Revista Iglesia en San Bernardo - Mayo

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Iglesia en San Bernardo Mayo 2020

Marzo - Abril 2020

Te acompaĂąamos en estos tiempos de quedarte en casa


Sumario

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Vida Diocesana

No estas solo

Campaña

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Comedor Jesús Buen Pastor

Seminario San Pedro Apóstol

Director: Mons. Juan Ignacio González Consejo de Redacción: Mons. Juan Ignacio González y Pbro. Eric González Editora General: Carolina Echeverría Editora de Crónica: Ámbar Álvarez Publicidad: Luis Orellana E-mail:lorellana@obispadodesanbernardo.cl Nº de Ejemplares: 15.000 ejemplares Dirección: Freire 508, San Bernardo Casilla: 320 Teléfonos: 8586971 / 8591137 Página Web: obispadodesanbernardo.cl Aporte: Cuenta 188-01964-02, Banco de Chile Diseño: Obispado de San Bernardo Impresión: A Impresores S.A. Año: 14 Publica: S.C.D. Eyzaguirre A. Ltda.


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Nuevos desafíos: ir en ayuda de los que sufren.

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on el correr de los días, en medio de verdaderas batallas para detener el flagelo del virus que azota al mundo, aparecen los efectos que la pandemia tendrá en la vida concreta de las personas y sus familias. Es una realidad la llegada de un período de dura contracción económica, cuyo efecto quizá más grave será el desempleo que afectará a cientos de miles de personas y provocará que muchos hermanos y hermanas nuestras queden en situación de vulnerabilidad. Las autoridades económicas han tomado medidas para evitar en lo más posible el colapso y, en general, estas medidas han encontrado la aprobación de la ciudadanía. A la Iglesia le corresponde su parte. Estar junto a los que sufren con los auxilios espirituales y procurar que a nadie le falte la cercanía del Señor. Pero también ir en ayuda material de los que están sufriendo, especialmente con alimentos y abrigo. Esta será una tarea esencial de los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los agentes pastorales y de los fieles en los meses futuros. En estos días difíciles hemos asistido a una explosión maravillosa de creatividad pastoral, al ver las formas nuevas en que muchas parroquias han logrado llegar a los fieles. Entramos ahora en una segunda etapa que será larga y fatigosa, pero que expresará de forma real que deseamos que el evangelio se encarne en las realidades concretas que estamos viviendo. Se requiere ahora una explosión de generosidad, que tiene siempre su fuente en la gracia de Dios. “Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: ¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos? Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.» Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el facebook.com/obispado.sanbernardo

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hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos? (Juan 6, 1-15.) Asistiremos, como en los tiempos del Señor, a una multiplicación de los panes y peces, de manera que todos puedan comer. Pero, así como Jesús preguntó a Felipe y de su respuesta vino el milagro, hoy también necesita de cada uno de nosotros. Unos aportando económicamente, otros trabajando como voluntarios, otros orando con intensidad por esta misión cristiana y humana y todos unidos férreamente en el servicio del Señor y de los hijos de Dios, sin distinción alguna. Dios nunca abandona a su pueblo, especialmente cuando sufre, nos ha recordado el Papa Francisco recientemente. Siempre la caridad ha sido uno de los pilares esenciales de la vida de la Iglesia. Hoy es necesario que ella se transforme en una fuerza de Dios, que nos hace despojarnos de nosotros mismos, de lo poco o mucho que tenemos, para ir en ayuda del otro, de tender la mano al que sufre necesidad. En las páginas de la revista encontrarás las maneras de ayudar. Es un tiempo en que todos creceremos en el Amor a Dios, pero lo haremos de la mano del servicio silencioso, humilde y generoso con los hermanos más necesitados. ¡Que nadie se reste de aportar su pan, para que el Señor haga también hoy el milagro! + Juan Ignacio

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Los Sacramentos

Los Sacramentos en tiempo de Coronavirus Cuando las circunstancias de nuestra vida se hacen complejas y difíciles, el Amor de Dios llega siempre a nosotros para vivir el llamado a la santidad en plenitud. Dios nunca deja de estar cerca de sus hijos, especialmente en los momentos de agobio y aflicción.

Qué son los sacramentos? Los sacramentos son los signos sensibles y eficaces de la gracia de Dios, establecidos por nuestro Señor. Son como "fuerzas que brotan" del Cuerpo de Cristo (cf. Lc 5, 17; Lc 6, 19; Lc 8, 46) siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, son "las obras maestras de Dios" en la nueva y eterna Alianza”. El Concilio Vaticano II enseñó que “los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que a la vez la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y cosas; por eso se llaman sacramentos de la fe. “Los sacramentos del Nuevo Testamento, instituidos por Cristo Nuestro Señor y encomendados a la Iglesia, en cuanto que son acciones de Cristo y de la Iglesia, son signos y medios con los que se expresa y fortalece la fe, se rinde culto a

Dios y se realiza la santificación de los hombres, y por tanto contribuyen en gran medida a crear, corroborar y manifestar la comunión eclesiástica; por esta razón, tanto los sagrados ministros como los demás fieles deben comportarse con grandísima veneración y con la debida diligencia al celebrarlos”

La Iglesia es la depositaria del don de los sacramentos Por el Espíritu que la conduce "a la verdad completa" (Jn 16, 13), la Iglesia reconoció poco a poco este tesoro recibido de Cristo y precisó su "dispensación", tal como lo hizo con el canon de las Sagradas Escrituras y con la doctrina de la fe, como fiel dispensadora de los misterios de Dios (cf Mt 13, 52; 1Co 4, 1). Así, la Iglesia ha precisado a lo largo de los siglos, que, entre sus celebraciones litúrgicas, hay siete que son, en el sentido propio del término, sacramentos instituidos por el Señor”.


Los Sacramentos

vino, corresponde exclusivamente a la autoridad suprema de la Iglesia aprobar o definir lo que se requiere para su validez, y a ella misma o a otra autoridad competente, de acuerdo con el can. 838, PP 3 y 4, corresponde establecer lo que se refiere a su celebración, administración y recepción lícita, así como también al ritual que debe observarse en su celebración”

Necesidad de los sacramentos La fe de la Iglesia afirma que los sacramentos son necesarios para la salvación porque contienen la gracia que nos hace posible la santidad. Especialmente el Bautismo, que es el que nos abre las puertas a todos los demás sacramentos (Cfr. Dz. 388, 413, 996). “Todo fiel, que haya llegado al uso de razón, está obligado a confesar sus pecados graves al menos una vez al año, y de todos modos antes de recibir la sagrada Comunión”. La Eucaristía también es necesaria para quienes hayan llegado al uso de razón (cfr Jn. 6, 53). Enseña el Compendio del Catecismo que: “Para los creyentes en Cristo, los sacramentos, aunque no todos se den a cada uno de los fieles, son necesarios para la salvación, porque otorgan la gracia sacramental, el perdón de los pecados, la adopción como hijos de Dios, la configuración con Cristo Señor y la pertenencia a la Iglesia. El Espíritu Santo cura y transforma a quienes los reciben”. Se descubre así que no todos los sacramentos son igualmente necesarios para la salvación, pues de hecho muchas personas no recibirán nunca algunos de ellos, como por ejemplo el matrimonio, el orden sagrado. El único sacramento absolutamente indispensable para salvarse es el bautismo: si un niño recién bautizado muere, se salva, aunque no haya comulgado. La Iglesia sintetiza así esta necesidad: “El Bautismo es necesario para la salvación de todos aquellos a quienes el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento”. Sin embargo, para un bautizado que ha llegado al uso de razón, la Eucaristía resulta también

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requisito indispensable, según las palabras de Jesucristo: "Si no coméis la Carne del Hijo del Hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en vosotros"(Jn. 6, 53). De esto se puede deducir que no sería razonable que un hombre alcanzara la salvación -que es plena unión con Dios-, sin tener en la tierra al menos el deseo de la Eucaristía, que también es unión con Dios y anticipo de la vida plena del cielo. En correspondencia con ese precepto divino, la Iglesia dispone en su tercer mandamiento que al menos una vez al año y por Pascua de Resurrección, todo cristiano con uso de razón debe recibir la Eucaristía. También hay obligación de comulgar cuando se está en peligro de muerte: en este caso la comunión se recibe a modo de Viático, que significa preparación para el viaje de la vida eterna”.

