ESTRYMENS

CUATRO DÉCADAS EN DANZA

HAN INOCULADO EL VENENO DEL BAILE A VARIAS GENERACIONES. MADRES, HIJAS Y NIETAS CUYAS MANOS Y PIES SE ACTIVAN AL SON DE LA ALEGRE DANZA ESPAÑOLA. SU MÉTODO AÚNA PACIENCIA, DISCIPLINA Y AUTENTICIDAD PARA TRANSMITIR Y EMOCIONAR. ICONOS DE UN LENGUAJE UNIVERSAL EN EL QUE ESTRYMENS ES SINÓNIMO DE DISFRUTAR AL BAILAR.

El Mediterráneo y el Cantábrico se funden en esta coreografía que arranca con una historia de amor. Transcurren los años 60 del siglo pasado. Una compañía de baile está de gira por España. En el elenco destaca una bailarina, Estrellita de Levante, nombre artístico tras el que asoma Mari Carmen Giménez, Mari, natural de Valencia capital. Acostumbrada desde muy joven a compartir escenario con voces de la talla de Rafael Farina, su determinación por triunfar se plasma en una exigente rutina: actuación, camerinos, viaje, ensayos y a por otra función. Entre gala y gala Mari conoce a José Ignacio Rodríguez y el guión da un vuelco. En la siguiente secuencia, nuestra protagonista lo deja todo y sale tras las huellas de su amado a orillas del Sardinero.

Fruto de aquel amor llegaron al mundo sus dos ojitos derechos: Estrella y Mensi (diminutivo de Carmen), separadas

En 1981 echa a andar la Academia Estrymens. Con la “E” inicial que muchos omiten por error. El sustantivo evoca el comienzo del nombre de las dos niñas de Mari: Estrella y Mensi

FAMILIAR Tres generaciones simbolizan el ambiente familiar con el que Mari y sus hijas han agasajado a todas sus alumnas de estas cuatro décadas

por dos años de diferencia. Cuando la mayor cumple 11 años, la familia recala en Laredo, donde Ignacio comienza a despachar en la Farmacia Diego, sita en la entonces Avenida de José Antonio (hoy Avenida de España). Mari afronta con resignación el abandono de Santander, donde ha tejido lazos de amistad muy sólidos. Toca reinventarse. Su entorno le anima a abrir una academia de baile en la villa pejina. Una forma de volver a sus orígenes, que requiere de un reciclaje previo, para convertir a aquella fenomenal bailarina en una profesional de la docencia.

ESTRELLA Y MENSI

Dicho y hecho. Tras asistir a clases para aprender a enseñar, en el año 1981 echa a andar la Academia Estrymens. Con la “E” inicial que muchos omiten por error, confundidos por una sonoridad anglosajona que fue toda una revolución en aquellos años, pero cuya inspiración estaba de puertas adentro: el comienzo del nombre de las dos niñas (Estrella y Mensi) unidas por la conjunción “y” que nos legaron los griegos.

El plan inicial de impartir clases sólo tres días a la semana duró apenas un mes. Tal fue la demanda de plazas, que el local en un entresuelo de la calle Garelly de la Cámara se llenó de música, tacones y palmas todos los días laborables. Ni siquiera así eliminaron la lista de espera. Estrella, que por aquel entonces asistía al instituto, tuvo que

Desde el minuto uno, la Academia Estrymens apostó por difundir la danza española en todas sus variantes: flamenco, danza clásica, escuela bolera y folclore.

ARTE Y MAGIA Detrás de las espectaculares coreografías hay cientos de horas de aprendizaje y ensayos. Algunas lo aprenden desde muy niñas.

empezar a acudir por las tardes a la escuela para ayudar a su madre con las más pequeñas.

Para entonces Mensi, protagonista junto a su hermana de divertidas veladas familiares en las que despuntaba un arte innato por el baile, sintió que debía dar forma académica a su pasión. Y comenzó a cursar en Santander la carrera de danza española. Una decisión secundada poco después por la propia Estrella, haciendo malabarismos para asistir a clases nocturnas que concluían casi a la medianoche.

A la vista de que la alta demanda se mantenía estable, Mari optó por adquirir un bajo que hacía las veces de garaje para ubicar en él la sede definitiva de la escuela. Situado en el barrio de San Lorenzo, lo insonorizó y acondicionó para soportar el intenso trajín de unas clases por las que, cada curso, pasan cerca de cien alumnas. Desde niñas de tres años hasta mujeres con más de 70 primaveras. Todo el mundo tiene su sitio para sacar al exterior el duende que zapatea por dentro. Cada cual a su nivel, cada cual con su exigencia.

A RITMO DE TOCADISCOS

Desde el minuto uno la Academia Estrymens apostó por difundir la danza española en todas sus variantes: flamenco, danza clásica, escuela bolera y folclore. Las primeras promociones de la escuela aprendieron a ritmo de tocadiscos. Los vinilos con composiciones de Albéniz, Falla o Campuzano, giraban sin descanso bajo la fina aguja que convertía los surcos en inolvidables melodías. Años más tarde llegaron las cintas de casette, primero sólo con opción de ser reproducidas, y luego ya vírgenes, es decir, disponibles para poder grabar en ellas los temas según conveniencia. Un proceso de grabación que requería la máxima concentración en el hogar para que no se colase ningún ruido indeseado. Nada que ver con los tiempos actuales, donde las canciones se obtienen en un par de clics, viajan en archivos digitales y se llevan a todas partes descargadas en pequeñas memorias.

