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La diosa casualidad suele tejer con artimaña y maestría caminos tan dispares pero condenados a unirse. Tal es así, que un día, en la ciudad de Ginebra, un inquieto joyero experimentó introduciendo burbujas en agua embotellada. El éxito fue rápido y se trasladó a la capital europea de la época, Londres. El tipo en cuestión se apellidaba “Schweppe”, y cómo llamó a la marca, se puede imaginar. Ya en Londres, se añadió quinina a la fórmula, logrando así, el agua de tónica. Aparte de causar furor en la época como bebida refrescante, era un método efectivo contra el paludismo. No se sabe si premeditadamente o por casualidad, algún soldado británico de la Commonwealth por la gloria del Imperio Británico maridó el licor más british de todos, con el invento del Sr. Schweppe. Dentro del folclore de los combinados, este que nos ocupa tiene, si cabe, un aura especial que lo envuelve y lo hace definitivamente especial, tan cool. Los que llevan más de cien años saboreándolo, lo tienen por un elemento más de su tradición. Como lo es el té de las cinco, el pastel de riñones, el mal tiempo, los mocasines, los trajes de tweed o las cacerías de zorros…

RECETA

Porque el Gintonic es un claro ejemplo del way of life británico. ¡Incluso dicen los papeles amarillos que es el principal culpable de la longevidad de la reina Isabel II! Suave en la entrada, correcto en forma, con mucha personalidad, tradición, y ese final recio y amargo.

Vaso ancho y corto, o copa balón. Ralladura de la cáscara de lima o limón verde, (ojo, el blanco del limón amarga) Rellenamos generosamente de hielos (hechos con agua mineral) Contamos “1001, 1002 y 1003” mientras echamos Ginebra Bombay Shappire. Rellenamos con tónica Schweppes.






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