Lux marzo 2018

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Volumen 5 AĂąo 1 Marzo 2018



contenido La búsqueda de equidad discriminativa.

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Addyi: el viagra femenino que le devolverá la sonrisa a las parejas.

¿Alexa te espía?

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Marcela Leyva

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Mujeres y matemáticas. Efraín Humilde

Plática con Rancid

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Relatos R.Rey

El día que el reloj se detuvo. Omar Gutiérrez

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Amor, desesperación y esperanza Compendio parte 3


La búsqueda de equidad discriminativa.

[Por Smoke n’ Mirrors]. al vez sorprenda a los lectores asiduos que mi nombre (o apodo) esté en el presente material. Si bien algunos me recordarán por la pésima poesía que se filtra advenediza de alguna laguna mental del editor, o tal vez un cuento corto que usan como último y desesperado recurso para llegar al número necesario de páginas; pero hoy he venido con algo completamente distinto. Aunque la pseudo poesía comparte de cierta forma mi manera de ver el mundo, no es más que un simple momento, una emoción o percepción; no es nada realmente trascendental, ya que por lo general solo afecto o concierne a mí y tal vez, tal vez a otra persona. Ahora bien, este ensayo se compone por cierto número de partes explicando el título del mismo y así mismo justificando que pasa.

T

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Primera parte: La acusación y confesión. Esto empieza con una acusación en mi contra de homofobia. Si bien también tengo que confesar que no fue de buenas a primeras (ya que hice un comentario con palabras mal escogidas, aunque inmediatamente me disculpe con la persona, asegurando que no era mi intención atacar, insultar o denigrar; que mis palabras fueron mal seleccionadas y que no tengo nada contra nadie), igual la acusación cayó sobre mí como lluvia inesperada; aunque lo más extraño es que a quien se supone que ataqué u ofendí, no fue quien se quejó; se quejaron otras personas. Total, me sacaron del gimnasio por eso. Como dije, mis palabras fueron mal escogidas. Por desgracia, tenemos tan inculcados ciertas palabras, que no vemos cuando ofendemos a alguien con ellas -por ejemplo “estás bien indio” o “se ve muy gay” por citar algunos-, o también lo que son francamente racista como “de tez humilde”. También hay gente que está pronta a ofenderse sin importar el trasfondo o las intenciones reales de la persona que las expresó. Tenemos libertad de expresión, por lo tanto, es muy importante aprender a usarla sabiamente. Como dato adicional, al día siguiente de mi altercado, una de las se quejó de mí llamó a un instructor “desperdicio de hombre” por estar muy guapo, pero ser gay. ¿Doble moral, donde?


Segunda parte: Equidad solo para mi gente. Como un proyecto de algo más grande, quise integrar una mesa de diálogo con líderes de grupos defensores de derechos civiles. Luego de buscar entre varios grupos -no diré nombres para no evidenciar a alguien-, al fin me reuní con una líder de un grupo feminista, un líder de un grupo LGTBQ, un líder de un grupo de la etnia rarámuri y un líder de un grupo de transexuales (que a vista de los demás, era extremista). Mi idea era crear una mesa de diálogo proequidad con varios frentes (considerando que dejé fuera grupos de discapacitados. Una vez más actué de manera errónea y no lo vi hasta que alguien me lo hizo ver). A veces una idea se ve muy bien en la mente, parece que será buena, pero cuando se pone en práctica termina siendo todo lo contrario. En cuanto empezamos la reunión, la feminista me pregunta por qué por un hombre tenía que presidirla, a lo que respondí que no estaba presidiendo nada, que solo los llamé para tratar de hacer algo juntos. El representante de la comunidad rarámuri me llama “chabochi” (en realidad no sé cómo se escribe) con un desprecio que parecía escupir veneno con cada palabra.

Me acusa de que la gente blanca le ha robado a sus antepasados, a lo que respondo que mi familia llegó mucho después de la conquista a México y que mis antepasados no tenían nada que ver con los saqueos o algún robo por parte de los conquistadores; que a fin de cuentas era inmigrante. El representante de la comunidad LGTBQ se quejó de qué voy a saber yo de ser discriminado si soy heterosexua, hasta que le dije que a mí también se me trató mucho tiempo como paria. La idea era que vieran a alguien que no sabe y en un momento dado no entiende qué pasa por su cabeza, pero no duda en estar en la misma línea que una minoría, exigiendo equidad para todos; no solo para un grupo, ya que de eso se trata la equidad.

Como dije, mis palabras fueron mal escogidas.

De ahí salta el transexual diciendo que nadie lo comprende y que es superior a un hombre y una mujer, que puede ser ambos (aunque la verdad no sé cómo alguien que se implantó una copa C piensa que puede pasar por hombre). Volví a la respuesta que de la idea es que inspiráramos a más gente a la causa. 2


Es ahí donde sale el representante de la etnia diciendo que su causa no es la misma que las de los otros, acusándolos de ladrones, usurpadores y degenerados; también alegando que las feministas no son más que un montón de chabochis (otra vez dicho con un desprecio que rayaba en el odio) y que ningún grupo de activistas por las etnias se sentaría con blancos como colaboradores (eso me dio a pensar que este hombre no sé en qué mundo viviría). En total fueron más o menos 90 minutos de arguende, en los cuales se tuvo un debate de “por qué mi minoría es mejor que la tuya”. ¿En donde terminó mi grandiosa idea? Fui acusado de ser un hombre, heterosexual, blanco y con estudios. Tercera parte: la equidad discriminativa. Por lo visto, todos los grupos antes mencionados buscan la equidad, pero solo entre ellos. No buscan la equidad real, la que es para todos, sin importar cuales sean tus pensamientos, ideologías, preferencias, etnia o cualquier cosa que te distinga del montón. Si quieres ser escuchado, primero escucha. Si quieres ser respetado, primero respeta, y sobre todo si quieres ser aceptado, primero acepta.

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Me queda claro que es muy fácil pedir que se te trate con respeto y todo eso cuento, pero, ¿por qué solo a ti o a los que te son afines? ¿No es tu lucha para exigir la aceptación de tu situación inherente a la condición humana, tengas o no elección de ella?, ¿no es tu meta ser aceptado y tratado como cualquier otro miembro de la sociedad? ¿Entonces por qué no aplicar esa filosofía en todos, no solo en aquellos poseen tu misma condición?

A veces una idea se ve muy bien en la mente, parece que será buena, pero cuando se pone en práctica termina siendo todo lo contrario.


Cuarta parte: conclusión. Cuando se habla de equidad, no solo se refiere al género o a combatir la homofobia; va más allá de esos dos grupos. Se refiere la firme creencia de que todos somos iguales, sin importar nada más que el hecho de que seas humano. Esto se los dice una persona que arriba la describen como “hombre, blanco, heterosexual y estudiado” (lo último no entendí bien, creo que se referían a mi grado de estudios, que no es precisamente alto), y es ahí donde radica ser parte de la equidad o solo ser un activista de sillón, dando likes y compartiendo contenido pro equidad, aunque no sea de feminismo, anti racista o contra la homofobia. Como dije antes, la equidad es para todos, ya que si los grupos que se supone buscan hacer un cambio en la sociedad, se ponen a exigir que solo el cambio sea para ellos, deben exigir que el cambio sea para todos los grupos vulnerables, independientemente si son o no afines a tal grupo, ya que de otra manera es como exigir libertad para censurar la de otros.

Y es por eso que los hombres y mujeres blancos, heterosexuales con y sin estudios, que estén de acuerdo en la lucha que otros grupos vulnerables o minorías; deben apoyar no solo con likes y compartiendo, sino con acciones como marchas y manifestaciones, con firmas y en general como se debe apoyar a un grupo que quiera lograr un cambio.

Como pensamiento final les dejo:

“aquel que busca la equidad discriminando, es como buscar agua potable en un océano”.

[Pista, pista. El Smoke n’ Mirrors es el mismo galán que se aventó el artículo bien guay acerca de las herramientas para escritores en nuestro número de febrero. Si adivinas, te regalamos una paleta].

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Addyi:

el viagra femenino que le devolverá la sonrisa a las parejas.

