Fanzine Mundialista MacGuffin

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Fanzine Mundialista

Junio, 2018


Pedrinho, hijueputa, yo pude haber sido Peché Por Roberto Jaén –Mae, estábamos jugando la final del torneo inter escolar en el Pipilo Umaña en Moravia. Yo estaba en cuarto grado y jugaba en la A, con los mamulones. Nos fuimos a penales. Yo tiré el mío “a lo panenka”, golazo, de antología. ¿Quién tira un penal “a lo panenka” en una final? Zidane y yo. La desgracia es que el último penal le tocaba a un mocoso que los tatas del equipo le decían Juan “Cuñado”. Sólo jugaba porque Iván, nuestro técnico, se almorzaba a la hermana. Dicho y hecho, Juan Cuñado botó el penal y yo de una me fui para la grada donde estaba mi tata y me puse a mariquear. En el medio campo estaba Jafeth Soto, que tenía como 18 o 19 años —y ya tenía “cara e’litro”, por cierto— entregándole el trofeo al otro equipo. Mi tata me decía: “hay que aprender a perder, la vida está llena de desilusiones”. Yo estaba desconsolado. –¿Qué tiene que ver ese mae con esto? –Bueno, ese mae, se acercó a mi tata y a mí y empezó a hablar: “Eu sou Pedrinho”. Resulta que Pedrinho había llegado a Costa Rica luego 2


de probar suerte en 70 equipos de Brasil, cada uno más en el culo del mundo que el otro, se vino para Costa Rica y jugó unos meses en el Puerto, otro rato en Moncho, San Carlos, pero rapidito tenía el nivel por el piso porque siempre le ha cuadrado echarse unos tapis de más, así como Ronaldinho, pero malo. –Entonces... –Pedrinho se había hecho entrenador de ligas menores y dirigía el equipo de juegos nacionales de Goico y ahí mismo, me fichó. Convenció a mi tata para que me llevara todos los días por la tarde al Pipilo y jugué ahí con el mae. Tenía futuro yo, llegué a las menores de la “S” e hice pruebas, salimos segundos de juegos nacionales y me dieron un trofeo de jugador destacado... Todo por Pedrinho. –Puta huevón, ¿por qué no lo vas a saludar? O invitalo a la mesa, está comiendo sólo. –Si puede ser... para serte sincero tengo 18 años de no hablar con Pedrinho. –Con más razón. –Ya como por el 2000 en un entrenamiento yo estaba practicando tiros libres y se me acercó Pedrinho y me dice: Alejandro, ¿você vai fazer a prova da Universidade? El mae era como Odir Jaques tenía siglos de vivir en Costa Rica, pero no podía hablar español, en fin, le dije que no y el mae se sentó en la galleta que la tenía que hacer, que cualquier vara si me iba a primera división me quedaba para el futuro, qué se yo. Yo le decía: Pedrinho yo no quiero ser contador o ingeniero, yo quiero jugar en primera. El mae necio me insistía hasta que me convenció. Pero luego, cuando salieron los resultados, me llamó a 3


la choza a preguntarme cómo me había ido y di mae pasé, y entré a administración. Al otro día en el entrenamiento, de la nada, el mae me llamó al medio campo y me dijo: Nao tenho maneira de dizer isto, voce é bom, mas nao e tao bom. –¿Cómo? –Mae, me dijo que yo era bueno, pero no tan bueno, a lo mucho iba a ser titular en un equipo de segunda, era mejor que entrará a la U. Mae, yo me volví loco, ahí mismo lo mandé para la mierda y me puse a entrenar, doble sesión, yo solo, según yo para demostrarle que podía llegar a primera pero mae ya el daño estaba hecho, empecé a ir a la U, las birritas, a veces fumaba, pero ya en serio, no era tan bueno y punto. –Mirá, mae, no conocía esa faceta tuya. –Sí, sí, sabés qué, voy a ir a saludarlo. Alejandro se levantó de la mesa y a lo lejos saludó a Pedrinho a vista de su amigo Roberto. En un principio Pedrinho no lo reconoció pero luego le dio un fuerte abrazo. Volvió a la mesa con una sonrisa de oreja a oreja, enternecido, se quedó en silencio por un par de minutos. –Puta huevón, qué personaje Pedrinho. Todavía habla un portuñol de mierda y ya tiene como 30 años aquí… Mae, y la verdad tenía razón, lo más lógico era estudiar, yo no era tan bueno. Punto. Y está tuanis, tengo un carajillo, brete, esa era la vara… –Pues sí, ¿vos sabés que yo jugué tennis de carajillo? No era tan malo. –¿Sí? –Sí, tenía un primo papudo que me llevaba... –Pero vos sabés una vara mae, ahora, ahora, ya viéndolo con la perspectiva, con los 4


