a que animales representan las tallas zoomorfas en los afloramientos rocosos de Chincana Grande, Quenqo Grande, Sikllacancha, Kusilluchayok y Laqo? y ¿cuál es la filiación cultural de dichas tallas escultóricas? Para lo cual: (1) hemos realizado un análisis del entorno inmediato (localización geográfica de estos sitios dentro del PAS, (2) hemos realizado un análisis a nivel intrasitios (arquitectura, organización espacial de los edificios y espacios abiertos, comunicación interna como pasajes o escalinatas, afloramientos rocosos, tallas escultóricas en los afloramientos, evidencias arqueológicas halladas en excavaciones, etc., y (3) hemos realizado un análisis intersitios (comparación de los datos del análisis del entorno inmediato e intrasitios. Asimismo, (4) específicamente en lo que concierne a las tallas zoomorfas en los afloramientos rocosos, hemos practicado un análisis formal (descripción de sus propiedades intrínsecas, observables y mensurables como por ejemplo: material, soporte, localización en el soporte, técnica, formas, tipos, etc., propiedades, que una vez aisladas y definidas, serán comparadas a nivel intrasitios e intersitios. Nuestro trabajo no pretende crear modelos ni estandarizar las características materiales de las huacas cuzqueñas; ya que solamente analizaremos preliminarmente cinco huacas de las 328 o más del sistema de Ceques del Cuzco. También debemos resaltar que la elección y comparación de estas huacas ha sido arbitraria, preparatoria y necesaria; ya que servirá de base para un análisis macro de las huacas cuzqueñas de estos dos sectores, que actualmente venimos desarrollando. Nosotros pensamos que es importante, como primer paso, aproximarnos a entender cómo habrían sido las huacas cuzqueñas en base a evidencias observables, tangibles y mensurables; para posteriormente confrontar estos datos con documentos etnohistóricos y no a la inversa; es decir, crear modelos o realizar propuestas teóricas en base a los documentos etnohistóricos, aceptando lo que en ellos está escrito como “hechos históricos o registros históricos”. Sólo así se podrá obtener un panorama más completo y sólido del complejo religioso, político, ideológico y
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geográfico que conformaba el sistema de Ceques de la capital imperial del Tahuantinsuyo.
las poblaciones amazónicas de Antisuyo (Cusco y Madre de Dios)”
* Zenobio Valencia García, Gori Tumi Echevarría López y John Valencia “Investigaciones arqueológicas en la cuenca del Amaybamba, propuestas e hipótesis preliminares”
El propósito de este trabajo es efectuar un estudio sobre las poblaciones nativas de época prehispánica ubicadas en la región amazónica inmediata del Urubamba y parte de Madre de Dios, áreas fronterizas a la zona nuclear cuzqueña durante la época Inca y colonial. Además, analizar cuales pudieron ser las relaciones entre los Incas y los habitantes de esta región tropical más conocida como el Antisuyo de los incas, la cual se halla al este y noreste del Cusco, al pie de la vertiente oriental de la cordillera andina. Aunque los historiadores han hecho algunos esfuerzos por saber sobre sus antiguos moradores, así como esclarecer la presencia Inca, la conquista y el pago de tributos en la ceja de selva y selva baja del Antisuyo, aún es escasa la información obtenida. Al preguntarnos sobre la expansión Inca hacia la selva ¿hasta dónde llegó?, ¿cómo eran las relaciones de los pueblos de esta región con los incas? y ¿qué sabemos de estos grupos prehispánicos?, por respuestas sólo se mencionan algunos apelativos y ciertas características demasiado generales. No conocemos ningún aspecto de su cultura, extensión geográfica, costumbres, cultura material, aspectos demográficos, y otras manifestaciones. En las crónicas, los habitantes de esta región reciben diferentes apelativo como: andes, chunchos, opataries, manaries, pilcozones, monosuyos, monopampas, o salvajes. Algunos de estos grupos se encuentran en la zona circundante a Vilcabamba en el Alto Urubamba y otros por Paucartambo a partir del valle de Kosñipata. El objetivo de este trabajo es hacer un recuento de información y identificar los grupos prehispánicos de la zona y tratar de definir áreas de ocupación.