Cuando no se puede comulgar Puede haber razones subjetivas que impiden la recepción de la Eucaristía. También puede haber razones objetivas, externas al fiel mismo, que hace muy difícil o imposible a una persona acercarse a comulgar. Una de ellas es el caso de una gran epidemia o peste, como la que padece el mundo, en que la autoridad, para evitar su expansión, restringe las reuniones de más de un número determinado de personas. Puede ser también en el caso de una guerra, en que resulta imposible encontrar a un sacerdote o ministro autorizado o no hay templos disponibles o no hay quien consagre el pan y el vino. La lejanía forzada también puede ser una causa lícita para no recibir la comunión. También puede ocurrir en caso de persecución. Se aplica en estos casos el adagio “a lo imposible nadie está obligado”.

Cuando resulta imposible o muy difícil confesarse Lo mismo cabe decir de los casos en que a una persona le resulte imposible acceder a la confesión. Si no hay conciencia de un pecado grave o mortal, la fe de la Iglesia nos enseña que ellos son @diocesis_sb

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Los Sacramentos

perdonados por diversos medios, especialmente la oración y las obras de bien, siempre que la persona esté arrepentida y tenga el propósito de no volver a pecar. En caso de tener conciencia de una falta grave, la confesión es el camino necesario para recibir la absolución. Pero si esto resulta verdaderamente imposible, por causas objetivas como las señaladas y hay arrepentimiento sincero – contrición verdadera - del mal cometido, deseo de enmendar la vida, junto al propósito de confesar los pecados graves en cuanto sea posible , se puede afirmar que esa persona desde ese momento ya ha recibido el perdón de Dios y vuelve al estado de Gracia. Recientemente, con ocasión de la pandemia, la Iglesia ha enseñado que: “cuando el fiel se encuentre en la dolorosa imposibilidad de recibir la absolución sacramental, debe recordarse que la contrición perfecta, procedente del amor del Dios amado sobre todas las cosas, expresada por

una sincera petición de perdón (la que el penitente pueda expresar en ese momento) y acompañada de votum confessionis, es decir, del firme propósito de recurrir cuanto antes a la confesión sacramental, obtiene el perdón de los pecados, incluso mortales (cf. Catecismo dela Iglesia Católica n. 1452)”.

Lo que nos ha enseñado el Papa Francisco para este momento Recientemente el Papa Francisco también se ha referido a este tema; "Sé que muchos de ustedes, para Pascua" - dijo el Papa - "van a confesarse para reencontrarse con Dios". Pero, muchos me dirán hoy: 'Pero, Padre, ¿dónde puedo encontrar un sacerdote, un confesor, por qué no se puede salir de casa? Y yo quiero hacer las paces con el Señor, quiero que Él me abrace, quiero que mi papá me abrace... ¿Cómo puedo hacer si no encuentro sacerdotes?' Haz lo que dice el Catecismo". "Es muy claro: si no encuentras un sacerdote para confesarte -explicó el Pontífice-, habla con Dios, que es tu Padre, y dile la verdad: 'Señor, he hecho esto, esto, esto... Perdóname', y pídele perdón con todo mi corazón, con el Acto de Dolor, y prométele: 'Me confesaré más tarde, pero perdóname ahora'. Y de inmediato, volverás a la gracia de Dios. Tú mismo puedes acercarte, como nos enseña el Catecismo, al perdón de Dios sin tener un sacerdote a mano. Piensa en ello: ¡es la hora! Y este es el momento adecuado, el momento oportuno. Un acto de dolor bien hecho, y así nuestra alma se volverá blanca como la nieve". En algunos casos esta realidad puede darse efectivamente, pero en general se puede decir que en las circunstancias actuales y en un país como el nuestro, parece difícil que ello pueda ocurrir. Siempre será posible, con esfuerzo y sabiduría, llegar a la absolución sacramental en el caso de faltas graves. Pero si no es así, nadie puede inquietarse en su alma. Dios es Padre amoroso, que nunca abandona a sus hijos y nos ama hasta el infinito.


Los Sacramentos

Medios ordinarios y extraordinarios ¿Qué sucede, entonces, con el fiel al cual la gracia de Dios no puede fluir por medio de los sacramentos porque le resulta imposible acercarse a ellos? Es posible entonces distinguir entre medios ordinarios y extraordinarios por los cuales Dios nos concede su gracia, recuperar su amistad e impulsarnos a la santidad. Los ordinarios son los sacramentos, los extraordinarios muchas otras formas de unirse a Dios y recibir su gracia, como por ejemplo la oración personal y comunitaria, el servicio a los demás, los sacrificios hechos por amor a Dios y al prójimo, las devociones diversas a Dios, a Jesucristo, a la Madre de Dios y a los santos. Dios nuestro Señor no se corta los brazos. “Non est abbreviata manus Domini, no se ha hecho más corta la mano de Dios: no es menos poderoso Dios hoy que en otras épocas, ni menos verdadero su amor por los hombres. Nuestra fe nos enseña que la creación entera, el facebook.com/obispado.sanbernardo

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movimiento de la tierra y el de los astros, las acciones rectas de las criaturas y cuanto hay de positivo en el sucederse de la historia, todo, en una palabra, ha venido de Dios y a Dios se ordena. La acción del Espíritu Santo puede pasarnos inadvertida, porque Dios no nos da a conocer sus planes y porque el pecado del hombre enturbia y obscurece los dones divinos. Pero la fe nos recuerda que el Señor obra constantemente: es El quien nos ha creado y nos mantiene en el ser; quien, con su gracia, conduce la creación entera hacia la libertad de la gloria de los hijos de Dios”.

El deseo del corazón siempre es colmado por Dios Nuestro Señor conoce el corazón humano y como enseña un antiguo escritor cristiano “para quienes buscan con sinceridad el remedio, no puede faltar la medicina del verdadero médico de las almas. Esto es particularmente cierto para aquellos que no cierran los ojos a sus dolencias por desánimo o por negligencia”. @diocesis_sb

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Los Sacramentos

Es tan grande el deseo de Dios de venir al encuentro del hombre, que los sacramentos aparecen como lo mas adecuado a nuestra naturaleza. Somos seres corporales y los sentidos, las palabras, las cosas materiales son parte esencial de nuestro caminar. Entonces Dios, en su infinita amor y bondad concede de manera misteriosa pero real – sacramentun – una eficacia que no es natural, sino sobrenatural a los sacramentos. El justo deseo de muchas personas por asistir y recibir la Eucaristía – cosa del todo deseable y necesaria – puede ser una ocasión oportuna para volver a agradecer el don de los sacramentos, el amor de Dios por cada uno de nosotros y la facilidad con que en tiempos normales podemos recurrir al auxilio divino de los sacramentos. Así como el solo deseo del bautismo en una persona que no ha podido recibirlo sin culpa, trae consigo la gracia del Sacramento y la salvación, así también el deseo ferviente de la comunión o la confesión, cuando estamos impedidos verdaderamente o hay dificultades graves como las actuales para recibirlos, puede producir en el fiel los efectos del sacramento. De aquí la importancia de la llamada comunión espiritual, que es una expresión interior del deseo de recibir, si fuera posible, sacramentalmente la Sagrada Eucaristía y también de la llamada contrición perfecta, por el cual aborrecemos el pecado, especialmente el grave.

tencia: "una misma es la santidad que cultivan en cualquier clase de vida y de profesión los que son guiados por el Espíritu de Dios y, obedeciendo a la voz del Padre, adorando a Dios Padre en espíritu y en verdad, siguen a Cristo. Todos los fieles cristianos, en cualquier condición de vida, La santidad en tiempo de de oficio o de circunstancias, y precisamente por Coronavirus medio de todo eso, se podrán santificar de día Todo tiempo es bueno para el cristiano y en en día". todas las circunstancias de la vida esta llamado a vivir la santidad, es decir la virtud cristiana he+Juan Ignacio González Errázuriz roicamente. El cristiano puede y debe vivir esta Obispo de San Bernardo invitación del Señor a ser Santos. La santidad consiste en cumplir la misión divina recibida. No existe un modelo de santidad válido para todos los casos; Cristo mismo, al que se ha de acomodar toda existencia cristiana, no se nos propone como un modelo abstracto, sino que nos pide un vivir en Él, un participar de su Espíritu, de una manera que resulta única y peculiar de cada exis-


