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DIGNO FINAL

JORGE DANIEL ABREGO ECATEPEC, ESTADO DE MEXICO

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La vieja tetera de luz azul silba desde la cocina. Genaro se incorpora con desgano y murmura una orden apenas audible que, sorpresivamente, el administrador robótico de la casa interpreta de inmediato.

—Proceso #7 finalizado. El agua para el té ha alcanzado su punto de ebullición. ¿Qué sabor desea probar hoy, Genaro?

Otro murmullo. De nueva cuenta, solo el robot de gestión doméstica es capaz de interpretarlo:

¿Manzanilla con limón? ¡Excelente elección! Mientras lo preparo ¿Le gustaría que la aplicación de "Médico en casa" revise el estado de sus pulmones y garganta?

Genaro no murmura nada esta vez, solo enfoca la mirada en la proyección holográfica y asiente con notorio disgusto.

¡Bienvenido, Genaro! Es un gusto saber que has logrado hacerlo un día más. ¡Bien! Empecemos con el chequeo de rutina: los nanobots instalados en tus pulmones me informan que los adecarcinomas se han apropiado de la zona exterior de tu pulmón derecho y una terapia radioactiva no bastará para eliminarlos. Dada tu avanzada edad, lo mejor será solicitar al gobierno un nuevo pulmón semi-orgánico. ¿Quieres que te anote en la lista de espera?

Genaro asiente y tose sin querer. Algunas gotas de sangre caen sobre la camisola de su pijama.

—Bien. Ya está listo. Ahora, el estado de tu garganta ha empeorado considerablemente: noto que ya no te sale la voz. No te preocupes, estamos programados para interpretar tus impulsos neuronales y movimientos de labios.

¿ QUÉ TE CUENTO?

Un manotazo errático borra por un segundo al holograma informativo. Tras la forzada pausa, la imagen recobra la forma y nitidez habitual con un rápido reinicio del proyector. Genaro mira al pequeño dispositivo con una mezcla de furia y rencor acumulado. Por la expresión en sus ojos, tal pareciera que el exabrupto del manazo fue solo un atisbo de lo que quisiera hacerle a la maquina…

—Por favor, intenta no alterarte. Recuerda que, tras la traqueostomía, el aire ya no pasa por tu nariz o boca, sino que llega directamente a tus pulmones. Cualquier alteración en tu ánimo multiplicará la sensación de resequedad y frio, lo cual provocaría un desagradable ataque de tos que apuesto ni tú ni el robot asistente desean experimentar…

Genaro asiente a regañadientes y hace amago de respirar hondo. Luego ríe. Para él este asunto del cáncer tiene algo de gracia macabra. Los robots, sin embargo, difieren de su curiosa opinión:

— Es menester que te mantengas sereno y tampoco cedas a la tentación de la risa. Un exceso de esta puede ser tan nociva como la propia tos… Además, no querrás caer en cama este día ¿Recuerdas que hoy tienes una cita importante allá afuera?

Un murmullo de aprobación mana de la agotada garganta de Genaro. El administrador robótico interrumpe el diagnóstico del “médico en casa” y apunta:

¡Por supuesto que lo recuerda! Señor: ¿desea usted que sintonicemos los 24 canales de noticias nacionales? El #Eutanasia está presente en todos ellos. Considero que al menos doce del total de transmisiones podrían ser de su interés.

Esta vez no hay respuesta alguna, solo un inesperado brillo en los ojos del anciano enfermo, que por primera vez desde que abandonó la cama muestra una pizca de interés por el mundo que lo rodea.

¿ QUÉ TE CUENTO?

Los videos se sobreponen unos a otros. Jovencitas con pintorescos trajes brillantes comparten el mosaico de transmisión con aburridos hombres de trajes satinados e influyentes figuras de la contradictoria iglesia católica. De vez en cuando surge en algún canal un rostro viperino y mentiroso que usa palabras bien estudiadas y zalameras.

«¡Políticos!» piensa para sí el pálido Genaro. Un pequeño acceso de tos interrumpe su concienzudo análisis. El “medico en casa” procede a examinar sus signos vitales y administrar una pequeña dosis de paracetamol y bencidamina. Es lo único que tiene permitido hacer para “dormir” la garganta de su paciente y detener los molestos ataques de tos.

¿Deseas que te lea las principales editoriales de hoy sobre el tema? — sugiere el robot de gestión doméstica—. Hay algunos que podrían interesarte.

