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Una conversación con Juan Villoro
Una conversación con Juan Villoro La tierra de la gran promesa
José Luis Trueba Lara
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Platicar con Juan Villoro sobre su nueva novela era un asun-
to obligado. La tierra de la gran promesa pone sobre la mesa
temas ineludibles: la violencia y el narco, la manera como comprendemos la realidad y la posibilidad de transformarla. Conversar con él es simple: apenas hay que soltarles un poco la rienda a las palabras para que tomen camino.
Durante casi cuatrocientas páginas me tuviste atrapado, por cul-
pa de La tierra de la gran promesa no me pude parar del sillón en
dos días y cachito. Hace un rato la terminé y, en el preciso instante en que cerré el libro, me di cuenta de que no tenía claro el
género de lo que había leído. ¿Qué es La tierra de la gran promesa?
Se puede leer como un thriller, como una novela policiaca a la que no le faltan vueltas de tuerca; pero, en algunos capítulos, el thriller muta en textos casi ensayísticos y, además, la podría ver como el reportaje definitivo de lo que en este instante sucede en el país…
Me parece que la has descrito muy bien. La novela trata de investigar el pasado de un personaje que no ha hecho las paces con algo que le ocurrió, con un accidente que protagonizó y con un amor del pasado que no supo apreciar y que regresará a su vida. La tierra de la gran promesa tiene que ver con la manera como indagamos nuestro pasado. Diego —el protagonista— hurga en su pasado, mientras el presente lo mete en predicamentos que tienen mucho que ver con la novela de intriga policiaca. Él es un documentalista que estaba tratando de registrar de manera objetiva zonas de conflicto, y por eso tiene oportunidad de entrevistar a un narcotraficante en una casa de seguridad y, al hacerlo, está cumpliendo con voluntades ajenas. Le dieron información clasificada para encontrarse con el Vainillo, pero su entrevista se convierte en una denuncia involuntaria que les permite a las autoridades atraparlo. Efectivamente, la novela tiene una trama policiaca, pero también es una reflexión sobre los límites que tenemos para manejar la verdad, sobre la manera en que nos compromete aquello que atestiguamos y el papel muchas veces involuntario que desempeñamos al dar cuenta de los hechos. Esto es algo que compromete al periodista y al escritor.
La tierra de la gran promesa está profundamente ligada a un in-
cendio, a un fuego que no se apaga y nos persigue…
Efectivamente, el título, como bien lo sabes, proviene de la película que se estaba exhibiendo cuando se incendió la Cineteca en tiempos de López Portillo, y me parece que ese fuego tiene un papel metafórico: es un incendio que no deja de ocurrir. Hay fuegos que te acompañan, sobre todo cuando sus causas no se saben del todo, cuando el número de víctimas jamás se esclarece. En la novela digo que en México aprendemos geografía por las tragedias. Conocemos nombres como Acteal, Ayotzinapa, Aguas Blancas, Tepalcingo o San Fernando por los desastres que ahí ocurren y que nunca se resuelven. Ésas son heridas que quedan abiertas, y lo mismo ocurre con ese humo que tú viste el día que se quemó la Cineteca y que de alguna manera no cesó nunca. Éste acabó con el acervo cinematográfico por irresponsabilidad de las autoridades en un momento en que no se apoyaba el cine de calidad y, al mismo tiempo, no hubo ninguna sanción.
Mi protagonista, que quiere hacer cine, estaba en el cuec en ese momento; se da cuenta de que vive en un país donde su oficio mismo arde en llamas, y eso le da una gran fuerza al título de la película que en ese momento se estaba exhibiendo. Es amargamente irónico.
Lo más terrible es que el fuego que no cesa no ha derrumbado por completo al país…
Una de las paradojas de la vida nacional es que no dejamos de amar, de tener sentido del humor, de cultivar la imaginación y de tener otras formas de resistencia. Yo estoy convencido de que, en medio de todas las catástrofes, hay una red comunitaria que nos une. Una red hecha de afectos, de apoyos y de representaciones culturales. Hemos visto la resistencia después de los terremotos y en los tiempos de la pandemia. El tejido social no se ha roto, a pesar de que todo conspira para que tengamos un país “afectable”. Estas luchas no nos deben llevar a la desesperanza: conocer el infierno sirve para concebir mejor el paraíso. La gran lección, espero que esté claro en la novela, es que el paraíso no es un lugar remoto, es tan cercano como el infierno que nos consta y que podemos mejorar.