Mensaje en tiempos de Civid-19

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“Es un tiempo propicio para comprender el valor de la fraternidad, de estar unidos unos a otros de manera indisoluble” Mensaje del Cardenal Peter K. A. Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en los tiempos del coronavirus (Covid-19) ¡Paz a vosotros! Estamos viviendo días de gran preocupación y creciente ansiedad, días en los que la fragilidad humana y la vulnerabilidad de la supuesta seguridad en la tecnología se ven socavadas en todo el mundo por el Coronavirus (COVID-19), que doblega a todas las actividades más significativas, como la economía, las empresas, el trabajo, los viajes, el turismo, el deporte e incluso el culto, y su contagio también limita en gran medida la libertad de espacio y de movimiento. El Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral desea unirse a la voz del Santo Padre, renovando así la cercanía de la Iglesia, en la pastoral de la salud, a todos los que sufren el contagio de COVID-19, a las víctimas y sus familias, así como a todos los trabajadores de la salud, comprometidos en primera línea, que dedican todas sus energías a curar a las personas afectadas y aliviar su malestar. Pensando particularmente en los países más afectados por el contagio, nos unimos, recordándolos en nuestras oraciones, a la labor de las autoridades civiles, los voluntarios y a la de quienes se esfuerzan por detener el contagio y evitar el riesgo para la salud pública y el creciente temor que esta epidemia en expansión está generando. También alentamos a las estructuras y organizaciones sanitarias laicas y católicas, nacionales e internacionales, a que sigan ofreciendo sinérgicamente la asistencia necesaria a las personas y poblaciones, así como a que pongan en práctica todas las medidas indispensables para encontrar una solución a la nueva epidemia, según las indicaciones de la OMS y de las autoridades políticas nacionales y locales. En esta ocasión, tanto el Santo Padre como varios Jefes de Estado han demostrado su solifacebook.com/obispado.sanbernardo

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daridad con los países más afectados, donando productos médicos y sanitarios y ayuda financiera. Esperamos que todos puedan continuar con esta obra de ayuda, porque ante una emergencia como esta muchas naciones, especialmente las que tienen sistemas sanitarios débiles, se verán desbordadas por los efectos del virus y quizás no podrán hacer frente a las demandas de cura y proximidad a sus naciones. Este momento de gran necesidad puede ser, esperamos, un buen momento para fortalecer la solidaridad y la cercanía entre los Estados, la amistad entre los pueblos. Ciertamente, esta incidencia del virus, como toda situación de emergencia, pone de relieve las graves desigualdades que caracterizan a nuestros sistemas socio-económicos. Se trata de desigualdades en los recursos económicos, en la utilización de los servicios sanitarios así como en el personal cualificado y la investigación científica. Frente a este abanico de desigualdades, la familia humana tiene el desafío de sentir y vivir verdaderamente como una familia interconectada e interdependiente. La incidencia del Coronavirus ha demostrado esta importancia mundial, ya que inicialmente sólo afectó a un país y luego se propagó a todas las partes del mundo. Para cada persona, creyente o no creyente, es un tiempo propicio para comprender el valor de la fraternidad, de estar unidos unos a otros de manera indisoluble; un tiempo en el que, en el horizonte de la fe, el valor de la solidaridad, que brota del amor sacrificado por los demás, "nos ayuda a ver al "otro" -persona, pueblo o Naciónno como un instrumento cualquiera [....], sino como nuestro "semejante", un "auxilio" (cf. Gn 2,18.20), para ser compartido, como nosotros, @diocesis_sb

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Mensaje en tiempos de Civid-19

en el banquete de la vida, al que todos los hombres están igualmente invitados por Dios" (SRS 39,5). El valor de la solidaridad también necesita ser encarnado. Pensemos en el vecino, el compañero de oficina, el amigo de la escuela, pero sobre todo en los médicos y enfermeros que se arriesgan a la contaminación e infección para salvar a los enfermos. Estos trabajadores viven y nos muestran el significado del misterio de la Pascua: entrega y servicio. Ya el Papa Francisco, en su Mensaje de Cuaresma 2020, nos exhorta a contemplar con un corazón renovado el misterio de la Pascua, el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús, y a acoger libre y generosamente su entrega: su sufrimiento hasta la muerte como un don de amor a la humanidad. El abrazo del sufrimiento de Jesús, nos dice el Papa Francisco, se convierte en el abrazo de toda la gente que sufre en nuestro mundo, incluyendo a todos los afectados por el COVID-19. Hoy son la expresión de Cristo que sufre, y al igual que el pobre viandante en la parábola del Buen Samaritano, necesitan gestos concretos de cercanía por parte de la humanidad. Las personas que sufren, ya sea por contagio o de otra manera, constituyen un "laboratorio de misericordia", ya que la naturaleza poliédrica del sufrimiento requiere diferentes formas de misericordia y cuidado. Al comienzo de este itinerario cuaresmal, carente para muchos de algunos signos litúrgicos comunitarios como la celebración de la Eucaristía, estamos llamados a un camino aún más arraigado en lo que sostiene la vida espiritual: la oración, el ayuno y la caridad. Que los esfuerzos realizados para contener la propagación del Coronavirus se acompañen del compromiso de cada fiel para el bien mayor: la reconquista de la vida, la derrota del miedo, el triunfo de la esperanza. A las comunidades más probadas, les recomen-

damos que no vivan todo como una privación. Si no podemos reunirnos en nuestras asambleas para vivir juntos nuestra fe, como solemos hacerlo, Dios nos ofrece la oportunidad de enriquecernos, de descubrir nuevos paradigmas y de redescubrir nuestra relación personal con Él. Jesús nos recuerda: "Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará"(Mt, 6,6). ¡Cuántas veces el Papa Francisco nos ha invitado a tener las Escrituras a mano! La oración es nuestra fuerza, la oración es nuestro recurso. He aquí, pues, el momento propicio para redescubrir la paternidad de Dios y nuestro ser hijos: "Os rogamos en nombre de Cristo: dejáos reconciliar con Dios" (2 Cor 5,20) dice San Pablo, y éste es el Mensaje de Cuaresma de este año que el Papa Francisco nos ha regalado. ¡Qué providencia! Así que recemos a Dios Padre para que aumente nuestra fe, para que ayude a los enfermos a curarse y para que sostenga a los trabajadores de la salud en su misión. Esforcémonos por evitar la estigmatización de los afectados: la enfermedad no conoce límites ni color de piel; habla, en cambio, el mismo idioma. Cultivemos la "Sabiduría del Corazón": que es una "actitud infundida por el Espíritu Santo" en aquellos que saben abrirse al sufrimiento de sus hermanos y hermanas y reconocer en ellos la imagen de Dios. Así, podemos afirmar, como Job, "Era yo los ojos del ciego, y del cojo los pies" (Jb 29,15). De esta manera podremos servir a los que sufren, acompañarlos de la mejor manera posible y ser solidarios con los necesitados sin juzgarlos. Pedimos a las autoridades políticas y económicas que no descuiden la justicia social y el apoyo a la economía y a la investigación, ahora que el virus está creando, lamentablemente, una nueva "crisis económica". Nosotros seguiremos sosteniendo con todos los medios los esfuerzos de los trabajadores de la salud y de las instalaciones médicas en las diversas partes del mundo, especialmente en las zonas más remotas y difíciles, confiando también en la solidaridad activa de todos. Pidamos al Espíritu Santo que ilumine los esfuerzos de los científicos, los trabajadores de la salud y los gobernantes y encomendamos todas las poblaciones afectadas por el contagio a la intercesión de la Virgen María, Madre de la humanidad. Fuente: Vatican.va


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Infomación

Coronavirus como prevenir

COVID-19

Produce una enfermedad respiratoria leve que solo en algunos casos puede complicarse (principalmente en personas mayores). Se trasmite por vía respiratoria cuando el contacto es estrecho o por contacto con superficies contaminadas.

Cuidados

Síntomas

Lavarse las manos con jabón regularmente. Estornudar en el pliegue del codo. No llevarse las manos a los ojos y la nariz.