años encima, pude haberla pulseado un toque más. ¿Por qué le di tanta bola a Pedrinho? –Bueno, dijiste que tenía razón él y vos mismo dijiste que no eras tan bueno. –Sí, sí, pero había varas que se podían corregir. Decía el mae que yo no era tan rápido. Seguro Riquelme o Iniesta son balas. –Bueno compararte con Iniesta y Riquelme como que no... –Bueno pero esas lentejas la pegaron, ¿por qué yo no? –¿Estamos de acuerdo que la comparación está delirante? –¿Vos qué sabés? ¿Vos me viste? –No, pero... –Vos te acordás de Peché Rodríguez. –¿Quién? –¡Peché! ¡Fue a Corea! –Tranqui, mae, no me acuerdo... –Peché fue al mundial. –Sí, te entiendo... –No, mae, no entendés; vos jugabas tennis, como un pipi hijueputa. No es una vara de ser bueno, es una vara de mística, de suerte, yo pude haber sido Peché; un carajo ahí más o menos malo, más o menos bueno, seguro simpático, o buena gente, o que volaba buenos pichazos, pero algo tenía que lo llevaron al mundial. –Mae, Ale, todo el mundo está viendo para acá... hasta Pedrinho. –¡Que me vea! Mae yo sólo tenía que aguantar un toque, entrenar, y podía ser Peché, un mae ahí que la pegó de casualidad. No un mae que hace finanzas y tiene un carajillo y se la jala en la ducha. No tenía que darle bola a ese 5


brasuca malparido. ¡Pedrinho, hijueputa, yo pude haber sido Peché! ¡Yo pude haber sido Peché! Alejandro se señalaba el pecho mientras salía del restaurante y gritaba sin parar que él podría haber sido Peché. Roberto se disculpó con Pedro Alves Carvalho, “Pedrinho”, que le aseguró a Roberto que él tenía razón, Alejandro era bueno, pero no tanto.

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#TeamSacapuntas Por Carolina Flores Hine Hasta mis siete años de edad, yo desconocía que existieran condiciones desiguales de vida. Para mí era lo mismo una casa que la otra, una escuela que la otra, una familia que otra. Si puedo imaginar una burbuja, era ésa. La burbuja se rompió en mi primer día del segundo grado, en la escuela pública del pueblo a la que a mis hermanos y a mí nos habían pasado para estar más cerca de casa. Recuerdo bien el sacapuntas rosado; tenía una muñequita pintada y una cajita para recoger la basura, que, en aquellos tiempos, consistía en la mayor innovación posible en suministros escolares. El sacapuntas me lo habían traído de Puerto Rico, porque en esta pequeña aldea no existía tal maravilla. Aquel día, al llegar a casa, el contraste entre la alegría con la que salí y la tristeza tan profunda con la que regresé no era buena señal: alguien había tomado mi sacapuntas superultramegawow. ¿Por qué? No tenía idea. ¿Quién? Eso lo supuse al día siguiente, cuando una compañera apareció con un sacapuntas 7


exactamente igual diciendo que a ella también se lo habían traído del extranjero. Yo no entendía nada de aquello. Ni siquiera sé si puse atención a la niña María Eugenia, con lo difícil que era no verla, envuelta en su ropa colorida y su alocada forma de ser. Con suerte y fue así como empezaron mis problemas con las matemáticas. No fue sino hasta llegar a casa que alguien, no recuerdo quién fue, me explicó lo que pasaba: sencillamente mi compañera quería tener un sacapuntas rosado como el mío y probablemente no podía y al fin y al cabo, a mí no me haría falta. Así que ahí andaba yo, recogiendo con las manos las enaguitas que hacen los lápices al girar entre las cuchillas, con esas mismas manos que nunca supieron hacer maromas con los jackses. Con las manos, como si fuera 1983. *** Es el 20 de junio de 2014. Cientos o miles de ticos y ticas están en el Itaipava Arena Pernambuco. Costa Rica acaba de ganarle a Italia un gol por cero. El corazón no nos cabe en el pecho. El asombro tampoco. Los pesimistas no sabemos dónde ponernos. Los optimistas no saben cómo se come eso. Quienes están en Brasil y hasta hace diez minutos se sentían los costarricenses más afortunados del planeta, al instante se convierten en los más miserables de todos: la fuente de la Hispanidad está a diez horas de avión. Mientras tanto, miles y miles de personas nos reunimos alrededor de la fuente. Nadie sabe por qué se eligió este lugar ni cuándo. Ya quisiera 8


