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LAURA GONZÁLEZ ECHEVARRÍA
from DE LAREDU LIN Nº2 ÉPOCA II
by javi
LLEVA AÑOS EMBARCADA EN LA LUCHA POR LOS MÁS DESAFORTUNADOS. SU ESPECIALIDAD ES SUTURAR HERIDAS ALLÁ HUMANIDAD DONDE EL MUNDO AMAGA CON DESHILACHARSE. CONJUGA CON SOLTURA EL LENGUAJE UNIVERSAL AL RESCATE DE LA SOLIDARIDAD. LLEVA AÑOS EMBARCADA EN LA LUCHA POR LOS MÁS ENFERMERA DE CUERPO Y DESAFORTUNADOS. SU ESPECIALIDAD ES SUTURAR HERIDAS ALMA, LAURA GONZÁLEZ ALLÁ DONDE EL MUNDO AMAGA CON DESHILACHARSE. CONJUGA ECHEVARRÍA (LAREDO, CON SOLTURA EL LENGUAJE UNIVERSAL DE LA SOLIDARIDAD. 1994), FORMA PARTE DE ENFERMERA DE CUERPO Y ALMA, LAURA GONZÁLEZ ECHEVARRÍA ESA MAREA HUMANITARIA (LAREDO, 1994), FORMA PARTE DE ESA MAREA HUMANITARIA IMPRESCINDIBLE PARA IMPRESCINDIBLE PARA SALVAR VIDAS QUE LA MUERTE YA DABA POR DESCONTADAS. SALVAR VIDAS QUE LA Fotografías: Pablo Tosco MUERTE YA DABA POR DESCONTADAS.
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Un tatuaje en su antebrazo derecho delata su idilio interminable con el mar. El agua ha marcado a esta pejina, que desde muy pequeña se apuntó al Club de Natación Playa Salvé. Vecina del Tinaco, cursó Infantil y Primaria en el Pablo Picasso y concluyó sus estudios de ESO y Bachiller en el IES Fuente Fresnedo. Con apenas 18 años, realizó un curso de Salvamento y Socorrismo y formalizó su alta como voluntaria en Cruz Roja.
Durante siete veranos formó parte del amplio operativo que esta ONG despliega en nuestro arenal para atender a sus miles de usuarios. Horas de guardias y vigilancias en las que aprendió a afinar la mirada para detectar cualquier situación de emergencia en el horizonte. Tras ejercer como socorrista de torre, socorrista de embarcación y patrona de
Como voluntaria de Cruz Roja ha participado en búsqueda de desaparecidos, saldadas en ocasiones con la recuperación de cadáveres.
embarcación, acabó asignada a la base central, como ayudante de enfermería.
Entre cura y cura certificó que esa era su vocación. Decidió cursar en Ampuero un módulo de Integración Social. Y a su término se trasladó a Barcelona para cursar el Grado de Enfermería. Eso fue hace cuatro años. Ahora, con el título en el bolsillo, acaba de culminar sus prácticas en el Hospital Recoletas de Palencia. En este centro firmará en breve su primer contrato de trabajo profesional, por seis meses, con opciones a convertirse en indefinido. El tiempo lo dirá.
CARPE DIEM
Porque si algo tiene claro Laura es que hay que exprimir todo el jugo a la existencia. En su enfoque reconoce que influye mucho la cercanía que ha mantenido con la muerte. Como voluntaria de Cruz Roja ha participado en
búsqueda de desaparecidos, saldadas en ocasiones con la recuperación de cadáveres. El brutal asesinato por apuñalamiento de una mujer y su padre en la playa acaecido en 2014 le pilló en la torre más cercana. Demasiadas vidas esfumadas delante de sus narices como para no tener presente que estamos aquí de paso, y aspirar a sentirse satisfecha con lo hecho hasta ahora, de llegar la hora final antes de tiempo.
Sus padres Jesús y Mari Ángeles, y su hermano Daniel, están acostumbrados a que se escurra por cualquier rincón del mundo a la menor oportunidad. Porque su determinación y su terquedad hacen un cóctel infalible. El pulso lo empezaron a perder en casa cuando decidió viajar tres meses a EE.UU. Lo hizo a California, a través de un programa de voluntariado que le costeaba
estancia y manutención. Fue su pequeña locura, su salida del nido, en la que acreditó un sentido de la responsabilidad y madurez poco acordes con su minoría de edad.