La cuenca del río Lucumayo, valle de Amaybamba, se encuentra en la vertiente oriental de los Andes y constituye uno de los afluentes más importantes del río Vilcanota, siendo la parte externa oriental de la región llamada Vilcabamba, uno de los territorios nacionales históricamente más prominentes. Según los datos históricos conocidos, el valle de Amaybamba fue anexado al Imperio del Tahuantinsuyo por el Inca Pachacuti y posteriormente sirvió como vía de acceso principal a la región desde el Cusco siguiendo el trayecto Cusco-TamboAbra Malaga-Amaybamba-Choquechaca, que constituía la puerta principal de ingreso a Vilcabamba. En los últimos tiempos del Tahuantinsuyo esta región sirvió como vía para el refugio de Manco Inca en Vilcabamba y fue parte de la zona nuclear de las más heroicas acciones de resistencia y reconquista del Perú en el siglo XVI. No obstante su prominencia, la arqueología de esta región aún no ha sido abordada integralmente y las referencias conocidas constituyen principalmente aproximaciones al reconocimiento o descubrimientos de sitios, y opiniones generales que no conforman hipótesis de articulación cultural ni definiciones sobre los extensos complejos materiales reconocidos en la zona. La intención de esta ponencia es establecer hipótesis de articulación cultural siguiendo análisis materiales concretos, los que abordan específicamente una serie de artefactos arqueológicos entre los que se incluyen arquitectura, cerámica, quilcas, caminos, entre otros; con lo cual poder sentar las bases de una definición extensa de la ocupación arqueológica del valle de Amaybamba, y posteriormente su contrastación con las referencias históricas. En esta resolución pensamos que podremos incluir al valle de Amaybamba con personalidad propia en la gran historia regional de Vilcabamba y del Tahuantinsuyo. * Milena Vega-Centeno Alzamora “Los incas y
* Denise Pozzi-Escot y Katiusha Bernuy “Reorganización del espacio arquitectónico del santuario de Pachacamac tras la conquista Inca” El santuario de Pachacamac tuvo una ocupación continua de más de 1200 años. Por su larga secuencia ocupacional, el sitio cuenta con estructuras monumentales que representan los más importantes estilos arquitectónicos de la costa central. La fama del santuario se debía principalmente a que en él residía la Guaca Pachacamac,
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Se presenta los recientes estudios del Usno de Tamburco, que consiste de una plataforma escalonada Inka, ubicada en la provincia de Abancay, departamento de Apurímac. Las investigaciones mostraran los detalles arquitectónicos de dicha plataforma ceremonial, así como su relación paisajística con la montaña del Ampay, cumbre importante de la zona de Apurímac. Del mismo modo se contextualizará este Ushno con sus similares de la región y de otras zonas del imperio Inka.
una parcialidad? ¿Cuáles son los rasgos formales distintivos de estas entidades? Conocida la importancia del Horizonte Tardío como modelo para aproximarnos a las épocas previas, el valor de las fuentes coloniales tempranas se multiplica. Los extirpadores de idolatrías y los arqueólogos han avanzado bastante en esta labor de traducción formal, sin embargo estos últimos no acostumbran sistematizar tales saberes. Generalmente los arqueólogos han procedido a partir de casos específicos, regiones puntuales o restringiéndose a determinados pisos ecológicos. Y cuando se plantean lecturas comparativas, el Cuzco ha tenido un peso excesivo en la interpretación de las periferias. El ushnu, que ha sido intensivamente estudiado por los arqueólogos y antropólogos, es un caso útil para discutir los alcances de este método. Si bien el concepto ha recibido adecuada atención de los especialistas, el tipo de definición postulada tiende a evitar las anomalías en lugar de aprovecharlas, a insistir en la norma y olvidar la periferia. En tal sentido, el ushnu mencionado en el Manuscrito de Huarochirí (temprano siglo diecisiete) es atípico, por lo cual suele ser citado brevemente, pero soslayado en las explicaciones de conjunto. A fin de enfatizar en una perspectiva que incorpore la posibilidad de diferencia, la variabilidad periférica, discutiremos críticamente el ushnu ofrecido a Llocllayhuancupa. Primero, mostraremos el rol de la traducción formal, aprovechando para presentar algunos ejercicios en este sentido, tempranamente realizados por Toribio Mejía Xesspe. Segundo, analizaremos las semejanzas y diferencias entre la descripción normal de ushnu y este caso huarochirano, evaluando las posibilidades que deja abiertas.