38°

Fiebre y tos

38°

Fiebre y dolor de garganta

38°

Ventilar los ambientes. Desinfectar los objetos que se usan con frecuencia.

Fiebre dificultad para respirar

Si tienes alguno de estos síntomas y estuviste en algún país de circulación del virus o en contacto con algún caso confirmado, no te automediques y consultá inmediatamente al sistema de salud.

Para quienes regresan de países afectados, se sugiere permanecer en el domicilio y no concurrir a lugares públicos como ámbitos educativos, laborales, recreativos, deportivos o sociales durante 14 días. @HOSPITALPSB Hospital_Parroquial_sb

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CECH

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No nos salvamos solos Mensaje conclusivo de la 120ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo” (Lc 10,27) 1. Corresponsables en la prevención y superación de la pandemia. La pandemia del coronavirus “Covid-19” nos ha obligado a cambiar nuestros hábitos y formas de vida. Porque no se puede aminorar su gravedad, seguimos animando a los católicos y a todos los ciudadanos a actuar con responsabilidad, siguiendo estrictamente las indicaciones de la autoridad sanitaria en cada lugar y momento, cuidándonos unos a otros, y muy especialmente a los más vulnerables. 2. Una Iglesia próxima al dolor. La cercanía de la enfermedad, el dolor y la muerte, nos ha llevado a preguntarnos por el sentido de la vida y las posibilidades de convivencia entre los seres humanos, especialmente frente al sufrimiento de los más necesitados. Hoy el Señor nos urge a ser cercanos y atentos a los más pobres y desprotegidos ante la pandemia: personas sin techo o sin hogar, adultos mayores, inmigrantes, grupos familiares que viven en hacinamiento, sin agua y sin condiciones de salubridad ni conectividad. Junto al dolor de quienes han perdido a familiares o los ven sufrir, nos conmueven también los episodios de violencia al interior de la familia, el miedo y los problemas de salud mental a causa de esta crisis.

pación que muchas personas y familias perderán sus fuentes laborales y que ello implica angustia y falta de recursos para la subsistencia familiar. Este drama nos interpela a promover una solidaridad activa y a trabajar en un pacto social para aminorar el impacto de la cesantía y sus consecuencias. Este empeño requiere el esfuerzo de todos, sin excepción. 4. Una voz de esperanza. Queremos que nadie se sienta solo en este tiempo, que a nadie le falte una voz esperanzadora. Para eso unimos desde la Iglesia nuestros esfuerzos para ofrecer una red de acompañamiento, escucha y solidaridad, porque la distancia física es un estímulo a la cercanía espiritual y fraterna.

5. Opción por los más necesitados. Hemos puesto a disposición de las autoridades recintos, instalaciones y todo lo que ayude a enfrentar esta grave crisis. Toda la pastoral social e instituciones de la Iglesia, a nivel nacional y en cada diócesis, están trabajando en proyectos que nos permitan una efectiva asistencia a los más afectados por esta situación. Apreciamos todas las políticas públicas que van en ayuda de los más necesitados, tanto las ya anunciadas como otras que puedan estudiarse a futuro. Invitamos a vivir 3. Ante el complejo escenario social, unir es- una solidaridad que nos comprometa y que exfuerzos. Junto a la incertidumbre sobre el año prese fuertemente nuestro deber de fraternidad, escolar, la quiebra de emprendimientos o el fra- que brota del Evangelio. caso de proyectos, vemos con especial preocufacebook.com/obispado.sanbernardo

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6. Los ejemplos de solidaridad y de caridad nos iluminan. El papa Francisco nos ha dicho: “Espero que encontremos los anticuerpos necesarios de justicia, caridad y solidaridad”. Con infinito agradecimiento, reconocemos el generoso compromiso de autoridades políticas, del personal sanitario, auxiliares, agentes de seguridad y de las Fuerzas Armadas y de Orden, empresarios, trabajadores y voluntarios de distintos ámbitos que, con su esfuerzo, han permitido la atención de los enfermos y la ayuda a toda la población. 7. Nuestra liturgia y oración en este tiempo. Para prevenir posibles contagios de Covid-19 en aglomeraciones, hemos tomado la difícil decisión de reducir drásticamente nuestras actividades pastorales y celebraciones litúrgicas. Somos conscientes de que muchas personas desearían volver a participar presencialmente en la vida sacramental, pero en las actuales circunstancias ello no resulta siempre posible. Es una medida excepcional y temporal, que esperamos revertir progresivamente cuando las condiciones lo permitan. Seguiremos utilizando de manera creativa la televisión, radio y plataformas digitales a fin de que la Palabra de Dios y las celebraciones litúrgicas lleguen a los hogares de los fieles. Agradecemos el esfuerzo que han realizado los ministros ordenados y el personal consagrado en este sentido. Junto al papa Francisco, invitamos a orar por todos los que sufren las consecuencias de esta pandemia, sus cercanos y por el abnegado personal sanitario. 8. Ante el drama humano, construyamos puentes. Porque la dignidad de la persona humana debe ser el centro de toda política pública, el país espera de todos los actores y autoridades una actitud dialogante, no confrontacional. No es solo una estrategia; es un imperativo ético mirar más al bien común que a las causas o proyectos particulares. No basta el aplanamiento de una curva o el cumplimiento de una meta económica para superar esta crisis. El trasfondo, antes que sanitario o económico, es el drama humano ante nuestros ojos. En Chile y en la Iglesia hay todavía muchos asuntos pendientes que no pueden ser

olvidados. Las mesas de diálogo social que hoy se han abierto por la pandemia son un camino para retomar la búsqueda de un Chile más justo, solidario y dialogante. 9. Trabajemos por la fraternidad. Es tiempo de valorar la vida de los otros, de conocer a “los santos de la puerta del lado” como enseña el papa Francisco, de vivir austeramente, de revisar el modo en que nos relacionamos como pueblo y con la Creación. Cuidarnos significa, ante todo, reconocernos como hermanos y tratarnos con respeto. Recientemente hemos celebrado la Semana Santa, en donde la resurrección de Cristo triunfa sobre la muerte, iluminando con toda su fuerza nuestra vida. Podremos recuperarnos del Covid-19, pero Chile solo estará sano cuando podamos, superando el odio, la indiferencia y violencia, reconstruir las relaciones fraternales en solidaridad y justicia, a las que Jesucristo nos invita. Confiados en la intercesión de Nuestra Señora del Carmen, nuestra Madre, “salud de los enfermos” y “consuelo de los afligidos”, nuestra esperanza se nutre de la certeza del Dios-con-nosotros que siempre vence el mal.

LOS OBISPOS Y ADMINISTRADORES DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE Santiago, 24 de abril de 2020.


Homenaje

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Homenaje a los sacerdotes fallecidos por el coronavirus

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l igual que los médicos y todo el personal médico enviado al frente en esta "guerra" contra el coronavirus, los sacerdotes, a menudo llamados "médicos de las almas", están particularmente expuestos al virus. Como el resto de la sociedad, están llamados a la prudencia y al civismo y deben adaptar las condiciones para el ejercicio de su ministerio, pero una vocación basada en la imitación de Cristo, que se encarnó en la condición humana hasta el punto de una muerte humillante, no puede ignorar el contacto humano, con todas las alegrías y los riesgos que esto implica. Incluso en países donde no se puede celebrar una misa pública, muchos sacerdotes siguen prestando el servicio de comunión a los enfermos y a los ancianos, manteniendo la continuidad de una vocación basada en la entrega de sí mismo. El martirio de los sacerdotes italianos El exceso de mortalidad en el clero es muy difícil de cuantificar con precisión, ya que la situación cambia a cada hora y la información, país por país, no está centralizada. El país con el censo más exacto es Italia, donde L'Avvenire, un diario vinculado a la Conferencia Episcopal, contó 96 sacerdotes muertos hasta el 5 de abril, Domingo de Ramos. El umbral de 100 muertes en el clero italiano se ha cruzado probablemente desde esa fecha, y un obispo entre ellos es el obispo Angelo Moreshi, Vicario Apostólico de Gambella en Etiopía, que murió el 25 de marzo en Brescia. Las edades de estos sacerdotes oscilan entre 55 y 104 años, pero también se han hospitalizado sacerdotes más jóvenes, a veces en condiciones graves, y algunos siguen luchando por su supervivencia. Los Estados Unidos, el nuevo centro de la epidemia mundial facebook.com/obispado.sanbernardo

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El frente epidémico más grave concierne ahora a los Estados Unidos, donde se temen miles de muertes en los próximos días, según el propio presidente Donald Trump. En Nueva York, el primer sacerdote en morir fue el Padre Jorge Ortiz-Garay, incardinado en la diócesis de Brooklyn. Los medios de comunicación locales dieron una gran cobertura a la muerte de este sacerdote, de sólo 49 años de edad, que había mostrado un gran dinamismo en la difusión del mensaje del Evangelio a la población en este tiempo de encierro a través de las redes sociales. También se informó en Nueva York de la muerte de un sacerdote de origen italiano, el padre Gioacchino Basile, de 60 años. Originario de Calabria y párroco en el distrito de Queens. Todos estos sacerdotes fallecidos, como los que están muriendo actualmente por otras patologías, son enterrados en la más estricta privacidad, debido a las reglas de confinamiento, pero serán objeto de posteriores tributos públicos. Ya sea que hayan caído enfermos en el servicio directo del pueblo, o abandonados en su vejez después de varias décadas de sacerdocio, todos han dado testimonio de su fidelidad al Señor y del don de sus vidas en el servicio del Pueblo de Dios. Entrevistado por la sección italiana de Radio Vaticano el Jueves Santo, el obispo Francesco Beschi de la diócesis de Bérgamo, que llora la muerte de 24 sacerdotes y aún tiene muchos sacerdotes hospitalizados, confió que identificó la situación de su diócesis y presbiterio con la del pueblo del Éxodo. "Ya no tenemos nada de lo que teníamos antes. Entonces, ¿qué nos queda? Todavía tenemos la oración, la Palabra de Dios, el compartir fraternal, pero sobre todo todavía tenemos el hecho de poner nuestras vidas en las manos del Señor. Esto puede ser un dinamismo pascual muy fuerte. Morir con Cristo para resucitar con Él". @diocesis_sb

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14 Mes de Mayo a María

MAYO

Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza. A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos, que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe. Tú, Salvación del pueblo romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que lo concederás para que, como en Caná de Galilea, vuelvan la alegría y la fiesta después de esta prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y hacer lo que Jesús nos dirá, Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo se cargó de nuestros dolores para guiarnos a través de la cruz, a la alegría de la Resurrección. Amén. Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.


Mes de Mayo a María 15

En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección. Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo. Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud. Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

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Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus. Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.

Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuado para la prevención de futuras catástrofes similares.

Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.

Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad. Nos encomendamos a Tí, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

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16 La Ascensión del Señor

24 de mayo Solemnidad de la Ascensión del Señor:

La Ascensión del Señor en los Padres de la Iglesia y el Catecismo

Cristo asciende gloriosamente al cielo en cuerpo y alma o se turbe vuestro corazón… En la Casa de mi Padre hay muchas moradas. Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros» (Jn 14,1-3) El próximo 24 de mayo se celebra gozosamente la Solemnidad de la Ascensión del Señor, y con tal motivo reproducimos la reflexión de San Agustín sobre este día tan especial.

«N

San Agustín, Sermón sobre la Ascensión del Señor (Mai 98, 1-2) Nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo tal día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con él. Escuchemos al Apóstol: «Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Y así como él ascendió sin alejarse de nosotros, nosotros estamos ya allí con él, aun cuando todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que nos ha sido prometido». Él fue ya exaltado sobre los cielos; pero sigue

padeciendo en la tierra todos los trabajos que nosotros, que somos sus miembros, experimentamos. De lo que dio testimonio cuando exclamó: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Así como también dijo, tuve hambre, y me disteis de comer». ¿Por qué no vamos a esforzarnos sobre la tierra, de modo que gracias a la fe, la esperanza y la caridad, con las que nos unimos con él, descansemos ya con él en los cielos? Mientras él está allí, sigue estando con nosotros; y nosotros, mientras estamos aquí, podemos estar ya con él allí. Él realiza aquello con su divinidad, su poder y su amor; nosotros, en cambio, aunque no podemos llevarlo a cabo como él con la divinidad, sí que podemos por el amor hacia él. No se alejó del cielo, cuando descendió hasta nosotros; ni de nosotros, cuando regresó hasta él. Él mismo es quien asegura que estaba allí mientras estaba aquí: «nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo». Esto se refiere a la unidad, ya que es nuestra cabeza, y nosotros su cuerpo. Y nadie, excepto él, podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con él, en virtud de que él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos hijos de Dios [...] Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros. Bajó, pues, del cielo por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no ascendió él solo. No es que queramos confundir la dignidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.


La Ascensión del Señor 17

S

an León Magno: “Así Como En La Solemnidad De Pascua La Resurrección Del Señor Fue Para nosotros causa de alegría, así también ahora su Ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades, hasta compartir el trono de Dios Padre».

mino para nuestra ascensión hacia estos lugares del Cielo, abriendo el camino, que antes era intransitable para nosotros. Porque el Cielo estaba cerrado a los hombres y ningún ser creado había penetrado nunca en este dominio santísimo de los ángeles. Es Cristo quien inaugura para nosotros este sendero hacia las alturas. Ofreciéndose Él mismo a Dios Padre como primicia de los que duermen el sueño de la muerte, permite a la carne mortal subir al cielo. Él fue el primer hombre que penetra en las moradas celestiales… Así, pues, Nuestro Señor Jesucristo inaugura para noSan Gregorio de Nisa: “Cristo, el primogénito sotros este camino nuevo y vivo: “ha inaugurado de entre los muertos, quien con su resurrección para nosotros un camino nuevo y vivo a través ha destruido la muerte, quien mediante la recon- del velo de su carne” (Heb 10,20)”. ciliación y el soplo de su EspíSan Gregoritu ha hecho de rio Magno: “El nosotros nuevas Señor arrastró criaturas, dice cautivos cuando hoy: Subo a mi subió a los ciePadre y a vueslos, porque con tro Padre, a mi su poder trocó Dios y a vuesen incorrupción tro Dios. ¡Oh nuestra corrupmensaje lleno ción. Repartió de felicidad y sus dones, porde hermosura! que enviando El que por nodesde arriba al sotros se hizo Espíritu Santo, hombre, siendo a unos les dio el Hijo único, palabras de saquiere hacernos biduría, a otros hermanos suyos de ciencia, a y, para ello, hace otros la gracia llegar hasta el de los milagros, Padre verdadea otros la de curo su propia hurar, a otros la de manidad, llevando en ella consigo a todos los de interpretar. En cuanto Nuestro Señor subió a los su misma raza”. cielos, su Santa Iglesia desafió al mundo y, confortada con su Ascensión, predicó abiertamente San Cirilo de Alejandría: “El Señor sabía que lo que creía a ocultas». muchas de sus moradas ya estaban preparadas y esperaban la llegada de los amigos de Dios. Por esto, da otro motivo a su partida: preparar el cafacebook.com/obispado.sanbernardo

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18 La Ascensión del Señor

V. CATECISMO DE LA IGLESIA «Jesucristo subió a los Cielos, y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso» 659: «Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16,19). El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección, como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre. Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos y les instruye sobre el Reino, su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria. La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube y por el cielo donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios. Sólo de manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo «como un abortivo» (1Cor 15,8) en una última aparición que constituye a éste en apóstol. 661: Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera, es decir, a la bajada desde el Cielo realizada en la Encarnación. Sólo el que «salió del Padre» puede «volver al Padre»: Cristo. «Nadie ha subido al Cielo sino el que bajó del Cielo, el Hijo del hombre» (Jn 3,13). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la «Casa del Padre» (Jn 14,2), a la vida y a la felicidad de Dios. Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, «ha querido precedernos como Cabeza nuestra para que nosotros,

miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino». 662: En el Cielo, Cristo ejerce permanentemente su sacerdocio. «De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor» (Heb 7,25). 663: «Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos, como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada». 664: Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías… A partir de este momento, los Apóstoles se convirtieron en los testigos del «Reino que no tendrá fin».