SUPERVIVENCIA En alta mar, cualquier imprevisto puede hacer naufragar vidas humanas. Los rescates son el último salvavidas al que aferrarse
MISIÓN OPEN ARMS
Ya como universitaria en Barcelona, las oportunidades de hacer pequeñas escapadas por Europa se multiplicaron. Y rebrotó su afán por dar a sus acciones un valor añadido de entrega desinteresada. En febrero del año pasado se acogió a un voluntariado de Cruz Roja para asistir a quienes llegasen en patera a Canarias. Tanto le marcó aquella experiencia, que finalizado el voluntariado, regresó al archipiélago por su cuenta. Sentía la necesidad de ayudar. Así llegamos a comienzos de 2021. Cuando Laura logró que muchos volviésemos la mirada al Mediterráneo Central. Distintas y distantes aguas. Similares historias de angustia y desesperación resumidas en rostros inolvidables con miradas encharcadas de pánico, lágrimas y esperanza.
Allí han desaparecido 20.000 personas desde el año 2014. Seres humanos ahogados en medio de estériles debates sobre fronteras, mafias o “efectos llamada”. Laura zanja la controversia de raíz: “Nadie pone a su hijo en un barco, a no ser que el agua sea más segura que la tierra”. Con esa determinación se enroló en febrero como voluntaria en el Astral, un velero de la Fundación Open Arms. Esta ONG con sede en Badalona se dedica al Salvamento Marítimo desde el año 2015. Entraron en acción hartos de asistir, con impotencia, al goteo de naufragios que se producían a las puertas de Europa frente a la insuficiente respuesta de la Comunidad Internacional.
UN VELERO LLAMADO ASTRAL
La misión 81 de esta ONG arrancó con contratiempos. En principio pretendía movilizar dos embarcaciones. La principal, su barco insignia, el Open Arms, incorporado a mediados de 2017. Se trata de un remolcador de altura, de 37 metros de eslora, procedente de la flota de Salvamento Marítimo y donado por la naviera Grupo Ibaizabal. Como apoyo al barco nodriza se incorporó el Astral. Un velero de lujo construido en 1970, que, tras estar mucho tiempo parado y sufrir una notable degradación, fue
cedido a la ONG por el empresario Livio Lo Monaco en 2016. Nada más salir de Barcelona, el Open Arms se vio involucrado en la búsqueda de un surfista desaparecido en las inmediaciones. Durante ese operativo, se detectó un problema en la sala de máquinas y hubo de regresar al puerto base. Para entonces el Astral, con Laura entre los once miembros de la tripulación, ya se había adentrado en la zona de destino, las aguas SAR (Observación de Salvamento y Rescate) de Malta. El percance del buque grande añadía tensión adicional a los tripulantes del velero: en caso de avistar alguna embarcación en peligro, deberían subir a sus ocupantes a bordo, sin contar con una logística adecuada. Por supuesto, las medidas de seguridad anti-COVID, brillarían por su ausencia. Pese a todo, la determinación de los tripulantes fue seguir adelante con la misión. Y cruzar los dedos para que el Open Arms se incorporase lo antes posible.
RESCATE EN ALTA MAR
Durante la singladura, todos tenían sus tareas asignadas. Desde la limpieza del barco, hasta las guardias, repartidas en turnos de tres horas, dos veces por jornada. En el caso de Laura y sus dos compañeros de relevo, coincidían de 3 a 6, por la tarde y de madrugada. Durante ese tiempo, tocaba estar en el puente, oteando el horizonte, o mirando en las pantallas la posible presencia de embarcaciones a la deriva. Siempre ojo avizor. Y también muy atentos a las emisoras, pendientes de avisos del Frontex (Operativo Europeo de Fronteras) a los guardacostas libios, encargados de interceptar a los inmigrantes y devolverlos al siniestro punto de salida, donde el respeto a los derechos humanos brilla por su ausencia.
En una de aquellas vigilancias, Laura observó algo que le llamó la atención. A la distancia en que se encontraban, resultaba difícil concretar si se trataba de un avistamiento de una embarcación o era una falsa alarma. El capitán estimó conveniente poner rumbo hacia ese punto. A medida que se acercaban, comprobaron que, efectivamente, se trataba de una embarcación a la deriva. La adrenalina se disparó al máximo. Tocaba intervenir.
Laura embarcó en la zodiac de rescate junto a otra socorrista y a un compañero fotógrafo encargado de dar fe de que estos dramas son de carne y hueso. La tensión era máxima, porque desconocían el número y el estado de salud de los ocupantes de la patera. Además, debían convencerles de que evitasen exteriorizar su lógica euforia por ser avistados, para no comprometer la navegabilidad de su frágil embarcación.
