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La jiribilla La noche de Glück
En la fotografía: Louise Glück / Autora: Katherine Wolkoff
LanochedeGlück
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Julio Trujillo
El libro más reciente de Louise Glück en español (publicado por
Visor Libros e impreso por Círculo de Poesía) es un entrañable
testimonio de la vejez que parece haber sido escrito desde la infancia o, mejor dicho, que parece vivir la vejez como una nueva,
flamante infancia. Noche fiel y virtuosa (2021) anuncia desde su título
esa hora de la declinación de la luz en la que el día madura y se reconcentra, pero es muchas cosas más. En inglés, nighty knight (caballero) son palabras homófonas, y Glück está perfectamente consciente de ello al referirse a una estética medieval y, muy específicamente, a la leyenda de la espada en la piedra… La noche fiel y virtuosa es, también, un caballero fiel y virtuoso, y en ese error, en esa ambivalencia de sentidos, se mueven los poemas de este libro, como danzando entre el sueño y la vigilia.
Todo es, como en la vejez, rememoración y pérdida (“estos adioses, me dije, son ley de vida”), expresados desde una recién conquistada serenidad que se cuela formalmente en la poesía de Glück a manera de prosa: por primera vez, esta poeta que puso a hablar a las flores con el más alto lirismo en su libro El iris salvaje se rinde ante la potencia narrativa del pensamiento, y habla, en varios de sus poemas, en prosa (no carente, faltaba más, de un compás escrupulosamente cuidado y de una música que no se pierde con la traducción de Andrés Catalán). ¿Quién habla en estos poemas? La pregunta, nunca fácil de responder y que a veces apena formular, es doblemente complicada en el caso de Glück. Ella y él, hermana menor y hermano mayor de vuelta a la infancia, son las voces que se trenzan y van creciendo en las páginas de este libro, como trazando el arco de toda una vida; pero todas las voces (están también los padres y los familiares), se sabe, son la voz de la poeta, así como en los sueños todos los personajes son el soñador. No importa quién dice:
Son los críticos, dijo, los críticos los que tienen ideas. Nosotros los artistas (me incluía…) nosotros los artistas somos sólo niños que juegan con sus cosas.
Importa lo dicho, esa declaración que es una llave para abrir las puertas de estos poemas: “... somos sólo niños que juegan con sus cosas”. Obsesa de la mitología como de un diccionario con el que se entiende el presente, Glück no ignora que la infancia, rememorada desde los 70 años, es un mito más, acaso uno de los más explotados por la literatura: el mito del paraíso perdido. La poeta no deja de fabular; alarga el poema; experimenta con la prosa; escribe en clave artúrica y medieval; le da la palabra a diversos narradores y, así, revitaliza una poesía que no conoce el ocaso y que fue reconocida el año pasado con el Premio Nobel de Literatura.
Glück imprime una textura onírica a sus poemas con el virtuosismo de quien escribe sonambúlicamente, creando un interregno que es sólo suyo, una atmósfera en la que los lectores tendríamos que perdernos felizmente, ceder, ver cómo una espada nace de una piedra y asentir. Todo esto en plena madurez y ante la certeza de la muerte: la magia de Louise Glück es que, en ese borde, en esa frontera, es más inventiva que nunca. Leamos uno de sus poemas:
Una teoría de la memoria
Hace mucho, mucho tiempo, antes de ser una artista atormentada, aquejada de anhelos y sin embargo incapaz de formar vínculos duraderos, mucho antes de eso, fui la soberana magnífica que mantenía unido a un país dividido, o eso me contó la adivina que me leyó la mano. Tienes grandes cosas por delante, dijo, o quizá por detrás; es difícil estar segura. Y sin embargo, añadió, ¿cuál es la diferencia? Ahora mismo eres una niña tomada de la mano de una adivina. Todo lo demás son hipótesis y sueños. +