¡

Señor, hombre y caballero! ¿Cansado de llegar a su casa para recibir un rotundo “no” por parte de su persona especial? ¿Los dolores de cabeza de su pareja se han convertido en sus peores enemigos? Par usted y su pareja, ¿la intimidad consiste en calentar comida en el microondas y ponerse a ver la tele? (Léase todo lo anterior con voz de presentador de infomercial… Si es que no se lo habían imaginado antes). Los avances científicos no dejan de sorprendernos, ya sea erradicando enfermedades que antes eran el azote de la humanidad o bien, mejorando nuestra calidad de vida de manera muy personal; primero con el viagra y ahora, años después, la justicia fue escuchada y llega su contraparte femenina: la todopoderosa Addyi. 5

Addyi, cuéntanos tus secretos. Aunque una comparación rápida y hasta sacada de la manga es el asemejar este medicamento con la tan famosa pastillita azul, la verdad es que Addyi actúa de una manera diferente, al presentarse como la primer medicina con la capacidad de incrementar el deseo sexual en las mujeres que la consuman, ¡esto no lo hace el Viagra y no lo tiene ni Obama! Hablemos del componente clave de Addyi: la flibanserina. Esta sustancia actúa directamente en el cerebro de un modo parecido a los antidepresivos, lo cual era de esperarse si consideramos que en un inicio, la flibanserina fue ideada como un medicamento para tratar la depresión… El cual terminó por tener un efecto secundario bastante interesante y sexy.


La primera de muchas diferencias que tiene Addyi ante el Viagra o el Cialis, es que la primera debe tomarse como un tratamiento; esto es, diariamente hasta ver los resultados en aproximadamente un mes (contraste con el Viagra, el cual funciona en los hombres como las espinacas de Popeye). ¿Qué más? ¡Ah, ah, dame más! La idea es que Addyi sea consumido por mujeres antes de entrar en la edad de la menopausia, mismas que sean diagnosticadas por trastorno del deseo sexual hipoactivo y que parezcan estrés emocional por la carencia del libido (por eso y antes de que emites un juicio anticipado, te recomendamos ampliamente que consultes a tu médico).

Respecto a su nivel de efectividad, las opiniones son positivas pero nada digno de un Nobel de Química. Las usuarias de Addyi comentan que, sí, notaron un leve incremento en su número de relaciones sexuales satisfactorias, además de experimentar una cierta disminución de estrés a la vuelta del mes –repetimos: Addyi debe tomarse a manera de tratamiento y sus efectos no son inmediatos-.

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Pero no todo lo que brilla es oro. Addyi, como buena parte de los medicamentos, ha reportado acarrear una serie de efectos secundarios hacia sus consumidoras. Estos efectos incluyen nauseas, mareos, y fatiga. Aunado a esto, algo que no es novedad pero nos lo tienen que estar repitiendo hasta el cansancio porque nomás no agarramos la onda: el medicamento no debe ser combinado con bebidas alcohólicas, so pena de padecer una bajada en la presión sanguínea y todavía más peligroso: pérdida del conocimiento. Por lo anterior, Addyi necesitará receta médica para ser adquirida y en algunos casos, el llenado de un cuestionario que pretende concientizar a la paciente los riegos que implica suministrarse este medicamento.

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A nivel persona, esta es una molestia que hará pensar dos veces a las mujeres antes de comprarla. A nivel más general y hablando un poco del cochino e inmundo dinero, Addyi será distribuido y consumido a niveles mucho menores que el Viagra y similares, disminuyendo su atractivo económico para inversionistas y laboratorios por igual. Hoy por hoy, existen otras alternativas además de esta simpática pildorita color rosa, los cuales y combinados con la misma, harán que los conflictos en la cama se conviertan en tema del pasado. Eso nos gustaría creer por lo menos, ¿y a ti?


¿Alexa te espía?

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ueno… para responder esa pregunta primero debemos responder: ¿qué es Alexa? Alexa es un dispositivo cilíndrico de comando de voz con aproximadamente 23 centímetros de altura creado por la empresa Amazon, y cuyo nombre real es Amazon Echo. Cuenta con una matriz de sensores de siete micrófonos, altavoces y un control a distancia. “Echo” o “Alexa” (nombre con el que el usuario se dirige al dispositivo para darle una orden) únicamente funciona por medio del acceso a internet y debe configurarse mediante la aplicación homónima disponible para cualquier sistema operativo (android e iOS). Es capaz de responder a casi cualquier petición de voz, proporcionar el clima, dar un resumen de noticias, contestar preguntas, encender o apagar luces (si estas son inteligentes), crear una lista de cosas por hacer y reproducir música desde páginas como Spotify y iTunes. Mantiene control por voz de alarmas, tiene acceso a artículos en Wikipedia e incluso es capaz de realizar compras. Además, funciona con otros dispositivos como relojes y termostatos. Es como el asistente personal de voz que todos desearíamos tener. 8


¿Existe algo que Alexa no pueda hacer? Por el momento el dispositivo solo cuenta con comando de voz en inglés. Reacciona cuando le dices: ¡Alexa! El aparato se enciende, espera pacientemente que le menciones una “palabra raíz”; que puede ser cualquiera que tenga previamente guardada en el software y reacciona de inmediato a tu requerimiento. Para estar siempre pendiente de tus necesidades, Alexa mantiene los micrófonos encendidos y alertas todo el tiempo. Ahí es donde radica el primero de los “problemas”. Al encontrarse todo el tiempo encendida, Alexa graba deliberadamente todas las conversaciones que tienes en casa. Entonces, un hacker, el gobierno o la propia Amazon pueden escuchar cualquiera de las grabaciones, en cualquier momento. Si bien el usuario es libre de eliminar las conversiones que Alexa graba, eso dificulta la respuesta del dispositivo debido a que este contesta eficientemente gracias a lo que “aprende” con la información que ha memorizado.

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Es capaz de saber cuántas personas se encuentran presentes gracias a la escucha de dichas conversaciones, al conteo de los pasos y a los sonidos de la televisión, radio o computadora. Por si todo lo anterior fuera poco, Alexa tiene la capacidad de determinar tu ubicación por medio de conexiones que detecta y que incluye routers de wifi, la intensidad de la señal de los routers, la seguridad de los mismos y la información que proporciona el proveedor de banda ancha. Indudablemente, toda esta información también es recolectada y custodiada por el sistema operativo de Echo o Alexa. Conforme el tiempo avanza, Alexa es capaz de reconocer tu voz y comprender a la perfección tu acento. Este 2018 se ha terminado de desarrollar un gadget o mini dispositivo llamado “Muse” que cuenta con todas las funciones de Alexa para que lo lleves contigo mientras viajas en tu coche. Este se conecta al celular mediante bluetooth y la radio del auto… Así que Alexa te espía también fuera de casa.


Últimamente se han suscitado un par de controversias con respecto a Alexa y, la verdad, era de esperarse. ¿Todo un mundo nos espía? Durante algún tiempo se comentó que Amazon trabajaba con la CIA para servir directamente como informante de este servicio de inteligencia. Si esto fuera cierto, es lógico pensar que todo aquello relacionado a Amazon funciona para ese efecto. Suena a teoría de conspiración barata. Probablemente lo es. Varios portales y blogs de noticias digitales y noticieros televisivos se encargaron de informar (o desinformar) a la audiencia sobre este hecho. Si Amazon se encargó o no de desmentirlo, es algo que desconozco. No obstante, la negación ante este tipo de declaraciones, sería como poco, lo más obvio.

Lo más extraño de todo esto no es precisamente que Amazon trabaje o no para la CIA (que de hecho sí es extraño, pero dejemos eso de lado), sino la reacción de Alexa cuando se le pregunta directamente por este suceso. Un usuario descubrió que al preguntarle sobre qué es la CIA, Alexa no tenía ningún problema en responder concisa y claramente. Si la pregunta iba dirigida hacia su relación laboral con ellos, Alexa respondía que trabaja para Amazon; pero al preguntarle si Amazon trabaja para la CIA, el dispositivo dejaba de responder y se apagaba por completo, ¿raro? Yo creo que sí.

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Después de que todo lo anterior comentado se hizo viral, el sistema fue actualizado y ahora Alexa responde que Amazon no es una agencia de inteligencia. No sé para ustedes, pero para mí, eso no es una negativa. Ahora, si modificas un poco la pregunta, como: “¡Alexa! ¿Tú envías nuestros mensajes a la CIA?”, el dispositivo reacciona nuevamente apagándose completamente. Podría o no ser paranoia de unos cuantos. Podría o no ser una tonta teoría conspirativa más. La respuesta no es clara todavía. Lo que es cierto es que una agencia de inteligencia tan importante no solo en Estados Unidos, sino en el mundo, tendría varias ventajas al contratar a una compañía tan grande como lo es Amazon.

