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LA PANDEMIA DE LA SOLEDAD NO DESEADA

El impacto a las personas de mayor edad

La pandemia nos ha puesto a reflexionar con más énfasis sobre nuestra vida social, sobre la salud pública y sobre los adultos de mayor edad; los que han sido afectados en gran proporción en principio por las comorbilidades, como suele denominarse a otras afecciones concurrentes en cada caso, vinculadas al paso de los años. En términos prácticos se correlaciona una alta vulnerabilidad de los adultos mayores con la priorización que los responsables de la atención de salud dieron a la COVID-19, y la suspensión muchas veces de atención a otras enfermedades crónicas, incrementando la mortalidad durante la pandemia, siendo los mayores proporcionalmente más afectados.

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Por: Krishna Muro. Director General de ICOM @krishnamuro

No solo fue el contagio con el virus sino procesos en curso como el de la soledad los que están golpeando duramente a los adultos mayores. La soledad se asocia a los estados depresivos, a la disminución de inmunidad, a la aceleración de la enfermedad, en general al deterioro de la salud mental, en fín existe una fuerte correlación entre soledad y deterioro físico-mental.

Inmersos en un mundo interconectado

Paradojicamente si bien es cierto vivimos en un mundo hiperconectado tecnológicamente también es cierto que estamos desconectados crecientemente en nuestros vínculos interpersonales. Como dice Norena Hertz en su libro El siglo de la soledad (Madrid: 2021) “hoy en día hacemos cada vez menos cosas juntos”; estamos hiperconectados pero no hacemos cosas juntos y en este sentido, estamos más bien crecientemente desconectados, preocupados en cosas personales, trabajo, hobbies, consumo de entretenimiento en medios.

Las personas y particularmente los adultos mayores están cada vez más limitados en la frecuencia e intensidad de relaciones con otros. La tecnología de la comunicación, el uso de internet en general sustrae a muchos del establecimiento o cuidado de sus relaciones con otras personas. El trabajo remoto que fue la alternativa durante la pandemia, así como puede ayudar también puede distanciar a unas personas de otras. La exacerbada competencia que estimula el mundo moderno desincentiva las conexiones y vínculos interpersonales.

La soledad no deseada y el valor de los años

La sociedad contemporánea esta propiciando una condición de creciente soledad que no se limita a afectar a los mayores sino en general afecta las manifestaciones de cariño, preocupación por el otro y las expresiones de afecto de las personas. Esto es lo que llamamos la soledad no deseada seriamente agravada durante la pandemia. Las pocas relaciones intergeneracionales que sosteniamos se han minimizado durante estos últimos años; el confinamiento en sus diferentes matices ha reforzado la no visita, el no encuentro entre padres, hijos y nietos de una misma familia, entre amigos, compañeros de trabajo, amigos de la vida social quiénes durante mucho tiempo de la pandemia no se encontraron, no se dieron un abrazo o un beso. Los cuales ya eran bastante tibios, mezquinos o infrecuentes.

La soledad no deseada se ha denominado la gran pandemia de este siglo y comienza a contrarrestar los grandes logros que se han alcanzado en términos de incremento en la esperanza de vida, porque se trata del crecimiento de la esperanza de vida en soledad, sin afectos, sin proximidad. En este sentido, se vienen haciendo numerosos esfuerzos por la reflexión y toma de conciencia del tema, ya que existe una peligrosa tendencia a confinar al ostracismo emocional a las personas por los años que tienen, a eludir comunicarnos, obviando el valor de su trayectoria y su contribución personal. Negando en la práctica a recibir de ellos su experiencia, su memoria, desestimando que son fuentes de historia y por lo tanto de aprendizaje.

Las personas y particularmente los adultos mayores están cada vez más limitados en la frecuencia e intensidad de relaciones con otros. La tecnología de la comunicación, el uso de internet en general sustrae a muchos del establecimiento o cuidado de sus relaciones con otras personas. El trabajo remoto que fue la alternativa durante la pandemia, así como puede ayudar también puede distanciar a unas personas de otras.

Tomar conciencia del impacto de una pandemia

No recuerdo haber recibido comentarios en mi mundo familiar sobre la gripe española y lo que significó en términos de personas fallecidas durante los años que corrieron entre 1918 y 1921; muy probablemente muchos no la contaron porque estaban muy pequeños para poder recordar, o porque no se las contaron tampoco o porque inconscientemente prefirieron negarla. Sin embargo, hubiera sido interesante que la humanidad en general haya tenido mayor conocimiento y conciencia de lo que una pandemia podría implicar.

Es cierto que técnicamente cada pandemia, cada fenómeno viral de esta magnitud tiene sus propias características y tiene su historia, pero la mascarilla no la inventamos para la COVID-19, las fotos de la época la muestran, el confinamiento tampoco lo inventamos para esta pandemia y fue igual objeto de polémica. Y como también lo fue el tema del acceso a clases escolares de los niños o la concurrencia a los centros de trabajo.