tener a un Hernán Morales conmigo para que me pase el dato. Nadie convoca y no hace falta. Lo sabe la Fuerza Pública, lo saben los comerciantes, lo saben los vendedores de banderas y de esas pseudo-trompetas del demonio con nombre de chancleta. Y ahí llegamos, con alguien o sin compañía, porque da igual. Llegamos y nos revolvemos en esa fiesta sobre la que tantas palabras se han escrito. Nos encontramos en una sola sincronía de ondas cerebrales y por un rato, por un largo rato, tenemos derecho a la misma absoluta felicidad, sin distinciones. Nos envolvemos en esa burbuja, con o sin humo, con o sin alcohol y nos cobijamos con ella hasta mañana. Nos vamos en ella a caminar hasta la casa, a recorrer las calles que en otro día cualquiera jamás caminaríamos. Y cuando nos cruzamos con quienes en otro momento nos darían miedo, conjuramos un “oeoeoeoé ticos, ticos” que nos protege y nos libra de todo mal amén, porque esos otros que ayer eran amenazantes, hoy cantan con nosotros oéoé. Hasta mañana. Hasta que mañana alguien mande fotos de la basura que quedó en media calle y nos llame polos incultos no merecedores de ser compatriotas de Jacques Sagot. Hasta que alguien acuse a esos otros de haberle sacado algo de la cartera y la burbuja vuelva a hacer PAF en nuestra cara. Me pidieron que escribiera de fútbol y yo solo pensé en que no soy merecedora de intentar apalabrar lo que significa esa varita mágica. En eso y en aquel hermoso sacapuntas del que gocé por un día.

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La rusa mi musa Por Gabriel Cubero La cita mundialista de Rusia 2018 se avecina como el robo más grande en mundiales desde Corea y Japón 2002. Costa Rica mira de cara a esta nueva etapa con el recuerdo fresco de de la gesta en Brasil 2014. Se entreve una expectativa más optimista que en aquella ocasión cuando se nos colocara en el grupo de la muerte. Uruguay, Italia e Inglaterra suponían un desafío insuperable para la selección de Costa Rica, pero al final fueron espectadores de primera mano del milagro de la Negrita de los Ángeles, quien convertida en Joel Campbell anotó el primero de cinco a lo largo de la copa que nos permitieron llegar a cuartos de final. Aquella gesta se dio gracias al complemento entre Jorge Luis y los muchachos, quienes como Pinto y huevos, respectivamente, le dieron a más de cuatro millones de ticos el desayuno de campeones. Sin embargo, el desafío que aguarda será distinto al mirakeyloso mundial de Brasil, no será ya el húmedo amazonas, sino la frígida estepa rusa quien vea al Perezoso Tico ser sobrevolado por las águilas serbias, defenderse del 10


monstruo verde y amarillo y competir contra los compatriotas de Heidi. Así las cosas, sería osado atreverse a hacer pronósticos climatológicos como que habrá mareas rojas y ríos de cerveza inundando la fuente de la hispanidad a raíz de la lluvia de goles de Ureña y Waston. Si podemos esperar un equipo ordenado y disciplinado en defensa, que al ataque tendrá que aprovechar las oportunidades que genere para hacer a siete provincias, un pueblo sonar con otro gol.