El espionaje del gobierno dejó de ser ficción hace algún tiempo: las cámaras de seguridad, los GPS, los smartphones, el propio Google y otros dispositivos capaces de conocer nuestra ubicación exacta y distinguir nuestros gustos personales; son pruebas fehacientes de ese hecho. ¿Nos estaremos convirtiendo en la distopía que hace más de 60 años predijo George Orwell en su libro 1984? ¿El Gran Hermano será la inteligencia artificial que poco a poco se supera a sí misma con ayuda del ser humano? Si crees en conspiraciones, esta podría ser una de ellas.

[Marcela Leyva, mus oriunda de Cd. Cuauhtémoc y criada en Chihuahua capital, siente pasión por las letras, la fotografía y por ti. Se declara fiel amante del café caliente (el café frío no es café) y fanática del rock de la vieja escuela. Es otaku de corazón, perseguidora de sueños; y quiere viajar mucho sin necesidad de recurrir a ningún alucinógeno.] 11


Mujeres y matemáticas.

H

ola feministas lectoras de LUX, ya llegó su macho opresor favorito con ganas de insultarlas con las longitudes de mis textos.

Soy un fan declarado de las matemáticas —y de las mujeres—, por eso aquí les va. Presten atención, pues les voy a contar unas historias de las mujeres y su protagonismo en las matemáticas. Unas historias llenas de drama, tristeza, heroísmo y de cómo siempre han habido mujeres que le saben bien al lenguaje de las verdades absolutas, pero que por alguna extraña razón ningún profesor en nuestra formación académica se ha tomado la molestia de contarnos; porque claro, ningún profesor en nuestra formación fue educado para engancharnos no solo al mundo de la imaginación, sino a un mundo en el que la magia de las historias puede marcar una diferencia. Un antes y un después en el interés del aprendizaje. Hoy vengo con toda la intención de darles sus debidas menciones a todas aquellas mujeres que han pisado el terreno austero y oscuro de las matemáticas; mujeres que han sido piezas clave en el curso que ha tomado nuestra humanidad. Esta será la primera entrega de muchas que vendrán después, será como una de esas series de Netflix que tanto te gustan, solo que aquí tendrás que usar tu cabeza para crear las imágenes. Yo sólo te daré las palabras. Sin más de momento… ¡Agárrate que aquí vamos! 12


MUJERES Y MATEMÁTICAS I: POESÍA Y NÚMEROS.

Escribir mucho del amor no te hace ser buen amante.

«El amor del hombre es en su vida una cosa aparte, mientras que en la mujer es su completa existencia».

Tal vez por esa razón le fue infiel a su esposa. Una esposa que al enterarse de la infidelidad de George, lo abandonaría de inmediato, eso aunado al hecho de que no le agradaba para nada el estilo de vida bohemia que su esposo estaba llevando. Lord Byron dejó Inglaterra y se fue a viajar por toda Europa con el dolor de nunca ver de nuevo a su tan amada y hermosa hija, pero claro, no se fue sin antes darle el mejor regalo que puede hacer un poeta a una mujer: el regalo de las letras.

—Lord Byron Bajo el clima sombrío que caracteriza a Inglaterra, George Gordon Byron le daba la bienvenida a su adorable recién nacida a la cual bautizaría como Ada Lovelace Byron. George no era un hombre común y corriente. Estudió en Cambridge y tenía una fuerte devoción hacía el mundo de las letras; y vaya, no sólo tenía devoción, sino que también poseía el talento necesario para hacerse notar en un arte tan difícil y tan malagradecido como lo son las letras. George Gordon Byron fue nacido para ser poeta y para ser un hombre de carácter enamorado, o al menos así lo hizo notar en sus múltiples poemas y frases. Pa ra to d o e s to : B y ro n n o e ra cualquier hombre promedio como tu novio todo feo o yo, ¡Byron era guapísimo!, tanto para hombres como para mujeres. El hombre lo sabía y se metía en cualquier lugar —sabes bien de lo que hablo—. Prácticamente Byron fue el poeta rockstar bisexual de su época.

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Es tu rostro como el de mi madre, ¡mi hermosa niña! ¡Ada! ¿Única hija de mi casa y corazón? Cuando vi por última vez tus azules ojos jóvenes, sonrieron, y después partimos no como ahora lo hacemos, sino con una esperanza. Despertando con un nuevo comienzo, las aguas se elevan junto a mí; y en lo alto los vientos alzan sus voces: Me voy, ¿a dónde? No lo sé; pero la hora llegará cuando las playas, cada vez más lejanas de Albion, dejen de afligir o alegrar mis ojos.


George adquirió demasiada fama en Europa, su poesía narraba los viajes que él hacía por todo el continente, así como también estaba rodeado de los escándalos sexuales y de la dura crítica que normalmente recibían sus textos. El protagonista de las poesías que hacía George con el tiempo tomaría su mismo nombre: Byron. Mismo nombre que fue el que más fama y reconocimiento le daría a George, tanto así, que con el tiempo dejó de ser conocido como George y todo el mundo lo conocería solo por Byron, Lord Byron. En fin, la separación de dicho matrimonio dejó a la buena Ada Lovelace en manos de su madre, la cual como ya mencioné, no tenía mucho agrado por el mundo de las letras. Bien dice la frase: «De tal palo tal astilla». Ada tuvo la misma naturaleza romántica, arriesgada y temperamental de su padre. También desarrolló un interés por las letras y por las poesías que escribía su padre aunque no tuviera contacto con él . La mayor parte de educación provino de su madre, una madre que hizo que Ada se interesara en otras áreas del conocimiento humano; para nuestra suerte y la de ésta historia: las matemáticas.

Poesía de palabras y números. Las matemáticas siempre han sido descritas como «la poesía de las ideas lógicas». Hasta cierto punto, Ada había nacido destinada para ofrecer su vida a la poesía de los hombres y a otro tipo de poesía, aquella poesía que Galileo había proclamado como el lenguaje con el que Dios había escrito el universo. Con el pasar de los años, Ada continuó con sus estudios en las matemáticas y en la poesía de su padre. Ella era una mujer inteligente y de ávida lectura: se interesó mucho en la lógica, un área en la que damos fundamento a todos los complejos argumentos matemáticos, aunque para Ada como para muchos matemáticos pareciese que las matemáticas tuviesen un trasfondo más emocional y no el frío corazón de perra con el que muchas veces se les presenta.

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Lord Byron por aquellos años se había acercado mucho a temas de menester político. El escritor residía e n G re c i a , u n p a í s d o n d e s u sensibilidad como autor lo haría ver de una forma única los problemas que tenía el país ante la tiranía del Imperio otomano. Lord Byron sería participe de los movimientos de independencia de Grecia a pesar de no tener nacionalidad en la misma, pues en aquél entonces los e s c r i to re s d e la é p o ca e ra n sumamente respetados, ¿y cómo no serlo? Si el mismo Byron tenía la aceptación y aprecio que el poeta germano Goethe a pocas personas le daba. Byron se había convertido en el exponente del romanticismo inglés y ahora era partícipe de movimientos revolucionarios; ¡un estuche de monerías! Lamentablemente, guiando algunos de los movimientos de independencia de Grecia, Byron caería enfermo, una enfermedad de la cual nunca se recuperaría. Pero aunque en la pluma de Dios no estaba escrito que Byron fuese un héroe de independencia, sí que le había dado su debido protagonismo en el mundo de las letras, y claro, le había dado una hija que había nacido para trascender de la misma forma que su progenitor.

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Lord Byron murió a los 39 años de edad, y con su muerte se llevaba la mitad del corazón de Ada. Ese hombre al que no había podido ver la mayor parte de su vida, pero que tanto admiraba, la había abandonado. Byron solo le había dejado sus poemas, obra que Ada guardaría siempre bajo el pecho, intentando rellenar el hueco que dejó su padre; siempre con la promesa de que algún día podría estar junto a él de nuevo. Pobre. ¡Pero no te sientas mal, mi querida lectora! Porque a nuestra buena Ada le queda mucho que contar.