Genaro asiente y luego recarga la barbilla en la palma de su mano izquierda.

—El mensajero veloz. 31 de agosto de 2042. Rodolfo Murrieta. Parece mentira que en plena década de los “cuarentas” sigamos discutiendo si la eutanasia es buena o mala. Los niveles de sobrepoblación en el país son alarmantes y los ancianos en situación de calle representan el 12% de la población total de la nación. Además, un alto porcentaje de septuagenarios solitarios padecen de enfermedades crónicas y terminales que consumen los recursos del estado, provocando un importante deceso en el flujo de efectivo destinado al deporte y las artes…

Genaro gruñe y hace un ademán de pataleo frenético. La editorial del “mensajero” no le he gustado. Si bien está a favor de la eutanasia, solo hace hincapié en la “molestia y pérdida de recursos” que representan los adultos mayores, dejando de lado el asunto del “derecho a una muerte digna” …

¿ QUÉ TE CUENTO?

—Crónicas autómatas de la ciudad. 31 de agosto de 2042. MEX-452. Para un autómata de servicio, los humanos son un recurso de inestimable valor e importancia. Son, a mi humilde forma de ver, la razón de nuestra existencia y el motivo por el que operamos a diario. Perder a nuestros amos nos pondría en una situación deleznable que de inmediato nos conduciría a una inminente desconexión. Sin embargo, no olvidamos la primera regla de la existencia robot: ayudar a los humanos. Y si esto conlleva el colaborar en su partida, estamos a favor del movimiento #EutanasiaSI…

El anciano asiente con lentitud. Luego levanta la mano derecha y alza el dedo índice. La indicación es clara: quiero oír una editorial más.

—El diario del pastor. 31 de agosto de 2042. Reverendo Juan de la Palma. ¡Estoy cansado de este tema de la eutanasia! ¿Quién es el hombre para decidir cuándo ha de terminar la vida?

¿Quién autoriza a la humanidad para cortar de tajo el regalo divino de la existencia? ¡IMPIOS! ¡Solo el Altísimo da y solo el Altísimo quita! ¡No a la eutanasia! ¡NO!

La taza de té recién servida sale volando directo hacia el holograma.

La proyección se detiene una vez más. En esta ocasión el reinicio tarda un poco más en devolver la claridad a la imagen…

—Entiendo… el último artículo no fue de su agrado. ¡Bien! Procederé entonces a sintonizar al canal del congreso. Los senadores están arribando a la cámara para una sesión presencial extraordinaria. Está en ellos el aprobar o no el proyecto de ley enviado por la cámara de diputados. Si dan su visto bueno a la ley, esta podría ser una de nuestras últimas conversaciones…

Genaro asiente débilmente y parpadea un par de veces.

—Aquí está: el canal del congreso. Voy a subir el volumen para que no pierda ningún detalle. La siguiente capsula es la declaración oficial del principal detractor de la ley, el senador Villaurrutia.

¿ QUÉ TE CUENTO?

La proyección holográfica pierde la señal por un momento. Un silencio sepulcral invade la habitación. El viejo Genaro jala aire y puede escucharse como la corriente penetra por un tubo y viaja directamente hasta sus pulmones…

Se escucha un zumbido. Luego una especie de “clic” y después algo de estática. La transmisión retorna a su estado original y el vídeo comienza a reproducirse tras un breve periodo de carga:

—Buenas tardes a todos. Me dirijo a ustedes a través de este medio para hacerles saber que nuestro país ha estado siempre del lado de la vida. Y esta vez no será distinto. Mucho se ha hablado de dar vía libre a la Eutanasia. Hoy les digo que eso no pasará. Estoy seguro de ello porque sé muy bien que eso no es lo que quiere la gente. Sabemos cómo funciona nuestro terruño, y cuando la gente quiere manifestar su opinión, no lo hace a través de las redes sociales, sino que opta por tremendos plantones afuera de este recinto o el zócalo de la ciudad. Y no veo a nadie aquí… ni uno solo de esos “enfermos terminales” se ha hecho presente para exigir su “derecho a la muerte” … Si lo desean tanto, ¿Por qué no vienen a exigir el cumplimiento de sus demandas? ¿Será porque todo esto es un invento de los medios para matar a “nuestros viejitos”? ¡Yo creo que sí y convenceré de ello a mis compañeros!