* Gabriel Ramón Joffre “Un ushnu para Llocllayhuancupa (Huarochirí, Lima): norma y periferia en los conceptos pre-coloniales andinos”
* Débora Infanzón Soriano “Pastores y agricultores durante la ocupación Inca en la sierra alta del río Santa Eulalia”
El proceso mediante el cual relacionamos un término con un objeto puede denominarse traducción formal. La traducción formal de conceptos identificados en fuentes coloniales tempranas es una herramienta crucial de la arqueología andina. Por ejemplo, ¿qué evidencias debemos hallar en los contextos del Horizonte Tardío para afirmar la existencia de un ayllu o
Mediante una pesquisa bibliográfica y la investigación de dos asentamientos concretos, Markapunta y Atacocha, se intenta demostrar que la ocupación Inca en la cuenca alta río Santa Eulalia mantuvo los mismos patrones locales sociopolíticos y económicos del Intermedio Tardío durante la ocupación Inca. El estudio se basa en nuestras observaciones y en las de otros in-
oráculo consultado incluso por los gobernantes incas. Tras la conquista de la costa central por parte de los incas (1470 d.C), Pachacamac llegó a convertirse en uno de los más importantes centros de peregrinación interregional y fue interconectado a la red vial Inca, constituyendo el punto culminante de uno de los tramos transversales del Qhapaq Ñan. En la presente ponencia expondremos los resultados de las más recientes investigaciones emprendidas por el Museo de Sitio de Pachacamac – Ministerio de Cultura – en las principales vías de acceso y circulación interna del santuario. En el marco de las cuales, hemos reconocido una serie de modificaciones en la arquitectura, que en algunos casos llegan a transformar el espacio arquitectónico pre-existente. Ello, sumado a los análisis interdisciplinarios realizados al material recuperado de las excavaciones, nos ha permitido complementar la visión que se tenía del sitio para el periodo Inca y evidenciar su adaptación a las nuevas necesidades rituales impuestas tras la conquista Inca del santuario. * José Luis Pino Matos y Wendy Moreano Montalvan “El Usno de Tamburco”
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vestigadores, que nos anteceden, de la arquitectura del periodo Inca para asentamientos como Atacocha, Markapunta, Japani, Marcahuasi de San juan de Iris, Buena Vista y otros. Ponemos énfasis en fundamentos ecológicos y sociológicos para argumentar la especialización en la economía, basada en la integración de grupos de pastores y agricultores. Esto nos permitió definir que tanto el patrón arquitectónico local como la economía se mantuvieron, y proponer cómo intervienen en la organización Inca, que se dio en el lugar posteriormente. Estas evidencias nos permiten plantear nuevas interpretaciones acerca de la función de estos asentamientos y su importancia para el Imperio Inca. * Tatiana Stellian “Machismo o igualdad en el periodo Inca: el papel de la mujer y de la Coya” El estudio del género recibe una atención creciente desde la década de los años ochenta. Por género considero el papel que se atribuye a cada sexo en su sociedad. Para estudiar este tema, en el contexto de la sociedad Inca, los estudiosos disponen de las fuentes etnohistóricas y arqueológicas. Basándose sobre estas evidencias, expusieron una serie de hipótesis sobre el papel de la mujer en el incanato. En la presente ponencia, realizo un detallado análisis sobre la mujer en el Tahuantinsuyo y en especial sobre la Coya, exponiendo y analizando críticamente las fuentes etnohistóricas y los estudios académicos llevados a cabo sobre este tema. Me enfoco en dos temas principales: la complementariedad y el paralelismo. Con lo cual intento demostrar la importancia de las mujeres en el Tahuantinsuyo y de manera particular el de la Coya. Sobre ella, expongo su papel político, religioso, económico, pero también el rol que tenía en la legitimación del Inca y en la sucesión del nuevo gobernador del incanato. También destaco su relación con la agricultura y la guerra. Esta ponencia trata de salir de los modelos de géneros occidentales y de adoptar una visión adaptada al ambiente andino. * Sergio Barraza Lescano “Escogidas en escena: el papel ritual de las acllacona visto desde la iconografía alfarera Inca” La cerámica polícroma del estilo Inca Imperial es considerada uno de los elementos más