¿Por estas razones tienes como mascota a una hiena?
Dicen que las hienas son las mascotas de los escritores. Los que escribimos somos carroñeros, somos los buitres de los sucesos. Llegamos a los acontecimientos a alimentarnos de lo que ocurrió; pero creo que también, como los buitres, jugamos un papel ecológico muy importante: reconvertir la basura en abono de algo diferente. Yo creo que el arte se alimenta de dolor para crear un placer estético. No hay arte sin conflicto, y por eso los escritores estamos husmeando dónde puede haber una tragedia para ver cómo la convertimos en algo que pueda ser disfrutable.
Hoy estamos en una polarización social terrible en muchos países. En Gran Bretaña se dio con el Brexit; en Cataluña, con la independencia; en Estados Unidos, con Donald Trump; en Italia, con Salvini, y algo parecido ocurre en México. En estas situaciones tan polarizadas, una de las grandes dificultades es encontrar vínculos con tus adversarios.
En La tierra de la gran promesa, el protagonista tiene una especie de némesis: alguien que lo sigue y al principio parece un aliado, pero poco a poco se va convirtiendo en un enemigo; alguien que lo vigila y, al final, este posible adversario es la persona que más puede ayudarlo. Por eso, en la novela se dice que en una situación de terror el único que puede salvarte es tu enemigo. Él es quién mejor te conoce, el que está suficientemente cerca de ti y sabe cuáles son tus puntos débiles. El enemigo puede favorecerte cuando él también está en peligro. La situación está tan descompuesta que no debes buscar ayuda con tu aliado, sino con el enemigo que también está jodido. Esta metáfora me parece muy importante, muy fuerte: creo que ésta es la manera de superar la polarización. Se debe asumir que el
enemigo tiene un rostro humano y se trata de la persona que mejor puede estar contigo. No es una reconciliación, sino una complicidad crítica que me parece muy importante.
Por eso hay que hacerle caso a Mónica,
uno de los personajes de La tierra de la gran promesa, y pensar que el paraíso sí puede
estar a la vuelta de la esquina…
Diego, la pareja de Mónica, no está en paz por un error de juventud, y supone que ella no está enterada de lo que pasó. Sin embargo, como habla dormido y Mónica es sonidista, lo conoce todo. Pero tiene la grandeza moral de entenderlo y no decirle nada. Muchas veces, un acto de amor consiste en sobrellevar los errores del otro sin señalárselos. El verdadero amor no se trata de decir “yo te quiero con tus defectos”, sino de advertirlos, no decir nada y seguir queriendo a la persona.
Además, Mónica le da a Diego una lección de madurez muy grande. Ella es mucho más joven y, a diferencia de ti y de mí, que padecemos la misma edad y formamos parte de una generación que creyó en las grandes utopías y las grandes transformaciones de la realidad —algo que compartimos con Diego—, Mónica no cree en las arcadias, es una millennial que sólo ha vivido la crisis y el derrumbe de los cambios que supuestamente serían radicales. Ella no se siente traicionada por el presente que en nada se parece al futuro que Diego, tú y yo soñábamos.
Mónica es una escéptica de las utopías y sólo trata de modificar en la medida de lo posible la realidad que vive. No es conformista, ella también es radical, pero sabe que el cambio no se trata de prometer que absolutamente todo será diferente, sino de marcar una diferencia. Para ella, la tierra de la gran promesa no está lejos, no es una aurora prometida, pero sabe que podemos cambiar un poco la desastrada nación en la que vivimos. Y Diego aprende esta lección. No sólo Diego, a mí también me quedó clara y me sumo a la propuesta de Mónica: la tierra de la gran promesa no es el cambio radical, sino la posibilidad de que las pequeñas transformaciones conviertan a un país en un lugar un poco mejor del que era. +
Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi