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EL DESAFÍO DE LA UNIDAD PARA LOS HOMBRES Y LOS PUEBLOS

Camino para superar la adversidad

Un ejemplo de unidad es la que provocan los seleccionados nacionales de fútbol en cualquier competencia internacional. Todos los pueblos festejan sus triunfos y lamentan sus derrotas. Ese ideal de unidad, en realidad, es más amplio: es el sentido de unidad del género humano, de la paz mundial y de la libertad de cada uno de nosotros, en el respeto a todos los demás hombres. Metafísicamente, unidad significa, según el campo que sea, el ser ontológico de las cosas, la verdad de las cosas, la belleza de las cosas y el bien común o bien general de los pueblos y las personas.

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Por: Federico Prieto Celi .Miembro de la Academia Peruana de Ciencias Morales y Políticas

Filósofos como Parménides, Plotino, Platón y Aristóteles ya hablaban de la naturaleza de la unidad, de unidad y alteridad, de unidad y multiplicidad. La unidad se perfecciona con la variedad, cuando se habla de materias opinables: a unos gusta el azul, a otros el verde, o el rojo, o el amarillo, o el negro o el blanco. El arco iris es bello sin ser de un solo color; precisamente su bien estético se fundamenta en la variedad de colores en armonía. Yendo a la materia política, sabemos que la unidad se queda solamente en los temas básicos como el ordenamiento jurídico que da paso al estado de derecho en libertad. Un orden pacífico, y a la vez estructurado en un estado de derecho y en una sociedad plural y tolerante.

Como he escrito en mi libro “Así se hizo el Perú, el 14 de setiembre de 1961 se celebró en Paracas la primera Conferencia Anual de Ejecutivos, destinada a reunir a ejecutivos privados y otros exponentes de la vida económica y política del país, con el fin de advertir las responsabilidades de unos y otros ante el país (p. 159 y ss); el resultado de varias décadas de diálogo han sido útiles.

CADE DE 1961

En el CADE Ejecutivo 2021 hemos escuchado -en la intervención de Carlos Contreras- que el Perú republicano tuvo dos periodos de crecimiento: el tiempo que Basadre denominó la República aristocrática, a comienzos del siglo XX, con un moderado desarrollo de las exportaciones, y otro, a finales del siglo pasado, con las reformas económicas de la constitución vigente. En esos periodos hemos estado más o menos unidos. En cambio, la debilidad democrática a partir de 1930 con golpes militares; y las reformas estructurales del gobierno autogestionario de los años setenta, no sólo nos empobreció sino que también nos enfrentamos unos a otros. En la primera parte, el país se dividió entre apristas y antiapristas; y a finales del siglo pasado, entre fujimoristas y antifujimoristas. Quienes fomentaron el odio entre peruanos han hecho mucho daño al país.

El odio rompe la unidad

El odio proviene de quienes intentan romper la unidad de un pueblo, en sus costumbres y tradiciones, sus ilusiones futuras y sus logros concretos, para introducir la lucha de clases que patrocina el marxismo materialista. Muchos caen en la trampa de buena fe, porque no advierten suficientemente la diferencia que hay entra las promesas de palabra y las acciones de hecho, que las contradicen. La lucha de clases en la historia ha traído tiranías, pobreza, mentira y destrucción.

En el transfondo de las intervenciones del último CADE se advierte la preocupación que causa a todos los latinoamericanos la pérdida de libertad humana en Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela; así como el rumbo de Argentina, México y Perú. No olvidemos que el diálogo Sociedad-Estado, propio del CADE debe dar frutos más allá de los análisis políticos y económicos, lo que no parece estar pasando.

Los sistemas de estado y de gobierno son variados de acuerdo a la historia de cada pueblo, a los vaivenes de su itinerario político, al nivel educativo y cultural, al tamaño de su territorio: hay naciones como China y Estados Unidos, que son geográficamente grandes; y otras, como Andorra y el Vaticano, que son, en cambio, pequeñas. Ayuda mucho a construir una civilización de paz y progreso el tener siempre presente la vida y la libertad, los dos pilares que garantizan la continuidad del género humano.