emblemáticos de la presencia estatal cuzqueña en los diferentes territorios integrados al Tahuantinsuyu; el fino acabado de sus superficies y la marcada estandarización de sus formas y diseños decorativos contribuyeron a otorgarle un “sello distintivo” ampliamente reconocido en el ámbito arqueológico andino. Entre los rasgos idiosincráticos usualmente asociados a dicha estandarización destaca la predominante representación de diseños abstracto-geométricos sobre la superficie de las piezas. Junto a estos diseños, no obstante, los artesanos pintaron esporádicamente algunos motivos figurativos antropomorfos integrados a mediados del siglo pasado por John Rowe dentro del estilo Cuzco Policromo Figurado. Es hacia estos últimos que se encuentra orientado nuestro estudio, más precisamente a ciertos personajes femeninos provistos de tocas cefálicas cuya indumentaria y repertorio de acciones nos han permitido correlacionarlos con las acllacona descritas en las fuentes etnohistóricas de los siglos XVI y XVII. A partir de la limitada información contextual disponible para este tipo de alfarería y, fundamentalmente, del cotejo de las escenas representadas iconográficamente y los datos que sobre estas especialistas religiosas transmiten diversos autores coloniales, se resaltará el importante papel cumplido por las “escogidas” en las prácticas de culto ancestral desarrolladas por las élites cuzqueñas y la producción ritualizada de bienes. * Victor Falcón Huayta “¿cuándo comenzó “a existir” el arte rupestre incaico?” Hace quince años Juan Schobinger, un reconocido arqueólogo americanista, en una obra de síntesis sobre el arte rupestre a nivel continental, escribió: “Lo único que puede darse por probado es que en el ámbito imperial incaico (ca. 14001532) no se practicaba el arte rupestre” (Schobinger 1997: 189, 191). Ahora, la mayor parte de los investigadores de esta temática –dentro de los estudios sobre el Imperio Inca–, estamos de acuerdo en que esa premisa era equivocada. ¿Qué cambió?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿dónde? En esta ponencia presentaremos un esbozo que responderá a estas preguntas a la luz de los principales avances en los estudios de arte rupestre Inca hasta la fecha. Es de nuestro interés exponer a los arqueólogos como actores de un proceso de conocimiento di-
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námico y en permanente cambio, insertándolos como parte de una historia de la Historia de las investigaciones sobre los incas en general y sobre su arte rupestre en particular. * Paula Espósito, Josefina Spina, Gregoria Cochero y Marco Antonio Giovannetti “La presencia Inka en el Noroeste argentino: El caso de “El Shincal” de Quimivil (Catamarca)” Han pasado cien años desde que Uhle publicara una conciliación tentativa entre las dos posturas más polémicas sobre el origen de las culturas agroalfareras del Noroeste argentino. Existía una disputa entre investigadores que postulaban un origen puramente peruano-incaico -y por lo tanto tardío- de las culturas locales, y otros que afirmaban la preexistencia de las culturas autóctonas. Estas últimas habrían tenido una gran antigüedad y fueron denominadas y homogeneizadas como “culturas calchaquíes”. Superado hace tiempo el debate, las investigaciones en el territorio argentino han dado cuenta de una cantidad altamente significativa de resultados que fueron plasmados no sólo en una cartografía altamente condensada de sitios incaicos, sino también en información sustancial sobre las características de estos asentamientos y su articulación con el estadocentro andino. Las intenciones de la expansión inkaica hacia el sur siguen aún en plena discusión. Algunas explicaciones remiten a la búsqueda de recursos metalíferos. Otras apelan a la búsqueda de mayor cantidad de mano de obra y recursos para la producción de bienes básicos como los cultivos y el ganado. Tampoco faltan las ideas acerca de la incorporación de paisajes sagrados como los picos montañosos más altos. Pero es seguro que existieron varias estrategias para asegurar el funcionamiento y garantizar el control jerárquico desde el Cusco hacia los asentamientos más alejados. En definitiva, es posible visualizar una fuerte voluntad de establecer centros administrativos político-religiosos que funcionaban como nodos regionales de congregación y control. En algunos casos estos nodos fueron identificados como “nuevos Cuscos”. Este concepto se refiere a un lugar o asentamiento que a través de la reproducción de ciertos rasgos arquitectónicos y topográficos del Cusco, es dotado de una alta
