Edición 141 - Julio 2022

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un matrimonio sin sueños Por María Isabel Jaramillo isabel.jaramillo@revistahyc.com Después de cumplir varios anhelos y de olvidarse de otros tantos, los matrimonios pueden verse afectados por la falta de un propósito. Si ya tienen los hijos por los que oraron, compraron la casa que soñaban, alcanzaron el anhelado ascenso laboral, ¿qué queda? Ningún matrimonio sobrevive sin un propósito común.

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lgunas personas llegan a una etapa de la vida en la que sienten que se quedaron sin sueños, pues estos se cumplieron, cambiaron o ya no podrán cumplirse. Esto, por supuesto, puede llegar a desmotivarlos y a afectar su relación matrimonial. Para Silvia Salinas, coach especialista en relaciones de pareja, “esto ocurre cuando la relación es larga y pasa por varios procesos o cuando uno de los dos decidió someterse al proyecto de vida del otro. Esto es un grave error que tarde o temprano pasará factura. El otro punto es cuando se pone el interés en lo equivocado, como el dinero, las posesiones u otras personas”. Cuando un matrimonio comienza, cada uno tiene sueños individuales y generalmente buscan construir sueños comunes en pareja, este es parte del motor que cada uno tiene para seguir adelante. Cuando los sueños de uno o de ambos se acaban, el matrimonio tambalea, pues no hay motivación para continuar. La motivación no es el cónyuge, ni los hijos, es el propósito que tiene cada uno para vivir día a día.

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Para la psicóloga clínica y especialista en temas de familia, Diana Hernández, “muchas veces confundimos los sueños con etapas de la vida y creemos que al cumplirlos tendremos la felicidad absoluta. No es así. Los sueños son metas, pero si no disfrutamos la planeación y el proceso para conseguirlas, tampoco disfrutaremos cuando sean reales. Además, los sueños deben movilizarse, evolucionar y crecer. Si no, el problema realmente no está en el sueño sino en nuestro propósito y probablemente también en nuestra identidad”.

Un proyecto de vida juntos Cuando Juan Carlos y Andrea se casaron, ambos trabajaban en una conocida aerolínea, lo que les permitía constantemente cumplir su sueño de viajar por el mundo. Uno de los propósitos que se plantearon juntos fue tener hijos, pero con los constantes viajes, el sueño se hacía lejano, por lo que tomaron la decisión de que Andrea renunciaría a su trabajo para dedicarse a sus hijos. Tuvieron tres. Sin embargo, con el paso de los años y cuando sus hijos ya tenían 15, 13 y 9 años, Andrea comenzó a sentir que no había hecho nada con su vida. Juan Carlos era exitoso en el campo en el que ella también lo había sido y sentía constantemente que no tenía un propósito. Esto hizo que su matrimonio comenzara a tener problemas y su vida familiar se viera gravemente afectada.


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