El primer festival en el que bailaron se organizó en la Residencia de Mayores y las ovaciones cosechadas fueron un anticipo de lo que vendría en adelante. Tras aquel debut actuaron en el Polideportivo, en un homenaje al inolvidable Visen, quién fuera subdirectors de la Coral Salvé. Fue el inicio a una sucesión interminable

Sus comparecencias se cuentan por cientos, sea en festivales benéficos, exhibiciones, festejos o acontecimientos de alcance social. Su presencia es sinónimo de expectación, de afluencia de espectadores, y, sobre todo, de éxito.

CONCENTRACIÓN La danza española requiere volcar todos los sentidos en un lenguaje universal que, más que entenderse, se siente.

de eventos a través de los cuales su nombre y su plasticidad comenzaron a formar parte imprescindible del paisaje pejino. Sus comparecencias se cuentan por cientos, sea en festivales benéficos, exhibiciones, festejos o acontecimientos de alcance social. Su presencia es sinónimo de expectación, de afluencia de espectadores, y, sobre todo, de éxito.Las actuaciones las han llevado por toda la geografía de Cantabria. Aunque su cita preferida sigue siendo el festival de fin de curso, que, salvo en las primeras ediciones, se celebra de forma habitual en la Casa de Cultura de Laredo. Sólo hay otro lugar en el que las niñas estén aún más a gusto: el Parque de los Tres Pescadores.

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Fuera de nuestras fronteras, tras una esporádica presencia en Bruselas, se han convertido en eslabón fijo del hermanamiento con el municipio francés de Cénon.

OMNIPRESENTES Allá donde les reclaman, allá que comparecen. En todas partes dejan el pabellón de Laredo en lo más alto.

Quizás porque en ese marco alegran la vista recreándose desde el tablado en la majestuosidad de la playa Salvé. Y porque les encanta la cara de sorpresa de los transeúntes que se topan con su actuación y se quedan petrificados. Fuera de nuestras fronteras, tras una esporádica presencia en Bruselas, se han convertido en eslabón fijo del hermanamiento con el municipio francés de Cénon.

UN BALLET DE ALTOS VUELOS

A lo largo de estos años han tenido que adaptarse a las circunstancias para driblar los obstáculos emergentes a su paso. Quizás el momento más delicado fue el derivado de la implantación de la LOGSE. A partir de su entrada en vigor, la titulación oficial de danza quedó restringida a los conservatorios. El resto del sistema de enseñanza de esta disciplina escénica quedó fuera de juego. La necesidad de salir adelante llevó a unas cuantas de las academias a agruparse. Así surgieron ACADE (Asociación de Academias de Danza Española), y, años después, la Asociación Cantabria Danza. Hoy sus asociadas ofrecen sus propios títulos, que sirven como incentivo para cursar una formación a cuyo término quedan acreditados conocimientos que tienen su peso en el currículum de las alumnas.

Entre las más destacadas, por pura decantación, se configura el ballet Estrymens. Sin llegar a ser profesional,

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sus integrantes alcanzan tal nivel técnico y artístico que ha llevado con frecuencia a tener que aclarar a espectadores foráneos que el grupo lo integran jóvenes laredanas. A este respecto, el anecdotario es infinito. Desde quienes tienden a pensar que Laredo es una suerte de novena provincia andaluza, hasta quienes han porfiado afirmando que Estrella era una bailaora gitana fichada para la agrupación. La propia Mari, directora del ballet, acudía rauda a deshacer el entuerto. Lo cierto es que la herencia artística pasó de Mari a sus hijas, y de ellas a sus nietas. De forma que Lola, y María, las gemelas de Estrella, y Carmen, la hija de Mensi, también cursaron toda la formación de danza, como si fuera una conspiración familiar por el arte. Luis y Nacho, los nietos varones de Mari, comparten el orgullo de todo el clan por el nivel de excelencia alcanzado.

En la actualidad son Estrella y Mensi quienes llevan las riendas de la enseñanza. La primera tomó años atrás el testigo de manos de su madre, con quien llevaba décadas haciendo un tándem invencible. Y la segunda guía con mano firme el rumbo de la academia que inauguró en 1988 en Colindres. En ambas escuelas pervive la impronta de Mari, que, junto a la técnica, la disciplina y la elegancia, defiende la importancia de la expresión facial. Su lógica es aplastante. El público, en general, no entiende de refinamientos técnicos. Pero sí entiende de expresión. Si la bailarina transmite y llega al espectador, el objetivo está conseguido.

Algo que se puede hacer extensible a la gran familia Estrymens. Una escuela de danza, pero también de vida. Un lugar que para muchas está ligado a sus mejores recuerdos. Donde el baile ejerce de punto de unión. Y donde las maestras enseñan con el corazón. Así lo han transmitido a tantas promociones que, leyendo estas líneas, activarán un vendaval de recuerdos. Vivencias alojadas en lo más profundo de su ser. Seguro que la mayoría termina con una sonrisa en los labios. Quizás también con alguna lágrima furtiva desplomándose de anhelos. ¡Que les quiten lo bailao!

CUCAS Las más veteranas demuestran que la danza española es una disciplina que puede disfrutarse durante toda la vida

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