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jerarquía simbólica y política. En la presente exposición se puntualizará sobre un asentamiento que ha sido conceptualizado como un “nuevo Cusco” o wamani dentro del Kollasuyu, “El Shincal” de Quimivil localizado en la provincia de Catamarca. Identificado a principios del siglo XX por naturalistas, será hacia los años 50, con el inicio de las investigaciones sistemáticas llevadas a cabo por A. R. González, que las ruinas se relacionarán con certeza a la entidad Inka. Esta labor preliminar será retomada a principios de los 80 por el Dr. Raffino y su equipo interdisciplinario, quienes contribuirían al entendimiento de las dinámicas socio-políticas y rituales acaecidas en la región. El sitio abarca unas 12 hectáreas, presenta un trazado regular y un ordenamiento cardinal. En su arquitectura se plasman elementos significativos que representarían el poder político y sacrocultico incaico, confiriéndole una importancia mayor. Así es posible identificar una plaza mayor o hawkaipata, dos cerros aterrazados en dirección cardinal este-oeste, el ushnu de posición central, kallankas y sectores de habitacionales. Se suman varios edificios más de carácter público donde se habrían celebrado reuniones de diferente orden tanto en el plano político como ritual. Por otra parte, se identifican también estructuras habitacionales. El Shincal habría jugado un rol preponderante en varios sentidos. Por un lado, habría hecho posible la transmisión de mensajes de poder y de ideología que legitimara el dominio Inka. Esto se materializa en la imagen arquitectónica y disposición espacial que serían el escenario para la realización de importantes ritos y ceremoniales. Habría, en este sentido, tomado un papel fundamental como enclave espacial dentro de una geografía marcada por los espacios sagrados donde las entidades de otros planos existenciales (apus, wakas) interactuaban comúnmente con los humanos. Habría sido también el lugar de reunión de sujetos llegados de regiones más alejadas pero posiblemente bajo el radio de alcance político de esta wamani. Es posible que desde aquí partieran directivas que se habrían negociado en las reuniones públicas de una elite gobernante. * Rodolfo Monteverde Sotil “Homenaje al arqueólogo Bernardino Ojeda” Bernardino Ojeda nació en el Cuzco y estudió ini-
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cialmente Pedagogía en Historia y Geografía en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco. Simultáneamente optó por estudiar primero Antropología para luego cambiar a Arqueología. Egresando de ambas en 1962. Con nostalgia recuerda a su profesor Manuel Chávez Ballón. Como estudiante trabajó en Machu Picchu, realizó una de la primera excavaciones “sistemáticas” en el Coricancha y en el Templo de Raqchi (Cuzco). Además, ha investigado el Formativo en Chanapata y Marcavalle (Cuzco). Gracias a John Rowe obtuvo una beca de la Universidad San Antonio Abad, para permanecer dos meses en Chavín de Huantar, al lado de Manuel Chávez Ballón y Marino González. Cuando aún no terminaba la universidad recibió una oferta laboral de tres meses para acompañar a Engel en Lima y remplazar a Christopher Donnan. Esta oferta se convirtió en más de 35 años al lado de Engel. Con Engel llegaron en 1965 a El Paraíso (valle del Chillón), al que propusieron como sitio Precerámico Tardío. De sus 12 unidades escogieron la Unidad I para realizar su limpieza y reconocimiento de las estructuras. Esta labor le demandó 18 meses como arqueólogo residente.