Una digna heredera de la seductora pluma del poeta. Ada no solo se interesó, sino que tomó clases de lógica y matemáticas con el mismísimo Augustus De Morgan, también conocido por haber inventado las famosas «leyes de Morgan». Mientras Ada tenía unos 17-19 años, existía una revolución en la ciencia de Europa de la que Ada formaría parte. En Gran Bretaña, Charles Babbage estaba desarrollando una máquina que fuera capaz de resolver problemas matemáticos; una idea osada e innovadora para aquellos tiempos, aunque nada extraña en los n u e s t ro s . D e h e c h o, ya h a b í a construido una Pascal, pero la de Babbage intentaba romper los paradigmas que las máquinas tenían. La idea de Charles era una máquina que pudiese calcular logaritmos decimales, funciones trigonométricas y aproximar raíces de polinomios, entre otras cosas. Babbage presentó su máquina por toda Europa, y esto incluía a Italia. Entre el público de la presentación, estaba el señor Luigi Federico Menabrea.

Lo que hizo este hombre fue tomar notas del funcionamiento de la máquina, para después enviárselas a Babbage para ver si podía hacerle alguna corrección. Obviamente Babbage estaba muy ocupado… y por si fuera poco, no sabía italiano. Entonces, ¿a quién se las mandó?, adivinaste, a la inteligente y bella Ada Lovelace, que en aquel entonces era asistente de Babbage.

El principio de las máquinas inteligentes. Ada no solo las tradujo, sino que también las corrigió y las mejoró. Lo que escribió en los márgenes de las notas de Luigi Federico era toda una obra de ingenio: demostraba estar más capacitada y conocer más a fondo el trabajo de la máquina, y no sólo eso, sino que planteó el borrador de un algoritmo para encontrar los números de Bernoulli. 16


De Bernoulli ya hablaremos en otra ocasión, ten por seguro eso. Pero, ¿Por qué era tan importante lo que había hecho Ada?, bueno, en aquél entonces los matemáticos estaban obsesionados con sumar series infinitas, ¿cómo sumas algo infinito?, el cálculo tenía la respuesta. Bernoulli había planteado una serie de ecuaciones que describían la suma infinita de unas potencias que curiosamente describían las corrientes marítimas. De dichas ecuaciones salían ciertos números que son indispensables para la construcción de cartas de navegación. Si bien la fórmula para calcularlos ya estaba, de igual forma era muy tedioso. ¿Quién crees que sacó la respuesta a eso?, nada más y nada menos que la bella Ada, en una tarde cualquiera, con sus notas en el margen de un artículo. Sus notas y correcciones planteaban el primer algoritmo de la historia para una especie de ordenador —la máquina de Babbage—. Lo curioso es que aquí el que se quedó corto era el ordenador, ¿qué hizo Ada?, pues mejorarlo. Ada hizo que la máquina de Babbage pudiera hacer cuentas en paralelo, le agregó todas las funciones lógicas (and, or, not, etc) y le puso un sistema de lectura de tablillas perforadas, 17

que dicho mal y pronto: es como si le hubiese permitido la lectura de discos a la máquina de Babbage. Esto hizo que la maquina se volviera un monstruo de los cálculos, porque ahora también podrías hacer el algoritmo para los cálculos de forma más sencilla. Implementó el orden de los cálculos; vaya, que Ada revolucionó a esa máquina y con ella a la historia de la humanidad. Por desgracia Ada vivía en un siglo en el que las palabras «mujer» y «matemáticas» rara vez por no decir nunca se escribían en un mismo párrafo. La sociedad europea de aquellos años no tenía bien visto el papel de una mujer en la ciencia, mucho menos en un área tan exacta como lo son las matemáticas. A pesar de ello, para Ada no fue ningún impedimento la aceptación de la sociedad hacia su trabajo. Ella siguió desarrollando algoritmos y estudiando con Babbage el nuevo surgimiento de una máquina que tuviese la proeza de desarrollar problemas que hasta entonces solo pod ía resolver un humano, enseñándonos hasta dónde podía llegar el ingenio humano y dejándonos clara la lección de cómo una idea es mucho más trascendente que la poca aceptación (que por desgracia esta sociedad llena de prejuicios, siempre tendrá).


Por eso Ada sobresalió tanto. Logró todo teniendo acceso limitado a la información, y claro, presentó todo en una sociedad cuyo paradigma de ciencia sólo giraba alrededor de los hombres. Por su increíble trabajo y dedicación, Ada fue nombrada la primera programadora de la historia, o sea, incluso antes que un hombre, ¡bien por ella! Los estudios que hizo Ada sobre los algoritmos y la máquina analítica de Babbage serían la base de lo que años más tarde Alan Turing usaría para descifrar la maquina enigma de la Alemania nazi, brindando a Estados Unidos una posición de ventaja en la Segunda Guerra Mundial —esa historia también la retomaremos después—. La carrera de Ada siguió avanzando a un ritmo acelerado. Lamentablemente, no fue más rápida que el cáncer de útero que había adquirido.

El testamento de un genio. Ada dedicó el resto de su vida a las matemáticas, la programación y la poesía. No está escrito en el destino de ningún humano el de ser inmortal; solo las buenas ideas son las que tienen ese privilegio, así como todas las que tuvo aquella increíble mujer. En sus últimos años de vida, Ada no se separó ni de su poesía ni de sus matemáticas, y aunque su madre siempre se lo prohibió, nunca pudo sacar de su corazón el amor por las letras ni el amor por su padre. Ada falleció un 27 de noviembre de 1852, dejando tras de sí uno de los mayores legados de la lógica y la programación. Mira qué tan curiosa es la vida: Sus últimos deseos fueron que se le enterrase a lado de su padre, y aunque muchos piensen que poesía y matemáticas están distanciadas, sus tumbas nos dejan claro lo poco separadas que están estas dos disciplinas en nuestra Tierra… O incluso debajo de ella. Pasarían más de 100 años para que Ada tuviese el reconocimiento que se merecía.

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Fue hasta 1970 que el departamento de defensa de Estados Unidos d e s a r ro l l a r í a u n l e n g u a j e d e programación orientado a objetos que tendría el nombre de Ada, como galardón de honor y reconocimiento a la primera programadora de la historia y a una de las tantas e increíbles matemáticas que han existido. ¡Más de 100 años!, al final del día, la poesía del padre no estaba tan e q u i v o c a d a , i n c l u s o e ra c a s i profética: … Cuando estén ya maduros los silencios y gorjeos del bosque ¡Repártanlos como como jugosos frutos de la tierra! Y pronuncien su nombre… ¡Ada! Hoy como humanidad y tal vez no t a n m a d u ro s , d e i g u a l f o r m a repartimos los frutos de tu persona sobre todo la faz de la tierra, y tras ello, no solo pronunciamos, sino que también gritamos tu nombre: ¡Ada!

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[Efraín “Humildad” es más mexicano que una piñata rellena de chile colorado. Con formación en química; en sus tiempos libres escribe cosas que te harán pensar que es un enfermo mental.]


Plática con Rancid

Parte 1

S

e sentó frente a mí un joven de rostro afilado con no más de 23 años. Pude ver sus tatuajes tribales en ambos brazos. Años de juegos y películas me permitieron distinguir runas en los tatuajes. Tenía el cabello negro como un cielo sin luna, con un corte que parecía hecho al azar, pero que de alguna manera se veía genial. Llevaba un vieja playera de The Ramones, un chaleco de cuero con estoperoles en el pecho,y unos pequeños pinchos en el hombro izquierdo, mientras que en el derecho tenía unas delgadas cadenas. Sus pantalones de tubo estaban asegurados por un cinto que tenía un logo de Batman. Por último, sus gastadas botas de marcha terminaban el look de un punk de la vieja era. Extrañamente sus muñecas no llevaban ningún adorno como pulseras y canilleras. —Damphyr, me llamarás Rancid. Me han mandado a hablar contigo —dijo, con una voz que sonaba extrañamente joven y vieja al mismo tiempo. —¿Rancid? ¿Qué clase de nombre es ése? —Le dije a manera de burla. —Niño, que no pienso soportar bromas —contestó en una forma amenazadora. —Lo siento —vociferé rápidamente. Había algo que me gritaba lo mortal que podría ser. —Entonces, damphyr, has dado con el lado oscuro de la vida. Secretos que te han dado incompletos, ahora te será revelados. Haz preguntas pensadas cuidadosamente, porque después de hoy, no creo que vuelvas a verme en toda tu corta vida —dijo, sonriendo y juntando los dedos. —Explícame desde el principio —le pedí. —¿El principio de qué? —me preguntó—. Sé más explícito. Aunque leyendo tu mente, creo que te refieres al principio de los vampiros y de los hombres lobos. Pues bien, te lo explicaré de manera resumida —tomó aire y puso cara de alguien que recitará un examen oral de historia—. En un principio eran una sola raza, en aquel entonces nos llamaban dioses y así nos veneraban —dijo de manera solemne. —¿Hombres lobos y vampiros eran uno solo? ¿Entonces cómo es que a los vampiros los aniquila la luz del sol y a los hombres lobo no? —interrumpí sin entender. 20


—No te fijes en esas diferencias, sino en nuestras similitudes: ninguna de las dos especies soporta la plata; eso lo tenemos en nuestros genes, son cosas que no podemos evitar —dijo sin dudar. —¿Quieres decir que su antepasado les dio esa vulnerabilidad? —Pregunté desconcertado. —Así es damphyr. Deja que te explique un poco más. Hace varios milenios existió el primer dios, que no era una deidad como el que tú piensas, sino fue el primer inmortal. Luego él conoció otros métodos para crear más inmortales y creó a dos. —El antepasado de las dos especies —aseguré repentinamente. —No, impaciente damphyr. Si guardas silencio, será más fácil de explicarte —atajó de manera impaciente—. Como te dije, en su soledad creó a dos vástagos, Sifin e Ilus, los primigenios. Sifin era estéril, por lo tanto no pudo crear vástagos; pero Ilus sí podía. —Dijo, y de manera ansiosa preguntó— ¿No tienes una cerveza? —No, lo siento. No me gusta la cerveza —contesté apenado. —En fin. Te decía, ¿te has fijado que en todas las mitologías hay un dios padre?, Odin, Caelus, Ra, Bolon Tza, Cab… —empezó a decir de manera un poco más emocionada. —¿Bolo qué? —Pregunté desconcertado. —Olvídalo; un viejo amigo maya. Pero bueno, el punto está explicado: siempre hay un dios padre que hace a los demás —dijo y simplemente asentí, comprendiendo que me decía. —Bien —continuó su explicación— entonces por lo general esos dioses fueron antiguos humanos convertidos en dioses por Ilus, que fueron a otros lados y crearon a más de los suyos, que en muchos casos los siguieron adorando hasta bien entrado el medioevo. —¿Dices que los dioses paganos eran deidades creadas por Ilus? —pregunté desconcertado. —Sí, eso es —dijo el joven punk, que sospeché tenía más de 1000 años de antigüedad—. —¿Y el sol?, ¿cómo es posible que hayan pasado por dioses sin que se expusieran al sol? Es decir, casi todas las culturas tienen a un dios del sol. ¿Cómo es posible un dios del sol que solo salga de noche? —pregunté incrédulo. —Espera joven damphyr, aún no llego a esa parte. Espera un poco, al fin y al cabo no tardaré mucho —dijo el joven.

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—Está bien, pero no le encuentro pies a esto —contesté un tanto irritado. —Bueno, resultó que en algún momento crearon a un dios llamado al cual conocieron más tarde como Loki. Desgraciadamente, Loki era alérgico a la plata, pues sucede que cuando los transforman en dioses, sus rasgos personales se hacían más fuertes y resulta que este Loki a su vez engendró a cinco vástagos; pero en esta historia solo importan dos: el primero fue Váil, que según la leyenda se transformó en lobo como castigo hacia él, pero la realidad es otra —se lamió los labios y continuó. —Como sabes, casi todos los dioses tenían la capacidad de transformarse en animales. Pues Váil tenia cierto interés en esa habilidad, ya que creía que los animales eran la máxima demostración de habilidades. Llevó a cabo su transformación a la perfección e inclusive supo cómo hacer un punto intermedio, en el cual tenía la fuerza y la resistencia de una bestia, pero también una forma humanoide más apta para luchar. Váil era un guerrero formidable —dijo, con lo que parecía un gran orgullo—. También de esta manera consiguió la agilidad del jaguar, la fuerza del oso, la ferocidad del lobo, la astucia del zorro, la vista del halcón, el olfato del sabueso, el oído del murciélago; en fin, terminó creando una forma híbrida, la cual es la del hombre lobo actual. Ciertamente tiene parecido con los lobos, pero generalmente pueden cambiarlo a voluntad. Los más antiguos crean los clanes, tales como los hombre pantera de la India, hombre oso de Rusia, o el hombre zorro de los países asiáticos. Más o menos por los mismo días nació Hela. En ese entonces era la mujer más bella del mundo, astuta e inteligente. Podía obtener lo que quisiera; su mayor miedo era envejecer y dejar de ser hermosa. Esto le creó cierta afición por la sangre, que decía aumentaba su juventud y belleza, así que empezó a beberla. Hizo una pausa y luego sacó un cigarrillo de su chaleco junto con un encendedor, el cual también estaba cubierto de runas. Con un chasquido de dedos lo abrió y prendió el cigarrillo. Con otro chasquido cerró el encendedor, le dio una calada al cigarrillo y prosiguió. —Loki se sentía muy orgulloso de sus hijos. Siendo poderosos e inmortales, Hela y Váil se enamoraron perdidamente uno del otro. Hela se enamoró por la fuerza de Váil y él de la belleza de ella. Así empezó un romance que aún no se ha acabado —dijo de manera sonriente.

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—Pero… Si no se ha acabado, ¿por qué siguen en guerra las dos razas? —interrumpí a mi narrador con cierto tono de desconfianza. —No he terminado de narrar, así que calla esa bocaza y verás la historia. Un hombre llamado Wamphyr fue convertido en lo que yo llamaría el primer vampiro, ya que no tenía la flexibilidad de los antiguos dioses. Era mucho más débil que las deidades de antaño, pero no fue accidental. Hela lo creó como una suerte de secretario, pero Wamphyr era muy orgulloso y se paseaba entre los mortales como otro dios, se dijo a sí mismo el dios de la belleza, ya que era hermoso como pocos hombres han sido a lo largo de la historia; y por el otro lado, Váil creó a Weir con el mismo proceso debilitante, con el fin de que él fuera el gobernante y expansor de su reino, para así pasar más tiempo con su amada Hela. Wamphyr, celoso de que Hela amara a un hombre que no consideraba suficientemente bello para ella, planeó la muerte de Váil. Fue con los enemigos, ya que un hombre que tiene una mujer tan bella como Hela, también tiene muchas enemistades nacidas por la envidia. Consiguió por medio de alianzas, pactos y persuasión, una daga capaz de matar inmortales. Un día mientras Hela y Váil jugaban en el jardín del palacio, Wamphyr pidió un segundo a solas con Váil, pues sabía que si lo mataba enfrente de Hela, no duraría un segundo vivo o posiblemente le leería la mente antes de que siquiera se hubiese acercado. Váil no tenía la capacidad de leer la mente, debido a que se había embotado en su animalismo de tal manera que había perdido varios dones muy útiles —Rancid dijo esto como si hablara de una horrible operación la cual le hicieron sin anestesia—. —¿Se puede matar a un inmortal? —Pregunté. —Sí, se puede. En realidad todos los dioses de la antigüedad eran mortales, pero muy complicados de matar; pero permíteme terminar esta historia —dio otra calada del cigarrillo y prosiguió—. Wamphyr tomó la daga y la escondió en una de sus mangas, Váil tenia gran estima por Wamphyr debido a su inteligencia, así que no dudó en pasar unos momentos con él. Caminaron por un río, hoy ya desaparecido, y Wamphyr le empezó a hablar sobre una mujer a la que amaba profundamente, pero no sabía cómo acercarse. Váil, que siempre ha sido en cierta forma muy sencillo, le contestó que no sabría tampoco cómo acercarse. De pronto y sin previo aviso, Wamphyr se volteó y clavó la daga en el pecho, diciéndole: “Claro. Una estúpida bestia como tú no sabría amar a una mujer como Hela, así que te dará gusto que me quede con ella”.

Y tú, ¿estás en “la zona”?