Si nuestras relaciones intergeneracionales se cultivaran con mayor afán, probablemente tomaríamos mayor conciencia del valor de recoger información de momentos en la vida de nuestros antecesores. Eventos de interés o hechos que merecen recordación cuya memoria estamos perdiendo en el aislamiento que esta soledad propicia.

La soledad no deseada se ha denominado la gran pandemia de este siglo y comienza a contrarrestar los grandes logros que se han alcanzado en términos de incremento en la esperanza de vida, porque se trata del crecimiento de la esperanza de vida en soledad, sin afectos, sin proximidad.

Soledad y soporte familiar

La pandemia de la soledad no deseada es probablemente menos escandalosa, menos llamativa cuando se le compara con una pandemia viral como la COVID-19 y la inmensa cantidad de personas que han perdido su vida. En cambio, la pandemia de la soledad no deseada viene sigilosa con el desarrollo contemporáneo, incluyendo las familias cortas con menos hijos e incluso el deterioro social de la solidaridad.

En el Perú sin embargo debemos destacar la todavía mayor importancia y práctica del soporte familiar con las personas adultos mayores sin que esto asegure relaciones intergeneracionales, fluidas y adecuadas. Una importante proporción de personas mayores comparten el hogar con otras generaciones de la familia, ello está también motivado por las necesidades económicas de las partes, pero es relevante señalar que todavía es un fenómeno cultural extendido la preocupación y cuidado por los adultos mayores.

En investigaciones muy recientes hemos podido apreciar que nietos e hijos comparten espacios con los mayores de la familia, esta realidad contribuye a explicar que una buena parte de los adultos mayores, ya sea porque se jubilaron pero siguen trabajando o porque nunca se jubilaron porque no han participado del sector formal de la economía, y por lo tanto no han podido acceder a una pensión, son imprescendibles en el sostén económico de sus hogares.

La pandemia no solamente parece haber agudizado el tema de la soledad entre muchos mayores, sino nos abre a un mundo incierto sobre el cual no sabemos cómo será la nueva normalidad.

Si nuestras relaciones intergeneracionales se cultivaran con mayor afán, probablemente tomaríamos mayor conciencia del valor de recoger información de momentos en la vida de nuestros antecesores. Eventos de interés o hechos que merecen recordación cuya memoria estamos perdiendo en el aislamiento que esta soledad propicia.

La necesidad de la comunicación

La pandemia obligó de hecho a que muchos adultos mayores buscarán comunicarse, aprendiendo el uso de la nueva tecnología, apoyarse en internet para la comunicación vía aplicaciones de zoom en el mejor de los casos o por telefonía móvil, con todas las comodidades o ventajas que esta dispensada. En algún momento hemos hablado de una alfabetización digital forzada, sin embargo, esta ventaja construida a partir de la pandemia también trae consigo más sedentarismo, implica una comunicación más limitada, el acostumbramiento a una práctica de menos interrelaciones físicas, entre otros elementos.

Pensemos nomás, en la generalización del delivery y por lo tanto el menor desplazamiento a establecimientos comerciales. No menos importante es el uso más intenso de la televisión y sus variantes de streaming, atractiva sobre todo en los segmentos medios y altos para quienes ha sido más accesible.

Si bien en todo esto hay logros muy importantes, hay riesgos en nuestro mundo de creciente soledad, la conciencia de ello nos debe obligar a trazar rutas alternas con mayor integración generacional con revaloración de la experiencia de la persona mayor, reflexionando sobre sus contribuciones e historia, pero también sobre su derecho a seguir disfrutando de una vida de calidad.

Las reflexiones nos van a llevar a muchos aspectos de la vida cotidiana, por ejemplo, un mundo de escaleras con poca disposición de espacios de recreación con aire libre son características predominantes en la construcción de nuestra ciudad, hostil y agresiva con nuestros adultos mayores.

En nuestra Asociación Adulto Feliz realizamos periódicamente eventos dedicados a la reflexión de estos temas. El próximo mes de junio del 12 al 16 participaremos en el Congreso Mundial en línea de la Asociación Internacional de Geriatría y Gerontología (IAGG) en Buenos Aires al que hemos presentado la ponencia denominada de “La Soledad No Deseada a las relaciones gratificantes”. Está conferencia, en el contexto de preocupación por la experiencia geriátrica y gerontológica en el mundo, tiene el propósito de buscar una mayor reflexión y formular políticas y lineamientos de acción para incrementar la calidad de vida en particular de las personas adultas mayores. Muchas de las reflexiones de este artículo están inspiradas en la elaboración de nuestra disertación y los estudios realizados.

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