Una rechifla interrumpe el apasionado discurso del senador. La cámara enfoca al grupo que desaprueba sus declaraciones. Son algunos de sus compañeros, entre ellos una mujer de cabello gris que por alguna razón tiene la mitad de la cara completamente paralizada. Villaurrutia los increpa y exige que “aparezcan” los ciudadanos que demandan su derecho a la eutanasia. El conglomerado de detractores calla por un segundo. El arrogante senador exhibe una sonrisa burlona y pide que las cámaras hagan foco en su expresión. Entonces, algo curioso ocurre. La dama de la cara paralizada muestra un cartel escrito a toda prisa con una sola palabra:

¿ QUÉ TE CUENTO?

La transmisión se congela por un segundo. Luego hace un recorte de la silueta de la senadora y añade unas letras enormes de color amarillo bajo su imagen.

“Vengan”

Genaro pasa saliva se pone de pie. Su pulso se acelera y un pitido de alerta comienza a hacer eco por toda la casa.

¡Genaro, debes calmarte! ¡Niveles tan altos de excitación podrían colapsar tu garganta y pulmones! Te recuerdo que tu estado de salud no es óptimo, y cualquier alteración podría desembocar en la…

Un susurro interrumpe la perorata del “medico en casa”. La opinión de Genaro está más que clara…

¡Señor! Estamos programados para mantenerlo con vida a costa de todo y todos. Eso lo incluye a usted mismo… por favor, siéntese. Aguarde tranquilamente hasta que el resultado de la votación sea presentado.

«¡NO!» piensa el anciano y luego cierra los ojos con fuerza, intentando hacerse con el resto de la energía que aún habita su cuerpo.

—Por favor, Genaro—explica el asistente médico—, comprende que no puedes acudir a ese imprudente llamado. No importa que solo estemos a unas calles de la cámara de senadores, trasladarse hasta el punto en cuestión se antoja imposible dada tu precaria condición actual…

El viejo no se amilana y como puede camina hasta la silla de ruedas que yace doblada en el marco de su puerta. Pulsa el botón de armado y el “vehículo” se ensambla sin mayor dificultad.

Una débil risita se deja escuchar. La satisfacción y el amor propio se han apoderado de Genaro. Los robots lo saben y guardan silencio.

Una mano temblorosa toma el control de la unidad central del administrador doméstico.

¿ QUÉ TE CUENTO?

—Genaro: ¿estás seguro de lo que estás haciendo?

No hay respuesta. Al menos no una que use palabras. El dispositivo de gestión casera es colocado con cierta destreza sobe el respaldo de la silla de ruedas.

¿Deseas que acudamos a las afueras del recinto gubernamental?

Un leve cabeceo del viejo es lo único que el robot consigue por contestación.

—Entendido. Programaré la silla para que nos lleve hasta la cámara de Senadores. Usaremos la ciclovía que cruza toda la avenida. Asistente médico, ¿vendrás con nosotros?

—Una versión portátil de mi conciencia virtual está precargada en la silla. Sin embargo, solo dispongo de oxígeno, paracetamol y sedantes para aliviar cualquier molestia que se presente durante la travesía.

—Eso nos basta. Vámonos. Genaro se está impacientando.

Un “clic” da por finalizada la conversación entre los robots. La silla de ruedas comienza a moverse con lentitud y detiene su marcha en el punto del patio donde pega más el sol. Es necesario recargar las baterías con energía lumínica.

Apenas cargado el 20% de la batería, el “vehículo” da inicio al trayecto. El asistente médico coloca la máscara de oxígeno sobre el rostro de Genaro y este lo deja hacer.

El aire fresco golpea de lleno en la cara del anciano. El sonido de las hojas de los árboles taladra sus oídos, pero lo resiste porque es una melodía que hacía mucho tiempo había dejado de escuchar. Cierra los ojos. Un zumbido interrumpe su descanso. Intenta hacer caso omiso del ruido, pero pronto nuevos sonidos se unen a él.

«¿Qué puede ser?» se pregunta, y acto seguido, abre los ojos para intentar descubrir qué acontece a su alre La maravilla que lo rodea lo deja con la boca abier decenas de sillas iguales a la suya abarrotan la ci

¿

QUÉ TE CUENTO?

Los tripulantes no son solo son ancianos como él, sino también niñas, muchachos y mujeres de diferentes condiciones. Los hay con gestos cansados y cabezas ladeadas, también hay otros tantos con cabezas rapadas y ojeras pronunciadas.