Tiempo en el cual recibió las visitas de Santiago Agurto Calvo, Jorge C. Muelle, Toribio Mejía Xesspe, Josefina Ramos de Cox, Arturo Jiménez Borja, Duccio Bonavía y Víctor Pimentel. Sobre Caral, Bernardino nos comenta que su nombre inicial fue Chupacigarro. Él lo visitó en 1979 y junto con Engel propusieron que se trata de un complejo arquitectónico del Precerámico. Es así que se da el real descubrimiento de Chupacigarro, hoy Caral. Uno de los proyectos más destacados con Engel fue el estudio integral de la cuenca de Chilca, entre los años 60 y 70. El proyecto realizó un registro de sitios arqueológicos en un área de 900 km² para proponer una secuencia cronológica cultural desde la época Paleolítica hasta el incanato. En años recientes Bernardino ha trabajado en Buena Vista (valle del Chillón) con Robert Benfer; sitio arqueológico que descubrió y registró con Engel en la década de los años 70 del siglo pasado. Actualmente trabaja en el MUNABA (Museo Nacional de Antropología Biodiversidad Agricultura y Alimentación) y como planes a futuro colaborará en la creación de un nuevo local para el MUNABA en el campus de la Universidad Agraria de La Molina.
Auspiciadores de la conferencia: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios.
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completos (no sólo sus siglas). Se debe seguir el siguiente modelo: Artículo en una publicación colectiva: MEDDENS, Frank; BRANCH, Nicholas; VIVANCO, Cirilo; RIDDIFORD, Naomi y KEMP, Rob, 2008. High altitude Ushnu platforms in the Department of Ayacucho Peru, structure, ancestors and animating essence. En: Pre-Columbian landscapes of creation and origin: 315-355. (Editado por John Edward Staller). Springer. New York. Libros: MATOS, Ramiro, 1994. Pumpu, centro administrativo inka de la puna de Junín. Editorial Horizonte. Lima. Revistas: McEWAN, Gordon; GIBAJA, Arminda y CHATFIELD, Melissa, 2005. Arquitectura monumental en el Cuzco del periodo intermedio tardío: evidencias de continuidades en la reciprocidad ritual y el manejo administrativo entre los horizontes medio y tardío. Boletín de Arqueología PUCP, Nro. 9: 257-280. Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima.
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Internet: TOPIC, John; LANGE TOPIC, Teresa y MELLY, Alfredo, 1999. Las investigaciones en Namanchugo. El oráculo de «Catequil». Informe presentado al Instituto Nacional de Cultura (INC). Accesible en Internet http:// www.munihuamachuco.gob.pe/milenario/ huamachuco/2001.html [Consultada el 19-0410, 12: 08 hrs.]. Fuente etnohistórica: MOLINA, Cristóbal de, 2008 [1574-1575]. Relación de las fábulas y ritos de los Incas. Julio Calvo Pérez y Henrique Urbano (edición, estudios y notas). Universidad de San Martín de Porres (USMP). Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología. Lima. Los agradecimientos van antes de la bibliografía y no deben exceder las 60 palabras. Las notas deben ser a pie de página y deben estar a tamaño 9, estilo Time New Roman, espacio simple y justificado. Agradecemos anticipadamente su participación y difusión.