La Ascensión del Señor 19

668: La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. Él está «por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación» porque el Padre «bajo sus pies sometió todas las cosas» (Ef 1,20-22). Cristo es el Señor del cosmos y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su re-capitulación, su cumplimiento trascendente. El mandato misionero 849-850: «“La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser ‘sacramento universal de salvación’, por exigencia íntima de su misma catolicidad, obedeciendo al mandato de su Fundador se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres” (AG, 1): “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20)».

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20 Pentecostés

31 de Marzo: Solemnidad de Pentecostés

Ven Espíritu Santo! P

or obra del Espíritu Santo es la Encarnación del Verbo divino en las entrañas benditas de la Virgen María. Y en la Encarnación es donde se inicia la plenitud de la salvación, la renovación total de la humanidad. Por obra del Espíritu Santo. Por obra del Espíritu Santo volvemos a nacer los hombres, esta vez como hijos de Dios, «nacidos del agua y el Espíritu» (Jn 3,5). La santificación de los hombres realizada por Cristo, en la comunicación del Espíritu Santo, no va a ser solamente un nuevo camino moral al que se invita a un hombre que es meramente hombre. Es mucho más que eso. La santificación instaurada por la fe en Cristo consiste primariamente en una elevación ontológica: Los cristianos somos realmente «hombres nuevos», «nuevas criaturas» (Ef 2,15; 2 Cor 5,17), «hombres celestiales» (1 Cor 15,45-46), «nacidos de Dios», «nacidos de lo alto», «nacidos del Espíritu» (Jn 1,13; 3,3-8). Es el nacimiento lo que da la naturaleza. Y nosotros, que nacimos una vez de otros hombres, y de ellos recibimos la naturaleza humana, después en Cristo y en la Iglesia, por el agua y el Espíritu, nacimos una segunda vez del Padre divino, y de él recibimos una participación en la naturaleza divina (1 Pe 1,4). La santificación obrada por la gracia de Cristo no produce, pues, en el hombre un cambio accidental (como el hombre que por un golpe de for-

tuna se enriquece, pero sigue siendo el mismo), no es algo que afecte sólo al obrar (el bebedor que se hace sobrio), sino que es ante todo, por obra del Espíritu Santo, una transformación ontológica, que afecta al mismo ser del hombre, a su naturaleza. El hombre viejo, el de la primera Creación, el del primer Adán, fue creado al comienzo del mundo: «formó Yavé Dios al hombre del polvo de la tierra, y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue el hombre ser animado» (Gén 2,7); es el terrenal, el que fracasó por el pecado. Y el hombre nuevo, el de la segunda Creación, el que viene del segundo Adán, es en la plenitud de los tiempos, por obra del Espíritu Santo hombre espiritual, gracias a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que repite aquella escena primera del Génesis: «Sopló sobre ellos y les dijo: «recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). Si Cristo en su obra de salvación no hubiera llegado a la comunicación del Espíritu Santo en Pentecostés, de nada nos hubiera servido su Encarnación, su predicación del Evangelio, su muerte en la Cruz, su Resurrección y Ascensión al cielo. Seguiríamos siendo hombres terrenales, adámicos, pecadores. Es la comunicación del Espíritu Santo que Cristo hace desde el Padre lo que nos hace nacer de nuevo como hijos de Dios, como nuevas criaturas. Dios «nos ha salvado en la fuente de la regene-


Pentecostés 21

ración, renovándonos por el Espíritu Santo, que abundantemente derramó sobre nosotros por Jesucristo, nuestro Salvador» (Tit 3,5). Por obra del Espíritu Santo nace la Iglesia. Claramente lo sabemos, gracias al relato de San Lucas en los Hechos de los Apóstoles: «Cuando llegó el día de Pentecostés, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido del cielo, como el de un viento impetuoso… y quedaron todos llenos del Espíritu Santo» (Hch 2). Ahora es cuando se cumple plenamente la obra de Cristo, Salvador del mundo. La Encarnación del Hijo divino, el Evangelio, la muerte en la Cruz, la Resurrección, la Ascensión, hacen posible Pentecostés, cuando por obra del Espíritu Santo, nace la Iglesia, el Cuerpo mismo de Cristo. El Espíritu Santo es el alma que vivifica, unifica y mueve a la Iglesia. Y hace su obra por íntimos movimientos de su gracia y también por la mediación de gracias externas. Por el impulso suave y eficaz de su gracia interior el Espíritu Santo mueve el Cuerpo de Cristo y cada uno de sus miembros. Él produce día a día la fidelidad y fecundidad de los matrimonios. Él causa por su gracia la castidad de las vírgenes, la fortaleza de los mártires, la sabiduría de los doctores, la solicitud caritativa de los pastores, la fidelidad perseverante de los religiosos. Y Él es quien, en fin, produce la santidad de los santos, a quienes concede muchas veces hacer obras gran-

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des, extraordinarias, como las de Cristo, y «aún mayores» (Jn 14,12). Pero también es el Espíritu quien, por gracias externas, que a su vez implican y estimulan gracias internas, mueve a la Iglesia por los profetas y pastores que la conducen. En la Iglesia hay una gran diversidad de dones y carismas, de funciones y ministerios, pero «todas estas cosas las hace el único y mismo Espíritu» (1Cor 12,11). Aquel Espíritu, que antiguamente «habló por los profetas», es el que ilumina hoy en la Iglesia a los «apóstoles y profetas» (Ef 2,20). «Imponiéndoles Pablo las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban lenguas y profetizaban» (Hch 19,6-7; cf. 11,27-28; 13,1; 15,32; 21,4.9.11). Es el Espíritu Santo quien elige, consagra y envía tanto a los profetas como a los pastores de la Iglesia, es decir, a aquellos que han de enseñar y conducir al pueblo cristiano (cf. Bernabé y Saulo, Hch 11,24;13,1-4; Timoteo, 1Tim 1,18; 4,14). Igualmente, los misioneros van «enviados por el Espíritu Santo» a un sitio o a otro (Hch 13,4; etc.), o al contrario, por el Espíritu Santo son disuadidos de ciertas misiones (16,6). Es Él quien «ha constituido obispos, para apacentar la Iglesia de Dios» (20,28). Y Él es también quien, por medio de los Concilios, orienta y rige a la Iglesia desde sus comienzos, como se vio en Jerusalén al principio: «el Espíritu Santo y nosotros mismos hemos decidido» (15,28)… @diocesis_sb

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22 Pentecostés

Por obra del Espíritu Santo se realiza la Eucaristía, el gran Mysterium fidei que actualiza el sacrificio pascual de Cristo en la Cruz. En la invocación del Espíritu Santo (epiclesis) que en todas las Plegarias eucarísticas precede a la Consagración, se contempla la transubstanciación como obrada por el Espíritu Santo. Por obra del Espíritu Santo es la Encarnación del Hijo, y por obra del Espíritu Santo se hace presente Cristo en el pan y el vino consagrados: «Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti [el pan y el vino], de manera que sean Cuerpo y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestror» (Pleg. euc. III). Y como la Eucaristía, todos los sacramentos santifican por obra del Espíritu Santo. Por obra del Espíritu Santo se produce la vida cristiana en todos sus aspectos. El Espíritu Santo es así el principio vital de una nueva humanidad. En efecto, Jesucristo, «el Señor, es Espíritu» (2Cor 3,17), y unido al Padre y al Espíritu Santo es para los hombres «Espíritu vivificante» (1Cor 15,45). Él habita en nosotros, y nosotros nos vamos configurando a su imagen «a medida que obra en nosotros el Espíritu del Señor» (3,18; cf, Gál 4,6). Por tanto, todas las dimensiones de la vida cristiana han de ser atribuidas a la acción del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. En San Pablo se afirma todo esto con especial claridad: Es el Espíritu Santo el que nos hace hijos en el Hijo, es decir, Él es quien produce en nosotros la adopción filial divina (Rm 8,14-17). Es el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, el que nos mueve internamente a toda obra buena (Rm 8,14; 1Cor 12,6). Es el Espíritu Santo –el agua, el fuego– quien nos purifica del pecado (Tit 3,5-7; cf. Mt 3,11; Jn 3,5-9). Es él quien enciende en nosotros la lucidez de la fe (1Cor 2,10-16). «Nadie puede decir «Jesús es el Señor» sino en el Espíritu Santo» (12,3). El levanta nuestros corazones a la esperanza (Rm 15,13). Si nosotros podemos amar al Padre y a los hombres como Cristo los amó, eso es porque «la caridad de Dios se ha derramado en nuestros co-