Algunos más parecen no tener ninguna dolencia física, pero sus ojos reflejan una profunda tristeza e infinita soledad…

Las sillas de ruedas descienden por la salida #23 y dirigen su camino hasta la entrada de la cámara de senadores. Ahí se topan con una pequeña multitud de gente que anda con dificultad, pero con gran determinación. Algunos carecen de una pierna, otros de un brazo o de ambos. Los hay también que van en brazos de sus seres queridos o arrastrando un tripié con medicamentos de goteo conectados vía intravenosa.

Genaro mira con asombro al nutrido grupo de gente y concluye que todos sufren lo mismo que él —aunque en formas y condiciones diferentes—: hay niños pequeños, adolescentes, adultos y ancianos. Todos llevan sobre sus hombros el peso de una vida que ya es imposible tolerar…

¡Tenemos derecho! — gritan los que pueden gritar. Los demás se limitan a asentir o a mirar con fijeza.

El senador Villaurrutia los mira atónito. Quiere hablar, pero las palabras se niegan a salir de su boca.

¡Un digno final! —exclama una jovencita de cabeza calva que exhibe además un brazo amputado.

La multitud corea su consigna.

La senadora que invitó a venir a los “afectados” se acerca a ellos y abraza a una anciana que apenas y puede mantener la mirada fija en el frente.

Genaro alza el puño y muchos lo imitan.

—Lo sé, señor—agrega el robot de gestión domestica—. Tienen derecho…

El caos se apodera del lugar. Numerosos elementos de seguridad intentan contener a los manifestantes, pero son demasiados y también vulnerables… el uso de la fuerza no es una opción para tratar con ellos…

¿ QUÉ TE CUENTO?

Villaurrutia alza las manos para pedir calma. Nadie le hace caso al principio. Tras algunos minutos de reiteradas peticiones de paciencia, el gentío accede. El senador sonríe. Entonces, sin decir palabra, alza el puño derecho.

La muchedumbre le responde de la misma forma. Sin gritos ni exclamaciones. Sin alaridos ni demandas. Solo con el puño. El puño derecho bien levantado…

Las puertas de la cámara se abren y los senadores que se hallaban apostados en la entrada del recinto ingresan en él. Cuatro enormes pantallas holográficas se encienden de pronto y trasmiten imágenes en distintos ángulos del interior del lugar. Una decena de drones vigilantes hace su aparición y los manifestantes los miran con recelo.

Transcurren algunos minutos de discursos que no llevan a nada. La gente a las afueras del recinto comienza a impacientarse. Algunos pitidos de alarma surgen de repente. Las conciencias robóticas presentes hacen lo mejor que pueden para aliviar los malestares de sus pacientes con lo que tienen a la mano.

Entonces la votación comienza. Las proyecciones unen sus transmisiones para mostrar una réplica del interior del palacio legislativo por sobre las cabezas de los reunidos a sus afueras. Las gráficas de voto comienzan a aparecer. El #SiALaEutanasia suma adeptos “segundo a segundo”. Las exclamaciones de alegría no se hacen esperar. Al fi votado en contra…

¿ QUÉ TE CUENTO?

La multitud enloquece y la prensa que los rodea acude en tropel hacia ellos, intentando obtener una entrevista emotiva que conmueva a sus volubles seguidores en la red. Un reportero emocionado busca interactuar con Genaro, pero desiste al ver que este le indica que es incapaz de hablar. Decepcionado, se da la vuelta sin siquiera dar las gracias y corre hacia la jovencita que pidió un “digno final” al inició de la manifestación.

Un murmullo casi inaudible intenta hacerse escuchar entre el incesante griterío. Solo la versión portátil del “médico en casa” y el robot de gestión domestica son capaces de escucharlo:

¿Estás seguro, Genaro?

El viejo asiente con una sonrisa.

—Bien… ya sabes qué hacer, amigo “médico” …

—Sí, doy inicio al protocolo solicitado: iniciando sobrecarga de sedante. 50% de avance. Procedo a incorporar el excedente de paracetamol. Suspendiendo flujo de oxígeno: Genaro, quiero que cuentes conmigo del 10 hasta el 0 ¿Entendido? Aquí vamos: Diez, nueve, ocho, siete, siete… sie...te…

La luz parpadeante sobre la silla del anciano con el tubo en la garganta se apaga de pronto. Un pequeño tanque de oxígeno cae al suelo, pero nadie lo nota. Nadie, salvo el robot administrador de hogares #45849, que apaga las luces de la casa de Genaro por última vez.

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