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Nro. 1. Enero 2011. http://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ home/revista-haucaypata-nro-1-2011 ¿Cómo era el ushnu de la plaza Haucaypata del Cuzco? Rodolfo Monteverde Sotil - Archivos Audiovisuales del Cuzco (Disponibles en Internet) Sheylah Vásquez Salcedo - Inca sacred space, platforms and their potential soundscape. Preliminary observations at usnu from Ayacucho Frank Meddens y Millena Frouin - Indiferencia y destrucción: El caso de Patipampa, un asentamiento Tawantinsuyo en el valle de Pisco-Ica Eberth Serrudo Torobeo - Metalurgia doméstica durante la presencia Inka en el valle Calchaquí Norte, Salta-Argentina Cristian Jacob - Materialidad en una tumba Inka de los Andes del Sur. El caso de La Huerta, Quebrada de Humahuaca, Jujuy-Argentina Iván Leibowicz, Claudia Aranda y Cristian Jacob - Entrevista al Dr. Ramiro Matos Mendieta Jolie Soto Pérez
Nro. 2. Mayo 2011. https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ home/revista-haucaypata-nro-2-2011 Esculturas zoomorfas talladas en afloramientos rocosos dentro del Parque Arqueológico de SacsayhuamanCuzco Rodolfo Monteverde Sotil - Choquequirao, un asentamiento imperial cusqueño del siglo XV en la Amazonía andina Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Aproximación a los queros incaicos de la colonia. Un ejemplar de estilo transicionalformal del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú Victor Falcón Huayta - Antes de la presencia Inca: desentramando la homogeneidad de la cultura material de las unidades domésticas de Juella en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy-Argentina Santiago Barbich - Montañas sagradas en los confines del imperio Inka: Nevado montañoso de Cachi, Salta-Argentina Cristian Jacob e Ivan Leibowicz - El poderío de la Coya durante el auge del imperio incaico Alicia Alvarado Escudero - Entrevista al Dr. Federico Kauffmann Doig Sheylah Vásquez Salcedo
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Nro. 3. Noviembre 2011. https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ home/revista-haucaypata-nro-3-2011 Emplazamiento de la arquitectura funeraria en los valles de Andahuaylillas y Lucre, Cuzco Geanette Guzmán Vinatea y Marlene Castro Fabre - Glosas sobre la decoración en la cerámica Inca-Cuzco Federico Kauffmann Doig - The Late Intermediate Period egalitarian polities of Ayacucho and Apurímac Frank Meddens - Producción metalúrgica doméstica en el Intermedio Tardío. El caso de Juella, Jujuy- Argentina Ivan Leibowicz y Cristian Jacob - San Marcos, Huagil y Huaca Doris: tres sitios Inca de la Huaranga de Pacarán, valle del río Cañete, Lima Milena Vega-Centeno Alzamora - Proyecto de Investigación Arqueológica Pacarán 01, valle medio del río Cañete, Lima Favio Ramírez Muñoz, Guido Casaverde Ríos y Gori Tumi Echevarría López- Entrevista al Dr. Waldemar Espinoza Soriano Rodolfo Monteverde Sotil.
Nro. 4. junio 2012. https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ home/revista-haucaypata-nro-4-2012 La Luna como objeto liminal en la concepción del tiempo indicativo entre los incas Ricardo Moyano Construyendo narrativas de la Capacocha Cristian Jacob e Ivan Leibowicz - Tiana: asiento Inca Victor Falcón Huayta - Evidencias materiales de dos huacas del sistema de Ceques cuzqueño: Chincana Grande y Laqo. Parque Arqueológico de Sacsayhuamán-Cuzco Rodolfo Monteverde Sotil - Cultos, rituales y paisajes sagrados en los Andes Centrales, siglo XVII: Apo Parato, Junín Andrea Gonzáles Lombardi y César Astuhuamán Gonzáles - Vasijas incas en los confines del imperio: los aríbalos y platos ornitomorfos de la Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy, Argentina María Andrea Runcio - Una reseña sobre El Shincal: Una capital administrativa Inka al Sur del Kollasuyu. Catamarca, Argentina Guillermina Couso - Entrevista al Dr. Juan Ossio Acuña Rodolfo Monteverde Sotil.
Auspician:
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Index Editorial
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List of Collaborators
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Findings Canis familiaris at the Pachacamac Sanctuary Isabel Cornejo, Denise Pozzi-Escot, Katiusha Bernuy, Enrique Angulo y Luis Miguel Tokuda
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Archaeological Project Ychsma. A brief methodological report of the 2012’s archaeobotanical investigations in Pachacamac, Lima Tatiana Stellian
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The Coayllo Curacazgo during the Inca Empire Rommel Angeles Falcón
27
Archaeology and art in two French travelers of the 19th century. The case of Choquequirao, Cusco Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García
46
Road-Tambo-Chaskiwasi. The Qhapaq Ñan through andean ethnohistorical sources Reinaldo Andrés Moralejo
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Review of the conference: The incas, proposals and interdisciplinary debates Rodolfo Monteverde Sotil
82
Editorial Norms
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