razones por la fuerza del Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5,5). El Espíritu Santo es quien llena de gozo y alegría nuestras almas (Rm 14,17; Gál 5,22; 1 Tes 1,6). Él nos da fuerza apostólica para testimoniar a Cristo y fecundidad espiritual: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra» (Hch 1,8). Por eso la fuerza para evangelizar «no es sólo en palabras, sino en poder y en el Espíritu Santo» (1,5). Él es quien nos concede ser libres del mundo que nos rodea (2Cor 3,17). Él hace posible en nosotros la oración, pues viene en ayuda de nuestra total impotencia y ora en nosotros con palabras inefables (Rm 8,15. 2627; Ef 5,18-19). En suma, según San Pablo, toda la «espiritualidad» cristiana es la vida sobrenatural que el Espíritu Santo, inhabitando en los hombres, produce en nosotros. Y por eso afirma el Apóstol: «vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que de verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros» (Rm 8,9; cf. 10-16; Gál 5,25; 6,8). Pidamos siempre a Dios el Espíritu Santo, pues es el Don del Padre y del Hijo, el Don supremo del que proceden para nosotros todos los dones y gracias. Pidiendo el Espíritu Santo, estamos pidiendo todos los dones naturales y sobrenaturales que Dios ha de comunicarnos. Pidamos también los dones del Espíritu Santo, que perfeccionan el ejercicio de las virtudes, facilitando en todas nuestras acciones su prontitud y seguridad en la verdad y el bien. Es entonces cuando nuestras acciones vienen a ser realizadas ya al modo divino, con la máxima facilidad, perfección y mérito. Pero los dones del Espíritu Santo no pueden ser adquiridos: son dones que han de ser pedidos una y otra vez con toda confianza al Padre celestial, por Jesucristo nuestro Señor, pues como Él dice, «si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» (Lc 11,13). «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con Espíritu firme» (Sal 50,12).


Vocaciones 23

Sacerdotes en medio de la pandemia Este mes de mayo, se enmarca en un “mes vocacional”, en el sentido de ser un tiempo especial para rezar por las vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada. Les invitamos a rezar para que Dios, a quienes ya ha llamado los haga perseverar, por los que se están preparando o formando a la vida consagrada especialmente en nuestro Seminario diocesano “San Pedro Apóstol”, y para que muchos jóvenes, varones y mujeres, sean llamado por Cristo a seguirle en el sacerdocio o la vida consagrada religiosa y ellos se atrevan sin miedo a decirle que sí. Para este mes, el seminario ha realizado, para animar a rezar por las vocaciones, un nuevo video “Sacerdotes en medio de la Pandemia” por el cual se intenta visibilizar la figura e importancia del sacerdote en estos tiempos de pandemia que estamos sufriendo. Ver video En medio de las medidas sanitarias para evitar contagios del Coronavirus, se ha limitado la celebración pública de la Santa Misa así como de los otros sacramentos; y nos preguntamos ¿dónde están los sacerdotes? ¿qué hacen en la pandemia? Ya que no los vemos por la Cuarentenas y otras medidas preventivas. El video nos responde que siguen presentes y pendientes del Pueblo de Dios como el Buen Pastor que no deja nunca a su rebaño, aunque muchísimas veces estén en silencio o anónimamente, pues sigue ejerciendo su ministerio sacerdotal: 1° visitando enfermos y consolando, también a aquellos que han sido contagiados para darles la asistencia espiritual y sobre todo sus sacramentos; 2° celebrando la Misa diariamente que, aunque sea sin fieles se sigue ofreciendo por todo el mundo, pues tiene un valor infinito y no se mide por el número de fieles que asistan, el sacrificio de Cristo en la Cruz se sigue renovando, glorificando a Dios y dando fuerza espiritual a este mundo que tanto lo necesita; facebook.com/obispado.sanbernardo

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3° muchos de ellos aprovechando los medios de comunicación social modernos se las han ingeniado para transmitir la Palabra de Dios y la Misa a los hogares, o enviando material para que los fieles puedan orar en familia. 4° sufriendo por no poder estar más cerca de sus feligreses, pero entregando ese dolor a Dios diciéndole muchas veces “hágase tu voluntad”, y unidos a Cristo en la Cruz se confían en la voluntad del Padre; 5° y finalmente rezando por sus fieles y el mundo en general, ya sea por el fin de esta pandemia, como por los contagiados, difuntos, sufrientes y para que esta sea una oportunidad propicia en que la humanidad se vuelva más al Corazón de Cristo Como podrá ver, los sacerdotes siguen presentes y continúan cumpliendo su labor pastoral, y de hecho en estos tiempos de sufrimiento su misión se percibe más necesaria en orden a acercarnos a Dios y poder vivir todo este tiempo de “tempestad y dolor” con la luz de la fe encendida, despierta la esperanza y activa la caridad hacia Dios y al prójimo, particularmente aquél que más mal lo pueda estar pasando. Necesitamos muchos y santos sacerdotes que no sólo nos iluminen con la Palabra de Dios, sino que sigan realizando lo más grande que se puede hacer por la humanidad, por su salud y salvación: traer al Hijo de Dios al mundo en cada celebración de la Misa. Por eso, no te olvides de rezar por las vocaciones intensamente este mes de mayo.

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24 ¿Cuanto sabes?

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las sobre religión, atrévete y responde er end apr des pue a ten ren cua de En este tiempo San Bernardo. apareciendo en la Revista Iglesia en irán s me a cad que tas gun pre tes siguien

1. ¿En qué se fundamentaba el gran poder de Sansón? (Jue 16,17)

3. Su esposa se convirtió en estatua de sal (Gn. 19,26)

A) En su talón B) En su cabello C) En el ejercicio D) En su palabra

A) Lot B) Natán C) Elisamá D) Efraín

2. ¿Quién negó 3 veces a Jesús? (Mc 14,66)

4. ¿A quién liberó Pilato en lugar de Jesús? (Mc 15,8) A) A Juan Bautista B) A 100 judíos C) A Barrabás D) A Eleazar

1) En su caballo, 2) Pedro, 3) Lot, 4) A Barrabás

A) Judas B) María Magdalena C) Juan Marcos D) Pedro


Campaña 25

Sé parte de la campaña solidaria “Cinco panes y dos peces” Tu aporte es el quinto pan para el milagro del Señor e ir en ayuda de quienes en estos momentos más lo necesitan. “Una de las consecuencias de lo que estamos viviendo es la posibilidad de una segunda pandemia, por decirlo de alguna forma, y que va a ser la perdida de muchos empleos, familias que van a quedar sin sus ingresos habituales y que además va coincidir con la llegada del invierno, una crisis que en muchos sentidos es humanitaria”, señaló Mons. Juan Ignacio González. Ante este escenario las Diócesis de San Bernardo y Rancagua están impulsando la cruzada solidaria “Cinco Panes y dos peces” liderada por la Caritas Diocesana, destinada a reunir fondos y poder entregar alimentos, ropas y calefacción para aquellas personas más necesitadas, que han perdido sus empleos, migrantes y personas en situación de calle. Cada parroquia de la Diócesis de San Bernardo cuenta con agentes de la pastoral social, que en conjunto con los párrocos conocen la realidad y necesidades de las familias de su comunidad, los que harán un catastro y se entregará a Caritas para canalizar y entregar la ayuda que consiste en una caja de mercadería, además de ropa de abrigo.

