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EDITORIAL
from DE LAREDU LIN Nº2 ÉPOCA II
by javi
Adelante
Es una gozada ver cómo nacen y crecen las historias. Arrancar un reportaje y sorprenderse con cada revelación desgranada por sus protagonistas. Dejar las puertas abiertas de par en par a la sorpresa, al asombro, al desconcierto. Y aprestarse a que cualquier mínimo retraso en la publicación requiera actualizar los contenidos por la irrupción de nuevos datos.
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En este oficio de atesorar y desgranar hechos contables, lo que más estimula es descubrir el afán por avanzar que se cuela en los relatos. Biografías fraguadas en jornadas donde lo extraordinario y lo trivial se abrazan entre requiebros. Existencias enfocadas a labrar con tesón el día a día, con la expectativa de acabar obteniendo, a largo plazo, una copiosa cosecha .
Hay culturas que piensan que las fotografías roban el alma. Las hay que recelan de contar sus vidas, convencidas de que empiezan a morir cuando sus instantes cobran la forma de un recuerdo. Vieja es la discusión sobre si son más valiosas las palabras que nos esclavizan o el silencio del que somos dueños a tiempo completo. Todo es relativo. El peso de una hoja de papel varía según la carga de profundidad que contengan las palabras acostadas en su lecho.
Es inevitable que en la conversación se vuelva la vista atrás. Los antecedentes ayudan a entender el hoy y el mañana a modo de claves reveladas. Los espejos retrovisores son una ayuda valiosa. Pero nadie conduce manteniendo la mirada fija en ellos, porque el percance sería inevitable. Mirar hacia el pasado es un ejercicio saludable y enriquecedor, siempre que se emplee con cuidado. La nostalgia es la antesala de la melancolía. Y desde ella poco podemos hacer más allá de lamentarnos por un ayer que ya fue.
Nos cuesta reconocer los regalos cuando vienen mal envueltos. Hay quien sabe leer en los surcos de la tierra. O en las nubes dibujadas en el cielo. Resolver tantos enigmas sólo tiene sentido si sabemos emplearlos con provecho. Y acercar el objetivo que pusimos. Aunque nunca lo alcancemos. Lo importante es seguir acortando el trecho.
Avanzar es un verbo que, al conjugarse, siempre se vuelve imperativo. Tal es su fuerza. Tal su poder. Lo mismo da que aluda a alguien. O que nos refiramos a un lugar. Pongamos que hablamos de Laredo. Ese sitio en el que orbitan nuestros afanes. Sin apresurarse. Pero sin morir en el intento. Mientras haya vida, iremos a tiempo. “Vulnerant omnes, ultima necat” (“Todas hieren, la última mata”) dicen, ya desde antiguo, sobre las horas. ¿Nos movemos?