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No contaba con la velocidad y los reflejos de Váil, quien pudo girarse levemente para que solo le perforara un pulmón. Cuando gritó, aparecieron Hela y Loki. Váil se sacó la daga del pecho, pero la herida no cicatrizó inmediatamente como se esperaba. Loki, enfurecido por la traición cometida, examinó la daga y dijo “Tiene un potente hechizo, tardarás unos años en sanar” —dio otra calada al cigarrillo, luego continuó su relato. —Wamphyr pidió perdón y lloró por su vida; imploró perdón a su señora. Hela, como siempre muy sabia, dijo “Implora por tu vida a quien ofendiste y no vuelvas a dirigir tu sucia boca hacia mí, ya que morirás por tu atrevimiento”. Loki dijo, furioso, “Los traidores no merecen perdón”, pero Váil siendo como es, dijo “Yo no mataré al vástago de mi amada”. Wamphyr agradeció a Váil que no merecía su perdón: “Dije que no te mataría, y hasta te perdonaré luego de lo siguiente”. tomó el cuchillo y miró a Loki, quien entendió perfectamente que debía sostener al traidor. Hizo tres profundos cortes que le atravesaban la cara y otros tres profundos cortes que atravesaban todo su torso, desde el hombro hasta la palma en cada mano, y le cercenó el pene. “Te perdonaré cuando no queden cicatrices de tus heridas y cuando tu miembro vuelva a crecer. Si vuelves antes, morirás; pero antes agonizarás mil años”. Wamphyr gritaba y maldecía. Lloraba, pues habían desfigurado su rostro y mancillado su belleza. Loki le dijo “Vete y no vuelvas hasta que se haya cumplido la condición” —apagó el cigarrillo, suspiró y prosiguió con su relato

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Oferta

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l clandestino tenía su tienda también clandestina, y la atendía toda la madrugada. Siendo víctima de la porfiria, una noche finalmente se decidió a asumir el rol que la naturaleza le había designado: novio de la noche, enemigo de la luz. "Hijo de la aurora, asilo del malsano", como bien habría escrito el profeta en una de sus centurias. Los primeros años de su vida habían sido un verdadero martirio. Ya saben, el raro del grupo, el enfermito, el encerrado. El monstruo. Tiempo, mucho tiempo después aprendió a aceptarse y a sentir orgullo por su monstruosa persona. Nunca quererse, solo aceptarse. Así pues y ya que de auto aceptación no vive el hombre, decidió abrir una tienda en su propia casa, atendiendo a su clientela desde una modesta pero útil ventana. Se aseguró que su rostro permaneciera fuera de la vista d e s u s c l i e n t e s , e x t re m a n d o precauciones y ocultándolo bajo un velo negro. Sentía que de esa manera cubría su cara y protegía su alma.

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N a d i e v e r í a j a m ás e s e ro s t ro desfigurado por el sol. Años y años de castigo luminoso habían carcomido su faz. Eso sí, su orgullo eran sus ojos: dos grandes perlas verdes como esmeraldas, que el astro rey no pudo destruir jamás. Tenía sus dudas respecto a si dichos ojos podrían verse por debajo del velo, pero no le i m p o r t a b a m u c h o re a l m e n t e . "Publicidad para el negocio", se decían, contándose un chiste cruel. ¡Le iba mucho mejor en su tienda de lo que en inicio se imaginó! Sus clientes, asiduos todos ellos, consumían con avidez y apetito de su mercancía. Eran bestias insaciables e indómitas que recurrían al clandestino en busca de armamento extraño. Con suerte, hasta algún modelo ultramoderno o un prototipo. También direcciones y contactos de mandatarios y artistas. ¿Todos los quieren ver en su peor momento, no? Muertos eran más famosos que vivos; nos complacen más. El clandestino tenía en su poder todas las maneras de dar con los verdugos: desde niños sicarios hasta elegantes y caros asesinos que convertían al oficio en todo un arte. "Saludos. ¿Qué se te ofrece?"


Precípite Sin mis alas no puedo evangelizar ni llevar la luz a los hombres. Por principio, ellas no me pertenecían. Tan solo fueron un regalo del cielo. Un préstamo más bien. Nunca supe ni sabré cuándo ni por qué fue pactada la fecha límite. ¿Purga celestial? Estoy seguro que no. Cada día que viví con esas alas lo aproveché al máximo. Dejé de odiar. Dejé de desear el mal. ¿Será que simplemente no me correspondían, no eran para mí? ¡Pero si volaba con entereza! ¡Hacía acrobacias y reía! Volaba cerca del sol. Luego, como si le debiera algo, el sol me dio la espalda y dejó de brillar. No fue culpa mía. Me elevé demasiado, estaba buscando a Dios. Ahora me precipito muy lentamente, pareciera que el suelo me rechaza. No entré al cielo. La Tierra me desconoce. El infierno no me volvería a recibir. ¿A qué plano pertenezco entonces? ¿Tan lento estoy cayendo que tal vez este limbo se irá a convertir en mi nuevo hogar? Es como una de esas pesadillas en las que uno cae y cae. D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e. Despiértame. Despiértame. Abro los ojos, pero sigo cayendo.

D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e. D e s p i é r ta m e.

[A Rubén Rey ya nos lo tienen bloqueado 8 de cada 10 psiquiatras, aunque es muy buen perro en realidad. Forma parte de la impía trinidad que fundó la revista Lux, autonombrándose director editorial mientras los otros dos dormían. Según él, quiere estudiar un doctorado para disfrutar en su totalidad ser un don nadie ya que lo termine. Deseémosle suerte y un yate al pobrecito.]

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El día que el reloj se detuvo.

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lla no era la mejor de las madres. De hecho, no estaba ni remotamente cerca de ser una madre decente. Alcohólica, desinteresada, irresponsable, adicta al juego y a los hombres que la trataban como basura, mi madre siempre fue algo especial. Yo era de ese porcentaje de tipos que jamás conocieron a su padre, y también de ese porcentaje aún más reducido, pero no inexistente, de tipos que tenían que arrastrar a su madre desde el jardín donde se encontraba desmayada, hasta su cama, para luego hacer un poderoso café negro que fuera capaz de contrarrestar el efecto del whisky barato que corría por su sistema. A mis 19 años yo ya sabía arreglármelas sólo. Mientras que ella no podía mantener un trabajo más de un mes, y terminaba la mayor parte del día tirada en el sillón mirando el televisor, yo había conseguido un trabajo como cajero en una tienda de autoservicio que le pertenecía a unos ancianos. La verdad es que fue gracias a Patricia – nombre por el que me obligo a llamarla desde que dije mis primeras palabras– que me volví lo bastante rudo como para sobrevivir en este mundo de mierda por mi cuenta, ya que, fue ella la que me curtió a base de golpes e indiferencia. Nunca supe si era el alcohol, o el hecho de que me culpara de “arruinar” su vida, pero siempre terminaba desquitándose conmigo cuando perdía en las cartas, cuando un hombre la dejaba, cuando la despedían, entre otras cosas. Los años pasaron y yo terminé siendo más alto y fornido que ella. Supongo que al final le dio miedo que yo le regresara cada una de las palizas que me dio sin razón. 27


La verdad es que no me importaba tener que lidiar con ella en sus borracheras, así como tampoco me importaba tener que pagarme yo mismo la escuela y hacerme cargo de la casa con un poco de apoyo del gobierno que le repartía cheques a las madres solteras; ya ni siquiera me molestaba que me golpeara de niño. Lo que de verdad me molestaba es que ella no movía un puto dedo ni siquiera por Nancy. La pequeña Nancy. Mi media hermana de tan solo 5 años, producto de otra borrachera, e hija de otro tipo ausente. Aunque mi madre la culpaba a ella también de arruinar su vida, a ella jamás la tocó. Simplemente la ignoraba como todas las responsabilidades en su vida. Yo era lo único que Nancy tenia, aunque realmente no podía hacer mucho por ella. A sus cinco años, ella era prácticamente muda. La pequeña tenía un problema del lenguaje causado por la falta de comunicación en la casa, o eso fue lo que me dijo la psicóloga de la escuela. Aun así, Nancy podía entender perfectamente lo que se le decía, solo que sus respuestas eran en forma de señas o gestos. Ella era incapaz de leer o escribir, o saber cosas básicas como algunos números y esas cosas, ya que jamás pudimos enviarla a la escuela. Yo trataba de enseñarle en mi tiempo libre, pero no era mucho el que tenía entre escuela y trabajo. La pobre niña terminaba sentada frente al televisor hasta que yo regresaba del trabajo a las 10 de la noche en punto y jugaba con ella unos minutos o la sentaba conmigo mientras hacia la tarea de la escuela en la cocina de la casa. A Nancy no le gustaban o atraían muchas cosas. Lo único que la acompaña todo el tiempo era un viejo oso de peluche que le compré cuando cumplió dos años. Ella lo llevaba a todos lados. A lo largo de la casa, por el jardín, en la acera fuera de la casa y por el pasillo hasta su cama. Siempre estaban juntos.