Carlos Contreras Profesor del departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Yendo a la materia política, sabemos que la unidad se queda solamente en los temas básicos como el ordenamiento jurídico que da paso al estado de derecho en libertad. Un orden pacífico, y a la vez estructurado en un estado de derecho y en una sociedad plural y tolerante.

En la búsqueda de una convivencia afirmativa hemos encontrado fórmulas concretas y alternativas como monarquía y república, parlamentarismo y presidencialismo, etc. La dictadura ha sido en la historia un sistema que respondía al caudillaje de una persona o a la precariedad circunstancial de un pueblo. Diríase que la dictadura es, aunque a veces lo contradice la historia, un sistema naturalmente temporal. Pero lo que siempre ha sido, es y seguirá siendo negativo es, como ya he anunciado, el concepto de lucha de clases. Yo soy bueno y, por tanto, quienes se oponen a mí son malos. Los pobres son buenos, los ricos son malos.

La dialéctica de clases en la historia ha comenzado con una dictadura que, en vez de ceder el campo político a la libertad de los hombres y de los partidos, ha degenerado en tiranía y en totalitarismo. No en unidad social y política orgánica y desarrollada; sino en una degeneración social y política de empobrecimiento general y opresión de la libertad humana.

Luis Esteban G. Manrique ha escrito el 17 de noviembre de 2021 que “los grandes pulmones vegetales del planeta están amenazados por varios tipos de cáncer de origen antrópico”. Ello, a pesar que en la selva amazónica -en el Madidi boliviano, el Ucayali peruano y el Rapajós brasileño- “se pueden escuchar, cuando cae el sol y avanza la noche, los sonidos que emite un paisaje forestal intacto en plena efervescencia: gritos de monos aulladores, cantos de aves y pájaros y el zumbido de cigarras, grillos y muchos otros insectos”. Y propone para la Amazonía un ln Marshall, que de una u otra forma, beneficiaría a toda la humanidad.

La libertad de las conciencias

Hasta en los temas más trascendentales del hombre como la religión, la explicación de a dónde vamos y de dónde venimos, como escribió Rubén Darío en su famosa poesía Lo Fatal, tenemos que defender la libertad de las conciencias, como proclamó en la Iglesia católica el Concilio Ecuménico Vaticano II a mediados del siglo XX. Libertad que exige con el paso del tiempo definiciones en lo moral y ético, educativo y cultural, económico y laboral, porque la libertad no es un concepto estático sino dinámico: tenemos libertad para decidir cómo encontrar el bien en nuestra vida; cómo evitar o rechazar lo que nos hace daño.

Y una vez superados los tres años de vida, en los que el recién nacido ejerce un natural egoísmo puesto por la naturaleza para facilitarle la supervivencia mientras comienza a crecer bajo el cuidado de sus padres, los hombres vamos aprendiendo valores como la fraternidad y el compañerismo, la sociabilidad y la generosidad, la valentía y la audacia, la magnanimidad y la abnegación, bajo el emblema general de la solidaridad. Un itinerario difícil, en medio de catástrofes naturales, guerras provocadas por el hombre, epidemias de carácter internacional, pobreza infrahumana que no sabemos erradicar.

Pero la vida lleva consigo siempre esperanza, confianza del hombre en el hombre, sapiencia intuitiva sobre el devenir -especialmente en el género femenino- y fortaleza para superar la adversidad desde la unidad.

La dictadura ha sido en la historia un sistema que respondía al caudillaje de una persona o a la precariedad circunstancial de un pueblo. Diríase que la dictadura es, aunque a veces lo contradice la historia, un sistema naturalmente temporal. Pero lo que siempre ha sido, es y seguirá siendo negativo es, como ya he anunciado, el concepto de lucha de clases. Yo soy bueno y, por tanto, quienes se oponen a mí son malos. Los pobres son buenos, los ricos son malos.

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