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Esa otra cosa Por Adriana Sánchez Aprendí a amar el fútbol de manera refleja, especular, durante el Mundial de México 86. De la mano de mi papá, que desde niña me vendió muy bien la idea de que yo podía hacer cualquier cosa que quisiera, si me lo proponía. Puedo decir, en ese sentido, que mi casa es una burbuja protectora, lugar seguro, y de empoderamiento. Y aprendí a entender el fútbol en un acto de rebeldía, como lo hacemos las mujeres cuando nos decidimos a, finalmente, ocupar aquellos espacios que históricamente, simbólicamente, pragmáticamente, nos han sido sustraídos o prohibidos. Me encanta el fútbol, y el primer fútbol que amé fue el que jugaron los seleccionados de Italia 90 contra Escocia, Brasil, Suecia y la desaparecida Checoslovaquia. Fue hasta muchos años después, luego de muchas idas, venidas, preguntas y búsquedas, que pude encontrar –para aprender a amarlo- el fútbol jugado por mujeres. En 1949 comenzó el experimento del fútbol femenino costarricense, de la mano de Fernando y Manuel Emilio Bonilla, hermanos 12


de la primera capitana nacional, Dora Bonilla Alvarado. En aquel tiempo, las mujeres no hacían ejercicio. Había una preocupación extendida, nacida del prejuicio y la ignorancia, por la salud de la feminidad: ese miedo a la autonomía que se escuda detrás de preguntas que quieren ser inofensivas. ¿No afecta la virginidad? ¿No las deja infértiles? ¿No dejan de ser femeninas por practicar un deporte que originalmente fue pensado para los hombres? El primer partido del Deportivo Femenino Costa Rica FC fue un llenazo. El estadio se abarrotó de curiosos que venían a reírse de dos grupos de muchachas (las “rojas” y las “azules”) que, para sorpresa de toda la asistencia, no solo sabían dominar el balón sino que dieron un espectáculo del que todavía hoy algunas hablan con orgullo: Mamá Dora, muerta de risa, cuenta que sus golazos asombraban a todos los que la vieron jugar. Así es: el primer equipo femenino fútbol de América Latina sucedió en Costa Rica, y todavía quedan testigos que lo cuentan. Hay un inmenso vacío en la historia de selecciones femeninas de nuestro país. En 1962, la figura del seleccionado nacional de mujeres se inscribió en la Concacaf, pero el primer fogueo internacional de la sele (derrota de 6 – 0 contra Canadá), ocurrió hasta el año 91. La selección mayor femenina de Costa Rica se clasificó por primera vez a un mundial de FIFA en el año 2015, luego de 4 victorias en la campaña premundialista, que concluyó con una única derrota (en la final ante Estados Unidos). Saltemos al 2018, y hablemos de este mismo país, cuyo rezago en este ámbito es 13


proporcional a la antigüedad de su primera selección nacional. La falta de oportunidades (fogueos, recursos) es notable. Bingos, rifas, ventas de comida y otras actividades sociales de recaudación de fondos han sido la norma a lo largo de la historia de los equipos de mujeres que desean salir a jugar fuera del país. Contrario a lo que podríamos pensar, a pesar de todas las dificultades, las chicas se profesionalizan, firman en el extranjero y dan la talla por ellas mismas. Y aquí es donde chocan de frente esos fenómenos de aquello otro en lo que el fútbol se ha convertido: el negocio, el lavado, la estafa, la manipulación mediática. “No es negocio apoyar el fútbol femenino porque nadie lo ve”, es un lugar común que surge en todas las discusiones sobre el tema. Pero este asunto no deja de ser uno de visibilización, ese ejercicio en el que nombramos lo que no se ha nombrado para que, finalmente, exista. Así es como la televisión nacional comenzó a transmitir los partidos de la Champions en los que jugó Shirley Cruz. Así es como la Federación Costarricense de Fútbol entendió que Claudia Dobles también merece, al igual que el presidente, una camiseta con su nombre. Así es como ocupamos el espacio, desde la necedad permanente e inagotable del reclamo. Yo sigo amando el fútbol, de maneras particulares y misteriosas, porque así es el deporte más hermoso del planeta: particular, misterioso, terreno de milagros. En nuestra región, ha sido territorio de luchas, de evidencia, de denuncia. La pobreza absoluta, la privación, el miedo. La tortura en estadios, la explotación, 14