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Otra cosa que realmente le fascinaba a la pequeña, era el viejo reloj que estaba colgado sobre el televisor. Un reloj oxidado, de esos antiguos que, cada hora, arrojaban un pequeño pájaro que anunciaba la hora. A diferencia de los otros de su tipo, este reloj dejaba salir un par de hombrecitos que cantaban una irritante cancioncita que, por alguna extraña razón, a Nancy le encantaba. Cuando el reloj sonaba, Nancy se emocionaba, sonreía y se alegraba. Eran los únicos momentos del día en los que parecía una niña de su edad. La razón de esto era que, además de que esa horrenda canción le encantaba, el reloj anunciaba la hora en la que yo salía del trabajo y regresaba a casa. Así era nuestra vida, parte de las estadísticas que a nadie le gusta ver. Hasta ese día. Fue un viernes. Lo recuerdo bien por qué ese era el día en el que Patricia salía y se iba a jugar al bingo a perder el dinero que conseguía solo dios sabe dónde. Ese viernes en particular estaba lloviendo bastante. Al llegar a la casa, empapado, encontré a Nancy frente al televisor. Esos enormes ojos azules se iluminaban con la luz de la pantalla. Ella estaba sentada en el suelo, demasiado cerca de esa cosa, justo donde le dije que no debía sentarse. – Hola– le dije. Ella volteó asustada, ya que yo había llegado temprano ese día. Nancy rápidamente se levantó, tomó al viejo oso de peluche y corrió con su pijama rosa puesta hasta mí para abrazar mis mojadas piernas– tranquila. Te mojaras también. En ese momento volteé por toda la casa. – ¿Dónde está?– le pregunté a Nancy. Ella solo se encogió de hombros sin decir una palabra. Yo hice una mueca y di unos pasos rumbo a mi cuarto para cambiarme, pero, en ese momento, sentí un pequeño tirón en mi pantalón. Al voltear, vi a Nancy que me jalaba para que no me fuera.

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– ¿Qué pasa?– le pregunté. Sus ojos estaban iluminados, muy abiertos, y una enorme sonrisa se había dibujado en su cara. Ella apuntó con esos ojos azules directo al reloj sobre el televisor. – ¿Ya va a sonar?– le pregunté. Ella sacudió la cabeza muy fuerte, haciendo que su rubio cabello se moviera en todas direcciones. Estaba emocionada. Tomé su pequeña mano y la encamine hasta la sala. Los dos nos paramos justo frente al reloj que colgaba de la pared. Faltaban dos minutos para que dieran las 10. Conforme las manecillas avanzaban, podía sentir como su pequeña mano apretaba la mía cada vez más fuerte. La miré de reojo un segundo y noté que ella no le quitaba la vista de encima a ese viejo reloj. Nunca pude entender por qué le gustaba tanto. – Falta poco– le dije– ¿quieres contar conmigo?– pregunté en un vano intento para hacerla hablar. Ella me miró con sorpresa. Rápidamente pude notar en su expresión que no quería hacerlo, así que lo hice yo solo– cinco, cuatro, tres, dos, uno…– en ese momento, ese par de hombrecillos de metal salió de la parte superior del reloj y esa música chillante e infernal comenzó a sonar. Mientras que a mí me taladraba los oídos, Nancy aplaudía y brincaba llena de alegría, hasta que, después de unos segundos, la música se detuvo y las figuritas volvieron al interior del reloj. – Sí que te agrada esa horrenda canción ¿verdad?– Nancy, sonriente, asintió con la cabeza – ¿ya cenaste?– ella negó de igual forma– yo muero de hambre. Ven, comamos algo. Después de quitarme la ropa mojada, los dos caminamos a la cocina. Ella, conociendo la rutina, se sentó en la mesa con su oso en los brazos, mientras que yo buscaba algo que preparar en las alacenas casi vacías.

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Con algo de suerte encontré un par de huevos y lo que parecía tocino dentro del refrigerador. Mientras Nancy jugaba con su oso, moviendo sus brazos de felpa de un lado a otro, yo cocinaba. Con el paso de los años tuve que volverme un excelente cocinero, ya que es difícil tener hambre y depender de una mujer tirada en un sillón, completamente borracha, para que te alimente. El aroma del tocino fue capaz de ocultar el aroma de la basura acumulada y los trastes sucios en la cocina. Después de un momento, serví la cena y los dos nos dispusimos a comer. Mientras yo comía, fijé mi mirada en Nancy. Ella era todo un misterio, y había pasado por tantas cosas. Por mi cabeza pasó la idea de que ella no se merecía esa clase de vida. De repente, ella se percató de que la observaba y me devolvió la mirada, algo confusa. – ¿Esta rico?– le pregunté. Ella sonrió y asintió ligeramente con la cabeza. Terminamos de cenar en silencio. A veces le contaba a Nancy cosas del trabajo o de la escuela. Como ella no salía mucho, todo su mundo se conformaba por la casa, el jardín del frente y la calle, además de lo que veía en el televisor. Esa ocasión solo comimos acompañados del sonido de la lluvia que caía muy fuerte. Al terminar, ella tomó al oso en sus brazos y los tres nos dirigimos al sillón para ver la televisión. Al ser viernes, no me importaba desvelarme con ella. Le hacía falta la compañía. Yo me recosté en el sillón, luego ella lo hizo sobre mí, para después poner al oso sobre ella. Los tres terminamos viendo uno de esos aburridos programas de concursos. No pasó mucho tiempo antes de que yo me quedara dormido en el sillón, y Nancy sobre mí.

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Cuando desperté, me di cuenta de que la televisión, así como los focos de la casa, estaba fallando. Se encendían y apagaban constantemente. Eso jamás había pasado. Aunque la casa era vieja, la instalación eléctrica estaba en buen estado. Supuse que la culpa la tenía la lluvia. Volteé a ver el reloj que marcaba las 12 en punto. Para mi sorpresa, aquella horrible canción no había sonado para despertarme, así como Nancy no estaba de pie frente al reloj, observándolo. De hecho, Nancy no estaba sobre mí tampoco. Alterado, me levanté rápidamente para buscarla. – ¡Nancy! ¡Nancy!– al salir de la sala, pude verla. Estaba parada frente a la puerta de entrada, la cual estaba abierta. Chorros de agua empujados por un feroz viento entraban por la puerta– ¡Nancy! ¿Qué haces ahí? te vas a enfermar ¡carajo!– al voltear, me di cuenta de que Nancy estaba viendo a Patricia parada en la puerta de la entrada. Su aspecto era escalofriante. Estaba completamente empapada. Su cabello rubio chorreaba, al igual que su maquillaje barato lo hacía por su cara. Su mirada estaba perdida, su ropa estaba rasgada y llena de lodo. Parecía que la acababan de sacar de su propia tumba. Sin decir nada, Patricia se quedó de pie en la entrada unos instantes, mientras que Nancy y yo la veíamos. – Nancy– le dije muy despacio– ve a tu cuarto– ella, asustada por el aspecto de Patricia, asintió muy despacio, apretó su oso y salió corriendo por el pasillo hasta el cuarto. Yo, por mi parte, me quede ahí viéndola en lo que parecía la peor borrachera de su vida. – ¿Planeas quedarte ahí parada toda la noche? ¿Quieres que traiga una carrucha para llevarte hasta tu cuarto?– ella no decía nada. Sus ojos estaban perdidos y su expresión era muy extraña. De pronto comenzó a dar lentos y torpes pasos dentro de la casa. Mientras grandes cantidades de agua y lodo escurrían por el suelo, ella se encaminaba a su habitación sin decir palabra alguna, hasta que se escuchó el azote de la puerta. 32


La mañana del sábado desperté de nuevo en el sillón. Después de trapear toda el agua que Patricia había escurrido en su gloriosa entrada a la casa, me recosté un momento, viendo la televisión que aun fallaba. Al final terminé dormido de nuevo. Me tallé los ojos y, después de un largo bostezo, pude ver a Nancy sentada frente a mí. Al principio pensé que estaba viendo la televisión, pero me equivoque. Ella veía el reloj. – ¿Qué pasa?– le pregunté aun adormilado. Ella miraba fijamente el reloj con sus ojos azules y su oso en los brazos. Su expresión era triste. Al voltear, pude darme cuenta de que el reloj seguía marcando las 12 en punto, como la noche anterior– quizás se descompuso– le dije, tratando de consolarla– lo arreglaremos después– ella volteó y me miró con una expresión muy triste, luego asintió y bajó la cabeza.