Un rápido vistazo permitió contabilizar 45 personas a bordo, entre ellas dos mujeres, y ningún bebé. Se hallaban en aguas internacionales y llevaban tres días de navegación, en los que habían consumido los víveres. Un motor casi de juguete, sumado a la sobrecarga de la embarcación, hacía que apenas se moviesen de ese punto. Sólo era cuestión de tiempo que su situación hubiera pasado de delicada a agónica.
SITUACIONES LÍMITE
Descartadas situaciones apuradas, la zodiac regresó al Astral para coger provisiones. De regreso a la patera, les entregaron agua, mascarillas y chalecos salvavidas. Algunos llevaban unas ruedas de bici o de moto cruzadas al costado, que más que de flotador, hubieran ejercido de lastre en caso de un percance. Mientras Laura y su compañera se ganaban su confianza, la emisora del Astral contactaba con un puerto europeo a la espera de instrucciones. Finalmente les comunicaron que unos guardacostas se harían cargo de los inmigrantes. Eso terminó por aliviar a los rescatados, que por fin dejaban atrás la pesadilla iniciada cientos de kilómetros tierra adentro, atravesando desiertos y tierras hostiles, antes de enfrentarse al
FOTOS: PABLO TOSCO
mar. “La despedida fue emocionante, porque se pusieron a aplaudir, a darnos las gracias”.
Tras un breve silencio, Laura reconoce que “tuvimos suerte. Todo salió de libro”. Y se explica. Para prepararles psicológicamente, durante la navegación les proyectaron un vídeo sobre la misión anterior del Open Arms. En ella se ve el rescate a una embarcación, cuyos ocupantes en principio parecen estar en buen estado. En esta ocasión sí había bebés a bordo. El protocolo establece que primero se pasa a la madre a la zodiac, para que luego sea ella
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quien reciba al bebé, y los rescatadores puedan seguir su labor. Pero cuando la madre estaba a salvo, un golpe de mar hizo naufragar al resto de pasajeros, que cayeron al agua, bebé incluido. Aquella madre ya no volvió a ver a su hijo. Se logró rescatar a casi todos los náufragos. Pero aún así, otro niño falleció ya en el hospital. Lo de “tuvimos suerte” cobra su auténtico sentido.
El regreso a casa fue una odisea. Los pronósticos anunciaban la inminencia de un fuerte temporal, pero querían cerciorarse de que no hubiera más embarcaciones en apuros. Ese gesto solidario les robó un tiempo de reacción decisivo para ponerse a salvo. Durante largas horas fueron un juguete a merced del viento y de las olas, que literalmente pasaban por encima del velero una y otra vez. Nadie a bordo se libró del mareo y de un miedo que cada cual gestionó a su manera. A cientos de kilómetros de allí, las familias eran ajenas a una zozobra de la que, felizmente, lograron salir airosos, improvisando un atraque en Menorca. En el caso de Laura, para regresar a Palencia, a culminar las prácticas de enfermería.
PRIVILEGIADOS
Marcada por estas experiencias, Laura reflexiona. “Sólo por haber nacido donde hemos nacido, tenemos unos privilegios que, por muy mal que te vaya, nunca vas a llegar a la altura de la situación en la que se encuentran estas personas. Yo siempre pienso que igual que en Siria vivían en una realidad similar a la nuestra hasta que entró en guerra, a nosotros nos podría pasar, nunca se sabe. Y pienso que si nos pasara a nosotros, y Europa nos diera la espalda, no nos gustaría que nos lo hicieran. Entonces, ¿por qué se lo hacemos a ellos?”, se pregunta. Y se anticipa a ciertas respuestas. “ Un inmigrante nunca le va a quitar el trabajo a alguien de aquí. Sólo por el idioma, por la formación básica que tenemos…. Hacen los trabajos que nadie de aquí quiere hacer. Al final no van a hundir el país, no lo van a desbordar hasta el punto que no quepamos. Se trata de convivir en paz. Entender que si vienen es por algo, no vienen para hacerse millonarios, sólo para sobrevivir”, zanja.
En su mente hay lugar para nuevos desafíos. Los conjuga en plural, con su novio David, que trabaja en Cruz Roja. “Nuestra idea es irnos fuera, a Sudamérica, si podemos. Queremos combinar la vertiente profesional con la solidaria. Como voluntarios ya no podemos continuar, queremos ver las cosas desde otra perspectiva. España es un lugar de llegada. Queremos ver el origen. Y ver profesionalmente otro país”. Allá donde recalen, acabarán contribuyendo a aliviar el dolor de los más desfavorecidos. Prolongando esa tarea de desinfectar y sanar las heridas de un mundo que mejora gracias a personas como Laura, dispuestas a dar lo mejor de sí mismas sin perder por ello la sonrisa.
FOTOS: PABLO TOSCO