la guerra. El encuentro de violencias que no acaban y lo usan como excusa. La estrategia de adormecimiento. El dolor, los muertos que ponemos, que se convierten en parte del espectáculo. Las víctimas de la violencia intrafamiliar que se desata durante los partidos. Las desigualdades que lo atraviesan, de manera transversal: homofobia, transfobia, misoginia, racismo. Pero el fútbol también es espacio de resistencia, de denuncia, de transformación y cambio. Porque es democrático y cualquiera puede jugarlo. Porque como todo lo que es humano y se llena de nuestra condición, es hermoso en sus contradicciones, retador en sus límites, asombroso en su alcance. El fútbol es muchas cosas, pero es sobre todo esa otra cosa que llena de contenido un espacio. Aquello que inventa realidades nuevas, un territorio de abrazo y un lugar en el que todo es posible. Mágico, como el realismo que cuenta. Y por eso puedo predecir, sin temor a equivocarme, que el espacio tomado en él por las mujeres nos prepara las historias más hermosas jamás contadas, las mejores crónicas y los milagros que sobrepasan las expectativas del milagro. Si no me creen a mí, pregúntenle a Germán Chavarría.

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Un autรณgrafo con Sloth Kong

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El día que temblé por el futbol Por Héctor Morales

https://www.youtube.com/ watch?v=PUrvX5FvzaI – Kristian Mora

Esto es meramente anecdótico. Era domingo. No recuerdo la hora. Definitivamente no la recuerdo. Pero estábamos en la terraza de mi casa, agarrados de la mano. Había carne asada, había litros y litros de cerveza que sirvieron para el ritual que inventamos en el momento. Trago de cerveza, limpia de paladar, tiro desde el punto de penal. Gol. Trago de cerveza, limpia de paladar, tiro desde el punto de penal. Otro gol. Trago de cerveza, limpia de paladar… paradón de Keylor. *** Nos ocurrió lo que a la cerveza de tanto agitarla. Casi que estábamos tirando espuma por la boca. No sé si de la emoción, o los nervios al ver a Michael recoger la pelota. Ay, huevón. Michael hay que —trago de cerveza— meterla

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—limpia de paladar— vamos Michael —tiro desde el punto de penal— Michael tiróóóóóó — GOLAZO— CLASIFICAMOS, CLASIFICAMOS. GUOOOOOOOOOOOOL. *** Después, ya todo fue borroso. Los litros se vaciaron. Nos ofrecieron ride instantáneo a la Fuente de la Hispanidad. Pasamos, naturalmente, por más cervezas. (No estoy poniéndole candela al relato, realmente así fue, realmente fuimos unos alcohólicos durante esas horas.) En la Fuente ya todo fue como en el Estadio: puro sudor, puro abrazo desconocido, puro “Viva la sele, papáááá, oe oe oeeee, ticos todos como hermanos“, puro “Pinto con huevos, oye”, puro “póngame la de Gandhi, mae, que se prendió esta mierda”. ¿Qué fue aquello, muchachos? Ni en La Cali me había pegado semejante fiestón. *** Ya de noche, se empezó a disipar la escena. Perdí a mis amigos. Todo mundo iba por su lado. Yo recordé, a esa hora, que al día siguiente debía entregar un trabajo final y tenía que exponer mi examen final. Explíquenme cómo Luisgui no dio asueto. Era imperdonable. Vagué un rato por San Pedro. No sabía cómo regresar a casa. Pasé donde una ex a pedir posada. Recordé que no tenía mi trabajo final conmigo. Llegué a casa en taxi, probablemente él también tapis, casi a las 3 a.m. Mi clase era a las 7.

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*** No dormí nada. Imprimí el trabajo. Me alisté como mejor podía y tomé el bus. Atravesé la


Universidad lívido, pálido, temblando. Apestaba a alcohol. Apestaba a Fuente de la Hispanidad. Fue como el walk of shame futbolero pero realmente lleno de orgullo porque estaba seguro de algo: todos íbamos igual. Pensé que tenía Parkinson, parecía que estaba empujadísimo. Al puro frente, casi me desmayo. Pero si la sele pudo, yo también. Ese día temblé por el futbol (por la cantidad inmoral de alcohol que seguía en mi sangre también). Temblé tanto que me tuve que ir a casa y disculparme con los compañeros. Venía Holanda.

Ilustración por: @conejo_de_aire

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Revista MacGuffin

Convo cat oria abierta

Número Ilustración por: @geminiiclowd

Erótico

RevistaMacGuffin@gmail.com


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