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Me levanté del sillón y la llevé a la cocina para desayunar algo, aunque lo único que encontramos fue un poco de cereal. Mientras lavaba los trastes sucios, la pequeña Nancy estaba en la mesa coloreando con un crayón uno de mis cuadernos de la escuela. – ¿No sabes si ya despertó?– le pregunté– ella negó con la cabeza– claro que no ha despertado. Aun no son siquiera las 3. En ese momento pude escuchar la puerta de su cuarto abrirse, seguido de sus pesados y lentos pasos, esos que suenan cada sábado en la mañana, anunciando una terrible resaca. Más dormida que despierta, Patricia caminó hasta el pasillo, luego volteó a vernos a la cocina. Se veía realmente destrozada. Además de traer puesta la misma ropa enlodada y rasgada, su piel tenía un tono azul pálido, su boca estaba completamente seca, además había varios golpes y raspones en su cara y sus brazos. 33


Por un momento, ella nos observó como si no nos conociera o sin saber dónde se encontraba. – Veo que te la pasaste muy bien anoche– le dije en tono molesto. Realmente me alegraba un poco la condición en la que se encontraba, aunque esa vez se veía peor que las anteriores– ¿cuánto perdiste en el bingo? ¿Voy a tener que empeñar la bicicleta otra vez? Ella no dijo palabra alguna. Solo se quedó ahí parada, viéndonos, respirando con dificultad. Nancy la veía preocupada. – Oye ¿estás bien?– de repente, mi madre comenzó a vomitar en medio del pasillo. Chorros de un espeso líquido negro salían de su boca como si fuera una manguera para incendios, llenando el pasillo, parte del suelo de la cocina y sus propios pies– ¡carajo! ¿Pues qué tomaste anoche?– Nancy dio un sobresalto al ver la gran cantidad de vomito que arrojó. Después, Patricia levantó la mirada, tosió un poco y luego se cayó desmayada sobre su propio vomito de color negro. Al verla ahí tirada en una escena que no era nueva, solo pude lanzar un suspiro lleno de resignación. Después de levantarla, llevarla hasta el baño, limpiarla y cambiarla, la recosté en su cama. Lo primero que noté al entrar a su cuarto fue un horrendo aroma que me era familiar. Cigarro, perfume barato y whisky. Mientras la recostaba, pude sentir chorros de sudor que la recorrían, además de estar ardiendo en fiebre y ser atacada por ligeros temblores. Eso ya no era solo una resaca, realmente se veía muy mal. – Mierda. Ahora tendré que darte algo para la fiebre– supuse que estaba realmente enferma debido a que llegó empapada la noche anterior– algún tipo debió dejarla tirada a media calle– pensé.

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Le coloqué ese horrible jersey blanco de los vaqueros de Dallas que usaba para dormir y la arropé. Al salir del cuarto, me topé con Nancy, quien estaba parada justo frente a la puerta. Se veía preocupada y asustada. A pesar de que Patricia jamás le prestó la más mínima atención o mostró un poco de cariño, por alguna extraña razón, Nancy le tenía aprecio. – Estará bien. Solo está un poco enferma– le dije mientras despeinaba un poco su rubio cabello. Ella aun me miraba preocupada con esos enormes ojos azules.

Pasaron las horas y nosotros continuamos con nuestra rutina del sábado. Dado que no era raro que Patricia estuviera dormida pasado el mediodía del sábado, yo aprovechaba que ese era mi día de descanso para arreglar la casa tanto como pudiera y hacer algunas tareas de la escuela. Mientras yo me encargaba de que la casa no se cayera a pedazos, Nancy se dedicaba a ser una niña de cinco años. Jugaba con su oso, veía un poco de televisión, coloreaba, entre otras cosas. Había ocasiones en las que, de pronto, se paraba frente al reloj y lo miraba muy atenta, esperando a que aquella cancioncita chillona empezara a sonar como solía hacerlo. Cuando veía que no ocurría nada, ella bajaba la cabeza y se iba desilusionada. Entre todo el ajetreo que había en la casa, había un ruido que podía escucharse desde la oscura profundidad de la casa. Patricia no dejaba de toser. Parecía que trataba de arrojar sus pulmones, además de eso, también podíamos escucharla vomitar constantemente. Cuando estaba limpiando el jardín, Nancy salió acompañada de su oso y se quedó mirándome con esos ojos tristes desde la entrada.

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– ¿Qué ocurre?– pregunté. Nancy me miró fijamente, para luego voltear al interior de la casa. Rápidamente entendí lo que me quería decir.– ¿sigue haciendo esos ruidos horribles?– ella asintió muy despacio con la cabeza. Parecía asustada. Terminé de recoger la basura del jardín y entré a la casa para buscar medicinas en un cajón. Después de algunos minutos, lo único que pude encontrar para que Patricia no muriera fueron un par de aspirinas y medicamento para el estómago. Cuando me dispuse a llevarlos a su habitación, pude ver a Nancy parada en la entrada. Se veía preocupada, pero más que preocupada, parecía aterrada. – No te preocupes– le dije– solo está exagerando. Debió haber sido una noche muy larga para ella– en ese momento escuche ruidos que provenían del interior de la habitación. No eran ruidos de tos o de vomito. Se escuchaban levemente, pero en el momento que alcance a oírlos sentí que un escalofrió me recorría de pies a cabeza. Eran quejidos. Unos quejidos horribles. Era como si a Patricia la tuvieran bajo la más dolorosa de las torturas. Sus agudos y extraños gritos, muy similares a gárgaras, nos hicieron creer que estaba sufriendo de un dolor insoportable. – Quédate aquí– le dije a Nancy muy serio. Ella no movió un solo musculo, a excepción del fuerte apretón que le dio a su oso.

Nacido en la ciudad de Delicias, Chihuahua, y egresado de la carrera de licenciatura en periodismo en la UACH, Omar Gutiérrez se ha dedicado a la escritura creativa los últimos cinco años, centrando sus relatos en temáticas de terror y suspenso, donde utiliza elementos tanto realistas como sobrenaturales. Sus relatos han sido publicados por su parte en blogs, y ha colaborado con cuentos cortos para antologías de diversas editoriales nacionales y extranjeras.

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Amor, desesperación y esperanza Canción de Cuna. Mientras la soledad me arropa en mi cama. La locura me canta una canción de cuna. La demencia susurra un cuento al oído. La noche consuela mis lágrimas. La oscuridad me abraza para dormir. La perdición besa mi frente. La vida se despide de mí. Y mi alma me da las buenas noches.

Juramentos. Respiración tortuosa, dolorida y cansada; la implacable sensación de vacío en mi interior que hunde mi cuerpo en un letargo penoso. Es este el final consecuencia de la muerte en vida, del abandono de mi mismo, limitado a una existencia austera. En el silencio, busco consuelo que me devuelva las esperanzas. En la soledad, busco la paz para continuar. En la oscuridad busco futuro. Cruel destino, qué broma me jugaste, noche traicionera que ya no me ofreces nada. Rabia insolente que ardes como ácido en las venas.Corazón maldito que sigues latiendo, nada sobrevivió al nosotros; nada más que ira, miedo y tristeza, los componentes del odio; pero inclusive con los ingredientes, se me niega el placer de odiarte. Superado por antiguos juramentos, reales para mi alma, farsas para ti, es donde se eclipsan los sentimientos que tanto necesito.

Compendio parte 3

Presentación. Nací del caos y la oscuridad. Desperte en la locura y el delirio, ira y venganza fueron mi vida, lujuria y deseo mi muerte. Yací en la ansiedad y desesperación; pertenezco al olvido y la ausencia.

Fachada Una sonrisa para ocultar mi tristeza, buen vestir para cubre mi alma desgarrada, la risa disfraza mi desesperación. Palabras suaves para no gritar hasta arrancarme las cuerdas; que más da reír o llorar si mi ser ya no lo distingue. Es esta fachada la que doy al mundo para ocultar mi estado, es la condena de la vida diaria que sigue y sigue, como seguir sin esperanzas. Para qué seguir si el mundo no me ofrecerá nada más, siendo mi lejana muerte prometida el único fin de esto. Es mi apocalipsis personal, la ruina, la resolución de más de mil días en guerra, así que tanto es la derrota si no me permito caer, que es el camino cuando no se conoce el sentido pero sí la meta. Es un punto sin regreso, el continuar se hace difícil a cada paso; el respirar se vuelve un esfuerzo y es al final de todo donde por fin he sido derrotado..




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