+ En un sobre en tu parroquia a nombre de: Campaña Cinco panes y dos peces + Deposito o transferencia bancaria a: Cuenta Corriente 188-06159-02 Banco de Chile Email: caritassanbernardo@gmail.com Fundación Caritas San Bernardo RUT: 65.043.318-1 Más información en el teléfono +56954168963

Tú también puedes ser parte de esta noble campaña solidaria y puedes hacer tu aporte en:

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26

Vicaría de Educación

Diplomado en Catequesis inicio sus clases online

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erca de 70 asistentes, entre catequistas, agentes pastorales y profesores de la Diócesis de San Bernardo, se conectan vía online a través de la plataforma zoom para participar de esta instancia educativa y formativa de la Vicaría de Educación impartido a través del ISCR. La medida solicitada por el Obispo Monseñor Juan Ignacio González pone a disposición de todos los catequistas y fieles que quieran profundizar su formación, el Diplomado en Catequesis Parroquial, que busca promover la formación teológica y metodológica, principalmente de nuestros catequistas, para una mejor entrega de los contenidos de la catequesis. La metodología de trabajo, consiste en que los alumnos cuentan con un material educativo que se les envía en formato PPT con la clase, luego en directo se conectan con el Padre Rodrigo Bulboa, Vicario de Educación y la Sra. Alejandra Barahona, para hacer un resumen de las materias, aclarar dudas y responder preguntas. El curso que ya cuenta con más de 40 participantes de la zona de San Bernardo y más de 20 personas en la zona de Buin Maipo, a cargo de las hermanas del Mater Dei. Para mayores detalles los interesados podrán comunicarse al correo: vicaria@educacionsanbernardo.cl


PALETAS CRUSH INTESO SABOR 18x13 06-04.pdf

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PROTOCOLO DE

ENTRADA EN CASA ACCIONES FRENTE AL COVID-19

Al volver a casa, intenta no tocar nada.

Quítate los zapatos.

Desinfecta las patas de tu mascota si la estabas paseando.

Quítate la ropa exterior y métela a una bolsa para lavar.

Deja bolso, cartera, llaves, etc. En una caja en la entrada.

Dúchate o, si no puedes, lávate bien todas las zonas expuestas.

Lava el móvil y las gafas con agua y jabón o alcohol.

Limpia con lejía las superficies de lo que hayas traído de afuera antes de guardarlo.

Quítate los guantes con cuidado, tíralos y lávate las manos.

Recuerda que no es posible hacer una desinfección total, el objetivo es disminuir el riesgo. @HOSPITALPSB Hospital_Parroquial_sb


No estás Solo

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Servicio Telefónico Diocesano “No estás solo”

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ebido a la situación que estamos viviendo producto de la pandemia del Covid-19 y la normativa sanitaria del país, Caritas Obispado de San Bernardo ha implementado un servicio de atención telefónica de acompañamiento. Se trata de un servicio de atención telefónica de acompañamiento, contención emocional, la atención espiritual, resolver dudas pastorales, orientación social, al cual se han comunicado “personas por soledad, angustia, también por cuestiones técnicas, como las actividades para hacer con los niños en la casa”, explica el obispo Juan Ignacio González. Las consultas se derivan de acuerdo con su naturaleza y pueden ser atendidas por algunos sacerdotes, religiosos (as) y laicos con conocimientos de estas áreas. Con un hecho inesperado como esta pandemia, “el Señor está haciendo una completa revolución de solidaridad en el mundo. Él puede sacar bienes de los males”, considera el prelado. Este servicio atiende en el número +56 9 54161031, correspondiente al teléfono celular de Caritas San Bernardo desde las 10:00 hasta las 22:00 hrs todos los días. Además de la atención telefónica, el facebook de “Caritas Obispado de San Bernardo” y el email caritassanbernardo@gmail.com, se utilizará como una herramienta que se sume al esfuerzo de acompañar y orientar. facebook.com/obispado.sanbernardo

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30 Vida Diocesana

Tiempo de caridad: Comedor Jesús Buen Pastor

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l pasado 1 de mayo, día en que la Iglesia conmemora la Fiesta de San José Obrero, el comedor ubicado en la población El Castillo en La Pintana, reabrió sus puertas, bajo las medidas sanitarias pertinentes, repartiendo más de 70 colaciones a familias y personas del sector. La comida fue preparada y entregada por las hermanas del Instituto Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará en bandejas de plumavit a quienes se acercaron hasta la Parroquia. Posteriormente las religiosas recorrieron las calles y plazas del territorio, entregando almuerzo a personas en situación de calle.


Vida Diocesana 31

Una mano para nuestros adultos mayores

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n medio de la emergencia de la pandemia del Coronavirus, uno de los grupos más vulnerables y afectados han sido los adultos mayores, en especial aquellos que viven en residencias de larga estadía, en donde la ayuda y las donaciones son cada vez más escasas. En la comuna de San Bernardo, el hogar de ancianos San Ignacio de Loyola, acoge y brinda los cuidados necesarios a 18 adultos mayores, algunos de ellos vulnerables y en situación de abandono por parte de su familia, hoy no cuenta

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con los medios suficientes para su mantención. Es por eso, que ellos necesitan de nuestra ayuda para su alimentación, higiene y calefacción, por lo cual se ha lanzado la campaña “A quienes nos dieron todo, hoy le damos poco o nada” que consiste en reunir dinero, alimentos no perecibles, y útiles de aseo para ir en su ayuda. Quienes puedan y deseen unirse a esta cruzada solidaria, se pueden contactar a través de la página de Facebook Hogar de Ancianos San Ignacio de Loyola Padre Juan Vila

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32 Vida Diocesana

Juntos de


Vida Diocesana 33

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34 Vida Diocesana


Vida de Santos 35

15 de mayo:

SAN ISIDRO LABRADOR San Isidro bendito: ruega por nuestros campos y por nuestros agricultores. Es el patrono de los agricultores del mundo. Le pusieron ese nombre en honor de San Isidoro, un santo muy apreciado en España. Huérfano y solo en el mundo cuando llegó a la edad de diez años Isidro se empleó como peón de campo, ayudando en la agricultura a Don Juan de Vargas un dueño de una finca, cerca de Madrid. Allí pasó muchos años de su existencia labrando las tierras, cultivando y cosechando. Isidro se levantaba muy de madrugada y nunca empezaba su día de trabajo sin haber asistido antes a la Santa Misa. Varios de sus compañeros muy envidiosos lo acusaron ante el patrón por "ausentismo" y abandono del trabajo. El señor Vargas se fue a observar el campo y notó que sí era cierto que Isidro llegaba una hora más tarde que los otros (en aquel tiempo se trabajaba de seis de la mañana a seis de la tarde) pero que mientras Isidro oía misa, un personaje invisible (quizá un ángel) le guaba sus bueyes y estos araban juiciosamente como si el propio campesino los estuviera dirigiendo. Volvió después a Madrid y se alquiló como obrero en una finca, pero los otros peones, llenos de envidia lo acusaron ante el dueño de que trabajaba menos que los demás por dedicarse a rezar y a ir al templo. El dueño le puso entonces como tarea a cada obrero cultivar una parcela de tierra. Y la de Isidro produjo el doble que las de los demás, porque Nuestro Señor le recompensaba su piedad y su generosidad. En el año 1130 sintiendo que se iba a morir hizo humilde confesión de sus pecados y recomendando a sus familiares y amigos que tuvieran mucho amor a Dios y mucha caridad con facebook.com/obispado.sanbernardo

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el prójimo, murió santamente. A los 43 años de haber sido sepultado en 1163 sacaron del sepulcro su cadáver y estaba incorrupto, como si estuviera recién muerto. Las gentes consideraron esto como un milagro. Poco después el rey Felipe III se hallaba gravísimamente enfermo y los médicos dijeron que se moriría de aquella enfermedad. Entonces sacaron los restos de San Isidro del templo a donde los habían llevado cuando los trasladaron del cementerio. Y tan pronto como los restos salieron del templo, al rey se le fue la fiebre y al llegar junto a él los restos del santo se le fue por completo la enfermedad. A causa de esto el rey intercedió ante el Sumo Pontífice para que declarara santo al humilde labrador, y por este y otros muchos milagros, el Papa lo canonizó en el año 1622 junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Francisco Javier y San Felipe Neri. @diocesis_sb

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36 Infantil

MUND

INF NTIL

Pentecostés

S

e conmemora Pentecostés como el día de la venida del Espiritu Santo sobre María y los Apóstoles. El espiritu Santo deciende sobre esa pequeña comunidad, comunicandoles sus siete dones, dandole el valor necesario para anunciar la Buena Nueva de Jesús; para ser sus testigos; para ir; bautizar y enseñar a todas las naciones. Ese Mismo Espiritu Santo sigue descendientes sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por nosotros.

Penteco

stés vie ne del Grie go y signific a "el día cincuen ta"

Sopa de Letras



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